AVANCES EN COMUNICACIÓN SISTÉMICA Y ANALÓGICA

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AVANCES EN COMUNICACIÓN SISTÉMICA Y ANALÓGICA Mikel HARANBURU OIHARBIDE Joana ESTEVE OKARIZ


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AVANCES EN COMUNICACIÓN SISTÉMICA Y ANALÓGICA Mikel HARANBURU OIHARBIDE Joana ESTEVE OKARIZ

Resumen En nuestro trabajo exponemos en primer lugar de forma breve algunos de los modelos de análisis del proceso comunicativo. A continuación, nos centramos en el modelo sistémico y hacemos una breve exposición de los axiomas de la comunicación de la escuela de Palo Alto: la imposibilidad de no comunicar, los diferentes niveles y códigos de la comunicación, los diferentes modos de puntuar el proceso continuo de la comunicación, los modos simétrico y complementario de relación. Continuamos con la exposición de la comunicación paradójica, la teoría del doble vínculo y la comunicación terapéutica. Siguiendo en la línea de la Escuela de Palo Alto, entendemos la comunicación como una realidad multidimensional que compromete diferentes niveles: consciente/inconsciente, contenido/relación, verbal/no-verbal, digital/analógica. Desde esa perspectiva nos embarcamos en el análisis de la comunicación no verbal que iniciaron hace ya tiempo Bateson y Mead (1942). Exponemos algunos estudios sobre las características del comunicante y analizamos las funciones más importantes de la comunicación no-verbal, llevando a cabo una revisión de las investigaciones que se han hecho sobre el tema. Y para finalizar, mostramos los resultados de algunas investigaciones sobre el entorno donde se sitúan los comunicadores y sobre la comunicación a través de la imagen. Palabras clave: Comunicación, sistémico, analógico, no-verbal Summary In our paper, first we explain briefly some models of analisys of the communication process, and we focus on the systemic model making a brief statement of the axioms of communication of the School of Palo Alto: the impossibility of not communicating, different levels and codes of communication, different ways of punctuation of the continuous process communication, modes of symmetrical and complementary relationship. We continue with the presentation of the paradoxical communication, the double bind theory and the therapeutic communication. Following the line of the School of Palo Alto, we understand the communication as a multidimensional reality that involves different levels: conscious-unconscious, content-relation, verbal-nonverbal, digitalanalogic. From that perspective we analyse the nonverbal communication as began to do long ago Bateson and Mead (1942). We present some studies on the characteristics of the communicant and we expose the most important functions of the non-verbal communication, carrying out a review of the research that has been done on the subject. And finally, we show the results of some research on the environment where are located the communicators and on the communication by the image. Keywords: Communication, systemic, analogic, non-verbal


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Introducción Vivimos en la sociedad de la información y de la comunicación de masas, pero paradójicamente, “se comunica” cada vez menos en la actual civilización occidental “avanzada”. Si se quiere responder a la necesidad de comunicación de la sociedad y de las personas de esa sociedad, debemos dejar de entender la comunicación como una mera transmisión de información o de mensajes. Las personas estamos en la sociedad inmersas en un flujo continuo de comunicación, y son necesarios nuevos modelos de comprensión de la comunicación, si queremos lograr algún protagonismo en esa red comunicativa. Los nuevos modelos de comunicación sitúan en un nuevo contexto los conceptos clásicos del ámbito de la comunicación. Así, por ejemplo, el concepto de “ruido” no se interpretará como una distorsión de la transmisión del mensaje, tal como ocurre en el modelo de la comunicación de masas; el “ruido” no es algo que haya que rechazar, sino algo que se puede y se debe interpretar, ya que nos puede proporcionar información desconocida y oculta sobre el emisor; la comunicación no se entenderá como mera transmisión de mensajes, sino como el proceso de creación y negociación de significados que se da entre las personas en interacción. Como diría Berlo (1969), la comunicación no es transmitir significados, ya que éstos no se pueden transmitir; lo que se puede transmitir es el mensaje, pero el significado que se le da al mensaje se negocia entre las personas en interacción en sociedad; al comunicante le corresponde planificar el acto comunicativo y adaptarlo a su interlocutor; los participantes en la comunicación tienen que ajustarse y adaptarse mutuamente; es ese trabajo de ajuste el que se sitúa en el corazón de la comunicación. No se debe tratar de entender la comunicación desde el punto de vista de los rasgos, las expectativas, las motivaciones y los roles de comunicantes que se encuentran aislados, ya que la comunicación no es una interacción entre individuos, sino una relación entre miembros de un grupo o una comunidad. El individuo no comunica; lo que hace es participar en la comunicación y ser partícipe de la comunicación (Birdwhistell, 1959). De ahí que para comprender el proceso de la comunicación sean más importantes las regularidades y las no-arbitrariedades de la red relacional que las intenciones de los individuos. En esta forma de comprender la comunicación coincidimos con la Escuela de Palo Alto, y concretamente con la visión sistémica de Watzlawick (1995), quien trata de describir las regularidades, restricciones y normas del proceso comunicativo, en lugar de tratar de explicar la comunicación desde la perspectiva del individuo. Modelos de análisis del proceso comunicativo 1. El modelo matemático de la teoría de la información: Shannon y Weaver (1949) elaboraron la teoría matemática de la comunicación. Fueron pioneros, junto a Wiener (1948), en la inclusión de la palabra “comunicación” dentro del vocabulario científico. Pero el modelo de Wiener y el de su discípulo Shannon diferían. El modelo cibernético circular de Wiener da cuenta del feedback informativo que el receptor devuelve al emisor del mensaje; gracias a esa retroalimentación, el emisor puede adaptar sus recursos comunicativos al receptor del mensaje. Sin embargo, el modelo de comunicación propuesto por Shannon es conocido como modelo lineal, ya que se centra en el proceso de transmisión de la información. En un extremo de la cadena transmisora, la fuente del mensaje codifica el mensaje por medio del emisor y lo envía a través del canal; en el otro extremo, el receptor descodifica el mensaje y lo deja en manos del destinatario. La mayor preocupación


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de este modelo es lograr que el mensaje sufra la menor deformación posible. En este modelo se considera la información como una magnitud estadística abstracta, es decir, como una medida de la libertad de elección de un mensaje. Antes de empezar a recibir el mensaje todo era incertidumbre en el receptor, y en cuanto empieza a recibir determinados fragmentos del mensaje, se reduce la probabilidad de aparición de otros fragmentos, mientras aumenta la probabilidad de aparición de otros fragmentos de mensaje. Para este modelo estadístico, los aspectos semánticos carecen de importancia, ya que es la estructura estadística la que permite predecir la probabilidad de aparición de una determinada palabra. La unidad de información significaría la libertad de elección entre dos mensajes alternativos y la cantidad de información se mediría por el logaritmo de las alternativas posibles. Es éste un modelo matemático en el que la probabilidad de aparición de una señal depende del repertorio de señales existente y en el que se interrelacionan los conceptos de información y de entropía. Todo lo que reduce la incertidumbre inicial del receptor sería información, mientras que la entropía significaría el grado de aleatoriedad. La información daría cuenta del nivel de organización del sistema; la entropía sería el indicador del nivel de desorganización del sistema. La información sería considerada como negentropía o entropía negativa. Este modelo de comunicación no tiene en consideración los factores psicológicos de los participantes en la comunicación; por lo tanto, deja de lado la retroalimentación. Considera la comunicación como un suceso unidireccional, olvidando los aspectos de negociación y consenso en el mensaje. Aun así, este modelo matemático no se extendió únicamente entre ingenieros y físicos, sino también entre sociólogos, psicólogos y lingüistas. Mucchielli (1998) sitúa la teoría matemática de la información entre los modelos positivistas, juntamente con el modelo de “marketing” y el modelo de comunicación de “dos niveles”. El modelo de “marketing” es un modelo muy estandarizado y su principal preocupación es solucionar problemas de gestión de marketing. El modelo de comunicación de “dos niveles” lo utilizaron en los EEUU a mediados del s. XX para reforzar la influencia de los mass media en las campañas de elecciones; según este modelo, los medios de comunicación de masas no influyen directamente en la gente, sino a través de los “líderes de opinión”; serán éstos quienes actúen como intermediarios ante sus compañeros de grupo; el mensaje debe dirigirse al líder de opinión, ya que será él quien se encargará de transmitirlo al resto de los miembros del grupo. 2. El modelo semiótico (Peirce, 1978): es un modelo al que no le preocupa la transmisión, sino la interpretación y el significado. El signo no tiene significado en sí: recibe un significado acorde a las interpretaciones del emisor y del receptor. Ocurre a menudo que el significado que le da el emisor al mensaje es correcto sólo para él; o que el significado que le da el receptor, es correcto sólo para él. Sin embargo, para que haya comunicación, las interpretaciones de uno y otro deben ser semejantes, ya que es la única forma de compartir un significado unificado. Hablamos de significado denotativo para referirnos al significado consensuado, y de significado connotativo para referirnos al significado individualizado e idiosincrásico. 3. El modelo de Gerbner: Shannon y Weaver consideraban como ruido los efectos producidos por las percepciones y actitudes de los comunicantes; para Gerbner estos efectos son elementos básicos de la comunicación. El comunicante está siempre decidiendo sobre la parte de información que va a enviar, sobre el canal que va a utilizar, así como sobre el código que va a utilizar. Para predecir el tipo de mensaje que el comunicante va a enviar, el receptor debe conocer la forma en que el comunicante percibe los


