CUENTO CORTO - Metropia Magazine

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PREFACIO Cuando Metropia Magazine me invitó a participar en el proyecto como “corrector de estilo” me imaginé que debería realizar una tarea tediosa, parecida a la que hacían los antiguos linotipistas en las Imprentas. Craso error el mío. Encontré allí, por el contrario, un mundo nuevo en donde muchísima gente acude para expresar sus pensamientos, a veces íntimos, sentidos, y siempre genuinos. También encontré que muchos amigos que se acercan al Muro de Metropia Magazine son personas de gran capacidad, que carecen de una oportunidad para dar a conocer sus talentos, y que desean que sus ideas y pensamientos sean considerados. De allí surgió la idea de crear un espacio para quienes poseen la habilidad necesaria de transmitir sensaciones por medio de la escritura. Las palabras han sido desde siempre el camino indicado para la comunicación. Y si las Letras marcan el sendero, el Cuento es vehículo apropiado para recorrerlo. El Primer Concurso de Cuentos Cortos de Metropia Magazine se desarrolló con gran éxito. Más de cuarenta escritores han aceptado la convocatoria, y cientos de nuestros lectores habituales, y también nuevos amigos por cierto, se dieron cita para leer y evaluar a los Cuentos que se publicaron. La consigna ¡¡Hagamos que sea divertido!! que lanzáramos junto con la Convocatoria del Concurso hoy se materializa en este libro, que la Dirección de Metropia Magazine entrega a sus lectores, en donde se incluyen todos los Cuentos que recibieron la preferencia del público, ilustrados por algunos de los mejores dibujantes de Córdoba. Quiero expresar mi agradecimiento a quienes se esforzaron para cumplir con nuestros estrechos plazos (y con la escasa cantidad de palabras) que se establecieron. Vaya también de mi parte un especial agradecimiento a todos los que prestaron su talento para ilustrar estas páginas. Carlos Micca – Concurso de Cuentos Cortos

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La verdad sobre el Infierno Por Dr. Ícaro / Ilustración: Giselle Ivonne Según mi papá: el papá del papá del papá del papá del papá de él, la razón por la que nadie quiere ir al Infierno es por el simple malentendido de una palabra, sí, la historia me la contó así: todo comenzó allá por el año Quiensabecual, Dios y Satanás decidieron reunirse en un lugar neutral de la Tierra —por supuesto se reunieron en lo que ahora es Suiza—, para reconciliarse y más que nada, para arreglar lo de la distribución de almas, ya saben, lo del pago de aranceles por importación y exportación de éstas. Se podría decir que ése fue el primer Tratado de Libre Comercio de la historia. Arreglado esto, los dos comenzaron a platicar sobre sus reinos, lo destacado de esta conversación fue que Satanás le confesó a Dios que en el Infierno había muchos de estos animales, parecidos a los camellos. Dios por supuesto sabía que los animales a los que éste se refería se llamaban “Llamas” y fue entonces 4


CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE cuando se le ocurrió la mejor idea de todos los tiempos: le aconsejó decir a todo el mundo que en el Infierno había llamas y que estaba repleto de éstas, así al enterarse de esto, por su aspecto divertido y peculiar, más gente desearía ir a parar ahí. Satanás agradeció el consejo pues confiaba ciegamente en la sabiduría de Dios. Dieron por terminado el encuentro, se despidieron efusivamente —sólo tienen permitido reunirse cada 100 mil años— y se retiraron hacia sus respectivos territorios. Ya en el cielo Dios llevó a cabo su plan; organizó una reunión inmediata y dio un breve discurso en el que comunicó a todos que el Infierno era un lugar cubierto en llamas, en eternas, ardientes y sofocantes llamas y que todo aquél que se portara mal, sería enviado allí para siempre. Cuando la realidad era que sí estaba lleno de llamas, pero de cuadrúpedas, inofensivas y cómicas llamas, de ésas, no de las otras. Pidió a su equipo de trabajo que esparciera la noticia y que la hicieran llegar a la Tierra lo más pronto posible, para que así nadie quisiera ir al Infierno y todas las almas —incluso las malas— fueran a parar al cielo. Tan grande era su ambición. Satanás se dio cuenta de esto cuando notó que el ingreso anual de almas había decrecido considerablemente, sin embargo poco tiempo después, un ángel caído —el segundo después de Satanás claro está— quien le guardaba rencor a Dios por haberle enviado también al Infierno, le contó todo lo que Dios había dicho sobre el Infierno y sobre las llamas. Desde entonces Satanás lleva muchísimo tiempo planeando su venganza, la cual —según mis cálculos— tendrá lugar el 21 de diciembre del año 2012. El que lea esto y tenga planeado ir pronto al cielo, que les avise, o no.

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Solucionando el Problema (Sonaipa) Por Carlos Alberto Ibañez

En cierta ocasión en que Don Genarito Funes se encontraba tomando unos mates en la galería de su casa, ubicada en El Bajo de Nono, Dpto. San Alberto de nuestra provincia de Córdoba, puede ver que a grandes pasos, por una huella de su propiedad venía hacia la casa uno de sus vecinos, Rosendo Charras. Al ver esto a una de las niñas que se encontraban en el lugar don Genarito le dice: -A ver m’hija, arímese una silla pa darle asiento a Rosendo que al parecer viene bastante apuráo .. Una vez que el Rosendo llega al lugar, nuestro amigo, cordialmente le dice: -Que hace Rosendo, como anda, pase amigo, reciba asiento y tomese unos mates.. -Que asiento ni mates don Genaro…, vengo por un problema.. -Tranquilo muchacho.., reciba el asiento que si hay algún problema seguro le vamo a encontrá la solución… -Que solución, ni solución, e’ un problema grave… -Tranquilizate hombre, ya vamo a conversá, recibí asiento pues… Ante ello Rosendo se tranquilizó un poco y una vez que se hubo sentado don Genarito dijo: -A ver niña cébele unos mates a don Rosendo… Una vez que el vecino estuvo mas calmado el dueño de casa preguntó: -Y cual es ese motivo tan importante que te trae por acá Rosendo???? 6


CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE -Mire Don Genaro, vió el pozo balde que usté está haciendo cavar en su propiedá, cerca del río ‘e Los Sauce???, bueno esta mañana se ha cáido una de mis yeguas y se ha reventáo en el fondo, por lo que vengo a ver como podemo hacer pa que me pague el daño que me ha causado en el animal.. -Ah con que es eso amigo…, bueno, vamo a ver… vó decí que el pozo que estaban cavando está en mi propiedad? -Siii… -Bien.., y que tu yegua se cayó en el agujero ese??? -Si… -Bueno, cuanto vale ese animal?? -Y mas o menos $800 pesos don… -Aja…, está bien, vamo a hacer cuentas, al pozo lo estaban cavando en mi propiedá y tu yegua, que andaba por mi campo, al caerse y matarse en el lugar me ha arruinado el trabajo, bien?; el pozo ya tenía unos veinte metros caváo, así que a razón de siete pesos el metro, llevo invertido en gûeco $ 1400 pesos, por lo que si le descontamos los ochocientos pesos que vale tu yegua me estás debiendo $600 pesos…., pero no te hagá problema Rosendo, me los pagá como puedas…

