Comentarios a "Madinat al-Zahra. Arquitectura y decoración", Félix Hernández . Manuel Ocaña Jiménez

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cuA?F_Rlios DE

MADINAT AL-ZAHRA' I

a

coRPoBA,

t987


SUMARIO MANUEL OCAÑAJIMÉNEZ Pág. 7

Presentación

o

t.ar JOtrfNADAS SOBRE MADINAT AI-ZAHRA'. PONENCIAS

MANUEL ACIEN ALMANSA Mahnat al-Zahra'en el urbanísmo

musulmán

Pág.

11

CHRISTIAN EWERT Elemenfos decoratiuos en los tableros paríetales del salón ríco de

Maúnat

.

al-Zahra'

J. E. HERNÁNDEZ BERMEJO Aproximacilín al estudio de las especies botánicw originariamente existentes enlosjardinesde

Mattnatal-Zahra'

Pág. 27

Pág. 67

ALFONSO JIMÉNEZ MARTÍN Los jardines de

Maúnat al-Zahm'

Pág. 81

ANA LABARTA - CARMEN BARCELó Lwfuentes árabes sobre al-Zahra': estado de la

cuestíón

Pág. 93

MANUEL OCAÑA JIMÉNEZ Coniileraciones en tomo al próIogo de la obra oMattnat al-Zahra'. Arquitectura y decoraciónr, de don Félix Hemández

Ciménez

Pág. 107

GUILLERMO ROSSELLO-BORDOY Algunas obseruaciones sobre la decoración cerámica en uerde y

.

Pág. 125

ESTUDIOS

ANTONIO VALLEJO TRIANO El baño próximo al salón de 'Abd al-Ra\man

.

manganeso

III

Pág. 141

CRóNICA DEL CONJUNTO

ANTONIO VALLEJO TRIANO Crcinica años

1985-87 '

Pá9. 169


1.as

JORNADAS SOBRE MADINAT AL-ZAHRA' PONENCIAS


CONSIDERACIONES EN TORNO AL PRóLOGO DE LA OBRA (MADÑ AT AL.ZAHRA" AReurrEcruRA y DEcoRAcróN>. DE DoN

rÉrx

HSnNANDEz cuvrÉNnz MANUEL

ocaña¡lvtÉNnz

Antecedentes sobre las razones que

motivaron al autor patatealizatla En agosto del año 1930 y por expreso encargo de don Manuel Gómez-Moreno, titular, por entonces, de la Dirección General de Bellas Artes, inició don Félix la exploración del campanario de la Mezquita-Catedral cordobesa, con el fin de determinar qué subsistía, en su interior, de la sawmu'a erigida por el califa 'Abd al-Ralrmán III a mediados del siglo X. unos meses más tarde, mi maestro ya había puesto al descubierto importantísimos vestigios arqueológicos de tan señera fundación, los cuales le sirvieron de acicate para escribir una extensa monografía de ésta, cuya redacción remató a finales de 1931, enviándola seguidamente a don Manuel para que fuese publicada en el logia, forrnartdo te de su pluma de una mácula:

Archivo Español de Arte y Arqueoserie con las salidas anteriormen(1). El trabajo adolecía, sin duda, la severa comprobación que hacía don Félix de las medidas asignadas por los escritores musulmanes a los distintos cuerpos y de-

más elementos arquitectónicos que constituye-

ron el alminar. Mas tal comprobación era una consecuencia lógica de venir expresadas dichas dimensiones en codos de las especies rñiaiiyya o ma'muníyya, indistintamente, ya que las dos tuvieron simultánea vigencia en al-Andalus, lo que dficultaba tanto el cotejo de medidas prove-

nientes de autores distintos, cuanto la detección de errores en las mismas; de aquí que el eximio arquitecto se viera forzado a verificar cada medi-

ción y de dar a conocer el razonamiento matemático en que se basaba para dictaminar si era o no correcta y que incluía en la nota aclaratoria pertinente, a sabiendas de que la proliferación de éstas restaba claridad a la exposición de los temas

fundamentales que desarrollaba en su estudio. Don Manuel resolvió la cuestión devolviendo la monografia a don Félix con la recomendación de que se la remitiese de nuevo, tras haberla liberado de todo lo concerniente a la problemática del codo, la cual bien se merecía, a su juicio, una publicación independiente, dado su indiscutible interés. Y era tanta la ilusión que mi maestro tenía en ver impreso cuanto antes el texto del alminar, que no perdió un instante en dedicarse por entero a modificarlo de acuerdo con la díectrtz marcada por el ilustre prohombre granadino, a quien lo volvió a mandar, ya totalmente rehecho, a mediados de septiembre de 1932 (2).

Algunos años después, descorazonado porque el tiempo transcurría y su monografía del alminar no se publicaba, dejó de escribir don Félix sobre temas de Arqueología y comenzó a hacerlo sobre los de Geografia Histórica, los cuales tendrían después una excelente acogida en Al' 107


Andalus, la revista de las Escuelas de Estudios Arabes de Madrid y Granada (3). Luego se produjo el paréntesis de la Guerra Civil, que el maestro aprovechó para seguir trabajando en la

planimetría de la Mezquita-Catedral, principalmente. A partir del año 1942, pudo reanudar las excavaciones en Madinat al-Zahra', que dieron

por fruto, dos años después, el descubrimiento del gran salón de 'Abd al-Ralrmán III, al que don Félix dedicó, desde entonces, una atención preferencial. Creo innecesario ocuparme ahora, porque es harto conocida, de la ingente labor que desarrolló don Félix en años sucesivos, hasta conseguir dejar virtualmente resuelta la restauración de la estructura arquitectónica del salón y la restitución del chapado en piedra que exornó originariamente ios paramentos del mismo. Y, en su lugar, voy a rememorar aquí un acontecimiento que tuvo a don Félix por protagonista

principal y en el que nadie ha reparado pese constituir un hito de referencia en su curriculun't uitaet su recepción como numerario en la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba el sábado 11 de febrero del año 796I. Don Félix había sido designado académico electo por la citada Corporación en 4 de diciembre de t943, y los Estatutos de la misma fijan el término de un año para la toma de posesión de los académicos de número. Mas don Félix, siendo como era sempiterno enemigo de dar conferencias en público (4), dejó pasar el tiempo, hasta el punto de que estábamos ya en el umbral del curso 1960-61 sin que hubiera leído su discurso de ingreso, por lo que su situación dentro del cuerpo académico era totalmente anómala- Don Rafael Castejón y Martínez de Arizala, Director, a la sazón, de la Academia y copartice con don Félix de Ia dirección de las excavaciones de Madinat al-Zahra', me encargó que expusiera a mi maestro la conveniencia de que pusiese fin a tal situación, para lo cual sería suficiente que e$cribiera una simple glosa de alguno de sus traba-

jos publicados y la leyese en cualquier sesión ordinaria de la Academia, si no le agradaba hacerlo en una solemne, como era lo preceptivo, ofreciéndose para contestarle en nombre del cuerpo académico. Don Félix, argumentándome que no disponía de tiempo libre para redactar glosa al108

guna, no aceptó la sugerencia de don Rafael, y entonces le hice otra por mi cuenta, sabiendo de antemano que habría de reverdecerle cierta herida que él ya daba por cicatrizada, pues le propuse que desempolvase su estudio <El codo en la historiografia árabe de la Mezquita Mayor de Córdoba>, que lo tenía arrumbado en su archivo desde finales del año 7932, y lo leyera, sin más requilorios, en el seno de la Academia. Don Félix

tardó un buen rato en contestarme; pero el rostro del maestro no cesó un instante de reflejar cómo iba evolucionando su ánimo a medida que transcurrían los minutos, y así pude comprobar la infinita y profunda tristeza que le invadió al principio, para pasar seguidamente a una serena

meditacién y terminar en un mal disimulado gozo, que me exteriorizó mediante una de sus ingeniosas y socarronas salidas a las que siempre me tuvo acostumbrado: <Hasta hoy y gracias a ti no he tenido ocasión de comprobar que unos buenos codazos, propinados a tiempo, sirven para abrirse paso no sólo en un bullicio, sino entre toda clase de gente>. (Jnos meses después, concretamente en la sesión ordinaria correspondiente al precitado sábado 11 de febrero de 1961, efecruó su recepción como numerario, dando lectura a su aludido estudio (5), y contestándole en nombre de la Corporación don Rafael, quien puso de relieve la importancia del tema tratado

por don Félix y los méritos que concurrían en tan incansable investigador para realizar trabajos de esta índole, aclarando que el estudio leído por el recipiendario lo había desglosado, en el año 1932, de una monumental obra titulada uEI al-

minar de 'Abd al-Rahmán III en la Mezquita Mayor de Córdoba>, la cuai se hallaba en paradero desconocido desde poco después de habérsela remitido al señor Gómez-Moreno en dicho año. Huelga señalar que lo verdaderamente importante de aquel acto académico fue la remenbranza que don Rafael hizo de la olvidada obra de don Félix, pues a partir de ese momento. se realizaron pesquizas con objeto de dilucidar dónde estaba la misma, las cuales dieron por resultado el localizarla en la Sección de Publicaciones del C.S.I.C., en que se hallaba durmiendo apaciblemente el sueño del olvido desde unos veinte años atrás. Y, en el añ,o 1964, pudo ser rescatada y puesta a disposición del Patronato de


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la Alhambra y Generalife, gracias a la inestimable actividad desarrollada por don José Manuel Pita Andrade a tales efectos.

