IMPRESO EN ENERO 2024
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN
EDITOR: MAURICIO PALMA ZÁRATE
DISEÑO: ERNESTO JÜRGENSEN
IMPRESO EN ENERO 2024
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN
EDITOR: MAURICIO PALMA ZÁRATE
DISEÑO: ERNESTO JÜRGENSEN
l Salvador representa unas de las faenas mineras más emblemáticas de la industria.
En su cerro se han forjado generaciones de mineros y mineras que han extraído el cobre desde sus entrañas por más de seis décadas. Hoy miramos hacia el futuro con un proyecto como el Rajo Inca, el cual nos dará vida por otros 47 años más.
Es por ello que en este Nuevo Salvador, hemos apostado por mirar hacia el futuro, con la fuerza de nuestra historia. Pues sabemos y reconocemos que nosotros sólo somos los continuadores de un oficio que hemos heredado de nuestros primeros mineros, aquellos que con rudimentarios instrumentos, pero que con la misma pasión de hoy, extraían la turquesa desde el cerro Indio Muerto. Según las investigaciones arqueológicas desarrolladas en la zona, existen registros materiales que ya en el 500 A.C. se desarrollaba un tipo de explotación minera en el lugar. Somos entonces los orgullosos herederos de un oficio que por siglos se ha estado desarrollando por seres humanos, capaces de convivir con el desierto más árido del mundo.
Así entendemos esta nueva minería en Codelco Salvador. Orgullosos de nuestro pasado y honrados, además, de vivir en un territorio que forma parte de un verdadero patrimonio común de los países andinos, como el Camino del Inka. El también denominado Qhapaq Ñan, es uno de los sistemas viales planificados más importantes en la historia de la humanidad y pasa por las cercanías de nuestro campamento minero. Inserto en un paisaje único de altura y de extrema aridez, junto con su rol de unificación y expansión del imperio incaico, también dio cuenta de la voluntad de obtención de recursos minerales y del intercambio entre otros pueblos, como los Atacameños y Collas, entre otros.
Precisamente es esa la fuerza de nuestra historia con la que debemos convivir, preservar y difundir. Para ello hemos creado el Programa “Yupaichata”, que en lengua quechua quiere decir “respeto”. Pues entendemos que desde el respeto hacia nuestros pueblos originarios y hacia nuestra historia, podemos ir construyendo una mejor sociedad. De esta manera, creamos la primera jefatura de Asuntos Indígenas en Codelco, cuyo objetivo busca potenciar el relacionamiento con
las comunidades indígenas del territorio e ir potenciando los desafíos conjuntos, rescatando y promocionando su cultura y tradición.
Inserto en este programa, Codelco Salvador se enorgullece en presentar desde nuestra región de Atacama, “Los Inkas y su camino en El Salvador” de los investigadores Carlos González Godoy y Carmen Castells Schencke, quienes han dedicado gran parte de sus vidas a escudriñar el maravilloso pasado arqueológico de nuestra zona.
Esperamos que este libro que usted tiene en sus manos, sirva para conocer el increíble paso de la gran cultura incaica a través del territorio que hoy heredamos. Asimismo, los invitamos a que valoren y resguarden los vestigios de nuestro pasado. Solo así, podremos seguir contando esta historia a las nuevas generaciones de salvadoreños, compatriotas y a toda la humanidad.
Christian Toutin Navarro Gerente General Codelco SalvadorCarlos González Godoy. Doctorando en Antropología y Magíster en Antropología por el programa conjunto de la Universidad de Tarapacá y Universidad Católica del Norte, Chile, y Licenciado en Antropología con mención en Arqueología por la Universidad de Chile. Su área de trabajo es la comuna de Diego de Almagro y otros espacios de la región de Atacama, donde desarrolla sus investigaciones arqueológicas desde 2003 hasta el presente. Especialista en la temática del Inka en Chile, particularmente de su vialidad. Investiga también las ocupaciones prehispánicas del desierto meridional atacameño. Autor de libros y de más de 60 artículos -como autor y coautor- publicados en Chile y el extranjero. Profesor del Diplomado en Egiptología y Medio Oriente Antiguo, Centro de Estudios Árabes, Universidad de Chile. Fue profesor de la Universidad Bolivariana y ex investigador asociado del Centro de Investigaciones del Hombre en el Desierto, Universidad de Tarapacá, y ex investigador del Instituto de Investigación de Ciencias Sociales y Educación de la Universidad de Atacama. Actualmente es investigador asociado del Museo Regional de Atacama y desde fines de 2022, presidente de la Fundación Ciencia Atacama, con sede en Diego de Almagro, región de Atacama.
Carmen Castells Schencke. Historiadora del Arte por la Universidad Internacional Sek, Chile, y Conservadora de Materiales Arqueológicos por el Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, Madrid, España. Se ha especializado en temáticas de conservación y en estudios arqueométricos en sitios arqueológicos de la comuna de Diego de Almagro y en la región de Atacama, trabajando en estos territorios desde 2003 hasta ahora. Autora de libros y de artículos -también como coautora- en temáticas de conservación y arqueología, publicados en Chile y el extranjero. Desde 2015 ha desarrollado una línea de investigación arqueoastronómica en el Camino del Inka y en otros sitios inkas de las regiones de Antofagasta y Atacama. Investigadora del proyecto FIC Gore Tarapacá: “Astropatrimonio Tarapacá”. Actualmente es tesorera de la Fundación Ciencia Atacama, en funcionamiento desde fines de 2022, con sede en Diego de Almagro, región de Atacama.
