CT]ADERI\OS DE
MADix驴r AL-zAHRlt
voL.
3
c贸nooBA
L99T
CIJADERNTOS DE
MADINAT AL_ZAHRÁ'
SUMARIO .
ACTAS DE LAS II JORNADAS DE MADINAT AL-ZAHRA
AL-ANDALUS ANTES DE MADiNAT AL-ZAHRA S. GUTIERREZ LLORET L;r fornuciín de Tucltnlr dade la pu'iferia del Estado
Islámico
Pág. 9
A. MALPICA CUELLO - A. GOMEZ BECERRA "Donde n//n.¿/ dnÍe.t h¿bía entr¿da tn ejírcito..., E/ pob/arniento de la costa de Granac/a en el rnarco de la fornución del Estado lslátnico
Pá9. 23
V. SALVATIERRA CUENCA _J. C. CASTILLO ARMENTEROS E/ poblaniento ntral: ¿Histórico o internporal?
El
caso del arrol,o del Salado,
Jaín
M. ACIEN ALMANSA 'Utnar lb¡t Haf:ttn. Un problema
Pág. 47
bistariográfico
E. MANZANO MORENO 1 ernires: Fantilias ari¡locráticas
Señore¡
1,
A. CANTO GARCIA De la Ceca Al-Andalu a la de A[adtnat
soberanía
ltltejtl
Pá9.71
en
Al-Andalu¡
al-Zabra'
Pág. 97
Pág. 111
CHRISTIAN E\)rERT Precarsares de A'Iadlnat
a/-Zahra'.
de oriente 1' sa ceremonial
attlico
PATRICE CRESSIER Renacin¡iento de la esutlttu'a
El
entre occidente 1
Los Pa/acir¡¡ 0melas )t 'abbásie¡
de capiteles en
oriente
ALFONSO JIMENEZ La Qibla extrauiada
Pág.
la
I23
ípoca entiral:
Pág. 161
Pás.189
. CRONICA DEL CONJUNTO A. VALLEJO TRIANO Crí¡uca, aña 1991
Pás.213
ACTAS DE LAS DE
II JORI{ADAS
MADIxar nr-znunÁ'
AL-ANDALIJS ANTES DE MADIXAT AL-ZAFIRA
.UMAR IBN I{AFSUN. UN PROBLEMA HISTORIOGRAFICO N,,f.
ACIEN ALIVIANSA
Tl I ritulo de la presente comunicación surgió -E.rrndo l'oa. ,,no, unos rttve que acel'¡ar e I compromiso de escribir en plan divulgativo sobre el pasado musulmán de las tierras de Málaga. Fue entonces cuando, a1 abordar el tema de las revueltas de las últimas décadas del siglo IX y el protagonismo que tllvo en ellas cUma¡ b. Hafsun, resumí con el títi-rlo aquí propuesto el hecho de que posiblemente la figura de Ibn Flafsun fue¡a sol¡re la que más se ha escrito de l.r historia de ¿l-Anclalus y con los jr,ricios más diversos en todo tipo de publicaciones, clue van desde monografías hechas por especialistas hasta artícLllos periodísticos de lficionerclos, pasando por volumit-tosas novelas históricas ( I ).
En la actualidad creo que el tema sobrepasa con mucho 1o simplemente historiográfico, como 1o demuestran las novelas a clue l'ie aludido (2), o e1 hecho de que en 1os años sesenta se crerr¿ una socieclad excursionista en Ia zon¿r de Anteclr-rera, anim¿rcla por diversas publicaciones locales, con el fin de visitar y reconocer los lugares relacionados con el personaje, o, en fin, que en una fecha tan próxima como el 198i, se incluya en e1 puesto trigésimo séptimo de una lista de cien malagueños ilustres cle todas las épocas, encabezada por Pablcr Ruiz Picasso (3). Lógicamente, de ese problema más amplio no voy a tratar, pero también he de anunciar ya que no he pretendido ser exhaustivo en io historiográfico, tarea que sería casi imposible por su proliji-
dad, pero que intencionadamente se han desechado una serie de publicaciones, como las de la erudición local u obras generales cle historia de Espa-
ña o l-ristoria medieval, donde generalmente se limitan a repetir o resumir a otros autores. Po¡ el conrrario, sí se ha prestado atención a la reciente historiografía sobre Anclalucía donde la interpretación del personaje se convierte en una auténlic.r clave, así como a las opiniones y juicios de autores capacitados, aunque les hayan dedicado tan sólo escasas líneas.
En esta revisión historiográfica es obligado comenzar por 1a Histaria Arabum de Roclrigo Ximénez de Rad¿r, no porqlre se acepte una pretendida unidad de la l-iistoriografía española que iría desde Isidoro hasta la actualidad sino porque, a falta de 1os textos árabes, el arzobispo toledano será la única fuente de información para Ia prime-
ra historiografía burguesa. En dich¿r obra que se clebe a ia conjunción de la especial elaboración de1 pasado por el feudalismo como la suma de pueblos nuevos en 1a historia universal, y de la teoría y práctica del arzobispo, es clecir de la teoría de la
*reconquista" y cle la ambición territorial de la sede toledana, se hace un resumen preciso de la actividad de Ibn Flafstrn, donde se destaca como uno cle los principales rebeldes, qlle se aprovecha de la actitucl condescencliente del emir, consiguiendo ocupar "oppida et castellzr', y Para terminar poniendo en duda la sinceridad de su conversión al cristianismo:
7l
<etsi non animo, ficte saltem ad Chrisriani nominis grariam se t¡ansferre" (4).
No deja de
se¡ interesanre esra visión de Ximénez
de R¿rda, precisamenre uno de los más importantes teóricos cle 1a reconquista, y sobre rodo en contraste con la elaboración que haga la historiografía nacionalisra cle su conversión a1 cristianismo.
En efecto, en Ia Histat'ia general de España clel
padre Mzrriana, obrn que podemos consider¿rr como la primera reinterpreración del pasado cluc hace la burguesía española, tras los intenros ncr consumados de Florián de Ocampo y Ambrosio de Morales, se traduce casi literaimente el párrafo de Ximénez de Rada. diciendo:
'Abd Alláh) "Los principios (del emirato fueron revueltos a callsa que Homar, principal entre los moros y de ingenio bullicioso, se levantó contra. é1... Abdalla siguiír por todas partes ¿1 Homar y le redujo a tal ¿lpretura, que se huyó a rierra de cristianos, donde, dejacia la supersrición de sus padres, se bautizó, no con sinceridad y de
veras, sino con engaño, Lomo sc entendió con el ciempo, que todo 1o declara" (1).
Como se puede irpreciar, de su cosecha tan sólo incluye el lapsu.t de la huida a rierra de cristianos, aunque sí es suya la explicación del contexto general de \a fitna ciel s. IX, qlre no enriende y la traduce en los rérminos políticos de su momento:
"La gente de los moros después de las alreraciones pasadas y guerras civiles comenzaba a est¿rr dividida en bandos, ranro, que algunos gobernadores de las ciudades, queriendo más gobernar en slr nombre como
señores clue en el ajeno como virreyes, tomaban ocasión de rebelarse, y a cada paso llamaban reyes" (6).
se
Lo importante es que en la obra que va a consagrar los clichés de Numancia, Viriaro o ia unificación de 1os Reyes Ctrtólicos, no hay ningún
con Masdeu, clue conoció la breve referencia, por lo demás errada, que ie dedió el maronir¿r Casi-
¡i (8). Por tanto, habrá que esperar a clue el afrancesado José Antonio Conde publique el primer tomo cle su Histrria r/e /a dantinaciín de lo.r ár¿|,tes en Espaíia (9) para qr,re la información sobre el rel¡elde se consiga aumentar. En efecto, pese a los insistentemenre repetidos errores de Conde de confundir Bobastro con Barbastro, de la suplresra roma de Toledo siguiendo a al-Nuwayn, o de traclucir el insulto kalb de las fuentes por un pretendido hijo llamado Calib, con dicho autor la revueka
cobra su importancia y se acrecientan los
cl¿rtos
biográficos, si bien con algunas inexactitudes:
"Un hombre de origen p¿1éiano, de oscura y desconocida prosapia, llamado Omar l¡en Hafs... cuenran c1r-re vivía de su trab.rjo humilde en Roncla, de 1¿r comarca cle Raya, pero no contento de sLr pobre suerte se fue a la ciudad de Torgiela a buscar su viclzr, y se hizo salteador de caminos con orros compañeros, a quienes por su valor acaudillaba: se resisrió a los caxiefes y justicia cluc los perseguía, y cobró celebridad y muchos compañeros y secuaces. Se encastillaron en
Adharwera, casrillo allí conocido por Calat-Yabaster, señalado por su inaccesible fortaleza" (10). Tras relatar sus enfrentamientos con los emires resalta Ia importancia del personaje diciendo
"y le llamaron rey aqr-rellos pueblos" (11), pero sin incluir ningún tipo de elogio o simpatía, más bien a1 contrario, hasra el punto de denominar el capítulo LI con el título de De la petfidia de Ha[¡un (I2), donde relata las supuestas alianzas con los Af'anc. El apelarivo que le suele dar es simplemente el de "rebelde,,, sin que aparezca ninguna mención al cristianismo ni a nin¿¡ún tipo de indigenismo, patente en la ciescripción qr-re hace de sus aliados enlazc¡na deJaén:
intento cle ¡eivindicación de Ia figura de Ibn Hafsun, como tampoco lo hay de los Banu Qasr, aunqlle se reconoce que eran "del linaje de los ¿¡odos" (7), y esa acrirud de Mariana continuará
.toda esta gente vivía de robos y desolación: se unieron con ellos los secuaces de Yahye ben Suquela, amir de alárabes, y la facción de los Maulidines, muy poderosa por sus riquezas, tenían ¿r sueldo Arabes y
hasta toda la historiografía dieciochesca, incluso
Cristianos como seis mil hombres" (13).
