Antologia cuentos y chistes

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2014

[Escriba la dirección de la compañía]

Antología de Cuentos & Chistes Español 3° Grado Prof. Mitzi Zuleima Cabrera Rodríguez.

Lorena Michelle Tovar Ruiz


ÍNDICE Portada…………………………………………………………………………………………..1 Índice……………………………………………………………………………………………..2 Introducción……………………………………………………………………………………...3 Prologo……………………………………………………………………………………………4 Agradecimientos…………………………………………………………………………………5 En la Cuidad Fantasma…………………………………………………………………………6 Las Patas de la Cama…………………………………………………………………………..7 No Acampes con Extraños……………………………………………………………………..8 Los Demonios de mis Vecinos…………………………………………………………………9 El Brillo de tus Ojos……………………………………………………………………………..10 Chistes...………………………………………………………………………………………….12 Conclusiones…………………………………………………………………………………….15 Bibliografía……………………………………………………………………………………….16


INTRODUCCIÓN Una antología, en su aspecto perfectivo, acabado, obviando el esfuerzo del proceso, supone, en cierto modo, el enmarque optimizado y apuntalador de un elenco de escritos o flujo coherente de materiales, de una diacronía de género literario, autoral o temática, entre otros, y, por ende, una clausura o filmación factible de límites compilatorios más o menos amplios, bajo criterios aceptables en mayor o menor medida, cuyos elementos unificados y articulados en un compartimento estanco podrán, a partir de entonces, barajarse cognoscitiva y catalogadamente, sin temor a perderlos en la evasividad del fuera de plano. En el caso de una antología sobre cuentos de fantasmas, la empresa resulta una tentativa harto sugerente y gratificante por cuanto significa, permítasenos la ensoñación, una caza de espectros a lo largo de la tradición literaria, lo cual lleva indefectible e indirectamente a un rastreo del acervo fantasmagórico en la cuentología o literatura oral universal. Y he ahí el iris palpitante de esta curiosa iniciativa: minar analíticamente la gran cantidad de textos, la mayoría pertenecientes a la época ténebremente dorada del fantasma victoriano, bebiendo del bagaje inmemorial de otras épocas, para documentar las derivas literarias del fantasma, aquello que se supone evanescente e inviolablemente elusivo. Fantasmas y literatura son realidades o abstracciones cuyo maridaje y engarce es más íntimo de lo que en principio cabría pensarse. Para constatar tal aserto no me remitiré, como de inmediato harían los fervientes seguidores del canon, al espectro de Hamlet, ínclito a todas luces, si bien uno más, simplemente uno cualquiera, en cuya textualidad, significante y significado no se agotan ni mucho menos las posibilidades semánticas y simbólicas del concepto. El fantasma es algo más que esa aparición Shakespeariana y bastante más, ni qué decir tiene, que la arquetípica imagen de la errática efigie ataviada con sábana y cadena arrastras. Es mucho más que eso, claro, y con tal conciencia abierta debería el lector enfrentarse a las páginas de esta antología, porque de compilaciones tópicas de fantasmas están llenas ya las estanterías. Dicho lo cual, planteamos nuestro reto, el de esta colección. Teníamos que hacer algo nuevo. Para no perder el hilo de nuestras disquisiciones, espero, volvamos a esa ligazón que planteábamos entre la literatura y el fantasma.


PRÓLOGO Dentro del género de la literatura de terror, el relato de fantasmas es una de las formas más consolidadas y cultivadas a lo largo y ancho de una tradición que, en conexión con la vertiente oral y popular que la precede, se remonta a tiempos remotos. El fantasma como talante cede en sí al hecho literario. Y es que han existido fantasmas (imaginarios o no) desde el instante en el que el ser humano vislumbró —o anheló— la presencia en sí mismo de una dimensión espiritual, de un algo indefinible que nos ligaba a un más allá del que, hipotéticamente, se podía retornar para entablar una nueva relación con la existencia cotidiana. Nuestras ansias de encontrar respuestas a las preguntas más complejas de nuestra vida (de dónde venimos, adónde vamos cuando se produce el instante ora temido, ora esperanzado y siempre misterioso de la muerte) propició que nuestra mente, o nuestro sentimiento, proyectaran mediante la imaginación o la experiencia propia —no seré yo quien la discuta— los contornos espectrales, más o menos indefinibles, de una intangible forma ectoplasmica que, en última instancia, implica un deseo ferviente de inmortalidad. El fantasma nos trae a la memoria el hecho de que la muerte es la única certeza de nuestras vidas, y, sin embargo, se trata de lo más ignoto, lo más desconocido, lo más misterioso que nos acecha.


