The King / Spanish

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EL REY El Evangelio de Marcos rebobinado Copyright 漏 2009 FL Media Todos los derechos reservados Primera publicaci贸n, 2009 Reimpreso en 2013 Escrito por Rosemary Endacott e ilustrado por Terry Lim Direcci贸n del arte por Atlas Associates Publicado por MediaServe www.mediaserv.org Impreso en China ISBN 978 1 906389 08 6 Spanish


多Otro libro u otro mundo?

El Rey

ELELREY EL REY EL REY EL REY EL REY REY EL REY EL REY EL REY EL REY EL REY EL REY EL REY EL REY EL REY EL REY EL REY


Oye

¿Quieres conocer a un rey? ¿Un rey de verdad? ¿Como ningún otro que hubieras imaginado? Vamos a dar un viaje que iniciará la aventura más grande de tu vida… Comenzó en un pequeño país del Medio Oriente, donde uno de los ejércitos más violentos del mundo gobernaba al pueblo: el ejército romano. Los romanos habían invadido al pequeñísimo Israel. Tenían planes de conquistar al mundo entero, pero lo menos que se imaginaban era que otra persona tenía un plan todavía más grande.

¿Quién?

Dios.

El plan de Dios se escribió en libros antiguos. Dios había escogido el momento y el lugar para que llegara un Rey a la tierra. Y este era el momento preciso e Israel, ese país pequeñito, era el lugar. Bajo la ocupación romana las cosas eran difíciles. Los soldados romanos, que usaban unas armaduras un poco raras, reprimían brutalmente cualquier tipo de oposición. Y si crees que los romanos usaban ropas extrañas, mira a Juan el Bautista. Era un hombre que vivía en el desierto. La gente oyó hablar de él y muchos fueron a ver qué hacía. Era un hombre realmente salvaje. Usaba una ropa loca, hecha de áspero pelo de camello. Y si crees que eso es malo, deja que sepas lo que comía.

¿Qué?

2


Saltamontes y miel.

¡Qué asco! P

ero Juan sabía del plan de Dios. Así que se quedó en el desierto para preparar a la gente.

¿Prepararlas para qué?

Bueno, en el imperio romano había muchos esclavos, gente que básicamente eran prisioneros que tenían que trabajar para sus captores sin que les pagaran nada. Lo que la gente no entendía era que hasta los que creían que eran libres, eran esclavos de algo. Incluso, ahora, nosotros somos esclavos de nosotros mismos si nos perdemos lo que Dios quiere para nosotros. Perder el plan de Dios para nuestras vidas se llama pecado. Dios quiere lo mejor para nosotros porque él nos ama. Juan sabía que Dios tenía un plan especial para ayudar a la gente de su tiempo, y a nosotros, a encontrar el camino correcto para sus vidas. Él iba a mandar a su propio hijo, a Jesús el Salvador, ¡el Rey!

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Juan les dijo que venía alguien especial y que tenían que prepararse. Entonces los zambullía en el río J ­ ordán. Él decía que eso era el bautismo. Ellos entraban sucios y llenos de todas las cosas malas que había en sus vidas y salían limpios, no por el agua, sino por lo que esta simbolizaba, la obra de Dios en sus corazones. La gente venía de todas partes para ver a Juan y escuchar lo que él decía sobre el Rey y el reino. —¡Oigan! ¡Escuchen! ¡Todavía no han visto nada! —les gritaba Juan—. ¡El Rey viene! No me confundan con él. Yo solo soy su mensajero. ¡Yo ni siquiera soy apto para limpiar sus zapatos! Y, entonces, ¡apareció el Rey! Pero nadie lo ­reconoció, excepto Juan el Bautista.

P

orque él no parecía un rey. Parecía un hombre común. Como cualquier otra persona. Y fue a ver a Juan y a pedirle que lo bautizara. ¡Juan se quedó espantado!

¿Por qué?

—Tú eres quien me debe bautizar a mí, y no al revés —le dijo Juan, pero el Rey insistió.

Entonces, ¿qué?

Mientras el Rey entraba en el agua, algo extraño sucedió. El Espíritu de Dios vino sobre él y entonces Dios dijo: “Este es mi hijo. Lo amo y realmente estoy satisfecho con él”. De verdad que Dios es tremendo. No hay nadie como él. Es enorme, de hecho, ¡es infinito! Dios, de alguna manera misteriosa, es tres personas en una: Dios el Padre; Dios el Hijo, que es Jesucristo, (el Rey de esta historia) y el asombroso Espíritu Santo. Todos estaban presentes cuando Jesús se bautizó. En efecto, Dios siempre es tres personas a la vez.

¡Fantástico!

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Después de eso el Rey supo que había llegado el momento de comenzar a hablarles a todos de su reino. Pero antes de hacer eso, las cosas se pusieron difíciles. Aunque él era el Rey, tenía que pasar algunas pruebas.

¿Qué tipos de pruebas?

Pruebas que tú y yo nunca podríamos pasar. Se fue a un lugar solitario donde solo vivían animales salvajes. Ni siquiera llevó algo para comer. Se quedó allí días y días porque Dios sabía que el Rey había llegado. Juan sabía que el Rey había llegado… pero alguien más también lo sabía.

¿Quién? Satanás, el enemigo de Dios. Una vez Satanás fue uno

de los ángeles más brillantes de Dios, esos son los siervos y mensajeros especiales de Dios. Pero Satanás no estaba contento con su papel. Él quería ser tan poderoso como Dios. Se enfrentó a Dios y lo desterraron del cielo junto con sus seguidores.

Dios quiere que todo el mundo sea libre. No solo estoy hablando de ser libres de los romanos, sino algo mucho más profundo que solo el Rey puede arreglar, la esclavitud del pecado. Es por eso que Dios envió a su Hijo Jesús. Su plan era liberar a todo el mundo.

P

ero Satanás odia a Dios y quiere que todos sean esclavos de malos pensamientos, mala conducta, etc. Satanás hasta quería que el Rey fuera esclavo de malos pensamientos. En aquel lugar agreste él tentó al Rey para que se sometiera a sus propias necesidades y deseos en lugar de seguir el plan de Dios. El Rey sabía que la única esperanza de libertad verdadera viene al poner a Dios en primer lugar, luego a las demás personas y uno mismo al final. ¡Era difícil! Pero él venció los desafíos y pasó las pruebas de Satanás.

¿Y ­después qué? 5


S

¡ atanás estaba realmente furioso! Dejó solo al Rey y volvió todo su odio sobre Juan el Bautista, el tipo del desierto.

¿Cómo? Juan había disgustado a uno de los gobernantes, un hombre que se llamaba Herodes Antipas. Este hombre se casó con la esposa de su hermano, algo que estaba prohibido. Juan lo confrontó al respecto y la esposa de Herodes se enojó mucho. Hizo que su hija Salomé bailara una danza muy sensual que le agradaría mucho a Herodes. Ella sabía que él sentía debilidad por las chicas lindas. Después que Salomé bailó en su fiesta, Herodes dijo que le daría cualquier cosa que ella le pidiera, así que la madre de Salomé le dijo que pidiera algo terrible. Que le trajeran la cabeza de Juan el Bautista en un plato.

