Corazón abierto

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Corazón abierto

Colección de minificciones Vol. 1 Por Miguel Angel Bautista Salazar Prólogo de Edna Rodríguez Salas

https://creativecommons.org/licenses/by-ncnd/4.0/legalcode Septiembre 2020


Totonaco de Coxquihui Veracruz, aunque en realidad nací en Ermitaño, Espinal en el año de 1981. Escribo minificción por inspiración. No he ganado ningún concurso, jamás he participado. Tampoco he recibido ningún apoyo del FONCA. Ningún editor me ha encontrado. Mendigo lectores. Voy a escribir todo antes de volverme loco. No escribo en totonaco sólo porque no lo domino al 100, 2


pero mi corazón y mi mente siguen perteneciendo a ese idioma. No sé si veré publicado un libro mío; no voy a esperar a ser un autor póstumo. Si van hablar de mí, hablen por este libro.

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Dedico este libro a mis padres. A la memoria de Dan Welch, que me espera en un mundo paralelo. A la cultura Totonaca. A mi madre Rosa Salazar Gaona. A mis hermanos

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Contenido Introducción

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Prólogo

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Covid-19

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Necesidades

15

El vendedor

16

Cibersexo

17

Coñito de mayonesa

18

Poseída de esperanza

19

Inhabitantes 1

20

Inhabitantes 2

21

¿Cómo te va mi amor?

22

Inequidad

23

Culos finos

24

Alzheimer

25

La hechicera

26

5


Conquisteitor

27

La shet

28

La gran milpa

29

Los días en Comala

30

Carta póstuma del jinete sin cabeza.

31

El exterminador

32

Lindo gatito

33

Las dos madres

34

Literal sinceridad

35

Reinventarse o verguiza

36

La cruel realidad

37

Patofilia

38

Patofilia 2

39

Voyerista

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Patos en el parque

41

El corral

42

Lady Lector

43

Espejito espejito

44

Crónicas del confinamiento 1

45

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Error en el sistema...

46

Confesiones 1

47

Esclavitud

48

La bendición

49

Crónica del hundimiento del Titanic

50

El jardín

51

Testigo mudo 2

52

Putito

53

La tormenta

54

Epitafio de un totonaco desconocido

55

Principito totonaco

56

Esclavista

58

El chiquero

58

La leyenda de el llorón

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Portales

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Retratos vivos

61

La seed

62

El guardián de la muerte

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In​troducción

Por Miguel Angel Bautista Salazar

Recibí la invitación de parte de Edna para escribir minificción el día 9 de julio de 2020. La minificción es un tipo de narrativa que había leído pero que nunca había intentado escribir y publicar. Parecía que no contaba con la inspiración para escribirlas, hasta que caí en la cuenta que era cuestión de práctica y constancia. La misma necesidad de escribir te orilla a inventar y crear desde lo cotidiano. Mi primera minificción se llamó Covid-19. Uno podría subestimar este tipo de narrativa, por su brevedad o facilidad para escribirlo, quiero pensarlo, aunque faltaría la prueba de permanencia y constancia en la escritura. A veces sientes que ya no tienes nada qué decir, 9


como que te secas. Los matices de la minificción pueden variar mucho, algunos en los que no podremos ceñirnos para escribir las 75 —límite de palabras fijado para escribir minificción en un grupo del que soy miembro—; otros son muy breves; algunos otros muy poéticos. Advertencia: Recuerden el contenido es ficción, no hay alusiones personales sino escritura creativa. Hay contenido sexual en algunos textos.

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Prólogo

Por Edna Rodríguez Salas.

