Fragmentos Celestes

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Paola Andrea Contreras Posso


Edición No. 1 2013 Colaboradores: Autor: Paola Andrea Contreras Posso Editora de Estilo: Adriana Villafañe Ilustradora: Paola Andrea Contreras Posso Colaborador de Ilustración: Carlos Granobles Diagramación: Paola Andrea Contreras Posso Colaborador de Diagramación: Margarita Carvajal y Luz Elena Sánchez © Copyright


Contenido

I. La Llegada

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II. Alma

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III. Destino

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IV. Promesa

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Para aquel que se encuentra en la otra orilla; a las profundidades de mi ser, a los abismos de mis sue単os.



I LA LLEGADA



C

iertamente no sabría cómo empezar a contar esta historia. Es la primera vez que me atrevo a escribir un libro sobre algo que me ha ocurrido, y mis recuerdos de aquel entonces están envueltos en un caos mental, aunque tengo claro que siempre estaré marcada por esos momentos, ese instante de mi vida, y esa persona. En alguno de mis libros favoritos leí “Cuando escribes un libro, debes relatar la historia tal como la conoces”, así que, permite que elija el punto en el que deseo comenzar. Desde que tengo uso de razón, recuerdo que me han gustado las artes. Siempre he sido amiga de los lápices, los colores y los lienzos en blanco, listos para recibir mi más recóndita imaginación que creció conmigo desde que era una niña, y mi habitación está llena de estas obras. Cuando me veía envuelta por mis temores, miedos, ansiedades o algunos sentimientos encontrados, usaba el dibujo como mi propio método de exorcismo; y las personas me felicitaban por tal ejemplo de habilidad. Aún con el pasar de los años, ese método no ha cambiado en lo más mínimo, o puede ser que sí, he mejorado mi destreza manual, pero nada más. Cuando regresaba de mi clase de artes plásticas, un poco más tarde de lo normal a causa de haberme quedado a organizar los materiales que habíamos utilizado, eran casi las ocho de la noche y mi estómago empezaba a quejarse de una manera 15


poco refinada; iba en el transporte público y la señora que estaba a mi lado pudo escuchar el quejido proveniente de mi cuerpo, al verla por el rabillo de mi ojo pude ver cómo se sonreía por aquel suceso, sentí como el calor subía hasta mis mejillas y me sofocaba el sentimiento de vergüenza. Gracias a Dios ya me encontraba próxima a la parada del bus que está cerca de mi casa, me apresuré a acercarme a la puerta para bajarme y escapar de tan bochornosa situación. En casa siempre me ha esperado mi tía, aunque no estemos conectadas por la sangre, ella siempre se ha hecho cargo de mí después de la muerte de mis padres. Ambos murieron en “una tragedia”, como lo llama el resto de mi familia con la que tengo poco contacto; cuando tenía 8 años y fui la única sobreviviente; supe la verdad por medio de mi tía el día de mi cumpleaños número 12, la llamada tragedia fue un accidente de tránsito ocasionado por el conductor de un camión que perdió el control y chocó con el auto en el que íbamos.

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Personalmente, lo poco que recuerdo es que, cuando abrí los ojos, estaba tendida boca arriba en medio de la nieve y veía como ésta caía lentamente sobre mí; era un mundo silencioso y el paisaje celeste más hermoso que nunca he visto, de nuevo cerré los ojos y caí inconsciente dentro de un profundo sueño. Mi tía Madeleine fue quien tomó custodia de mí, se hizo cargo de todo el papeleo necesario y del funeral de mis padres, a pesar de que había tratado con ella pocas veces antes del accidente. Mi madre Alice, mi padre Norman y tía Madeleine, siempre fueron buenos amigos desde la preparatoria, hasta incluso después de graduados de la universidad que mis padres se casaron y mi madre quedó en embarazo. A decir verdad, tengo escasos recuerdos de mi niñez después del accidente, el médico le dijo a mi tía que pudo haber sido ocasionado por un trauma grave y que lo más recomendable era llevarme con el psicólogo para recibir tratamiento. Mi tía queriendo respetar mi decisión al respecto, recuerdo que me preguntó si quería que me llevara y yo le respondí que no moviendo la cabeza de un lado para otro, por alguna razón me llenaba de un terror inexplicable.

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Pensé que sería obligada a ir o que me reprendería por tal acto de egoísmo, pero nada de eso ocurrió, a cambio, me pidió que hiciéramos una promesa entre nosotras dos, ella no insistiría en que recibiera el tratamiento a cambio de que yo hablara con ella cada vez que así lo sintiera necesario; una promesa realizada juntando el dedo meñique de la mano izquierda de cada una, creo que se


llamaba “Yubikiri”, me explicó que es una costumbre japonesa para pactar una promesa irrompible la cual aprendió en uno de sus viajes de juventud. No puedo negar que me sentí feliz cuando hicimos aquel pacto entre nosotras, solo entre nosotras y nadie más; esbocé una sonrisa al ver el rostro alegre y compasivo de mi tía, en ese momento supe que ella sería mi nuevo refugio de ese momento en adelante. Por alguna razón sentí que había olvidado algo referente al día de hoy, y mi tía se había comportado de manera muy risueña y extraña desde esta mañana; recuerdo que hace una semana habíamos prometido tener una cena especial para esta fecha, a pesar de que he estado demasiado ocupada en mis estudios podría sacar tiempo de donde fuera si es por ella. Y aquí estoy, llegando tarde a nuestra reunión. -Tendré que disculparme con ella por haber llegado tan tarde y sin siquiera haber llamado a avisarle- pensé mientras suspiraba al entrar y cerrar la puerta principal de la casa. Antes de llegar hasta la sala apareció Nina a saludarme con su característico maullido, paseándose alegremente entre mis piernas, frotando su frondoso pelo blanco; la cargué entre mis brazos y le pregunté dónde se encontraba mi tía, ella me miró con sus enormes y cristalinos ojos, uno amarillo y el otro azul, como queriéndome responder y saltó de mis brazos dirigiéndose hacia el comedor, por ende decidí seguirla.


Todo estaba a oscuras, al encender la luz me llevé una gran sorpresa y un buen susto también cuando mi tía salió con unos globos de colores inflados con helio, unas gafas de fiesta un poco estrambóticas y un pito con el que estaba haciendo ruido, en la mesa del comedor había una torta de duraznos decorada con una velita en forma de corazón, y también una pequeña cajita envuelta en papel regalo con un moño un poco grande para sus proporciones. No pude evitar soltar una carcajada al ver todo eso, la alegría que me invadía se desbordaba y reía por haber olvidado mi propio cumpleaños ¡nunca lo hubiera imaginado!. Tía Madeleine siempre había hecho algo fuera de lo común en mis cumpleaños desde que comencé a convivir con ella, encontraba adornos bastante exóticos y compraba las tortas en una panadería tradicional en el centro de la ciudad junto con la velita que cada año era de una figurita diferente. Nos encontrábamos en la sala sentadas en el sofá junto con Nina después de la comida y una buena charla, cuando mi tía me entregó el 20


regalito que antes estaba en la mesa del comedor. -Es un regalo de tu madre- dijo, -Ella me había pedido hace mucho que te lo entregara en tu 19º cumpleaños. No he abierto la caja desde que me la entregó, solo lo empaqué para arreglarlo un poco y aquí está, anda ábrelo…Eso sí que me dejo perpleja, veía la cajita en la mano de mi tía como si fuese la cosa más extraña del universo; con una enorme curiosidad por sus palabras, lentamente rasgué el envoltorio de papel regalo y me encontré con una cajita de un tono amarillento y envejecido, al abrirla, dentro había una pequeña foto de tía Madeleine junto con mis padres y un bebé de poco tiempo de nacido, dormitando en los brazos de su madre; hube de suponer que esa era yo en aquel entonces. No pude contener mis lágrimas. Al levantar la foto para mirarla con detalle, noté que había algo más dentro de la caja, era un camafeo plateado con una rosa azul grabada en él; el mismo que tenía puesto mi madre en la foto. Mi tía me consolaba mientras me animaba a ponérmelo, ciertamente se veía muy bien y sentía que debía atesorarlo como un amuleto, como si ese fuese su propósito al llegar a mis manos. 21



