VALENCIA
MISIONERA
Número 151 Julio 2021
Coeditores: Arzobispado de Valencia
Director: Arturo Javier García Colaboran en este número: Juan López José Vicente Matínez Antonio Sun Familia Romero Ibáñez Sergio Cánovas Nohales AVAN Paraula
Imprime: Imprenta Nácher s.l.
@valenciamision
Delegación de Misiones Valencia misionesvalencia.blogspot.com.es misionesvalencia
VALENCIA
Edita: Secretariado Diocesano de Misiones. misiones-valencia@omp.es C/ Avellanas 22-4 46003 Valencia 96 392 24 12 - 644 757 662 Dep. Legal: V-229-1984
MISIONERA
Sec retariado Diocesano de Valencia
En esta misión encontrarás... En portada: Salva y Nacho, del grupo de Verano Misión en R. Dominicana
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Desde el origen: Verano: descanso, desconexión y regarga de pilas... ¡vacaciones! Pero, ¿sólo eso? ¿Dónde queda la misión en estas fechas?
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Un ratito con... Pedro José Jiménez Sarasa, sacerdote de las comunidades Adsis, párroco de Sta. Marta, nos cuenta su vocación y su vida misionera.
La firma invitada José Vicente Matínez nos envía estas líneas tan sugerentes que nos invitan a vivir este verano con la mirada y el corazón puestos en Cristo.
Carta del arzobispo Recogemos parte de la carta que el cardenal arzobispo de Valencia escribió ante la etapa final del Sínodo Diocesano.
Fundación Ad Gentes Las experiencias de verano misionero no quedan solamente ahí. Muestra de ello son las diferentes iniciativas que de estas han surgido.
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Con el corazón... El sacerdote Amador Navarrete fallecía a los 86 años el pasado mes de junio. Recordamos su paso por la misión de Copiapó.
Desde el seminario de Valencia Toni Sun Wang, seminarista converso a los 23 años, nos cuenta la ex periencia misionera que tuvo justo el verano de 2017 en Perú.
Misionews 16 Nos hacemos eco de las noticias más destacadas de los últi- mos meses en el amplio campo de las misiones.
18 A veces nos enredamos entre tantas palabras. Miremos al mundo Para pensar y rezar
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desde la Palabra.
Misión y memoria Cada año se rinde homenaje a los sacerdotes de la OCSHA en sus Bodas de Oro sacerdotales. Conversamos con uno de ellos.
Cartas desde la misión La familia Romero Ibañez partió en 2012 para El Callao, Perú. Hoy nos cuentan cómo han sido los últimos meses en su misión.
DESDE EL ORIGEN
Vacaciones imposibles sin Jesús, ¡tenemos una misión!
Podríamos decir que la vacación es un tiempo de recreo, la gente se va de vacaciones para descansar de lo que obliga y dedicarse a lo que recrea, refuerza, descansa, fortalece… Pero esto solo se puede hacer sobre una reserva que te permita vivir, unos ahorros, una paga extra, un préstamo, un amigo o familia que te mantiene. En verdad, en el fondo, sólo la providencia de Dios te permite descansar, desconectar de la necesidad, pues nadie más puede darte la paz que da creer que Cristo ha muerto por ti, y si Dios te quiere tanto: puedes descansar en esa reserva inagotable de su cuidado y providencia. ¿Quién mejor que Dios, nuestro creador y redentor, va a ser el promotor de nuestro recreo?
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Por eso sería irresponsable, absurdo y vil hacer vacación de la misión, solo para el demonio sería motivo de holganza. La misión es inexcusable, es lo primero en la Iglesia, para lo que ella existe. ¿Para que celebramos, cantamos, rezamos, nos formamos, comulgamos, ayudamos? Para la misión. Nuestra vida cristiana no puede ser solo para nosotros, autorreferencial y egoísta; lo cual es lo contrario de Cristo, nuestro modelo que muere en la cruz porque se entrega para nuestra salvación, para que podamos ser bautizados y por el bautismo entrar en la vida eterna. Todos los medios de la Iglesia son para un fin, y no podemos dimitir de ese fin que es la Misión. Palabra, sacramentos, caridad, fraternidad… son para la Misión. ¿Podemos ser hermanos sin serlo en Cristo? No. ¿Podemos escuchar, rezar la Palabra de Dios sin sentir la llamada a la misión? No habríamos entendido nada, como dice Jesús a sus discípulos. El gozo del encuentro con Dios en los sacramentos es consecuencia de que nos han predicado el Evangelio, hemos creído y recibido el Bautismo. ¿Qué caridad sería dar el mundo a alguien y privarle del tesoro de la fe, de Cristo mismo?
¿Qué pasa con las gentes, muchos, multitudes que no son cristianas, que nadie les evangeliza? Nuestro mundo sufre y necesita un bálsamo, busca la justicia, la amabilidad, la belleza, la paz donde no está. Lo que transforma a cada persona y a la sociedad es ser cristiano, es el Espíritu Santo que todo lo hace nuevo. La Misión es la mejor aportación, nos lo dice el Concilio Vat. II en su análisis de nuestra sociedad. Gaudium et Espes 1: “La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el Reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del genero humano y de su historia.” Y al final en el número 93: “Quiere el Padre que reconozcamos y amemos efectivamente a Cristo, nuestro hermano, en todos los hombres, con la palabra y con las obras, dando así testimonio de la Verdad, y que comuniquemos con los demás el misterio del amor del Padre celestial. Por esta vía, en todo el mundo los hombres se sentirán despertados a una viva esperanza, que es don del Espíritu Santo, para que, por fin, llegada la hora, sean recibidos en la paz y en la suma bienaventuranza en la patria que brillará con la gloria del Señor.” Y Lumen Gentium 1 “Cristo es la luz de los pueblos. Por ello este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu Santo, desea ardientemente iluminar a todos los hombres, anunciando el Evangelio a toda criatura (cf.