Miguel es pausado al hablar, me da la impresión de que piensa con detenimiento lo que va a decir, como si lo fuera a escribir. Cuando platica algo, sale siempre a la memoria su mamá, por eso me da la impresión de que se pregunta «a esto, ¿qué diría ella?»; pienso que sus enseñanzas son como un marco teórico de referencia para él, ya que, por lo que platica, ella se me figura de alguna manera a la pureza de la cultura totonaca, sin los artificios de la gran ciudad, y como salvaguarda de una lengua en peligro de extinción. Por eso también lo invité a usar el espacio de la minificción, para que experimentara y nos contara brevemente eso que para él puede ser un conflicto cotidiano: lo que 11


vive en contraste con lo que aprendió de su gran guía materna. Yo, la verdad, lo conozco desde los espejismos de los encuentros intermitentes, por los intereses en común, pero también por su prolongada ausencia ocasional y su desprecio a las convenciones que acaban por expulsarlo. Por eso me lo imagino en una búsqueda constante de identidad que no siempre tiene lugar, haciendo muchas veces su soledad más dura y complicada. A lo mejor por eso no se sabe bien si defiende o ataca lo que convierte en su objeto, si busca la amistad o la repele, si quiere la vida o si preferiría acabar con ella. Más que indiferente, parece inclinarse por la destrucción y la autodestrucción, en eso a veces parece radicar sus ganas de vivir. 12


Él es y no es totonaco, él sabe y no sabe de su lengua, él es un desposeído en la ciudad reconociendo su voz como expresión de su libertad. Sin duda, un mundo extraño que merece ser reconocido.

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Covid-19 Este es el paquete de vacunas que el gobierno de la 4T proporcionará a todos los mexicanos, con el fin de adquirir inmunidad y salir del confinamiento. El paquete es entregado por un drone, con instrucciones para aplicarlo. Daniel levantó el drone con las vacunas y se la aplicó primero a su mamá de 66 años. Al siguiente día, su madre amaneció muerta, y él con una dificultad para respirar, tos y fiebre.

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Necesidades

El viejo enjuto, demacrado, me habla desde la ventanilla de cobro en el estacionamiento. —Vendo este reloj para mantenerme, es que mi pensión no me la han depositado. —Ahorita no señor, gracias. —Está bonito, te lo dejo bara. —¿Qué necesita, señor? —No he comido, necesito dinero. -- ¿Y si le cambio su vida por la mía? El señor se aleja. Viejo, sin dinero, sin comida, me voy a la cama, ​su​ cama, hasta consumirme.

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El vendedor

Se acercó a mí con seguridad.

—​¿Cuánto por las manzanas? —​20 el kilo. —​Deme tres kilos y le doy un ensayo político. —​Noooo, señor, apenas llegué, no he vendido nada. —​Ándele, mi ensayo tiene citas en formato APA. —​Ay papá, nooo, ¿cómo se come eso? —​Toca tópicos de actualidad, mucha investigación y bien citado, tres kilos de manzanas por mi ​paper,​ anímese, es que no tengo ​cash.​ —​Nooo joven. ¡Tenga, le regalo una manzana! 16


—​¡Por eso México no prospera! Cibersexo

Tras la pantalla ​smelling-screen​, él lamía con pasión el cuerpo de esa chica. Ella acercaba su vagina a la pantalla mientras él la olía. A veces tenía que quitarse los pelos que se le pegaban en la boca. La pantalla líquida dejaba sentir la vagina caliente mientras él arremetía su pene frenéticamente sobre el plasma inteligente. El único inconveniente era que una vez que se venía, él tenía que limpiar sus jugos de la pantalla táctil-olfativa.

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Coñito de mayonesa

Cursaba el primer grado de primaria con el profesor Nerón. A la hora de recreo lo veía sacar de su portafolio un pequeño frasco de mayonesa que untaba con una cuchara sobre las tortillas de maíz. Mientras el profe comía extasiado, yo pensaba <<cuando sea grande siempre traeré conmigo un gran frasco de mayonesa>>. Pobre profesor Nerón, mientras él devoraba su frasquito de mayonesa, alguien estaba devorándose el coñito de su esposa.