¿Qué?

¡No! ¿Y Herodes lo hizo?

Herodes se sentía realmente mal. Juan le caía bien a Herodes, quien no había tenido miedo de criticarlo. Juan decía la verdad y Herodes lo sabía. Pero en realidad él no tenía mucha popularidad con la gente y no quería parecer demasiado débil, así que Herodes lo mandó a ejecutar.

¡Ay, no!

6


P

ero lo bueno era que el Rey todavía andaba por ahí y ahora las cosas se estaban caldeando. Un rey necesita seguidores, personas que aprendan sus enseñanzas. Así que Jesús los escogió con cuidado. Mientras caminaba por el mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón y Andrés. Ellos eran pescadores. —¡Vengan conmigo! —les gritó—. ¡Les enseñaré a pescar hombres!

¿Y lo hicieron?

Sí. Dejaron las redes y se fueron con el Rey. Más adelante, por la orilla, el Rey se encontró con otros dos hermanos, Jacobo y Juan. Les gritó lo mismo y ellos dejaron el negocio de la pesca de su padre para unirse al Rey.

¿Entonces qué?

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Un rey tiene un reino. El problema era que la mayoría de las personas actuaba como si fueran los reyes de sus vidas. No se daban cuenta de que en realidad eran esclavos. Por eso Dios mandó a Jesús, para mostrar a la gente qué tipo de reino él tenía para ellos. Y que también podrían ser libres con tan solo servirle a él.

¿Qué quieres decir? Cuando el reino de Dios viene, las cosas cambian. El Rey lo estaba alterando todo a su alrededor. Sanaba a la gente enferma. Las vidas de las personas cambiaban con las palabras de Jesús. Muchas personas no sabían que el Rey había venido. No lo reconocían. Pero sí reconocían el impacto que tenía. Jesús estuvo en un pueblo llamado Capernaúm, y como era judío, guardaba las costumbres judías. Una vez por semana, y en un día especial que ellos llaman el Sabbath o sábado, los judíos van a una sinagoga para aprender sobre las enseñanzas de Dios. Jesús fue y enseñaba a las personas. ¡Él era un maestro increíble! Nunca nadie había oído algo como lo que él decía. Él enseñaba con verdadera autoridad, porque él era el Rey. ¡Él había traído el reino con él! Y esto revolvió a algunos espíritus que afectaban a algunas personas. Mira, la gente común no sabía quién era Jesús, pero esos espíritus malos sí lo sabían. —¿Has venido a destruirnos? —le gritó un espíritu a Jesús—. ¡Yo sé quién eres! ¡Tú eres el Santo que Dios envió!

¡Vaya! ¿Y qué pasó después?

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Sucedió algo extraordinario. El espíritu hizo que al hombre le diera un ataque, y después salió de él, ¡porque el Rey había llegado! El reino de Dios había llegado y el maligno tenía que irse. Jesús no solo era un maestro convincente sino que los espíritus malos no podían enfrentarse a él.

¿Qué más hizo Jesús? Él sanó a la gente. Después de salir de la sinagoga, fue a la casa de sus discípulos Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba enferma, tenía fiebre. Estaba en cama, incapaz de hacer nada, pero cuando Jesús la vio y le tomó la mano, ella se mejoró enseguida. De hecho, se sintió lo suficientemente bien como para cocinar para todos.

La gente supo lo que estaba pasando y al caer el sol ya se había reunido una enorme multitud. Había muchísimos enfermos e incluso algunos que los espíritus malos perturbaron.

¡Increíble!

¿Qué hizo Jesús? 9


L

¡ os sanó a todos! Entonces, al día siguiente, se levantó antes de que saliera el sol y se fue a un lugar tranquilo a orar.

¿Qué quieres decir? Jesús era el Hijo de Dios. Él amaba a su padre y pasaba mucho tiempo a solas, hablando con Dios. A eso le llamamos oración.

No. Tenía que hacer un trabajo, así

¿Jesús se quedó en Capernaúm?

que les dijo a sus seguidores: “Tenemos que ir a otros lugares. Necesito llevar el reino allá también. Fue por eso que vine”. Él viajaba, enseñaba en las sinagogas y sanaba a los enfermos. Una vez, un hombre con lepra se arrodilló frente a Jesús, suplicándole que lo sanara. En aquella época la gente con lepra no podía vivir con la gente sana por el riesgo de que se propagara la enfermedad. Jesús sanó al hombre y le dijo que fuera al sacerdote para que lo examinara y así podría regresar a su comunidad. Pero no debía contarle a nadie por el camino acerca de su sanidad. Sin embargo, el hombre estaba tan emocionado ¡que se lo contaba a todo el que veía! Después de eso, todavía había más personas desesperadas por encontrar a Jesús y cada vez que visitaba una ciudad aparecían enormes multitudes. Así que él trataba de mantenerse alejado de las ciudades, pero de todas maneras las multitudes lo encontraba. Un día, él regresó a Capernaúm y cuando se regó la noticia de que había llegado, la casa en la que se estaba quedando se llenó tanto que no había espacio ni para una persona más. Pero algunos estaban realmente decididos…

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L

legaron cuatro hombres que traían a su amigo paralítico en una camilla. Estaban tan desesperados por conseguir ayuda ¡que hicieron un hueco en el techo de barro y bajaron al enfermo para ponerlo frente a Jesús! —Tus pecados te son perdonados —le dijo Jesús al hombre.

Qué cosa tan rara.

O

tras personas pensaron lo mismo. Algunos maestros de ley religiosa andaban por allí y murmuraban entre ellos: “¡Esto es blasfemia! Solo Dios puede perdonar pecados”. La blasfemia era prácticamente el pecado más grave que un judío podía cometer. Significaba deshonrar el nombre de Dios. Aquellos maestros se sintieron ofendidos porque se dieron cuenta de que Jesús decía tener el poder de Dios.

Jesús escuchó lo que decían y les preguntó: —¿Por qué es una blasfemia? ¿Qué es más fácil decir “tus pecados te son perdonados” o “levántate y anda”? Les demostraré que tengo autoridad en la tierra para perdonar pecados. Entonces se volvió al enfermo y le dijo: —Levántate. Vete a casa. Estás sano. El hombre se levantó, se abrió paso entre la multitud y se fue.