Mc 16,15) con la claridad de Cristo, que resplandece sobre la faz de la Iglesia. Y porque la Iglesia es en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano, ella se propone presentar a sus fieles y a todo el mundo con mayor precisión su naturaleza y su misión universal, abundando en la doctrina de los concilios precedentes. Las condiciones de nuestra época hacen más urgente este deber de la Iglesia, a saber, el que todos los hombres, que hoy están más íntimamente unidos por múltiples vínculos sociales técnicos y culturales, consigan también la plena unidad en Cristo.” Somos cristianos y estamos muy contentos de no dimitir de esta tarea, preciosa como ninguna, que es la Misión de anunciar a Cristo a todas las gentes para que todos seamos bautizados y vivamos como tales y así Jesús sea el pastor de todos, que es lo que desea de corazón.
Arturo Javier García Delegado diocesano
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CARTA DEL ARZOBISPO
EVANGELIZAD, HACED DISCÍPULOS, SED TESTIGOS DE JESUCRISTO
Con esta carta, mis queridos hermanos, os recuerdo a todos que estas fechas nos evocan que la Iglesia existe para hacer presente a Cristo en obras y palabras, por el Espíritu Santo; existe para dar testimonio de Él; existe para evangelizar, es decir, hacer presente a Cristo en todo. La Iglesia existe para Cristo, es de Cristo, no sería nada sin Cristo. Todo ha de apuntar a Jesucristo; no podemos mirar a otro que a Jesucristo, no podemos dejar de mostrar a Jesucristo en todo, como hace María, Madre, que nos muestra siempre a Jesús, abrazado por sus brazos de Madre. La Iglesia, hoy como ayer y siempre, como en los primeros momentos en que es enviada por el propio Jesús antes de subir a los cielos, se presenta con el mismo anuncio y testimonio de siempre, con la misma y única riqueza y tesoro de siempre: ¡Jesucristo! En Él y no en ningún otro podemos salvar-
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nos. La fuente de esperanza para los hombres, para el mundo entero es Cristo; y la Iglesia es el canal a través del cual pasa y se difunde la corriente de gracia que fluye del Corazón traspasado del Redentor, que está con sus llagas abiertas intercediendo siempre por nosotros ante el Padre. En los tiempos que se nos ha dado vivir, y siempre, todo debe conducirnos a Jesucristo, a acogerle, a dejar que su amor y su gracia, su salvación y su luz, su obra redentora actúe en nosotros, y por nosotros en los demás, y nos transformen, nos cambien, nos renueven y nos hagan ser hombres y mujeres nuevos. Todo debería conducir a que los hombres le conozcamos, le amemos y le sigamos como el camino y la pauta inspiradora, la verdad, de nuestra conducta individual, familiar, social y pública, el único programa válido para la renovación de la humanidad y de la sociedad de nuestro tiempo. La fiesta de la Ascensión nos convoca a que Jesucristo sea aquél a quien confiemos nuestras vidas y haga de nosotros testigos de que es el único mediador y portador de la salvación para la humanidad entera; pues sólo en Él la humanidad, la historia y el cosmos encuentran su sentido positivo definitivamente y se realizan totalmente, como acontece en María. Él tiene en sí mismo, en sus hechos y en su persona, las razones definitivas de la salvación; no sólo
es un mediador de salvación, sino que es la fuente misma de la salvación, la salvación misma, el Mediador único y universal. En estos momentos, hermanos, debemos ser fuertes con la fuerza que brota de la fe, obra del Espíritu: “Tened valor, yo he vencido al mundo”. Ésta es nuestra victoria, la fe. Debemos ser fieles. Hoy más que nunca tenemos necesidad de la fuerza de la fe y del Espíritu. Debemos ser fuertes con la fuerza de la esperanza, que lleva consigo la perfecta alegría de vivir y no permitir entristecer al Espíritu Santo. Debemos ser fuertes con la fuerza del amor, de la caridad, que es más fuerte que la muerte. Animados por el Espíritu, debemos ser fuertes con la fuerza de la fe, de la esperanza y de la caridad, consciente y madura, responsable, que nos ayuda a entablar el gran diálogo con el hombre y con el mundo en esta etapa de nuestra historia: arraigado en el diálogo con Dios mismo, diálogo de la salvación. Abrámonos a Él, constantemente y con confianza plena, sin ningún miedo ni temor, y dejémonos renovar y conducir enteramente por Él, anunciando con vigor a todas las personas de buena voluntad, que quien encuentra al Señor conoce la verdad,
descubre la Vida y recorre el Camino que conduce a ella. Todo esto constituye como la base y fundamento de nuestro Sínodo. Rezad, rezad insistentemente para que permanezcamos muy unidos todos a Cristo, escuchemos y secundemos lo que el Espíritu dice a esta Iglesia que peregrina en Valencia. Jesucristo nos quiere, dejémonos humildemente querer por Él, que nos llene su amor, que nos llenemos de su amor y permanezcamos en Él, en su amor, y llevemos a cabo las obras que Dios nos pide, cumpliendo sus mandamientos: amarnos unos a otros como Él nos ha amado, siguiendo el camino de fe y sencillez evangélica de las bienaventuranzas, el autorretrato que Jesús nos dejó, para que identificados con Él asumamos sus mismas actitudes y sentimientos y llevemos a cabo sus acciones como hijos de Dios, hermanos de todos los hombres y hagamos con los demás lo mismo que el Buen Samaritano de la parábola. Y esto con gran alegría, como los primeros cristianos que admiraban por su alegría. Alegrémonos y exultemos con una vida santa: sólo una Iglesia de santos propiciará una humanidad nueva, hecha de hombres y mujeres nuevos, de toda edad y condición, una verdadera revolución. Antonio, Card. Cañizares. Arzobispo de Valencia
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FUNDACIÓN AD GENTES
Feliz Verano Misión más o menos organizados, realizados sin enmascarar y sin medidas de precaución frente al virus.
