Murado & Elvira

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MURADO & ELVIRA Juan Elvira Peña (Badajoz, España, 1970) y Clara Murado (Lugo 1970) son arquitectos con estudio propio en Madrid desde el año 2000. Han estudiado Arquitectura en el CEU de Madrid, la IUAV de Venecia y la ETSAM de Madrid, obteniendo el título en esta última en el año 1997. También tienen un Máster of Science in Advanced Architectural Design por al Universidad de Columbia, Nueva York que cursaron gracias a las becas de La Caixa y La Fundación Barrié de la Maza respectivamente. Ambos son Profesores Asociados de Proyectos Arquitectónicos. En el caso de Juan en la Politécnica, y Clara en la Universidad de Alcalá. También imparten cursos de Diseño de Interiores en el Istitutto Europeo di Design. Han sido invitados en diversas universidades nacionales e internacionales, como la NTNU en Noruega, la Universidad Internacional de Cataluña o la Escuela de Arquitectura de Alicante. Sus proyectos han sido premiados en diversos concursos nacionales e internacionales. Entre ellos, recientemente han finalizado la construcción de una residencia de estudiantes y un eje verde urbano en Trondheim, Noruega, en colaboración con Enirque Krahe, a partir de una propuesta ganadora de Europan IX, nominada para el Premio Nacional de la Construcción de Noruega. Paralelamente llevan a cabo una labor crítica y editorial que comenzó como directores de la revista ‘Oeste’ de Arquitectura, seguida por la publicación de numerosos ensayos en libros y revistas especializadas; así como la imagen gráfica y editorial de publicaciones de distinto tipo, entre ellas la BAE VIII Bienal de Arquitectura 2005 y Density Book de A+T editorial. 2


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Mi primera vez no fue un encargo, fue más bien una casualidad. Estábamos de visita en casa de mis padres cuando nos comentó mi madre que tenían que levantar la plaza y repavimentarla de nuevo porque había goteras en el garaje. Mis padres vivían en Lugo, en una pequeña calle sin salida, en la que todos los bloques compartían una plaza peatonal. Viéndolo ahora creo que era una niña muy afortunada por poder pasarme las tardes escolares jugando en la calle con otros niños del barrio. Siempre había alguien que llamaba para que bajase a jugar. Sacábamos las bicis, las pelotas, la comba, la merienda… Las columnas de los soportales eran un elemento fundamental en el juego del escondite, los bordillos a una considerable altura eran el trampolín para comprobar quién saltaba hasta más lejos. Había unas jardineras sin plantas donde los más gamberros enterraban las moscas que cazaban, unas rampas que subían y bajaban de la plaza y que formaban parte de un elaborado circuito de carreras de bicis. La distancia entre pilares marcaba la portería, la medianera hacia un patio 4


era el frontón… y así sucedían multitud de juegos simultáneos a partir de cada uno de los elementos de la urbanización setentera, hasta que anochecía y las madres empezaba a aparecer en los balcones para llamarnos a voces para que subiésemos cenar. Con todas estas tardes de juegos “Mi primera vez no fue callejeros en la memoria, Juan un encargo, fue más y yo bajamos a ver qué hacía el obrero que habían enviado bien una casualidad” para pavimentar la plaza. Ya tenía apilado el material y estaba extendiendo la base de mortero para empezar a colocar las baldosas blancas y negras que habían encargado desde la comunidad de vecinos. En ese momento Juan y yo nos miramos pensando lo mismo, y le preguntamos al obrero si le importaría colocar las baldosas, no como un damero tal y cómo le habían dicho, sino siguiendo un patrón que le podíamos dibujar nosotros. El accedió, siempre que, claro está, utilizásemos el material que ya tenía allí.

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Inmediatamente nos pusimos a tomar medidas de la plaza y subimos a dibujar un plano con las trazas de los juegos en mi memoria. La rayuela, el campo de fútbol, el circuito de carreras, el rincón apartado donde jugábamos a las casitas…

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La obra duró un poco más de lo que habían calculado, pero el obrero nos confesó que se lo pasó muy bien siguiendo el mapa que le habíamos dibujado, dejando para siempre marcadas las huellas de nuestros juegos infantiles.

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