¡Caramba! ¡Apuesto a que nunca había visto nada igual! 11


Exactamente. Pero Jesús estaba provocando más problemas con estos tipos religiosos. Un día conoció a un recaudador de impuestos llamado Mateo. —Ven con nosotros —le sugirió Jesús. Mateo lo hizo y esa noche celebró una cena para Jesús y sus otros amigos. Bueno, allí

¿Cómo eso molestó a los religiosos?

también estaban otros. Algunos eran recaudadores de impuestos. Otros tenían una reputación muy mala. Mira, había gente de todo tipo que quería estar alrededor de Jesús. El reino de Dios es para todos, no solo para gente especial o para gente que parece muy buena. Los fariseos estaban horrorizados. —¿Por qué Jesús come con tal escoria? —decían ellos. Cuando Jesús escuchó eso, respondió: —La gente sana no necesita médico, son los enfermos los que lo necesitan. Por eso he venido, para ayudar a los pecadores, no a los que creen que ya son suficientemente buenos.

¿Qué cosa es un fariseo?

Un fariseo seguía un grupo de reglas religiosas. A la gente religiosa le encantan las reglas. Pero Jesús sabía que es más fácil seguir las reglas que tener que amar a Dios y honrarlos con todo tu corazón. Esto era un reto para los fariseos. Ellos decían ser limpios y santos, pero se negaban a vivir según las normas de Dios.

¿Qué quieres decir? 12


Estos hombres tenían reglas que gobernaban lo que comían y lo que tomaban. No les gustaba el hecho de que los seguidores de Jesús no cumplieran esas reglas. Jesús podía ver la ira en sus palabras y sus críticas y también veía en sus corazones.

Robo

—¡Hipócritas! —les decía—. Su adoración es una farsa. Ustedes reemplazan los mandamientos de Dios con sus propias enseñanzas. Obedecen sus propias reglas en lugar de las leyes de Dios. Ignoran a sus padres necesitados y dicen que no pueden ayudarlos porque le han dado el dinero a Dios. ¡Eso es absurdo!

Calumnia

¡Qué palabras tan duras! ¿Cómo le cayó eso a la multitud?

Asesinato

Escucharon atentamente. —En el reino de Dios —explicó Jesús— lo que cuenta no es tanto lo que uno come ni lo que toma. Es lo que uno dice y hace. Él les dijo a sus amigos: —Lo que lo ensucia a uno son los pensamientos. Ahí es donde empieza el pecado sexual, los robos, los asesinatos, la maldad, la avaricia, la envidia, los chismes crueles, el orgullo y la insensatez. Esto está dentro de ustedes, no afuera.

Orgullo

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Jesús era el rey y estaba enseñándole a la gente cómo vivir en su reino. La única manera en que puedes tener un corazón limpio y una vida limpia es a través de Jesús, Él vino para hacerte aceptable delante de Dios. No puedes hacerlo por tu cuenta, siguiendo una serie de reglas, es solo a través de él. Los fariseos y los demás religiosos no quería oír esto y constantemente armaban un alboroto criticando lo que Jesús hacía.

¿Qué quieres decir?

L

a ley de ellos decía que uno tiene que descansar el sábado. Eso significaba no trabajar, y los fariseos tenían una definición muy amplia de lo que era el trabajo. Un sábado Jesús estaba en la sinagoga y vio a un hombre que tenía una mano deforme. Jesús sabía que aquellos fariseos lo observaban para ver qué haría, así que les viró la tortilla. Él los llamó y les preguntó: —¿El sábado es un día para hacer cosas buenas o cosas malas? Nadie se atrevió a responder. Entonces él le dijo al hombre que extendiera su mano e inmediatamente quedó sana.

¡Maravilloso!

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Sí, pero los fariseos estaban tan molestos que se fueron a hacer un complot con otros para deshacerse de Jesús. Él los estaba irritaba. Enormes multitudes le seguían a todas partes, la gente venía de todo el país para verlo. El Rey había traído su reino y con este venían las sanidades y milagros. La libertad; no un grupo de reglas religiosas. Hasta a la propia familia de Jesús le resultaba difícil entender lo que estaba pasando. A estas alturas, aunque había mucha gente que le seguía, Jesús había escogido a doce hombres para que fueran sus compañeros permanentes. Él les enseñaba cuidadosamente, les mostraba cómo vivir en el reino y hacer la obra del reino. Él les dio su autoridad. A menudo se les llama “discípulos” que quiere decir, alumnos.

¿Y quiénes eran?

Esta es la lista: Simón (aunque Jesús le puso un nombre nuevo: Pedro), Mateo Tomás Juan , Santiago Jacobo Andrés Tadeo Judas Felipe Bartolomé Simó n el zelote

Entonces, ¿qué aprendieron estos discípulos?

y Judas Iscariote, quien r­ esultó ser un traidor, como veremos después.

El Rey trajo enseñanza así como sanidad. Él usaba historias para que las cosas fueran más fáciles de entender. Esta es una de ellas: Un campesino salió a sembrar semillas. Mientras las regaba por la tierra, algunas cayeron en el camino y los pájaros vinieron y se las comieron. Algunas cayeron en una tierra poco profunda que tenía rocas debajo. La planta comenzó a crecer pero se marchitó con el sol porque las raíces no tenían alimento en un terreno tan poco profundo. Algunas semillas cayeron entre espinas y malas hierbas que ahogaron la planta y esta no produjo frutos. Pero algunas semillas cayeron en tierra buena y fértil y produjeron una gran cosecha, ¡hasta cien veces más de lo que se había sembrado!

¿Qué significa esto? 15


Jesús habló con sus discípulos sobre la historia cuando estuvo solo con ellos. Él les explicó:

“El campesino es el que lleva el mensaje de Dios a la gente. La semilla que cae en el camino representa a aquellos que escuchan el mensaje, pero Satanás viene de una vez y se los arrebata. El terreno rocoso representa a aquellos que escuchan la palabra y felizmente la reciben, pero su comprensión no se profundiza mucho y cuando surgen los problemas, se marchitan porque realmente no creen. El terreno con espinas representa a aquellos que escuchan y aceptan el mensaje pero que permiten que las preocupaciones de la vida y la necesidad de posesiones materiales se apoderen de ellos. Nunca dan frutos. Pero la semilla que cae en buena tierra representa a aquellos que escuchan y aceptan el mensaje de Dios y, por tanto, producen una enorme cosecha.” Jesús continuó describiendo que el reino es como una pequeña semilla de mostaza.

Una pequeña semilla de mostaza.

¡Tan chiquito!

Sí, pero crece ¡y se convierte en una planta enorme! Es tan grande que los pájaros se refugian en ella y hacen nidos en sus ramas. Lo mismo sucede con la fe. Y los discípulos del Rey tuvieron la oportunidad de averiguar esto por sí mismos de manera muy práctica.

Una noche, Jesús les dijo que subieran a un bote y cruzaran al otro lado del lago. Todavía había grandes multitudes por allí así que quizá necesitaba algún tiempo para estar solo. Debe haber estado cansado porque se quedó dormido en el bote.

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¿Qué pasó?


