VALENCIA
MISIONERA
Número 152 Octubre 2021
Director: Arturo Javier García Colaboran en este número: Juan Luis Ysern Juan López Mireia García Davis Sanchís Paraula AVAN Sergio Cánovas Nohales Imprime: Imprenta Nácher s.l.
@valenciamision
Delegación de Misiones Valencia
misionesvalencia.blogspot.com.es
misionesvalencia
MISIONERA
Coeditores: Arzobispado de Valencia
VALENCIA
Edita: Secretariado Diocesano de Misiones. misiones-valencia@omp.es C/ Avellanas 22-4 46003 Valencia 96 392 24 12 - 644 757 662 Dep. Legal: V-229-1984
En esta misión encontrarás... En portada: Niños en una escolinha de Nacala, Mozambique.
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Desde el origen: Como ya dijeron los apóstoles Juan y Pedro el lema del Domund 2021 nos recuerda la primera motivación de la evangelización: el Amor.
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Fundación Ad Gentes A raíz de la ponencia del Dr. Roberto Calvo, razonamos sobre el sentido de la Iglesia y de todo cristiano: la Misión.
Misión y memoria Recogemos dos textos que dos misioneras enviaban el día de Santa Teresita de aquello que han visto y oído en sus años en Misión
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Un ratito con... Hablamos con Mª Amparo Checa, chestana, responsable general de la Comunidad Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios
Desde el seminario de Valencia Este verano un grupo de seminaristas junto a nuestro delegado de misio- nes acudieron a la Amazonia peruana, David Sanchís narra su experiencia
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Misionews Nos hacemos eco de las noticias más destacadas de los últi- mos meses en el amplio campo de las misiones.
Para pensar y rezar A veces nos enredamos entre tantas palabras. Miremos al mundo desde la Palabra.
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Jóvenes & Misión Ocho experiencias de verano misionero, cuatro de las cuales en Mozambique... y el Señor no deja de sorprender a Mireia.
Cartas desde la misión Recogemos la sentida carta de despedida de Juan Luis Ysern, Obispo emérito de Ancud, a su hermano José Luis, ambos misioneros valencianos
DESDE EL ORIGEN Juan y Pedro se enfrentan al Sanedrín que condenó a muerte a Jesús con testigos falsos. El mismo terrible tribunal prohíbe a estos apóstoles hablar del nombre de Jesús. Pero ellos contestan que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres y que no pueden menos que contar lo que han visto y oído. Incluso cuando les vuelven a detener por no obedecer les castigan azotándoles y salen contentos de haber merecido ese ultraje por el nombre de Jesús.
¡Cuenta lo que has v
También hoy hay prohibiciones de hablar de Jesús, no solo en países donde la ley lo impida, o detengan a los misioneros porque molestan al gobierno, o metan a alguien en la cárcel por ser médico y negarse a un aborto… Es más efectiva la prohibición cultural cuando difunden la idea, con palabras tranquilas, diciendo que hay que “respetar a los que tienen otra religión” en realidad no piden respeto, sino ignorancia para que no sepan lo que hemos visto y oído, el nombre de Cristo que cambia la persona y el mundo si se cree en Él. Creen que es bueno ayudar a hacer pozos pero no hablar de Jesucristo.
