Suplemento Belgrano

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Edición especial Bicentenario 1812 - 27 de febrero - 2012

Todos bajo la misma bandera Vida y obra de Belgrano – Por qué se enarboló por primera vez en Rosario - Por qué celeste y blanca – Por qué los rosarinos quisimos un Monumento – Todos bajo la misma bandera – Los actos del Bicentenario- La bandera de Belgrano está en Sucre Conozca dos banderas históricas – Por qué muchos países copiaron nuestros colores Qué es la bandera más larga del mundo


“...la mandé hacer blanca y celeste...” “Sport 78 brinda un orgulloso reconocimiento a la obra de Manuel Belgrano, quien en 1812 creo la bandera argentina, dando inicio al fervor por los colores que nos identifican. Desde hace 200 años, Rosario es también cuna de esa pasión.”


Esta publicación

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Por Rosario Express

a presente es una publicación de Rosario Express que no pretende cambiar el concepto entrañable que los rosarinos tenemos sobre Manuel Belgrano, su personalidad, su apego a un ideal revolucionario. Pretende, humildemente, fundamentarlo. El material que usted va a leer, si bien puede contener algunos aspectos controversiales sobre la vida de este patriota, describe aquellos tiempos fundacionales de dudas, certezas y duras decisiones, que un hombre tuvo que tomar para hacerse acreedor al recuerdo indeleble de la posteridad. Belgrano, entusiasmado porque se le había permitido identificar con una escarapela celeste y blanca a sus soldados, procedió en 1812 a crear la bandera, y por este hecho fue inmediatamente apercibido. El Triunvirato gobernante le pidió oficialmente que “haga pasar como un rasgo de entusiasmo el suceso de la bandera celeste y blanca enarbolada, ocultándola disimuladamente y sustituyéndola por la que se envía”… para confirmarle en una segunda misiva que debía proceder a “reparar tamaño desorden”. ¿Cómo describir la personalidad y la circunstancia de un hombre que, procedente de una de las familias más ricas de Buenos Aires, sacrificó fortuna y honores para servir a una Patria que era sólo un imaginario, un ideal? ¿Cómo hacerlo si hasta quienes se suponía debían apoyarlo en su cometido de frenar el abastecimiento de las tropas españolas por el río Paraná, le negaban el elemental derecho a identificar a la tropa que comandaba? “La bandera la he recogido y la desharé para que no haya ni memoria de

ella…y si acaso me preguntan por ella responderé que se reserva para el día de una gran victoria del Ejército, y como ésta está tan lejos, todos la habrán olvidado y se contentarán con la que se les presente”, le contestó Belgrano al Triunvirato de Gobierno presidido por Rivadavia. Una de las grandes controversias de esta historia es qué hizo Belgrano con el pabellón que el rosarino Cosme Maciel izó por primera vez aquel 27 de febrero de 1812, ya que menos de un año después, volvió a hacerla jurar a orillas del río Pasaje (hoy Juramento), en Salta. Recién en 1816 el Congreso de Tucumán, cuando elevó a las Provincias Unidas de Sud América al rango de Nación independiente, declaró que “será su peculiar distintivo la bandera celeste y blanca”. Y recién en 1884, setenta y dos años después del hecho que transformó a Rosario en la cuna de la identidad nacional, y después de tantos desencuentros, un decreto presidencial establece oficialmente que en los edificios públicos se izará la azul, blanca y azul. Belgrano fue reivindicado por la historia, no por sus contemporáneos. La memoria de aquel hombre, que cometió “tamaño desorden”, atravesó los tiempos agigantándose. Porque la creación de la Bandera fue un acto de rebeldía, apoyado entusiastamente por los vecinos de aquel caserío que le dio origen. Sólo por eso, los rosarinos no deberíamos olvidarla. En homenaje a esa memoria y a su maravillosa creación, que no admiten revisionismos, se edita este humilde testimonio en Rosario, en el mes de febrero de 2012, año del Bicentenario.

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Índice PÁGINA 7

La vida de Belgrano

El perfil y la historia del hombre que, al comenzar la revolución de Mayo, pertenecía a una de las familias más ricas de Buenos Aires, pero entregó todo por sus ideas. qué la bandera que conocemos se tomó como la oficial recién 70 años después de creada? PÁGINA 17

Historia del Monumento PÁGINA 10

La ciudad de entonces

La participación de la Villa del Rosario en los hechos revolucionarios, que determinaron el izamiento en las barrancas del río Paraná. Pasaron casi cien años desde que un grupo notable de vecinos soñó con vincular la historia de la ciudad, que no tenía fundador, con los acontecimientos que dieron origen a la Argentina. PÁGINA 22 PÁGINA 13

Cómo era la bandera

¿La bandera de Belgrano era blanca y celeste de dos franjas horizontales? ¿Eran dos franjas verticales? ¿Por

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Todos bajo la misma Bandera

¿Qué es un símbolo en los tiempos de la fugacidad, el mentado vacío de sentido, la incerteza y la fragilidad de la pertenencia a un colectivo, a una generación, a un país?


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La bandera de Macha

Lo explica la ministra de Cultura, “Chiqui” González. PÁGINA 24

Los festejos del Bicentenario

En una localidad cercana a los campos donde se libró la Batalla de Ayohuma aparecieron dos banderas que la historiografía ubica como originales del Ejército de Belgrano. Una historia para conocer. PÁGINA 32

Cuando flameó en California

Todo está preparado. Además de la visita de la Presidenta, se prevé una participación multitudinaria. Los actos se prolongarán durante todo el año. PÁGINA 27

La original está en Sucre

Juan Manuel Castagnino, historiador, descendiente de Cosme Maciel, el paisano que izó la primera bandera, cuenta sus investigaciones sobre el único retrato de Belgrano pintado en vida del prócer.

De cómo la celeste y blanca flameó en Hawaii, Filipinas y en California llevada por Hipólito Bouchard en la Fragata que se llamó La Argentina, antes de que nuestro país fuera reconocido por ese nombre. PÁGINA 36

La más larga del mundo

El proyecto Alta en el Cielo comenzó hace 14 años, con aspiraciones no sólo altas, sino nobles y profundas. Entrevista a Julio Vacaflor, quien arrancó con una idea que primero prendió en Rosario y después se extendió por todo el país.

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El hombre que sabía lo que quería

Su notable inteligencia y su apego al conocimiento hicieron

que se le permitiera leer escritos a los cuales muchos no tenían

acceso. Aquellas ideas sobre la naturaleza del poder político lo guiaron en su trayectoria pública. Cuando se metió de

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lleno en la gesta emancipadora, su familia era una de las más acomodadas de Buenos Aires. Murió en la pobreza, pero por

la Revolución dejó no sólo sus bienes personales.

Manuel Belgrano. Aparecido en HF Helmont, ed. History of the World. Nueva York. 1901.

anuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770, como cuarto hijo del matrimonio entre Domingo Belgrano y Peri, oriundo de Oneglia (Italia), y María Josefa González Casero, natural de Buenos Aires. “La ocupación de mi padre fue la de comerciante, y como le tocó el tiempo del monopolio, adquirió riquezas para vivir cómodamente y dar a sus hijos la educación mejor de aquella época”. El joven Belgrano estudió en el Real Colegio de San Carlos, que derivó en el actual Colegio Nacional de Buenos Aires, y en las Universidades de Salamanca y Valladolid, en España. Allí se empapó de las ideas que movilizaron a la Revolución francesa. Sus altas calificaciones le permitieron el acceso a libros cuya lectura estaba reservada para pocos. Se consideraban peligrosas las ideas que cuestionaban el derecho divino de los reyes, o que promovían los principios de igualdad ante la ley y la libertad, y la aplicación universal de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. En 1793, recibido de abogado y ya en Buenos Aires, Belgrano asumió a los 23 años como primer secretario del Consulado. Desde allí se propuso fomentar la educación y capacitar a la gente en oficios. Creó escuelas de Dibujo, de Matemáticas y Náutica. Abogó por la creación

de la Escuela de Comercio y la de Arquitectura y Perspectiva. Ayudó a la publicación del primer periódico de Buenos Aires, el Telégrafo Mercantil, y colaboró en el Semanario de Agricultura, Comercio e Industria, donde exponía sobre economía. En 1806, durante las invasiones inglesas, se incorporó a las milicias criollas para defender a la ciudad. En 1810 fue uno de los principales dirigentes de la insurrección que se transformó en la Revolución de Mayo. En ésta, su papel fue central, tanto como organizador, como en su papel de jefe del carlotismo, una corriente que proponía, ante la deposición del rey Fernando VII, la instalación de una monarquía constitucional independiente, encabezada por la infanta Carlota Joaquina, residente en ese tiempo en Río de Janeiro. “…Traté de buscar los auspicios de la infanta Carlota, y de formar un partido a su favor, oponiéndome a los tiros de los déspotas que celaban con el mayor anhelo para no perder sus mandos; y lo que es más, para conservar la América dependiente de la España, aunque Napoleón la dominara pues a ellos les interesaba poco o nada ya sea Borbón, Napoleón u otro cualquiera, si la América era colonia de la España”. Militar, a pesar de él El 25 de mayo fue elegido vocal de la Primera Junta de Gobierno, embrión de un gobierno argentino, junto con

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otros dos carlotistas: Castelli y Paso. “Todos mis paisanos, y muchos habitantes de la España, saben que mi carrera fue la de los estudios, y que concluidos estos debí a Carlos IV que me nombrase secretario del Consulado de Buenos Aires en su creación; por consiguiente mi aplicación poca o mucha, nunca se dirigió a lo militar, y si en el 1796 el virrey Melo me confirió el despacho de capitán de milicias urbanas de la misma capital, más bien lo recibí como para tener un vestido más que ponerme, que para tomar conocimientos en semejante carrera”. A pesar de su propia consideración, fue nombrado general al mando del ejército libertador del Paraguay. Allí logró una primera victoria sobre los realistas en Campichuelo, pero resultó derrotado por tropas numéricamente muy superiores en Paraguarí y Tacuarí. Como la situación de los patriotas se agravó en la más estratégica Banda Oriental, la Junta porteña obligó a Belgrano a concluir lo más pronto posible la campaña en Paraguay. En 1812, el Triunvirato lo envía a Rosario a vigilar el Río Paraná contra avances realistas que se producían desde Montevideo. A orillas del Paraná, el 27 de febrero de 1812 enarboló por primera vez la bandera argentina, creada por él con los colores de la escarapela, también obra suya. El día que hizo flamear esa bandera, era nombrado jefe del Ejército del Norte. Debía partir hacia el Alto Perú, a reemplazar a Juan Martín de Pueyrredón y engrosar el ejército con las tropas de su regimiento. Riguroso e inflexible con sus subordinados, organizó su hospital, la maestranza y el cuerpo de ingenieros. Su seriedad y su espíritu de sacrificio le ganaron la admiración de todos, y logró levantar el ánimo de las tropas. Pero en lugar de enviar refuerzos para atender el frente Norte, el Triunvirato, a través de su ministro Bernardino Rivadavia, ordenó la retirada hasta la ciudad de Córdoba. El gobierno consideraba imposible resistir al ejército del brigadier realista Juan Pío Tristán, que avanzaba desde el Alto Perú. El 29 de julio, Belgrano dictó un bando que disponía la retirada: “Pueblo jujeño... La patria les re-

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clama un gran sacrificio: abandonar la ciudad y las fincas, quemar los campos sembrados, arrear los animales. A los ojos del español invasor, sólo debe quedar tierra arrasada...” El Éxodo Jujeño dejó sin víveres a los realistas, pero el éxito obtenido en el combate de Las Piedras por un segundo de Belgrano, el coronel Eustoquio Díaz Vélez, alentó al general a detener la marcha, y desobedeciendo a Buenos Aires, le hizo frente a Pío Tristán, y lo derrota primero en la batalla de Tucumán, y el 20 de febrero de 1813, nuevamente en Salta. Pero no todas serían victorias: en el Alto Perú, primero en Vilcapugio y después en Ayohuma, el general Belgrano sufre dos graves derrotas. Una medida de los hechos protagonizados por este hombre: toda la campaña duró menos de dos años.

San Martín, Belgrano y la monarquía inca Las derrotas llevaron a Belgrano a establecerse en Jujuy y a dejar el mando del Ejército del Norte al entonces coronel José de San Martín, en el encuentro de La Posta de Yatasto, en Salta. Primero se puso a las órdenes de San Martín como su segundo, pero a los pocos días regresó a Buenos Aires, enfermo por afecciones contraídas durante sus intensas campañas militares, probablemente paludismo y tripanosomiasis. San Martín reconoció en todo momento la labor libertadora desempeñada por Belgrano al frente de las terribles campañas del Alto Perú, profesándole en todo momento un gran respeto y admiración. En 1814, fue enviado a cumplir una misión diplomática en Europa junto con Bernardino Rivadavia. En Inglaterra, inició gestiones para obtener el reconocimiento de la independiente naciente del Plata. Las gestiones fracasaron, y en ese viaje observó la feroz hostilidad de casi todos los gobiernos europeos a los Estados republicanos o democráticos. Esto explica que a su regreso haya propuesto, como San Martín y por idénticos motivos, un gobierno de transición que fuera del tipo monárquico constitucional. Proponía una monarquía casi nominal que ofrecía el trono a los descendientes de los Incas. Un inteli-

“Pueblo jujeño... La patria les reclama un gran sacrificio: abandonar la ciudad y las fincas, quemar los campos sembrados, arrear los animales. A los ojos del español invasor, sólo debe quedar tierra arrasada...”

Belgrano en la Universidad de Salamanca. Rafael y Tomás del Villar.

Billiken, 1961.


San Martín y Belgrano cerca de la Posta de Yatasto. Rafael y Tomás del Villar.

Murió en la pobreza, el 20 de junio de 1820. A pesar de que antes de que Manuel Belgrano se comprometiera con la causa de la independencia, su familia había sido una de las más acaudaladas del Río de La Plata, en su lecho de muerte pagó con su reloj los servicios prestados por el médico.

gente cálculo de Belgrano buscaba atraer la adhesión de las poblaciones de las actuales zonas andinas de Bolivia, Perú y Ecuador al movimiento emancipatorio que se gestaba desde Argentina. Belgrano fue, con San Martín y Bernardo de Monteagudo, uno de los principales promotores de la declaración definitiva de la independencia argentina en San Miguel de Tucumán, el 9 de julio de 1816. En agosto de 1816 se hizo cargo nuevamente del Ejército del Norte; pero no pudo organizar una soñada cuarta expedición al Alto Perú. Las guerras internas recrudecían, mientras la posibilidad de contraataques realistas seguía vigente. Se le ordenó repetidas veces utilizar divisiones del Ejército del Norte contra los federales de Santa Fe. Envió contra ellos al coronel Juan Bautista Bustos, que no logró doblegar la resistencia del caudillo santafesino Estanislao López. Belgrano continuamente se quejaba al gobierno de la inutilidad de la guerra contra los federales, advirtiendo a las autoridades establecidas en Buenos Aires, que la población de las provincias estaba descontenta del centralismo.

