Plan Nacional de Música

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L iberta

y O rd e n



L iberta

y O rd e n


Ministra de Cultura Mariana Garcés Córdoba Viceministra de Cultura María Claudia López Sorzano Secretario General Enzo Rafael Ariza Ayala Directora de Artes Guiomar Acevedo Gómez Coordinador Grupo de Música Plan Nacional de Música para la Convivencia - PNMC Alejandro Mantilla Pulido Coordinadora Componente de Circulación y Divulgación - PNMC Marysabel Tolosa Escobar Coordinador Componente de Investigación- PNMC Jorge Humberto Franco Duque Coordinador Componente Dotación- PNMC Celia Barrantes Jiménez Coordinadora Componente de Formación- PNMC Claudia Marina Mejía Garzón

Coordinador Componente de Información- PNMC Pedro Camilo Vargas Sánchez Coordinador Componente de Emprendimiento y Producción - PNMC Martín Alonso Medina Coordinador Componente de Gestión – PNMC Juan Carlos Gómez Becerra Coordinador de Prácticas Musicales- PNMC Diego Maldonado Tovar Coordinadora Proyecto Editorial- PNMC Guadalupe Gil Pabón Coordinadora Administrativa – PNMC Clemencia Noreña Montoya Apoyo Profesional Componente de Formación- PNMC Katherine Diana María Padilla Mosquera Apoyo Profesional a la Gestión- PNMC Sandra Ximena Torres Medina Apoyo Técnico Componente de Información- PNMC Yeimy Angélica Silva Novoa Asistencia Administrativa Jacqueline Ruíz Casallas

Correo electrónico: plandemusica@mincultura.gov.co Plan Nacional de Música para la Convivencia Carrera 8 No. 8-55 PBX: 342 4100 Ext. 1512-1514

Primera edición, 2013. © 2013, Ministerio de Cultura República de Colombia Ministerio de Cultura

Nota: Material impreso para distribución gratuita con fines pedagógicos y culturales. Queda estrictamente prohibida su reproducción total o parcial con ánimo de lucro, por cualquier sistema o método electrónico, sin la autorización expresa para ello.


La música,

U N G R A N E S PAC I O PA R A L A C O N V I V E N C I A

El escritor colombiano Fernando Vallejo asegura que el cine es un lenguaje menor al lado de la literatura y que ésta, a su vez, no tiene nada que hacer al lado de la música, pues desde tiempos inmemoriales se ha convertido en lenguaje universal. Desde nuestra infancia nos acompaña y a través del tiempo formamos nuestra banda sonora que acompaña los recuerdos. La música es vida y tiene poder, dice el escritor y músico argentino Daniel Barenboim, a través de ella, se reconcilian las almas y se encuentran espacios para el divertimento. ¿Cómo sería una infancia o una adolescencia sin música? Se convierte en compañía, en estímulo, por ello abrirle un espacio en la vida se hace tan importante como aprender a leer.

En esta medida acercar a los jóvenes a un entorno musical es de vital importancia, ya que con ella como con la lectura, se pueden cerrar brechas, pues es un mundo y una posibilidad que se abre, por ello, el Plan Nacional de Música para la Convivencia del Ministerio de Cultura, le apuesta a abrir estos nuevos caminos para brindarle a los niños y jóvenes de Colombia un entrono musical. En estos 10 años, en el que el Plan Nacional de Música para la Convivencia se ha dado a la tarea de llevar la música a todos los rincones del país, ha cambiado la vida de muchos niños y jóvenes de Colombia entregándoles la posibilidad de un futuro mejor.