El transitar humano por el desierto de Atacama es milenario y ha involucrado a distintas comunidades a lo largo del tiempo. De esta manera, el caminar es propio de la naturaleza humana y nos identifica como tales. Ya hace más de 3 millones de años, en África, una antigua antepasada, ya extinta, conocida como “Lucy” recorría en posición erguida las sabanas en busca de alimentos y refugio. Desde ese referente, han transcurrido millones, milenios y cientos de años en que hombres, mujeres y niños hemos recorrido, generalmente en conjunto, en comunidad, prácticamente todos los rincones del planeta.
En este contexto histórico, el desierto de Atacama en Chile se ha constituido en un gran escenario natural y geográfico, lleno de vida, que ha interactuado con las comunidades humanas desde tiempos lejanos. Y justamente hacia el año 1400 después de Cristo, en este espacio singular de nuestro territorio, nos encontramos
con particulares evidencias del transitar por el desierto. Ellas son testimonios de la comunicación humana plasmada en sendas, senderos troperos y caminos propiamente tales, los que fueron implementados como redes que unían diferentes ambientes y geografías del desierto, poniendo en contacto, también, a distintos grupos humanos. Este caminar se fue desarrollando durante milenios, siendo el llamado “Camino del Inka” una consecuencia del conocimiento de muchas generaciones andinas que, a partir del Cuzco como la capital del Imperio Inka, recorrieron valles, desiertos, pampas, oasis, costa, selva, puna y los espacios cordilleranos, involucrando en su expansión, al norte de Chile y la actual región de Atacama.
Un testimonio concreto del accionar de los inkas en esta región, y concretamente en El Salvador, en la comuna de Diego de Almagro, es una sección de alrededor de 4 km del camino inka longitudinal, llamado “Camino de la Costa”, que se proyecta por una ladera oeste del cerro Indio Muerto, en el último campamento minero familiar de Chile. Se dirige luego en dirección suroeste hacia las quebradas de La Sal y El Salado, para a continuación tomar rumbo hacia el oasis de Finca de Chañaral, Inca de Oro, Tres Puntas, Medanoso y llegar finalmente al valle de
Copiapó. Desde principios de la década del 70 del siglo XX, se cuenta con escritos y estudios de algunas de sus características, lo que se sumó a su resguardo, primero de la Andes Copper Mining hasta 1970 y, actualmente, por Codelco Salvador, destacando su relevancia cultural, histórica y patrimonial.
En este sentido, el presente libro de síntesis aborda las definiciones arqueológicas, históricas y patrimoniales de este camino en El Salvador, que constituye una herencia del logro de los inkas en su conquista y expansión en este territorio desértico y, a su vez, representa un testimonio vial único del patrimonio y la historia de los habitantes de El Salvador, Diego de Almagro y de la región de Atacama en su conjunto.
Dejamos abierta, entonces, esta invitación para caminar juntos y conocer la riqueza cultural del Camino del Inka en El Salvador, sin antes dejar de detenernos en el desarrollo y las características esenciales del Imperio Inka, como de su portentosa red vial.
Senda del camino inka en el cerro Indio Muerto, El Salvador.¿Por qué decimos que el Camino del Inka en un camino arqueológico y pedestre? Nos referimos de este modo al camino inka, porque puede catalogarse como un “sitio arqueológico”, vale decir, corresponde a un conjunto de restos materiales del pasado que está actualmente sin uso activo en el cerro Indio Muerto de El Salvador. Comenzó su uso desde que fue implementado por los inkas, antes de la llegada de los españoles, y dejó de ocuparse hace cientos de años, quedando una serie de evidencias superficiales que al ser analizadas por la arqueología en el presente, nos permiten aproximarnos a comprender cómo era, cómo funcionaba y cuál era su importancia durante la expansión de los inkas, hace más de 600 años en este espacio desértico.
La anterior distinción es importante, ya que el camino inka, como sitio arqueológico, es un lugar con restos materiales que podemos catalogar como “viales”, camineros, concernientes a actividades
Senda del camino inka bajando por el cerro Indio Muerto hacia Portal del Inca, El Salvador.
humanas del pasado que intencionalmente modificaron un espacio concreto, para poner en funcionamiento un camino que les facilitara los movimientos de un punto a otro. Asimismo, nos indican estas evidencias viales que los inkas transitaban a pie con sus caravanas de llamas cargadas de bienes y productos por el desierto atacameño. Este camino estaba habilitado para su recorrido pedestre (que se hace a pie), puesto que los inkas no contaban con el caballo, el cual recién llegó, traído por los españoles, en 1532 en el actual Perú.