N

o habían avanzado mucho cuando comenzó una terrible tormenta. Enormes olas golpeaban los lados del bote y lo llenaban de agua. Jesús dormía en medio de todo. Los discípulos, gritando aterrorizados, lo despertaron: —Maestro, ¿no te das cuenta de lo que está pasando? ¡Nos vamos a ahogar! Jesús se despertó, se volvió hacia el agua y el viento y gritó: —¡Cálmense! De repente, el viento se detuvo y todo volvió a la calma.

¡Tremendo!

—¿Por qué tienen tanto miedo? —les preguntó—. ¿No tienen fe en mí? —¿Quién es este hombre? —se preguntaban ellos—. ¡Hasta el viento y las olas lo obedecen! Jesús les estaba enseñando que no se preocuparan por nada sino que tuvieran fe en Dios. Uno no puede lograr la fe por sí mismo. Pero la palabra de Dios es como una semilla, ¡tiene el poder de producir la fe! Los milagros suceden cuando uno pone la fe en acción. Jairo fue alguien que aprendió esto.

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¿Quién?

Jairo. Era un hombre importante. El líder de una sinagoga. Su hijita se estaba muriendo, pero él sabía que Jesús podía sanarla. —Está a punto de morir —le dijo a Jesús—. Por favor, ven y pon tus manos sobre ella para que viva.

¿Lo hizo? Sí. Jesús fue con Jairo, y las multitudes los seguían de cerca. En la multitud había una mujer que llevaba doce años muy enferma, sangraba constantemente. Desesperada por encontrar la cura, había gastado todo su dinero en médicos, pero nada funcionaba. No le quedaba ninguna esperanza fuera de Jesús, así que se abrió paso entre la multitud hasta que estuvo realmente cerca de él y tocó el borde de su manto. Ella pensaba: “Si tan solo pudiera tocar su ropa, sanaré”.

¡Sí! Cuando ella tocó la túnica de Jesús, ¡dejó de sangrar y ella supo que estaba sana! Inmediatamente, Jesús se dio cuenta que de él había salido poder sanador. Se dio vuelta y preguntó: —¡Quién tocó mis ropas! —Con una multitud tan grande, ¿cómo podemos saber quién te tocó? —contestaron los discípulos. Jesús se quedó tranquilo y la pobre mujer sintió tanto miedo que cayó temblando a los pies de Jesús y le contó lo que había hecho. —Hija, tu fe te ha sanado —le dijo él—. Ve en paz.

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¡Eso sí que es fe!


Mientras esto sucedía, llegaron mensajeros de la casa de Jairo para decir que su hija había muerto. Jesús le dijo a Jairo que siguiera confiando en él a pesar de esto. Entonces impidió a la multitud que continuara siguiéndole, excepto a Pedro, a Jacobo y a Juan.

Cuando llegaron a la casa de Jairo, todo el mundo estaba llorando y gimiendo. Jesús lo ignoró todo y entró. —¿Qué está pasando? —preguntó—. La niña no está muerta, solo está dormida. La gente se rió de él, así que los sacó de la casa. Entonces llevó al cuarto de la niña al padre, a la madre de la niña y a los tres discípulos. Tomó la mano de ella y dijo: “¡Niña, levántate!” ¡Y enseguida ella se levantó y caminó! Sus padres se quedaron atónitos. Jesús les dijo que no le contaran a nadie lo que había sucedido y que le dieran algo de comer.

¿Quieres decir que estaba muerta pero que Jesús le devolvió la vida?

Sí.

¡Caramba! ¡Qué clase de milagro! 19


Sí. Es parte del reino. El temor es lo contrario de la fe y puede impedir que los milagros ocurran en tu vida. Cada vez que empieces a sentir miedo, ¡pon tu confianza en el Rey!

Entonces, ¿en esta vida del reino necesitas la fe? Sí, ni siquiera Jesús hacía muchos milagros cuando se enfrentaba a una atmósfera de incredulidad.

¿Qué quieres decir?

Después del milagro de la hija de Jairo, Jesús regresó a Nazaret, su ciudad natal. El sábado siguiente comenzó a enseñar en la sinagoga local, pero muchos de los que lo escuchaban no podían entender. —¿De dónde sacó toda esta sabiduría y poder para hacer milagros? —preguntaban—. Él solo es un carpintero, el hijo de José y María. Sus hermanos y hermanas viven aquí mismo. Ellos se negaban a creer en él.

Él dijo: —Un profeta recibe honra en cualquier lugar menos en su propia ciudad y entre su familia. Y por la incredulidad de ellos, no pudo hacer ningún milagro allí, aparte de unas pocas sanidades. Jesús siguió y envió a sus discípulos bajo su autoridad. Recibieron instrucciones de no llevar nada con ellos, ni siquiera un abrigo extra. —Si no los reciben en algún lugar, no se preocupen —les dijo Jesús—. Sacúdanse el polvo de los pies al salir y sigan. Abandónenla a su suerte.

¿Qué hizo Jesús?

¿Qué pasó después? Oye, eso es serio.


¿Qué hicieron los discípulos?

Sí, el reino es cosa seria. Dieron el mensaje del reino, le hablaban a la gente de que se volvieran de sus pecados y que sanaran a los enfermos y echaran fuera a los espíritus malignos. Después, Jesús dijo a todos los creyentes que hicieron esto.

Pero eso tendrá que esperar,

¡De veras!

porque pasaron muchas otras cosas y la historia tiene un final inesperado. Sigamos… Cuando los discípulos regresaron de sus viajes, Jesús se los llevó en un bote, para descansar. Pero, no obstante, la multitud seguía llegando. Mucha gente había oído que Jesús y los discípulos estaban por allí, así que corrieron a la orilla a encontrarse con ellos justo cuando llegaban a tierra. Estaban perdidos, como las ovejas que no tienen pastor, y Jesús se dio cuenta de esto y sintió compasión por ellos. Él siguió enseñándoles acerca del reino.

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Entonces, por la tarde, los discípulos dijeron: —Se hace tarde. ¿Por qué no despides a la gente para que vayan al pueblo y busquen algo de comer? —Mejor denles ustedes de comer —contestó Jesús.

¿Cómo?

Eso mismo dijeron los discípulos: —¡Haría falta muchísimo dinero para darle de comer a toda esta gente!

—¿Cuánta comida tienen ustedes? —les preguntó Jesús—. Vayan y averigüen. Cuando regresaron, le dijeron: —Solo tenemos cinco barras de pan y dos pescados.

¿Qué pasó?

Jesús mandó a todo el mundo a sentarse en grupos de cincuenta o de cien. Tomó la poca comida que tenían y alabó a Dios, le dio gracias por proporcionar la comida. Entonces partió las barras de pan en pedazos y le dio la comida a los discípulos para distribuirla a las personas.

Pero no había suficiente.

¡Ah, sí, sí que había! Todos comieron lo que quisieron y luego recogieron doce canastas con comida que sobró. Tuvieron más que suficiente. Esa es otra parte de la vida del reino. Cuando uno confía a Dios cualquier cosa que tiene, él te bendice y satisface todas tus necesidades. Nada es imposible para Dios. Él es el Creador del cielo y de la tierra. Él no está limitado por las leyes de la naturaleza.

