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vivirverano2007

DOMINGO 2 DE SEPTIEMBRE DE 2007 DIARIO DE BURGOS

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La ruta Lences, Castil de Lences, Bárcena de Bureba: pueblos hermosos, pero diferentes. En los primeros la vida sigue intacta, como el rumor del agua que los baña; en el segundo el silencio es el dueño de las horas. Ya nadie vive allí. Ya nadie sueña...

nos conduce hasta el campanario, desde el que se ven los jardines perfectamente cuidados por las hermanas clarisas. Continuamos la ruta hacia Lences de Bureba. Un pequeño pueblo lleno de rincones entrañables para disfrutar de una combinación peculiar entre agua y vegetación. A la entrada de la villa el firme donde un día estuvieron las vías del Santander-Mediterráneo despierta una pizca de melancolía que desaparece acto seguido al llegar la primera bella estampa. Una pequeña presa en el río Homino y una verde explanada permiten a los veraneantes disfrutar de la buena temperatura veraniega. Diversión para los más jóvenes que chapotean en el agua sin parar mientras sus familias aprovechan los suaves rayos de sol que se escapan entre las nubes. En el pueblo, ya liberado de la carretera que en su día lo atravesaba, la calma que se respira se complementa con esos pequeños detalles que, uno tras otro, no paran de sorprender y agradar a la vista. Un potro para herrar a los caballos, un pozo remodelado, un sinfín de rosas o, incluso, un gracioso loro llaman la atención del visitante. Uno de los lugares más importantes del pueblo es el puen-

El grabado En la viga de madera del siglo XVI tallada en una de las viejas puertas de entrada a Lences de Bureba se puede leer la inscripción «Fue María concebida sin pecado original en el primer instante...» (el resto es ilegible).

FOTOS: ÁNGEL AYALA

te romano. En perfectas condiciones y situado en un enclave en el que los árboles cobran un gran protagonismo, la gran estructura de piedra se levanta majestuosa ante el suave murmullo de las aguas cristalinas que se deslizan calmadas pero constantes bajo su arco. Tras él destaca un viejo molino que, en sus días, fue el encargado de surtir de harina al pueblo para que cada vecino hiciese su propio pan. A su alrededor un pequeño salto de agua y una zona arbolada conforman un pequeño rincón perfecto para el descanso y la relajación. Muy cerca de aquí, el sonido de las campanas nos llama. Un arco románico tallado con

relieves de animales y un alto campanario en el que un claro reloj nos regala unas horas son lo más llamativo del templo de la villa. PEQUEÑO TESORO. Aunque muchos lo desconocen, en esta pequeña localidad burebana existe en un pequeño arco una viga de madera tallada en el siglo XVI. De los orígenes de esta joya se sabe

que fue una de las entradas al pueblo y que formaba parte de una gran casa señorial. En la actualidad, esta reliquia se encuentra bastante deteriorada pues, al parecer, nadie se ha preocupado de su restauración. Lences cuenta ahora con una nueva vecina. Amaya ha dejado su vida en la ciudad para regentar el bar y un hospedaje. «Quería un cambio de vida y este pueblo es precioso. Me encanta la vida rural», dice. El negocio lleva tan sólo unas semanas abierto y ya ha atendido a sus primeros huéspedes. Tiene toda la ilusión puesta en sacarlo adelante con el objetivo de darle más movimiento al municipio porque está convencida de que allí todos disfrutan mucho más de la vida.


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