Era un poco más de media noche cuando decidimos que ya era hora de ir a dormir, y de verdad agradecía que ya empezaban las vacaciones de verano, así podría descansar bien de las agotadoras clases teóricas, salir a pasear a alguna otra ciudad, ir de pesca y acampar en algún sitio disfrutando de nuestro botín; pensaba en todo esto y más, mientras subía las escaleras dirigiéndome a mi habitación a ponerme la pijama. En el ático de la casa, cuando recién nos habíamos mudado, estaba guardado un espejo ovalado, antiguo y grande para verse de cuerpo entero, cubierto con una manta de seda color rosa, y que al parecer pertenecía a mi abuela o algo así, ni mi tía ni yo sabemos con certeza la procedencia de tan precioso objeto, aún así ese espejo me gustaba bastante, era tan magnífico como una pieza de exhibición en un museo; le dije a mi tía que quería ponerlo en mi habitación y así fue como terminó junto a mis obras de artecolgadas en la pared. Siempre que entro a mi habitación, me gusta admirar los detalles que posee el marco metálico del espejo, ahora que lo detallo un poco más creo que son muy similares a los del camafeo que llevaba puesto, eso da una idea que puede ser más antiguo de lo que pensábamos mi tía y yo. Aunque no encendí la luz antes de entrar, la cortina de la ventana estaba corrida y por ella atravesaba la luz de la luna que iluminaba todo en mi cuarto con marcados contrastes y delicadamente le daba un toque misterioso a mi pálido reflejo en el espejo que acariciaba su marco. Nunca supe realmente que fue lo que ocurrió, o mejor dicho, cómo ocurrió ya que supongo, no hay ninguna ley de física que me dé una respuesta a lo que sucedió. En el momento que la luz de la luna de medianoche alcanzó a iluminar el 23


espejo, fue como si éste en vez de reflejarla, la estuviera absorbiendo y comenzó a brillar con tanta intensidad que toda la habitación quedó iluminada; yo quedé paralizada, asombrada ante tal hecho pero logré apartarme un poco y vocalizar el nombre de mi tía que por cierto se encontraba en la cocina. -¡Tía Madeleine!- grité con tanta fuerza como pude, mientras sostenía el camafeo como si mi vida dependiera de ello. Mi tía al escuchar semejante alarido subió las escaleras tan rápido como pudo y de golpe entró en mi habitación, todo para quedarse tanto o más asombrada de lo que yo me encontraba frente a lo que estaba ocurriendo; ambas mirábamos el espejo, cuando de él empezó a salir algo, o mejor dicho, alguien lo que nos aterró aún mas pero nuestro cuerpo no respondía al mensaje de huída. Lentamente fue saliendo un hombre joven vestido con una túnica bastante extraña y un tono de piel almendrado que, a la luz de la luna, parecía una criatura mitológica salida de un cuento antiguo, tenía los ojos cerrados y parecía inconsciente, cosa que comprobamos cuando terminó de salir completamente del espejo y cayó en medio de la habitación, a nuestros pies; el espejo dejó de brillar, todo volvió a ser silencio y oscuridad, como estaba antes de lo ocurrido. Con aquel hombre desconocido inconsciente en el suelo de la habitación, mi tía Madeleine Seymour y yo, Aria Montague nos miramos la una a la otra completamente pasmadas con nuestros indescriptibles rostros llenos de confusión, miedo, e innumerables preguntas acerca de algo que no éramos capaces de responder en ese momento. 24


II ALMA



P

or muy increíble que parezca, ese hombre que salió del espejo y que ahora yace tendido en el suelo, iluminado por la luz lunar, indiscutiblemente era de carne y hueso. Mi tía y yo seguíamos mirándolo fijamente a la espera de algún movimiento que indicara su despertar o al menos que se encontraba con vida. Decidí aproximarme temerariamente a tocarlo para confirmar sus signos vitales en la base de su cuello y cabe decir que estaba llena de temor por saber la respuesta. Antes de que pudiera tocarlo, despertó tan abruptamente ante mi presencia, tan cercana a la suya,y me tomó con fuerza por la muñeca. No pude evitar soltar un pequeño grito de sorpresa que alertó a mi tía, que de un salto encendió la luz de la habitación; eso se sintió como un fogonazo cegador, he de suponer que para todos los presentes, pero así pudimos confirmar con exactitud la identidad de aquel hombre que seguía sujetando mi brazo ahora un poco menos fuerte que antes, -¿Ma…rianne? ¿Realmente…eres tú?- preguntó el hombre,mientras me miraba fijamente con sus hipnotizantes ojos ambarinos, en ese momento llenos de una esperanza enfundada en confusión. No podía apartar mis ojos de él mientras detallaba su piel de un tono almendrado, su cabello rojizo similar a un fuego tenue y su extraña y un poco desgastada túnica de color negro con unos adornos y bordados de símbolos que 27



nunca había visto, ni siquiera en los libros de mitología que habían en la antigua biblioteca central. El hombre al ver que lo miraba con mi rostro lleno de desconcierto, volteó a mirar el espejo por el cual había llegado y su rostro se mostró perturbado por algo, puso una mirada algo molesta, -Disculpa, pero ¿podrías soltar mi brazo? Me está doliendo…le dije con un tono desconfiado -¡Oh! mis más sinceras disculpas por eso…- me respondió soltándome al instante, poniéndose de pie y mirando alrededor con ojos curiosos. Definitivamente no era una persona normal, aunque en mis dibujos siempre había plasmado criaturas extrañas e individuos que parecían venidos de otros mundos, nunca imaginé que llegase a tener, frente a mí, a uno de esos personajes que tanto me gusta leer en mis libros de mitología y ciencia ficción; mi corazón latía amenazando con querer salir de mi pecho, pero mi mente estaba llena de emoción ante tan irreal situación. Al ponerme de pie, noté que era mucho más alto que yo, con un aire imponente pero nada arrogante, parecía un guerrero o algo así, -mirándolo más detenidamente es bastante apuestopensé. Parece ser que en mi tía no había rastro alguno de sorpresa después de ver a la luz a aquel sujeto, normalmente una persona entraría en pánico y llamaría a la policía, pero nunca había visto a mi tía tan calmada, era como si de antemano supiese lo que estaba pasando. –Ya tenía yo mis sospechas ante ese extraño espejo…- musitó mi tía en voz baja, pero no tanto como para que mis oídos no escucharan claramente, -Tú… no eres humano ¿verdad?- preguntó mi tía, dirigiéndose al hombre con una mirada inquisidora, -Ciertamente, así es. ¿Así que, me encuentro en el mundo 29


de los humanos?- respondió el hombre mirando a mi tía fijamente. De repente sentí un escalofrío terrible que recorrió toda mi espalda hasta mi cabeza dejándome con los pelos de punta, -…ya viene…- recuerdo que musité aún sin saber exactamente a lo que me refería con eso, esto alertó al hombre que me volvió a mirar como si me estuviese examinando y vio que mis manos tenían aferrado aquel camafeo que provocó de nuevo esa mirada esperanzada y confundida, -Eso que tienes ahí… Como pensaba… realmente…eres tú-. Escuchamos un estruendo proveniente del jardín en el patio trasero de la casa seguido de un maullido ensordecedor por parte de Nina, en ese instante salí corriendo escaleras abajo tan rápido como pude, seguida del hombre y detrás de él, mi tía. Antes de abrir la puerta que daba al patio, escuché una explosión y luego mucho silencio. Me apresuré a abrirla y salir al rescate de Nina; me encontraba en una oscuridad donde solo se divisaban sombras pronunciadas que me eran algo conocidas, exceptuando una. Sentía como una gota de sudor frío recorría mi mejilla y se perdía en mi cuello mientras poco a poco la luz de la luna que salía de nuevo tras estar oculta por las nubes, me mostraba en la identidad de esa sombra, de ese ser oculto tras una máscara que más parecía una armadura, poseía una túnica negra, como la de aquel hombre, que por cierto en ese momento apareció detrás de mí junto a mi tía. El miedo no desaparecía y temía por mi seguridad, por la seguridad de mi pequeña familia; Nina no se encontraba por ningún lado, solo rezaba por que hubiese huido a algún sitio seguro. 30



En el momento en que mis ojos se desviaron de su presencia para buscar a Nina, lo perdí de vista y en menos de una milésima de segundo estaba en frente mío a punto de atacarme con lo que parecía ser una espada. Me paralicé y pensé que ese sería mi fin, sin poder hacer nada. Cerré mis ojos esperando el inevitable dolor de la muerte, pero éste no llegó. Abrí mis ojos tanto como pude, al ver al hombre de los ojos ambarinos luchando contra aquel de la máscara; lo tenía sujeto de sus brazos y la espada, que antes amenazaba con cortarme, ahora se encontraba varios metros más allá, enterrada en la tierra. Escuché que el hombre me gritó fuerte y claro -¡Vete de aquí!- mientras me miraba con esos ojos decididos y tratando de no dejar una vía de escape a su adversario. Corrí junto a mi tía hacia la parte delantera de la casa mientras escuchábamos estruendos y explosiones que venían de atrás. Cuando logramos salir, vimos a Nina en la parte trasera de la camioneta de mi tía que se encontraba estacionada cerca de la salida, recuerdo bien que era una de esas camionetas ya un poco antiguas, que es casi completamente rectangular era perfecta para transportar grandes bultos y cargas necesarias para nuestro sustento, desde la ciudad. Sujeté a Nina y la subí conmigo en la parte delantera, nos apresuramos en acomodarnos y salir de ahí lo más rápido posible. Tía Madeleine encendió el motor y en un instante ya estábamos saliendo hacia la carretera; al observar por el espejo retrovisor, ya no se alcanzaba a divisar muy bien la casa, en mi mente apareció el rostro del hombre de ojos ambarinos y me preguntaba sobre la suerte que estaría corriendo.

