CT]ADERI\OS DE
MADix驴r AL-zAHRlt
voL.
3
c贸nooBA
L99T
CIJADERNTOS DE
MADINAT AL_ZAHRÁ'
SUMARIO .
ACTAS DE LAS II JORNADAS DE MADINAT AL-ZAHRA
AL-ANDALUS ANTES DE MADiNAT AL-ZAHRA S. GUTIERREZ LLORET L;r fornuciín de Tucltnlr dade la pu'iferia del Estado
Islámico
Pág. 9
A. MALPICA CUELLO - A. GOMEZ BECERRA "Donde n//n.¿/ dnÍe.t h¿bía entr¿da tn ejírcito..., E/ pob/arniento de la costa de Granac/a en el rnarco de la fornución del Estado lslátnico
Pá9. 23
V. SALVATIERRA CUENCA _J. C. CASTILLO ARMENTEROS E/ poblaniento ntral: ¿Histórico o internporal?
El
caso del arrol,o del Salado,
Jaín
M. ACIEN ALMANSA 'Utnar lb¡t Haf:ttn. Un problema
Pág. 47
bistariográfico
E. MANZANO MORENO 1 ernires: Fantilias ari¡locráticas
Señore¡
1,
A. CANTO GARCIA De la Ceca Al-Andalu a la de A[adtnat
soberanía
ltltejtl
Pá9.71
en
Al-Andalu¡
al-Zabra'
Pág. 97
Pág. 111
CHRISTIAN E\)rERT Precarsares de A'Iadlnat
a/-Zahra'.
de oriente 1' sa ceremonial
attlico
PATRICE CRESSIER Renacin¡iento de la esutlttu'a
El
entre occidente 1
Los Pa/acir¡¡ 0melas )t 'abbásie¡
de capiteles en
oriente
ALFONSO JIMENEZ La Qibla extrauiada
Pág.
la
I23
ípoca entiral:
Pág. 161
Pás.189
. CRONICA DEL CONJUNTO A. VALLEJO TRIANO Crí¡uca, aña 1991
Pás.213
ACTAS DE LAS DE
II JORI{ADAS
MADIxar nr-znunÁ'
AL-ANDALIJS ANTES DE MADIXAT AL-ZAFIRA
PRECURSoRES DE
MADixer AL-zAHnÁ.
Los pAlAcros oMEyAs
v ennÁsIES DE oRIENTE
Y SU CEREMONTAL AULTCO (1) CHRISTIAN E$TERT
ntes de abordar el problema central que me he planreado paril esta breve contribución, es clecir el análisis de algunas raíces esenciales no solamente tipológicas sino también ideológicas de
I ,( \
la arquitectura palaciega de Madlnat al-Zahrl , quiero aludir muy brevemente a la base de todas nuestras investigaciones correspondientes al estado actual de 1as lal¡ores de excavación y limpieza (2).
Gracias a los esfuerzos de don Félix Hernández, incansable hasta sus últimos días, y de sus sucesores Rafael Manzano y Antonio Vallejo, el progreso de los trabajos de los últimos treinta años resulta impresionante. Comparemos las plantas publica-
das en Ars Hispaniae III (3) y en Propyláen Kunstgeschichte (2." ed.) IV (4) con el último estado de la cuestión publicado por S. López-Cuer-
vo (fig. 1) (5). Uno de los nuevos descubrimienros más importantes es la excavación (y 1a reedificación parcial) del palacio de uno de los máximos dignatarios de la corte cuyo nombr., fu'fu., ,to, ¡evelan las fuentes (6). Así se l1ena la laguna entre la zc¡na del Salón Rico y las partes adosadas directamente al lienzo norte del recinto urbano. Hay que rendir homenaje a una escrupulosísima labor de detalle que no se deduce de las plantas ¡¡enerales: la recomposición y la recolocación de 1os grandes tableros decorativos del Salón Rico bajo la dirección de Fé1ix Hernández. Yo tuve el gran privilegio de poder observar y documentar
fotográficamente los diferentes estados de la restauración a partir de 1965. Como primer resultado de estos estudios de muchos años presenté a las Primeras Jornadas de Madlnat al-Zahra mi contril¡ución "Elementos decorativos en los tableros parietales del Salón Rico" (7) cuya versión completa se publicará como monografía (8). La contradicción entre tracliciones omeyas precalifales (e indígenas de origen preisiámico) y la irrupción de nuevas formas'abbásíes, especialmente intensa bajo al-Hakam II, en 1os conjuntos decorativos de
Madrnat al-Zahra, y sobre todo en los paneles parietales del Salón Rico, nos puede ayudar a ilustrar de modo resumido el problema correspondiente en la tipología monumental de la arquitectura palaciega. E1 repertorio de un panel de mármol (9), cuyo abolengo omeya orientai se manrfiesta al compararlo con Jirbat al-Mafi'ar (i0), se opone a la estructura normal de los grandes pane1es del sector central, de las naves laterales y del pórtico del Salón Rico (11): superficies casi llenas,
sin fondo; elementos decorativos de contorno cerrado, preferentemente en forma de gota (12). En el mismo círculo de talleres fechable en el periodo maduro y tardío del Califato de Córdoba se introdujeron detalles en el tratamiento de las decoraciones que muy probablemente se importaron directamente desde el Ma5riq: por ejemplo las
superficies cribladas de trama geométrica en Lrno
de los grandes paneles del Cortijo del Alcaide
r23
recompuestos por Félix He¡nández (13) o de las jambas de arcos ciegos en Ia zona del tambor de la cúpula delante de1 mihráb en la misma mezqr-Lita de Córdoba (14), trat¿rmiento ca¡acterístico que aparece t¿rmbién en la decoración casi contempo-
ránea de unos de los monasterios del
\7tdr
rl5). tle nerisimo origen abbasí. Re sumamos esta introducción: replantea-
n-Nerrr,rn
Reaparece sin embargo de manera sorprendentemente clara e inequívoca en la Aljafería cle Zaragoza (fig. 5, lám. l), acluellzr sede t¿rif¿r de mediados del siglo XI que procede directamente de la arquitectura califal co¡clobesa y cuya situación de extramuros. es decir de residencia exterior, repite a escala muy reducida, el modelo funcional cle Madrnat al-Zahra'. La subdivisión
por tres
se
orígenes del progra-
realtzó aquí ya en el recinto exterior cr,ryos cubos
ma arquitectónico califal de los Omeyas de occidente gracias a los progresos considerables en las
omeyas orient¿rles. Se efectuó en dos etapas conse-
excavaciones y limpiezas en el mismo sitio de Madrnat al-Zahrá'; breve anticipación del problema de los orígenes de la tipología monumental, ur
equivale
miento del problema de
1os
base del estr-rdio del repertorio decorat.ivo y, muy
especialmente, el existente en el Salón Rico.