78
6L s?l elprsrP orrd'(¿¿) s"rq¿l?d sns uá <sP?ll"¡a.nLLI oPIIJ¿d IaP SJJJl sJ-IoPJPUaJdLUa .{ so.trl:r.} sEur sol
Jp oun> 'íJI>llS uqJ eP ol"uISas? IJ otuol is¿ '¿Jr^lE eP sJlPPIrlLu so] uol J?LUfl-r rP seuoIJ¿lrj s¿u?Jlxa sel J"r¿s p ?^e]l ál seluJn3 sr1 z o8adr ng
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¡of¿u ns ua 'rl?llrd I" op?JqLlllltsort p;qpq 1r,trr uranF ?] sotuunl ? jllt opuJIUnaJ> 'uBsJ1.LI uql aP <¿PUPq> ?l Jp oruerLutso¡8ue Ie equlsep opu¿r-tl JeUJJTJP z opur8all 'saqery-rrut sauot:rtz.rtlclxa aP ugIltnP -oJtur ?l t.tuz-rt¡tu8ts slltu sJ orad '(¿1) ?JJ?^PN
ap .{ar
Ia Á rrurlrnby ap anbnp Ir uor stzuprlp :s .{ ¡PuoJ JP sJl()JJ¡ sol uE oqoIgPlr opr:louol -i
opu?ruJ,\uI u"tuaLUnP
ururnrrer-u rs ¿rqo ?LllIP
srtu¿.\rr] rp Jorrllp?rr '(9 I) roPr"l^ srrlol sglu?r-J ersrurdsrq ¡ap'r4airg ap rl.tlttt n1 ap ,( laqrry ral ap t1/.Lair/H r:1 ap f (eI) 9Z6l ua serpuo-I ur rPx-l -r1gnd 'rprua"t9 ap rlttubulr t1/ pirl2q pltt().lPI{ ePvl 'laqprl .tu/ ,P t1/.uvq 11 ,P rarPpl/)'erory ap urnb -zof gsof ep ?l orlro-r suqo t.rtcl JSpq ?l tr¡s rpuo-.¡ oruotuV lsof .rocl r:¡rtlrocle ugrtlrutJoluI P-I 'so.rrugcloa8 sop?l?Jr sel Ilrl
¡a8o¡a¡ ue¡pod as anb 1ap op?][orr"sep '( otq;tuar: srrd oruo-r 'salourdsa sop?Jls1'llI sol Jp snlepuv -lp JP uorsr^ EI Jorn" arsa ue uelq s9tu oPuturtuoP -e¡d '¿rru¡r¡ac1xa erual ¿puo3 anb o1 ap'oueuot: eS.roro a] ¡s ou 'tr:uantasuo.t uE
-nlo^al ro¡e,r
I Z) <oPrnrrseP
¡od r:i eqr:r8esa;d anb
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-J"H sol c¡ruo¡ t¡¡an8 ?l Jpnultuol 1l oP¿s -r:a:d or.r. rs qnll?pqy> (rapod 1z rz8a11 1rz) '.lsr
'sauorrruotuard srunSle uplqturr opua.{n1rur o;ad
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ap solrq sol Jp oun 'J¿Jrlx p oIUoLUIJt"Lu uJ
rlrrl erclo-lcI ns elopugp "¡¿1¡auo) rz ope8ell er¡ anb 1a uo:r 'u! dJ"H q r¿LUf]. e atttttJsotd"
'LIpliV P9V, uo¡ ollr:d un s?rt
-lE uql 'uJluoLUoS ep eplaqer ]a uol auarr an6 el oluol 'sauot:r1a.i sns ap sr:un8Ie Pzr)Ítú'utls-ltH
uqI ep r;nÍlr; ¿l uor opprqurnisáC'sal"Ilos sodn¡3 serurJa;lp sol
eun anb ¡r:suad ¿ as¡t¡¿d uls '((¿) ".rapod IaP ugIS -asod ri rod uer{lnl> 'ellrrsodr: orad '"spe11r:,unu ua salllsoll s€z?r so1 Á saqrrg so1 'elnsuruad "l so1 z opuarn8rs 'apuop ua sop s"]> rp
"]q"LI'sorxer
'qlllv pqv. rlrrra I? saPlrqer soi t r:luasa¡d oPU?n:) oruo-) '¿LInSle pdl?¡sa e] as etuelu".¡u¡ ¡nbun¿ -ual -rrusu"Jr sersg anb st1 ap arrlldl- ot"lJJ ns ue s"f -rb91oapr sJuoll"rouuof JE^Jásqo ltllJIP sá'seluanJ
sr1 e opuSadt rruJluxrrlJrsg r¡3r-r8orq ns rP or -r391ouor: olJ¿LU urnq un ozzrT es Í (tZ) ?tlerJol rgr:-r8oaf ¿l ua uor"zllcrol rs ull;JEI uqI rp srPpP -IAI]J? S?I :A]U¿]S?q 9.TOf ATU.ES UOI]1]LUJOJUI "I IEN] ol uol 'I¡!pI¡ uqJ a U9.{lq1 uclJ rP solrJrsl-ru"Lu sol LrortzIIIln es t.l¿b[¡pW-]E ap sur.uapt anlr EI Lrr ?rqo '(g¿¡ sofur:,{pC rP l"u.)sx¿ ap ttrrtf q ut ratltaui(q ilry)ntuutlclltIV .fb ,fuoltt¡7 aqJ, ¿P urlunlo^ seJpuo-I ua opelIlqncI elqzq rs ou¿llets€l
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I? topr?r¡ ap ugrlrnpr:rr
'Qz) "zelpa11 ]ap saq"Jg sol rp I sr:lstuau;a¡ sol áp stl]rrrnb stn8ttu¿ sr:1 rod oP"ur"UUr Erq"q rs anb uns3rg sol áp ¿tlen.{ar pl) ap 'aluarut.tuot dnru
ou 'u9r.lerrldxa tun souopugp J?q?l? "J"d '(
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'(¡1) "rurlsJ 1ap soStruaue sol e seP?P ,{ ornqur ueqru8r:c1 sa1 f 'de.r -nrl s?l "rpu;.\ u?qpru?ll rl solle ,{ 'ar8eg lep ?lluo ?l rp sczrl?tro3 se1 9dn:o solle rp epnfr uo: .,( 'tr rp srlran1 so1 rapod ns u¡ ¡auod I -aruo.l3 "J 'sotnqul .{ a8e11zst.r, grre{o sr] 'rux{V aP souEnsIJJ so1 ap oredrur: 1t oprSo.x r:¡qr:q as anb 'uns3r:g urq rtr¡O opr;;gd 1E"
aqr.ry ouadu;r Ip op?z"ualur: safuotuá ?tsPLI
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rivalidades entre los cliversos sublevados, al igual que las que se dan entre los árabes de Elvir¿. Siguiendo ¿r l¿rs fuentes, la actuación de Ibn
gobernantes, y, sobre todo, saquezr y despoja a la
$af¡hn es evidente, y así, sobre el año 888, rras su renuncia al tírulo comp¿rrtido de gobernador de
población menesre rosa. La única explicación esgrimida por los aurores, en verdad sin mucha
Raya, se expresa:
fuetza, es 1¿r de estado de necesidad o consecuencia de guerras civiles anreriores, recogiendo e1 viciado esquema de los cronistas musulmanes, así, Gayangos reincide en lo de Viardot, a1 afirmar:
"se rebeló de nuevo, y comenzó a cometer todo tipo de cle¡:,redaciones sobre 1os pacíficos habitantes de la provincia, llevando sus clevastaciones hasra Ecita y Osuna, en la provincia de Córdoba" (28).
$af¡trn, cada vez más documentacla, nada distinro
a un bandido con éxito, clue se enfrenta a
.En el mismo momenro, el distriro de Sidonia se rebeló conrra el sultán, y se expanclió la rebelión pronro por los cle Algeciras, Rayyn y Niebla. Las causas de
Lo que vuelve a reperir, a partir de la consecución cle Poley (Aguilar):
.En
ese año
esas revueltas fue 1¿r enemist¿rd entre yemeníes y los muclaríes" (33).
(889-890), I-itrbiéndose adue-
ñado del fi-rerre castillo de Bulay en el distrito cle Cabra, comienza a molestar a los habitantes de la Qanbaniya, o territorio de Córdol¡a, con frecuenres incursiones" (29), y, posteriormente .refuerz¿r las fortificaciones de Poley (hisn-Belay), desde donde hace frecuentes incursiones hacia los disrritos de Cabra y Lucena, la úrltima poblacla cle jr-Ldíos dimmíes" (10).
sus
1os
Pero, sin embargo, hacia la mitad del siglo pasaclo las inrerpretaciones van a cambiar notable-
mente , pues, por Llna parte, en España se empieza a prestar atención al tema mozárabe, -en realidad ya aludiclo por Mariana y con las firenres recopiladas en la E.rpaña Sagrada surgiendo así el discurso de recepción en la Real Academia de la Historia de don Miguel Lafuente Alcántara, Condtción 1 reu/¿tcionel de a/ganas raza: españa/as 1 e.t;pecia/rnente
Transmite 1a misma opinión sobre otros rebelcles mr-rladíes, como Sa.dün al-Surunbaqr, el cual
la nozírabe en la Edad Media. leído en 1847 34), o el artículo de José Amador de los Ríos,
de
Mozárabes. ntadéjare.r 1 woriscot (35), donde impon-
drá una terminolo¡¡ía vigente hasta la actualidad;
"buscó refugio en las montañ¿rs entre
Coimbra y Santarem, doncle llevó nna vida cie saqueo, ¿rt¿rcanclo tanto a cristianos corrro
¿1
musulm¿rnes"
(l
1),
por lo cual, su conclusión, enjuicianclo los pasajes de Ibn FLryy,rn. cs r l.rrr:
y la desolación hasta las
mismas
puertas de Córdoba" (32).
Una primera y breve reflexión sobre la historiografía de la burguesía española h¿rsta la primera mitad del siglo XIX, nos revela que desde monarcólo¡¡os regicidas hasta bonapartistas y liberales no encuentran en la persona y actividad cie Ibn 80
rio¡mente gozará de grzrn inf-luencia sobre Simonet, o 1a Hi.rtrtria general de España de Modesto Lafuente (36) ¡ por orra parue, en 1861 se publica en Leiden la obra de Reinl'rart P. Dozy, Hi:lot ia de lo.r nutsu/ntanes de
E:paña, traducida
a1
castellano
en 1877 (31).
(muwallads, aiám, musálima, etc.) "Ellos mirs que lev¿lntar el estandarte de la revuelt¿r contra los árabes, yzr yemeníes o mudaríes, y, conducidos por jefes propios, como Omar ibn Hafsun y otros, llevaron ei s¿1queo
el literato Serafín Estébanez Calderón, qlre posre-
En realidad, Dozy ya se había ocupado unos años antes del tema en slls Recherches (38), planteado la ubicación de Bobastro, pero en la Histut ia va a dar la paradoja de añadir un ÉJran cúrmulo cle información y, junro a ello,
de /o.r nrusu/wdner se
presentar un análisis de lo más ideológico. Como suele ocurrir con la mzryoría de los orientalistas, en el erudito holandés no aparece una tendencia ideológica definida, sino más bien un eclecricismo, cuyas trazas funclamentales conviene desvelar, puesto que la mayoría cle ellas van a permanecer
indisolr,rblemente unidas a Ibn Hafsun durante mucho tiempo.
Así, por ejempio, en la catactertzación del cio de la revuelta
y en la
ini-
semel'anza que establece
con los relatos románticos
del bandolerismo, lle-
gando a compararlo con José María el Temprani-
llo (i9), la posterior historiografía española lo
y de dejarse llevar ('i0). por dichos ¡elatos Pero, sin embar¡¡o, los acusatí de contemporaneidad
esqLlemas que Lltiliza Dozy son, por una parte, la visión volteriana de España (.4t¡, y por otra, la concepción de espíritu del pr-reblo, tal como la había explicitado la historiografía postnapoleónica de los Thierry, H. Martin o Michelet. Sobre eilo los siguientes párrafos son suficientemente explíci
bido sus
v¿rgos arranques de
patriotismo"
(44),
y tras su vuelta a Bobastro después de abandonar Córdoba:
ya un "ese José María de1 s. IX, no fr-re jefe cle toda capitán de bandoleros, sino el (41), la raza espalola del mediodía" e1 éxito de'Abd al-Rahmán III sobre toclo tipo de rebelcles, escri be qr,re la causa fue,
o explicando
entre los arisrócratas árabes
tos:
.la muerte
de hombres sLrperiores>,
y
<en
"En el s. IX... Reya... tenía una población
el partido español... (clue) a la ardiente y
casi exclusivamente española enteramente parecida a la actual, con el mismo carácter
vigorosa generación de 884 había sucediclo otra nlreva, que no tenía ni los agravios, ni ia arrogancia ni la fiereza, ni 1as pasiones, ni la energía de 1a que le había prececlido" (46),
y
1os
mismos gustos, los mismos vicios y
ias mismas virtrides. Algunos... cristianos, otros, el mayor número, musulmanes; pero todos se reconocían españoles, todos tenían
un odio implacable a los opresores de su patria, y apasionados de su independencia, no queriendo que la tiranía extranjera engordara más tiempo con slrs despojos, acechaban todos el momento de sacudir e1 yugo"
(,12).