Ahora que los meses centrales del año, en nuestro hemisferio y latitud, nos traen temperaturas de aúpa y tenemos ensoñaciones de playas con brisa refrescante y deseos de vacaciones, me vienen al recuerdo las vacaciones escolares: esos meses de descanso después de la fatiga del aula durante el curso, que tanto bien hacen a la salud mental de profesores y maestros. Vemos en las noticias ejemplos de cómo hoy, nuestros jóvenes, disfrutan de estas fechas. Nos viene a la memoria el brote de coronavirus en Mallorca debido, parece, a algunos eventos etílico-festivos
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“Juventud, divino tesoro”, que escribió Rubén Darío. Un tesoro que vemos cómo se malbarata en tantas ocasiones en los que los jóvenes presentan su lado más hedonista, materialista… su lado más triste: es el lado que nos suelen mostrar los medios, que parece que interesa vender de nuestros jóvenes, no sé muy bien con qué fin. Pero hay otro lado. No se oculta, aunque tampoco se publicita mucho. Es el lado de las Mireias, Raqueles, Davides… sin ánimo de exhaustividad. ¿Quiénes son esos jóvenes? Son los que su verano lo utilizan para enriquecerse, para acrecentar ese divino tesoro que, como casi todo lo divino, invierte los valores humanos. Son los que, con su tiempo, se dan a los demás, se entregan, se prestan a ser utilizados allí
donde hagan falta. En este caso concreto, la misión. Los nombres anteriores son algunos de los jóvenes valencianos que han participado en la experiencia de Verano Misión que organizan desde Obras Misionales Pontificias. Pero son algunos jóvenes muy concretos: son los que, yendo allí, viviendo allí, compartiendo allí, han vuelto aquí y han decidido que el compromiso no puede ser sólo cuestión de tiempo libre, sino que, puesto que es una actitud vital, debe abarcar más. Son algunos de los jóvenes que regresados a España han puesto en marcha proyectos, iniciativas, asociaciones, para colaborar con las zonas en las que han experimentado la realidad de la misión, para que esa realidad cambie, para que la misión avance desde la solidaridad, pero también desde la caridad y el compromiso con la justicia. En la Fundación Ad Gentes hemos tenido la suerte de tratar con algunos de ellos, porque hemos podido compartir inquietudes y echarles una mano… cuando no nos la han echado ellos a nosotros. Pienso en las pruebas de diagnóstico para el COVID que
hemos podido financiar para el hospital de Chokwé, donde trabaja la Hermana Elisa Verdú, gracias entre otros a la iniciativa de una de las jóvenes participantes del Verano Misión; o el proyecto de ayuda psicosocial que la Asociación LUMA, nacida de la experiencia de un grupo de voluntarios del Verano Misión, desarrolla en Honduras con las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús y de María; o la iniciativa de casas de Merced que los mercedarios tienen en Xai-Xai (Mozambique), que pudimos conocer gracias al testimonio de primera mano de uno de los jóvenes del Verano Misión. Algunos otros proyectos se han quedado en el cajón por falta de posibilidades económicas. Pero los que han podido ser y las realidades que hemos podido alcanzar lo han sido gracias a este grupo de jóvenes que supieron dar otro sentido a sus vacaciones y, desde esas vacaciones de los meses centrales del año, encontrar un nuevo centro de gravedad para sus vidas: el servicio a los demás. Bravo por ellos, por todos ellos. Y feliz verano.
Juan López
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UN RATITO CON
Presencia fraterna entre jóvenes y p El año 1997 el movimiento de comunidades Adsis acogió a un joven navarro, Pedro J. Jiménez. Biólogo y actual párroco de Santa Marta de Valencia nos cuenta su vocación y vivencia misionera. De adolescente recuerdo como en la parroquia del barrio tenía mucha relación con las misiones y con misioneros, con muchos testimonios que venían a contar. También por medio de la devoción a San Francisco Javier que profesaba mi familia. Cuando acabé mis estudios de biología, antes de buscar un trabajo fijo pensé tener una experiencia en Latinoamérica. Mi párroco tenía amigos misioneros en Venezuela e iba a verlos. En uno de los viajes le acompañé. Entonces tenía 25 años y por dos años permanecí en la parroquia en Maracay con un cura navarro. Allí descubres la pobreza generalizada, la desigualdad social, la corrupción... El país es muy rico, pero encuentras una realidad de mucha miseria. Los misioneros tenían muchas capillas, una por barrio y estaban siempre en movimiento, haciendo lo que podían, desbordados.
