Trastorno del Aconsejamiento Compulsivo Por Erica de la O Conferencista, Master Coach y Locutora Internacional www.EricaconC.com www.LatinoRadioTV.com ¿Pides consejos? ¿Cuántas veces vas en busca de soluciones y terminas aconsejado y aun más confundido? O acaso ¿eres tú el que tiene el consejo perfecto a cada momento? Soy una persona anti-consejos, creo que desde que tengo uso de razón ¿Por qué? Porque siempre encontré y sigo encontrando demasiada incoherencia e incongruencia en los seres humanos, entre lo que te enseñan y en lo que practican, entre lo que dicen que hagas y lo que ellos hacen. Un ejemplo muy común es cuando nos referimos a los abuelos, pues ellos son las primeras personas aconsejadoras, esas que nos cuentas miles de historias, reales o ficticias, pero que nos mantienen siempre a la espera de lo que sigue. No se cansan de hablar, pareciera que es ya la única oportunidad que les queda para poder SER. Los abuelos son seres que muy difícilmente se pondrán a escucharnos, y si acaso lo hicieran, nos interrumpirían con frecuencia porque ellos “ya tiene la solución a TODO”, incluso, hay muchas frases que los distinguen y los suben al pódium de la sabiduría como, por ejemplo: “Más sabe el diablo por viejo que por diablo” Los adultos no es que sepan más, solo han vivido más, han vivido experiencias que los han hecho madurar, crecer o quedarse tirados en el camino ¿o acaso saben más que un niño prodigio?
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“Las experiencias son propias, así también las soluciones, entonces porque querer que los demás hagan lo mismo que tú” – Erica de la O
“No es la sapiencia la que conecta, es la carencia de ella la que saca lo mejor de otro, pues como lo desconozco PREGUNTO para poder indagar y llegar a meollo del asunto” #EricadelaO
NO dudo que las experiencias vividas y las soluciones dadas nos elevan, no solo en sabiduría sino en consciencia, pero eso de saber y de querer que otros aprendan por lo que nosotros sabemos, me parece, desde mis propias experiencias, que es un arma de dos filos que en lugar de apoyar pueden quebrar. Cuando estaba en mis 20s sufría de una gran depresión, y eso me llevó a involucrarme en el mundo cristiano, comencé a saber más de Dios, pero también más de los humanos. Asistí a diferentes credos o maneras de ejercer el cristianismo, esos que te generan miedos y esos que te motivan, pero al final no queda nada. Esos que te jalan a su mundo y luego si se equivocan te avientan frases como: “No me creas a mí, créele a Dios” y eso me causaba mucha ansiedad porque mis miles de pensamientos me decían “el rollo es que, para conocer a Dios, es a través de ti, y si tú fallas y te justificas, me confundes ¿qué hago?”.