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Poseída de esperanza

Cuando Lupe le regaló a mi mamá una cubeta llena de maíz, se maravilló por el tamaño de las semillas. Unas eran parecidas a una muela, algunas otras eran pequeños triángulos. Mi madre totonaca, desposeída de tierra, la sembró en la calle. Por la mañana o por la tarde saca su banquito y se pone a deshierbar el maíz que brota como una esperanza y un desafío ante ese suelo que cada vez más se cubre de asfalto.

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Inhabitantes 1

Dentro de la Ruta la gente escasamente habla, ahorran las palabras para desprenderse de ellas en lugares menos contaminados. Me bajo en la Estación CU-BUAP. Veo una ciudad deshabitada. ​¿Esta es nuestra civilización? Su tranquilidad me resulta cómoda. La multitud de hace unos meses me abrumaba. Disfruto las calles a mis anchas, hasta siento que hay más aire para mí; incluso puedo orinar a plena luz del día, en una zona antes de un flujo efervescente de transeúntes. Viene a mi memoria una frase de mi madre “ustedes los hombres pueden esconderse y orinarse donde quiera”; sólo que hoy traigo falda y así no. 20


Inhabitantes 2

Me escondo bajo el puente para orinar. Los tacones no me ayudan. Un hedor de heces me recuerda el rastro humano. Tal variedad de heces, de anos desconocidos me produce angustia. La plenitud del sol, la totalidad del espacio desolado me produce un éxtasis. Siento que deambulo con una parte de mí que levita. Tomo el autobús de regreso. Sin ningún pasajero, me pregunto si todavía transporta humanos. Al subir, me doy cuenta que mi mano se pixelea.

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¿Cómo te va mi amor?

Te bajaste del carro rojo con ese porte de macho, con esa seguridad y esas maneras de hombre que me gustaban de tí. Podía oler las feromonas que irradiaba tu cuerpo. Siempre me gustaron tus ojos verdes. Sigues teniendo esa voz de la que me enamoré. Ver la morra en el copiloto me dio celos, pero finalmente comprendí que no te habría podido aguantar tres palos diarios como te gustaba, gordo.

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Inequidad

Mientras hablaba con mi tía Nela en la videollamada, veía a mi prima junto con sus hijas hacer los tamales. —¿Por qué no te ayuda tu hijo? —le pregunté. Su hijo mayor de 18 años aparecía al fondo meciéndose en la hamaca despreocupadamente. —Me ayudan mis hijas. A mi tía Carmen tú le ayudas porque no tiene hijas —respondió. ¡Pinche chamaco, pensé, ya está bueno para que haga dinero grabando unos buenos videos porno!

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Culos finos

Mientras yo era un simple totonaquito de Coxquihui Veracruz, descendiente de los primeros habitantes del Totonacapan, Tar y Hada eran niñas bien, descendientes de familias ricas. Ellas limpiaban sus culos con papel higiénico, mientras yo utilizaba vil periódico con anuncios y noticias de una realidad que ya era neoliberal en esos años, al que mi culo les daba un beso mágico.

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Alzheimer

Últimamente mi papá está olvidando las cosas. ¿Estará enfermo? Ayer le dije que sacara la basura y no dejara salir al gato. Regresando del trabajo vi que el gato andaba afuera y adentro, la basura se estaba mosqueando. Hoy la totola no deja de rascar las plantas del jardín. Miki sigue saliendo a jugar con el hijo del vecino, a pesar de que le he dicho <<quédate en casa>>. -- Papá ya me voy al trabajo. Oye, matas a esa totola y a Miki enciérralo no lo dejes salir. Ya estoy en el trabajo, pero tengo un mal presentimiento.