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acontecimientos y lo que considera significativo en esos acontecimientos. Esta forma de percibir los acontecimientos y lo que considera significativo en los mismos influyen a la hora de elegir el canal de transmisión. Además del emisor, también el receptor tiene que decidir qué información va a seleccionar y cómo lo va a interpretar. Se puede enviar y recibir perfectamente un mensaje, y aun así, el emisor y el receptor pueden darle un significado diferente, debido a sus diferentes percepciones, actitudes y contextos interpretativos. 4. El modelo de la teoría de los roles: el rol es el modelo organizado de comportamientos derivado de la posición que un individuo ocupa en la interacción social. Los mensajes y su interpretación dependen en gran medida de los roles. Es preciso saber cómo perciben las otras personas nuestro rol o cómo percibimos nosotros el rol de los otros para poder predecir la forma y el contenido de nuestra comunicación. Puede ocurrir que el rol determine el tipo de comunicación; puede que sea la forma de comunicarse la que determine el rol; lo normal es que los roles y las formas de comunicarse se adecúen y se influyan mutuamente. 5. El modelo dinámico: la comunicación es la expresión de una estructura interna y de unos procesos dinámicos que ocurren en el interior del sujeto. Las expresiones superficiales son muestras de la personalidad, de las motivaciones o de las necesidades internas. Situamos dentro de este modelo las teorías psicoanalíticas de Freud, Jung, Adler, Reich, Klein, Lacan... La comunicación subliminal se basa en este modelo y en las investigaciones sobre la percepción subliminal. 6. El modelo fenomenológico: la comunicación no es expresión de deseos o impulsos internos. El objetivo de la comunicación es la expresión de experiencias y vivencias conscientes del sujeto. En la psicoterapia fenomenológica el enfermo trata de revivir, describir, comprender e interpretar sus experiencias en un clima de empatía. Podemos considerar a Carl Rogers (1951) como el representante más significativo de la corriente fenomenológica. El modelo sistémico de la Escuela de Palo Alto Mucchielli (1998) incluye entre los modelos sistémicos de comunicación el modelo sociométrico de Jacob L. Moreno (1954), el modelo transaccional de Eric Berne (1950) y el modelo sistémico de Palo Alto, al que daremos un tratamiento específico en este artículo. El modelo sociométrico analiza la red de intercambios de un grupo. El paradigma transaccional analiza las comunicaciones implícitas que se dan en las relaciones interpersonales; según este modelo, las personas procesan a tres niveles los mensajes verbales y no verbales: nivel racional, nivel afectivo y nivel normativo, y según la posición que ocupe el emisor o el receptor, nos encontramos con intercambios de mensajes simétricos, complementarios y cruzados. Según la Escuela de Palo Alto, la comunicación se basa en las relaciones y en la interacción, y no en los individuos; dentro del sistema comunicativo, los mensajes reciben uno u otro significado dependiendo del contexto. En cuanto a los trastornos de la personalidad, éstos no se analizan desde una perspectiva individual, sino como trastornos de la comunicación entre el individuo y el medio. Ya en el siglo XIX se habló de la noción de sistema en el campo de la economía; a mediados del siglo XX le dieron un nuevo impulso los pioneros de la cibernética, de la informática y de la robótica. En 1950 se hizo una aproximación sistémica para asociar radares y ordenadores desde la perspectiva de la inteligencia artificial. En 1952 Bateson dio inicio al proyecto de investigación de la


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comunicación de Palo Alto, con la intención de aplicar las investigaciones de Wiener a los procesos culturales. En 1954 Lufwig von Bertalanffy dio a conocer la Teoría General de Sistemas. Según esa teoría, se entiende el sistema como un conjunto de elementos que están en interacción, de forma que la variación de uno de esos elementos influye en todos los demás elementos del sistema. La teoría de los sistemas, además de los sistemas biológicos y mecánicos, abarcaba también las relaciones humanas; de ahí que se empezó a estudiar la interrelación entre los individuos desde el punto de vista sistémico. Para entender los fenómenos de grupo hay que analizar todo el sistema, y no solamente los rasgos individuales. En la aproximación tradicional se explicaba la interacción a partir de rasgos, expectativas y motivaciones individuales. Se trataba de una visión monádica e individualista. En la visión sistémica, el campo de investigación es la interrelación entre los individuos, de forma que los individuos “no comunican” sino que “participan en la comunicación”. Se pasa de una lógica lineal y causal a una lógica dialéctica y circular: los efectos de una variable actúan de nuevo en la variable original. La comunicación es un proceso de creación de significados entre personas que están en interrelación. No se trata de transmitir significados, ya que éstos no se pueden transmitir. Los mensajes sí que se pueden transmitir, pero los significados están en las personas que se están valiendo de esos mensajes y no en los mensajes mismos. El significado del mensaje es algo que se construye de una forma previsible; si no fuera previsible no podría haber comunicación. Pero al mismo tiempo es un proceso complejo de coordinación que exige una planificación y un ajuste entre los interlocutores. Para el modelo sistémico, la comprensión de una acción o de un fenómeno cualquiera está en función del marco contextual en el que se le sitúe; el campo de observación debe de abarcar todo el contexto. Pero cuando el ser humano percibe el entorno, lo que percibe son las diferencias, y las diferencias no son cosas objetivas, sino relaciones entre cosas y abstracciones. Watzlawick establece un paralelismo entre el concepto matemático de función o variable y el concepto psicológico de relación. Las variables no tienen significado propio, y logran su significatividad en su red de relaciones. Las relaciones entre las variables nos llevan al concepto de función, y éste es aplicable al campo de la psicología, puesto que la mente humana funciona por abstracción de relaciones. Cuando vivimos en una red de relaciones, experimentamos esas relaciones en circunstancias diferentes y llegamos a una abstracción semejante al concepto matemático de función. El núcleo de nuestras percepciones está en las funciones, y no en los objetos. En el mismo sentido, la visión sistémica pone más énfasis en las restricciones y noarbitrariedades del proceso comunicativo que en las intenciones del comunicante. Watzlawick (1995) no le da mucha importancia a la intencionalidad cuando se trata de decidir si hay o no comunicación. Sin embargo, desde la perspectiva de Wiener (1948), para que haya comunicación es necesario que se dé una voluntad consciente del emisor y un mensaje satisfactorio. Cuando Watzlawick describe los cinco axiomas de la comunicación interpersonal, empieza por “la imposibilidad de no comunicar”. La persona no puede estar sin comunicar, ya que cuando entra otra persona dentro de su campo perceptivo, cualquier actuación o falta de actuación adquiere valor de mensaje. Cuando una persona se comporta de forma no-arbitraria ante dos o más personas estamos ante un proceso de comunicación. Desde este punto de vista, Watzlawick (1963) entiende la esquizofrenia como un intento de permanecer sin comunicar o de huir del compromiso que supone una comunicación. Es por eso que trata de utilizar un lenguaje ambiguo, incomprensible y equívoco. Pero como incluso la ambigüedad, la equivocidad, el silencio y


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la inmovilidad son modos de comunicación, resultan baldíos los esfuerzos que hace el esquizofrénico por no comunicar. El axioma correspondiente a la “Puntuación de la secuencia de hechos” lo inventó Benjamin Lee Whorf (1956) y lo asumieron Bateson y Jackson. Según ese axioma, para organizar una secuencia de interacciones comunicativas es necesario establecer un sistema de puntuación. Así, se puede dividir un proceso continuo y natural en unidades separadas y arbitrarias. La naturaleza de la relación dependerá de la puntuación que cada participante haga de la secuencia de comunicaciones; así, la falta de acuerdo sobre la forma de puntuar la secuencia de hechos es fuente de muchos conflictos comunicacionales. Para superar esos conflictos habrá que salir de la dinámica causa-efecto y aprender a metacomunicarse. En toda comunicación se pueden distinguir el aspecto informacional o de contenido y el aspecto relacional o de compromiso. En otras palabras, la comunicación humana tiene diferentes niveles de abstracción: denotativo (de contenido), metalingüístico, metacomunicativo (de relación). Para resolver los problemas de la comunicación hay que tener en cuenta los diferentes niveles de la comunicación. Si se confunden los niveles de abstracción, pueden ocurrir paradojas del tipo de las de Russell. A menudo se intenta resolver a nivel del contenido problemas que son del nivel relacional, y cuando se ha superado la discrepancia del nivel de contenido, se puede agudizar todavía más la discrepancia relacional. Es necesario aprender a diferenciar los dos niveles y a metacomunicar, ya que las relaciones patológicas pueden interpretarse como síntomas de la imposibilidad de metacomunicar. Para que haya comunicación el emisor y el receptor han de utilizar un código común. La comunicación engloba dos tipos de códigos: un código de características digitales (palabras) y un código de características analógicas (gestos, paralenguaje, posturas). La comunicación digital se refiere al contenido de las interacciones, corresponde al nivel lógico, consciente, de contenido, y utiliza símbolos arbitrarios. Sin embargo, la comunicación analógica corresponde a la relación, es intuitiva y escapa al control de la voluntad. El ser humano es capaz de valerse de los dos códigos para comunicarse. Los mensajes analógicos suelen ser ambiguos: pueden tener interpretaciones digitales diferentes y a menudo incompatibles entre sí. Las interpretaciones digitales que son incompatibles con las proposiciones analógicas son fuente de conflictos en las relaciones. Según Watzlawick (1995), los mensajes analógicos son proposiciones que se hacen sobre las normas de relación futuras: amor, odio, lucha; por eso, son los otros los que darán significados determinados a esas proposiciones. G. Bateson publicó en 1936 la obra Naven, cuya denominación proviene del nombre de una ceremonia de la tribu Iatmul de Nueva Guinea. Según Bateson, en cualquier situación interaccional ocurre un equilibrio dinámico entre los procesos de diferenciación y los procesos contrarios a la diferenciación. En la diferenciación simétrica, el comportamiento de una persona es el reflejo del comportamiento de otra persona: se responde al ataque con el ataque, a la competición con la competición. En la diferenciación complementaria uno de los participantes adopta la posición de superioridad, y el otro la posición complementaria inferior. Todas las interacciones comunicativas son simétricas o complementarias, fundamentadas en la igualdad o en la diferencia. La simetría y la complementariedad no son en sí mismas buenas o malas, normales o anormales. No son más que dos categorías de la interrelación comunicativa. Las dos han de estar presentes, alternándose y en campos diferentes. Es posible, e incluso conveniente, que los


