La rábita de Guardamar, Alicante; Marius Bevià, Marga Borrego, Rosa Saranova, Rafael Azuar

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LA RABITA DE GUARDAMAR (ALICANTE): SU ARQUITECTURA R. AZUAR RUIZ

M. BEVIA M. BORRE,GO COLOMER R. SARANOY A ZOZAYA

E r. J. Oliver Asin quien en el año 1928 planI' t."b, una primera aproximación al tema de las rábitas andalusíes, obviamente, desde el análisis

lingúístico y etimológico, constatando la existencia en nuestra península de un respetable registro toponímico relacionado con esta tradicional institución religiosa musulmana que es el "ribat". Igualmente, proponía la modernidad del topónimo .rábita', étimo importado por los ah¡orávides en el siglo XI, frente al arcaismo de "al-monastir., más propio de los siglos anteriores. Esta primera aproximación al tema fue retornada por L. Torres Balbás (1948) en un extenso artículo en donde ampliaba, desde las fuentes árabes, la relación de rábitas andalusíes, así como recogía, con el fin de dar una definición aclaratoria de sus funciones, 1a otra variedad de edifrcio de carácter cenobítico: la -za*iya . En esta línea de documentación toponímica, existen escasos pero interesantes trabajos posteriores, como e1 de C. Villanueva para las rábitas granadinas (1954), o los recientes de D. Bramon (1989) y de M. Marín (19S9). En todos ellos, al igual que hiciera L. Torres Balbás (1948), se lamentan de la ausencia de algún tipo de resto constructivo que permita un análisis y posterior estu-

dio, con el fin de poder conocer cómo eran las rábitas andalusies, ya que de su configuración fí-

sica y espacial sólo conocenlos la descripción documental de la "Rabitat al-Said" de Ceuta y de 1a

conocida ermita de San Sebastián de Granada

(TORRES BALBAS, 1948, 488 y ss.); éstas son de reducidas dimensiones y de planta cuadrada, rasgos éstos sin relación alguna con la rábita de Guardamar. No resulta difícil comprender la importancia que supone la aparición de esta rábita, la única, hasta el momento, conservada en la penínsuia y de una cronología de época califal. Su excavación ha permitido establecer las bases para el estudio y clasificación de las producciones cerámicas de la época paleoandalusí (GUTIERREZ, 19BB); igualmente, sus análisis faunísticos (BENITO, 1987 1.989),junto con los datos malacológicos y palinológicos nos definen un primer cuadro del ecosistema del Bajo-segura en el siglo X (AZUAR, 1991), que nos a1'r:dan a conocer mejor la dinámica del poblamiento de la zona (GUTIERREZ, 1989) en los momentos de consolidación de la sociedad islámica.

Ahora bien, como ya mencionábamos en la obra de conjunto (AZUAR ET ALII, 1989) existía un tema que estaba pendiente de análisis y que viene a encardinarse en la problemática expuesta de la investigación peninsular sobre las rá-

bitas,

y

es, en concreto, e1 de su arquitectura. 55


Esta cuestión sólo afrontada

parcialmente

(AZUAR, 1989) es de vital importancia, no sólo para conocer su definición física, sino para poder compararla con aquéilas conocidas en la actualidad del Norte de Africa (E\VERT, 1989), con ei fin de aproximarnos al problema del modelo utilizado o cuáles son sus orígenes. Introducirnos en esta

problemática, es situarnos ante las raíces de

las

expresiones paleocúlticas del Islam andalusí, del que sólo conocemos sus rasgos más sobresalientes y oficiales. El artículo que presentsmos es un primer avance de una obra más extensa, en vías de publicación, sobre la "arquitectura de la Rábita" de la que entresacamos aqueilos aspectos relacionados con la planta de la mezquita principal, la tipología de los distintos "mih¡áb" descubiertos, hasta ahora en el yacimiento, y la evolución constructiva de la rábita, así como su dinámica funcional interna.

1. MUSAL.LA Y MEZQUITA La mezquita de la rábita se encuentra situada en 1o alto de la duna en la que se asienta el complejo, iniciando la línea central de construcciones del conjunto. Es un edificio de planta rectangular que encierra dos largas naves paralelas (K-III y K-IV), comunicadas entre sí, y una pequeña habitación (K-II) de acceso independiente. Las naves, dispuestas en dirección E-W, presentan una m. y 18,70 m.- al ceder -23,5A la nave septentrional parte de su superficie a la y 2,80 habitación y una anchura similar desigual longitud

m.-,

-2,6A

ligeramente superior en la nave septentrio-

nal (AZUAR ET

ALIi,

1989).

La comunicación entre ambas naves se reahza mediante tres vanos, abiertos en un muro cortina, cuyalvz oscila entre los 0,70 m. y los 0,80 m. A pesar de hallarse dispuestos frente al muro de la .qibla", ninguno de ellos se sitúa en el eje del "mihráb", evitando que dicho elemento sea visible desde el exterior. Esta misma disposición de los vanos respecto del eje del "mihrab>>, eu€ también se observa en la mezquita del Ribat de Susa, llama la atención a L. Golvin, por su singularidad, al analizar su planta (1,974). Sin embargo, idéntica solución se adopta en la mezquita de Azrou (ROSET, 1989) de época muy posterior. En la Rábita de Guar-

56

damar todos aquellos vanos que se abren frente a los diferentes muros con "mihráb" de los oratorios se encuentran descentrados, sin excepción, respecto del eje de1 nicho. Además de los tres vanos interiores. qlle comunican las dos naves, el edificio cuenta con cuatro aberturas de acceso a la mezquita: una, de O,BO rn. de luz, en el extremo E del muro de la "qibla" y 1as tres restantes en 1a fachada norte. Estas últimas, situadas frente a los vanos de comunicación interior, presentan mayor amplitud que éstos, alrededor de 1,30 m. La mezquita, más concretamente su nave meridional, se edifica a partir de un muro exento que, dispuesto en dirección E-V, tiene en el centro un sencillo nicho. Orientado a mediodía, la

unidad mural preexistente (Q-I) consta de dos tramos de muro de 9,40 n-r. de largo cada uno de el del V por un escalón de un ellos -rematado metro de longitud- y un "mihrab" central de planta rectangular tanto al exterior como interior. Pero 1o que individualiza ante todo esta construcción es el tratamiento exterior que recibe: un revoque de mortero de cai decorado a la almagra, que 1o diferencia del resto cle la edificación.

