CuaderRos de
Madlnat al -Zahr谩'
Vol. 5 C贸rdob
a, 2004
CTJADERI{OS DE MADiNAT AL-ZAI]RÁ'
Cuadernos de Madinat a|-Zahra Revista de difusión científica del Conjunto Arqueo.lógico Madrnat al-Zahra
CONSEJO DE REDACCIÓN (Miembros de ia Comisión Técnica de Madinat al-Zahra)
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O Junta de Andalucía. Consejcría dc Cultura (c) Los
Sor
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Imprenta San Pablo, S. L. - Córdoba Ángela de Ia Cruz, 1 2 - Teléfir¡o 951 283 106 ISSN:1119-9996 Depósito Legal: CO. 1.64412004
SUMARIO . ESTUDIOS EDUARDO MANZANO MORENO El
círculct de pocler de los califas ornelas cle
Córclaha
Pág. 9
JEAN-PIERRE VAN STAÉVEL
Prítoir jzgaler, bátir : droit de la judiciairu
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Cordoae rJurant le
cr¡nslruclian et institarians
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si¿cle
Pág.
3L
MOHAMED MEOUAK Madinat al-Zabm'
en las fuentes
árabu del occidente
i¡láttica
Pág. 53
BRUNA SORAVIA Une bistaire de la f.rna. Aurariré er le tuIutpaltis
d'Ibn
lígitirnirí dan:
Hayan
Pág. 81
MANIIELA MARÍN A/tos fancionarios para e/ ca/ifa: jueces 1 otras cargos de la
Adntinisnación cle'Al¡d al-Rabntan
III
Pá9.97
M.' ANTONIA MARTÍNEZ NÚÑEZ. MANUEL ACIÉN ATMANSA La epi¡1rafra
de
al-Zabra'
Pá9. I07
ya - pa / e s t i n i enne
Pás.159
Madinar
SOLANGE ORY L'
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CARMEN BARCETÓ El cíJin andalusi de "praaincias" durante el Califato
(3a0_403t9j2_10j3)
pá9. t73
ANTONTO VALLEJO TRTANO, ALBERTO MONTEJO CÓRDOBA, ANDRÉS GARCÍA CORTÉS /a interaenciín art¡aeo/ígica en /a "Ca:a de Ya'far" 1 en el ecliJicia cle "Patio cle los Pilaru" de X[adinat al-Zahra' Resa/tados preliminares de
Pá9.
I99
PATRICE CRESSIER,
MOURAD RAMMAH S¿bra al-A4ansariya : [Jne autre aille
caltfale
Pág.241
JUAN F. MURILLO REDONDO, MARÍA TERESA CASAL GARCÍA, ELENA CASTRO DEL RÍO Madinat Qar¡aba. Aproxinaciín al procesa de forntaciín de la ciudad emiral 1 califal a patir de la información arquealógica Pág. 217 VICENTE SALVATIERRA La instauraciín clel Califato en el AIra
Gaadalqaiuir
Pá5. 291
PEDRO GURRIARÁN DAZA Hacia una canstrucción del poder. Las prácticas edi/icias en la periferia andalusi duranre el
Pág. 297
ALBERTO CANTO GARCÍA El dinar en al-Andalas en el sigla X
Pás.327
Califaro
CAROLINA DOMÉNECH BELDA La
rnaneda
farimí 1 sa relaciín
con
al-Andalus
Pág. 339
PATRICE CRESSIER Histarias de capiteles: ¿Hubo talleres califales
pratincialesi'
Pá9. 751
TILO ULBERT Resafa en
Siria. Una
residencia
califal
de los últimrts onteyas en
)riente Pá9. 377
BERNABÉ CABAÑERO SUBIZA, VALERO HERRERA ONTAÑÓN La tecbu¡nbre de la ampliación de al-Hakan II rJe la mezqaita aljama d¿ Círdoba. Análisi: tícnico 1 estulio forxul de sa policrarnía
Pá9. 391
SABINE NOACK.HALEY Los capireles de
la hlezt¡aita
de
Madinar
al-Zaltra'
Pág.
Egypte
Pág. 445
4I3
MARIANNE BARRUCAND Le prentier clécor arcltitectural
fatimide
en
PIERRE GUICHARD Canc/usions
.
Pág.463
CRÓNICA DEL CONJUNTO
ANTONIO VALLEJO TRIANO, JOSÉ ESCUDERO ARANDA Crínica del Conlanto, añas 1998-2003
Pág. 47
I
ESTIJDIOS ACTAS DE LAS IV JORNADAS DE MADINAT AL-ZAHRÁ': Nuevas investigaciones sobre eI Califato de Córdoba Córdoba, 10-12 Noviembre 2003
HACIA UNA CONSTRUCCION DEL PODER. LAS PRACTICAS EDILICIAS EN LA PERIFERIA ANDALUSÍ DURANTE EL CALIFATO1 PEDRO GURRIARAN DAZA Arquitecta. Iustituta de Estudios Cartpogibraltareííos
RESUMEN
ABSTRACT
tratará de definir cómo era la situación previa durante el Emirato, para a continuación establecer una línea de ruptura o no para la construcción nacida tras 9291316H. Existirán entonces nuevas canterías afrnes al poder omeya, pero cuya difusión más allá de Córdoba será desigual y relacionada sobre todo con coyunturas legitimistas. Además, el Estado recurrirá a menudo a especialistas regionales y a sus técnicas, definiendo un mapa de la edilicia de la periferia sumamente complejo y atomizado, cr-ryas causas y características básicas se tratarán de señalar en las próximas líneas.
This essay deals with the expansion and the diffusion of the constructive systems used in AlAndalus during the Caliphate period within its sr,rrrounding territories. $(/hat was the situation iike during the Emirate will be de6ned in order to develop the discourse, along wirh the intention of founding a possible breaking line for the construction arisen from 92c)l3l6H. There will be new masonry related to the omeya power, whose diffusion beyond Córdoba will be unequal and concerned mainly with loyalist occasions. Besides, the State will often resort to regional specialists and their techniques, shaping an extremely complex and atomized constructive map of the surroundings, whose causes and main characteristics will be explained in the lines below.
Palabras clave
Key words
EI presente trabajo trata sobre el desarrollo y la difusión de los sistemas constructivos empleados en al-Andalus durante periodo califal en los territorios periféricos. A la hora de desarrollar el discurso se
Emirato, Califato, técnica constructivas, aparejos, sillería, tapial
Emirate, Caliphate, constructive techniques, stone bonding, masonry, adobe wall
297
INTRODI]CCIóN Referirnos a la arqr-ritectura y a las técnic¿s edilicias de los tiempos del Califato omeya de alAndalus supone adentrarnos en un munclo que, al marélen de lo estudiado en Ia metrópoli cordobesa, aún presenta más sombras que luces y cuyo conoc.imiento está lejos de sistemarizarse siquierir medianame nte
.
Desde los primeros trabajos de ia historiografía
tradicional a principios dei siglo XX hasta la actualidad, resulta evidente que los datos clue poseemos sobre las obras promovidas en Córdoba durante este periodo representan, con diferencia, nlrestra principal fuente cle información sobre el tema. Y no sólo hablamos de las grandes construcciones ofrciales asociadas :ri poder político-religioso omeya (alcázar, mezquita allt'Lma, conjunto cle Madinat al-Zahrá') sino también acerca del gran desarrollo urb¿rnístico emanado bajo su impulso y del cual conocemos sus impresionantes infraestructuras y Ios sistemas de habitación (barrios, almunias) y servicios asociadosr. El espectacular auge experimentado por los estudios arqr-reológicos en todo el ámbito de la conurbación Córdoba-MadInat al-Zahrá' se ve apoyado además por el abundante car-rdal cle noticias proporcionaclo por el aparato propagandista que representan los cronistas afines a la corte omeya. En su conjunto, el conocimiento de las formas y los métodos constructivos de Ia capital califal ha permitido establecer un sistema local que deriva en conclusiones bastante precisas, claramente situadas por las cronologías más o menos definitorias que podemos otorgar a esos edificios. Sin embargo, y más allá de este desarrollo experimentado en el estudio de la arquitectura de Ia metrópoli, qr-reda por definir qué ocr-rrre exactamente en ese momento en el resto de territorios andaiusíes durante el Califato. En primer lugar, para establecer un modelo o sistem;r explicativo de una índole tan general hemos de partir de una serie de elementos con Llna datación indiscutible que actíren a modo de fósiles directores. En el caso que nos oclrp¿l, y con independencia de Córdoba, dichos jalones cronológicos, de los cr-rales hablaremos detenidamente en su momento, serán contados y asociados en su mayoría ¿l obras defensivas. Junto al excepcional caso de la mezquita de BVb a/-Mar-
298
dum de Tbledo, fechada por un friso epigráñco en
999-L00Ol i90Hr, tradicionalmente se viene manejando una esclreta serie formada por algunas fortificaciones como son los castillos de Tarifa, Baños de
la Encina o Gormaz, dataclos los clos primeros por lápidas en los años 9601349H y 96813t1H respectivamente'', mientras clr-re el último es reconstruido según las fuentes en965-96613i4Ht, fecha que habría qr-re relacionar con una lápida en nombre de al-Hakam II localizada en las proximidades del castillo". Nótese que en los dos íiltimos casos, dichas placas aparecieron descontextualizadas, por lo que asumiremos el riesgo de identifica¡las con algo de lo que hoy se conserva. A este grupo se solían añadir con menos rigor otras fortificaciones como El Vacar, clebido a su morfología y determinados cletalles constrlrctivos, y un elenco de obras como Ágreda, Marbella c¡ Zorita de los Canes, la mayoría recogidas en el trabajo de síntesis publicado por Leopoldo Torres Balbás hace ya medio siglo y ai cual se sigue ¡ecurriendo de forma generalizadar. A día de hoy podemos añadir otras construcciones con más o menos fiabilidad, pero estas novedades no evitan cluc 1a lista de elementos confrrmados cronológicamenre sea bastante breve8.
En cualquier caso, e incidienclo en Ia problemática de las dataciones. los instrumentos de los clue disponemos, y que han permitido incorporar determinadas construccit-rnes a esre sistema, son básicamente los siguientes: testimonios epigráfrcos, referencias cronísticas, estudios morfo-tipológicos, estudios estilísticos, trabajos arqueológicos, y, como secuela de éstos, análisis parietales y de las técnicas constrllctivas y aparejos, e, incluso, recllfsos a la toponimia territorial. Sin embargo, queda claro que sólo dos de estos elementos si¡ven para definir baremos de datación cicrtamente exacros, como son tanto los estudios con sistemática arc¡-reológica, como la presencia cle lápidas y otros epígrafes conservados in ¡itu. Es precisamenre en el primero de estos campos donde mayores rv¿nces se vienen produciendo en las últimas décadas, asociados sobre todo a una más exacta y completa definición de Ias producciones cerílmicas existentes durante el Emirato y el Califatoe, y, en ocasiones, a los trabajos de arqtreolo¡lía arqu i tecrón icr. A falta de otros canales de información, numerosos trabajos que se vienen publicando sobre el
tema que nos ocupa argumentan sus conclusiones partir de ciertos aspectos morfológicos de Ias edilicaciones, entre ellos 1os replanteos ortogonales, y otros constfllctivos, con especial atención a los aparejos. Como trataremos de demostrar en las próximas líneas, y excepto en casos muy concretos, Ios resultados obtenidos a partir de los análisis comparativos de aparejos son a veccs inquietantes dado el carácter concluyente que vienen a alcanzar para establece¡ cronologías. Ei problema estriba en clue apenas disponemos de edihcios con fechas de origen conocidas, de ahí que las comparaciones forzadas con otros no datados exactamente originen a veces mayor confusión. Y es qlre no se debe olvidar que la piasmación física de ciertos reclrrsos constructivos a partir de modulaciones y cánones parietales que denominamos aparejos, tan variables incluso en Llna misma obra, es Lln tema muy complejo que responde en nume¡osas ocasiones a factores coyunturales locales de carácter diacrónico cuyo origen, en definitiva, se nos escapa. Cada intervención edificatoria se debe entender como la respuesta a una necesidad funcional precisa, ejecutada por operarios (pertene-
a
cientes a una determinada formación social) en un
lugar concreto en una cierta coyuntura histórica, y resulta evidente que cualquier cambio en estas premisas genéticas puede introducir variables aleatorias en los sistemas constrllctivos de índole general. Estas disfunciones ocasionan que, sin el manejo de otros instrumentos analíticos fiables, el recurso a los aparejosper re no se deba admitir como un factor preciso de datación. Siendo sincero, y como no podría ser de otra forma, para 1¿r elaboración de este trabajo se ha partido de los mismos mimbres clue el resto de investigadores dedicados a sistematizar los métodos constructivos de periodo omeya, entre ellos los apar.jos. No obstante, siempre tendremos presente qr,re el simple estr-rdio de dichos aparejos sóio permitirá defini¡ hipótesis de trabajo, qr-re deberán afinarse con distintos elementos de análisis, evitando que, tal vez, su único recurso nos lleve a este punto de partida, ciertamente escéptico, sobre lo incierto de muchas dataciones y sobre el conocimiento parcial qlle poseemos de un amplio grupo de f:íbricas omeyas en general, y califales en particuiar. Más allá del titular un tanto generaiista clLle encabeza este estudio, que hace referencia a un tema
tan vasto como son las manifestaciones arquitectónicas de época califal, erigidas en 1o que nos hemos permitido el lujo de denominar como "la periferia de al-Andalus" (a falta de una forma más clara o breve cle referirnos a los territorios situados al margen del hinterland de Córdoba), en estas líneas intentaremos abordar ciettas cuestiones específicas que se nos antoian básicas. En
primer lugar
se debería
comparar lo que se construye en ese periodo con Io que se venía realizando hasta entonces, definiendo cualquier tipo de rlrptlrra evolutiva o, por el contrario, línea continuista con lo estudiado para las obras del Emirato. A continuación, sería necesario definir ia existrncia o no .le récnicas emrnen¡emente "oficiales", distinguiéndoias, en su caso, de otras qr-re no Io son. Además, sería interesante comprobar el grado de difi-rsión de estas técnicas edilicias vincuiadas a la autoridad en los distintos territorios asimilados por el triunfante Estado Islámico, de modo que podamos habla¡ de una arquitectura del poder rel¿rcionada con una cierta "construcción física del país", como ha señalado Juan Antonio Souto en un artículo recientel0. En cualquier caso, todas estas clrestiones no hacen sino destacar la frnalidad principal de este trabajo, qlre no es otra que la de abrir nuevas líneas de opinión sobre los modos constructivos empleados en al-Andah-rs, más allá de su capital, entre los años 929l3I6Hy \0091399-,i00HLL.