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El General pide licencia por enfermedad y se instala en Tucumán. En noviembre de 1819, algunos oficiales del desmantelado Ejército del Norte arrestaron al gobernador y al general Belgrano. Finalmente, se arregla para que viaje a Buenos Aires. Llega en plena “anarquía del año veinte”, ya seriamente enfermo. Los manuales escolares hablan de que murió de hidropesía, lo que es una forma de evitar mencionar a una sífilis mal curada como probable responsable del deterioro de su salud. La hidropesía no es una enfermedad, es un síntoma. Murió en la pobreza, el 20 de junio de 1820. A pesar de que antes de que Manuel Belgrano se comprometiera con la causa de la independencia, su familia había sido una de las más acaudaladas del Río de La Plata, en su lecho de muerte pagó con su reloj los servicios prestados por el médico. Pobre y olvidado, Belgrano agonizaba e ignoraba que ese 20 de junio de 1820, la anarquía hacía trizas su sueño de unidad. Buenos Aires, asolada por la guerra civil, llegó a tener ese día tres gobernadores distintos. Sólo un diario se ocupó de publicar su muerte.

Las escuelas de Belgrano

a Asamblea del Año XIII otorgó a Manuel Belgrano un premio de 40.000 pesos (hoy unos cuatro millones de pesos) y un sable con guarnición de oro por su triunfo en la batalla de Salta. Pero Belgrano sabía bien qué hacer con el dinero. “He creído propio de mi honor y de los deseos que me inflaman por la prosperidad de mi patria destinar los expresados 40.000 pesos para la donación de cuatro escuelas públicas de primeras letras en que se enseñe a leer y a escribir, la doctrina cristiana y los primeros rudimentos y obligaciones del hombre en sociedad”. Por aquellos tiempos no parecía obvio lo que Belgrano proponía. En su discurso se ve claramente la intención de integrar, a través de la educación primaria, a un amplio sector postergado con

fines de formar en ellos ciudadanos dignos de la nueva sociedad que pretendía construir. El lugar de emplazamiento de estas instituciones fue fijado por el mismo Belgrano, quien designó a Tucumán, Salta, Jujuy y Tarija, como los sitios adecuados para las instituciones. Pero la enorme cantidad de dinero donado por Belgrano, sufrió de la burocracia, la desidia, y por qué no del vandalismo, y ya nadie sabe cuál fue el destino final de esa fortuna. De todas maneras, y acá hay algo bueno, las escuelas finalmente se construyeron. La primera de las cuatro escuelas de Belgrano que se inauguró, fue la de Tarija, cuando ya era territorio boliviano, en 1974. Las de Santiago del Estero y Tucumán comenzaron a motorizarse recién en 1997.

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El Pago de los Arroyos y el Rosario, hace dos siglos Por Darío G. Barriera (*)

No más de 800 personas habitaban la zona urbana de “El Rosa-

rio” en tiempos de la revolución. Menos de 6.000 en el Pago de los

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Arroyos, región que contenía el caserío elegido por Belgrano para

izar la bandera por primera vez. De su perfil, sus costumbres y su participación en el proceso revolucionario, da cuenta esta nota.

comienzos del siglo XIX, la campaña de la ciudad de Santa Fe (sujeta a la gobernación-intendencia de Buenos Aires, virreinato del Río de la Plata), se extendía de manera difusa hacia el norte, aunque a orillas del Paraná existía una demarcación con la ciudad de Corrientes desde el siglo XVII. Sobre ese frente y al oeste, la defensa de la frontera santafesina con el indio propició un modesto poblamiento en torno a los fuertes y reducciones; es el caso de Cayastá, San Javier, San Pedro o Sunchales. Al este, la franja occidental del actual territorio entrerriano era jurisdicción santafesina. Su principal asentamiento era la parroquia y pueblo de Bajada (Paraná), y se la denominaba “la otra banda”, justipreciando la posición dominante que la ciudad fundada por Garay pretendía ejercer sobre esas tierras. Al sur, un arroyo que por entonces comenzó a ser llamado “del medio” marcaba los confines australes del territorio desde 1722. Desde finales del siglo XVII, y más formalmente desde 1725, “Pago de los Arroyos” era la designación para la porción del territorio santafesino que se extendía al oeste del río Paraná y que tenía al río Carcarañá por el norte y al Arroyo del medio por el sur, como delimitadores precisos. Su suelo, una llanura apenas ondeada y regada por arroyos como el San Lorenzo, el Ludueña, el Saladillo, el Seco

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y el Pavón, abrigó el asentamiento de migrantes provenientes de múltiples direcciones que se convirtieron en pobladores vinculados con trabajos de la tierra. El dibujo de la banda oeste del Pago, cuyos bordes con la jurisdicción cordobesa lo constituían fuertes o postas, era más difuso, ya que si dichos asentamientos eran puntos concretos en los caminos y sitios clave en la organización de las “fronteras”, no confirmaban un perímetro territorial que cerrara la geometría sobre el poniente. Para imaginar los bordes de aquella geografía real, es preciso trazar los caminos que unían los fuertes de Guardia de la Esquina, Melincué e India Muerta. “El Rosario”, como se lo mentaba por entonces, era el único caserío del Pago de los Arroyos que tenía aspecto de pueblo. Aunque no había sido planificado como una ciudad, la cuadrícula del trazado lo asemejaba a una urbe. La comunicación y el tránsito de gente con San Nicolás de los Arroyos –el poblado importante más cercano del norte bonaerense– era constante y frecuente, y desde comienzos del siglo XIX puede hablarse de una tendencia de los nicoleños a migrar al Rosario. La población y sus actividades Si confiamos en la información ofrecida por el aragonés Pedro Tuella y Mompesar, cuando despuntaba el siglo XIX se habían levantado alrededor de la

Pago de los Arroyos. Ilustración de época.

“El Rosario”, como se lo mentaba por entonces, era el único caserío del Pago de los Arroyos que tenía aspecto de pueblo. Aunque no había sido planificado como una ciudad, la cuadrícula del trazado lo asemejaba a una urbe. La comunicación y el tránsito de gente con San Nicolás de los Arroyos –el poblado importante más cercano del norte bonaerense– era constante y frecuente, y desde comienzos del siglo XIX puede hablarse de una tendencia de los nicoleños a migrar al Rosario.


El Presbítero Julián Navarro se puso a las órdenes del gobierno patrio.

Gregorio Ignacio Perdriel, el comandante que abrazó inmediatamente la causa revolucionaria.

“Un joven Alférez le pidió que entregara sus pertenecias. Era Estanislao López.”

parroquia de Nuestra Señora del Rosario unas ochenta casas y ranchos. En las inmediaciones del pueblo, se registraban por lo menos 84 estancias productivas. Tuella asignó al Pago de los Arroyos una superficie de veinte leguas cuadradas, y ponderó que el número de pobladores alcanzaba los 5.879 —entre los cuales, detalló, 265 eran esclavos (pardos y morenos, de ambos sexos), 274 pardos libres, y sólo 9 morenos, también libertos. Los hermanos Robertson, viajeros ingleses que pasaron por el sitio en 1811, estimaron que en la parte “urbana” del pueblo no habría más de 800 habitantes. Este pueblo a orillas del Paraná se organizaba alrededor de una iglesia que tenía su cura, y una feligresía cuyos católicos rituales fueron prolijamente registrados por el párroco en un libro de matrimonios, bautismos y velaciones. Algunos capitanes de milicias ostentaban mando sobre un discreto número de soldados, y tenía asiento un alcalde de la hermandad (autoridad residente que representaba al cabildo santafesino), que valiéndose de algunos auxiliares guardaba el orden en los campos y solía despachar los asuntos que le llegaban en su propia casa, que algunas veces también sirvió de cárcel. En el pueblo, así como en los caminos que a él llegaban, había varias pulperías. Éstas se comportaban como postas de abastecimiento para los viajeros, punto de encuentro para los paisanos y centro de circulación de las informaciones que llegaban y salían desde y hacia todos los destinos. El pueblo era transitado –y habitado provisoriamente– por un gran número de personas. Por eso, los “servicios” espirituales, militares y de gobierno que debían prestar sus autoridades, podían tener un flujo de demanda variable. La jurisdicción del alcalde de la hermandad, por ejemplo, se extendía sobre la población asentada en el pueblo y otra más numerosa, dispersa a lo largo de los caminos, o junto a los arroyos y las rinconadas donde se emplazaban las chacras buenas de este enorme territorio. Sin embargo, las actividades de los capitanes, el cura o el alcalde, no se limitaban a los asuntos de los “establecidos”, sino

que también oficiaban en los conflictos que podían generar las relaciones que esta gente tenía entre sí y con los estantes, transeúntes o “los de afuera”, en general. Algunos de los parajes cercanos al Rosario crecieron de manera sostenida hacia inicios del siglo XIX: en 1809, con este argumento, Juan de Pereda y Morante –juez general y sargento mayor del partido de los Arroyos– logró el nombramiento de dos jueces pedáneos en San Lorenzo y Desmochados. Más lejos, en los alrededores de los fuertes de Melincué y de India Muerta, aunque la concentración de gente era muy escasa, se habían levantado algunas chacras nuevas. Toda la zona era predominantemente ganadera, pero algunos combinaron la cría de animales con la siembra de algunos granos. Los productos de consumo más popular eran la carne y la yerba; para la vestimenta, el poncho. Los salarios de la peonada eran bajos y eso -sumado a otros factores- volvía muy difícil conseguir brazos en época de cosechas. Esto era particularmente marcado a la hora de la siega del trigo. Sin embargo, aunque en el Pago de los Arroyos había bastante trigo, se comía poco pan: el costo de la molienda y el valor que podía alcanzar en Buenos Aires la fanega del cereal, desalentaban la producción de harina. Aparte de la falta de brazos y de la variación de los precios, las mieses sufrieron los permanentes ataques de las mangas de langostas. La hora de la Revolución Los sucesos de mayo afectaron inmediatamente la vida del Rosario: Prudencio María de Gastañaduy, teniente de gobernador de Santa Fe, acérrimo defensor de la Monarquía y adversario de las Juntas de la primera hora, cambió bruscamente de posición y el 5 de junio recibió con júbilo la noticia de la formación de la Junta Gubernativa de Buenos Aires. Pero demoró la distribución de la noticia, y para comunicarla al Alcalde de la Hermandad de Rosario, consideró innecesario el envío de un correo especial (un chasqui), así que esperó la salida regular. Se excusó diciendo que le faltaban

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amanuenses para terminar las copias. Muy probablemente esperaba definiciones de los vecinos de la ciudad de Santa Fe, que estaban bastante alborotados con la noticia. Pero en el Rosario, las novedades se conocían, puesto que era el punto de paso de los correos que la habían llevado a Santa Fe desde Buenos Aires. Sin suprimir la autoridad del alcalde de la hermandad del Pago de los Arroyos, la Junta Gubernativa (corrientemente denominada Primera Junta), nombró un juez comisionado para que la representase allí en asuntos locales. En el Rosario no todo el mundo pudo reciclarse políticamente: mientras que algunos –como el cura Julián Navarro, el capitán Pedro Moreno o el alcalde Manuel Vidal – abrazaron inmediatamente la causa revolucionaria, otros hombres como el ex alcalde Francisco Fernández, el ilustrado Pedro Tuella, comerciantes como Fermín Zavala o José Rodríguez, fueron incorporados a las listas de “antipatriotas” que la Revolución exigió hacer en cada pueblo donde era apoyada. Así, la modesta “elite” que gobernaba en el Rosario propuso una lista de hombres a los cuales definió como “los Europeos”. Esos hombres fueron desarmados, y se les plantearon fuertes exigencias pecuniarias. En 1812, Gregorio Ignacio Perdriel, comandante general del Rosario, argumentaba que eran enemigos acérrimos de “nuestra libertad” y que si no hacían mal (se percibe que eran bastante inofensivos), era por impotencia. Por lo tanto, y por las dudas, les quitó las armas, considerando que hacía “un pequeño servicio a la Patria”. Pedro Tuella integraba esa lista. En marzo de 1811, la Junta había destituido a Tuella de sus cargos fiscales, y cuando en octubre de 1812 fueron descubiertos los planes de Álzaga, fue considerado uno de los principales sospechosos. Cuando el Capitán Francisco Aldao fue a reclamarle los caudales públicos de los que no había rendido cuenta, no lo encontró en el Pago de los Arroyos; un joven alférez fue el encargado de buscarlo, entregarle un oficio de la Real Hacienda y de hacerse cargo de sus pertenencias. Lo halló a pocas leguas del

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Rosario, en la estancia de Francisco Villarroel, donde se había retirado, y no opuso resistencia. El nombre del joven alférez era Estanislao López.

En el camino de los ejércitos La Revolución atravesó todas las unidades y enfrentamientos pre-existentes y obligó a redefinir lealtades y enemistades. El inicio de la Revolución exigió recursos de cada lugar por donde pasaban las fuerzas revolucionarias, y el Rosario se ubicaba en un corredor crucial entre Buenos Aires y “los nortes”: era el paso al Paraguay, vía Santa Fe, y un paso no obligado pero posible hacia Córdoba. Los ejércitos revolucionarios recibían donaciones y contribuciones voluntarias, pero mayoritariamente imponían auxilios, reclutaban hombres compulsivamente, se apropiaban de animales y cosechas, se alimentaban de todo lo que era necesario para mantener a esas tropas que, desde luego, también practicaron el saqueo y el pillaje. Los alcaldes y los curas, muchas veces enfrentados, en ocasiones se aliaron para canalizar los reclamos vecinales contra las exigencias militares. El padrón de 1815 permite constatar el impacto que el paso de las tropas revolucionarias (primero) y los enfrentamientos contra el directorio (después), tuvo sobre la población del Rosario: el pueblo y sus alrededores registraban 5.140 habitantes. Entre la población estable quedaban unos pocos hacendados, un alto número de familias de pastores, crianceros y pequeños productores agropecuarios, milicianos, hombres y mujeres sueltos o amancebados que realizaban trabajos temporales en chacras, almacenes, y sobre todo en casas de familia, así como una docena de comerciantes que tenían sus pulperías en el poblado y otros tantos en los amedrentados caminos que lo atravesaban. En el pueblo quedaron apenas 761 personas, de las cuales 300 eran mujeres solteras y 40 viudas: de los 325 hombres registrados (constituían el 40% de la población), 132 tenían menos de 14 años. La Revolución y la guerra revolucionaria impusieron a los habitantes del Rosario la obligación de mirar hacia el futuro.

Creación y Jura de la Bandera en las barrancas del Río Paraná. Pedro Blanqué, 1895.