En origen la "qibla" se hallaba enlucida completamente, tanto la cara norte como ia sur, aunque sólo se decoró su interior. El revoque de cal ha llegado hasta nosotros muy degradado; desconocemos la decoración parietal del "mihrab" que, si bien mantiene restos de enlucido pintado ala aImagra, son insuficientes para aventurar una reconstitución. Asímismo, el tramo de muro E ha conservado escaso enlucido, por 1o que no se puede identificar su decoración. Sin embargo, en el del V todavía se mantiene en su interior, relativamente bien conservado, un zícaIo pintado en rojo con un motivo de banda o cordón en zigzag,horrzontal que, según se aleja del "rnihráb", se simplifica en una línea siempre en zig-zag,hasta perderse en trazos cadavez más suaves. Bajo este motivo geométrico, una gruesa banda horizontal cubre toda la longitud del tramo. Por encima de la decoración pintada no se ha conser-vado el revoque de cal; a pesar de ello, posiblemente la decoración se limitase a esta simple faja en el zícaIo, tan común en la decoración edilicia islámica. Los zócalos pintados en rojo sobre fondo bianco se constatan en al-Andalus al menos


desde el siglo X. La sin-iplicidad o complejidad de las composiciones está relacionada con la mayor o menor antigüedad de las mismas: de sellci11os motivos geométricos, vegetaies y epigráficos se irá evolucionando hacia propuestas más elaboradas (TORRES BALBAS,1942).lJn motivo similar a éste, aunque formando parte de la com-

posición más compleja, io hallamos en Medina al-Zal:ra, donde también aparece en el enlosado de uno de sus par.imentos (LEVI-PROVENQ AL, 197 3, 7 11 -7 12; PAVON MALDONADO, 1975). Asímismo, un motivo sernejante se encuentra en una de las portaditas exteriores de la mez-

quita mayor de Córdoba (PAVON MALDO-

NADO, 1975,13). del conjunto- de La singularidad -dentro esta unidad mural enlucida y decorada, su condición de edificio exento y su emplazamiento están indicando que nos hallarnos xnte un antiguo muro de .musal.lao preserwado y fosilizado al construirse la mezquita. Por tanto, en un mofitento anterior al emplazamiento de la rábita, el paraje en el que todavía hoy se asienta tuvo una función distinta, aunque también de carácter religioso. La mezquita se construirá aprovechando ia "qibla" existente y e1 muro E, de un oratorio (MV) vecino que enluce tan-rbién con mortero de cal aigunos de sus paramelltos exteriores. Para ello, se alargará la "qibla" por sus dos extremos. La prolongación hacia el E dejará una abertura de O,8O m. de luz, conformando el único vano que la mezquita posee en el frente sur; mientras que la prolongación hacia el \l se levantará sobre el banco de refuerzo hasta adosarse al costado del cercano oratorio. A partir de los muros de extensión de la "qibla" se desarrollarán, trabados a el1os, el resto de los paramentos que configuran ia nave meridional. Esta primera nave será a su vez el apoyo para la ampliación de la mezquita corta- y para la con la nave septentrional -más construcción de la pequeña estancia. Los nuevos muros, al carecer de enlucido de mortero de cal, no llegan a enmascarar la antigua "qibla"; aún cons-

treñida dentro de la nueva edificación, el muro de la .musal.la" seguirá destacando de entre el eonjunto dc la mezquitr. Alrededor de esta "qibla" de "musal.la" se edifica y se desarrolla la rábita de Guardamar. A pesar de conservarse embutida y asimilada al edi-

mezquita-, se mantuvo, en {icio principal, -ia todo mor¡ento, como centro y eje ordenador del espacio del complejo cúltico (AZUAR, 1989)' La importancia de este resto arqueológico, no

reside solamente en su carácter '"'ertebrador de todo e1 conjur-rto, sino también en que es el lurico

testimonio arquitectónico conservado, hasta este momento en 1a Penír-rsula, clel muro de oración de una .musal.la".

L. Torres Balbás en sLr )¡a clásico estudio: I.sari'a, en las ciudades hispanomu-

..Musallao

sulmanaso (i948), recogía gran nún-rero de referencias documentales sobre ia existencia cie estas mezquitas al aire libre, o grandes espacios abiertos a las afueras de las ciudades, en los que se podía hacer la oración del viernes con toda la comunidad, y en fiestas señaladas realizar actos colectivos de índole religioso-popular. De todos estos grandes espacios sólo se han conservado los restos toponímicos, desconociéndose hasta el momento la evidencia material de sus muros de oración. Por suerte, como ya expusintos en otra ocasión (AZUAR ET ALII, 1989),las excavaciones de la rábita han puesto al descubierto este único ejem-

plar de "qibla" de .musal.lao, el cual, a su vez' nos depara un interesante zícalo pintado de fines del siglo IX y, por tanto, anterior a los conocidos en Medina al-Zahara. En ei transcurso de estos trabajos se ha documentado el proceso de sacralización de un espacio religioso, la .musai.la", hasta convertirse en una estructura cerrada y funcionalmente distinta, la rábita. La mezquita posee una planta rectangular dis-

tribuida en dos naves en paralelo cuyo diseño se distancia de la conocida planta en oTo o de nave axial (LAMBERT, 1949; TORRES BALBAS, 1952; TERRASSF,, 1969), característica de las mezquitas del Occidente islár¡ico. Igualmente, se aprecia una evidente intencionalidad de proteger la condición sagrada del "mihab" ocultándolo ciel exterior y de su propia nave septentrional mediante un paño de muro cortina. Esta ocultación se constata también en todos los oratorios de la rábita que desplazan sus ingresos del eje del "mihrab". Idéntico corxPortamiento se observa en otras rábitas, como es el caso de la mezquita del Ribat de Susa (GOLVIN, 57

,Lr--


1.974), aunque en ésta la separación de las naves se consigue mediante columnas.

Por último, debemos incidir en e1 uso de paños cortina en la construcción de nuestra mezquita,

hecho inusual, sólo constatado en aquellas eclificaciones de tipo rural y propias de án-rbitos geográficos magrebíes: como la mezquita cle Azrou en el medio Atlas (ROSF,T, 1989);y en las zonas sal-rarianas del actual Niger: como 1as rnezquiras de Assodé (CRESSIF,R, 199A) y de Agadés

(CRESSIER, BERNUS, 1984).