O cuando explica
:
<es preciso reconocer en él un héroe verdaderamente extraordinario, y ta1 como España no 1o había producido desde que Viriato
juró libertar a su país de la dominación romana" (17).
l¿rs
diferencias que se dan en
Bobast¡o en sr-rs últimos momentos:
"la luch¿r había perdido el c¿rrácter nacion¿r1 y, por decirlo así, universal que había tenido en su origen, p¿ra convertirse en meramente re1igiosa... pues es sabido que
e1
español es siempre Lrn creyente exaltado cualquiera sea la religión que adopte,, (43). Sin embargo, ese concepto de pueblo inmutable realizador de sus designios se aprecia matizado por ideas semejantes a las de un Carlyle o, a veces, por influencia del propio Mariana, cuya tendencia de historia nacional se había vuelto a imponer en e1 conservadurismo español de la época en detrimento de la de Mayans o Masdeu; de ese modo se explica que tras la clescripción de1 pueblo dada más arriba, añada:
jefe de carácter superior, "les faltaba un dirigir hacia un objeto preconce-
capaz de
para finalizar recapit Lrlando sobre Ibn Hafsun
Independientemente de esas explicaciones ideológicas, el eclecticismo de Dozy se aproxima también al culto a la fuente establecido por L. von Ranke, hasta el punto qlre la información que consiguió reunir es casi la misma que poseemos en ia actualidaci, completando los datos de su biografía: determinó su prosapia visigoda, el traslado de su antecesor cle la zona de f'akurunná a la de Rayya, su "engrandecimiento, en el nuevo lugar, explicado por Dozy en términos qlre recuerdan su origen hugonote:
.gracias a su actividad y economía Hafz había reunido una hermosa fortuna. Sus convecinos, menos ricos que é1, 1o respetaban y io honr¿rban hasta e1 punto de llamarle, no Hafz sino Hafzun, cuya terminación equivalía a un título de nobleza" (48).
Corroboró sus inicios como bandolero, 11amándolo "ladrón de camino real" (49), sus ve lei81
dades con los emires y con slrs trliados, etc., con gran acopio de traclucciones, que llegan al caso de entrar en contr¿rdicción con slrs postulaclos nacionzrlisttrs, pues aún ciespués de la primera etapa, en
que se dedicaba a .correrías, llevarse ganados e imponer contribuciones ilegales a los cortijos ,rislados" (50), tras 1a clerrota de Ibn Flafsun ante los árabes cle Elvira,
su paso al cristianismo, y que su búrsqueda de apoyo en los Fatimíes "prueba c1r-re Ibn Hafzun empezaba a no contar con sus compatriotas" (1i), esboz¿r que Ia mayoría de la población se planteó la disyuntiva burguesa de pazlanarqúa (16), para concluir que <entre los españo1es... 1os cristianos eran 1os
(a sus aliados los habitan"1es echó en cara
tes de Elvira) qlre se habían conducicicr cobardemente en la pelea, y, colérico, les impuso Llna enorme contribución, ciiciendo que ellos clebían pagar los ¡¡zrstos de untr guerra que é1 sólo había emprendido en su provecho" (51). Describiendo
1as
incursiones por la campiña
"llegada la noche, salía de su castillo
(Poley), a donde volvía al am¿rnecer, y casas destruidas, lugares incendiados y cacláveres insepr-rltos señalaban su c¿rmino" (12).
Actitud que es compartida por los restantes miembros dei .partido español"; así, Ibn Mastana, en una de las treguas que había concertado Ibn Hafsun con el sultán,
"prefirió a permanecer ocioso, hacer una alianza con 1os árabes vecinos que acababan
de fortificarse e n C¿11a-Y¿1hcib (A1calá 1a Real), y tomar parte en las expediciones clue hacían para saqllear a 1as personas honrzrdas clue
y
1os
no habí¿rn quericlo sublevarse,
3),
encastillados cle Jaén y Elvira, "se habían convertido en salteadores. sin fe ni ley, que desde 1o aito de sus almenas acechaban a los caminantes y caían sobre
ellos con la rapidez de aves de rapiña, sin
distinguir de amigos ni de enemigos" (14¡' La explicación de estas contradicciones le resulta difícil y tras anotar que slr alianza con el rebelde árabe de Sevilla Ibrahtm b. Fláiiái la consumó "porque 1o rehabilitaría en el ánimo de los musulmanes>, ante las deserciones clue conllevó 82
Resumiendo, estas ya largas citas del sab:io holandés se justifican por su gran aporte informativo, pero también porque no deja de ser curioso que venga de un historiador extranjero la primera
interpretación nacionalista o, con mayor precisión, nacionalitaria, si diferenciamos entre los planteamientos de mediados clel siglo pasaclo y
cordobesa:
o
írnicos que habían conservado entusi¡s-
mo y energía, mientras que 1os musulm¿rnes hacían traición en todas partes" (57).
clue se dan a finales dei mismo actual (58).
1os
y principios del
El encargado de llev¿rr a cabo
dich¿r reconver-
sión será Francisco Javier Simonet, quien ya en 1858 esbozó el tema bajo lzr forma de una leyenda histórica (59'), a lo c1r,re seguirán una serie de ¿rrtícuios en los años sesenta y setenta, para cu.lminar con su Hi:tr,,ria de /os nto:ár¿lar, publicada póstumamente (60). La evolución general de sr-r pensamiento histórico ha sido claramente advertida por Manuela Manzanares, centránclose en destruir la imagen de a1-Andalus que habían establecido los ilustrados y que llegó h¿rsta Pascual de Gayangos, y sustituirla por la de 1os ¿írabes bárbaros, cuyo único mérito aceptable serí¿r el de haber adoptado algo de civilización española (61). Con respecto a la figura de Ibn $af9hn, fue el primero en identificar el yacimiento de las Mesas de Villaverde (Ardales) con el lugar de Bobastro (62), pero sin añadir prácticamente ninguna información a la ya aportada por R. Dozy, aunque no obstante reelal>orará la interpretación en una dirección muy determinada. Desde el principio son evidentes los clichés, convirtiendo ahora a Ibn Hafshn en un nuevo Pelayo, a1 parecer siguicnclo a Estébanez C¿lderón (63), mientras que el pllesto de Viriato se lo otorga aI qa'id. de Archidona, 'Ay5hn, apresado por el
emir al-Mundir mediante una traición (64). Bobastro se convierte en el .baluarte de la nacio-
nalidad hispzrno-cristi¿rna" (65), mientras clue los
mozárabes de Poley, ajusticiados por 'Abd Allah en el 890-891 , los apeilida " los mártires de Poley, (66). La primera diferencia notable con respecto a1 planteamiento de Dozl' consiste en 1as matizaciones qlle hace entre los "españoles" del anterior, llevando la peor parte los muladíes, los cuales,
<por su misma traición, y por la apostasía en que cayeron e11os o sus próximos descendientes, aqr-Lellos malvados dejaron de ser cristianos y españoles, mezclándose al fin con el pueblo musulmán" (67),
que se daban en el holandés (7 1). Sin embargo, sí se separa de éste cuando narra la primera etapa de bandolero, en la que con e1 racismo justifica la tergiversación: entrando en las alquerízrs y pueblos del contorno, despojaba y mataba a los enemigos de su raza y se recogía con Ia presa a su inexpugnable refugio" (72),
"y
al igual que también se distancia de Dozy en la exaltación de su héroe: <conve
aunque las diferencias que enclrentra entre los dis-
tintos rebeldes le llevan a purificar y a definir aún el espíritl1 patrio, ya que "la desunión y discordia de los cristianos sometidos> se debe a 1a existencia de dos grupos, más
<Lrno
complresto en su mayor parte del
e1e-
mento hispano-romano... otro, reclutado principtrlmente entre Ia raza visigoda y más celoso de los inte¡eses militares que de la religión y cle la rest¿r¡lr¿rción nacional o (68)
la
defini¡ el espíritu español le servirá para
explicación de
Ló¡¡icamente, tras la exaltación del héroe, las relaciones con sus aliados continúan desequilibrándose a favor de Ibn Hafsun con el cual los encastillados de Jaén, <para su mayof segufidad, ajustaron tfatos
Y la misma connotación racista qlre ha utilizado para
rtido en caudiilo de ia oprimida
nacionalidad española, Omar supo hacerse digno de su alta misión. Despojóse enteramente de sus antiguos defectos... desplegando en su lugar insignes cualidades y virtudes propiamente cristianas" (73).
Ia
fitna
en general:
.el ca¡ácter de estas luchas y guerras fue, al más de raza qlle de religión; pero el fe¡vor cristiano había de tener forzosamente gran influencia entre los españoles, p¿1recer,
como uno de los caracteres más señalados de su n¿rcionalidad" (69).
por lo qLle puede llegar a 1a simplilicación slguiente:
"poseídos del fanatismo religioso y de 1a antipatía de razas, árabes y beréberes SC opusieron en todas partes... contra los mozárabes y mLLiadíes" (70).
Con la adición providencialista siempre presente, sigue a Dozy en 1a "restauración nacional" como causa de la agitación en 1a kilra de Rayya, así como en la esperanza del caudillaje, e incluso en e1 .engrandecimiento, de su padre Hafs, sin advertir ias connotaciones de la ética protestante
de alianza o vasallal'e", y el mismo Ibn alSaliya .se acogió a la alianza y protección de Omar, proclamándole por su rey y emparentando con é1" 1i'4),
por io que no es de extrañar que sus incursiones hasta las cercanías de Córdoba en el 890 se interpfeten como qlle
.Omar pudo dar vuelo
a los osados proyecque grande tos alentaba su ánimo, y pensar nada menos que en 11evar sr-rs armas contra la misma Córdoba... proclamándose Rey de España" (71).
También sigue a Dozy en la explicación de su conversión al cristianismo, y sus relaciones con 1os Banu Iüiiái y 1os Aglabíes, aunque el reconocr-
miento de los Fátimíes no
1e merece
ningún
comenta¡io (76). Igualmente da la misma explicación de la decadencia del "partido español" que .suspiraba ya por el reposo y el bienestar de la esclavitud" (71), pero, sin embar¡¡o, abunda en la explicación del fracaso de la revuelta porque 83
con la morisma"... (puesto que) "los muladíes o mestizos, en la cual (raza) parecía que habían resucitado las antiguas virtudes hispanas" (84).
"(los españoles) ninguno de ellos había creado un Estado sobre las bases de las antiguas leyes y civilización hispano-gótico-
cristiana, restaLrrando 1a I¡¡lesia y 1a Monarquía, rodeándose del clero y de 1a nobleza, y marchando al combate con la enseña de la Cruz. como en los montes de Asturias. Solamente Ibn Hafsun 1o había ensayado, pero tardía e imperfectamente>
(78)'
Ese mismo espíritu nacional será también lo que recoja eI A[anaa/ de Pedro Aguado Bleye, cuya 1." ed. data de I9l4 y se reeditará en mú1tiples ocasiones, denominándolo "El gran movimiento españolista del s. IX", mientras que a
cUmar lo llama
Finaimente, para los úitimos momentos
de
"caudillo de toda Ia raza españo1a del Mediodía" y "caudi1lo español sin otro precedente que el de Viriato", cuya actuación sería <sorprendente para quien no tuviera en clrenta el espíritu nacional que animaba este movimiento" (85).
Bobas¡ro. ecenrúa los rérminos ya propuesros:
"allí debían allmentar
las dificultades, por-
la lucha iba a ser con españoles cristi¿nos, creyentes y entusiasras y no con muladíes flacos y veleidosos" (79).
qr-re
En definitiva, con Simonet, Ibn Flafsun pasa del enfoque nacionalitario al peor nacionalismo español, clue hzr sido juzgado de carlista (80), pero qlre en realidad fue providencialista, beato y racist¿r. No obstante. las caracterizaciones de Simonet van a perdurar -a diferenci¿r de 1as de Gayangos qr-re difícilmente pudieron pasar a algún libro de texto (81)-, difundiéndose en historias generales, en Ia historiografía local y en manuales, aunque a
decir verdad, nunca con la misma vehemencia. Menéndez y Pelayo lo recogió en el capítulo dedicado a "Judaizantes y mahometizantes" de la 1.'
ed. de su Hi¡taria de los heterodoxlr erptzñller, llamándolo
"el Pelayo de Andalucía, (que)
comenzó
aqr,rella heroica resistencia, menos afortunada que la de Asturias, pero no menos
gloriosa", y "a pique estuvo de formar un imperio cristiano en Andalucía y adelantar en cinco siglos la Reconquista" (82).