La breve secue ncia de palacios omeyas y del Próximo y Medio Oriente se abre cAniar (.fig 2;l¿im. 1) (16). Esta ciudad ptrlacon cie¡;a del Líbano, funclada ya hacia 715 muestra cabbásíes
un trazado u¡banístico puramente romano: recin-
to rectan¿¡ular; subdivisión en cuatro partes iguales por el cardo y el decumano, bordeados ambos por columnatas, con un tetrapylon en su crlrce (l¿ím. 1). En su palacio principal, sin embargo, ya se realizó aquel principio geométrico de subdivisión simétrica tripartita que Creswell (17) descubrió y estudió detalladamente en M5attá. El castillo de MSattá (figs. 3 y 4, Iám. 2) es un proyecto de los últimos años de los Omeyas orientales. Los lados del cuadrado que describe e1 recinto total duplican el tamaño normal, característico de los castillos de desierto sirio-omeyas. El primer grado de subdivisión determina, en dirección norte-sur. dos zonas laterales de función residencial que quedaron inacabadas (18) y una zona central. El núcleo del esquema geométrico (ft1. 4) es L1n gfan patio cuaclrado, cuyo tamaño determinan las diagonales del cuadrado del área total (fig. 3). Está limitado en el norte y en el sur por los bloques de la zona de acceso (que abarca también la mezquita) (19) y del conjunto cuyo cenrro es 1a sala del trono (lám. 2) (20). Ambas zonas a su vez, se subdividen en varios núcleos secundarios. La dirección del proceso de subdivisión cambia ortogonalmente de grado en graclo. En Madrnat al-
ultrasemicirculares son típicos de los castillos cutivas: ei diámerro de ias torres flanqueantes a1
ancho del lienzo entre ellas, el vano de
la puerta central dicta en su anchura la tripartrción exacta del lienzo completo (fig. 5) (21). No solamente los esquemas fi-rncionales sino también los planteamientos geométricos de los castillos omeyas orientales emigraron de un extremo a otro del Mediterráneo (etapas intermedias observamos en e1 norte cle Africa: cito los ribátes de Susa y de Monastir) (22) y sobrevivieron, como se confirma enZaragoza, durante más de cuatro siglos. La llegerda de los Abbasíes nos señ¿l¿ una jerarqu.ización creciente de las plantas de los conjuntos palaciegos, reflejo alrténtico de las tendencias imperiales del califa que se acercaba de vez en cuando de forma casi blasfémica a la esfera divina. Fue en época 'abbásí cuando se usaba por primera vez el L¡ra cle
título honorífico "zillu'
l1¿rh
fi' l-ard"
(som-
Dios en rierral.
Un ejemplo característico de la tendenciir ¿ aislar y ensalzar al príncipe en el marco de la vida cortesana nos enseña la lectura de la planta ciel conjunto de Ujaidir (en Iráq). construcción fechada en los primeros decenios de la nueva dinastía (fi1. 6, Iáms. 4-1) (23): EI castillo propiamente dicho se sitúa en un recinto exterior mucho mhs amplio. Los dos recintos sólo se tocan en sus lienzos septentrionales (lám. 'l). El espacio intermedio (en forma de U), casi vacío de construcciones (2,i) (lám. i), corresponde a las ziyádát de las mayores 'abbasí (por ej. las mezquitas de tipo o tradición dos grandes mezquitas de Samarrá, la de Mutawakkil (25) y la de Abü Dulaf (26) y la mezquita
procedimiento (por ej. el típico grupo de una sala
de Ibn Tulun (27) en El Cairo). En Ulaydir el üwán, la parte de las audiencias oficiales, clryo ancho está determinado por e1 .patio de honor" (lám. 6), se separa de las cinco unidades residenciales circundantes y de la mezquita, incluída en
mediana con dos alcobas en los flancos).