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comunicantes se relacionen unas veces simétricamente y otras complementariamente. La cismogénesis complementaria neutraliza a la simétrica, y la simétrica, a la complementaria. La comunicación paradójica comunica a la vez dos contenidos incompatibles. Si un napolitano dijera que “todos los napolitanos son mentirosos”, estaríamos ante una afirmación paradójica, porque solamente puede ser verdad si no es verdad. Watzlawick (1995), después de analizar las paradojas lógico-matemáticas, las definiciones paradójicas y las paradojas pragmáticas, muestra las consecuencias de las paradojas en la interacción humana, fundamentándose en el libro “Toward a Theory of Schizophrenia” (1956) de Bateson, Jackson, Haley y Weakland. El modo de comunicarse de los enfermos esquizofrénicos se puede considerar como la respuesta dada a las órdenes contradictorias de los padres. Las características de la relación entre el niño y los padres de las familias esquizofrénicas pueden incluirse bajo la denominación de “doble vínculo”. Las condiciones necesarias para que se dé el “doble vínculo” son las siguientes: dos o más personas tienen intensas relaciones complementarias, relaciones de las que depende su supervivencia física y/o psicológica; en ese contexto la persona dominante envía una orden contradictoria a la persona subordinada (víctima), amenazándola con un castigo si no cumple la orden; la orden contradictoria no es algo que sucede aislada e incidentalmente, sino algo que ocurre de una forma habitual; y la persona que recibe la orden contradictoria no puede metacomunicar sobre el mensaje, o no puede escapar del marco establecido por el mensaje. Cuando este tipo de órdenes se convierten en expectativas habituales en la infancia de una persona, lo que sucede no es una herida aislada, sino un modelo permanente de interacción. Es ese modelo de comunicación el que es esquizofrénico y esquizofrenogénico. Por lo tanto, la patogenicidad del vínculo doble no se puede comprender en términos de causaefecto. El doble vínculo no crea la esquizofrenia; es la esquizofrenia la que responde al patrón de una comunicación especial. En la comunicación terapéutica se tiene en cuenta que el mundo de la comunicación es el mundo de las percepciones y de los significados. Por lo tanto, para cambiar el comportamiento no hay que intentar cambiar el comportamiento mismo; lo que hay que cambiar es la percepción que el sujeto tiene del contexto del comportamiento. La comunicación terapéutica tiene que superar los consejos habituales, tales como, “tenéis que ser amables los unos con los otros”, “sed espontáneos” etc. El cambio de comportamiento no es cuestión de voluntad. El pensar que la persona que tiene un problema puede optar entre la salud y la enfermedad por pura voluntad, no es más que la ilusión de alternativa. El síntoma no es algo que dependa de la voluntad de uno mismo, sino algo que surge involuntaria y autónomamente. Por ello, el comportamiento sintomático surge espontáneamente desde el interior y escapa a la voluntad del paciente. Bateson distingue dos clases de cambio: el cambio de los factores internos al sistema y el cambio del sistema mismo. La primera clase de cambio asegura la continuidad del sistema: hace cambios para no cambiar nada fundamental. En la segunda clase de cambio se cambian las premisas del sistema, el contexto y el marco; para este tipo de cambio, la terapia sistémica utilizará técnicas paradójicas como la prescripción de síntomas; se le pide al paciente que continúe comportándose como lo ha hecho hasta ahora; en lugar de pedirle que supere el síntoma se le dice que mantenga el comportamiento sintomático tal cual. Cuando el terapeuta le da esa orden al paciente le está exigiendo algo que hasta ahora era espontáneo en él. Por medio de la orden paradójica se le fuerza a un cambio de comportamiento: el comportamiento sintomático deja de ser espontáneo, se pone a las órdenes del terapeuta y sale del marco del juego sintomático. A la hora de prescribir el


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síntoma, se connotan positivamente tanto el síntoma del paciente designado como los síntomas y comportamientos sintomáticos de la familia, para que no surjan resistencias. El connotar negativamente el síntoma y los comportamientos sintomáticos supondría una apuesta a favor del cambio. Pero para un sistema la homeostasis tiene tanta importancia como el cambio. Y si el terapeuta hiciera una apuesta clara por el cambio, reforzaría la tendencia a la estabilidad de la familia. Por eso, el terapeuta debe disfrazar la transformación y presentarla como homeostasis, haciendo una apuesta a favor de la continuidad. Cuando el terapeuta connota positivamente el síntoma del paciente lo presenta como necesario. Diciendo que el enfermo cumple unas funciones lógicas y necesarias, el terapeuta quiere arrebatar al paciente el control que ejerce sobre las relaciones de su familia. Diciendo que su comportamiento es lógico y voluntario, lo considera como dependiente de la autodeterminación del paciente. Cuando el paciente mejora, el terapeuta lo interpreta como agravamiento. Ante la mejoría manifiesta del paciente la familia reivindica la mejoría, pero el terapeuta hace una descalificación estratégica de la mejoría. El terapeuta se convierte en responsable de la homeostasis de la familia y alivia el peso de ésta. Mientras el paciente y el terapeuta pierden su posición central, los miembros de la familia ganan su zona de autonomía, logrando que la familia se desanexione del terapeuta. Los fundamentos de la Escuela de Palo Alto se encuentran en el “Proyecto Bateson” y en la fundación del Mental Research Institut y del Centro de Terapia Breve de los años 50 y 60 del siglo pasado. Partiendo de esos fundamentos se han desarrollado diversas corrientes: la perspectiva constructivista de Paul Watzlawick, la corriente estructural de Salvador Minuchin, la tendencia psicoanalítica de Nathan Ackerman, la aproximación estratégica de Jay Halley y la perspectiva experiencial de Virginia Satir o Carl Whitaker. La influencia de la Escuela de Palo Alto llegó a Europa en la década de los 70. Fueron muchos los terapeutas europeos que estudiaron en Palo Alto, Filadelfia o Washington. Mony Elkaïm abrió el Instituto para el Estudio de Sistemas Humanos en Bruselas y Mara Selvini Palazzoli fundó el Centro de Estudio de la Familia en Milán. Los medios psiquiátricos y psicoanalíticos mostraron cierta resistencia frente a la corriente sistémica. Algunos psicoanalistas trataron de reinterpretar la terapia sistémica desde el punto de vista freudiano. Didier Anzieu, por ejemplo, le reconoce un gran mérito a la Escuela de Palo Alto, puesto que ha aclarado las relaciones entre los procesos primarios y los secundarios a través de su terapia paradójica. Otro esfuerzo para unir las perspectivas sistémica y freudiana la hizo Jean G. Lemaire (1989). Unos de los puntos más discutidos es el de la relación entre la desaparición de los síntomas y la resolución de conflictos. Los psicoanalistas dirán que los sistémicos tratan de hacer desaparecer los síntomas sin resolver los conflictos interiores. Pero la terapia sistémica no va directamente contra los síntomas, sino a cambiar el contexto interaccional en el que se insertan los mismos. El psicoanálisis considera que el síntoma es un conflicto entre los deseos inconscientes y los mecanismos de defensa; la perspectiva sistémica, sin embargo, lo considera como un mensaje del sistema de comunicación. En cuanto a la importancia que se le ha de dar a la historia del sujeto, la perspectiva sistémica pone el énfasis en las relaciones actuales; en cambio, la perspectiva psicoanalítica da una importancia especial a las vivencias de la infancia, aunque se asemeja a la perspectiva sistémica cuando concede el papel de dinamizadores de la terapia al transfert y al contra-transfert. En la terapia psicoanalítica no se concibe el cambio sin conciencia o insight de la razón del síntoma. Para la Escuela de Palo Alto la toma de conciencia no es necesaria ni suficiente; las normas de funcionamiento del sistema familiar pueden cambiarse sin tener conciencia del significado psicológico del comportamiento. La


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terapia psicoanalítica actúa desde la ideología de la no-intervención y acusa a la terapia sistémica de utilización de técnicas manipuladoras. La terapia sistémica se defiende diciendo que utiliza la sugestión para evitar los mecanismos de defensa, y que si sugiere un comportamiento al paciente no es tanto para que lo lleve a cabo sino para introducir nuevas alternativas en el repertorio de comportamientos del paciente. Además, en la terapia sistémica, el mismo concepto de “juego sin fin” implica una intervención activa del terapeuta. Comunicación no verbal Tal como hemos visto, la Escuela de Palo Alto distingue el nivel de contenido y el nivel de relación en el proceso comunicativo. El nivel de contenido está relacionado con el procesamiento de la información y posibilita la interpretación lógico-unívoca de la comunicación consciente. El nivel de relación, sin embargo, va unido al procesamiento analógico y corresponde al nivel inconsciente que exige interpretaciones digitales mucha veces incompatibles entre sí. El nivel de contenido trata del aspecto informativo de la comunicación, mientras que el nivel de relación trataría de la forma de dar la información. En el código digital no hay una relación directa entre el código y el contenido de lo que se comunica; la relación es arbitraria. En la comunicación analógica, sin embargo, existe una conexión directa entre el código y el objeto de la comunicación. A menudo tiene más influencia en el receptor la comunicación periférica que el emisor realiza de paso, que la comunicación que se realiza directa y explícitamente, resultando la comunicación no verbal más auténtica para el receptor, porque le parece que es algo que se le ha escapado involuntariamente al emisor. Los mensajes digitales y analógicos a veces se refuerzan mutuamente y en tales casos se considera como auténtico el mensaje del emisor; en otros muchos casos nos envían mensajes contrapuestos; en esos casos los mensajes analógicos debilitan, cambian de sentido o anulan lo que decía el mensaje digital. En las relaciones humanas, para recibir correctamente un mensaje y hacer una interpretación digital adecuada de ella, es necesario conocer los registros de la comunicaciones analógica. La comunicación inter-personal es una realidad multifuncional y multidimensional. Las señales no verbales son indispensables para codificar y descodificar los mensajes verbales, pero son también portadoras de mensaje en sí mismas. Las funciones más importantes de la comunicación no verbal son éstas: mostrar intimidad y adhesión, dar apoyo, mostrar control y poder, disimular el engaño, gestionar la identidad y las impresiones, estructurar la conversación y expresar las emociones. Según Ekman y Friesen (1969), las acciones no-verbales repiten, subrayan, refuerzan, ilustran o contradicen lo dicho verbalmente. Según Ricci Bitti y Poggi (1991) y Scherer (1980), las señales noverbales cumplen las funciones sintáctica, semántica y pragmática. Función sintáctica: dividir, puntuar y sincronizar el flujo del habla (Scherer, 1980). Función semántica y pragmática: comportamientos simbólicos que tienen una traducción directa (emblemas); gestos que clarifican el flujo verbal (ilustradores); comportamientos para gestionar los turnos de la conversación (reguladores); comportamientos autísticos como rascarse o frotarse (adaptadores); actitudes, gestos y contactos que muestran estados emocionales; mensajes que definen las relaciones interpersonales (Burgoon y Hale, 1984; Ekman y Friesen, 1969). Dentro de la comunicación analógica merecen un lugar importante la kinésica, la proxémica, la háptica, la comunicación por los olores, la comunicación por el aspecto corporal y los diferentes medios que utilizamos para crear impresiones en los


