El poblamiento de la costa de Granada en el marco de la formación del Estado islámico.

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CT]ADERI\OS DE

MADix驴r AL-zAHRlt

voL.

3

c贸nooBA

L99T


CIJADERNTOS DE

MADINAT AL_ZAHRÁ'


SUMARIO .

ACTAS DE LAS II JORNADAS DE MADINAT AL-ZAHRA

AL-ANDALUS ANTES DE MADiNAT AL-ZAHRA S. GUTIERREZ LLORET L;r fornuciín de Tucltnlr dade la pu'iferia del Estado

Islámico

Pág. 9

A. MALPICA CUELLO - A. GOMEZ BECERRA "Donde n//n.¿/ dnÍe.t h¿bía entr¿da tn ejírcito..., E/ pob/arniento de la costa de Granac/a en el rnarco de la fornución del Estado lslátnico

Pá9. 23

V. SALVATIERRA CUENCA _J. C. CASTILLO ARMENTEROS E/ poblaniento ntral: ¿Histórico o internporal?

El

caso del arrol,o del Salado,

Jaín

M. ACIEN ALMANSA 'Utnar lb¡t Haf:ttn. Un problema

Pág. 47

bistariográfico

E. MANZANO MORENO 1 ernires: Fantilias ari¡locráticas

Señore¡

1,

A. CANTO GARCIA De la Ceca Al-Andalu a la de A[adtnat

soberanía

ltltejtl

Pá9.71

en

Al-Andalu¡

al-Zabra'

Pág. 97

Pág. 111

CHRISTIAN E\)rERT Precarsares de A'Iadlnat

a/-Zahra'.

de oriente 1' sa ceremonial

attlico

PATRICE CRESSIER Renacin¡iento de la esutlttu'a

El

entre occidente 1

Los Pa/acir¡¡ 0melas )t 'abbásie¡

de capiteles en

oriente

ALFONSO JIMENEZ La Qibla extrauiada

Pág.

la

I23

ípoca entiral:

Pág. 161

Pás.189

. CRONICA DEL CONJUNTO A. VALLEJO TRIANO Crí¡uca, aña 1991

Pás.213


ACTAS DE LAS DE

II JORI{ADAS

MADIxar nr-znunÁ'

AL-ANDALIJS ANTES DE MADIXAT AL-ZAFIRA


"DONDE NUNCA ANTES HABIA ENTRADO UN EJERCITO..., EL POBLAMIENTO DE LA COSTA DE GRANADA EN EL MARCO DE LA FORMACION DEL ESTADO ISLAMICO A. MALPICA CUELLO A. GOMEZ BECERRA

INTRODUCCION La adopción del rérmino i.rlatttización para defi-

nir la consoiidación del también llamando E¡tado i¡/ánico en territorios peninsulares y, conseclrentemenre, el final cle una larga transición, por lo demás apenas conocida y estudiada, es, en último término, un mecanismo protector para cierta historiografía que prefiere una cualificación de corte

cultural. Salvando

distancias oportunas, es el de ronnnjzdcjín. En este caso se trata de la cultura o, por mejor clecirlo, de la civilización romana; en aquél de la religión islámica. Es explicable porque clentro cle la categorización que se viene haciendo similar, qlre no

1as

igr-1al, zr 1o que sucede con

por esa historio¡¡rafía, el Islam es comprehensivo y adopta, bajo un manto religioso, una cultura secular. Sin embargo, salvo en este sentido religioso, que, por otra parte, no es único, se ha señalado con un ahínco sospechoso la falta cle originalidad del mundo islámico. Tal empeño, alejado de toda consicleración científica, ticne una carga tremendamente negativa. Pero, además, ¿acaso cabe utllizar el concepto de originalidad, que es claramente representativo de una época en la que el individuo y, en consecuencia, la sociedad pueden ser creadores y, por tanto, originales, como plasmación de unas libertadesl Y en caso de que no se admita tal

supuesto, ¿es qlre el mundo romano fue una creación ¿x nato a nivel.es culturales?

Por ese camino se va directamente hacia el absurdo más total y sólo se consigue lo que realmente se pretende, que el proceso histórico no

sea

desvelado.

Creemos qlre es preciso arricular de otra forma la discusión. Ante todo. teniendo en clrenta qLle nos encontfamos con un nivel eminentemente político, habrá que destacar las interacciones de las diferentes clases sociales empeñadas en hegemonizar el proceso político en su favor. Porqr-re creemos que existe un acuerdo manifiesto en que el Estado llamado islám.ico es una or¡¡anización política cle clase. Los diversos intereses de clase se enfrentan necesariamente cuando no hay hegemonía por parte de una clase o de un bloque de clases; pero siempre hay un antagonismo que obliga a permanentes reajustes. Sucede que el nivel poiítico es ei que nos muestra tales aspectos de la actuación del Estado. En otro orden de cosas apenas hay manifestaciones de cuestiones que podemos considerar, por 1o demás, básicas. La existencia de cualquier Estado perpetúa y reproduce la de clases dominadas, explotadas y expoliadas. Con frecr-rencia estas relaciones suelen desaparecer en los análisis al uso. Es más, normalmente, parece, por ejemplo, más importante examinar la producción agrícola obtenida que la vida misma de 1os campesinos. Ni siquiera se ha estudiado la relación entre el Estado y las clases dominadas, siendo incluso excepcional e1 trabajo acerca de 1a expresión más evidente de la acción del Estado sobre 23


las clases sociales, que sirve para su desarrollo y para el control de éstas y que es Iafi:calidad (l). Por otra parte, cuando descendentos (empleamos

nuevo. No debe entenderse como una reiteración. ni tampoco considerarse como un lugar común, sino como el deseo de establecer una relación dia-

conscientemente el té¡mino en sentido peyorativo) del nivel político, en el que el Estado se reviste de legitimidzrci y aírn de moralidad, y llegamos a 1a realiclad de la explotación, no siempre es posible hacerlo con suficiente cl¿rridad como para poner de manif:iesto la violencia que se genera. Se

léctica entre el hombre. considerado como

suele aducir el problema de las fuentes. Se ha diclro, con crerta razón, que las escritas representan el nivel del Estado y de la acción política, mientras que se ha abogado por una utilización de las que genéricamente podemos llamar arqueológicas, a condición de que éstas no se reduzcan a Lrn concepto tradicional y formalista. Pero tampoco cabe duda de que en cuanto de¡cenderna¡ a veces se pierde la capacidad de examinar la explotación. Con frecuencia, como ha puesto de relieve Chris \lickham (2), el arqueólogo está más atento a las fuerzas productivas qr-re a las relaciones de producción. Por cllierer llegar a un nivei más material, se da el caso de que se conoce con más detalle y mejor el territorio que los hombres que lo ocupan. Y este extremo es imposible de mantener. Un cerritorio es la expresión po/ítica de una organización de poblamiento, que se basa en :una redlidad ecanóttit'a. En él importa destacar tanto el nivel de las fi-rerzas prodr-rctivas como las relaciones de pro-

ducción. Desde tales planteamientos es conveniente el análisis de territorios más o menos homogéneos, que permitan el estudio de un proceso cle larga duración, pero asimismo en el que se expresen las contradicciones más importantes. A este respecto, no cabe duda de que los planteamientos que vamos a hacer quieren ser una aportación al obli¡¡ado examen de un período y, por ende, de un proceso de gran importancia, el final del mundo antiguo y el nacimiento de una nueva sociedad, basada no sólo en unas estructuras políticas diferentes ni tampoco en una cultura distinta, aunque se la haya catalogado de poco original, sino en unas formas de explotación diferentes, porque, en efecto, el Estado islámico implantado en al-Andalus se basaba en la explotación.

