Amapola 2

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Amapola Foto

nologo Abril 2014


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Eulalia Pe単aloza 132 Tel.: 197 74 23

nuestro_tiempo2003@hotmail.com


Diseño ° Ilustración ° Producción

NOLOGO

590 61 70, ID 72* 1004318*2

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Amapola Selene Hernández León

Fundadora

Miguel Alvarado

Editor General

Juan Manuel Hernández Mercadotecnia

LDG Fabiola Díaz Diseño

Luis Enrique Sepúlveda Arte

Número 4 Publicación electrónica mensual editada por Nologo Grupo, SA de CV. Avenida Eulalia Peñaloza 132, colonia Federal. Toluca, Estado de México. CP 50120. nologo_news@hotmail.com nuestro_tiempo2003@hotmail.com Todos los registros en trámite. Tels.: 197 74 23/ 2 17 75 43 Face: Amapola foto www.amapola.wordpress.com





DE LA PORTADA DESTINO.

L

as tomas desde un avión casi siempre incluyen alerones, motores, las propias ventanas. Para algunos la experiencia del vuelo se presenta pocas veces, quizás solamente una. Nada es más criticado que la foto de un turista extasiado porque el cielo y la tierra no son lo que parecen. La vista hace que el planeta parezca ligeramente habitable, a pesar de su raza dominante. La luna, escondida entre el azul absoluto parece el destino del avión que, con tanto cielo, debe encontrarse con otro. Un ojo maravillado observa y no se le ocurre otra cosa que tomar la cámara.

Y

sucede.

SELENE HERNÁNDEZ LEÓN.


Pรกgina anterior. Los perros del mal. Autopan, Edomex. Miguel Alvarado.

Esta pรกgina Expo bala. San Felipe del Progreso Miguel Alvarado.




LAS ONDULADAS CALLES DE SAN FRANCISCO Luis Enrique Sepúlveda Miguel Alvarado Texto Fotos

Página anterior. Y haga de su hogar una casa. Metepec, Edomex. Miguel Alvarado.


Esta pรกgina. Las ofertas de Obama. San Francisco, California.


A cinco. San Francisco, California.


Siguiente pĂĄgina. Cosas de niĂąas. San Francisco, California


cómo una guerra sin bataH ellasvisto asesinaba a miles y todo para

que alguien en San Francisco pudiera inyectarse una dosis de coca. Imagino las venas azuladas, apenas líneas sobre la piel blanca miserable, o negra o mexicana, miserable de todas formas y una sala donde la tele está encendida, un sofá casi nuevo pero orinado y latas de víveres en el rincón más visible, sucio de esa casa con vistas a la costa atlántica y al puto Golden Gate.

en Caracas hace 20 años A terrizamos y vimos la oscura playa del aeropuerto, oleadas de aviones de tipo comercial desde Washington y Bogotá cargados de armas y mariguana y una horda de negros taxistas peleando por nuestro equipaje miraba de vez en cuando el letrero de plástico que decía “Simón Bolívar, bienvenidos a Venezuela”.

indignado de 25 años o menos U ny manos largas y duras armadas

con uñas filosas, como dicen en la televisión acerca de los negros, arrojó al suelo 10 dólares en cambio porque para él eso no tenía valor. No teníamos billetes más pequeños, nosotros, que íbamos apenas abriéndonos los ojos, asustados luego de un viaje de 7 horas entre farsantes franceses y norteamericanos entumecidos provenientes de Los Ángeles o de algún lugar de la ciudad de México.

noticas narraban catástrofes L as globales y hasta la caída de un peso tenía en ese avión consecuencias bursátiles, alas doradas de muerte y petróleo para Venezuela y quizás México y Ucrania en el 2014. Porque en ese avión nadie hablaba sobre el clima o el partido entre Milán y el Real Madrid. Nadie se fijaba en las nubes como castillos que afuera se ennegrecían por el paso de las horas o llamaba a la azafata para pedir un vaso con agua, un tónic templado para el aterrizaje.

