El Pacto de
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El Pacto de
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n el lejano horizonte se recortaba la siluetas de la ciudad de Arbhis. Estaba amaneciendo. Por fin había llegado a su destino, aunque sabía que este sólo era el primer paso para volver a emprender camino hacia sabía Dios dónde. Todavía se estaba preguntando cómo era posible que el Maestro de Alquimia le hubiera escogido a él precisamente, cuando algunos de sus compañeros de estudios estaban más cualificados para semejante misión. Por más vueltas que le daba a la cuestión, no llegaba a entender
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con certeza la verdadera razón. La cuestión era que, fuera como fuera, y fuera la razón que fuera, allí estaba, llegando a las puertas de la ciudad de Arbhis, y no le quedaba otro remedio más que buscar el contacto que le había indicado el Maestro de Alquimia.
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us pensamientos evocaron el día en que le asignaron esta misión, sonriéndose por su mala fortuna al resultar el elegido. ¡Y pensar que en esos precisos momentos podía estar en su pueblo tomándose un buen
Los Alquimistas Por M.Méndez.
desayuno! Por otra parte pensaba que, de todas formas, un tiempo alejado del tirano de su padrastro, no le vendría mal. Lo sentía por su madre, pero no temía que le fuera a pasar nada. En sus tiempos de juventud había sido una de las guardianas del templo, y había recibido un entrenamiento exhaustivo en cuanto a técnicas de defensa y ataque cuerpo a cuerpo o armada con diversas armas. Su padrastro no le duraría ni cinco minutos en el caso de que se atreviera a ponerle la mano encima. De hecho, parte de los conocimientos
que poseía su madre en cuanto a la lucha se los había transmitido con amorosas pero duras lecciones. En ocasiones, muy duras: - Hijo, ten presente siempre que estos conocimientos que estás recibiendo son para que te puedas defender tú y defender a aquellos que son más débiles, siempre y cuando sean merecedores de ello, y no para convertirte en un vulgar matón de taberna. Recordaba aquellas palabras como si las estuviera escuchando en ese preciso momento, nítidas y claras en su mente.
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a educación de su madre se encargó de que eso no ocurriera, pero el carácter y las malas intenciones de su padrastro, en muchas ocasiones, lo ponían a prueba. Volvió a evocar el día que le asignaron la misión y sus recuerdos lo llevaron hasta aquel día en la escuela: - ¡Bien, muchachos! Uno de ustedes va a tener el honor de partir hacia una misión tan importante que, si la culmina con éxito, obtendrá el grado de aprendiz. En seguida, en el aula, los jóvenes comenzaron a murmurar entre ellos, ante el anuncio del Maestro de Alquimia, intentando adivinar sobre quien recaería tal honor. Pero todos sabían que de entre todos, el candidato estaba entre tres jóvenes que, en cierta manera, destacaban sobre los demás. Uno era el mimado hijo del duque, ya que su padre ejercía su influencia para el provecho de su hijo, lo mereciera este o no. El segundo eran un joven que poseía una gran inteligencia y destreza, y al que el Maestro de Alquimia le tenía cierto cariño y predilección. El tercero era el hijo del Comisario de la villa, un joven vanidoso y grosero, pero que era muy hábil con el manejo de las armas en la lucha. Algunos soñaban con que, por casualidad, fueran ellos los elegidos e incluso se atrevían tímidamente a apostar por ellos mismos. Otros ya sabían de antemano que no serian elegidos ni de broma. Entre estos se contaba él mismo. Pero los que verdaderamente se pavoneaban ante los 4
demás eran los tres favoritos, que discutían quien sería el elegido.