AGRADECIMIENTOS A mis abuelos por contarme tantas leyendas de misterio y terror. A mi madre por apoyarme durante este proyecto. A mis amigos por motivarme a escribir. A mi hermano por sacarme esas sonrisas cuando el trabajo me estresaba.


En la ciudad fantasma Aquella era una ciudad fantasma. Atravesábamos en camioneta una zona devastada por un huracán hacía ya unos años, pero que debido a la magnitud del hecho todavía seguía deshabitada. Mi amigo Jeff me invitó a recorrer aquel lugar; un conocido de él llamado Stephen era nuestro guía. Me asombró la gran extensión de la zona afectada, ahora abandonada a la naturaleza. Cuadras y cuadras de casas vacías. Ventanas rotas, puertas abiertas a interiores sombríos y malolientes, fachadas que comenzaban a resquebrajarse, eso era lo que se veía hacia donde se volteara. Y había algo más que creí que solamente era una impresión causada por el aspecto del lugar: aunque no veía a nadie igual me sentía observado. Ya tenía ganas de irme de allí y estaba por decírselo a Jeff cuando, repentinamente en el tablero de la camioneta empezó a parpadear una luz roja. Es el motor -observó Stephen. No me diga que se está por descomponer -le dije. - No, tal vez no, a veces los censores exageran. Seguramente nos da para salir de aquí. - Eso espero -deseó Jeff-. Porque no creo que una grúa venga hasta aquí. - No, no vienen, pero va a aguantar -afirmó Stephen, aunque no creo que estuviera convencido. A esa hora el sol ya estaba muy bajo, y las sombras se extendían por las calles. Anduvimos unas cuadras más y la camioneta se detuvo. Nos bajamos y fuimos a revisar el motor, que apenas quedó al descubierto nos cubrió con un humo espantoso. - Está liquidado -sentenció Stephen, evidentemente asombrado. Según él mantenía a su vehículo en perfecto estado, lo que me hizo pensar si aquello solo sería mala suerte. Para empeorar el asunto, los celulares no tenían señal, algo que me resultó muy extraño. No quedaba otra cosa, debíamos caminar por aquel lugar inquietante. Aunque apuramos el paso la noche nos atrapó cuando todavía estábamos en el corazón de aquella ciudad fantasma. La oscuridad se apoderó del lugar. Mis compañeros no estaban acostumbrados a la oscuridad, y los veía avanzar inclinados, tratando de distinguir lo que tenían por delante. Años de cacerías nocturnas (mayormente de animales cuya caza estaba prohibida) me habían dado una excelente visión nocturna, aunque hubiera preferido no tenerla, porque empecé a notar cosas que los otros no veían. Algunas figuras humanas cruzaban delante de nosotros; otras estaban frente a las casas y se desplazaban de un lado para el otro, como alguien inquieto a punto de estallar. No dije nada porque era obvio que no eran personas, y temí que mis compañeros se echaran a correr. Desde muy niño he escuchado historias y cuentos de terror, y en muchas se afirma que huir es peor, a no ser que puedas alejarte del lugar de influencia del fantasma o aparición, y nosotros nos encontrábamos en medio de aquella ciudad fantasma.


Me erizó la piel un fantasma que salió de pronto de la oscuridad de una casa y se abalanzó hacia nosotros como para atraparnos, pero se detuvo en último momento y retrocedió hacia la oscuridad de donde saliera. ¡La situación era insoportablemente terrorífica! Repentinamente se encendió una luz a mi lado. Era Jeff con su celular, quería verificar si ya había señal. Entonces Jeff notó algo, y extendió el celular hacia un bulto, y a su lado caminaba la aparición de una mujer de rostro hinchado y pálido, una ahogada. En ese momento le manoteé el celular y lo tomé del cuello de su abrigo. -

¡No

vayas

a

correr!