Con términos muy semejantes se expresa en el mismo año 1880 Guillén Robles:
.aquel terrible Omar ben Hafsun, que hubiera adelantado el ideal de la Reconqr-rista, de haber estado a la altura de sus
alientos las monarquías cristianas del
, (83), y "no se explica el historiador cómo la sociedad alarbe quedó vencedora, y cómo la Reconquista meridional no se enl,azó a su hermana del Norte, para acabar
Norte
81
Y la Historia
de España de
Antonio Ballesre-
fos:
"De todas las insurrecciones la más impor-
tante fue
1a de1
Mediodía porque al espíri-
ti-r de rebelión se unía el deseo secuiar de independencia de la raza, clominada por los árabes, y 1a religión cristiana que los enardecía para la 1ucha" (f36);
llegando a convertir Bobastro en un centro
de
ascetismo (87). El esquema así establecido será seguido incluso por especialistas, como el arabista Angel GonzálezPalencia, que publicó en 1925 su Hi¡toria de la España nusrln¡ana (88), continuando con la figura del héroe y del soberano:
.fue el jefe de Ia raza española del Mediodía, querido y respetado de todos por sus buenas cualidades"... y .se hizo reconocer por muchos señores de castillos como su soberano, siendo el verdadero rey del Mediodía" (89). Por lo demás, sigue a Dozy en la explicación de las relaciones con los Aglabíes: "viéndose rey de España y que los árabes y beréberes no 1o reconocíano (90), con los Banü FIniiái, y en el cambio de la lucha a favor de Córdoba, plles ya con 'Abd al-Rahman
III, "la desmoralización
de Ios señores
de los castillos era grande, y la lucha, perdiendo su carácter nacional, vino a ser religiosa,' (91),
siendo curioso que esa desmo¡alización la
los nseñores de los castillos",
limite
y no la refiera
a
al
común de la población, como se hacía con anterioridacl. Y asimismo también es novecloso el asimi-
lacionismo en su concepto de español, evider-rte el c¿rlifato de Córdoba como la
cuando describe const't
rre
ncia
dr
]¿
victorir
y
.l¿r constitución de un Estado, tan español como los cristianos del Norte, aunque de tipo feuclal, apoyado en Lrna nueva aristo-
adicta especialmente a la persona del Califa, los eslavos" (92). cr¿1cia
La tenclencia asimilacionista inaugurada por GonzáIez Palencia (93) es totalmente congruente con los postulados de la escuela de arabistas españoles iniciada por Coderx y que tiene su expresión más floreciente en ia primera mitacl de nuestro siglo; en ella se recoge el aperturismo de los ilustrados, clue veían en a1-Andalus una ¿rlternativ,t
frente a los rescluicios de 1¿r España feudal contra la que ellos luchaban, llegando este asimilacionis,!4). EI logro de esa mo hasta Américo Castro especie de consenso en que el nacionalismo asume tocl¿r su histori¿r quizás sea la explicación de que e1 tema no se vuelva a remover hasta la aparición del iranquismo.
pregunta es retórica, puesto que tiene la respuesta fulminante: porque Pero
l¿r
.su régimen político se orientalizó muy pronto>... (fue un régimen) "en que la libertad humana sucumbe y se anula ante la autoridacl absoluta de gobernantes que tienen la unción de
1o
ultraterreno".
fácil relacionar la inmediatez de la rescon la inmediatez de los primeros momenpuesta tos de1 franquismo y su parafernalia "mora", pero en realidad la contundencia de la respuesta es más profunda, cuando culmina su razonamiento: Sería
.Oriente puede comprender la igualdad... pero no la libertad" (!7). Con ello lo que hace es traducir casi literalmente 1os primeros párrafos de l'a Fila:afía cle la hi.rtoria de Hegel (98), y de ahí Ia contundenciil y seguridacl e n la respuesta, y clLre ltr oposición Oriente/español sea una cie las claves de su obra, lo que es evidente en sus juicios sobre la revuelta del siglo I X en general y sus t onsecuencias:
"La grco rebelión de los
españoles someti-
dos y e1 clespertar que el1a provocó, rápidamente, de las ambiciones de la aristocracia, de origen oriental, hizo penoso el reptar de
Pero en éste vuelve e resurgir cr-rn importentes vatiantes clurante e1 decenio cle los cuarenta. En esos años aparece 1a pretendida biografía crítica de Fidel Fernández (95), que no supone sino un
pllesto que se trataba de la conciencia española
recuerdo oportunista de los planteamientos de
frente a una
Simonet, pero también hacen su aParición las interpretaciones cle Sánchez Albornoz y de Isidro de las Cagigas.
No cabe duda de cllre en don Claudio el tema de Ibn Flafsün es Lrn trpartado menor para su gran problema del ser español, e incluso en su oposi-
la España islamita hacia la eterna meta> (L)g),
.insi¡¡nificante minoría de orientales y de y los explotaba"
africanos que los regía (
100),
ción al asimilacionismo imperante. Como acostumbra, la cuestión la plantea a boctrjarro, y ya en la Introdncción a La España nutsrt/nuna, se pre-
fenómeno que, según éi, se daba en todo el país, y lo mantendrá, casi en los mismos términos, en sus ensayos de senectud (101). En ese contexto nuevo la figura de Ibn FIaf,sün no merece ya una explicación particular, por lo clue se repiten los datos ya
gunta:
conocidos:
"si al-Andalus es foco cultural y pudo iluminar las tinieblas de Occidente ¿cómo pudo prestar servicio a Europa la España cristiana al guerrear contra ese país desbordante de cultura?" (96).
.Otra vez la raza hispana alumbró un gran capitán popular. Como Vriato (se caracterizapor la) astucia, bravura y iusticia", y en consecuencia,
8i
"los españoles, cristianos o musulmernes, le amaron con pasión" (102).
"el condontierismo (rlc) atribuido al Cid. tuvo e1 precedente del bandolerismo con el
El fracaso de 'Umar ante el Estado cordobés
que quisieron manchar la fama esplendorosa de 'Umar b. FIafsun" (110).
1o explica con los mismos términos de Dozy; pero sí es significativo que el éxito de éste y la constitución del califato sean posibles gracias a una
Por lo demás es de destacar el papel que le otorga a ia Iglesia en la concatenación de la revuelta con la anterior de los mozárabes de Cór-
<nueva generación de españoles que habían padecido los horrores y desastres de la gue-
rra
civil" (103),
que resulta una clara transposición de su tragedia personal, y otra de las claves de su obra, que es la aparición de1 espíritu español fratricida. 1o
A1 año siguiente de la publicación de La España uut.ril/nt¿tna de Sánchez Albornoz aparece el tomo 1 ."' de AIinorías ítnico-religic,sa.r de la Edad Aledia español¿, de Isidro de las Cagi¡¡as, dedicado a los mozárabes (104). En esta obra se realiza por
primera vez Lrn análisis l-ristoriográfico, donde Ia Histaria de Dozy queda descalificada porque <su autor ni era cristiano ni era español" (101), pero también Ximénez de Rada... .falsea completamente la figura" y... "al padre Mariana... se le olvida incluso anotar... su nombre, (.rlc), advirtiendo a continuación de los errores de Casiri y de Conde (106).
Ese mismo criticismo lo lleva a las fi-rentes, negando el relato de ia huida a Táhart (107), así como tampoco acepta el sentido de la transformación de Hafs en Flafsun, admitida por todos y que partía clei barón de Slane (108); pero dicho criticismo se revela como una treta. cuando en los textos árabes,
"la ética de este genial caudillo del pueblo mozárabe, es bastante confusa; ¿1 veces es incluso desconcertanre... por ser conocido sólo a través de sus enemigos" (109),
doba, siendo así
"los primeros nutrienres de la revuelta, 1os mozá¡abes... sañudamente perseguidos por Muhammad... (1o) que aprovecha e1 clero crisrixno para alentarlos en slr independencia, recordándoles a cada instante la gloria de los mártires cordobesesr... (y junto a ellos, los renegados) "borrando las diferencias religiosas -más aparentes que reales-... sentían el patriotismo de un nacionalismo incipiente" (1 I 1). Repite 1o de que "fue el verdadero Rey clel Mediodía" (112), y explica de forma originai las aiianzas con personajes extraños a su .reino' poniendo al mismo nivel, por vez primera, a los Aglzrbíes y a Alfonso III:
"en el momento de mayor esplendor... nos sorprende nuestro caudillo con algo verdaderamente incomprensible... alianza con tabbásíes, reinos cristianos o réguios semicristianos-semi-musulmanes" ( 1 1 2), pero es algo que aprovecha para el también novedoso ensalzamiento político, pues de ello resulta <ran consumado político como hábil gue-
¡¡jlls¡6"
(1
l4).
También resulta original la interpretación que ofrece de su conversión al cristianismo, frente a la traclicional ofrecida por Dozy y Simonet como un acto personal y no impuesro por las circuns-
tancias, que para Cagigas, por e1 contrario,
se
debió a un
por lo que,
a partir de esa premisa, puede rehacer perfectamente su figr-rra; de esta forma rechaza los
d¿¡os relteren(es a su primera erapa:
"hechos de bandolerismo, mal explicados y nada concretos, que quieren atribuirle graciosamente , acaso como razonamiento poco convincente de su rebeldía posterior>,
o, más adelante, al compararlo con El Cid, 86
.fuerte movimiento cristiano, -como manifestación popular de todo el Mediodíaque debió arrastrar a sus mismos jefes y probablemenre contra sus propias voluntades" (1 15). Los ingredientes de criticismo y originalidad que se dan en este estudio se vuelven contradictorios y confusos en muchas ocasiones, como en e1
papel de la Iglesia frente al cristianismo popular clel Mediodía, la eqr,ripartrción entre 'Abbásíes y reinos cristiar-ros clel Norte , la comparación con e1 Cicl, ,peyorativa para éste?, o, en 1in, las cludas entre consiclerarlo como movimiento patriótico o religioso. Por tzrnto, la explicación de esas contraclicciones y confusiones no resulta sencilla, aunqLre se puecle encontrar Llna en su también contraclictoria bio¡¡rafí¿l, como es el hecho cle la publicaciór'r de sus obras en el franquismo, cunndo con ¿1ntenoridad h¿rbía siclo uno cle 1os más inmediatos colaboradores de Blas Infánte; toclo parece indic.rr que se trata de materiales reunidos con una finalid.rtl ,rnd.rlucistit. ¡erL, (lrrr tienr quc rcconrert ir para ser aceptados por el nuevo régimen: recorclemos que en el año 50 publicó sL1 extr¿lña Anda/a-
y c1r-riztís se cleba también a esa cliferencia política, el hecho de qr-re Sáncl'iez Albornoz lo olvide completamente en los rep¿rsos cía ¡utt¡l/t¡t¿n../ (116),
las novedades bibliográfic¿1s qlre incluyó en la 2.",v 3." ed. de La E.t:paña tttttstr/nttrta (1 77). E1 panorama hasta ahor¿r trzrzaclo, n¿rcionalista
Sin embargo, de sus relatos lo que se extrae principalmente es l¿r actuación clepredatoria y una ética poco justificable, escribiendo sobre sus inic.ios,
c1r,re
los hace acompañado de un¿r
"cuaclrilla de gañanes fuera de la ley" ¡21), r- qne zr la vuelta de Córdob¿r .incremenra e] asalto cle caminosr, pero ya con una intención de .formarse Lrn principado independiente" (125),
que es en lo que queda el ante¡ior "Reino del Mediodía", alrnqlre ese principaclo esté formado por personajes como los Banu Matruh de la zona de Priego, segúrn
é1,
"agitadores a sueldo del capitán cle Bobasrto" (726).