ALGUNOS APUI{TES SOBRE LA CONSTRUCCIÓN EN EL EMIRATO Las fuentes hablan de la construcción de una cerca o recinto defensivo en ia cima de Gibraltar por parte de las tropas expedicionarias de Táriq en el momento de ia conquista''. Esta será la primera referencia sobre cualquier tipo de obra arquitectónica efectuada por los musulmanes en el solar peninsular. Con independencia de esta cita, seguramente legendaria, resulta evidente y poco extraño que entre las mínimas necesidades que los recién llegados precisarían a partir del año f IIl92FI, u,na Jc ellas serí¿r la de la arquicectrrra rel)resentativa. Este axioma, un tanto obvio, nos hace plantear una cuestión ciertamente asombrosa que no es otra qlre Iafaltade conocimiento acerca de constrr-rcciones de calid¿rd anteriores a la erección de la al jama cordobesa por 'Abd al-Rahmán I, primera obra de la cual 299
es sabida su concisa defrnición edilicia
y la partida
de su nacimiento. Aunque es evidente un inmedia-
to reaprovechamiento de obras preislámicas civiles, y defensivas, sabemos por las crónicas que algo se construye. Además, habría que considerar
cales, oficiales y comllnes, como sucede, por ejemplo, con los alminares de Santiago y San Juan de los Caballeros, y tal vez actúen de fo¡ma pr-rntual
sacras
o influyan directamente en ciertas fundaciones cercanas, como ocurre en la mezquita sevillana cons-
los nuevos asentamientos de los conquistadores ára-
truida por 'Umar b. 'Adabbás en tiempos del emir 'Abd al-Rahmán IIl'-. Sin embargo, este rigor en la
bes, denominados c1i/á', dotados de fortihcaciones, y origen de los "alcalás", y de sus derivados, presentes en la toponimiarr. Sin embargo, y aún a pesar de
la densidad de estos y otros topónimos en algunas áreasta, ciertamente primitivos, es difícil asociar con rigor siqr-riera algr,rna construcción a fecha tan temprana como la primera mitad del siglo VIII. De este modo, y mal que nos pese, hemos de volver siemprc a la primera fase de la mezcluira aljama cordobesa para empezar a hablar con datos fehacientes de las obras andalusíes y emirales de carácter monumental. No nos vamos a detener en las causas de tan sorprendente edificio, que sobrepasarían los objetivos de este trabajo, para hablar de ias consecuencias del mismo. Las secuelas formales y estilísticas son impresionantes, en tanto en cuanto serán el punto de partida de todo lo que vendrá después, pero no está tan claro hablar de ese modo al referirse a su edilicia. Alfonso Jiménez io definió en su momento, pienso que con acierto, como un edihcio insóiito, que conllevaba asociada la falsa apreciación acerca de que cuanto se ensayó en el mismo se aplicaba luego en la arquitectura andalusíri. En efecto, encontramos aquí muros construidos en perfecta cantería, extraña para lo que se edificaba en ese momento en el Mediterráneo Occidental, empleando de forma masiva sillares de canon romano que se disponen con regularidad alternando una soga y un
tizón. EI profundo conocimiento del oficio por sus constructores implica, además, que apenas observemos enripiados entre sus l-riladas, y que, por otra parte, éstas se enclrentren perfectamente niveladas. La primera conclusión que podemos extraer es la evidente existencia de un sistema de producción de cantería establecido en Córdoba desde, por lo menos, finales del siglo VIII, y que parece no estar articulado en las primeras décad¿rs tras la conquista, como atestigua el conocido slrceso de la reparación del puente sobre el Guzrdalquivir con sillares de Ia muralla, dado el desconocimiento de la situación de las canteras'6. Estos equipos de canteros servirán para abastecer generalmente las distintas obras 1o300
construcción y en Ia regularidad del aparejo será extraño en otras obras más allá de Córdoba hasta casi el advenimiento dei Califato, excepto en el caso de la Marca Superior como tendremos ocasión de ver. En efecto. la influencia ediiicia sobre el resto del territorio de las primeras fábricas de la mezqnita cordobesa y sus aparejos será difusa, en parte porque el contexto socioeconómico y tecnológico que precisa la producción de estas canterías canónicas es de cierta solvencia, y en p¿rrte porque el Estado emir¿rl acostuml¡rará a recurrir de forma general a Ios poderes regionales y a slrs medios técnicos para la construcción de tal o cual edificio, sin necesidad de exportar puntualmente especialist¿1s desde Córdoba.
De este modo, encontramos un heterogéneo y complejo repertorio de formas constrlrctivas, donde se combinarán distintos sistemas para la erección de las estructllras, como fábricas encofradas, mamposterías o canterías de diversa estereotomía, tal y como vemos sol¡re todo en las obras mejor conocidas, 1as fortificaciones. Esta circunstancia denota que, alrnque la promoción fuera ohcial, los medios solían ser locales. A este resfecro una interesante cita literaria refiere cómo el muladí 'Amrüs b. Yüsuf al-\ü7aiqi edifica, según sr-rs trazas,laalcazaba de Toledo en el año 791 lISLH, "extrayendo para
la construcción la tierra del centro de su superficie"rE. Dicha obra, acometida con el beneplácito del emir, hace mención expresa al empleo de tierra seguramente para constrllir tapias o adobes. Curiosamente, y apenas unos años despr-rés, este mismo personaje es el encargado de fortificar Tudela en la Marca Superior como oposición a los Banü Qasrle, y tal vez correspondan a ese momento las sillerías almohadilladas estudiadas en esta ciud¿rdrt'. Otro ejemplo revelador 1o tenemos en Io que parece ser el programa de construcciones estatales emprendido por Muhammad I para controlar la sedición toledana. Para tal 6n se fortifican Madrid, tlamanca y Peñafora, además de refundarse Calatrava en 814-
8t51239-240H, y tal vez realizarse ciertas ob¡as en Talavera'r. El patrocinio de la autoridad no parece
esta cllestión, pero hasta entonces) Poco se puede concluir con rigor sobre estas fábricas de acarreo
llevar asociado el préstamo de especialistas co¡dobeses y la transmisión de sus técnicas, y, en cualquier
caracterizadas por el empleo de siliares de dispar metrología, a veces engatillados y enripiados, que suelen originar hiladas de diversas alturas. Un caso paradigmático de estas prácticas lo representa Ia alcazal¡a de Mérida, datada en el año 8351220H por la lápida que asigna su origen al emir 'Abd al-Rahmán IL Aquí, la sobreabundancia de piezas de origen preislámico lleva incluso al excepcional caso del relleno de sus muros con silla-
caso, se comprr-reba cómo en cada en obra se
recurrió
dife¡entes equipos dada Ia disparidad constructiva se ñalada. En efecto. la fase emiral deI aIcázar de Caa
latrava se funda sobre fuertes l¡asamentos de sillería
con tendencia a Ia isodomía, ¡-al vez de acarreot', clue son alzados mediante mampostería plresta en obra mediante tapiales2i. Mientras, y cr-rriosamente, en la gran coracha de la n¡adina aparece L1n motivo tipo de la construcción omeya en al-Andalus como son las lábricas de tizones, en este caso de muy mala factura, y con torpes recalzos. Por otra parte, los restos conservados en Madrid nos presentan Lrna primera fase construida con bloques de piedra de sílex de discreta labra y dispuestos sin excesivo orden. En Talamanca y en Peñafora se conservan escasos
vestigios de sus primeras construcciones, tal
vez al¿¡una fábrica de sillarejo en e1 primer caso, y otras de sillarejos de testa más o menos cuadrada
y dispnestos a tizófi, en el segundo'l. Por írltimo, en Talavera los muros están construidos mediante sillares de acarreo, a veces engatillados y calzados con ripios y ladrillos, que se aparejan a soga y rizón con poco orden general".
El
caso de Talavera nos lleva a una costumbre
de este momento como es la del reaprovechamiento
utilitario del material edilicio, más allá de cuestiones
simbólicas, en ciertas ciudades donde la calidad
y cantidad de sus restos preislámicos así lo
per-
miten. Se aprecia esta circunstancia, por ejemplo, en algunas nrudun ttl:icadas en el centro peninsular, como son Toledo, la propia Talavera, Coria, tal vez ldanha-a-Velha, y, más al sur, Évora (Lám. 1). Señalemos, además, el caso de Trujillo, la ant.igr-ra Turgalion romana, donde al menos en los muros de la alcazaba se encuentra r-rn primer nivel de sillares de acarreo profr-rsamente recalzados, y cuya datación emiral o caiifal es indiscutible. El problema que presentan muchas de aquellas estrLtctlrras es su dudosa cronología, como sucede en Idanha-a-Velha o en Coria, que, en algunos casos, puede
ir
desde lo
res, los cuales, por otra parte, se aparejan con escaso orden a soga y tizón2". Sí aparecen soluciones edilicias comunes al mundo omeya andalr-isí, como es el caso del basamento de los lie nzos clue miran hacia el
río, resueltos con una zarpa escalonada cuyas piezas se colocan a testa. Pero más aIlá de esta actuación
emblemática, los proceclimientos constructivos organizados en torno al acarreo serán comltnes a toda la edilicia emeritense de época emiralzt, costuml¡re que parece caractenzar a los técnicos locales2s. En cualquier caso, en Iaalcazaba se intuye el trabajo de estos equipos a instancias de la autoridad, mientras que la dirección tal vez llevara asociada Ia frrma de un arquitecto estatal: según Manuel Ocaña, el Iiberto Ya'far b. Mukassir que aparece reflejado en la eptgraíía como sahib al-bun1únte. Esta costumbre de reutilizar masivamente material constructivo suele denotar la desarticulación de los mecanismos cle prodr,icción de la cantería y la reducción de sus especialistas, de modo que se pr-tede hablar de técnicas más propias de la albañilería, las cuales reqr-rieren sólo la obtención de las piezas ya existentes y slr puesta en obrai". Dicha situación
manillesta Llna clara discontinuiclad opr-resta a las tesis tradicionalistas que defienden la pervivencia hasta la Alta Edad Media de mano de obra especializadar'. Pero a pesar de ello, es evidente el progresivo desarroilo de equipos en zonas como la referida del centro peninsular, qr-redando defrnida su solvencia, y, sobre todo, su carácter independiente, en Lrna interesante cita recogida en eI Muqtabis de Ibn Hayyán, donde se refiere la reconstrlrcción de Zamora, en el año 873-8741280H, como "obra de
de piezas, hasta casi cualcluier momento de periodo
¡¡ente de Toledo bajo la dirección (u'a-'a/a ydal') de uno de sus cristianos (a'ajami-him)"it.De todos
omeya. Los estr-rdios de estratigrafía parietal y las excavaciones podrían arrolar algo cle luz acerca de
modos, la actuación durante el Emirato de estos talleres parece estar bastante ligada a las ciudades
tardoantiguo, cuando t¿rmbién es común el acarreo
301
y a sus obras relevantes, salvo ciertas excepciones, como oclrrre con la iglesia de Santa María de Melque si suponemos slr origen en periodo islámico. La pobreza tecnológica que se deriva del reaprovechamiento de material arquitectónico en lo urbano tendrá su correlato en la modesta edilicia de los medios rurales próximos. Las fábricas de mampostería, lajas y sillarejo de incierta cronología de las fortificaciones de El Marco, Alija, Espejel o La Villeta serán buenos ejemplos de ellorr, y nos servirán de modelo para una situación que debería ser habitual en el campo andalusí y en numerosas ciudades de menor rango. Así ocurre con algunas obras promovidas por comunidades de aldea en el Sarq a/-Andalu¡, como es el caso de determinadas estructuras del castillo de Uxó de periodo califal'', y cott Ios husun-refugio y los más evolucionad,os untr¡ubVt a/-husun del mediodía peninsular, como vemos en los recintos de Bezmiliana, EI Nicio (Mant l{i:) o
Cerro Torrón (lurraí
,
donde predominan fábricas de mampostería. Por último, la mezquita de Almonaster, de irregular construcción y con abundante material de acarreo, inciclirá en el arrai¡¡o de estas prácticas edilicias al margen de las poblaciones de cierta importancia:t6. Prácticas que, por otra parte, llevarán implícito el predominio de Juía1,n)11
Io que Juan Antonio Quirós denomina "técnicas de albañi1", menos exigentes tecnológica y económicamente que las incipientes "técnicas de cantero" más vinculadas a las cir-rdadesr'-. No clebemos olvidar tampoco la difusión y competencia clue alcanzan las fábricas encofradas, qr-re añaden un elemento excepcional al heterogéneo mapa de la construcción andalusí de este periodo. En efecto, el empleo de fábricas terrosas esrá documentado continuamente en la península Ibérica desde la antigüedad, de modo que su espectacular desarroilo en al-Andalus llevará implíciro Lln sustrato tecnológico local qlre ya existía en el momento de la conquista y que no precisa de ningún aporte oriental para su consolidación y desarrollo. Además, slipone el salto de una arcluitectura modesta, donde predominará en obras menores, a otra emblemática, clue inclnye mezquitas o murallas, en un formidable fenómeno qlre se gesra durante el Emirato y qr-re eclosiona a pamir de periodo taifa. Su sistemática no precisa de la especialización de Ia cantería, y desde luego será menos costosa eco302
nómicamente, aunque necesite de rin alto núrmero de operaciones técnicas al igual que aquéllars. Contamos con interesantes testimonios de periodo emiral, como las fortificaciones de Calatayud, realizadas con tapias de piedra de yeso, e identificadas con Ias obras promovidas por los tuyibíes a finales
del siglo IX a instancias del poder omeyal!', y con la referencia de Ia ciudad de Baclajoz, construida "de adobe y tapial" en tiempos de 'Abd al-Rahmán b. Marwán al-Yilliqi'i), y reconstruida igualmente con rapias en el año 913-9l4l30lHrr. De todos modos, los casos de Calatrava y del aIcázar toledano de tiempos de al-Hakam I, ya citados, y el probable del castillo de Álora (véase infra), impiden asocia¡ exclusivamente estas técnicas con empresas promovidas por elementos ajenos al poder centralr'. Y es que el panorama de mestizaje tecnoló¡¡ico que venimos apuntando para lo oficial será también comírn para la edilicia que no lo es, como demuesrran los testimonios referidos. Además, sabemos que se construye mucho en esos medios, ya que las fuentes les asocian verdaderos program¿s construct;vos de obras defensivas, como sucede, por ejemplo, con los Bakríes del Algarve4l o los Banu Di l-Nun radicados en la región de Santaverll. También poseemos similar información sobre el proyecto de fortificación del territorio emprendido por los Bayyaníes de Almería en el año 888-889/275FI1:. Con ¡elación a este último caso, Manuel Acién vincula las to¡¡es de sillarejo del cerro de San Cristóbal de Almería con los islamizados marinos de Pechina, señalando una interesante influencia tecnológica agiabí16.