-le

dije-.

Están

por

todos

lados.

Stephen también vio a la aparición, y se echó a correr sin que pidiera detenerlo. Le gritamos pero fue inútil, y en el momento que alzamos la voz unas siluetas se acercaron a nosotros. Entonces sentí un impulso casi incontrolable de huir, pero por suerte no lo hice, y Jeff confió en mí. El resto de la caminata nos pareció interminable. De Stephen no supimos más nada, desapareció en la ciudad fantasma, y cuando le avisamos a la policía no parecían sorprendidos.

Las patas de la cama Don Álvaro estaba regando su jardín cuando algo despertó su curiosidad, que no era poca. Por encima de la valla que limitaba su terreno, vio a su nuevo vecino atravesando el patio, y este cargaba en sus brazos cuatro patas de cama. “Le cortó las patas a su cama”, pensó enseguida Álvaro. “Pero, ¿por qué?”. Seguramente, al ver eso la mayoría supondría que se le rompió una pata y cortó las otras para emparejar, pero don Álvaro, muy afecto a la lectura de cuentos de terror, pensó: “Tal vez se le apareció algo bajo la cama”. Además de su imaginación muy activa, Álvaro tenía otras razones para creer aquello, pues antes de ser ocupada por su nuevo vecino la casa había estado deshabitada por años, y sus últimos dueños habían sufrido una gran tragedia. El vecino dejó las patas en el tacho de basura. No mucho después Álvaro fue a revisar disimuladamente. Comprobó que habían sido cortadas con sierra, y ninguna estaba quebrada o astillada. “Interesante…”. Unos días después su vecino se estaba mudando, un camión llevaba sus cosas. Aquella era su oportunidad para averiguar algo. ¿Se muda, vecino? -le preguntó Álvaro. Sí, me mudo, ya ve, hoy mismo, si podemos cargar todo. - ¡Ah, que lástima! Pero bueno, supongo que será para mejorar. Esa casa ya está muy vieja, y las casas viejas tienen sus cosas, sus ruidos y eso, ¿no? - Y esta no es la excepción -afirmó el vecino, mirando de reojo la vivienda. - ¿A qué se refiere? -preguntó Álvaro, seguro de que el otro le iba a contar algo. - A nada, a que es vieja nomás -evadió la pregunta el tipo, y empezó a ayudar a los de la mudanza para no hablar más. Se llevaron todos los muebles menos la cama. Después pusieron un cartel de “Se vende”. Si bien Álvaro no había obtenido su respuesta, el comentario de su vecino y la propia evasiva lo estaban convenciendo de que aquella casa estaba embrujada, que había algo en ella. Pocas cosas son más fuertes que la curiosidad de un hombre. Como tenía mucho dinero ahorrado


compró la propiedad vecina sin que su cuenta se redujera mucho. Cuando ya era el dueño del lugar fue hasta la casa por la tarde, con el sol bien alto (por las dudas), e ingresó a ella con pasos lentos. A pesar de que era vieja se mantenía bien conservada, y no tenía un aspecto que inquietara. Revisó un cuarto, luego otro, y allí encontró la cama, pero, esta tenía patas. Tenía puesto el colchón y unas sábanas blancas que rozaban el suelo. Al levantar la sábana para mirar debajo a Álvaro le tembló la mano; no había nada, mas algo era extraño, aquellas parecían ser las mismas patas que su vecino tirara a la basura. ¿Cómo podía ser? Repentinamente la cortina de la ventana se cerró sola, dejando la habitación en penumbras. Cuando Álvaro giró hacia la puerta para salir, varias risitas infantiles resonaron bajo la cama, y esta empezó a andar como si fuera un animal, y avanzó hacia él como lo haría una araña gigantesca. Álvaro escapó por poco, y salió de la casa tambaleándose y con una mano en el pecho, y a duras penas alcanzó la suya. Tomó una medicina y empezó a calmarse. Dentro de la casa vecina la cama seguían andando por toda la habitación, y el ruido de sus patas resonaban en todas las piezas.