LA ZONA OBJETO DE ANALISIS: LA COSTA DE GRANADA Aunque en reiteradas ocasiones hemos definido esta zona, parece obligado volver a hacerlo de 24

ser

social. y el medic, Físitt-,. Como es sabido, la costa de Granada se abre

ai Mediterráneo qlre le sirve de vía de comunic;rción esencial. Pero al mismo tiempo se asienta sobre ia montaña. Ambos elementos conforman el

conjunto y

dotan de una fuerte personalidad. Está separado de la alta montaña, de tierras en las 1e

que las nieves permanecen buena parte de1 año, la Sierra Nevada, por un profundo surco por donde discurre el río Gu¿rdalfeo, el único curso de agua que merece tal nombre, mientras que más al O, el río Verde, el Seco y el Jate conducen agutr ocasionalmente, procedente de las masas calizas de la

Almijara. E1 Guadalfeo tiene como fuentes de provisión las aguas del deshielo de la Sierra Nevada y cle 1as lluvias que recogen 1as cumbres menos elevadas. Hasta pasar el denominado Tajo de los Vados no se llega a la llanur¿r litoral que conocemos actualmente como ve¡¡a de Salobreña-Motril. Es la más extensa de cuantas existen en la costa de Granada. Más al E el medio calizo de Sier¡a de Lijar y e1 esquistoso de 1a Contraviesa han formado diferentes llanuras, apenas extendidas, por las que casi no cliscurren aguas superficiales. La alternancia de relieves diferentes, como un medio litológico muy distinto, han generado unos paisajes muy peculiares que han condicionado (y a su vez han consentido) los asentamientos humanos. En los medios calizos, más abruptos y con barrancos muy encajaclos, no hay apenas ocupación, mientras clue en los restantes es mayor, en especial en torno a las llanuras costeras. Así pues, en cuanto a su base física hemos de destacar que se trata de un espacio inclinado al

mar, pero elevado. Dicho de otra forma, no se puede hablar apenas de tierras llanas, salvo en concadas áreas y siempre a las orillas del mar. Este ha estzrdo, sin embargo, presente de manera constante. En cuanto elemento regulador de las temperaturas y generador de humedad ha sido esencial, por no hablar de las posibilidades de comunicación con el exterior clue ha ofrecido a lo largo del tiempo. Asimismo la cadena montañosa costera, mlry pegada a la línea marítima y orientada en esa dirección, ha impuesto su ley. En pocos kilómetros las eievaciones son importantes. La pen-


cliente es una abrum¿rdora realiclad, hasta el punto c1r-re la relación entre las áreas interiores y las próxim¿rs al nrar se han regiclo por el1a, organizrindose la vida humana a partir de sr-r existencia. Los cursos cle agua que bajnn muy encajados por los valles transvers¿rles al e je montañoso, han ¡¡e ne rado sr¿rncles aluvionamientos ¿r1 1legar ur la costa. A este respecto, sabemos que la deforest¿rción es un hecho inducl¿rble , con tiempo ace le r¿rdo en los últimos siglos, h¿rsta ei punto que desde el siglo XVI h¿rst¿r Ia actualidad hay nr-rmerosos tesrimonios que lo ¿rv¿rlan. La introducción cle nuevos cultivos o sr-L genertrlización, como e s e I caso de 1a vid, el empleo masivo cle 1eñ¿r para procesos cle tr¿rnsformación de tipo preindustrial, como ocur¡e con la obtención del azúcar, las práctic'.rs ganaderas abusiv¿rs son sólo explicaciones causales, pero que no nos hablan ni de la ampiitud ni de los ritmos del proceso. De esta forma, se h¿rn ido formanclo llanur¿1s costeras de ori¿¡en aluvinl, sin apenas infltre ncia marina, clue gr7rl.r, nnc/a se han analizaclcr ¿r niveles geofísicos (i), clue no históricos ni trrqueo1ógicos, salvo aleunos trabajos aírn incipientes (ri). En toclos los c¿1sos, por lo que sabemos hasta ahora, las tierras bajas han crecido a partir del cleterioro de las altas, sol¡re toclo por 1as ya ment ionit,l.r: Jrlor.st.rt ionrs. El comportamiento cle los sr,relos ha sido cliferente . Dejanclo a Lrn lado los cietríticos, formados, segúrn I'remos dicho a partir cle la destrucción de la capa vegetal y el posterior ¿lrrastre cle tierra, nos fijaremos en aquéllos de 1as ¿ireas cle montaña que hirn permitido 1¿r vicla agrícola y ganadera. Los procedentes cle un meclio c¿rlizo se fueron deterio-

el extremo de quedar 1¿r roca desnuda, mientras que las alte¡¿rciones de los esclr-ristos han supuesto c1r-re la roca maclre se degrade, formando unos suelos con grancles pieclrtrs. Tenclríamos que añadir las posibiliclades hídric¿rs de c¿rcla uno cle ellos. Mientras que en 1os c¿rlizos apenas hzry escor¿rnclo hast¿r

rrentí¿r superficial

y

se forman capars subterráneas

de aguir, en los esquistos, al ser impermeables, existe. Ahora bien, no hay un úr"rico medio litológico, trunque nos encontremos el predominio de uno Ll otro. Sin embargo, existe una clara aclaptzrciírn ¿r cacla uno de ellos en un medio físico exigr,ro. De este moclo, se observa como regla general la ocupaci<in a{¡rícola de las tierras de esclr-ristos, dejanclo las calizas pirra establecer los asentamientos y extender los cr-rltivos de secano. En realiclacl,

mayorítr cle 1os núrcleos, clesde luego en época medieval, se hallan en la zona de contacto entre ias calizas y 1os escluistos. Este l-recl-ro hay que tenerlo en cuenta, porque no siempre fue así en etapas anteriores. Asimismo, el comportamiento de cada uno cle los suekrs es dife¡ente en cuanto a la erosión, segírn ya hemos señalaclo. En cualquier 1a

cirso.

lrs

fue

rlrct (lc rcsurlje ncil

,Lparcre

n pret

isa-

mente en el contacto de ambos medios litológicos ¡ además, los esquistosos producen renclimientos agrícolas aclecr-rados a condición cle que se les riegue de forma constante. El establecimie nto de estos asentamientos significa de manera inmediata 1a generación cle un sistema agrícola mr-ry peculiar. Se puecle decir clue parte de un hecho importante: la tr¿rnsformación del medio físico. Se basa en ia creación de un ecosistema propio, aunclLre ada¡':,tado. En él es fr-rnd¿rmental el agua, como quecla dicho. Es tanto como h¿rblar cle 1¿r necesiclacl cle Lrna técnic¿r más o menos clepuracla para conselalrirla, conducirla y almacenarla.

.,Cómo y cuánclo se estableció este sistemal Seguramente en el proceso de consoliclación del Est¿rclo is1¿ímico, que acelera una tendencia y

moclifica otras en función clel interés cle clase. Este proceso indudablemente cristaiizó luego de una larga transición en la que diférentes moclos de producción pugnan entre sí, en la que, por consigr-Liente,

distintas clases sociales se enfrentan. La

plasmación política se realiza a través del Estado y, en consecuencia, se verifica en la organización espacial del poblamiento, en el territorio; pero no sólo nos h¿rbla de esto. sino de los mecanismos cle dominación social y económica.

UN PUNTO DE PARTIDA. LAS CAMPAÑAS DE AL-NÁSIR EN LA COSTA DE GRANADA 'Al¡cl al-Rahmán III tendrá que llevar ¿r cal¡cr Jos expediciones contra la Costa de Granada para someterla y clesligarla de 1a obecliencia cle 1os Banr-r Hafshn.

En 913 realizó la primera, si bien como consecuencia cle las acciones emprencliclas en 1a vecin¿ Alpujarra. Tras 1a tom¿r de hisn Srh¡ljÍ, el imponente castillo de Jubiles, en pleno corazón de la comarca alpujarreña, ei hijo de Umar ibn Hafsun, Ya'far, que se encontraba en Salobreña, huye de 2)


El texto que aparece^en Ibn Hayyán dice textualmente: "El maldito Ya'far, l-iijo preferido y heredero de su perverso padre, que esraba en Salobreñ¿r, asustado con estos triunfos sucesivos, huyó de allí de nocl're, uniéndose a su padre en su capital de Bobastro" (i). Más aclelante leemos: "Yia)ó enronces anNasir a la ciuclacl de Salobreña, donde hizo como esta plaza.

en ic,s lugores mencionaclos, guarneciendo con sus

hombres tocla 1a fortaleza que conquistaba y cuidando sus intereses, con lo que atajó el mal en 1a cora cle Elvira, cuya población quedó unánimemenre sujeta" (6). En Ia Crínica Anónilt¿ se mencion¿ esra campaña contra Jubiles, con variantes por 1o que respecta a Salobreñ¿r, qr-re ahora no aparece citzrda, sino un¿r n¡¿d,na YarTía en su lugar: .Por otra por,", üfor, el hijo de Umar ibn Hafsún, que se hallaba en la ciudad de Yarisa, asustado por esras ininterrumpidas conquistas, l-rr-ryó por la noche de esta ciudad a ¡eunirse con slr padre" (7). Es evidente la confusión en este úlrimo caso, ya que en otra ocasión farTía es mencionada en la mism¿r Crónicd, en otro contexto geográfico, el cle .la

co¡a de Jaén (8).

