Apasanka de maucachaka

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LA APASANKA DE MAUCACHACA uena el horrible despertador, son las 6 de la mañana y es sábado, con bastante desgano me levanto porque hoy programaron la caminata a las cuevas de Maucachaca, preparo mis cosas, el refrigerio, el agua, sombrero bloqueador y el bastón, ya que no estoy muy acostumbrado a recorrer más de veinte minutos al día sobre mis dos piernas.Anoche los compañeros animaron mi interés en las míticas cuevas, mostrándome algunas fotografías del recorrido y de uno de los animales característicos de la zona la Tarántula. Transcurrió la primeramedia hora y la vista que se alcanza desde el mirador es sencillamente espectacular, porque ante nuestros ojos se presentó uno de los cañones más profundos del mundo “El de Apurímac”, Edu, Froi y el Chato guiaban el camino a las cavernas, ya que cada año participan de la visita a Maucachaca. Nosotros los novatos que éramos más o menos treinta personas seguíamos a los líderes que con paso regular avanzaban entre los caminos de herradura. Las pencas, los cardos y otras especies propias de la sierra, llamaban nuestra atención que con cámara en mano no perdíamos la oportunidad de registrar las peculiaridades, que para los ojos del visitante eran ya un premio por el esfuerzo físico y el calor intenso que soportamos en la marcha;en un momento, el Chato gritó ¡Cóndor, Cóndor!, sentí como una corriente eléctrica, ya que nunca había visto tal animal en estado salvaje, disparé la mayor cantidad de vistas de mi cámara, logrando un par de fotos aceptables. El camino era cuesta abajo y muy sinuoso y la antigua lesión de mis tiempos de frontonista,a cada paso que daba, se hacía sentir cada vez más, no llevé mi rodillera la que usaba en los clásicos partidazos de fin de semana. Desde ese lugar se apreciaba con mayor claridad el río Apurímac que en julio mostraba un intenso color turquesa, que contrastaba con la aridez y los gigantescos cactus del terreno que descendíamos con dificultad, transcurrían los minutos y poco a poco me vi relegado al final porque el dolor ya era intenso. Tras unos tres cuartos de hora, a la mediana sombra de uno de los cactus, cerca de la entrada de las Cuevas, me senté para intentar aliviar la lesión de mi rodilla, que ya no me permitía seguir el paso de todos los andariegos;Froi, me gritó desde adelante ¡Jai, no te quedes atrás vámos, ya estamos cerca!, ¡Yo, ya los alcanzo sigan nomás!, le respondí, porque además me sentía totalmente agotado y adolorido. El agua que llevé, a esa hora ya estaba muy tibiay poco o nada me refrescó, mojé un poco mi cabeza, las manos y la cara, contemplando este hermoso y a la vez misterioso paisaje que entre montañas nevadas, se cerraba hasta llegar a las turbulentas aguas del Apurímac. En silencio y en soledad, recordaba las fotografías que los chicos noche anterior me enseñaron de la Apasanka, tarántula de gran tamaño que tiene como hábitat precisamente esta zona y es protagonista de muchas y diversas narraciones.


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El chocolate da energía, comentaron mis compañeros antes de iniciar la travesía, por ello compré un par de ellos y me dispuse a comerlos, aunque sería mejor decir que me dispuse a sorberlos porque con el calor infernal que hacía ya pasado el mediodía, las barras se convirtieron en una pasta derretida, que manchó parte de mi cara y manos, aunque el sabor no cambió para nada. En ese momento que limpiaba las evidencias de la golosina, pude ver por el rabillo del ojo que algo se movía, me incorporé y con el bastón de eucalipto moví las piedras. El susto fue grande cuando de pronto de entre las piedras salió corriendo un animalote del tamaño de una mano con patas llenas de pelos que podían verse a simple vista y que corría con dirección a la cueva, cojeando y con palo en mano la seguí hasta el interior de la gruta, que se hacía más grande a medida que ingresaba tras el arácnido que había llamado tanto mi atención por su tamaño y color medio verde brillante,que se escabullía entre las grietas de la cueva que tuve que alumbrar con la linterna de mano que llevaba conmigo. Tenía que capturar a este animal, definitivamente me propuse ello, porque puse todo mi esfuerzo al agrandar la abertura por la cual el bicho se había escabullido de mi rengueante andar, con ambas manos y con la linterna en la boca retiraba los escombros y piedras para poder llegar a la Apasanka que se adentraba más y más, tanto fue el empeño y persistencia que logré hacer espacio para que mi cuerpo pueda entrar hasta la mitad, pero la escurridiza de ocho patas, parecía desafiarme a capturarla, caminando lentamente al interior de ese ramal de la cueva. Con un esfuerzo final logré derribar parte de la rendija que agrandé para apresar de una vez por todas a la tarántula, pero de pronto sentí un fuerte sonido que vino acompañado de un intenso dolor en la cabeza, una roca me golpeó con tanta fuerza que hizo caer mi sombrero de cuero y me tendió en el suelo perdiendo el conocimiento por algunos instantes.Muy molesto y con la visión algo borrosa escuché el sonido de un arroyo y vi al nivel del suelo no ocho, sino decenas de patitas peludas que se me acercaban. Como pude me incorporé de inmediato, retrocediendo por instinto hasta que mi espalda llegó a la rocosa pared de la cueva, por un momento quedé paralizado cuando un sonido de alas se incrementaba más y más, ¡¡Oh no!! ¿Y ahora murciélagos?, tomé el sombrero me cubrí con las manos la cabeza y me volví hacia la pared, cuando pude distinguir miles de piedritas brillantes, que se extendían a lo largo de la caverna. ¡Serán preciosas? Me preguntaba, cuando escuché el horrible despertador, ya son las 6 de la mañana y es sábado hora de partir. FIN


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