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demás; son dignos de mención la vestimenta, el peinado, el maquillaje, los tatuajes y las joyas. Watzlawick decía que el ser humano no puede estar sin comunicar (1995). Si el receptor considera que un comportamiento del emisor es mensaje, el comportamiento del emisor recibirá el sentido de una comunicación; desde esta perspectiva, será el receptor el que convierta el comportamiento en mensaje, y todo comportamiento no verbal puede convertirse en comunicación. Si se adopta la perspectiva del emisor, constituirán comunicación las acciones que el emisor hace conscientemente para comunicar; pero no todos los investigadores aceptan que es necesario que el comportamiento tiene que ser realizado intencionalmente para que sea considerado como comunicación (Ekman y Friesen, 1969; Knapp, 1984). Dejando de lado las perspectivas del receptor y del emisor, podemos adoptar la perspectiva del mensaje (Burgoon, 1994); esta postura pone la atención en la conducta; pone el foco en los comportamientos no-verbales que componen el sistema de códigos aceptado por la sociedad; si un comportamiento se realiza habitualmente con intención, y si el emisor y el receptor le dan un significado, puede considerarse como mensaje, incluso si algunas veces se realiza inconscientemente; pero si el emisor y el receptor aceptan que la conducta se ha realizado sin intención, no será comunicación. El emisor y el receptor negocian el significado en el contexto de la interacción (Stamp y Knapp, 1990). En la orientación de mensaje se supone que la comunicación no verbal se organiza como un sistema codificado y funciona según unas normas. Cuando se ha estudiado la comunicación, hasta casi el siglo XX. se ha solido subrayar sobre todo su aspecto verbal. En la segunda mitad de ese siglo cobran importancia las investigaciones sobre la comunicación no verbal. Así, según Birdwhistell (1955), entre un 60-65% de la comunicación inter-personal pasa por el canal no verbal; conforme a Mehrabian y Wiener (1967), un 93 % de la comunicación pasa por ese canal. Según un metaanálisis de Philpott (1983), recogido por Burgoon (1994), un 31 % de la comunicación pasa por el canal verbal. Los investigadores comenzaron pronto a matizar esas afirmaciones iniciales. La confianza depositada en los canales verbales o no verbales podía cambiar según algunas variables. Así, los adultos se fiaban más de la comunicación no verbal, y los niños, de la verbal. Pero el hecho de que los adultos confiasen más en la comunicación noverbal se daba sobre todo en las siguientes situaciones: conversaciones de trabajo, evaluación del liderazgo, expresión de actitudes, juicios sobre primeras impresiones y sesiones terapéuticas (Burgoon, 1985; Burgoon, Buller y Woodall, 1989). Las mujeres se fiaban más que los hombres de las informaciones visuales (Noller, 1985; Rosenthal, Hall, DiMatteo, Rogers y Archer, 1979). Dejando de lado la variable sexo, diferentes individuos tienen sesgos permanentes en relación con su mayor confianza en uno u otro canal: algunos se fían de los canales no verbales; otros, se fían de las expresiones verbales. Aun así, sean cuales sean los sesgos, la tendencia general es la de confiar más en el canal no-verbal. De cualquier forma, esa tendencia de los adultos a fiarse más de lo no-verbal que de lo verbal, se da sobre todo cuando hay incongruencia entre los dos canales; cuando hay congruencia, se deposita una confianza similar en los dos canales. De ahí que se utilicen las incongruencias entre lo verbal y lo no verbal para la detección de la mentira y del engaño. Hay que señalar también que las señales verbales son más importantes en la comunicación factual, denotativa, objetiva, abstracta y persuasiva, mientras que la comunicación no verbal cobra más importancia en los mensajes afectivos y connotativos.


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Características del comunicante Según la posición sistémica, la comunicación se fundamenta en las interrelaciones y en las interacciones, y los trastornos de personalidad hay que entenderlos en la red de interacción del individuo con el medio. A continuación, sin embargo, haremos un pequeño repaso de las investigaciones sobre la influencia que tienen los rasgos psicológicos y socioculturales de los comunicantes en la conducta comunicativa. Por otra parte, sabemos que la comunicación es un proceso dinámico que hay que estudiar a lo largo del tiempo; pero la perspectiva longitudinal es un aspecto que rara vez se ha tenido en cuenta en las metodologías de las investigaciones sobre la comunicación. Además, aunque la mayor parte de las relaciones entre las personas ocurren entre conocidos, la mayoría de la investigaciones sobre la comunicación no verbal se han realizado entre desconocidos. Puede que sea la hora de hacer más investigaciones sobre la comunicación entre amigos, conocidos o familiares. Para medir la habilidades de codificación y descodificación de mensajes no verbales se ha solido utilizar, entre otros, el Profil of Nonverbal Sensitivity (PONS, Rosenthal et al., 1979), el Facial Affect Scoring Technique (FAST, Ekman, Friesen y Tomkins, 1971) y el Interpersonal Perception Task (IPT, Archer y Costanzo, 1988). El meta-análisis de las investigaciones sobre habilidades de codificación y descodificación (Burgoon, 1994) ha mostrado una correlación entre los dos tipos de habilidades (codificación y descodificación). Según los estudios llevados a cabo, esas habilidades están relacionadas con los rasgos de la personalidad: extraversión, autoestima, self-monitoring; los dogmáticos y los expresivos han mostrado más habilidad para codificar; los gregarios, los que puntúan bajo en maquiavelismo y los no-dogmáticos se han mostrado más hábiles en descodificar. Los ancianos pierden la capacidad para detectar emociones. Las mujeres, por su parte, se muestran habitualmente más hábiles en la detección de mensajes no verbales. Según Hall (1979), la mayor atención de las mujeres se explica por su menor poder social. La hipótesis alternativa para explicar su mayor habilidad está relacionada con la diferente expresividad de hombres y mujeres: mientras las mujeres externalizan las emociones, los hombres las internalizan (Buck, 1979). Una de las características más estudiadas del comunicante ha sido la relacionada con la extraversión. Jung y Eysenck consideran que las personas extravertidas son más abiertas a las relaciones. Según la revisión de las investigaciones de Giles y Street (1994), los extravertidos miran más al interlocutor, pero por un tiempo más corto; en cuanto a la cantidad de habla, los extravertidos hablan más que los introvertidos, pero no muestran más su intimidad que éstos; hablan más sobre temas generales y son más exactos al expresar sus emociones de forma no verbal; hacen pausas más cortas que los introvertidos y hablan más rápidamente; muestran más impulsividad y menos actividad cognitiva. El tiempo de habla está positivamente relacionado con la ansiedad rasgo del comunicador y negativamente relacionado con su ansiedad estado. Por otra parte, la ansiedad conduce a reducir la velocidad del habla y a aumentar la distancia entre los interlocutores. Pero los que hablan dos lenguas (hawaiano e inglés) muestran más reserva al hablar la lengua estándar que al hablar su lengua original no-estándar (Miura, 1985). Según Jung, en las personas introvertidas domina el sujeto, y en las extrovertidas, el objeto. Si miramos las dos fases de la adaptación de Piaget, la asimilación y la adecuación, en los introvertidos sería predominante la asimilación, es decir, sería el objeto el que se adecuaría a las características del sujeto, mientras que en los extravertidos sería predominante la adecuación, es decir, el sujeto tendería a adecuarse a las características del