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Recuerdo como cuando nacían nuevos barrios, nacía una parroquia y cómo, con la propia comunidad, los misioneros construían nuevas capillas. Por aquel entonces era todavía laico y mi labor ante aquel panorama de una gran parroquia era la de ayudar en lo que podía: despacho, catequesis o con los grupos juveniles de capillas. Mantengo relación con gente de aquel entonces, muchos de los cuales han tenido que marcharse de allí, con quienes comparto misas online (organizadas por la pastoral del migrante desde Quito). Algo que me impresionaba era su naturaleza. También la labor que desde hacía décadas venían haciendo una red muy fuerte de misioneros, entregados en barrios populares. Entonces volví, trabajé en varias cosas y entré en la comunidad Adsis de Pamplona que trabajaba con gitanos. Luego marché a Roma para hacer mis estudios con la comunidad y en 2005 me ordené sacerdote en Portoviejo (Ecuador), donde permanecí con la comunidad Adsis unos años. Luego fui a la comunidad en Esmeraldas. Más pobre y apartada, más
selvática, en la frontera con Colombia, cuyo Obispo era el comboniano navarro Mons. Eugenio Arellano. Ahí estuve 2 años de párroco en una barriada. Hacíamos de todo. Las comunidades eran muy vivas pero muy sufridas, con pocos recursos económicos. Peleábamos por que los chicos estudiaran, porque a nadie le faltara de comer, por conseguir unas viviendas dignas o por el asfaltado de las calles... eran condiciones muy duras, con mucha inseguridad, mucho narcotráfico y grandes problemas sanitarios por la falta de medios. Nosotros seguimos haciendo parroquia y estando presentes. Mis padres eran ya mayores y tuve que regresar para estar más cerca y porque también hay que hacer mucha labor aquí, también hay que cambiar cosas. Allí atiendes a los que sufren los problemas, pero aquí hay que comprometerse para que no se generen esos problemas. Hay mucha misión aquí. En la comunidad Adsis en Asturias, estuvimos en pastoral penitenciaria y en un proyecto con toxicómanos. Luego me pidieron venir a Valencia. Aquí llevamos un proyecto de segunda oportu-
y pobres
nidad, para adolescentes con fracaso escolar, y jóvenes en la droga. También acudimos a la penitenciaría y atiendo la parroquia de Santa Marta y la Ermita del Fiscal. Aquí es importante la sensibilización en todos los sentidos. Ahora, desde las Encíclicas Laudato Si y la Fratelli Tutti, todo el tema de la ecología integral me importa mucho e intento hacer y desarrollar muchas cosas. Hay mucho por hacer también dentro de la Iglesia. La realidad es que los pobres también han venido y hay aquí. No hace falta irte para ayudar. Hemos tardado en acoger e integrar en nuestras parroquias por ejemplo a los africanos. Hay que hacer misión aquí, integrándonos en las parroquias. El compromiso por llevar el Evangelio es general. Tanta falta hace aquí como en otros países. Yo como navarro, el ejemplo de tantos misioneros ha sido muy fecundo y hay que estar agradecidos a los misioneros que han dado la vida sin nosotros enterarnos. El Evangelio se entiende mejor dentro de los pobres, desde que vas la primera vez, ellos lo viven en primera persona, con una religiosidad sencilla pero profunda y valiosa y tú que vas como europeo lo aprendes. Es una experiencia espiritual impresionante.
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LA FIRMA INVITADA
¿y este verano qué? Tanto si nos quedamos en Valencia como si viajamos fuera no dejamos de ser misioneros, discípulos-misioneros del Evangelio del Señor Jesús. Porque si eres cristiano eres misionero, lo quieras o no. Algunos van a aprovechar los meses de verano para hacer alguna experiencia misionera en África o Latinoamérica, ¡estupendo! Pero para quienes no puedan realizar experiencias de este tipo, la Misión sigue siendo una ineludible exigencia para todos los bautizados. Hemos recibido el don de la fe, de la caridad y de la esperanza para compartirlo con los demás, sobre todo con los indiferentes, los no creyentes y los no practicantes. Somos misioneros cuando oramos por los demás, cuando anunciamos el Evangelio, cuando hacemos el bien, cuando nos apartamos del mal, cuando protegemos la vida de los inocentes y de los pobres, cuando servimos a las personas más débiles, cuando nos ponemos de parte de la vida, de la justicia, la paz, la verdad, la libertad, el amor... Porque en realidad podemos hacer e idear muchas cosas, pero si no amamos no nos sirve de nada (Cf. 1 Cor 13) Este es el lema del cristiano: en todo amar y servir como Jesús y como María, en comunión con el Papa Francisco y con toda la Iglesia. ¡Qué alegría ser misionero de Jesús, el único que salva!