UNA DÉCADA DE

POLÍTICAS MUSICALES D E E S TA D O

Desde comienzos del nuevo siglo hasta el presente, el campo musical colombiano ha experimentado un fortalecimiento significativo en el conjunto de procesos de formación y producción que lo constituyen, en coincidencia con el crecimiento productivo del sector cultural del país, tal como lo reconoce el DANE en el boletín de la cuenta satélite, registrando que el PIB de las actividades productoras de bienes y servicios culturales crece a una mayor tasa que el total de la economía. En el área de la educación y formación musical, a finales del año 2002, Colombia tenía 365 municipios con procesos de educación musical, de los cuales tan solo 41 de ellos habían sido creados jurídicamente como escuelas de música. En la actualidad 852 municipios tienen creadas legalmente sus escuelas municipales de música,

con un 82% de ellas funcionando de manera continua. El país cuenta con 33 instituciones universitarias distribuidas en 17 departamentos que ofrecen programas de pregrado y especialización musical a un número superior a los 6.000 estudiantes. Entre las escuelas municipales del Plan Nacional de Música para la Convivencia – PNMC y los centros orquestales de Batuta se atiende una población cercana a los 150.000 niños y jóvenes de todos los departamentos y de tres cuartas partes de los municipios del país. En el área de la creación y la interpretación musical, más de 4.500 compositores, 2.200 intérpretes y 14.000 agrupaciones, se encuentran afiliados a sociedades de gestión colectiva y perciben regalías por concepto de derechos de autor.


En el área de la producción, se han ubicado cerca de 60 editores musicales y se registran formalmente 30 productores fonográficos sin contar innumerables productores independientes que dinamizan desde su iniciativa informal la circulación musical. Así mismo, se reconocen 24 productores audiovisuales asociados al campo musical, 22 productores de música publicitaria y 16 productores de audio. Más de 70 constructores de instrumentos de músicas populares rurales y urbanas de todas las regiones se agrupan en la Asociación Colombiana de Luthería. A comienzos de la década el Gobierno Nacional no ofrecía dotación de instrumentos a los entes territoriales, ni dotación de materiales musicales y pedagógicos; a 2013, se han logrado dotar 843 municipios con instrumentos musicales, a través de la alianza de la Agencia Presidencial para la Acción Social, el Ministerio de Cultura, la cooperación internacional y la cofinanciación de entes territoriales. Así mismo, los 1.101 municipios han recibido repertorios y materiales pedagógicos de alta calidad, que corresponden a un proyecto editorial que supera los 70 títulos. El medio musical colombiano ha sido reconocido y favorecido de manera prioritaria a partir de los énfasis de las políticas culturales de Estado de los últimos diez años, inspirados en las orientaciones del Plan Decenal de Cultura y gracias a la puesta en marcha del Plan Nacional de Música para la Convivencia a partir del 2003, así como a la integración entre las iniciativas regionales y locales, estatales y privadas, nacionales e internacionales.

Luego de 10 años de incremento gradual, se ha logrado multiplicar por 10 la inversión nacional en música alcanzando en el presente año un monto cercano a los 20.000 millones de pesos. Las políticas y programas musicales del Ministerio de Cultura, a través del PNMC, se encuentran en pleno proceso de internacionalización, por cuanto han despertado el interés de países de Suramérica, de Centro América y del Caribe, algunos de los cuales visitaron Colombia para conocer de primera mano las experiencias y han solicitado la asesoría para construir planes nacionales de música. La desarticulación y aislamiento, característicos del sector musical en el comienzo de la década del 2000, se han venido transformando en dinámicas de fortalecimiento, de diálogo e interacción, de mayor circulación nacional e internacional, que fomentan el desarrollo musical con procesos continuados de formación, de organización del subsector musical, de edición y circulación de obras musicales y pedagógicas, de impulso al emprendimiento y la asociatividad, de estímulo a la creación, la investigación y la documentación en músicas eruditas y populares. Colombia vive un momento de florecimiento y proyección de su creación y producción musical, de la mano del reconocimiento de la comunidad internacional por nuestra vitalidad y diversidad sonora. De la capacidad de articularnos y de consolidar las oportunidades existentes, depende el logro futuro de dignificación y productividad de la actividad musical.