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La hechicera

Era una mujer llamada Iginia que inyectaba, "que ejercía la medicina", diría mi papá. Médico de a pie que iba a tu casa a curarte. Después inventaron al médico de nalga, que te esperaba sentado, ufano en su consultorio. La mujer bajaba caminando por la casa de la que sería mi madre, Rosa, embelesándola con su canto de sirena y con sus palabras en un idioma extraño. Mi futura madre la seguía al manantial más cercano con su cubeta. Si en la tarde caía la llovizna mientras estaba puesto el sol, doña Iginia se convertía en arcoiris. Rosa tenía que apartarse del agua y huir, antes de que el arcoiris la envolviera y la sumergiera en el fondo del manantial. 26


Conquisteitor

Siendo un totonaquito, al final de la jornada, cuando mi padre regresaba del trabajo, se acercaba a mí con esa curiosidad del científico ante el microscopio y me preguntaba “¿cuántas novias tienes ya?”. Yo alegre le contestaba con todos los deditos extendidos de mis manitas, porque todavía no sabía contar. Él se ponía feliz de su tigrito. ¡Neeeel, yo ya tenía mi clan de niños guapos que me gustaban¡

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La shet

Me encontraba en una esquina de México apretando el cicirisco hasta todo lo que daba, tenía una mega diarrea. Comer tacos en la calle era como darle un beso negro al taquero. Siempre he odiado esos baños que están contiguos a otros y con aberturas a los lados que te dejan oler los pedos y la mierda fresca del otro. Y el papel que te dan al pagar, ¡no mames! ¿qué ellos no tienen culo? ¡Ni piensen que voy a usar esta chalina importada que compré en Liverpool!

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La gran milpa

Los hombres de la política, con sus desproporcionados sueldos y fastuosos atuendos, se acercaron a ella y le preguntaron:

—​¿Qué tenemos que hacer para enfrentar la pandemia?

—​Mi cultura concibe al mundo como una gran milpa, xawat es milpa y el mundo es katuxawat, o sea una gran milpa. Siembren el maíz, tendrán para comer y tendrán trabajo — ​ ​les dijo la gran totonaca. Fue así como empezaron a sembrar en cada pedazo de tierra que encontraban, en las calles, en las banquetas, sobre los camellones, en los parques. Sembraron el maíz hasta en la uña de un habitante de las calles que se quedó dormido.

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Los días en Comala

Me pongo el cubrebocas. Salgo por las tortillas. Camino sigiloso por la calle. No hay carros circulando. La tortillería tiene preparados los paquetes de tortilla de un kilo. Tomo uno y dejo las monedas. Por fortuna traigo las monedas exactas. Parece como si el aire se hubiera agotado y los alientos hubieran expirado el último. Estas tardes de Comala me aterran. Regreso a mi morada. Ya se acerca el primero de noviembre y vendrán ese día a ponerme flores frescas.

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Carta póstuma del jinete sin cabeza.

"Después de que prácticamente ya me maté en algunos de mis mini-cuentos, quiero que vengan a mi funeral. Que toquen la música de fondo de la serie Victoria. Si les llega, lloren, tal vez con sus lágrimas logren abrir un portal en algún lugar a donde yo no puedo entrar. Ahora sí ya podrán vender los libros con los que me amotino en mi cuarto. Ya nadie me verá la cara."

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El exterminador

El Modelo T-Miki se quitaba el corazón para cargarlo a la corriente. Debajo de esa capa de aleación brillante, se escondía un agente exterminador del futuro que se hacía pasar como totonaco para no ser descubierto. El corazón que le había dado el Mago de Oz se descargaba fácilmente. Sus amantes le agotaban toda la carga en la intimidad, y poco le quedaba para su misión de proteger a Dora Dora la exploradora.

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Lindo gatito

Los gatos me veían defecar con repugnancia. Dos veces al mes me compraban arena para hacer mis necesidades. Desnudo, me avergonzaba sentarme delante de todos, y abrir mi ano sobre la bandeja, mientras los gatos platicaban en la sala. Cuando les ronroneaba, unos me acariciaban, pero había otros que me pateaban las costillas. Saltaba de un lado a otro y me subía por los muebles. A pesar de que me había acostumbrado a mi rutina diaria, sentía que mi lugar en la vida no era siendo gato, entonces me paré con mis dos piernas y alcancé a decir con todas mis fuerzas "ya no quiero ser gato" y todos los gatos voltearon a mirarme espantados.