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El misterio del chirimbolo Por Soledad Velez / Ilustración: Coty Taboada

Hace unos seis meses me mudé sola. Desde el momento en que emprendí esta nueva aventura en mi vida, he tenido unos cuantos percances, así también momentos de gloria, pero no Gloria Trevi sino mejor, a mi no me gusta andar de pelo suelto. Los percances, se convierten en pre cáncer cuando no te anda el calefón en invierno o mejor dicho podría convertirse en un neumonía atroz que me quite la vida por bañarme en julio con agua fría, cuando me lavo la cara a la mañana, el agua no sale por donde debería sino por debajo del “lavabo”, y digo lavabo porque cada vez que digo “bacha” me corrigen, es una pileta, una bacha para agua, como un fuentón pero para las manos. Ante estos inconvenientes, decidí solicitar asistencia a la inmobiliaria que me alquila la casa del terror. Expuesto el caso, la respuesta que obtuve en este lapso de tiempo ha sido nula, aunque desde la otra parte aleguen asistencia, puedo llegar a la conclusión de que la solución no está pronta a llegar. Esto se debe a que la nombrada inmobiliaria, le informa al dueño del inmueble, la situación crítica de la plomería de la casa, y el dueño de la misma decide hacerse cargo de los inconvenientes con sus propias manos:

1° acto. El vecino se hace presente en la vivienda para corroborar y comprobar el deficiente funcionamiento del calefón. Luego de una no exhaustiva revisión del 8


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CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE aparato llega a la conclusión de que hay que cambiar un chirimbolo que hace que la llama se eleve bajo presión y cause el calentamiento inminente de este recurso no renovable también llamado agua. Será cuestión de dirigirse a un proveedor oficial de chirimbolos entonces y adquirir uno nuevo que coincida en modelo, forma y tamaño con este antiquísimo aparatejo del demonio. Conclusión: fecha de entrega y colocación del chirimbolo: hace 5 meses y 17 días. 2° acto. En la inmobiliaria. Pongo al tanto al administrador de la penosa situación y del incumplimiento por parte del locador. -

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Necesito que me arreglen urgente el calefón y las canillas del baño, no cumplieron con la fecha cuando recibí la visita. Voy a llamar ahora al locador para informarle esto.- dijo el don de la inmobiliaria. No hace falta, él bien sabe la condición del artefacto ya que recibí su visita un mes atrás, incluso todavía espero su visita para cambio de chirimbolo. Lo que necesito es que al abrir la puerta pueda encontrar al sujeto con el bendito chirimbolo, mano lista y decidida a colocarlo como corresponde. Muy bien, lo telefoneo.

3° acto.

El vecino se hace presente nuevamente en la vivienda y aunque a esta altura sorprenda, nuevamente llega a la misma conclusión: el chirimbolo no sirve más, hay que comprar otro. ¡Exacto! Eso ya lo sabíamos. Ahora, ¿dónde escondiste el chirimbolo, no lo veo? ¿Es una sorpresa? Y por segunda vez arreglamos cita para poner el chirimbolo que seguía siendo un misterio. Se imaginaran que esta situación a lo largo de los seis meses que estoy alquilando la vivienda se ha repetido numerosas veces sin respuesta, lo que más me sorprende es que el vecino siga creyendo que apareciéndose aleatoriamente para sacar la tapa del calefón, tirarme la ceniza del cigarrillo en el piso y darse cuenta de que tiene que cambiar el chirimbolo, va a hacer que algún día se materialice el mismísimo ya colocado y funcionando a la perfección. Ahora que di por casi solucionado el tema con el agua, el calefón, la presión, la tapa del tanque y todos esos pequeños temas cotidianos, estoy en una etapa de prueba, mejor dicho probando qué tal anda todo, el problema es que a esta 10


CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE altura del partido ya no le tengo confianza a nada de lo que está dentro de esta casa. Cada vez que lavo los platos, una hermosa y potente llama se eleva por los aires y por toda la circundancia del calefón haciendo que tome gran temperatura, lo mismo pasa con el resto de la casa, así que concluyo que ahora no solo tengo un calefón que puede ser comparado con el más púber semental matérmico, sino también un exquisito calefactor a vapor… ¿qué más puedo pedir? En lo posible que no explote todo y me saque un pedazo de cara cuando lave los platos. Eso sería ideal.

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Minuto Por Lucía Municoy

Era una noche estrellada y el Dios del Tiempo quería dar un paseo por el Universo. Para eso, el anciano sacó un reloj de bolsillo, lo colocó sobre su oreja y con voz rasposa invitó a cada uno de sus hijos a que lo acompañara. El primero en aparecer fue su hijo más pequeño, Segundo y a él le siguieron Minuto, Hora, Día, Mes y Año. El viejo Dios del Tiempo tuvo que esperar a que cada uno de ellos tardara lo que debía tardar, pero eso no era un problema para el anciano, por que su propio tiempo equivalía a una eternidad. Cuando todos estuvieron reunidos, comenzaron una larga caminata por el espacio. El padre Dios del Tiempo encabezaba la fila y a paso lento, recorrieron satélite por satélite, estrella por estrella, planeta por planeta. Minuto comenzaba a impacientarse. Él respetaba mucho a su padre pero realmente tardaba demasiado en hacer las cosas y el paseo se hacía eterno. No es que a Minuto no le gustara recorrer el Universo, pero el quería llegar pronto a un lejano planeta del que había oído nombrar y aún faltaba mucho. Ni siquiera habían salido todavía de la Vía Láctea. Minuto miró de reojo a su hermana Hora, que con una sonrisa tranquila escuchaba las historias que Año tenía para contar. 12


CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE Después vio a su hermano menor Segundo. Hiperactivo como siempre, no podía dejar la cabeza quieta. A su izquierda, a su derecha, arriba, abajo. Ninguna dirección se escapaba de los grandes ojos del niño. Minuto se preguntó como hacía el pequeño para entretenerse a ese ritmo. Sin que ninguno de sus hermanos se percatara, Minuto se salió de la fila. Y aunque el Dios del Tiempo les advirtió severamente que no se desviaran, Minuto dio un paso al costado. En ese momento, un agujero negro se abrió debajo de él. Minuto no hizo tiempo de pedir ayuda. El agujero negro lo había succionado. Cuando Minuto despertó sintió un fuerte dolor de cabeza. Seguramente se había golpeado al caer. El chico miró a su alrededor y entendió algo. Por no hacerle caso a su padre, Minuto estaba perdido en algún lugar. Un extraño lugar. Se encontró en un espacio sin horizonte, como el Universo que él conocía, pero blanco, muy blanco. Tan blanco que le lastimaba los ojos. Y él estaba de cabeza, pero sus pies se adherían perfectamente al techo. Por lo que así, boca abajo como estaba, empezó a caminar. Recorrió el vacío lentamente. Estaba asustado. La temperatura, que hasta el momento era cálida y confortable, empezaba a bajar. Se abrazó a sí mismo y continuó la búsqueda del agujero negro que lo trajo hasta allí. Quería encontrar la salida porque comenzaba a sentirse solo. Cansado de caminar, se sentó de un solo golpe en el suelo (o en el techo, ya no estaba muy seguro, porque a medida que avanzaba, la dirección del espacio fue cambiando). Minuto comenzó a llorar. Su sollozo llenó el vacío y cuando volvió a abrir los ojos, el Dios del Tiempo lo miraba con una cálida sonrisa. El anciano abrazó a su hijo. Minuto sintió unas palmaditas en la espalda y después escuchó la voz rasposa y sabia de su padre: - Tienes que darle tiempo al tiempo – 13


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Porque se me dá la gana Por Cecilia Perez Hillar / Ilustración: Iván Wicky

Debía de ser hoy, no lluvia, sol Estaría sentado como casi siempre un, dos, tres... séptimo banco blanco Ni una vuelta menos, música de perchas vestido colorado, perfume azul Descalza? si, mejor, si para no poder correr por si la duda Aliento a menta,inclinarse cuarenta y cinco grados, tomar el rostro con ambas manos morder los labios, lamer los ojos, hundir un beso Porqué? -preguntó el anciano Para que no se te olvide como era - dije yo.

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Encerramiento Por Rodrigo Goñi

Cruce cuando la ciudad dormía, solo algunos pocos circulaban. Aquellos que velan la noche por insomnio, por desconsuelo, aquellos a los que la noche los invita a tomar un trago. Ahí me quede, sentado. Solo, apreciando el silencio de la oscuridad. Sintiendo los susurros de la noche. Me dormí. Desperté con la luz del día calentando mi piel y encandilando mis ojos. Un ruido insoportable; no podía determinar aún de donde venía. Cuando al fin pude reincorporarme, me di cuenta de que el ruido provenía de los autos. Me rodeaban cuatro grandes pilares conectados por caminos; en el medio una fuente de agua abandonada. Cada pilar a mí entender parecía querer representar cada uno de los cuatro elementos fundamentales: tierra, agua, aire y fuego. Comencé a ver que los transeúntes estaban algunos desorientados y otros se sentían a gusto, como en su propia casa. Le pregunte a uno de ellos que parecía conocer el lugar. -

¿Dónde estamos?

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En la Plaza España. –me contestó riéndose.

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CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE Di un vistazo nuevamente y efectivamente pude reconocer que estaba en dicho lugar. Me senté y espere a que se me acomodara la vista para no sentirme mareado. Empecé a sentir nauseas y recordé que había bebido demasiado. -

¿Qué hora es? –le pregunté al mismo sujeto.

-

Las tres de la tarde amigo. Parece que no tuvo una buena noche. –me dijo señalando mi cara.

Me puse en pie y todavía mareado fui tambaleándome hasta llegar al borde de la plaza para intentar cruzar. Me di cuenta de que no podría y decidí sentarme a esperar. Seguí hablando con el sujeto al que le había preguntado la hora y me empezó a contar historias sobre el lugar, todo lo que transcurría ahí dentro. Quienes venían a pasar la noche; los que andaban de paso y ni siquiera notaban la presencia de los demás; los punguistas que andaban siempre por ahí; las parejitas que venían a hacer el amor y así me contó infinidad de historias, algunas creíbles y otras no tanto. -

¿Cómo conoces tantas historias de la plaza? –pregunté.

-

Porque vivo acá. –contestó sin vacilar.

Quede atónito por un instante. Pues no tenía apariencia de vivir en la calle. Siguió con sus historias y así fueron pasando las horas hasta que decidí que ya era hora de irme. -

¿Qué hora es? –pregunté nuevamente.

-

Las cinco y media. ¿ya te vas? –me preguntó con ironía.

No entendí porque el tono en que preguntó, pero decidí ignorarlo; seguro lo había interpretado mal. Otra vez en el borde de la plaza y el tráfico no me dejaba cruzar la calle. No podía pasar al otro lado y estando tan cerca.

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CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE Entonces trate de cruzar por otro lado y tampoco podía. Que extraño pensé. Mientras los autos circulaban continuamente ante mis ojos. Nunca se detenían; no había ningún lapso en el que pudiera cruzar. Empecé a sentirme atrapado, acorralado por los autos. En ninguna parte de la plaza se podía cruzar. Le pregunte a uno de los peatones. -

¿Por donde puedo cruzar?

A lo cual me contestó solamente riéndose a carcajadas y siguió caminando sin decir nada. Le pregunté a una mujer y me dijo. -

Señor, si supiera la respuesta ya hubiera salido de aquí.

La miré desconcertado y no me animé a preguntarle mas nada. Me sentía atrapado, perdido. Me detuve un instante a pensar y me di cuenta de que si esperaba hasta la noche podría salir de ahí al igual que lo había hecho al ingresar. Decidí esperar. Llegada la noche, se me acercó el primer sujeto con el que había hablado. -

¿todavía no te fuiste? –preguntó con una sonrisa jocosa.

-

No ves que aquí estoy. –le contesté irritado.

-

Tranquilo muchacho. Mi intención no es burlarme. Hay una sola forma de salir de ésta, pero tenés que descubrirla vos mismo. –me dijo en un tono paternal.

-

Si ya se, por el mismo lugar que ingrese a la noche. –contesté dudando de mis palabras.

Me convidó un trago y me invitó a fumar. Acepté el primero al otro respondí: todavía no fumo. Así siguió contándome de sus historias y de todo lo que sucedía allí dentro. Todavía sigo allí, atrapado…en la plaza. Escuchando las historias del viejo; bebiendo. Aún no encuentro la salida.

