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El pan de la iglesia Pastor Juan Andrés Pérez

Primer servicio – Santa Cena

Guatemala, 02 de abril del Año de la Abundancia

Sabemos que la iglesia del Señor Jesucristo no tiene porqué mendigar pan, pues tiene suficiente. El pan es el sustento que le ha sido dado a la iglesia para que no padezca hambre, pues hay suficiente pan en la casa del Señor. En el texto de Lc 15:17 LBLA se dice que en la casa de nuestro Padre hay pan en abundancia, es decir, de sobra, no solo en la casa de nuestro Padre celestial, sino también en la casa de nuestro padre espiritual, por lo cual damos gracias a Dios. Cuando no hemos encontrado el verdadero pan, cometemos el error de mendigar, y el problema de esto es que podemos encontrarnos con panes peligrosos, los cuales debemos evitar, por ejemplo el pan afanoso o de dolor (Sal 127:2), el pan de maldad y de violencia (Pr 4:17), el pan de lo oculto (Pr 9:17), el pan de la mentira o de la falsedad (Pr 20:17), el del egoísmo (Pr 23:6), el del engaño (Pr 23:3). Ahora bien, encontramos también en la Palabra, los panes que la iglesia debe comer. El pan de la liberación o el pan de los hijos, según Mr 7:27 LBLA. Anteriormente entendíamos que este pan era para aquellos que no conocían al Señor, pues debían ser liberados de la muerte espiritual, pero el mismo pasaje dice que es para los hijos, es decir, aquellos que ya somos salvos y tenemos el derecho de ser llamados hijos de Dios; pero que también necesitamos ser libres de maldiciones ancestrales, opresiones, tristezas, malos deseos, malos pensamientos, herencias de nuestros ancestros, etc. Agradecemos al Señor por poder tener acceso a este pan, que es Cristo nuestro Señor, y aun siendo ministros, muchos podemos necesitarlo para ser libres de ataduras. El versículo de 1Co 5:8 LBLA nos habla del pan sin levadura. Sabemos que la levadura es figura del pecado. Este pan también habla de Cristo, que fue sin pecado, por lo cual nos habla de santidad, aquella que debe prevalecer en nuestra vida. Esto nos dice que también nosotros debemos ser un pan sin levadura, un pan de santidad, para poder celebrar la fiesta; pero si tenemos pecado, podemos renunciar a él y acudir al Señor que es nuestro abogado. Debemos anhelar la santidad, vivir santificados delante del Señor. El pan de sinceridad y verdad es el que nos impide vivir en hipocresía y mentira, significa que debemos ser sinceros, no debemos ocultar o esconder cosas. Dentro de la congregación debemos actuar con sinceridad y al hablar del Señor, también debemos predicar y hablar con la verdad, es decir, desenmascarar las obras de las tinieblas. Hemos visto que en algunos lugares enseñan a los ministros a tolerar el pecado dentro de las congregaciones, pero también hemos entendido que debemos hablar la verdad, aunque con esto se desate también persecución. En Mt 4:4 LBLA la Biblia nos habla sobre el pan de la palabra, el que nutre, alimenta y sustenta. Este pan debe ser fresco, es decir, que la palabra debe ser revelada constantemente para poder ser trasladada a los fieles, sin embargo, en algunos lugares se les da a los ministros libros con bosquejos de mensajes a los que podemos decir que son panes con moho, cosas viejas que ya no nutren. Debemos buscar la palabra y tener un padre espiritual que nos enseñe. En el versículo de Jn 6:35 LBLA se habla del pan de la vida, aquel que todos comimos cuando nos convertimos, porque estábamos muertos en nuestros delitos y pecados y al recibir al Señor nos fue dada la vida y la seguimos recibiendo. Ahora bien, en 1Co 10:16 LBLA vemos el pan de la santa cena, es decir, el pan de participación en el cuerpo de Cristo. Se nos ha dicho y enseñado que este pan es el de bendición, el de la renovación, este nos renueva las fuerzas, nos renueva el deseo de servir. También es el pan de la conmemoración porque cada vez que lo comemos conmemoramos Su muerte y Su resurrección, pero también es un acercamiento a Su venida. No solo nos es dado el pan, sino también el vino, según lo vemos en Gn 14:18 LBLA, donde Melquisedec ministra a Abraham santa cena, es decir, la muerte al yo con el pan y la resurrección con el vino. Ahora es el tiempo de morir, pero también de recibir vida. No tenemos porqué estar hambrientos porque por la gracia de Dios hemos encontrado la casa del pan, donde hay pan de sobra, pero depende de nosotros aprovechar el sustento que se nos provee y saciarnos con Él. Redactado por: Hna. Ericka P. de Ocampo

1 Este estudio puede imprimirse y reproducirse por cualquier medio siempre y cuando se cite la fuente de donde se obtuvo.

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