LA ARQUITECTURA Y LAS TÉCNICAS CONSTRUCTIVAS EN ÉPOCA DEL CALIFATO La relación entre poder omeya y arquitectura en Ia periferia durante el Califato tiene un primer punto de interés en la conquisra y aseguramiento de la rebeide Bobastro. La toma de este enclave. en
eI año
928131
1H, implicará el desmantelamiento
de gran parte de las infraestrucruras y edificaciones
ya existentes, allnque, por otro lado, se promoverán otras nuevas encargaclas al visir y caíd Sa'rd b.
al-Mundir al-Qura5i, clue desempeñaú eI papel
de
sahib a/-abni17' o responsable de la construcciónar. Las fuentes citan cómo "aseguramos bien Ia alcazaba
con las construcciones perf¿ctamente pensadas que queríamos"r8, y cómo el propio al-Násir "observó las construcciones de Ia alcazaba, hechas según si-r plan"'p. Esta fortificación se identifica sin duda con los restos de El Castillón de Bobastro, donde se recurre una vez más a una planta de marcada regularidad. Debemos destacar varios aspectos de interés en esta ol¡ra: en primer lugar, encontramos un módulo muy regular en los sillares (en torno a
18x50x65 cm), que habla bien claro de Lrn únicc) impulso constructivo y de la participación de un raller especializado. Por ot¡a parte, estos sillares serán más estilizados que lo que predominaba hasta entonces, y se aparejarán alternando sogas y hasta tres tizones, formando a veces hiladas con las piezas acostadas; mientras, en los primeros niveles de los muros predominarán sólo las testas. La existencia de una posible superposición constructiva la podemos observar en la base de la torre NO. donde bajo la obra así construida, aparecen restos de otra estructura ligeramente desalineada, y con sillares de clistinto módulo (24x40x34-10 cm.) úám. 2). TaIvez pertenezcan a restos más antiguos arrasados, refrendando lo dicho por las fuentes. Asociadas a la sedición de 'Umar b. Hafsün pensamos que se pueden identiÉcar otras constrtlcciones estatales cuya datación poco clara oscila, según ciertos autores, entre período emiral o califal. Nos referimos a Ias nutdun de Marbella y Estepona, y aI castillo de Álora. Todas estas obras poseen un replanteo regular, y allnque del segunclo ejemplo no se conservan restos, grabados históricos representan un recinto de planta cuad¡ada tor¡eado en sus ángulos50. En el caso de Álora, las estructuras se organizan mediante un fuerte basamento de cantería, poco regular y calzada en ocasiones, sobre el que se alzan tapias de hormigón cuya autoría no se puede establecer sin el análisis del mismo. Su origen habría que relacionarlo con el control omeya del valle dei Guadalhorce frente a la capital hafsüní¡1. Mientras, en Marbella se emplean siilares, a veces de acarreo, que se alternan a soga y tizón sin demasiado orden, excepto en ciertos plrntos donde se torna más regular y se asemeja a las fábricas emirales de Córdoba. En cualquier caso, estas piezas serán más irregulares y de peor pllesta en obra clue las estr-rdiadas tanto en las fábricas de Bobastro, como, sobre todo, en una serie de fortifrcaciones de constri-rcción muy
cuidada y uniforme, bastante defrnida en el tiempo, y qLle se erige en eI área del Estrecho dr-rrante la
fitimí
X. De este modo, y junto a Estepona, estaríamos hablando de una fundación estatal de hnales del Emirato, que servirá para organtzar el territo¡io tras el descenso de c¡isis
a mediados del siglo
la abundante población encastillada en los montes cercanos, y que, posiblemente, poseerá r-rna misión complementaria de control del litoraitr. Con relación a estas úrltimas edificaciones, podemos señalar otras qlre servirán de epílogo aI catálogo descrito de época emiral balo la égida de 'Abd
al-Rahmán III. Ciertamente no presentan ninguna novedad qlre no hayamos visto en obras anteriores, e insisten en el reempleo de material constructivo, lo que viene a denotar una cierta continuidad tecnológica en el momento de proclamar el Califato. El primer ejemplo es la alcazaba hispalense, que la arqueología ha podiclo identificar con cierta segr-rridad con la Dár al-Itnára omeya de principios del siglo X;i. Este recinto de planta cuadrangular construye sus iienzos con sillería de origen romano, dispuesta, como en otros casos, en una desordenada combinación de sogas y tizones; curiosamente, no aparecerán aquí los engatillados clue predominarán
en obras similares de la Marca Media. Sin víncu1o con el Estado podemos refe¡ir además el caso de la muralla urbana .le Évora, previamente destruida tras el ataque del rey leonés Ordoño II, y que se reconstruye en el a¡]o 9131301H por el señor de Badajoz, 'Abd Al1áh b. Muhammadtl. En cualquier caso, dicha rehabilitación hubo de ser parcial, ya que parte de las estructuras se conservarían en pie en ese momento como citan las crónicas: "[comenzó] a construir la derruida muraila, cerrando brechas y reforzando esquinas y cerrando luego sus recias puertas"tj. Recapitulando, el panotama qlre presenta la construcción en al-Andalus hasta época califal es, como se podía esperar, de una gran complejidad. Las técnicas constructivas serán muy diversas, y apenas si podemos encontrar una evolución lineal o, incluso, directrices generales qlre vayan más allá de ciertas sectorizaciones territoriales. La escasa información clisponible acerca de las obras reaiizadas fuera de Córdoba, vinculada sobre todo a forttfr.caciones, nos habla bien claro de esa heterogeneidad de la edilicia estatal, donde parece recurrirse siste-
t03
máticamente a medios y técnicas locales a menudo poco desarrolladas. Aunque, a grandes rasgos, se puede intuir idéntica situación general durante el Califato, es en este último momenro cuando podemos hablar de una cierta "arquitectura del poder", que será exportada desde la sede omeya a obras muy puntuales. Esta difusión estará relacionada con la evolución que llevarán a cabo los talleres cordobeses, experimentados y muy activos desde frnales del siglo VIII, de los habituales aparejos de sillería formalizados a soga y tizón mediante un novedoso siIIar. En efecto, la herencia modular de las primeras canterías, de evidente tradición clásica, dejará paso en Córdoba a una nlleva pieza más estilizada y menuda, de fácil manejo y transporte, Ia cual se aparejará en las edifrcaciones oficiales con Llna extraorclinaria regularidad según el esquema de una soga y, principalmente, dos o tres tizones. El proceder estrnctural de estas lábricas tratará de articular, en la medida de 1o posible, grupos de tizones sobre sogas según un eje vertical, y, a este respecto, la estrechez de los nuevos sillares permitirá agruparlos a resra en número variable para intentar cumplir tal premisa. Su inmediato predominio quedará reflejado en las grandes obras de la capital y slr nuevo urbanismo. No nos vamos a detener en Ia descripción de las reformas efectuadas en la mezquita aljama di-irante el Califato, ni en el sensacional catáloÉao edilicio que supone Madinat al,-Zahra' . Únicamente debemos señalar cómo en el inicio de ambos trabajos aírn se identifican canterías entendidas como trasunro de otras emirales, véase así el caso del nuevo alminar de la aljama y sus sillares de gran formatot", para luego emplear sin solución de continuidad las nuevas fábricas, cuyo arraigo definitivo ocurrirá en torno a mediados del siglo X. Ahora bien, ¿cómo reperclrte esta evolución de la cantería oflcial cordobesa en el resto del territorio andalusí?. Se puede consrarar una continuidad tecnológica respecto al periodo precedente en numefosas obras estatales y otras que no lo son, quc ahora trataremos, pero, por otro lado, se reconoce también una exporración directa de las nuevas fábricas a construcciones cllre responden a finalidades muy concretas, sobre todo fortificacionestt. Junto al caso de Bobastro, circunscrito a una situación propagandista y de poder, estas edificaciones que reclaman el patrocinio omeya estarán vinculadas a
i04
coylrnturas legitimistas y de promoción del Estado islámico. Así ocurre con la refundada Almería, clue se fortifica y se eleva al rango de ttadina en el año 9t5-9561)41Hts, tras el ataque sufrido por la flota del califa ñtimí al-Mr-r'izz-e. AIIí tendrá su sede la escuadra omeya, y allí se albergará a Ia población de la vecina Bayyána60. Por los textos sabemos que la fortificación fue realizada en "bloques de piedra "'1, y, además, los restos conservados denotan el empleo de los nuevos aparejos califales en obras de diversa índole, como pr-reden ser tanto Ias atarazanas como la mezquita mayorít. Esta actuación de Almería nos introdr-rce en la coyuntura que permite relacionar, con mayor rigor, Ias nuevas estrlrctluas con el poder califal. Nos referimos a Ia problemática norteafricana y al establecimiento de un área de influencia omeya en ese territorio frente a las pretensiones fitimíes. Apenas sí trata¡emos el complejo discurrir político de este conflicto, para centrarnos en las intervenciones constructivas cordobesas, que consistirán prin-
cipaimente en la fortifrcación de varias ciudades litorales. La primera plaza conquistada por 'Abd al-Rahmán III en Ia costa marroqr-rí será Melilla, suceso que hemos de situar en el año 927 l3l1H y que parece
ir acompañado de la fortifrcación del en-
clave"r. Mientras que de estas obras no se conocen restos arquitectónicos, de las emprenclidas en Ceuta sí disponemos de importantes estrllcturas. En efec-
to. el control de la orilla meridional del estrecho de Gibraltar, y, sobre todo, de un importanre puer-
to como Ceuta, conllevó Ia anexión de esta última ciudad en 9311319H61; sin embargo, el inicio de los trabajos de fortifrcación se produce, según las fuentes, en 956-951 1146H, y finalizan siete años después6t. Segúrn al-Bakri, se construyó su muralla "con gran solidez" en piedra66, y, en efecto, los vestigios estudiados presentan restos de ese amurallamiento construidos en cantería6r. En este caso, ei característico aparejo califal, a veces calzado con ripios, forra un relleno de calicanto clryos mampuestos se disponen en hiladas horizontales entre capas de morterot'', procedimie nto construcrivo que ya conocemos de otras obras supuestamente coetáneas como Ia alcazaba de Talavera o el castillo de Gormaz. Recientemente ha sido identifrcada, adosada a bastiones modernos, la muralla de sillería cordobesa que cerraba el istmo celrtí, importante
hallazgo donde destaca la conservación de la puerta de acceso a la ciudacl. Presenta ésta un arco de rosca
con treinta albañiles, diez carpinteros, quince cavadores, seis hábiles caleros y dos estereros, escogidos
ultrasemicircular, enmarcado por tn alfr.z, sobre el cual se intuye el hueco de una lápida desaparecida;
ent¡e los más hábiles de su profesión, acompañados de cierto número de herramientas y accesorios para
la composición se completa con Ia presencia de un triple listel coronando los mrrros6 . De igual forma, orra plaza estratégica como Tánger pasará a dominio omeya en 9491339H, y será rápidamente dotada de obras defensivas según las crónicasi'). No obstante, Ibn Hayyán cita cómo, aún en 9131362H, se realizaban trabajos de fortificación bajo autoridad omeya, posiblemente de refo¡ma o adecentamiento de la primera construcción dado el largo lapso de tiempo transcurrido desde entonces-1. El rango de todas estas intervenciones 1o conocemos por los restos identificados en la Qasba tangerina, donde nuevamente se locallzan áreas en los muros res¡leltos según el procedimiento ohcialr2. Además, en otros frentes de esta fortaleza el apare)o se vuelve más irregular y la talla más grosera, sobre todo en el gran paramento de tizones
los rrabajos qLre ejercían''.
del lienzo occidental, lo cual será testimonio, tal vez. de los dos momenros consrrucrivos que ciran las ref:erencias
Ii
rerarias.
El resto de actuaciones debidas a iniciativa orrreya en el Magreb se centrará en la construcción de los alminares de las mezquitas de los Andalusíes y al-
Qarawiyyin de Fez, ambos fechados en 9t6134tH. Aunque
se
construyan con Ílíbricas pétreas irregr-rla-
tes, estarán claramente dotados de un sentido propagandista debido a su novedosa esbeltezts. Otro interesante caso, qLre nos puede ayudar a comprender la sistemárica constructora bajo influencia andalusí en este territorio, lo proporcionan ios vestigios de
Ia fortaleza-refugio de Hayar al-Nasr. Entre Ios escasos restos defensivos conservados destaca un fragmento de lienzo construido íntegramente mediante sillares menudos dispuestos a tizón i. El parecido con estrlrctlrras oficiales del otro lado del Estrecho es singular, pero poco más podemos concluir qlre, como refleja un estudio sobre esta fortihcación, el atisbo de una relación "sea de mano de obra sea de prácticas arquitectónicas desde al-Andaius"-'. Téngase en cuenta qLle esta posible exportación de técnicos estatales queda reflejada en las propias fuentes.