NO SOMOS LOS DE ANTES,

EL PNMC COMO ESCUELA DE PENSA MIENTO

“Una política cultural es la tensión entre, lo vivido, lo deseado y lo posible” Hernán Henao

Tres sentimientos inspiran este testimonio: emoción, admiración y gratitud. Aprovechando la ocasión feliz de la celebración de los diez años del PNMC quisiera compartir mi valoración de los resultados de su implementación y un poco del significado profundo que ha tenido para las personas que de alguna manera hemos estado en contacto con algunos de sus procesos en estos años. Mirando en perspectiva y recordando el panorama de la vida musical nacional antes del PNMC, pienso que se trata de uno de los más importantes esfuerzos de formación política que se han desarrollado en el país en torno al funcionamiento de una práctica artística y cultural, y por lo tanto, una de las apuestas más atrevidas, serias y consistentes en el logro de agenciamientos colectivos en torno al arte y la cultura.

Las prácticas musicales han sido las beneficiarias directas de este esfuerzo, pero claramente su apuesta afecta el conjunto de la vida cultural del país y la forma como pensamos y negociamos el sentido en torno al lugar del arte y la cultura. ¿Porqué poner el énfasis en la formación política y no meramente en los réditos que ha dejado el estímulo a la formación y la democratización de la práctica musical?. Considero que lo que más impresiona del conjunto de logros de estos diez años de esfuerzos es la consolidación de una escuela de pensamiento, nacida de una irrenunciable voluntad de escucha del país profundo. A instancias suyas contamos con una conciencia creciente de que el Estado, los músicos, los gestores culturales, la sociedad civil y los políticos


locales, entre otros, conforman una red de relaciones humanas, tecnológicas, profesionales, institucionales, legales y afectivas de las que depende la calidad y eficiencia de una política cultural. Esos vínculos cooperativos han ido creando un conjunto de convenciones, un corpus de ideas en común, unos protocolos de relación que se han ido perfeccionando paulatinamente, donde la exigencia ética de honrar los compromisos y trabajar en común se comienza a entender como la única manera de crear formas de trabajo e instrumentos de intervención adecuados a las particularidades locales y a las necesidades del país en su conjunto. Aunque sea evidente que este aprendizaje, naturalmente, presenta desarrollos desiguales en función de la complejidad y variedad de dichos contextos culturales, el estado de institucionalidad cultural, el momento y la madurez de las políticas locales y sus agentes, la experiencia política de las organizaciones culturales, el nivel de participación de la sociedad civil y el arraigo de las prácticas musicales, entre otros, no cabe duda que es un resultado sustancial generado por la vocación dialógica y la naturaleza colectiva del PNMC desde sus comienzos. En el contexto de un país fragmentado, con una clara historia centralista que pocas veces, en el campo cultural, había sido capaz de dar el paso de una política de gobierno a una política de estado, este avance es altamente significativo y no debiéramos subestimarlo. La cualificación y sofisticación del sector es una muestra clara de lo que vengo sosteniendo. Cada vez comprendemos mejor que la música es un pilar del

desarrollo del país, que somos productores riqueza simbólica, social y económica, que los músicos somos actores sociales en torno a los cuales lo humano se despliega creando afectos, moviendo sentimientos, generando pensamientos, propiciando encuentros, potenciando el acercamiento de los cuerpos y las emociones, ensamblando simbólicamente comunidades, forjando identidades, afectando nuestra conciencia y la alteridad de los otros. Como sector y como práctica se ha ido ganado en autonomía, autoconciencia, capacidad de decisión, en la valoración de su rol como generadora de recursos económicos, pero también de su papel irremplazable en la economía de bienes simbólicos y afectivos. Con creciente satisfacción he sido testigo de la forma como los músicos del país cada vez comprendemos mejor la naturaleza ecológica de nuestra práctica. Poco a poco nos hacemos más conscientes de la importancia de reconocimiento de las diferentes formas de aprendizaje musical, del carácter situado e histórico de sus rasgos, la naturaleza diferencial de sus pedagogías, la heterogeneidad de sus búsquedas estéticas, la diversidad de formas de cohesión social a que dan lugar, el reconocimiento de la existencia de diferentes gramáticas creativas, de los modos legítimos y variados de ejercer la profesión, del lugar central de los aficionados y las diferentes formas de recepción y uso de las músicas. Estos logros y estas búsquedas han sido posibles gracias a una firme convicción y una inalterable confianza en la capacidad de los agentes locales, que ha logrado mantener vivos los principios democráticos,