Pese a lo señalado, el camino inka de la región de Atacama sí fue utilizado por los españoles, al igual que por los collas -una de las poblaciones indígenas de la región- y por mineros pirquineros que buscaban las riquezas ocultas en las vetas minerales del desierto, dejando testimonios de su transitar y de sus actividades. Actualmente se define a este uso histórico de los caminos por parte de distintas poblaciones, a lo largo del
tiempo, como “itinerario cultural”, que se conforma, valga la redundancia, con el devenir del tiempo. El Camino del Inka en el presente, en varios tramos de los Andes, fue declarado en 2014 por la UNESCO (la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) como “Patrimonio Mundial de la Humanidad”, en su condición de “itinerario cultural”, dadas sus características únicas en el mundo.
En el caso de Chile, se reconocieron algunos tramos de este camino en Arica, San Pedro de Atacama y en la región de Atacama, que son representativos de este particular conjunto vial. Nuestra región está representada por el tramo de más de 40 km de extensión, entre Portal del Inca en El Salvador por el norte y el oasis de Finca de Chañaral por el sur. Por ahora el camino inka, también conocido como “Qhapaq Ñan” en quechua, la lengua del Estado Inka (que se traduce como Camino Principal, Gran Camino o Camino del Inka), es el único “Patrimonio Mundial” existente en la región
El camino inka en la Pampa del Inca, sector dentro del tramo Patrimonio Mundial de la Humanidad, región de Atacama.
de Atacama, lo que pone de manifiesto la importancia de su estudio, conservación y protección.
Un camino es una vía de comunicación terrestre que interactúa con paisajes culturales y espacios geográficos diversos, que se inicia generalmente con el movimiento de personas y con fines variados. Es una construcción en el espacio, comúnmente lineal, inmueble y superficial. Por lo mismo, es visible en una amplia franja de terreno, vinculando principalmente personas y lugares, facilitando los intercambios y el transporte de bienes, productos y también difundiendo ideas que van con las personas. Los caminos pueden haber sido implementados por muchos motivos, aunque siempre permiten las comunicaciones. El Camino del Inka cumplía con todas estas definiciones. Sigamos recorriéndolo y conociendo más sobre los inkas y su singular Imperio.
SISTEMA VIAL ANDINO
CAMINO LONGITUDINAL
CAMINO TRANSVERSAL
CIUDADES PRINCIPALES
LAS CUATRO REGIONES DEL TAWANTINSUYU
Para los inkas el mundo estaba dividido en cuatro, y justamente el nombre de su imperio fue “Tawantinsuyu”, palabra quechua que significa “las cuatro partes”. Si observamos su división territorial, que abarcó desde aproximadamente el año 1300 después de Cristo, gran parte de los Andes, veremos que estaba dividido en cuatro: el Chinchaysuyu o la parte norte que llegó hasta lo que hoy es el sur de Colombia; el Cuntisuyu o la parte oeste, hacia el mar; el Antisuyu o la parte este, la selva, actualmente de Perú; y el Collasuyu o la parte sur, que comprende parte de Bolivia, el noroeste y centro oeste argentino, y el norte y centro de Chile. Vale decir, que el Imperio Inka abarcó Perú, Ecuador, el sur de Colombia, partes de Bolivia, Argentina y Chile. Estas cuatro regiones se originaban desde la que fue la capital imperial inkaica, el Cuzco, ubicada a más de 3300 m s.n. m, en la actual sierra peruana.
OCÉANO PACÍFICO
CHINCHAYSUYU
ANTISUYU
CONTISUYU
COLLASUYU
(Fuente: INC, Perú).
El Cuzco fue para los inkas el centro del mundo, fundado por el primer Inka o primer gobernante, Manco Qhapaq y por su esposa Mama Ocllo, después de un largo viaje desde el Lago Titikaka, como señala uno de sus mitos. Esta pareja fundadora estableció desde Cuzco su reino y su descendencia, por tanto, fue el centro del poder imperial. Si bien este relato es mítico, nos señala la distinción que llevaron a cabo los inkas para formar su imperio, luego de conflictos con otros grupos y triunfar sobre ellos, para a continuación expandirse desde Cuzco por iniciativa de otros soberanos inkas, entre ellos Pachacútec, el iniciador de los cambios más trascendentales en Cuzco y en todo el imperio.
La expansión política y territorial de los inkas incorporó distintos espacios andinos, incluyendo el norte y centro de lo que hoy es Chile. El soberano inka era considerado hijo del sol y por lo mismo se le adoraba como una deidad. A él le seguía su esposa, hijos e hijas -el Inka podía tener muchas esposas-, luego los nobles, sacerdotes, acllas, artesanos, militares y en el último lugar de esta rígida pirámide social, estaban los llamados yanas o servidores perpetuos.
Camino inka despejado con amontonamientos laterales, Llano de Llampos, región de Atacama.