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Las dos madres

Camino sobre la vereda. Hay pequeñas lagunas en las calles. Cráteres que la luna envidia. El lodo se pega a mis zapatos y brincamos como sapos de piedra en piedra. Camino con mi madre, y nuestras dos figuras solas en este campo sin finitud aparente nos acercan más el uno al otro. Casi alcanzamos a escuchar el latido de nuestros corazones. No hay voyeristas, ni otros alientos, nos deshacemos del cubrebocas. Pienso en la conexión de estas dos almas totonacas, de sus afinidades y diferencias. Eso pienso mientras camino. Mientras la tierra escucha. Hay pasto verde, y no hay árboles que cobijen los arbustos y lloran. La tierra y los vegetales digieren la luz sin saciarse. El contacto con la tierra, cada paso nos acerca más a su corazón herido. Cultivamos

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en ella esas raíces que acarician y alegran su corazón. El concreto como el comal, me aísla de mi otra madre, la tierra, que me sostiene en mi plenitud. Una me amamantó siendo un totonaquito. La otra me mantiene vivo con sus semillas, sus follajes comestibles y frutas que brotan de su cabeza. Cada una habla lenguajes diferentes. La madre totonaca me enseña a sembrar para que la otra, madre tierra, esté verde y sea feliz con esos pájaros cantando sobre los árboles. Las dos madres me acompañan y me nutren en esta vida, que me toca vivir como totonaco. Literal sinceridad

Se emocionan de que un grupo de pasajeros de la combi, hagan justicia por su propia mano. Yo llevo más de veinte años practicándolo y ¡nadie me trae mariachi o me mata un guajolote! 35


Reinventarse o verguiza

Me habían despedido de dos trabajos. Yo era una de las víctimas de la pandemia. Seguido escuchaba en YouTube los discursos de Reinventarse ​o ​Cómo sortear las crisis​, ¡no me iba a quedar cruzado de brazos! La empresa que tenía en mente no requería mucho capital, pero sí mucho valor. Fue entonces que me acerqué al paradero de la combi y les grité "¡este es un asalto!" Tomé las carteras que pude y al salir quise apañar a otro, entonces me agarró la mano, sin poder soltarme, todos se me abalanzaron y valió madres.

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La cruel realidad

Los niños juegan en el patio del salón de eventos. Los comensales toman cervezas, hunden los cubiertos sobre las carnitas grasosas. El vino no me apetece, la comida me asquea y esa felicidad infantil me aterra. Tengo que soportar música que no me gusta. Escucho el ruido de esas voces indistinguibles como un enjambre que me persigue hasta volverme loco.

—​Miguel, ​—​me gritan​—​ ya es hora de tus pastillas.

Y me encierran nuevamente al calabozo.

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Patofilia

Veo cómo el pato, superior en fuerza, persigue a la patita con canasta y rebozo de bolita. Su chillido desesperante me atribula. ¡Estoy presenciando una violación! Le paso esta. El pato la persigue nuevamente, esta vez la agarra del pescuezo mientras se baña en su pequeña piscina que le arreglé. La sumerge de la cabeza mientras trata el ayuntamiento. No lo soporto. Tomo el maldito pato del cuello y lo lanzo hasta donde mis fuerzas me alcanzan. "Vente chiquita" — ​ ​le digo mientras me sumerjo con ella en la piscina.

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Patofilia 2

La inmersión en la piscina con mi pequeña amada fue inolvidable. Fue así como comenzó nuestro noviazgo. Me gustaba tocar las plumas más finas, en la intimidad; esas plumas escondidas, las más pequeñas, que la protegían y la hacían impermeable al agua. Las plumas de su cabeza crecieron, porque ese pato maldito, ya jamás la haría suya; ahora era yo con ella uno.