Panamá estaba debajo, briN ada. llante su canal de aguas negras

porque esa maravilla del ingenio es



W

Free. San Francisco, California.


un pedazo de mierda escarbada tierra adentro, apestando a petróleo. bajaron los franceses teléfono en A llímano, empleados de AT & T que por

entonces era una empresa importante y se perdieron en el miasma negro de las pistas del Tocumen, con el código IATA: PTY, código OACI: MPTO y que tenía la estatua gigante de un indio guerrero como emblema.

sudor agrio de la cocaína, en todo caso E lcolombiana, vaporizaba las puertas,

las ventanas y el sándwich se deslizaba plástico por el estómago de Selene, agarrada con sus manos a mis manos y a su ropa de lino comprada para el calor. No me interesa que en Ucrania se maten por televisión o en Toluca abran agujeros para enterrar ejecutados. Caracas era el canto epiléptico de un ave enferma aunque llenó de amor los ojos de mi esposa, que no preguntaba si habíamos llegado ni a dónde nos dirigíamos, que miraba por la ventana los negros borrones de una carretera que me traspasaba en mi temblor.

en Caracas hablaba español pero N adie llovía con seriedad, con ese aspecto

duro que tienen los temporales cuando alguien muere en vísperas de una fiesta, una operación cancerígena la sola espera de noticias.

bandera ondeaba en todas partes, L alecho marino de la muerte y una tromba de mulatos comía panes en la playa, recargados en condominios de acero y cristal como torres protectoras para visitantes distinguidos.

había nadie en las calles y pagamos 80 N odólares por 4 horas de sueño en un hotel para familias de clase media, con alberca y agua caliente pero sin comida para nadie (una mariposa se mete a la oficina. Las ventanas abiertas no mitigan el calor y parece el distrito de Chacao. Se acerca como un barco y adormece su aleteo el paso de los autos, las voces albañiles y mi propia, inútil queja que recorre la sangre, mi epilepsia voluntaria).

golpea el piso con la punta de su S elene pie y se asusta cuando abre la puerta del

baño y observa la taza rota, la regadera desprendida de la base y el agua caliente escurriendo en el lavabo. La ventana


Chanclas para mamรก. San Francisco, California.

Pato por liebre. San Francisco, California.


La lĂ­nea blanca. San Francisco, California.

Siguiente pĂĄgina. Destino Fulton. San Francisco, California.






mira un edificio donde escuchan programas de santería y magia negra y ríen con botellas en la mano. Afuera, en un club nocturno, las putas y sus padrotes esperan clientes como pasa en mi ciudad. Algunos extranjeros salen con mujeres y abordan el taxi, el mismo que nos llevó al hotel y que manejaba una anciana de 40 años de pelo crespo, acigarrada. Dijo que nos cuidáramos de la gente negra, negra ella misma en su taxi amarillo o blanco o verde, nunca lo recordaré, aunque dimos con ella tantas vueltas. el único auto que usamos en Caracas. Yo no veía nada, yo F ue nunca vi nada, sólo a Selene, asustada y dolorida y la bandera

de Venezuela, cementerio azul agitándose contra edificios sobre plazas públicas entre los taxis y los negros, que aventaban limones a los comensales en restoranes al aire libre.

en la casa, a la unacatorce de la tarde los cables se agitan, H oy las compresoras hienden, los albañiles cargan, mi hermano

trabaja… era tan pequeño cuando yo estaba en Venezuela y miraba a Selene metida en el mar como un charco apenas benévolo con las gentes de la montaña y los peces pasando entre sus pies (la ropa lavada escurre y el viento escupe agua hasta la ventana donde estoy. Esta vez los árboles, las barítonas voces y sus reglas milimétricas modifican los cuartos, cubos encementados que ahora cortan las sierras en el mármol, las trabes aceradas).

la medida de mis cosas, la bandera solar en el cerro del E lla, Calvario caminaba en Caracas como llevada por el viento y miraba el Metro para extranjeros, los camiones llenos de brujas y nahuales y el mercado que vendía las tarjetas de beisbol.

L levaba diez mil dólares en sus calcetas cuando regresamos a

México. Ni siquiera me fijé en el nombre de las calles pero aún puedo recordar las estaciones de Gato Negro y Caño Amarillo y el sol de Caracas en la cara de Selene, deslumbrada porque sí en una ciudad que no podía gustarle porque ella no la había escogido.

en esa negrura como el mar en la noche que llegamos, Y allí, Caracas escupió las verdades razonables del esclavo. Noso-

tros nos morimos porque nos matan o vivimos porque nos dejan, comemos lo que podemos y nos queremos ir para siempre. Estamos contra todo, contra nosotros también y no sabemos sonreír.