Pero ¿Hemos visto y oído nosotros? Nos dice el Papa Francisco: Jesús quiere evangelizadores que anuncien la Buena Noticia no sólo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios. La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más (EG 259 y 264). En realidad lo más importante que Jesús pide si tienes fe es que seas su amigo. Es lo que Jesús hace con los discípulos, con quien le sigue, por eso muere en la cruz. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros
s visto y oído! os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer (Jn 15, 13-15). Muy distinto de la imagen de Dios que puede tener un musulmán, un hindú, un budista… Los pueblos de todo el orbe tienen derecho a conocer el mensaje de Dios en Jesús que es para todos, que les incumbe, que cambia la vida de las personas, que es una puerta abierta, aunque estrecha, para la salvación. ¿Cómo hablas tú de Jesucristo? ¿Cómo ayudas a que se hable de Él? Ahora tenemos la ocasión perfecta, el Domund. En todo el mundo la Iglesia recuerda que es misionera, que ha sido fundada por Cristo para eso, para llevar el Evangelio a todo el planeta. Podemos hablar de Jesús a cualquiera que no lo conozca, eso es amor, caridad cristiana. Pero también lo hacemos, como comunidad, pueblo… es decir Iglesia a través de los misioneros que lo hacen en todo el mundo, donde nadie sabe nada de ser cristiano y donde tienen
muchas ganas de conocer a Jesus, de ser bautizados y no hay quien les prepare y bautice. Pues tu ayuda es rezar por ellos; sostenerlos con nuestra plegaria; ayudar a que surjan vocaciones misioneras; a que quien reciba esta llamada tenga nuestro apoyo; y no menos importante, sostener la misión con nuestros bienes: un legado en el testamento, un donativo en la colecta o una suscripción a misiones, que es una ayuda que no se olvida y es constante. ¡El Domund es una fiesta porque llevamos una Buena Noticia al mundo, y es posible porque Dios lo sostiene y favorece; disfrútala y hazla disfrutar!
Arturo Javier García Delegado diocesano
FUNDACIÓN AD GENTES
El pasado día 14 de octubre nos contaba el Dr. D. Roberto Calvo Pérez a los que acudimos a la conferencia que, organizada por la Delegación Diocesana de Misiones y la Cátedra de Misionología, pronunció sobre “El Sínodo diocesano y la Misión”, que cada una de nuestras iglesias locales tiene como origen la Misión. Según la reseña histórica que publica el arzobispado en su guía, la llegada del Evangelio a nuestra tierra estaría vinculada a la predicación de los discípulos de San Pablo (quizá él mismo viniera, pero sería un hecho no probado), que fueron difundiendo el cristianismo en las ciudades más importantes ubicadas a lo largo de la Vía Augusta. No hay misioneros por tener Iglesia, por tanto, sino que tenemos Iglesia porque hay misioneros. La
La Iglesia nace y vive por la Misión Misión es, de este modo, condición de posibilidad de las iglesias locales: si no hay misiones, no hay iglesias. Pero también nos decía que la Misión es extensión del acontecimiento Pascua-Pentecostés. El ejemplo son los discípulos de Emaús que, ante la experiencia profunda de la Pascua, al reconocer a Jesús resucitado al partir el pan y comprender qué es lo que realmente ha sucedido, no siguen su camino reconfortados y felices (que ya hubiera estado bien: recordemos que salían de Jerusalén bastante hechos polvo, los pobres), sino que se dan la vuelta y corren a anunciar que el Maestro sigue con ellos. El encuentro personal con el Resucitado es la base de la misión.
La Misión nos entronca con la propia praxis de Jesús, que ya envió a sus discípulos de dos en dos a anunciar la Buena Nueva del Reino. Cuando se manifieste plenamente la Iglesia en Pentecostés (CIC 766767), ya contendrá en su seno esta dinámica misionera. La Misión se encuentra, tras Pentecostés, con una Iglesia a su servicio. O, dicho de otra manera, la misión de la Iglesia es la Misión, porque no existe para sí misma, sino para el Evangelio, para el mundo, para el Reino. Este último mes hemos tenido la suerte de poder estar un ratito (sería una media hora, no mucho más, pero son momentos cortos en su dimensión horizontal, pero profundos en la vertical) con uno de nuestros misioneros en el Vicariato de Requena, Fr. José Luis Coll, ya recuperado del covid-19. Entre cosas serias y menos serias, que es imposible estar mucho rato serio con gente alegre, comentábamos el hecho de su misión ad gentes, de su salida de Ontinyent para acabar en un rincón de la Amazonia. Yo me acordaba también de la Hna. Geni Lloris, de la Fraternidad del Verbum Dei, actualmente
por aquellas tierras. “Hace falta valor para hacer esos viajes, en esas condiciones, a esos sitios”, pensaba uno. Lo cierto es que hace falta valor, sin duda. Como me decía Fr. José Luis: “A ver si te crees que a mí me resulta cómodo”. Pero también hace falta Amor, el Amor que interpela, que te pone la vida del revés y te dice que tu sitio está junto al hermano lejano que aún no conoce ese Amor. En ese momento, la persona se transforma de viajero aventurero en misionero y Cristo se convierte en el único criterio válido. Son muchos los valencianos que, como ellos, han marchado a llevar la Buena Nueva a los lejanos: hacen mucho bien, al mundo y a la propia Iglesia. Somos más los que nos quedamos, pero ello no nos exime de participar en la Misión: podemos (y deberíamos) colaborar con la misión ad gentes con oración y nuestra ayuda… y somos directamente responsables, cada uno, de la misión inter gentes en nuestro aquí y ahora. Como decía S. Juan Pablo II, “la evangelización misionera constituye el primer servicio que la Iglesia puede prestar a cada hombre y a la humanidad entera en el mundo actual” (Redeptoris Missio, 2).