esta zona directamente accesible. desde el exterior,
Zahra' só1o nos quedan
124
escasas
huellas de
este
Lrn ambulatorio cerrado, de cuatro brazos (lám. 7). El nírcleo clel palacio, una sala cuadracla (quizás de1 trono), y un iwán inmediatamente antepuesto qlle se abre al gran patio, está rodeado por un pasillo de tres lados, cr,ryos brazos laterales
guardias turcas de la dinastía y la población indígena se convirtieron en insoportables- en Có¡doba pudo proyectarse el traslado correspondiente
consisten en Llna secuencia de puertzrs enfilaclas. Estos castillos del desierto de 1a nueva dinas-
migos e*ternos e internos, un pocler incontestado sobre un país próspero se concentraba en sus
tía
manos. El paralelismo Bagdad-Samarrá; CórdobaMadrnat al-Zahra no se limita sin embargo al matiz metrópoli tradicional -nueva fundación de
por
del clásico canon metrológico de los ya no Omeyas: son cle planta cuadrada sino acloptan, segírn Creswell (28), una proporción cle 3:2 que se observa también en funclaciones relacionadas con los 'Abbasíes, por ej. en el castillo de Ai'dabiyya en Libia (29), de los primeros Fátimíes que estaban av¿rnzanclo de sus bases en ifrrqiya lr:rcia Egipro. La expresión más perfecta del califato abbasl es 1a fundación de Sámarrá (30). Gigantesca pero frági1 y en permanente peligro, en último té¡mino fue víctima no de sus enemiqos externos. sino de se alejan
1as luchas intestinas de la misma dinastía cuya maldición fue la perpetuada guerra patricida o fraticida. Ya las causas de su fund¿rción Gn 22I H = 8j6) anticiparon su trágico abandono. Madinat al-Zahra se fundó casi exactamente un siglo más tarde (en 936), es decir casi meclio siglo después del abandono cle la ciudad áulic¿r orient,rl ti ll. No ptr..lo competir ton su r¡maño. En Sámarrá, por ej., se mide un¿r extensión total de más de l0 km. a largo d.el río, el diámetro máximo de Madlnat al-Zahra es de aproximadamente 1,1 km. (ent¡e los dos lienzos laterales del recinto urbano) (32). En el occidente islámico temprano, sin embargo. no conocemos ninguna
en un ambiente de calma soberana: Abd alRahmán
III
había acabado con casi todos los ene-
una aglomeración satélite-. Las comunes raíces de mentalidad oriental son más profundas y se manifiestan también en un rasgo común de carácter negativo: ambas fundaciones son efímeras y se abandonaron de un golpe, apenas fueron usadas plenamente durante el breve espacio de medio si¿¡lo aproximado. En los grandes palacios 'abbásíes c1e Sám¿rrJ las unidades espaciales están relacionadas entre sí por el principio de la estricta axialidad, principio que en Madrnat al-Zahra no se impuso con la misma severidad. Las dos grandes salas de cinco naves longitudinales y pórtico anteplresto no son, por ej., coaxiales (fig. 1). Las unidades tradicionales del castillo de desierto sirio-omeya (patio de concepción cuadrada rodeado por Lrn pórtico que se antepone a los accesos de las habitaciones) y las dos grandes salas parecen yuxtapuestas. ¿Sobrevi-
vió aquí el principio aglutinante del Antiguo
ciudad palatina del tamaño de Madlnat aI-ZahrJ Sabemos que el caiifato de los Omeyas occidentales, y especialmente de al-Hakam II que ya en sus años de príncipe hereclero dirigió.los trabajos de construcción en MadTnat al-Zahra, se abrió a los
Oriente? Rampas dobladas y que se bilurcan vencen las fuertes diferencias de nivel. Estas dificultades de un terreno en pencliente, muy probablemente no habrían librado a un maestro de *escueIa'abbásí" de la dictadura de los ejes de simetría. En MadTnat a\-Zahra se impone la impresión de que un taller indígena que por primera vez tuvo que realizar un encargo urbanístico de esa envergadura no dominaba el principio de la axialidad
influjos orientales de los Abbasies, polític,rmente
total tal y como los maestros 'abbbasíes de1
odiados como usurpadores (aunque tácitamente reconocidos) pero admirados en el campo cultural y artístico. La fam¿r cle Sámarrá se difunclió por casi todo el mundo islámico. ,Inspiró también a los Omeyas occidentales? La comparación entre las dos funclaciones resulta muy tentadora: en ambos c¿rsos 1¿r clinastía salió del marco demasiado estrecho de ia metrópoli tradicional y fundó a una distancia accesible una nueva residencia externa. Pero mientras en Bagdad la situación política
MaSriq lo habían perfeccionado gracias al encargo gigantesco de Sámarrá , clryos grandes palacios son reflejo de un ceremonial áulico refinado, henchido de tradiciones del Antiguo Oriente y especialmente perso-sásánidas. Vamos a analizar algunos rasgos esenciales de la arquitectura palaciega de Sámarrá. En el Yzrusaq al-Jáqánl (fig. 1 ,lám. 8) (33), residencia califal de
.
resultaba casi insostenible -las relaciones entre las
la primera fase de la ciudad (fundado en 836) y cuya superficie es mayor que el área total de Madrnat al-Zahra, el nírcleo del conjunto es Lrna
t25
sala cruciforme, de s.imetría biaxial, precedida por
una zona interior de acercamiento alargada cuyo eje longitudinal coincide con el de profundidad total del conjunto que se extiende entre dos enormes terrazas. En el palacio de Balkuwára (fig. 8)
(34) rige el mismo sistema axial con mayor rigidez. Dos grandes rwáncs se rnreponen en el eje longitudinal a 1a sala cruciforme con núcleo cuadrado. En dirección noroesre la zona de acercamiento exterior consiste en un gran patio y, fuera del ámbito del recinto interior, en dos rerrazas sobrepuestas^de la misma proporción alargada. En el Qasr al-Yiss (fig. 9) (3i) 1a simetría biaxiai abarca todo el área básicamente cuadrada del palacio.
El Qasr al-'A5iq (fig. 10) (36) clata de
la
segunda generación de Sámarrá Q64-691818-82).
La disposición axial se adapra a una superficie muy reducida en comparación con los palacios gi¡¡antescos de la orilla oriental. En dirección al acceso del visitante es, sin embargo, aún más proftinda. El resultado de la tendencia observable cn 1a arquitectura palaciega 'abbasí de tradición sasanida, cle anteponer al grupo de salas qr-re forman el núcleo jerárquico del palacio un númerc'r creciente de compartimientos preparatorios, es el abandono de 1a configuración cuadrada en las plantas reducidas, de dimensiones comparables con 1os palacios omeyas: eI área se prolonga en dirección al acceso de las salas ocupadas por el príncipe, por ej. en Ujaydir y en el mismo Qasr
al- Asiq.