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P. José Vicente Martínez, Verano de 2021
CON EL CORAZÓN Hoy hacemos memoria agradecida de Amador Navarrete, quien fue llamado a la casa del Padre el pasado mes de junio. Natural de la localidad turolense de Torrelacárcel recibió la ordenación sacerdotal en 1958. Fue vicario parroquial de la Asunción de Nuestra Señora, de Ayora desde donde marchó como misionero a Chile, donde permaneció desde 1964 a 1972. De su labor durante estos años, D. Juan Sanchis se hizo eco en el libro Valencia-Copiapó 1958-1983. Colaboración de dos Iglesias. Allí, tras un tiempo en Chañaral, fue nombrado párroco de Ntra. Sra. del Carmen de Potrerillos, una antigua ciudad campamento minera que dejó de tener habitantes en el año 2000. En esta localidad, creada para y por el trabajo, la labor fundamental de crear relaciones de convivencia y amistad fue desarrollada de manera excepcional por Amador, quien hizo familiar la Iglesia a todas las clases sociales del lugar, haciendo presente a Jesucristo. Él supo compartir su vida a toda hora y en sus múltiples dimensiones. Visitaba a las gentes en sus casas, aprovechando o inventando cualquier acontecimiento; participaba en todos los deportes, facilitaba la relación de unas familias con otras, dejándose invitar a las fiestas sociales de los trabajadores; era un buen puente con los jefes de empresa; se hacía presente en la escuela, en el hospital; su camioneta estaba a disposición de cualquiera que necesitase un servicio y se cargaba con regularidad de ropas y alimentos para los ancianos del Hogar de Copiapó o con algunas ayudas que le facilitaban para la construcción de la Iglesia en Pueblo Hundido. Recuerda en su libro Juan Sanchis como fue a Potrerillos en 1983, llevando un mensaje para aquella comunidad de parte del padre Amador, a lo que acudieron miembros de las Comunidades Cristianas que formara Amador, de sus Grupos de Matrimonios o de su Catequesis. “Veía la alegría y las lágrimas de quienes le recordaban como un amigo y hermano”. Rogamos por su descanso eterno, para que el Señor le acoja en su Gloria tras una vida entregada por su Iglesia.
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misión ¿por qué no? En primer lugar, dar gracias a Dios por darme la posibilidad de ir de misión. Fue en el verano de 2017, después de mi primer año en el seminario. Estuvimos menos de un mes pero resultó maravilloso. Fui con un grupo formado por varios seminaristas, dos laicos y dos sacerdotes. En este punto no puedo más que agradecer a don Javier Vega y a don Benjamín García por su presencia en la misión con nosotros. Sobre todo don Benjamín me ayudó a salir de mi mismo, a hacer cosas, a ir a la misión. Llegamos a Lima y fuimos a una parroquia que hay en la diócesis de Lunín. Dios me regaló una nueva realidad en esta parroquia. Allí tienen lo que don Omar Buenaventura, el párroco, llama “el hogar de las bienaventuranzas”; un lugar donde acogen, cuidan y aman a los que ni siquiera llamaría “los últimos de la sociedad”. Acogen a quienes nadie más acogería. A los enfermos crónicos, a los discapacitados graves, a los autistas, a los que tienen enfermedades mentales... Me gustó el poder pasear con ellos, poder jugar al futbol o el dar de comer a niños con distintas necesidades. Todos tienen una historia personal impresionante. No fui yo quien les aporté algo, ellos me regalaron su compañía y su alegría. Allí estuvimos con jóvenes laicos valencianos que también estaban haciendo misión. Hicieron un grafiti en la pared con la imagen de nuestra “Virgen de los Desam-
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parados”. Me llamaba la atención su alegría en esa misión. Dios nos da alegría en esas situaciones. Después fuimos a la sierra andina, a una ciudad llamada Huancavelica, a 3600 metros sobre el mar. Allí estuvimos alojados en el seminario mayor, con los seminaristas de aquella diócesis. Quiero agradecer, de corazón, a don Mariano Hermida, rector del seminario, y a don Isidro Barrio, Obispo de la diócesis, ambos ejemplo de vida sacerdotal misionera. Nuestra misión era dar clases en el seminario menor de la diócesis, que funcionaba como colegio, ayudar en la residencia
de ancianos que las hermanitas de los ancianos desamparados tienen allí, y dar asistencia pastoral a un pueblo llamado Yauli. Lo último fue lo que más me impactó. Me impresionó la necesidad que tienen de una presencia más cotidiana de un sacerdote católico. Supe, entonces, qué era la misión. La misión es llevar a Dios, a Cristo, y a la Iglesia donde todavía no están presentes o donde sea necesaria esa presencia. Allí entendí la parábola del buen pastor. Donde no hay un buen pastor, están los lobos junto a las ovejas. Me impactaba que hubiera niños que no querían participar en la Misa porque sus padres eran protestantes. Mi corazón dio un vuelco, y estuve un tiempo, después de volver de la misión, pensando sobre mi posible vocación misionera. ¿Por qué no? Dios dispondrá.