participativos e incluyentes que guiaron su diseño y han acompañado, pese a todo, sus transformaciones. En ese sentido, hay que reconocer el trabajo de cientos de personas que en estos diez años han puesto en juego su vida, sus esfuerzos, su pasión y su dedicación profesional a mantener encendida la llama del PNMC y a resistir los embates de la inercia, la desesperanza, el arribismo, la incomprensión, la corrupción y los intentos de acabar con un modelo de trabajo que cree en la participación ciudadana y apuesta por un país sonoro que refleje, en su complejidad, la riqueza

cultural que lo caracteriza. No me cabe duda que gracias a su trabajo el capital cultural, social, técnico, artístico y económico de las prácticas musicales va en aumento. El PNMC nos ha enseñado, entre muchas otras cosas, que las condiciones sociales para que aniden en forma orgánica las prácticas musicales no se inventan de la noche a la mañana, se van consolidando en el terreno conflictivo de su implementación, y que los dispositivos cognitivos necesarios para el disfrute de diversas estéticas y materiales sonoros se entrenan, se sofistican con la práctica. El PNMC, en tanto escuela de


pensamiento, ha sido un punto de inflexión en la carrera de músicos, investigadores, académicos, gestores y emprendedores culturales que consideran el paso por esa escuela como referencia fundamental y como un aprendizaje sustancial en su trayectoria personal y profesional. Finalmente, uno de los saldos fundamentales que nos dejan estos diez años de implementación del PNMC, es el conocimiento de la red de relaciones humanas, tecnológicas, políticas y económicas en donde están ancladas las prácticas musicales en su doble condición de prácticas artísticas y culturales. El PNMC, al reivindicar la importancia de la vida cotidiana de nuestros municipios, localidades y barrios, como lugares centrales de la política pública cultural, le ha dado una dimensión política y estética a la vida de la gente común, ha reconocido la relevancia social de la calle, la retreta, la serenata, la fiesta, el carnaval y las manifestaciones cotidianas de cualquier rincón del país, en la misma medida que el concierto, el recital, las aulas académicas y los intercambios internacionales. En todos los casos hemos entendido que se trata de la complejidad de rostros que nos devuelve el espejo trizado de nuestra identidad. A instancias del PNMC los músicos y los agentes culturales del sector han podido afinar el discurso para hablar de la práctica musical en el país, que de mera distracción y entretenimiento ha podido consolidarse como un lugar del ejercicio cognitivo,

la creatividad, la pedagogía, la amistad, el vínculo comunitario, la negociación política y la construcción de ciudadanía, permitiendo al músico nuevos lugares de enunciación y una multiplicidad creciente de nichos de trabajo posibles. Por su mediación los músicos hemos encontrado lo que nos es común, en un momento donde las diferencias se habían convertido en manifiestas desigualdades. Mi profundo respeto y gratitud a quienes han liderado el proceso en todos estos años, en especial a Alejandro Mantilla, corazón y cerebro del plan, un líder que ha impactado profundamente la vida de quienes hemos tenido la dicha de compartir en estos años sus preocupaciones y alegrías. Para cientos de personas su ejemplo y claridad conceptual, su capacidad crítica, su talante moral, su capacidad de acoger, impulsar y proyectar lo mejor de sus colaboradores, es una imagen que personifica en buena medida los valores que promueve el plan. Considero que para honrar el legado que nos deja el PNMC debemos leer en perspectiva y en contexto sus resultados y sus apuestas. Estoy convencido que sólo desde una reflexión que capte sus complejidades, evalúe sus avances y ponga remedio a sus yerros podemos seguir construyendo, desde nuestro lugar como agentes culturales, un país a la altura de nuestras posibilidades. Ellos ya nos enseñaron a arriesgar lo posible, ahora nos toca entre todos, proteger y sacar partido a esa herencia.