El Estado Inka se regía por un principio básico de convivencia y comportamiento social, conocido en quecha como del Ama Sua (no seas ladrón), Ama Llulla (no seas mentiroso) y Ama Quella (no seas flojo). Esto nos dice que cada habitante del Imperio, en su familia particular y en el conjunto de familias reunidas, llamado Ayllu u organización social con vínculos de parentesco, con una propiedad común en un territorio determinado, debía cumplir con estos preceptos de bien común y prestar sus servicios personales como tributo al Inka y al Estado. Este servicio era la mit´a, que consistía en un sistema de trabajo de carácter obligatorio, que le permitía al Estado contar con un trabajo continuo para emprender variadas construcciones, caminos, puentes de fibras vegetales, entre otros. El tributo consistía no solo en fuerza humana de trabajo, también eran oro, piedras preciosas como la turquesa, productos agrícolas y muchos más.
Los inkas fueron hábiles agricultores y avezados pastores de llamas y alpacas (la vicuña también la explotaban, pese a ser un camélido silvestre). Desarrollaron una agricultura con amplios cultivos de maíz, quinoa, porotos, zapallo, papa, ají, entre otros. Implementaron terrazas de cultivo
en las laderas de cerros que optimizaron el uso del espacio en los Andes, con el desarrollo de una eficiente ingeniería hidráulica. Anexaron a muchos pueblos y comunidades, principalmente por medio de pactos y tratados diplomáticos, pero también cuando lo requería, emplearon la fuerza militar, imponiéndose en el territorio andino por más de 200 años, hasta que llegaron en 1532 los españoles a Tumbes, en el norte de Perú, con Francisco Pizarro al mando, iniciándose el rápido colapso del Imperio Inka, que comenzó con el asesinato por parte de los españoles del último soberano inka, Atawalpa.
Cerca de 12 millones de personas habitaban todo el Imperio Inka, y de acuerdo a lo que se conoce, nadie se moría de hambre en el también llamado Imperio del Sol; una de las divinidades más importantes para los inkas. Primaban en los inkas la reciprocidad y la redistribución, ya que no existían ni el dinero como tampoco los mercados. El intercambio de productos, bienes y servicios estaba presente en todas las actividades sociales, políticas y económicas. Las comunidades de distintos nichos ecológicos de los Andes, intercambian el resultados de sus propias
actividades económicas, lo que resultaba en un amplio consumo de productos y en una dieta equilibrada. De esta manera, los agricultores cambian sus productos con los pescadores y, recíprocamente, con los pastores de las alturas andinas, que también cultivaban papas, por ejemplo. Esta circulación de bienes, entre otras actividades, fue posible, justamente, por la red de caminos inkas conocida como Qhapaq Ñan, ya que la geografía andina es intricada y variada.
Ahora bien, no debe entenderse que antes de los inkas no existían caminos, ya que la historia andina es milenaria, y como señalamos al inicio de este libro, el movilizarse, el andar en el espacio, el desplazamiento pedestre es una condición característica de los seres humanos. Se distingue este movilizar humano del propio de los animales, que en nuestro caso no es exclusivamente por alimentos, en búsqueda de refugios o por fines reproductivos, sino que también puede ser de naturaleza económica o religiosa, no solamente remitido a la subsistencia. En este sentido, no debe entenderse que solo los grupos humanos nómades, que estaban en permanente viaje, empleaban rutas y caminos para sus propósitos, sino también distintas comunidades, tanto
estables como móviles, que incluso, hasta la actualidad se desplazan por sus caminos por diferentes objetivos en los Andes.
Retomando la historia de los caminos andinos, debemos decir que ya las comunidades cazadoras y recolectoras, hace más de 10.000 años, caminaban por definidas rutas, y los posteriores pastores viajaban con sus animales entre espacios más favorables para encontrar agua y pastos, evitando en lo posible las lluvias y las heladas, en un comportamiento periódico conocido como “trashumancia”. Cuando estas rutas eran recorridas regularmente, generaban las vías de comunicación que conocemos como caminos. En los Andes luego las comunidades se asentaron en espacios específicos, donde la agricultura era el centro del desarrollo, que conjugaban generalmente con el pastoreo, aunque en otros territorios, como la selva, la caza era prioritaria junto con la recolección y la agricultura.
El Qhapaq Ñan o Camino del Inka, como ya lo hemos indicado, corresponde a un concepto que individualiza a un sistema vial conformado por un conjunto de evidencias materiales que interactúan con distintos paisajes y geografías andinas. En primer lugar, encontramos el camino propiamente tal; en segundo lugar, una serie de restos inmuebles, como las construcciones asociadas (instalaciones camineras fundamentalmente), puentes, túneles, apachetas e hitos; en tercer lugar, manifestaciones de arte rupestre, pinturas y grabados; y en cuarto lugar, diversos testimonios muebles, que son transportables, como la cerámica. Por lo tanto, como sistema no debe ser comprendido sólo a partir de sus definiciones viales, sino por el conjunto de sus expresiones materiales, en unión a una variedad de características geográficas distintivas que le otorgan, en conjunto, sus definiciones culturales en el Tawantinsuyu.
