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Las pérdidas continúan

Un estudio especializado en desastres, publicado al final de 2019 por la Dra. Irasema Alcántara Ayala , destacada investigadora de la UNAM, integrante de la Academia Mexicana de Ciencias, indica que, entre el año 1900 y 2018, en México se registraron 231 desastres; de estos el 75% fueron provocados por fenómenos hidrometeorológicos (lluvias extraordinarias e inundaciones) y 25% por geológicos, principalmente sismos (15%) y procesos de remoción en masa y vulcanismo

Hugo Antonio Espinosa

El trabajo de investigación denominado Desastres en México: mapas y apuntes sobre una historia inconclusa, indica que en los 118 años que abarca el estudio, 22,473 personas fallecieron a causa de desastres; de las cuales la mitad (49.26%) murieron por un sismo y la otra mitad por lluvias e inundaciones (43.9%); el resto por deslaves y actividad volcánica (6.84%); en promedio 190 personas al año. Otro dato revelador es la cantidad de habitantes afectados, la cual ascendió a 17,779,630, de los cuales el 75.92% fueron a causa de las lluvias e inundaciones y el 23.15% debido al fenómeno sísmico. El desastre que más pérdidas humanas dejó fue el sismo de 1985, seguido de la inundación de octubre de 1959, provocada por un huracán que afectó principalmente los estados de Colima y Jalisco; en tercer lugar, los decesos provocados por la erupción del volcán Paricutín, en Michoacán, en 1949. La mayor cantidad de personas afectadas por desastres, contrario a lo que se piensa, no fueron los 2.1 millones de mexicanos afectados por el sismo de 1985, sino los 2.5 millones de personas que, en un hecho poco estudiado y menos difundido, fueron afectadas por la sequía más grande de la historia del México contemporáneo, registrada en 2011 y que impactó a casi 1,200 municipios del país. Finalmente, el huracán Stan dejó aproximadamente 2 millones de personas afectadas en los estados de Veracruz, Chiapas y Oaxaca, en octubre de 2005.

En los últimos 120 años, las pérdidas económicas más cuantiosas en México, debido a los desastres, fueron las que provocó el sismo del 19 de septiembre de 2017, las cuales ascendieron a 6,000 millones de dólares. En segunda instancia, los huracanes Wilma, Ingrid y Manuel, generaron pérdidas de 5,000 y 4,200 millones de dólares, en 2005 y 2013, respectivamente.

¿Cómo surgen los desastres? Sería una pregunta que, ante tantos números que representan pérdidas en diferentes ámbitos, y a manera de colofón podría plantearse. La construcción o generación del riesgo de desastre es un proceso social, es decir, un fenómeno que a través de las relaciones sistémicas de poder y explotación moderna ha trastornado la comunión y equilibrio entre sociedad y naturaleza, entre humanidad y progreso, debido principalmente a la transgresión de las leyes y normas que regulan la convivencia entre los seres humanos y el ambiente que les rodea, lo cual precisa un uso inadecuado del territorio, dando origen a desequilibrios que dan origen, irremediablemente, al riesgo de desastre. ¿Cómo prevenirlos o erradicarlos?

La ciudadanía, los sectores público y privado y las autoridades de los diferentes órdenes de gobierno deben crear interacción horizontal y generar confianza mutua que permita atender las causas de fondo y los factores condicionantes del riesgo de desastre –entre ellos la pobreza, la marginación y la impunidad–, enfocándose ya no primordialmente a la fase reactiva –como hasta hoy y desde siempre se ha hecho– sino a realizar un diagnóstico de las causas de fondo, los factores que se concatenan y detonan los desastres con la finalidad de identificar debilidades y fortalezas y dirigir esfuerzos transversales que potencien acciones coherentes y efectivas.

El riesgo de desastre, definido como “la posible pérdida de vidas, lesiones o activos destruidos o dañados que pueden ocurrir en un sistema, sociedad o comunidad en un período de tiempo específico, determinada probabilísticamente como una función de riesgo, exposición, vulnerabilidad y capacidad” (UNISDR, 2017), es totalmente prevenible y erradicable si atiende desde sus causas. Esto también es protección civil. ¡Feliz fin de semana!

Hugo Antonio Espinosa

Fue Director del Heroico Cuerpo de Bomberos de Toluca, Subdirector de Protección Civil e Inspección en la SCT Federal. Actualmente es Subdirector de Emergencias en el Valle de Toluca, en la Coordinación General de Protección Civil, EDOMEX @CmdtEspinosa cmdtespinosa

Cotidianamente surgen voces a favor o en contra de la inteligencia artificial (IA), la nueva y exitosa tecnología que posee el potencial de revolucionar numerosos aspectos de nuestras vidas, pero también conlleva ciertos riesgos significativos

Eduardo Ruiz-Healy

Para unos, los beneficios de la IA son inmensos. Entre ellos se incluyen:

1. Automatizar tareas que actualmente desempeñan humanos, liberando así nuestro tiempo para actividades más creativas y productivas.

2. Mejorar nuestra capacidad de toma de decisiones proporcionándonos análisis e información más precisos.

3. Abordar y potencialmente resolver problemas globales urgentes como el cambio climático y la pobreza.

Para otros, la IA implica graves riesgos. Por ejemplo:

1. La creación de sistemas de armas autónomos capaces de atacar sin intervención humana.

2. La generación de desempleo masivo a medida que las máquinas se capaciten para desempeñar más funciones humanas.

Además, hay una preocupación creciente acerca de que la IA pueda alcanzar un nivel de inteligencia que suponga una amenaza para la existencia de la especia humana.

Recientemente, Gary Gensler, presidente de la Securities and Exchange Commission (SEC) —la agencia del Gobierno de Estados Unidos responsable de hacer cumplir las leyes federales de los valores y regular la industria de los valores, los mercados financieros, las bolsas de valores, de opciones y otros mercados de valores.—, manifestó nuevamente su preocupación por un nuevo riesgo asociado con la IA. Gensler, quien además de varios altos cargos gubernamentales tuvo una destacada carrera académica en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) antes de llegar a la SEC, expresó en 2020 su preocupación respecto a la IA en el sector financiero. En un artículo que escribió ese año, resaltó los riesgos que implica que los sistemas financieros dependan en exceso de programas de IA y advirtió sobre su potencial para generar grandes crisis financieras.

Sus inquietudes se centraron en:

1. La posibilidad de que una predominancia de la IA en el sistema financiero genere estructuras demasiado homogéneas e interconectadas, lo que las haría vulnerables a eventos como ventas masivas de acciones basadas en predicciones coordinadas de IA.

2. El riesgo de que las regulaciones financieras actuales no estén a la altura de las decisiones impulsadas por la IA.

El artículo también subrayó los riesgos del “amontonamiento” y “pastoreo” de datos, lo que significa que si la mayoría de los modelos de IA toman decisiones basadas en los mismos datos, podrían actuar colectivamente, lo que resultaría perjudicial. Además, destaca el peligro de sesgos en la IA que pueden afectar desproporcionadamente a grupos marginados.

Con Gensler al mando de la principal entidad reguladora financiera de EEUU se espera ver qué medidas se adoptarán para abordar estos desafíos. En una entrevista reciente con The New York Times, Gensler reconoció la importancia de la IA en el futuro del sector financiero, aunque no detalló acciones regulatorias específicas. A medida que la IA continúa evolucionando, debemos esperar y ver cómo se desarrollan las cosas y esperar con los dedos cruzados que resulten exagerados o infundados los temores que esta tecnología genera en muchas personas, sean o no expertas en la materia.

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