Página anterior. Plátanos, cámaras y autos. San Francisco, California.

Café y hambre en Frisco. San Francisco, California.


Esto no es Playa Gir贸n. San Francisco, California.

Siguiente p谩gina. Tacoz. San Francisco, California.


II

S

an Francisco arrasado por la bomba atómica, agria manzana de ladrillos, ni siquiera escucha el motor, el constante latido-corazón, las arterias de los cuerpos destapadas, liberadas por influjos mayúsculos de magos orates y estrellas del futbol convertidas en medicamentos ambulantes a la orden de quien puede pagar.

E

nteros desiertos nevados se convierten pronto en lapislázuli de terribles agentes asidos a la cabellera del no-muerto detrás del mostrador, donde alguien se inyecta y busca el libro que hasta ayer le parecía magnífico, imposible, y despaginado lo abre en el trance moribundo, miasma sanguínea de 240 mil muertos mexicanos y 240 mil fosas clandestinas y sus cruces narcocatólicas, guadalupanas, un rumor del viento solamente la tristeza.

N ada. Calle abajo los autos infectan avenidas atomizadas, aullantes sombras

poémicas “sobre el cuerpo destrozado de James Dean en la carretera”. Escupen sus ráfagas en Visitacion Avenue, cosmódromo reticulado, kármico espejo del bien y el imperio de las minorías.

N adie está libre del destino escrito en itálicas a 12 puntos en las revistas mensuales de Cosmo y Vogue, editadas en torno al ojo reptiloide de verdades astutas y que imprimen el seguro del desempleo en cupones accesibles en la página 78.

vistas, esas calles onduladas sobre el signo de la ese y el “cuidado con el Y esas perro” nos alcanzan hasta en el sillón orinado y la niña de 15 años desnuda en las vitrinas, a la manera de Europa.

un Capitán América patrulla el cielo montado en helicópteros de la BlackA rriba, water que eventualmente desembarcarán en Crimea para resolver con un solo

golpe petroquímico las consecuencias de una mentira televisada, editada en Adobe y After Effects. Los grupos de apoyo se disuelven mezclados con anfetaminas del mercado negro y la nafta mexicana fluye en las entrañas de la city, oleaginosa, dadora de vida.

O bserva el libro y aúlla, luego la jeringa cae y la aguja quebrada encaja las últimas gotas en el piso de madera.

¿

Esto es todo? ¿El ojo putrefacto del dios anfetamínico, la paz del Buda y sus esbirros, una cita por Facebook con rosas virtuales y mapas de Google de ubicación inmediata?

noche americana me acompaña en el café de la tarde y me da las armas para L aenfrentar la desazón. No quiero dinero aunque sea todo lo que necesite y por 50 pesos se me ofrece terapia y música para gritar.

E

l yonki se desmaya sobre la taza del baño y alguien que lo mira lo empuja cuidadosamente con la punta del pie para abrir la puerta. El espejo es el verde reflejo del silencio, la paz a 15 dólares con impuestos más jeringas y cigarrillos.

Y Venezuela es una eternidad desmenuzada en trozos de Venezuela.






dios

estรก en todas

partes

TEXTO Miguel alvarado FOTOS



Se murió García Márquez con todo y su coronel Buendía. Y en Metepec también se moría Jesús de Nazareth bajo un clima de 35 grados a la sombra, rodeado de ambulantes y rica fruta fresca, toda de la temporada y un montón de fotógrafos que no dejaban castigarlo a gusto. Pero las cosas son así cuando la fe resulta la explicación más razonable para este valle de lágrimas. Sólo por ella se aguantan los 87 ejecutados en la entidad, o que Eruviel Ávila y Enrique Peña disputen el poder público como si legalmente fuera de ellos y usen el recaudo hacendario para pagar proyectos personales. Y para el gusto de los prohombres, cien mil pesos semanales para vinos. Tres millones de pesos para celulares. Dos millones de pesos para gasolina y banquetes y una serie lastimosa de desgloses a la vista de todos los convierten en milagros vivientes tocados por algún dios olvidadizo, a quien también se le ha pagado para que se haga de la vista gorda. La placita central de Metepec está divina. Nadie puede decir que Carolina Monroy, prima de sangre de Peña Nieto, no se preocupa por las apariencias. Movió unos 15 metros el zócalo y colocó a la Tlanchana en una fuente con orgánicos diseños, chorros de agua primorosos, casi tejidos a mano y diseñó un puente que ha terminado por gustarle a todo mundo, aunque no lleve a ninguna parte. Allí, porque es donde todos lo pueden ver, levantaron el templete donde el actor que representó a Jesús sería condenado, abofeteado, empujado, azotado y conducido a su destino fatal. Los romanos mexicanos son todavía más crueles que los asalariados centuriones y cumplen gratis una jornada de masoquismo comparable sólo a un concierto de Espinoza Paz. Jesús de Metepec cumplió con creces y se dejó sufrir luego de macerado por más de cinco horas. No conforme con no tener para el pago de servicios y algunos bienes, de ganar apenas el mínimo y comer en la calle o como malamente le agandalla el