La impresión de la obra fue bastante lenta por motivos que todos conocemos, lo que me

Y diré, en cambio, que hacia el año 1970, cuando don Félix ya tenía le certeza de que la monografía del alminar iba a ver la luz en fecha más o menos próxima y la gran ilusión de su vida se convertiría así en tangible realidad, se propuso hacer un trabajo moexime de relacionarlos aquí.

variopintos trabajos, realizados bajo su inestimable dirección, en las ruinas de la ciudad palatina cordobesa. Y después se enfrentó con los temas de menor entidad; pero algunos de ellos, infaustamente, soló los enunció, lo que ha hecho que la monografia quede inconclusa. (Jnos datos fundamentales a recoger aqu( porque ellos nos explicarán las delicadas cuestiones de las que tretaré en su momento, es que cada uno de los temas estudiados por don Félix componía un cuadernillo, que se archivaba en carpeta aparte y en unión de las fotografías destinadas a su ilustración gráfica. La redacción de tales cuadernillos era revisada y modificada por el maestro con cierta periodicidad, sobre todo

nográfico de gran envergadura sobre Madinat al-Zahrá', el cual tendría por destinatario único a dicho Patronato, si éste Io consideraba de interés para publicarlo igualmente, lo que nos comunicó a don Rafael Bernier Soldevilla y arr.í, sus albaceas testamentarios, a título de expresa volun-

cuando nuevos elementos de juicio asílo aconsejaban. Las más reciente de tales de revisiones es la

tad suya.

del correspondiente

Queda, por tanto, de manifiesto que don Fé-

lix tomó la determinación de realizar la obra que nos ocupa, porque quería perpetuar su profundo agradecimiento al Patronato de la Alhambra y Generalife, por haberse dignado imprimir su estudio sobre el alminar cordobés, la monografia que más le había perturbado el ánimo en el decurso de su existencia- Pero que estaba llamada a proporcionarle, en justa compensación y aunque él lo ignorase en absoluto, la última y más intensa alegría que iba a recibir en este mundo, pues, cuando ya se hallaba en estado preagónico, Pita Andrade le puso en las manos el primer ejemplar salido de la imprenta, luego de haber vencido a la Perca en una carrera verdaderamente marathoniana- Y el maestro experimentó tan intenso gozo y recobró tanta pujanza que no nos abandonó para siempre hasta quince días más tarde.

El plan general de la obra y su ulterior desarrollo Don Félix prontó precisó el plan general de su nueva monografía, determinando sus partes y la temática integrante de cada uno de éstos. Mas, lunavez llegada la hora de redactar, no se ajustó, en un principio, al orden prefijado, pues optó por escribir sobre aquellos temas que, por ser de importancia capital, habían merecido su atención en todo momento y podía desarrollarlos de manera expedita con el auxilio de las valiosas notas que había venido tomando en el decurso de los

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Introducción, fechada en

llearzo de 7975; pero ello no significa que don Félix llegase a rematar la monografía por completo, ya que modificó la redacción de la mayoría de los temas hasta tres y cuatro veces, en tanto que algunos otros no los redactó ni una sola ve4 según ha quedado dicho. La única persona que estuvo al corriente de dichas revisiones fue don Marcial Reus Sánchez, quien era el encargado de reflejarlas en nuevos cuadernillos. Mas, una vez que actualizaba la redacción de los mismos y los presentaba a la aprobación del maestro, éste volvía a introducir otras correcciones, las cudes no implicaban que se volviesen a mecanografiar, por lo que ni un solo cuadernillo se vio libre, a la postre, de añadidos y tachaduras, como se puede comprobar al repasarlos. Y es que don Félix tuvo por norma la de no rematar la redacción definitiva de cualquier estudio suyo hasta el momento de tener que darlo a imprimir, pues jamás estuvo dispuesto a que nadie se aprovechase de sus trabajos y conocimientos sin su beneplácito; de aquí que, fiándose de su privilegiada memoria, no escribiera nunca la más mínima nota que identificase cualquier fotografía, croquisación, plano... etc., que fuese hecho por é1, porque ello le daba la tranquilidad de saber que, si sus archivos iban a parrr a menos extrañas en el futuro, no podrían sacar de ellos provecho alguno los seudo-especialistas, y sí los auténticos versados en la temática gráficamente representada en cada caso concreto.

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dos en la Mezquita:Catedral, en Madinat alZahrá' y en la náfrra o rueda hidráulica conocida vulgarmente en Córdoba por la Albolafia. Mi recomendación, lejos de frenar el ímpetu de los escudriñadores, sirvió para todo lo contrario, pues cuando, horas después, volví al domicilio del maestro en compañía de Marcial, ambos nos quedamos petrificados al contemplar el espectáculo que teníamos ante nuestros ojos: las carpetas habían sido transladadas al comedor, y los cuadernillos de la monografía se hallaban sobre

la mesa del mismo, formando un gran montón en el que se mezclaban los vigentes con los dese-

chados, en tento que el material gráfico que aquellas guardaban 1or 1o general, fotografías no mayores al formato 3 x 4,5- y los documentos y estadillos antedichos se encontraban desparramados por el suelo, confundidos con rimeros de papeles rotos ex prcfeso, como si ya careciesen de valor. Ia disculpa que recibí por parte de los autores de semejante estropicio fue la de que habían obrado así con el fin de ganar tiempo, toda vez

que doña Luisa tenía que regresar a Madrid cuanto antes y le interesaba conocer aquella monografí4 cuya existencia ignoraba, aparte de que también estaba deseoso de verla su ayudante circunstancial, a quien don Félix había hablado de ella en alguna que otra ocasión, pero sin mostrarle ni uno solo de los cuadernillos de la misma, por lo que, al saber dónde se encontraban éstos, no pudo resistir la tentación de sacarlos de

y hacer inconscientemente con ellos un descomunal revoltljo, al juntar uno con otros las carpetas

sin orden ni concierto. El mal estaba hecho y las escusas no iban a subsanarlo, así que me puse inmediatamente de acuerdo con doña Luisa en que Marcial se hicie-

ra cargo de todos los cuadernillos de la monografta, determinase cuáles eran los que tenían vahdez y procediera, finalmente, a mecanografiarlos tal y como los había dejado redactados don Félix, que yo me encargeríe de revisarlos y de ponerlos a disposición de la Comisión de Publicaciones de la Alhambra, cumpliendo así la voluntad del maestro. El fruto de la ingente tarea encomendada a Marcial, cuya realtzación le supuso más de un año de trabajo, fueron 646 folios, los cuales entregué a don José Manuel Pita

Andrade, en propia mano, el día 15 de diciembre del añ,o 7976, aprovechando que se hallaba en Córdoba por motivos de la celebración del Primer Congreso de Historia de Andalucía, y quedé con él en entrevistarnos cuatro días más tarde en Granada, donde se celebraría la clausura del Congreso, para que hablásemos largo y tendido sobre cómo había quedado la monografia, pues faltaban en ella temas no tratados por don Félix y no pocas medidas que éste dejó sin consigrnr (9). La entrevista, por desgracia, no pudimos celebrarla,ya que hasta los agentes atmosféricos en forma de copiosas nevadas se confabula-

ron contra nosotros, y me tuve que volver a Córdoba lo mismo que me había ido. A finales de marzo de 7977, recibí carta de Pita Andrade, fechada el üa 25 de dicho mes, que comenzaba asÍ

<Mi querido anigo: Acabamos de tener una reunión los de la Com&ón de Publicaciones de la Alhambra, tomóndose el aa.terdo de imprimir en tirada reducida (dirigida a eryecialistas) el estudio de don Félix sobre Medina Azahara. Pienso si convendría quefuera precedido de un prólogo de Vd. señalando las circunstancias que concuffen en el

original y su proceso

de gesta-

ción. En todo cao habrá que advertir al lector para sub-

sanar las defrciencias del texto>,

Y me hablaba, a continuación, de que el número 10-1 1 de Cuademos de Ia Alhambra se había dedicado a don Félix, y que el homenaje continuaba en el 72, donde se recogían, entre otros trabajos relacionados con la personalidad del maestro, las intervenciones de don Dionisio Ortizfuárez, don Victor Escribano Ucelay y la mía en la sesión necrológica celebrada en su memoria por la Real Academia de Córdoba, pues suporua que ésta no tendría inconveniente en que se

publicasen

A esta carta contesté días después con otra en la que testimoniaba mi agradecimiento a la susodicha Comisión por el acuerdo tomado con respecto al trabajo de don Félix, e indicaba la conveniencia de que tuviéramos, cuanto antes, una'

reunión conjunta con don Rafael Manzano Martos, el arquitecto que había sucedido a éste en la dirección de Madinat al-Zahra',porque estaba seguro de que, entre los tres, podíamos subsanar la felta de material gráfico de que adolecía

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anb seprpaur

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ep sgruepe 'e¡3er8ouoru e¡


dado orden a la imprenta de que se suspenda la composición. Lo más práaico será que Vd. (con ayuda de otras personas si lo cree procedente) reuise afondo el oiginal

de su eximio autor, y una relación de las cuestiones en que me ví inmerso mientras se me respe-

y, una uez esté a punto para ser tmpreso, nos lo envíe. Como lo que tenemos aquí es sólo una copia creo que no haráfalta que se la deyoluamos.

mismo. Mas el estudio de don Félix ha visto la luz precedido de una curiosa Nota preliminar, f:rmada por Purificación Marinetto Sánchez, y un Prélogo, debido a la pluma de Antonio Fernán-

Lamento mi precipitación, pero estoy seguro que sabrá disculparme teniendo en cuenta mis deseos de que cuanto antes quedase un testimonio escito de lo hecho en Madinat al-Zahra por don Félix,.

