Leyenda
Hace muchos años, vivían en Ierushalaim dos hermanos. Najum, el mayor, era soltero. Elkaná, el menor, tenía esposa y tres hijos.
Najum y Elkaná eran agricultores. Su papá les había dejado como herencia un campo para que lo dividieran entre los dos, pero ellos habían decidido trabajarlo juntos. Es que Najum y Elkaná se llevaban muy bien y disfrutaban compartiendo todo tipo de actividades. Nunca discutían y si surgía algún problema, lo resolvían dialogando.
Así fue como Najum y Elkaná trabajaron juntos durante meses. Araron la tierra, sembraron el trigo, regaron y cosecharon. Finalmente, todo lo cosechado lo dividieron en partes iguales, tal como habían acordado. Aquel año, la cosecha fue muy buena y cada uno pudo llevarse una buena cantidad de trigo.
Una noche, Najum estaba preocupado y no podía dormir. Pensaba: “Yo vivo solo, y no tengo que alimentar ni vestir a nadie. En cambio, mi hermano tiene la responsabilidad de mantener a toda una familia. No está bien que yo me lleve la misma cantidad de trigo que mi hermano, porque él tiene más necesidades que yo”.
Entonces, Najum se levantรณ, tomรณ parte de su trigo y, despacito y en secreto, lo agregรณ a la parva de su hermano. Luego regresรณ a dormir tranquilo, liberado de su gran preocupaciรณn.
Esa misma noche, tampoco Elkaná podía dormir, pues pensaba: “Yo tengo una esposa e hijos. Cuando esté viejo y ya no pueda seguir trabajando, mis hijos trabajarán por mí y me ayudarán. En cambio, mi hermano está solo… ¿Quién cuidará de él cuando envejezca? Tendría que juntar dinero ahora, y guardarlo para poder contratar a alguien que lo cuide en el futuro… No está bien que yo tome la misma cantidad de trigo que él, porque él lo necesita más que yo¨.
Entonces, se levantรณ, tomรณ parte de su trigo y, despacito y en secreto, lo agregรณ a la parva de su hermano. Luego regresรณ a dormir tranquilo, liberado de su gran preocupaciรณn.
A la mañana siguiente, los dos hermanos se levantaron y se dispusieron a trabajar, como todos los días. Era un día de sol radiante que invitaba a trabajar con alegría. Salieron de sus tiendas, y mientras se desperezaban, observaron las parvas de trigo… ¡Qué sorpresa se llevaron al ver que las dos parvas tenían la misma cantidad! “¿Cómo es posible? ¡Si yo le llevé a mi hermano una parte de mi cosecha! Mi parva debería ser más pequeña!”, pensó cada uno. Pero ninguno de los dos dijo nada.
Trabajaron durante todo el día. Por la noche, otra vez se levantó cada uno de los hermanos para llevar parte del trigo a la parva de su hermano. Y a la mañana siguiente, nuevamente se sorprendieron al ver que las parvas ¡seguían estando iguales!
Convencidos de lo que hacían, Najum y Elkaná insistieron en llevar parte de su cosecha también a la noche siguiente. Pero esta vez, ambos se levantaron exactamente a la misma hora. Cada uno caminó lentamente y en silencio. Cada uno llevó una gran cantidad de trigo para aportar a la parva de su hermano… Y de repente… ¿Adivinan qué ocurrió? ¡Los hermanos se encontraron en la mitad del camino!
Entonces, se miraron y comprendieron todo… Sin decir ni una palabra, apoyaron el trigo en el suelo, se abrazaron y lloraron. Dicen que ese mismo lugar, allí donde los hermanos se encontraron aquella noche, es el sitio que eligió el rey Shlomó para construir el Beit Hamikdash, el gran Templo de Jerusalén.
LOS DOS HERMANOS Leyenda Reelaboración: Shoshana Ashkenazi Ilustraciones: Alejandro Murgia Coordinación general: Batia Dorfsman Directora de BAMÁ: Estela Kalinsky BAMÁ 2015