Los ejércitos revolucionarios recibían donaciones y contribuciones voluntarias, pero mayoritariamente imponían auxilios, reclutaban hombres compulsivamente, se apropiaban de animales y cosechas, se alimentaban de todo lo que era necesario para mantener a esas tropas que, desde luego, también practicaron el saqueo y el pillaje.

Bonifacio del Carril. Monumenta Iconographica.

(*) Darío G. Barriera es historiador, Profesor Titular en la Universidad Nacional de Rosario e Investigador del CONICET. Entre sus numerosos trabajos figura la dirección de la obra colectiva Nueva Historia de Santa Fe.


“El firmamento su color le dio...”

La historia de la bandera argentina es compleja, controvertida

y con aristas oscuras. Los principales momentos de esa

historia están signados por los fuertes intereses que la

sobrevolaron desde su origen. La lucha por el capital simbólico que encierra, tiene ecos que resuenan en la actualidad, por

las pujas entre las regiones y el poder centralizado en Buenos

Aires, que simulan haber quedado en el pasado.

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ecién 70 años después de izada en Rosario, un decreto nacional estableció la bandera argentina que reconocemos cono símbolo de nuestra identidad en los edificios públicos. La mitología nacional ha logrado imponer su propia construcción de la historia, centrada en el predominio de Buenos Aires, como designio, por encima de las realidades y las historias regionales. Los Estados Nacionales crearon las nacionalidades contemporáneas. En nuestro caso, significa que la diversidad de culturas que habitan su amplio territorio, respondan con su vida a una idea de un poder centralizado victorioso, que se dice inclusiva. Pero en su momento significó el aplastamiento de los sistemas simbólicos locales y la implantación de una liturgia que se autodenomina nacional, con no poco

derramamiento de sangre hermana. Es tal vez la bandera nacional el símbolo máximo de la argentinidad, el componente de la cultura más adecuado, para entender la construcción de un sistema simbólico, que tiende a naturalizar un predominio político.

Azul un ala, del color del cielo…

Sobre el origen los colores, unos sostienen que derivan de la devoción de Belgrano por la Virgen María en su forma de Inmaculada Concepción, con su manto celeste sobre la túnica blanca. Otros lo atribuyen a los colores de la casa de los Borbones, que los usaban en sus bandas reales y preseas, como puede verse en los retratos de la familia real. Si bien no puede determinarse cuál de estas opciones primaba en la mente del creador de la bandera, éstas no se contradicen, pues el manto es del color del cielo, y los borbónicos toman sus colores de la Virgen. El primer gobierno patrio se declara leal al rey depuesto, Fernando VII, acto que se denominó la Máscara de Fernando VII, lo que sugiere que las posturas independentistas no estaban aún muy afianzadas. Esto significaba una delicada situación internacional, en especial con la metrópoli, por lo que es probable que el uso de los colores de la Casa de Borbón en la escarapela, haya sido para demostrar la permanencia de

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esa lealtad. Los colores celeste y blanco empezaron a aparecer en las fechas trascendentes para la comunidad, y las autoridades toleraban estas manifestaciones por tratarse de hechos populares, que no comprometían las relaciones exteriores. Mientras tanto, en el fuerte se seguía izando, como siempre, la bandera española.

Alta en el cielo un águila guerrera

En 1812, Manuel Belgrano fue enviado a la villa del Rosario, a vigilar el Río Paraná contra los avances de los realistas de Montevideo. Allí se dispuso a la instalación de dos baterías, una en las barrancas de la villa, la Libertad, y la otra, la Independencia, en la isla de enfrente. “Las banderas de nuestros enemigos son las que hasta ahora hemos usado…” Tal era una de las preocupaciones de Belgrano, quien perseguía la posibilidad de alcanzar la independencia de España. El 27 de febrero de 1812, en un oficio a la autoridad central, Belgrano da las novedades de la jornada: “En este momento, que son las seis y media de la tarde, se ha hecho la salva en la batería de la Independencia, y queda con la dotación competente para los tres cañones que se han colocado, las municiones y la guarnición”. Además, Belgrano en la misma carta expresa claramente: “Siendo preciso enarbolar bandera, y no teniéndola, la mandé hacer blanca y celeste, conforme a los colores de la escarapela na-

cional: espero que sea de la aprobación de Vuestra Excelencia”. El orden en que Belgrano menciona los colores no es una cuestión menor. Es usual en vexilología, disciplina que estudia las banderas, que el primer color designe al fondo, o a la parte superior, así que no sería descabellado pensar que la bandera que Belgrano izó en Rosario fuera blanca con una banda celeste, o blanca arriba y celeste abajo. Una interpretación interesante expresa que cuando se refiere a la escarapela, no sólo lo hace para dar los colores, sino que implícitamente está diciendo que tiene un blanco de fondo con una parte central celeste, como se cree que era la escarapela de entonces. Según esta observación, muchos piensan que la bandera de Belgrano era, efectivamente, blanca con una banda horizontal celeste en el centro. Según la tradición rosarina, la bandera fue confeccionada por Doña María Catalina Echevarría de Vidal, hermana de Vicente Anastasio Echevarría, compañero de Belgrano en la misión diplomática al Paraguay y notable personalidad de la villa. La bandera fue bendecida por el párroco Julián Navarro e izada por Cosme Maciel, según lo declaró este último muchos años después. Este acontecimiento, ocurrido en las barrancas del Paraná, es generalmente tomado en el ámbito educativo como un caso cerrado, pues el efectivo sostenimiento de la mitología, dentro de la construcción de un imaginario nacional, así lo requiere. De ahí la existencia

La Inmaculada Concepción. El Escorial. Murillo.

“En este momento, que son las seis y media de la tarde, se ha hecho la salva en la batería de la Independencia, y queda con la dotación competente para los tres cañones que se han colocado, las municiones y la guarnición”.

“Siendo preciso enarbolar bandera, y no teniéndola, la mandé hacer blanca y celeste, conforme a los colores de la escarapela nacional: espero que sea de la aprobación de Vuestra Excelencia”

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“…ha dispuesto este gobierno que, (…), haga pasar como un rasgo de entusiasmo el suceso de la bandera blanca y celeste enarbolada, ocultándola disimuladamente y subrogándola con la que se le envía, que es la que hasta ahora se usa en esta fortaleza, y que hace el centro del Estado; procurando en adelante no prevenir las deliberaciones del gobierno en materia de tanta importancia…”

Rey Fernando VII con la franja y los colores de la Casa De Borbon.

Bandera española.

de varios cuadros que presentan esta escena inaugural, y muchos otros en los que participa Belgrano, en donde se ve flamear la celeste y blanca que hoy homenajeamos. Estas obras, manifestaciones del poder central, ocultan que hay una fuerte discusión al respecto. Son elementos de adoctrinamiento, que hacen referencia a una historia lineal perfecta desde el comienzo hasta la instalación definitiva del poder centralizado en Buenos Aires.

Y forma estela al purpurado cuello.

Lo ocurrido en Rosario en 1812 es sólo el comienzo del derrotero del símbolo, pues menos difundido es que la respuesta del Triunvirato a la acción de Belgrano fue lapidaria. “…ha dispuesto este gobierno que, (…), haga pasar como un rasgo de entusiasmo el suceso de la bandera blanca y celeste enarbolada, ocultándola disimuladamente y subrogándola con la que se le envía, que es la que hasta ahora se usa en esta fortaleza, y que hace el centro del Estado; procurando en adelante no prevenir las deliberaciones del gobierno en materia de tanta importancia…” El Triunvirato reaccionó alarmado; la situación militar podría obligar a declarar una vez más la soberanía del rey de España, de modo que Rivadavia le ordenó destruir la bandera y volver a izar la que se le enviaba para la ocasión, la rojigualda del Reino de España. Pero Belgrano no recibió la comunicación pues debió partir al norte, así que la notificación llegó a sus manos meses después, estando ya en destino. Sin embargo, el espíritu independentista de Belgrano, seguramente seguía sintiendo que su bandera volvería a flamear después de alguna victoria, para levantar los ánimos del ejército y marcar una clara diferencia con el enemigo, pese a que, como vimos, en origen, los colores pertenecían a la familia borbónica. En Jujuy, durante las celebraciones del 25 de mayo del segundo aniversario de la Revolución, Belgrano repite el acontecimiento rosarino. Así, presentó la bandera, que él llamó nacional, a la

sociedad y luego de hacerla bendecir por el cura, doctor Juan Ignacio Gorriti, hizo formar a los soldados, quienes juraron sostenerla hasta morir. El triunvirato le reenvía lo ordenado en Rosario, y enfatiza la orden de destruirla. Además, se agrega que respecto al gobierno central, “...será la última vez que sacrificará hasta tal alto punto los respectos de su autoridad, y los intereses de la Nación que preside...” Belgrano contestó el 18 de julio excusándose en no haber conocido la orden de desechar la bandera. Además, asume su responsabilidad y precisa que “...La bandera la he recogido, y la desharé para que no haya ni memoria de ella, (...) pues si acaso me preguntasen por ella, responderé que se reserva para el día de una gran victoria para el ejército… ”

El ala es paño, el águila es bandera.

El triunfo de Belgrano en Tucumán reavivó la idea de independencia, por lo que el fuerte de Buenos Aires comenzó a poner, sobre la bandera que ya usaba, un gallardete de color celeste y blanco. El 13 de febrero de 1813, Belgrano volvió a presentar una bandera, e hizo jurar fidelidad y obediencia a la Asamblea, frente a ella, a orillas del Río Pasaje, que desde entonces también se conoce como Juramento. Este hecho fue tolerado por la Asamblea del Año XIII, debido probablemente a que sería usada como bandera del Ejército del Norte, y no del Estado. Recordemos que la Asamblea se preocupó por crear símbolos nacionales, en franco despegue de España, aunque su bandera seguiría flameando en el fuerte durante un tiempo más. De todas maneras, la situación ya era otra. Al llegar el tercer aniversario de la Revolución de Mayo, realiza el histórico reconocimiento al pueblo que lo había seguido dejándolo todo, en el Éxodo del 23 de agosto de 1812. En una nota a las autoridades de Buenos Aires, fechada 26 de mayo de 1813, don Manuel da cuenta de que: «Acostumbrados estos pueblos a

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estandartes, deseó este Cabildo sacar una bandera y le franqueé la del ejército para la víspera y fiestas, y habiendo preparado una bandera blanca en que mandé pintar las Armas de la Soberana Asamblea General Constituyente, que usa en su sello, después de haberla hecho bendecir, concluido el Tedeum se la entregué al expresado cuerpo para que la conservara» Esta bandera, que se conserva en la Casa de Gobierno de Jujuy, como lo expresa el mismo Belgrano, está compuesta de un solo paño, totalmente blanco, y lleva pintado, además, el escudo de la Soberana Asamblea. Luego de Vilcapugio y Ayohuma, el 28 de enero de 1814, en la Posta de Yatasto, Salta, el Ejército del Norte cambia de mando. El General Belgrano, además de ponerse a disposición del General San Martín, deposita en sus manos la controvertida bandera, la que, en opinión de algunos, sería utilizada por San Martín como modelo para la creación de la Bandera de los Andes.

Audaz se eleva en vuelo triunfal

En marzo de 1815, Santa Fe se declaró independiente del Directorio y se sumó al Protectorado de los Pueblos Libres, la Liga de Artigas. El Director Alvear mandó al coronel Álvarez Thomas a recuperar Santa Fe. Éste se sublevó con sus fuerzas contra el Director Supremo, y se dirigió a Buenos Aires, para derrocar a Alvear. Como resultado de esto, el 17 de de abril de 1815, amaneció puesta en el asta de la fortaleza la bandera celeste y blanca por primera vez, pues hasta entonces únicamente se ponía la española. El hecho de izar la bandera en el fuerte es un hito decisivo, pues por primera vez la Revolución se manifestaba militarmente contra España, desechando definitivamente sus símbolos. La Máscara de Fernando VII había finalmente caído. En el Congreso de Tucumán, después de proclamarse la Independencia, el 9 de julio de 1816, se dictó el 20 de julio de 1816 la ley de creación de la bandera menor, especificando los colores “celeste y blanco”. Nuevamente al mando del ejército del norte, el 24 de

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septiembre de 1816, en Tucumán, Belgrano presenta la bandera aprobada por el Congreso. “Una nueva bandera del ejército os presento, para que reconociéndola sepáis que ella ha de ser vuestra guía y punto de reunión. La que acabo de depositar a los pies de nuestra generala, María Santísima de Mercedes…” El 25 de febrero de 1818, el Congreso, sesionando en Buenos Aires, aprobó la bandera de guerra, con el sol en el centro.

Es la bandera de la patria mía…

Los conflictos internos hicieron proliferar las banderas provinciales, que se levantaban contra el poder de Buenos Aires. Desde 1862, la bandera nacional azul, blanca y azul tiende a generalizarse y a uniformarse, mientras que las banderas provinciales van desapareciendo, o suavizando su tenor frente al centralismo albiceleste. En 1884, por decreto del Presidente Roca, la bandera mayor o de guerra pasa a ser usada también para los edificios del gobierno, convirtiéndose, de hecho, en la bandera y pabellón de Estado y bandera de guerra en tierra y mar, si bien la bandera sin el sol aún puede izarse como bandera oficial de la nación. Para glorificar la bandera como corresponde, el 8 de junio de 1938 el Congreso sancionó una ley que fijaba como Día de la Bandera el 20 de junio, aniversario de la muerte de su creador, Manuel Belgrano. Hoy, después de tanto dolor por las luchas internas, la bandera Nacional es el símbolo que une a los habitantes de la nación, lo que significa que todos somos iguales bajo sus colores. Sin embargo, desde los tiempos de Belgrano, la historia del país ha mostrado lo contrario, pues las diferencias entre las provincias ricas, las pobres, las afines al poder centralizado y las disidentes, ponen en evidencia la dificultad de construir un país auténticamente federal. Sólo cuando el sino de la bandera se cumpla, el legado de Belgrano será posible, y éste será un país verdaderamente inclusivo.

Bandera de Jujuy. Casa de Gobierno Provincia de Jujuy.

«Acostumbrados estos pueblos a estandartes, deseó este Cabildo sacar una bandera y le franqueé la del ejército para la víspera y fiestas, y habiendo preparado una bandera blanca en que mandé pintar las Armas de la Soberana Asamblea General Constituyente, que usa en su sello, después de haberla hecho bendecir, concluido el Tedeum se la entregué al expresado cuerpo para que la conservara»


Los vaivenes de un gran símbolo Por Marcelo Móttola

Casi cien años antes, un grupo notable de vecinos soñaba con vincular la historia de la

ciudad, que no tenía fundador, con los acontecimientos que dieron origen a la Argentina. El Monumento Nacional a la Bandera, único en su género en el mundo, fue producto

N

del empecinamiento rosarino por la búsqueda de una identidad.

Plazoleta Brown. Foto de Santiago y Vicente Pusso. 1897.