La lectura de esta carta me dio la impresión de que estábamos manteniendo un diálogo infructuoso, y, con objeto de poner fin al mismo, la contesté con un extenso escrito, fechada en 30 de mayo, en el que, además de dejar bien aclarada cuál era mi postura sobre la publicación, hice una detallada exposición de todos los obstáculos que habíamos tenido que superar hasta conseguir recomponer el texto de don Félix, sin olvidarme de consignar, por supuesto, el más descomunal de ellos, cual fue el que nos supuso la desafortunada <ganancia de tiempo>, intentada por doña Luisa y Fernández Puertas. Y, en vista del cariz que tomaba el asunto, tuve la precaución de quedarme con copia de mi carta, porque algo en mi fuero interno me pronosticaba que la misma iba a generar desabridas consecuencias. En efecto, así ocurrió, pues casi cinco meses después, recibí otra carta de Pita Andrade en que

me notificaba no haber recibido respuesta a. su misiva del 23 del pasado mayo, y me hacía una relación de los perjuicios que estaba ocasionando al Patronato por no contestar a la misma- Su carta terua fecha del día 22 de septiembre;pero la recibí con más de una semana de retraso, que no me supe explicar. La contesté el 3 de octubre, acompañando fotocopia de la que le había escrito el 30 de mayo, la cual era evidente que no había llegado a su destinatario, y con objeto de que esto no se repitiera, la mandé certificada- Y supongo que esta vez sí llegaría a su destino, porque después no sólo carecí de contestación a ella, sino que, por añadidura, no recibíla más mínima información referente a la impresión de la monografía hasta que tuve un ejemplar de la mism4 a poco de haber sido publicada el pasado año. Hasta aqu( mi versión de cuál era el estado de la obra que nos ocupa al sobrevenir el óbito

tó mi condición de albacea testamentario

del

dez-Puertas, a quienes citaté, en lo sucesivo, por las siglas M-S y F-P, respectivamente. Y cualquiera que lea ambos añadidos observará, de in-

mediato, que existe una segunda versión totalmente distinta a la mía, y cuya invención hay que adjudicársela a F-P, ya que M-S siempre habla apoy:índose en la supuesta autoridad de éste, como podemos comprobar por lo que sigue, bien entendido que sólo me ocuparé de recopilar lo que escriben ambos sobre el manuscrito de don Félix en concreto, y dejaré, para su momento oportuno, el referirme a orras cuestiones. oSegin ha refeido (11) y me ha relatado con m& detalle, muy pocas personas conocian la existencia de dicho manuscrito, que sólo él había podido leer en su integridad, por habérselo permitido don Félix.

Tra la muerte

de éste, el profesor Femández-

Puertas,le habkí de la existencia de dicho manuscito a la hija delfallecido, doña Luisa Hemández Sdnz, en presencia del profesor don Manuel OcañaJiménez, el

y del deseo que había expresado padre de que lo publicase el Patronatn de la Alhambra a varias personas, A Io que ella accedió de inmediato y sin reparo alguno. En aquella conversación hizo el profesor Femández-Puertas que se sacara el original. albacea testamentario,

su

A

todos

los

presentes asombró por su volumen, aunque

había algunos capítulos repetidos. Se acordó que el manuscrito fuese pasado a limpio bQo la superuisión de don Manuel OcañaJiménez, y tras ello se enviase al Patronata de la Alhambra que acordó se publicara y se encargara de dkha edición el profesor Femández-Puertas, dado su conocimiento del tema y la vinculación que había tenido con el autor, aceptando el encargo éste úhimo gustosamente, (72).

Me abstengo momentáneamente de hacer una glosa de estas citas por separado, porque prefiero ocuparme de ellas junto con las que siguen. Y

veamos lo que dice F-P en el Prólogo aludido con respecto a la misma cuestión.

oCuando se hizo cargo de Ia ptblicación del manuscrito el Patronato de la Alhambra a través del pro-

173


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auodnseJd onb ol '(srpe11elop f sepeluaune sgru zetePe) sauorsJe^ se^rsSJns sns u3 Jae[ 3p al¡ens

q) opruat e¡qeq el d-J IS ?rqo ese ep reuapro enb oL L pnre¡4¡ e¡ua1 9nb 19 ,( <eftq ns ,grqez leurp€W ep orqrT Ie erqos ^ sopegerSoueceu -F

saleur8rro so1 opueldo¡eJ Jelse 1e> 'elrantu ns ep sotue se,rp of,urr o gL6l ep of.eu ep ZI Io gr-u -r3¡¡o es xIIgJ uop rod sopelnqrp sa¡edocsrde sop -nf,se sol recrlqnd ap orlsgdo¡d 1e enb 'uepecelue anb seln sBI ep etungl el ue'ef,rp sou d-J olu$ur ¡a enb ap aurde'oqceq elqeq ol eL orped ns rs'ot -rJJSnr¡Eur I3P erJualslxa el ep esrnf egop E elJelq -eq la 'sand 'e¡uerr gnb y 1(JeunulE Ia eJqos oJqrt ns ap rqdurela ¡a rrQrcar ep oluaruoru ¡a ue eftq erdo¡d ns uof,) osnllur a 'seuos¡ad sepeurruJalap sepruetr¡Eu¡ seuoDESJa^uoJ ue opesardxe

uof,

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menos interesante, pues nos dice: que F-P le había referido con detalle que (muy pocas personas conocían la existencia de dicho manuscrito, que sólo é1 había podido leer en su integridad, por habérselo permitido don Félix>: que, tras la muerte de éste, le habló de la existencia del manuscrito a la hija del fallecido, estando yo presente: que, a continuación, hizo que se sacara el original, el cual asombré por su volumen a todos los presentes, y que se acordó, por último, pasarlo a limpio, bajo mi supervisión, para enviarlo al Patronato. Según lo que antecede, creo que estamos obligados a reconocer en el informante un mérito extraordinario, pues de ser cierto lo que nos refiere de él M-S, ha sido la única persona, desde la invención de la escritura a nuestros días, que ha conseguido leer en su integridad una obra aún no acabada de redactar por su autor, como es la que nos ocupa. Por otra parte, hay que aceptar como verdad incuestionable 1o que dice M-S con respecto al asombro que causó la visión del manuscrito, si bien he de matizar que los únicos que nos asombramos fuimos Marcial y yo; pero no a causa del volumen del mismo, sino por el fenómenal embrollo en que acababan de convertirlo doña Luisa y F-P, los otros dos miembros integrantes de la reunión. Sin embargo, lo más importante de 1o transmitido por M-S es, a mi juicio, el puntualizar que la tal reunión tuvo lugar <tras la muerte de> don Félix, en tanto que F-P, la antepone unos días al del fallecimiento del maestro. Probable-

mente, F-P intente demostrar que M-S interpretó mal su información, pues es archisabido que cuando un gestor se busca a un novato /como consocio para realizar una labor cualquiera, lo hace con la exclusiva finalidad de atribuirle después los posibles errores que el primero cometa al realizarlu Mas con ello no podrá salir de la crítica situación en.que él mismo se ha colocado, a consecuencia de sus frecuentes contradicciones, como veremos a continuación Por mi parte, no tengo inconveniente en aceptar el supuesto de que nos reuniésemos días antes de morir don Félix; luego, si éste vivía aún y dado que conservó la lucidez más absoluta hasta el instante de su óbito, con haberle preguntado sobre su <Mattnat al-Zahrá\r, el problema habría quedado automáticamente resuelto, porque

repetiría 1o que, hacía el airo 1970, nos había expresado a sus albaceas sobre el particular. Y, por consiguiente, el protagonismo que F-P se atribuye en la cuestión no habría tenido lugar. Aceptemos por el contrario, que nos reunimo¡ efectivamente, después de ñllecer el maes-

tro, en cuyo caso yo asistía a ella para desempeñar un cometido diametralmente opuesto al que F-P me ha asignado de simple testigo ocular sin voz ni voto, pues en mi condición de albacea testamentario, no le habría permitido que hiciera, deshaciera y dispusiera lo que le viniese en gana y mucho menos que hablase de asuntos que desconocía, y mi comportamiento estaría más que justificado por la simple rezón, -y es llegado el momento de decirlo con toda la crudeza que el caso requiere-, de que él era, entre los cuatro reunidos, elwáw de 'Amr, dicho a lo moro, o un cero a la izquierda, expresado en términos matemáticos. Tampoco encaja en esta segunda suposi-

ción el protagonismo de F-P, y no me explico que haya sido capaz de alardear de é1, sabiendo como sabe de sobra, lo contundente que fuí en imponer que se cumpliera la voluntad del difunto en todos los casos problemáticos, ya que había sido testigo, por ejemplo, de mi entrega a don Juan Jurado Ruiz, Vicario de la diócesis cordobesa por entonces, de la valiosa planimetría de la Mezquita-Catedral, pese a los reparos que puso la Directora del Museo Arqueológica Provincial de Córdoba, doña Ana M." Vicent Zaregoza, porque consideraba que tales planos debían pasar a formar lote con las pertenencias de don Félix a adquirir por el Estado. Mas el maestro lo había dispuesto asi en agradecimiento al Cabildo por haberle permitido convertir, durante años y sin la más mínima protesta, un templo vivo, cual la Catedral, en campus arqueológico. Y así cumplí su voluntad, como era mi deber. Lo lamentable de este espinoso y delicado asunto es que M-S, escribiendo ya de propia minerva y luego de resaltar mil y urn veces el pasado trabajo que han tenido que desarrollar F-P y ella hasta ver el manuscrito impreso, aunque mutilado de ilustraciones, notas aclaratorias, citas..., etc., termine w Nota prelimirar como sigue: oA pesar de todo el manuscito en sí es una obra muy importante para el arte musulmán, y en especial