Al camino inka o Qhapaq Ñan, también se le llama Inka Ñan o Jatun Ñan, conceptos quechuas traducidos como Camino Real o Principal, Camino del Inka o Gran Camino, respectivamente, aunque generalmente se ocupa el término Camino del Inka. Toma este nombre porque le pertenece al soberano Inka que residía en Cuzco. El Camino del Inka corresponde en realidad a una red caminera consolidada en el siglo XV, formada por al menos 23.000 km, que ocupa en varios casos rutas preexistentes. Destacan en esta red ejes troncales de trazado generalmente norte-sur, que han recibido una mayor atención arqueológica, en comparación a los caminos transversales y de otras especificaciones. Desde Cuzco, concretamente desde la plaza central llamada Haucaypata, salían cuatro caminos que comunicaban los cuatro puntos cardinales y los espacios de los cuatro suyus anteriormente mencionados (Chinchaysuyu, Cuntisuyu, Antisuyu y Collasuyu), y como una red articulaba y unía a todo el imperio. Un cronista español, Pedro Cieza de León, capitán y que también escribía todo lo que veía a su alrededor, detallaba en un castellano antiguo su impresión sobre los caminos inkas en 1553, diciendo lo siguiente:
De esta plaza salían cuatro caminos reales, en el que llamaban Chinchasuyo se camina a las tierras de los llanos con toda la serranía hasta las provincias de Quito y Pasto, por el segundo camino que nombran Condesuyo entran las provincias que lo son sujetas a esta ciudad, y a la de Arequipa. Por el tercero camino real que tiene por nombre Andesuyo se va a las provincias que caen en las faldas de los Andes, y algunos pueblos que están pasada la cordillera. En el último camino de éstos que dicen Collasuyo entran las provincias que allegan hasta Chile.
Entendido de la manera que iban hechos los caminos y la grandeza de ellos, diré con la facilidad que eran hechos por los naturales sin que se les recreciese muerte ni trabajo demasiado; y era que, determinado por algún rey que fuese hecho alguno de estos caminos tan famosos, no era menester muchas provisiones ni requerimientos ni otra cosa que decir el rey: “hágase esto”, porque luego los veedores iban por las provincias marcando la tierra y los indios que había de una a otra, a los cuales mandaba que hiciesen los tales caminos, y así se hacían de esta manera que una provincia hacía hasta otra a su costa y con sus indios y en breve tiempo lo dejaban como se lo pintaban y otra hacía lo mismo y aun, si era necesario, a un tiempo se acababa gran parte del camino o todo él. Y si allegaban a los despoblados, los indios de la tierra dentro que estaban más cercanos venían con vituallas y herramientas a lo hacer, de tal manera que con mucha alegría y poca pesadumbre era todo hecho, porque no les agraviaban en un punto ni los Ingas ni sus criados les mentían en nada.
Este relato da cuenta de la impresión que le causaron a los españoles, y concretamente a Pedro Cieza de León, los caminos inkas, lo que demuestra el gran nivel, planificación y conocimientos de ingeniería que poseían los inkas, que no contaban con la rueda ni con animales de tiro (caballos, burros y mulas), sino solo con la fuerza humana y algunos instrumentos para sus creaciones. Este desarrollo científico fue producto de una larga tradición andina, siendo los inkas consecuencia de todo este devenir histórico y cultural, y de una milenaria historia andina, prehispánica, que hoy estamos conociendo con este libro a través de sus caminos. Antes de los inkas, otras culturas y estados desarrollaron caminos, como, por ejemplo, los Wari y Chimú en Perú.
Por consiguiente, los inkas retomaron muchos caminos preexistentes y construyeron otros con su sello particular. Los caminos inkas o Qhapaq Ñan presentan generalmente trazados rectos, sendas despejadas, calzadas despejadas, calzadas empedradas -con piedras como piso- con canaletas para la lluvia, y otras definiciones viales, como sendas delimitadas por piedras, caminos amurallados, escalonados, con rampas,
solo huellas troperas, entre otros. Los caminos empedrados con piedras lisas y lajas se encuentran en gran número en Cuzco y en Chile los podemos observar en el tramo de la localidad de Socoroma, en la región de Arica y Parinacota, que cuenta con más de 5 m de ancho. En otros espacios también se constatan caminos empedrados, especialmente sobre los 3000 msnm en los Andes, donde las lluvias estivales son intensas.
Cuzco, como capital estatal, representaba el poder del Imperio, ya que no solo vivían en ella la realeza, la nobleza y otros, sino también se encontraban las más imponentes y relevantes obras arquitectónicas, como, por ejemplo, el Qorikancha (traducido del quechua como “recinto de oro”), el templo inka dedicado al sol, que aunque construido con piedras cortadas y canteadas, sus paredes, según los cronistas, estaban cubiertas de oro y contaba con estatuillas humanas y de camélidos en este mismo mineral, al igual que con un gran sol de oro en su interior. Desde el Qorikancha se distribuían una serie de líneas rectas y zigzagueantes en donde estaban dispuestos lugares especiales para los inkas, llamados “wak’a”, con características sagradas y con piedras partidas, donde se realizaban ceremonias
y se dejaban ofrendas. También en Cuzco se hallaban almacenes, lugares de culto, etc., además de Sacsayhuamán, una posible fortaleza.