¡Extraordinario!

Déjame darte otro ejemplo. Justo después de esto, Jesús les dijo a sus discípulos que navegaran por el lago mientras él enviaba la gente a casa. Entonces subió a un monte a orar.

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Durante las primeras horas de la mañana, los discípulos tuvieron problemas. Problemas serios porque remaban con fuerza contra el viento y las olas. Jesús los vio y vino a ellos.

¿Qué quieres decir?

Quiero decir que caminó por el agua.

¡Imposible! L

os discípulos lo vieron caminando y gritaron, pensando que él era un fantasma. —¡Anímense! ¡Estoy aquí! —les dijo—. No tengan miedo

¿Y le creyeron? 23


Pedro decidió que quería pruebas. Le dijo a Jesús que si realmente era él, ¡entonces él también quería caminar por el agua! —Ven —le dijo Jesús. Así que Pedro caminó hacia Jesús ¡por encima de las olas!

¡Vaya! Da miedo.

Esto fue lo que pensó Pedro, luego de mirar alrededor y darse cuenta de cuán altas estaban las olas. En cuanto dejó de confiar en Jesús, comenzó a hundirse. Jesús extendió su mano y lo agarró mientras lo regañaba por su falta de fe.

A estas alturas, la gente de todas partes se preguntaba quién realmente era este Jesús. Dondequiera que él iba, la gente se sanaba. Los sordomudos, los ciegos, los paralíticos. No había enfermedad ni dolencia que él no pudiera curar. Un día, Jesús le preguntó a sus discípulos: —¿Quién dice la gente que soy yo? —Algunos dicen que eres Juan el Bautista, que regresó de los muertos; otros dicen que eres Elías o alguno de los profetas —contestaron ellos. —¿Quién creen ustedes que soy yo? —les preguntó él. —Tú eres el Mesías —dijo Pedro rápidamente.

¿Qué quiere decir eso? Significa “el ungido”. En la primera parte de la Biblia, hay una colección de libros que se llama el Antiguo Testamento, Dios prometió enviar a un salvador, alguien que arreglaría las cosas entre Dios y el hombre.

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¿El Rey?


Sí, pero algunos le llamaban el Mesías, es la misma persona. Pedro se había dado cuenta de quién era Jesús y Jesús le dijo que no se lo dijera nadie.

Jesús sabía que pasarían cosas terribles y

¿Por qué?

que sería rechazado por los líderes religiosos, los sacerdotes, mucha gente en realidad.

Pero él hizo tantas cosas buenas.

Sin dudas, pero ¿recuerdas el plan de Dios? Su plan significaba libertad y para eso había que pagar un precio. Jesús lo sabía. A fin de cuentas él era el Rey. Les dijo a los discípulos que lo matarían, pero ¡después de tres días regresaría a la vida!

¿Qué? ¡Eso es una locura!

P

¡No!

edro también lo creía así. Él se llevó a Jesús aparte y le dijo que no debía hablar así.

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Pero Jesús sabía por qué había venido y se volvió a Pedro y le dijo: —Estás viendo las cosas desde el punto de vista humano, no desde la perspectiva de Dios. Entonces llamó a los otros y les dijo: —Si ustedes quieren ser mis seguidores, deben olvidar sus ambiciones egoístas y seguirme de cerca. Es más, si tratan de cuidar su vida, la perderán. Pero si la rinden por amor a mí y al reino, encontrarán verdadera vida. Entonces él preguntó: —¿De qué les vale ganar al mundo entero pero perderse ustedes mismos en el proceso? ¿Habrá algo que valga más que su propia alma? Si alguien se avergüenza de mí, entonces cuando yo regrese con la gloria de mi Padre y sus ángeles, ¡yo me avergonzaré de él!

Esto está duro, pero supongo que es verdad. Sí, seguir a Jesús lo implica todo, pero es la única manera en que encontrarás la verdadera vida. Como una semana después, Jesús llevó a Pedro, a Jacobo y a Juan a la cima de una montaña. Ellos estaban solos y sucedió algo increíble. Cuando estaban allí, la apariencia de Jesús cambió. Sus ropas se volvieron de un blanco resplandeciente, mucho más blanco de lo que puedas imaginar. Entonces aparecieron dos hombres, Elías y Moisés.

¿Quiénes? 26


Se mencionan en el Antiguo Testamento, y fueron hombres que realmente conocían a Dios. Bueno, Pedro no sabía qué decir pero sintió que tenía que decir algo, así que dijo: —¡Esto es maravilloso! Haremos tres refugios para ustedes aquí mismo. Pero hablaba tonterías.

¿Cosas religiosas?

E

xacto. Cuando uno se encuentra con el Rey y su reino, las palabras sencillamente no son suficientes.

¿Qué sucedió después? ¿Recuerdas cuando Jesús fue bautizado?

Sí, Algo similar. Una voz dijo: —Este es mi hijo amado. Escúchenlo.

¡Tremendo! Entonces ellos miraron a su alrededor y los otros hombres se habían ido, solo Jesús estaba ahí. Cuando comenzaron a descender del monte, Jesús les dijo que no le contaran a nadie lo que habían visto hasta que él hubiera resucitado,

¿Qué quiso decir?

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Ellos también se quedaron extrañados con eso. Pero no tenían tiempo de pensar mucho al respecto porque cuando llegaron al pie de la montaña, había algo más con lo que tenían que tratar.

Había una enorme multitud, como siempre,

¿Qué?

pero esta vez los demás discípulos discutían con los maestros de la ley religiosa. —¿Qué pasa? —gritó Jesús. Alguien exclamó: —Yo quiero que sanes a mi hijo. No puede hablar porque está poseído por un espíritu maligno que no lo deja hablar. Cada vez que el espíritu se apodera de él, lo tira al suelo y le hace echar espuma por la boca, aprieta los dientes y se pone rígido. Les pedí a tus discípulos que echaran fuera al espíritu maligno pero no pudieron hacerlo. —¡Gente incrédula! —dijo Jesús—. ¿Qué hace falta para que crean? Tráiganme al muchacho. Y así lo hicieron. Y enseguida que el espíritu maligno vio a Jesús, hizo que al muchacho le diera un ataque violento. —¿Qué tiempo hace que esto sucede? —le preguntó Jesús al padre. —Desde que era muy pequeño —contestó—. Por favor, haz algo si puedes. —¿Cómo que si puedo? —preguntó Jesús—. Todo es posible si una persona cree. —Yo creo —contestó el padre—, ¡pero ayúdame a no dudar! Jesús reprendió al espíritu y este gritó e hizo que el muchacho tuviera otro ataque y luego se fue. El muchacho quedó inmóvil en el suelo. Algunos pensaron que estaba muerto, pero Jesús lo tomó de la mano y él se levantó, ¡sano!

