ELOGIO DE LAS MANOS

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Divagaciones Intrascendentes

ELOGIO DE LAS MANOS Me parece que los evolucionistas han dado excesiva importancia al cerebro del hombre para buscar un punió de apoyo a su teoría Al comparar los cerebros de unas y de otras especies, y colocarlos ordenadamente, han creído ver una progresión cuyo término íinal es el hombre. Al ver que la superficie del cerebro se va "arrugando" a medida que se avanza en este orden, que ellos mismos han establecido, y al comprobar que la actividad máxima del cerebro no está en su "masa", sino en su "superficie", se han creído con derecho a afirmar que: La inteligencia es un fenómeno natural, propio de la materia, que se produce cuando la relación entre la masa y la superfice del cerebro alcanza una proporción determinada. Y se quedan tan tranquilos. Yo no quiero desmontar este tinglado materialista a base de un criterio espiritualista. No es porque lo juzgue inútil, sino porque no hace falta, ya que otros lo han hecho a mi completa satisfacción. Quiero moverme, de momento, en el terreno de la pura materia. Si la inteligencia fuera un producto natural propio y exclusivo de la materia cerebral del hombre, el problema se complicaría enormemente. Porque, necesariamente, ello exigiría que la evolución del cerebro en las diversas especies fuera acompa-

ñada de una evolución de la inteligencia en dichas especies, ya que de hecho el análisis biológico no pone de manifiesto diferencias sustanciales en la composición material entre el cerebro de una cabra y el de un hombre, sino una diferencia de relación entre el volumen y la superficie. O sea: que a proporción menor entre superficie y volumen correspondería una inteligencia menor, y al contrario. Pero no es así, sino que dicen: A tal proporción aparece, de repente, el "ser inteligente'', y por debajo de tal proporción se carece en absoluto de inteligencia. Si el cerebro se acepta como el "único" órgano productor de inteligencia, esto no puede sostenerse. Aquí falta alguna pieza. Otra cosa diferente sería si el cerebro se considerara como una parte del mecanismo natural que produce la inteligencia. Entonces se podría admitir el salto brusco que se da entre los seres-no-inteligente y el ser-inteligente. Mientras al cerebro le falte la pieza complementaria, no hay inteligencia alguna; cuando el complemento aparece, el mecanismo puede funcionar; esto ya es otra cosa. El complemento no puede consistir solamente en una relación mayor o menor entre superficie y volumen, sino en la incorporación al cerebro de algo completamente diferente de él; entonces la operación del cerebro ya puede (lógicamente) ser totalmente diferente de la que era, pues so ha introducido en un elemento nuevo que

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justifica la aparición de esta novedad, que es la inteligencia del hombre, caso único en la creación. Creo que la confusión proviene de haber aceptado como un axioma que el órgano de la inteligencia era el cerebro humano "exclusivamente". Este partir de una afirmación gratuita y aceptada por todos, creo que es lo que más ha enturbiado el problema. La única afirmación de la que se puede partir me parece que es ésta: El hombre es el único ser de la creación que posee inteligencia. Todas las seudo-inteligencias atribuidas a otros animales son puro camelo. Esta función humana es la que hace del hombre "rey de la Creación" y le constituye en especie aparte de todas las demás del reino animal. Ahora empiezan las interrogaciones: Si toda función exige un órgano, o más de uno, que la realicen, ¿cuál es el órgano (o los órganos) que "realizan" la inteligencia? Con demasiada prisa, y con poca exigencia, se ha contestado que el órgano exclusivo de la inteligencia era el cerebro del hombre. Lo que sí está fuera de toda duda es que el cerebro es el centro receptor y motor de todo el sistema nervioso de los animales que lo poseen. Entre ellos, el hombre. Aquí, y en este aspecto, no aparece ninguna diferencia esencial. La relación entre superficie y volumen no es esencial. Este órgano, por tanto, no puede ser, sin más, el órgano específico de la inteligencia. Hay que seguir buscando. No hay que ser ninguna eminencia en anatomía comparada para darse cuenta en seguida de que los órganos vitales, así como los sentidos, huesos, etcétera, del hombre, no ofrecen diferencias esenciales con los de unos u otros animales no inteligentes. El cuerpo del hombre, como hecho físico diferencial, solamente presenta en su activo, una cosa de que carecen TODOS los animales: las manos. Y un elemento negativo: es el único animal superior cuya piel carece de protección.