115


'vzuerJrJo) IElotr ns gllsodep anb uo Euos.rad el Jes ep s,EuIepe

'soge oqJo L rlue¡eno ep opo¡red un elueJnp or¡elsr3rru ns ap opuoS raqeq sEJl 'oJlsaeru Iep opefro3 EJqEq atu ]tu opBrqod'oL enb eIe vpeu ua e¡e¡ed es ou lsnf, e¡ 'so3e-rrgd souoJ sop uo xll9J uoP eP Ezuelqtuss eun opentroJa Eri'olle ¿

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¡ap e¡yrSouotu q opeSolord e,(eq anb ¿-g e rereperSe ep aq 'elredsal ru¡ e anb o1 ro¿ o'oJ¡serrü F rs:ugzBJ EI epsrse 'opdpqp

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ugrnb e 'eogpuare pepvrrtalqo Erurxeur EI uoJ 'JrJ -npep ap sauorJrpuoJ ua ueIJelsa anb o¡ rod'oru -lug ns uo rrnt¡tr erarpnd anb oprnle¡d opor ep sopeJoqrl t¿ulnsnru-ouedsrq aue Iap sosorpnlse so1 rod tprz;qeue oprs ererqnq e¡3erSouoru e¡ anb ap sgndsap 'a1uaurcor8g1'znlq uclJel selcnl sol 'saluerpuadepur soleqerl ua oJlseeru Iep orpnNe 1a reso¡8 ep e1 anb EprTes eJlo e¡repanb a¡ ou eL ',9tge7-¡e lüurpew eJqos Elf,uardes else¡t ns JeaJ -rB ap Eepr el ue €,rlsrsJad a-g Á E.¡eueu¡ Elf,oJJof, operr¡qnd eserqnq as €rqo e¡ rs 'anb ep spru Esa ep

v 'seuozer sal?l oPrs uEIqEq salpnr 'olnlosq€ uo 'e]f,ouoJsep enb¡od'epunSas e¡ f. 'ef.ns el oruoJ r¡ro8epr €pe^ala uel ep e$rfenadsa un ap erdo.rd -rur €rJtJeprsuof, el anb¡od'¿¡aruud el :d-J sgru -elepeq sel saJoqq setse ap eunSuru sBW'elrezrT -ea¡ e¡ed Jolne ns E uoJelflou¡ anb seuozer se¡ ap elopuggeduro:¿ tJqo el ap $salrqs ¿un ¡eluasa¡d E ostlrurl as enb oprs EJJqeq olJeJJoJ of souaru opuenJ 'e,rJeseJ uor opeldele e JS 'auarluof, eJJ -¿¡Souoru el olu€nf, eJlos ue ¡auod E ou rs 'Jolrel p euodsrpard enb ¿L'eluepaf,o¡drur ece¡ed eu¡ elrnpuof, elueleruas 'ug¡u¡do ¡tu ug soset sol ep s,nu sol uo Jolne 1a rod srprualueur se¡ e selsando s¿Jroel ua soprf,nprr¡ 'euqepd prpnlc el op auer¡ anb olueru¡rfouoo sopun3ord sol ep ugrl -EJlsotuap €un Jef,€q ered eqe¡uasard a¡ our$ur enb ugrseJo BI opeqf,a^orde eq e59 anb se'd-J ap o&q,oq 1a ep anb ugrsardrur eraurud e1

1e

els¡nto¡ord ¡e uzu¿Iqures e^enu Bufl "plqep'Jo¡nu lep ¡ose¡drur 1a rod sepeqo3 road f. ,ru¡ ¡od stpeluof, pur seurSpd elure^ s€luarf, -soP szun ep oJqrl un JEuJepEnJuo ue sogs seJl asJepJrt epand 'eluoru€3ruJ9l opesarSord ueq olusl seluaJdrul se¡ oprrtnf, 'sepnpe sodurer¡ so¡

9tI ua 'anb e¡qrsod se orugJ elunSard as uamS¡e enb E olla uof, re3n1 rup apand sand 'o1r.rcsa ns el€p souaru or{Jnru f.'epeurepenf,ue aqrJal e¡ ocqqr-rd {JeuJap¿nJua urs upe ,Else eJqo e¡ enb 1e anbrod 'rorlr3 rod t¡orJJBIoc e enbes ou'a¡ueruprcred op -elueurof, aq enb €l e Jelrru$ elou Bro Jelf,EpoJ E

eprleuordurof, souaru o sgru

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opr¡€nJ :S-W epeJnupe 'olesuor un sJor{¿

^ 'soP,rrl seloqJp op Egel raceq eNnS eu¡ enb asuerd opeuorf,uetuq

-eru u¡31e anb ¡elrrre c¡rd'o¡auo8a.rd ¡e rroqr sr¡ -.rep e Lon ou anb L 9s eu od anb seuozeJ se¡ rod 'l? olgs sa lBrJolrpa ouoqE oJrlugln€ un ua Eprl -raluof, ocqqpd ¡e opeSa¡ e.{.eq rursu e¡ enb ap 'orJeJluof, ol oleuoJled Ie olut alqesuodser Ie eurdo uernb tLeq anbune'e¡3erSouour ^ EI ep ugrs -e¡dur¡ e ugntsodruof, op osef,ord 1a opol aluer -np olopugrs 9m3rs f. 'rerlsotuep ap oqere un8 -es 'oldrf,uud un apsep e¡rrleSau aluarr¡lelol enJ d-J ap ugr$e8 El'oturu,rru s,Bu¡ ol ua opeldare solueg el xll9J uoP aP saroPBroqslor sourrlul ep odrnba ¡a o8nuuoc u€qeuJoJ anb so1 ap ounS -qu r-u'of. ¡u o¡ed:oleuoJled Iap soJqrueru sol ap eJ €uanq e¡ repuerdros orn8rsuo¡ anb e1 uor egtrled ¿pJnq eun esJeluelur onJ 'peprltal ue 'ozrq anb orrurl ol sand'eNg ap sauoqse8 e agop d-J rose3ord opeJrtupe ns op raq€q ¡a ua eSreo anb ol ep epeN'5-¡¡¡ eprnSursrp'o¡ as

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-pw a$a prqwoLllv

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ap opuottod

pp sotqwarw

ap

nqq q o wppt7'sand'py

'oyaptñ ap ot8yad p arup'otqwoq1y oI ap opualp(I p wqo ns aw)qq -nd anb 7a on4dato nJ?J uop anb g,t&o1 I'o¡s'tn uasag -nq ol ou anbuno lol1,nsnuow pp svliltou up,tarnnl spj -nyonadsa sopln7uyslp anb atud

wyan(I-zapuvuat

ros

-r{ord.p o&oqo Touostad a1opu1 ap sp,tto [" sauozot sa1sa ,tocl 'ugrlp,uutpo oJapoptan psnot anb otfiluan n1y

I

popayas oun

uü olwsa opol atqos ,{ su\s}l1sa

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-at'sapopanou sauapuaisvlt uot'sn1opuylu ap

7a

otod


En uno de tales párrafos dice F-P con referencia a los temás decorativos desarrollados en el exorno de la Munyat al-Ná'ura a la que é1 denomina impropiamente Dár al-Ná'ura: oHerencia de estos temas se uerá en las yesenhs de las Huelgas,lo que don Félíx conoció debido a lasfoto-

por la que me regaló, como una rnuestra más de su generosidad, una colección completa de todo el decorado de esta almunia caffil, antes y gra;fras que le mostré, razón

después de recomponer los paneles, explicándome cuál

era su ídea sobre la anastilosis de la dar al-Nafrra con gran claidad mediantefotos y unos croquís a mano alzada que desgraciadamente rompió descuidadamente durante la conuersación, pero que conseruo en la memoria, (17).

De la lectura de este párrafo he

sacado la

conclusión de que don Félix nos tenía engañados a todos, pues había una diferencia abismal entre lo que aparentaba y lo que era realmente, según se infiere del elocuente dato suministrado por F-P. Yo, en particular, lo consideraba hasta ahora como un incansable investigador que estuvo al corriente, en todo momento, de cuantas nove-

pojos del <Salón Rico>, y el maestro me propuso que estudiase las inscripciones encontradas, para conocer qué datos aportaban las mismas sobre aquel extraordinario hallazgo, lo que hice de inmediato, luego de trasladarnos a las excavaciones e ir revisando las piezas epigrafiadas, las cuales se bastaron por sí solas para documentarnos plenamente tan magnífica dependencia- Yo dedicábame por aquellos días a dibujar varias representaciones zoomorfas de las yeserías de las Huelgas con objeto de que me sirviesen de viñetas para

animar un poco el tedioso texto de mis TABLAS DE CONVERSIÓN DE DATAS ISLÁMICAS A CRISTIANAS Y VICEVERSA (19), cuya publicación ya estaba virtualmente aprobada por el C.S.I.C., y euando visité a don Félix para entregarle, ya puestas en limpio, las lecturas de las inscripciones del Salón, aproveché la entrevista para enseñarle tales dibujos, los cuales dieron lugar a una fructífera charla sobre dichas yeserías, centrada, principalmente, en la sutil manera con que los alarifes andalusíes que las tallaron habían dejado en ellas el sello de su auto-

ría, valiéndose de rótulos cúficos diseñados ex y que delatan, por su significado, haber sido redactados por mentes adictas a la doctrina almohade. A quienes no es-

dades se producían en el campo de la arqueología del Medievo, pues para eso recibfa periódicamente las revistas señeras de la especialidad, en-

profeso para aquella obra

tre las que se contaban, cómo no, e\ Archfuo Español de Arte y Al-Andalus. Mas, por lo que se ve, sólo le servían para ir engrosando sus fondos bibliográficos, ya que si se hubiera molestado un poco en hojear ambas, se habría topado con dos artículos, que salieron alaluz con idéntico título,

tén familiarizados con el tema, les aclararé que la charla la realizamos en base a las ilustraciones incluidas por Torres Balbás en su artículo de AlAndalus, y más concretamente, sobre la lámina 4.", que corresponde a la yesería de los pavones que exorna la bóveda de San Fernando. Fue una lástima que F-P no esruviera presente en el coloquio, por la contundente razón de que aún no había nacido, pues supongo que, de haber estado, yo no me vería ahora en la desagrailable obliga-