2. LOS .MIIJRÁB"

gramente en sillería cie piedra arenisca, aunque al se encuentra recogido con cal. Algunas molduras internas, como es la línea de imposta, están realizadas con mortero de barro y, posteriormente, recubiertas o mocleladas con cal. Tanto el alfiz como el arco de entrada ¿l .¡1ifu'¿[o, ambos revestidos con cal, se dibujan o clelimitan con una fina línea de pintura a la almagra.

interior

2.1. Estructura y técnicas constructivas

El análisis de estos pequeños habitáculos o nichos nos ha permitido establecer una serie de características comunes a todos ellos: se abren a la altura de la mitad de la fachada meridional o muro de la "qibla", con orientación S o ligeramente SE; son externos al edificio y de planta rectangular al exterior. Cuando al edificio se accede por 1a fachada septentrional, el "mil-rab" se sitúa levemente descentrado del eje del ingreso. En 1a estructura de los "mil-rab", sin embargo, se han podido distinguir una serie de elernenros singr-rlares de plantas inreriores, sec-diversidad ciones y factura- que nos conducen a proponer una primera tipología, en la que hernos diferenciado cr,ratro grupos:

-Tipo I F,r-r este primer apartado incluímos

con disposición rectangular en "Op¡1s Spicatum"

y revestimiento exterior de cal. Sus fachacas externas presentan un chapado de losas planas y escasa sillería. Esta no mantiene un orden establecido, si bien, se potencia el encadenado en las aristas. Las fachadas internas son dc sillería del grosor del muro, aunque sólo se han conservado las zonas inferiores hasta la línea de imposra, suponiendo que el alfiz sería igualmente de sillería, de modo que se diferenciara del resto del paño, únicamente enlucido de cal. El oratorio M-I se levanta, en cambio, ínLe-

-Tipo iI Pertenecen a este grupo le5 "mihráb" de los oratorios M-X, M-XIX, M-VII y M-XIV, si bien, de los dos últimos edificios, excavados parcialmente, desconocemos, por el momento, la planta original de sus respecti\ros "mihrab". Han sido inciuídos en este apartado porque la zona exhumada, aunque afectada por una total refección, posee la estructura definiclora de este segundo

tipo. 1os

Son "mihrab" de planta rectangular al exterior de 1,,75 por 1,25 m. A diferencia de los habiráculos

cuya estrLrctura es muy similar. Son de planta rectangular al exrerior de 2 por 1,50 trr., con zapata de 0,25 a 0,50 m. de anchura media; mientras que al interior presentan planta de herradura con radios de 0,46 m. (orato-

del prinrer tipo carecen de zapata, asentándose directamente sobre el pavimento de la calle. Al interior, su planta dibr.rja un ser¡icírculo con radios de 0,35 a 0,30 m. En sección presenran una falsa bóveda por aproximación de l-ri1adas, con cubrición exterior plana. La luz del ingreso al

rio M-II) a a)2 m. (oratorio M-I). Su sección

nicho, en arco de herradura

"mihrab"

cle los

cuatro oratorios principales, M-

I, M-II, M-III it M-IV,

es

una semibóveda de herradura con cubrición exterior plana, situándose la línea de imposta a 1,40 m. del nii.'el de pa.,'imento. Poseen una altura en torno a los 2 m. Laluz del ingreso al habitáculo, un arco de herrudura, oscila entre O,5O y 0,75 m.

(AZUAR ET ALII,

1989).

La obra de los "mihrab" de 1os oratorios MII, M-III y M-IV es una mampostería trabada con mortero de cal en hiladas de 0,25 m. de akura, 58

arquitrabado

XIX-,

M-X-,

cr

-oratorio M-VII, M-XIV y M-oratorios

oscila entre 0,95 y 0,60 m. Los "mihrab" M-VII, M-X y M-XIV conservan una altura que sobrepasa el rnetro de vuelo, mientras que, el del M-XIX, prácticamente arrasado, no supera los 0,30 m. La factura de estos nichos se reduce a una mampostería trabada con rnortero de barro y disr puesta en hiladas regulares Spicarurn"de 1os edificios

-"Opus


de 0,25 m. de altura. La utilización de sillería y sillarejo es muy limitada, reduciéndose al refuerzo de las esquinas externas y a las jambas del ingreso.

-

Tipo III Corresponden a este tipo los "n-ri1-rab" de los

oratorios M-V, M-XI Y M-XVIII, y el de lamezquita M-VI. Son de planta rectangular a1 exterior de 1,75 por 1,20 m. los de mayor Lamaño, oratorio

M-V y mezquita M-VI, y de 1,50 por 1 m. los de dimensiones más reducidas, oratorio M-XVIII. Su planta interior es también rectangular o ligeramente trapezoidal de O,8O por 1,20 m. Al igual que en e1 grupo anterior su alzado se resuelve con una falsa bóveda al interior y una cubrición exterior plana. Los habitáculos conservan alrededor de un metro de altura, a excepción del .n-rihráb" del oratorio M-XI que sobrepasa e1 metro y medio. Entre el cúmulo de mampuestos asociados al "mihrab" de la mezquita se hallaron dos sillares moldurados con 1ínea de imposta y diversas dovelas, lo que nos induce a pensar en tttt iugreso arqueado similar a1 de los cuatro primeros oratorios. Diferente solución constructiva mostraba e1 vano de1 nicho del oratorio M-XI, ya que éste conservaba el ingreso arquitrabado; solución que podemos hacer extensible a los oratorios M-V Y M-XVIII. Laluz cle los vanos oscila entre A,70 y 0,80 m.

Los habitáculos se levantan en mampostería trabada con lrrortero de barro y dispuesta en hiladas de aproximadamente 0,25 m. de altura. El aparejo de los "r¡il.rrab" de los oratorios M-V y M-XVIII y de la mezquita M-IV se dispone de forma regular en un "Opus Spicatum", mientras que, el del edificio M-Xl lo hace en "Opus Incertum,. Las fachadas externas presentan algunos sillares v siilarejos reutilizados, potenciándose el encadenado en las esquinas. Las jambas de ingreso

refuerzan igualmente en sillería o sillarejo. El nicho de la n'rezquita se recoge totalmente en morse

tero de cal, en tanto que, 1os de los oratorios reciben un revestimiento en mortero de barro.