Eliecer Arenas Monsalve Noviembre de 2013


U N D ECENI O DE

GENEROSIDAD En mi viaje a Colombia de 2009 conocí de primera mano el Plan Nacional de Música para la Convivencia que ahora cumple diez años. Desde entonces he tenido la fortuna de disfrutar de su generosidad pues he sido invitado en numerosas ocasiones como tallerista en cursos de formación a directores, así como jurado en diferentes concursos de interpretación y de composición. Realmente resulta del todo gratificante comprobar cómo la música puede ser herramienta eficaz de reconversión de una sociedad. En su día, el gobierno de un país, Colombia,

creyó que con la música se podían lograr caminos de evolución social, cultural y económica. Hoy en día esta aplastante realidad sirve de ejemplo al mundo. Y todos cuantos conocemos esta realidad y la hemos vivido somos testimonio de ello y nos compete ser altavoz de su efectividad. Desde Colombia se han escrito y se escriben pentagramas llenos de futuro en los que la humildad, el esfuerzo y el trabajo en común se convierten en notas de una bella armonía que aglutina perfectamente el desarrollo del arte con el del ser humano.

J o s é R . Pa s c u a l -Vi l a p l a n a Agosto , 2013

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U N PROYE CTO Q U E AC O G E LA

RIQUEZA SONORA DE COLOMBIA Po r O lga Lu c í a Ji m é n e z S i lva

Contar el camino recorrido por el PLAN NACIONAL DE MUSICA PARA LA CONVIVENCIA, es una invitación a escuchar las voces de maestros, jóvenes, comunidades que convergen en una misma apuesta: hacer que las músicas de sus regiones tengan un reconocimiento nacional. Se podría decir que la formación y la trayectoria de nuestro país, se expresa en su música, traducida en sus canciones y en sus ritmos. Mi apuesta de maestra de música e investigadora, ha permitido encontrarme con jóvenes que en lugares como Casanare, Costa Pacífica, región Andina, un día tuvieron la oportunidad de participar en talleres propuestos por el PNMC y desde ese primer encuentro se conectaron para hacer de la música, de la interpretación de un instrumento la razón de su vida, participando en diferentes agrupaciones, en eventos convocados por este proyecto

que se instala en muchos lugares que desde siempre han sonado; pero echar a volar su canto fue posible gracias a maestros, artistas, gestores que se vincularon a esta propuesta y dieron el impulso para lograrlo. Quiero resaltar dos proyectos que considero de gran trascendencia para el futuro de nuestro país: el de sonidos escolares y cuerpo sonoro que se instala de la mano con el plan para primera infancia “de cero a siempre”. También a las escuelas de los territorios nacionales, se llega convocando a maestros de primaria para “que la escuela vuelva a cantar”. Allí nos encontramos con voces de maestras y músicos que reconocen el papel aportante de la música en la vida de los niños de Colombia y como un canto a unísono, maestros, músicos, pedagogos, bailarines se encontraron y le dieron un paso a la escuela para que suene su poema de vida en canción.