Así ocurre, por ejemplo, con el equipo enviado por 'Abd al-Rahmán III a su aliado norteafricano Müsá b. Abi-l-'afiya, compuesto de "su protoarquitecto,
La construcción del castillo de Tárifa represen-
ta otro
caso paradigmático dentro
del programa
de obras asociadas a la política magrebí del Estado
omeya. No cabe duda de que su ediÉcación, en el año 9601349H, hay que vincularla a esta singr-rlar coyuntura, tal vez con relación a una fortificación del litoral andalusí tras el ataque ñtlmí a Almería, pero sobre todo hay qlre recordar que se produce en un momento en el que las ofensivas 5i'íes llegan hasta el propio Estrecho, donde sólo restan bajo autoridad omeya las plazas de Ceuta y Tángerrj. Las propias fi-rentes dan cuenta de la ambición del califa aI-Mu'rzz, pues "una vez el ejército hubie¡a limpiado los territorios bajo su poder, atnavesará el mar para atajar el mal [omeya]"rS. La necesidad de defender este punto estratégico de la costa peninsular, en tan delicada situación, justifica la promoción de esta sorprendente obra, cuyo rigor edilicio obliga a detenernos en slrs principales característicasTe. En efecto, las estructuras omeyas de esta fortificación de planta trapezoidal se Ievantan íntegramente en sillería de conglomerado ostionero y arenisca, cuyas canteras se localizan, respectivamente, en la cercana isla de Las Palomas y en las propias fosas de cimentación del castillo. El empleo de la cantería es tan exhaustivo que las propias piezas se utilizan para el compieto relleno de las est¡ucturas. Como no podía ser de otra forma, se recurre a los habituales aparejos oficiales, que aquí se formalizan con regularidad extrema en ambas caras de los lienzos (Lám.3); en la cimentación, las piezas se colocan a tizón en una hilada ligeramente saliente. Pero el estudio detenido de esta ediflcación nos revela otros detalles ciertamente refinados, como es la presencia de una fajavolada de piedra que recorre todo ei perímetro exterior a una altura variable, comprendida entre cinco y seis metros aproximadamente. La datación de este recurso estilístico, ya visto pero triplicado en las murallas de1 istmo de Ceuta, se corresponde con la fase fundacional del castillo, pues alrnque ahora apatezca recrecido con mampuestos, slr amortización puntual con sillería de aparejo cordobés elimina cualquier duda cronológicas0. El es-
30)
tudio estratigráfico de ios lienzos relaciona
acluella
fábrica de mampostería con una fase edilicia poste-
rior, con término post qilel¡t en la concluista cristiana
y Almodóvar del Río, así como algún muro documentaclo por la arqueología urbana en la ciudad de Málagasr. Thmbién se localizan estas Córdob¿rsb
de Ia población, y que incluye el recrecido general y
técnicas en un heterogéneo grupo de construcciones
el replanteo de1 parapeto y
defensivas emplazadas en zonas de frontera, como pueden ser tanto la torre de Mezquetillasss (Lám.
merlatura, así como la ias construcción de cámaras de las torres del frente septentrional. Otro elemento emblemático será la plrerta occidental del castillo, sobre la que se sitúa la lápida fundacional, y en Ia cual se abre un arco exte¡ior de medio plrnto, pero cuyo análisis parietal y geométrico demuestra un primitivo trazado ultrasemicircular previo al cercenado de sus impostass' (Fig. 1). El esquema general de este acceso se organiza mediante un profundo corredor abovedado, que se Iimita en sus extremos por sendos arcos donde se abrían las correspondientes puertas. Incorpora habitaciones en ambos laterales del pasillo, a modo de cuerpos de guardia. En su conjunto, este acceso se idencifica con la descripción de las nuevas puertas promovidas por 'Abd al-Rahmán III en la cerca cordobesa en 9 1 3 -9 1 413O7H. Este test.imonio es recogido en Ia Crínica Anónitm de este califa, y 1a
cita la construcción de "puertas interiores correspondiéndose con las exteriores, que se encargaron de defender los porteros. Era cosa qlre no se había hecho antes y que fue una excelente innovación"82. El grado de novedad tecnológica referido demuestra el escaso desarroilo de la poliorcética estatalEi, no obstante, la opinión del cronista irá cargada de un claro sentido laudatorio, dado que las más complejas puertas acodadas ya se conocían entoncess*. En definitiva, las estructuras de Bobastro, A1mería y todas aquellas asociadas a la consolidación de la posición omeya en el norte de África, de las cuales vamos adquiriendo abundante información, permiten aseélurar una exportación puntual y claramente relacionada con el poder de las técnicas constructivas de la capital califal. Se podría, incluso, aventurar una movilización de especialistas des-
de los talieres cordobeses para la construcción de las mismas. A partir de estas obras, y gracias a esta
singular relación entre forma edilicia y promoción oficial, se podría engrosar el catálogo con otras situadas en la periferia de al-Andalus que cumplen con estos cánones formales, pero de las cuales poseemos escasa información. En Andalucía,
y
cerca
de Có¡doba, podemos ref-erir los restos defensivos conservados en Aguilar de Ia Fronrerat-, Priego de 306
4), como las fortifrcaciones de Alpontse y Madrid, donde se documenta una fase restauradora sobre 1a fundacional del siglo IXe0. Sobre estas edificaciones no poseemos muchos más datos de ¿rnálisis que ios puramente arquitectónicos, pero no sería ext¡año relacionarlos con Ia implantación del Estado en el territorio y con una hipotética y añadida difr-rsión de sus formas de construir. La homogeneidad edilicia de estructuras tan dispares es evidente, y quizás se pudiera señalar por primera yez una verdadera ruptura clel mapa polinuclear de Ia construcción en al-Andalus, en aras de una mayor regulanzación. Sin embargo, pensamos que la situación es mucho más compleja de Io qr-re todos estos datos parecen apuntar. TaIvez cabría plantearse si toda estructura de este tipo es o6cial, e incluso cuestionar slr sincronismo, y, por otra parte , establecer si todo 1o que construye ese Estado se ajusta a r-rn modelo tan deÉnido. Respecto a la primera cuestión, la publicación reciente de dos interesantes hallazgos, como son los puentes de La Vall d'Albaida en Valencia'r y el alminar de la ermita de Santiago del Camino en Medina Sidoniae2, talvez nos pueda abrir nuevas vías de reflexión. En efecto, los puentes de cantería referidos, muy similares a los conservados en el entorno de Córdoba, son fech¿rdos por los ar-rtores de su estudio en época califal, pero añaden una datación alternativa en periodo taifa en virtud a una más que probable diáspora de los canteros cordobeses tras Ia fÍnae). De hecho, esta interesante opinión vendría respaldada por la existencia de fábricas taifas miméticas a las califales, como ocllrre con los supuestos restos hammüdíes de la d.cazal:,a malagueñaea, la edilicia de los ziríes en Granrdan-, o, incluso, Ia probable ampliación de Ia Dár al-lntára de Seviila por los Banr-r 'Abbádet'. Sin embargo, habría que ver hasta qué punto arraigan esos hipotéticos talleres en las cortes taifas, pues, en cualquier caso, hubo de ser de forma débil, al desaparecer enseguida estas canterías en benefrcio, sobre todo, de las tapias hormigonadas. Además, siempre quedaría Ia dr-rda acerca de, por ejemplo, por qué se utilizan costosas
canterías en la alcazaba taifa de Málaga cuando los fustes de ias columnas empleadas en su palacio de-
m¿'*-/) Gálib b. 'Abd al-Rahmán en 946133JH, empresa que se realiza segúrn las fuentes por aibaal.
notan una clara pobreza de recursos al realizarse en
ñiles de la frontera""'. Aunque es difícil definir el
madera y yeso.
rango de dicha intervención, el estudio de las fábri-
Por otra parte, el alminar califal descubierro a escasos kilómetros de Medina Sidonia nos puede ayudar a reflexionar acerca de la difusión de las fábricas oficiales en ámbitos rurales. En comparación con otras torres coetáneas del campo andalusí, como el modesto alminar estudiado en Velefiqueer, esta constrLrcción luego recrecida como torre militar representa un caso singr-rlar, pues se edihca siguiendo paut¿rs canónicases (Fig. 2). Sin embargo, su formaltzación menos depurada frente a otras obras encargadas por la autoridad, que incluye el uso de material de acarreo preislámico, y la situa-
ción rural de este oratorio, taI vez nos inciten a establecer el origen de esta torre y de la mezquita desaparecida con relación a comunidades campesinas plenamente islamizadas, que incorporan a su léxico arquitectónico las nuevas técnicas oficiales. Las implicaciones derivadas de esta hipótesis no dejan de ser slrgerentes. Sobre todo, podemos hablar de un uso alternativo de aparejos que siempre se han tratado de vincular con el poder, y, como consecuencia, se puede señalar una difr-rsión inmediata y formidable desde la arquitectura emblemática a otra como ésta, más modesta y desvinculada de las ciudades, tal vez en Lrna manifestación importante de las consecuencias que lleva consigo la islamización del territorio durante el Califatote. Sin embargo, el carácter úrnico de este monumento nos debe hacer reflexionar sobre otras causas adicionales que expliquen esta difusión tan sorprendente y puntual, aunque sin más datos que aportar, cualquier hipótesis adir'ional sería gratuita. La necesidad de una mayor prudencia a la hora de hablar de los aparejos oficiales de este periodo, como demuestran estos ejemplos, se puede extender por añadidura al recurso de sistemas constructivos menos depurados por parte de la autoridad. Y es que ésta no construirá siempre con las conocidas fáb¡icas cordobesas, de modo que, en otros casos, entroncaremos con Io que veníamos diciendo para el Emirato acerca de la necesidad puntual de recurrir a medios y a técnicas locales. A este respecto poseemos un interesante testimonio a propósiro de la reconstrucción de Medinaceli, encomendada
cas del
amurallamiento de esta población revela una
importante complejidad estratigráfica, con abun-
difícil asignación cronoy donde, en cualqr-rier caso, no se aprecia
dantes reutilizaciones de
iógica,
el menor vestigio de sillerías cordobesas (Lám. 5). Una situación similar representa la alcazal¡a de Talavera, construida según los textos por mandato del
califa en 936-%1 l32tHt"t, y donde se vuelve a manifestar el mismo recurso al acarreo que ya veíamos para 1as estructuras emirales de la muralla urbana, en un claro ejemplo de continr-ridad tecnológica'0'. Por 1o demás, determinados autores relacionan con intereses cordobeses otras obras que inciden en ei heterogéneo panorama referido, como ciertas torres atalayas de mampostería del norte de la provincia de Madridt0i, o como el intrigante recinto defensivo de Vascos'0t, donde amplios tramos se resuelven con sillería labrada ex prrtfeso.
Un edificio realmente
interesante desde un 1o representa el castillo de Gormaz, cúya compleja estrlrctura no evita que podamos identificar gran parte de Ia obra cordobesa. Ar-rnqr-re por las fuentes conocemos algo de la historia de esta fortd.eza, ya existente como mínimo a comienzos del siglo Xr0t, es evidente un impulso constructivo en pleno periodo califal. En efecto, aunque ai-Maqqart rellera su reconstrlrcción en c)6t-9661354FI, y aunque, además, exisra r-rna lápida de tiempos de al-Hakam II (véase sztpra), el principal elemento de datación Io proporciona el arco exterior, de rosca ultrasemicircr-rlar, conservado en la gran puerta del frente meridional. Este acceso, conligurado a modo de verdadero a¡co del triunfo, y clryo valor propagandista hay que anteponer al militar, dado el amplio espacio que alberga la buharda, se puede estimar construido en el periodo qlre nos oclrpa. El tipo de rosca del citado arco, tan excéntrico, entronca con lo habitual en la arquitectura de Córdoba durante el Califato, y resulta obvio que éste sea secr-rela de lo que se venía haciendo en la capital y no a la inversa; esta clrestión permite datar las fábricas clue 1o
punto de vista constructivo
albergan, y, por añadidura, las restantes que a ellas se asimilan. A pesar de que sería preciso un estu101
dio exhaustivo de los paramentos de tan complejo edifrcio para 1legar a conclusiones concretas, como consecuencia de 1o expuesto podemos estimar que
Ia obra califal afectó a gran parte del perímetro del castillor0o (Fig. 3). Consiste ésta en muros sin trasdosar dotados de un paramento exterior, de sillería en sus primeros metros de alzado y recrecido con mamplrestos hasta el parapeto, que forran un núcleo de calicanto cr-ryos elementos se disponen en hiladas, a veces organizados en espiga (Lám. 6). Por lo demás, se observa Lln uso frecuente de cimentaciones resueltas mediante zarpas qlre suelen disponer sus siilares con la habitual disposición a testa; estas hiladas atizonadas, sobre todo de ¡iezas menudas, serán características de Ia edilicia califalr0r. Desde luego, y a pesar de que se emplea un sillar de módulo acorde a lo comírn en io estatal, aquí no existirá el rigor de otras obras de cantería oficial, y en algunos puntos la disposición de Ias sogas y tizones llevará implícita una cierta desorganización. ¿Cómo explicar en una obra tan vinculada al Estado estas distorsiones con respecto a otras estructuras más regularesi' Por una parte, se puede hal¡la¡ de una cierta economía de medios ante una construcción de tal envergadura que obliga al recurso de fábricas mixtas menos especializadas, alrnqlre, por otra parte, posiblemente exista una desvinculación con respecto a talleres cordobeses que sí parecen actuar en otros casos. Además, recuérdese que el encargaclo de la citada reconstrucción, según las fuentes, sería el mismo Gálib que interven¡¡a en Medinaceli unos años antes con operarios regionales. Por úitimo, el castillo de Baños de la Encina, de tiempos de al-Hakam II, emplea íntegramente tapias de hormigón en sus estrlrcturas, excepto en la fo¡malización de su acceso principal, doncle, a pesar de las reformas, se observa algo de cantería original (Lárn. 7). Ya habíamos visto que las fábricas encofradas no eran excepcionales en la edilicia emiral, ni siquiera en las obras estatales, y esta fortifrcación no hace sino reafirmar la difi-rsión que poseían en la ar-
quitectura andalusí de los primeros siglos. Además, su empleo no será extraño ni en la propia Có¡doba califal, como vemos en la almunia de al-Rumaniyya'os. Con relación a Ia fortaleza de Baños de la Encina y a la arquitectura califal, la historiografía ha manejado otros edificios defer-rsivos erigidos con
i08
tapiales, como El Vacar, y algún pequeño bastión como el castillo de las N¿rvas de Tolosa, aclemás de la muralia de Guadixr,9. La falsa creencia de que la mayoría de Ias fortificaciones califales se erigían mediante el uso de tapiales, y ia identificación de las cintas de cal que forman un reticulado sobre las tapias como algo carercterístico de la arqr,ritectura de este periodo, propició Ia tradicional y poco r.igurosa
datación de estos írltimos edificiosr'('. Únicamente E1 Vacar posee elementos morfológicos que le otorgan una cierta antigiiedad, como son tanto su planta regular, la simplicidad del acceso o el empleo de zarpas en alguna torre, pero en todo caso, sin que a ciencia cierta podamos rrsegurar con exactitlld la cronología califal que suele predominarllL. Otro interesante campo de información 1o proporcionan las fuentes, donde recogemos datos adicionales de numerosas obras estatales, pero que ) por otra parte, apenas pueden refrendarse con el estudio material de las mismas. A este respecto, la parte quinta del Matltabis de Ibn F.Iayyán, centrada en los años de gobierno de 'Abd al-Rahmán III, es sumamente explícita dado el caudal de información que aporta sobre actuaciones edilicias promovidas por el Estado omeya. Nuevamente, la mayoría de citas hacen mención expresa a obras milita¡es y muy poco a civiles. Las alusiones a programas de fortiflcación o refortifrcación en amplias zonas del territorio son constantes, y se suelen relacionar con campañas emprendidas por el califa durante las cu¿rles éste encarga las obras a importantes cargos y clientes de los omeyas. Así, por ejemplo, al-Násir fr.nahza Ia campaña de Muez en 920/308H, "recorriendo las fortalezas musulmanas de la zona [entorno de Vigueral, inspeccionándolas, fortihcándolas, y atendiendo a los intereses de la gente"rr2, mientras que en la campaña de Zaragoza de 936-931 l72JH, se encarga al eslavo Durn b. 'Abd al-Rahmán la repa¡ación de "las fortalezas, torres y atalayas dañadas con excelente construcción" entre Atienza y Talaven, para, a conrinuación, completar la defensa de la frontera hasta Lérida11r. A la referencia de la recons-
trucción cle Medinaceli por Gálib, se acompañan otras citas sobre empresas de rehal¡ilitación, como sucede con la arruinada Saktán, atendida por el caíd Ahmad b. Muhammad b. Ilyás en 940/328H junto a la fortihcación de CalatalifaLL'. Un importante y emblemático conjunto 1o representan ias alcazabas
construidas en determinadas ciudades recién sornctidas para residencia de Ia auto¡idad estatal, y que tal vez plrdieran entrañar algún cuidado especial; no obstante, Ia más antigua de Sevilla y la de tlavera no presentan ningírn aspecto novecloso, y prosiguen la costumbre del acarreo, mientras que sobre el a/hizatn de Toledo, erigido en 912132()H, apenas si se conocen más restos clue algunas hipocéticas fábricas poco significativasL 5. Esta abundante, y a menudo vaga, información 1
Iiteraria no se suele ver acompañada de Ia correspondiente información material, y, en cualquier caso, arroja más interrogantes que soluciones a la problemática que tratamos. Desde luego, que las edihcaciones que conocemos de sillería cordobesa en territorio fronterizo sean más bien escasas tal vez implique, bie n el carácte r hipe rbólico de los grandes programas citados por las fuentes, bien el predominio de otras fábricas de difícil reconocimiento como obras est¿rtales dado su parecido con otras emirales, su carácter modesto o Io impersonal de sus aparejos. Además, incidirá en esta probiemática la inciertr cronología que presentan numerosas fortificaciones como Trujillo y otras de laJara toledana y cacereña. Por otra parte, no debemos olvida¡ Ias dudas que genera un interesante grupo realizado con 1o que podemos definir como fábricas cordobesas irregulares, es decir, sillerías modularmente canónicas pero aparejadas con escaso orden. Ya vistas en una obra
oflcial como Gormaz, ¿podemos suponer idéntica promoción para torres como Bujarrabal o Soliedra de parecida construcción?, ¿o taI vez son interpretaciones de técnicas cordobesas por parte de elementos regionales sin vínculo con el Estado? A este respecto poseemos un singular ejemplo en la torre del Andador de Albarracín (Lám. 8), posiblemente relacionada con la familia de los Banü Razin. Esta conscrucción supone una desvirtuación extrema de los modelos oficiales. al resolver sus mlrros con mampuestos de torpe labra dispuestos preferentemente de canto. a modo de trasunto de Ias fáb¡icas atizonadas calif¿rlesrr6. Similar solución podríamos apllntar para algunos restos estudiados en el castillo de Cuencal 't.
