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DOLORES VIOLETA PÁGINA

DRAGÓN ROJO

Él, la piel desnuda de la muerte. Ella, mujer vestida de ocaso finge dormir bajo sus pies para derrotarle en su cuerpo.

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DOLORES VIOLETA (NO INFORMA)

Nació

Amorfa y sin culpa de piel marrón y olor a barro un invierno donde la lluvia del sur no se/ duerme, no se apaga sin ella cuánto de tanto habría/ ya extinguídose.

Una noche de luna negra de su espalda salió un tubérculo de masa dura como/ el cuero de tiburón de textura suave, liviana y caliente Largo era el tubérculo que partía sus vértebras largo y peludo se extendía hacia cerros y techos cielos y copas por pavimentos y valles La histérica desplegó alas de mariposa nocturna y un brazo de gorila desde su columna y ojos de mosca y manos sin dedos de brazos sin huesos No era pulpo aunque similar Podía ver en ultravioleta y se reproducía gracias a ella misma cantaba como codorniz

a pesar de su pequeño pico de ave joven Ya no camina se desplaza y con sus enormes ubres rebosadas de agua montañosa alimenta a las crías moribundas de la tierra seca. El desgraciado jamás se mostrará de uñas limpias porque el oficio de recoger no se le dio a las manitos lozanas, esculpidas.

Los desgraciados como él no humedecen sus manos porque los desgraciados como él no se arrugan, se oxidan, les agarra un color naranjo ladrillo, a mandarina o a caléndula muerta, a tétano podría ser o a hueso descalificado teñido con níspero deshidratado.

AQUÍ LA DESGRACIA SE TOMA CON CUCHARA OXIDADA

Un par de manos mide rodamientos con un pie de metro y los selecciona según su tamaño. Le sucede la vida en un segundo al desgraciado. Si es cosa de mirarle la cara para saber que es desgraciado. Se limpia las manos agitado y nervioso con un paño grasoso que cuelga de su bolsillo. Mientras le sucede la vida le suenan las tripas como engranajes manchados de herrumbre.

En tanto, la desgracia habita en sus amorfas formas, se obsesiona con las tuercas de camiones de remolque. Con la poca gracia que tienen sus piernas, un par de kilómetros avanza en bicicleta y busca tornillos, pernos y alambres de púa debajo de enormes estructuras de fierro podrido. Los desgraciados que dedican su vida a recoger tesoros enterrados en el barro bajo máquinas interfectas son ya escasos. Antiguamente se les veía con suave disposición, cabeza gacha buscando fierros y madera. Los desgraciados que consideran que la basura es el gran tesoro han de creer además que los órganos humanos se han convertido en piezas hechizas.

Y mientras sucede la vida relativamente cada quien encuentra como convertirse en basura, escultura, abono o comida, cómo los desgraciados que inventan sueños oxidados a los visitantes y residentes de la espiral que se es parte, cuando nos expulsan, o nos extraen del vientre que albergó tanto engranaje suelto de ideas y escombros.

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