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La trágica historia de un amor sin futuro Por Lisandro Cione / Ilustración: Mauro Ricci

Medio día. Medio día estuve para terminar un trabajo que tendría que haber terminado en una o dos horas. La verdad que no se qué me pasa últimamente… Desde que terminé la carrera y me recibí de diseñadora gráfica no para de llegarme de laburo, pero siento que ya no tengo más ganas de hacer nada. Dentro de todo tengo una buena vida; vivo sola, me doy todos los gustos que quiero, tengo un título, trabajo, todo lo que una persona podría desear, aunque haber cortado con Clarita me mató, fue como si después de eso hubiera quedado vacía, en blanco, sin fuerzas. Pienso en todo el tiempo que estuvimos juntas y me parece increíble que nos hayamos separado. Diez años estuvimos en pareja, desde los dieciséis. Es más, me acuerdo el día exacto en que la conocí, un primer de Marzo, primer día de clases en el Colegio del Sol. Habíamos pasado a Tercero del Polimodal –creo que ahora se lo llama 4º año o algo así– y ella venía de otra escuela, se había cambiado por problemas con los compañeros. Yo hacía varios años que venía yendo a este colegio pero mis primeros meses ahí fueron bastante jodidos y como sabía lo que era no ser bien recibida me acerqué a ella desde el principio. Con el tiempo descubrimos que teníamos mucho en común y nos hicimos amigas, aunque en realidad nos estábamos engañando a nosotras mismas. Sabíamos que había algo más que amistad entre las dos pero éramos jóvenes 18


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CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE y estábamos confundidas, hasta que nos decidimos a blanquearlo, a ser sinceras con nosotras y sobre todo con nuestras familias y nuestros amigos. Sorprendentemente todos lo tomaron muy bien. Bah, casi todos. La hermana de Clarita no estaba para nada contenta con el tema. No con que ella sea lesbiana sino conmigo; no me quería, no me podía ver y nunca pude saber ni por qué. Así y todo peleamos por lo nuestro y por suerte siempre pudimos estar una al lado de la otra. Pasaron días, semanas, meses y llegó el momento de ir a Bariloche, ahí fue donde tuvimos nuestra primera vez. Al poco tiempo se celebró la fiesta de graduación y entramos juntas, bailamos el vals juntas, estuvimos todas las noches juntas, rodeadas de gente que nos quería y nos aceptaba por lo que éramos. Fue uno de los mejores momentos de nuestras vidas. Una vez que terminamos la escuela empezamos a trabajar y a estudiar, nos inscribimos en una misma facultad para estudiar diseño, pero yo tuve que abandonar al poco tiempo porque mi vieja tuvo un accidente y empezó a necesitar una persona que la cuidara todo el tiempo, aunque no pudo salir adelante y en seis meses se nos fue. No pasó ni un año de eso y mi viejo se terminó suicidando; “No puedo más con la tristeza y la soledad. Pero no te preocupes hija, ahora me voy a volver a encontrar con tu madre y vamos a ser felices otra vez”, eso fue lo único que decía la carta que escribió y dejó para mí. Después de eso vendí la casa de mis viejos y con esa plata compré un departamento para que nos fuéramos a vivir juntas. Seis años viví con Clarita y durante ese tiempo tuvimos una relación como cualquier otra, pero mágica a la vez. “Común y corriente” porque las dos teníamos una vida bastante rutinaria; las dos estudiábamos, yo además trabajaba, tratábamos de mantenernos como podíamos con la plata que ganaba, teníamos problemas y discusiones, como cualquier pareja. “Mágica” porque a pesar de la rutina y los problemas siempre nos hacíamos un tiempito para pasarla bien juntas, ya sea saliendo a comer afuera alguna que otra noche o viendo unas pelis con pochoclos los fines de semana. Solas, tranquilas y felices, como siempre soñamos. Un día me despierto a la mañana y la veo armando un bolso para irse. Le pregunto por qué se va pero no me dice, simplemente me mira con sus ojos llenos de lágrimas, deja su juego de llaves y se las toma. Entre estudio y trabajo 20


CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE los siguientes seis meses se me pasan volando hasta que una madrugada recibo un llamado. ¿Quién era? Clarita, llorando y gritando desesperada, pidiendo auxilio. De repente alguien la calla y escucho una voz casi de ultratumba. “¿Estás dispuesta a sufrir para salvar al amor de tu vida?” me pregunta. “Esto es lo que tenés que hacer…”.

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De idas sin vueltas Por Ernesto Antonio Parrilla

A pesar de las personas que iban y venían, no podía pensar en otra cosa. Quería sin embargo que poco le importara la voz que salía de los parlantes anunciando arribos y partidas, con nombres de ciudades que jamás había escuchado. Se había derrumbado en aquella silla de plástico, ajeno al mundo que lo rodeaba. O al menos, con ese fin. Pero aquel ajetreo de rostros desconocidos, de piernas caminantes, de voces parlantes, de historias de otros, le carcomían la cabeza. Y en medio de ese ruido, ella. Engañaba la vista mirando el piso sucio, cementerio de envoltorios olvidados. Pero aquello lo atraía, lo invitaba a contemplar sin entender. ¿Dónde iban? ¿Qué buscaban en la prisa? ¿Cuáles eran sus secretos, sus miedos, sus sueños? Porque en definitiva lo mismo se preguntaba de ella, sobre todo desde la noche anterior. Desde el momento que escuchó de su boca “me voy”, con tono de martillo que cae y golpea, definiendo el momento, oscureciendo el futuro. Se fue por la puerta de la casilla, minutos antes que cayeran las primeras gotas. Aunque ahora era difuso. Quizá las gotas habían llegado después, o en realidad nunca, porque bien podían ser fruto de su imaginación procaz. De todas formas, no estaban en ese momento, mientras la veía irse, sin poder decirle “adiós”.

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CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE ¿Existe palabra para un instante así? ¿Alguien en la terminal tendría la respuesta? Son eternas las respuestas a las preguntas que no se dicen. Acaso él tendría que haberle preguntado dónde iba, por qué. Acaso, quizá… ya era tarde. Cuando una puerta se cruza, no hay vuelta atrás. El destino así lo dicta. El vacío que queda lo sentencia. La noche. Los relámpagos. Puede que gotas, puede que no. Su silueta, el descampado y más allá, el maizal. Las piernas corrieron, el corazón se aceleró. Entonces, sus hombros y su bello rostro girando con indignación. Luego el martillo, no el que golpea con la lengua, sino el que es tan fuerte como una hoz. Cayendo, magullando, lacerando hasta dormir, pesadilla de ojos desorbitados pugnando por huir. Gotas por doquier. Viscosas, oscuras, manchas que penetran la piel. Rápida, efímera, así es la locura. Una mezcla de odio con amor. Un adiós sin palabras, a ella y a la razón. Quiere dejar de pensar, de posar su vida en aquel vaivén de gente que parece querer escapar. Prófugos sin destino, juntos en la terminal. ¿Le preguntaría a alguien hacia dónde iba? ¿Se iría lejos de su existencia mundanal? - Enrique ¿otra vez acá? El sobresalto, la sorpresa. Levantó la mirada, raudo y temeroso. Allí estaba ella, sin siquiera una marca, mirándolo con la compasión de una madre, aguardando una respuesta. - Vamos Enrique, volvamos a casa. Todos los días lo mismo vos. ¿Dónde querés ir? Si no tenés un peso y mucho menos, huevos para dejarme. Se puso de pie tomando la mano que le extendían. Solo cuando la sintió entre sus dedos, supo que la marea humana no lo arrastraría consigo. Sintió pena una vez más. Jamás ninguno de los dos se iría. Fantasía y realidad, vertidas en la misma copa. Caminó a ciegas con los ojos abiertos, la mente en un sueño y el sueño otra vez dormido.