Fue esperanzador saber que del seminario mayor de Huancavelica salen buenos sacerdotes ordenados. También conocer el seminario menor donde conviven los seminaristas. Me llamó la atención que las hermanitas de los ancianos desamparados vivieran de forma casi autónoma. Ellas se autoabastecían. Tenían cultivos y ganado, incluso una piscifactoría. Por último, comprobé el cariño que un buen sacerdote y obispo podía dejar en un pueblo. Como el irlandés don Demetrio Molloy, a quien los lugareños veneran con gran respeto. De Huancavelica volvimos a Lima, al “hogar de las bienaventuranzas”. Ayudamos a construir una casa prefabricada para una familia afectada por una catástrofe. Y comí allí una “autentica paella valenciana”. Para terminar, quiero animar a todos a que respondan a la llamada de la misión. La misión llama siempre, nosotros respondemos si queremos. Misión y cristianismo son dos palabras que están unidas. Yo volvería a Huancavelica sin pensarlo. Fue un amor a primera vista. Antonio Sun Wang
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MISIONEWS
Cultura contra pobreza
La Biblioteca Solidaria Misionera de Valencia, entre los diferentes pedidos que está atendiendo, prepara un envío de 300.000 libros solicitados desde el Ministerio de Educación de La República Dominicana “para que lleguen a los sectores más vulnerables del país” en el marco de un proyecto impulsado por su Gobierno para el fomento de la lectura en niños y jóvenes, mediante el que serán habilitados 5.000 puntos de lectura. En 2020, fueron entregados más de 175.000 libros y en sus 15 años operando, la Biblioteca Solidaria ha realizado envíos a más de 20 países, aprovechados para llevar material escolar, medicinas e incluso instrumentos musicales. En plena pandemia, el equipo de voluntarios de la Biblioteca ha seguido trabajando a diario, en sus sedes de Valencia y Alaquàs, pero aseguran necesitar más voluntarios para la organización y distribución de los libros. Su coordinador, Francisco Tébar, destaca la importancia de “tener nuevos destinos para dar salida a los miles de libros que tenemos guardados en los almacenes” así como la necesidad de recaudar donativos “ya que no recibimos ninguna subvención y tenemos que financiar, en cada envío, el transporte marítimo desde Valencia al puerto más próximo al destino, y son costes muy elevados”. Además, las donaciones económicas pueden desgravarse. Las personas interesadas en colaborar pueden consultar la web www.padrejuan.org, escribir a fundacionpadrejuan@gmail.com o llamar al 610 299 730.
21 para este 2021 República Dominicana, Perú, Honduras y Mozambique acogerán a los 21 jóvenes que este año parten para colaborar, como voluntarios, con los misioneros que allí se encuentran, dentro de la iniciativa “Verano Misión” organizada por la delegación de Misiones del Arzobispado de Valencia. Poner en marcha este año esta iniciativa, que en 2020 no se pudo realizar debido a la pandemia, ha sido una alegría y un regalo de la providencia de Dios porque hasta prácticamente llegado el verano no se sabía si finalmente se podrían realizar. Para ello, se han tomado con todas las precauciones posibles y con la garantía de que los lugares a los que viajamos son lo más seguros posibles. Entre las medidas, se ha conseguido que los participantes viajen con la pauta completa de vacunación frente al Covid o se ha contratado un seguro con mayores coberturas. Pedimos por la seguridad de todos los participantes y para que estas experiencias den frutos misioneros en abundancia.
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Solidarios con Mozambioque
Desde el colegio diocesano Ntra. Sra. del Socorro de Benetússer para tratar el tema dedicado a ‘Darse a los demás’ se decidió darle un enfoque práctico, colaborando con un proyecto de la Fundación Ad Gentes, de manera que “nuestros alumnos conozcan la gran labor de la Iglesia y se impliquen en ella”, comenta Mireia García, profesora de Religión. Se propuso la idea de ayudar a la misionera valenciana María Elisa Verdú, Hija de la Caridad de Alcoi, a conseguir pruebas PCR para el hospital ‘El Carmelo’ que dirige en Mozambique. Los alumnos al conocer la misión de la valenciana “pidieron colaboración a compañeros de otros cursos, a profesores y a familiares y consiguieron reunir 480 euros. Es una aportación importante pero siempre les inculcamos que igual de importante que la cantidad recaudada es la labor de sensibilización que han hecho en su entorno.” “Nos gustaría animar a más colegios a dar a conocer la labor de los misioneros y el trabajo en red que se hace desde la Delegación de Misiones y desde la Fundación Ad Gentes. Es una manera de sentirnos parte de la Iglesia Universal”.
Reconectando Valencia Con la mirada puesta en el nuevo curso y la confianza de que la situación sanitaria debe ir a mejor, desde la Delegación de Misiones de Valencia estamos trabajando para que ya desde septiembre podamos retomar las actividades de animación y formación misionera de acuerdo al ritmo anterior al inicio de la pandemia. Por supuesto, siguiendo todas las precauciones e indicaciones sanitarias que desde las autoridades se indiquen. Con ello, comenzaremos con las Jornadas Interdiocesanas de Animación y Formación Misionera el 25 y 26 de septiembre en Cullera; se retoman las reuniones del consejo presbiterial de misiones, para que los delegados arciprestales puedan compartir los contenidos e información a cada arciprestazgo; las reuniones de delegadas parroquiales de misiones, para la animación misionera de cada parroquia; los encuentros de jóvenes misioneros, que preparan para las experiencias de verano misionero e incentivan la vinculación de estos a su regreso en la animación misionera de la Diócesis en general y de sus parroquias en concreto; las oraciones misioneras en los conventos de vida contemplativa, retomando la frecuencia de uno al mes, en las que recorremos la Diócesis rezando por la Misión y los misioneros; además de la asistencia y colaboración con los colegios y parroquias que nos soliciten testimonios o actividades misioneras. Todo ello de manera presencial, para lo cual habilitaremos los espacios más idóneos. Consúltanos las fechas, propón y participa.