Aquí hay seguramente una pista. Vamos a seguirla. Vamos antes a fijarnos en otro hecho, que parece evidente. Y es que la inteligencia del hombre no es algo puramente interno, que se desarrolla (como el corazón) hasta alcanzar su dimensión normal, sino que es la resultante de una capacidad interna y una realidad externa. O sea: que en la inteligencia hay siempre, simultáneamente, un movimiento de dentro a fuera y de fuera a dentro. Pero el determinante principal es de fuera a dentro. Si Einstein hubiera sido adoptado, a los dos años, por una tribu de gitanos, hoy todos desconoceríamos su nombre. Quiero decir que, además de la inteligencia individual, hay una inteligencia colectiva, que llamamos cultura, que uno se la encuentra hecha y se la incorpora sin más que llegar a la vida en cierto momento y en cierto lugar del planeta. Llamamos hombre culto, simplemente, a aquel que ha "asimilado" a su inteligencia los elementos de cultura de su época y de su ambiente. En cambio, llamamos sabio al hombre cuya inteligencia es capaz de producir nuevos elementos de cultura adelantándose a su época. (No es menester ahora decir nada sobre lo que sea verdaderamente la "cultura" pues en estas mismas páginas se dicen cosas interesantes sobre ella). Si el hablar de la evolución del cerebro animal es muy precario, pues los fundamentos en que podemos apoyarnos son puras conjeturas (la conjetura menos consistente es la de suponer que un cráneo fósil que se desentierra es "precisamente" un cráneo tipo); si entre los hombres que ahora viven pueden encontrarse cráneos para todos los gustos, ¿cómo saben que el cráneo fósil que han encontrado es precisamente el cráneo representativo de aquella época?; en cambio, al hablar de la evolución de la inteligencia colectiva (cultura) ya no se basa en conjeturas, sino en la pura evidencia. En forma más o menos irregular, incluso con retrocesos, la evolución de la cultura es un hecho. Aquí ninguna persona razonable puede dejar de ser evolucionista.

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Si preguntamos a cualquiera: ¿Cuál es el órgano de la visión?, nos respondería necesariamente: "los ojos'". Esta respuesta es falsa, por incompleta. Los ojos no son el órganos de la visión, sino el instrumento a través del cual el cerebro ve. No son los DJOS los que ven, sino el cerebro; la prueba es que si se corta el nervio óptico a unos ojos perfectos, se acabó la visión. La prueba es que en la retina las imágenes aparecen invertidas y el cerebro las ve normales. Así ocurre con todos los sentidos, que no son, en verdad, "órganos", sino instrumentos al servicio del cerebro para que éste pueda captar la realidad externa. La verdad es siempre que: para cualquier función, el órgano es: la asociación del cerebro con el instrumento adecuado: corazón, hígado, oídos... Esto es tan verdad en el hombre como en los demás animales. ¿Por qué no podemos aplicar este criterio a la función '-inteligente" y, sabiendo que el centro de la inteligencia (como en todo lo demás) es el cerebro, no buscamos cuál es el "instrumento" de la inteligencia humana? No hay que buscar mucho: ahí están las manos, que, de momento, nos hacen fijar la atención en ellas. Lo primero que habremos de dilucidar es si las manos son algo "esencial" del hombre tal como hoy vive, o si son algo secundario, accidental. Quizá lo primero que se ocurra es que la inteligencia de un hombre a quien se amputan las manos sigue funcionando igual que antes. Esto es solamente verdad en un caso: cuando la inteligencia funcionaba sobre datos ajenos. Quiero decir; cuando razonaba sobre "exterioridades" a su propia experiencia, que podrán ser muy concretas, mas para él serán pura, aunque valiosa, referencia. Pero de ordinario la inteligencia sin manos sería semejante a un ciego por accidente, que en sus sueños y en su imaginación sigue viendo igual que antes, pero que cada vez que se va alejando más de la realidad visual, que exige, cada día, ver las cosas de cada día. Y, para el caso, lo mismo da que uno tenga las manos amputadas físicamente que si el que tiene manos las ha declarado inútiles. Como daría lo mismo el ser ciego que el obstinarse

