ENCUENTRO OCTUBRE 2011

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Contenido Editorial

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Contrarrestar el materialismo

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¿Cuál es mi grado de felicidad?

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El amor platónico

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Santa Teresita del Niño Jesús

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Octubre: Mes de las misiones 30 preguntas para no equivocarse en la aventura más importante de la vida (parte 2)

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Vivencias

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The Best Seller

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Sabías que…

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Sano humor

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Último tema

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Editorial

¡Bienvenidos sean queridos lectores! Me da mucho gusto que estén de nuevo con nosotros en este número de su revista Encuentro… un lugar para ti. Primero que nada los saludo y espero que ya estén un poco más adecuados a la rutina escolar. Como acostumbramos, traemos temas actuales y de interés los cuales espero sean de su agrado y les ayuden a ser mejores personas pues éstas son las que se necesitan para lograr una buena convivencia en la sociedad. Manejamos el tema de las misiones ya que en este mes se llevan a cabo en todo el mundo. Por eso los invito a que se den el tiempo para pensar en todas las personas que se juegan la vida por querer llevar la palabra de Dios por todos los rincones de nuestra tierra. Los dejo para que continúen leyendo.

Nuestro Equipo Editora General Ana Lucía Reina Salazar

Temas Georgina G. Reina Salazar

Productor Miguel A. Reina Salazar

Temas Rafael Reina Salazar

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Contrarrestar el materialismo

Unas, irrenunciables, pues no podemos vivir sin comer, sin beber, sin vestir, sin protegernos bajo un techo. Otras, importantes, porque no basta cualquier comida o cualquier casa para conservar un cuerpo sano. Otras, accesorias: es posible vivir sin televisores y sin algunos sofisticados instrumentos electrónicos.

Al final, sucumbimos a la peor forma de materialismo: aquella que invade los corazones sin que nos demos cuenta.

Cuando el materialismo triunfa, nos vamos encadenando más y más a objetos y a sensaciones que crean dependencias, que absorben el espíritu. Esto ocurre incluso respecto de cosas como la comida: a veces nos hacemos dependientes de algunos alimentos que implican muchos gastos y pocos resultados. Otras veces ocurre respecto de lo accesorio: dependemos casi frenéticamente del último Smartphone, del coche que acaba de sacar esta compañía, de la película que todos ven para no sentirse fuera de contexto. De este modo, sin darnos cuenta, quedamos atrapados en un horizonte en el que sólo vale lo que se ve, lo que se toca, lo que se huele, lo que se siente, lo que se oye. Entonces no somos capaces de reconocer que todas esas realidades, algunas muy importantes, llegan y pasan; y nos olvidamos que en cada ser humano hay una dimensión profunda, in suprimible, que necesita “espacio” y “tiempo” para crecer. Reconocer que estamos encadenados a lo sensible, a lo material, es el primer paso para romper con el materialismo patológico. Porque el enfermo pide medicinas cuando reconoce su situación precaria. Y el mundo moderno nos ha enfermado, poco a poco, a través de miles de estímulos que atan y que subyugan en el horizonte de lo puramente material.

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Pero el enfermo se reconoce enfermo cuando se compara con lo que significa estar sano. El gran peligro del materialismo consiste precisamente en que “satisface” y halaga a los sentidos, en que emborracha con juegos electrónicos o con coches que van a alta velocidad. Así, no nos damos cuenta de que estamos lejos de un horizonte maravilloso, el de la espiritualidad, ni somos capaces de reconocer que existen bellezas y alegrías mucho más profundas de las que se experimentan con una buena película o con una tarde de footing.

en lo material para detenernos a pensar un poco sobre la vida y sobre la muerte, sobre el tiempo y sobre lo eterno, sobre la Tierra y sobre lo que encontraremos más allá de la tumba. Entonces el corazón puede volar por encima de lo inmediato, llega a considerar temas serios, profundos, irrenunciables, decisivos. Empezamos, así, a pensar en la justicia y en la belleza, en la verdad y en el valor de cada existencia humana, en la solidaridad y en la familia, en Dios y en el mundo de los cielos.

En otros momentos, afortunadamente, el aturdimiento de la materia nos cansa. Es entonces cuando podemos preguntarnos si nos basta con correr tras lo que produce placer, o si vale la pena detenerse un momento para pensar en el sentido pleno de la vida humana: de la propia y de la de quienes viven cerca o lejos. La saturación de la materia no puede apagar la sed de espiritualidad que radica en cada corazón humano. Esa sed, sin embargo, sólo puede empezar a ser saciada si quitamos parte del tiempo y dinero (también dinero) que invertimos

No parece fácil, pero es posible. Todos tenemos, como explicaba Platón, ese ojo del alma que nos permite ver más lejos y más en profundidad. Basta con apagar algunos aparatos, con dejar de contar cuánto dinero queda en el banco. Recordaremos entonces lo que enseñaba Saint-Exupéry en su obra quizá más conocida, El principito: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos. Autor: Fernando Pascual

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¿Cómo medir el grado de felicidad, de dicha, de plenitud, de una vida humana? Entre los griegos se decía que nadie puede ser llamado feliz mientras viva, pues todo puede cambiar de repente, en cualquier momento. Cada vida está rodeada de un misterio, de una indeterminación que pone siempre en peligro cualquier felicidad conquistada en esta tierra. Dejando de lado lo que escapa a nuestro control por culpa del tiempo que nos sorprende siempre de mil maneras imprevistas, es normal que cada uno de vez en cuando reflexione sobre su vida, sobre el nivel de felicidad en el que se encuentra. Pero aquí nos encontramos con muchas sorpresas. En primer lugar, los parámetros para medir la propia felicidad son muy confusos. Algunos creen que son felices si tienen muchos momentos placenteros. Otros, si la cuenta del banco se muestra con muchas cifras. Otros, si la familia va bien. Otros, si realizan un trabajo que les llene. Otros, si tienen modos de escaparse de la monotonía, de lo ordinario. Otros... otros no saben realmente en qué fijarse para ver si son felices o no.