LAS YESERÍAS O¡SCUBIERTAS RECIEN-

TEMENTE EN LAS HUELGAS DE BURGOS (18), uno debido a la pluma del autor del hallazgo, el arquitecto Iñiguez Almech, y otro firmado por mi añorado maestro Torres Balbás, con los que, por añadidura, don Félix mantenía permanente contacto epistolar, aunque parece ser que tampoco le servía para nada- Sin embargo, hay algo en mi recuerdo que me induce.a mostrarme remiso a rectificar mi opinión sobre don Félix, y que acaeció allá por agosto del año 7944, cuando me encontraba veraneando en Córdoba, como era costumbre, por entonces, de muchos de los que hemos nacido en ella y vivíamos en otras ciudades el resto del año. Acababa de ponerse al descubierto, en a\-Zahrá', los des-

ción de tener que echar por tierra el tinglado monumental que se ha montado con el fin de justificar que posee una colección de fotografias del decorado,de la Munyat al-Ná'úra, como preciado obsequio del maestro, 1o que tengo mis motivos para poner en duda. El primero, porque don Félix jamás dio a nadie copia de negativos que no fuesen de su propiedad; el segundo, porque cuantos facilitó a F-P cumplían tal requisito, y lo hizo para que se positivasen con destino al Archivo del Patronato de la Alhambra, según he dejado bien sentado, y tercero y último, porqlre 117


-nf,o ns ¡?uIP€w ue olgs ou 'sauaPJg EPqdunJ uerq soge eP Eualule^ sns s oPuelsgEJl "eetqez-le Eun saruolue eJEd ?qe^3il 'o8uJ zegd oluoJ 'enb suosJad eun EJluoJ 'ugrsuelxa ¡od '1, oJlsoeru Ie EJluof, olrp?Jf,seP eP €^rleluel E^snu else ftlnJeJ ua adn¡o aru anb euad q eJaJeru ou enb 'sa¡pl -eP souruJru s9ru sol u3 Elseq saJopEJoqEIo3 sns e opueÉrrrp L opuer$erpe'Erqo ap ard e uerpuerd -Jos al as sef,el seluel L seluel anb orlo lanbe ap d-J rod oprzoqse xIIg{ uop elsa oluqslp uel sA'oqcrrder l, e¡re ns e asqnrala so¡ enb ered pei¡aq{ Flol ua soleqert sol rezrFeJ ep opeSrec -ua ¡a eqelap L soSze¡eq souerf, ep erJuepuef,seil L tr¡uet¡odrur ¿l JeJoleA e¡q€s ou 'e¡a ua q)ee)e anb o¡ osnllur eqerou8t oJ$aeu¡ 1e anb ropualue e souJep a¡arnb o$o else ue',grqez-Ie ¡¿ulpsry ep E¡enJ ue¡onpord es anb ugrulnsnu-ouedsrq ailE Ie uof, sepeuorf,elar secrSgloanbre sapeperrou sel ap Jopef,ouof,sep xllg{ uop un e 'oprnSasuor urs 'sou¡eluasa¡d elualur ¿-g lanbe ua rs enb el. 'Joualue lap orJclueueldruoo sa o3er.rpd alsg '(g7) <a7ua1ñ1s pjp lp soqwp apnt sowrpwo uad 'owa¡ pp pnuouodwt q ap olqps ou anb 'n1V¿ uop o Vsatdxa ol as jsv ztuawpruq slsof$-oup pl opuoz -ttpat ,( opupryn$a otod o otod tpnplxa sa|uowa olq -ap as anb ap 'sa ['an{oua¡ut tW 'topas pnbp ua ntpt -xa aypod as ou oúuaq otod ua pqpualpLt4o soy s anb gtsauoT aw ,('suuowt$a1 sollJlp uogozoQsap as anb rcd'-atqo o7 ap opv&totua- o7u¡ zav¿ 1au{a¿ ngos p ?un&akl sofuo1 sopo1 sns ua saluatlos uot sato1n&uoy -tat satapd so¡ ap outo{o1 apuop ap'on\sa ap otryo ap svpangg ap oqxat opl7u{un oqnl'-4a7dwa1 ,( opofar 7a nua$os wpd otnw p ua upltotluüua as anb svptofio uor- onppu ap afufio p ohq'o&an7 'o7ry07)pu un onnan sol as anb upd suatqo rcd sopozot¡sap uota 'w7 -ryo ep oJrysa ap sppangq o setuanauauad'oponpa 7a nd ot&aw¡o I o$vq opoy 7a nd otuolg ürysa ap sozotl sauuoua ow,oJ auawpuouad p'bL-e L6I- ua afpwd guqwsap as opuux)> 7a

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8II Bpauou el uoJ 'serenSg eurnbeofe ope8ed trqeq d-J solut send 'oprgra^pe ¿q¿lsa rr( zappurag anb an3 osef, Iep osorJnf, o¡ L 'orrolou sa ou¡oJ 'sgndsap soge pepqeer alqeroldap o4q es x¡l -gJ uop ap olueruquasard ¡a 'eluatuepclJerSsaq <alorrersl sepnf uoc lerzeN ap sgrsef t anb o1 'o1 -cappard o¡nd¡csrp ns I? ap oqreq eq enb'zepptu -rag sr.rsaf ap opel¡t¡or IE ermf,o al ou Is e¡as o¡3 -EIruD :ugrJruou¡aJd ap opotu e opuatpege kerq -tueqlv EI ap oleuorle¿ ¡a uér arelua ep a^rls au¡ anb¡od olr¡en3e enb ¡q 'lpueJssz ,( ¿$ro8a ¡uglnpe ua¡tol un> r¡oared e1 anb eruftlseJlr¡eru ue otlf,ntu gpJet ou seur :sopeJe ap opelsaf,eu Lntu a¡du¡ars olnlse oJlse¿u¡ 1o anbrod 'e¡¡ed -urs L peprrerlru¡EJ uoc glde:e oltd-J e gluesard al opuenJ 'anb oprluas uerq u?Iqtuer relap ep EJor{ EI epeSa¡ sa enb op cslle eur olse 7''vzu'erJ -uof, e¡3eJeur e¡ ou enb ruos¡ad eun e JolnJolJal -u¡ ¡od e¡ue1 anb ua 'ugndarxe urs 'seuorsef,o sel sepol ue l, e¡cuarcuo¡ e ours kaluaruepcprnf,sep) eqv leer ou xll?J uop enb Etsg ugoeredo 'sol -ueru¡suozeJ sns ¡eJlsnI ered e¡e.rt as enb ap snb -oJf, sol nnJ$epsour$u¡ sol e ug e;uod anb erq -os ep eqes Ig anb l. 'o¡lsaeru Ie uof, soJluanJue sns uo E¡aLr¡nJo enb upruoc t¡a enb ol Jeftlf,ep oqmq ¿q al IEnr Ia 'stuerf,suof,qns ns eP oPclJrP Ie opuarqrJlso oprlsa eq kuorcesreluoo BI elueJ -np aluourepeprnf, sap grdtuor aluarurpercerSsap anb epez¡e ouaru e srnbo¡r soun L soloJ elr¡erp -au¡D seuorf,ecqdxa sns gf,grfep oJlsa¿ru 1a anb eJJ€u sou d-J opuenJ sand'ednco sou anb oser Ia sa e$g 'orJe4uof, ol opol e¡ed ua,r¡rs 'ugrJrs -odxa ns E peprf,¿Je,r ¡euode ep rt8n¡ ue 'seur$ru se1 anb ap eluenJ asJep urs 'saJelrurs seuorsef,o ue peprlsuos¡ed ns e operod:orul uer.l es enb 's¿r¡ -ua^r^ seuorJ uoJ solela.¡ sns usuJopE 'solla oJq -os ueqr¡f,sa o uelqeq opuenJ 'f. selueorypa Epeu soqJar{ ueasleJ'€ruelsrs ¡od'enb sol B aluerf,suof, -qns Io e8anl se¡ enb seprsed sel¿ru sEI ue olrese rur ol,ody'orlsaeu¡ Ie ozlq ou anb ap elnlosqe pepun8as e¡ o8al enb o¡'ugnerodro3 Blf,op e$o ap osurred Ia eluaruerlerd relnqos urs 'sepeu -oqsenf, soloJ sel ep rauodsrp ap 'ecn9 e¡nd ¡od 'oPrua$qe úJrqeq es xll?J uop ,( 'ugrua¡y oorS -g1oenbry olnlnsul Iap quonf, rod elnsu¡ua¿ e¡ ua aseleqerl enb e¡ed'Z96l ove Ia erf,€q 5lunlq]S 'rg ¡e rod opeleJluoJ eluauesa¡dxe ¡euorsa3ord un'sqrrrperrJ ep eJqo uoJanJ soloJ sesa e seluorp -uodse¡¡oc s?srTf, sol anb ap erJueprf,urof, el ep