No acampes con extraños “Hay que salir a acampar solo con amigos”, me aconsejó un día un veterano. Debí hacerle caso, y no salir con unos conocidos que me invitaron a pescar. Conocidos es un decir, prácticamente eran unos extraños. Eran dos, y en el campamento discutí con uno de ellos, y el otro salió a apoyarlo. El asunto fue una tontería, y cuando partimos del lugar creí que ya no les importaba, pero me equivoqué. Ya estaba de noche. Yo iba en el asiento trasero de la camioneta. En cierto momento tuve la impresión de que nos habíamos desviado. De pronto cruzamos sobre un pozo o alguna irregularidad del camino. El conductor enseguida detuvo la camioneta, se volvió hacia mí y me dijo: - Parece que pinchamos, bájate y mira. - Para mí que pasamos por un pozo nomás -opiné. - A mí también me parece que pinchamos -dijo el otro. - Esperen, ¿quieren que salga para dejarme aquí? -sospeché. - No, solo te pedí que te fijes, yo no voy a bajar -afirmó el que conducía. Me resultó obvio que pretendían abandonarme. No eran tan astutos como para mentir bien, pero como era su camioneta, tomé mi bolso y bajé. Como sospechaba, arrancaron a toda prisa y se marcharon. “Esto me pasa por salir con gente así”, pensé. No iba a ser la primera caminata larga de mi vida. Nunca había recorrido aquel camino pero estaba bastante seguro que sabía dónde salía. La noche estaba oscura más se distinguía lo suficiente como para caminar tranquilo. La situación extraña empezó cuando avisté una casa. No tenía ninguna luz encendida pero de todas formas se revelaba su contorno. Por lo que llegaba a ver, por la distancia que la separaba del camino, por un gran árbol que tenía a la derecha, un pequeño galpón a su izquierda, me resultó una imagen muy familiar. Se parecía mucho a una casa ubicada en un camino que conozco bien, pero que está muy lejos de allí. Al cruzar frente al lugar me resultó aún más


parecido. De pronto vi cuatro siluetas humanas que estaban en el patio. Por la altura y el contorno supuse que se trataba de una familia; un hombre alto, su esposa, y un niño y una niña. Estaban vueltos hacia el camino, hacia mí, y sentí que me siguieron con la mirada hasta que me alejé. Más adelante, después de pasar al lado de una arboleda, había otro lugar que creí reconocer. Aquello ya era extraño. Se parecía a otra vivienda situada muy lejos de allí. ¿Qué estaba pasando? Distinguí hasta la casa de un perro que solía salir a ladrarme. ¡No podía ser casualidad! Hasta un viejo tractor en desuso estaba ubicado en el mismo lugar. Cuando de pronto vi nuevamente a las cuatro siluetas tuve ganas de correr. Si se hubieran movido hacia mí aunque solo fuera un poco hubiera huido de allí como alma que se lleva el Diablo, pero solo me observaron desde la oscuridad. No quería ni pensarlo, pero era algo obvio: me encontraba en un camino embrujado. Después divisé un vehículo volcado. Enseguida desconfié, ¿sería algo real…? Supe que sí lo era cuando sentí olor a nafta. Era la camioneta de los que me abandonaron, se encontraba con las ruedas hacia arriba. Los dos estaban atrapados pero estaban vivos. - ¿Están bien? -les pregunté, aunque era obvio que no, acababan de volcar. - Respiro con dificultad -me contestó uno de ellos. - Fue en esa maldita curva cerrada, cuando la vi ya era tarde -comentó el conductor. - ¿Dónde está la gente que andaba aquí? ¿Fueron a pedir ayuda? -me preguntó el otro. - ¿Qué gente? - No sé, solo les vimos las piernas, eran cuatro. ¡Ay! Mis costillas. Los había engañado el camino embrujado, porque en aquel tramo no había ninguna curva. Antes de dejarlos les prometí que les iba a encontrar ayuda. Por suerte la carretera no estaba muy lejos. Cuando estuve seguro que aquello realmente era una carretera me senté a descansar. Algunos vehículos pasaron por mí pero no intenté detenerlos. Lo hice como dos horas después. Cuando fueron a socorrer a los accidentados ya estaban muertos. Eso les pasó por salir a acampar con alguien que apenas conocían.