hambre, encima tuvo que cargar su propia cruz de madera y hacer que moría para la salvación de otros. (Porque los iluminados no tenían necesidad de sacrificarse por nosotros o decirlo, hacerlo público. Allí sentados, amarrados y vituperados, los iluminados alcanzaron el máximo dolor en las lágrimas de otros. Dejaron, sin embargo, misterios insondables en la desmemoria del creyente. ¿Sería buena suegra la virgen María? ¿Era Jesús un metrosexual jibarizado, enamorado de sí mismo? ¿Por qué Jehová permitió el Fobaproa? ¿Le va al América? ¿Toma Coca-Cola? ¿Votó por Peña Nieto? Luego, cuando uno se muere, como Nietzche, le recuerdan lo inmortal que dios nuestro señor puede resultarnos, como si fuera una cualidad, la más deseable de las aberraciones). Metepec, con su capa elegante de polvo y barro es pura devoción envuelta en comercios sin Hacienda y tienditas donde lo primero en terminarse son las Sabritas y las aguas Bonafont. Nadie se acordaba de García Márquez, quien cometió el error de morirse antes de la crucifixión anulando así la preciosa idea de conocer el hielo y responder las críticas de Pasolini, italiano perverso encima de todo


homosexual y coleccionista de playeras del Bolonia. Metepec y su Jesús no estaban para juegos. Su mañana sangrienta era trasmitida en vivo y en directo por Facebook y sus redes sociales, sus incontables aplicaciones que jubilaban de una vez y para siempre las reglas ortográficas, el más elemental deseo de orden. Porque la pasión es así, dice el eslogan de un refresco, una cerveza o un condón, no recuerdo bien, pero es cierto, y habría que embellecerla con lo que esté a la mano. El centro del pueblo es en esencia un conjunto de bares y pequeños restoranes desde 100 pesos el cubierto, explican los amables anfitriones. Una cerveza está mal por inmoderada y prohibida pero si traes 70 pesos te la tomas en el jardincito de adentro, nada más sin hacer escándalo por favor. Ya luego te vas y le sigues con tus cosas, pero no digas que estuviste aquí. La Ley Seca es cuidada por gendarmes vestidos de gala que observan con celulares la derrota del cristiano. Uno por uno, se reportan a la comandancia como si deveras esperaran el fin del mundo. En el otro extremo, Satán ronda las calles, vestido de negro y las uñas crecidas, ennegrecidas y








filosas. Aparece en todos lados con sus ropones oscuros y malolientes, la cara pintada de blanco como un leproso o un adicto a la coca, a los contratos municipales. Y anda detrás de Jesús enseñando los dientes a la distinguida concurrencia, que se aleja instintiva de él y su suerte paria. Toluca, Estado de México, Municipio Educador, como firman los boletines en la Comunicación Social de aquel ayuntamiento, aporta su granito de arena para que las fiestas fúnebres transcurran en avenencia santa: 966 nuevos jóvenes alcohólicos y drogadictos cada año, y que encima consumen tabaco. Pérfida sociedad que castiga el escape elemental, el vacío desdichado y deschichado pero en cambio festina con una semana de asueto cuetes y fritangas la muerte del más buena onda, o eso dicen sus adeptos. Por lo pronto no hay sangre de verdad pero sí un par de jóvenes que representan a la infame Salomé, bailarina suculenta aunque muy distante a las princesas que Disney y el Golden Channel ofertan como modelos para las futuras amitas de casa. Allí, en ese contexto bíblico, una radiante Salomé le baila a medio pueblo trepado para entonces en el cerro del Calvario, y que observa concupiscente las evoluciones del velo sonrosado que porta la mujer.