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En segundo lugar, nos sorprendemos al encontrar personas llenas de cualidades, de dinero, fama y salud, con un corazón amargado, triste. No miremos hacia fuera: también nosotros, después de haber experimentado algún placer intenso, haber conquistado algo fuertemente deseado, sentimos un extraño vacío, un cierto desasosiego. Si el placer, además, fue injusto o pecaminoso, la “felicidad” que nos pudo dar en el pasado se tiñe ahora de un poso de dolor, si es que no nos lleva al auto desprecio o a la rabia al constatar nuestro egoísmo y nuestra debilidad, al ver que nos dejamos esclavizar por pasiones a veces muy bajas.


De nuevo, la pregunta: ¿cómo podemos estar seguros de que somos felices, de que hemos escogido el camino correcto que nos lleva a esa meta? Paradójicamente, la respuesta empieza a obtenerse cuando la felicidad deja de ser una obsesión, cuando no pensamos más en cómo conseguirla a cualquier precio. Cuando no buscamos nuestra felicidad, sino la de otros, nuestro corazón se siente feliz, casi sin haberlo querido. Nos sorprende una felicidad que nace de lo más profundo de nosotros mismos, porque hemos dejado de pensar de modo egoísta y hemos abierto la propia vida a los demás. El mundo nos bombardea con frases y ejemplos de felicidad equivocada. Nos invita al camino fácil, al placer del sexo, del alcohol, de las diversiones o de la salud y fuerza física. Embota nuestros sueños de amor y de justicia con cadenas que nos impiden volar lejos, conquistar metas difíciles, dar lo mejor de nuestra vida y energías para que la sociedad sea un poco más justa y más buena. Habrá, pues, que dejar de buscar el ser felices por caminos que no llevan a ninguna parte. Tal vez sea hora de abrir el Evangelio y escuchar a un Nazareno, Hijo de Dios, que nos dice, también a los hombres y mujeres de hoy, que son felices los pobres, los mansos, los puros, los perseguidos... Son felices, porque no piensan en sí mismos, porque buscan al Padre y porque se dan a los demás, también al enemigo. Son felices, a veces sin saberlo, también entre sus lágrimas. Son felices porque Dios entra en sus vidas y suaviza los dolores y las penas, da paz y llena de esperanza, levanta y cura. Son felices porque aman y se dejan amar. Son felices porque han dejado de pensar, de medir, cuál pueda ser ahora, en este día, su grado de felicidad...

Fuente: Catholic.net Autor: P. Fernando Pascual

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El amor platónico Cuando era niño me gustaba escuchar hablar a mis hermanos sobres sus amores platónicos. Apenas podía comprender al mayor de todos: con sólo 16 años ya tenía 10 amores platónicos y en la lista 3 cantantes, 4 actrices de moda y tres de sus profesoras. - ¿Cómo puedes amar a las diez al mismo tiempo? - No te preocupes, enano –respondía con aire de don Juan- cuando seas grande comprenderás. Años más tarde comprendí. El amor platónico es aquel que se va tan rápido como viene, el amor sin interlocutor y del cual te avergüenzas cuando llegas a la edad madura. El amor idealista. Peno no sólo aprendí eso. Supe que hay amores ideales, amores platónicos que llegaron a ser realidad. Bruno, el protagonista de esta historia lo cuenta así a sus amigos: - Hoy, hace 27 años, en una tarde de verano, Isabel pasó por primera vez delante de mis ojos, para quedarse por siempre en mi corazón. Ella, joven bien educada, de familia burguesa, rostro angelical. Yo, muchacho loco en servicio militar… Recuerdo –continua Bruno- que aquella misma noche fui con Nuestra Señora, para decirle: “Madre, esta joven será mi mujer”. Y así fue. Una primera palabra, un primer encuentro, dos años de noviazgo, un matrimonio de ensueño. ¿Cuál es la diferencia entre Bruno y tantos otros hombres y mujeres que juegan al amor platónico?, ¿qué le falta al amor?, ¿qué nos falta a nosotros?

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Yo sé lo que falta. Le falta determinación, le falta ese acto de voluntad por el que yo escojo a alguien como objeto de mi amor. Le falta identificación con la persona amada hasta el don de sí mismo. Es este el verdadero amor conyugal. Para los romanos el amor conyugal era ese lazo de amistad creado por la semejanza de costumbres. El cristianismo lleva este amor más lejos, hasta la identificación en una sola carne de una mujer y de un hombre. Sólo quien está dispuesto a perderse en el amado, a hacerse uno con lo que se ama, está listo para iniciar el combate del amor. Si tienes un novio o una novia, pregúntale: ¿serías capaz de morir por mí? Si me muero en este instante, ¿me guardarías en tu corazón eternamente, sin buscar a nadie más, esperando con ansiedad el día de tu muerte para encontrarme de nuevo? Son preguntas radicales, pero cuando se trata de amar no hay extremos. Los amores epidérmicos, las promesas de amor eterno bajo la luna, son amores idealistas si sólo buscan aprovecharse del otro. Si la luna hablara, cuántas verdades nos diría a cerca de tantas mentiras.