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Para la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico, el ser parte durante los últimos siete años del Plan Nacional de Música para la Convivencia (PNMC) en la Región caribe colombiana, se ha convertido en un reto frente a la transformación de los procesos formativos, especializados en el campo musical, teniendo en cuenta que la música constituye una de las manifestaciones artísticas más representativas y de participación masiva en el contexto nacional y regional.

académica, la gestión administrativa y el desarrollo investigativo de la Facultad de Bellas Artes, los cuales se pueden sintetizar de la siguiente manera:

Plantear el sentido del PNMC como proceso de aprendizaje institucional, significa identificar los aspectos relevantes del mismo, que han permitido avanzar en el mejoramiento continuo de la oferta

- El fortalecimiento del estudio y la práctica de la música tradicional en los programas académicos de la facultad, se evidencia en la conformación de grupos de música tradicional cada vez con más fuerza en el programa.

- Desde el ejercicio del PNMC, el aporte académico que se vislumbra es la generación a través de las prácticas musicales contextualizadas en los diferentes espacios del caribe, como fuente de conocimiento cotidiano que nutre el campo musical en una reciprocidad entre teoría y práctica.


- En lo administrativo el Plan Nacional de Música para la Convivencia llevó a la facultad, a satisfacer la necesidad de estructurar los procesos de gestión y administración de proyectos externos con impacto social, hacia la visibilización institucional en lugares alejados y olvidados de la región, donde hoy hacemos presencia participativa. En estos momentos el programa tiene cobertura en los ocho (8) departamentos de la región. Los procesos investigativos en la facultad también se han visto tocados especialmente

al grupo Sapiencia, Arte y Música (SAM), quien desarrolló el proyecto de investigación “Cualificación de Músicos Docentes del Caribe colombiano, Mediante el Fortalecimiento de sus Competencias, desde la perspectiva del Plan Nacional de Música para la Convivencia del Ministerio de Cultura”. Este trabajo investigativo permitió conocer las condiciones, características y resultados del componente de formación del PNMC, las cuales se han constituido en referentes para diversos estudios y análisis que sobre el tema se plantean específicamente en el Departamento del Atlántico.

Guillermo Carbó Ronderos Decano - Facultad de Bellas Artes. Universidad del Atlántico


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Diez años del Plan Nacional de Música para la Convivencia en el área de Coros, ha significado recorrernos a lo largo y ancho para conocernos, para sabernos diversos y particulares tanto en prácticas y perspectivas vocales, como en miradas, algunas alimentadas por la academia, otras por el quehacer y la historia, pero todas unidas en el querer y la necesidad de conectarnos con nuestra voz como nuestro instrumento primario y fundamental desde un escenario comunitario inclusivo e igualitario. Este camino a través de los años ha sido repensarnos para cambiar dinámicas de relación y trabajo, cuestionarnos, criticarnos pero sobretodo ir encontrando y consolidando a través del trabajo mancomunado y persistente nuestra propia voz como país, en repertorio, en método, en concepción, en arreglos, en tratamiento y acompañamiento de las voces, al punto de generar un proyecto concreto de especialización universitaria que da respuesta clara a las necesidades vocales,

Claudia

musicales y hasta sociales específicas de nuestra infancia y juventud. El estar presente en todos estos años, me hace sentir que es un sueño hecho realidad que nuestro sector coral nacional por fin este organizado autónomamente como agremiación que viabiliza redes de circulación de saberes, repertorios, estrategias y recursos materiales y humanos, que en últimas se traduce en cada vez más comunidades transformadas por el quehacer y el sonido coral –vocal. Gracias a todos y cada uno de los que han formado parte de este plan, de esta unión de fuerzas, conocimientos, perspectivas, experiencias, cariño, paciencia, generosidad, corazón, disfrute sacrifico y perseverancia, porque a pesar de lo paradójico que este proceso pudiera parecer, ustedes creyeron y gracias a su participación que lo mantuvo vivo y vigente, ahora este comienza a visibilizarse y robustecerse.