Juan López Fundación AdGentes
MISIÓN Y MEMORIA Maribel Sánchez, Hermana de la Consolación, ha estado en África varios años y en diferentes ocasiones, nos envía, algo que escribió cuando ejercía como médico en un hospital diocesano en Atakpamé (Togo), en un momento en que la situación política del país era muy delicada, allá por el año 1999.
“Estuve enfermo y vinisteis a verme” Mi enfermo africano, casi siempre niño, uno entre muchos de la familia. Vienes hirviendo, temblando, de los brazos de tu madre, que corre después de haber esperado demasiado ensayando hierbas que no han dado resultado. Llegas sin fuerza, llorando; a veces inconsciente, acabado. Te recibo con miedo de no salvarte. Te veo sin sonrisa, con tus ojos ansiosos, temerosos o inexpresivos.
Tú no puedes nada. Símbolo de mi querida nueva tierra: con muchos recursos mal explotados, mal gestionados, mal repartidos, que enferma cada día más. Mi niño enfermo: ¿Quién dará por ti lo suficiente para curarte? ¿Quién arriesgará después lo conveniente para bien educarte y ayudarte a crecer? ¡Qué regalo grande verte reír! ¡Qué inmensa sorpresa verte aparecer detrás de mi puerta, caminar por tus pies, corretear hacia mi mesa y responder: Ça va? Ça va très bien! Tú, Señor, eres el mejor médico. Sé que, a fin de cuentas, cada niño que se salva entre nuestras manos, Tú lo salvas.
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¿No es verdad que la vida es un don? Gracias, Señor, por la salud de mis niños enfermos.
El 7 de Febrero de 2020, cuando empezaba la pandemia, llegaba a España Maria Niederleytner, para ser operada del corazón. Todavía convaleciente, mejorando, nos dice que “lo que puedo contaros de qué he visto y oído en la Rep. Democrática del Congo en mis 50 años de misionera tardaría algunas horas en hacerlo, pero os cuento también ´lo que he aprendido´.”