La nueva realidad de este amor de dos hecho uno, exige un paso de compromiso. El que ama busca los medios más propicios, el ambiente donde el amor continuará creciendo. Propio del amor conyugal es el estar protegido por un pacto. La alianza es la culminación de mi elección y el paso natural para quien ama verdaderamente. Quienes ven el matrimonio un enemigo de la libertad, niegan al mismo tiempo la sinceridad de sus sentimientos. En pocas palabras, quien dice: “Quiero una relación libre” está diciendo: “Tú has tomado una parte de mi libertad, no quiero que vayas a manipularme completamente”.

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Esta misma realidad se aplica a los hombres y mujeres unidos por un matrimonio donde no hay verdadero amor. Tan falso es el amor sin compromiso como el compromiso sin amor. El matrimonio es sólo una etapa. El compromiso ratifica el amor, al mismo tiempo que lo abre a la realidad de la comunión. El amor conyugal se convierte en caridad conyugal por el ejercicio cotidiano de la entrega. Las palabras, los gestos, las actitudes, todo cuenta en esta nueva realidad entre dos. Una llamada durante una gira de trabajo, una confidencia, una sonrisa… todos los detalles encienden el fuego de la caridad conyugal. Y por supuesto, el matrimonio abre el amor a los hijos. He aquí el camino recorrido por Bruno: elección, identificación, compromiso y don de sí. Gracias Bruno por tu ejemplo. Gracias a todos los hombres y mujeres casados que nos edifican con su fidelidad en la entrega de todos los días.

Fuente: Catholic.net Autor: Rogelio Villegas, LC

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María Francisca Teresa (Santa Teresita del Niño Jesús o de Lisieux) nació el 2 de Enero de 1873 en Francia. Hija de un relojero y una costurera de Alençon. Tuvo una infancia feliz y ordinaria, llena de buenos ejemplos. Teresita era viva e impresionable, pero no particularmente devota. En 1877, cuando Teresita tenía cuatro años, murió su madre. Su padre vendió su relojería y se fue a vivir a Lisieux donde sus hijas estarían bajo el ciudado de su tía, la Sra. Guerin, que era una mujer excelente. Santa Teresita era la preferida de su padre. Sus hermanas eran María, Paulina y Celina. La que dirigía la casa era María y Paulina, que era la mayor, se encargaba de la educación religiosa de sus hermanas. Les leía mucho en el invierno. Cuando Teresita tenía 9 años, Paulina ingresó al convento de las carmelitas. Desde entonces, Teresita se sintió inclinada a seguirla por ese camino. Era una niña afable y sensible y la religión ocupaba una parte muy importante de su vida. Cuando Teresita tenía catorce años, su hermana María se fue al convento de las carmelitas igual que Paulina. La Navidad de ese año, tuvo la experiencia que ella llamó su “conversión”. Dice ella que apenas a una hora de nacido el Niño Jesús, inundó la oscuridad de su alma con ríos de luz. Decía que Dios se había hecho débil y pequeño por amor a ella para hacerla fuerte y valiente. Al año siguiente, Teresita le pidió permiso a su padre para entrar al convento de las carmelitas y él dijo que sí. Las monjas del convento y el obispo de Bayeux opinaron que era muy joven y que debía esperar. Algunos meses más tarde fueron a Roma en una peregrinación por el jubileo sacerdotal del Papa León XIII. Al arrodillarse frente al Papa para recibir su bendición, rompió el silencio y le pidió si podía entrar en el convento a los quince años. El Papa quedó impresionado por su aspecto y modales y le dijo que si era la voluntad de Dios así sería.

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Teresita rezó mucho en todos los santuarios de la peregrinación y con el apoyo del Papa, logró entrar en el Carmelo en Abril de 1888. Al entrar al convento, la maestra de novicias dijo; “desde su entrada en la orden, su porte tenía una dignidad poco común de su edad, que sorprendió a todas las religiosas.” Profesó como religiosa el 8 de Septiembre de 1890. Su deseo era llegar a la cumbre del monte del amor.

Teresita cumplió con las reglas y deberes de los carmelitas. Oraba con un inmenso fervor por los sacerdotes y los misioneros. Debido a esto, fue nombrada después de su muerte, con el título de patrona de las misiones, aunque nunca había salido de su convento. Se sometió a todas las austeridades de la orden, menos al ayuno, ya que era delicada de salud y sus superiores se lo impidieron. Entre las penitencias corporales, la más dura para ella era el frío del invierno en el convento. Pero ella decía: “Quería Jesús concederme el martirio del corazón o el martirio de la carne; preferiría que me concediera ambos.” Y un día pudo exclamar “He llegado a un punto en el que me es imposible sufrir, porque todo sufrimiento es dulce.” En 1893, a los veinte años, la hermana Teresa fue nombrada asistente de la maestra de novicias. Prácticamente ella era la maestra de novicias, aunque no tuviera el título. Con respecto a esta labor, decía ella que hacer el bien sin la ayuda de Dios era tan imposible como hacer que el sol brille a media noche. Su padre enfermó perdiendo el uso de la razón a causa de dos ataques de parálisis. Celina, su hermana, se encargó de cuidarlo. Fueron unos años difíciles para las hijas. Al morir el padre, Celina ingresó al convento con sus hermanas.