En el Qasr ul-'Aiq descle el pario se enrra en un compartimiento ancho, flanqueado de dos alcobas y ensanchado hacia el fondo en forma de T. Lleva a una segunda estancia, profunda, antepuesta directamente a un grllpo cruciforme cuyo centro es un gran cuadrado acompañado simét¡icamente, siempre en el mismo eje , de dos despachos cuadrados más pequeños. En el eje rransversal de1 cuadrado mayor esrán situadas, también en
perfecta simetría, 1as dos únicas salas de tres naves del palacio. En 1os extremos de sus naves laterales queda aislacla una pareja de camaritas cuadradas entre las cuales se abre un nicho, emplazamiento probable del trono; es en Qusayr Amra donde encontramos una disposición casi idénrica adornada con la imagen dei príncipe e ntronizado. Así abordamos el tema más problemático de nuestro ensayo, fundamental e imprescindible sin 126
embargo para comprender el estrato más profundo, la razón de ser de1 gran conjunto áulico que es
Madlnat al-Zahra: la posición del príncipe en
e1
ceremonial cortesano, es decir la visión del poder dinástico de los Omeyas (37). Hemos elegido dos con;'untos palaciegos omeyas orientales excepcionalmente ricos en imágenes, rambién figurativas, impregnados ambos de tradiciones neramenre
preislámicos: Qusayr Amra y Jirbat al-Maffar reflejan la herencia de un sincretismo mediterráneo-oriental, típico por ej. de Dura Europos y de Palmyra.
'Amra (fig. 11, 1áms. 9-12), funclado Qusayr en el primer cuarro de1 siglo VIII es un edificio pequeño de ambiente íntimo, quizás una especie de "Mon Repos" de un reducido grupo de personas privilegiadas, del príncipe y de su séquito por ejemplo. Hoy día se encuenrra en pleno desierto jordano (lám. 9), pero en la época de su fundación estaba situado probablemente en un "hair" (38), en Lln <pafadaison", es decir en un terreno de caza, actividad a la cual se alude expresamente y que con bastante seguridad es Lrna razón de ser de nuestfo monumento. 'Amra (fig. 11) se ha hecho famoso Qusayr sobre todo por sus pinturas que cubren la c¿si totalidad de sus paredes interiores y bóvedas.
Alois Musil, su redescubridor, hizo reproducir estas imágenes en una segunda campaña por e1 pintor Millich y las publicó en 1907 (39). En los años 70 fueron limpiadas por una misión española. La publicación correspondiente (40) es Lrna obra básica para el conocimiento del monumenro. Nos abre Lln acceso totalmente nuevo a un mundo de imágenes, chocante, escandaloso y enigmárico en algunos de sus aspectos desde el punro de vista de la ortodoxia islámica. Núcleo del edificio es Lrna alra sala cubierta por tres bóvedas de cañón de igual ancho (fig. 1 1: estancia 1: A-C). Se apoyan en dos arcos de un solo tramo que dan origen a tres naves totalmente abiertas en el interior. es decir a una esrrucrura sumamente dtáfana que permite la visión sinóptica del programa pictórico de toda la sala (41). En el este se añadió un baño con varios compartimientos, segúrn el esquema preislámico tradicional que no voy a comenrar aquí. En el sur, en el eje de profundidad de la sala, se abre un nicho mucho
más bajo, cubierto también por Lrna bóveda de (fig. 11, compartimiento 2). El testero lleva
cañón
la ima¡¡en principal de todo el progrtrma pictónco (1ám. 10). Aparece el príncipe entronizado (42), príncipe al cual se alude también en otras partes del conjunto ¡rictórico, por ej. en su calidad de dueño de Ia caza (43) (alusión al privilegio real clue es la razón cle ser de1 eclificio; acordémonos de
los mosaicos romanos de Centcelles) (44) o como <nlrevo presidente" de los príncipes más nobles y famosos de este mundo, grupo de personas idenci-
ficado por inscripciones bilíngües, cliscutido y comentaclo tantas veces (41). Un detalle arcluitectónico subraya 1a importancia del nicho: en su eje de profi-rndidad c1r-re es el de la propia sala, se abre el úrnico acceso a ésta. Es este el sitio central más digno de ltr presencia física del príncipe in personam. (Las dos c¿rmaritas que flanquean el nicho se abren sólo a é1. no a la sala. tenían una función visi blemente sr-rbordi nacla) (4(r).
La solemne profundidad de1 nicho del trono se acentúla y se duplica de manera ilusoria por medio de un cloble nicho pintado, de perfil escalonado. Apenas abarc¿r la mitad del ancho total de la pared. Su arco exterior se apoya en arranques horizontales en los cuales se sientan dos pájaros. A1
levanta sobe¡biamente la cabeza. La pareja de pájaros de los arranques clel arco exterior (i1) eleva sus miradas hacia é1 (lám. 10b). Supongo que el pájaro sobre Ia cabeza del príncipe es un símbolo de su poder. Las perdices pintadas llenan una banda muy clara. En Jirbat al-Maffar perdices en relieve rodean la base de lzr cúpula de un dlwán, muy probablemente también cle implicaciones cósmicas y celestes
A
(i2).