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ALF Por Gabriel Kalemberg / Ilustración: Marcelo Embrioni

“Creeme”, me decís. “Creeme que ya no está”. Entonces me pregunto cuándo fue que dejé de creer. Y no preciso ni siquiera cerrar los ojos para contestarme. Basta con perderme en un punto más allá de tus ojos, que me esquivan mirando al piso, como si ahí estuviera la respuesta a algo de lo que nos pasa.

Soy un chico apenas. Peña folclórica al aire libre… en el patio de una escuela. Los largos tablones de las mesas están poblados de vasos plásticos y servilletas de papel abolladas. Más allá de la peña, la oscuridad es absoluta y la noche estrellada. Delante mío, un escenario iluminado con bombitas de 100 watts y arriba del escenario... Alf.

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CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE Ahora lo recuerdo. En algún momento pude creer que ese sujeto peludo, marrón, con el cierre escondido en la espalda y de casi 1,70 mts de altura, era el mismo que yo veía en la tele. Pero entonces ya no pude. “Es el padre de uno de los chicos del colegio”, te cuentan unos pibes. “Yo lo ví cambiarse”, agrega otro, que automáticamente concentra toda la maliciosa atención de quienes saben están descubriéndole los trucos al mago. Pero esa revelación que poco tiempo atrás te habría causado rechazo, hoy te es indiferente. Seguís parado ahí, frente al escenario, pero mirás con incredulidad. Sin hacerlo conciente del todo, te das cuenta que el niño que tus viejos llevaron a la peña, se perdió entre las mesas cuando descubrió que crecer es aprender a disimular ciertas mentiras. Y a convivir con ellas. “Creeme”, me decís. “Creeme que ya no está... que lo que alguna vez creímos tener se fue. Y no se si estuvo alguna vez. Disculpame”. Me estás dejando. Pero esa revelación que antes me hubiera causado rechazo, hoy me es indiferente. Vos me estás dejando y yo soy otra vez ese chiquito incrédulo parado frente al escenario, diciendo: “Ese no es Alf”. Vos me estás dejando. “No hay problema!”.

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La Hora de la Verdad Por Paula Herrera

El reloj marcó las 12 del mediodía y con eso, marcó la mitad del día. Ese día que no había sido como cualquiera, ni tampoco había sido distinto, solo había sido un día más (hasta el momento). Hacía calor, los pájaros volaban, la gente caminaba por las calles, el sol brillaba y la hora pasaba. Pero algo había cambiado en ese momento cuando el reloj marcó las 12, algo que cambiaria el resto de la historia y sobre todo, esta historia. Como cualquier día fui a trabajar a la oficina y hacer mi trabajo de siempre: archivar papeles, contratos, hacer cuentas, escribir en la computadora, recolectar alguna que otra información importante y en algún tiempo libre tomar un café en el bar de la planta baja del edificio. Todo era normal. Todo era normal, hasta que llegaron. Llegaron en una especie de nave voladora, no sé muy bien cómo describirla, pero era algo así como un pájaro de acero. Eran como nosotros, no tenían nada extraño. Solo tenían de distinto la conciencia. Llegaron y, enseguida, se fueron apropiando de todo lo nuestro y ocupando nuestros lugares. Ocuparon mi oficina, mi asiento, mi computadora y se tomaron mi café, que por cierto, no sabían lo que era, pero me di cuenta que les gustó su sabor debido a la expresión de su cara. Hablaban en otro idioma, pero no era nada complicado ni muy distinto al nuestro, así que entendí la mayoría de las cosas. Eran diez los que bajaron de 26


CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE aquel pájaro gigante, entre ellos mujeres, niños, abuelos y unos animales extraños, con cuatro patas a los que llamaban algo así como “pero”, o “perro” (nunca supe lo que eran, pero parecían amigables). Lo que más me molestó fue su falta de respeto y su indiferencia. Actuaban como si no estuviera ahí. Por ese motivo, salí de mi oficina y, en la calle, me encontré con muchos más pájaros de acero, muchos más “perros” y muchos más de esos extraños. Supe que algo había cambiado y que sería para siempre. Desde ese mediodía, como lo había supuesto, las cosas cambiaron. Al atardecer llegué a mi casa y también me los encontré allí. Nunca supe cómo entraron pero por lo que vi, se sentían cómodos, ya que estaban comiendo y mirando la televisión como si fuera de ellos. Salí afuera nuevamente y me encontré con todos mis vecinos, a los que les estaba ocurriendo lo mismo que a mí. Supimos enseguida que nos tendríamos que marchar. Y así fue. Tomamos sus pájaros de acero y nos fuimos por el mismo lugar por donde llegaron ellos. Después de dar varias vueltas, nos logramos instalar en otro lugar, en otro planeta. Desde aquí, podemos ver el nuestro: “La Tierra”, le decíamos (no sé cómo lo llamarán ahora). Se ve todo igual y eso es lo que más me duele. No evolucionó desde que nos fuimos en aquel año, sino que empeoró y por culpa de ellos. Como siempre fue característico de ellos, se nombraron inventores de la computadora, el televisor e incluso de ser los primeros en tomar café y ahora se jactan de ser los únicos que tienen agua. Pero nadie sabe la verdad. Por eso es que escribo esto, para que la verdad salga a la luz. Ellos nos llaman “extraterrestres” y nos tienen miedo. Piensan que vamos a llegar en una especie de platos voladores y que les vamos a invadir el planeta. Incluso piensan que les comemos a los animales. Y hasta nos inventan nombres como “aliens” o hacen películas y dibujos animados sobre nosotros, pintándonos la cara de verde. Pero no, nosotros no somos como ellos, no vamos a invadir ni comer a los animales. 27


CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE Además, ¿para qué queremos invadir un lugar donde no se evoluciona, si nuestro planeta actual es mucho mejor? Nosotros podemos observarlos y hasta controlarlos si queremos, pero los dejamos que actúen como quieran. Sabemos que están haciendo las cosas mal y que, en algún momento, mi querido planeta Tierra no va aguantar más y ellos se van a tener que ir. Pero no lo van a hacer sin protestar como lo hicimos nosotros. Se van a sentir desprotegidos y entrarán en pánico, como hacen siempre. Dejaremos que escarmienten. John Sulk Año 3125- Planeta Gr… (Mejor no lo digo, a ver si nos invaden)

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La Libertad De Fabiangris / Ilustración: Fernando Amor

Ciento catorce muertos en El Cairo. Puta que lo parió, como está el mundo. El diario dice que murieron en medio de una disputa entre dos grupos que quieren…la libertad. ¿Dos grupos que buscan lo mismo se matan entre ellos? Loco, ¿no? Además, ¿qué carajo será la libertad? Nunca me puse a pensarlo seriamente. Tengo la imagen escolar, el Himno: “Libertad, libertad, libertad…” chan, chararán chararán, chan chan. ¿Qué es la libertad? --Hola Fabián, ¿qué te anda pasando? Los médicos, desde su altar imaginario, te tutean. No te conocen, a veces son mucho más jóvenes que vos, pero, de antemano, te miran desde arriba. --Mirá Alejandro, he tenido neumonía y mi médico de cabecera me derivó a vos para una interconsulta. Lo trato de igual a igual. Me dan bronca los usos tipo: “¿Ramona González? Pasá y sentate ahí que ya vuelvo. Gracias doctor, vaya tranquilo.” Él, treinta años; ella, setenta y cinco. --Humm…esperame un ratito mientras estudio la tomografía.