en tener los ojos pcrniinmilnnionl.! i'i rrados. Otro paso. Otra p r e m u n í . a . !•: cebible imaginar siquiera la e v o i i i c i n i i progresiva del hombre sobre l:i tlorrtl tal como hoy la conocemos, si sus ex tremidades torácicas terminaran MI alguna de las formas que conocemos en los demás mamíferos? (Dejemos de lado, de momento, a todas las especie de monos). Aquí sí que aparece el elemento diferencial absoluto entre el hombre y los demás seres de la creación. En los animales las extremidades torácicas son instrumento para su vida: para la locomoción, para la presa y para la lucha, para escarbar..., cada uno según su propia manera de existir. En todo caso, su acción es casi siempre destructiva. Un conejo puede hacerse una cueva cuando encuentra una masa de tierra a propósito, pero sería absolutamente incapaz de hacerse una casa nunca, por sublime que fueran las posibilidades de su inteligencia. Los vestigios que encontramos del hombre en edades remotas no son precisamente de su inteligencia abstracta, sino la obra de sus manos. A través de los objetos que salían de las manos, nos imaginamos cómo funcionaba su inteligencia.

Es necesario repetir ahora que la inteligencia del hombre, porque es algo interior a él, no se desarrolla desde fuera, sino desde dentro. El puente que enlaza el interior con el exterior se dice que son los sentidos, pero esto solamente es verdad en una dirección: de fuera o dentro. Los sentidos informan, relatan al cerebro lo que ocurre fuera. Exactamente igual en todos los animales. Esta noticia no es, no puede ser, la inteligencia. La inteligencia no puede consistir en conocer cómo está la realidad externa, sino que aparece tan pronto como se comprueba (con las manos) que podría estar de otra manera. El tener noticia de la realidad externa o interna, p. oj.: el hambre, y obrar en consecuencia, no es función intelectual, ya que todos los animales

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no hacen otra cosa. La inteligencia se manifiesta cuando de una piedra de sílex se hace un hacha: primera manifestación de la libertad. En todos los animales (incluso en el hombre) los sentidos afirman la realidad externa a su cerebro. Las manos son el instrumento (el único instrumento) que permite al cerebro negar la realidad externa y transíormarla en otra. El vestigio que queda de las civilizaciones pasadas no es nada de lo que los sentidos afirmaron a aquellos abuelos y pasaron sin tocarlo (utilizándolo, simplemente), sino el vestigio de aquello que modificaron... con las manos. Linneo (y muchos con él) ha dado

un paso atrás al establecer que la nota distintiva única del hombre era el ser "sapiens". Unos siglos antes que él, Santo Tomás de Aquino ya había precisado que el hombre era el animal dotado de inteligencia y manos. Parece, sin embargo, que para Santo Tomás la inteligencia y las manos eran dos notas diferenciales diferentes (valga la redundancia), y yo creo que no son más que una sola nota diferencial; yo diría: el hombre es el ser dotado de inteligencia por ser el único ser dotado de manos. Al llegar aquí seguramente alguno preguntará: ¿qué pasa, pues, con los monos, que no solamente tienen dos manos, como los hombres, sino cuatro?