los pies del príncipe se extendía el mar,
ahora casi perdido, pero documentado por Millich (53) con detalles característicos: por ej. un barco y L1n gran pez (lám. 10a). Estamos en presencia de un auténtico emperador, de tamaño y dignidad casi inconmensurables,
alejado del ambiente te¡restre-humano, muy cerca del cielo. El príncipe entre mar y cielo se instala como motivo fijo en el arte isl¿imico. Un plato de cerámica de loza dorada, fechado en el siglo X y de origen iraquí, reproduce una versión sumamente abreviada: El príncipe sentado .a la turca, sosteniendo eI cál.tz y la uva (¿alusión al paraíso?) está
rodeado por un friso mixto de pájaros y peces (54). Hay que tener en cuenta sin embargo sobre
trono propiamente dicho corresponde el nicho interior cubierto probablemente con un baldaquino esférico. Las columnas exteriores del doble nicl-io pintado se distin¡;uen por su perfil en rosca, en las inreriores Millich reproduce (47) bandas de perlas y piedras preciosas, atributos dignos de un trono que pueden aludir simbólicamente a un conteniclo sagrado (lám. 10a). Ya en mosaicos paieocristianos por ej. son, siguiendo el texto de 1a biblia, los elementos constructivos de la urbe
fondo preislámico de todo este ciclo de Qusayr'Amra. Un ejemplo llamativo de 1a misma
sagrada cle Jerusalén, en Ia mezquita de Córdoba, en los mosaicos cie la cúrpula delante del mihráb, enmarcan toda la bóveda (tí8). La figura del príncipe casi sale del nicho, 1o l1ena totalmente. Abre ampliamente 1as piernas,
Al norte de un castillo
su nimbo casi toca e1 vértice del baldaquino pintado. El zóc¿rlo ciel trono es una alrténtica arquería; la fi¡¡ura parece elevada ¿r un nivel superior. Las dos figuras laterales (lám. 11) (49) de pie, no aicanzan la altura del príncipe sentado. No entran en el nicho sagrado clel trono, forman parte sin
embargo del conjunto cósmico de toda Ia zona superior de 1tr pared que por encima de un zóca1o nelrtro ap¿rrece aislad¿r como un sector inviolable: de ¿rmbos lados sube una fila de perdices hacia el (i0) donde domina un phjaro aislado, que
vértice
todo
e1
sala de audiencias es la Victoria volante entregando la corona a una figura semiclesnuda (lám. 12)
(tt). E1 conjunto que hoy llamamos Jirbat a1Maffar (figs. 12-13, láms. 13, 1) y 161156)situado cerca de Jericó, se erigió muy probablemente en ei segundo clrarto del siglo VIII, es decir ape'Amra. nas una generación más tarde que Qusayr
de desierto de clásico tipo
omeya se levantó una sala de nírcleo cuadrado con pilares, rodeado de una corona de nichos (fig. 13). La reconstruyó el segundo excavador del sitio, R. W. Hamilton, dándole e1 aspecto exterior casi de una iglesia bizantina (t7). Al igual que en Qusayr
'Amra se añadió a la sala principal una serie de cámaras con pavimentación sobre hipocalrstum (fig. 13, a Ia derecha) (58). Hamilton ideó una unidad funcional de carácter primordialmente balneario: la misma gran sala en cuyo lado me¡idional se extiende una gran piscina sería e1 frigrdarium (t9). El esquema de la planta sin embargo está muy estrechamente ¡elacionado con Qusayr 'Amra donde la función de la sala principal como lugar de audiencias esa incontestable. Ettinghau-
tt7
sen (60) interpreta el gran volumen abovedado de
Jirbat al-Maffar como sala clel trono en la cual
se
banquetes. En su nicho central, situajusto do en el eje de la única entrada se encontró celebr¿rb¿rn
una cadena de piedra (fi¡. 14) (61). Suspendida en su vértice llevaba una corona o qalansuwa (62), la
interpretación del sitio como destinado a un trono parece lógica. En nuestra breve inte¡vención sin embargo la atención se concentra en una estancia apartada a la cual se accede en el ángulo noroeste de la gran sala. De manera casi unánime se le otorga el rango de dTwán (63). Un compartimienro casi cuadrado (cuyo ancho no alcanza los 5 m) se prolonga en el eje de profundidad por un ábside de planta semicircular peraltada que está a un nivel elevado (junto con un banquillo que rodea el compartimiento central) (64). Ambos niveles están cubiertos de mosaicos. Só1o el pavimento elevado del nicho se distingr-re por su imagen de animación naturalista (fig. 13) (61). Según la interpretación de Ettinghausen (66) el árbol (cósmico) separa las dos esfer¿rs clel munclo: la de la paz (dar a1-islam) simbolizada por gacelas comiendo a la sombra del enorme árbol y la de la guerra (dár al-harb) en la cual un león ataca a una gacela que intenta huir. El Ieón acometiendo a un animal más débi1, motivo corriente en el Antiguo Oriente, alude también al poder imperial. Esta escena se completaba sólo con la aparición física del mismo príncipe que se sentaba en
el centro del árbol: tevive o perdura la sagrada parusía del príncipe de la antigüedad preislámica.
En la sinagoga de Dura Europos se descubrió un árbol pintado que según los excavadores, podría ser el de ia vida (67). Probableme nte en una segunda fase se colocó la figura de un príncipe
entronizado en el centro de1 árbol (,David?), acompañndo de dos figuras laterales y con un león a sus pies (fig. li) (68). Esta escena tan reveladora para nuestra interpretación nunca se puso en rela-
ción conJirbat al-Maffar.La imagen del príncipe, emperador o reina celestes en el árbol cósmico se
popularizó en el arte cristiano (69): el mismo se repitió con la Virgen que presenta al Niño Jesús. ¿Podríamos aduci¡ en el mismo conjunto de Jirbat al-Maffar una escena comparable ? Sobre e1 principal a Ia gran sa1a, acentuado por un clrerpo saliente, en el eje de profundidad del edificio, es decir del nicho de1 trono abovedado y con acceso