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CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE --Dale. Se lleva el CD. La espera se hace mucho más larga de lo que es. ¿Qué encontrará este tipo? Al fin, vuelve. --Mirá, hay un nódulo opaco con aspecto de malignidad. --Mierda…malignidad. --Sí, pero está acotado, aún no invadió ningún ganglio, es subcentimétrico, no afecta al mediastino y…habla, habla, habla. Maligno. Tumor maligno. La palabra maldita. Cáncer. Mierda. --Tranquilo, es operable. Pero te recomiendo que no vayas a estos cirujanos modernos que operan con técnicas mínimamente invasivas…habla, habla, habla. ¿Y si me muero? No tendré que pagar más impuestos, ni preocuparme por los requerimientos de la AFIP, ni por los líos en que se meten mis hijos en Buenos Aires. --¡Hola viejo! --Josema, ¡qué alegría! Un domingo tempranito, por la mañana. El menor de los varones le puso seis horas desde Baires hasta mi casa en las sierras. Ochocientos kilómetros. No le puedo decir nada porque aprendió de mí. Yo hice lo mismo muchas veces. A ciento sesenta kilómetros por hora… ¡y cuando no había autopista! --Mirá papá, resulta que…habla, habla, habla. Mierda. Qué quilombo. Veré que se puede hacer. Tampoco deberé preocuparme por la casa, ni por mi mujer rompiendo las pelotas. --Fabián, hay una gotera en mi cuarto y está estropeando el cielorraso de madera. --Ya la vi. Le dije a Miguel que venga a arreglarla. --¿Y cuándo va a venir?

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CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE --Qué sé yo. Ya sabés como es. Cuando necesite plata vendrá. --No deberías darle más trabajo. Hace lo que quiere, viene cuando quiere, sos demasiado blando con él. --No hay otro en este pueblo que resuelva estas cuestiones. --No, no, no…te ha tomado de punto. Te usa cuando te necesita y…habla, habla, habla. --Mirá Fabián, los cirujanos actuales operan usando una técnica “de espejo”. Te hacen un tajito de diez centímetros, pero no ven lo que sacan. En cambio, yo, con un tajo apenas más grande –ponele, quince centímetros- abro el tórax y veo lo que estoy sacando. Y te garantizo que saco todo lo que haya que sacar. --Y sí – le digo – total, a mi edad tajo más, tajo menos. Me cago en la estética. ¿Y si me muero? No me tendré que ocupar de la perra que hace siete días que no quiere comer, y ya no sabemos qué hacer con ella –el veterinario dijo que la dejemos, que ya comerá, que está “emperrada”-. La perra emperrada, ja, ja. ¿Cuánto tiempo puede estar sin comer? De cuántas cosas más no tendré que ocuparme, de cuántas…pienso, pienso, pienso. --Bueno, Alejandro, quedamos así: hacemos una TAC de control en un mes y te la traigo. Ahí decidimos. Haceme la receta, por favor. --Listo Fabián, que estés bien. --Chau. Gracias. Nos vemos. ¿Y si me muero? La libertad…la libertad… ¿la libertad? ¿Qué creías? La muerte es la libertad, boludo.

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Traía en sus manos (la Historia del Chino) Por José Mumo Traía en sus manos, pedazos de su infancia, jirones de besos, caricias sin alma. Era huérfano de amor, de padres y de cariño, cosas que por ser niño, faltaban ya sin pudor. Vendía sus estampitas, al final de la colectora, pedía cuando podía, monedas para comer, lo veíamos correr, al llegar la policía, pues la gorra le sacaba, lo que tenia para vender. Creció como crecen muchos, sin alas para volar, sin ánimo de soñar, solo en su soledad, con códigos que a su edad, solo podían poner, delincuencia a su existir. Decía que iba a morir, como murió su papá, a tiros iba a entregar su vida, contra la cana. Caminaba así a lo chueco, con la gorrita a un costado, pantalones azulados, celular de aquellos nuevos, que le quito a algún cheto, del colegio de la Estrada. Lo nombrábamos el chino, nunca nos dijo su nombre, tenía sus dientes tan blancos, como blanca era su edad, no respetaba bastante, contestador a mansalva, sí nadie en su corta infancia, puso límites a su andar. Un día de tantos otros, llegó pasado de droga, la conseguía

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CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE barata, era de aquella que hoy, se convirtió en un flagelo, y a tanto pibe mato. Lo pusimos a dormir, en un banco del mercado, estaba por demás cansado, pues venia de robar, del otro lado del barrio, cuando despertó asustado, pensando que estaba preso, se largo ahí a llorar, gritaba que lo perdonen, pedía por su mamá, aquella que lo dejara cuando tenía dos años. Le dimos café con leche, medialunas de manteca, de las cuales solo comió una entera, a las otras las cortó, en cuatro pedazos iguales, uno para cada hermano, que a la noche no ceno. Así era el chino, un pan de dios , unos de los tantos olvidados por el barba, caminaba su miseria, con una sonrisa sin dientes ,su niñez le iba dejando cicatrices de las bravas, alguna que otra entrada , a la comisaria del lugar, servía para saber cómo iba a terminar. Un día de aquellos fríos, llovía torrencialmente, lo vimos llegar, era la una de la mañana, el frio calaba los huesos, estaba con un buzo apenas ,mojado de pie a cabeza , cuando le preguntamos qué hacía , nos conto de su hermanita enferma, como no tenían para remedios, se vino en semejante clima a pedir monedas, para comprarlos. Su hermana se le murió en los brazos, una neumonía le recorto la infancia, la neumonía y el hambre. Así creció este chango , carente de todo, dispuesto a morir por su forma de ser, de vivir ,de sentir, por mantener vivos a sus hermanos, aunque fuera ese su último aliento, quien le enseño esto, nos dijo un día que no sabía, solo que le nacía de adentro ,seria tal vez el instinto , ese que nunca falla, de hermano mayor, es que cuando quedaron solos, en su último suspiro el padre, le pidió que los cuidara, y eso el chinito, lo hacía muy bien. Sonreía… y el mundo cobraba vida, comprador como pocos, bravo como ninguno.