De cualquier forma, todo parece indiczrr que la acción conrra Salobreña y, en consecuencia, contra la Costa, que estaba bajo control, como veremos, de los Banü Hafsün, fue una derivación de la ('¿mprña tonrru l,r AlpLrjarra. Diez años más tarde , en 923,la acción militar es m/rs directa, es decir, tiene como objetivo único la Costa. Es la denominada de Jate. Desde la zona de los Montes de Málaga el ejército de Abd alRahmán III avanza en dirección E, conrra Jate, e1 puerto cle Almuñécar y Moscaril. A1 igual que en el caso anterior, e1 relato de esta campaña aparece en varios autores árabes. El texto más completo es el qr-re aparece en el Aluc1tabas-V: ,,Hafs b. 'Umar b. Hafsün, hermano de Sulaymán, se le rindió en Ia fonaleza de Cámara, una de e1las, y an-Nasir le dio el amán y lo estableció en una de aquéllas, por razones de conveniencia política, relacionadas con él y su hermano, avanzando luego contrzr la fortaleza de Jete, el puerto de Almuñécar y Ia fortaleza de Moscaril. Por el camino, sus troprs cruzaron escabrosidades donde nlrnca antes había entrado un ejército, pero Dios le a11anó su aspereza, y desde allí cayó sobre Jete, fortaleza de las más inexpugnables, c1r-Le rodeó y sintió hasta apoderar26

se cle sus arrabales y clominzrr sus contornos, sin que se 1e ¡esistiera más que su alcaz;rba, rindién-

dosele los más enriscados castillos de la zona, y conciliándose sus pavorosos corazones" (!). Como se verá, esta segunda inrervención

adquiere una mayor relevancia que la anterior. Ahora nos encontramos ¿nte una cirmpaña que tendrá como objetivo fundamental la Cosra ¡¡ranadina, en concreto el triángulo formado por las

fortalezas de Jate y Moscaril, y el puerto cle Almuñécar. No es, pues, casual que se le denomine cantpaña de Jete, alrnque también se dirigiera hacia otros puntos fuertes en 1os cercanos Montes de Málaga, clestacando la ocupación cle Cámara.

Este mismo nombre aparece en otras fuentes, como 1a Crónic¿t Anónin¡t (10) y el Balln de lbn 'Idári (11).

Hay, volviendo ¿1 texto de Ibn Hafsun. un pasaje que merece especial atención por nuesrra parte. Se trata del momento en qlre este autor se refiere a1 recorrido por los Montes de Málaga que emprende Abd al-Ruhmán III, en es¡os té¡minos: "Por e1 camino cruzaron escabrosidades donde nlrnca antes había entrado un e jército...". De j,rndo a un lado las dificultacles de la topo¡¡rtrfía clue debieron de salvar las tropas y qlre es evidente para cualquiera que conozca esra zona de Sierra Almijara, lo más significativo es la afirmación del cronista de que nos encontramos ¿1nre el hecl-ro de que es la primera vez que un ejército penetra en la región. El texto árabe clice: yaqtahimah¿r

"Iam

iayS qablahu" (12), por lo que la traducción es del todo punto correcta en el empleo del término ejército para el ár:,be f a1i. No debe de tratarse de r-rn hecho toralmen¡e cierto, sino más bien de una im.rgen que nos ofrece Ibn Hayyán clel territorio hacia el cual enfila su ejército al-Nasir. No se conforma con hacernos ver que se traraba de una zona en estos momentos rebelde al poder del Estaclo cordobés, sino c1r-re parece concel¡ir a éste como el primero en intentar doblegar a sus pobladores. Dicho de otro modo, parece tratarse de un "territorio al margen del Estado,. Esta interpretación es válida si se roma como punto de referencia general e1 momento de transición hacia una sociedad islámica. Este proceso (13) adquiere en al-Andalus el carácter de una

lucha entre diferentes modos de organización social y económica, cuyo estallido final será la pri-


fitnd. El resultado

será el

triunfo de una

de

Centremos, por ahora, nuestra atención en ios

las partes en conflicto, 1a representada por el Estado omeya, o sea las poblaciones islamizadas, que se enfrentó a las restantes: los elementos que se hall¿rban en evolución hacia una sociedad feudal y aquéllos que representaban a las comunidades que habían escapado al control de 1os poderes del estado y de los señores. Ni que decir tiene que res-

castillos que aparecen en el área occidental. Ya tuvimos ocasión de realizar una somera descrip-

mera

ponden a filiaciones étnicas o culturales determinadas. Se trata de un proceso mucho más complejo (14), en el que aparece parte de la población de origen indígena que, encuadrada en comunidades de aldea, ha ido evolucionando hacia una organización diferente, 1o mismo que parte de los iinajes pertenecientes a tribus árabes o bereberes fueron

ilando características propiamen te feudales.

asim

La expresión más clara de esta lucha, recogida

en las fuentes escritas, es la actuación militar de los sucesivos emires omeyas y, en la última fase, de1 que sería califa, a partir de 929,'Abd al-

III. Es así como aparece cla¡amente refleun territorio erizaclo de castillos (ba¡un). Estas construcciones no son, sin e mbargo, la Rahmán ja<lo

expresión de la resistencia a un poder que intenta dobiegar a una población indígena. Manuel Acién (1i) ha elaborado una primera distinción de estas fortificaciones en atención a su funcionalidad, que desde luego está ligada a una determinada sociedad. De este modo, distingue entre los refugios rurales levantados por comunidades que han escapado a cualqr-rier control po1ítico, las edificaciones levantadas por los elementos señorializados -los a¡/1ab- o mn¡tah¿t al-hu¡In,las construidas por los grlrpos islámicos e incluso los del Estado. Precis¿mente al segundo grupo se han adscrito 1os castillos que aparecen citados en las fi-rentes escritas en 1a Costa de Granada; en concreto los de Jate y Moscaril, que se hallan en el territorio en e1 que no había penetrado ningún ejército. Es posible que dentro de esa última categoría entrase asimismo el castillo de Juliana, qlre se encuentra en las proximidades de1 actual pueblo de Mecina-Tedel (término municipal de Murtas), en e1 otro extremo de la Costa. Es mencionado por Ibn Hafsun en a/-Alac¡tabis 111, cuando es tomado por el emir

'Abd Al1áh (16). Con anrerioridad, en el siglo VIII, hay una mención^en al-'Udn, geógrafo del siglo XI, a Ltna qarl.z Yillana, pero no a tn hirn

(17), aunque se menciona un hecho substancial, la rebelión contra el poder estatal por parte de un grupo árabe afincado enla zona.

ción de los bavTn de Jate y de Moscaril en trabajos anteriores (18). En el caso de la fortaleza de Jate es posible su identificación con los restos que se han prospectado en el denominado Peñón de Los Castillejos, en la línea divisoria de 1as provincias de Granada y MáIaga, en la margen de¡echa del río Jate, que desemboca en el núrcleo actual de La

Herradura (término municipal de Almuñécar). Además de unos elementos claramente defensivos, de entre los que destacan las murallas y algunas torres, se puede observar un despoblado a sus pies.

Su carácter de fortificación, apoyada en unas características naturales que le hacen merecer el calificativo de )nexpugnable qte le da Ibn Hayyán, no impide que se consiclere como un asentamiento más complejo. El propio texto del historiado¡ árabe 1o señala con detalle: "... y desde allí cayó sobre Jate , fortaleza de las más inexpugnables que rodeó y sitió hasta apoderarse de sus arrabales y dominar sus contornos, sin que se le resistiera más que su aIcazaba...r, Q9).La abundancia de cerámica recuperada en superficie, amén de las estructuras visibles, posiblemente casas, son una prueba de que no estamos ante un hi¡n el.emental, sino ante un conjunto más complicado. La descripción de 1os restos que hemos prospectado, necesariamente somera para no ser reiterativos, puede ser otra evidencia más de que nos hallamos ante un asentamiento estable y permanente. En efecto, el yacimiento se halla en una elevación rocosa de formidable aspecto, desde su base hasta su cumbre. En un primer escalón hay restos

de muros de mampostería, posiblemente de viviendas. La cerámica y ios materiales de construcción encontrados nos permiten señalar una ocupación humana de cierta intensidad. En un extremo del mismo, cerca de la roca, se puede identificar un aljibe, que ha perdido, fruto de una destrucción, la bóveda; se aprecia en é1, pese a estar casi totalmente enterrado, el enlucido de sus paredes interiores, para darle estanqueidad.