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—¿Por qué nosotros no pudimos echar fuera el espíritu maligno? —le preguntaron después los discípulos a Jesús. —Ese tipo solo sale con oración y ayuno —les contestó Jesús. Ellos siguieron viajando por la región y todo el tiempo Jesús trataba de evitar las multitudes y de pasar tiempo con sus discípulos.

¿Por qué?

Porque él sabía lo que tenía que enfrentar.

Pero él era el Rey, él ya había pasado todas las pruebas. No, había una prueba final que era tan difícil que nadie podía hacer al menos que hubiera sido enviado por el mismo Dios. Jesús trató de explicarles esto a los discípulos. Él les dijo: “Seré traicionado. Me matarán, pero tres días después resucitaré de los muertos.

No entiendo.

Ni ellos tampoco entendían. Y no les gustaba preguntarle lo que quería decir. De alguna manera eso hizo que comenzaran a discutir entre ellos. De camino a la casa donde se estaban quedando, discutían cuál sería el más grande en el reino. Jesús les preguntó de qué hablaban pero a ellos les daba vergüenza decirlo. Así que él se sentó y los llamó. —Escuchen —les dijo—, cualquiera que quiera ser el primero debe ocupar el último lugar. Debe ser el siervo de todos.

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Entonces trajo a un niño pequeño para que se parara cerca de él. Tomó al niño en sus brazos y le explicó: —Cualquiera que recibe a este niño en mi nombre, a mí me recibe, y recibe a mi Padre que me envió. Tienen que ser como un niño para entrar al reino. Jesús continuó: —Si alguien hace que uno de estos pequeños tropiece, ¡mejor le sería que lo tiraran al mar con una piedra muy pesada alrededor del cuello!

¿Qué quiso decir? Jesús estaba describiendo de una manera dramática la gravedad del pecado. Uno tiene que atacar y erradicar los problemas de la vida que le impiden entrar al reino de Dios. Él les dijo a los discípulos que tenían que ser como la sal.

¿Por qué la sal? L

a sal se usaba para conservar los alimentos así como para darles sabor. Si la sal pierde su sabor, ¿qué harás para que vuelva a ser salada?

Está bien. Entonces, si vives en el Reino eres como la sal, que impide que el mundo se pudra por completo. 30


Sí. Jesús les dijo a los discípulos cómo vivir para ayudar a otros y guiarlos al reino. Ya que él era el Rey, sabía lo que pasaría. Habló de la destrucción del templo, el edificio más espléndido de Israel, donde los judíos realizaban sus ceremonias religiosas más importantes. Jesús les dijo que habría guerras y rumores de guerras. Dijo que habría falsos Mesías, falsos reyes, que desviarían a muchos. Que habría terremotos y hambrunas y ese sería un tiempo que debían vigilar atentamente. —Esto solo será el principio —dijo él—. ¡Tengan cuidado! Los arrestarán y los acusarán de ser mis seguidores, pero esa será la oportunidad que ustedes tendrán de hablarles de mí. Cuando tengan que enfrentar juicios, no se preocupen de lo que van a decir. Solo digan las palabras que Dios les dé. Los tiempos serán terribles. Hasta los familiares se traicionarán unos a otros. Todos los odiarán porque ustedes me pertenecen, pero los que resistan hasta el final serán salvos. Jesús les hizo todavía más advertencias, que debes revisar por ti mismo.

¿Dónde debo buscar? En la Biblia. Ese libro es un manual para la vida en el reino. ¡Consíguete una pronto!

¿Qué más dijo Jesús sobre el futuro? 31


Jesús les advirtió que al final, cuando los días terribles estuvieran llegando, el sol se oscurecerá y todo se conmoverá. Entonces aparecerá el Rey con gran poder y gloria para reunir a sus escogidos desde los lugares más remotos de la tierra.

¿Cuándo ocurrirá esto?

Jesús les dijo que nadie sabe el día ni la hora, excepto Dios el Padre. Así que es importante estar alerta y mantenerse cerca de él. Entretanto, Jesús sabía lo que estaba a punto de sucederle. Casi había llegado el tiempo para la celebración de la Pascua.

¿Qué cosa es la Pascua?

Es la época en la que los judíos recuerdan cómo, mucho tiempo antes, Dios los había librado de los egipcios y de las terribles plagas que afectaron al pueblo egipcio. Ellos habían sido esclavos en Egipto y Dios los había liberado. Sacrificaban un cordero como parte de su celebración. Durante ese tiempo, los líderes religiosos y los sacerdotes se habían unido y buscaban una oportunidad para capturar a Jesús y deshacerse de él.

32


¿Quieres decir que lo estaban persiguiendo? ¿Dónde estaba Jesús cuando todo esto estaba pasando?

¡Qué desperdicio!

Sí, pero sabían que no podían hacer nada durante la Pascua o habría una revuelta.

É

l se estaba quedando en una casa en Betania, un pueblito cerca de Jerusalén. Una noche, a la hora de la cena, vino una mujer con un frasco de un perfume caro. Se acercó a Jesús y lo derramó sobre su cabeza.

Eso fue lo que dijeron algunos. Era un perfume realmente caro. Hasta sugirieron que ella debió haberlo vendido y dar el dinero a los pobres, pero Jesús pensaba diferente: —Déjenla tranquila —les dijo—. ¿Por qué regañarla por hacer esto? Siempre tendrán a los pobres con ustedes, pero yo no puedo estar con ustedes para siempre.

¿Qué quiso decir? Él siguió diciendo: —Ella ha ungido mi cuerpo para la sepultura. En los próximos años se hablará de lo que hizo esta mujer.

¿Todavía él estaba convencido de que moriría? 33


Sí, y las cosas ya estaban pasando. Judas, uno de los discípulos de Jesús, ya se había reunido con los jefes de los sacerdotes. Le habían ofrecido una recompensa por traicionar a Jesús.

Sí. Jesús y sus discípulos se

¿Uno de los discípulos? ¡No!

estaban preparando para la cena de la Pascua. Él primero envió a dos de ellos a Jerusalén. —Cuando entren en la ciudad se encontrarán con un hombre que lleva una jarra con agua —les dijo—. Él los saludará. Síganlo y cuando entre a una casa díganle: “¿Dónde está la habitación de huéspedes donde el Maestro puede comer la Pascua con sus discípulos?” Él los llevará a una habitación en el piso de arriba, donde todo estará listo. Vayan y preparen nuestra cena allí. Y así mismo sucedió.

Jesús y sus discípulos celebraron

¡Eso es increíble!

la Pascua y durante la comida Jesús les dijo que uno de ellos lo traicionaría.

¿Quieres decir que él sabía lo que iba a pasar?

¡Sí!

¿Pero por qué no lo impidió? Todo era parte del plan de libertad de Dios, ¿recuerdas? Jesús había venido para cumplir con el propósito de Dios.