II No puede negarse que en entre el sos y cubriera su cuerpo con pieles de hombre y el mono aparecen semejan- animales. En un intervalo de tiempo zas que hacen pensar en una evolu- tan enorme, en que el desarrollo de ción. Estoy seguro de que de aquí par- la inteligencia fue de una lentitud casi tió toda la teoría evolucionista y tam- inconcebible, se ha producido la evobién estoy seguro de que si no existie- lución de un tipo de hombre (ya ran los monos sobre la tierra hubiera "hombre") que construía herramiensido casi imposible imaginar y defen- tas de piedra (que se conservan) y que antes debió construirlas de mader dicha teoría. dera (que no se conservan) hasta lleUna vez admitido como posible que gar el hombre actual, con diferencias exista evolución entre el hombre y el casi imperceptibles, si se compara con mono, parece que, automáticamente, se otras especies animales. ¿Cuántos miacepta que la evolución ha tenido que llones de años harían falta para la ir "'necesariamente" del mono al hom- evolución de una a otra especie, si esta bre. O sea: que el hombre es un mono evolución, casi imperceptible, ha ne"evolucionado". cesitado (al menos) más de medio mi¿Por qué no se plantea la cosa al re- llón de años? vés? ¿Por qué no se mira al mono Afortunadamente (para los que vicomo a un hombre degradado? ¿Cues- ven de esto), la cosa no se pondrá ta mucho imaginar que unos seres hu- nunca en claro, y podrán ir especumanos viviendo exclusivamente en los lando sobre simples conjeturas hasta árboles y a la intemperie fueran aco- el ñn de los siglos. El hecho es que las manos de los modando sus manos, sus pies y su pela] e a esta vida, mientras que otros que monos más parecidas al hombre son pisaban la tierra firme y se resguarda- radicalmente diferentes de las manos ban en cavernas evolucionaran en otro humanas, particularmente en la posición del pulgar. En las cuatro extresentido? simiescas los pulgares ocupan Las pruebas y métodos científicos midades una posición a la línea de que hoy se dispone permiten ase- de los dedos perpendicular a propósito gurar que la "Edad de Piedra" duró perfectamente restantes, para "agarrarse" a las más de medio millón de años. Se nede los árboles. Son verdaderas cesitaron más de seiscientos mil años ramas para que el hombre dominara el fuego "garras", semejantes a las de muchas y construyera instrumentos, no sólo a especies de pájaros. Pueden compabase de silex, sino de cuerno y de hue- rarse a unas tenazas. — 104 -

En el hombre, el pulgar es paralelo (o casi) a los demás dedos. En los pies el paralelismo es total, consecuencia seguramente de utilizarse exclusivamente como elemento de locomoción y de sustentación vertical. En, las manos del hombre, el pulgar forma con cada uno de los demás dedos, no una tenaza, sino verdaderas pinzas, aptas para toda clase de labores, desde las más delicadas hasta las más rudas.1 Todo lo que "hacen" con sus órganos adecuados los animales trabajadores (particularmente los pájaros y los insectos) halla su síntesis maravillosa en las manos del hombre. Si los antropólogos, en vez de fijarse exclusivamente en los cráneos prehistóricos que desentierran, se fijaran asimismo en los pulgares, quizá habría algún indicio para suponer con cierto fundamento si el hombre viene del mono, o si el mono deriva del hombre. Mientras la cosa no esté algo clara, yo opto por lo segundo, para afirmar que las cuatro manos (monstruosas) de los monos superiores no solamente no son complemento para su inteligencia, sino que no pueden serlo, ya que con ellas no pueden "trabajar"; casi no sirven más que para "andar" por los árboles de la selva.