Los demonios de mis vecinos “Hicieron un exorcismo”, fue lo primero que pensé. Todo sucedió en la casa de mis vecinos. Como tres semanas atrás me había enterado que el hijo menor de mis vecinos había caído enfermo. Después de unos días de internación en el hospital lo trajeron para la casa, aunque no había mejorado. Como mi vivienda está muy próxima escuchaba perfectamente lo que pasaba en la de al lado. Todas las noches había gritos, y aquella voz no se parecía a la del niño ni a la de ninguno de los integrantes de la familia. Cuando no insultaba agresivamente decía cosas que no se entendían, parecía hablar una lengua extraña. Pero creí que solo se trataba de problemas de salud, tal vez ataques de nervios. Un día, al salir al patio, vi que al lado llevaban entre dos a un cura, pues este apenas podía caminar. Uno de los hombres era mi vecino. Después de dejar al cura debilitado en una camioneta atravesó el patio sin notarme, estaba visiblemente nervioso. Ahí fue cuando se me ocurrió lo del exorcismo. Como los gritos nocturnos no pararon era lógico pensar que había fallado.


Con el pasar de los días mis vecinos estaban cada vez más ojerosos, lucían cansados, y noté que trataban de evitarme, seguramente porque era obvio que yo escuchaba los gritos que venían de su hogar. También dejé de ver a los hermanos de afectado, seguramente no los dejaban salir, supuse. Una noche, ya de madrugada, golpearon frenéticamente la puerta. Era mi vecina: - Discúlpeme por despertarlo, Javier -me dijo-. Mi esposo no está y no tengo quién me ayude. Franco, el menor, está bastante enfermo, y, salió de su dormitorio y no quiere volver a él. Mis otros hijos no pueden, Franco es fuerte, y él… él no reconoce a nadie cuando anda nervioso, es un problema que tiene. Le pido por favor que me ayude. - Sí, por supuesto. Vamos -afirmé, aunque por dentro maldije mi suerte. ¿Y si realmente aquel niño estaba poseído? Al pensar en sus hermanos indefensos y en aquella pobre mujer tomé coraje de repente. Entramos a la casa y lo hallamos intentando forzar la puerta de un cuarto. Tras esa puerta estaban sus hermanos. Al advertirnos me miró y sonrió diabólicamente. Nunca olvidaré aquella sonrisa retorcida que mostraba unos dientes ensangrentados con su propia sangre. Su aspecto era increíble. ¿Cómo una carita tierna podía transformarse así? No me quedaron dudas: estaba poseído. Cuando me acerqué intentó huir pero lo tomé por debajo de los brazos. Intenté ser delicado, pero tenía tanta fuerza que para someterlo tuve que usar toda mi energía. Chillaba y pataleaba, sus talones golpeaban mis piernas, intentaba arañarme con sus manitos… Después de una verdadera lucha conseguí llevarlo al cuarto, y con la ayuda de mi vecina lo amarramos a la cama. - ¡Muchas gracias! -me agradeció-. Mi esposo ya debe estar por venir, él va a traer ayuda. Gracias. - De nada. si quiere me quedo hasta que venga. - No, ya ayudó bastante, gracias, en serio. Al pasar frente al cuarto de los otros niños noté que ella miró muy preocupada la puerta, y la tanteó para asegurarse que estuviera cerrada. ¿Qué pasaba allí, no iba a fijarse si sus otros hijos estaban bien? Le iba a decir algo cuando del cuarto aquel brotaron unos gritos que me erizaron la piel. ¡Ahora los otros también estaban poseídos! Eran tres, y sus gritos me ahuyentaron de la casa. La mujer esperó a su esposo en el patio. Yo quedé en el mío. No pensaba volver a acostarme esa noche. No mucho después llegaron varios vehículos, y bajaron de ellos unos monjes que vestían hábitos largos; también llegaron otras personas que no sé si eran curas. Entraron al hogar, aumentaron los gritos, y luego fueron sacando a los niños. Pude ver que les habían colgado unas cruces enormes en el cuello, y ahora los niños parecían paralizados. Cuando se fueron todos la casa quedó vacía. Unos días después vino un camión de mudanza y se llevaron todo. Nunca más supe algo de mis vecinos, aunque a veces creo oír voces que vienen de su casa.