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Ya estábamos recuperando un poco el aliento mientras mi tía conducía con una cara demasiado seria, no recuerdo haber visto esa expresión antes. De repente, sentimos que el auto se movió violentamente desde la parte de atrás haciendo que mi tía casi perdiera el control del mismo, -¡¿Qué fue eso?! Aria, revisa por la ventanilla trasera- me dijo mi tía sin detener el auto y con la cara más seria y tensa que antes, se podría decir que casi enojada. Efectivamente, hice lo mandado por mi tía, teniendo temor de lo que pudiese ser. Mis ojos no podían creer lo que estaba sucediendo, creo que mi boca se abrió tanto como ellos, sin poder modular sonido alguno. -¡Aria! ¿Qué ocurre allá atrás?... ¡Aria!- gritó mi tía para espabilarme, -¡No puede ser!- dije –E-Es…imposible, ¡S-Son ellos! ¡Están luchando allá atrás!- dije casi en un tono de desesperación al ver que el hombre de la máscara tenía aprisionado por el cuello al hombre de ojos ambarinos, y éste, forcejeaba para zafarse del agarre y seguir con la disputa. Tía Madeleine, en un acto desesperado de encontrar una manera de huir de esa situación, súbitamente, entró en un desvío de la carretera que, según recuerdo, se dirige hacia un gran lago que la mayoría de los aledaños visitan para disfrutar de la pesca deportiva, en él había un muelle donde amarraban los botes que navegaban en sus profundas aguas. En efecto, ya lo divisábamos y me aterré al ver que mi tía no se detuvo antes de llegar al muelle sino que al contrario, en un acto temerario, condujo el auto por éste y, bruscamente, dio un giro de 180 grados que sacudió toda la camioneta y sus pasajeros. El objetivo de esta maniobra fue cumplido, aquellos que venían en la parte trasera cayeron estrepitosamente al agua. Mi tía dirigió la camioneta de nuevo a tierra firme, se 33


estacionó y apagó el motor, descendió para admirar los restos de su hazaña mientras yo me quedaba adentro abrazando fuertemente a Nina, quien buscaba la manera de soltarse. No sé si se podría considerar como parte de la “naturaleza humana” el hecho de sucumbir a ser curiosos ante lo desconocido, y creo que en este momento aquel refrán que dice “La curiosidad mató al gato” nos queda más que perfecto, ante el perpetuo hecho de no proseguir con nuestra huida de aquel inminente peligro. Y si, así fue como terminé siguiendo a mi tía junto a Nina, dejando atrás el auto que podría ser nuestra salvación. Mi tía tenía todavía las llaves de la camioneta en su mano izquierda y me tomó con su mano derecha para mantenerme cerca. No se oía ni el más mínimo ruido, ni siquiera el de los insectos, cosa que hizo más escalofriante la situación, Nina empezó a bufar y a erizarse en señal de gran molestia y a manera de defensa, esto nos puso en alerta, y al instante el agua del lago se comenzó a agitar de manera que los botes amarrados en el muelle se movían de un lado a otro como si fueran hojas meciéndose en el viento. 34


Un par de sombras salieron del agua de manera tan rápida que apenas si salpicaron, y ahí, sorpresivamente, se encontraban de nuevo, frente a frente, aquellos extraños individuos sosteniendo su prolongada disputa en la superficie del agua, como si se tratara del mismo suelo. Quedamos atónitas ante tal espectáculo, demasiado irreal, que presenciábamos en ese momento. No tuvimos tiempo de reaccionar ante el inminente ataque que el hombre de la máscara tuvo contra nosotras, viendo esto como un punto débil ante su resistente oponente, quiso tomar ventaja mediante tal deshonesta acción. A lo lejos pude ver como el hombre de ojos ambarinos, con su velocidad inhumana, luchaba por detener el avance de nuestro atacante. Sentía como todo ocurría en cámara lenta, pensé que éste si seria nuestro fin, que todo ya estaba perdido, pero definitivamente cuando no es tu momento de dejar este mundo, no lo es. Escuché una voz que surgía desde el fondo de mi alma, una voz que no era mía, unas palabras que desconocía pero que estaban claramente grabadas 35


en mi mente y se reproducían a través de esa desconocida y melódica voz, como de una campanilla, sin mi más remoto consentimiento. Noté como el camafeo se elevaba lentamente hasta llegar a mi línea de visión, brillando cada vez más mientras recitaba aquellas palabras, sentí mis rodillas flaquear y un calor tenue me rodeaba; al terminar de recitar las extrañas palabras, una luz brillante salió del camafeo, creando una especie de barrera limitada por un sello de luz dibujado en el suelo, dentro del cual nos encontrábamos mi tía, Nina y yo. Dicha barrera nos salvó del ataque del hombre de la máscara, quien al chocar contra ésta, generó unas chispas y una especie de electricidad, que lo mandó a volar unos cuantos metros sobre el lago. Después de eso, mi cuerpo perdió su fuerza para mantenerse en pie y cuando creí desfallecer, sentí unos cálidos brazos que me rodearon, impidiendo que cayera al suelo; el hombre de ojos ambarinos se apresuró a situarse entre nosotras de manera defensiva mientras sus ojos brillaban amenazantes, a la espera de un segundo ataque por parte de nuestro agresor, sin dejar de mirar fijamente la superficie del agua. Al instante, éste surgió del agua pero no osó atacarnos, tenía su brazo izquierdo ejerciendo presión sobre el derecho mientras se encontraba un poco encorvado en señal de estar débil y la máscara tenía una gran grieta en el lado izquierdo. Al ver que se encontraba en desventaja, se desvaneció entre un humo negruzco que ocasionó pequeñas ondas en la superficie del agua.

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Al parecer por fin nos podíamos considerar a salvo, cosa que alivió nuestra elevada tensión y se tradujo en leves y sonoros suspiros por parte de los presentes, como si hubiésemos estado aguantando la respiración por largo tiempo. Mi tía se encontraba sentada en el suelo junto a Nina, apoyada en sus brazos con la cabeza echada un poco hacia atrás, el hombre de ojos ambarinos se encontraba detrás de mí con una rodilla flexionada y la otra contra el suelo mientras me sostenía, y yo, entre sus brazos no pude evitar un extraño sentimiento de melancolía que me llevó casi al borde de las lágrimas. -¿Se encuentran bien?- preguntó el hombre. -Bueno, se podría considerar que sí…- a lo que respondió mi tía en un tono bastante exhausto mientras se ponía de pie y se acercaba a mí. -Aria, ¿te encuentras bien? ¿Estás lastimada en alguna parte?inquirió mi tía mientras me hacía un chequeo visual. -Estoy bien, tía. Sólo un poco mareada, eso es todo…- dije, mientras hacía un esfuerzo inútil por ponerme de pie. -¿Cómo que “bien”?- cuestionó mi tía ante mi acto. Confieso que nunca me habían llevado cargada entre brazos, como si mi peso compitiera con el de una pluma, cosa que realmente sé que no era así; sentí como se iban acalorando mis mejillas mientras desviaba mi avergonzada mirada del rostro de mi transportador.

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–Evidentemente no eres alguien que se pueda considerar un enemigo, aun así tengo mis dudas al respecto…- escuchaba en silencio la conversación entre mi tía y el hombre mientras nos dirigíamos hacia la camioneta. -Pues entonces, nos encontramos en la misma situación. También tengo muchas preguntas acerca de lo ocurrido, y quisiera aclararlas lo más pronto posible…- dijo el hombre. -Siendo así, dirijámonos hacia la casa para descansar y tener una profunda y detallada charla al respecto.- declaró mi tía al entrar en la camioneta y encender el motor para ponernos en marcha a nuestro destino.