Destaquemos, por ú1timo, otro tipo de iniciati-
autoridad califal como es la encaminada ala defensa del litoral andah-rsí frente a amenazas exteriores (principalmente ante incursiones de ntí1a: o va de la
fitimíes), de la cual, igualmente,
apenas poseemos
más datos de análisis material clue los que nos pro-
porciona el programa de fortifrcación del área del Estrecho. Un interesante coniunto de promociones lo constituye la fundación o adecentamiento de atarazanas) de las que las fuentes nos dan cumpiida cuenta. Durante el siglo X se tiene constancia de importantes obras en los arsenales de Algeciras, Tortosa y Almería, y talvez Alcácer do Salrlt. Estas construcciones poseerán sólidas estrlrcturas, como atestiguan 1as sillerías cordobesas estudiadas en las atarazanas almerienses, y como parecen revelar las referencias tardías que aporta al-Himyari sobre el empleo de piedra en las de Tortosa y Algecirasrre; además, el uso como alcázar de este írltimo ediflcio por los hammudíes durante Ia Jitna dará muestra de su solidez12O. La actuación de gran calado de Almería, entendida como un ambicioso proyecto de ciudad plenamente islamizada, parece poseer su correiato en Tortosa, donde, además del arsenal, la intervención califal dotará a la población de una
mezquita mayor y posiblemente de una muraila de piedralrL. Por úitimo, y en un rango diferente, la protección del litoral se completará cc¡n el rihát, cuya importancia para el Estado, al menos puntal, se deja entrever en la noticia de la visita realizacla por al-Hakam II a cierta fundación sitr-rada en la zona de Cabo de Gata\22. Manuel Acién la relaciona con una torre situada en la cala de San Pedro, de la cual destaca su singular sillería como obra califail2r.
Del único ribát del que
se dispone de información
material concisa es del excavado en Guardamar de Segura'2". Este conl'unto arquitectónico, que se consolida defrnitivamente a mediados del siglo X, no
deja de presentar técnicas edilicias modestas, cales como mamposrerías y tapias, a pesar del empleo puntual de sillería. Finalizaremos este trabajo centrándonos en uno los fenómenos más sorprendentes y espectacude lares que se constata en la construcción andalusí durante todo el periodo omeya. Nos estamos rellriendo al empleo y difusión por todo el territorio de la Marca Superior de canterías labradas ex profeso, que se organizan uniFormemenre con pirzas arizonadas, de testa más o menos cuadrada, y con cierta
labra almohadillada. La similitud con estrlrcturas de índole clásico es evidente, y sería interesante sugerir una cierta continuidad tecnológica, pero en )01)
cualqlrier caso es difícil establecer cómo clesde un primer momento se organizan talleres de cantería con tanta especialización y calidad, los cuales,
Banu'Amrüs, en 874-875126IH, y que quizás son terminadas, aún con cierto mimetismo, por otro personal'e, Muhammad al-Tawil, a comienzos del
desde luego, no parecen reflejar influencia formal
siglo sigr-rienterr0. En Lérida, restos clefensivos ex-
de sillerías orient¿rles o de las más próximas carolingiasrrt. A este respecto es sugerente el caso de las piezas almohadilladas de ias murallas de Olite, datadas como altoimperiales por algunos autorest26, pero que talvez se pudieran asociar con la iniciativa de fortificar el enclave por Suintila en la primera mitad del siglo VII; recuérdese que el conde Casius, responsable de or¡¡anizar la frontera goda frente a los vascones, dará lugar al linaje de los Banü Qasi, el cual parece estar vinculado a esta población durante el EmiratoLrr. Y debemos señalar que esta forma de construir será hal¡itual de estos muladíes en algunas de sus fortilicaciones. En cualquier caso, la horquilla temporal que revela el estudio de todas estas fábricas abarca desde el propio siglo VIII hasta periodo califal, existiendo aún ciertas secuelas en 1o taifa. Esta continuiclad, junto con la uniformidad presentada, revela el arraigo y desarrollo de dichos talleres en toda esta zona de frontera, los cuales, curiosamente, apenas inflr-rirán sobre 1as regiones colindantes.
Un prirner ejemplo lo supone la cerca defensiva del Plá d'Almatá de Balaguer, que engloba un vasto recinto de cerca de 2J hectáreas, y que algunos estudios presentan como un enclave fortificado que los concluistadores musulmanes establecen para controlar el territorio y prepar¿1r futuras expediciones militaresrrt. En la fase fi-rndacional de estos muros los silla¡es almohadillados sirven de basamento a tapias terrosas, configr-rrando una extraña fábrica mixta'2e. A partir de las estructuras de Tudela, ta| vez asociadas a la obras del muladí 'Amrus de
802/186H,
se pr-rede señalar
un grlrpo homogéneo
de fortificaciones de cantería constrr-ridas a
lo lar-
go del siglo IX y principios del X. Es importante señalar que todas estas obras serán acometidas indistintamente por los distintos linajes fronterizos, y alrnque en algírn caso medie la iniciativa omeya, esta cuestión revela el carácter independiente y Ia difusión del trabajo de estos canteros por toda la Frontera Superior. De este modo, Io estudiado en
la muralia de Huesca parece corresponderse con las obras encargaclas por el emir Muhammad I a 'Amrus b. 'Umar b. 'Amrüs, de la familia de los 310
humados en diferentes excavaciones arqueológicas
vueiven a presentar idénticas canteríasrir, y resulta lógico asociarlos a 1a reconsttucción que lleva a cabo Ismá'ii b. Müsá b. Lubb, de los Banu Qasi, en 883-8841210H bajo orden cordobesa; vesrigios similares son relacionados con la mezquita construida por Lubb b. Muhammad en 900-901/288Hrj2. Al igual que habíamos visto para nLrmerosas ob¡as de periodo emiral, la autoridad volverá a recurrir en estas edifrcaciones a equipos regionales, pero cuya continuidad y movilidad en el trabajo, no lo olvidemos, evita definirlos como funcionarios estatales. Otra construcción donde vuelven a aparecer estructuras tan características será el Castell Formós cle Balaguer, fortificación levantada por el mismo Lubb b. Mr-rhammad en 897-8981284}{ti). El frenre septentrional de este recinto presenra una interesante complejidad edilicia, destacando la existencia en las hiladas superiores de sillares aparejados a soga y tizón que, por su regularidad, nos recuerdan a las canterías emirales de ia propia Có¡doba (Lám. 9). El carácter excepcional de estas canterías queda confirmado por su presencia en medios extraurbanos, definiendo una difusión generalizada de esras cuidadas técnicas por todo el territorior:jr. Así ocu-
rre con las sillerías estudiadas en las fortificaciones de Alberuela de Tuborl5, La Iglesietar16, Gabarda o Piracésrlr. No poseemos apenas información sobre la autoría de todas estas estructuras, pero al menos en los dos primeros enclaves, Philippe Sénac las relaciona con poderes regionalesriE. Además, y por 1o que respecta a las cronologías, resulta interesante el caso de La Iglesieta, donde la arqueología ha establecido su origen sobre la segunda mitad del siglo Xlie. Esta interesante continuidad tecnológica en pieno Califato tendrá su epílogo en periodo taifa, cuando las torres de Ia Aljafería de Zaragoza se alcen con sillares de alabastro de talla almohadilladat'O.
CONCLUSIÓN Esta exposición sobre la construcción de época califal en Ia periferia andalusí nos presenra un panorama sumamente complejo por lo qr-re se refre-
re a los modos edilicios empleados y a su dispar difusión y arraigo por todo el conjunto del territorio, continuando, en general, una sitr-ración ya intuida para el Emirato. Recordemos que parece ciara una temprana y desigual desestructuración de los cicios productivos de Ia sillería, que conlleva el predominio de técnicas y de mano de obra poco especializadas; así se demuestra por Ia abundancia de fábricas de material de acarreo y el salto de 1as tapias hormigonadas clesde la arquitectura modesta
la monumental. No obstante, las técnicas de cantero experimentarán una progresiva organización y desarrollo a lo largo del sigio IX, para presentarse plenamente maduras ya en el siglo posterior. Es entonces, casi a l¿r par de la proclamación del Califato, cuando los talleres cordobeses hagan evolucionar las anteriores ftíbricas de herencia romana para desarrollar un sillar más menudo y de muy regular aparejado. Serán estas nuevas fábricas las primeras canterías representativas que ¡ienclan a romper el panorama de continuidad formal con 10 clásico, y las qr-re triunfen uniformemente y sin discusión en las obras del espectacular desarrollo urbano que sufre entonces la metrópoli omeya. Esta singular a
relación entre promoción califal y forma edilicia tendrá su prolongación en una serie de construcciones realizadas ex profeso más allá de la capital, ge-
neralmente vinci-riadas a situaciones legitimistas y de poder. En efecto, se plrede señalar una difi-rsión tecnológica puntual en coyuntlrras muy señaladas como son los casos referidos de Bobastro, Almería, y, sobre todo, el conjunto de fortificaciones erigidas en el área del Estrecho a raíz de Ia problemática fitimí. Todas estas obras incorporarán, además, recursos ciertamente simbólicos como sucede con las puertas monumentales de Ceuta o Tarifa. Esta homogeneidad constructiva vinculada a la iniciativa oficial parece revelar la difusión excepcional de especiaiistas cordobeses, como citan además las fr-Lentes, los cuales, por otra parte. arraigarán poco en la periferia. En efecto, estas fábricas que podemos d enomi nar oficiales apar ecerán ocasionalmente en Ias zonas de frontera, desde luego en muy escasa proporción para lo que refie¡en las crónic¿s sobre Ias intervenciones constrlictivas estatales. Esta ci¡cunstancia tal vez implique el recurso adicional a equipos regionales en numerosas obras, los cuales plasmarán en las mismas sus pro¡ios sistemas
edilicios; la alcazaba de Tálavera, quizás algo de
las
fortificaciones de Vascos y Medinaceli, y las sillerías almohadiLladas de la Marca Superior, serán buenos ejemplos de ello. Así, se establecerá una continuidad con la política iniciada en periodo emiral, cuanclo habíamos visto cómo era sistemático e1 empleo de técnicas iocales en aquellas construcciones oficiaies acometidas en Ia periferia. Tal vez esta situación esté relacionada con la incapacidad general del Estado omeya de "imponer una autoridad incontestada cn rcrJo srr territorio '. qr" obliga a recurrir. en definitiva, a los poderes fronterizos para asegurar sus intereses en el tagr a/-Andalus. Habíamos visto cómo en ocasiones eran los miembros de estos linajes los responsables de acometer los encargos de la autoridad, y cómo, generalmente, no solían acoger técnicas y operarios cordobeses, pues incluso
seguirán construyendo igual cr-rando rompen con aquélla. Esta situación permitirá explicar ia disparidad constructiva de numerosas obras erigidas según particulares palrtas regionales. Incluso cuando es algún personaje de la corte omeya el encargado de promover determinadas construcciones, como sucede en Medinaceli, las propias fr-rentes se encargarán de destaca¡ la aparición de albañiles fronterizos. En cualquier caso, no sería extraño señalar la presencia de estos especialistas en obras emblemáticas como Gormaz, donde se aprecian distorsiones de los regulares aparejos cordobeses. El grado de complejidad señalado llevará incluso a la aparición de fábricas que interpretan modestamente otras oficiales, y cuya manifestación en la torre del Anclador de Aibarracín será significativa.