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l Maestro, que los observaba en silencio y dejaba que manifestasen sus opiniones, los llamó al orden para que se sentaran en sus respectivos pupitres y guardasen silencio. - Como todos sabéis el grado de aprendiz os da el honor de estudiar en cátedras superiores y, por lo tanto, acceder a conocimientos más elevados. Pero para cumplir esta misión y obtener el grado, se necesitan ciertas virtudes. Entre otras, la nobleza… - dijo, mientras fijaba su vista en el mimado hijo del Duque, haciendo que este se relamiera presumidamente ante sus compañeros.- … La inteligencia, sabiduría y destreza para aco-
meter los contratiempos y dificultades que puedan surgir durante la misión… - continuó explicando, fijándose ahora en el joven por el cual tenía cierta predilección. - … También la valentía y el arrojo serán necesarios, aunque con ellos estará presente la prudencia… - y al decir esto fijó su atención en el hijo del Comisario.-… Es preciso la combinación de estas virtudes en perfecto equilibrio emocional. Es necesario un control sobre ellas y uno mismo. Esta es la clave para llevar a buen puerto aquello que nos propongamos.
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o dijo nada más, tan solo observó a sus alumnos, que lo miraban expectantes y en silencio, esperando a que continuara con su narración.
Todos estaban deseosos de saber a quien le iba a corresponder el honor de realizar la misión, y así tener el derecho de conseguir el grado de aprendiz , si se llevaba a buen puerto la misión que se le encomendada. Todos estaban pendientes, y deseosos de que se fijara en uno de ellos. Curiosamente, cuando parecía que se disponía a designar al afortunado de entre todos ellos , se fijo en él. - De entre todos vosotros, quien mejor se adapta a lo que les he explicado es vuestro compañero Lucas. Silencio. Gestos de sorpresa. Cierta ira y un ambiente espeso. - Para dar ejemplo de la filosofía de esta humilde escuela, solo nos queda felicitar al elegido, y ayudarle en todo aquello que este en 5
nuestra mano para que emprenda su misión. Las felicitaciones fueron de lo más variadas, pero las más significativas, las de los tres posibles candidatos, a los que todos daban por sentado que el elegido sería alguno de ellos. Ya en las mismas puertas de la ciudad recordó la pregunta que le hizo a su Maestro, sonriéndose para si: - Maestro, ¿por qué me ha escogido precisamente a mí? Hay candidatos que están mucho más capacitados. - Veras. Todos daban por sentado que de entre todos, escogería a uno de los tres posibles, y no son malos. En sus disciplinas y actitudes, son los mejores. Pero carecen de algo muy importante para esta misión. - ¿...? - Discreción y, como diría... Buscarse la vida. En eso, tú, los superas. Razón no le faltaba. A pesar de su juventud, su ingenio y astucia para sobrevivir en situaciones difíciles, eran innatas. Para esas cuestiones, su madre, era toda una experta; para triquiñuelas de lo más barriobajeras, tenia a su querido padrastro, que era el ejemplo vivo de lo que no quería ser. Así que, a pesar de todo, esas triquiñuelas le valían para que no se la pegaran a él. La puerta de entrada a la ciudad estaba muy concurrida, y había bastante trafico de carromatos de carga que salían y entraban de la ciudad. Se aparto un poco hacia el borde del camino, para que unos 6
grandes carros cargados con telas de los más diversos colores, no le arrollaran. Después de algunos minutos, logró pasar la puerta y entrar en la ciudad. Dirigió sus pasos hacia el centro de la ciudad, por calles bastante anchas y concurridas. Siguiendo las instrucciones de Maestro de Alquimia, tenía que llegar a la plaza que estaba en el centro de la ciudad y buscar la posada “La Luna Azul”. - Esta es la plaza. Ahora buscar la posada.- Se dijo para si mismo bordeando la plaza y buscando con la vista la existencia de posadas en la zona. Junto a él paso un hombre de mediana edad con el cabellos muy blanco y le preguntó:
- Perdone, buen hombre, ¿podría indicarme donde esta la posada “La Luna Azul”? Lo miro de arriba a abajo, y con un gesto un tanto despectivo le contestó: - ¿No eres demasiado joven para frecuentar esos lugares?