En un segundo escalón, a media altura, hay otro aljibe, que tiene como característica esencial el que está encajado en una grieta de la roca, siendo por su base más estrecho que en 1a parte alta. Además, se percibe en sus paredes interiores un 21


hormigón de factura simila¡ aI rptrs tigninunt, gue utilizado por los romanos para impermeabiiizar construcciones hidráulicas. Su bóveda, prácticamente intacta, está formada por lajas de piedra unidas con mortero. Es de una gran solidez y de es

una factura bastante primitiva. No lejos de é1 hay un hueco en lzr roca, posiblemente un peqLreño silo.

En la cima del peñón, que alcanza 1os 982 m., enconrramos otro gran allibe, con sus paredes enlucidas y 1a bóveda destruida. Los escasos restos visibles nos h¿rbl¿rn de una ocupación permanente. Es, pues, eviclente que no se trata cle un asentamiento eventual, sino que hay que hablar de un lugar poblaclo de manera estable. En cuanto zr Moscaril, hemos podido identificar algunas estrlrcturas en el denominado Pico Mosca¡il. Es 1a principal de la margen derecha de la cuenca del río Verde, dominando todo su entorno, en el que destaca Almuñécar, y el acceso a la ciuclacl descle el interior. Ar-rnque también ha sido objeto de una breve descripción por nuestra parte (20), es conveniente abundar en ella. Se encuentr¿r situado en una plataforma caliza de forma más o menos alargada qlre corona el citado monte. En su extremo más oriental, e1 que da al río Verde, y en una peqr-reña elevación, puede observarse 1a existenci¿r de un recinto que, cerraclo en 1a mayor parte de slr perímetro por e1 corte de 1a misma roca, conserva los restos de un muro de piedra seca hacia el S. En 1a ladera que existe en esta dirección debió de desarrollarse un poblado, según se desprende de los abundantes restos de murosl también cle piedra sec¿r, y de fragmentos de tejas. Pero no se trata de las únicas construcciones en superficie. En el extremo oriental de la plataformzr, en un risco separado por un pequeña vaguada del despobiado y sin relación directa con é1, encontramos un nlrevo refr-rgio. Se aprecian 1os restos de una torre de mampostería con un hormigón con abunclante cal. Completa este ¡ecinto las bases de dos muros de piedra clue lo cierran. Es posible qlre nos encontremos ante dos con-

clifícil resulta determinar su relación temporal. En efecto, para el primercr de los recintos defensivos podemos suÉlerir una cronología próxima a 1o tardorromano, según se desprende de la cerámica recogida en slrperfic;e y en la encontrada en el poblado qlre se 1e asocia. Pero no es fácil hacer mayores precisiones, habida jr-rntos diferentes. Más

28

cuenta de su escasez y fragmentación. Sin embargo, casi nada podemos clecir del segundo. La prospección apenas si nos ha proporcionado cerámic¿ y resulta muy aventurado adelantar una cronología sicluiera aproximada. De todas formas, parece oportuno hacer algunas consideraciones al respecto. Ante todo este segundo recinto se halla, como hemos dicho, en el extremo más oriental del yacimiento, siendo posible incluso la visualización del Peñón de los Castillejos o, 1o que es lo mismo, el /cisn S¿t. Presenta similitudes evidentes la torre mencionacla con éste, con Lrna técnica constfuctiva muy parecida. Ciertamente no son elementos suficientes para confirmar la identificación de este segundo recinto clefensivo de Moscaril con e1 cit¿do hisn, pero plantear tai hipótesis parece obligada, teniendo en cuenta tanto 1as referencias escritas, de las que se infiere una estrecha relación entre Jate y Moscaril, como las pocas probabilidades de clue el primero de los recintos defensivos se encontrara ocupaclo en estos momentos a tenor de la cerámica aparecida en su slrperficie. Sea como fuere, de 1o que no cabe duda es de que Jate, Moscaril, Almuñécar, y, tal vez, Salobreña, forman parte de un mismo complejo defensivo en los momentos finales de la primera f)tna, que

vendría a cerrar todo el sector occidental de Ia costa granadina. Si hacemos caso al relato que nos ofrece Ibn Hayyán y que, en este punto concreto, no varía substancialmente del ofrecido por otras fuentes árabes, puede decirse que el hisn SAt ejerce, en cierto sentido, como cabeza de este territorio. Es el castillo mejor defendido de Ia zona, mencionándose incluso 1a existencia de una qasaba y de uno o varios "arrabales" (21) dependientes de é1, llegando, por otra parte, a ser la úrnica fortaleza a la que se refiere la Crínic,z anínitta (22).

Volviendo al tema de los detendadores de estos ttxtrtahit al-ha¡in, 1as fuentes sólo van a mencionar, como ya hemos visto, a los Banü Hafshn. Sin embargo, no es suficiente para resol-

ver la cuestión, pues, según es conocido, éstos, fuera de su núrcleo original de Bobastro, van a extender su poder mediante alranzas, a veces reforzadas con vínculos matrimoniales (23). Es muy probable que la fortificación del territorio en torno a Jate tenga como protagonista a algún grupo de señores (allabl opuesto a la política de islamización impuesta desde el Estado omeya, finalmente aliado a los Banu Hafstrn.


cortijo de Pinillos,

Ahora bien, como tendremos ocasión de exponer a continuación, este panof¿1ma que las fuentes escritas y la arqueolo¡¡ía muestran para el sector occidental de la Costa no engloba a todo el terri-

ca de primera época en e1

torio.

mas) como ya hemos plresto cle relieve, es mucho 1o que queda por rcalizar en este sentido. No debe de olvidarse que se tr¿rta de zonas en plena producción en lzr mayoría de los casos y, por ende,

LA COSTA ORIENTAL Hay un hecho que no puede pasar por alto al referirnos a las fuentes que nos relatan las campa-

,tb¿ al-Rahmán III. Se trara de la ausenci¿r de noticias sobre la zonr Lomprenclida entte las desembocacluras de los ríos Guadalfeo y Grande, es decir, la Sierra de Lújar y toda la fran j,r ñas milirares ¿e

costera de la Contraviesa. Esra fálta cie reférencias escritas puede hacer

pensar en la inexistencia de r-rn conflicto abierto entre slrs pobladores y el Estac'lo, pero en manera algr,rntr ller'¿r a la conclusión cle que nos encontra-

mos

¿1nte

un territorio ya islamizado y bajo

su

cont¡ol. Como es sabiclo, e1 proceso de islamización de al-Andalus va a servirse cle los meclios urbanos clue presttrrán a menr-rdo slr ¿tpoyo al Estal¿r vez van a ser promoviclos por los propios emires (2,i). Pocas posibilidacles se daban en este sector cosrero, en el que hay Llna escasa presencia nrbana, incluso para 1a época nazarí

do y que a

sede

de la alquería nazarí de Pinos, y otra califal en Gualchos, qlre era asimismo lugar habitado en las mismas fechas que la antes cit¿rda. De todas for-

difíciles de prospectar. Son los castillos localizados, amén del ya mencionado cle Juliana. LlLre tlene unas c¿recterísticas simil¿rres a las cle los bt¡in ciel área occiclental, pero que, rezrlmen,., .r,i'mis rrlacion.r.lo con la zona alpujarreña propiamente dich¿r. Mención aparte merece el conjunto territorial integraclo por los restos hallados en los Picos del Castillejo, en plena Sierra de Lújar, y en Lagos, aldea c¿si despoblada en 1a actualidad, que pertenece al término municipal de Vélez Benar,rdalla, y qlre aparece en la documentación castell¿rna como t¡ti¡har, según se ha estudiado en otra parte (26). Hal¡laremos, plLes, clel castillo de Olías, también en Sie¡ra de Lú jar (término municipal de Orgiva) y del situado en la Raml¡la clel Valenci¿rno (térmir-ro de Son'i1án).