pación habitual, sino también en otros yacimientos arqueológicos, que don Félix tuvo que atender ocasionalmente -castillos de Belmez, Jimena de la Fronteray Zahara de la Sierra-, y a los que llevó a Rafael por su bien probada experiencia y capacidad de mando. En el sector de referencia, aparecieron efectivamente grandes trozos no de estuco y sí de mortero de cal, tierra, gravilla y cascote, los más de ellos deformes, y los menos, presentando por su parte superior una superficie plana, y cóncava por la inferior: la primera enlucida a modo de pavimento, y la segunda esrucada y pintada de almagra. Don Félix dictaminó que se guardasen los últimos, que aún se conservan, y se tirasen los restantes, porque sólo servían de estorbo a la buena marcha de la excavación, orden

que Rafael cumplió perfectamente. Lo que relata al respecto F-P, en octubre de 1982, es, tal vez, lo que él hubiera querido que ocurriese nueve años antes; pero que no sucedió en modo alguno, ya que si nos olvidamos incluso de las previsiones de don Félix, que es mucho olvidar, todavía pueden esgrimirse dos razones de peso, las

diterráneo, y jamás se molestaría en pasar por Madinat al-Zahra', al día siguiente, con el exclusivo fin de llamar al orden a Rafael y restarle autoridad no ante un intruso, que sería lo de menos, sino ante sus propios subordinados, los cuales llegaban casi al centenar en aquellos tiempos.

Los profundos conocirnientos que posee el prolo guista sobre Madinat al-Zahrd' Podría fácilmente hacer un análisis exhaustivo de los numerosos detalles que aporta F-P sobre Madinat al-Zahra'para dar a entender que es un conocedor sin paraigual del yacimiento y la máxima autoridad que debe consultarse siempre que se intente escribir una línea sobre el mismo (21). Pero me voy a limitar a exponer sólo uno, a guisa de botón de muestra, y que he elegido porque, para justipreciario con propiedad, hay que tener bien presente tanto los vestigios arqueológicos cuanto la época en que Madinat alZahrá'vivió los más esplendentes días de su historia.

por completo la ofensiva ver-

Al hablar don Félix del <Salón Rico>, expone

sión de F-P. La primera me la proporcronan las veces que he presenciado cuáles han sido las reacciones de Rafael en similares casos, no ficticios sino reales, cuando algún que otro campanudo personaje cometía el desatino de censurar la labor que estaba realizando en cumplimiento de su deber: mandarlo ipso faüo a donde yo me sé, porque no es hombre que aguanre impasiblemente la más mínima impertinencia de nadie, y ésta habría sido la contestación dada por él al (anastilósico) F-P, si hubiese intentado demostrarle que estaba cometiendo una salvajada con los valiosos restos de <bóvedas de estuco de aristas> o de <bóveda de arista de estucoo, unos curiosos términos técnicos sólo usados por quienes desconocen el correcto o de bóveda por arista, que es el que le resulta familiar a Rafael. Y la segunda y principal razón me la aporta el considerar que aún suponiendo, y también es mucho suponer, que F-P hubiese recriminado a Páez Trigo su conducta, saliese airoso del trance y se envalentonara tanto como para ir seguidamente con idéntica rrronserga al maestro, ésre ie habría prestado Ia misma atención que si alguien tratara de convencerle de que acababa de descubrir el Me-

los considerandos técnicos que le han servido de apoyo para restituir la estructura arquitectónica, sin silenciar los posibles reparos que podrían ponerse a esta resiauración (22). Igualmente, expone la compleja problemática que la tal esrructura

cuales invalidan

presenta a efectos de iluminación natural de la magna dependenci4 dando a conocer su teoría y relacionando, honrada y detalladamente, los pros y los contras que ésta pueda originar en un futu-

ro, para terminar declarando que se trata, en consecuencia, de una cuestión aún no resuelta de mariera satisfactoria, con lo que da pie a <los enterados> para intervenir en el tema v despacharse a su gusto sobre el particuiar (23). F-P aprovecha la ocasión, cómo no, para hacer una larga glosa de lo dicho por el maestro, repitiendo los mismos planteamientos realizados por éste; pero intercalando, aunque nadie se la haya requerido, cuál es su particular opinión sobre aquellos puntos que don Félix, ante la duda, deja todavía sueltos, sensatamente, co¡ el fin de no inducir a nadie al error. Y haciendo caso omiso de un párrafo donde dice que el maestro dejó sobre la arquería meridional del Salón <una círara (src) de ladrillo hueco exterior y otra inrerior> (24), por-

179


que las cítaras son patrimoruo de los poetas, por ser quienes ahora se encargan de colgarlas de los árboles, y no de los arquitectos, aunque las mismas hayan sido fabricadas con ladrillo hueco, recogeré lo que, a mi juicio, constituye el meollo del razonamiento en que F-P se basa para no dar su valioso visto bueno a la estructura arquitectó-

Quizáfueron acaneados a este lugar desconocidas; el estudio de dichos fragmentos dirá si casan o no con los que aparecieron

nica en cuestión:

currír a la disposición que oJrece la mezquita de Córdoba, lo que hizo para poder realizar la anastilosis y protegerla, adoptando una dísposíción crsi coetánea (sic) a la ampliación de al-Hakam IIr.

okta iluminación

del salón, a través de la arqueía

de la sala transversal y de las salcs colaterales, erafactible en días de sol, templanza de ambiente o durante el veranq ya que se podian celebrar recepciones en el sa-

lón

P5co con las

puerta

de libro plegadas

y abatidas so-

bre sus peinazos largueros al girar en las quicialeras -una ha quedado oin situr-, y goffoneras. Pero mí duda personal es: cómo podía el califa

y la corte aguan-

tar todo el ceremonial de embQadas, recepcíones y actos oficiales, que nos relata al-Rnzl en los oAnales Palatinos>) en un díafío y húmedo de otoñ0, inviemo o primavera, con el uiento soplando e introduciendo en el salón frialdad, polvo, elementos uegetales caducos del jardin, mouiendo alfombras y mobíliario, ex.r. <Por otro lado, si el día amanecia nublado, con llu-

uia y humedad la iluminación desde la arquen'a de la naue transversal sena escasa durante la mayor parte del día, aparte de que un temporal con agua-viento entra-

ria en el salón. Debido al mal tiempo

las

puertas tun-

dn'an que cerrarse y el salón quedaía prácticamente en penumbra, y en pleno día tendían que encenderse las lámparas de aceite y candelabros si habia una recepción jjada, con lo que el ambiente se cargaría de humo y de

aíre uiciado por la respiración de muchos

asistentes,

siendo agobiattte con el paso de las horas. Esta situación de inestabílidad o mal tiempo dura meses en Córdoba. En lo expuesto y otros;factores (edad del calfa, de parte

de los cortesanos y participantes en dichos actos, etc.), pudo no ser los señalados los únicos sístemas de ílumínación y uentílación, pues el sector principal del salón, el basilkal, queda con insufcíencia de luz. Características de las salas basilícales en

general,y en especial de los

salones omeyas orientales es ofrecer, tanto en plantas basilicales como centrales, luz cenital: no obstante, la

afrmación de don Félix es tajante en su manuscrito: no apareció resto alguno de celosía en el desescombro del sector basilicar. Además aparecieron en la excavación del andén deljardín del salón, en la parte occídental, abundantesfragmentos de celosias de mármol, Don Félix pensó que pertenecían a edficaciones sobre los

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pasos abovedados.

par circunstancias

en las salas colaterales del salón y despejarán íncógnitas, como si estaban todos los tejados de las salas a la misma altura o sobresalian algo unos de otros. La solución de este problema por parte de don Félix ha sído re-

oEl tema de la iluminación del salón Rico con celosin ellas, es tan delicado, que habrá que estudiar

sias, o

con todo rigor los restos, para que, si

es

posible, no quede

la menor duda antes de realizar un paso más en

la

anastilosis. Un solo effor que se cometa echanh por tie-

rra toda la labor cientrfca de don Félíx desde

desanollada

1943 hasta mayo de 1975 en al-Zahra\> (25).

Para opinar con conocimiento de causa sobre la iluminación natural del uSalón Ricoo en su estado actual, don Félix da a entender asímismo

en su manuscrito (26) que es condición sine qua non Ia de verificarla de uísu; pero tal requisito previo no es presumible que puedan cumplirlo cuantos estudian el arte islámico en general o el arábigo-cordobés en particular. Ello me obliga, por tanto, a recoger aquí aquellos elementos de juicio que considero imprescindibles para que cualquiera pueda hacer su particular conjerura ecerca de la cuestión, expeditamente.