MI CUENTO El brillo de tus ojos


"Corre. Rápido, huye. ¡Vamos! ¿A qué esperas? ¡Corre más rápido! Te va a alcanzar, no pares, vamos, ¡izquierda! ¡Sigue recto! ¡Corre más rápido!..." Todas esas palabras se agolpan en su cabeza, mezclándose con el sonido de sus pisadas... "¡Te sigue! ¡Te va a coger! Corre, ¡más rápido!" Su respiración se acelera, mira hacia atrás "¡No mires! ¡Te sigue! Lo sabes" Es verdad, lo sabía, pero tenía que comprobarlo... ¡Sí! Todavía la seguía, no parecía cansado siquiera... Mirada al frente, ¡a la derecha! Hay que intentar despistarle, "no puedes dejar que te coja" Como si no lo supiera... No hay nadie en la calle, es tarde, nadie saldría a ayudarla a esas horas. Tiene que seguir corriendo hasta llegar a casa, "¡más rápido! ¡No mires atrás!" El constante jadeo le provoca un profundo dolor en el costado, eso la ralentiza "¡No pares, se te echará encima!" Intenta sobreponerse al dolor, pero éste es cada vez más fuerte... La va a coger, ella lo intuye, lo sabe, él está cada vez más cerca, casi puede sentir su aliento en el cuello... Ese simple pensamiento hace que por todo el cuerpo la recorra un sudor frío y su adrenalina se dispare; tiene que seguir, puede hacerlo, "¡más, más rápido! ¡Corre!" Un ligero vistazo atrás... sólo uno... ¡No! ¡No puede ser! ¡Sigue ahí! Cada vez se acerca más... La acabará alcanzando, ella lo sabe, lleva mucho rato persiguiéndola, está cansada, no puede más, las fuerzas la abandonan... "¡Corre, vamos!" "No puedo..." "Claro que puedes, joder, corre, vamos, rápido, ¿no querrás que te coja verdad? ¡Te matará!" "No... no puedo" "Si puedes, vamos, ¡corre!" La voz en su cabeza la animaba a seguir... pero no puede... está muy cansada... sabe que la cogerá... Sigue corriendo, pero va disminuyendo la velocidad sin apenas notarlo... él se acerca, es más rápido, la va a coger...él lo sabe... ella lo sabe, pero no puede más, está cansada, no puede seguir corriendo, le pesa el cuerpo, la respiración se le entrecorta, las fuerzas la abandonan, se le nubla la vista y el miedo paraliza hasta la última fibra de su ser... ¡¡BLAM!! Se desploma en el suelo, dándose cuenta de la situación, volviendo a la realidad, "ya está, la has cagado, te cogerá" "Lo sé" "¿Y no vas a hacer nada?" "No puedo..." "¿Por qué?" "No puedo levantarme..." "¡Si puedes!" "No..." -¡Te tengo pequeña!- Se le tira encima, volviéndola hacia él, impidiéndole moverse- ¿Sabes qué voy a hacer? -Sí, vas a matarme...- los nervios habían desaparecido, no había miedo en su voz, ni siquiera intentó resistirse... -Y, ¿no tienes miedo? ¿No piensas que pueda dolerte? ¿No vas a gritar o a mirarme con desprecio? -No...-

el

peso

de

su

cuerpo

aprisionándola,

hacía

que

le

costara

hablar

-De acuerdo- levantó la afilada navaja que sostenía en su mano y se la acercó al pecho


