la sierra de los esqueletos

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vivirverano

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DIARIO DE BURGOS DOMINGO 26 DE AGOSTO DE 2007

La sierra de los esqueletos Cuatro años después del incendio en la Sierra de la Tesla, el rastro de la tragedia sigue vivo no sólo en el monte, sino también en los corazones de los vecinos de los pueblos afectados MÍRIAM LÓPEZ / CUESTA URRIA

U

n amor especial, de esos que te dejan admirado y te mueven algo en el estómago que, incluso, si lo piensas pone los pelos de punta. Un amor natural y por lo natural. Un amor en el que se recibe más de lo que se da, que surge en un momento, a veces sin notarlo, pero que se recuerda siempre. Ese cariño hacia la llanura, hacia la sierra, hacia el río, o hacia cualquier paisaje que te emocione, que sientas próximo, que al verlo percibas la grandiosidad de la naturaleza. Este es el sentimiento que muchos tienen hacia su pueblo y sus alrededores. El recuerdo de toda una vida de trabajo o de kilómetros en bicicleta se graba en la mente como una parte esencial de su vida. Y pensar en perderlo de un día para otro, sin esperarlo y sin merecerlo, es algo espeluznante. Así les pasó hace cuatro años a los vecinos de Urria y Mijangos( en la Merindad de Cuesta-Urria) cuando un gran incendio les obligó a abandonar sus casas. Eran las nueve y media del domingo 3 de agosto de 2003 cuando vieron caer un rayo sobre la

Tesla. Sin darle mayor importancia, cuenta una vecina de Mijangos, se fueron a la cama sin intuir la magnitud de la catástrofe que se avecinaba. En la mañana del lunes los equipos de extinción trabajaron para controlar el incendio. Demasiado confiados lo dieron por apagado, pero el viento y las altas temperaturas reavivaron un fuego que creían apagado. La noche fue dura, pues las llamas avanzaban con gran rapidez. Los vecinos contemplaban atónitos cómo el fuego se iba acercando a su pueblo, a sus casas, a sus cosas. Ante el peligro que corría la población, las fuerzas de seguridad ordenaron abandonar la localidad; fue entonces cuando se vivieron los peores momentos. El pueblo se alborota, todo el mundo está en tensión,no saben qué hacer. Muchos se van por sus propios medios, otros no lo tienen tan fácil. Fueron necesarios los servicios de una ambulancia para atender a una señora que necesitaba asistencia médica, también hubo que convencer a más de uno para que dejase su hogar. Con unos costó más que con otros, es normal. Para los más mayores suponía abandonar todo lo que te-

nían, con el inminente riesgo de perderlo. Los vecinos de Mijangos lo recuerdan como una pesadilla. No sabían qué coger. Tenían que irse rápidamente, pues el fuego no esperaba. Mantas, algo de ropa, agua... Mientras recorrían la calle principal de la localidad pensaron que nunca más volverían a verlo así; imaginaron cómo el fuego arrasaría con sus casas, una a una, sin dejar nada a su paso. Imaginaron cómo quedaría después del incendio; todo sería negro. Muchos lo creían así, pues, desde pequeños, les habían avisado que si se quemaba el monte se quemaba el pueblo. Los que se fueron, unos al polideportivo de Medina y otros a casa de familiares y amigos de la zona, siempre estuvieron bien informados de la situación del incendio y no hubo ninguna queja del trato que recibieron. Otros, como Ignacio, decidieron quedarse en el pueblo para defender sus casas de las llamas. Este vecino de Urria confiesa que no temía que el fuego llegase al municipio y por ello decidió permanecer siempre cerca para ayudar. «Subir al monte fue muy compli-

“Mientras huíamos del pueblo pensábamos que nunca más volveríamos a verlo así. Creíamos que al volver estaría todo quemado”

cado para los bomberos, pues apenas quedan caminos», comenta. Los accesos fue uno de los grandes inconvenientes en este aparatoso suceso, pues la altura de la maleza y la falta de uso habían cerrado las sendas. «Nos acercábamos a casa para coger pan», comenta. Y es que durante horas observaron el fuego desde la distancia, aunque sin abandonar su localidad. Toda la comarca sintió profundamente este suceso y es que cuando se tiene una sierra como la Tesla cerca es complicado quedar indiferente ante ella. Para todos los paisanos de esta Merindad el monte es una parte más de la estampa de su pueblo. Es el que da esplendor, grandeza y, sobre todo, belleza a la zona. Por ello, aunque no hubo daños personales, los vecinos quedaron desolados ante las más de 1.000 hectáreas de frondosa vegetación que quedaron calcinadas. Y CUATRO AÑOS DESPUÉS... La situación de la Sierra de la Tesla cuatro años después del incendio es bastante lamentable. El hecho de que sea un monte en buena parte privado ha perjudicado en todo momento a este espacio natural, pues ninguno de sus dueños, según ha confirmado la Junta de Castilla y León, se ha molestado en pedir una subvención para que se comience no sólo a repoblar la zona,sino también a retirar los troncos quemados. A pesar del gran problema que supuso la falta de pistas o cortafuegos para acceder a las llamas, hoy por hoy no se ha solucionado esta cuestión. Según los vecinos, ni siquiera se ha limpiado de maleza la parte más baja del monte. Por lo visto, las llamas no fueron suficiente escarmiento para aquellos que mantienen sus fincas en un pésimo estado y, por tanto,


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