La ética en las relacioncs con sus vecinos
es
bast¿rnte dudosa, y¿r clLre,
¿r
con diversos mzrtices, pero siempre elogioso
o
panegírico, va a empezar a moclificarse a partir de la obra E. Lér'i-Provengal. Su Histaire cle /'E.rpagne t¡utstt/¡¡trtne comenz¿rr¿i a publictrrse en 19i0 (118), pero ya antes, en 19ifl, en las conferencias que se reuni¡án en su libro L¿ cit'i/izaciítt írc¡be en Esp,tñ,t (1 19), cleciica unas breves líneas a Ia J)nta de fines del emirato, doncle se advierte una complejiclacl mayor, y, sobre todo, los prot,rgonistns no son sólo los "españoles": " los montañe se s be rébe res ¡:,restaban su aylrda, al i¡¡ual qr,re los írral¡es de las lianr-L-
los movimientos nacionalist¿rs provocados por los neo-musulm¿rnes con el con-
"alienta o, sostiene reerlmente, ¿ los rebel-
poca monta qlre se agitan clentro cle su órbita, presto, sin embargo) a arremeter contr¿1 ellos y a anicluilarlos unos meses o unos ¿rños más tarde (127). cles cle
"
En esa misma línea de análisis, advierte sr-r criterio vacilante y pone en cluda si realmente tenía un ideal, aunclue de toclas formas, concluye,
"la rebelión estuvo siempre mal
organiz,r-
cla" ( 128).
Desmont¿r el pretendido apoyo ¿1 su causa de los mozárabes cordobeses, que se venía considerando clesde Dozy y Simonet, para aclarar que fue
r'.rs, '.r
curso cle elementos perturbadores de las comunidades cristianas. mozárabes"
(
1
20).
Con estos precec'lentes no es de exrtañar que páginas que declica en la Histoir¿ a nuestro elr personaje, sea consciente de ir contra la opinión de los histori¿rdores modernos y slr visión naciona1as
lista ( I 21 ). Pese a e l1o, no duda en llam¿rr1o
"uno sólo, complicado e n un
¿rsesinato
(quien) ofrece sus servicios a Ibn Hafsun" ,129),
y de la misma manera, su llam¿rcla política exterior, no consiste sino en e1 "oportunismo" de intent¿rr aliarse con cualquier enemigo de los Omeyas (130).
No cabe ducla cle ql1e, a f¿rlta de un análisis más profi-rndo, la visión de Lévi-Provenqal fue des-
.conductor cle hombres" y considerarlcr como el "c¿ruclillo" esperado por las masas (122), e incluso como "héroe de la independencia española"
(1 2.1).
mitificaclora y, a partir cle ese momento, los 1uicios clel arabismo español sobre Ibn Flefshn van a cambi¿rr cle forma notable. El m.1s ,o.li."i .le todos ellos será Manuel Ocaña, en la biografía que le ¡37
dedique en el Diccionat'io pr-rblicado por
cle Hi¡tr.tria de España de Occidente" (131), para "Revista
el cual toda la actividad de lbn Flafsun clesde ini, ios hest¿ su fi nal se limiró a <saquear alquerías
sus
y saltear los caminos,
(r32), 1o que continllará en
principio pequeño-burgr-rés de la superioriclad y seguriclad del Estado. Y ya en 1a década de 1os 70, con Ambrosio Huici, de la misma escuela, el distanciamiento es notable , pues sin discinguir a Ibn Flafgun del resto de las revuelras, ran sólo escribe:
el momenro cle su máximo
esplendor, cuando
"ávido de botín... Ianzó a sus soldados
a
saquear las alquerías próximas a la capital" ( 13
sentencia venía dada por los daños infligidos a la población, en García Gómez 1o que prevalece es el
3).
Dicha actividad única es independiente de que desde Lrn momento determinado, en concreto desde su renuncia al ejército cordobés, se hiciera a la idea de
"formarse un principado que estuvie
libre del yugo árabe"
(
1
se
l,l).
Para Manuel Ocaña, por tanto, no hay nada de positivo en la fi¡¡ura de .Umar, al que ran sólo le concede la leyenda sobre el fin de sus días: <se retiró a la iglesia de Bobastro para bien
brilianres pero desorganizados esfuerzos, fue incapaz de coordinar la disidencia general del país" (137). <a pesar de sus
Por su parte, el medievalismo español, incapaz de aproximarse al tema, se debate en Lrn mar cle dudas, de 1o que es un buen ejemplo la honradez de Jaime Vicens Vives, corrigiendo en Ia 2.'' ed. de su A¡troxiwaciín d la bistoria de Elpaña Io que escribiír en la 1." unos años lnres, comenrando de nuev<¡ sobre el problema mozárabe en éieneraI "clue la verclacl se halla en la comprensión de este doble fenómeno: conversión de los campesinos a1 Islam y disminución del papel atribuicio a los mozárabes como elemento disidente en el Sur y nacionalistas en ei
Norte" (138).
morir" (l l5). Ese poder de corrección no se advierte en
Tras los ejemplos propiciados por su zrmigo francés, Lévi-Provenqal, y su discípulo Manuel
alguno de sus colaboradores, como García Tolsá, quien toclavía 1o describe como una muestra del
Ocaña, el último patriarca del arabismo español,
E. García Gómez, tendrá que olvidar el rufillo que se aprecia en la mayoría de sus obras y enjuiciar al personaje en tono psicológico, como <personalidad mal definida y contradictoria", si bien resulta más interesante su diatriba frente a los rebeides de la época en general, sobre los cluc dice:
.los absurdos enclaves de estos <encasrillados" eran verdaderas células cancerosas que interrumpían ia buena salud de los tejidos gubernamentales, puesto que cortaban las comunicaciones, estorbaban los aprovisionamientos e interrumpían 1a cob¡anza de los tributos, sin contar los estragos a que daban origen, la anarquía que ocasionaban y e1 mal ejemplo que consriruían" (136). Por esas palabras es evidente que la imagen negativa continúa, pero si en Manuel Ocaña la 88
"poderío alcanzado por el parrido españo1", si bien, siguiendo a Lévi-Provengal, "falto de una clara idea política,, (I3r. En la Hi:totia cle España c'le García de Valdeavellano se recoge bastante de Lévi-Provengal, aunque lógicamente la influencia de la escuela de Sánchez Albornoz es notable, ahora con la vari¿nte del particularismo hispano:
"el particularismo hispánico, que hizo
de
cada rebelde un pequeño reyezuelo, impidió que un gran esfi,rerzo conjunto (tam-
bién con asturianos) pudiera terminar con el poder de los emi¡es cordobeses" (1,10), mientras que tUmar b. FIafsün vuelve a ser un
<gran guerrillero, mezcla de caudillo popular y salreador dc,aminos. que
sur¿te
siempre en España cuando l-ray que comba-
tir un poder político que se ha hecho insoportable" (141). La rigidez de los esquemas, dentro del medievalismo. se observará incluso en las historias más renovadoras de su momento, y así, en la de Ubieto, se mantiene que tlJmar
.le imprimió un carácte¡ nacionalista" aunclue "acabó teniendo un carácter religioso al converrirse" (142),
y en la de García de Cortázar se trata el tema en un capítulo denominado "La aparición de las contradicciones del emirato. a través de los movimientos n¿rcionalistas de mozárabes y muladíes. (14i), donde se introduce la oposición campo/ciudad. cuando los mozárabes
<en su mayoría ciudadanos no pudieron b¡inclar a Umar el apoyo táctico que necesitaba para s¿rlir de sus montañas" (doncle siguió) "irrdeper-rdiente hasta su muerte>
t44).
En lo que respecta al arabismo internacional y 10, éste mantiene el distanci¿miento, con \7. M. Watt, para quien los cambios de reiigión y 1os contactos con los cristianos, en 1os años 60
.hacen pensar que estas luchas del siglo
IX
no se considerab¿rn en principio como enfrentamiento entre las dos religiones" ,14t), y con Pierre Guicharcl y Thomas
Glick
se esbozan
teorías más complejas y novedosas.
En efecto, para Guichard y su renovadora teoría de a1-Andalus constituido por estructuras sociales que él llama .orientales>, el caso de Ibn $afgnn representa algo marginal, como se deduce de que
.reunió alrededor de él una banda clesesperados> y pese a que
de
tuvo .eco en
Ibn Hafshn(148), concluyendo sobre el <comportamiento del rebelde andaluz Ibn Hafsun que proyectos de los hi¡os de
parece testimoniar más bien en i.,rrár de la
existencia de prácticas exogámicas en las poblzrciones inclígenas, netamente distintas de aquéllas -endogámicas- a ias que permanecieron fieles 1os conquistadores árabes"
,149).
Es sabido que a partir de su teoría de la doble ruptura no hay continuismo posible y, en consecuencia, tampoco españolidad de ningún tipo, por lo que se trata simpiemente de estructuras sociales "occidentales" o feudalizantes, destinadas a desaparecer en al-Andalus. En otra obra más reciente vuelve a tocar el tema, y si bien basándose en el famoso discurso de Ibn Flafsün transmiticlo por Ibn 'Iclarl, acepta que los movimientos de rebelión <presentan incontes tablemente un carírc-
ter anriárabe y a veces antiberéber>, es totalmente tajante contra los pretendidos nacionalismos:
"No se observa que esas revueltas hayan intentado situarse al margen del contexto de la civilización árabo-islámica o a reivindicar cualquier tradición "nacional, comparable por ejemplo a la tradición irania o, en el mismo Occidente , a la tradición beréber que aflora en ciertos momentos de la Edad Media magrebí" (150). Muy
a su pesar, los planteamientos antropoló-
gicos de P. Guichard están a un paso de la teoría de las formaciones sociales del materialismo histórico. Frente a1 análisis antropológico de Guichard, T. Glick nos ofrece una explicación sociológica basada en dos puntos fundamentales: por un lado, a partir de las curvas de islamización de Bulliet, que é1 adelanta para al-Andalus, se trataría de una oposición entre los conversos de primera hora y Ios nuevos, hasta el punto que
la
población indígena, cansada de la dominación ejercida por la aristocracia árabe" (146), es claro que represenra a la 1." de las "dos sociedades yuxtapuestas y claramente cliferenciadas: la sociedad indígena y lzr sociedad árabe-beréber" (I41), a lo que llega tras el .análisis de los matrimonios, o
<el gran número de conversos recientes podría quizá explicar e1 poder de Hafsün. Pero es más probable que las fitna del s. IX fueran la última protesta de los viejos conversos cuya situación social iba a cambiar repentina y radicalmente con la aparición de masas de nuevos conversos"
( 1 5 1 ).
89
El segundo punto de la propuesta
es conside-
rarla como un
"conflicto social que enfrentaba a los arrendatarios y a los propietarios árabes de la tierra", lo qr-re explica que los muladíes hicier¿rn <callsa con mozárabes. en intereses
de clase: (pues), los mozárabes eran también arrendatarios de tierra" (152). Pero como Ia explicación es sociológica
y
no
económica,
Con la llegada de la democracia y la tensión por el Estatuto de Autonomía, los intereses políticos y editoriales van a sacar a La luz en mlry pocos años una gran cantidad de publicaciones cle carácter histórico, lógicamente de muy diverscr
tipo (160). Uno de eilos es el enfoque anclalucista, a
su
vez dividido en dos claras tendencias, 1a islamiz^Íte y Ia de los próximos ai -entonces llamadoPartido Socialista Andaluz. E1 principal representante de la primera es Antonio Medina, el cual, en
.la coalición duradera (queda) excluida por
un capítulo denominado "Liberación ¿írabe en Andalucía", habienclo partido de la premisa de
el hecho de que cada grupo estaba inmerso en la sociedad andalusí de manera distin-
que
tá
>>
mient¡as los neomusulmanes podían tenef
acceso
al poder, los mozárabes, no (153).