Es curioso observar que los Libros Santos presentan repetidamente la creación como la obra de las manos de Dios, precisamente de un Dios-Espíritu, y no antropomórfico, como eran los falsos dioses de los pueblos vecinos de Israel. ¿No hubiera sido más adecuado atribuir la creación a la inteligencia y a la voluntad de Dios que a sus manos (de las que carece)? ¿No indicará esto que las manos son el órgano de la inteligencia y de la voluntad? Los órganos de la vista, oído, olfato y sabor funcionan en una sola dirección: informar el centro nervioso de la realidad externa. Las manos no son solamente, órgano informador del tacto, como el resto de la superficie del cuerpo, sino que son el principal órgano ejecutor de la voluntad operante, así como la lengua lo es de la voluntad parlante, y las piernas de la voluntad locomotora.

La evolución de la Inteligencia cu las edades remotas la podemos percibir y seguir, no tanto a través de l ; i forma de los huesos del cráneo, cuanto a través de las obras de las manos que servían de expresión de las inteligencias encerradas en dichos cráneos.

Los griegos clásicos son los culpables del endiosamiento de la inteligencia en menoscabo de las manos. Aquellos filísofos y poetas no se dieron cuenta de que era gracias a las manos (no las suyas, sino manos ajenas) que ellos podían estar ociosos y "filosofar". Y encontraron unas manos que escribieron la exaltación de la labor intelectual como propia de hombres libres, y denigraron las tareas manuales como dignas solamente de esclavos. Esto me recuerda aquel poema corto de Tagore: "El hacha le pidió un mango al árbol; y el árbol se lo dio." Lo cierto es que este criterio se extendió y se petrificó, y aún hoy se habla de profesiones liberales (propias de hombres libres) y de profesiones serviles (propias de esclavos), para designar a los que usan, o no usan, sus manos. Para los "liberales" todos los honores; y para los serviles, todos los menosprecios. Esto no quiere decir, en manera alguna, que hay que denigrar la inteligencia y exaltar las manos. ¡Dios me libre! Lo único que quiero decir es que este "quid divinum" del hombre, que es su inteligencia, tiene su órgano en las manos y que no pueden disociarse. Tan no sería imagen de Dios un ser con inteligencia y sin manos (nadie ha dicho nunca que los ángeles sean imágenes de Dios), como un ser con manos y sin inteligencia (un loco). La tragedia (verdadera tragedia griega) empezó cuando se estuvo seguro de que las operaciones de la inteligencia y las de las manos iban cada una por su lado; eran autónomas. Las consecuencias lógicas de este error todavía, están perturbando la vida de la humanidad. La categoría

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humana se mide en razón inversa al trabajo de las manos de cada cual. De poquísimo ha servido la enseñanza viva del Verbo al encarnar deliberadamente en un trabajador manual; hasta hoy lo que predomina es el criterio pagano. Este es uno de tantos aspectos en los que parece que el cristianismo está todavía sin "penetrar" en la colectividad, ya que los santos nunca han dejado de ver esto con claridad meridiana. Las operaciones de la inteligencia que no pasan por las manos, son efímeras y estériles. La misma palabra (sola) tiene estas dos notas. Si Hornero se hubiera limitado a recitar sus poemas, posiblemente se hubiera propagado algo, como ocurre con los "cuentos" que se transmiten de padres a hijos los países árabes. Pero su sino hubiera sido fatal si unas manos no hubieran escrito primero y reproducido después los maravillosos versos. Todas las creaciones de la técnica moderna, ¿qué son sino más que una feliz conjunción de unas inteligencias y unas manos? A pesar de que, generalmente, las manos que trabajan no son las manos de las inteligencias que piensan. Bueno es observar, sin embargo, el retroceso del "taylorismo", cuando afirmaba que aquellos métodos de producción liberaban a los trabaj adores de la tarea de pensar, ya que otros lo hacían por ellos. Hoy en todos los paí-, ses se clama por la escasez de "operarios calificados", que son precisamente los aptos para pensar, aunque solamente sea en las tareas de su oficio. Pero, por aquí se empieza. Además, las manos son para la inteligencia: testimonio de la verdad, al separar (con la realidad )el oro puro de las ideas ciertas de la escoria de las imaginaciones, fantasías, pasiones, rutinas, sofismas..., que tienen su asiento en la misma sede de la inteligencia, y la entenebrecen sin cesar La piedra de toque son las manos. Porque todo lo que existe es VERDAD. El error y la mentira (que no hay que confundir) solamente existen en la inteligencia del hombre; que en esto