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En este mismo año, Teresita se enfermó de tuberculosis. Quería ir a una misión en Indochina pero su salud no se lo permitió. Sufrió mucho los últimos 18 meses de su vida. Fue un período de sufrimiento corporal y de pruebas espirituales. En junio de 1897 fue trasladada a la enfermería del convento de la que no volvió a salir. A partir de agosto ya no podía recibir la Comunión debido a su enfermedad y murió el 30 de Septiembre de ese año. Fue beatificada en 1923 y canonizada en 1925. Se le presenta como una monja carmelita con un crucifijo y rosas en los brazos. Ella decía que después de su muerte derramaría una lluvia de rosas. El culto a esta santa comenzó a crecer con rapidez. Los milagros hechos gracias a su intercesión atrajeron a atención de los cristianos del mundo entero. Escribió el libro “Historia de un alma” que es una autobiografía. Escribe frases preciosas como éstas en ese libro: “Para mí, orar consiste en elevar el corazón, en levantar los ojos al cielo, en manifestar mi gratitud y mi amor lo mismo en el gozo que en la prueba.”; “Te ruego que poses tus divinos ojos sobre un gran número de almas pequeñas.” Teresita se contaba a sí misma entre las almas pequeñas, decía “Yo soy un alma minúscula, que sólo puede ofrecer pequeñeces a nuestro Señor.”

Fuente: http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=396

13 Autor: Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net


Fuentes: http://www.ompargentina.org.ar/PropagaciondelaFe/domund09/domundhome.html http://www.omp.es/OMP/espiritualidad/octubremisionero.htm

¿Por qué octubre el mes de las misiones?

Hablar del mes de octubre es hablar de las misiones. El día del DOMUND está enmarcado dentro del Octubre Misionero. Sus cuatro semanas forman una unidad donde la oración, el sacrificio, la limosna y la vocación misionera se suceden en perfecta armonía. El mes de Octubre, la Iglesia Católica celebra el Mes de las Misiones, puesto que fue en este mes, que se descubrió el continente Americano, abriendo así una nueva página en la historia de la Evangelización. Este debe ser considerado en todos los países como el mes de la misión universal. El penúltimo domingo de Octubre, proclamado Jornada Mundial de las Misiones constituye el punto culminante.

Indicaciones para celebrar el Octubre Misionero 1.ª Semana: ORACIÓN

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En esta semana se pretende promover entre los fieles la constancia en la oración para dar gracias a Dios por el don de la fe. Conviene llevar estas intenciones tanto a la oración personal como a la comunitaria, comenzando por la participación en la Eucaristía, y sin olvidar el rezo del Rosario Misionero, las vigilias de oración y otras posibles celebraciones litúrgicas de carácter misionero. Benedicto XVI nos recuerda que “la oración se convierte en estos momentos en una exigencia muy concreta, como medio para recibir constantemente fuerzas de Cristo”.


2.ª Semana: SACRIFICIO Valorar la dimensión redentora y salvífica del sacrificio y del sufrimiento es el principal objetivo de esta semana. Así, se nos mueve a unir a la cruz de Cristo y ofrecer por la evangelización del mundo nuestras obras de penitencia y la aceptación de nuestros dolores. En este camino también se nos invita a contemplar la vida de Jesús, a conocer y valorar la vida de sacrificio y entrega de los misioneros, y a amar y cuidar a los enfermos. “Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de allí se debe definir ahora qué es el amor”, explica el Papa Benedicto XVI. 3.ª Semana: LIMOSNA Esta semana se orienta a implicarnos en la cooperación económica con las misiones. Para ello es preciso informarnos sobre las necesidades en medio de las cuales viven y desarrollan su labor los misioneros, y sentir como nuestras esas urgencias, entregando en beneficio de las misiones una desprendida aportación económica. Se nos anima a compartir los bienes con quienes carecen de ellos, a la vez que se nos estimula a compartir la vida como voluntarios en tareas y acciones que ayuden a los más necesitados. En palabras de Benedicto XVI, “quien es capaz de ayudar reconoce que precisamente de este modo también es ayudado”. 4.ª Semana: VOCACIÓN MISIONERA El objetivo de esta semana es suscitar entre todos nosotros la apertura para escuchar la voz de Dios, que llama y envía a la misión. Para ello se recomienda participar en actividades de formación misionera, celebrar algún encuentro con misioneros, estar atentos y disponibles a la llamada de Dios, y mantener vivo el interés por las necesidades de la Iglesia a la hora de llevar al mundo el mensaje de Salvación. La animación misionera nos ayuda a comprometernos a ser instrumentos de unidad y de amor y a estar receptivos a la posible vocación misionera. “Los misioneros”, dice Benedicto XVI, “han de ser personas cuyo corazón ha sido conquistado por Cristo con su amor, despertando en ellos el amor al prójimo”.

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En mi cuerpo siento una llamada a amar: ¿cómo puedo responder a ella?

El camino del amor, decía Juan Pablo II, es como subir por un torrente que viene de la montaña, hasta encontrar el manantial. Para entender adónde nos lleva el amor, hemos de descubrir de dónde viene. ¿Quién ha escrito en mi cuerpo estos deseos de amar? ¿Por qué me fascina tanto la belleza? Y, ¿cómo hacer que mi vida esté a la altura de esa llamada, que sea también una vida bella? Como hemos visto, nuestro cuerpo nos revela ante todo que el manantial del amor es Dios, que nos ha creado a través del amor de nuestros padres. Es Él quien nos habla, es Él quien nos llama al amor. Para responderle basta aceptar con gratitud el don de la vida y ponernos a su disposición como hijos. Solo si somos hijos, si recibimos el don de Dios, descubrimos que el amor nos convoca a una entrega. Entonces entendemos el amor esponsal: Dios me ha dado a esta persona para que la ame; Dios ha confiado mi vida a esta persona que me ama y recibe. ¡Somos los dos un regalo del Padre! Y si nuestro amor bebe del manantial, que es el origen del amor, entonces los dos juntos rebosaremos vida, con amor paterno y materno, dando un fruto insospechado. Ser hijos, esposos, padres: es la mayor respuesta a la llamada del amor.