- Tipo IV

En este último apartado englobamos 1os "mihrab" de los oratorios M-VIII, M-XII, MXVl, M-XVII, M-IX, M-XIII y M-XV. Son de

planta rectangular tanto al exterior de 1,80 por 1,40 m.

-los

cuatro primeros cle mayores dimen-

siones- y cle 1,40 por 0,80 m. ios tres restantes de menor tamaño; como al anterior, en sección poseen una cubrición plana interior y exterior. Conservan una altura que sobrepasa el metro de vuelo, mientras qr-re la luz de sus ingresos arquitrabados oscila entre 0,50 y 0,80 m. Los habitácu1os se levantan en tnampostería dispuesta en hiladas irregulares de "Opus Incertumo. Los mampuestos se traban con frortero de barro marrón en los nichos de los edificios MVIII, M-XVI y M-XVII, en tanto que lo hacen en mortero de cieno o otarquíno los de los oratorios M-IX, M-XIII y M-XV. Mención aparte merece el .mihrab" del edificio M-XII, pues se 1evanta con tapias de barro. Su construcción es muy singular ya que se adosa a los muros que configuran slrs jambas por medio de unos muretes de mampostería de 0,30 m. de longitud; muretes en J.os que se apoya el frente sur del nicho realizado totalmen¡e en tapial, al igual que el resto del edi-

ficio.

2.2. Propuesta de evolución cronológica los "mihrab"

de

El marco cronológico del conjunto arquitectónico de la rábita ha sido ya establecido en estudios anteriores (AZUAR, 1989; AZUAR E,T

ALII,

GUTIERREZ,7987), entre finales de1 siglo IX y el primer cLrarto del siglo Xi. In1989;

tentaremos ahora acercarnos a las diversas fases constructivas del conjunto a través de los datos aportados por el análisis de los diferentes tiPos Los datos arqueológicos suminisde

"mih¡ab".

trados por las excavacioues nos peruiten suponer que 1a rábita se articula en torno al muro de la construcción exenta "qibla" de la mezquita M-VI, en origen y asociada a un espacio abierto o <<l1.tu-

sal.la,, cuyo habitáculo, perteneciente al tercer tipo debe encuadrarse cronológicamente' por consiguiente, a finales del siglo IX. A este mismo momento corresponderían los "mihrab" de 1os edificios M-V y M-XVIII, construcciones que, en origen, fueron exentas. Sabemos con seguridad que los oratorios MII, M-III y M-IV se edifican en el año 944' gracias a la 1ápida fundacional que porta el "mihrab" del 59

\


oratorio M-III. Por tanro, debemos sittiar los habitáculos del primer tipo planta interior

-con

de herradura y sección de semibóveda de l-rerradura- entre esta fecha y el final del siglo X, en que el oratorio M-I está ya en funcionamienro según se desprende de la documentación parietal

del edificio. La dinámica expansiva de la rábita y la semejanza de técnicas consrructivas nos indican que a 1o largo de la segunda mitad del siglo X debieron edificarse los "mihrab" de planta interior sernicircular, quizás como simplificación del tipo anterior. Mientras que a la última fase construcriva pertenecerán los habirácu1os menos complejos desde un punto de visra arquirectónico -tipo IV-, observándose una progresiva disminución de su

tamaño y un carnbio en los materiales de construcción: el mortero de barro marrón va siendo sustituído paulatinamente por el de cieno o <<rarquín", utiiizado en este momenro también para realizar diversas refecciones y reformas en toclo el conjunto. Por consiguiente, el tipo III debe encuadrarse cronológicamente entre finales del siglo IX y la primera r¡itad del siglo X; los tipos I y II se desarrollarían

a

lo largo de la segunda mirad del siglo

X; en tanto que, el último tipo se edificaría desde fines de este siglo hasta el abandono definitivo de la rábita en el primer cuarro del siglo XL La dimensión e importancia de los datos aportados por el yacimiento hay que encuadrarla dentro del conocimiento actual que tenelxos de los ,,milrrab" existentes en la Península, anteriores ai

El contado número de ejemplares arquitectónicos conocidos no es parangonable con los vein-

tiuno hallados, hasta el momento, en la rábita. Su análisis detenido nos ha permitido desarrollar una propuesta de evolución formal, en la que los "rnilrrab' más antiguos, finales del siglo IX, serían de planta rectangular al interior y exterior, con un alzado de falsa bóveda al inrerior. A este arcaico diseño le seguirían, en el ecuador del siglo X, según la lápida de fundación, aquellos con planta de herradura y sección interior de ser¡il¡óveda de herradura; para terminar con los de planras regulares y cubierta plana interior y exterior.

Esta secuencia cronológica resulta difícil de paraleTizar con los datos de los omihrábo conocidos, por dos razones obvias: en prirner lugar, porque éstos pertenecen a grandes monur¡entos de la arquitectura islárnica de Al-Andalus y, por con-

siguiente, no son comparables con un edificio, como

es 1a rábita, más pobre, ubicado en una zona aislada, periférica a Córdoba, y claramente ascé-

tico, sujeto al destino cenobítico del conjunto; en segundo lugar, porque quizás debamos centrar el tema en el carácter rural y popular de la arquitectura de la rábita, donde no serían necesarias

unas construcciones rnás complejas, o donde no se contaba con grandes arquitectos o construc, tores. Evidentemente, hay que reseñar este carácter popular y tradicional del edificio, pues es sintomático su gran parecido en soluciones a las

construcciones modernas de las zonas saharianas

y del Níger, en donde enconrranos esre ripo de

siglo X. Como ya puso de manifiesro M. Lillo (i988) el panorama es basrante desalenrador: sólo

soluciones sencillas que ya mencionamos en otro apartado.

conocemos los conservados de la mezquita de Almonastir La Real de Huelva (TORRES BALBAS, 1935;JIMENEZ, 1975); el de Almería (TORRES BALBAS, 1953; EWER-| ,1971); el de la mezquita de Medina al-Zah rá (PAVON MALDONADO, 1966); el "mihrab" de la mezquita de Córdoba, del que se dispone de una exrensa bibliografía, por lo que no nos derenernos y, por último, el de la mezquita de Bad al-Marduir, más conocida por la mezquita del Cristo de la Luz de Toledo, construída en el año 1OO0 (TORRES BALBAS, 1987,6A6 y ss.; GOMEZ MORENO,

Por último, es importante señalar la r-rniformidad de las orientaciones de estos habitáculos, todos ellos dispuestos en dirección mediodía. Ya

1951; PAVON MALDONADO,

EVERT, 6A

1927).