I28
la cadena de piedra mencionada, se situaba una estatua de tamaño casi natural en un zócalo en cuyo frente aparece una pareja de leones contrapuestos sentados, entre ios cuales se esculpió un rosetón que flanquean dos piñas (lám. 1), fig. 16) (70). Un rosetón se observa también a los pies del trono, en el nicho axial de la gran sala, en el centro de la parte semicircular del mosaico. Se trata probablemente de un símbolo de poder (1ám. 16)
(71). ¿Es una versión abreviada, anunciadora y alusiva a la escena que iba a desarrollarse en el árbol cósmico del d]w.rn:
He limitado mis observaciones sobre la conrinuidad y las mutaciones en la representación de la dignidad del príncipe-emperador a unos pocos ejemplos de la primera dinastía islámica, es decir a los Omeyas. Una de las metas de nuestra contribución sumamente escueta es demostrar cómo las tradiciones preislámicas de matices mediterráneos
y ias del Antiguo Oriente no solamente sobrevivieron sino que fueron asimiladas. Nunca los Omeyas abandonaron la ambición de ser 1os sucesores legítimos de los grandes imperios y reinos
preislámicos. La veneración de la herencia de 1os antecesores es una faceta de la mentalidad árabe y
de su religiosidad. Muhammad no es el Mesías que destruye 1as tradiciones, sino el úiltimo eslabón de una cadena de profetas. Así, en un paralelismo espiritual el "jahfa", es decir <sucesor> no solamente es el vencedor sino sobre todo el nuevc¡ presidente de la noble familia de los grandes príncipes, y así se presenta en Qusayr Amra (f 2). Ya en otra ocasión hemos analizado el programa ideológico transmitido por los mosaicos de la cúpula central de la maqsura de ai-Hakam II en la mezquita de Córdoba (73), de aqr-rella parte del santuario cordobés que está relacionada tan directamente con MacLnat al-Zahra . Cierto qr-re en el Islam, y mucho menos en un or¿torio, no podía realtzarse la divinización del príncipe. Las tradiciones preislámicas paganas sin embargo pudieron ser purificadas y sublimidas. En Qusayr Amra y en Jirbat al-Mafiar hemos observado que un
repertorio reducido de símbolos preislámicos, intercambiables, es decir ambivaientes, que aluden al poder celeste y al poder temporal, fueron transmitidos al Islam. El análisis de1 árbol cósmico es muy revelador en este aspecto. En la mezquita de Córdoba la esfera celesre en el vértice de la cúrpula delante del mihráb acentúa en
1a
planra
el punto de intersección del eje en profundidad
zona reservada en el eje del culto para poder com-
del mih¡áb (y del santuario entero) y del transepto de la qibla clryos tres compartimienros cenrrales abovedados constituyen el núcleo de la zona reservada al príncipe. Esta ubicación nos anuncia la intersección de componentes religiosas e imperiales, o, dicho de otro modo: el príncipe colocó su
partir la baraka emanada de los símbolos divinos. En una región fronteriza del Islam, en lucha permanente con una cristiandad emergente, el poder islámico tenía que presentarse de manera impresionante, incorporado a una tradición divina inamovible, es decir en último término invencible.
t29
NOTAS L.
mi amigo y colega don Irernando Valdés Fer v mejoras de mi tcxto castell¿no. Siglas: E.M.A.:K.A.C. Cresx'eli, Ear/1 l[ulin Arcl:itettr
Agraclczco a
nánclez las correccioncs
22. A. Lézine. Lt rib¡t ¿le Sonsse ¡tiri dt nole.¡.¡rr /e rib¡¡ t/e llon¿tstir, Tunis, 19i6. Plan¡as: Susa: láms. Il, I1l, IVa; Monastir: láms.
ll. t ,.r)).,./,. oxfor(1. It)r)o. II: Etr/1 Altbdiid:. Ll na11acl.r
oJ'Corclut'd. Agh/abil.t, Trltlrid.¡ dil¡ S./ildi/it/!, Oxfbrcl, L9'10. Los esfuerzr¡s acttrales, cn la primera fase del recien creaclo "Conjunto Arqucoiógico Maclrnat al-Zahra", bajo Ia clirección cle don Antonio Vallejo Triano, se concentran esencialmente en trabaios cle linpieza y en la continua ción de 1a l¿bor cle clon Fé1ix Hernánclez Ginrénez: reedificación parcial y recomposición cle la decoración en relieve. Las aportaciones de ntievos resultaclos a base cle lin¡piezas son consiclerables: por ej. inventarizacitin cle¡aliacla de los materiales de pavimentación; descubrimicnto cle
24.
26. 21 2
.
¡i.
10.
lig.{r¡ ¡1¡16' r\' Jr'.r,l.r'. .1. J. Sourdel-Thor¡ine y B. Spuler, D)e Ktttst ¿/e: Ltl¿n¡ (Propl/,t:ttt Ktut.rt,qesthichtt]. IV), Berlín, 197.1, flg. l6:
11.
tos¡ nrLestra
6. 7. 8.
1 f),nnts, Madrid, 1983, fig. excav¿das (con pavimen-
fig. I .l: partes
fig. l).
Pl¿nta, 1:5U0: López-Cuervo (v. n..5), fig. i3. En: Ctaden¡os da lIt¡/tu¿¡r al-Z¡hr¿7,I,1987, pp. 27-60. En la serie rnonográficr Madricler Beitrrige, clel Instiruto ArqtLeoLógico Alemán de Madricl. en: Prup1,/iea Krr.ttge.tchirhre2. IV, p. 202; lám.96. V. por ej. R. iüí. Hamilton, Kbirbat a/ MaJjtr, Oxford, 1919, figs. 211 -220. V. por e1. Ervert, 1987 (r'. n. i), Iáms. 2-1:i. Ewert, 1987 (v. n.7), figs.0L 64. C. En'ert, Baudekor-\lerkstette n im Kalifat von Córdol¡a und ihre l)ispersion in nachk¿lifale¡ Zeit, en. Kiln.¡thr tu¿l Werk.¡latt ir ¿/e¡t oriett¿t/i.rrhet Ge.te/lschaJten (ed.: A. J. Gail), G¡az. 1982, lám. VII, ). El conjunto entero cle los
9. K. Brisch, 10. 11. 12. l.l.
tableros recompuestos, almacenado en el Nltrseo Arclueológico dc Córcloba, está s;n publicar.
11. C. Ewcrt, For.tthtngen z//r il/ilt0hdt/i.\.hen ll¡¡thee, lV: Dit Kdpitt//t der Kurbty-lloscbte ir t\lnrr¿tL¿sch lrd der IIu¡/:et
tor Tinnt/, Maguncia, 1991, lám.
ll l il.
ll.
flentes árabes); v. K. Brisch, en. Pro!1/"itu Krn:tguchitht/. IV, p. 2i)t); L. Torrcs BttILtís en. Hi.tttri¿ Je E.rpaítu,12, p. f .i.1 r' n. 66. E. M. 4., II,pp. 212-242; K. Blsch, en: Profil,/ttn Krtst-
19.
20.