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El pudor que experimento ante la sexualidad, ¿no es acaso una limitación que hay que superar?

El pudor es un sentimiento con doble significado. Tiene un lado negativo: con ella queremos esconder algo, evitar que salga a la luz. Pero hay también una vertiente positiva: si escondemos algo es porque tiene valor, porque comprendemos que es bello y precioso y no queremos que otros abusen de ello. Se ha comprobado que en todas las culturas, aun las más primitivas, existe el pudor en el comportamiento sexual. Es que se trata de una experiencia fundamental que revela el significado principal de nuestra vida y nuestras acciones. No solo sentimos pudor en relación a la sexualidad, sino también en todo lo que toca a nuestra intimidad. Nuestra intimidad es algo precioso y solo la revelamos a quien la recibe con aprecio en un marco de mutua comunicación. Por eso nos enfada que un amigo revele nuestros secretos sin nuestro permiso. Pues bien, la sexualidad es una dimensión de la intimidad humana que toca al centro de quiénes somos. Tiene que ver con la capacidad de amar, con la verdad del cuerpo, con el hacerse “una carne” en el amor entre hombre y mujer (Gén 2, 24). La revolución sexual de nuestros días ha denigrado el pudor, como si fuera propio de personas reprimidas. Pero el efecto real ha sido banalizar la intimidad humana. Vivir en plenitud la sexualidad no consiste en dejar atrás el pudor, sino en descubrir el rico significado que contiene y la intimidad que permite.


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Si el sexo es un impulso natural, ¿por qué hay tantas normas que lo prohíben?

La sexualidad, las inclinaciones que conlleva, son cosas naturales. Pero no se pueden vivir de cualquier manera. Hace falta interpretar su lenguaje, descubrir su significado. No pueden ser fuerzas que tiren de nosotros en distintas direcciones, dividiendo nuestra vida. ¿Cómo integrarlas en un solo haz? De esto depende nuestra respuesta a la gran llamada, la gran “vocación al amor” que es la vida del hombre en la tierra. En la sexualidad está en juego nuestra capacidad de amar y por eso hacen falta indicaciones que nos ayuden a orientarnos: las normas morales no representan solo reglas y prohibiciones, sino que nos permiten reconocer errores en nuestras acciones, errores que nos hacen daño. Es como el árbol que, cuando es pequeño, necesita que lo atemos a un palo recto, y protejamos con una valla sus raíces, para que pueda hacerse alto y dar mucho fruto. Lo importante en el árbol no es la verja que lo protege, ni el pequeño palo que lo endereza, sino el fruto y la sombra que llegará a dar. Lo mismo ocurre en nuestras acciones: lo más importante no son los límites sino, sobre todo, el camino hacia una perfección. Pero existen unos mínimos. Por debajo de ellos no se da el amor verdadero. La Iglesia no solo enseña las normas que prohíben los actos malos (actos, es bueno recordarlo, que en primer lugar hacen malo a aquél que los realiza), sino que se preocupa sobre todo por transmitir el significado pleno de la sexualidad. No nos dice solo un “no”. La Iglesia sobre todo nos invita a pronunciar un gran “sí”, a abrazar nuestros deseos más verdaderos. Y para hacerlo, nos recuerda que es necesario poseer una virtud: la castidad. Castidad no significa “no realizar actos sexuales”. La castidad consiste en unificar todas las aspiraciones y deseos del corazón para que puedan expresarse en plenitud, en comunión con la persona amada. La castidad significa integrar todos los significados de la sexualidad para que puedan ser vividos plenamente. La castidad significa amar de verdad.

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¿Por qué la masturbación es un pecado, si no hago mal a nadie?

El pecado no es solo lo que daña al otro. Pues puedo dañarme a mí mismo, incapacitarme para el amor verdadero, aunque no dañe directamente a otra persona. Esto es lo que ocurre en la masturbación, donde busco la excitación sexual para mí mismo. Con ello hago expresarse a mi sexualidad en contra de sus significados básicos: la unión con la otra persona y la fecundidad. Es como si mintiese con mi cuerpo. Este pecado lo suele provocar la tristeza de quien se siente solo y conduce a una tristeza todavía mayor: el vacío de un placer sin sentido. La malicia de este acto se comprende mejor cuando descubrimos la luz contenida en la pureza. Esta consiste en unos ojos limpios, que permiten descubrir una luz especial, la luz del amor. Mi sexualidad se comprende entonces como una fuerza para entregarme a la otra persona y descubrirla en su dignidad. El cuerpo de la otra persona se respeta en su belleza, a la luz del amor.

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¿Cómo debe comportarse quien siente una inclinación sexual ante una persona del mismo sexo?