Entonces, podemos entender que los caminos inkas no solo unían Cuzco con los centros administrativos a lo largo y ancho del imperio, sino también pueblos, centros productivos, templos, adoratorios, fortalezas, tambos y otras construcciones ubicadas en el mismo camino o cerca del mismo. En estos lugares se desarrolló la vida cotidiana de hombres, mujeres y niños que bajo el control de los inkas, servían al soberano Inka y al estado, que como un gran engranaje social lo hacían funcionar, estando el soberano Inka a la cabeza. Claro está que no solo los inkas formaban parte del imperio, sino variados pueblos, acorde con los espacios andinos conquistados por los inkas. En la región de Atacama, los antiguos atacameños, los copiapoes y los diaguitas del valle del Huasco al sur, junto a otros pueblos, fueron incorporados al imperio inkaico, ya que en sus asentamientos encontramos, desde alrededor del año 1400 en adelante, variadas evidencias materiales de su paso y presencia, como su cerámica distintiva y otros objetos característicos.
A lo largo del camino estaban emplazados los tambos (conocidos también como tampu). Eran lugares dispuestos cada cierto trecho del camino con alimentos, agua y chicha para que quienes transitaban pudiesen hacer un alto y descansar de su fatigoso viaje. También podían contar con un corral para que los animales, llamas en este caso, que eran los animales de carga -alcanzaban a trasportar 25 kilos-, se alimentaran de pastos, bebieran agua y descansaran. Los tambos eran construcciones que muchas veces seguían un específico patrón de construcción, que comenzaba con una kancha, una construcción con un muro perimetral que incluía recintos interiores, además de un patio, combinando en algunos casos con un corral. Igualmente, podían tener o no qollqas (depósitos), destinados a contener alimentos y otros productos.
También estaban las postas, instalaciones pircadas, camineras, más pequeñas que los tambos, denominadas “chaski wasi” (en quechua, la casa del chaski). Correspondían a construcciones acotadas levantadas en el espacio que dejaba libres los tambos en el camino y, particularmente, alojaban a los chaski, los mensajeros del Inka. Los chaski eran jóvenes varones escogidos que corrían por el camino llevando consigo mensajes oficiales por todo el imperio, por medio del “quipu” (nudo en quechua). Este instrumento estaba conformado por una cuerda horizontal y larga de lana o algodón, de la cual colgaban otras cuerdas más pequeñas con nudos, que representaban números, constituyendo
un verdadero sistema de contabilidad y registro numérico y decimal, con el que se llevaban cuentas de diversa índole de interés del Inka y, de igual manera, del Estado. También se ha planteado que los quipu fueron un sistema de escritura, aludiendo a topónimos; por ahora sólo una aproximación sobre sus posibles significados.
A diferencia de los tambos que estaban al cuidado de grupos familiares, en los chaski wasi o postas solo estaban apostados cuatro o seis de estos mensajeros, que se iban turnando en sus corridas hacia los puntos a los cuales se encontraban destinados en sus misiones oficiales. En definitivas cuentas, los chaski wasi solo servían
para un descanso momentáneo y para pasar a resguardo, por ejemplo, por alguna tormenta con un buen fogón, chicha y un poco de charqui. Sus definiciones arquitectónicas contaban con una estructura o dos, pasando el camino entre ambas. Sus morfologías eran redondas, cuadrangulares, rectangulares e incluso triangulares.
Las estructuras ortogonales (con muros de ángulos rectos), son otras estructuras que podemos reconocer en los caminos inkas, tanto en Perú, Ecuador, Bolivia, Argentina y Chile. Su uso aún no es definido, pero surgen durante la ocupación inka. En la región de Atacama contamos con una construcción de este tipo, en el camino al norte del oasis de Finca de Chañaral. También se encuentran asociados al camino, hitos de piedras de distintas funcionalidades, entre ellas saywas, hitos que tenían una función astronómica y que señalaban equinoccios y solsticios. Igualmente, se ubican apachetas, evidencias de arte rupestre y ofrendas diversas, entre ellas, cerámica.
EL CAMINO INKA EN LA REGIÓN DE ATACAMA (NORTE) Y EN EL SALVADOR
El Camino del Inka en la región de Atacama ingresa por el noreste desde la quebrada del Carrizo, muy próximo al límite entre las regiones de Antofagasta y Atacama. Proviene desde la Pampa Juncal, en un recorrido por el llamado “Despoblado de Atacama”, que se inicia desde el sur del Salar de Atacama y se prolonga hasta llegar al valle de Copiapó. Esta denominación se originó desde la llegada de los españoles al territorio, y fue asignado así por ellos. Si bien es un nombre que alude a la inexistencia de seres humanos, en realidad es un concepto errado, ya que el llamado “Despoblado de Atacama” ha estado ocupado por comunidades desde hace miles de años. Estas comunidades recorrían el desierto de Atacama en este espacio, en búsqueda de distintos recursos, junto con hacer suyos cada lugar de este amplio espacio geográfico, en la parte sur del desierto de Atacama, involucrando actualmente las regiones de Antofagasta y Atacama.