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objeto. Es esta segunda fase de la adaptación la que subraya Mark Snyder cuando habla de la Autorregulación del Comportamiento Expresivo (Snyder, 1974). Las personas controlan sus expresiones y disimulan o muestran sus afectos según las exigencias de la sociedad. Las personas que puntúan alto en Autorregulación son muy sensibles a la hora de detectar las exigencias del medio, y tienden a cambiar sus expresiones y conductas de acuerdo al mismo. Los que puntúan bajo no cambian sus expresiones y conductas según las exigencias del medio, sino según los dictados de su interior. Los que puntúan alto en Autorregulación tienen mayor capacidad para mostrar su estado emocional oralmente y por medio de la expresión de su rostro (Snyder, 1974), hacen turnos más cortos al hablar, tienden más a hablar a la vez que los otros (Dabbs, Evans, Hopper y Purvis, 1980) y comienzan más frecuentemente a hablar (Ickes y Barnes, 1977) que los que puntúan bajo. Para ser aceptado en la sociedad y para tener abiertos los canales de la comunicación, algunas veces es el mismo sujeto el que ha de adaptarse a las características del interlocutor (autorregulación), pero otras veces el sujeto trata de alterar la forma en que el interlocutor le ve, gestionando las impresiones que produce en él. Cuando vemos a una persona nos formamos en seguida una primera impresión de ella, y a partir de esa primera impresión conocemos bastante certeramente algunas características de la persona (edad, sexo, aspecto, profesión...) y con menos exactitud otras características (actitudes, valores, rasgos de la personalidad...) (Kenny, Horner, Kashy eta Chu, 1992). Cuando la primera impresión se forma en un contexto no interaccional, influyen más los factores estáticos; mientras que los factores más dinámicos como el estilo de hablar, la risa o la mirada tienen más importancia en situaciones de interacción (Burgoon, 1994). En la formación de las primeras impresiones sobre las personas hay que mencionar las siguientes fuentes de sesgo: el dar prioridad a lo que es visual y el extender a otros campos el atractivo que una persona tiene en un determinado campo (efecto halo). Este efecto disminuye cuando la relación es entre personas que se conocen o cuando existen otras fuentes de información sobre la persona. Entre las estrategias no-verbales para una mejor auto-presentación, son dignos de mención los análisis dramatúrgicos de Goffman (1959), las teorías de gestión de impresiones de Schlenker (1980) y Tedeschi (1981), la teoría de la congraciación de Jones (1964, 1973), la teoría de la auto-presentación estratégica de Jones y Pittman (1982) y la teoría de ruptura de expectativas de Burgoon y Hale (1988). El espacio personal no es igual en todas las personas. Los introvertidos se colocan a una distancia mayor que los extrovertidos, sobre todo en situaciones íntimas. Las personas de alto estatus ocupan más espacio que las de bajo estatus y tienen más libertad de movimiento en ese espacio. Los profesores y los hombres ocupan más espacio que los alumnos y las mujeres, con sus cuerpos y objetos. Las personas de razas diferentes se relacionan a más distancia que las personas de la misma raza. Las personas de clase media se relacionan a una distancia mayor que las de clases bajas. En una investigación de Patterson (1968) los sujetos tenían que evaluar según la distancia relacional la afectuosidad, la agresividad, la dominancia, la extraversión y la inteligencia de las personas. Según los resultados, las peores evaluaciones las recibieron las personas que se relacionaban a más distancia; entre tanto, las personas que se situaban más cerca eran evaluadas como más cálidas, simpáticas y comprensivas. Según Gilmour y Walkey (1981), el espacio personal de los presos combativos es mayor que el de los otros, sobre todo el espacio que rodea al cuerpo por su parte trasera. Conforme a Boorament, Flowers, Bodner y Satterfielden (1977), el espacio personal se va ampliando según se pasa de delincuentes menores a delincuentes con delitos de sangre. El tener que vivir hacinados en espacios demasiado


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pequeños puede dar origen a características patológicas (Chombart de Lauwe, 1959). Según Aiello, DeRisi, Epstein y Karlin (1977), los sujetos colocados en situaciones de saturación espacial realizaban peor los ejercicios cognitivos. En el campo de la patología, vemos que los niños autistas evitan los contactos sociales y se alejan de los otros, incluso del terapeuta. Los esquizofrénicos ocupan un espacio pequeño y los histéricos superan los límites de su espacio. Los niños hiperactivos y ansiosos tienen menos capacidad para estar en espacios saturados; aumentan su actividad y crean más problemas. Según la revisión de Giles y Street (1994) sobre la relación entre dependenciaindependencia de campo y comunicación, los independientes de campo se muestran más capaces para aprender una segunda lengua. Por otra parte, en las mujeres la independencia de campo aparece positivamente relacionada con la cantidad de habla y negativamente relacionada con el número de palabras de cada frase. En lo que se refiere a las relaciones intrafamiliares, la independencia de campo se encuentra positivamente relacionada con el empleo de la palabra “Yo”, y la dependencia de campo, con el empleo de la palabra “Nosotros”. El tema de la manipulación y del engaño es un tema que se ha estudiado permanentemente en el campo de la comunicación. Por eso, ese tema se ha estudiado desde diferentes vertientes (Giles y Street, 1994). Así por ejemplo, los que puntúan alto en maquiavelismo manipulan más a los demás con el fin de lograr sus fines, y tienden más a mirar a los otros en las relaciones sociales. En los juzgados, por ejemplo, los acusados que puntúan alto en maquiavelismo miran más al acusador, para parecer así más inocentes. Incluso cuando van a mentir, los que puntúan alto en maquiavelismo parecen más fiables que los que puntúan bajo (Geis eta Moon, 1981). Pero no todas las investigaciones van en el mismo sentido. Así, según O´Hair, Cody y McLaughlin (1981), no aparecen diferencias entre los de alto y bajo maquiavelismo con respecto a la filtración de señales no verbales durante el engaño. Según la revisión de las investigaciones sobre las variables sociodemográficas de los comunicantes, Giles y Street (1994) han concedido un lugar privilegiado a las realizadas sobre la variable sexo. Auque las mujeres hablan más en las parejas del mismo sexo, en las parejas mixtas los hombres hablan más. Aun así, cuando las mujeres de las parejas son feministas, hablan más que los hombres; en las parejas en las que la mujer no es feminista, los hombres hablan más. En los grupos los hombres hablan más, y en las relaciones mixtas los hombres interrumpen la conversación del interlocutor más a menudo que las mujeres (Zimmerman y West, 1975; Eakins y Eakins, 1976); pero Marche y Peterson (1993) no encontraron tales diferencias. Por otra parte, las mujeres muestran tendencia a utilizar un lenguaje más estándar y exacto que los hombres. En lo que respecta a los temas de conversación, los hombres hablan más del trabajo, y las mujeres, más de los temas socioemocionales; eso sí, en los grupos en los que hombres y mujeres están mezclados se habla menos de temas socioemocionales. En lo que respecta a la comunicación no verbal, los hombres muestran un comportamiento dominante, y las mujeres una actitud dependiente (Henley, 1977). Los hombres muestran más dominancia visual, ya que miran más cuando hablan que cuando escuchan (Dovidio y Ellyson, 1985). Las mujeres son más expresivas que los hombres, escuchan más al interlocutor, preguntan más y muestran más dudas al hablar y el interlocutor les interrumpe más frecuentemente. Las mujeres muestran más actitudes y gestos de dependencia (agachar la cabeza, inclinarla a un lado, palmas abiertas...), se ponen más cerca que los hombres al conversar y se adaptan más al estilo de interacción del interlocutor.


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Existen algunas lenguas, algunos dialectos y algunos acentos que tienen más prestigio que otros; parte de ese prestigio parece que se traslada a quienes se valen de esas lenguas, dialectos o acentos para comunicarse. Así, según Bradac (1990), Giles, Hewstone, Ryan y Johnson (1987), la utilización de acentos y lenguas de prestigio y de poder aumenta la capacidad que se le atribuye al comunicante. La razón de la no utilización de una lengua minoritaria y de menor prestigio por un comunicante no hay que buscarla solo en el mayor o menor nivel de conocimiento de esa lengua, sino en las estrategias de gestión de impresiones del comunicante. El vendedor que piensa que en un determinado entorno la utilización de una lengua prestigiosa creará una mejor impresión de él en los clientes, tenderá a utilizar esa lengua en lugar de otra de menor prestigio y más minoritaria. Pero para mostrar más prestigio y poder no se tiende siempre a utilizar una lengua más prestigiosa (Giles eta Street, 1994). En cualquier lengua se pueden utilizar diversas estrategias. Así, la elevación de la intensidad de la voz correlaciona positivamente con la extraversión, la dominancia, la sociabilidad y la estabilidad emocional. Por otra parte, el hablar rápido aumenta la capacidad percibida del comunicante y el hablar lento, la disminuye; desde este punto de vista hay una relación inversa entre la evaluación positiva del hablante y la extensión de las pausas en el habla; son las pausas breves las que inducen a atribuir una mayor capacidad al hablante. Aun así, el hablar de forma lenta en temas difíciles, en temas íntimos o en contextos formales tiene una influencia positiva, porque se valora también positivamente el saber adaptarse al ritmo del oyente. Al mencionar los rasgos del comunicante, concretamente los rasgos paralingüísticos (Giles y Street, 1994), no hay que olvidar la característica referente a la agradabilidad de la voz. Se valora mejor a los comunicantes de voz agradable, pero ese efecto es aun mayor cuando se unen el atractivo de la voz y el atractivo físico. En las investigaciones realizadas para estudiar la relación entre los diferentes somatotipos y los tipos de voz, se trataba de identificar el somatotipo del interlocutor basándose en su voz; según los resultados, se acertaba más fácilmente en el caso de los endomorfos y de los ectomorfos que en el de los mesomorfos. Según otras investigaciones, se puede conocer bastante certeramente la edad aproximada del interlocutor, basándose en su voz. Asimismo, los oyentes son muy hábiles para conocer la clase social de una persona basándose en su voz; identifican rápidamente el estatus de una persona a través de la voz. En la misma línea, es más fácil conocer la forma de ser de una persona por la entonación de su voz que por sus declaraciones explícitas. Para terminar, la intensidad del lenguaje aumenta la persuasividad de aquella fuente que goza de mucha credibilidad, pero disminuye la capacidad persuasiva del emisor que goza de poca credibilidad. Desde la perspectiva de las investigaciones de la comunicación no verbal no se han realizado descubrimientos decisivos sobre las características del comunicador. Las variables psicológicas que se han estudiado no explican suficientemente la conducta del comunicador. Muchas de esas variables interaccionan con variables sociodemográficas (sexo, edad). Incluso cuando se han encontrado efectos importantes, esos efectos se disolverían si se introdujeran en el diseño variables de situación y variables sociodemográficas potentes. Esas investigaciones no han estudiado adecuadamente la forma que tienen los comunicantes para construir su identidad y las dimensiones del entorno; tratan a los comunicantes como si fueran categorías sociales abstractas. Por otra parte, han evaluado las características del comunicante sin relacionar las unas con las otras, de forma aislada. Tal vez los descubrimientos más interesantes han sido los correspondientes a la evaluación del habla y de las actitudes lingüísticas: acento, velocidad,