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Si queremos comunicar algo no podemos usar las palabras en el orden que nos parezca. El lenguaje tiene sus propias leyes, su gramática, que no depende solo de mis sentimientos o mis inclinaciones. Pues bien, del mismo modo ocurre con el amor y su lenguaje. Por eso no es suficiente que sienta en mí una inclinación para que un acto sexual sea bueno. Hace falta que me exprese según el lenguaje del acto conyugal, que viva íntegramente sus significados objetivos y corpóreos. ¿Cuáles son estos significados? La unión de hombre y mujer en una diferencia sexual, que es capaz de crear comunión y hacerse fecunda porque está abierta a la vida. Ahora bien, son estos precisamente los significados de que carece un acto homosexual. Si uso el lenguaje de la sexualidad contra estos significados, no estoy comunicando la verdad del amor, vivo en una ficción. Es importante distinguir: cuando digo que realizar un acto homosexual es malo no estoy diciendo que la persona con inclinación homosexual sea mala. Los actos son intrínsecamente malos: carecen de los significados básicos para realizar la comunión de personas por medio de la sexualidad. En cambio, la persona no es mala por sentir esa inclinación. Al decir que los actos homosexuales son malos tampoco estamos discriminando a nadie. En efecto, los significados de la sexualidad son objetivos y válidos para todos, igual que una lengua tiene la misma gramática para todos. Lo que se pide a la persona que experimenta inclinaciones homosexuales es lo que se pide a todos: vivir la castidad en el propio estado. Es verdad que esta persona puede sentir mayor dificultad subjetiva para esto, según la fuerza de esta inclinación desordenada. Por eso se requiere una ayuda próxima y comprensiva por parte de la comunidad eclesial.

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¿El amor es exclusivo, o podemos enamorarnos de dos personas al mismo tiempo?

Hay enamoramientos que parecen suceder de golpe, sin que nos demos cuenta. Por eso se habla de amor a primera vista. Al dios pagano Cupido, responsable de estos amores, se le representa como un niño con alas, armado con una flecha que traspasa los corazones de los amantes. Se sugiere así la idea equivocada de que el enamoramiento sucede sin que podamos hacer nada. Afortunadamente no es así: el amor no prescinde de nuestra libertad. Podemos sentir gusto en la presencia de otra persona y en el trato con ella. Pero esto no es directamente signo de un amor verdadero. Por eso se puede sentir hacia varias personas. La cosa cambia cuando nos implicamos personalmente en el amor para construir una intimidad común, viviendo el uno para el otro. Aquí se requiere apreciar que la otra persona es única, en su cuerpo y en su espíritu. Por eso se experimenta una progresiva exclusividad en ese amor. Ya no se puede tener de igual modo hacia dos o más personas. Cuando creemos que estamos enamorados no podemos concentrarnos solo en la intensidad de nuestro sentimiento. Estos pueden cambiar con rapidez e incluso apagarse. Lo que determina un amor verdadero no es solo la fuerza del sentimiento, sino la intención de “vivir para el otro”. Por tanto, enamorarse no es algo que simplemente “me sucede” pasivamente. Es un proceso por el que la otra persona se va convirtiendo poco a poco en un fin de mi vida (y así, en una vocación). No es un mero instante que fascina, sino una llamada, cuya respuesta requiere la madurez interior y la fidelidad en el tiempo. El amor no depende de un momento de fascinación, sino de la respuesta voluntaria y libre que damos a una llamada. Al profundizar en el conocimiento de la otra persona se madura en la relación mutua y es posible construir una vida común, contenido propio de la promesa matrimonial.


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Si el sexo es algo bueno, ¿por qué en la Iglesia hay gente que no se casa y consagra su virginidad a Dios?

Al hacerse hombre, Cristo inauguró un nuevo modo de vivir el camino de amor hacia el Padre, un nuevo modo de expresarse con el lenguaje del cuerpo, de vivir con plenitud también la sexualidad. Lo hizo así porque, para hacer eterno el amor, había que trasformarlo, hacerlo semejante a Dios mismo. Con este nuevo lenguaje Jesús pudo amar a los hombres totalmente, entregándose por todos, con nombre y apellido, con una entrega esponsal, única. Y dijo: “Tomad, esto es mi cuerpo” (Mc 14,22). Las personas que se consagran y viven virginalmente en la Iglesia, siguen este modo de vivir de Jesús. Pueden vivir así porque participan de Cristo y reciben su llamada singular. Recuerdan a todas las parejas pasadas que su amor viene de Dios y que tiene que caminar siempre hacia Dios. Nos enseñan a ver la meta del amor, más allá de la muerte, en el abrazo del Padre misericordioso. Vivir virginalmente no es una renuncia del cuerpo. Al contrario, este amor se vive también en el cuerpo, y se vive como hombre y mujer. Es más, la persona consagrada nos enseña a ver la gran dignidad del cuerpo: es capaz de entregarse totalmente a Dios, de hacerle transparente en el mundo, de hacer vivo su amor divino. Entendemos así que el amor de Dios no es abstracto, sino real y concreto, que toca nuestro corazón de carne y lo llena, que nos hace capaces de vivir totalmente entregados a Él.

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¿No es excesivo un amor para siempre?

Parece imposible que dos personas que no son eternas prometan un amor eterno. Y, sin embargo, no hay un enamorado que, cuando se declara a su enamorada, no diga que el suyo será un amor “para siempre”. El sentimiento puede cambiar, la atracción física disminuir; pero el amor, recordemos, llega más hondo que las atracciones y sentimientos. Es como la corriente profunda que empuja el agua del torrente hacia el mar, el último destino de la persona. Solo cuando miran a este destino, los enamorados sienten vibrar la promesa de algo más grande, y se hace posible amar para siempre. Es que en ese destino, que está inscrito en la persona, se percibe algo eterno. Para amar para siempre debemos entonces reconocer lo que hay de eterno en la otra persona: su nombre, su historia, su destino. Sin la ayuda de Dios y de su amor, que se manifiesta también mediante la relación con la familia, los amigos y la misma Iglesia, es imposible tener fe en esta promesa de eternidad. Alguien preguntará: ¿no dejamos de ser libres cuando decimos para siempre? ¿no es mejor vivir sin compromisos? Pero sucede justo al revés. Para decir “para siempre” hay que tener el futuro en las manos. El que no puede prometer, ese vive solo en el presente estrecho, no tiene espacio para moverse, el futuro no es suyo... no es libre. No puede proyectar el mañana ni soñar en dar fruto. Solo tiene un camino quien no cambia de horizonte. La promesa de eternidad que vive en el amor, requiere ser mantenida paso a paso. El “para siempre” que lleva dentro de sí se juega en el “día a día”, construido con la paciencia y el perdón.