Ruta inka longitudinal, sur de la región de Antofagasta y norte y centro de la región de Atacama. Tramo desde Juncal a Copiapó. Subtramos y secciones de camino en colores
Entonces, el camino inka, como una senda de menos de 1 m de ancho se proyectó en dirección noreste al suroeste, separando un espacio hacia las altas cumbres andinas y otro en dirección hacia el mar. De esta forma, el camino fue un verdadero eje de comunicación que atravesaba el desierto atacameño en forma prácticamente lineal. Así es posible reconocerlo dentro de otras rutas y caminos existentes, los cuales no presentan una distintiva rectitud direccional. En efecto, gracias a estas definiciones formales podemos distinguir el camino inka de otros caminos locales sinuosos que se adaptan a las variaciones geográficas. El ancho del camino inka es casi constante en todo su recorrido hasta llegar a Copiapó, aunque en dos sectores acotados, pedregosos -que el camino no esquiva de su trazado recto-, en el Llano Piedras de Fuego Sur y en el Llano de Llampos, la vía inka presenta un ancho menor a 1,50 m. Esta senda es despejada y en algunos puntos está acompañada de
Tambo Chulo, al norte de Copiapó. Vista aérea
huellas troperas adyacentes, formadas por el paso de las caravanas de llamas con sus cargas.
De norte a sur se reconocen, en la región de Atacama, los Tambos del Carrizo, Cachiyuyo, de La Sal, Medanoso y Chulo; este último en las cercanías de Copiapó. No obstante, otros lugares en el trazado del camino inka al norte de Copiapó, como el oasis de Finca de Chañaral y Tres Puntas, debieron ser localidades donde se ubicaron, probablemente, otros tambos. Del mismo modo, hemos registrado apachetas -acumulaciones de piedras con fines rituales en los caminos de los Andes- al noreste de Inca de Oro, en el Tambo Chulo y en las proximidades de Copiapó.
Junto con la rectitud del camino inka en la región de Atacama, encontramos otras evidencias en su superficie que certifican que fue implementado por los inkas, como fragmentos cerámicos con decoraciones distintivas, que formaron parte de vasijas que eran transportadas
Fragmentos cerámicos de un aríbalo inka en el camino inkaico, norte de Finca de Chañaral, región de Atacama.
Cerámica de la fase Diaguita Inka en el camino inka en la Pampa del Carrizo.
por la ruta, tanto para llevar agua como chicha de maíz; también encontradas en los tambos. Igualmente, hemos registrado cerámica de otras definiciones culturales del período Tardío (1400-1536 después de Cristo), como alfarería de la fase Diaguita Inka. Asimismo, las morfologías de las construcciones, como los tambos y la estructura ortogonal al norte de Finca de Chañaral, también dan cuenta de patrones inkaicos. Todo este conjunto, además de artefactos de metal, como un fragmento de un cuchillo -no encontrado por nosotros- y dos cinceles de cobre, efectivamente localizados por nosotros en el camino, al igual que puntuales lugares con arte rupestre que definimos como inkas, conforman los elementos que nos permiten identificar su accionar, que se suma al transporte de otros productos (minerales de cobre, por ejemplo, oro).
Senda recta del camino inka en Pampa del Carrizo, al norte de El Salvador. Al fondo el cerro Indio Muerto. La flecha roja indica el norte
El Camino del Inka en la región de Atacama presenta una gran diversidad en cuanto a su estado de conservación. De norte a sur encontramos que esta ruta se inserta en un paisaje poco modificado; la Pampa del Carrizo, por ejemplo, es un paisaje donde existe una menor cantidad de intervenciones antrópicas y donde aún es posible entender el camino inka dentro de un espacio natural, que al ser atravesado e “intervenido” por esta vía de comunicación, se convierte en un paisaje cultural. Al acercarnos al cerro Indio Muerto, en El Salvador, este paisaje va perdiendo sus características sensoriales y armoniosas con respecto al pasado, cuando el camino fue construido. El territorio se aprecia modificado por las actividades humanas propias de la zona, como son la minería, por lo que el entorno del camino se observa fuertemente modificado.
Sin embargo, la búsqueda o necesidad de proteger el Camino del Inka ha existido desde que se inicia el proceso de intervención minera en El Salvador, primero por parte de la Andes Copper Mining desde 1959 y luego, desde 1971 en adelante, por Codelco. Ello se debe a que el camino inka de El Salvador, que corresponde a una senda despejada de menos de 1 m y con 4 km de extensión que se dispuso en la ladera oeste del cerro Indio Muerto, presenta una fuerte identificación social, una identidad cultural que la población reconoce con respecto a este bien patrimonial que los pobladores de El Salvador conocen y respetan. De esta manera, conciben que el Camino del Inka forma parte de su acervo cultural, por lo tanto, a pesar de la intervención que ha significado la minería, se ha conservado en un porcentaje alto en la zona del cerro Indio Muerto, así como también sus sitios arqueológicos asociados (refugios temporales pircados).
Una vez que el camino continúa hacia el sur, y deja detrás el cerro Indio Muerto, se vuelve a producir esta dicotomía, por un lado, el camino se encuentra en algunas zonas en muy buen estado, tanto el trazado de la huella como también el entorno, mientras que en otros sectores, se ve intervenido nuevamente por otras actividades (rutas y caminos secundarios, por ejemplo), que lo afectan en diferentes grados.