Sobre ellos yzr f-iemos adelant¿rdo algunos

(25). Recordemos cllre los únicos pllntos de toda

aspectos en trabajos ¿rnteriores (27), señalando su relación con el poblamiento rural de época medie-

1a Costa qr-re pr,reclen calificarse de ciudades, en

val, plrdiénclose ambos englobar dentro cle los

época romana y medieval, sor-r Almuñécar y Salo-

hu.¡tn destinados

breña. Ambas, precisamente, ¿lparecen como focos de resistenci¿r al Estado omeya. Una situación de margir-ralicltrcl con respecto a este último que tambiér-r se desprende de los primeros datos arclueológicos que poseemos sobre la zona. La prospección ha permiticlo hallar varios yacimientos medievales, ninguno de ellos recor¡iclo por las fuentes escritas. Sin embargo, queda por realizar un an¿ílisis arqueológico, en verdad

á., .u-p"ri.¿rs. En efecto,

difíci1, de las alque¡ías de los últimos tiempos nazaríes, recogidas en las fr-re ntes escritas de l¿r primera época castellan¿r. Los testimonios docllmentales. fundamentalmente de conteniclo fiscal, sólo nos permiten una cat¿rcte¡ización elemental,

pero en modo al¡¡r-rno poclemos l-racer precisiones cronoló¡¡icas. Sólo un examen atento cle los actuales pueblos y cortijos, que son los directos herederosj en la mayoría cle los c;rsos, de l¿rs anteriores alqr,rerízrs, poclrti arrojar alguna luz. Como prr,reba de ello, baste decir c1r,re hemos encontrado cerámi-

¿r

servir de refugio a comunidase

trata cle recintos más

acordes con est¿l fur-rción que con la de albergar tropas. No existen en ellos restos de construcciones qlre permitan otra su¡rosición. Se reducen a algunos muros perimetrales, de mayor importancia en el caso de Olías, y a depósitos (cistern¿r en éste; aljibe en el de la Rambla del Valenci¿rno). Parece evidente su integración con la red cle alclr-rerías, que se aÉf rupan en torno a ellos. Dejarán de tener un papel importante y ocuparán otro

secundario ante el reforzamiento de la defensa

cle

primera línea en la Costa en época nazarí. Aunclr,re , según hemos advertido, Julianzr no estír dentro clel conjr,rnto costero lrofi¿mente clicho y hay qr-re adscribirla sobre todo al mundo alpujarreño, parece conveniente clescribir el castillo a grandes r¿rsÉaos, con objeto de establecer r-rn punto cle comparación con los estucliados. Situado en la margen izquierda de la rambla

de Cojáyar, frente ai pueblo actual de Mecin,r 29


Tedel, antigua aiquería documentada en riempos

nazaríes, sobre un espolón rocoso, forma un amplio recinto amurallado, del que só1o quedan algunos paños de tapial montados sobre mampostería, y tres torres de igual factura. En su inte¡ior existen dos grandes al¡ibes de hormigón, con bóvedas de lajas de piedra unidas por un sólido mampuesto y enlucidos en su interior. La cerámica recogida en superficie muestra una ocupación desde fechas califales y en épocas posteriores, pero las referencias en las fuentes escriras no dejan lugar a dudas sobre la existencia de una qaDta a finales del siglo VIII (28), si bien más tarde se habla de una fortaleza o hitn, en concrero en época dei emir'Abd Alláh, cuando los primeros enfrentamientos tienen lugar en el proceso de formación del Esrado islámico (29).

Por su complejidad estructural, por su relación con el poblamiento (recuérdese qr-re se habla precedentemente de :un^ qdt)d, que no cle un hisn)

y por el desar¡ollo i'ristórico que puede seguirse a través de las fuentes, se debe trarar de un casrillo de ocupación permanente, probablemente relacio-

nado con algún grupo árabe, inmerso quizás en un proceso de señorialización. Por el momento, los yacimienros encontrados en Lagos (término de Vélez Benaudalla) no han sido estudiados. El situado en los Picos del Castillejo no puede entenderse como una fortificación, sino más bien como un refugio temporal. No hay

estructuras defensivas claramenre definidas ni tampoco elementos para almacenamiento del agua

(aljibes o cisternas), sólo se observan las bases de muros de mampostería, que no completan un cir-

cuito defensivo. Pero la cerámica allí enconcrada nos habla de una presencia de primera época y una fase final en el califato. El asentamiento de la zona baja, en la zona de cultivo de la aldea, muestra una contemporaneidad y continuidad poblacional con el Castillejo. Es más que probable que

y habrá que profunestudio de ellos con respecro a lo que hemos prospectado en torno a La zona costera, en concreto e1 de EI Maraute y la Herrería (término municipal de Motril), con una cronología bien diferente, porque mientras éste es romano, aquél al.canza su plenitud en tiempos califales. No cabe desechar la idea cle que las explotaciones mineras de Sierra de Lú1ar contribuyesen a la formación del poblamiento en época romana y algunos de los ambos estuviesen en relación

dizar en

j0

e1

elementos existentes posteriormente perviviesen. Pero parece que e1 asentamienro de Lagos está unido a 1a existencia de una estructura agraria en la que el regadío es relevanre.

Como se habrá podido apreciar, junto a los han ido apareciendo orros yacimientos de gran importancia. Todo ello nos ha permitido hace¡ una primera interpretación de la estrucrura de poblamienro y su evolución con anterioridad al período nazarí, que es mejor conocido (30). Nos referimos tanto a 1os de cronología califal, como a los anteriores. Entre ambos momentos, como trataremos de demostrar, hay elementos suficientes para pensar que existió una transformación en ias bastTn

formas de ocupación del espacio. La mayoría de los yacimientos encontrados en esta área oriental de la Cosra, muy especialmente

los situados en Sierra de Lú1ar y en los escalones montañosos más inmediatos, fueron darados en un primer momento de forma genérica cr¡mo ,z/tantedieua/e¡. Es explicabie porque en los momentos iniciales de nuestro trabajo no había suficientes datos para hacer mayores precisiones cronológicas, sobre todo cuando aún no se había trabajado a fondo sobre la cerámica de primera época islámica. Pero Lrna mayor atención a este período, gracias especialmente a 1a proliferación de estudios de esta temática, nos ha permitido establecer unas prime ras distinciones cronológicas para esros ntamientos. De este modo, mientras que unos presenran una secuencia amplia que iría desde finales de1 mundo tardorromano hasta época califal, como ocurre en Pico Aguila (Gualchos-Casrell de Ferro) (31) y en e1 ya mencionado de los Picos de Casrillejo (Vé1ez Benaudalla), para orros casos, sin embargo, las fechas son mucho más vagas, como sucede con el Peñón de Pedro Vélez, sobre la rambla de Alcázar (término de Orgiva), o rienen una existencia mucho más corta, como en el Castillejo, próximo a la actual Vélez Benaudalla, o en el situado en las proximidades del barranco de Polopos. Estos dos, pero especialmente el último, han de situa¡se en el período emiral, mientras que e1 ase