- La verdad es que nunca he estado en esa posada. Solo busco a un amigo y me dijo donde encontrarlo. -Pues valla unos amigos más raros. En fin. Tú sabrás, chico. La posada esta al final de esa calle, pero todavía es pronto. A estas horas el posadero suele cerrar la posada un par de horas, para el descanso y la intimidad de sus huéspedes. -Con Dios. l hombre se despidió y siguió su camino. Lucas observó la calle que le había indicado. Era una calle más estrecha, que se adentraba hacia el interior. Entró en ella, y comenzó a caminar. Al fondo estaba la posada. De dos pisos, con balcones al exterior. La puerta de entrada, cerrada y con cartel que rezaba: “Abrimos a las 8”, era alta y ancha,
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al igual que los cerrados ventanales que estaban a ambos lados de la puerta. Se aparto un poco hacia el centro de la calle y observó la fachada de la posada con sus balcones. Se percato que justo encima del marco de la puerta, y debajo mismo del cartel en el cual rezaba el nombre de la posada, había un escudo labrado en madera, que representaba a un dragón pintado de blanco rodeando una esfera coloreada en tonos azules. Se fijó en el rostro del dragón y le pareció como si sonriera. Extraño gesto para un dragón. Lo habían representado con las alas plegadas. Se fijo en sus ojos, y para su sorpresa, resulto que le guiño un ojo. - Seguro que ha sido un reflejo.Pensó. Volvió a fijarse en los ojos del dragón. Nada. Los tenía fijos. Ni guiñaban, ni parpadeaban. Cerca de allí había otra pequeña taberna que estaba abierta. Dirigió sus pasos hacia ella, inquieto ante el extraño efecto del la figura del dragón. Entro en la taberna y se acomodo en una mesa que encontró libre cerca de uno de los ventanales de la taberna. Al poco vino el posadero para tomarle la comanda: - Buenas, señor. ¿Qué va a ser? - Tráigame el plato del día y algo de beber. - Bien. ientras esperaba, Lucas observo, como distraído, a las gentes que habían en ese momento en la taberna. De todas ella, dos, en concreto le
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llamaron la atención. Estaban sentadas en una mesa mas lejana, hacia el fondo, donde había más penumbra y las miradas indiscretas no eran bien venidas. Casualidad o no, aunque un poco lejanos como para percibir bien sus rostros, estaban justo enfrente. Su instinto le decía que aquellas personas no eran como el resto, y sus enseñanzas le recordaban que, quien mora en las penumbras, camina con las sombras. En ese momento llegó el tabernero con su comanda. En silencio puso ante si una generosa ración de ciervo estofado, junto con una jarra de vino y pan. omenzó a comer, sin dar más importancia a aquellos tipos o quienes fueran, y no meterse en asuntos que no le interesaban. Al poco entró un tipo, y se dirigió directamente hacia la mesa de aquellos dos extraños. Como los tenia enfrente, solo podía verle las espaldas al que acababa de entrar, y estas estaban cubiertas por una negra capa tan oscura como la noche. Unos instantes después se levantaron los que estaban sentados y siguiendo al que primeramente entró, salieron los tres de la taberna. Lucas pudo observar, cuando pasaron junto a él, que las armas que se ocultaban debajo de aquellas capas, decía mucho de sus portadores. Bien podían ser mercenarios, como militares, o asesinos a sueldo... Fueran lo que fueran, lo que tenía claro Lucas, era que, aquella gente eran gentes de armas, y que posiblemente sabían utilizarlas con maestría.