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PARA PENSAR Y REZAR
“¡Ánimo, hija! Tu fe te ha salvado” Mt 9, 22
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MISIÓN Y MEMORIA
Aquí y allí; entonces y ahora “Es algo que sigue marcando mi vida. Hace 30 años y sigo hablando en presente”. Así comenzaba el actual párroco del Sgdo. Corazón de Burjassot, Vicente Ferrando, la charla que tuvimos en la que recordamos, dentro de sus 50 años como sacerdote, los 15 que pasó en Chiloé (1976-1990) La vocación misionera ¿Cómo surge? No fue esperada. Pensaba que era para privilegiados, para gente más preparada. Sin embargo, estando de vicario en San Pedro de Sueca, fuimos a vivir al “barrio indio” con Miguel Ángel Vives. A los seis meses él marchó a Chile y a los 2 años vino el obispo de Chiloé, el valenciano Juan Luis Ysern, a darme recuerdos de él. En una reunión que organizamos en los salones de Fortaleny, recuerdo que nos dijo: “Esto no se arregla con 1000, ni 2000, ni 5000 pesetas; si uno no se va para allá y da su vida no se soluciona”. Aquello me marcó, pero lo dejé estar, hasta que un día, a los meses, fui a Valencia y me lo encontré. Había tenido que quedarse por una operación y con mirada penetrante me dijo: “¿A ti no te gustaría venirte conmigo para trabajar en las islas?” .Yo dije: “yo no me he hecho cura para servir a la Iglesia de Valencia, sino a la Iglesia universal, si mi obispo está de acuerdo...”. Esa misma noche me llamó confir-
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mando que el arzobispo no tenía incoveniente” a lo que respondí “¿cuándo nos vamos?”. Conectamos con la OCHSA y a los 19 días estaba en el avión. Una vez allí ¿cómo fue la misión? La evangelización no era fácil. La gente vivía a su ritmo con la barca, el pueblo, la isla... La soledad y el aislamiento en la isla configura su personalidad. Luego, ibas a una isla a una comunidad pero no sabías cuando volvías. También debido a los temporales, lo cual creaba una gran incertidumbre en las gentes, pero son muy felices. “Chiloé cielos cubiertos” -recuerda-. Una vez iba desde isla de Caguach a la isla de Tac y por un gran temporal tardamos tres horas en llegar, cuando de normal era media hora; y al llegar, en vez de quejarse de la tardanza me dijeron: “que alegría que esté bien de salud y poder recibirle”. La manera de recibir era muy especial. Era una vida muy ambulante. Pero sentíamos una alegría muy grande al ver la recepción que te hacían, cómo querían tenerte, la fiesta que hacían cada vez que íbamos. Enviado por el obispo, iba por las islas para empezar a hacer los consejos de pastoral, en compañía de una religiosa. Fue una experiencia muy misionera. Además, atendía las 17 comunidades que teníamos en 3 islas. Desde Chonchi salíamos, ayudando a los grupos creados por franciscanos y jesuitas, que organizaban cada comunidad y la mantenían. Y todo entorno a la capilla, al lado del mar, donde la gente vive en casitas dispersas, en ese medio muy rural.
Como capellanes, era una gran alegría los encuentros que hacíamos una vez al mes, en el que hacíamos un retiro con el obispo y veíamos como caminábamos, las inquietudes... se hacía sínodo, nos ayudábamos unos a otros y luego cada uno marchaba a sus comunidades. Era muy bonito. A nivel nacional ser cura, era ser una persona “comunistoide” y no era de extrañar tener gente de la dictadura cerca. Para algunos no éramos demasiado gratos por ser misioneros españoles. Recibimos no pocas cartas de amenazas, pero acordamos no hacer caso y se fue diluyendo.
Pero el sentimiento de comunidad era muy grande, sobretodo en el momento de la cosecha y la muerte. “La minga” era una gran fiesta; definía esta tarea común, este sentir tan eucarístico. También en fiestas parroquiales, donde hacían “el curanto”. A mí vivir en ese contacto constante me resonaba a la eucaristía. Y en medio de esto aprovechabas para evangelizar. Ibas sembrando, haciendo comprender. La gente era muy religiosa y festera. Aquello no era el cielo, pero era una vida muy sencilla. Y todo ello, esta evangelización era sin hora. Si de camino encontrábamos alguien necesitado, pues íbamos atendiendo. Cuando llegábamos a las comunidades, celebrábamos y desde la comunidad reunida, compartíamos después de misa, comías con ellos, en sus cocinas de leña, a veces también dormíamos allí. Esa noche, hacíamos el mate, y compartíamos; aprovechábamos y reunidos comentábamos cosas de la comunidad, hablábamos sin planificar hasta la hora de dormir. Ellos estaban contentos de estar con su “padrecito” y éramos felices.
¿Cuándo o cómo decidiste volver? Me fui desmejorado por la anemía y el deterioro de los huesos y el estomago. Igual que “no quería” ir, no quería volver. Pero sentí la misma fuerza para hacerlo. ¿Qué supuso esta experiencia? Todo lo que es la pastoral, sin querer tengo la idea de que es de misión. La respuesta de fraternidad, de cariño, de vivir de la gratuidad, de compartir, la predilección de los pobres, la alegría de servir, allí te lo daban todo. Era sentirme entre hermanos. Aquello me marcó y vivo con esa referencia. Un sacerdote sin misiones no tiene esa experiencia asumida en la carne y la sangre y eso no se va nunca. Doy gracias a Dios, por esta vocación que no esperaba pero que me ha marcado de por vida. Tengo el sentimiento de que no he hecho lo que quería, pero se han presentado las cosas en que reconocí la voluntad del Señor. La vocación misionera no me la merecía pero me la regaló.