Peñón de Pedro Vélez es el que plantea más dudas de los tres. Destaquemos, finalmente, que las mayores precisiones cronológicas nos vienen dadas por la aparición de la cerámica vidriada de época califal al marcar el fin de los de más exrensa secuencia. En todo caso, seña1a el punto último de


proceso no muy bien conociclo hasta el presente, que procuraremos ir desvelando. De cualquier forma, cabe adelantar que hay caminos cl¿rros en L1n

lu: moJrlos .lc .rrenr¡mirnto. Por lo general, 1os yacimientos señalados

salazones excavada en Almuñécar (32),la agricultura de 1os bordes aluviales cle los ríos Guadalfeo

y Verde, y, por último, la minería de

1as sierras

interiores, entre las que destaca especialmente la se

de Lúrjar. E1 agotamiento cie esta organización eco-

hallan en lugares elevados, incluso a veces a ¿rltitucles consiclerables, como ocurre en los Picos del Castillejo, y de difícil acceso. Siempre están en

nómica, comprensible a partir cle la generalización del comercio y la existe ncia de un Estado que impone unas cargas impositivas, se evidencia en época bajoimperial. Así se deduce de algunos datos de los que disponemos sr.rcixs ir v¿rias excavaciones arqueológicas concretas llevadas a cabo y por el trabajo de prospección realizado. De un lado, se percibe una 7>aralización de las actividades de la factoría de salazones de Almuñécar entre fines del siglo IV o principios clel siglo V; de otro, la desaparición, en fechas aproximaclamente similares, cle un importante nítmero de asentamientos rurales ordenaclos en torno a la vega clel Guadalfeo, presumiblemente dedicados a ia agricultura, y cle otros en el área de Sierra cle Lújar, seéluramente más relacionaclos con ia mine¡ía. Por lo que respecta a la consabicla crisis urbana en este período, poco es lo que podemos decir, plres estamos faltos de actuaciones arqueológicas en las dos ciudades coster¿1s. En todo caso, aun

r-rna posición mzrrginal con respecto a las dos principales vías de comunicación de la zona: la línea de costa y el río Guadalfeo. Además, se les añade una predilección por reocupar xntigLros asenta-

mientos prehistóricos. Ar-rnque no hay un yacimiento igual a otro, los hemos venido denominancio .de altura', de acuerdo con 1tl que viene siendo habitual en la historiografía actual. El término, si bien sólo se refiere a una situación topográfica, en¡¡loba una realid¿rd más compleja. En efecto, cu¿rndo hablamos de ellos lo hacemos en comparación con los asent¿rmientos de épocas ¿rnteriores y posteriores, en doncle el estabiecimiento en áreas ll¿rn¿rs es una realidad, pero también en los que se aprecia una estrategia de ocupa-

ción bien diferente . Por cle pronto, mientras que en aquél1os cabe hablar de un aprovechamiento de

los recursos naturales y una posible dedicación económica no esencialmente agrícola (quizás el pastoreo), en éstos la vida agraria, basada en Lrna producción campesina que explota áreas de regadío y clue permite un comercio mr-Ly intenso. Es evidente que las rel¿rciones con el poder variaban de uno a otro modelo. No se puede ex¡':,liczrr ia situación primera sin tener en cuenta que los lazos ciertamente flex:ibles con respecto a las unidades territoriales, mientras que en la seglrnda hay una relación expresacla a través de la de1 Estado eran

fiscalidad.

Hay qr-re plante'.rr, llegados este pr-rnto, el origen cle este poblamiento que hemos denominado

altura. Sr-rrgió de las ruinas del poblamiento anterior. el romano. Pero este tema no nos es conocido con detalle, carentes como estamos de un estuclio sobre su formación y evolución. Sin cle

embargo, cont¿rmos con elementos para esbozar la gran crisis qlre plrso fin al mismo. En síntesis, la ordenaciór-r del territorio en época romana de la Costa de Granada parece justificarse en función de

la explotación de los principales recLrrsos económicos, en base a las actividades comerciales: la riqueza pesqllera, con Lrna importante factoría de

suponiendo una importante regresión, lógica al tratarse estos núcleos de verdaderos centros rectores del sistema en crisis. no tenemos dudas sobre una cierta pervivencia en nlrestra zona, conservando cuando menos su función portuaria. De no ser así, no se explica la presencia de materiales cerá-

micos tardíos de importación en yacimientos romanos situ¿rdos junto a la 1ínea de costa. Se constata, pues, la pervivencia de asentamientos ligados a la navegación, como en e1 caso de Salo-

breña (el peñón exterior) y en el de La Rijana (Gualchos-Castell de Ferro), hasta bien entrado el siglo VI e incluso posteriormente. Las actividades

marítimas debieron prolongarse hasta época árabe, como se desprende de la entrada de Abd al-Rahman I en Almuñécar, pero no podemos precisar ni su entidad ni su radio. Lo que parece evidente es que lzr comunicación mediterránea iría más en sentido S-N clue en E-O. El hiato que se ol¡serva en yacimientos como El Maraute y La Rijana no significa la desaparición de una población, sino el cambio de modelo organizat.ivo. Es decir, estos puntos de atraque debieron percler su función, siendo ordenado el espacio a partir de asentamientos más interiores, en los que Ia dedi-

l1


cación aÉlrícola y minern desapareció en beneficicr de una economí¿r de aprovechamie nto de los recursos de.l monte y posiblemente ganaclera. En este contexto, de1 que sólo hemos señaladcr las líneas generales, es en el que debe enmarcarse el nuevo patrón cle asent¿rmiento. No es fírcil cleterminar e1 momento en que sucede, pero toclo lleva a pensar que no ocilrrirá, al menos como l-iecho consolidado, anres del siglo VII. Posiblemente la fecha en la clue el proceso ya ha culmina-

do está relacionada con la clesaparición de

las

estructuras estatales que los bizantinos intentaron prolongar en esta parte cle la Península. A partir de ese momento, l-ray que pensar en que se desarrollasen Élrllpos de rin carácter eminentemenre señoritr1, principalmente en e1 secror occidental cle la Costa, y que hubiese comunidades establecid¿rs en asentamientos de altura, en el oriental. Planteada así la cuestión, habría qr-re detenerse en las rel¿rciones cllre con anterio¡iclad a la primerafitna se establecieron entre ambos grupos. La localiz¿rción de 1os asentamientos en elevzrcioncs, en algunos casos de consideración, pone de manifiesto que sus ocupantes vivían, como hemos puesto ya de relieve, del :a/tas, sin que la agricultllra oclrpara un lugar preponclerante , al menos en el sentido qr-re iuego poclrá verse para las alquerías islámicas ya plenamente instaladas. Es posible, pues, pensar que estas comunidades no sólo viven al margen del Estado, sino, ¿rclemás, de la presión de los grupos señorializanres. Esta íilrima situación no hay c1r-re descartar que se produjese en ¿rlsúrn momento, pero, de hecho, no significó una profunda alteración de 1as estructuras de base, por lo clue l-ray que sospechar que no fuese nada más que cJe manera epidérmica y ocasional. Las formas cle r.icla preclominantes vienen indicadas, al menos en el ¿íre¿r cle Sierra cle Lújar y la verriente mericlion¿rl de l¿r Contraviesa, por 1as modalidades de los asentamientos. Así. los dos htniln más caracrerísticos, el cle Olías y el .le la R.rmbla .lel Valenciano, inciependientemente del momenro en que se edific¿rran, qlle no se puecle precisar, aunqLre hay restos cer¿ímicos que podemos calificar gené-

ricamente de altomedievales (zrnteriores, por tanto, al siglo X), presenran unas caracterísricas funcionales que nos obligan a fensJr qlrc sc rr¿tan de refugios de comunidades campesinas. Problema aparte es el de la exisrencia de ¿rsentamientos en zonas llanas y parn las que hay c¡ue 32

suponer una dedicación fi-rndamenralmente agrí-

cola. Su análisis arqueoló¡¡ico, sin embargo,

es

extremad¿rmente difícil, habida cuenta de clue es sobre estas áre¿rs sobre las que con mayor fuerza ha actuado un proceso de transformación del paisaje en los últimos tiempos. Se clebe a la conjun-

ción de un rápido desarrollo de los cultivos de regaclío y de los comple jos urbanísticos (3 j). Afortunaclamente hemos podiclo resc¿rtar algunos datos de indudable interés. Así, hemos localizado un asentamiento que parece enlazar con el mundo ta¡dorromano en el escalón mont¿rñoso que rodea la rambla cle Castell de Ferro, concreramenre en las proximiclades del cortiio de 1os Pastores (3,i). TaI vez de parecidas car¿rcrerísticas sea el yaci-

miento del cortijo clel Cura, en las elevaciones montañosas que cierran por el N los Llanos de C¿rrchuna (Motril). Pero no es menos cicrto que los restos cerámicos hallados son de escasa relevancia, 1o que nos impide hacer muchas más precisiones. Por lo demás, hay clue reseñar que las

la zona occidental, mucho más amplias y con una continuada vida urbana, debieron de contar con asentamientos de tales características. No vegas de

se podría explicar

sin ellos la pervivencia de

las

ciuclades y el mantenimienro de los grupos señorializados, que se e ncast illarán en la primera fitna .