34

¿Esta era la prueba final?


Sí, y todo ocurrió según el plan. Mientras comían, Jesús tomó el pan y después de darle gracias a Dios, partió el pan y dijo: “Este es mi cuerpo”. Luego sirvió el vino y dijo: “Esta es mi sangre, derramada por muchos, que sella el pacto entre Dios y su pueblo”.

¡Qué raro! Supongo que los discípulos también pensaron eso, pero nadie dijo nada. Solo después comprendieron realmente lo que estaba pasando. Jesús comenzó a hablar sobre lo que sucedería esa noche. —Todos ustedes me abandonarán —anunció. —Aunque todos te abandonen, yo nunca te dejaré —respondió Pedro.

—Lo harás —le dijo Jesús—. Lo harás. Esta noche, antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres veces.

—¡Nunca! —gritó Pedro y los demás estuvieron de acuerdo. Fueron a una arboleda de olivos que se llamaba Getsemaní. Jesús les pidió que se sentaran allí mientras él iba a orar. Se llevó a Pedro, a Jacobo y a Juan.

¿Fueron los mismos que llevó con él antes cuando resucitó a la niña muerta?

35


Sí, y realmente debe haber confiado en ellos porque les dijo cuán turbado estaba. Les pidió que se quedaran y vigilaran con él. Entonces se tiró en el suelo y comenzó a orar, pidiéndole a Dios que si era posible, se evitara la terrible noche que le esperaba. Sin embargo, él sabía que tenía que someterse a la voluntad de Dios. —Quiero tu voluntad, no la mía —exclamó.

¿Quieres decir que él sabía lo terrible que era la prueba final, que sabía que iba a morir?

¡Sí!

¡Qué horrible! ¿Qué hicieron sus amigos? Nada. Estaban dormidos mientras Jesús oraba y clamaba a su Padre.

Cuando él se levantó,

¿Qué?

ellos estaban profundamente dormidos. —¿No pudieron quedarse despiertos y estar conmigo durante una hora? —les dijo. Entonces regresó y siguió orando. De nuevo ellos se quedaron dormidos. Por fin, la tercera vez, Jesús los volvió a encontrar dormidos. —¿Todavía descansando? —dijo—. ¡Es suficiente! ¡Llegó la hora! Estoy a punto de ser traicionado.

36

¿Entonces qué pasó?


Mientras decía eso, apareció Judas en la oscuridad con una turba armada con palos y espadas. Judas ya les había dicho que sabrían a quién arrestar porque él lo saludaría con un beso. Judas fue hasta Jesús y lo besó, que era el saludo acostumbrado en esa época. Enseguida los soldados atacaron. Pedro actuó rápidamente. Sacó una espada ¡y le arrancó la oreja al siervo del Sumo Sacerdote!

—¡Detente! —le gritó Jesús—. ¿Acaso soy un criminal para que vengan armados así a arrestarme? Todos los días he enseñado en el templo. ¿Por qué no me arrestaron allí? Pero esto está pasando para cumplir lo que dicen las Escrituras que pasaría.

¿Qué son las Escrituras? Son los libros antiguos que tenemos en la Biblia. Todo lo que le pasó a Jesús estaba predicho ahí.

¡Increíble! 37


Tal y como Jesús lo dijo, todos sus discípulos huyeron y lo dejaron solo. Lo llevaron a casa del Sumo Sacerdote donde todos sus enemigos se habían reunido para testificar en su contra y hacer que lo mataran. Mientras tanto, Pedro había regresado y los seguía. Observaba desde la distancia. Se hacían todo tipo de acusaciones contra Jesús, pero ninguna tenía sentido. De hecho, se contradecían entre sí. El Sumo Sacerdote estaba fuera de quicio. —Bueno, ¿no vas a decir nada? —le gritó a Jesús. Pero Jesús permaneció callado. —¿Eres el Mesías, el Hijo de Dios? —le preguntó entonces el Sumo Sacerdote. —Lo soy —le dijo Jesús—. ¡Y me verán sentado a la diestra de Dios en el lugar de poder y regresando desde el cielo entre nubes!

¡Vaya!

El Sumo Sacerdote no estaba de acuerdo. Se enojó tanto que rasgó sus ropas. —¿Qué esperamos? Esto es una blasfemia —gritó el Sumo Sacerdote. Y condenó a Jesús a muerte. Ellos escupieron y golpearon a Jesús, pero aún así él no respondía. Le vendaron los ojos y comenzaron a torturarlo mientras se reían.

38


Durante todo ese tiempo, Pedro estaba en el patio de abajo. Lo había oído todo. Una de las sirvientas del Sumo Sacerdote vio que estaba allí y le preguntó quién era. Ella lo miró de cerca. —Yo te conozco, tú eres uno de esos hombres que sigue a Jesús.

—No sé de qué estás hablando —contestó Pedro. Un gallo cantó mientras él se iba rápidamente. La muchacha lo siguió y de nuevo Pedro negó conocer a Jesús. Entonces, algunos se acercaron y dijeron: —Tú debes ser uno de esos tipos de Galilea. —Les juro que no sé de qué hablan —dijo Pedro. Justo en ese momento el gallo cantó por segunda vez y él, recordando las palabras de Jesús, comenzó a llorar.

Eso fue lo que dijo Jesús que pasaría.

Pero ¿por qué no lo impidió? ¡Iba a morir sin razón alguna! 39


¿Recuerdas el plan de Dios? ¿Traer libertad a todos y traer el reino a la tierra? Jesús tenía que acabar con esto. Era la única manera de pagar por el pecado. Verás. Al día siguiente llevaron a Jesús al gobernador romano, un hombre que se llamaba Pilato. —¿Eres tú el rey de los judíos? — le preguntó. —Sí —contestó Jesús. Entonces los líderes religiosos se volvieron locos y lo acusaban de muchas cosas.

¿Qué dijo Jesús? Nada.

¿Qué?

40


N

o dijo nada, y Pilato también estaba sorprendido. De hecho, le pidió a Jesús que se defendiera, pero Jesús seguía callado. Ahora bien, como era la Pascua, tenían la costumbre de que Pilato soltara a un prisionero, cualquier que la gente pidiera.

¡Perfecto! Supongo que la multitud pidió que liberaran a Jesús.

N

¡ o! Los líderes religiosos alborotaron a la multitud y pidieran la libertad de un asesino convicto que se llamaba Barrabás.

P

ilato pensaba igual. Les dio otra oportunidad y preguntó a las multitudes qué querían hacer con Jesús.

¿Qué? ¡Eso es una locura!

¿Y…? Ellos gritaron: “¡Crucifícalo!”

¿Qué quiere decir eso?