-Espera... ¿Por qué yo?- aunque lo intentó no pudo ocultar el miedo que se había adueñado de su voz. -Estabas en el lugar y momento equivocados, pequeña. Créeme, no es nada personal, los motivos no importan, no hace falta que los sepas. -Pero... -¡Shhhh!- puso un dedo sobre sus labios, callando su mente confusa- no digas nada, pequeña, no hace falta...- y comenzó a hundir lentamente la navaja en su pecho, haciendo que una gran cantidad de sangre empezara a brotar de la herida, a la vez que un morboso placer le recorría el cuerpo al ver la sorpresa y el dolor reflejados en los ojos de ella- Ohh... como me gusta ver esto... Ella intentó zafarse, pero él tenía mucha más fuerza y ella se debilitaba por momentos, consiguiendo que sus torpes movimientos agrandaran la herida y empeoraran la situación. -No tienes idea de la impresión que produce ver morir a alguien, mirándole a los ojos, y viendo cómo ese brillo de vida va apagándose poco a poco, hasta desaparecer... Es fascinante... Por eso te hago esto, pequeña, por volver a presenciar este momento, por volver a sentir este placer interior... No es personal, si eras tú, hubiera sido otra... No llegó a terminar de escuchar lo que dijo. Se fue desangrando lentamente, hasta morir, con la mirada fija en el cielo nocturno y el rumor de su voz arrullando sus oídos, adormeciéndola... El brillo de sus ojos tardó en apagarse.

CHISTES Dos niñas están en un campamento donde compartían habitación y litera. A la hora de irse a la cama, la niña de la litera de arriba reza: Con Dios me acuesto, con Dios me levanto, con la Virgen María y el Espíritu Santo. Pocos segundos después, se le hunde la litera, y la niña de la litera de abajo exclama: ¿Lo ves? ¡Eso es lo que pasa por dormir con tanta gente!

Estaban dos niños cada uno con un trompo y uno le dice al otro: A ver, baila el trompo. Y el otro le contesta: No sabo. El otro le dice:


No se dice "no sabo" se dice "no sepo". En ese momento una señora estaba escuchando la conversación de los niños y les dice: No se dice ni no sabo ni no sepo. Los niños le preguntan: Entonces, ¿Cómo se dice? La señora les contesta: No sé. Y los niños le dicen: Entonces, por qué se mete en lo que no le importa.

Va el niño y le dice al padre: Papá, me quiero casar con mi abuela. Y el padre le dice: ¿Cómo te vas a casar con mi madre? El niño le responde: ¿Y cómo tú te casaste con la mía y yo no dije nada? Una vez un chico que fue a comprar cigarrillos y le dice al quiosquero: Señor, ¿Tiene cigarrillos de colores? No nene, no tengo. Al día siguiente vuelve el chico y le pregunta al quiosquero: Señor, ¿Tiene cigarrillos de colores? No nene, ya te dije que no tengo, dijo el quiosquero con nerviosismo. Esa misma noche el quiosquero agarró un paquete de cigarrillos de cada marca, y los pintó a todos de diferentes colores. Al otro día el chico vuelve al quiosco y le pregunta al quiosquero: Señor, señor, ¿Tiene cigarrillos de colores? Y el quiosquero contesta orgulloso: Sí, ¿Qué color quieres? ¡Blanco!

Había un niño que jugando a la pelota se le salió un diente, y le preguntó a su madre: Mamá mamá se me salió un diente, ¿Qué hago? Y en esto la madre le contesta: Déjalo debajo de tu almohada y el ratoncito de los dientes te dará algo. El niño eso hizo, y el día siguiente su mamá le preguntó: ¿Y qué te trajo el ratoncito? Y el niño le responde: Nada, me dejó un papelito que decía, "sigue participando".


MIS CHISTES Era un bebe tan, tan pero tan feo que cuando nació el médico le dijo a su madre: “Si lo tiramos… y da vueltas, es que es un murciélago”

-Mamá! Mamá! ¿Me castigarías si no he hecho nada? -Claro que no hijo! -Ufff… que bueno, porque no hice la tarea!


CONCLUSIONES El relato de fantasmas es una de las formas más fructíferas y perfectas de toda la tradición literaria y las páginas del presente volumen contienen ecos sobrenaturales que provienen en su mayor parte de lo que podríamos denominar la Edad de Oro, del cuento espectral. Fruto de la obsesión por lo oculto y por la inevitable realidad humana del temor y la expectación ante la muerte.


BIBLIOGRAFIA http://www.mediometro.com/chistes-ninos.html http://cuentosdeterrorcortos.blogspot.mx/


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