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III DESTINO



U

na vez llegamos a casa me sentí con más energía, al menos para poder caminar por mi cuenta. Gracias a Dios la disputa del principio no había dejado grandes daños dentro de la casa aunque no se podía decir lo mismo del jardín, quedó hecho un desastre. Dejando eso de lado por ahora, aquel hombre a manera de demostrar su baja guardia ante nosotras, se quitó su misteriosa túnica negra y quedó al descubierto una vestimenta todavía más inusual que los bordados de dicha túnica. Pude notar que la tez de sus brazos al igual que sus manos eran de un color más oscuro, como si fuera un tatuaje que iba hasta los hombros y llevaba puesta una especie de armadura que le cubría sus antebrazos, tenía el torso descubierto y un pantalón un poco holgado y recogido hasta debajo de las rodillas que parecía unirse con la bota de sus zapatos, al parecer, hechos del mismo material que aquella armadura. En cuanto a su cabeza, en su frente tenía unos pequeños cuernos negros que contrastaban con el color de su cabello; y sus orejas puntiagudas un poco ocultas por unos mechones de cabello, como era de esperar de alguien que no era humano. Nos ubicamos en el salón de la casa preparados para aclarar todas las dudas que teníamos sobre lo ocurrido recientemente. Iba a ser una larga noche. –Deberíamos 41


empezar por tu historia y saber qué eres en realidad…- dijo mi tía dirigiéndose al hombre de los ojos ambarinos, éste asintió, y de inmediato se dispuso a despejar nuestras dudas. -He de suponer que hace ya unos cuantos siglos, en aquella época, era llamado Garland Di Valkyrie, el demonio que había jurado eterna lealtad a la última de las sacerdotisas Marianne Di Lioncourt, descendiente de la rama principal de los encargados de sellar el portal dimensional que se encuentra en el fondo del lago sagrado, el mismo lago donde nos encontrábamos anteriormente. Cada 3 generaciones se realizaba un ritual de sacrificio ofreciendo la sangre de aquel descendiente, a manera de pacto para reforzar el sello y evitar que el Rey Demonio, Ashura, escapara de su yugo junto a sus despiadados sirvientes, a causar de nuevo terror como el sembrado en un histórico pasado. Es verdad que los demonios vivimos más años que los humanos, pero he de aclarar que no somos criaturas inmortales. En mi interior, a pesar de ser un demonio de sangre pura, siempre pensé que era mejor que el Rey estuviese sellado en ese eterno y profundo sueño causado por el sello, y tal vez mi curiosidad por aquel ritual me llevo a conocer el mundo humano y a la última persona que lo podría llevar a cabo. Ella fue quien mantuvo en secreto mi verdadera identidad pues creía que los demonios no estaban tan alejados de las personas, ellos también tenían sentimientos y no todos eran malvados, eso era un hecho según su forma de pensar, y lamentaba el hecho de que los demás no pensaran de la misma manera; a pesar de que siendo la única hija que pudo tener su madre, ella 42


sería sacrificada todo por el bien de mantener el sello; quizás fue por eso que decidí jurarle mi lealtad, protegerla y buscar la manera de evitar que ella tuviera que ser inmolada. No puedo negar que hice todo lo posible por evitar que el día del sacrificio llegara, pero ahí estaba entre la multitud de sacerdotes cubierto con mi disfraz, presenciando como Marianne sería obligada a derramar su sangre en las aguas del lago… Nunca olvidaré ese momento. Entre sus manos llevaba un collar que se usaba en la ceremonia como un catalizador del poder de la sacerdotisa, tenía el rostro tan sereno que parecía una pintura, como si nada la pudiese perturbar. No pude quedarme quieto con el papel de un observador, así que decidí ir a su rescate en uno de esos impulsos humanos que estaban siendo frecuentes en mí. Me abrí paso entre la multitud hasta donde estaba Marianne, un gran número de sacerdotes y guardias imperiales me siguieron puesto que, mi elaborado disfraz se vio estropeado al salir y mis orejas puntiagudas, junto a los cuernos de mi frente quedaron descubiertos ante todos. A su lado había una persona que tenía sobre un lecho de satín, una daga dorada que había puesto fin a innumerables vidas y que había de arrebatar también la suya; tomé a Marianne por sus hombros haciendo que me mirara de frente, ella trataba de mantenerse impasible mientras yo le insistía en huir del lugar y evitar su prematura muerte, solamente movía su cabeza de un lado a otro en señal de negación y me miraba fijamente con sus sinceros ojos llenos de determinación por cumplir con el fatal propósito. 43


Finalmente, su tenacidad se vio quebrada por el hecho de ver que a mis espaldas uno de los guardias amenazaba con atacarme a muerte con su espada, sólo sentí cuando ella me tomó de mis brazos y me empujó con todas sus fuerzas hacia lo profundo del lago, mientras murmuraba unas palabras que no pude distinguir; pero en mi mente quedó grabada su promesa susurrada a mi oído, de reencontrarnos en otra vida y así poder estar juntos en un mundo donde no se necesitara de aquel ritual, mientras me hundía en las profundidades. Vi la silueta de Marianne a contraluz cayendo dentro del lago, mientras su sangre se mezclaba con el agua cristalina, oscureciéndola en el acto… Me sumí en un profundo sueño, mientras recordaba aquel pendiente con una rosa azul grabada en él que colgaba de las manos de Marianne y su inocente sonrisa. 44


Aquel día que me arrodillé y le juré mi eterna lealtad en los jardines del templo, y mi respuesta a su promesa. Juré volverla a ver en esa otra vida que ambos esperábamos, lo deseé desde el fondo de mi corazón demoníaco lleno de sentimientos humanos, lleno de esperanza por el reencuentro. Y, por razones que aún desconozco, desperté fuera del sello en el mundo humano después de tanto tiempo, donde al parecer salí por aquel espejo que ustedes poseen, y el resto de la historia ya la conocen…- dijo Garland, desconcertado al verme llorar, con los ojos muy abiertos; no pude evitar dar rienda suelta a mis sentimientos, a ese inevitable sentimiento de nostalgia que me invadía y a ese insoportable dolor en el pecho que me afligía terriblemente, lloré como nunca lo había hecho, mientras sostenía el regalo de mi madre, mi amuleto. -Ahora todo parece tener un poco más de sentido…- dijo mi tía, mientras parecía reflexionar acerca de algo sobre la historia contada por Garland. –Aria, hay algo que no te he contado sobre tu madre, un evento que ocurrió teniendo ella poco tiempo de embarazo, - me dijo mi tía, con una mirada determinante, -y lo más probable es que tenga algo que ver con la historia relatada por Garland…Mi llanto de repente se detuvo por completo al saber que mi madre podría estar envuelta en la reciente historia contada por el demonio, miré a Garland con mis ojos un poco llorosos y él me devolvió una mirada llena de incredulidad ante lo que había declarado mi tía y el hecho de que hubiese una continuación de su historia mientras estuvo en aquel profundo letargo.

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-Desde que éramos niños, siempre fuimos los padres de Aria, Alice Beaufort, la madre, Norman Montague, el padre, y yo. En ese entonces, los abuelos de Norman acostumbraban contarnos leyendas muy antiguas sobre una sacerdotisa que había derrotado a un malvado demonio que amenazaba con destruir la paz del pueblo, encerrándolo y sellándolo con sus poderes en lo profundo del lago sagrado, el mismo lago de la historia de Garland; y por mi parte, quedaba asombrada y emocionada ante aquel relato, era uno de mis favoritos. Llegado el verano, íbamos a acampar los tres en la orilla del lago y disfrutábamos de pescar durante el día y contar historias de terror en la noche, eso nunca cambió aunque hubiesen pasado los años, ese era nuestro ritual y lo respetábamos; fue finalizando el verano del año 1992, en que Alice tenía 19 años y hacía poco se había enterado que estaba en embarazo, Norman tenía 20 y yo 21, y a modo de celebración decidimos ir de camping y pescar en el centro del lago con unos botes alquilados, nunca lo habíamos hecho de esa manera así que era bastante emocionante. Recuerdo que la madre de Alice le había regalado para su cumpleaños un reluciente pendiente que tenía grabada una rosa azul…- dijo mi tía mientras dirigía su mirada al demonio sentado en frente suyo. -No puede ser…¡Ése es…!- dijo Garland con su rostro lleno de asombro. -Así es, al parecer es el mismo que poseía la sacerdotisa Marianne según tu descripción y que es el mismo que tiene Aria en este momento…- ambos voltearon a mirarme y detallar el camafeo de la rosa azul que recientemente había recibido de parte de mi madre como regalo de cumpleaños, coincidencialmente, a la misma edad que ella. 46