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CARTAS DESDE LA MISIÓN
Un verdadero equipo ¡Os saludamos desde Perú! Somos Pablo y Noemí, acompañados de nuestros nueve hijos, Clara, Teresa, Pablo, Isaac, Sara, María, Lucía, Juan y Gracia. Hace ya ocho años y medio desde que dejamos nuestra vida en Valencia y vinimos a Perú enviados por el Papa como familia en misión. Yo trabajo como profesor de educación física en un colegio parroquial cerca de nuestro barrio. Noemí trabaja en casa para hacer que los demás podamos trabajar, estudiar y encontrar un lugar acogedor y digno, donde sentirnos acogidos y cuidados al volver de nuestra actividad diaria a casa. Desde el principio hemos estado en la diócesis del Callao, una región pobre, bajo la influencia de la corrupción y la violencia derivada de las bandas que dominan el tráfico de drogas, las mafias de la construcción y otras actividades delictivas, a las que se ve abocada gente que no tiene apoyo por parte de las autoridades y que ha crecido en familias desestructuradas y sin un modelo que seguir. Aunque ayudamos en la pastoral familiar de nuestra parroquia y en algunas otras actividades de la diócesis, la principal misión hoy en día es hacer presente en esta sociedad, que hay
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otra forma de vivir, que se puede estar abiertos a la vida, siendo fieles en el matrimonio y cuidando a nuestros hijos con la sabiduría que recibimos de Dios a través de la Iglesia. La familia católica, da de lo que recibe de Dios, no viviendo cerrada en sí misma, sino que está siempre abierta a las necesidades de los que la rodean. Todo esto lo vivimos con mucha debilidad, miedos, inseguridades, pecados, errores y una larga lista de limitaciones personales, que nos hacen estar con los pies en la tierra, comprendiendo también la pobreza y debilidad de los que nos rodean. Sin ir más lejos, el año pasado, en plena pandemia, Noemí dio a luz a nuestra hija pequeña, estando los hospitales colapsados por el Covid. Nos hicieron ir de un lado a otro de la ciudad de Lima, pasando al final la noche un pasillo de una planta llena de pacientes con Coronavirus. Noemí se quedó ingresada, una semana incomunicada en el hospital, donde una compañera de planta intentó romper una ventana y arrojarse desde un quinto piso, por no soportar el abandono familiar, su embarazo y el Covid.
to, con un consejo, rezando juntos, escuchándolo, con una broma o con lo que el Espíritu Santo inspirase en cada momento. Ha sido un año memorable a nivel familiar y una ayuda en nuestra relación personal con Dios.
Vimos el año pasado morir a muchos hermanos de la parroquia y el barrio por no tener oxígeno, ya que se agotó en los hospitales y no había forma de salir adelante cuando la saturación de oxígeno en sangre empezaba a bajar. A nosotros Dios nos ha cuidado mucho todo este tiempo de pandemia, pudiendo vivir en familia, rezando, estudiando y pasado el tiempo libre juntos y en comunión, no sin momentos de dificultad, desesperanza o ansiedad, pero cuando uno estaba débil, los demás le ayudaban a salir del sufrimien-
El Señor nos ha sostenido todos estos años y especialmente en 2020 a través de las oraciones y los bienes materiales de hermanos de nuestra parroquia de Valencia, Santo Tomás Apóstol y San Felipe Neri, familiares, amigos y personas a las que les movía el corazón para que pudiéramos vivir todo lo que Dios iba poniendo delante día a día. También nos ha alimentado a través de la misión que se desarrolla en el colegio donde trabajo, llevado por sacerdotes misioneros de Valencia y en el que estudian mis hijos, un colegio gratuito para niños a los que la sociedad y en muchos casos sus familias, han dado la espalda. El Señor ve el sufrimiento de estos niños, que cargan con los pecados de muchos adultos y mueve cielo y tierra para proveer para ellos lo necesario y mucho más. Os cuento que hace dos meses Noemí tuvo un cólico de vesícula, volvió a estar ingresada una semana debido a una infección producida por la misma vesícula. Nos dijeron que tenía que ser operada, pero en la seguridad social nos avisaron de que debido al colapso hospitalario, debería esperar a tener otro cólico y que hubiese la posibilidad de operarla en ese momento, algo que no nos garantizaban. Ante este panorama, recibimos la ayuda necesaria a través de la delegación de Misiones de Valencia, y pudo ser intervenida en una clínica privada hace dos semanas, teniendo una recuperación rápida. Estamos muy agradecidos por todo lo que Dios está haciendo con nosotros, como nos cuida y regala la comunión y el discernimiento necesario para educar a nuestros hijos en medio de las dificultades propias de la misión y esta pandemia en la que todos estamos inmersos. ¡El Señor ha sido bueno con nosotros!
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En la permanente voluntad de conectar a cada bautizado con la realidad de la Misión, a la que todos estamos llamados, esperamos cartas, noticias, acontecimientos... cualquier mensaje que podamos compartir en esta revista para juntos seguir desarrollando y animando la Misión de Cristo. Muchas gracias
Secretariado Diocesano de Valencia
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