............... ............... ...............


............... ............... ...............



- Oye, ¿ya sabías que el que la hace de Jesús se rompió la madre ayer, cuando lo apresaron los romanos y le llevaron prisionero? - ¿Y por eso parece que se va a caer a cada rato? - Sí, no mames. Lo tiraron y cayó de rodillas. No, hasta rebotó el pobre y un sangrerío. Pero íralo, aistá, como buen Jesús, chingá. La bailadora entraba en el terreno del éxtasis. Nada más caliente a las dos de la tarde que ella y su poca ropa, a la izquierda de los juegos mecánicos, entre la famosa Corona y el mercado de antojitos. ¿Por qué todo cabe en este jarro, ni siquiera sabiéndolo acomodar? ¿Es lo mismo la iglesia que el futbol? No, no manches, la blasfemia no tiene cabida. - Oye, que el Manchester City pagará 200 millones de euros por Messi. - Oye, que en Huetamo se madrearon a unos sicarios y que luego en Luvianos hubo seis muertos. Y es que dios está en todas partes, menos en este calvario mordisqueado. A ver, vemos: - Un hombre cargando trozos de sandía comprados en la Comercial Mexicana, con un gorro de Spiderman y botas vaqueras. - Una mujer vestida de farisea, con una cámara de video para atestiguar los garrotazos. - Un niño bostezante, que masca la caja de cartón de un jugo de Jumex. - Un caballo caguengue, que trota como estrella del circo Atayde. - Un cura que observa de lejos el carnaval, mientras se aleja en su camioneta por la avenida Estado de México. - Una chica destetada, que ama desaforadamente a su novio mientras se compran un Bon Ice. Pero luego viene la muerte. La población sale de sus casas y forma una valla humana con el propósito de que Jesús pase por enmedio. Admiran a los romanos y sus perfectos cascos de cartón o metal dorado, sus huaraches de suela allantada y los mantos rojos, empapados de sudor. El futuro Cristo sube apoyado en sus captores aquel último tirón y se encuentra de pronto, con los ojos cerrados, llevado ya en vilo, al pie de su cruz fantástica. Es atado con cuidado y paciencia, porque si se desanuda sólo podrá meter la boca para defenderse del golpazo. En un extremo ya cuelga Judas de su propio árbol y los romanos se juegan a los dados las ropas del señor. Antes crucifican a Dimas y Gestas y por fin Jesús es izado como palo o ropa vieja y la celebración se consuma. El silencio es inexpresable. Alcanza para escuchar, a lo lejos, la narración de Christian Martinoli gritando un gol previamente grabado. Y también para contar las caras de los que profesamos la falsa fe. -Oye, ¿ya comiste? Porque nos estamos cagando de hambre. Si crees, respeta. Si no crees, pues no.


Página 32 Alambres sin pájaros. Miguel Alvarado.

Página 33 Aireka.

Página 35 Éste es el perro.

Páginas 36 y 37 Crucifashion.

Páginas 38 y 39 Salomé.

Página 40 Jumex santo.

Página 41

s o t i Créd Mirar a dios.

Páginas 42 y 43 Roma digital.

Páginas 44 y 45 El carpintero.

Páginas 46 y 47

ESTA PÁGINA

El amo.

SONRISAS, POR FAVOR.





Páginas 52 y 53 Espejo. Selene Hernández.

Estas páginas. Autoselene Selene Hernández.

Páginas 64 y 65. El día de las macetas. Miguel Alvarado.



Fot ohal l Fotos halladas en la avenida ada Morelos en l ave nida Mor elo Texto Miguel Alvarado





Luis

siempre recoge cosas de la calle. A veces es basura pero otras no. Tiene suerte para encontrar fotos y hasta tiene su coleccion. Rostros abigotados, posando para un pasaporte o una credencial del SAM´S o pedacería nada más que luego pega o guarda en cajitas de plástico bien coquetas. No tenía por qué no encontrarse un sobre con negativos en la avenida Morelos de Toluca, a las 3 con 43 minutos de un jueves o viernes soleado de febrero o marzo, y que los negativos fueran desnudos crudos y sinceros. Al paso de los años uno se da cuenta de que la belleza depende de la edad del observador.