Fortaleza, paciencia y alegría “Lo que más he admirado es la fortaleza de las mujeres, su incansable lucha por poder dar de comer a sus hijos. No olvido una mañana que estaba trabajando en el Dispensario de la Misión y desde la ventana vi a una mujer que llevaba en su muyendi (cesto en forma de cono hecho con caña y lianas) una gran carga de mandioca; se la veía sudando y agotada. Entonces salí corriendo y le dije : vas demasiado cargada, déjame que te ayude, ahora lo llevaré yo un rato” Hermana no podrás. Sí sí, respondí. Con gran paciencia puso su carga a mis espaldas, con gran ánimo empecé a andar pero apenas un metro y me caí y sobre mi toda la carga. Ni una palabra de queja salió de su boca. Una noche me fui con algunas mujeres de pesca, llevaban grandes muyendis, que introducían en el riachuelo que recorríamos contra corriente y los pececillos quedaban atrapados en el fondo, todas iban silenciosas menos yo que tropezaba, me caía y cada vez gritaba decían: “No grites Hna. que ahuyentas a los peces”. Terminada la pesca
nos fuimos a dormir y cual fue mi sorpresa cuando a la mañana siguiente cuando salía hacia el Dispensario vino un niño hacía mi y me entregó un plato llenos de pececillos a la vez que me decía: “Hna. esto es tu parte”. No sólo puedo contaros de su fortaleza, paciencia y compartir, sobre todo su alegría y su sentido de fiesta. Mucho es lo recibido y no puedo sino agradecer al Señor estos años pasados en África; agradecerle mi vocación misionera. Un abrazo, Mª Salud”
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UN RATITO CON
llamada para el mundo Mª Amparo Checa nos visitó el pasado mes de agosto a la espera de poder regresar a Argentina, donde actualmente se encuentra como responsable general de la Comunidad Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios. A sus 49 años, 26 de los cuales como misionera, conversamos con la misionera natural de Cheste. MªAmparo, ¿Cómo surge la vocación? Pues la primera vez que sentí algo fue en una peregrinación a Lourdes, a los 11 años. Le Cité de Saint Pierre, sus sencillas capillitas en el campo donde cada vez que llegaba sentía la presencia de Dios; y, sobre todo, el encuentro con tantos enfermos en la gruta de la Virgen, delante suya, sentí en el corazón una llamada a ayudar a la Virgen, a ser mediadora, como ella, entre Dios y los hombres. Para llevarlos ante Él. A la vuelta, cuando llegué a casa me puse a llorar y no sabía por qué. Para mi edad fue una experiencia muy honda, que me tocó profundamente el corazón. Volver a casa era como un retroceder atrás, a lo anterior, y ya no quería. En-
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tonces entré en el movimiento Juniors M.D., en mi parroquia de Cheste, donde tuve mucha suerte con los educadores y monitores, que me enseñaron a orar, empecé a ello. Y no he dejado de hacerlo hasta hoy. Siempre ha sido para mí el pilar junto con la Palabra de Dios. ¿Y cuál fue tu lazo con las misiones? A Cheste venían misioneros del Verbum Dei. Luego, a los 16, por medio de una misionera de mi pueblo, comencé a cartearme con un chico de Togo –todavía conservo las cartas-. Estudié bioquímica, tuve un novio durante 10 años y me gustaba la fiesta pero lo más importante para mí era Dios y su voluntad. En el momento que terminé la carrera, fue un tiempo de discernimiento y el Señor me interpeló muy fuerte. Por la muerte de un familiar comencé a preguntarme sobre la muerte, sobre el sufrimiento, la vida eterna y me pregunté “¿Qué quiero yo con mi vida?”. Me vino el pasaje en que Moisés, conmovido por el sufrimiento, escuchó la llamada de Dios a liberar a su pueblo. Así yo, viendo la realidad que me rodeaba, las
imágenes de África en la tele, escuchando las noticias, pude ir tocando lo que era el sufrimiento del mundo. El noviazgo se me quedó “pequeño” y sentía que mi corazón era para algo diferente. Y el día del funeral de este familiar, en un momento de oración fuerte, pude escuchar la llamada de Dios que me decía, “yo te necesito para el mundo”. Entonces sentí un gran gozo interno, mucho consuelo en el corazón, le respondí “yo soy para ti Señor, solamente”. Y ese sentimiento de pertenencia exclusiva a Dios me hizo muy feliz. Se ordenó mi vida. Había hecho los Cursillos de Cristiandad, convivencias con Verbum Dei, di clases gratuitamente a niños necesitados de mi pueblo... El día de Pentecostés del 95, le dije a mis padres que me iba de misionera, tuve la fuerza del Espíritu Santo para decirlo. ¡Y me fui! ¿Y dónde ha estado durante estos casi 26 años? Estuve en Barcelona y Madrid estudiando Teología. Luego marché tres años a Buenos Aires para luego pasar otros tantos en Guadalajara –de España-. Entonces volé a Togo para fundar allí y permanecí 10 años. Ahora son tres los años que llevo en Argentina, desde el momento de mi elección como responsable general de la Comunidad.