1973:

desde el más antiguo, el

"mihrab, de la omusal.la', construído a finales del siglo IX, se nos define claramente una constancia y una tradición en la orientación del "mihrab>r eu€ concuerda con la clásica discusión andalusí sobre la orientación de sus mezquitas. Discusión que afloró al intentar Al-Hakar¡ II rectificar ia orientación r¡eridional de la mezquita de Córdoba, dirigiéndola hacia el Este, como había dispuesro en la mezquita de Medina al-Zahra (TORRES BALBAS, 1982, 478).


3. TECNICAS CONSTRUCTIVAS Y SU EVOLUCION

una iluminación a trar'és cle las puertas, úntcas aberturas existentes en estos cdificios. Las puertas cle

se disponen en función de las calles

o viales de

F,l conjunto de edificios presenta una serie de rasgos constructi\¡os colrll-llles, 1o que confiere al

comr,rnicación, por 10 que iguai se emplazan en el rnuro norte que en el muro de n'rediodía. Son

monumento un aire relativamente unitario, cot-l evidentes matices, pero sir-r pre sentar Ltllls mar-

arquitrabadas, de utta anchura variable entre un codo v r¡edio y clos codos; sólo en aqr-rellos edificios de r¡ás calidad. como son los oratorios realizados con mortero de cal y enlucidos con este mismo material, presentan un enlosado sobreelevado al exterior, preservando el interior de la pel-retración de arena. E1 interior clel vano suelc estar

cadas diferencias, propias de ur-r complejo religioso

de corta vida, como es el caso de esta rábita ia cual sólo tLlvo una actividad de cien años, en concreto durante todo el siglo X. Estos rasgos se pueden sintetizar en los siguientes aspectos: ausencia de cimentación, levantándose directamente sobre la arena de las ducor.nplica los tratamientos actuales ennas,

-esto

camir-raclos a consolidar y proteger el eclifrcio-; la unidad de r¡edida uti[zada para la constr-ucción es el codo ma,muni (VALLVF,, 1976) a la vista de los datos n-retrológicos. Así, sus ilruros suelen tener un grosor de 0,45 n-i. (AZUAR, 1987; AZUAR F,T ALII, 1989) y una altura, en aquellos

enlosado en cleterminaclos oratorios (M-I; M-II; M-III; M-IV;M-V), presentando algunos de ellos quicialera en e1 vértice derecl-ro, según el sentido de entrada (M-I); sólo en el caso de la M-III, hallamos clos quicialeras: Llna en el vértice derecl'ro, para fai.,orecer su giro \¡ otra, más retrasada, en su r'értice izquierdo, con ei fin de servir cle cielre

o pestillo. La técnica utilizada en la construcción del con-

edificios más completos, de cinco codos (aprox. 2,25 m.), v una separación entre muros, o 1o clue es lo mismo 1a anchura de 1as naves es de 2,60 m.

junto es la rnanrpostería trabada con mortero de barro; Ios paños se enlucen con este mismo material. Los oratorios M-i; M-II; M-III y M-IV,

(aprox. 6 codos). Esta misma untdad metrológica está presente en el diseño de la planta ,v del arco del "mi}rab" clel oratorio M-III (el que aporta la lápida de fundación), como ,va señalábamos en su dia (AZU{F.,1987,267).

son los lrnicos en los que Ia rnampostería se traba con mortero c'le ca1 v se enluce el cot-rjunto con ei mismo material; es también en estos edificios en donde se ernplean cle forma aleatoria algirn que otro sillar, sobre todo en las esquinas y en la cons-

I-a ausencia de restos arqueológicos proceclen-

tes de las cubiertas: carbones, maderos, adobes, in-rprontas de barro, eLc., nos hacen suponer que nos hallamos ante edificios provistos de cubiertas planas, realizadas con ran'raje -v matorral; solución muy usual en la arquitectura popular magrebí de las zonas del Rif o del Atlas, así como en las Saharianas, etc., valga como ejemplo el caso estudiaclo por L. Mikander (1985-6). El tratamiento de 1os paños es común: éstos son macizos, trabados en sus ángulos, excepto en cleterminados eclificios dei cuerpo norte que están adosaclos (AZUAR,1987), y sin aberturas o vanos de iluminación; sólo hemos documentado 1a existencia de estas ventanas, a rlodo de aspilleras: rectangulares cle 0,15 m. cle ancl-ro, por 0,30 m. de alto, en los oratorios M-lII 1, M-VIII; es de reseñar la ubicación de estos vanos de iluminación en el misr¡o rnuro de la "qibla". La ausencia de estas aberturas refuerza la idea

true ción dcl "nrihrrb '.

La unidacl constructiva del monumento no nos impide establecer una seriación cronológica en base a los datos arqueológicos, a las dataciones absolutas conociclas de la rábita y a 1as variaciones obsen'adas en las técnicas coltstrlrctivas utilizadas, los distintos aglon-rerantes o morteros y a ia seriación o estratigrat-ía constructiva del conjunto (Fig. s). La combinación de estos datos permite desarrollar un árbol 1ógico 1' estratigráfico de 1os distintos edificios, conocidos hasta el mornento en la rábita, en el que se diferencian tres grandes fases constructivas:

-I."

Fase (Fig. 6)

La subdividimos en dos etapas: la arcaica o funclacionai, y la institucional cle la rábita. La primera engloba

a

una serie de edificios, cn concreto

el muro ¡ls l¿ "qibla" cle la mezquita

mayor

61


(M-VI), al que denominaremos (Q-I) y que corresponde a la antigua omusal.la, existente en la zona (AZIJAR ET ALII, 1989);junto a esre muro situamos sincrónicamente, en base a los datos arqueológicos, a los oratorios M-V; M-VII y MXVIII (podríamos añadir el M-XVII, algo posterior constructivamente, pero cronológicamente, encuadrable dentro de este grupo). Todos ellos presentan unas cimentaciones constituídas por grandes mampuestos, sin disposición aparente; igualmente, encontramos en sus puertas unas jambas formadas

por grandes losas

rectangulares

(Lám. 8), rasgo éste de arcaismo que desaparecerá en las construcciones posteriores y que está presente en las de época visigoda o tardorromana, como es el caso de las viviendas halladas en la entrada al Tolmo de Minateda (Hellín, Albacete)