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Voyerista

Llegué a la casa de Patricio sin avisarle, si tenía alguien más en su casa, quería verlo con mis propios ojos. Ya se me hacía raro que me ignorara. Acercándome sigilosamente por la cerca de madera, alcancé a verlo metido en la piscina con la pata. Patricio tenía los ojos en blanco, mientras sostenía entre sus manos a la pata. Ver ese ayuntamiento prohibido me excitó tanto que comencé a dedearme entre los arbustos.

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Patos en el parque

Durante nuestro noviazgo, Patricio y yo íbamos al parque ecológico en Puebla; por cierto, me llamo Ducky. Les contaba, mientras arrojábamos palomitas de maíz en el estanque de los patos, Patricio aprovechaba para escabullirse dejándome sola. Cuando terminaba de darles toda la bolsa iba en búsqueda de él. Usualmente lo encontraba persiguiendo las patitas; pero lo más raro era que siempre tenía el dedo medio embarrado de caca, ¡iugh!

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El corral

Llevamos varios días de confinamiento. Anoto los días en una tabla con la que nos resguardamos de la lluvia. Sólo nos arrojan maíz y hojas de col, lechuga y verduras que les sobran y que ellos ya no se comen. Antes brincabamos por todos lados; pero el colmo fue rascar la tierra suelta buscando gusanos, eso enojó a nuestros cancerberos y de inmediato hicieron una valla con armex y una malla muy fina. Las plantas también siguen en su confinamiento y no nos permiten acercarnos a ellas.

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Lady Lector

Lady Lector, era el exterminador más avanzado en el 2050. John Connor, con el fin de mantener la resistencia contra las máquinas, mandó a T- Lector al año 2020. Su misión era lograr la supervivencia de los escritores de minificción, confinados en Puebla por la pandemia de Coronavirus. No podía distraerse probando, las chalupas, ni los chiles en nogada, ni siquiera un camote poblano, por más dotado que éste estuviera. Estaba en peligro la ficción.

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Espejito espejito

Odia los espejos. Huye de su mirada delatora. El reflejo hipnótico de su rostro lo invoca a mirarse. Busca ese ángulo con el que se enamoraría hasta de sí mismo. Busca que la luz aclare su piel morena. A quién quiere engañar: prefiere esconderse de sí mismo. No puede acallar las voces que gritan desde la liquidez insondable del espejo: --Tú no eres el más bonito del mundo.

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Crónicas del confinamiento 1

Ya los niños están atados en sus respectivas camas. Procuré coser con hilo sus bocas. Ya no tenemos comida para esta semana y los chamacos estarían jodiéndome la existencia si anduvieran sueltos. La semana pasada o me dejaban las rodajas de cebolla en el plato o los cubitos de jitomate. ¡Qué quieren ahora! ¡Que no me jodan! Todavía escucho sus quejidos desde sus cuartos cerrados, ¡parece que ni aún así me dejarán en paz! Voy a tratar de dormir, oh, se me olvidaba abrir las válvulas de gas de la estufa.

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Error en el sistema...

​ d — ​ ijo T-lector ante esa propuesta indecorosa.

—​Claro que sí

Su respuesta directa le excitó bastante, y T-1000 pronto lució una erección extraordinaria en esos pantalones de piel negra, que ya amenazaba con reventar los botones de las bragueta

—​Y no sólo eso, ​—l​ e dijo​— serás tan buena como una jinetera cubana.

Y fue así como inició la corrupción entre dos cuerpos cibernéticos.

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Confesiones 1

Cuando noté el bozo en mi cara, me quedé aterrado, era signo de que había dejado de ser niño, pero no quería reconocerlo. Me gustaba que vieran esa carita de niño bueno y puro, por eso comencé a rasurarme furtivamente y ocultaba el rastrillo. Pero en la intimidad con mi propio cuerpo, ya me masturbaba, tenía 16 años y desde los doce me había salido pelo púbico y admiraba mi pene y los olores nuevos que producía.