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CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE Lo encontré un tiempo después, su cuerpo deteriorado, por el consumo, de alcohol y drogas varias, era un remedo de infancia, es que la edad del chinito rozaba los catorce, y su vida llevaba la velocidad, de lo marginal, de lo ilegal, de la miseria extrema. Me conto como pudo, que había caído varias veces, que la policía lo buscaba, aunque sabia donde vivía, solo para que trabajara para ellos. Así paso aquella charla, mi sensación inmediata fue de lagrimear, es que tantas veces, le dije que estudiara, y el solo me decía, para que pelado, eso no me da de comer, ya fue decía, y era verdad ya había sido, el tiempo se iba, y en él se iba su niñez. Murió tiempo después, así como pensó que iba a morir, dejo entre sus cosas una carta, para sus hermanos… Donde les dejaba este consejo: no sean como yo, no roben, estudien, sean buenos, busquen a la mami, díganle que la ame siempre, que la perdono. Me voy con la Gise, y con papá, estaba muy arrugado el papel, señal que hace mucho lo había escrito, terminaba la esquela con esta frase. “Les dejo un abrazo, no me olviden”. Nadie fue a reclamarlo, su cuerpo niño quedo tirado, en una fría morgue, así como había vivido, solo de toda soledad.

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La chancha con cadenas Por Rosana Nelli Un alma chancha, semi campera, es la asusta que suele aparecerse por el Noroeste de la Provincia de Córdoba, en los pequeños poblados de las estribaciones de las Sierras Grandes, poco antes de las Salinas de Catamarca. Ha sabido vérsela por los departamentos de Ischilín, Tulumba y Sobremonte, pero hay quien dice que alguna vez también llegó a Río Seco (a la Mar de Ansenuza), y hasta a Barranca Yaco y Mula Muerta, en Totoral. Y aún pobladores de detrás de las montañas, dicen que en Caminiaga y Cerro Colorado, también se la ha percibido. Como quiera que sea, el epicentro de la Chanch ha estado entre Quilino y Villa Quilino, en donde se ha presentado con mayor asiduidad. Pero donde quiera que se la vea, la Chancha con Cadenas tiene siempre dos versiones: o es una cerda diabólica, enteramente renegrida, y emprende desquiciadas carreras en medio de la noche causando el mal a quien la encara,o es simplemente un alma en pena, negra, roja o baya, que ronda lastimera en las tormentas nocturnas, plañendo su desgracia.Pero es siempre una mujer maldita, que arrastra sus cadenas y purga sus pecados y de gran elusividad, ya que, si

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CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE se la quiere ver y se la busca, se desvanece; y también los estrépitos de su carrera fantasmática. Especialmente espeluznantes son los relatos de los que la oyeron en Quilino y San José de las Salinas; ahí, se la supo ver en las noches de plenilunio y luna nueva, en chisperío al contacto de sus cadenas con los fierros de las vías, perseguida por sus fuegos, llorando desbocada. Y que en noches aborrascadas de primavera, al ulular del Pampero, o en oscuras madrugadas de intolerable zondear, rodeaba los cementerios y al ruido de sus eslabones malditos, las viejas se persignaban y los niños se hundían más entre sus mantas…. y había aún quien le encendía velas, para espantarla o pedir la Santa Intercesión para sus faltas. Cuando a principios de 1980 el gobierno retiró de facto el ferrocarril al Oeste, hacia Catamarca, las poblaciones languidecieron: San José, Quilino, San Pedro, Jaime Peter, Chuña, Huascha, La Juanita, la ciudad misma de Deán Funes y otras muchas, decayeron penosamente. También languideció la Chancha con Cadenas. Actualmente, todo el norte y la zona de frontera comprendida entre las Salinas Grandes y las de Ambargasta, y de Sumampa, declinan poco a poco, asediados por la crisis, la incomunicación y los depredadores con cédula legal. Ya no se oyen los ferrocarriles ni el sollozo del crispín en las ramadas; escasean el monte, los delicados guazunchos, los pecarís, los pumas, las palmeras. Los antiguos pobladores, despojados, emigran a los márgenes ominosos de la ciudad capital. Entre las pavorosas hojas de la soja mutante, como en las praderas de algún planeta

extraño,

sólo

se

escucha,

desolado,

el

ulular

del

viento.

Y, muy, muy, de vez en cuando, las carreras fantasmas del Almamula y de la Chancha con Cadenas, que se resisten a migrar. 37


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El sueño eterno de Camila Metz / Ilustración: Chumbi

Era un día como cualquier otro. Juan se despertó con el sonido de su alarma, miró la hora. Pensó en todo lo que debía hacer antes de ir a la universidad y comenzó a prepararse. Sí, era un día normal. El sol brillaba como de costumbre, el reloj marcaba las 7.30 y, como siempre, Juan estaba atrasado. Pero era un día silencioso, muy silencioso, demasiado. Juan bajó las escaleras y no oyó ruido alguno. Ni siquiera el choque de las tazas, como cuando su mamá preparaba el desayuno. Tampoco escuchó los maullidos de Buffy, que al escuchar el despertador comenzaba a maullar para que lo dejaran entrar a la cocina. Juan pensó que quizás su madre había ido de compras por algo que faltaba y que su padre ya había partido hacia el trabajo, porque era tarde. Lo cierto es que tomó una manzana y decidió comerla de camino. Agarró su abrigo, su maleta y casi olvida su billetera. La parada quedaba a tres cuadras de su casa. El barrio de Juan no era de los más poblados, o al menos, no lo eran esas tres cuadras que separaban su casa de la avenida principal. Pero él acostumbraba a caminar por esas calles solitarias desde temprano. 38


CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE Ese día no se escuchaban ni autos, ni motos de la avenida. El diarero de la esquina no estaba. Ni tampoco Mónica, la vecina que todos los días baldeaba el frente a la misma hora. No se escuchaba nada absolutamente: nada. Llegó a la parada y no había nadie. Los negocios, cerrados. Juan comenzó a

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CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE desesperarse. Recorrió la ciudad entera y no halló vida alguna. Él no era una persona de las más sociables. Y aunque disfrutaba de estar solo y le fastidiaban los lugares donde había mucha gente, nunca había deseado tanto la compañía de alguien como ese día. Comenzó a llorar, comenzó a gritar. Buscando una respuesta que nunca llegaría. Esperando encontrar a alguien que nunca aparecería. Pero nada pasó. Podía sentir los latidos de su corazón cada vez más fuertes. Él, y solo él, era el único ser con vida a kilómetros a la redonda, el único ser que emitía sonido en una ciudad tan silenciosa, o quien sabe, en un mundo tan silencioso. De repente, sintió que el corazón se le salía del pecho. Trataba de respirar profundo, pero sus esfuerzos eran vanos. Comenzó a sudar, a temblar, los más horribles pensamientos pasaban por su cabeza. Cerró los ojos con fuerza y, de un sobresalto, los abrió. Otra vez estaba en su habitación, recostado en su cama. El reloj marcaba las 7.10. En unos minutos sonaría la alarma. ¡Qué alivio! Pensar que fue solo un sueño - pensó. Se bañó, se cambió, preparó sus cosas y nuevamente bajó las escaleras. Había mucho silencio. Juan recorrió la casa y no había nadie. Siguió su rutina como si nada, obviando su sueño y creyendo que solo era eso: un sueño. Algo que había salido de su cabeza, que no tenía vinculación alguna con la realidad. Se sentó en su lugar de siempre y encendió la TV. Hoy el noticiero de las 7.30 no empezaba y el reloj ya marcaba las 7.45. Pareciera al sueño- exclamó sonriente, como si se tratara de una broma. Tomó sus cosas y salió a la calle. Todo era más que silencioso, igual que el sueño. No había nadie en la calle, ni el sonido del motor de los autos de la avenida, ni nada. Ni la vecina, ni el diariero. Nadie.