(ABAD, GUTIERREZ, SANZ, 1991). igualmente, hemos detectado en estos edificios unas reformas importantes en sus fábricas, así como cambios y alteraciones en sus ingresos: el caso del

oratorio M-XVIII es indicativo, al disponer de una antigua puerta en el muro ds la "qibla" y,

posteriormente, sellada para dar paso a un nuevo acceso en el muro norte que Ia enlaza con ia calle sur del conjunto. Estos edificios podemos encuadrarlos en la primera fase de la rábita, dominada por la .mu5¿l.l¿"

(AZUAR ET ALII, 1989), y encuadrable

en una cronología

anterior aI944, fecha que aporra

la lápida del oratorio M-III. La etapa institucional corresponde a la construcción de los oratorios que porran ia lápida de fundación en el año 944,los cuales son los edificios

M-II, M-III y M-IV y poseen unas caracteríscicas propias y diferenciadas del resto: esrán trabadas con mortero de cal, éste ya estudiado

-aspecto

en otro lugar (AZUAR, 198/;AZUAR ET ALII, 1989), por lo que no insistiremos-; sin embargo,

presentan un dato fundamental: la consolidación

del aparejo en <opus spicatum' (Lám. 9), como ei predominante en todo el monumenro. Este aparejo en mampostería es muy usual en las construcciones militares islámicas de los siglos X y XI, así, lo encontramos en el castillo próxirno de Callosa de Segura, documentado en el año 924 (AZUAR, 1981); en el castillo de Salvatierra de

Villena, del mismo siglo X (AZUAR, 1981; AZUAR, 1983); igualmente, 1o hallamos en la 62

propia ciudad de Vascos (IZQUIERDO,7979; 1983), en 1as partes interiores de ias murallas de Gormaz (ZOZAY A, 1989), etc. No es necesario extendernos en este tema, pues resulta evidente que nos haiiamos ante una técnica constructiva que, aunque de origen romano, fue muy utilizada en las construcciones islárnicas de primera épc,ca.

En resumen, esta primera fase se caracteriza por el dominio de la "musal.l¿", la cual vertebra y ordena una serie de edificios, dispuestos aisladamente sin conformar una estructura cerrada y definitiva. Es en esta primera fase cuando se construye la primera nave de la gran rnezquita, aprovechando la antigua "qibla" de la "musal.l¿" y el muro de levante del oratorio M-V; y se levanta el oratorio M-I, posiblemente dedicado a un sanrón y en donde apareció el conjunto n-rás importanre de inscripciones.

-II."

Fase

Se caracteriza

por una ordenación de los edi-

ficios levantados con el fin de convertirlos en un espacio funcionalmente diseñado para responder a las necesidades que emanan de la institución religiosa del "ribat". Es decir, es en este momenro cuando se rellenan los espacios con la constr-ucción de nuevos edificios, se ordenan las distintas áreas funcionales (como veremos en el capítulo siguiente), y se rehacen o reforman los antiguos: cambios de ingresos (M-XVIII); ampiiación de la mezquita

mayor (construcción del pórtico o arrio K-IV), se cierran espacios (muros Q-II), etc. Todos estos cambios estructurales van acompañados de una degradación del aparejo en <opus

spicatum", el cual mantendrá la horizontalidad de sus tongadas pero la disposición del mampuesto es más irregular, y de la aparición de un nuevo

tipo de planta de oratorios, caracterizado por

el

desarrollo en saliente del muro perpendicular al ingreso, conformando así una especie de antepecho protector de la entrada, como se puede apre-

ciar en los oratorios

XII, M-XIII (Lám.

M-VIII, M-IX, M-XI, M-

10).

La importancia de esta fase queda parente en la ordenación y configuración espacial de la rábita

y en el importante número de edificios que se construyen. Todo ello, podemos considerarlo como posterior al año 944 y antertor al momenro


del abandono, es decir, de la segunda mitad del siglo X.

- III." Fase (Fig. 7)

Difícil de diferenciar cronológicamente de la

La "cal1e-patio,, que de ahora en adelante llamarerros CP-1, conecta los oratorios M-II, MIII, M-IV, la mezquita (M-IV) y la estancia K-II. Se accede a ella por el paso A-1 que la conecta con la CP-2 y por el paso A-2 que lo hace con la

anterior; aunque posee rasgos tecnológicos pro-

cal1e CP-3.

pios: generalizact6n del tapral de barro en la construcción de edificios y en las reformas o refecciones; asl, es interesante señalar los oratorios MXII y M-XIII, los cuales presentan una cimentación de mampostería y unas paredes de tapial de barro; estas soluciones son las misn-ras que encontramos en las estancias E-III y E-IV, las cuales conser-van los arquitrabes de sus puertas. Con esta misma técnica de tapial de barro se documentan refecciones en muros de la mezquita n-rayor y en los muros de los oratorios M-XVIIII M-XXI. M-

Los oratorios M-II, M-III y M-IV y parte del M-I forman el lado norte de la CP-1, siendo el continuo ds 5u "qibla" el cerramiento interno de la CP-1. La mezquita M-VI y el oratorio M-V conforman ei lado sur, siendo sus fachadas y accesos la cara interna de este patio. Por el Este, la ubicación del oratorio M-VII permite el paso restringido hacia la CP-3, rnientras que en ei Oeste existe una entrada en ángulo recto que claramente filtra el acceso desde la CP-2. Hay una única es-

XV, M-XVI.

mezquita.

Esta última fase es muy interesante pues per-

mite documentar a fines de1 siglo X y principios del siglo XI la utilización generalizada de tapiales de barro, precedentes de los conocidos en cal de los siglos XI-XII y posteriores, que hasta ahora, al igual que sucede con 1a mampostería, han sido poco o defectuosamente estudiados; sólo cabe reseñar las informaciones aportadas por L. Torres Baibás (1985, 560) sobre las noticias que dan las fuentes árabes de 1as fortificaciones califales de Badajoz o de Sevilla, asl como de las taifales de Almería, Tarifay Aznaga. Evidentemente, el caso más claro lo constituyen las murallas del Pla d'Almatá de Balaguer, cuyos cubos son de sillería rellenos de tapial de barro (GIRALT, 1986) (Lám. 11).