consiste precisamente su imperfección. Por el error nos hallamos de buena fe fuera de la verdad, y por la mentira salimos deliberadamente de la verdad No quiero aquí referirme a las mentiras, ya que más que a la inteligencia del hombre competen a su moralidad. Únicamente quiero observar que el órgano de las mentiras es la lengua (y por excepción las manos que sustituyan la lengua, cuando las escriben). Las mentiras se dicen, pero no se hacen. Los errores, tanto en el hombre como en la humanidad, se van desvaneciendo con la realidad. Un error (apariencia de verdad) deja de serlo tan pronto como la apariencia se confronta adecuadamente con la realidad. Ello exige captar adecuadamente la realidad. Los sentidos suelen proporcionar apariencias de la realidad. Cuando la inteligencia especula sobre estas apariencias y saca conclusiones que traducen en un hacer (mediante las manos, directa o indirectamente), los éxitos y los fracasos van señalando constantemente la parte que corresponde a la verdad y la que corresponde al error. La técnica (de que tanto nos enorgullecemos) marcha constantemente en este sentido, y ésta es su base sólida. La Filosofía, en cambio, avanza poco, y se desvía casi siempre, porque menosprecia cuanto se relaciona con las manos. < La operación más genial de Garlos Marx fue seguramente el juntar dos sistemas que parecían incompatibles: el idealismo y el materialismo, dando pie a su "materialismo dialéctico"'. Idea y materia; mente y manos. Si esta síntesis hecha con criterio ateo y amoral, ha sido capaz de dar al marxismo la fecundidad y expansión que todos presenciamos, asombra pensar lo que podrá ser cuando venga informada por Cristo, en el que están todas las raíces teológicas y vitales de esta síntesis. Decía Chesterton que cuando los cristianos abandonan las ideas genuínas del cristianismo, las recogen los enemigos, pero entonces se vuelven locas, y así andan. Aquí los cristianos, en general, hemos hecho más caso de Aristóteles que de Cristo, y ha hecho

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falta que la locura marxista apareciera para que nos percatáramos de que habíamos echado a los cerdos la cordura propia. Cuando se comparan las extremidades del hombre con las de los animales, se ve que en éstos se utilizan fundamentalmente para la locomoción; y para la presa en algunos. No parece exagerado decir que la "arquitectura" de cada animal está al servicio de su instinto de conservación antes que nada: todo el cuerpo detrás de la boca, o el pico, y a su servicio. La boca esta despejada y destacada para alcanzar directamente su objeto. Si todo el cuerpo está protegido por pelos, o plumas, la boca, en cambio, está libre En el hombre ocurre todo al revés. En su arquitectura la boca no es el elemento preponderante, pues e s t á malísimamente situada y estructurada para alcanzar directamente objetos propios para su comida. Además, en la mitad de una humanidad cuyo cuerpo carece (o casi) de protección capilar, los alrededores de la boca son las partes que están más pobladas de pelos de tal manera que constituyen un perfecto estorbo. Lo que el hombre come es porque lo lleva a su boca con las manos, que aparecen así como el "órgano" principal del instinto de conservación. Toda la armonía del cuerpo humano radica en su disposición maravillosa como mecanismo de unas manos, para unas manos y por unas manos. La asociación de la inteligencia y de las manos es lo que ha permitido al hombre superar la vista, el oído y la locomoción de todos los animales, dejando muy atrás a los que están más perfeccionados. Alguien quizá diga que los aparatos más perfectos no los construyen los que los planean, y tienen toda la razón. Pero una cosa es construir un teléfono y otra cosa es inventar un teléfono. Hoy las máquinas construyen aparatos telefónicos ellas solas, pero ello es por dos razones: la primera es porque antes alguien inventó y construyó el dispositivo de automación. Bell y Edison pudieron tener "ayu-

dantes" y herramientas, pero fueron las manos de los inventores las que construyeron el primer teléfono y el primer fonógrafo que su mente había ideado. Todas las máquinas (o casi) no son más que un suplemento a las manos, salidas de las propias manos guiadas por la inteligencia.