A tales efectos, empezaré recordando que el lugar elegido por 'Abd al-$ahman III para asiento de la urbe destinada a ser la sede de su califato, en alternancia con el Alcázar de Córdoba, era el ideai por todos los conceptos, toda vez que la nueva ciudad quedaba protegida por la Sierra de los aires gélidos del N. y sólo afectada por los

más atemperados, provenientes del E. y el W., pues los del S. apenas si serían dignos de tomarse en cuenta, ya que han tenido que ser poco frecuentes en todo tiempo y de intensidad inapreciable. Por otra parte, los cronistas hispanoárabes que conocieron los grandes salones de recepción de Madinat al-Zahr a' puntualizan reiteradamente que las naves de éstos eran al-abha' alqibliyya, o sea, naves orientadas hacia la qibla o Mediodía, habida cuenta de que, tanto en alAndalus como en los países del septentrión afri-


cano, se entendió por dirección de la qiblalameridional, y así están orientadas, eGctivamente, las del salón cuestionado. En consecuencia, los vientos que podían azotar frontalmente a éste eran los del S., Ios cuales provienen, por lo común, del

y, al chocar con la barrera montañosa de la Penibética, se desvían hacia arriba y pasan por la vertical de Córdoba a gran alrura, sin que jamás hayan podido desarrollar a nivel del suelo potencia eólica suficiente para introducir en el salón polvo, detritus vegetales, lluvia, etc., ni, por descontado, para mover las alfombras y el mobiliario del mismo, según presupone erróneamente F-P. Y la prueba más fehaciente de esta realidad la da hoy la propia dependencia regia, la cual no presenta ni más ni menos acumulación de polvo que la normal en cualquier casa de vecino que se limpie a diario, y no hay en ella ni una sola hoja caduca, que haya sido desierto sahariano

arrastrada por el viento desde el jardín, plagado de plantas perecederas, qlre ante ella existe, a pesar de que, entre la una y el otro, la comunica-

ción

es permanente durante las

ras de cada

veinticuatro ho-

día

En cuanto a la posible iluminación a base de

aquílo que verdaderamente concreta don Félix sobre los lugares donde aparecieron celosías, he

restos de ellas:

"Abundan desde luego

los

fragmentos de

celosías

recuperados en las inmediaciones del salón de que ha-

blamos. Perc, aparte de que ningún fragmento de la expresada clase haya sido recuperado en el área delpropio salón, tamryco ha llegado a identficarse, en el salón o en sus inmediatos anejo5 vanos a que razonablemen-

pudieran ser atribuidos los expresados accesoios, ni dato que muet,a a tener por uerosimil el empleo de ellos te

en dicho locab (27).

Queda claro, por tanto, que no aparecieron restos de celosías en el salón, entendiendo como tal el conjunto arquitectónico formado por el sector basilical, las crujías o naves colaterales,.la nave transversal y las saletas, sin referirse únicamente a dicho sector. Mas a F-P no le interesaba exponerlo asi ya que perdía la ocasión de argumentarnos sobre la posibilidad de que existieran celosías en ambas naves colaterales, cuando la realidad ha sido que, en ninguna de las dos, se ha encontrado el más insignificante fragmento de

aquellas, aunque él nos cuente otra cosa Y la parte más próxima al salón en que se hallaron restos de ellas es la correspondiente a la occidental del andén del mismo, los cuales se encuentran 'W., clasificados, al presente, en la nave colateral donde se procede a su estudio; de aquí que F-P se aproveche de esta circunstancia para darlos como aparecidos en dicha nave, cuando lo correcto hubiera sido que se informara antes de dónde provenían o indagara a dónde habían ido a parar los fragmentos encontrados en la parte mincionada del andén, que, para el caso, daba lo mismo,lo que no hizo, y si lo hizo, silenció el resultado de su investigación, porque daba en tierra con todas sus teorías. Premeditadamente, me he abstenido de hacer comentario alguno sobre otros considerandos con los que F-P intenta reflejar lo que, a su

juicio, ruvo que pasar en el salón, cuantas veces unas circunstancias climatológicas adversas obligasen a cerrar sus puertas y a iluminarlo con luz artificial Ahora es llegado el momento de ocuparme de los mismos, los cuales creo sinceramente que F-P los saca a colación en virtud de esos profundos conocimientos que posee también sobre la historia de al-Andalus, y he de felici¡arle por lo .magistralmente que juega hasta con la edad del califa" la cual ha de suponer el lector, por su cuenta, que se trata de la propia de un vejestorio. Mas creo que, en el caso concreto que nos ocupa, F-P se ha olvidado deplorablemente de que los califas cordobeses fueron la antítesis de los régulos y sultanes que tuvieron poder en la Península, luego de fraccionarse el territorio andalusí en pequeños reinos, tras la caída de los Banü Umayya de Occidente: tales sobera-

nos de pequeña monta tuvieron que pagar tributos a los aliados que los protegían y bailar al son que éstos les imponían en cada ocasión, en tanto que los califas cordobeses que más contac-

to fisico tuvieron con Madrnat el-Zahra'.'Abd al-Rahmán III y su hijo y sucesor, al-$akam II, cobraban tributos a los aliados por ellos protegidos y les hacían baiiar al son que les venía en gana, aunque éste lg marcase, en determinados casos, un simple albogón, que, según malas lenguas, era el instrumento musical favorito de alH"k"- II, quien lo tocaba a la perfección en sus años mozos (28). Resulta, por tanto, totalmente 121


ilógico que estos califas, a los que un poder ilimitado les permitía imponer su protocolo en todos los actos solemnes que tenían lugar en la corte cordobesa, retener a los embajadores más prominentes en los palacios de la capital durante el tiempo que consideraban oportuno y otorgar audiencia cuando buenamente les parecía, iban a elegir los días má crudos y desapacibles de cada estación del año para celebrar tales solemnidades en el <Salón Rico> de Madinat al-Zahra'o a consentir que se llevaran a cabo en días de similares características climatológicas, por el mero hecho de haber sido fijados de antemano. Y, consiguientemente, nos hallamos ante un nuevo dislate de F-P tan mayúsculo o más que los ya expuestos y con el que termino mi crítica a su improcedente Prólogo. Talvez no falte quien calfique de excesivamente dura la reprobación de que he hecho objeto al fatuo prologuista; pero su desleal comportamiento con sus maestros en general y con don Félix en particular no le hace acreedor a otro tratamiento más endeble y benigno, aparte de que sólo he coadl.uvado a que se cumpla la elemental ley física que nos alecciona de que ua toda acción corresponde una reacción igual y en sentido contrario>, y porque, además, mi pacien-

y mi

prudencia tienen un límite para cada caso concreto, y F-P ha conseguido rebasar amcia

bos con exceso en el que hemos estado inmersos.

El alagüeño futuro que le espera a la obra del maestro Comprendo que cuanto antecede puede reportar muy poca utilidad a quienes se interesan por conocer tanto lo que es hoy el Conjunto Arqueológico de Madrnat al-Zahra', cuanro la labor desarrollada por don Félix durante medio siglo de actuación en el mismo y cuyos fundamentos los explica en su monografía.Mas, infortunadamente, ésta ha visto la luz hecha un auténtico aborto editorial, según dlje en su momento, sin que haya que responsabilizar de ello al ante* rior Patronato de la Alhambra y Generalife, que no escatimó gastos para que fuera editada dignamente, ni mucho menos al actual, que ya se la encontró impresa y sólo se ha podido encargar de distribuirla, a sabiendas de que la misma pres122

ta un flaco servicio tanto a su autor cuanto a sus

editores. Por ello la Junta de Andalucía está dis-

y publicarla en Cuademos Maúnat al-Zahra'. Huelga aclarar, por obvio, que el texto irá acompañado de todo el repertorio gráfico, llanos generales y sectoriales, fotografias de conjunto y detalle, etc.-, que se considere necesario para que el mismo resulte a todos verdaderamente comprensible y de la máxima urilidad. Y con esta noticia, que nos garantíza, cuál será el porvenir de la obra de don Félix, pongo punto final a mi disertación, un tanto plúmbea por su largo contenido, a pesar de haberme dejado en el tintero el anátrisis de otras cuestiones punfuales, cual es, entre ellas, la referente a la cacareada pulcritud con que se ha reproducido el texto del maestro, lo que tampoco es cierto. Pero de ello tengo la esperanza de que podré ocuparme en la reedición anunciada, puesto que de haberlo hecho ahora, mi intervención se habría convertido en una nueva versión, corregida y aumentada, de El cuento de nunca acabar,lo que ya no estaba en mi ánimo. puesta a reimprimirla de

NOTAS 1. Dos eran los estudios que don Félix llevaba pubhcados para entonces en esta revist¿¡: Iz terhumbre de la gran mezquita de Ctjrdoba, IV (1928), 791-225, y (Jn apecto de la inJluenda del arte callfal en Cataluña, VI (1930), 2 1-49. Y un tercero lo tenía ya enrrega-

do para su impresión: San Miguel de Cuixá, iglesia del cido mozárabe catalán, VII ( 1 932), 757 -799. 2. Señalo esta fecha, apoyándome en que yo me incorporé a la Escuela de Esrudios Arabes de Granada y a la Alhmbra el dra 22 de ocrubre de ese año, y el trabajo en cuestión lo remirimos a don Manuel un mes antes, aproximadamente. 3. En total fueron trece los artícu.los de don Félix que, bajo el tírulo general de Esrudios de geograffa histórica española, vieron la luz en AL-ANDALUS durante los años 1936 al 62. Y después, desde 7963 al 73, se publicaron cinco más; pero sin ir ya encabezados por dicho título, inexplicablemente. 4. Que yo recuerde, solamente disertó ante prlblico en tres ocasiones: al ingresar en la Real Academia de Córdoba en 19ó1; al ser investido doctor ohonoris causaD por la Universidad Técruca de Berlín en 7964, y cuando intervino con una comunicación en el XXIII Congreso Internacional de Historia del Arte, celebrado en Granada el año 1973. 5. Se pubücó éste, con el título anredrcho, en AL-MULK, n" 2, 1967-62,5-52, la revista del Imtituto de Estudios Califales de Córdoba, y, srmultáneamente, como monografia editada por el propio auror, en Madrid, Editorial Maesrre, 1961, aparte de una versión en alemán, debida a Klaus Brisch y aparecida en MADRIDER MITTEILLINGEN, I ( 1961), 782-223. 6. A mi me cupo el imenso honor de ser su gufa en sus andanzas por todos los conventos de monjas y museos de Córdoba, a la busca de restos arqueológicos de época visigoda