En definitiva, la construcción en la periferia durante el Califato apc:rtará como principal novedad respecto al periodo precedente esa exportación coyr-rntural y vinculada al Estado de estas técnicas edilicias qr-re denominamos "ofrciales", pero que tenclrán que convivir necesa¡iamente con otros modos
edilicios ya estableciclos en distintas zonas de esa frontera; esta circunstancia tal vez explique el desigr-ral alcance y arraigo clue experimentarán aquéllas en la mayoría de estos te¡ritorios. Dentro de estos sistemas regionales, las canterías de Ia Frontera
Sr-L-
perior sr-rpondrán por su homogeneidad, calidad, y largo periodo de empleo uno de los más interesantes fenómenos señ¿rlaclos en nuestra Alta Edad Media, y clryo origen tal vezhaya que desvincular de cual311
quier influencia cordobesa pues ya se documentan desde el propio siglo VIII. Así, y aunque el Estado
desarrollo que experimentan estos sistemas edilicios locales, sobre todo ).a cantería, vacío al que se une la
construya en su capital y en promociones periÍériestrictos cánones que hablan de una posible "arquitectura del poder", este poder ni siempre construirá así. ni orras promociones ajenas al mismo adoptarán dichas técnicas. Este mapa tan complejo, cuya dinámica intrínseca se nos escapa, se ve acompañado por el desconocimiento que poseemos sobre las datas de numerosos edificios y sobre el
ausencia de información acerca de los propios acto-
cas concretas según
3t2
qlie intervienen en los procesos edificatorios. Así, se obtengan más datos "de calidad", como los que nos puede aportar la arqueolo gía, habrá que intentar encuadrar esta problemática de las técnicas constructivas como una tarea mucho más global y amplia que el simple y vacío análisis de los aparejos como materia independiente. res
y hasta que no
NOTAS L.
de
1983, p. 1 07.
tarcños al alrtor para el estudio de los sistemas construc-
tivos califales en al-Andalus. Estas líneas reflejan, aclemás, sugerencias y opiniones recogidas de excelentes compañeros y profésionales como Manuel Acién Almansa, María A. Martínez Núñez, ÁngelJ. Sáez Rodríguez, Samuel Márc¡ucz Bueno o-Juan B. Salado Escaño. Mi gratitud es proporcional a su paciencia conmigo.
Li.
ter sintético, véase M. ACIÉN ALMANSA y A. VALLE
nas en al-AndaLus" ,
16. IBN AL-QÚTIYYA,
VENqAL, Inscriptions 'i8, 134 y 135.
arahe:
lE:pagne, París, 193
1,
pp. 47 y
Sevilla", A/-Andalm,)1.l,1946, p. 42f
18. IBN HAYYÁN, Trad. por
uída del caliJaro de Córdoba (711-10)1). Histaria de Eslrtña, Dir. R. Menéndez Pidal, tomo V, Madnd, 1957, pp. 331 a
NO, La frantera de ¿/ And¿lu 1991, pp. 168 a 171.
1989, pp.
l8l
de las dtn¿s
21.
N." i6, Barcelo-
MANZANO MORE-
en ípoctt de las ontel'a.r,
Madrid,
Se sugiere un reaprovech:rmiento de [a sillería Provenicnte de la ab¿ndonada Oreto en A. RUIBAL, Caldtrava /¿ Vi* cle
rntt forlaleza nediet,al, Ciudad Real, l9tt4, p.
1lt. 23.
Coord. R. Azuar l{uiz, Alicante,
a 197.
il.i a 139. M. RETIJERCE VELASCO y J.ZOZAYA STABEL-HANSEN, "LIn sistem¿r defensivo hid¡áulico autosulrcicn¡e: Calatrava 1a Vieja", Atas del lll Cangre.ro Ihiden¡, pp.
Aqteología l'[edieual Española, tomo II, Oviedo, 1!!2, p. 354; M. RETUERCE VELASCO y M. A. HERVÁS HERRERA, "C¿rlarr¡rva ia Vieja. De medina a encomienda", AIil ano.¡ de [orti/iaEou na Peuín¡il¿ Ibíricd e no Xlagrelt (500-
A. MALPICA CUELLO (Ed.l, La eráttica ¿/taneJ)eta/ en I ¡ur de ¿/ Andalns, Granada, 1993; S. GUTIÉRREZ LLOI{ET, L¿ Cora de'fadnir. De la anilgiir
al t¡ttndo
Respecto a este tema, consúrltese, E.
ja. E:tadio
Consúrltese, por ejemplo,
dad tardí¿
1
na, 19fJ6, pp. 29 a 41.
por ejemplo, alguno de los ora¡orios féchados a partir de q I I . {.H . n CurrJrm.¡r. Vé¡.c. C. BARCELO. Lu\ (lr
rtliJal
I
"La muralla primitiva árabe
de Tudela", Arnaria de Esttdios Medietal¿r,
22.
de Gt¿rdan¡¿r (Aljcante),
Albakant
Ibiden, p. )8.
20. B. PAVÓN MALDONADO,
grafes árabes de Guardamar", L¿ rábita
.
et¡tire.¡
etrre lo¡ aña: 796 1 817 {Ahuutltabi: Il-1}, Mahmud 'Ali Makki y F. Corriente, Zaragoza,
pida árabe de Ia ermita de San Miguel de Gormaz (Soria)", A/-Andn/r:, VIII, 194ii, pp. 450 ¿ 4t2. L. TORRES BALBÁS, 'Arte hispanomusulmán hasta la caída del califato de Córdol¡a", Esltaña Musilnan¿ basta la
.
lo¡
2001, p.31.
l).
La fiabilidad aportada por Ia epigrafía nos permite añadir,
de
clllura naleria/, llérida. Ceráruic¿.¡
islán¡ico. Pol¡lamiento 1
continaidad (t)Iérid¿ 7-9 de not,ietubre de 2001 ), en prensa.
1i00),L1sl¡oa,2002, pp. il) y 311. Sobre las obras defensivas de ?¿lamanca del Jarama, véase AA. VV, Castilln:, fort)fcaúanu ) recittlr annrallaclos de l¿t
J. A. SOLITO, "La construcción de/en al-Andalus omeya:
Corz¡tuidad de
lortifrcaciones (y otros elemcntos) a la luz de varias luentes
bre Peñafora,
Madrid, 1!!6;11Simlosia
de
Arqtutlagia
rle
tardarrontanas 1 a/tonedietule.¡ en la Penínsu/a
lbíriu: rrptara
escritas", XIi/ anos de fortiJicagoes na Penlnsala lbírica grtb (500 1500),Ltsboa,2002, p. 80.
e
na
1
'Abd al-Rahmán
III
24.
Vad al-Ha1ara,
1(r, Guadala
jart, 1)89, pp.283 a 291
.
Se arroja una cronología coinciclente con el emirato de Muhammad I en S. MARTÍNEZLILLO, Arqtitectma ni/itar atzdaht:í en la M¿rca h[edia. El cd.¡a rle T¿/abira, Tal¿vera de la Reinar, 1998, p. 360.
26.
Además,
como califa
Iico, como una incxpugnable fortaleze en el anónimo Dl,€r bilid al-Andalal, publicado como Una descrildín ttaíútxa
N."
25.
y Ia correspondiente a los inicios de Ia revuelta cordobesa rras la t¿íd.¡.le Al'J ¡l-R¿hmrn b. Abr Ám'r. Aparece citada est¿ construcción, con clarc¡ carácter hiperbó-
fi\¿tlrid, Madrid, 1991, pp 222 a 227. St J JIMÉNEZ ESTEBAN, "Aportación a la
arqueología hispano-musulmana: Peñahora (Guadalajara)",
l'l'a-
Esta horquilla temporal vendrá comprendid¡r entre las fechas de la proclamación de
12.
Crtínica de
lI
'Ahdarrahnan
, NaJh' a/-T'?b urin gu.r'n al-Anclalm al-rat'ib, Ed. I. 'Abbás, I, Beirut, l96il, p. 383. Sobre la Lipicla de Gormtrz, M. OCAÑA JIMENÉZ, "Lá-
ú [.s!aña,Tnd.
Hisrari¿t de /¿ conqaisra
17. L. TORRES BALBÁS, "La primitiva mezquita mayor de
AL-MAQQARI
125
Pnín:ula lbíri-
porJ. Ribera, Madrid, 1926,p. I78.
ConsíLltese sobrc Tarifa y Baños de ia Encina, E. LÉVI-PRO-
1l
ano.r rle fortif.ca¡oes na
Ma¡tín, Sevill¿, 1c)19, p. 484.
36.
M. OCAÑA JIMÉNEZ, "La inscripción fundacional de la mezquitir de Bib ¿/ llardrtn cie Toledo", A/-And¿/t:, XIY, 1 949, pp. 175 a 181.
LO
ilIil
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1995,pp.11y13. 11. J. ZOZAYA STABEL-HANSEN, "Fortific¿rciones tempra-
La bibliogralía es amplia a este respecto, pero, por su carác-
9.
al-Anlalu, Ed. y TracJ. por L. Molna, tomo II, Madrid,
Ei presente trabajo se inserta dentro de una beca cle investigación concedicla por el Instituto de Estudios Campogibral-
se refiere
como Llna obra "precipitada y de delicien-
te calidad técnica" en F. VALDÉS
FERNÁNDEZ.
"L¿r
forri-
flcación islámica en Extremadur¿r: Resultados provisionales
3r3
de los trabajos en las alcazabas de Mérida, Radajoz y
y en la cerca
Trulillo
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21
2i6.
18.
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altt edad media. Aneja: de Arcbiro Español dc ArXXIII, Madrid,2000, p. 157; M. ALBA CALZA
tardía 1 /tt quealngía,
DO, "Mérida, entre la Trrdoantrgiiedad y el Islam:
datos
document¿dos en el Área Arqueológrca de Morería", La
lanizaciíl
de
Congre.ra lutentacion¿t/ "I,¿t (
j9.
Lrn esquema
continuista, Achim Arl¡eircr sostiene
40.
una influencia ejercida por los modos constrlrcrivos emeritenses bajo influencia paleobizantina durante la Alta Edad Mcdia, y que tal vez sin'a ]¡ara definir el origen de esa rcgionalización cie ciertas prácticas que, por otra parte, ya vemos en la rrquir., rtrrr iml's¡¡¿l dcl norre de Álri.". A. ARBEITER, "Alegato por el inventario monumental hispanovisigc:do", Vi:igodo:
1,
Onrc)as. Urt debat¿ entre la arttigiledad tardíd
la alta edad ntdia. l\nejos de Arrhiu Español de Arqteolagítt, XXlll. M.¡driJ. )OoU. 1.. '61. M. OCAÑA JIMÉNEZ, El cíJin bi:pano 1, ur eralaciítt, Ma drid, 1970, p. 23. J. A. QUIRÓS CASTILLO, "La sillerítr en ia ¿rrquircctura 1'
2r)
l0
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J. P MOLÉNAT, "Chrétiens
l3
1a, Córdoba, 2002, p. 6 1, nota 20. Sobrc rrt.t. obr¡'- rq¡nss. ¡or clcmplo. F.
bre I 9 9 9 ), Granatla, 2(X)2, pp.
56
1 a 625
.
'Las técnic¿rs constructivas en al-An-
Una Crítica Atínirna de 'Abd ¿l l?¿hnúr lll ¿l-Nisir, Ecl. y Trad. por E. Lévi-Provengal v E. García Gómez, Madrid-
Nasir entre
/0.¡
atlo.¡
'Aúdarabn¿¿a
III
¿n-
9121 912 (al-lIrytal:ri l/), Trad. por M.
,12.
J. Viguera y E Corriente, Zartgoza,19i31, p. t3i. Tesis defenclida en I{. AZLIAR RLIIZ, O!, Cit,, l9c)5, 134 y 135.
,i3.
Así, por ejemplo, Rakr b. Yahlá b. Bakr, reeclificó Santa
tt.
-NIa
ría y forti6có Silvcs; IBN HAYYÁN. .rl-\trtqtthir de lbn F.la,yyan", Trad. cle J. E. Guráieb, Cu¿dcrws de Histarja de España,
/t4.
',it.
XIII,
Buenos Aircs, 1951),
pp. 172 y
77
).
Ihidun, pp. 1 74 y I 7j. IBN IIAYYÁN, "al-Muqrab)s cle Ibn Hayyán", Trad. de J. E. Gur¡íieb, Cntdernos de His¡oria tle E:paíia, XVII, Buenos
Aires, 1952, pp. 158 y 1 59. 46
M. ACIEN ALMANSA, Ol). Cit., 199;, p. 16. cunst¿rncia denota l¿ complejldad
Est¿r ci¡-
y eclecticismo que po-
DE
día alctnzar el desarrollo de ios sistem¿rs edilicios en estos
y más cuando, para ia construcción de Baii,'ana, al-Himyari señalc clrre se adoptó como modelo la propia Córdoba; AL-HIMYARI, La píniusrle iblric1ru ar lIolen Age
IV
JIMhNLZ
medios,
Cangre:a de ArquealogLt Nledietal
II, Alicante, 1993, pp. )71a319 S. MARI iNfl LtLLo y L. stRRANo-ptLDE(.AsA5 FER\Á\-
11
¿ipr¿t le Kit7b ar-Raurl al-^Ii'rir, Trad. de E. Lévi-Proven, gal, Leiden, I 918, pp. 4f y 48. M. OCAÑA JfMÉNEZ, "Arquitecros v nrano de ob¡¡r cn la
DE7., "F.I poblamiento andalusí en al-Tagr al Au.,sa¡ (Marca
construcción de la Gran Mczqrrita de C)ccidente", Cra¿lerm:
Media). El Mundo Omcya", Casti//o.r 1, territario en ¿/-An¡laIrs (BuVt, 1996),Grantcla. l99ll, pp.71a 115.
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tedilx rtrdilx d al Aada/m. His¡oire et arthíolagie .wd-e¡t de /'Espagne,
Madrid, 1988, pp. 173 y
¿/e.¡
Les cbá
ht¡ut
¿lz
ss.