No olvidando que el hombre es libre, y que su libertad no depende de tal o cual órgano, sino de su "ser" humano, y que la libertad no es solamente la facultad de poder determinar la voluntad según la recta razón, sino que llega a su plenitud cuando se hace lo que la voluntad quiere (determinada según la recta razón), y es únicamente entonces cuando se da el "acto" libre, nos percatamos de que las manos son también (fundamentalmente) el órgano de expresión de la verdadera libertad. Y de la falsa libertad, que es hacer lo malo a los ojos de Dios. Si la boca, mal empleada, es instrumento de mentira, las manos son el instrumento del crimen. Con las manos se "hace" todo lo malo, desde la guerra hasta las trampas en el juego, incluso la lujuria. La libertad, este misterio que tanto angustia a los existencialistas, halla su realización precisamente en las manos, que sirven para la bendición del Papa y para la puñalada trapera d e 1 gánster. El hombre es libre (por el uso y el abuso de la libertad) para escoger entre varios "posibles". Unas veces su elección se referirá a hechos y otras veces a ideas. En el primer caso existe siempre una relación directa o indirecta evidente entre la decisión y las manos; cuando un banquero toma una decisión financiera maneja bienes cuya relación con las manos (no las suyas) es indudable. En las ideas, si descartamos la existencia de ideas-puras fuera de la mente divina, ya que en el .hombre parece imposible manejar ideas que carezcan de alguna referencia con los hechos, y los hechos los contrasíamos precisamente con las manos propias o ajenas, parece que aún en este caso el uso de la libertad depende de las manos, más o menos indirectamente.

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Por consiguiente, este don maravilloso y terrible que Dios otorga al hombre (a todo hombre) que es la libertad, puede ser una realidad porque el mismo Dios le otorgó, con las manos, el órgano material adecuado. Así como el sujeto de la visión no e? el ojo, sino el hombre, por medio de sus ojos; así tampoco la libertad no está en las manos, sino en el hombre a través de sus manos. Las manos, pues, son el órganos de la libertad, además de ser el órgano de la inteligencia; como los ojos son el órgano de la visión. El atar las manos a los presos es un símbolo que no puede representar mejor la realidad que expresa.

ble indigencia a que me he referido antes. Ello me parece que es cierto si al mismo tiempo que se educa la inteligencia y las manos no se las educa en cristiano. Es más, ¿acaso puede llamarse educación a un cultivo de la inteligencia y de las manos que no tenga signo cristiano? El egoísta (anti-cristiano por esencia) busca por todos los medios independizarse primero de los demás, y después ponerlos a su servicio. El cristiano busca su perfección para ser. célula sana y vida del Cuerpo Místico, y así poder colaborar con todas en las vidas de tal Cuerpo, estando al servicio de todas.