No existen, por tanto, independencias ni nacionalismos, debiéndose la revuelta muladí, <en parte por su derecho a compartir
e1
poder, así como por las recompensas económicas y sociales que les ÉJarantizaba ia ley"
,151)'
"el advenimiento clel capitalismo en nlrestra historia nacional de AndalLrcía aparece con la llegada del extranjero, de los espa66lgs" (161), llega a la conclusión de que será con al-Nasir con quien se alcance "la independencia andaluza" 062), por 1o cual Ibn Flafslin no es sino un obstáculo para dicl-rzr indepenclencia, obstáculo que se puede comprender por su pertenencia a la clase superior:
Como se puede apreciar, Ia tec:ría del investigador norteamericano es atractiva y elaborada, si bien su ratificación con las noticias qlre nos aportan las fuentes sería bastante dificultosa. La obra cle Glick, traducida este mismo año al castellano, debería constitlrir el lógico punto final del presente repaso historiográfico; pero un hecho políti-
co concreto, Ia constitución del Estado de las autonomías, incre me ntará los ingredientes del problema (155).
Pero antes de abordar el tema, habrá que reco¡da¡ aquí que la erudición local se ha mante-
nido al margen de la evolución historiográfica, deslizándose entre Simonet y la fantasía, a).canzando así estos írltimos años y, por ¡anto, pudiendo
influir en algún
nuevo teórico. Varios de esos títulos son significativos, como el librito de Fermín Requena, E/ etnirato nalagaeño de /u: beni Haf¡un (156), o el del padre Agustín de Antequera, Boba¡trc¡, bastión glorioso de la independencia patria (li7), pero son cantidad (158), y no faltan relatos piadosos vinculando Bobastro con la Guerra Civil (1 r9). 90
"los antepasados de Ibn Afsum (rlc), que vivían en esta zona, pertenecían a 1a categoría social de grandes propietarios de tiefras. affendadas a su vez a través de un impuesto a numerosos campesinos inclígenas" (163).
Por el contrario, para 1os anclalucistas del P.S.A., pese a que aceptan clue <con al-Andalus, se alcanzaría la más plena realización de este slr ser (de Andalucía)" (164), la esencia andaluza se basa en el continuismo desde Tartessos, e históricamente se fragua en la resistencia a la dominación castellana. Es por ello por lo que José Acosta dedica su libro Anc/a/ucia. Recon:trucciín de una identidad y lucba contra el centrali.rno (165), al peri odo que va
"desde la caída de la civilización de alAndalus. es decir. desde e1 momento histórico en que Andalucía pierde su autonomía política y queda sometida a Lrn centro exterior dominanre" (166),
y sus héroes son los moriscos. En su siguiente libro, más histórico, Historia 1 nltara del paeblo anclahz, donde la cultura andaluza parte desde El
"1os caudillos de 1a revolución andalr-rza, 'Umar ibn Hafsün y sus hijos (fueron los protagonistas de) uno de los (movimientos) más importantes de independencia y autonomía andaluza frente al poder central de1 Califatr¡ cordobés y clrya base fue la... tensión social campesina" (174),
Argar y Tartessos (167), con al-Andalus
"ha cristalizado un nuevo modo de producción, que sólo puede calificarse de andalusí, aunque se inscribe en el modo de producción tributario-oriental que imperó en Tártessos" (1ó8). Para José Aumente, "si hay algo que pueda definir al pr-reblo andaluz, es la historia de sus luchas protagonizadas
pudiendo ver algo semejante en Domínguez Ortiz, para el cual bajo el nombre de Omar ben Hafsun se escondía un andaluz cien por cien, a cuya revuelta
y sus represiones sufridas"
"acudieron no sólo mozárabes perseguidos, esclavos fugitivos, beréberes descontentos, aventureros y asociales como proliferan en
(169), pero, no obstante, el ejemplo histórico vuelve a ser el de Ios nnnfíet en las sierras granadinas frente a la invasión castellana (170), mientras
tiempo de revuelta" sino principalmente muladíes, pero siendo esa "falta de unidad
que los muladíes sólo aparecen en la estable
de población de variada procedencia la
estructura social andalusí, en la cual,
causa de la de¡rota", lo que trasciende tam-
"1a clase
media a modo de pequeña bur-
bién de forma inmediata a "que el esplendor del califato fuera transitorio" (171).
guesía- estuvo formada por los muladíes, dedicados a la artesanía y al comercio. El
pueblo bajo lo constitllían mozárabes y beréberes, siervos y esclavos iibres (rlc), siervos hispano-godos" (1 7 1).
Pero, por suplresto, también se trata de forma y reposada por otros alrtores, aunqlre en Darío Cabanelas todavía se abuse de los términos nacionalistas enjuiciándose como que
más matizada
Cuando se admiten las revueltas de Ia fitna,
el "nacionalismo omeya, con (sus) dos factores de presión: ejército y málikismo... desencadena la reacción de mozárabes y
como hace Repiso, éstas serán simplemente
<no por motivos de sucesión, ni por razones políticas o militares, sino por celos internos entre familiares, que provocaron una de las guerras civiles más importantes de la historia de al-Andalus, (ll2).
A raíz de esas citas resulta interesante
com-
probar que para los andalucistas Ibn H¿rfsun es un estorbo o algo inexistente en sus historias. y esto sólo se puede comprender porque sus fuentes de
información son las que lo convirtieron en un
muladíes, los cuales, prescindiendo de
.
sus
diferencias religiosas, se unen f¡ente al enemigo común que los excluye y los hace sentirse extraños en su propio país: es el alumbrar de una conciencia nacional, qlre se preveía ).ejana en los ¡einos cristianos del Nofte" (176).
En realidad, el pánafo introduce una fuente nlleva. no utilizada hasta ei momento. si bien
héroe español, no andaluz, llegándolo a leer hasta
ajenaa al-Andalus (I71).Laesperanza de que pro-
en un andalucista histórico. como Isidro de las
cesos semejantes en otras tierras islámicas aclaren
Cagigas.
el sentido de Ia revuelta de Ibn Safgrn es expresada por Manuel Sánchez, quien conoce la últim¿ bibiiografía, y en base a ella denuncia "ia oscura senda de las "especificidades hispánicas" y andalucistas" (178) y establece una de las visiones más correctas de las que nos han llegado. Pese a ello, al
También viene a ser curioso que en obras escÍitas en contra de los andalucistas. como Ia de
Cuenca Toribio (11i), tampoco se cite a Ibn Flaf¡un, aunque, por 1o general, 1os historiadores académicos sí lo harán, pero advirtiéndose ya la influencia andalucista. De esta forma, para Cristóbal Torres
enfrentar los dos procesos, el de la época de'Abd
Alláh, prácticamente tan sólo con el control
de
9I
Córdoba, y el inmediato de al-Nasir en que acaba con todo rebelde, reconoce que estamos
"bien informados, ... a veces con gran pro-
lijidad, pero, sin embargo, se nos escapa casi del todo la inteligibilidad de ambos (procesos)" (179).
Y, para finalizar con esta revisión historiográfica, diré que P. Chalmeta, editor del nuevo texto
92
del Muqtabis V,lo utllizó para matizaÍ importantes datos biográficos de Ibn $af9un (180), y del campo del latinismo nos ha venido una excelente
información sobre la estrecha relación encre revuelta y religiosidad popular (181), mientras que yo mismo participé en ese cúmulo de publicaciones de los últimos años, pero no me toca a mí enjuiciarme, sino ofrecer más argumentos y mayor documentación, que es lo que se hará a continuación.
NOTAS
l.
Acicrn Almansa. M., D¿ /a touqti.iltt rutt.vt/natu a /a /!tt.r rL/zdrí. en ,\li/a.ga, tomo 11 H j.ttorj,u, GranacJa, l98.1, p.
33.
.18 L.
2.
La cle
Cídút
Oruela), G¡anad¿,
aritor la considere como <Llna brografía críticr1".
J. Alcobendas, N{., ed., lIrí/aga. lersaxajes ett st histo¡it. Málaga, l!85; la biogralía de Gómez Tcrucl, José M.", en
l.
pp. 1 53-1 56.
Ximénez de Rada, R., cia, L!68, p. 268.
5. Nfariana, J.
c|e,
lvfadricl, 1950, t. ducción castellana
H
j:trirt Arrtbtn,
H)ttorit,geuera/
en Opcrt,Yt)en-
cle Esltaña.
cJel
autor, Toleclo,
lliOl).
6. lden.p.212. . lltn, p. 21 1 ll. Cesiri, NI., tsiL/itheca Arahito-H)sptat Escrrialcnsis. t. II, Osnabrtick, l!6! (reproclucción clc la de 1760-177ti). Lo ,-
t0
(p. lOli), \' antecede a Conde
r. l. P. 187 Pp. 299 v 30.i. Pp. 289-291.
IJ
P. 320.
l.'l
P
ri
Ademírs de las versiones ¿l francés e inglés, respectivamente de Mariés, M. cle, (París, 1829) y de Foster, J.
r()L)
(Lonclrcs,
lti5l).
1(r. Tr¿ducid¿ al castellano en Barcelona,
Lr
18.1.1.
Pp. 36-3r.
18. P.36. 19. P.38. 20. P. 10.
2r.
P.14.
22. P.221. 21. El l.'' vol.
se
priblicó cn Lonclrcs-Nucva York, lti.lO. En
2:i.
Sobre i¿ ubicaci<in de Bol¡astro dice:
IV. pp.
2i.
P.|t.
26.
P.
2r
P 11j
,ilr-4ifi.
38.
Se cita por la eci. clc Brienos Aires de l!.i6, t. I, que reproduce Ia traducción de Castro, Federico cle, Madricl, 1 877. I?uherchu srr /'histairt et /¿ /ittír¿ttu'e de /E.rltague pndant lt llo1er Age, Leiclen, 18.i9; reimpresión de la l.' ecl. de 188i, Amsterciam, 1965. En esa úl¡ima edición acepta la propuesr¿ de ubic¿ción cle Sirnonet en las Mesas cle Villavercle,
p.326.
19.
Pp. 417-/t18v462. '10. Cagigas, I. de las, llit¡oría.r ltnico-re/ipo.;a.; de /¿ Ed¿l l[eclid española, L Las t¡¡ozárabu (tonto l). N[x]ri<1, l)41 , p. 2i8. Sin embargo, la comparación será mantenic'la en o¡ros autores, como Suírez Fernández, L., Hittori¿ de E.rlaña Anrigua 1 llulia, t. I, Madricl, 197t, p. 243, y el apasionado Marqués de Lozoya, Historia de L.::pañt, t. 1.", Barcelona, 1977, p. 279, matizando el paralelismo con los guerrilleros contra Napoleón, pero no con los de la época de Isabel ll, este autor apuesta intencionaclamente por el texto de Dozy, antes que por "la fiialdad erudita de estudios más moclernos, (.p. 261), por lo que el personaje es "uno de los más insignes héroes del nacionalismo español en toclos los tiempos, (p. 280). .i1. Véase, por ejemplo, la expresada en La princesa de Bab)/otia, en Yoltilre, Nore/as ) üteiltar, Barcelona, 197 1, pp. 429 488. 42 P.149. Pp. )56-55r.
P..15t.