Lucía

Grenier

Cárdenas


La activación y convocatoria de los diversos actores del campo musical del país, gracias a la contribución del Plan Nacional de Música para la Convivencia (PNMC), ha representado una histórica oportunidad de encuentro, en torno a revisar sus capacidades de cooperación para el desarrollo de las músicas en el país. Este aporte a la construcción de una sociedad civil organizada en torno a los propósitos de unas prácticas musicales extendidas, amplias y empoderadas en la ciudadanía, constituye uno de los aportes más significativos del PNMC en su década de procesos y resultados. La quinta y sexta versión de los Congresos Nacionales de la

Música y el tercer Congreso Iberoamericano de Cultura –con centralidad en la reflexión sobre las músicas iberoamericanas– han sido hitos que han motivado una agenda ininterrumpida de trabajo entre los músicos, la academia, las asociaciones, la institucionalidad cultural, científica y educativa, en torno a la producción de políticas e instrumentos para el avance cualitativo del sector. Estos avances han reportado un cambio positivo y perceptible, a no dudar sin precedentes, para todos los ciudadanos que han tomado parte en la creación, circulación, investigación, disfrute y formación de las músicas de Colombia.

Santiago Niño Morales


“El alma del pueblo”, “la alegría de sus gentes”… son imaginarios que expresan la trascendencia de la banda de música en nuestro territorio -desde la Banda de Corona de Pedro Carricarte fundada en 1874- y que dieron soporte a la creación del movimiento infantil y juvenil en Caldas, Antioquia, Cundinamarca y otros departamentos del país en la década de los 70’s del siglo pasado. Potenciado por Colcultura en los 80’s y 90’s, el movimiento ha sido reavivado por el PNMC y hoy día es notoria la dispersión de las bandas-escuelas de música en el país; las retretas, verbenas y encuentros siguen propiciando el disfrute y encuentro comunitario; y una tras otra, sucesivas generaciones de colombianos se

proyectan expresiva y colectivamente en nuestras bandas. Aquellos músicos de las primeras bandas infantiles y juveniles son los directores, compositores, intérpretes, y gestores que lideran los procesos actuales, cualificándolos y proyectándolos hacia otros rincones del mundo como patrimonio nacional. Esta cadena de procesos de encuentro, formación, expresión, producción y proyección que se surte en estos casi 230 años de bandas, ilusiona sobremanera con las acciones del PNMC. Tal vez la paz y la convivencia añorada no sea posible de tejer sólo desde las artes, pero sí sabemos que las bandas nos reúne y en su sonido nos encontramos con la alegría y el alma nacional.

V i c t o r i a n o Va l e n c i a

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COOPERACIÓN CULTURAL EN EL

ÁMBITO MUSICAL ENTRE COLOMBIA Y ESPAÑA

El enfoque estratégico de la Federación de Sociedades Musicales de la Comunidad Valenciana (FSMCV) ha contemplado, en los últimos años, la apertura de nuestro movimiento asociativo al plano internacional. En el año 2007, con la firma del convenio de colaboración con el Ministerio de Cultura de Colombia, iniciamos nuestra colaboración con el Plan Nacional de Música para la Convivencia, con el objetivo de compartir nuestras experiencias y ayudarnos mutuamente a desarrollar nuestros respectivos colectivos, dedicados fundamentalmente a la enseñanza y práctica de la música.

Después de un quinquenio, queremos agradecer al pueblo colombiano y a los responsables institucionales con los que hemos trabajado su gran aportación a nuestro aprendizaje en materia musical y de convivencia social, así como la gran acogida y el inmenso cariño con que nos han tratado en el desarrollo de nuestras actividades conjuntas. En la Comunidad Valenciana ya queda, para siempre, el impacto de nuestro pueblo hermano, con la certeza de que la música y los músicos valencianos también resuenan en los corazones de todos los colombianos.