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pausas, intensidad, diversidad de léxico y fluidez verbal. Pero asimismo habría que examinar el contexto cultural, el tipo de oyente, los objetivos de la interacción y el estadio de la relación. Funciones de la comunicación Una de las funciones más importantes de la comunicación es definir y alimentar la identidad propia. Para eso, uno tiene que presentar a los demás su propuesta sobre la identidad propia, con el fin de negociarla con ellos. El apoyo de los otros es indispensable para alimentar la identidad propia; pero no se logra el apoyo de los demás, si uno mismo no apoya a los demás. Por lo tanto, el apoyar a los demás es también una importante función de la comunicación. En la interacción comunicativa nos valemos de la conversación; para la gestión de la conversación son de la máxima importancia los recursos verbales y no verbales. De la misma forma, también es notable la función que cumple la expresión de las emociones en la comunicación. Por último, tal como hemos mostrado desde la perspectiva sistémica, los seres humanos tendemos a dividir el proceso continuo de la comunicación en partes, a puntuarlo subjetivamente y a hacer diferenciaciones simétricas y complementarias. Debido a esa tendencia, el apoyo a la identidad propia sobresale sobre el apoyo a la identidad del otro, y aparece la tendencia a cristalizar las relaciones en jerarquías; así, cuando la persona se encuentra inmersa en parámetros de poder y control, resultan importantes la función de control del otro, la función de asegurar el poder sobre él y la función del engaño que se utiliza para esquivar el control de quien ha logrado el poder. Veamos a continuación estas funciones: 1. Una de las funciones de la comunicación es la creación de intimidad: se puede lograr la intimidad mostrando ternura en contactos y miradas, utilizando una voz suave, música romántica o luces y colores cálidos. Es necesario mostrar cierta adhesión, afiliación o apego a una persona si se quiere llegar a un grado de intimidad con ella. En lo que respecta a la afiliación y a la confianza mostrada por el lenguaje no verbal, Lacrase (1975) estudió los efectos de los comportamientos afiliativos y no afiliativos. Entre los primeros incluyó los siguientes: sonrisa, movimientos afirmativos de la cabeza, contacto visual, ángulo directo de orientación de los hombros, apertura y relajación de la postura, expresividad de la cara y de los gestos, postura asimétrica de las extremidades, proximidad del cuerpo e inclinación hacia adelante del mismo. Entre los comportamientos no afiliativos incorporó los siguientes: menor contacto visual, ángulo más obtuso formado por la posición corporal, ángulo no directo de orientación de la espalda, ausencia de sonrisa, movimientos negativos de la cabeza y de gestos. Según los resultados, se evaluó a los consejeros que utilizaron conductas afiliativas como más persuasivos que a los que utilizaron conductas no afiliativas. Además se preguntó a los sujetos qué es lo que hacía que consideraran como más persuasivo a un consejero, y los comportamientos que más mencionaban eran la duración del contacto visual, la sonrisa y los gestos (Musita, 1993). Como promedio, el que persuadía pasaba más tiempo mirando al otro que el persuadido. Era la dirección de la mirada la que más discriminaba entre confianza y duda. El que hablaba en situación de confianza no interrumpía el contacto de la mirada; el que hablaba en situación dubitativa, ni siquiera miraba a la cámara. Según Cherre (1978), cuanto más duradero es el contacto ocular del que habla, el cambio de actitud de su oyente será más notable. En cuanto al tono de la voz, los sujetos más persuasivos son los que cambian más de tono, los que utilizan tonos cálidos, tranquilos, expresivos y agradables (Berger, 1994). En cuanto a las posturas corporales, los que tienen posturas más abiertas provocan más cambios de opinión que los


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que mantienen posturas cerradas (McGinley, LeFevre y McGinley, 1975), aunque no todas las investigaciones lo hayan demostrado. En cuanto a la importancia de la retroalimentación del interlocutor, se ha visto que la retroalimentación que se logra a través de la postura mimética es muy efectiva cuando se quieren estrechar las relaciones con alguien. En esa postura mimética uno hace todo lo que hace la otra persona; se imitan los gestos del otro, para que el otro nos vea como simpáticos; es indicativo de una aceptación incondicional y de un amor ilimitado. Entre dos amigos íntimos, por ejemplo entre marido y mujer, puede aparecer un mimetismo inconsciente: andan, se paran, se sientan de la misma forma. Entre las investigaciones sobre la reciprocidad de la expresión íntima, hay que mencionar las de Dindia (1982): analizan la forma que tiene el receptor de responder a las muestras de información íntima y no íntima de los receptores. Para lograr una reciprocidad en las relaciones, primeramente hay que detectar las respuestas del interlocutor y después hay que tratar de sintonizar con él, para conseguir una especie de mimetismo del comportamiento. He aquí algunas técnicas que se pueden utilizar para sintonizar con el interlocutor: reflejar su postura corporal y sus movimientos, establecer una relación al mismo nivel (si está sentado, tú te sientas también; si está de pie, tú también te pones de pie), mirar a los ojos sin obsesión, contactar con el sistema de representación del otro, mantener una distancia cómoda con respecto a él, adecuar el ritmo propio de la respiración al ritmo de otro; adecuar el tono, la intensidad, el ritmo, la modulación y el timbre de la voz al del interlocutor; repetir sus palabras, frases y expresiones. Según la teoría de la adaptación del lenguaje, las personas adaptan algunas veces el acento, la velocidad y el código (estricto o culto) del lenguaje a sus interlocutores. Gracias a esa adaptación, muestran solidaridad con el interlocutor. Sin embargo, cuando quieren subrayar su identidad particular, adoptan una actitud diferente (Berger, 1994). Dentro del ámbito del análisis de la intimidad también se han analizado los estadios y rituales del cortejo, los conflictos de la pareja y las manifestaciones no verbales (Burgoon, 1994). 2. Otra función de la comunicación es la referida al control social. Esta función no es tan espontánea como la de la intimidad; es más pensada y más intencionada. Cuando se cumple esta función a menudo se da una inadecuación entre el comportamiento no verbal y el afecto; a menudo acontece un desacuerdo entre el comportamiento y el sentimiento auténtico; es el caso que se da, por ejemplo, cuando sonreímos a una autoridad por la que no tenemos ninguna simpatía. El control social que se ejerce por medio del comportamiento no verbal es el responsable del cambio de comportamiento y de la persuasión de las otras personas. Según Mehrabian y Williams (1969), la percepción de la persuasión de los sujetos aparece significativamente relacionada con las siguientes variables: la intensidad de la voz, la velocidad del habla, los gestos de la cara, la velocidad de los gestos y el contacto visual con la persona a quien se dirige la comunicación. El emisor puede provocar el cambio de actitud del receptor, pero también el receptor puede provocar el cambio de emisor. Se puede valer tanto del feed-back positivo como del negativo como medio eficaz para controlar al otro. El conferenciante que recibe una retroalimentación negativa se desenvuelve peor que el que recibe un feed-back positivo (Musitu, 1993). Para ello los feed-backs no verbales más efectivos son el aumento del contacto ocular, la sonrisa y los movimientos afirmativos de la cabeza. 3. Otra de las funciones importantes de la comunicación es la muestra de apoyo y protección. En nuestras relaciones tratamos de que los otros apoyen nuestra identidad, pero para que los otros apoyen nuestra identidad es necesario que nosotros apoyemos la suya. Las investigaciones han mostrado una clara asociación entre el soporte social, la esperanza


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de vida y el sistema inmunológico (Albrecht, Burleson y Goldsmith, 1994). El apoyo social ayuda a afrontar el estrés, a adaptarse mejor al medio y a afrontar mejor las enfermedades. Pero en algunos casos puede incluso tener consecuencias negativas: puede crear una excesiva dependencia y una auto-imagen negativa en la persona que recibe protección y ayuda. 4. La muestra de poder y superioridad es otra de las funciones primordiales de la comunicación verbal y no verbal. Adorno, Frenkel-Brunswick, Levinson y Sanford (1950) analizaron las relaciones entre la ideología política y el funcionamiento de la personalidad, y llegaron a esta conclusión: que los que tienen un alto autoritarismo muestran un gran interés por la autoridad y una tendencia acrítica para admirar a las personas que están en el poder. Herb y Elliot (1971) estudiaron la rigidez de las posturas corporales de quienes tienen un alto autoritarismo. Al hacer la revisión de las estrategias que se utilizan para mostrar poder y credibilidad, Giles eta Street (1994) ha sacado a relucir una mayor utilización de ciertas técnicas: mayor intensidad de voz, estilo asertivo, variaciones de tono, fluidez verbal, mayor intervención en el grupo, interrupciones de las intervenciones de los otros y mayor utilización de ciertas expresiones (“está claro”, “sin ninguna duda”). En cuanto a la relación entre la comunicación no verbal y el poder o el estatus, se ha estudiado la ratio entre mirar mientras se habla y mirar mientras se escucha. Los de menor poder miran a los de más poder más cuando escuchan que cuando hablan. Sin embargo, los de más poder miran más cuando hablan que cuando escuchan. La ratio entre el mirar mientras se habla y el mirar mientras se escucha se ha solido llamar comportamiento de dominio visual (visual dominance behavior): Comportamiento de dominio visual = número de miradas al hablar/número de miradas al escuchar. La frecuencia de mirada de las personas dominantes es parecida al hablar y al escuchar, pero las personas dominadas miran más al escuchar que al hablar (Berger, 1994). Los que ostentan más poder en la sociedad muestran más dominancia visual que los otros. Si se tiene en cuenta la variable raza, los negros miran más al hablar, y los blancos miran más al escuchar. Los blancos miran más a las autoridades cuando éstas hablan, y los negros normalmente no les miran a los ojos. En la “gestión de impresiones” el dominio se manifiesta a través de comportamientos que indican poder y estatus: aumento del tamaño corporal, ocupar mayor territorio, utilización de guardaespaldas, hablar utilizando un tono bajo, dirigir miradas amenazantes, colocarse más alto en el espacio, dar comienzo a la conversación o a los contactos, imponer el ritmo de las interacciones, cambiar el tema de la conversación, entrar primero en la habitación, andar por delante de los otros, preceder en el turno al otro, forzar las expectativas con respecto a las distancias normativas, mostrar que se tiene acceso a sitios privilegiados, mostrar símbolos de estatus, mostrar una actividad de ritmo rápido, mostrar una locución dinámica y expresiva, moderada relajación de posturas y habla, actitud libre no defensiva y capacidad para terminar bien un trabajo (Burgoon, 1994). Desde este punto de vista, Siegel, Friedlander eta Heatherington (1992) han mostrado 33 comportamientos no verbales para significar la función jerárquica. 5. La función de engaño tiene también una gran importancia en el campo de la comunicación. Tan importante como decir la verdad puede ser ocultar la verdad; tan importante como mostrar las emociones, ocultarlas. Darwin ya distinguió los movimientos que puede controlar la voluntad y los que escapan al control de la voluntad. Freud también dijo que para quien tiene ojos para ver y oídos para escuchar, no existe ninguna persona que pueda ocultar un secreto. Quien calla por sus labios, habla por medio de las manos, brazos, piernas y cara. En esta danza entre la verdad y la mentira, entre la manifestación y el