Sobre estos dos últimos castillos véase. NAVARRO LUEN-
la Alhanl>ra, N." 22, 1936, pp. t8 y t9. A. JIMÉNEZ MARTÍN, "¿Quién diseñó la c¿rsa de Umm Salama?", Aren al Andalus, Barcelona, 1996, p. 19. IBN IIAYYÁN, Ol . Ctr,,1981, pp. 165 a 180. 19. lb)dun, p. l)0. t0. Aparece esta fortifrcación de Esteponar en rLn grabado del
qiltertura
18.
rdentihcacrón para dos fortificaciones hafsuníes en la costa occidental malagueña, Actas Jita
ci
one: en
¿
I - A ndd
/ r.¡ ( A I gu
Algcciras, i998, pp. 43i
i
I
Congreso
ra:.
aot, itn
b
lntenndonal t^ortire-d i ¡ i ent bre, I
99 6
),
a 439.
A. JIMÉNEZ MARTÍN, La ntzqttita I 975, pp. 17, 17 y ss.
3t4
t
Véase,
Arl¡r Jr PcJro Ttxeira.on.en¡do sn 1., Ósrcrrei¡lrirrlre Nationalbrbliothek, y que se encuentra publicado en F. PEREDA y F. MARÍAS (Ecl.), Ar/tt: del Rq,P/anera. De.rcri¡tciín de Ls/uiia 1, las costas 1,paertos de :tr rüuos dt Petlro hxúr¿
GO et alii, "Turrní Jníayn 1' h[ru N)s: una propucsta de
)6
en t
lttllZ.
Il
e/ Magreb"
GREGOI{IO, "Fortalez¿rs musulmanas en 1¿r línca del Tajo", Al-Andalt.¡, XIX, 191,1, pp. .110 a 120;J. JIMÉNEZ GADEA, "La 'atalaya' del Castillo del Marco (Villtrr del Pedroso, Cáceres)", Actas del
It
aú
1,
.
Españala, tomo
)1
n
na1,en áge, Madrid, I988, p. f .i .ll. IBN IIAYYÁN, Crínict dtl uliJa
cl'al-
Anclalus et Omeyyades (VIIIe-XI" slicles), Al-Anda/a.; )nte
ra:,
al-Atdalts
dela y fortrficación urban¿r: el caso cle Badajoz", Castnnn 3, Gra.re. .frnüJiattian et hal¡i¡a¡ dans le nmtde túditerrany'er ¿a
151.
i2
i
en
Granada, 1 950, pp. 1 12 y I 13. Fernando V¿lclés scñ¿rla rLna autorización expresa clc l¿r autoridad omeya para 1a const¡ucción de este recinto, F. VALDÉS FERNÁNDEZ, "Ciuda-
s
]L
A / ga'
R. AZUAR
Citdad
dalus. El origen de ia sillería y del hormigón cle tapial", V Sen¡ana c/e Estldias t\ledietale s (Ntí jera. 1-5 aga.;to I c)94 ), Logroño, 1995, p. 13,1.
z.r
la Extrenudura ronnna,Méricla,2001, pp. 289
y 290. Siguienclo
2fJ
P GURRIA, RÁN DAZA t- A. J. SÁEZ RoDRÍcLlEZ, 'Tapial o fábriCon relación a estas cuestiones, consúltese,
). Honclatibia, 2002. MARTÍNEZ ENAMORADO,,,LIIIa D7r ¿/-Da'u)
(1634 de
Alruonaster,Hrelva,
i1
V
de
los Omeyas en las inmecliaciones de Bobastro: el castillo de
Alora (Málaga)", t\xas
52.
tl.
&/ I
Cougre:a de Casrellahtgía
Palencia, 199/+, P. /168. Apnntan esta hipótesis, L NAVARRO LIIENGO
Anaaria I?ea/ Acaduni¿ de Be/las Arte:
Ilúrna,
2002, pp. 17 a 20. er
HllA Rl lZ 1
alii,O!.
Cit., 1998, p. 414. x,f. Á. TABALES IfODRÍGUEZ, "Investigaciones arclucológrcas eo el Alcázr de Sevilla", Apnxtcs del Alcázar de Sr tilla,N." 1, Sevilla, 2000, p. 2,i; dcl mismo autor, "Sevilla a linales dcl primer milenio. Breve aproximación arqueoló
se
70
1)
12
conserva una lápida clue refiere dichas obras; véase, C. TC)-
RRES y S. MACíAS,
C)
legala )s/ántica
Portu¿al,Lisboa,
eru
-l
1998, pp. 126 v 127.
t).
IBN HA\aYÁN,
01
.
Sobre la reconstruc-
crón dc las mur¿rllas de Étora, consúltesc B. PAVÓN
DONADO,
j6.
C
itdadu
tle arte 1' tv¡Jx¿¡/sgía,
1 fbrta leza.r / us on
5. Madrid,
1
99.1,
us
ilrt¿nas.
pp
Este alminar, construido en torno ,r¡
12
C rct
d¿nta.¡
emiral, donde
p. 185. M. ACIÉN ALMANSA, "Sobre Ia función de los basau cn
Menéndez Piclarl, tomo IV, Madricl, 1957, pp. 319 y 320. N{. ACIÉN ALMANSA, Ol). Cn., 1992, p. 266. Di/, I jlLJ t/-A.tJa/n,.tt¡. t )t.. l,rRr.¡. x2. Los restos conservados se corresponden con el muro de la qil:/a & la cit¿cla mezclurtf,: L. TORRES BALRAS, "La mczclnita mayor de Almería", A/-Andt/tt:,
XVIII,
LÉVr-PROVTNqAL,
Op.
66 67.
7¡l
68. 69.
u0
H.1 X" ap.
tr
llagreb
"Los Omeyas de Córdoba: las relaciones
l¡lan Occidn¡al, Barcelo-
constructivas c¿lif¿rles en el castillo dc Tartfa" , A¿¿.¡ de de Ilistari¡ del Ccurtpo JeGibral¡dr (Gibra/tar'
20001. Ahnoraint¿, N." 25, Algeciras,200l, pp. 1i9 a 1iJ0. A.i, .Uclen rrlcrir (.tJ. (\r tU, I Jrd\ origrnrlcr \('mo l;-
'c
bricas mixtas dc sillería
y mampuesto;
véase, por ejemplo,
B. PAVÓN MALDONADO. "Dos ciudades fortalezas islámicas un tanto olvidaclas: Txifa y GáJiq o Belalcázar", 11l Qa4ara, X, Ftrsc.2, 1989, p. 551. 81
En efecto, el arco posee Lrna rosca excéntrica y rehunclida, con el trasdós bien trazado. A día de hoy, no se conocen ar cos dc medio punto de este periodo con Ia ¡osca así resuelta, mientras que sí será lo habitual en aqueilos de replanteo rLltr¿rsemicircular que predominan en la edilici¿ ctrlif¿rl. Consírltese, P
GURIUARÁN DAZA,
Op.
C¡t,,200I, pp 168
a
172. Del mismo autor, "Dos puertas tarifeñars excepcionalcs:
'Abd al-Rahmán III en el castillo <le los Guzmancs", Jerez y Aljaranda. Ret,ist¿ fu Lstadios Tarifeíías, N." 47, Tarifa, 2002, pp. 8 a 82
dad en al-And¿lns 1 el X[agreh" (Algeciras. aoúenbre ]999), Granada, 2002, pp. .193 y ss.
8-i
tbidan, p. 196.
84
Descubrimiento referido en J. L. GÓtrtlZ BARCELÓ, "Infb¡me sobre el hallazgo cn Ceuta de una muralla c¿rlifal",
et
lasVl.Jornada:
"La Ciu-
Congresa lnlernacional
(IY
a/-Andalr.t
Esta reférenci¿r, del cadí Nu rnrn, oticre un¿ in¡ctesirnte perspectiva de las intenciones ñtimíes. P. GIIICHARD, "Omeyyades ct Fatimides au Magreb. Problématiqtre d'un conflit politico-idéologiqrLe (vers 929-vers 98{))", L'Eg'lte Fatitnide. San ¿rt et sar hi.¡toire (P¿ris. 1998),Pxis,1999, pp
nic¿rs
en J. LIROLA podu'uatal de al-Andalus en íltacd del Califato )tneya, Gtanacla, 1c1c11, p. 202. A 1'O1{I{EMOCHA SILVA y A. ELBOUDJAY, "Vestisius omey¿rs en las dos orillas del Estrecho", E/ esplendor de /os onelas trdobe:e.r. Vol. Estudios, Granada, 2{){)1, p.297. Véanse, H. TEIIRASSE, "LIn vestige des fbrtillcations oméiyades de CerLta", Al-Andalas, XXVII, i962, pp.244 tt 2/46. J . M. HITA RUIZ y Fi VILLADA PAREDES, "De Se,D-
II
,)
-9. Sobre un estudio edilicro dc la fase omeya de este castillo, consirltese, P GURIIIARÁN DAZA, "Arquitectura y téc-
E/
teilt Frdter a Sabta" , Axas del
cle
na, 1995, p. 21.
65. Se refierc esta cuestiírn, citando a Ibn 'Idári, DELGADO,
en
con el Magreb", La arqaiteclura del
1953, p.
C¡t., r957,p. 3Ll. pp. 217 y 218.
FI. TERRASSE, La nosqút du And¿/ot.¡
P GUICHARD,
11 6.
6.i. IBN HAYYAN, (b. Cir., i!81,
l.
IBN ÍIAYYAN ,0!. Cit.,1981, p. 290.
p.261.
AL-HIMYáF.Í, 0!. C;t., 1938, p. 22r. E. LÉVI-PROVENqAL, E.rpaña llnsu/nana hajta la uíd¿ c/e/ ca liJaro dt Círdob¿ (7 I l - 103 I ). Hisroria dc Esltalta, Dil. R.
torres de
ss.
el primer cuerpo
11
el sur de al And¿rlus. La fortiflcación en el califato", Caloqtio Hisltrtno lt,tliana de Arqruología A[edietal, Granada, 1992 lb],
E.
A. ELBOUDJAY,Op. C)t.,2000, pp. 113 y
Se ¿rlc¿rnza una relación lado,/altura en
76
ca.riane.;,Granada, 1975,
6t.
ger,
1i
se
el temor a la respuesta cstmctural de esta torre; véase, F. HERNÁNolz GIMÉNEZ, E/ dlninar de 'Ahd ¿lRahnin lll en la Mnquita Mayr de Córdoba. Gínesis 1 reper-
62.
LrQa:'ba cleTán-
Maroc septentrional: archéologie et histoire
clue dcnota
Cl.
135.
cle
J. C..)", Genist ¿le /a ú//e ).;/ant)qne otúdental, Madrid, 1998, p.326. lbid,an, p. 1i2.
¡ )3.
dos en los muros, quiz:ís habla de una situación excepcional
60.
p.
Aparejos localizados en el Btry- a/-N'7n
14
MAL-
emplean sillares de en torno a 7 5 cm de altura. Est¿r circunstancia, adem¡ís clel uso dc cnca<lenados cle madera cmbtr¡i-
i8. t9.
Trad. E. García Gómez, Maclrid, 1967,
Flr, París, 1910, pp. 8,2I y 22. Del mismo aLrtor, La tto.;c1uíc a/ Qaraoril'in ) Fis,Puís,1968, p. 1'1. P CRESSIER et a/ii, "Hdgar a/-Na.rr. 'ctrpnale ' idrissicle clu
uln tlt¡5-)161334H,
se apareja con fábricas de clartr raigambre
t7.
A. ELBOUDJAY, "La muraille califale de \a Qasba cle Tanger",Caetarla, N." 3, Algeciras, 20(X), pp. 152 y 153. IBN HA\-YÁN, El califara de Crírdaba er el A|utlrabi: tlt lbr fla11in, Ana/u Pa/atir¡0.¡ Je/ CaliJa de Crírdab¿ ¿/-IIak¡n II,
cst¿ls
Cit.,19fll, p. 90,
J. M.
VILLADA PARLDtS. L¡. lorriJi..Lcio
nes omeyas en Ccuta", Actas de la.¡ VlJornadas de Histori¿ de
Vol. 2. Vall¡dolrJ. 20U2.1,. ó0o. a 8,1. Además,
Málaga,
Ceula, en prensa.
gica", Actas del V Congraso de ArErcolagía l'Ledieul E:lañola,
i4. IBN HAYYÁN, o!. cit.,1981, pp.8l
F.
de San Tehna,
Pa¡¿r un estudio exhaustivo véase,
10.
Ill al-Násir, 0!. Cit., 1950, pp. 1 l,l y 115. M. ACrÉN ALMANSA, Op. Cit,, 1,992, p. 261 IJna Crónic¿ Aníninn de 'Ahd al-Rahttun
.
Relrere est¿r cuestión, .1. ZOZAYA STABEL-HANSEN, "¿Fortillcaciones tempranas?", Axas d¿l I Cangresa de C.t-tlt' /lalogía
Ibírirt, Palencia, 1994,pp.106 y
1{)7.
3tt
¡li. A. LEON
X,{UNOZ, "Testimonios arqrLeológicos del Hi¡n
SABIO, A. J. SÁEZ RODRÍGLrEZ,0!. Cir.,20O2, pp. r40 a 74).
de Paley, en época califal (Aguilar de la -b-rontera, Córdoba)",
I
Attas
Cangreso lut¿rn¿ciana/ t"artificacione.r en
al-Anda/n (A/
gerira¡. 1996), Algeciras, 1998, pp. 769 t317
86.
It. CAITMONA AVILA
¿lii, "Excavaciones arqueológicas
et
en el C¿stillo de Priego. Infcrrme de la intervención arqlreo1ógica de urgencia de 1998", Anrir1tiras,
pp
Córdoba, 1999,
1
86 y
N." 10, Pnego
SOTO IBORRA ar a/ii, "Aproxrmación a la ocupación califál en ltr Meílaga urbana a ¡ravés del sondeo cle calle AIm¿lcenes, 6", Antario Arqrealígico de Anlahtía, Tomo IIi,
ll8. 89.
a
1
!86, pp. 21)
a 27
9
.
Se trsocia esta actuación ctrlifal con una posiblc rcparación
por cl ataque de1 rey leonés RamiM. RETUERCE VELASCO, "Mad¡id, fundación del emir Muhammad I", E/ e:plndor de lo: otulas cle los daños causaclos
ro
II
ruaro
a esta ciudad.