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CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE De pronto, comenzó a sentir un ruido, un ruido lejano. ¿Qué era? ¿De dónde provenía? Un sonido agudo y desagradable, tan desconocido. Pensó que venía del cielo. Miró, y nada. A la lejanía, tampoco había nada. El sonido comenzó a invadirlo por completo. Comenzó a sentir que se desvanecía, sentía que perdía sus fuerzas poco a poco, sentía que se desvanecía en un instante. Y en un instante, y ya en el suelo, Juan no sintió más nada. El ruido seguía y Juan, confundido, cobró vida. Abrió sus ojos. ¿Qué era ese sonido? Le tomó un segundo darse cuenta. ¡Era su alarma! Eran exactamente las 7.30. Sacudió su cabeza, frunció el ceño, y se levantó. Que sueño tan raropensó. Comenzó a prepararse, apurado para no llegar tarde. Se cambió, tomó sus cosas y comenzó a bajar las escaleras. Pero ese día no era un día normal, era un día silencioso. Un día muy silencioso…

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Buscando una Historia Por Mercedes Valente Ese sábado, Matías había quedado solo en la casa. Cansado de aburrirse con la televisión, pegó un brinco y apagó el televisor. Se tiró en un sillón del living con la vista fija en la pared que tenía frente a él y sacando una fibra negra de su bolsillo empezó a escribir, mientras susurraba: “al caballo le voy a poner VIENTO; al chico que lo monta, DAVID; el campo por el que cabalgan se va a llamar TERCIOPELO VERDELIMA; y el perro lanudo que corre al lado será SALVADOR. Al corral que está en el fondo le pondré EL DESCANSO”. Ahora el problema son las ovejas, pensó; deben ser alrededor de cien. ¿Cómo hago para nombrarlas a todas? Meditó unos minutos y se dijo: “¡Ya sé!” elegiré a una como jefa de un grupo y con diez nombres completo el rebaño”. Seleccionó diez ovejas robustas y les fue encontrando los nombres. Así aparecieron: ESPUMA, BLANQUITA, MULATA, NUDITOS, ROCÍO, BONITA, ARISCA, PAQUITA, PETISA Y LEGRÍA. Ya tenía casi todos los personajes, sólo faltaba un nombre para el árbol que estaba al lado del corral, que como era tan grande, decidió llamarlo GUARDIÁN. Y así lo escribió. Se quedó largo rato mirando la pared. Había encontrado una historia.

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CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE No notó la entrada de su madre, hasta que la escucho: - ¡Matías! ¡Qué hiciste! ¡Dios mío, qué hiciste!- gritaba al tiempo que se iba acercando lentamente hasta el cuadro que colgaba de la pared principal del living. Matías la miraba atemorizado. Se quedó donde estaba sin decir palabra. - ¡No puede ser! ¡Esto no puede ser! ¿Tenés idea de lo que hiciste?- le preguntaba sin quitar la vista del cuadro- ¿Cómo pudiste? ¿Te das cuenta? ¡Arruinaste el cuadro del abuelo! Matías seguía callado. - ¡Este cuadro tiene más de 70 años! ¡Es una obra de arte! ¡Una herencia de mi papá y vos la despedazaste! Se lamentaba angustiada. Matías nunca había visto a su madre así y se animó a decir tímidamente: - Ma, lo único que hice fue ponerle los nombres. . . - ¿Cómo que le pusiste los nombres?- interrumpió enojada. - ¿Te estás burlando Matías? No, má, escuchame. A mí siempre me gustó ese cuadro, pero ahora me gusta más porque encontré la historia. -¿Qué historia?- replicó la madre- ¿De qué me hablás? ¡Lo único que veo son todos esos garabatos sobre el lienzo! Y diciendo esto se desplomó en el sillón, recostando la cabeza en el respaldo. Matías se acomodó a su lado y desembuchó la historia que galopaba en su interior. -Escuchá má: VIENTO y DAVID están cabalgando por el TERCIOPELO VERDELIMA. VIENTO con sus largas crines doradas y DAVID sentado sobre la montura con la espalda bien derechita y su gran sombrero marrón. Al lado de 43


CUENTO CORTO – METROPIA MAGAZINE ellos va corriendo SALVADOR, casi a la par de VIENTO, estirando sus patas delanteras, sacudiendo ese largo y brillante pelo. Están agrupando el rebaño, ya lo están llevando hasta EL DESCANSO, ahí van entrando las ovejas, ¿ves má?, con la jefa adelante que las va guiando en grupos, ¿ves? Acá vienen las ovejas de ALEGRÍA, las de NUDITOS, y las de ESPUMA, BONITA, ROCÍO, BLANQUITA, MULATA, PAQUITA, PETISA Y ARISCA. Las de ARISCA siempre son las últimas; esas ovejas son las más desobedientes del rebaño. Ahora ya están todas adentro del corral; VIENTO, DAVID Y SALVADOR se van a descansar tranquilos, no quedó ninguna oveja suelta y además, ¿ves ese árbol gigante que está al lado de EL DESCANSO? Bueno, ése es GUARDIÁN, se queda todo el tiempo parado cuidando a las ovejas. ¿Y sabés qué, má? Tiene todas las ramas llenas de nidos repletos de pájaros que ya están durmiendo bien protegidos porque GUARDIÁN también los cuida a ellos. Lástima que se fueron a dormir temprano y no pude ponerles los nombres. Y má, ¿te gustó? ¿Viste que ahora el cuadro del abuelo es mas lindo? - Sí Mati, ahora es mucho más lindo- dijo la madre suspirando resignada y agregó: -seguro que el abuelo debe estar muy feliz con tu historia.Luego, abrazó a su hijo y le besó la frente.

FIN

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“CUENTO CORTO” Es un producto de Metropia Magazine © 2012 E-Book de libre distribución. Prohibida su venta. Todos los autores conservan sus derechos autorizando a Metropia Magazine a incluir sus trabajos en esta publicación. Prohibida la reproducción total o parcial de la obra sin el consentimiento expreso de sus autores. www.metropiamagazine.com.ar

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