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Si estamos sinceramente enamorados, ¿por qué no entregarnos sexualmente antes del matrimonio?

La sexualidad es una dimensión propia del amor entre el hombre y la mujer, pero no todas sus expresiones son justas: todo depende de la verdad del amor que expresan. Todo depende de la verdad del amor que expresen. Comprendemos fácilmente que no basta con “gustarse” para realizar un acto sexual con otra persona. Es que la verdad de tal acto no es “gustarse juntos” sino formar una vida en común. Por eso la verdadera unión sexual con el otro exige una comunión de personas: es la entrega real y definitiva de “vivir para el otro”. Por eso, antes del matrimonio, las manifestaciones afectivas y sexuales deben respetar la verdad de un don recíproco, que no se ha dado todavía en plenitud. Si realizo el acto conyugal sin haber dicho a la otra persona un “sí para siempre”, entonces estoy mintiendo con mi cuerpo. Mi sexualidad expresa algo (te amo para siempre) que no quiero de verdad decir a la otra persona. La experiencia enseña que las relaciones prematrimoniales no hacen más estables a los matrimonios, sino al revés. La razón es que enturbian gravemente el sentido de entrega propio de la sexualidad humana.

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¿No impone el matrimonio demasiadas normas y responsabilidades, todas a la vez?

Para amar, hay que abandonar el individualismo. Si esto no ocurre, entonces el matrimonio es solo una convivencia satisfactoria, en que importan sobre todo los deseos subjetivos de quienes conviven: mis gustos, mis ideas de la vida, mis proyectos. Pero entonces, cuando llega una desilusión, o la frustración ante dificultades, se descubre lo frágilque es el vínculo. Pero el matrimonio es mucho más que dos personas que se unen para conseguir cada uno su propia felicidad. El matrimonio es una comunión de dos personas. Su grandeza es que cada esposo vive “para otro”, y por eso puede realizar un plan que supera los deseos de los dos amantes. Hay algo más grande, un “nosotros” común, una historia juntos: ambos dicen “sí” al bien de la comunión entre ellos. Y ahora la medida de la unión ya no son los deseos subjetivos de cada uno. Lo que les une es la grandeza de una promesa que han visto en la otra persona y les supera a los dos: perciben en su amor una promesa de Dios hacia ellos. Por eso, el contenido del matrimonio no queda al capricho de los esposos, sino que obedece a un plan de Dios al que consienten el día de su boda. Y ahora no solo se prometen el amor que sienten: dicen “sí quiero” a lo que Dios les promete, con toda su grandeza y sus exigencias. Por eso la “comunión de personas” nunca se acaba en la simple situación de estar juntos, sino que requiere la promesa de una “íntima comunidad de vida y amor” (Gaudium et spes, n. 48).


En el año 1996, surge como una iniciativa de los hermanos Carlos y Jorge Montes y su primo Pedro Quiles lo que después de la llegada de Ángel López se convertiría en el grupo Son by Four. En su segundo álbum, alcanzaron el éxito internacional cuando la canción "A Puro Dolor" se coloca en el primer lugar de las listas de popularidad en el mundo hispano, mientras su versión en inglés recorre Europa, especialmente España, Holanda, Suiza, Alemania y llegando a través de las ondas radiales a lugares tan distantes como Tailandia, Singapur y Japón. Pero con el éxito y fama del mundo, llegaron también los problemas. Todos nuestros sueños se hicieron realidad, pero en vez de felicidad, gozo y satisfacción, tantos premios y galardones habían traído consigo envidias, celos, avaricia y soberbia; terminando todo con una disputa en los tribunales por los derechos de la marca Son by four y la salida de Ángel López del grupo. La Gloria del mundo no pudo llenar el vacío de nuestras vidas. Mientras luchábamos en vano por recobrar lo perdido, nos dimos cuenta poco a poco que no luchábamos contra fuerzas humanas. El Rey del Universo había puesto su mirada en tres muchachos del campo, inexpertos e indignos. Él tenía un plan mucho más importante para nosotros. Jesús hace su entrada triunfal en nuestras vidas, pero con Él trae también su muerte; muerte a la vanidad, al reconocimiento, a la vanagloria y a la fama que da el mundo, pero más importante aún, trae su resurrección a nuestras vidas. Aquella promesa, aquél Bautismo que una vez nos hizo parte del Pueblo de Dios, había reclamado lo que le pertenecía a Cristo desde antes de la Creación. Hoy, Son by four pertenece sólo a Cristo y a su Iglesia y desde su parroquia en Ciales, Puerto Rico somos enviados al mundo con un testimonio sencillo, sin armaduras, pero con aquella Piedra que sigue derribando gigantes: Jesucristo nuestro Señor. Recuerden que uno es el Bautismo, uno es el Cuerpo y uno sólo el Pan de Vida. Reciban la gracia y la paz que vienen de nuestro Padre, nuestro Señor Jesucristo y del Espíritu que nos santifica por siempre, Amén. Con Amor, Son by Four. 21