Las dos "notas" específicas que Santo Tomás señalaba para el hombre (inteligencia y manos) como elementos diferenciales respecto a los demás seres de la creación dan como síntesis de ambas la libertad. Cuando solamente se desarrolla una de ellas, por ejemplo: la habilidad manual y se descuida la inteligencia se cae inevitablemente en la proletarización; especie de indigentes que para vivir han de ser conducidos (malamente) por los que piensan y no hacen. Estos que piensan y no hacen también caen en la indigencia de depender de los otros para subsistir, y de aquí derivan los trastornos que lleva consigo toda huelga, o paro de los que (profesionalmente) están encargados de hacer y no pensar. Porque una cosa es la división del trabajo, que es instrumento de progreso y bienestar, y otra cosa nefasta es la división del hombre, fuente de una grandísima parte de las calamidades y males que afligen a la humanidad. Por consiguiente, parece indispensable que el desarrollo de la inteligencia sea paralelo y simultáneo al desarrollo y a la educación de las manos, si se quiere conseguir una raza de hombres libres. Es posible, quizá, que alguien objete que una sociedad en que todos sus componentes tengan desarrolladas y educadas a un tiempo la inteligencia y las manos, corre el peligro de fomentar la insolidaridad por el "complejo" de auto-suficiencia que pueda provocar en cada uno, al desaparecer la do-

Son bastantes los que aspiran y actúan para que los trabajadores cultiven su inteligencia y se multiplican las escuelas nocturnas y cosas por el estilo. Son raros, en cambio, los que intentan que los intelectuales cultiven su habilidad manual, como ensayó el anterior Obispo de Barbastro, poniendo en aquel Seminario diversos talleres, tales como encuademación, electricidad, carpintería..., relacionados de alguna manera con las necesidades "manuales" de los futuros sacerdotes. Este segundo aspecto no me interesa en este momento. Solamente quiero referirme al primero, para afirmar esta cosa tan elemental de que: una cosa es aprender y otra muy diferente es comprender. Todos los animales son susceptibles de aprender más o menos. El hombre puede aprender muchas más cosas que los animales, pero mientras se trata de aprender, de ser amaestrado, el hombre aparece netamente "superior", pero está todavía en la zona animal. Lo humano aparece, no cuando el hombre aprende, sino cuando el hombre comprende. Y lo interesante no es que el hombre comprenda cualquier cosa, sino que comprenda lo que se trae entre manos. Porque ni el mucho saber (sin más) satisface ni libera al hombre, ni el que "es bueno para cualquier trabajo 7 ' suele encontrar empleos permanentes. El problema, en el hombre, no es de cantidad, sino de adecuación, de equilibrio. De armonía, en una palabra. Aunque el estilo capitalista en

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que estamos sumergidos nos conduzca a afirmar constantemente lo contrario.

jardín de Edén y en h, .. del hombre, una. de en , ciones lúe una, ra/.a .1. , .,,,. se ha extinguido, y ol.ra I M Í . I raza de gorilas y demás m , , i que no se ha extinguido. Hlim rjuí animalizaron y siguen deRenindd A través de las mano:; i l d hombrí (órgano indispensable de su i n i . H i i . n cia) veo el dedo de Dios y la a i de la creación, y, sobre todo, de la i f r dención hecha por un Dios que p , , , casi toda su vida trabajando ron MI . manos, y nos redimió colgado poi su:; manos cosidas con dos clavos a u n madero.

En resumen: los evolucionistas pueden montar todas las teorías que quieran para "suponer" que en tal momento el animal evolucionado fue dotado de alma inteligente y libre, y (naturalmente) inmortal. El j u e ' g o puede durar indefinidamente, ya que se especula sobre algo no material, de lo que no quedan rastros. Los cráneos fósiles no son elemento suficiente ni mucho menos. Lo interesante, a mi entender, es centrar la atención en el órgano de la inteligencia y de la libertad, que es Este "Elogio de las manos" no puelas manos, y fijándome en ellas, creo firmemente en la creación directa del de significar un menosprecio de la inhombre por Dios; un hombre llamado teligencia, ya que todo él se fundaAdán y una mujer, Eva; sin parentes- menta en que las manos son el órgano co con el resto de la creación, en ra- de la inteligencia. Este "Elogio de las manos'' es solazón de tener entendimiento y manos (verdadera "imagen" de Dios) y li- mente un elogio de las manos. Y nada bertad, como síntesis de ambos atri- más. butos. Creo en el pecado original en el GUILLERMO ROVIROSA

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