2l
130
)4
3). i6
1.100
gescbichr/,IV, pp. 21fi-221; bibliografía: p. 221. E. Herzféld, Er.;ter un'/ttrfiget' Barichr iihtr die Att.tgrabtrrgett ¿-or Sa¡n¿rrt, Berlfu, 1912, pp. l2-1 l; planta: lám. X; E. Docld, cn: Propvlden Kunstgeschichte2, tV, pp 223 225. bibiiografía: p. 225. J. D. Hoag,Arthitettrra is/aaiu, Venecia, 191),p.46. Herzfeicl, 1912, (v. n. 3,í), pp. 26-28; planta: lám. IX; E. M. A., II, pp. 161-.16.i; Ervert, 1978-80, I (v. n.21), p.
' il .
r-on
n lli+
Pa¡a este prírrafo me baso en
mi conferencia
"P¡¿isenz,
Abbilcl, Symbol uncl Substitution cles Herrschers in friihisl¿mischen Dekorprogranrmen" (Presencia, imagen, símbolo,v sustituci(in del príncipe en proÉaram¿s clecor¿¡ivos paleoislámicos) pronrLnciada en l¿ Universidacl cle Bonn. cn I 98
1.
18. IvL Almagro, L. C¿bmllero, J. Zozaya y A. Almagro, 19. 40. 41.
'Amra, Nfadrid, 1975, iig. 2, punto 6: Qusayr "Restos de un muro qrLe ciebe relacionarse con el jardín". A. MusiL, Kusejr Amra, Vicna, 1907. M. Almagro et alir (r'. n. l8); bibliogralía completa del monumento: o!. cit,. p. I4s. M. Almagro et alii (v. n. 3ti), fig. 1l (axonometría); lám. II
i.
42. M. Almagro et alii (v. n. 38), lám
10; A. Musil (v. n. 39), lám. XV. Para mis obsctvaciones de detalle pueclo basar-
E.
706; E. M. A.,12'f;s. 614. V. con medicl¿rs exac¡as: C. Ewert, Spaúsch-):/tnisch Sy.t tc¡ne ¡icLt kretnemler lllgs. III, Die AljaJerfu )u Zaragoza. Ma¡¡uncia, 1978-80, I, plano 2.
x
coc'los segírn
161.
M. 4., 12, p. 581s ; fig. 63t. Proposiciones cle reconstrucción del provecto cle cliversos atrtores: E. lvf. A. 12, pp. i9O-59i; frg.652. R. E. Briinnorv y A. V. Domaszewski, Dl¿ Protittcia Ara1ll¿¡, II, Estrasburgo, 1!05, fig. 695. Briinnow ) V. I),,m.Ls/c\\.li¡. a¡ .11.. ilrr. n. l'r'. liC.
Par¿ Ia historia cle Maclinat il-Zthra r'. L. Torres B¿rlbás, en: Hi:tori¿ le E.spatu (ecl.: R. Menéndez Pidal), V, 19t7,
p¡>.423-412. Mcdidas totales: aprox. 1.520 x 715 m (2.7<xr
5'1, ¿-cl.
1i. G. DuthLLit, La snlpntre cupte. París, 19ii, p. 12s.1 lám. LXIIl. a. c. 16. K. B¡isch, en: Propyliett Kru.rrge.rthchr/.IV, pp. 16.1-167; fig. l7; bibliografft p.
Bibliografía: Ewcrt, 1978 80, I (v. n. 21), p. ll, n.83 con bibliografía clel monunrento. V. sol¡re ¡c¡clo: E. Herzfélcl, Geschichta t/ar St¿dt Sctt¿r¡'¿,
)2.
plano general; fig. 97: partes excavacJas, sin mezquita. I : plano gencral;
Esta mezcluita, c1e superficie gigantesca, tenía dos zon¿s concéntricas cle zi,vadat (E. lvl. 4., I1, p. 2591 lán¡. 6la). E. M. A. II, p. 281, Iám lOa. Pl¿nta: E. M.4., II, fig.257; Lár¡s.96,97a, c. E. M. A , I, p. 37s.
Berlrr. l') l¡i.
3. M. Gómez-Moreno. EI ¡rte ,ír'tbe e:!año/ hd:/t /os t\lnob¿ d¿¡. Arte n¡ozár"the. Maclrid, 1951, fig. 95: plano general;
1
En ciertas ocasiones, reccl¡Liones ) íic\rls eortr\Jn.LS por ej., esta zona quizás albergaba un acam¡ramiento de tirtr d¿s.
2i.
sistemas cle desagiie y canalización.
1. ,\leJiu ¡: Z¿hrt. Irgutierh
(1:i00) del castillo intcrior: E. M.
A , II, fig. 6,i.
12:
2.
XXXIII. XXXIV.
Pl¿rnte a m¡rvor cscala
4a. 14.
me en una seric de cliapositivas que ni colega y amigo J. ZoztytLtizo inmeclia¡¿mente después de ias Iimpiezas. NI. Almagro et alii (v. n. 38), láms. XXX-XXXII. H. Schlunk, D)e lIo:aikLuppe/ tou Let¡Í¡ell¿¡. Maguncia, 1988, figs. 8,9 (figura en el centro de la imagen); láms. L
1, 66c.
15. V. por ej. E. M. A., 12, pp..100-402; M. Almagro et alii (v. n. 38), p. 56s; Iárns. XVIb,
XVII.
46. M. Almagro et alir (r'. n. i8), lám. IIIb. 41 . Musil(v. n. 3c)). lám. XV = nucstra lám.
10¿r.
.i8.
49. i0. i 1. )2. 51. t1.
tt. t6. 51
.
i8. 59. 60.
En los in¡rad<¡ses de las venranas del tambor. alte¡nando con palmetas tripartitas o flores de lis (H. Srern, Lrr /u0-tL/i4iles de /¿ Grtnde tnost¡uíe de Cordole. Berlin, I976, láms. 1i, 20-27; Iáms. en color 62, 67. M. Almagro et alii (r'. n. 3f3), láms. Xb, XI.
66. 67.