LA ISLAMIZACION DE LA COSTA DE GRANADA De lo señalado hasta ahora

se puede sacar la

impresión cle que en 1a Costa de Granada se asiste , durante el período alromedieval, a 1a confrontación de dos realidades sociales cliferenres que hemos definiclo a muy grandes rasÉios. Como se verzí, una de ellas represenra a 1os elementos que

podemos delinir como feudalizantes, que opondrán una clara resistencia a la implantación de la sociedad y del Estado islámicos zr lo iargo de los siglos IX y X. Aho¡a bien, nada impicle pensar en la existencia de sectores favorables a la islamización en los medios urbanos de nuestra zona. Es probable c¡uc la debilidad de éstos llevaría a su sumisión final a los a¡bAh aliados a los Banür Hafsun, pero, en todo caso, parece lógico pensar en al¡¡ún germen cle población proclive a1 entendimienro con el Estack¡ islámico y 1o que él represenra. Téngase en cuenra que las ciudades existen y no son ajenas a la vida


comercial. En el anterior sentido pueclen interpretarse l¿rs notici¿1s clue ofrece Ibn al-Jatib y analiz.rba Bencherifi recientemente (3i). Se reflere ¿r la ¿lctitucl de un secror de la poblnción de Bobastro que

, encabezado por su

abisftr.',

cles¿rrrolla la campaña clr

decide, mientr¿rs

se

9l l. pactrr con Abd al-

Rahmán, kr que supondrá r-rna sangrienta intervenciírn cle 1os contrarios al gobierno cordobés. !,st:r postr-rra venclría a coinciclir con la adoptacla

por otros mlLchos sectores urbanos de

al-Ancl¿rlus

(36). Pero en nllestro caso hay clue plarntear ciert¿rs cuestiones, porque se conectan en el tiempo con la victorios¿r camptrña cle Jate , de la que ya hemos l'rtrbl'.rclo, y, por tanto, cabe pensar en que est¿r acción milit¿r se llev¿rra ¿r efecto con objeto cle merm¿rr l¿rs fi,re rzas cle krs ocupantes de Bobastro.

En suma, la implantación del

est¿rdo omeya

en la zona parece que será posible un¿1 vez vencida l¿r resistencia de sus pobladores, o, mejor clicho, de los grr,rpos que contnrlan k¡s rnu¡uth¿t a/-basin del írrea occidental. Es evidente clue los homb¡es del otfo sector costero no debieron ¿lceptar sin más su

encuadramiento por parte clel Estado corclobés, pero, en todo caso, cle existir una o¡:rosición, no ciebió cle revestir las c¿rracterísticas cle un conflictcr ¿rbierto. De cr-ralclr-rier modo, no htry clue poner e1 ¿lcento en un proce so exclr-rsiv¿rmente político, sino que ctrbe penstrr c1r-re adquirier¿r diversas formas, siendo funcl¿rmental 1a captación cle 1os pobladores de estos asentamientos elevaclos a partir de un¿r mayor regr-rlarizactón de las actividades comerci¿rles y agr:ícolas.

rlr

Ibn Hayyán nos informa algr.rnos años después tlr ()l i. qttc ticrt,rnrrntc no termi-

l.r r.tnr¡.rit¡

nó con r,rn rriunfo pleno .le Abd el-Rahmán III, en concrero en 942, del rrcrmb¡¿micnro Je qobern¿rclores ( trlutta/;

enclieutril

e1

de

siny..

itt)/) entre los que

se

Jate, Salobr:eñ.r y Se trata, clesde luego, de

l¿rs fortalez¿rs de

sus clepenclencias (17). r-rna señ¿rl inecluívoca cle la asimil¿rción

al Estaclo islirmico cle la zona. Ya el pocJe r central se ha hecho con Ia principal fc¡rtaleza ler'¿rntacla por los dt:hih para aftan¿ar su dominio. Pero el c¿rlifa corclobés cuenta asimismo con las ciuc'lacles de Salo-

Al mar¡¡en cle estos problemas que atañen al ciesarrollo cle un nuevo modelo de organización del poblamiento, qlle, como se verá, ve ndrá acompañado de un¿r fortificación de la Costa, clebemos asimismo destacar 1as modificaciones en los núcleos de pobltrción y en el registro cerámico clue las P¿lrenriza.

En efecro, la prospección arqr-reológica y,

en

algunos casos, la excavación, har-r permiticlo const.rtar la reactivación, sobre unas bases nuevas y a partir de re¿rlidades clistintas, clel poblamiento en aquellas hre¿s en las que se había producido r-Lna regresión ¿r finales del Mr,rndo Antiguo.

Así, las intervenciones arqueológicas

de

urgencitr llevadas a cabo en 1os yacimientos cle

"El

Maraute, (Motril) (38) y cle La Rijtrna (Gualcl¡osCastell cle Ferro) (19) han puesto de manifiesto cómo los asentamientos que habían sufriclo los

efectos de ln clespoblación parcial cle la vega baja clel Guadalfeo, en el c¿rso clel primero, o cle la

línea de costur, lo clue es aplicable a los clos, son reocupzrdos a p¿lrtir clel siglo X, aunque r-ro hay nn¿1 superposición cle niveles ni, por t¿rnto, continuiclad estrict¿rmente topoéjráfica. No ptrrece que sean fenómenos aislados, sino que responcie a un proceso que se puede aplica¡ al ílrea costera, al menos en sll p¿1rte oriental. De hecho, a estos clos asentamientos clebe cle añaclirse alguno más, como ocurre con el hallado en las proximid¿rcles clel cortijo de La Reala, por encima de Carchr-rna (Gual-

chos-Castell de Ferro), en cloncle hay r-rna fáse romana y otra califal. Hav un hecho seguro y qr-re, de entrada, hace pensar en 1a intensificación clel poblamiento en las zonas más llanas: e1 abanclono clelinitivo cle los asentamientos de altura en torno al siglo X. Esto parece demostrado en los c¿rsos de Pico Aguila y de los Picos de El Castillejo. En ¿rmbos la aperición cle las cer¿ímicas viclriadas, algunas incluso decoradas con la técnica del verde y manÉi¿neso, nos sitúan en el límite final cle su ocupación. Pero hay más, el volumen cle estas cerámicas claramente califáles no es mLly importante. Algo similar parece que ocllrrió con otro yacimiento cie parcci-

y Almuñécar. Incluso el hecho de clue se rn gobottad,tr que control'¿ no sóIo /tt.v7u,

das c¿rracterísticas a los anteriores, el cle Los C¿rsti-

hable de

llejos (Vélez Benar-rdalla). Aun sin contar con

sino sus dependencias, es inclicativo del papel cle organizaclor del espacio que tenían las estructur¿rs castr¿rles y las urbanas.

cerámic¿r calif¿rl vidriacla, los ¡.:,aralelos con ia cerámic¿r ¿r torno proceclente de El Maraute permiten

breña

tal suposición. t)


Llegados a este punto, cabe pre¡¡untarse si nos encontramos, al referirnos al abandono de 1os establecimientos de altura, x Lrn proceso inici¿do a raíz de la penetración cjel Estado califal o si ya había indicios en ta1 senticlo con anterioridad. Descie luego, no podemos relacionar de forma automática 1a fase final de estos asentamienros con la actr,ración política del califato, que es el momento írltimo del proceso. Como se ha señalado, la aparición de la cerámica califal no deja lugar a dudas sobre la existencia de tal fenómeno

primera mitad del siglo X. Pero ¿qué ocurre con yacimientos como el de I Peñón de Pedro

en

1a

Vélez, en los que recogida de materiales de superficie no nos lleva más tarde de la época emiral?. La respuesta no es fáci1. De aceptarse las cronologías aportaclas por esta cerámica, habría que explicar a continuación el porqlré del abandono. Pudo obedecer a múrltiples factores, no teniendo que interpretar forzosamente como Lln desalojo a las zonas llanas. TaI vez se clebiera t¿rmbién a Lrn rea-

grupamiento de las poblaciones en los asentamientos mejor defendidos con motivo de la pr.ifitna. AI respecto llama 1a atención que sean los dos yacimientos situados en los lugares más altos e inaccesibles los que con seguridad llegan hasta el siglo X. mera