"I am inclined to
It
P. 462.
sonre where bet-
46
ween Archiclona ancl Roncl¿" (not¿.16 clel Libro
VI,
cap.
4t-
P. 5 t.l. P. 5ó7. Comparación que reco¡1e el ¡raductor en su nota lI, llamándolo "Vr¡iato :rnclaluz,, idul, p. i84.
.1ii. P.,i56.
49.
P.460.
i0. t l.
P. ,i81
P.1i1. j0. P. 4i2.
52.
P. t15.
ll.
P
)t
12.
P.
-ii9. El subrayado
P. tr16. 29
. .1.12.
4i9.
de
).
4.1
think that Omar's castle r.as situatecl
h
(nov. 1851). "Revista Española de Ambos mundos", Htstoria garcra/ de Espaia duú los tienlos lrinitiLos htsta la tuterte de Feruauch VII, (1." ed. 1850-Lfi67), 2." ecl., t.
41
este trabajo se Lrtiliza Ia reimpresión de 1961.
Grauacla, canprendiclt
II, Barcelona, 1887.
J7.
en
romar como onomásrico el [a/b, clue identiilca con el propio cUmar (p. l-,i). MascleLr, -J. F., Hi.rtoritz trític,z de E:pañd 1clt l¿t t¡tltrra espaii'tla, t. XV, Madricl, 1795. Sin tomátic¿mente lo incltLye en el mismo apartado que los taifas, llamándolo "rey de Huéscar" (p. 6!). PrLblicacio en 1,320. Cito por Ia ecl. de Barcelona, 184.1,
l2
t1
15. 16.
.
hace n¡ori¡ cn Iluésca¡
9.
2r1
en Ohras,
I, p. 216 (i.'ed. larina en 1592, rra-
¿le
lraúilLias. A/nería, Jaír. Granaclcr 1' lt'í/aga. t.I, París, 1852, pp. XV XXVI, doncle se acentúan los planteamicntos anti-árabes: "pero Los árabes, dueños del país, no lo fueron jamás del ánimo inclom¿ble cle sus morailores" (p. XVI); lleganclo a caer en el r¿cismo: "las dos razas, cristianos fieles a su ley y mulatos, peleaban en guerra cie exterminio contril el enemigo común, que etan Ios árabes puros" (p. XXII). Mienrras que en la IIis¡uti,t de Gr¿nada sigue desvirruando a Conde: "Aben Hafsun, caudillo de los muzlitas, sublevab¿ la tierra cle Tolec'lo, se proclamaba rey, y protegiclo por los reves de Asturi¡s se hací¿ clueño cle casi toda Castilia y Aragón" (t. I, p. rLs clldÍrl
Alonso García, Jorge, Otrtr heu Hafstiu (Lt 1!81, quien debajo del subti tulo explicira: "novela"i pero también la cle Fernández, Frclel, Onar útn Ha.[tín (Ilu rtiuo tristiano tntltltz ut !/em )nperio i.rlirt)ct tt:ftííil), Barcelona, 1!12, pcsc a que el Como
P.146.
.111. Reeditado en iden¿. Hi:lari¿
es mío
'].
P.'i60.
P
.
512
P ))h
55. Pp.512y556. 93
56. 57. 5ii.
r9
60
81. Guillén
Robles, F., hlálaga nasrlnata. Suesos. dilt)g¡¡e¿a1 /eÍra.s ua/agteña.\ durdDte la Edad NIedia, Málaga, 1957 (1.'ed. 1880), p. XX.
P. 555. P. 168. La distinción es de Vilar, P., lnici¿úón al Locabulario de/ anál)si.¡ b.¡tírica, Barcelona, 1980, p. 169; Hobsbawm, E. J.,Nadones 1laciotuli.¡rt¡ de:de 1780, Barcelona, I99f ,p. 5 l, lo denomina "protonacionalismo". En Ia titulad¿ "Meriem", una de sus Leyndas históricas ¡íra|¡es,Mackicl,1U18, donde lo define como "defensor de los cris¡ianos oprimiclos". Dato: biogrífito.¡ .¡obre Owar bn Ha.Jsta, en "Crónica de
des. cielcias
84. P.32. ii5. Aguado Bleye, P., h[arral 86.
celona, 1!4,i, p. 11.
87. .Se había convertido en un cent¡o de ascerismo, y lil
Ambos Mundos,, V (1860). BiograJ'ía de )nar Ebn Haf .raz, Apéndice 1 de la Desúptión del Reino cle Granada bajo la tlottinacióa de las Naseritas, Madrid, 1860, pp. 116-16I; Ura axpediciín a /as mina.r ¡le Boba.¡tro, .Lt Ciencia Cristiana", IV-V (1877), y Sarurcl ben Hafsrn, "La Ciencia Cristiana", XII (1879). Historia de los nazárabe.r de España dultcida de /os nejares ), iltás diltíilticls teiti-
6).
tnnio.¡ de /o: e.¡cñtare.¡ crisÍi¿nos 1, árabes. Madrid, 1901 Ge cita por Ia reimpresión de Amsterdam, 1967). Manz¿nares del Cirre, M., Arabistas espdño/es del s).q/a X1X, Maclrid, 1972, pp. Ii4 y 162. BtutrtJta ,/, O u, Ll u HtJ.,t,'t. pp. E l-so. qtre creo afortunirda, por los argumentos que expuse en Dt /a .utqiliJÍ¿/ t¡¡tst/uaua a /a lpuca razarí, en iltá/aga, t. II, Hi¡toria, (iranacla. l!84, p¡r /t\l-491, pcsc a que acríricamente se siga manteniendo la propuesta de Joaquín Vallvé. Manzanares, M., Arabistat españole.r del .sig/o X1X, p. 1.13.
64
l[ozárabes,
61
62
misma hija de Umar, la virgen Argéntea, daba ejemplos de piedad, fomentando la vida del claustro en el palacio de su padre", (p. 61).
88.
9i)
Barcelona, 1." ed.; crto por la,1." de ciudad. P. ll. P. 36.
9I
P.41.
89
92
P. 42.
9a
Se puede entender a
Monroe, J. T.,
91
Ilozáral:es, p. 562.
/1rrz, p.
XXXIV.
95. 96.
ldm, p. LY-LIY. 6L). Idn, p. 5C)3. 70. lde n, p. 511. 7r. ldm, pp. 5Il, 512 y 574. 12. ldm, p. 516. 68.
16. 11. 78.
P.
9U.
Véase, en traducción castellana, Hegel,
Iden, p. 5 ,12. Iden, pp.518-579. Ldm, p. 51 5 .
Rodrígnez, Joaquín, Lecciones de nanología e h).rtoria geaera/ Madrid, 1850; así lo citan Cirujano Marín, P., Elorriaga Planes, T. y Pérez Garzón, J. 5., Hi:toriografía y il¿/L¡aila/iytn e:palnl (1831-1868), Madrid, 1985, pp. 6263. Sin embar¡¡o, la visión de Gayangos sí perdurará en la emclición angiosajona, que Ia antepondrá a la de Dozy, con el cual sólo tendrá en común Ia imagen volteriana de España; así, por ejemplo, en St. Lane-Pool, The Moor.¡ in .!ala, Londres-Nueva York, l." ed., l8il9 (1.'ed. 1880), clrLien se felicita de escribir "sobre España en sri gloria bajo los moros, no sobre España en su de¡Jradación bajo los Borbones" (p. IX). Para éste, Ios rebeldes son árabes, beréberes o españoles; Ibn Hafshn es el más poderoso de ellos, pero todos son "jefes de bandidos y aventureros de la más vil estampa, (pp. 100, 106 y 109). Menéndez y Pelayo, M., t. I, M¿drid, 1956 (reproduce la de E.;/taña,
94
1t. G. W.F., Lettiu-
la fi/asrfía de la his¡oia utiursnl, Madrid, 1980,
P67
99.
.
1." ed. de 1880),
Sánchez Aibornoz, C., La E:!aña ntsr/n¡rtna segín /o.t 1 cristianos nedieL-ales, (1." ecl. 1946), ,1.' ecl., Maclrid, 197.i, t. I, p. 30.
nes :obre
19. Iclut, p.582. u0. Manzanares, M., Arabisttts apañales del sig/o X1X, p. 133. 81. Unos de los raros ejemplos en que esto ocurre es el de
82
Véase n. 2.
97.
ldun, p. 528. 1
arabistas, en
de
autore: i.¡lantita:
5I).
t5. Ilon, p. )1
Aníritt Caitrl ), las esndios
/a obra
Anírica Ca.¡tro, dir. por Laín Entralgo, P., Madrid, 1971, p.357. Estudios sobre
66.
misma
Calilthate, en Gwatkin, H. M., \X/hitney, J. P. Tanner, J. R. y Previté Orton, C. -Jí., eds., The CanbriJ.qe Xlediew/ Hi.rtar1, Ctmbriclge, 1.'' ed., 1!22, reeci., 197ó, vol. III, GernarT an¿l the \Ve.¡Íern En!ire, pp. .10!-1.i2, especial mente pp. 116-421.
p. 52L
67.
I94i en la
Altamira, Rafirel, como un precedente, si bien su texto es menos explícito, :fhe V/estern
6t. Una expedicitht.
11. lduu, p.
de historia de E.;paña, r. I, Prebistaria, Edade.r Antigra 1, ilIedia, Mad¡id, 10." ed., 1967, pp. 418,419,422 y 426. Ballesteros y Beretta, A., Histaria dt E:faña 1 n ittfheu,ia eu l¿t histaúa un)t,ersal, vol. II (1.'' ed. 1922). 2." ed.. Bar-
p. 728.
lOO.
Sánchez Albornoz, C., La España xtusrlnnna. pp. 3-.i0. Ideru,
p. I)L
l0l.
De /a )ntasiín i:lánica al estado coatinenta/ (Entre Ia ciín 1t el ura1,o1, Seviila, 197,i, p. 18. 102. La E'paia ,,tr,trlt.ata. p. 2-4. 103. Iden, p. 315. 10,1. Minorlas... I. Las mz'írabes (Tono 11, Madrid, 1947. 101
.
Lrea
P.t9i. 2)9.
106.
P
107.
P. 210.
.
r
08.
Pp.24I y 282, n. 11.
L
09.
p
L
10.
P.240.
)
1f
L1l. P. 243.
lt2.
P.244.
113.
P. 216.
r14. P. 241 l l5. P. 2l i. .
I 16.
En Madrid, con
eL
de la Jrantera de/ xrcd)etal).
subtí¡ulo:
Aportaciones a
la cle/initaciín
Andalm (en:ayn de etnografía ¿nrlaltz¿
117. Ed. cit., pp. 12-18. L
18.
3 vols., París-Leiden,
119. El Cai¡o, 1938. La
l9to-1967.
1." ed. castellana,
Madrid, 1953
120. P. 33 cle La .l." ecl. dc 1969. 121 . F,:pdit t¡¡l:r/t¡t¿u¿ h,t:tt l¿r uila de/ nliftn tle Círdobd (-l l-10.) 1t, t. IV cle h IIi.¡¡oria da España. clir. por Nfenénclez Pidal, R., Nlad¡icl, i.'ed., 1961, p. 2.i'i. Ls interesante obseLr'¿L L¿ evolución clel pensamiento de Lévi-Prove ngal sc¡bre el t.m¿, \ .r que en cl rtittlo'( )nar b. Haf:m de 1¿ l.'ecl. cle LEulrlopí¿lie dt / [:/a¡u, aclenás c1c scguir 1os criterir¡s nacionalitarios clc Dozy, acepta los del tradicionalismo español, ¿firn¡anclo que tras su convcrsión al cristianismo. "sería cleclaraclo no sol¿mente el jelé clel nrovimiento n¿cionalista español, sino tembién el canpeón cle una verd¿der¿ c¡uzada intcrior contra el Islan¡", Leltlen París. t. tII, 191ó, p. 1 019. I
22. P. I 96.
121. P.
21 1.