Esta huella caminera se ha mantenido a lo largo del tiempo por un hecho bastante particular. Curiosamente, el tránsito ha posibilitado que permanezca visible en el suelo de la pampa por donde se dibuja desde el siglo XV. Históricamente ha sido usada por las comunidades indígenas locales, en este caso los Collas, quienes han reconocido la utilidad de este camino y lo consideran un área de tránsito natural. Los Collas, hasta el día de hoy, respetan profundamente los sitios arqueológicos asociados al camino inka,
ya que consideran a estos lugares como parte de su herencia, que dejaron sus ancestros.
Interesante, además, resulta el hecho que este camino es también usado en forma permanente por animales silvestres, como los guanacos, que circulan por esta huella hasta el presente en zonas alejadas de los núcleos urbanos; la utilizan para acceder a lugares con agua y pastos. Por lo tanto, el camino continúa siendo una ruta que permite dirigirse expeditamente a distintos sectores del territorio.
A pesar del reconocido uso del camino inka que hemos explicado, y como ha permitido que la huella no desaparezca, y no se rellene de materiales arrastrados por el viento o por otro tipo de eventos meteorológicos como lluvias o nieve, es importante considerar que es un bien patrimonial muy frágil. No puede ser considerado una ruta de uso turístico, por ejemplo, pues no podría resistir el uso prolongado y constante de pequeños
Huellas de guanacos sobre la senda del camino inka, al norte de El Salvador.
volúmenes de personas, y con eso nos referimos a personas que caminen y lo recorran, con el fin de conocerlo. En consecuencia, no es posible el uso y autorización de este bien patrimonial dentro de circuitos turísticos y amplios recorridos por su senda.
Este camino se encuentra en zonas generalmente aisladas, y eso ha sido una de las causas que se suma a los factores que han permitido su conservación a lo largo del tiempo. Siempre se ha considerado que una excesiva propaganda o éxito propagandístico de un sitio patrimonial puede contribuir fácilmente a su destrucción y desaparición, por ello cualquier medida que considere programas turísticos que incluyan al camino inka, debe ser analizado por un equipo de profesionales de la arqueología y de la conservación, porque de otro modo se pueden incurrir en graves errores que pondrían en riesgo este bien inmueble y el paisaje que lo contiene. Por esto es
necesario considerar que los actores que lleguen a relacionarse con el camino inka deben necesariamente contar con formación en temas de conservación.
Esta formación permite entender mejor cuáles son los factores de deterioro del camino y cuál es su estado de fragilidad, y por fragilidad, valga la redundancia, entendemos su vulnerabilidad frente a eventos que pueden dañarlo de manera irreversible.
El más importante de estos eventos es la actividad antrópica, y que no cuente con una base o marco teórico adecuado en cuanto a conservación y protección de este bien patrimonial; esto puede generar daños permanentes y, lamentablemente, ellos no son reversibles. El camino inka una vez dañado, no puede volver a ser “arreglado”, porque si no estaríamos cometiendo lo que en conservación se denomina un “falso histórico”, lo cual está fuera de nuestra intención como parte de la comunidad de Atacama, y como grupo de investigadores en este territorio.
Hemos determinado que el daño antrópico es el principal factor de deterioro del camino inka. A esto se han sumado eventos meteorológicos donde el agua ha sido otro factor de deterioro importante. En años pasados grandes volúmenes de agua han caído en forma abrupta, en una zona desértica donde habitualmente no ocurría este tipo de eventos, formándose aluviones que han afectado muy fuertemente no sólo al camino inka, sino que también a los sitios arqueológicos asociados a la vía. Ese es el caso, por ejemplo, del distrito de Finca de Chañaral que, además de haber sufrido durante mucho tiempo daños permanentes por parte de empresas de agua potable regionales, también han acaecido disturbaciones durante los años 2015 y 2017 en su paisaje y entorno, al ser fuertemente afectado por una gran cantidad de agua, piedras y barro, que al bajar por la quebrada de Chañaral, prácticamente destruyó un 30% de las terrazas que
fueron ocupadas de manera permanente en época prehispánica, y que constituían evidencias arqueológicas de enorme importancia para la historia local, comunal y regional.
Finalmente, y por todo lo anteriormente señalado, hacemos un llamado al cuidado, estudio y proyección en el tiempo de este relevante bien patrimonial. En primer lugar, forma parte del patrimonio arqueológico, histórico y cultural de las comunas de Diego de Almagro y de Copiapó, como también de todas las áreas por donde el Camino del Inka se encuentra en la región de Atacama. La importancia del camino inka fue reconocida en 2014 por la UNESCO, como ya lo indicamos antes, siendo por ahora el único
“Patrimonio Mundial de la Humanidad” de la región de Atacama (tramo Portal de Inca-Finca de Chañaral), por lo mismo, la relevancia de su protección; ese es un desafío, sin duda, de todas y todos los habitantes de la región de Atacama.