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Siervos imperfectos Apóstol Sergio Enríquez O.

Estudio de pastores

Guatemala, 31 de marzo del Año de la Abundancia

Nosotros somos escogidos por Dios a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios. Esto nos enseña que cada ministerio tiene su propósito y es nuestro deber ejercer el mismo con amor y disposición, pues para esto hemos sido llamados por Dios. Pero, a pesar de que fuimos escogidos para esta maravillosa obra, tenemos que admitir que aún no hemos llenado la plenitud de nuestro llamamiento; en otras palabras, el hecho de que ya fuimos reconocidos como ministros, tenemos una congregación y ovejas que pastorear, no necesariamente significa que ya lo hemos alcanzado todo; al contrario, aún hay mucho más que debemos de aprender y llevar por obra. Nosotros estamos en el proceso de llegar a la estatura del varón perfecto y para ello, primeramente tenemos que reconocer que aún no hemos alcanzado la plenitud de nuestra función ministerial. Al leer las Escrituras, notamos que el Apóstol Pablo no se consideraba un hombre perfecto, al contrario, él reconoce que Jesús, nuestro Señor, lo tuvo por hombre fiel poniéndolo en el ministerio sin él merecerlo, esto según expone la Palabra en 1Ti 1:12 BTX. Sabemos que al principio Pablo se sentía capacitado para ejercer la obra; sin embargo, según la demanda crecía, él pudo reconocer en su interior que no estaba plenamente capacitado. Por eso en sus epístolas el apóstol expresa que él solo ha sido apto para el ministerio de gloria por medio de la sangre de Cristo y por la llenura del Espíritu, y no por sus acciones o fidelidad. Él, al examinarse, no se encontró digno del ministerio pues en cierto momento él fue perseguidor de la Iglesia y obligaba a los cristianos a blasfemar. Esto nos enseña que no debemos fijarnos solamente en las cosas buenas que hacemos, sino que debemos reconocer que hemos cometido errores durante el transcurso de nuestra vida. Esta reflexión nos ayudará a reconocer nuestros errores para que nos podamos arrepentir de los mismos y enderezar nuestro camino. Hemos sido tomados como hombres fieles, tal como le pasó al Apóstol Pablo, pero es nuestro deber procurar con diligencia presentarnos a Dios aprobados, como obreros que no tienen de que avergonzarse y, finalmente, manejar con precisión la Palabra de verdad, 2Ti 2:15 LBA. Hay que aclarar que el manejo de la Palabra no nos hace un buen obrero pues, como ya sabemos, el orden de los factores afecta el producto, y la Biblia es clara cuando dice que primero debemos ser aprobados, luego obreros y por último manejar la Palabra de verdad. Entonces, no se trata de predicar cosas profundas y dejarlos a todos impresionados por los temas que Dios nos revela, sino que se trata de recordarnos de Esdras, quien tenía tres cosas elementales: escudriñaba, ponía en práctica lo que aprendía y después enseñaba. Siguiendo el ejemplo de Esdras, esto es lo que debemos de buscar, el poner la Palabra por obra y no solo transmitirla a la congregación. Ahora bien, siguiendo el orden que la Biblia establece, lo primero que debemos buscar es ser aprobados por el Señor. Por esto, es necesario que nos examinemos diariamente e identifiquemos cuáles son las acciones o actitudes que estamos cometiendo y que no son aprobadas por nuestro Dios, esto con el fin de que las rindamos. Tres cosas primordiales en las que debemos de ser diligentes es en la adoración, oración y alabanza. No solo al pueblo le corresponde hacer estas tres cosas, sino que nosotros, como ministros, es menester el que seamos aprobados en ellas. Que siempre tengamos la disposición para adorar al Rey y regalarle palabras de admiración y agradecimiento a Él. Si nosotros queremos pastorear una iglesia que esté llena de adoradores en espíritu y verdad, nosotros tenemos que ser los primeros en dar el ejemplo. En cuanto a la oración, es necesario que siempre estemos en comunicación con el Padre. Que no perdamos el tiempo en que podemos estar en intimidad con el Señor, haciendo cosas seculares o que en nada nos edifican, pues es por medio de la oración que nuestro buen Dios nos revelará cosas extraordinarias. Por último, la alabanza también es muy importante, no la tengamos por menos; aunque tengamos que perder la compostura al frente de la congregación, alabemos y exaltemos al Altísimo con toda nuestra fuerza. Aparte de estas cosas mencionadas, también hay mucho más que analizar en nuestro interior; por ejemplo: nuestro carácter, humildad, obediencia, santidad, entre otros. Si reconocemos fallas en nosotros en las cosas mencionadas, pidámosle perdón al Padre y recordemos que a pesar de esto, el Señor nos ve como siervos fieles y Él nos ayudará a dar la estatura anhelada. Pero, si nosotros no nos arrepentimos y seguimos en una actitud no aprobada por Dios, llegará un momento en el cual seremos redargüidos por nuestro mal actuar. Veamos algunos ejemplos: El primer ejemplo lo veamos con Moisés. La Biblia dice en Nm 20:11 LBA que él, a causa de su enojo contra el pueblo, había golpeado la piedra dos veces cuando la orden que el Señor le había dado era que le hablara a la roca; y aunque el Señor aun así bendijo al pueblo y le dio agua en abundancia; Moisés perdió la oportunidad de entrar a la tierra prometida. Entonces, aun en medio de nuestro mal actuar el Señor nos va a usar y va a bendecir al pueblo, pero esto no nos garantiza que como ministros podamos entrar a la tierra de Canaán, porque no fuimos aprobamos con diligencia para estar delante de Dios. Otro ejemplo lo vemos con Sansón. Él, según expone la Palabra en Jue 15:20 LBA, había juzgado a los Israelitas por veinte años en los días de los filisteos, sin embargo, hacia cosas que desagradaban al Señor y por ello Su presencia se fue de él. Esto nos enseña que a pesar de lo que

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