-No, esto no es una coincidencia- les dije, mientras detallaba dicho camafeo. -Tía, por favor continua con la historia, quiero saber que fue lo que sucedió-Está bien, continuaré- dijo mi tía, colocando sus manos entrecruzadas en frente suyo. -Alice lucia el pendiente aquella tarde que nos dirigíamos al centro del lago en los botes, ella estaba extrañamente emocionada al respecto. Preparábamos nuestro equipo de pesca cuando vi que Alice miraba absorta la superficie del lago, le grité desde el otro bote que tuviera cuidado de caer al agua, pero pareció como si no hubiera escuchado. Norman se encontraba ocupado con el equipo y el bote, aún así trataba de llamar a Alice pero ésta no daba respuesta alguna; Alice dirigió su mano hacia la superficie del agua, temí que cayera y le grité lo más fuerte que pude mientras Norman trataba de alcanzarla. El momento en el que los dedos de la mano de Alice rozaron la superficie, se emitió una extraña onda en el agua y al instante el lago empezó a brillar con una luz incandescente que nos hizo cubrir nuestros ojos, no supe con exactitud que sucedió durante los segundos que duró, solo me pareció escuchar la voz de alguien. Cuando el lago dejó de brillar y pudimos descubrir nuestros ojos, me llené de terror al ver a Alice tendida en el suelo del bote y a Norman llamándola desesperadamente por su nombre sin recibir respuesta, por razones desconocidas ella había caído inconsciente y desde donde me encontraba alcanzaba a divisar aquel camafeo colgado en su cuello, brillando con una tenue luz azulada. 47


Llegamos lo más pronto posible a tierra firme en busca de ayuda médica para Alice. Afortunadamente no tenía nada grave, ni el embarazo se había visto afectado. Ella volvió a ser la misma de siempre, pero no podía recordar nada de lo que había hecho o lo que había ocurrido durante aquel suceso, y decidimos dejar de lado aquel horrible momento. Sin embargo no podía sacar de mi mente que había algo extraño con aquel camafeo, decidí investigar todo lo que más pude acerca del símbolo de la rosa azul que tenía grabado, lo que me llevó a toparme con la leyenda de la sacerdotisa y el demonio, la historia que nos contaban de niños. Dicha sacerdotisa era la dueña del camafeo que tenía Alice por razones que no conocía; cuando trataba de compartir estos conocimientos con ella, siempre lo evitaba o trataba de desviarse de la conversación; opté por seguirle la corriente ya que parecía atormentarle el hecho de que le compartiera mis hallazgos y la llevaban a actuar de esa extraña manera.

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Mucho después de eso, cuando Aria ya tenía 5 años, Alice me entregó una pequeña caja y me pidió que se la entregara a Aria cuando cumpliera 19, diciendo que era de parte mía, que nunca fuera a destapar aquella caja sin importar el motivo, solo Aria podía hacerlo; su mirada era un poco desesperada y preocupada, pensé en indagar sobre el tema pero no me atreví a hacerlo, solo acepté el trato mientras Alice me sonreía con un gesto un poco melancólico. Dentro de dicha caja que cumplí con entregar, se encontraba el camafeo. Debo admitir que después de la muerte de tus padres, Aria, me atreví a investigar sobre el árbol genealógico de tu madre, pero me encontré con un callejón sin salida, solo hallé un documento mitológico que databa de siglos atrás y nunca le di mayor importancia, pero ahora puedo asegurar que ese dato era la clave de lo que había ocurrido, esa era la prueba de que tu madre pertenecía a uno de los descendientes de dicha sacerdotisa, más cercanos a la rama principal…- determinó mi tía, dejándome con un escalofrío capaz de helarme hasta los huesos.

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No podía creer toda esa historia, parecía salida de un cuento de hadas, de uno de los libros que tanto me gustaba leer, no lo podía creer pero era real, y que mejor prueba que aquel demonio que se encontraba sentado diagonal mío y que se hace llamar Garland, sin mencionar el camafeo que no demuestra los siglos recorridos y que se encontraba entre mis manos en este preciso momento. –Eso quiere decir que los descendientes de la rama principal concluyeron con la muerte de Marianne y los sacerdotes imperiales buscaron la manera de seguir con el ritual, por eso acudieron a los de la rama más cercana… ¡Malditos bastardos!- concluyó Garland con un rostro más que molesto, afligido. -En efecto, parece ser que así fue- dijo mi tía. -Pero aquella mujer, Alice… Ella debía saber algo al respecto, dices que siempre evitaba ese tipo de conversación contigo, y está también lo que sucedió cuando se acercó al lago sagrado… ¡Dijiste que habías escuchado una voz en ese momento! ¿Podrías describir cómo era?- inquirió Garland a mi tía con una inusual insistencia, como temiendo su respuesta, mientras trataba de levantarse del sillón. -¿Qué cómo era, dices…? Pues, veamos… Era la voz de una mujer, clara y melodiosa… Hmmm… Si, se podría comparar con el sonido de una campanilla- respondió mi tía, a lo que Garland quedó postrado de nuevo en el sillón, con los ojos abiertos llenos de estupefacción. -Una voz clara y melodiosa…como…- murmuró Garland. -…una campanilla…- completé la frase de manera casi inmediata, a lo que volteó a mirarme.

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-Una voz que no era mía… recitando esas extrañas palabras que estaban recónditamente grabadas en mi mente... Un poder oculto del que solo alguien como ella podría disponer… Marianne Di Lioncourt...- declaré entre mis murmullos, audibles para los presentes, dejándolos atónitos, atando aquel último cabo suelto que se encontraba dentro de mí, aquella alma que se había refugiado junto a la mía dentro del mismo cuerpo, y cuya existencia desconocía hasta ahora. -Así que por eso me sentía de esa manera… aquella extraña nostalgia… y estos sentimientos…- pensé.

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IV PROMESA



G

arland afirmó que aquel hombre enmascarado se abstendría de atacarnos al menos por los siguientes 8 días, probablemente, tratando de recuperarse del ataque recibido por mi parte, -para un demonio, el recibir un ataque directo de una sacerdotisa, ocasiona graves daños en sus poderes, disminuye su habilidad curativa, y si su categoría es baja, puede llegar a ocasionarle la muerte; como ya les había dicho, no somos seres inmortales…- dijo Garland. –Además, creo saber la identidad de aquel hombre enmascarado… Juzgando sus habilidades de combate durante nuestro enfrentamiento, podría tratarse de un marqués…afirmó Garland con su rostro dubitativo mientras se encontraba de pie junto al ventanal que daba hacia el jardín. -¿Un marqués?- pregunté -¿los demonios tienen alguna especie de división por categoría o algo así?- indagué a Garland, a lo que volteó súbitamente y su mirada se topó con la mía, ocasionándome un respingo e incrementando los latidos de mi corazón; sentí como un tenue calor subía hasta mis mejillas. -Más que una categoría, yo le llamaría jerarquía; en el mundo humano les llaman “títulos nobles”, nuestro sistema funciona de igual manera, la única diferencia es que tenemos 8 de esos títulos; siendo el Rey Demonio, Ashura, el de mayor rango; de ahí descienden los títulos de Príncipe, Archiduque, que es el cargo que actualmente ocupo; Duque, Marqués, el que probablemente ocupa aquel hombre de la máscara; Conde, 55


Vizconde y Barón. Lo que se logra con esto es que haya un “orden”, aunque es irónico llamarlo así sabiendo que el título se gana por la habilidad en batalla, dejando un mar de sangre y montañas de cadáveres detrás de eso…- declaró Garland, con un intenso fulgor en sus ojos, mientras aún le sostenía la mirada. -Así que, ese hombre no vendrá a atacarnos…- dijo mi tía, rompiendo la tensión del momento. -Es lo más probable- respondió Garland, alejando su mirada de mí. -Entonces, es mejor que vayamos a descansar. Mañana será un día ajetreado, el jardín necesita ser reparado y tenemos que aprovechar la presencia de un hombre en la casa para delegar las labores pesadas.- dijo esto con un tono un poco sarcástico y una gran sonrisa en su rostro, dirigiéndose a Garland. –Puedes quedarte en la habitación de huéspedes del segundo piso, está junto a la habitación de Aria, vayan subiendo mientras me encargo de cerrar las puertas- indicó mientras se dirigía a la puerta principal. -Vamos, te llevaré hasta la habitación- le dije a Garland, subiendo las escaleras con él siguiéndome. No puedo creer que mi tía le hubiese dicho eso, aunque en parte me alegró que pudiéramos tener un tiempo de descanso después de tantos sucesos ocurridos. –Por suerte ya empiezan las vacaciones de verano- pensé, soltando un suspiro. 56