Don Rafael Bernier habfa sido el amigo entrañable de don Fé-

lix desde cincuenta años atrás, su compañero inseperable en las correrías que reüzaban pot el Extranjero y el contertulio más asiduo del maestro, cuando ya éste se hallaba en el ocaso de su vida El dí¡ 24 demayo, dos horas escasas después de que asistiéramos a su sepelio, le fue impuesta a don Félix la Medall¿ de Oro de la Dirección General de Bellas Artes por el Ministro de

Educación

y Ciencia, señor Villar Palac( y nadie podfa poner

en duda los sobrados méritos que concurrfan en el galardonado para haberse hecho acreedor a tan preciada condecoración. Y, sin embargo, nó faltaron envidiosos que, ante la imposibilidad de restárselos, ie criticaron la excesiva parquedad con que agfadeció al Ministro la imposición de la misma, cual si don Félix tuviera el ánimo predispuesto en aquellos momentos para hacer alardes de orador grandilocuente. Entre las cosas que estaban depositadas en el domicüo de don Félix, figuraba una gran carpeta en la que se guardaban los dibujos que yo había realizedo sobre la cerámica señorial de MadJlnatú-Zafuí durante los años 7928 al 7932, y que el maestro

traído de allá con el fin de que estuvieran bien custodiados y nadie pudiese aprovechane de ellos, subsrecticiamente. Mas, por no reurar yo la carpea a tiempo, ésta y su contenido pasaron a dicho Museo, resultando inlitil que los reclamase posteriormente en plan amical Realmente, yo filelúnico culpable de ello, pues me confié en que nadie pondrfa en duda se había

que tales dibujos me pertenecíar! máxime cuando don R¿fael Castejón, al contestar a mi discurso de ingreso como numerario en la precitada Real Academia cordobesa el dír 13 de febrero del año 1971 y ante el cuerpo académico de ésta, don Félix incluido, habfa dicho textualmente: gero quien se destecó en desbravar los montones de tiestos que en las puertas mismas de aquellas excavaciones se ofrecían llenos de tierra y escombros a la voracidad de los visitantes, y quien limpió, clasficó, est¿bleció módulos de clases de barro, de bamices, de engobes, de decoraciones y categoría en las piezas, y quien preparó, estudió y dibujó la masa ce¡ámica calilal fue Manuel Ocaño. Infaustamente, mi discurso y la corsiguiente contestación de don Rafael no se pubücaron en el Boletín de la Co¡poración hasta el año 1981 (Año LI, núm. 102, 97-146), y, para entonces, ya no me quedaban ganas de hacer recordar a los interesados olvidadizos que tales dibujos me pertenecían Mas ésto, al fin y a la postre, no ha sido lo peo¡, pues, a mediados del año 1985 y aprovechando el período que medió entre el inicio de transferencias en materia del patrimonio histórico-artísrico y monumental por parte del Gobierno Central a laJunta de Andalucía y la finalización de las mismas, la Directora del susodicho Museo, desmanteló totalmente el modélico taller de restauración de objetos cerámicos, vítreos y de ajuar en general, que existía en el yacimiento desde el tiro 7927, arr¿mbló con cua¡rto 1e pareció de los fondos en él custodiados e hizo guardar en cajas los t¡ozos de platos, jarras, vasos, etc, que se hallaban convenientemente clasficados sobre las mesas, destruyéndose asi en dos o tres días, una labor que a mi me había supuesto rcthzzrlt muchísimas horas de trabajo, desde el año 1928 al32.I-amisma suerte corrió, a continuación, el pequeño museo que, desde los días de Vehzquez Bosco, se había venido formando con los restos arqueológicos demayor vistosidad y atractivo para los visitantes de las ruinas. Todo ésto se hizo so pretecto de efectuar unas obras urgentes que para nad¿ hacfan falta, mientras que todo ei sector excavado hasta entonces se hallaba intransitable por estar totalmente invadido por la maleza, la cual habfa alcarlzzdo casi dos metros de altura en algunos lugares, como consecuencia del total abandono en que se encontraba Madinat al-Zahrá'desde cuatro años atrás. Y, por añadidura; no se entregó a la Delegación de Cultura el má mínimo inventario de lo

.

que se trajo de allá al Museo, cual si el sin igual yacimiento fuera un cortijo sin amo, a disposición de cualquiera que quisiera entrar a saco en é1, aunque con buenlsimas intenciones. 9. Está era una de las costumbres inveteradas de don Féüx no escribir medidas hasta que los textos estuviesen definitivamente mecanografiados, porque entendí¡ que cuaiquier baile de números que se produjera en un principio podría fácilmente perpetuarse, si el mismo no se detectaba a tiempo y se copiaba en nuevas revisiones 10. Ya he dicho anteriormente que el maestro archivaba sus negativos y fotografias sin indicar a qué correspondún, por lo que tenír que proceder a identificarlas siempre que las cedía por propia voluntad Y, por otra parte, la inmensa mayoría de su clisés respondírn a formatos ya anticuados; de aquí que hubiera necesidad de recurrir a la copia por contacto para positivarlos 11. M-S remite en nota al trabajo de F-P, que yo menciono en mi

n

14.

12. Cf su Notapreliminar,p.lX 13. Cf su lldlogo, p. XV. , 14. Cf CUADERNOS,n*10-11,p.8. 15. Cf CUADERNOS, n* 19-20,p.285. Lo comprendido entre corchetes lo añade en nota a pie de pág. 16. Cf su Nota preliminar, p. XI. FIabla que pregurrta¡ a F-P que aclarase cuál es la Escuela del Patrornto de la Alhambra Por descontado que la de los Beni Bermúdez-Pareja no será, puesto queJesús fue un ilustre miembro de los Beni Gómez-Moreno. iSerá, al ve¿ le de los Beni Femández-Puertes, soñada por éste? 77. Cf.suNlogo,p.XXVL 18. Cf lñiguez Almech,,F., ARCHIVO ESPAÑOL DE ARTE, n." 45 (1941), 306-308, y Torres Balbá$ L, AL-ANDALUS, VIII (1943), 209-254,respecivamente. 19. Mis TABLAS fueron pubücadas en 1946, cuando Madrid estaba sometido a un régimen de fue¡tes restricciones eléctricas, por 1o que su impresión se retardó cerca de un año. Y en ellas pueden verse reproducidas las aludidas viñetas en las pp. XIV,

X){[V,

34, 40, 44, 65, 7 0, 7 3, 86, 90,

11

1, 119

y 144.

20. Cf. sr Prilogo, p. XXII. 21. I¿ más reciente monografla pubücada sobre éste con anterioridad a la de don Félix ha sido la escrita por Seraffn LópezCueTvo: MEDINA-AZ-ZAHRA INGENIERíA Y FORMAS, editada por el Servicio de Publicaciones del MOPU en 1983. En ella, entre otros despistes de índole histórica, se confirnde siempre el nombre del l4aiib de al-tlakam, el eslavo ?a'far, que aparece citedo como Cháwar. D¡¡ante las oposiciones convocadas por la Junta de Andalucfa para cubrir una plaza de arqueólogo en Madrrat el-Zahrá', uno de los opositores cayó en e1 mismo eúor, por creer, lógicamente, que dicho trabajo era fiable a tales efectos, m:íxime cuando su autor habla contado al redactarlo con la colaboración, entre otras personas, del matrimonio Marcos del Museo Arqueológico de Córdoba y del ptofesor Antonio Fernández-Puertas de la Univerisdad de Granada, a quienes expresaba su agradecimiento. Sin embargo, F-P, que formaba parte del Tribunal calficador, hizo resaltar el craso error del opositor en cuestiór! cuando éste era, en realidad, quien menos culpa tenfa" la cual había que cargarla, por entero, en el debe de F-P, ya que el matrimonio Marcos no es, precisamente, especialista en historia hispano-musulmana La mejor prueba de que F-P ha sido el único culpable del yerro, ia ptoporciona la propia obra¿de López-Cuervo. ya que se da en ella una coincidencia bastante signficativa" El Diccionrrio de la Real Academia de la Lengua Española nos concreta qúe panta es un <bancal pequeño y estrecho, formando en un terreno pendiente, cortándolo y allanándolo, para sembrar o hacer plantaciones en éb, y don Féüx ha sido el primero, que yo sepe, en emplear este término del léxico egrícola pan designar los

123


22.

Cf. su epígrafe: El Salón Nco y sts anejos, en sus líneas maestras, pp. 25-37. 23. Cf su epígrafe 6.3: l-a iluminacitin natural del Salón Puco, pp. 36-41.

sucesivos planos o niveles -para los escritores árabes sath pl. sunh- en que aparecen distribuídas las edificaciones de Madlnat

al-Zahrá'. Pues bien, así los denomina igualmente LópezCuervo, y esta coincidencia sólo puede expücarse por la intervención de F-P en la cuestión, lo que evidencia que éste ha ve-

24. 25. 26. 27. 28.

nido disponiendo del trabajo de don Félix a su antojo hasa que ha sido publicado; de aquí que se haya preocupado muy poco de que el mismo viera la luz cuanto antes, aunque intente demostrar ahora todo lo contrario.

Cf Cf

124

Pnílogo,p.Xlx

la misma pág.

Cf. epígrafe cit" 6.3, p. 39. Cf. ídem., pp. 39-40.

Cf donJuan Manuel EL CONDE LUCANOS. kemplo XLl. De

t

su

lo que contegió a un

rq

de Córdoba quel dizian Alhakem.


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