¡Qué terrible! L

a crucifixión era una forma terrible de ejecución que inventaron los romanos. Ellos clavaban las manos y los pies de una persona a una cruz de madera. La víctima no podía respirar mientras colgaba de allí, así que tenía que empujarse hacía arriba para respirar. Con el tiempo se debilitaba mucho para poder hacer esto y se moría ahogado. Era una forma terrible de morir. Pilato preguntó qué crimen había cometido Jesús pero su pregunta quedó ahogada por los gritos airados. Así que no tenía opción, tenía que complacer al pueblo. Liberaron a Barrabás y torturaron a Jesús con un látigo que tenía plomo en la punta, y luego lo entregaron para crucificarlo.

Se pone peor. Jesús sufrió terriblemente incluso antes de ser crucificado. Los soldados se burlaron de él, le pusieron la túnica púrpura de un rey, Luego le encajaron una dolorosa corona de espinas en la cabeza y burlonamente lo saludaban como si fuera un rey. Eso fue así durante horas. Lo golpeaban, lo escupían y luego lo llevaron para ser crucificado.


¿Él pasó por todo eso? ¡No puedo creer que este fuera el gran plan para la libertad!

Sí lo era, y todavía lo es. Ellos llevaron a Jesús a una colina que se llamaba El Gólgota, que quiere decir “lugar de la calavera” y para aliviar el dolor le ofrecieron vino adulterado con mirra, pero Jesús se negó a tomarlo. Luego lo clavaron en la cruz a las nueve de la mañana. Pusieron un cartel sobre su cabeza que decía: “El Rey de los judíos”. La gente pasaba, se reía y decían: “Demuestra que eres el Rey, ¡bájate de la cruz!” Había dos criminales a cada lado de Jesús a quienes estaban crucificando ese día y hasta ellos se burlaban.

¡Imposible! ¿Este es el final? 42


N

¡ o! De repente, al mediodía, todo se puso negro. El lugar se quedó muy oscuro. Entonces Jesús exclamó: —¡Dios mío! ¡Dios mío!, ¿por qué me has dejado solo? Luego respiró por última vez y murió. En ese mismo instante, sucedió algo raro.

¿Qué?

43


En el templo había una cortina muy gruesa que separaba el lugar Santísimo del resto del templo. El Sumo Sacerdote era el único que podía entrar a este lugar santo una vez al año. Cuando Jesús murió, ¡la cortina se rajó de arriba abajo!

¡Vaya! ¡Todo el mundo podía entrar!

Sí, a través de la muerte de Jesús todo el mundo podía llegar directamente a Dios, sin necesidad de un sacerdote como intermediario. Cuando llegó la noche, un hombre que se llamaba José de Arimatea le pidió a Pilato el cuerpo de Jesús para sepultarlo adecuadamente. Los soldados revisaron el cuerpo para comprobar que estaba muerto. José envolvió el cuerpo en una tela para sepultura y lo puso en una tumba hecha en una roca. Pilato ordenó que los soldados pusieran una piedra enorme en la entrada porque los líderes religiosos pensaban que algunos de los seguidores de Jesús podrían intentar entrar y robarse el cuerpo.

Entonces, se acabó. Ese es el final, ¿no?

44


N

¡ o! Dos mujeres vieron donde estaba la tumba, pero el sábado estaba por comenzar así que tendrían que esperar hasta la noche siguiente para comprar especias y ponerlas en el cuerpo de Jesús. Cuando salió el sol, el primer día de la próxima semana, ellas se fueron a la tumba con una de sus amigas.

Pero, ¿y la piedra pesada?

E

¡¿Qué?!

so mismo se preguntaban ellas. Pero cuando llegaron a la tumba, ¡habían rodado la piedra!

45


L

as mujeres corrieron adentro y vieron que el cuerpo no estaba. En cambio, había un ángel que tenía una túnica blanca, sentado sobre la tumba y les dijo: —¡No se asombren tanto! ¡Jesús no está aquí! ¡Ha resucitado! ¡Miren! Aquí era donde estaba su cuerpo. Vayan y cuenten a los discípulos que Jesús va delante de ellos a Galilea. Que los verá allí, tal y como les dijo.

L

as mujeres, horrorizadas, salieron corriendo. Más adelante, esa mañana, una de ellas se encontró con Jesús ¡y habló con él! Ella corrió a contarles a los discípulos, pero nadie le creyó.

Claro, ¿quién le iba a creer? Pero Jesús resucitó, como había dicho el ángel. Se apareció a los discípulos una y otra vez.

¿Cómo? Dos de sus discípulos se alejaban de Jerusalén, iban al campo, y Jesús vino y se les unió. Ellos no lo reconocieron al principio, pero cuando se dieron cuenta de quién era, corrieron a contárselo a los demás.

46


D

espués, Jesús se apareció a los once discípulos que quedaban mientras comían juntos. Él les preguntó por qué no creyeron lo que había pasado y les dijo: “Vayan al mundo entero y cuéntenle a todo el mundo las buenas noticias. Todo el que crea y sea bautizado será salvo, pero el que se niegue a creer será condenado.

¡Vaya! ¡Jesús realmente resucitó!

Sí, ¡ese era el plan de Dios! Jesús vino a liberar a las personas del pecado y de la muerte. Con su muerte y su resurrección él abrió el camino para que todo el mundo venga y conozca a Dios. Cree en él y tu vida será transformada. Puedes decir esta oración:

Señor Dios, gracias por revelarte a mí y por mostrarme la verdad sobre mí mismo. Por favor, perdóname mis pecados. ¡Lo siento mucho! Tú creaste el cielo y la tierra. Tú lo creaste todo. Ahora yo te pido que crees en mí una vida nueva. Gracias por enviar a tu Hijo Jesús, el Rey, para morir por mí y darme un nuevo comienzo. Hoy te doy la bienvenida a mi vida. Quiero vivir en tu reino y cumplir tu plan para mi vida. Gracias por enviar al Espíritu Santo como ayudador. Mantén mis ojos abiertos a todo lo que estás haciendo. Mantén mis oídos abiertos a todo lo que estás diciendo. Mantén mi corazón y me mente enfocados en ti.

47


Ahora que has orado y entrado al reino del Señor Jesucristo, necesitas aprender a vivir en ese reino ¡cada día de la semana! Lo más importante, necesitas desarrollar tu relación con Dios, quien es el Rey del universo. Puedes hacer esto al: Hablar con él mediante la oración. Puedes decirle cualquier cosa que quieras, en cualquier momento, en cualquier lugar. Siempre tienes acceso a él.

Leer la Biblia, pero asegúrate de pedir al Espíritu Santo que te ayude y dirija. La Biblia es más que una colección de libros viejos. Si la lees con el Espíritu Santo, encontrarás dirección para cada situación de la vida. Encontrar a otras personas que sientan pasión por Jesús y que vivan en su reino aquí en la tierra. Puedes encontrar a estas personas en una iglesia local, pero pueden estar en cualquier parte.

Mantén una actitud agradecida, no importa lo que suceda. Dale gracias a Dios por el regalo de cada día y recuerda que él siempre está contigo.




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