Mi corazón latía apresuradamente ante el pensamiento de que iba a convivir junto a Garland bajo el mismo techo, y de nuevo ese calor subió hasta mis mejillas. -Seguro que esto es a causa de los sentimientos de Marianne…pensé, tratando de desviar el tema, -…no puede haber otra razón…Tal como había dicho mi tía la noche anterior, empezamos a tratar de organizar el desastre ocasionado en el jardín mientras ella bajaba a la ciudad en busca de algunas plantas nuevas para sembrar y los materiales de jardinería necesarios para la labor de reconstrucción. Fue bastante gracioso ver a Garland pasar de sus extrañas y místicas túnicas a un traje de jardinería que anteriormente pertenecía a mi padre; así nos pasamos la tarde, recogiendo y organizando junto a la compañía supervisora de Nina, que parecía haber desarrollado cierto encariñamiento con Garland, los animales no mienten juzgando a las personas, así que era como una prueba de que no tenía malas intenciones. Cada vez que conversaba con él, mi corazón latía de una manera extraña, a mi parecer; no podía sacarme el razonamiento al que llegué la noche anterior frente a la causa de ese sentimiento, y al pensarlo sentía un peso que hacía presión en mi pecho. Decidí no prestarle más atención y dejar que las cosas siguieran su curso. La reconstrucción del jardín nos llevó alrededor de 4 días, fue un arduo trabajo pero satisfactorio, había quedado mejor que antes, -nunca había hecho algo parecido, ni siquiera había 57


 pasado por mi mente que yo sería capaz de algo como esto… Pasar tiempo con las personas que quieres hace que todo sea mucho más agradable…- dijo Garland, estando de pie a mi lado mientras observaba las plantas que habíamos sembrado, volteé a mirarlo un poco incrédula de lo que había escuchado pero antes de poder ver su rostro, el se giró rápidamente en dirección a la puerta trasera de la casa desde donde mi tía se encontraba llamándonos para la cena. –Tal vez se refería a eso por Marianne…- pensé, y ahí estaba de nuevo ese sentimiento extraño. Cuando me dirigía hacia la casa, me pareció ver que el camafeo emitió un leve resplandor, lo sostuve entre mis manos para confirmar aquel hecho, pero no volvió a ocurrir así que seguí mi camino, ignorando aquella advertencia. Al día siguiente, mi tía decidió que fuéramos a almorzar a la plaza central de la ciudad y que pasáramos la tarde allá. Es sorprendente ver como mi tía 58


siempre se entera cuando algo me inquieta sin necesidad de decírselo. Fue toda una odisea encontrar como cubrir los pequeños cuernos de Garland, que claramente llamarían la atención de los transeúntes, y buscar otro tipo de ropas entre las que había guardadas en el ático. Al final, por suerte aún había ropa de mi padre; unos jeans, zapatos deportivos, una camiseta blanca y encima de ésta, una camisa a cuadros de manga recogida hasta los codos, y una gorra para disimular sus distintivos demoníacos. No pude evitar reírme un poco al ver como mi tía experimentaba y admiraba su labor en Garland, y éste con su rostro incrédulo al verse en el espejo, alegando la ligereza de su traje, comparándolo con el ostentoso que tenía puesto momentos antes, aunque cabe decir que no se veía nada mal. Ya listos para salir, dejamos a Nina en casa quien obedientemente hizo caso a las órdenes de mi tía; subimos a la camioneta, mi tía en la parte delantera como conductora y nosotros dos en la parte trasera descubierta. Una vez nos pusimos en marcha, cerré los ojos para sentir el viento que nos acariciaba, como rozaba mis mejillas junto a la calidez del sol de verano. Abrí mis ojos y volteé a ver a Garland quien se encontraba mirándome con sus ojos enternecidos y una suave sonrisa enmarcada en su rostro, de nuevo sentí ese calor invadiendo mis mejillas siendo aún más notorio con el calor del verano, me avergoncé de pensar que competía con el color de un tomate así que rápidamente giré mi rostro para evitar que Garland lo notara pero al parecer fue demasiado tarde, 59


escuché como soltó una pequeña risa, a lo que me dijo –es increíble ver todo lo que ha cambiado en la superficie mientras estuve sumergido en aquel largo sueño… ¡Es emocionante saber que este gran pedazo de metal puede llevarnos y movilizarnos a gran velocidad!exclamó. No pude evitar reír pues me pareció escuchar como si de un niño pequeño emocionado con su primer juguete se tratase, alcé mi rostro para limpiarme unas pequeñas lágrimas que habían salido en las esquinas de mis ojos, y vi de nuevo a Garland, observándome con esa enternecedora mirada y esa sonrisa. -Es mucho mejor cuando estás sonriendo- me dijo. Una sonrisa se esbozó en mi rostro al saber que él también compartía esa peculiar habilidad con mi tía, y así nos dirigimos a pasar la tarde juntos y a vivir momentos que, aunque la mayoría pensarían que son triviales, quedarían siempre grabados en mi corazón, como si siempre hubiésemos sido nosotros tres, como si siempre hubiésemos sido una familia.

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-“Pasar tiempo con las personas que quieres hace que todo sea mucho más agradable…”- recordé lo que me había dicho Garland aquel día, sin importar si son demonios o humanos, si que tenía razón. Pero, la realidad era otra. Al cabo de unos días, el camafeo de vez en cuando emitía aquel resplandor, y esa tarde fue todavía más fuerte. Aquello ya me parecía inusual, así que decidí comentarle a Garland. En ese momento estábamos los dos en la plaza de mercado a las afueras de la ciudad, y habíamos quedado de encontrarnos con mi tía en un café cerca de la plaza. -¿Un resplandor, dices…?- me preguntó Garland. -Sí, es como una luz titilante, aunque últimamente se ha hecho más intensa y frecuente. Desde hace unos días se ha comportado de esa manera, creí que tú podrías saber algo…En ese momento fui interrumpida por Garland que, iba caminando a mi lado mientras conversábamos y se inclinó levemente hacia mí, esto hizo que me estremeciera, su rostro estaba tan cercano al mío cuando escuché que me susurró, -Alguien nos está siguiendo, continúa hablándome pretendiendo no saberlo y apresurémonos en perderloActo seguido, seguimos nuestra conversación mientras nos perdimos en una multitud que había en medio de la plaza, y al parecer Garland ya no lo divisaba, -tengo un mal presentimiento sobre esto, vamos a encontrarnos con Madeleine…- me dijo esto con un tono de preocupación en su voz, yo confiaba en sus habilidades sobrehumanas así que no podía estar equivocado y partimos en busca de nuestro punto de encuentro. 61


Al momento de llegar al café, encontramos a mi tía que recién había estacionado y se alegró al vernos, le comenté lo que nos había ocurrido. En ese momento, sentí el mismo escalofrío de la primera vez que apareció el hombre enmascarado, no había ninguna duda de ello; tomé a Garland de la muñeca y creo que lo apreté con todas mis fuerzas, sentí un terror inexplicable ante tal amenaza, una gota de sudor frío rodaba por mi cuello. Garland se dio cuenta de mi situación y me miró preocupado, volteé a ver a mi tía, ella tenía un rostro lleno de incredulidad referente a lo que se encontraba a nuestras espaldas, -…ahí está…ya ha llegado…- nos susurró entre dientes. De inmediato supusimos que era el hombre enmascarado. Nos había encontrado y se había atrevido a hacer su jugada en un sitio público a plena luz del día, estábamos completamente desprotegidos y si se empezaba una batalla como la de la última vez nadie saldría ileso. Sé que Garland no quería desatar sus poderes en este lugar; me tomó de la mano y la apretó con fuerza, -…haré de señuelo para que puedan huir…- nos susurró esto, acto seguido, se movió de una manera tan veloz que pareciera como si nunca hubiese estado ahí de pie, no me di cuenta en qué momento soltó mi mano; el camafeo estaba titilando con aquel resplandor de nuevo. -¡Aria, apúrate y sube a la camioneta!- gritó mi tía que ya estaba dentro y lista para salir de ahí, así que me apresuré. 62


