JUAN Juan, conocido por todos como Juanita, es un ejemplo de lo que significa vivir en exclusión, dentro de la propia exclusión. Tras la muerte de su padre cayó en la droga y comenzó a robar. Se fue a vivir a un poblado donde la venta de droga al servicio siempre de los demás se convirtió en su profesión: ha sido punto, esclavo. El fue cocinero, le encanta cocinar, pero su situación le llevó a trabajos muy distintos y alejados de su vocación. Recorrió durante muchos años todas las escalas sociales propias del poblado. Empezó a vender droga para la persona más importante del poblado. Tenía casa, sueldo y era respetado. Acabó viviendo en un coche, buscándose la vida con venta de jeringuillas y discriminado por muchos: “Soy payo, gay y yonky. En mi tierra no me han tratado nunca como tratan aquí a las personas”. Casi ciego de un ojo tras una agresión de unos niños, y a punto de perder la pierna por otra agresión con una barra de hierro, Juanita continuaba adelante, vendiendo para unos y para otros, comprando de otros y de unos. Viendo un ir y venir de detenidos a lo largo de los años. Sobreviviendo, y soportando burlas por ser diferente, pero sin esconderse: “En Son Banya he tenido muchos enamoramientos y amantes. Una vez estuve con un gitano, pero él nunca lo reconoció, siempre decía que no, pero yo le gustaba.” Presume de no haber tenido nunca una sobredosis, pero la adicción no le dejaba ver más allá. “He sufrido mucho en Son Banya, mucho. Me han dado muchas palizas. Por una de ellas tengo la pierna tan mala.” Y fue su pierna la que le llevó a dar el paso de salir de allí, a pesar de que esa pierna apenas servía ya para dar un paso. El último doctor que le vio esa pierna, le advirtió de que el siguiente paso era la amputación. Las curas que se le hacían en médicos del mundo, ya no eran suficientes. Decidido a salvarla, se fue al hospital, allí le ayudaron a desintoxicarse y le curaron la pierna. Ahora está en una casa, con más gente. Cada uno con su historia, empezando una nueva vida, con una gran familia, lejos de las palizas y la discriminación. Ya no es Juanita, vuelve a ser Juan y ha recuperado su vocación, que había olvidado durante tantos años, la cocina: “Tengo muchísimas ganas. Yo me coloco un mandil y tó pa adelante”
FOTO: RUBÉN GONZÁLEZ