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ocultamiento, está en juego la credibilidad de una persona. Según Ekman (1965), las manifestaciones de la cara muestran el tipo de emoción vivido y su contenido, mientras que las manifestaciones corporales muestran la intensidad de la emoción y el afecto. Entre las teorías que analizan el engaño es conocida la hipótesis del filtro (leakage hypothesis): los que quieren engañar tratan sobre todo de controlar las expresiones de la cara, porque esperan que la mirada de los otros se va a focalizar más en la cara que en otras partes del cuerpo. Por lo tanto, son las partes del cuerpo menos controladas las mejores indicadoras del engaño. Buller y Burgoon (1994) han analizado las estrategias que utiliza la persona que quiere engañar para proteger su imagen y su identidad en su Teoría del Engaño Interpersonal (Interpersonal Deception Theory: IDT): dar una información difusa, reducir los comportamientos que muestren las verdaderas intenciones y utilizar maniobras de protección para prevenir un mayor compromiso entre las personas en interacción. 6. Gestión de la identidad: la identidad personal es una construcción social, constituida y negociada en la interacción. Burgoon (1994) diferencia la gestión de la identidad y la gestión de las impresiones: en la primera se muestra el verdadero selfpercibido; en la segunda, se muestra la presentación estratégica de uno mismo ante la gente. El motivo de la auto-presentación estratégica (Jones y Pittman, 1982) es aumentar el poder y ayudar a formar las atribuciones de los otros sobre el actor. Las estrategias que se utilizan para ello son las siguientes: a) Avenirse bien con las otras personas, de forma que uno aparezca como agradable ante ellos; b) Utilizar los indicadores de un mayor estatus o poder: mayor accesibilidad al espacio, tiempo y territorio de los demás; comenzar a hablar y a tocar; contactos asimétricos e invasiones asimétricas del espacio del otro; orientación corporal indirecta e inclinación hacia atrás; mirar más directamente pero con una frecuencia menor; menos sonrisas y más arrugas en la frente; más relajación y asimetría de las posturas; c) Promoción personal: agradabilidad verbal y facial (fluidez, variedad de tono, sonrisa), cercanía física, contacto ocular directo, hablar rápido, fuerte y sin vacilaciones; d) Mostrarse como un modelo a imitar: integridad, sinceridad, honradez, generosidad etc.; e) Solicitud y ruego: valerse de su debilidad y dependencia. La teoría de la auto-presentación estratégica (Jones eta Pittman, 1982) nos dice cuál es la mejor estrategia para la gestión de las impresiones. Según la teoría de la violación de expectativas (Burgoon y Hale, 1988), sin embargo, los comportamientos no verbales generan fuertes expectativas que gobiernan las normas de interacción. Además, el comportamiento no verbal tiene un valor de mensaje. Cuando el significado no es equívoco y es congruente se impone el modelo del significado social. Ante una conducta de significado ambiguo hay que mirar si la valencia de los rasgos del comunicador es positiva o negativa, para moderar el proceso de evaluación cognitivoafectivo: los comunicadores de valencia positiva pueden aumentar su credibilidad o su atractivo forzando las distancias y utilizando contactos de afiliación; cuando las fuerzan los de valencia negativa, pierden la credibilidad y la atractividad (Burgoon, 1994). 7. Estructuración y gestión de la conversación: Burgoon (1994) también hace la revisión de los estudios referentes a los comportamientos no verbales que ayudan a gestionar la conversación. La organización del espacio comunicativo, la arquitectura del edificio y los indicadores de estatus del interlocutor ayudan a definir cómo va a ser la comunicación; los comportamientos kinésicos y verbales del interlocutor nos dan cuenta de su estatus y de sus intenciones comunicativas, y regulan la interacción. Las señales proxémicas, la apariencia física y los artefactos del entorno regulan la cantidad, la frecuencia y la naturaleza de la conversación; la cercanía física y la organización de los asientos regulan también la frecuencia y la colaboración de las relaciones. Las señales no


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verbales constituyen el fundamento de los rituales de saludo: el comienzo y el final de la conversación y su variabilidad cultural. Los interlocutores se valen de los comportamientos no verbales para decidir sobre los turnos, el cambio de tono y de tema, las interrupciones, la distancia y los silencios. La sincronización del estilo de interacción (imitación, reciprocidad, sincronía, divergencia, complementariedad, compensación) también se hace por comportamientos no verbales. 8. Expresión emocional: las investigaciones de las relaciones entre la voz y las emociones (Kappa, 1982; Musita, 1996) han puesto en evidencia que aun cuando se asocien al azar los trozos de una grabación de voz previamente divididos, el tono afectivo y la información emocional del emisor se sigue manteniendo. Algunas emociones se reconocen mejor que otras a partir de la voz; por ejemplo, el enfado, la alegría y el odio se identifican más fácilmente que la vergüenza, el amor o el orgullo. Los gestos faciales se utilizan como reguladores de la interacción. Los investigadores se han esforzado en aislar las unidades de expresión faciales, en mostrar una especie de alfabeto de la comunicación emocional, en conocer las unidades que se pueden utilizar como vocabulario para entender el comportamiento facial (Ekman, Friesen y Ellsworth, 1972; Dittman, 1972). Según Ekman y colaboradores, habría unos gestos universales, pero sería cada cultura la que decide cuándo utilizar esos gestos. Según Mayor y Sainz (1985), las investigaciones que han querido describir las particularidades fisionómicas de ciertas emociones no han demostrado, en contra de las creencias de Darwin, que exista un movimiento muscular específico de los músculos faciales para cada emoción. Como una teoría de compromiso entre la teoría universalista y la relativista tendríamos la Teoría Neocultural (1975) de Ekman y Friesen: los programas neuromusculares se han heredado biológicamente, pero se decidirá a partir de la labor de filtración de los factores sociales qué estímulos van a provocar las diferentes emociones, y qué significados y consecuencias van a tener. El análisis transcultural habla de seis afectos fundamentales: alegría, tristeza, miedo, enfado, sufrimiento y sorpresa; los otros afectos procederían de la mezcla de los afectos fundamentales. Estos afectos conforman la lengua universal fundamental. Aunque estos afectos sean universales, no aparecen en la misma proporción en las diferentes culturas. Conforme a Matsumoto (1991), los individuos de los grupos colectivistas muestran más emociones tendentes a fomentar la cohesión grupal que los individuos de grupos individualistas. Burgoon (1994) ha informado de las investigaciones sobre la relación existente entre la duración y la intensidad de las emociones y su autenticidad. Para facilitar la detección de las falsas emociones, se estudia cuántos grupos musculares intervienen en su manifestación y cuánto dura su expresión. Debido a la influencia social, la gente tiende a regular sus comportamientos expresivos y a inhibir la expresión de sus emociones. En algunos casos puede incluso aparecer una mayor expresividad emocional ante los otros. Dependiendo de los diferentes estados y personalidades se darán los dos fenómenos. Al examinar la presentación espontánea y disimulada de las emociones, se ha observado lo siguiente: las personas tienen diferente capacidad para descodificar las emociones, y les resulta difícil adivinar las emociones observando la cara. Pero, son más difíciles de descodificar las emociones espontáneas que aquellas que se utilizan para aparentar. De cualquier forma, la gente es más expresiva con los amigos que con los desconocidos, y es más fácil adivinar su estado emocional cuando se encuentra con los amigos.


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La percepción del entorno y el mundo de la imagen Es manifiesta la importancia que tiene el entorno en las relaciones comunicativas. En el comportamiento humano influye mucho que la decoración de la habitación en la que se encuentre sea formal o informal, cálida o fría. Por ejemplo, según Maslow y Mintz (1956), las caras de las personas ubicadas en habitaciones bien decoradas se valoran más que las caras de las personas situadas en habitaciones no decorosas. Según Birren (1965), las reacciones son más rápidas y más desmesuradas en habitaciones de luz roja. Con luces verdes, las reacciones son más lentas. En habitaciones de luz verde y azul se subestiman los estímulos. La influencia de la arquitectura es manifiesta en las interacciones de la gente que vive en un vecindario (Festinger, Schachter y Back, 1950): los que se encuentran más próximos físicamente interaccionan más entre sí. La proximidad física y funcional entre las personas lleva a multiplicar las relaciones, pero demasiada proximidad puede provocar trastornos. La permeabilidad del espacio personal da cuenta del nivel de reacción que provoca la entrada de otras personas en el espacio personal de uno. Si una persona reacciona de forma ruda y negativa ante la invasión de su espacio por otra persona, podemos decir que tiene un espacio personal impermeable; si tiene una reacción tranquila y positiva, se puede decir que tiene un espacio personal permeable. Un estudio sobre las relaciones entre la densidad de población y el ataque o la huida constató lo siguiente (Knapp, 1982): el aumento de la densidad no provoca siempre la fuga o el ataque. De cualquier forma, las personas tienden a interponer un filtro para no recibir demasiados estímulos como consecuencia de una gran densidad: dedican menos tiempo a cada relación, no hablan con mucha gente, evitan algunas situaciones. Además, la permeabilidad del espacio personal cambia según la cultura y la clase social. Watson (1970) hablaba de culturas de “contacto” (árabes, sudamericanos, sudeuropeos) y culturas “sin contacto” (asiáticos, indios, norteamericanos, noreuropeos). Scherer (1974) estudió las relaciones espaciales de las diferentes etnias y clases sociales. Cuando percibimos el entorno construimos su representación en nuestro cerebro. Guardamos en nuestro interior o proyectamos en el exterior (en objetos, imágenes, dibujos, escritos edificios) las representaciones digitales y analógicas que formamos de la realidad externa y la realidad interna. Es el hemisferio izquierdo el que se ocupa primordialmente de la comunicación digital, y el hemisferio derecho el que se ocupa de la comunicación analógica. Dentro de la comunicación no verbal tiene gran importancia la comunicación por la imagen. Por eso hemos querido hacer una pequeña reflexión sobre la misma. Las teorías de la imagen están relacionadas con la psicología, la teoría del arte y la teoría de la comunicación. La naturaleza de la imagen es icónica: hace una selección de la realidad, utiliza un repertorio de elementos específicos para la representación y dispone de un sistema para ordenar esos elementos. La imagen es un modelo de la realidad y se relaciona con la realidad por medio de elementos simples como los colores, las formas y las texturas. La imagen se puede componer por medio de los doce componentes del alfabeto visual: punto, línea, plano, color, forma, textura, tensión, ritmo, escala, proporción y formato. El punto, los puntos implícitos (Domínguez, 1993) y los puntos de fuga son polos de atracción importantes de la visión (Torán, 1985). La línea puede ser de diferentes formas: implícita, aislada, recta, curvada, vertical, horizontal, diagonal. Entre las características de las funciones plásticas de la línea son dignas de mención: el ritmo curvilíneo y abrazador de la curva, la dinamicidad de la línea recta diagonal, la estabilidad y el reposo de la línea horizontal, la inmovilidad, estabilidad y rigidez del rectángulo, el