-Tenemos que alejarnos de aquí, solo espero que Garland se encuentre bien…- dijo mi tía mientras conducía saliendo a la carretera, yo también esperaba lo mismo. Repentinamente, me vi envuelta en un aturdimiento, no escuchaba las palabras de mi tía, ni el ruido del motor de la camioneta, ni el bullicio que dejábamos atrás mientras nos alejábamos de la ciudad. Un completo silencio, cuando escuché otra vez la voz como de campanilla, era la voz de Marianne… Todo se torno oscuro y solo veía su silueta estando de espaldas a mí, rodeada por una tenue luz que la hacía mantener su forma; se giró y me miró con sus brillantes y transparentes ojos verdes, era una mujer de una belleza delicada y extraordinaria como una muñeca de porcelana;


estiró su brazo hasta que su mano se posó en mi mejilla, era cálida y suave. Me dijo, -perdóname por estos actos tan egoístas pero, solo tengo un último favor que pedirte...protege aquello de lo que no fui capaz, y permite que él sea feliz…- vi como una pequeña lágrima se deslizaba por su mejilla mientras una suave sonrisa se dibujaba en su rostro, sentí una profunda tristeza, tal vez su propia tristeza a través de aquel toque; quise tocar su mano pero antes de poder hacerlo me vi de vuelta en el asiento de la camioneta, con mis ojos un poco congestionados de lágrimas. – ¡Tía, dirígete hacia el lago!- le dije súbitamente, -¿Qué…? ¿El lago? ¿Porqué el lago…?- me cuestionó, pero de inmediato le respondí, -porque hay que terminar esto de una buena vezmientras la miraba llena de determinación en mi decisión. Mi tía soltó una pequeña risa un tanto sarcástica, -¡Vaya, vaya! De tal palo, tal astilla… una vez que decides algo no hay nada que te haga cambiar de opinión ¿verdad?- en seguida cambió de dirección y nos dirigimos hacia el lago. Tal vez por cosas del destino, esa tarde no había un alma rondando el lago, a pesar de que ya habían empezado las vacaciones de verano y la época de pesca, no había nadie allí. Dejamos la camioneta antes de llegar al lago y caminamos hasta el muelle. Noté como empezaba a hacer un viento frío y unas enormes nubes grises cubrieron el caluroso sol de verano, amenazando con desatar una tormenta en cualquier momento. 64


Me arrodillé en el borde del muelle, sujetando con fuerza entre mis manos el camafeo que comenzó a brillar con su luz azulada, cerré mis ojos haciendo un esfuerzo por invocar de nuevo el poder de la sacerdotisa y a mis pies se generó aquel sello de luz. El lago comenzó a iluminarse tenuemente lo que supongo llamó la atención de aquel hombre enmascarado y de Garland, que al parecer, por el estruendo que escuchamos, estaban teniendo una pelea cerca de ahí. No demoraron en aparecer entre los árboles que rodeaban el lago y aterrizar en la superficie del agua. Me fue imposible seguir manteniendo a flote aquel poder e inmediatamente se desvaneció el círculo de luz junto con el resplandor del lago. Sentí mi cuerpo entumecido y alcancé a ver como el hombre de la máscara se dirigía a gran velocidad hacia donde me encontraba así que traté de huir, pero Garland se interpuso en su camino recibiendo su ataque ocasionado por una peculiar daga dorada. Cayeron unas gotas de sangre diluyéndose en el agua desde la herida en su mano derecha al detener la daga. -Sigues siendo tan ingenuo como siempre, Garland Di Valkyrie…- le dijo el hombre enmascarado. -¡¿Quién eres, y por qué tienes esa daga?!- le cuestionó Garland, alejándose un poco de él dando unos pasos atrás. -¿Has pasado tanto tiempo en el mundo de los humanos que ya te olvidaste de tu lugar de origen? Que inesperado de tu parte olvidarte de tu propio hermano…- confesó aquel hombre, dejando caer la capucha que cubría su cabeza y mostrando un cabello de un tono carmesí junto a las características 65


orejas puntiagudas y aquellos cuernos negros que sobresalían de su frente. -…Sethos…- murmuró Garland con su rostro entre estupefacto y enfadado. -¿Cómo es posible que escaparas del sello? ¡Es imposible aún para ti, siendo un Marqués!- le espetó. Acto seguido, el hombre llamado Sethos prosiguió a quitarse la máscara que aún poseía la grieta dejada en la batalla anterior, dejando ver unos ojos ambarinos iguales a los de Garland pero con un brillo aterrador. -Hace ya un tiempo que, por un instante, ese fastidioso sello se debilitó un poco, así que aproveché la oportunidad para llevar a cabo nuestra misión, la misión que se nos encomienda a todos los demonios, encontrar la manera de liberar a nuestro Rey. Vagué por este mundo, buscando el método de liberación, hasta que lo hallé junto a esta daga; claro que esto es algo que un traidor como tú no puede entender... jurando tu lealtad a un humano… ¡No mereces el título de Archiduque, querido hermano!- dijo esto con una sonrisa siniestra mientras lamía la hoja de la daga que tenía un aura oscura a su alrededor. -…Así que… ¡lo tomaré!- y con aquella velocidad sobrehumana, empezó a atacar incesantemente a Garland quien no hacía más que defenderse y esquivarlos, hasta que logró herirlo en varias ocasiones. -¡¿Porqué no peleas en serio?! ¡¿Hasta de eso te olvidaste?!- le reclamó Sethos, colmado de ira. -Bien, te daré un motivo para que luches contra mí como debes…-

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En menos de un instante, Sethos se encontraba detrás de mí. Sentí un escalofrío que me paralizó e hizo que contuviera mi respiración, -“Si la vida de la sacerdotisa es tomada por la mano de un demonio de alto rango, el sello se romperá y su sangre será el alimento que devolverá a la vida al Rey Demonio, Ashura”Fue como si me hubiesen empujado directo al interior del lago, vi todo moverse como en cámara lenta, y un calor abrasador junto a un dolor punzante proveniente de mi espalda. Escuché los gritos desesperados provenientes de mi tía y pude ver el rostro de Garland, con sus ojos ambarinos abiertos de par en par e inundados de terror ante lo sucedido. Sentí el abrazo frío del agua al caer en su interior, mi vista empezaba a nublarse y recordé el rostro afligido de Marianne; cerré mis ojos, -Perdóname por no poder cumplir tu petición, por no ser lo suficientemente fuerte para proteger lo que no pudiste…y por no poder hacerlo feliz… Me habría gustado verlo de nuevo sonriendo, estando todos juntos como hace unos días, como si siempre hubiésemos sido una familia…- confesé, abandonándome a la profundidad de mis pensamientos. -¡No te des por vencida!- escuché un eco en la profunda oscuridad que me hizo abrir mis ojos, poco a poco todo se fue iluminando ligeramente y me enteré que estaba en el fondo del lago descendiendo hacia el sello que colindaba con el portal hacia el mundo demoníaco, por razones que desconozco era como si pudiese respirar debajo del agua y el dolor de mi herida se había desvanecido.

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Fue entonces cuando me encontré de nuevo frente a frente con Marianne Di Lioncourt, quien me tomo de las manos. -Todavía no es momento para que te des por vencida, tienes la fortaleza necesaria para dominar los poderes de una sacerdotisa y concluir con este aterrador ciclo de muertes y derramamientos de sangre…¡No podemos permitir que el sello se libere!- me dijo. Tomé con fuerza sus manos, como si en verdad fuesen de carne y hueso; de repente el camafeo que aún llevaba puesto comenzó a brillar con una intensa luz azulada que nos envolvió, a lo que Marianne comenzó a pronunciar unas palabras que también aparecieron en mi mente, y al unísono recitamos aquella plegaria. «Luces puras en el cielo, sombras nubladas en la tierra. Dioses que habitaron antes que otros seres, atiendan a mis súplicas. Ven espada de luz que cortas a través de la oscuridad, Cubre los alrededores en blanco plateado. ¡Y por el mandato del Señor de los Cielos, que el mal sea encadenado eternamente! » Vi como el agua del lago se separaba en dos gigantes paredes de agua, dejando al descubierto el sello; en el cielo pude divisar como las nubes grises se arremolinaban sobre nosotros, un relámpago de un blanco incandescente salió entre ellas y chocó contra el sello, formando una enorme columna de luz. Escuché un estruendo, seguido de una llamarada de la cual salió Sethos, con un aspecto aún más aterrador que antes 69