Plaza Belgrano. 1940. Foto Archivo Documental y Fotográfico Monumento Nacional a la Bandera.

adie duda que el Monumento a la Bandera es el gran símbolo de Rosario. Su contundente presencia lleva a pensar a muchas personas que siempre estuvo allí, que nació con la misma ciudad. Sin embargo, su concreción resultó larga y tortuosa, y lejos de una tarea sencilla para la ciudad, las controversias que precedieron a su construcción pueden apreciarse en los diversos detalles de su sólida estructura. La relación de la ciudad con la Bandera data de mucho tiempo atrás. Una de las manifestaciones del orgullo de haber acunado a la enseña patria, tuvo lugar durante el cincuentenario de su creación, el 27 de febrero de 1862, que fue celebrado con un desfile de los Guardias Nacionales de Buenos Aires y la presencia de todas las familias tradicionales de la ciudad. Con los años, las conmemoraciones fueron estimulando la idea de plasmar la relación de la ciudad con uno de los acontecimientos más trascendentes de la historia nacional. La primera manifestación fue una ordenanza municipal de 1862, que dispuso la creación del escudo de la ciudad, proyecto del concejal Eudoro Carrasco. Se describe en ella el diseño, que menciona expresamente que “…hacia la derecha, se levantará una barranca coronada por una batería, de la que se elevará un brazo colosal que sostiene la bandera azul y blanca desplegada, y al centro del es-

cudo, en conmemoración de haber sido por primera vez enarbolada la Bandera Nacional en esta ciudad, bajo el amparo del poderoso brazo del ilustre General Manuel Belgrano.” También se dispuso que las armas comunales fueran pintadas al óleo para colocarlas en el testero del salón de la Municipalidad, y que se grabara un sello de lacre para refrendar los documentos oficiales.

Piedras sagradas Diez años más tarde, en 1872, se conoce el primer proyecto de monumento. Surgió de varios vecinos y la concretó el ingeniero municipal Nicolás Grondona en una nota presentada ante el Consejo Ejecutor. Propusieron levantar un monumento para conmemorar la creación de la enseña patria en el lugar en donde fue izada por primera vez. Según Grondona, la iniciativa sería financiada por una suscripción popular organizada por los mismos vecinos que la propusieron. El proyecto contemplaba la creación de dos monumentos: uno donde Belgrano había emplazado la batería Libertad sobre las barrancas, y el otro donde había estado la batería Independencia, en la isla hoy llamada Espinillo. Se trataba de dos pirámides (obeliscos), similares a la llamada Pirámide de Mayo de Buenos Aires, que recordaban fechas y nombres significativos de nuestra independencia, con inscripciones que daban enfático testimonio sobre la per-

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tinencia de los lugares donde había sido izada por primera vez la enseña nacional. El proyecto tuvo rápida y entusiasta aceptación entre los decimonónicos ciudadanos de la ciudad, y once días más tarde, el 12 de setiembre, todo estaba dispuesto para su realización. Se comenzó por el que se emplazaría en la isla, en donde ese día se puso la piedra fundamental. El 27 de febrero de 1873 se llevó a cabo la inauguración; en su pedestal llevaba la leyenda: “Aquí existía la batería de la Independencia donde se enarboló por primera vez la Bandera Nacional Argentina, el 27 de febrero de 1812, a las seis y media de la tarde. La Patria perpetúa este glorioso recuerdo con este monumento. 27 de febrero de 1873.” El monumento, de unos ocho metros de altura y de difícil acceso para la mayoría de los habitantes de la ciudad, perdió bastante de su inicial atractivo, y una creciente del Paraná, probablemente la llamada “la grande” de 1878, se lo llevó, dejando a los rosarinos sin la primera manifestación material de su identidad en construcción. El segundo monumento, similar al anterior y que se levantaría en la barranca Seibas, ni siquiera se concretó. Tendría que pasar un cuarto de siglo para que la idea de un nuevo monumento movilizara nuevamente los espíritus de la ciudad.

Buscando un linaje En época del centenario de la Revolución de Mayo, Rosario había crecido enormemente, era la segunda ciudad del país y se disputaba la capital con Buenos Aires. Pero el karma rosarino de no tener fundador parecía cobrar una desagradable vitalidad. La ciudad que se había hecho a sí misma necesitaba un símbolo sobre el cual construir su identidad, y recobró actualidad la idea del monumento, para conectar la historia de la urbe con el nacimiento de la patria. Ya en 1898, el intendente municipal Luis Lamas había dispuesto que una comisión realizara una investigación para establecer el sitio donde se había ubicado la batería Libertad, y para que, con la participación de las autoridades nacionales y provinciales, se comenzara a festejar la creación de la Bandera al igual que el 25 de mayo.

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Las investigaciones de la comisión fueron elevadas a la Municipalidad. La ordenanza del 5 de julio de 1898 declara "que el punto histórico en que el general argentino don Manuel Belgrano enarboló el 27 de febrero de 1812 la bandera nacional, es el local en que actualmente se encuentra la plaza Almirante Brown, entre las calles Córdoba por el sur, Santa Fe por el norte, Primero de Mayo por el oeste y del Bajo, por el este". La ordenanza establece que el 9 de julio de ese año se colocara la piedra fundamental del monumento, y que en lo sucesivo, la plaza se denomine general Belgrano, nombre que ya detentaba la gran avenida que bordeaba el río. La Legislatura Provincial autoriza la ampliación de la plaza y la posterior apertura de la "Avenida del Juramento", que la conectaría con la Plaza 25 de Mayo. La presión de los vecinos más influyentes y poderosos consiguió que la propuesta tomara estado nacional. En 1909, se contrató a la escultora tucumana Lola Mora, quien comenzó a trabajar sobre la idea en su taller de Roma. Las esculturas, realizadas en mármol de Carrara, fueron enviadas al país, pero el proyecto se retrasó. Múltiples controversias –y probablemente, celos aldeanos– fueron desgastando la realización de la obra. En 1925, la Comisión Municipal de Bellas Artes, presidida por Juan B. Castagnino, se expidió sobre el proyecto de Lola Mora, manifestando “su más formal desacuerdo con el levantamiento del monumento proyectado, pues en forma concluyente, él no constituye una ´obra de arte´ en la verdadera acepción de la palabra, sino un conglomerado de figuras de pésima concepción, no ejecutado por artistas, sino por ineptos oficiales marmoleros.” El 3 de agosto de 1925, la Comisión Popular pide al Gobierno Nacional que rescinda el contrato con la artista tucumana, cosa que efectivamente sucede el 29 de septiembre de ese año. Culminación de un viejo anhelo Teniendo en cuenta los episodios precedentes, se elaboraron las bases de un concurso internacional para el “mayor monumento existente hasta el

Maqueta del proyecto de Lola Mora.

“…hacia la derecha, se levantará una barranca coronada por una batería, de la que se elevará un brazo colosal que sostiene la bandera azul y blanca desplegada, y al centro del escudo, en conmemoración de haber sido por primera vez enarbolada la Bandera Nacional en esta ciudad, bajo el amparo del poderoso brazo del ilustre General Manuel Belgrano.”

Maqueta del lema Invicta de Guido Bustillo, Bigatti y Fioravanti. Foto Archivo Documental y Fotográfico Monumento Nacional a la Bandera.


Foto Archivo Documental y Fotográfico Monumento Nacional a la Bandera.

Foto Archivo Documental y Fotográfico Monumento Nacional a la Bandera.

Inauguración del Monumento 20 de junio de 1957. Foto Hugo Goñi.

Pasaje Juramento.

momento en el país”, que si bien era abierto, designaba seis invitados especiales: los escultores Rogelio Yrurtia, Alberto Lagos y Víctor M. Garino, y los arquitectos de origen europeo René Villeminot, Gaetano Moretti y F. T. Gianotti. Pese a los reclamos e intentos de anulación realizados por la Sociedad de Artistas Argentinos de Buenos Aires y por la Comisión Nacional de Bellas Artes, que exigían que el monumento se concretara con materiales, estilo y manos nacionales, el concurso logró ponerse en marcha a principios de 1928. La insistencia terminó convenciendo al presidente Marcelo Torcuato de Alvear, que intervino en el concurso. Los artistas insistían en que una obra fundamental para el país no podía quedar en manos de un artista extranjero. El jurado, ampliado por el Presidente, declara desierto el concurso. Otra vez el fracaso pone su pie en el postergado monumento. Cuando todo indicaba que la construcción no se llevaría a cabo, destacados vecinos rosarinos expresaron nuevamente la intención de hacer realidad el homenaje. En 1936, presentaron el pedido ante el presidente Justo, quien había iniciado una fuerte campaña para establecer el culto a la enseña patria. Los grupos nacionalistas se plegaron a la iniciativa con el fin de desplazar las banderas rojas que pululaban en los festejos y manifestaciones obreras, y en los actos de apoyo a los republicanos españoles. Durante la presidencia de Ortiz, el 7 de junio de 1938, se estableció definitivamente el culto a la bandera, con la disposición oficial de recordar el 20 de junio la muerte del creador del pabellón nacional. Era un paso más. En 1939, el Congreso Nacional autorizaba la inversión de un millón de pesos como contribución para levantar el Monumento a la Bandera. Se establecen las funciones y atribuciones de la Comisión pro Monumento: llamar a concurso de planos, maquetas y presupuestos, y adjudicar la obra a la propuesta ganadora. Los artistas locales habían ganado la pulseada; entre otras cuestiones, sólo podían presentarse artistas nacionales o nacionalizados, y el

monumento debía realizarse con materiales autóctonos. Del concurso resultó vencedor el lema “Invicta”, de los arquitectos Ángel Guido y Alejandro Bustillo, y los escultores Alfredo Bigatti y José Fioravanti. Sobre fines de 1940, la Subcomisión que había adjudicado el concurso al anteproyecto “Invicta”, impuso modificaciones al proyecto en detalles estructurales y ornamentales, materiales a utilizar, cambio de estatuaria y leyendas, iluminación y costos. Todo fue comunicado a las autoridades, quienes aceptaron la mayoría de las modificaciones, quedando algunas para una consideración posterior. El 16 de diciembre de 1942 se formalizó la firma del contrato, pero el arquitecto Alejandro Bustillo, uno de los adjudicatarios, se había desvinculado apenas comenzaron los cambios del proyecto original. Las buenas relaciones del arquitecto Guido con el entonces presidente Juan Domingo Perón, propiciaron las inversiones necesarias para la realización de las ampliaciones del proyecto original. En 1947, finalizada la primera etapa de la construcción, un nuevo contrato le otorga a Ángel Guido la dirección técnica y artística para la ejecución de la segunda etapa: la construcción del propileo en cuyo subsuelo se instaló la Galería de Honor de las Banderas de América. La falta de fondos para finalizar las obras, y algunas renuncias en las comisiones nombradas, demoraron el trabajo. Recién en mayo de 1951, se consigue una comisión que supera las dificultades y posibilita la reanudación de las obras. El Monumento Nacional a la Bandera fue inaugurado el 20 de junio de 1957, durante el gobierno de facto del General Aramburu. En 1998, la obra fue enriquecida con la apertura del pasaje juramento, que recobraba un viejo proyecto del intendente Lamas. Además, el nuevo proyecto daba una solución definitiva al penoso deambular de las majestuosas estatuas de Lola Mora. Finalmente, tras el combate entre el carrara neoclásico y el bronce americano, encontraron una convivencia pacífica en el ámbito que fuera su razón de ser.

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Todos bajo la misma bandera Por “Chiqui” González. Ministra de Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fe

Los que se levantan antes que el sol... Los que se acuestan para soñar... Los que esperan nacer en las panzas del 2012... Los que crecen contra viento y marea... Los que saben de la lluvia y las cosechas... Las que resisten el barro y la esperanza, crían hijos y trabajan en todos los rincones del país... Las que defienden la memoria, la verdad y la justicia, de tanto dolor y muerte acumulados... Los que creen, las que crean, los que esperan, las que ríen, los que bailan... Los maestros de la vida, los que defienden su cultura ancestral, los que aman las diferencias, tanto como la igualdad... Las que enseñan la Patria por primera vez como un secreto, como un grito, la Patria, la Patria de la infancia... Los que creen que los derechos son saltos, abrazos, aprendizajes del cuerpo y de la vida... Los que dicen Sí y dicen No y dicen TODAVÍA, los que dicen nosotros, patria, pueblo, identidad, Argentina... Todos bajo una misma Bandera.

¿

Qué es un símbolo en los tiempos de la fugacidad, el mentado vacío de sentido, la incerteza y la fragilidad de la pertenencia a un colectivo, a una generación, a un país? Se trata, en definitiva, de encontrar un "nosotros" que apacigüe esta soledad, esta tensión de cargar día a día con la persona que somos y sobre todo con la que seremos. Así, surge la enorme importancia de esos puntos de encuentro y cruce, de esa emoción convertida en reserva de vida, ese pensamiento presentido que está en el cuerpo sin disquisiciones académicas que se llama símbolo. Es un enorme río subterráneo que recorre la conciencia de la gente, que se queda pegado a las sábanas en la noche, y puede ser tan liviano como una tela en el viento. Por eso Manuel Belgrano es un creador con mayúsculas, y por eso tuvo tantos padecimientos por su bandera. Si es impensable considerar la gesta emancipadora y la acción de estos hombres contradictorios y valientes, sin regar de símbolos la fundación de una Nación, es particularmente interesante la capacidad de creación simbólica de Belgrano. Repasemos tres símbolos belgranianos: la Bandera Nacional, "porque no podemos llevar la misma insignia que la de nuestros enemigos", el éxodo jujeño, que significó vaciar el territorio para correr una

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frontera, la creación de escuelas en la campaña al Paraguay, dejando el signo de que guerrear y aprender eran ambos gestos de la liberación americana. No me dedicaré a exponer las connotaciones políticas de enarbolar nueva bandera y la cuestión de Estado, que asume Belgrano justo frente al Paraná, en uno de esos febreros emancipadores a que nos tiene acostumbrados la historia nacional ocurrida en Santa Fe. Llega el momento de destacar que hay símbolos que nacen del dolor, de la gloria, de la necesidad de acrisolar una esperanza. La bandera de Belgrano nace de una desobediencia. Es tan enorme su necesidad de ser fiel a los ideales de mayo, que Rivadavia y el Poder Central no lo detienen. Con un paño celeste y otro blanco, con el Río como testigo y los vecinos de la entonces Capilla del Rosario del Pago de los Arroyos, Cosme Maciel, un vecino de aquí, amigo de Belgrano, elevó firme la cuerda como le indicara Belgrano, en la Batería de este lado del Río, y se elevó entonces, en el viento, un trozo de tela, un satén o tafeta de dos colores no antagónicos, ya liberados de Borbones y Escarapelas, un trozo liberado de todo para comenzar a ser La Patria o la Argentina, todo desde Rosario de Santa Fe, hace 200 años y para siempre. Bandera idolatrada o alta en el cielo,