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Esclavitud

La casa está infestada de gatos. "Amar la vida implica amar a todo ser vivo", me echan el rollo. Me ponen a prueba. Los gatos se suben en las camas, dejan pelos por doquier. Hay una gata sin dientes que babea, se me acerca mientras duermo. Despierto y lo primero que veo es su cara ronrroneándome; como puedo me deshago de ella. Los veo defecar en sus bandejas con arena. El hedor permanece en la casa. Si no soy yo, alguien más le recoge sus excrementos de la bandeja con una pala que cuela el exceso de arena. Cada quincena vamos al SAM’s por bolsas de croquetas y cubetas de arena. Nadie se queja, pero todos llegamos a ser esclavos de esos animales.

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La bendición

Antes de que me casara, mi futuro esposo fue a pedir mi mano en la casa de mi padre. Si me iba ir a vivir con Jairo, quería hacerlo bien, teniendo la venia de mis jefes. Por supuesto, esperaba yo un buen sermón de mi papá para su futuro yerno, un ​speech acá bien ​nice​. Mi padre, con esa tranquilidad de totonaco le dijo:

—​Mi hijo ya no es virgen, ya ha conocido hombre.

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Crónica del hundimiento del Titanic

El barco zozobraba. Los escritores salían cada quien a su ritmo sublime. En la proa, el cuarteto de cuerdas tocaba una melodía triste. Los botes no alcanzaban a albergar a todas esas almas ateridas e insatisfechas que se abalanzan para huir. Uno a uno los escritores iban desapareciendo en ese mar infinito del silencio, tan oscuro y tan profundo como un culo. El barco de la minificción se hundía.

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El jardín

Seguimos encerrados en esta cerca enmallada. Nos tienen presos desde hace días y no podemos movernos. Nos arrojan agua con una manguera, como si fuéramos animales. Cada fin de semana viene un hombre que nos echa tierra en los pies. ¡Nos han salido raíces sin saber ni cómo! A veces vienen ellos por un manojo de nuestros cabellos verdes y nuestros frutos. No podemos hablar y estamos expuestos al agua, al polvo y al viento. ¡Auxilio!

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Testigo mudo 2

Tenía que mudarme de cuerpo lo más pronto posible. Sé que chocaría con esa reja frente a su casa. No había otro humano cerca y solo contaba con unos segundos antes del choque. De pronto salió un gato de esa casa, era mi oportunidad. El carro se estampó con la reja y cayó. El gato saltó ante el impacto repentino y entró a la casa. Ahora estaba yo adentro de su casa, y ella junto a su laptop, dirigiendo un círculo de lectura. Me acerqué a su tobillo y le dije un gran miau. Estaba yo a salvo.

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Putito

De niño siempre le asustó el hombre verde. Le asustaban los gruñidos y sus gesticulaciones monstruosas . Le asustaba esa melancolía de David Banner, caminando por las carreteras sin rumbo; nunca tuvo para un pinche coche. Pero lo que siempre esperaba con ansia, era que el hombre increíble, después de romper su camisa y su pantalón de mezclilla azul por obra de su metamorfosis, se deshiciera del pequeño retazo de short que alojaba sus genitales.

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La tormenta

Como buen político, había pedido con anticipación un fondo contra desastres naturales. Pero ese año no hubo ni sismos, inundaciones, ni deslaves. La única tormenta que lo atormentaba era cómo comprobar su gasto ejercido.

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Epitafio de un totonaco desconocido

Se escondía entre las sombras que creaba la cerca de tarros. Las otras miradas se clavaban en él importunándolo. Consumía clorofila con frugalidad, y evitaba el sol como el vampiro, pues marchitaba sus carnes magras. Salía al campo fajado con un machete y un morral blanco sucio. Caminaba sus últimos pasos, o tal vez los recogía para caminar menos en el otro valle. No dejó descendencia que continuara la loca pesadilla de la existencia. Decidió apagarse un día, para renacer como un astro en el cielo, que solo mira desde la lejanía.

