Cuestiones de actitud y de corazón

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Cuestiones de actitud y de corazón Columna publicada en El Puclítico, 9 de Enero de 2012 Este 4 de enero, primer día de la “Semana del Postulante” en Casa Central, dio oportunidad a los postulantes a la UC no solo de conocer más acerca de las carreras de su interés, sino también de oír de parte de sus futuros y más antiguos compañeros, la situación del alza de aranceles informada hacia diciembre. A su vez, aunque de manera tenue –lo que es explicable por el período de vacaciones-, dio inauguración pública a nuestro 2012 en materias de “política universitaria” o, como prefiero llamarla, “representación estudiantil”. A la entrada del Centro de Extensión, los transeúntes se encontraron hacia el mediodía con dos manifestaciones simultáneas, a simple vista semejantes. Los más, arribando más temprano al lugar con pancartas de diverso tamaño, megáfono e incluso un stand explicativo del alza de precios y la composición socioeconómica del estudiantado UC, atendían al llamado de manifestación pacífica realizado por diversos Centros de Estudiantes. Los menos -un grupo de tres gremialistas- también se presentaron en dicha puerta, algo más tarde, para entregar copias de la declaración con la que el MGUC manifestaba su inquietud respecto al tema, siendo recibidas no solo por los futuros novatos, sino también por los primeros manifestantes. A cambio, recibimos algunas copias de sus volantes. ¿Qué tenían de diferentes? Nuevamente, se repetía una constante presente durante 2011. En lo general, había un consenso. Si el año pasado habían sido las demandas en materia de educación y varios tópicos del proceso “UC Reforma” las que parecían legítimas a solidarios, gremialistas, OI, NAU y Crecer, comenzando este parecía que las alzas eran una situación digna de lamentar. Sabemos cómo se desarrolló el movimiento estudiantil en la UC durante el pasado año. Por un lado figuraron quienes, adhiriendo a la necesidad de reformas, decidieron actuar proponiendo desde sus principios lo que fue crítico para la manera en que el movimiento se desempeñó en las calles y luego dentro de la propia Universidad, cuando la tensión y el afán de imponerse sobre otros se volvieron tentaciones reales para los contrarios-, además de cuestionar el rol de nuestros representantes como una suerte de pajes de líderes que encarnaban un petitorio que sobrepasaba, por momentos, lo educacional. Otros, también adhiriendo a las demandas, prefirieron invertir mayoritariamente sus esfuerzos en contribuir a mostrar el movimiento ante la opinión pública como un grupo mayoritario, no violento, pero decididamente exigente, y valoraron el papel relativamente protagónico que nuestros representantes tuvieron. Entre ellos participó una facción maximalista que abogaría, obteniendo mediano éxito, por imponer


su decisión –valiéndose de su fuerza de voluntad y la posible justificación que proveían las circunstancias- por medio de dos tomas. Aunque resulta prematuro realizar proyecciones para este año, ambos volantes y ambas manifestaciones reflejaban, a la vez que el consenso básico, dos estilos distintos de afrontar el mismo problema (o desafío). Esta fue la clave de la diferenciación durante el año pasado y el ejemplo parece señalar que nuevamente jugará un rol preponderante la cuestión de actitud, de estilo, de forma, de método. El cómo sí importa. Mientras unos saludaban en su declaración las medidas adoptadas por Rectoría, aunque señalando que solo podían ser entendidas como parte de un proceso rumbo a una mayor inclusión, los otros las informaban para que los postulantes las obtuvieran y se unieran a ellos en su proyecto. Mientras unos solicitaban mayor transparencia hacia los alumnos en la política arancelaria, otros presentaban a la autoridad universitaria como indolente. Mientras unos manifestaban su disposición a trabajar con la autoridad y los representantes, otros insinuaban que la UC no sería el paraíso que se dice, sino que su elitismo, poco pluralismo e incluso cierta marcada línea política (lo que no explicaría la presencia de muchos de estos manifestantes dentro de ella) serían el pan diario de la Universidad, que claramente había que cambiar. Este 2012 las cuestiones de actitud parecen ser puntos clave no solo para el devenir del movimiento estudiantil, sino también para dar una solución seria al problema arancelario -que corre siempre el riesgo de verse olvidado hasta fines del próximo año-, así como también para alcanzar adhesiones firmes por medio de un trabajo serio en pro de los estudiantes y la Universidad. Como gremialista, creo que el Movimiento Gremial posee la oportunidad de canalizar o articular por medio de un discurso constructivo – pero a la vez, mucho más activo y presencial- una propuesta eminentemente universitaria que evite los vicios que empañaron las demandas legítimas durante el año pasado. Ahora bien, las actitudes también hablan de corazones y de la convicción, idea o creencia que impulsa a actuar en la realidad. Algo que de veras me preocupa de muchos de mis compañeros que están bajo las banderas de este otro estilo, es la posibilidad de que su crítica apasionada pueda llegar a ser nada edificante para la institución de la que participan. Por momentos, me lleva a pensar en la carencia de una identificación genuina con su espíritu y propósito. Ese desprecio a la universidad, expresado solo parcialmente durante la manifestación del 4 de enero, pero del que vimos mucho durante 2011, se encarna en la falta de voluntad para entablar diálogo, en esa exaltación de la manifestación como vía incuestionable de expresión, en ese suponer mala voluntad en cada acto que la autoridad universitaria realiza, y sin embargo, ser alumnos por libre


voluntad de nuestra casa de estudios. Se me hace más parecido a una presencia interesada, buscando usufructuar del prestigio, pero sin comprometerse a cuidar de ella, haciendo una crítica que va más allá de la sinceridad, y que así como puede apoyarse en el ingenio, puede también valerse, si se requiere, de la mordacidad o de la grosería; es decir, es una actitud que omite intencionalmente el considerar que la forma también constituye lenguaje. En definitiva, se parece más a la actitud de un cliente insatisfecho con su producto, que a la de un estudiante comprometido con lograr cambios acordados y razonados.

Alejandro Tello Licenciado en Historia Columnista El Puclítico


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