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dinamismo del triángulo, la dulzura del círculo, la armonía dinámica del óvalo y la inestabilidad del rombo. Las líneas y los puntos implícitos forman las líneas de fuerza y los puntos de fuerza. Hay que distinguir la naturaleza continua y lineal del tiempo de la realidad y la naturaleza discontinua del tiempo de la imagen; dentro del tiempo de la imagen, hay que situar la igualdad de los parámetros espaciales y temporales de las imágenes secuenciales frente al predominio de la estructura espacial de las figuras aisladas. Por eso, se utilizarán las imágenes secuenciales para las narraciones y las imágenes aisladas para las descripciones. Pero como dentro de la imagen pueden aparecer elementos dinámicos (ritmo, tensión, jerarquía y diversidad) y elementos estables (simetría, repeticiones), cuando queramos lograr un equilibrio dinámico de la imagen, utilizaremos la orientación indirecta, formas irregulares, asimétricas, sin continuidad y sin completar, por su capacidad para crear tensiones. El formato es la relación entre las dos orientaciones más importantes del espacio (Arnheim, 1980). En las figuras narrativas se utiliza el formato horizontal y en las figuras descriptivas el formato vertical. Hay que mencionar la tensión y el dinamismo del formato elíptico, como resultado de la tensión entre el eje horizontal y el vertical. Para la sintaxis de la imagen tiene gran importancia la ley de los tres tercios del espacio plástico: el peso de los objetos del tercio superior, la estabilidad de los objetos del tercio inferior y la relativa estabilidad de los objetos del tercio medio. En la orientación horizontal hay que mencionar la pesadez y dinamismo de los objetos plásticos de la parte derecha y la liviandad de los objetos situados en la parte izquierda. También deriva de esa ley la heterogeneidad y la anisotropía del espacio plástico: los objetos pesan más en la parte alta de la composición y eso exige una compensación. Los significados que adquiere la imagen según su posición en el espacio y según su desarrollo se utilizan también en la Grafología (Vels, 1997): izquierda y pasado, derecha y futuro, parte superior e ideales, parte inferior y materia o instinto. Las líneas horizontales tranquilizan la composición y proporcionan regularidad; las líneas verticales proporcionan el sentimiento de poder. En el mismo sentido, los planos en picado (vistos desde arriba) dan una visión de objeto dominado y reducido; los planos en contrapicado o vistos desde abajo, ensalzan el motivo y le dotan de poder. Cuando colocamos imágenes en un cuadro, las situamos en los puntos o líneas de fuerza (nivelación) o fuera de ellos (agudización). Al presentar imágenes ambiguas a un sujeto, éste muestra tendencia a nivelarlas o a agudizarlas. Los niveladores reducen la tensión visual subrayando el clasicismo, la simetría y la conformidad; los agudizadores aumentan la tensión visual subrayando el expresionismo, la irregularidad, la asimetría, la diferencia y la oblicuidad. La nivelación y la agudización tienen mucho que ver con el peso visual que adquiere un objeto en el cuadro. Los factores que proporcionan peso visual a un objeto son el tamaño, la posición, la regularidad, el color, la textura y el aislamiento. Entrando en el campo de la imagen y de la arquitectura, los diferentes estilos tienen mucha fuerza comunicativa. Por ejemplo, la columna dórica muestra proporción, fuerza y belleza; la columna jónica, esbeltez; y la columna corintia muestra la imagen ligera y flexible del adolescente; la arquitectura bizantina mostraría la difuminación de las ideas de sostén y la dilatación del espacio, por medio de las formas cóncavas empujadas hacia fuera; la arquitectura gótica mostraría tendencia a la desmaterialización, a la transparencia, a borrar la masa en la red vertical de líneas abstractas y a actuar en interacción con el medio; la arquitectura renacentista muestra tendencia a la armonía y a la perfección; el manierismo,


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mostraría formas llenas de tensión y conflictos; el barroco, dinamismo persuasivo; los museos, construcción apolínea, y los teatros, construcción dionisíaca. En la percepción de la imagen y en la percepción subliminal tiene mucha importancia saber qué se convierte en figura y qué se convierte en fondo, porque mientras la mayoría de las veces somos conscientes de la figura, el fondo queda en el inconsciente. Rubin analizó la probabilidad de que una superficie se convirtiera en figura y llegó a estas conclusiones: si dos campos se dividen por medio de una línea horizontal, la parte de abajo tiende a convertirse en figura; el color rojo saturado se convertirá más fácilmente en figura que el color azul saturado; y las figuras convexas se convertirán en figuras más frecuentemente que las cóncavas (agresividad de lo convexo y pasividad de lo cóncavo). La agradabilidad y la excitabilidad de los colores está relacionada con la tonalidad y la combinación de tonalidades (Knapp, 1982). En la relación entre el color y la forma las personas sensibles, inestables y las que tienen explosiones emocionales dan prioridad al color; las introvertidas, las que controlan los impulsos, las frías y las pedantes dan prioridad a la forma. La experiencia del color se asocia con las experiencias del afecto y de las emociones; en este sentido, el color produce experiencia emocional. Al ver un color la acción parte del objeto y afecta a la persona. La forma significa actividad y control intelectual. Al percibir la forma la mente organizadora sale desde el sujeto al objeto. La expresión va unida al color; el esquema organizador, va unido a la forma. El significado del color no depende sólo del color sino también de su contexto. Un mismo color no resulta ser el mismo color cuando se sitúa en dos contextos diferentes. El color cálido es más frío junto a un color más cálido; y la identidad de un color depende de su relación. Según Arnheim (1980), la calidez o la frialdad no depende del matiz puro, sino del color que se le añade. Los colores puros no tienen la cualidad dinámica de las mezclas. Cuando un color se aleja de su naturaleza fundamental, crea tensión y expresividad. Epílogo Muchas de las investigaciones sobre psicología de la comunicación que hemos mencionado en el artículo reflexionan sobre los hechos y sobre el control, las causas y la predicción de los hechos. Analizan los hechos sin dar importancia a su significado y sentido. Pero en la comunicación interpersonal los significados y los valores tienen tanta importancia como los hechos, ya que la persona trata de dar significado y sentido a los mismos. El dar prioridad a los hechos ante los significados y los valores puede responder a una decisión práctica de búsqueda de explicaciones, pero no vale de mucho el predecir los hechos y los acontecimientos, si luego no sabemos cómo debemos actuar. Por eso, las investigaciones no deben limitarse a predecir y a controlar. Una de las funciones fundamentales de la ciencia de la comunicación debería de ser la de expandir el sentido comunitario de la persona y la de dar sentido a los hechos y sucesos de la vida. Los investigadores de la comunicación analizan a menudo la comunicación interpersonal desde una perspectiva objetiva, externa y neutral. Pero hay que tener en cuenta que el significado de la comunicación resulta de una negociación entre la fuente de la comunicación y el destinatario, entre el investigador y el sujeto. El investigador construye, cambia e interpreta lo que observa, y le da significado y valor. Muchos estudiosos de la comunicación han tratado de buscar las causas que expliquen los hechos de la vida; tratan de explicar los acontecimientos por medio del control y de la abstracción de sus variables. Pero la finalidad de la comunicación interpersonal no es sólo entender el mundo, sino también dar sentido a la convivencia y a la


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vida. Y si hay que dar sentido a la experiencia humana, además de la abstracción y el control de la ciencia, hay que tener en cuenta las narraciones de las aventuras, de los cambios y de las ambigüedades de las relaciones (Bochner, 1994). Gracias a esas narraciones la vida cobra una nueva forma. El narrador crea un mundo nuevo donde vivir. Desde este punto de vista, hay actualmente una tendencia a fundamentar las ciencias humanas en la narración (Bruner, 1986). Para el que se sitúa en la perspectiva del narrador hay un lazo unificador entre la narración del investigador y la narración del sujeto informador: la vida del investigador tiene influencia en sus descripciones e interpretaciones; para entender al otro tiene que fundamentarse en su experiencia. El experimentador es también parte de los datos y los estudios admiten datos autobiográficos. Por otra parte, los símbolos de su cultura dan forma a la experiencia del investigador. En una palabra, las ciencias humanas no deben limitarse a un análisis objetivo, neutral y frío; tienen que llegar a participar en la comunicación.

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