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Principito totonaco

En la casa, tan pronto se disponía a dibujar cualquier garabato su madre gritaba: —​Si no tienes quehacer vete a traer leña. En la escuela, como demonio dibujaba la silueta famosa de Batman. Estaba tan poseído, que no advirtió cuando Malio lo acusó con el profesor Eulogio. Y madres, que lo pasa al pizarrón. Era una multiplicación. Por cada error recibía un coscorrón. Expuesto ante sus compañeritos, le hervía la sangre. Resolvió con dificultad el ejercicio y fue liberado. Fue así como también terminó para él una promisoria carrera de dibujante. 56


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Esclavista

El escribiría un libro titulado Mis hombres y los que no fueron. Era traficante de esclavos negros bien sabrosos. El chiquero

Tengo comida y agua. Me dan maíz o tortillas secas. Seguido me limpian mis necesidades. Hay uno tipo que me baña a jicarazos, terrible, luego me da frío. Ni siquiera una cobija me dan. Casi no necesito nada más. Pero estas cuatro paredes me atan. Sólo vivo para comer, beber, debe haber algo más allá que mis ojos no logran ver.

—​Mamá ​—​grita una voz​— como que el puerco no quiere comer, hoy lo veo muy pensativo, ya le eché maíz en su comedero, ha de tener bichos, lo más seguro.

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La leyenda de el llorón

Después de que se enteraban que tendrían un hijo se alejaban de varias formas. Algunos iban por cigarros. Unos sólo las bloqueaban del ​whats ​para ignorarlas. Cambiar de chip era otra técnica muy usada. Seguido, en alguna parte del mundo hacían el mismo ritual. Una vez muertos, sus espíritus vagaban por las noches gritando: ¡donde están mis hijos!

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Portales

Escucho gotas que caen y se acumulan formando un sonido peculiar. Afuera primero impactan y se amortiguan sobre las hojas de los árboles y los bejucos. Conforme arrecia la lluvia el sonido se torna más estridente. Es tal el ruido que me paro a ver qué sucede. Abro la lona de la tienda y está el sol quemante sobre la arena. Me meto nuevamente para protegerme, pero adentro sigue lloviendo y mi cama ya está empapada.

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Retratos vivos

Tratarían de convencerme de que la esperanza muere al último, sobre la virtud de la paciencia y, sobre los tiempos mejores que vendrán. Harían que tomara terapias, me tratarían como un enfermo, me tratarían de loco. Por eso ya no quise escuchar esos monólogos sin fin que se repetían en mi cabeza. Ahora sólo estoy en los retratos y veo que pudieron hacer buena vida sin mí, cabroncitos.

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La seed

No podía apagar ese fuego que seguido venía a él con esa necesidad irracional de coger. Cuántas veces quiso extinguirlo, parar ese deseo demencial que lo consumía. Y las chaquetas nocturnas ya no tenían ningún efecto en su cuerpo. Buscaba hombres que le calmaran esa pasión irrefrenable como quién busca apagar su sed con un vaso de agua. Pero ese sabor amargo del semen de ese tipo que yacía en su cama, seguramente no lo apagaría.

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El guardián de la muerte

Inmóvil, el guardia custodia la entrada que podría ser para el otro mundo, en caso de que los hombres de blanco no los salven.

—​¡Muévase oficial, traigo un paciente que se está muriendo! ​—g ​ rita la vieja desde la calle. ¿Piensa que soy su sirviente o qué? ¿Piensa que puede llegar y disponer como si fuera su empleado? Yo sigo con mi imperturbable indolencia al mundo. Si por unos segundos dependiera de mí la vida de aquel paciente me tardaría unos segundos más y le añadiría un plus para sacarlo de esta vida, ténganlo por seguro.

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FIN

64


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