12.i. P.
198.
r2t
que algún autor, corno Dulourq, Ch. E., insiste e n la potencialiciacl del cristianismo oculto, Lrz coexisltttct c/e: c/:rítien.¡ e! ¡l¿s amtl.nnas clan.¡ rtl-Ardtt/ls et dax.t le ilIdghrtb at X." .¡)ic/e, en Occideu el Orienl att X." sii¡le. Acte.¡ c/tt IX," Cougri.t Je /a Saciítí des Hi.¡tor)etts lIídiít'i.¡re.¡ Je /'Enseigrurent Srpírierr Puhlic (Dijor.2-1 jt)u 19781, París, 19;9, p.2L,i.
1,16. Guicharcl, P., t\/-ÁuJalr.¡. Estrl.tl/rd aatrapulígica da rra .tacied¿l i.¡/,íniu en Occideute, Barcelona, I)16, pp. 276141
1i8
llc)
Pp.116-1.1;.
L)O
N,ti.\.\tzuc(
rtl
P.199.
126. P. 200.
l2r.
P.
2.1.1.
12¡i. P.2ll. 129. Pp. 23i-)i6. l.i0 Pp.238 2.10.
lll.
O(cañe)J(iménez), NI.,t[.t ut,tr hn IlaJ:rtt, en Dicciouarit clc H jstrit dc Erltid, clir. por Rlcvberg, Ci.,2." ecl. corregirl¿ r. aument¡cl¿, t. Il1, Nfaclrid. 1969 (]." ecl. 1952), pp. il.l1-836.
]j2. li.l. rj].
P.
1]5.
P.
P.
Li2. Ltj. 1i,1. I55.
li slt. I
ril6.
lúrullctiín
¿ su tracltrcción
nrsrlmtua, p. XXII. Huici lv{irancl¿. A., Th Il¡eritt Perittttle
clc
Lér
i
consecuencia, 1as revueltas no consistirían en rLn "rcviv¿I" del cristianismo, sino en un¿ reacción ante la pers
ProvenEal, E., E:ptña
lll.
'l'ht
Ctubilgt
II).¡tor)
ttJ Stú\. cn
4 ]sh¡¡t, t. 2, Cambriclge, 1970.
pectiva c1e una más profrLncla islamización clc al-Andalus. P. 22i. Antequera, 1959.
p.
lfi
ll8.
(1." ed.. Barcelon¿, l9i2). Con¡entario a la 2." ecl., en nuo'a ec1., Nfadrid, 19r0, p. l6li y se reproduce eL textcr
deL¿1.',enp.61. 139. G¿rcía Tolsá, -1., L',s t¡t¡tsl/tnaut.¡. en H).¡/til¿ sotial 1 econí ntta le L:ptia 1' Antír)ca. dir. por Vicens Vivcs,.J., t. I, (1.' ed.. 1951), l.' ed. revisad¿ 1' ampliacla, Barcelona, 19r1. p. 22.1; o Uclina Martorell, F., cluien revisó la ed. clel t. II, L¿ Altt Ldtd llerlia (.tig/o.r \¡ a/ Xlll)de Ia Hl.rttria tle Etpaíia. Grrn¡ hi:torj¿ geutra/ cle /os ptreb/os hisptíú clir, por G¿rcía Pericot, L., sobre el tex¡o cle la 1.'ed. A., en la 'i." ed., Barcelona, 1910, cluien toclirvía habla de l¿ "rebelrón nacionalista en el clistrito cle Regio". p. 152. Valdeavell¿no, L. G. clc, His¡ori¡ de E.tlttñd. L De los ori¡1utt: rt ld Bala Ll"td lleJia. 1." Prrre. Madricl,:i.'' cc1., 1968 (1." ecl., 1!52), p. .'tr L. ra.r.
de GonzáLez Palencia,
ll0.
riL. P..irt. 1,12. llbieto Arteta,
Jover, J. N{.'v Seco, C.., Iulrodlcciítt¡ t /¿ historia de Esptiitt.E)rcelona (1.'ecl., l96l), 10." ed., 197,i, pp. 93-
lll.
L)6. 1j7. Antequera, 1960. 158. Requena, F., frlacliu cleclicaclas a
lro,
Rzrya, Antecluera, 195r, PP. .19-iO Ibn Hafiun; clel mismo La f'ortt/eza de Boln.¡-
uI3olerín cle la Ásociación Española cle Amigos cle los
Cas¡illos", i1 (l)61); Franquelo, R., Unar ihr Haf:rtt, (197'i), pp. 20-2'1; deL mismo' BobasÍro, "Jábega", 8 (1976), pp. )6-42; y la biogralía citada de 1i "Jábega", Gómez Teruel, J. M., Onar iba Hafsln, en Alcobendas, M., ed., ilIilagt. Per.ronaje.¡ et¡ sl historia, Málaga, 198i, pp. Li3-1i6. 1i9. Como el lrtfornte del Rvda, Fr"t1'Jrar Bart)s¡a de Ardale.¡ .¡ohre la Rast¿maciín d¿ la Erttita de Vi/la'-erde, publicado por Leria de Ia lLosa, S., con el título de A Nrustra S¿iur¿ /¿ S¿tüísin¡a Vit'gtn de V)//arercle patrana de Arda/es.
Mált
ga,1!6r. 160.
4., Etlad l[cdia, en Ubieto, A.. Reglá, J.,
ú / Is/an ,ntda/or.¡. Vlll."-dibtt X." .ri!¡/¿, cn Bcnnassat, 8., His¡oire dt\ E:1)L/:1nr/.t. r. I, \,'l.r XVIL' ,l¿,L,. P¡r¡. loxs. I,f ,. U | _E2. Glick, T. F., Islrtui, ancl Chris¡ian Spaiu in the Earll t\l)dlle Agu, Princenton, 1979; existe una recien¡e t¡aclucción cas¡ell¿na que no caml¡ia nada al respecto, Cdrtianol 1, tttt:r/nt¿nes en la E:pañd nedieta/ (7I l-l2t 0), Madricl, 1991, p.,10, trad. p. 13. P. 189, ¡r¿d. p. 2.i9. P. 189, tracl. p. 21!. P. 11i9, trad. p. 21li. L¿s noveclaclcs que presenta Collins, R., IJdr\ ,\[uliettl Spdit, Llnitl, iu I)it.'er.ti11. 100 l()()0, Lonclrcs, 1981, son casi nulas, salr'r¡ str hipercrítica cle las frLentes, que le lleva a considerar los datos tlc la Crríuica Anútitta sobre I¿ exhunr¿ción del cacláver, y los relativos a la construcción cle una iglesia, como rumores para desacrcditarlo a Los ojos cle sus seguidores o cle los muladíes en general. En
P. 83.1.
I.16.Garcí¿ Gómez, E.,
23 t-. . 219. P. 238. P
Las obras clue se suelen citar como precedentes se atienen más a los problemas de su momento. Así, la de Lafuente Alcirntara, MrgrcI. H)storitt tle Gran¿¡la, contfirendient/u /a de su¡ c¡t¿tlru prot,iu)as. Alnterí¿.
Jaín. C)ranada
1'
lIáLrga,
)4
t. I, París, 1852 (pero escrittr en 18,i3), es 1a historia
J. A., It ípttzr rtttclietal, vol. II cle la Hi.¡¡tri¿ tle Esptit t\lJagrdrd, clir. por Artola, M.,
cliiunto Reinci de Granada que acababa de desaparecer por la reforma aclministrativa dc la déc¿d¿ ante¡ior.
G¿rcía cle Cortáza¡.
Nl¿drid, l9ll, p. 97. 1.1.1 Pp 99 100.
171. ÍI)tturia fu L:pña i.tl'íruit,z, X{aclricl,2." ed., 1971 (1." ed., lfj0 y original inglés, Eclimburgo, L96i), p. ,i5. Aun-
deL
Mient¡as que Ia dc Guichot, Joaquín, H)stor)a geura/ de Anda/uí¿ de:de /os tienQos n¿át ret¡ott¡.¡ h¿sta 1810,SevtIIaMadrid, t. I y lI, Lu69; t. III, 1810, como advierte el int¡oductor, Asensio, J. M., es una historia de especiali-
95
161.
zación, semeiante a las clue se venían htrcienclo de los condados ingleses; t. I, p. XIV. Esta írltima n¡ezcla indiscriminadamente a Conde con Dozy, mientras que Ia de Lafuente se ve afectada por el mozarabismo ya aludiclo con motivo de su Distttryt. Medina Molera, 4., Histaria u¿ttiotal de Andahcía 1, el arda/trcisna, vol. I, D¿ la Prebistoria Sevill¿, 1979, pp. 61 v 63.
al ulifato
Andalncfu, Barcelona,
tar)d geileral tle Andalucía, Sevilla, 19tt1,
175. Domínguez Ortrz, A., And¿hcía 1983, p. 65.
165. Ba¡celona, 1978. 166. P.9. 167. Barcelona, 1919, pp. ll -I). 168. P. 35. Como el lector habrá advertido, siguiendo
178. a Samir
)nterese: de t/ase,
Mad¡id, 1978, p. 52.
L7O. P. t2.
171.
N¿cian¿/isno
173.
l7). I80.
andaln,p. 18.
172. Repiso, F., Histaria básiu de Axda/ucía. Sevilla, p.t8. Cuenca Toribio,
1979,
J. M., Aila/rcía. Una iutrodrcciír¡ histó-
I8I.
rica,Córdol¡a, 1979.
l7.1. Torres Delgado, C., A/-Andalrs: rna cfui/izatiín, en Lacomba, J. A. (coord.), Aproxinaciín a la histor)a ¿le
"ils sont, dans leur propre pays, comme des dérasinés". M., Apogeo 1, crisis del Estado cordabí.r, en Histaria de Antlaluía, vol. I, D¿ 'fartessos a/ lsl¿nt ( l03l ), Barcelona, i9iJ0, p. 244; y A/-And¿/rs. 711 l03I, en Histaria de E.rpaíla. J. La Alt¿ Edad ilIulia. Vi.¡igadas. árabes jt púnero.r reinas cristianos. Historia 16, Extra XV, octubre i980, pp. 51-53. Sánchez Martínez,
Apogut 1 u'isi:,
p.24).
Preú:ione.¡ at'erca ¿le cLlnrtr b, Hrtfstrn, n¿da.¡ de
Cr/tura
pp.163
175.
Ar¿¿be e
er Atta.r de las ll Jorlslánin l1!80), Madrid, l!f35,
G)\, J.,-/rdíos j, cri.rriaaas en Hispania (:. VIII 1'1X1, "Hispania Sacra" XXXI (1978-79), en especial el apartaclo
Al-Andalu¡
T 96
Es la de Ya'qhbr sobre Ifriqiyya, utilizada por MarE¿is,
G., La Bírberie uustlrt¿te et /'Orient au ilIo1,e¡ Age, París, 1946, p. 68, cluien traduce sobre los clanes indígenas:
16,1. Aume nte, J., Nacionalisno anda/uz, Granada, 1980, p.17.
1/as
b¿sta
1492, en Andaluía, t. I, Madrid, 19t30, p. 80.
177.
¿¿rdr¿/aza
p. 1.i9.
ayer 1, hoy, Barcelona,
176. Cabanelas, A., Ixtrodtttiín bistírica. Andaltcía
an¿/a/ní,
162. P.120. 161. P.90.
Anin. 16t1. La "Cue.¡titiu Naciaxa/"
I979,p.63. En semejantes rérmi-
nos independentistas se expresa Moreno Alonso, M., His-
en rebel¿lía,
pp. 82-85.