Bandera idolatrada o alta en el cielo, guardada, escondida, aprobada en tres franjas, imitada por varias naciones, también manipulada, entregada en las derrotas, manchada de sangre joven, alejada y clamando durante la dictadura militar, flameando en cada corazón de exilio, siendo manta de cada muchacho argentino en Malvinas, convertida en papelitos, en abrazos, en camisetas y pasiones del gol, manchadita en los carros de la gente, presente en los altares, en las solemnidades, en los desfiles, pintada en los cuadernos de infancia, en el cuerpo de los hinchas, en las ventanas embajadoras del mundo, en todas las selecciones y en todas las elecciones,


Celebración anual de la creación de la bandera en la ciudad de Rosario.

ausente con los ausentes, en el fondo del mar o en las vendas para no tapar. En las calles, en las juras, en las casitas humildes, en las banderitas chiquitas de plástico, ingenuas, con que nuestros hijos aprenden a sentir que son de este país; en todas partes, está la bandera. Única mujer con Monumento propio, alada, pintada en los muros, convertida en cinta, en zamba, en música, en pañuelo, en industria argentina, chacra y grito, en banderín y foto de egresados, en escolta y el peor de la clase, en risa, en silencio, júbilo y memoria, en Justicia y en la clara verdad de sus colores, en institución y cambio, en patrimonio y rock, en vestidito de paisana y nostalgia del viajero.

guardada, escondida , aprobada en tres franjas, imitada por varias naciones, también manipulada, entregada en las derrotas, manchada de sangre joven, alejada y clamando durante la dictadura militar, flameando en cada corazón de exilio, siendo manta de cada muchacho argentino en Malvinas, convertida en papelitos, en abrazos, en camisetas y pasiones del gol, manchadita en los carros de la gente, presente en los altares, en las solemnidades, en los desfiles, pintada en los cuadernos de infancia, en el cuerpo de los hinchas, en las ventanas embajadoras del mundo, en todas las selecciones y en todas las elecciones, ausente con los ausentes, en el fondo del mar o en las vendas para no tapar. En las calles, en las juras, en las casitas humildes, en las banderitas chiquitas de plástico, ingenuas, con que nuestros hijos aprenden a sentir que son de este país; en todas partes, está la bandera. Única mujer con Monumento propio, alada, pintada en los muros, convertida en cinta, en zamba, en música, en pañuelo, en industria argentina, chacra y grito, en banderín y foto de egresados, en escolta y el peor de la clase, en risa, en silencio, júbilo y memoria, en Justicia y en la clara verdad de sus colores, en institución y cambio, en patrimonio y rock, en vestidito de paisana y nostalgia del viajero. Ella, la única, la bandera niña, cumple 200 años y es peligroso desconfiar de los símbolos, tan peligroso como adorarlos o vaciarlos de sentido. El 27 de febrero en nuestra ciudad, tenemos una oportunidad única e irrepetible de indagar quiénes somos, de sumar

identidades, como quien engorda algo delgado y frágil que se deshace demasiadas veces. Esta celebración encuentra en Alta en el Cielo, la bandera más larga del mundo, cosida por innumerables manos, el mar de los rosarinos, una bandera horizontal, llevada de sus dos lados por toda la gente, un mar de deseos comunes, sanador y afectivo, alegre, tintineante en los pasos. Nuestro mar urbano, nuestra forma de decirle al país y al mundo “aquí estamos”, nuestra historia como ciudad y provincia, nuestro mar convertido en hogar del Bicentenario, en cuna de nuestras propias fuerzas. El Bicentenario es una oportunidad de encuentro, un punto en el camino para recordar con los hijos, una complicidad merecida, una forma de ser constituida por muchas formas de ser, un compromiso, sin falsos patriotismos. La única patria es la infancia, o mejor podríamos decir: la única patria es la que se aprende en la infancia, la patria de la infancia... En un país donde existe aún tanta desigualdad y desamparo, no parece nada desfavorable una imagen de patria, un fervor que se aloja en cada corazón pidiendo ser alguien, y no, nadie. La identidad, decía Galeano, no es una “pieza quietecita de museo; es el resultado de la siempre cambiante realidad.” Los 200 años de la celeste y blanca son un suceso colectivo, un momento de nuestras vidas donde podemos aprender de esa cambiante realidad, una provocación para crecer, una necesidad de nobleza que no se compra, una fe que no se vende, una esperanza, un lugar de la memoria para recordar, cargado de futuro, una esperanza que nada tiene de espera. La Bandera cumple 200 años y es de tela; a las telas hay que cuidarlas porque se deshilachan, pierden color, se abren sus tramas, pierden cuerpo y belleza. Todo eso hay que cuidar también de nuestra historia, para que debatamos pero no nos disgreguemos, para no excluir a nadie y cuidar nuestros vínculos y texturas sociales, porque las telas y la historia también nos cubren, nos abrigan, esconden nuestra bella desnudez y son capaces de treparse al aire para proclamar que es nuestro momento de protagonizar el país y la vida.

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Cómo se vivirá el Bicentanario Por Mauricio Schnaider

Si bien el 27 de febrero habrá un acto central en nuestra ciudad, que promete ser inolvidable,

es propósito de las autoridades nacionales, provinciales y municipales que los festejos se

prolonguen durante todo el año.

E

l 27 de febrero será un día muy especial para los argentinos y, sobre todo, para los rosarinos, porque por la conmemoración del bicentenario de la creación de la Bandera argentina y la primera jura que se efectuó en esta ciudad, será feriado nacional por única vez. Se trata de no dejar ningún detalle librado a la suerte, aunque según lo vivido en los últimos años, la creatividad y el fervor popular que suelen desatarse cuando se conmemoran fechas patrias, puede deparar sorpresas, casi siempre agradables. Los festejos del Bicentenario de la Revolución de Mayo, con epicentro en Buenos Aires, constituyeron un acontecimiento que todos tratan de emular. Acompaña, como en la época del Centenario de 1910, un mejor horizonte económico, y también un reverdecer del sentimiento de pertenencia y de sano patriotismo. Si bien el acto central está preparado y planificado para el mismo 27, las autoridades municipales de Rosario y de la provincia de Santa Fe, piensan en distintas actividades para la conmemoración durante la semana previa, y esperan la iniciativa de particulares para que continúen la saga durante todo el año. Los festejos ya comenzaron el 25 de enero, con la presentación que hizo Santa Fe en el escenario de Cosquín rindiendo tributo a la enseña patria. Una emotiva puesta en escena con videos, la

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participación de Soledad, Orlando Veracruz, Natalia Simonsini, y el actor Matías Martínez personificando a Belgrano, pusieron una cuota de alta tensión dramática al festival folklórico. “Tomé la decisión más difícil de mi vida, una decisión de Estado: crear la bandera", exclamó el Belgrano de la ficción, para después invitar al público emocionado a una jura que finalizó con la plaza Próspero Molina cantando Aurora. Quienes presenciaron el espectáculo, o los que lo pudieron ver por televisión, advirtieron que los festejos vienen en serio.

Todos bajo la misma bandera La agenda que sigue, que no se limita a lo que se puede leer en este informe, está circunscripta al lema “Todos bajo la misma bandera”, y el acto central del día 27 contará con la presencia de la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, quien, por añadidura, nunca ocultó su debilidad por la figura de Belgrano. María de los Ángeles González, ministra de Cultura de la provincia, ya fogueada en esos menesteres, es la responsable central de los actos. Bajo la consigna señalada, se realizarán distintas intervenciones urbanas. Habrá también una fuerte campaña de comunicación en la ciudad, la provincia y todo el territorio argentino, y “la previa” comenzará el jueves 23 de febrero.


Desde ese día, y hasta el domingo 26, se podrá disfrutar de una visita guiada de la vida de Belgrano. Este recorrido dramatizado, incluye varias escenas que conforman un camino representativo de la vida de Manuel Belgrano alrededor del Monumento Nacional a la Bandera y en el hall del Concejo Municipal. En las escenas, el público forma parte activa del espectáculo. Se realizarán 2 funciones diarias, a las 20 y a las 22, con excepción del 24, que sólo habrá una a las 20. El viernes 24 habrá un recital especial, también en el Monumento, con un escenario ubicado al borde del río Paraná, donde se presentarán distintos artistas reconocidos de la ciudad de Rosario y de la provincia de Santa Fe. El espectáculo central estará a cargo de Fito Páez, acompañado de imágenes especiales, efectos de luces, proyección de videos y algunas sorpresas que se prometen para el público. El sábado 25 se podrá disfrutar de una milonga en “La casa del tango”. Ya en lo que será la antesala del acto central, el domingo 26 se realizará una “vigilia” en distintos puntos de la ciudad, donde se esperará por la noche la ansiada llegada del 27. La idea es que pueda participar la mayor cantidad de personas, y por eso se decidió concentrar a los voluntarios en tres puntos descentralizados. Una convocatoria será en el Parque Irigoyen, donde se erige el monumento al “Che” Guevara. Ahí habrá un festival folclórico con artistas locales y la presencia destacada de Los Tekis. Otro de los escenarios estará ubicado en las cuatro plazas, en la zona oeste. En este punto, se realizará un festival de chamamé. El tercero se realizará en zona norte, en la zona de las playas públicas Rambla Catalunya. Los Pericos saldrán a escena junto a distintas bandas musicales locales. En esos tres puntos se esperará las 00:00 del 27 para entonar el himno nacional y dar comienzo a lo que será la jornada principal. El acto central cons-

tará de dos partes. Una, la “Ruta apasionada”, buscará recrear uno de los momentos cruciales de la fecha que se conmemora: la llegada de Belgrano a la ciudad de Rosario para la creación de la bandera. Se dramatizará la llegada del ejército que acompañaba a Belgrano en aquel histórico momento, con una tropilla de 200 caballos que arribarán desde la zona sur, cabalgando, para llegar al frente del Monumento a realizar la jura y enarbolar la Bandera. La otra iniciativa, complementaria de la primera, es la llegada de la Bandera “Alta en el cielo”, de Julio Vacaflor. Este proyecto, que cumplió el objetivo de confeccionar la bandera más larga del mundo uniendo retazos de gente de todo el territorio argentino, surgió en el año 1999 y finalizará en este 2012 como homenaje al bicentenario de su creación y a los ideales de Belgrano. La insignia ya cuenta con más de 18.000 metros, y ha sido exhibida en distintos lugares. Esta iniciativa se acopla a la que será la consigna principal del evento: “Todos bajo una misma Bandera”. En la página web publicada para la ocasión, se puede leer: “Para hacer una gran Bandera, se necesita del otro. Para hacer una gran Nación, también”. Y otra frase destacada: “No hay unificación de celestes y blancos, de eso se trata. Somos todos iguales y todos distintos”.

El acto central Se juntarán tres partes de la Bandera que provienen también de los tres puntos de la ciudad mencionados, para formar una sola y realizar un desfile. Una vendrá por calle Córdoba, la otra por Buenos Aires y la tercera por Av. Belgrano. Así, se dará comienzo al acto central, que contará con la presencia ya confirmada de Cristina Kichner, en horas de la tarde. Los organizadores destacaron que el acto será en ese momento del día, no sólo por las temperaturas, sino porque en ese horario vespertino, cuenta la historia que Belgrano enarboló por primera vez la enseña patria. Muchos de los colectivos que llegarán a la ciudad, serán rotulados con

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frases e imágenes alusivas al evento. También habrá almohaditas con fundas e inscripciones referidas al bicentenario en los hoteles, destinadas a que sirvan de recuerdo a las personas que estarán en la ciudad para vivirlo y disfrutarlo. Las alternativas serán variadas y amplias para todos aquellos que quieran disfrutar de lo que será una fecha histórica y única, ya que sólo por este año será feriado nacional. Otra de las propuestas será la denominada “¿Dónde está la bandera?” Consiste en llevar a cabo distintas acciones culturales y urbanas apuntadas a que los turistas que lleguen desde distintos puntos del país, puedan sentirse protagonistas. Para eso, convocan a la participación ciudadana mostrando las banderas argentinas en cada balcón y en cada lugar que se exhiba hacia la calle: bares, hoteles, colectivos, entidades privadas y públicas, y demás. Los festejos prometen ser inolvidables e impactantes. Ya quedó demostrado en la presentación que se realizó en Cosquín con el fuerte y cálido aplauso recibido por los artistas que representaron a Santa Fe. Además de trabajar en conjunto y recibir un fuerte apoyo del gobierno provincial, la municipalidad de Rosario convocó a las instituciones y ciudadanos a acercar propuestas para poder seguir los festejos y las actividades especiales durante todo el año. El vecino municipio de Victoria se propone participar con una cabalgata que, partiendo de esa ciudad, acampe en las proximidades de la zona de emplazamiento de la batería Independencia, en las islas, gemela de la Libertad, que se levantó sobre las barrancas de Rosario. Rosario se vestirá de celeste y blanco durante todo el 2012, pero, fundamentalmente, en el transcurso del mes de febrero. Se convertirá en uno de los destinos más deseados y buscados en dicha fecha, y se espera que la capacidad hotelera tenga una ocupación total. La presencia de Cristina Kirchner hace más atractiva y más importante la convocatoria, dado que esto demuestra la importancia que tendrá el evento a nivel nacional e internacional. Desde el momento en que se decidió oficialmente que sería feriado nacio-

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nal por única vez, las autoridades se ocuparon de organizar un evento inigualable e inolvidable. Son épocas de festejos que comenzaron el 25 de mayo de 2010; continúan este año con el reconocimiento a la Bandera Nacional; se prolongan el próximo, con la celebración del Bicentenario del Combate de San Lorenzo; y culminan en 2016, con el homenaje a quienes Borges denominó “caballeros que en la vieja casona juraron solemnemente ser aquello que ignoraban… argentinos”. La fecha da para que todos los sectores, públicos y privados, gubernamentales y no gubernamentales, trabajen en pos de lograr un rotundo éxito, y que la Bandera argentina tenga su merecido homenaje. Para los rosarinos, el desafío es especial, porque hace al aporte que nos tocó en la conformación de la identidad nacional. Tanto la insignia, como Belgrano, como nosotros, lo merecemos. La Bandera argentina es, seguramente, lo que más nos une. No distingue ciudades, provincias, procedencias, ni particulares pertenencias. Es una y para todo el que quiera. Es para sentirse parte de un todo: “Todos bajo una misma bandera”.


“La bandera que creó Belgrano está en Sucre” Rosarino de pura cepa, con sus viriles 86 años, Juan Manuel Castagnino, historiador y ex

presidente del Instituto Belgraniano de Rosario, desgrana las conclusiones de sus estudios

en torno a la bandera y su creador. Su abuelo quinto fue Cosme Maciel(*), quien izó, a pedido, la bandera de Belgrano a orillas del Paraná. Su tío bisabuelo Luis Lamas fue el inten-

dente que pusiera la piedra fundamental del Monumento a la Bandera de Rosario, en 1898.

Juan Manuel Castagnino. Historiador y ex presidente del Instituto Belgraniano de Rosario.