V. n. .i9. V. n. .19. K. Briscl¡ en: Pralry/áett Ktnsrgesrh)út?,IV, p. 181s.; iám. en color XV. Musil (r'. n. 39), láms. XV, XVI. R. EtringhatLsen, The "$l¿de cup), en: Ar.¡ Orientalis. II,
68. 69.
1957, p. 3.i7, fig {). M. Almagro et a[i (v. n. 38), láms. IV, V. Monografía: Hamrlton,.l!5! (v. n. 10); bibliografía del nonumento: E. M. A. I', pp. 57-65. R. \X/. Hamilton, \ü/ho burlr Khirbat al Mmfjar. en: Leuart.1,1969, fig. l A escala mayor: Hamilron, 1959 (v. n. l0), Iám. CIV. Hamilton, 1959 (v. n. 10), pp. ,i8 52. The ¡hrone and bancluet h¿ll of Khirbar al Maflar, en: Frorn 81,2¿1¡¡ix¡¡ to Sas¿ri¿tn lmn ¿nd the lslanic uor/d. Let-
lám.
XII.
61. 6t.
la fachada: op. cit,, fig. 52; estatua del príncipe en esrado
cit., pp. 228-2i2; lám. LV, 1; cabeza a LV, i;discusión a base de ia cabeza: Hamilton, l96L) (v. n. t7), pp. 61 ss.; lám. XVII, cenrro cle hallazgo: op.
escala ampliada: lám.
XVIII, I (cuerpo y zócalo); esratua recompuesta, parcialmente restau¡acla: Prab/)eil Kttn:tgeschicht?, IY, p. 182, lám. 58 (= nuesrra lám. 15). Ilamilton, 1919 (v. n. 10), lám. LXXXVI; (= nues¡¡a lán. 16); de¡alle en color: Iám. XCIXa. Discusión del posible significado simbóIco: Ettingharrsen, 1912 (v. n. (cabeza);
-t
(sec
ción longitudinal); 26 (pe¡specriva). Estado después cle la excavación: Hamilton, 19i9 (v. n. 10), lám. XLV. Fotogralía en color: Hamilton, 19i9 (v. n. 10). neÉlro: op.
final report, VIII, I, New Haven, 1956, p. 6J. The excavations at Dura-Europos (v. n. 67), pp. 217 -22t); lám. XXXIII (= nuestra fig. l5). Por ej. la Virgen con el NiñoJesúrs, en el "a¡busto ardiente', interpretación bíblica del árbol cósmico (obra de Nicolas F¡oment, de 147 5 . en la catedral de Aix, Francia; V. G. Lechler, The Tree of Life in Indo-European uncl Islamic cultures, en: ,4ru. Islanica. IY, 1937 , p. 406; T/te excaL-atious at Dma-Ewopo:-
ensayo de recomposición de los fragmentos de estuco de
ó.
Frontispicio: en blanco y
deL
fig. I 1).
Hamilton, 1959 (v. n. l0), fig..19a ¡= nr"r,.u fig. 1,i);
62. Ettinghausen, L912 (v. n. 60), pp. 28 l,l. lrl. Reconstruccicjn: Hamilron, 1959 (v. n. 10), Frg. 25
XCIII, abajo; descripción
Reconstrucción de la fachada total del cuerpo saliente: Hamilton, 1959 (v. n. l0), Iám. CVII (= nuestra fig. 16);
clen, 1972, pp. 17-65.
6I
detalle de los animales: Iám. árbol: op. cit., pp. 337-339. 1972 (v. n. 60), pp. 44-46.
12. 11.
cit., lám. LXXXIX;
60), PP 36-39 V. n.45. V. n. 17.
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1:2000.
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II, 190t.
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Fig. 4: XIíattn. casti//0, esqaenu
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:abditisión .rinítrica tipdrtitd (según E.hI.A.
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Fig. 5: Zaragaza, A/jaferia. planta r/e/ s)glo XI, reconstraí¡la (según C. Etuert, Die Aljafuía )n Zaragoza. l :5O4.
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Fig. 6: Llja),¡Ir. castillo. plantct (segín C. Eu.ert 1J. P. Vissbak, Die Moscbu uou Tinnu/, f 981, fig. 7a) 1:500,
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Fig. B:
Snturra' palacio de Ba/ktu,ara. planta 1912, /ínt. X) 1;50A0.
(según
E. Herzfe/d, Erster u1,/á://figet, Bericht ilber die Autgrabangen rztr Sdn¡arra
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Fig, 9:
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Slnarri'.
Qasr al-f,ss, planta
(vgtínJ. D. Hoag. Arcbitettara i.¡lantica. 197), fjg. + t)
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Fig. 10: Sa1¡urri'. Qasr a/.Aíiq. planta (tegún C. EtL,ert, Die Aljaferfu in Zar,zgoza, I.
fig Xll)
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Fig. 1 1: Qtsay Anra, planta (segĂn
142
fu|. Alnxtgro et
alii. Qusalr'Amra.
1975,
fig. 1) 1:2)0
Fig. 12:Jirbat al-hl.af1"ar, casti//0. planta general tlel clnjilntl (segtin R.
V.
Hamilton, Khirbat al Mafjar, 1959, /รกw. CIX)
1:1000.
143
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Fig. 13:J)rbat a/-Mafjar, casti//0, "Bath Hal1,, planra
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(según
Hani/ton, 1959, lánt. CIV) 1:500.
F)g. 11:Jirbar a/ ALtlitr. t¡.¡tilla. .Batlt Htll
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Jel trana.
bíL-ed¿. can cadena de piedra (.¡egún
Hamilton. 19;9
19a ),
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F)g. 15:Dtra-Ettrupo.r,.;inagrtga.Dat,id(?)ne/ árba/ cósnico(segínTbeexc¿t¿tt)ons./tDilk/-El/ra\N.Fina/ repot,VIil. I. l'.)
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J irbat a /-ilIafiar, L'tlsti //0. o B,ztb H¿7// " , caer\a saliente Han¿ilron. 1959, /ám. CVII) 1:100.
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1973. /á¡u.58).
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163