José Francisco Almería Serrano Presidente de la FSMCV


Juan Antonio Cuéllar Presidente Ejecutivo, Fundación Nacional Batuta Al cumplir 10 años de intensa labor, el PNMC tiene en su haber un trascendente bagaje de experiencias, construcciones colectivas y logros que han trazado de manera definitiva el rumbo de la educación, disfrute y práctica de la música en el país. De ellos, me atrevo a destacar ante todo la existencia de unos lineamientos claros de política en cuanto al desarrollo de procesos de formación musical basados en la práctica colectiva, como eje y principio unificador. Estos lineamientos han permitido orientar iniciativas musicales variadas y diversas, a partir del trabajo colaborativo, del aprendizaje desde el hacer musical y de la proyección y circulación de sus logros. También se resalta del Plan el hecho de haber consolidado un mecanismo claro con instituciones de educación superior para el reconocimiento, complementación académica y profesionalización del conocimiento empírico de cientos de maestros y pedagogos de todo el país. Finalmente, es reconocido el esfuerzo desarrollado de manera sostenida por el Plan, que ha permitido dotar de instrumentos musicales de alta calidad a un número importante de municipios del país. Quedan sin duda varios retos que seguramente darán vida a los próximos 10 años del PNMC. El primer gran reto, que ya ha sido asumido a nivel de diseño y que tendrá un impacto evidente en los próximos años se refiere a la generación de infraestructura física adecuada para el desarrollo de la

música a nivel de los municipios del país. Una mejor infraestructura y una conciencia nacional al respecto de la importancia de la calidad y funcionalidad de los espacios dispuestos para la música, impactarán sin duda la calidad sonora de las miles de bandas, orquestas, coros, conjuntos de música tradicional y urbana y demás manifestaciones de nuestra rica cultura musical. Está también por delante la necesidad de construir una plataforma sostenible para la compilación integral, publicación y circulación de nuestro repertorio patrimonial colombiano. Ahora que inicia una creciente oferta de programas de posgrado en música en Colombia, esta iniciativa podrá ir de la mano con un mayor impulso a la investigación musical en el país, a través de estrategias que permitan a sus productos circular en los circuitos de publicación académica a nivel mundial. Ha sido su propósito y deberá seguirlo siendo, el encaminar los esfuerzos del Estado hacia garantizar la sostenibilidad de las Escuelas Municipales de Música y de la oferta musical educativa oficial en el territorio nacional, en alianza con el sector de la educación y con las organizaciones y entidades que trabajan por su desarrollo en todo el país. Finalmente, para un verdadero crecimiento, será necesario para el Plan lograr establecer en todo el territorio nacional una cultura de la información que permita dar cuenta de su crecimiento en cobertura, calidad e impacto.


INDICADORES 2013

374

Escuelas Municipales de MĂşsica Fortalecidas

2006

Escuelas de mĂşsica Formalizadas

Municipios Dotados con instrumentos musicales

Instrumentos musicales entregados

2006 2010

2013

400

674 400

852

2006

2006 2010

2013

300

722 400

766

2006

2006 2010

2013

11.194 18.929 400 25.158


Número de Músicos docentes en proceso de formación

Cobertura de niños y jóvenes en escuelas municipales de música

Número de materiales pedagógicos y musicales elaborados

2006 2010

2013

592 400

682

2006

2006 2010

2013

2006

2006 2010

40.000

400

2013

93.000

150.000

2006

2006 2010

2013

Músicos en proceso de profesionalización en el proyecto de Colombia Creativa

1.310 1.565 400 4.230

27

64 400

70


Número de estímulos a la creación e investigación entregados

Consejos Departamentales de Música Conformados

Visitas de seguimiento a la gestión local a municipios

Número de líderes comunitarios capacitados

2006

2006 2010

2013

31

159 400

214

2006

27

2006 2010

29 400

2013

2006

2006 2010

2013

2006 2010

2013

302

2006

339

22

2.475 400 4.566

642 400

1.148



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