Vol. Estudios, Granada, 2001, p. 124. A. ITIBERA I GÓMEZ et ah), "Ptemes cle probable cronoIogía califal o t¿ifa, en Boicarent (La Vall d'Albaida, Vaiencia)", Aft¡rutltgía ), Terrjtorio l'Iediet,¿l, N.' 10.1, 2003, pp.
estc autor, se observa en algún paramen¡o de la muralla ur-
bana algunas fábric¿s islánrictrs (;ctrlilales?), más regulares y labraclas ex lnlfestt, que recrecen a las de la primera fase yii refiricJas; véase, pp.
ll 92.
h i sI
l0i.
93. 94.
Se identiirc!1n festos aislaclos de cimentacioncs atizonadils
ar
alii, O!. Cir,,
2O03,
MANZANO MORENO,
Ol).
Cit., 1991, pp. 158 a tó1.
le Má / aga.
H i s trtri a 1, res taaraú
como l¿r torre de Mezquetillas, y las lortificaciones de Alpont, Bobastro o Tánger, ndcm¿is de al¡luna estrlrctura de la tlcazaba de Zortta de los Canes. Ademhs, estarán presentcs en construcciones cle la propia CórdoL¡a, como sucede, por ejcmplo, con el impresionante fu¡damento de l¿rs andan¡rdas de columnas de la trmpliación 'ámirí de la mezgui ta de Córdoba, P MARFIL RUIZ, "Avance de resultaclos del estudio arqueológico cle la fachad¡r este del oratorio de
ín arqil ucnfu i ca, };4it-
'Abcl ¿l-Rahmán I en la mezquita cic Córdoba", Ct¿dernos dv
\ltdt.ut tl 7..h'j.Vol. ¡. l')r)(r.pp. lxil¡ lxl. 108. Esta almunia, cle tiempos de al-Ilakar¡
Con relación ¿ estas edillcaciones, consúltese, L. TORRES BALBÁS, "EL alminar de ltr iglesia de SanJosé y las constrrrcciones de los ziríes granaclinos", Al-Anlalm,
VI,
1941,
pp. 127 y 11t6. La ampliación cn cuestión posee Lrna adscnpción oscil¿nte en¡re periodo califal o taifa. En cualquier caso, Ias fábricas son casi mimétic¿rs con la fo¡tihcación de princrpios del si-
gto X. M. Á.
r¡e¡rpS
ITODRíGUEZ,
O?.
C\t.,2000, pp.
26.
97.
ANGELÉ y P CRESSIER, "Velefique (Almería): un ejemplo de mezquita rurai en trl-Andaitts", Estadios de ;trr1aaolog/a rrcdiatal en Ahuería, Aime¡ía, 1992,p.251.
98.
I)estaca sobre todo el arco monolítico de origen preislámico
Véase, S.
que configura el
prjmitivo
acceso de la torre, hoy día ccgado.
P GTIRRIARÁN DAZA, C. GÓMEZ DE AVELLANEDA
y constructivr-
plias áreas cle los lienzos meridionales.
p. 10.
31 1.
3r6
E.
107. Encontramos esta sucesión de hilaclas atizonaclas en ia ci mentación de numerosas consrrucciones cle este periodo,
¿¡ ¿/ll, "Evolución urbana de la Málaga Islámica. Siglos VIII-XV", Acta.¡ Jel Il Cangre.ra luternacional "La Ciada¿/ an tl Arda/us 1 el i\lagreb (A/gecira.r, tatien¡ltre 1999), Granada, 2002, p.
t
ra ht n ra / ej o ( To / edo ),'I'oledo,
mente, en la conocida torre del espolón occidcntal, y en am-
laga, 2000, pp. 164 a l1 4; J . B. SALADO ESCAÑO
24
a
fican con cierta seguriclad en gran parte del fiente torrcado
y fragmentos de muros formalizados a soga y tizón. Sobre estas cuestiones, véanse, J. ORDÓÑEZ VEI{GAI{A, L¿
!6.
N
septentrional, muy uniforme morfológictr
A. RIBERA I GÓMEZ
95.
a de V¡ ¡ cos.
106. Dcsde lrLego, y a pesar de las refbrmas, esras obras se iclcnti-
a 163.
/ caza ba
anon n s n /nan
2000, p. 10/t.
¿ 55.
P GURRIARÁN DAZA, C, GÓMEZDE AVELLANEDA SABIO, A. J. SÁEZ RODRÍGUEZ, "El almjna¡ califal de la ermit¿ de Santiago del Camino en Medina Sidonia (Cádiz)", Arqueología l Terrirorio AIulieua/, N." 9, 2002, pp. 127
a
2)1 t 2)1.
vincula Ia ediEcación de es¡as torrcs construidas unifo¡ memente con marmpostcría concertada, y clatadas por C- 1 ,i en torno al año mil dc nucstra era, con Ia política cle refircrzo de la frontera por la autoriclad c¿lif¿rl. Consúltese, L. CABALLERO ZOREDA y A. MATEO SAGASTA, "El grupo clc atirlayas de Ia sierra de Madrid", Aladrid dl:iglo lX a/ Xl, Maclrid, 1990, pp. 65 t77. 10'i. Se refiere una ¿rutoría califtrl para l¡r cvolrición del enclave de bisr tt rn¿tdin¿t en R. IZQUIERDO BENITO, La citdad 10.1. Se
cordobe:el,
91.
Rtsis, Ed. D. Catal¿ín y M. S. cle Anclrés, NIadrid, 1975,
p.300. r 02. S. MARTÍNEZ LILLO, Op. Cit., 1998, pp. .i I y ss. Según
/t2f.
J. A. GAYA NUÑO, "Restos de const¡ucciones musulma nas en Mezquetillas y Fuentearmegil (Soria)", A/ And¿/a:, III, 19.15, pp. 151 a l5-). A. I{IBERA I GÓMEZ, "EI Castell cl-Alpont (Valencia): Noticia sobre restos constructivos de época califil" , Actas dil I Corgruo de Arqueolagítt lledietztl Lslaíia/a, tomo III, Zaragoza,
!0.
4Il
I,ÍANZA
NO MORENO, Ol). Cit., 1991, p. 15,i. 101. A. AL-RÁZI, "Marnuscrito clc Copenhague' en Crínita dt/
de
ss.
87. A.
1991, pp.
)L). lbidn, p. I)2. 100. Tesur¡onio referido por Ibn 'Idán, y citado en E.
.
II, mal rdentiflcada
durante mucho tiempo, presenta en sus muros de ciet¡e una fábrica mixta resuelt¿r mediante machones de sillería quc
li-
mitan lienzos de tapia. Consírltese, R. VELÁZQUEZ BOS C,O, Aledin¿ Azzahra 1 Alnniri1a, Madrid, 1912,p. 2). 109. L. TORRES BALBÁS, O!. Cit.,1957, pp. 63i v ss. 110. H. TERRASSE, "Les fo¡teresses de l'Espagne mrrsulnane", Bol¿ín de la Real A¡tdun)a cle la Histoia, tomo CXXXIV, Madrid, 1951, p. 461. l l 1. Se cuestiona lar cronología de este castillo, otorgándole una mayor antigtiedad, en A. SOLER y J. ZOZAYA STABELHANSEN, "Castillos omeyas de pltrnta cuadracla: su rel¿rción funcional", Actdr del III Congresa de Arc1trealogia AIeúeLal Españala, tomo II, Oviedo, 1992, p. 267. 112.
IBN HAYYÁN, (b, Cit.,1981, p.
IIi. lbidut, pp.
295 y
31 5.
132.
127. E. N,ÍANZANO MORENO,0p. Cit.,1991, p.
p.117. 115.Ibidnt, pp. 2.10 ,v 2/t1, Sobre los posibles rcstos de la ¿rlcaz¿ba toledana. consírltese C. DELGADO VALERO, "La
114. Ihidut,
L
l¿h¡tica et¡
l¡.
Sc
l,
y 242.
1
i 2.
, t998, pp.
I'16
a
y P SÉNAC, .1\rtlnnlogtu Is al-Andilu:, Huesca,
1!i313, p.
f.
1-.
e¡ la
existcncia en Huesc¿r de
clos
tt1. 1i2. Ibiduu, p. li6. 1 3.1. C. E\IERT, Op. Ci/., tr)l9, pp 19 a 11. 1.14. Sc rehere una dilusión desde medios urbanos a rurales de estas técnicas cn P SÉNAC, La.froatiüt et le¡ hannnt¡ (VIll'-
l2O. lbidtu, p. )2. 121. Estas defcnsas, de incierta cronología omeya, se eLevarían
p. 15I. Sí
Xll'
siglo X en los espacios cclillcaclos extramuros en J. E. GARCÍA BIOSCA
tipo
Srperior de
Cit.
constructivr: dispares. C. ESCÓ y P SÉNAC, "L;r muralla islámica de Huesca", ll Caagrela de r\rqneolog/a XIedi*a/ Esluñola,Tomo II, Madrid, 1987 lal, pp. 590 y 601. 1i1.J. E. GARCÍA BIOSCA et ahi, Op. Cit., t998, pp. 152 a
t/ i\l,tnsrr en 99711|J7H en C. PICARI), Le Porttgal nru.ra/uaa (VIll'-Xlll' ¡iicl¿),Prís,20{X), p. 195. 119. AL-HII,ÍYARI,O!. Cit.,1938, p. 9t,92y 1it.
se habla de este
alii, o!.
zonas cle srL amurall¿miento con características
rrhcrc ¡ irl't¡1., rór Js c.re dr\(nJl for ibn Al', Ámrr
sobre el t¡¡rzado cle un¡r muralla antiglrll. IhiJun,
l[trr¿
,r-. Mrdrid. lo-o.
Ir),- 6,
p¡>. 241
la
130. Esta cuestión se refleja
pp. 28ó y ss. A. ALMAGRO GORBEA, "Rcstos mrLsrtlmanes en lils murall¿rs de Cuenca", Cn¿dert¡t: de ltt A/h¿ntl¡ra, N." 15-17, 1979-198
I
BIOSCA o
22; además, C. E\lERT, Hallazgas islátticos en Balagaer 1' la AfutJtría ¿¿ Zdr¿lglzd, Exc¿tt¿ciones t\rcptolígicrrs en E-tpañt,
1 999, PP. '12 v ss. 116. A. ALMAGRO GORBEA, "Las totres berébercs de Ia Ma¡c¡r Nledi¿r. Aportacioncs er su estudio", Ctaderuo¡ de /¿ A/-
1lr.
l. E. GARCÍA lt1.
129. Véase, C. ESCÓ, J. GIRALT
estructllra urbana clc Toledo en época islámica", Regre.ra a !u/ay!a/a. Grfu lel Tolula I¡l,ínico. Slg/ar V111-X1, Toledo,
htnúr,2,N." 12,
2u.
clc obra cle mecliados clel
siirt¿). Le pulltntent nustl.nun au ttord d¿ l'Ebre et le: dí-
bns fu la retonqt\te aragantist,París,2000, pp 146 y 147. 1 31. Sc datan las primeras defcnsas de Alberuela de Tubo a flnales dei siglo IX en C. ESCÓ, J. CIIRALT y P SÉNAC, Op. C/t., 1988, p. .11. Vé¿rse, aclemás, P SÉNAC, O?. Cit.,2000, pp.
tlii, "La génesis cle los espacios LLrbanos andalusíes (siglos VIII X): Tortosa, Lleida -v Balaguer", Ll Is/¿n 1 Catalnrla, e¡
Barcelona, 1998, p. f .i1. 122. E.
LÉVI-PROVENqAL, Ol), Cit.,1957, r¡..17.1. L2l. M. AC1ÉNALMANSA, O!, Cit.,t995,p.2t. 12lt. Sobre este interesante conjunto cclificatorio, r'é¿rse, It. AZLIAI{ RUIZ (Coorcl.), Olt. Cit.,1989.
241t a 246. I 16. P SÉNAC, "Une fortification musulmane arL nord de I'Ebre: le site de La Iglesieta", Archíolagie l.r/aruiqne, T. I, I 990, pp.
L2i. No obstantc, no debe olvidarse clrLe las sillerías almohaclillacl¿s no son exttañas al mundo omeya andalusí, pues ap¿recen en la mism¿ Có¡doL¡a en distintas obras, como Ia mezquita dc Santa Clar¿r u otr¿rs constfucciones clesapareciclas cercan¿rs ¿l río. Consírltense, respcctivamente, V ESCRIBANO UCELAY, "Mezquita de l¿r calle ltey Hereclia",
l37. C. ESCÓ y P SÉNAC, "IJn bisn de la M¿rchc Superieurc
l2i
d'al-Andalus: Piracés (Flucsca)", h|ílangu de /¿ Casa de Velázqruz,Tomo XXIII, París, I987 lbl, pp. 12) y 150. 138. Sobre La lglesicta, véase, P SÉNAC, OP. Cit. ,1990, pp. f iur y 1/t5. Mientras, sobre Albcruela de Tubo, consúltese , P SÉNAC, 0¡. Cit., 20()t), p. 2/t6. l i9. P SÉNAC, op. cir,, 199{), p. 1.13. 140. Véase, M. MARTÍN BUENO yJ. C. SÁENZ PRECIADO, "EI palacio musulmán. Introducción arqteológica", La A/-
N.'4,
Córdoba, rño 1t161-65, p. 88, y L. TORRES BALBÁS, (U. C¡t.,1957, p.
t/-ltt/k. Autari¡t )71
de E.¡tttcl)as Ar¿hi.¡t¿r,
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MANZANO MORENO,
OI).
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Fig. 1: "Alzado exteri)r de la laerta de /a Lápida Dibnjo del autor" Etcala gráfra.
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Fig.2: "Alzado
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L¿im. 1: "Vistd pn'cia/ del recintri d.efen.rin de Id¿nhd-a-Velfu (Portug,t/)"
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Obsy'ruese
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Lán¡.
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Lán. 1'. "Vi.rta reut i h za
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Lám.6: '\iist¿lener¿lie¡tn¿tÍoreJe.f/anqruttlel.li'entt.rtpfeutriotttt/
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8: "Dúr///e dt h fcibrica le ntntfu.rÍerltt tle /¿ fut't dcl i\¡tluhr
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Llrm. 9: "Visfn !d1'cidl de/ .li'eau stf rentriona./ ¿/c/ (.¿.rtel/ Ob¡/ru¡t ld tttperprt-r)c)ítt fu di-¡tintos dltdrejos ¿le si//eria".
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