La transformaciones de este siglo no sólo van a afecrar a los modos de ocupación de1 territorio, sino también trl registro cerámico, como ya hemos venido apuncando. En un análisis anterior (,10) se puesto de m¿rnifiesto que, por encima de afinidades evidentes, la cerámica califal cle la Costa suponía una clara ruptura con 1a anterior. Esto no se refiere sólo a 1a ya mencionada cerámica vidriada y a las nuevas formas a torno zrparecidas, sino l-ra

que afecta a

l¿r

misma cerámica a torneta. Un

hecho que, sin ducla, ha de conectarse con la gene-

ralización de las actividades comerciales, que debió de permitir la presencia de nuevas form¿rs cerámicas, en un mayor porcentaje procedentes del medio urbano, independientemente de que se f¿rbricaran o no en la propia Costa. Por lo clue respecta a las ciud¿rcles costeras poco o nada podemos decir desde un punto estrictamente arqueológico. Pueden pensarse, a parrir de todo 1o anteriormente dicho, en un desarrollo de 1as mismas a partir del siglo X. De todas formas, parece oportlrno reclam¿rr una mayor ¿rten-

i4

ción para estos momentos a la hora de realizar nuevas intervenciones, si fueran posibles, en los medios urbanos. Las fortificaciones también suf¡en un proceso de cambio. EI hisn de Jate v¿r a mantenerse, alrnclue controlado directamente por el Estado. No cor¡erá igual suerte el otro de los ununab¿t a/hasln del área occic'lentzrl, el cle Moscaril, qlre va a ser desalojado tras la campaña cle al-Nasir, hecho que no se infiere tanto de las informaciones escritas (41) como de la prospección arqueológica. En efecto, no se h¿r hallado cerámica alguna cle épocas posteriores a la qr-re estudiamos. De todas formas, al-Udrr (12), en el siglo XI, nos hablará de un !uz' cle AIaíkarll. Por lo que respecta a los httlnrefugio clel área oriental ya hemos señalado que vzrn a seguir teniendo igual firnción en relación con las alquerías cle su entorno, sin que ello supusiera que estuvie¡an libres cle todo conrrol esr¿rtal. Conviene señ¿rl¿rr que este destino parece qlle va ser comparticlo por el hisn de Juliana (Murtas), ocupando una posición central con respecto las ¿1

alquerías más septentrionales de la Costa, muy cerca ya de la Alpu jarra.

Nos interesa destacar ahora que aparece un nuevo tipo de fortificación y que se asemeja bien poco a los /ltsiln preexistentes o a los complejos de carácter ciefensivo. De su existencia tenemos pruebas gracias a la intervención arqueológica de urgencia llevada a cabo en el yacimiento de La Rijana (,13). Sin entrar en cletalles sobre 1a etapa nazarí de esta fortificación, que, desde luego, es su principal momento de ocr:pación, cenrraremos nuestra atención en los vesrigios que se pr,reden datar en época califal. Nos referimos a la plataforma rectangular de hormigón, construida con la técnica de la tabila, situada en el extremo SO de la lengua rocosa en donde se enclrentra el asentamiento medieval. Serviría más tarde de base para levantar una torre en época casteliana, seguramente a mediados del sigio XVI, así como la urilización cle un¿r parte de la misma para un aljibe

que se le adosó. Aunque l¿rs dif-erencias entre la torre, hecha en mampostería y reforzada en sus esqr-rinas con sillares, y la base de hormigón era eviclente a simple vista, apenas habí¿r sido objero de análisis, aún contando con varios rrabajos elaborados anteriormente (44). Las actuaciones qlre se llevaron a cabo. refiriéndonos únicamente a la


époctr califal, se concretaron en Lrn¿l limpieza en

e1

cle los ¿rlrededores, en especial a la relacionada con

interior clel aljibe y en un soncleo en lzr esquina SO exterior. En éste se percibió Ia existencia de un

estas estrlrcturas defensivas con 1os /:ttsttn-refugios

estribo

reforzaba la cimentación. Se pudo asimismo observar cómo entre éste y el muro N cle 1a c1r-re

platafbrma de hormigón hal¡ía un reparación de piedras, l¿r cu¿rl parece que había roto parte clel pavimento cle cal grasa que ia rodeaba. El relleno

junto a esta reparación permitió identificar algunos materiales prehistóricos, procedentes del pró-

ximo yacimie nto, y algunos dat¿bles en época califal. Por su parte, la limpiezar clel relleno del aljibe, procedente en su mayor parte del derruml¡e de Ia torre, posibilitó observar cómo aquél era una aclaptación posterior, probablemente contemporánea a la construcción de la torre, y que originarixmente encerraba una construcción de planra mr-ry distinta, qr-re contaba, a1 menos, con una división interna. Así pr.res, parece kr más razonable pensar en Lrn¿l cronología califal para la primera consrrucciírn cle La Rijana. Es posible qr-re también a este período pertenezca la aclaptación del rerreno efectuada para facilitar la subida a la meseta rocosa clesde las c:rlas que 1¿r rodean y que debía re¿rliz¿rrse descle el extremo SE. Los resultados de estas intervenciones permiten corrobor¿rr que la ocupación califál se Localizó sobre todo en el extremo S del yacimiento, e1 más cercano zrl mar, a diferencia c'le Ia nazarí, qLle supuso una transformación más amplia. Es en ese extremo en donde se edifica Ia plataforma de hormigón, clominando las dos calas que la rodean, La Rijana al O y La Rijanilla o Cala de1 Pino al E. Es, pues, una obra ciestin¿rda al control de la navegación y en concreto de los dos magníficos fondeaderos qlre representan ambas calas, que no sólo permiten resguarclarse de los vientos, sean de levante o de poniente, sino clue además se trara de uno de los pocos puntos en los que es posible abastecerse de agua clulce en 1¿r misma orilla. Un problema disrinto es saber en beneficio de quién se realizaba este control. Parece que 1o más razonable es que lo fr,rese del propio Esrado, en primer lugar por las características del edificio del siglo

X, que parece

aclaptadzr a aposentar a una pequeña

c1r,Le a 1a de servir de defensa de contingentes mayores, aunque esto no implica que 1zr plataforma, por sus características topográficas, sin,iera de refugio ocasional a la población

guarnición más

las actividades marineras. Sirv¿r la comparación cle más cercanos, como los de Olías y el de la rambla del Valenciano. En ellos, como dijimos, no hay restos de la solidez de los que existen en la Ri jana,

situada precisamente en una de las zonas menos pobladas, los acantilados entre Calahonda y Castell de Ferro. En e11a sólo contamos con un asentamiento, el mencionado cle Pico Aguila, que, según ya hemos puesto de relieve, se abandona en estos momentos, sin que pueda, por el momento, afirm¿rrse clue oriÉlinase un ase ntamiento en el litoral. Sobre la línea cle cost¿1 no tenemos daros precisos hasta época nazarí. En esas fechas, a través de 1a documentación castellana posterior a Ia conquista, encontramos referencias a 1a pesquería de 1a Rijana, con la que quizás haya que relacionar la refortificación de1 lugzrr. En suma, se trata de un nuevo tipo de estrllctura castral cle époczr califáI, distinta de las anteriores que hemos visto en nllestra zona de estudio. Incluso es posible qlre no sea la única, sino que responda a un modelo más o menos planificado de

todo el conjunto territorial. De hecho contamos con un paralelo en Lln punto cercano. Nos referimos a1 edificio que preside el Castillejo de Orgiva (45). Aunque muy arrasado por la construcción de un cortijo en este siglo, presenta similitudes evidentes con el de 1a Rijana, tanto por la técnic¿ constfuctiva como por su planta rectangular. Es incluso posible pensar en una cronología similar teniendo en cuenta que hemos recogido abundante ce¡ámica califál en superficie. Tén¡¡ase en cuenta además que esta estructura defensiva ocupa una zona de paso obligado de la Alpujarra a 1a Costa, tanto a través de1 río Guad¿rlfeo, como por los barrancos interiores que llevan a los alrededores de Castell del Ferro. Hemos de anotar asimismo que se ha hallado una moneda de la época de al-Hakan II en la torre

del Zabullón, entre la Rijana y Calahoncla, construcción que se fecha, tal como la conocemos hoy, en el siglo XVI con seguriclad. Aunque encontrada luego de r-rn expolio y sin contexto arqueológico, nos hace pensar en una posible fortificación de la Costa, claro está que en relación con los otros cltrtos ya expuestos, que tendría como fin¿rlidad el control del tráfico comercial, la vida agrícola y la pesca en tiempos califales.

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NOTAS L l)e gran interés es el artículo de

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.i0

Arqteoltígico

41

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