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JONNATHAN OPAZO PÁGINA

FUNERAL EN CUREPTO JONNATHAN OPAZO (1990)

A Juan Rulfo

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En este pueblo que surge de la niebla cuando alguien muere se nota de tan lejos porque si doblan las húmedas campanas se duelen hasta las zanjas de los cerros la hora nos sorprende en los estribos todos vieron al finado a mediodía endilgando hacia el puente o escarbando en el huerto. En este pueblo perdido entre los montes, apena ver morir a un tero algo se lleva de nosotros, unos terrones donde echamos semillas recogidas del viento esa tarde tan larga que después de la lluvia se hundió con su leyenda en el brasero Yo le tengo guardada una bufanda y un secreto. Pasan los pinos callados por el cielo (No sé; me sobrecoge ver la muchedumbre camino a la colina tras la urna, sin nada que decir, tan resignados, creyendo que así tenía que ser. Estaba viejo). A veces en Curepto morir es, un poco, querernos Luego, y antes que la fosa se amapole y se esfumen los pasos sin los huesos antes que los niños se disfracen de oruga y mujeres de oscuro desmalecen el tiempo antes, mucho antes que los muros aúllen y la luna se duerma en los esteros secos salen los muertos a la calle y brindan por la lenta romería de los deudos EL BLANCO ES EL COLOR MÁS TERRIBLE

Fíjense en el oso polar blanco y en el tiburón blanco de los trópicos, ¿qué es sino su uniforme blancura llena de escamas la que los convierte en seres horrorosos? irradian luz los delantales de las enfermeras: sus blancos guantes de goma, el cándido marfil de sus dientes Esa lívida blancura la que importa esa repugnante suavidad más odiosa que terrible a la muda repelencia de su aspecto. Así que ni el tigre de fieros colmillos con su heráldico pelaje puede hacer temblar tanto el coraje como el oso o el tiburón amortajados de blanco. pálidos se tornan los cuerpos cansados, asustados o aquellos cuya vida se ha desvanecido hasta dejarlos como trágicas figuras de cera: no puede dudarse que una cualidad visible del aspecto de los muertos

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