Un

dia todas las mujeres y todos los hombres son hermosos y uno no se explica coómo ha pasado aquello, mientras toma su chocolate frío –pero muy caliente- sentado a la orilla de una pasarela, que lo mismo puede ser el pasillo del mercado que un acto público de Eruviel Ávila, quien por su parte nunca de los nuncas podrá ser hermoso.

Pero

i

as

o al rev

as

obsesiones m

es,

de todas maneras hay

caras que eso. Las fotos, por

ejemplo. Nadie sabe qui viven o han muerto,

enes

son los modelos, si

si se enojarán por verse alguna vez circulando sus imágenes por ahí. Las preguntas sin respuesta: “si fueran mis parientes, mis hijas, mis sobrinas, mis amigas, me molestaría que se publicaran sin consentimiento”. - Pero es que las encontramos en la calle, se supone que no tienen dueño. - Oh, bueno, entonces nada tiene dueño. enas fotos no son bu la y uido aunque el desc era a inocenci que sup s o g l a o n n e o al me sion o r e d v a r d e e en p e. esta es Vogu sforman o -claro, a n o a d r o t t e o s registr e que n el mero cordatorio d e en un r

Las

Por ejemplo, la santificación de Juan Pablo II, un papa señalado por todo menos por su pontificado, y a quien la jerarquía le construye un nicho a modo en el cielo católico. Este santo diablo para alguna parte de la opinión pública no podría estar al lado de Francisco de Asís, Charbel o Judas Tadeo porque se le señala de proteger a pederastas adornados con albas, casullas y cíngulos.



La

exculpaci

on,

sin embargo, no ha tardado

nada.

Para

la iglesia cat

olica

santo es igual a est

ser

upido

porque esa actitud no

permite conocimiento de dios,

ni siquiera crecimiento en escala humana. Ser santo, pues, significa recorrer un camino de errores, cometerlos y luego hacerse el que ya los comprende y se acepta.

Bien budista todo, pero al estilo Peña Nieto. Todos podemos llegar a serlo, incluso El Hijo del Santo. Juan Pablo II, milagrero enmascarado, debió encontrar la manera de combatir sus demonios y dejar todo preparado para morar a la derecha del señor. Pero esto no tiene nada que ver con lo encontrado en la avenida Morelos, golpe de suerte, buena o mala, que permite asomarse a las ventanas de las casas, entreabrir las puertas para nada más mirar hasta con los ojos cerrados.

Porque

eso es lo úunico que podemos hacer, a veces. ¿Molestar?







una flor para TORI AMOS FOTOS TEXTO

Selene Miguel AlHernández varado León

Todas las imágenes en San Luis Río Colorado, Sonora.











, uí aq o st ju n sa pa , s ano sa a m co rno. arg s invie , es la mi l nieva en avía e tod dond Era 1992 Earthquakes y Little el primer disco de Tori Amos. Toda l a n o che nos con otros nos la l uz en de otro c s j e n did ha aba e a nto n bit n c qu oso aci es on e tr u n e s cr os reg d e

pa

re d

,

s

p

cu

es o

te an

o az r b

e el er a i r qu ne a e o m s id a n i e s un st s alg so a . , ar de uno tola tola c s es ero ada pis a p i p e c una e, un ier y d mo u q co o yo e no dios be a com no qu a s Y u todo le dero, do ma i que b a s on o el c do el estalli intenta que sea un fantasma, una madre protectora en el j ardí Por n ar que regl eso ando las es rosa lo s. que nun ca fue . jo

ad a

ue ro

de

rop a

y ra s

ía

en

me

s,

ad rd ve es no e qu sé o. cre o Y ro lo pe Y decía: mientra s es to y a s om ada a la ven m tana, i ien t r l a s el y um s o l la ina me la des c l u mbr a, am a

de

do n

im o d o rm a a b a nes Le ust e. cio n g a c n le sus Se a b sa ta a ca l s, Can s ueble ra m t e n d e mi tanas. ciaba se va edaba sin ven se qu . e muchos años Pero eso tien biado. Desde entonces todo ha cam Y Myra Ellen Amos también ha cambiado, a pesar de ella misma. Mira, decí a Se t lene e pe ngo , ro la voz cr tem eo blo ros qu a e me pa re zc o.



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