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xiste controversia acerca de los colores y el diseño geométrico de la bandera original que Belgrano izara en 1812, a orillas del Paraná. ¿Qué piensa al respecto? - Belgrano hace su bandera conforme a la escarapela nacional. Al decir blanco y celeste, Belgrano está definiendo los colores, pero no la forma geométrica. En todo caso está dando una orientación del orden de colores, arriba el blanco y abajo el celeste, pero no está definiendo la forma geométrica con la que los elementos son trabajados. Sin embargo, cuando declara que la ha hecho conforme a la escarapela, está dando un orden geométrico de franjas. La escarapela original era, en 1812, un círculo blanco con un centro circular ce-

leste. De acuerdo con el razonamiento del finado Augusto Fernández Díaz sobre los colores de la escarapela, se puede inferir que Belgrano utilizó el mismo diseño geométrico derivado, esta vez desplegado horizontalmente en tres franjas, celeste la del centro y blancas las dos franjas exteriores. - Usted adhiere entonces a la idea de que la bandera original era blanca con una franja horizontal al medio… - Así es. - ¿Entonces se parece a la Bandera de Sucre en Bolivia? - Aún más. Yo estoy convencido, y aporto nuevos elementos de juicio inéditos, en la línea que expresa que la bandera de Sucre es argentina y es la auténtica bandera que Belgrano izó en Rosario. - ¿Que elementos documentales apoyan su postura? - El primero es que la bandera manchada de sangre que está en Sucre, no es boliviana ni realista, y estuvo guardada por un leal belgraniano hasta pocos días después de la batalla de Tucumán, momento en que llega a las manos de Belgrano. Ahí está la tela, de tres franjas celeste al centro y blancas las dos exteriores; digan entonces de quién es. Es una realidad que se impone. El segundo elemento de juicio es el ya mencionado diseño de la escarapela. Figura en retratos de distinguidos militares de la época, con el centro circular celeste todo rodeado de blanco. El tercer elemento de juicio son los “Anales de Potosí”, pero bien interpre-

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tados como ahora aporto en una parte de sus valiosas descripciones, que son más extensas. El cuarto elemento que aporto es su retrato, pintado en 1815 en Londres, por Casimire Carbonniere, que es el nuevo elemento a considerar desde ahora. Tiene tres vivencias principales de Belgrano en tres miniaturas, que he examinado con el apoyo de moderna tecnología. Hasta ahora son consideradas por los historiadores nacionales como una sola escena bélica, única y global, sin diferenciar su contenido de tres partes. - ¿Dice usted que la bandera de Rosario le llega finalmente a Belgrano en el norte? - Luego del izamiento en Rosario, el Triunvirato se escandaliza y ordena que lo haga pasar como un acto de entusiasmo, que baje la bandera y que la oculte, y enarbole la bandera española que le envían desde Buenos Aires. Este oficio del Triunvirato llega a Rosario el 1º de marzo, pero Belgrano no lo recibe, pues ese día, temprano, había salido para tomar el mando del ejército del norte, como se le había ordenado. Belgrano no se lleva la Bandera soberana de Rosario, pero ésta le es alcanzada en mano después de la victoriosa Batalla de Tucumán, el 24 de setiembre de 1812, y antes de la Batalla de Salta, el 20 de febrero de 1813, por alguien de extrema lealtad. Así es que después, en su cuartel general en Potosí, antes de las derrotas de 1813 en Vilcapugio y Ayohuma, la bandera soberana de Rosario está en manos de Belgrano, como describen los “Anales de Potosí”. - ¿Y qué me dice usted de las banderas de Macha, en Bolivia? - Son dos las banderas llamadas de Macha. La otra es similar a la actual, de tres franjas, blanca la del centro y celestes las dos franjas externas, y ahora está en Buenos Aires. Era en 1813 una bandera secundaria. Se encuentra este nuevo diseño colgado en un muro invitando al reclutamiento de las tropas en el cuartel de Potosí; jamás la Bandera Nacional podría tener letreros pintados invitando al reclutamiento. Si bien la que está en Buenos Aires no tiene letreros, los “Anales de Potosí” dan cuenta de que existió ese mensaje escrito en 1813, algo inacepta-

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ble en la Bandera Nacional. - ¿En qué momento pasaría esta bandera secundaria, a establecerse como bandera oficial? En otros términos, ¿por qué en el Congreso de Tucumán se impone esta bandera secundaria y no la de Belgrano? - Mi opinión es que la influencia rivadaviana es enorme, y aun estando éste en 1816 en el extranjero no admitía papelones. Así que si Rivadavia se había opuesto a la bandera de Belgrano en el Triunvirato y la había hecho guardar, y si Belgrano, que la tenía en la mano en su cuartel en Potosí, fue derrotado en Ayohuma y en su veloz retroceso la tuvo que entregar en custodia en la capilla de Titirí, y ni siquiera se había podido enterar si así había podido salvarla, después no podría ser aceptada por el Congreso. La Bandera de Rosario fue ocultada por el cura patriota Aranívar en la Capilla de Titirí, curato de Macha, detrás de un cuadro, fue descubierta en 1885, sin ser trofeo español. Hasta entonces, estaba como se creía en 1816, es decir, desaparecida, aun para su creador, Belgrano. La bandera discutida por los centros de poder en Triunviratos de 1812, no podía ser la bandera aprobada en 1816, cuando en los documentos oficiales rivadavianos sólo había recibido objeciones. No existe ningún documento que elogie esta bandera; sólo Belgrano la hizo flamear y la protegió sin volverla a ver hasta su muerte el 20 de junio de 1820. - Usted estudió profundamente el cuadro del pintor francés Carbonnier, para el cual Belgrano posó ante el mismo artista durante su estadía en Londres, en 1815, en misión diplomática. Atrás de la figura de Belgrano puede verse la Batalla de Salta, y claramente se ve una bandera de dos franjas horizontales blanca y celeste. - Ah sí, pero la bandera de Belgrano es la del fondo de la barranca, no la del primer plano que sostiene un subalterno. Lo que llaman bandera, es un estandarte de tropa, un banderín, que se utiliza para distinguir a ésta y dar su posición, en este caso en reserva, no participando aún directamente en la acción. El que tiene este estandarte es el jefe del arma, que al final es un subalterno del jefe del ejército de todas las armas, que es Belgrano, y que está en un caballo blanco propio del jefe superior, que se destaca en la escena. Si

Retrato de Manuel Belgrano, de Francois-Casimir Carbonnier, con la batalla de Salta como fondo.

Cinco generaciones de descendientes de Cosme Maciel.

En el centro María Salomé Dominga (Salomé) Maciel Quintana, hija de quien izó la bandera de Belgrano. La niña es su tataranieta Elenita Fidanza Lejarza. De pie a la derecha Luis Lamas Freyre, intendente de Rosario que impulsó la creación del Monumento Nacional de Rosario a la Bandera.


Copia de Prilidiano Pueyrredón. El brazo izquierdo de Belgrano aparece corrido y las escenas del combate no están más.

Detalle del cuadro de Carbonnier.

fuera la Bandera Nacional, no estaría en mano de un subalterno, sino de Belgrano. Todo esto significa un mensaje directo suyo: que la creada soberana en Rosario no es de dos franjas horizontales blanca y celeste. Por descarte Belgrano deja en pie el diseño de la bandera de Sucre. - Usted dijo que la bandera de Belgrano es la que está en el fondo… - Carbonnier cumplió las detalladas instrucciones que Belgrano le dio. Esta parte del cuadro presenta las vivencias de Belgrano, tres momentos que él consideró de suma importancia en su vida. En primer plano está la Batalla de Tacuarí en 1810 en Paraguay, donde se ve la bandera española usada por entonces por nuestro ejército, la Bandera de Borgoña. Luego está la batalla de Salta, el 20 de febrero de 1813, la que contiene el estandarte del que ya hablamos, y detrás está Rosario, el izamiento de su bandera soberana, el 27 de febrero de 1812, el punto de partida. Al fondo, la bandera de Rosario se entrevé enrollada. En toda la escena hay una bandera que se ve claramente, es la de Borgoña, en Tacuarí. En ningún lugar del cuadro está la bandera actual porque no fue la creada soberana el 27 de febrero de 1812 en Rosario. - ¿Por qué Belgrano no pone su bandera en un plano más importante del cuadro? - Porque estamos en 1815 cuando es retratado en Londres; ha pasado el período belgraniano del Alto Perú en 1813. Todavía no estamos con el Congreso de 1816, que aprueba el diseño actual de la bandera. Es un momento indefinido, con el antecedente de que Rivadavia se ha opuesto con todo su poderío a la bandera de Rosario en 1812 y no admite papelones. Belgrano no tiene a nadie a favor, por eso dicta los detalles del cuadro minuciosamente, con suma prudencia. Por un lado, se afirma en la única verdad y la ratifica, pero cuidadosamente. Fundamentalmente es su propio retrato, el único de cuerpo entero y en vivo con sus verdades de vida dictadas al eximio retratista y miniaturista Carbonnier, sin prever problemas por sus recuerdos personales, que son todos de buena fe. - Éste es posiblemente el cuadro de Carbonnier más difundido de Belgrano; está en todos

los manuales escolares. - En parte, porque esta modificado. La famosa copia hecha en 1865 por el pintor Prilidiano Pueyrredón, hijo de Juan Martín de Pueyrredón, quien fuera Director Supremo, presenta una eliminación importante. En esta copia, el artista desplazó el brazo izquierdo de Belgrano hacia el borde del cuadro, interrumpiendo el acontecimiento rosarino y demás vivencias de Belgrano, y tapó así todas las escenas del original. Alguien le pagó el trabajo a Pueyrredón… Y luego fue el retrato copia de Pueyrredón el que desde Buenos Aires se difundió a todas las escuelas y oficinas públicas en la República; pero sin sus vivencias, que para colmo no concuerdan con lo inventado por Bartolomé Mitre en su equivocada interpretación de la actuación de Belgrano en 1812 en Rosario, que publicara en su “Historia de Belgrano”, editada en 1857 y que será copiada una y otra vez para difusión general de errores y de confusiones sobre el acto rosarino. - El cuadro de Carbonnier estuvo expuesto públicamente en esta ciudad, por gestión suya, en dos oportunidades. ¿Qué piensa de la iniciativa de traer una réplica de la Bandera de Sucre? - Estoy muy de acuerdo en que llegue, aunque sea una réplica. Y a las dificultades que se presentan frecuentemente en estos casos, se agrega que hay quienes afirman sin razones que la bandera que está en Sucre no es la bandera que Belgrano izó en Rosario. Habría que preguntarse ¿es argentina? ¿es antigua? Entonces venga desde Bolivia; ¿en forma de una réplica? Que venga igual. Si el día de mañana, dentro de cien años, los historiadores se ponen de acuerdo en que ésta es la Bandera soberana de Belgrano, con el antecedente de haber tenido una réplica, la original no va a ir a parar a un museo de Buenos Aires, va a venir acá, donde fue creada. Y si los historiadores no se ponen de acuerdo en que ésta es la Bandera, lo que tenemos es siempre una bandera argentina antigua, manchada de sangre, la original en Sucre y una réplica en Rosario. (*) El entrevistado está próximo a publicar un trabajo con un título sugerente: Cosme Maciel, primer abanderado argentino y líder político federal ante el porteñaje.

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Esas dos banderas históricas n 1885 se encontraron en una capilla cercana a la localidad boliviana de Macha, vecina al campo de batalla de Ayohuma, dos banderas que habrían sido usadas por las tropas patriotas comandadas por Belgrano en 1813. Luego del desastre de Ayohuma, el cura patriota de Macha, Juan de Dios Aranivar, tomó a su cargo la misión de salvar las dos banderas de Belgrano, escondiéndolas astutamente en una de las capillas secundarias de su curato, antes de darse él también a la fuga, para nunca más volver. Pasados muchos años, el padre Martín Castro, que por entonces estaba a cargo del curato de Macha, notó en 1883 en la capilla de Titirí, a unas dos leguas de Ayohuma, que tras dos cuadros de Santa Teresa, unos adornos que se desprendían de su marco, parecían telas de seda sucias. Al desarrollarlos, se asombró al comprobar que eran cuatro banderas, dos de las cuales eran de color celeste y blanco. No dudó en la importancia del hallazgo, por lo que viajó a Sucre a dar cuenta del mismo al arzobispo, pero por problemas personales no pudo hacerlo. Luego de dos años, el padre Primo Arrieta, sucesor de Castro, redescubrió las banderas en su sitio original, e hizo público el descubrimiento. Dice el padre Arrieta con referencia a las banderas, que consultó con dos capilleros indios, muy ancianos, los cuales dieron cuenta de la historia del cura Juan de Dios Aranivar, y que el general Belgrano, antes de la derrota, vivía en la casa parroquial de Macha. Una de las banderas tiene la franja central de color azul-celeste y las otras dos franjas blancas, mientras que la otra tiene prácticamente el mismo diseño que se oficializó como bandera menor en 1816. Estas banderas se consideran como las más antiguas que se conservan.

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La correspondencia de la bandera llamada de Ayohuma, con los colores argentinos, justificó la devolución de la pieza a nuestro país, en 1986. Se dispuso que fuera entregada al Museo Histórico Nacional, Buenos Aires, donde se la preserva exhibida con la siguiente identificación: “Bandera que llevó el general Belgrano en la campaña del Alto Perú en 1813. Entregada por el gobierno de Bolivia”. Muchos creen que esta bandera es la que Belgrano presentó en Jujuy, el 25 de mayo de 1812. La otra bandera, que se encuentra en el Museo “Casa de la Libertad” en la localidad de Sucre, fue pedida por nuestro país a fines del siglo XIX, pero su reintegro no fue autorizado por Bolivia aduciéndose entonces que probablemente pertenecía a algún cuerpo auxiliar formado por habitantes del entonces Alto Perú. Desde hace un tiempo, diversas autoridades de esta ciudad han realizado gestiones con las autoridades bolivianas, con el fin de repatriar la enseña preservada en Sucre. El senador Rubén Giustiniani presentó un proyecto para que se traiga a Rosario una réplica autenticada de la bandera de Belgrano. - ¿Cómo surgió la idea de traer este significativo paño a Rosario? - Siempre quisimos que las banderas de Belgrano, llamadas de “Macha” y de “Ayohuma”, descansen en Rosario porque aquí es su cuna. Y con la entrega de esta réplica autenticada que nos hace el Museo de Historia de Sucre, donde actualmente se conserva custodiada por los restos de Juana Azurduy, estamos dando un paso significativo. Ambas banderas fueron encontradas en 1885. - ¿Puede decirse que se trata de un regreso? - Claramente, porque se trata de la Bandera que Manuel Belgrano izó por primera vez en Rosario, sobre las ba-

Luego del desastre de Ayohuma, el cura patriota de Macha, Juan de Dios Aranivar, tomó a su cargo la misión de salvar las dos banderas de Belgrano, escondiéndolas astutamente en una de las capillas secundarias de su curato, antes de darse él también a la fuga, para nunca más volver.