Fuente: Catholic.net Autor: P. Clemente González El día de tu nacimiento, cuando sólo sabías llorar, recibiste mil besos y caricias, pero también un libro con las hojas en blanco, sin estrenar: el libro de tu vida. Desde aquel instante comenzaste a escribir la historia de tu vida. Ya llevas varias páginas. ¿Qué has escrito hasta ahora? A veces escribimos y escribimos y nunca hojeamos las páginas escritas. Toma el libro de tu vida y repásalo durante unos minutos. Tal vez encuentres capítulos o páginas que te gustaría besar, algunas escenas te harán llorar, y al abrir alguna página amarilla o reciente, te entrarán ganas de arrancarla. Se ve negra o con salpicaduras de tinta. Pero Pilato te diría: "Lo escrito, amigo, escrito está". Tú lo has escrito con tu puño y letra. No con la tinta de un bolígrafo o de una pluma, sino con la tinta de tu libertad. "Tú mismo has forjado tu propia aventura", decía el manco de Lepanto. "Porque veo al final de mi duro camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino", sentencia Amado Nervo, para quien prefiere la metáfora del arquitecto. No arranques esas páginas de cuajo, déjaselas a Dios para que perdone tus garabatos y sigue escribiendo tu historia junto a Él. ¿Por qué no almacenar el libro de tu vida entre los "Best Seller" del cielo? Aprovecha tu tinta porque tarde o temprano se te va a acabar y no se venden recambios ni en los quioscos ni en las librerías. La vida es una y se vive una sola vez. La muerte cerrará tu libro. Y el día del juicio te pedirán tu libro, y Dios mismo lo leerá o lo pasará en vídeo, como las aventuras de Graham Greene o Charles Dickens. Todos somos arquitectos y novelistas, así que, amigo, borrón y cuenta nueva. Comienza cuanto antes tu "Best Seller".

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¿Sabías qué…

Los universitarios son más propensos a decir mentiras cuando hablan de los demás.

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Después de medio siglo de matrimonio, muere el marido y va al cielo. Poco tiempo después muere la mujer, y también va para el cielo... En el cielo, ella encuentra al marido y corre hasta donde está él y le dice: -Queriiiiidooo ¡¡¡qué bueno encontrarte!!! Y él responde: -No querida, el trato fue: "hasta que la muerte nos separe". Mamá, ¿cómo nacen los bebés? A lo que la mamá le contesta: -Mira hijito, primero sale la cabeza, después salen los brazos, después sale el cuerpecito y al final los pies. Y el niño responde:¡ahhh! ¿y después lo arman?

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Iba papá caníbal con su pequeño hijo por la selva cuando, de repente, pasa un avión y el nene le pregunta a su padre: - Mira, pa.... ¿cómo se llama eso?.- No sé hijo..... sólo sé que lo de adentro, se come. Un señor va la médico y le dice: -Doctor mi mujer cree que es una heladera. -Bueno no se preocupe, ya se le va a pasar. -El problema es que duerme con la boca abierta y me molesta la luz. Se encuentran dos amigos después de años… -Me casé y me separé, ya hicimos el reparto de los bienes -Y ¿los chicos? -El juez decidió que se fueran con el que más ganancias había obtenido… -¿Se quedaron con la madre entonces? -¡¡No, con el abogado!!


Esto es un chico que tenía que ir a la milicia, y en la revisión médica, el doctor le pregunta: -¿Usted tiene algún problema de salud? Y el pobre chico que no quería ir a la milicia contesta: -Tengo problemas de visión A lo que el médico pregunta: -¿Cuál? Y responde el chico: -Pues que no me veo haciendo la milicia. ja,ja,ja

Dos presos llegan a la cárcel para cumplir con su condena. Mientras ordenan sus cosas, uno le pregunta al otro: -¿Cuántos años te dieron de condena? -Quince ¿y a ti? -Veinte. -Entonces déjame la cama que está más cerca de la puerta.

Una mujer compró unos cosméticos muy caros, pues le dijeron que la harían verse varios años más joven. Luego de ponérselos se dirigió a su esposo. - Amor, dime la verdad....¿qué edad represento? El marido la mira detenidamente y contesta: - Al juzgar por tu piel..., 20 años, por tu pelo...,18 años, y por tu figura...25 años. Ay, que tierno! - exclamo ella complacida. -Espera un ratito -interrumpió el hombre-, que todavía no hiciste la suma!...

Mi novio y yo estábamos desayunando, en eso abro el diario y veo una foto de los últimos Juegos Olímpicos en Beijing, en la cual estaba un jugador de Argentina y uno de Brasil, y, entre ellos, una muchacha de origen asiático que sostenía una medalla de Oro. Entonces leo el epígrafe de la foto: "Los jugadores de Brasil felicitaron con hidalguía a los Argentinos". Pienso en voz alta... -¿Qué será hidalguía? Y mi novio responde: -Debe ser la china que esta en el medio.

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Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaba a los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie, desde el arroyo hasta la casa de su patrón. Pero cuando llegaba, la vasija rota sólo tenía la mitad del agua. Durante dos años completos esto fue así diariamente. Desde luego, la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque sólo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación. Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguador diciéndole: "Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque, debido a mis grietas, sólo puedes entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir". El aguador apesadumbrado, le dijo compasivamente: "Cuando regresemos a la casa, quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino". Así lo hizo la tinaja. Y en efecto vio muchísimas flores hermosas a lo largo del camino; pero de todos modos se sintió apenada porque al final, sólo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar. El aguador le dijo entonces: "¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen de tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas, y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a lo largo de todo el camino por donde vas, y todos los días las has regado, y por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi Maestro. Si no fueras exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza"

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Esperamos que este mes haya sigo de su agrado. ยกNos vemos el siguiente!


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