4. DINAMICA DE SUS ESPACIOS FUNCTONALES (FrG. 8) Si bien nos encontratrros ante una parte relativa de toda el área urbana que constituye la rábita, hay en ella una serie de criterios rnor{ológicos sobre los que se puede adelantar una análisis, per-

filable con la evoiución de los futuros trabrjos arqueológicos. Haciendo una lectura de la planimetría se puede observar que los distintos edificios (mezquite, oratorios, estancias) están agrupados en torno a tres espacios abiertos: calles-patios, claramente diferenciados.

tancia,

K-Il, formando parte de1 edificio de la

La calle-patio (CP 1) presenta una planla rectangular con un ensanche ante el oratorio M-V, producido al no continuar el cuerpo ampliado del atrio de la mezquita M-VI. La calle-patio CP-2 conecta los oratorios MIX, M-VIII y el M-I. Este últin-ro 1o irace por medio de ur-r forzado callizo que posibiiita su entrada sin tener que pasar por la CP-1, como serla 1o lógico, dada 1a ubicación de este oratorio. Desde la CP-2 también se accede a las estancias E-I,

E,-II, E-III, E-IV, E-V

y E-IX. El paso A-1

la separa de la CP-1, desconociendo, dado el estado de las excavaciones, cómo se plantea su relación con otras áreas de la rábita. Los oratorios M-IX, M-VIII y M-I, éste maclado con la CP-1, forman el lado norte de la

CP-2. Las estancias E-I, E-II, E-V y E-IX, junto con parte de los muros norte de los oratorios MXIII y M-XII conforman su lado sur, constituyendo sus fachadas y puertas la cara interna de este patio.

La CP-2 presenta una planta rectangular con el lado norte en línea recta, mientras que su iado sur está escalonado produciendo un intencionado estrechamiento dirigido hacia el paso A-1 de comunicación con la CP-1. La calle-patio sur o CP-3, conecta los orato-

rios M-XIII, M-XII, M-XI, M-X, M-VIII, MXV, M_XIV, M_XVI, M-XVII, M-XVIII, MXIX, M-XX y M-XXI. Se accede a ella por el paso A-2 que la conecta con la CP-1, por el paso


r

A-3, y se desconoce por el momento el posible acceso por el frente de poniente. Los oraLorios M-XIII, M-XII, M-XI, M-X, la "qibla" del oratorio M-V, de la n-rezquita y del oratorio M-VII conformall su flen¡e norte . Los ingresos de los oratorios M-XV, M-XIV, M-XVI, M-XVII, M-XVIII, M-XIX, M-XX y M XXI forn-ran la fachada de mediodía de este espacio. Esta calle-patio CP-3 presenta un claro predominio de su eje longitudinal, clefiniéndose en sLl extremo de ler.'ante un claro ensanchamiento, a modo de plazuela, en donde se relacionan c1arar¡ente los pasos A-2 y A-3. De la lectura de estos datos se desprende que nos hallan-ros ante tres áreas claramente definidas, perfectamente aislaclas y comunicadas entre ellas por angostos o estrechos pasos. Estas áreas o espacios serían: ia zona <<sacra>>, por diferer-rciarla de alguna forma, el área propiamente cenobítica

y

1a

de acogida o residencia de los visitantes v

peregrinos. E1 área <sacra> o principal está formada por e1 gran rectángulo de la parte superior del conjunto y que corresponde a la sr,rperficie de la antigua "u-rusal.la" (AZUAR ET AI-II, 1989). En ella se ubican la gran mezquita de la comunidad (M-IV) al sur clel conjunto y en e1 norte se levan-

tan los oratorios M-II,

M-III y M-IV,

el "mihrab" del oratorio M-II. Todos estos edificios sitúan sus ingresos o puertas dispuestos alrededor de la calle-patio CP 1, al que se accecle desde poniente por un cuerpo de construcción cornplejo, comPuesto por una na\¡e transversal

M-I,

.y

cuyas puertas

están dispuestas en orden alterno las interiores respecto de las exteriores, con el fin de preservar cle las miradas e1 carácter sagrado del lugar. IgualÍrente, por su flanco de levante se cierra el conjunto con los ángulos de 1a gran n-rezquita y el edificio M-VII, en un estreciro paso de apenas 7O crn. de anchura. La compactividad de los muros de cierre o traseros del cuerpo norte y de la mezquita mayor daría a1 conjunto una visión austera y cerrada que reforzaría ei carácter resen'ado y sacro de este lugar (Lám. 12). La segunda área correspondería al espacio propiamente cenobítico; es decir, sería donde se con-

centran los oratorios, espacios propiamente mo64

los r¡orabitos. Todas estas celdas disponen sus puertas alrecledor de la gran calle patio (CP-3), la cual vehicula todos los oratorios, como se observa en el plano, y se col.ntinica con el exterior a través de1 paso A-3, emplazado en su vértice de levante; por este misno flanco, se cor¡unica con la zona sacra por la alrertura A-2, y con 1a mezquita mayor a través de un pequeño postigo, abierto en su muro de nrediodía. E,l tercer sector estaría fonlado por el gran espacio clr-re se abre a poniente de la zona sacra y que cumple el papel de gran preámbulo o pario de entrada al recinto principal. Se caracteriza esta zona por su marcada cota de desnivel respecto al recinto principal: las cubiertas de sus edificios enrasan, prácticamente, con el nivel de pavimento de los edificios clel área sacra. A esta peculiariclad, añadiremos la concentraciór-r en La zona de las es-

tancias; éstas son de planta cuadrangular, de reduciclo tamaño y sin "mihrá[" por lo que, suponemos, tendrían la función de albergar, de forma rnomentánea o esporádica a los viajeros que llegasen a la rábita; igualrlente, esta zona podría hacer el papel de gran plaza o patio de acogida a los r.l-rusulmanes qlle, en época de Ramaclarn, se dirigiesen al lugar en peregrinación (Lárr.l. 13).