Bandera llamada de Sucre. Museo Casa de la Libertad en la localidad de Sucre.


Bandera llamada de Ayohuma. Museo Histórico Nacional. Buenos Aires.

“Siempre quisimos que las banderas de Belgrano, llamadas de “Macha” y de “Ayohuma”, descansen en Rosario porque aquí es su cuna. Y con la entrega de esta réplica autenticada que nos hace el Museo de Historia de Sucre, donde actualmente se conserva custodiada por los restos de Juana Azurduy, estamos dando un paso significativo. Ambas banderas fueron encontradas en 1885”.

rrancas del río Paraná, el 27 de febrero de 1812, inaugurando las baterías “Libertad” e “Independencia” para impedir el paso de las naves españolas. Hasta ese momento, nuestras tropas habían combatido con la misma bandera, que era la del enemigo, pero Belgrano estaba convencido de la necesidad de enarbolar una bandera propia. Luego de aquel histórico hecho, gana la principal batalla de la guerra de la Independencia en Tucumán y camino a Salta vuelve a izar la bandera que el Triunvirato le había prohibido en Rosario volver a usar. - Sabemos por la prensa, que los trámites de traer la réplica van por buen camino. ¿Es esto así? - Están avanzados los trámites con la Embajada de Bolivia para que próximamente la réplica de la bandera de Macha sea traída al país y emplazada en el Monumento a la Bandera. El Concejo de Rosario ya aprobó que la réplica sea colocada en la Galería de Honor a las Banderas de América del Monumento y que, además, su ubicación definitiva se realice dentro del cronograma de actividades en conmemoración del Bicentenario de Creación y Jura de la Enseña Patria. - Cree que una vez que la réplica esté aquí, ¿existen posibilidades de que venga la original?

-Ese siempre fue nuestro pedido, pero comprendemos también al gobierno de Bolivia que desea tener en su acervo parte de la historia de la independencia de nuestros pueblos. Seguiremos insistiendo, aunque tener una réplica autenticada de esta bandera descolorida por los combates y el paso del tiempo, y manchada de la sangre de nuestros patriotas, constituye un hecho fundamental para nosotros. - ¿Qué significa, o qué va a significar pues muchos no saben todavía de su existencia, esta bandera para los rosarinos? - La jura de la Bandera aquel 27 de febrero en Rosario significó y sigue significando la reivindicación de nuestra independencia y la defensa de un ideario de libertad. Hasta ese momento, las tropas, al mando de Manuel Belgrano, habían combatido con la misma bandera de las tropas reales, pero habiéndose iniciado la gesta de la independencia bajo el signo de un gobierno en España, la creación de la bandera propia le daba un abierto contenido insurreccional a la lucha emprendida. Es parte de nuestra historia, donde mujeres y hombres entregaron todo para que podamos ser una Nación libre e independiente de toda dominación extranjera.

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Celeste y blanco, colores de la libertad para muchos pueblos Por Marcelo Móttola

Varios países americanos imitaron la iniciativa argentina de identificarse con el celeste y

blanco belgranianos. Una expedición corsaria, financiada por un rosarino en los tiempos

del nacimiento de la Patria, hizo flamear la bandera en Manila, Hawaii y California.

Algunos países centroamericanos eligieron después los colores que consideraban libertarios.

...La Argentina enarboló la bandera, salpicada por estreno con la sangre de sus propios defensores. Inmediatamente se disparó el cañonazo de leva, la fragata desplegó majestuosamente sus velas, y al grito de ¡Viva la patria!, que repitió toda la tripulación desde lo alto de las vergas hasta el fondo del entrepuente, zarpó de balizas exteriores”. Así describe Bartolomé Mitre la partida de la fragata La Argentina, en momentos en que se dirigía a la ensenada de Barragán, de donde zarparía el 9 de julio de 1817, primer aniversario de nuestra independencia, y que la llevaría a dar la vuelta al mundo en misión corsaria. El derrotero de la expedición de La Argentina es digno de ser considerado dentro de las historias que se cuentan acerca de corsarios tan célebres como Francis Drake o Henry Morgan, y sus aventuras están íntimamente ligadas a la particular personalidad de su Capitán, Hipólito Bouchard. André Paul Bouchard nació en Bormes, en la costa azul francesa, en 1780. Más adelante cambiaría su nombre por el de Hippolyte. Se enroló en la armada, y desilusionado con el curso de la Revolución Francesa, emigró al Río de la Plata en 1809. Al formarse la primera escuadrilla argentina, Bouchard se incorporó como segundo de Azopardo, participó en la batalla de San Nicolás y, en 1812, ingresó al cuerpo de Granaderos a caballo de San Martín. Tuvo un destacado desempeño en la

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Batalla de San Lorenzo, y recibió elogios del mismísimo San Martín, a quien acompañó, luego, a la campaña del Ejército del Norte, que hasta entonces comandaba Manuel Belgrano. En 1815, recibió del Director Supremo Alvarez Thomas, la patente de corso, que era un documento por el cual su propietario tenía permiso oficial para atacar barcos y poblaciones de naciones enemigas, convirtiéndose así en parte de la marina del país que expendía el derecho. Por entonces, una figura notable dentro del grupo revolucionario era el abogado rosarino Vicente Anastasio Echevarría, quien había tenido participación durante la semana de mayo, había acompañado a Belgrano a negociar la paz con el Paraguay, y había pasado por varios cargos de importancia dentro del gobierno revolucionario. Echevarría equipa una nave para actuar en el Pacífico. En ella, Bouchard compartió experiencias con Guillermo Brown en el bloqueo del Callao, en donde capturan la fragata Consecuencia, que luego se rebautizaría como La Argentina. Nuevamente con el patrimonio de Echavarría, esta nave se lanzaría, bajo el mando de Bouchard, a dar la vuelta al mundo en misión corsaria, que como lo expresa Juan Álvarez: “Cupo a este buque, perteneciente a un nativo de Rosario, el honor de hacer tremolar alrededor del mundo la ban-

Corsario La Argentina en las costas de México. Martin Malharro, 1895.


dera creada pocos años antes en las barrancas rosarinas.”

Ruinas del Fuerte de la Libertad. Isla de la Vieja Providencia.

Y por fin se la vio: era una bandera extraña, de colores poco habituales, casi invisible, con los colores del cielo, pero también del mar, como bien dice la canción. ¿De qué potencia naval serían esos corsarios que los venían a invadir en la fragata negra y la fragata chica?

Estampilla conmemorativa al Día de la Armada. Bouchard y la fragata La Argentina.

En pos de la libertad, y de otras cosas... Al igual que la bandera, el nombre del buque, era todo un símbolo. En 1816, en Tucumán, se había declarado a la celeste y blanca como la Bandera Nacional. Si a esto se le suma que la misión del buque era, además de combatir naves enemigas, lograr el reconocimiento de la nueva nación, el nombre de la nave cobra especial significación. El término “argentino” por entonces tenía una connotación vinculada estrictamente con el Río de la Plata, con Buenos Aires. El nombre de la fragata implicaba la idea de un incipiente Estado gestado y dominado por la ciudad de Buenos Aires, destinado a iluminar con su independencia a muchas tierras del mundo. Argentina designaba pues, a un lugar que oficialmente aún no se llamaba así, una suerte de utopía, un ou-topos, un no-lugar, y un eu-topos, un lugar ideal, más que una tierra concreta. Esta significación enraizó en otros lugares, que se harían eco de las ideas independentistas nacidas en estas tierras. Luego de zarpar, La Argentina, tomó rumbo este, hacia África, en busca de barcos enemigos. La travesía hasta llegar a las costas americanas desde el Océano Pacífico, estuvo plagada de aventuras de novela. Sufrió un incendio intencional en altamar, abordó y liberó esclavos en barcos negreros, perdió muchos hombres por el escorbuto, enfrentó y venció a los temibles piratas malayos, bloqueó Manila, la joya del Imperio Español en Oriente, hundió dieciséis barcos, abordó otros dieciséis y capturó a cuatrocientos realistas, incluso se dice que hasta pensó en liberar a Napoleón, que por entonces estaba preso en la isla británica de Santa Elena. Arribó luego al puerto de la bahía de Kealakehua, en las islas Sandwich, como llamara James Cooke al archipiélago de Hawaii, donde encuentra sorpresivamente a la corbeta argentina Santa Rosa o Chacabuco, que había sido comprada por el rey Kamehameha I, luego de que la tripulación se amotinara y pusieran rumbo al archipiélago para disfrutar de la

buena vida y las hermosas mujeres. Otra vez la astucia de Bouchard brilló, y puso en la mesa una ley del mar que versaba sobre el ajusticiamiento de los amotinados hallados en tierra, y convenció a muchos de ellos a que se unieran a su expedición. Además, indemnizó al rey por la compra de la nave y generó un episodio muy discutido sobre un presunto tratado de comercio y amistad con Hawaii, lo que de ser así la convertiría en la primera nación, fuera de las hispanoamericanas, en reconocer la soberanía argentina.

La California argentina Por entonces, la región de California donde se desarrollaría el acontecimiento, estaba escasamente poblada, se encontraba aislada del resto del virreinato de Nueva España por duros desiertos, de manera que la única comunicación viable era por mar. Contaba con una veintena de misiones franciscanas y dominicas ubicadas a lo largo de la costa, tres pueblos, cuatro fuertes o presidios, y algunos ranchos unidos por el Camino Real. La serie de televisión del Zorro, de Disney, da una buena idea del aspecto que la zona tenía por entonces. La noticia sobre la cercanía de Bouchard alarmó a la tranquila comunidad californiana. El gobernador con residencia en Monterrey, que se estima por entonces tenía unos quince mil habitantes, dispuso los preparativos para la inminente visita. Y por fin se la vio: era una bandera extraña, de colores poco habituales, casi invisible, con los colores del cielo, pero también del mar, como bien dice la canción. ¿De qué potencia naval serían esos corsarios que los venían a invadir en la fragata negra y la fragata chica? La corbeta Santa Rosa se adentró en la bahía de Monterrey durante la noche, mientras que La Argentina quedó más alejada por el peligro de encallar. Cuando amaneció, los marinos de la Santa Rosa se dieron cuenta de que estaban demasiado cerca, por lo que rápidamente fueron acribillados, teniéndose que rendir. Bouchard se permitió negociar el rescate de los tripulantes de la corbeta dañada, pero en realidad lo que quería era ganar tiempo. Cuando llegó la noche, el inge-

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nio del corso argentino volvió a brillar. Mientras en el fuerte se festejaba la victoria, los botes de La Argentina ocuparon la corbeta, donde rescataron a los tripulantes, pero sólo a los sanos; los heridos quedarían para que la permanencia de sus quejidos no despertaran las sospechas de los custodios de la costa, sobre el ardid efectuado por los corsarios. A las 8 de la mañana del 24 de noviembre, a una legua del fuerte, con 200 hombres, 130 armados con fusiles y el resto con lanzas, y casi todos los oficiales, incluido Tomás Espora, se produjo el desembarco. Luego de dispersar una fuerza de caballería de unos 400 hombres, los invasores se dispusieron por fin a atacar el fuerte. Contra lo que Bouchard esperaba, la resistencia del fuerte fue débil. Entonces, a las diez de la mañana del 24 de noviembre de 1818, la bandera del lejano y joven país que luego sería conocido como Argentina, flameó victoriosa en el fuerte de Monterrey, capital de California. La autoridad desplegada por Bouchard fue total e incuestionada. En un trabajo de Víctor José Llaver, se lee: “Todo Monterrey obedecía pues, a una sola autoridad, la argentina, representada por Hipólito Bouchard, y duró los días que el jefe se lo propuso, seis, durante los cuales la misma no admitió réplica”. Pero su espíritu corsario no le permitía pensar en apostarse definitivamente en ese lugar. Durante el tiempo que duró la ocupación, los corsarios se dedicaron a diversas tareas propias de su actividad. Más o menos lo de siempre; se destruyó totalmente el fuerte, se incendió la casa del gobernador y la de los españoles, se sacrificó todo el ganado que se pudo capturar, se apropiaron de un botín de plata que no se había alcanzado a sacar de la ciudad, y curiosamente, los marinos hawaianos disfrutaban lucir los vestidos de las mujeres que obtenían de sus saqueos… Sólo se respetaron las casas de los americanos y los templos. El 29, la expedición puso rumbo sur y destruyeron el rancho El Refugio de una familia opresora de los patriotas mejicanos; los corsarios no olvidaban su noble misión. En San Juan de Capistrano, Bouchard propone un arreglo con las autoridades del lugar. El arreglo se frustra y se produce otra vez

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el desembarco con un final conocido. En un muelle de Santa Bárbara, puerto que Bouchard amenazó con volar en pedazos en 1818 si no liberaban a tres de sus hombres, flamean las banderas que alguna vez ocuparon California. Están allí las de España, Rusia, México, Estados Unidos y, por supuesto, la Argentina. Rumbo al sur, el 25 de enero de 1819, bloqueó el puerto de San Blas y atacó Acapulco. En Guatemala destruyó Sonsonate y capturó bergantines españoles. En Nicaragua, tomó Realejo, el principal puerto español en los mares de Sur, y se apoderó de cuatro buques españoles. Bajó hacia el Perú y siguió hostigando las posiciones españolas sobre el Pacífico. Las naves de Bouchard llegaron el 9 de julio de 1819 al puerto de Valparaíso, justo a tiempo para integrarse a la flota que San Martín preparaba para tomar Lima.

“Con valor, su vínculo rompió” Los ataques de Bouchard, a posiciones realistas en Centro América, significaron verdaderos hitos para los independentistas locales. Sin embargo, otra figura aparecía simultáneamente en escena, haciendo flamear la ya reconocida bandera de la libertad. Se trataba de otro francés, Louis-Michel Aury, un personaje casi mítico, amante de la libertad y la aventura, que era venerado por sus subalternos, a pesar de tener por entonces tan sólo 29 años. En 1818, el canónigo chileno José cortés de Madariaga, quien se atribuía la representación de las Provincias Unidas y Chile, expidió una patente de corso al aventurero francés que, aparentemente en pleno conocimiento del corsario, era apócrifa. Entre otras cosas –algunas insólitas– el trato autorizaba a que, una vez hecho tremolar el pabellón independiente, en ciertos puertos caribeños especificados se tomara posesión de las zonas, por la fuerza o pacíficamente, si los vecinos se manifestaban dispuestos a recibir los beneficios de la libertad civil. Así, Aury se dirigió a las islas de Vieja Providencia, Santa Catalina y San Andrés, y creó los Estados Unidos de Buenos Aires y Chile. Además, el corsario invitó a todos los que quisieran gozar de la libertad civil, a habitar aquel territo-

Banderas que se inspiran en los colores de nuestro pabellón nacional.


Itinerario de La Argentina en su viaje corsario.