portando una espada negra rodeada de un aura maligna y se sorprendió al verme con vida, siendo seguido por Garland que había desatado sus verdaderos poderes para luchar contra su hermano. Su cabello era más largo que antes, sus cuernos ahora eran más amenazantes al igual que su enfurecida mirada y una lanza envuelta en llamas. Aquella columna de luz comenzó a rodearse de una fuerte corriente de aire, absorbiendo hacia el interior del sello; aprovechando la oportunidad ante el descuido de Sethos al dirigir su atención hacia nosotras, Garland le atacó con su lanza, incrustándola en su torso, brotó una llamarada que le envió directo hacia la columna de luz dentro de la cual se desvaneció mientras emitía unos alaridos en un idioma que desconocía. Poco a poco aquella corriente trataba de absorber también a Garland, quien hacía el esfuerzo de luchar contra ésta enterrando su lanza en el suelo y sosteniéndose de ella; fue allí cuando notó nuestra presencia y su rostro se llenó de desconcierto indescriptible al ver a Marianne junto a mí, que aunque aún tenía aquella herida en mi espalda, mi vida aparentaba no correr peligro alguno. –…Marianne…- dijo Garland, con su voz un poco quebrada sin poder creer lo que sus ojos veían; nos acercamos hacia él estando aún rodeadas del resplandor azulado ocasionado por el camafeo, con mi mano derecha estrechada con la izquierda de Marianne. -Garland, sé que posees la sangre pura de un demonio y el título más cercano al Rey Demonio, pero aún así, tú no mereces ser encerrado para siempre; lo que hay en tu verdadero corazón es la prueba de ello…- le dijo ella.

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-Aquel día en que me juraste tu lealtad, abandonando tu condición, me prometí darte la felicidad suficiente para que no te arrepintieras de haber tomado esa decisión… Aún así, lo único que te di fueron amargos recuerdos por mis actos egoístas…- declaró, mientras estiraba su mano derecha haciendo un esfuerzo inútil por tocar la mejilla de Garland como anteriormente había hecho conmigo, pero al ser solo un alma con una forma temporal le fue impedido tal acto. -Marianne, nunca me he arrepentido de lo que hice…- le refutó Garland, pero fue interrumpido por ella. -Garland…puedes tomar esto como mi último acto egoísta, para que Aria pueda cumplir su parte de nuestra promesa…dijo esto, volteando a verme con su particular sonrisa dibujada en su rostro. En mi mente hizo eco –“…y permite que él sea feliz…”recordando su petición, temí por aquello que fuese a hacer considerando que podría ser un acto precipitado e imprudente, pero aún así mis palabras no salieron y mi cuerpo no se movió para evitarlo, contradiciendo mis pensamientos. Solo pude ver como soltaba mi mano mientras se alejaba en dirección a la brillante columna de luz, y de su mano izquierda, con su cadena enredada en ella, colgó el camafeo que antes tenía puesto en mi cuello sin enterarme en qué momento se había apoderado de él. -…Este poder es innecesario en este mundo…- nos dijo, estando de espaldas a contraluz, dio media vuelta con su rostro sonriente y concluyó, -¡así que me lo llevaré conmigo 72


al más allá! ¡Adiós!- saltando dentro de la columna de luz, ocasionando que ésta se fuese desvaneciendo junto con el sello hasta quedar un hilo de luz que se perdió entre las nubes en lo alto del cielo. Yo me encontraba de pie, pasmada ante lo sucedido, cuando las enormes paredes de agua volvían de nuevo a su forma original amenazando con caer sobre mí y sepultarme en aquella profundidad; fue el agarre de Garland lo que me hizo reaccionar. Me tomó entre sus brazos y a una velocidad que apenas tocaba el suelo seguido de un salto que nos elevó unos metros sobre el lago en busca de escapar de la inminente situación. Lentamente vi como el agua se arremolinaba sobre el suelo donde habíamos estado como si tratase de ocultar todo lo sucedido; un sentimiento de tristeza invadió mi corazón, arrancándome una solitaria lágrima que se deslizo amargamente por mi mejilla. Ya a salvo a la orilla del lago, nos encontramos con mi tía que estaba apoyada en el tronco de un árbol con unas cuantas heridas, gracias a Dios nada graves, ocasionadas por uno de los sucios trucos de Sethos al tratar de obtener ventaja en la batalla. Garland aún poseía sus intimidantes cuernos y su largo cabello se deslizaba por su espalda, cuando fue rodeado por una tenue luz blanca que hizo desaparecer todo rastro demoníaco en él, aquella extraña luz también me rodeó curando la herida que tenía en mi espalda y que había 73


empezado a sangrar sin yo haberlo notado, manchando mi ropa. Era una luz cálida y melancólica, y mientras se desvanecía me invadió por última vez con los deseos de cierta persona. -Así que éste fue el último deseo de tu alma…- dije con mi voz un poco quebrada mientras miraba a Garland, quien entendió a lo que me refería. Sonrió de una manera nostálgica, y cerrando sus ojos, murmuró, -…que niña tan egoísta…-

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Ya ha pasado un año desde ese día, y es gracias a ti que aquella herida solo dejó una cicatriz en mi espalda, la cual contemplo como una prueba de lo que viví. El espejo que poseía similitudes con el camafeo y que tenía en mi habitación, desapareció sin dejar rastro alguno, al igual que todos los libros y relatos relacionados con la leyenda del sello. Después de averiguar que ese espejo cumplía su labor como confesionario para las sacerdotisas hace muchos siglos, antes de dirigirse a la ejecución del ritual. Tal y como tú dijiste, ese poder ya no era necesario en este mundo. En cuanto a él, bueno, es como si de un niño pequeño se tratase, disfrutando de conocer las maravillas del mundo humano moderno y de cuanto ha cambiado todo según sus antiguos recuerdos; incluso hace poco empezó a asistir a las clases de arte junto a mí, ¡nunca supuse que tendría dotes artísticas!...y como puedes apreciar, tu deseo fue escuchado y cumplido. Tengo que confesarte que aún no sé si pueda ser capaz de cumplir mi parte de nuestra promesa, pero haré mi mejor esfuerzo, apoyándome en estos sentimientos que habitan mi corazón; y también quiero agradecer por haberme sido permitido conocerte, conocer aquella historia, y conocerlo a él. Gracias, Marianne. ¡Ah! Y feliz cumpleaños para ti también, de parte de Garland, tía Madeleine, Nina y yo. Con cariño, Aria.


Solté mi bolígrafo colocándolo junto a Nina que se encontraba tomando una siesta a mi lado, y doblando la pequeña carta que había terminado de escribir e introduciéndola en un pequeño sobre, me dispuse a dirigirme hacia la fogata que habíamos encendido hace unos minutos en el jardín, dispuesta para recibir el asado como motivo de celebración de mi cumpleaños número 20. -¿Qué haces ahí de pie, absorta, mirando el fuego?- me preguntó Garland, apareciendo detrás de mí, con unos utensilios de cocina necesarios para el asado y un delantal blanco atado a su cintura. -Nada en especial, apenas terminé de escribir… ¿Y tú, qué haces con ese delantal puesto? No me digas que…- le dije, pero fui interrumpida antes de continuar con mi frase. -Así es, ¡esta vez seré quien se encargará del asado!- me respondió con una enorme sonrisa haciendo gala de los utensilios en su mano izquierda. –Madeleine está en la cocina terminando de organizar los ingredientes.-Bien, solo espero que no chamusques la comida como la última vez- le dije, con un tono sarcástico mientras sonreía, haciendo que él recordara aquel momento y se sintiera avergonzado por ello. -¡Eso es cosa del pasado!- me espetó, con un leve sonrojo, de lo cual no pude evitar reír por su repentino cambio de expresión y aquella cara descompuesta. Tomó mi mano izquierda, su mano estaba cálida a pesar de la fresca brisa nocturna, -Aria, hay algo que me gustaría decirte…- me dijo Garland, con una voz apenas audible entre nosotros, sujetando con fuerza mi mano. 76


Sentí como mi corazón latía aceleradamente y mis mejillas se acaloraban. -¿Está bien si es después de la celebración…?- preguntó. Alcé un poco mi vista para ver su rostro en ese momento, un mechón de su rojizo cabello tapaba sus ojos pero no lo suficiente para cubrir aquel leve sonrojo que se asomaba, delatando sus emociones. -...Si, está bien…- le respondí, sujetando su mano firmemente mientras que con mi mano derecha lanzaba a la fogata aquella carta que había escrito. El fuego crepitó y unas pequeñas cenizas se elevaron. Ambos las seguimos con la mirada mientras se perdían en el inmenso cielo estrellado, llevadas por el viento, rezando para que aquellas palabras llegaran hasta su destinatario.

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