fundados

en el año 944, según consta en la lápida que porta

que une 1os edificios M-V y

násticos, de residencia exclusiva y reservada para

5. LA RABITA DE. GUARDAMAR, ¿UN EJEMPLO DE ARQUITECTURA RELICIOSA MAGREBI? En la actualidad, estarlos inmersos en la publicación an-rp1ia y cletenida de 1os datos arquitectónicos que la excavación de este singular rnonurnento nos ha deparado; en esta obra, más extensa, presenta[ros una n-rinuciosa y detallada docr-rmentación planimétrica de plantas y alzados con el fin de ofrecer un riguroso documento gráfico de esta rábita. Igualmente, se analizan en detalle todos aquellos aspectos que nos aporta el conjunto: mampuestos, sillerías, firorteros, \¡anos, alzados, métrica, etc.; de todos ellos hemos entresacado para este artículo aquellos más relevantes o concluyentes para definir e identificar crorrológiearrrentc cl edilie io. La rábita de Guardamar, colrro hemos expuesto, presenta una serie de elementos o rasgos puntr¡ales de gran r.'alor arquitectónico, documental


y cronológico: nos referimos al descubrimiento del único ejemplar de muro de "qibla" de "mu-

sal.la, conocido hasta el momento en la península, el cual porta una decoración pintada precedente de los conocidos murales de Medina al-Zahra y que, perfectamenLe, podemos encuadrar a finales del siglo IX. A este eLemento singular, podemos añadir, la importante colección de "mihrab" presentes en el yacimiento, que nos permiten ampliar nuestro escaso conocimiento actual sobre estos temas en la península, asl como proponer una secuencia, relativamente fiable, de su evolución formal. Sin olvidar la mezquita, único ejempio de construcción a base de muros-cortina, en donde, además, está presente la mampostería dispues-

ta en <opus spicatumo, general en todo el conjunto y que podemos considerarla como la solución constructiva del siglo X, para aquellos edificios menores en los que no se utilizó la conocida sil1ería. Todos estos rasgos, meramente puntuales, son importantes pero, para nosotros, 1o fundamental del análisis detallado del conjunto es la solución arquitectónica global de la rábita; es decir, 1a visión macroespacial del monumento nos dará las claves de su origen, precedentes o de su posible

"singularidad". La planta actual de ia rábita

se nos presenta como un ejemplar raro, sin paralelos y como algo único o singular; ya que, evidentemente, no es parangonable con las rábitas conocidas de Susa o de al-Monastir de Túnez (GOLVIN, I974), ver-

daderos ejemplos de monasterios-fortaleza de plan-

ta rectanguiar, sin relación alguna con nuestra rábita. Lo mismo sucede si intentamos compararla con la rábita almohade de Tit (BASSET, TERRASSE, 1,927), en donde podemos encontrar ciertas similitudes en cuanto a su trazado irregular pero, obviamente, esta sería su única coincidencia, como ya apreciara Ch. Ewert (1989). Nuestra labor de confrontación de paralelos se viene abajo, cuando nos acercamos a aquellos ejemplos de rábitas conser-vadas o descritas en Al-Andalus, como es

el caso de la de San Sebastián de Granada (TO-

RRES BALBAS, 1948). Con todo ello, es absurdo seguir el análisis comparativo, por tanto hay que introducirse en la lectura funcional del conjunto. En los capítulos anteriores, hemos documentado una dinámica

funcional de la rábita en la que distinguimos tres áreas indjvidualizadas: el área sacra o reservada, la zona propia cenobítica o de los morabitos y la de acogida a 1os visitantes y peregrinos. Obviarrente, estas funciones están implícitas en cualquier rábita (MARIN, 1989), pero de esta forma tan diferenciada que nos acerca más a la persona-

lidad funcional de una institución posterior, generahzada en la penínsuia por los Almohades, nos referimos a las "zawiyas" (TORRE,S BALBAS,

1948), las cuales, siguiendo a G. Margais (1983, 178 y ss.) no poseen ese carácter militar y se enmarcan dentro de las manifestaciones religiosas de raigambre popular, muy extendidas en el Norte de Africa, con la devoción a la figura y personalidad de determinados santones. Esta posible relación con el culto a personajes de reconocida santidad ya la sugerímos ai analizar y esudiar la rica docur¡entación epigráfica parietal existente en el oratorio M-I (AZUAR ET ALII, 1989). No es un terla que podamos resolver en estos mofirentos, pero 1-ray que tenerlo en cuenta en su dir¡ensión cultural ya que nos centra, aunque con algunos siglos de antelación, en el calado y penetración de las tradiciones norteafricanas en la península en época peleoandalusí. Reforzando esta hipótesis, recordaremos la orientación ¿heterodoxa? al mediodía de los "mihrab" de nuestra rábita que siguen 1a ¿tradición? de las antiguas rlezquitas andalusíes, sin relación con Oriente y de claro origen e influencia norteafricana. La africanización de nuestra rábita se aprecia, tambiér-r, en ia evolución de su planta; si observamos detenidamente este proceso, constatamos como las fases iniciales nos definen un complejo cúltico de tipo disperso, conformado por una serie de oratorios aislados y dispuestos alrededor de la mezquita. Esta disposición típicamente, de dis-

persión, es muy similar a1 ribat marroquí de Jabal Lakhdar, publicado por Ch.Allain (195a) de una cronología similar a la de nuestra rábita, siendo destruído en el siglo XI. Esta rábita de Jabal Lakhdar presenta una arquitectura muy similar a la nuestra y posee unos rasgos constructivos y espaciales que arraigarán en la arquitectura religiosa posterior de las zonas Azrou-, del Atlas, -el caso de la mezquita de o en las constr-ucciones posteriores Sub-Saharianas de Niger, valga como ejemplo, por su estructura 65


espacial nucleada, la gran mezquita de Assodé (CRESSTER, 1989). La constatación de estas ralces o rasgos norteafricanos de nuestra rábita de Guardamar nos abre nuevas preguntas o incógnitas de difícil solución y que nos sitúan ante la problemática de si nos hallamos ante una rábita bereber v si ésta es o no de culto Sufí.

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3: Alzado

de La "qibla" de La antigua "Musal.la"




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6: Mihrab

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Tipo I.

79

clel oratorio que porta la lápida.

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Lám.7: Mibrab del oratorio M-VIII Tipo IV.

8: Det¿lle de las iantbds

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de la pttcrta rlcl r¡r¡torict

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Lรกnt. 9: Detal.la de un aparejo en <opus spicatnrn,

@::-:::::..:....:..:.::::.::.::i:::..::..:

Lรกm. lO:

DetaL/e de

un aparejo elt <opus incertum,.

81


L1: Mmo de base de mdmPosterítt "i le'¿¿tttado en tapidl de b¿rro.

Lám. 12: Vista de la zona sacra de la rábita.

82


L,ittt 1-i: V isL¡ de/ terccr

sc(tor tle l,t r,íbit¿

83


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