Las marcas del Pabellón Nacional pueden rastrearse en muchas otras banderas de América, tanto en sus colores como en sus diseños; sin embargo, las de los países de América central son las más evidentes y directas. En un trabajo de Miguel Ángel de Marco, se lee: “Como antes Bouchard, Aury y sus capitanes, al hacer flamear por cuatro años a la vista de los patriotas caribeños el pabellón celeste y blanco, contribuyeron a asociarlo en sus mentes y en sus corazones con la idea de libertad.” Los colores se transformaron en el símbolo visible de la esperanza de los pueblos centroamericanos a considerarse hermanos integrantes de una sola familia.

rio de libertad. La bandera de las Provincias Unidas del Río de la Plata flameó desde el mismo día de la ocupación. Con una autorización fraguada por el propio Aury, el corsario se decidió a liberar Panamá, y organizar el istmo. Conformó una armada de catorce barcos con la bandera celeste y blanca y decidieron atacar el puerto de Trujillo, el 22 de abril de 1820. El desembarco no tuvo éxito, sin embargo, no dudó en arengar a los pobladores a que se unieran en la causa por la libertad. La flota entonces tomó rumbo a Omoa, donde se hicieron de un buen botín, y en donde la bandera flameó durante los 10 días que duró la ocupación.

El símbolo libertario Las incursiones de Bouchard y de Aury en Centro América, tuvieron enormes repercusiones entre los que bregaban por las causas independentistas. Más allá de los hechos militares, algo que dejó su marca fue el componente simbólico materializado en la bandera celeste y blanca que se evidenciaba en cada sitio que era consagrado a la libertad. La mítica de este pabellón llevó a que en 1822, el general salvadoreño Manuel José Arce, quien se oponía a la anexión de Centroamérica por parte del Imperio Mexicano, le pidiera a su esposa y a su hermana que confeccionaran un pabellón con los colores blanco y celeste en homenaje a la bandera que fue plantada como símbolo de la libertad en las costas centroamericanas. Una vez terminada la guerra de secesión de México, las antiguas provincias coloniales de San Salvador, Guatemala,

L

Comayagua, Nicaragua y Costa Rica, se unieron en la nación denominada Provincias Unidas del Centro de América; la bandera de Arce fue adoptada de forma oficial para toda la República el 21 de agosto de 1823. En 1824, a la luz de una nueva constitución, el país pasó a llamarse República Federal de Centro América; sin embargo el estigma era tan fuerte que la bandera siguió sin cambios, sólo modificó su escudo central. La República Federal se disolvió en 1839, aunque cada uno de los países que la componían adoptó de manera unánime los colores blanco y celeste, con pequeños cambios para diferenciarse de sus vecinos. Las marcas del Pabellón Nacional pueden rastrearse en muchas otras banderas de América, tanto en sus colores como en sus diseños; sin embargo, las de los países de América central son las más evidentes y directas. En un trabajo de Miguel Ángel de Marco, se lee: “Como antes Bouchard, Aury y sus capitanes, al hacer flamear por cuatro años a la vista de los patriotas caribeños el pabellón celeste y blanco, contribuyeron a asociarlo en sus mentes y en sus corazones con la idea de libertad.” Los colores se transformaron en el símbolo visible de las esperanzas de los pueblos centroamericanos a considerarse hermanos integrantes de una sola familia. La Bandera de Belgrano cumplió su cometido, auque superó con creces las aspiraciones independentistas que su creador se planteara hace doscientos años, en las barrancas de la humilde Villa del Rosario.

Algo sobre el corso

a patente de corso era, en términos generales, un contrato mediante el cual un Estado otorgaba a un particular el derecho de atacar, apresar, saquear y destruir todo buque que enarbolara una bandera enemiga, a cambio de permitirle quedarse con una cierta parte del botín obtenido. El corso hispanoamericano se inició en 1814, alcanzó su apogeo en 1818 y finalizó en 1823.

A diferencia de los piratas –ladrones que se desplazaban por los mares con el fin de robar y matar– los corsarios eran aventureros al mando de barcos mercantes armados en guerra y con patentes de sus respectivos países, que tenían como misión perseguir a aquellos forajidos o a las embarcaciones de países enemigos con el fin de inflingirles pérdidas militares y económicas. En otras palabras, era algo así como la participación privada en el acto de guerra.

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Las ilusiones más largas del mundo Alta en el Cielo es un proyecto ideado y dirigido por

Julio Vacaflor, quien desde hace catorce años viene juntando la adhesión, primero de la ciudad y después de todo el país,

con repercusiones también en varios lugares del mundo.

La bandera más larga del mundo, una criatura colectiva de altas y nobles aspiraciones.

Y

o soy el único director que no dirige nada, coordino algunas cosas, pero la verdad es que no dirijo nada. Esto tiene vida propia, y eso es lo lindo. - ¿Por qué una bandera es algo tan importante para un pueblo? - Mientras está todo bien es un elemento más de un paisaje general de un pueblo. Sin embargo, la bandera nunca es joda; es un lugar sensible para la gente. Aun en la negación, aun en el intento del olvido, debido a la utilización de las dictaduras, de los traidores, aun ahí guarda un sentido. Esta bandera tiene una vida paralela a la del mástil, ni va en contra ni se aleja. Es probable que ésta haya contribuido, en parte, a acercar a cierta gente que se había alejado de este símbolo, del que alguna vez se apartó. Recuerdo lo que fue en el 2002… fue algo impresionante, no me lo esperaba. - Últimamente la ciudad es visitada por muchos extranjeros. ¿Qué dicen cuando se encuentran con semejante locura? - A Alta en el Cielo la han cosido extranjeros, que vienen deseosos de participar. Lo hacen por un deseo de hermandad, porque sí. Muchos se levantan de coserla y lloran. Somos distintos de un holandés, y sin embargo un holandés cose nuestra bandera y llora. Hay algo más en todo esto que no podemos ver. Nunca un pueblo

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cosió su bandera; a ésta sí, y está hecha particularmente por los pibes. En varias localidades, los pibes juntan moneda tras moneda, de manera comutaria, y compran la tela. Para un pibe ser parte de la bandera más grande del mundo es un desafío, como un juego. La bandera está hecha por los pibes, en las escuelas, en los barrios… yo no intervengo. Por contarte una historia, es conmovedor ver cómo juntan las moneditas los hijos de los cartoneros del tren blanco de Buenos Aires. Lo hacen en alcancías comunitarias, y una vez que llenan las botellas de gaseosa donde las juntan, van a la tendera, y luego de contarlas, ella les da lo que les corresponde y algunos metros más. Las monedas, para los hijos de los cartoneros, no tienen el mismo valor que tienen para otras personas, y sin embargo algo los moviliza a hacer tal cosa. Lo notable es que los sectores más necesitados, frecuentemente eligen el género más caro. Creo que esto es algo mayor, que cuesta analizar. A los adultos, en cambio, les pega por otro lado; como con Alta en el Cielo todos pueden ser abanderados, lo toman como una revancha. Ahí están el noble y el villano, el prohombre y el gusano. Lo que pasa en las localidades pequeñas es muy impactante. - Siguiéndolo al Nano. “Al final de la fiesta vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el

Julio Vacaflor, mentor del proyecto “Alta en el Cielo”.


A Alta en el Cielo la han cosido extranjeros, que vienen deseosos de participar. Lo hacen por un deseo de hermandad, porque sí. Muchos se levantan de coserla y lloran. Somos distintos de un holandés, y sin embargo un holandés cose nuestra bandera y llora. Hay algo más en todo esto que no podemos ver. Nunca un pueblo cosió su bandera; a ésta sí, y está hecha particularmente por los pibes. En varias localidades, los pibes juntan moneda tras moneda, de manera comunitaria, y compran la tela. Para un pibe, ser parte de la bandera más grande del mundo es un desafío, como un juego. La bandera está hecha por los pibes, en las escuelas, en los barrios…

rico a su riqueza”, y todo eso… ¿Hay posibilidades de continuar lo que al terminar la fiesta se diluye? - Parecería pretencioso decirte que sí. Pero sin dudas, después del 20 de junio la gente mejora. Algo visible en las comunidades más chicas es que los pibes impulsan las ganas de participar, pero después empiezan a moverse otras cosas, otras personas comienzan a participar, primero son los parientes y amigos de los chicos, pero después aparecen personas que ni se conocen, o que no se pueden ni ver, y están todos trabajando con un mismo objetivo, compartiendo mates, o acompañando a los chicos, o cosiendo, o consiguiendo transporte, y demás. Hay, por ejemplo, organizaciones en un pueblo, que no se daban bola, y en esa instancia bajan un poco la guardia. Por eso creo que en los preparativos algo mejora en las personas. Ni te digo luego del 20, cuando se despliega. - Desde el siglo XIX, se viene buscando una identidad en esta ciudad. ¿Le parece que Alta en el Cielo está haciendo las veces de algo así como una refundadora de la identidad local? - La bandera ha referenciado una identidad, la ha convertido no en algo histórico que te contaron, sino en un momento contemporáneo que has hecho con tus hijos, y de eso no se vuelve. - Entonces, la gente que participa ¿cree

estar participando de un hecho histórico? - Hay gente que lo sabe. Hay muchos que año tras año, sistemática y racionalmente, van desde el primer día, con sus hijos o con sus nietos, y sacan fotos y se filman cuando cosen y llevan la bandera. Un registro que creen importante que quede en la familia. Hay chicos que vienen y que hoy tienen 14 años, y que tienen fotos, o filmaciones, de cuando vinieron por primera vez, en brazos de sus padres. - ¿La idea fue evolucionando, desde el momento en que nació? - Prácticamente no. Desde que nació Alta en el Cielo, en el programa “La Mamadera”, no se ha movido nada. Lo que pensé lo armé con 20 o 30 palabras, una idea general, una fecha y nada más. El 3 de junio de 1999, se me ocurre la idea, y el 4 arrancamos, toma cuerpo la idea, cuando la comento a los amigos y familiares. La intención era llegar al 2012 con una bandera hecha por los pibes de la ciudad y del país, de unos 1.500, o 2.000 metros, una bandera grande, pero terminamos con una bandera de unos 25.000 metros, y con repercusiones en todo el país, y en varios lugares del mundo en los cuales los argentinos residentes han tomado la costumbre de festejar públicamente el 20 de junio, por Alta en el Cielo. Cuando comenzamos en 1999, hicimos una de 130 metros; era larga, no terminaba nunca. En Rawson, en el 2010, hicieron una bandera de 1.250 metros, algo impresionante. De todas maneras, el crecimiento del tamaño de la bandera es muy lindo y estimulante, pero lo verdaderamente importante es otra cosa. Lamentablemente, mucha gente sólo ve la tela, y nosotros queremos contar las historias y no los metros. - Y ahora llega el final… - La costura termina el 19 de junio del 2012, pero creo que la vida de Alta en el Cielo no va a terminar. Tendremos algún lugar donde alojar la bandera, y hacer el museo vivo, donde podamos mostrar todo el material que tenemos, y que nos traigan todo lo que las comunidades y la gente tiene. - La bandera fuera del mástil era un es-

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pacio no explorado. ¿En algún momento algún sector del poder pretendió sacar ventaja de este potencial? - No, no he tenido mayores inconvenientes, porque es todo tan simple, tan de verdad, que si te ponés adelante la misma gente te va a sacar de ahí. Alta en el Cielo es una idea tramposa, porque no podés hacerla solo, no podés desplegarla solo, así que no podés adueñártela, pues todos los demás te lo van a impedir. - ¿Le parece que más allá de lo emotivo, en algún momento, va a tener alguna repercusión en otros aspectos de la sociedad? - Creo que sí. Creo que como dicen, la patria es la infancia. Cuando uno se acuerda de la escuela de los juegos y de los amigos, y del amor que eso significaba, se llama identidad; uno tiene identidad con su pasado de esa manera, y eso te constituye y te instituye. Si ese correlato perdura y uno lo riega permanentemente, en algún momento va a tener repercusiones. La aspiración es que alguna vez ese pibe, que jugó con sus amigos, y trabajó junto a su maestra, o con sus hermanos, en joda, no con una conciencia de cambiar el mundo ni nada de eso, llegue a ser intendente, diputado, comerciante, periodista, y algo le resuene. Que recuerde que alguna vez estuvo obligado a estar con otro para hacer algo; que junto a un desconocido hizo algo muy grande, y que esto le dispare a hacer cosas por el bien de los demás. La aspiración es que en algún momento Alta en el Cielo sea una proyección de algo grande que podamos hacer desde nuestro lugar por el otro. Por otra parte, es importante que los pibes vean que hay cosas que sí se concretan, y eso debe servir para cambiar algo en el futuro. No sé si va a ocurrir, pero yo siempre trabajé para eso. - ¿Qué espera desde el lugar que generó, de aquí en más? - Alta en el Cielo es un proceso, simple, muy sentido, con mucho huevo y mucha bronca, y mucha ilusión, de armar algo para compartirlo con la familia y con los amigos, de trascender en lo mínimo, que es con el esfuerzo pequeño de cada uno. Y el recorrido del proceso fue para mí tan importante

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como los 25.000 metros que tiene. Y haber sido parte de un proceso en 200 años, de 14, ha sido algo glorioso. Cada 20 de junio en que se despliega la bandera, y estamos esperando para arrancar, mientras que pasan los militares y las agrupaciones, y hay un silencio que preanuncia, y se acomodan los primeros metros, donde están mis hijos, adelante, y se escucha ¡vamos!, y esa bandera arranca y no para hasta el final… no creo que haya una persona más feliz que yo, y espero muchos tengan el mismo sentimiento. Que mucha gente se sienta mejor ese día, por estar haciendo algo con otro, y que confíe que al día siguiente va a ser mejor, ya es bastante. Nunca nos pusimos como meta un tamaño para la Bandera. Alta en el Cielo, hecho colectivo si los hay, tiene los metros que la gente quiso, ni más, ni menos. Y creo que esto recién comienza.

Alta en el Cielo es un proceso, simple, muy sentido, con mucho huevo y mucha bronca, y mucha ilusión, de armar algo para compartirlo con la familia y con los amigos, de trascender en lo mínimo, que es con el esfuerzo pequeño de cada uno. Y el recorrido del proceso fue para mí tan importante como los 25.000 metros que tiene. Y haber sido parte de un proceso en 200 años, de 14, ha sido algo glorioso.


DIRECCION EDITORIAL: Rosario Express PRODUCCIÓN DE CONTENIDOS: Marcelo Móttola EDICIÓN GRÁFICA: Marcelo Rizzi FOTOGRAFÍA: Sebastián Granata - Archivo Rosaro Express

AGRADECIMIENTOS ESPECIALES: Personal del Monumento Nacional a la Bandera. Personal del Museo Histórico Provincial de Rosario Dr. Julio Marc. Elvira Fernández. Hernán Colautti. Nancy Genovés. Y especialmente a Ester Davidov.

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