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Mientras acababa de comer, repaso mentalmente las instrucciones del Maestro de Alquimia... “- ... Cuando entres en la posada, siéntate en una mesa y espera a que venga el posadero, recuerda, el posadero, si es el mozo o alguna sirvienta, actúa como un cliente más y pregunta si tienen vino de maíz. No es un vino muy corriente por el lugar, pero aún así, siempre tienen algún barril que otro. Si te sirve el posadero, aprovecha la ocasión y contactas, sino, ten paciencia y espera al mejor momento...” e pronto un estruendo de jarras y jarrones de barro al romperse, sobresalto a los presentes en la taberna. Cerca de la entrada, dos parroquianos, se habían enzarzado en una brutal pelea, y las caídas de uno o el otro contra el mobiliario de la posada, al golpearse brutal y mutuamente, causaban gran estruendo y destrozo. El tabernero intervino al momento, intentando someter a los contrincantes con los golpes de un grueso garrote de madera, pero con escasa efectividad. Los contrincantes eran demasiado robustos para la constitución del taber-
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nero, y pronto se vio reducido, con lo que siguieron su pelea particular. Algo oscuro, aparecido de la nada, se interpuso entre ellos. Sonaron unos chasquidos de huesos rotos, dos cuerpos caer pesadamente sobre unas mesas, causando los últimos destrozos, y después, silencio. El personaje que había puesto fin a la trifulca era el que anteriormente había entrado y marchado después, en compañía de los otros dos. No dijo nada, simplemente dejo una talega con monedas encima de la barra y sin más, marcho de lugar, como había venido. Como si solo hubiera sido una aparición. Tras aquello, y terminada la comida, Lucas, dejo pasar el tiempo que restaba, hasta que abrieran las puertas la posada de “La Luna 9
Azul”, meditando de lo acontecido hasta el momento y lo que tenia que hacer.
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tardecía, y el ambiente en la ciudad parecía animarse por momentos. Faltaba poco para que fueran las 8, y Lucas, que había pasado la tarde en la taberna, realizando averiguaciones muy discretas sobre el lugar al que ahora tenia que ir. Hasta el momento había averiguado que la posada en cuestión, era como un club, bastante privado y selecto, donde solo se permitía cierta clientela. La chusma habitual de posadas y tabernas,era ajena a aquellos ambientes. Por regla general no impedían la entrada a la posada, pero se comentaba que la clientela habitual de esa posada no era precisamente de gente de la alta sociedad, entre su clientela habitual también se contaban gentes que estaban fuera de la ley, y que sus cabezas tenían un alto precio de recompensa. Nadie supo decirle si el emblema tallado en madera del dragón pertenecía a alguna orden o era el escudo de alguna familia
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noble. En cuanto a quien regía en realidad esa posada, solo se sabía que tanto el posadero, como doncellas y demás personal de la posada, eran gentes contratadas. Al dueño de todo aquello, en raras ocasiones se le veía por el lugar. Se decía que solía viajar mucho por mar y que era un hombre con una gran fortuna, que nadie sabía en realidad de donde procedía tal fortuna. Algunos lo relacionaban con corsarios y piratas.
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n vista de lo obtenido, Lucas entro en la posada “La Luna Azul”, una hora después de que abriera sus puertas. Se sentó en una mesa que estaba cerca del hogar de la posada. Al poco se le acerco el posadero. Lo miró fijamente antes de preguntarle que iba a tomar: - ¿Qué va a ser? - Preguntó secamente. or un momento la duda apareció. No sabía si quien le servía era el posadero o algún mozo empleado del local. Lo observo a su vez. Pensó que no podía preguntarle estúpidamente si era el posadero o un mozo, así que decidió actuar normalmente, como un cliente más. - Vino de Maíz. El posadero gruño como si fuera un gesto de fastidio y marchó sin decir nada. -”Por lo menos el Maestro me podía haber dicho quien es el posadero de este lugar. Bueno, si me sirve el mismo tipo, es que es seguro que es el posadero...” - Meditaba Lucas durante la espera. Al poco apareció un tipo muy distinto al que le había servido. Este era de más edad, más a c o r d e al perfil de un posadero. - ¡Hola, joven! Veo que tiene buen gusto para pedir vino.- Le saludó
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como si lo conociera de toda la vida. Se sentó junto a él y bajando la voz continuo diciéndole: - Vienes de parte del Maestro, ¿verdad? No digas nada, aquí las paredes tienen oídos. Tú disimula y cuéntame, mientras que nos bebemos este vino de viñas. punto estuvo de hablar, cuando le pregunto por el Maestro, pero las últimas palabras que había dicho en susurros sobre el vino, hizo que inmediatamente desconfiara de aquel personaje.
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