Es complicado, pero de todos esos años ¿Qué podrías contarnos? He conocido muchos lugares, culturas, y personas diferentes. He vivido muchas experiencias diferentes, y lo que me queda es el amor y la sabiduría que Dios me ha regalado en estos años. De todos estos años, el tiempo más fuerte de misión han sido los 10 años en Togo. El hecho de estar con hermanos de otra cultura tan distinta a la mía me ha enriquecido mucho; ha abierto mucho mi mente, mis criterios y lógicas. Dios fue transformando mi corazón pequeño a uno más universal. Este tiempo supuso para mí un nuevo nacimiento -una nueva lengua, gestos, valores…- que me ha humanizado. Ahora, cada vez que tengo que volver a visitar la comunidad, allí me siento en casa. Aunque, ya llevara años como misionera cuando llegué, para mí fue profundizar y reforzar lo que es ser misionera.
Lo más importante que he hecho en Togo y lo que más ha ayudado a la gente ha sido el vivir con ellos, como ellos, en las condiciones más parecidas de comida, vivienda… lo que se podría llamar la encarnación ahí. Lo más precioso es que tras 10 años un togolés te pueda ver como uno de ellos. Sabían que era una hermana religiosa, pero a la vez me veían como una hermana de verdad. Cuando te ven dormir en el suelo, pasas paludismo y enfermedades como ellos, hablas un poco su idioma, sufres el calor... Eso les evangeliza mucho, solamente por haber dejado nuestro país, nuestra familia y nuestras comodidades para estar con ellos y decirles que eres su hermana, gratuitamente. Eso habla de Dios que por acercarse se hizo como uno de nosotros. Esos gestos evangelizan más, incluso que las palabras. Se sienten que valoras lo que son, tienen y hacen. Es lo mejor que puedes hacer por ellos. Luego viene todo lo demás, las palabras y las obras sociales, que son gestos necesarios también. Además ¿Qué cosas concretas has hecho? En la medida que iba aprendiendo el francés fui catequista; coordinadora de la catequesis de Dapaong; junto con mis hermanas gestionamos una biblioteca y hogar de jóvenes diocesana, donde vienen los niños y jóvenes. Creamos el Movimiento de jóvenes de nuestra Comunidad, Jóvenes Servidores en Misión-JSM-, con quienes hacemos misiones populares por los pueblos y los formamos para ser misioneros ahí donde están. Vamos por
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las chozas visitando a la gente, hablándoles del Señor, invitándoles a las actividades que hacemos en las parroquias. Y ahora hemos hecho un gran proyecto de un centro misionero para la misión en Dapaong. Nuestra comunidad nació en Dapaong (norte del país) pero se ha extendido. Tenemos una segunda comunidad de hermanas en Lomé (el sur). También tenemos un grupo de jóvenes en formación misionera en Kara(centro). Este año tuve que ir a Lomé para ayudar a las hermanas que están allí porque tuvieron un accidente de tráfico grave y un joven que continúa en nuestro movimiento juvenil me dio las gracias porque fui su primera catequista hace 12 años en Dapaong, la primera que lo inició en la fe cuando ni su familia conocía a Cristo. Ahora está en la universidad. ¿Qué circunstancias encontráis allí para la evangelización? Cuando llegué en 2009, se celebró los 50 años de evangelización en Dapaong y hacían unos 100 años aproximadamente, en
Lomé. La presencia de la Iglesia es muy reciente y, aunque hay muchos desafíos, la Iglesia católica está en crecimiento; las iglesias están a rebosar, la gente no cabe en los templos; hay muchas vocaciones; muchos Bautismos… Si se tuviera más dinero se harían más parroquias. También hay muchas sectas, aunque predomina la religión tradicional. Un gran desafío es la evangelización a profundidad porque, aunque la gente se bautice, muchos también viven el sincretismo junto sus creencias. Quisimos este año acudir con algún grupo del programa #VeranoMisió, pero lo descartamos por la cercanía y peligrosidad de la frontera con Burkina Faso ¿Cuál es la situación? En Burkina Faso, país fronterizo con Togo, hoy en día la situación es muy difícil. Cuando llegué a Togo no había terrorismo en Burkina, aunque sí lo había en Nigeria, país muy cercano de Togo. Desde el 2019 que ocurrió el asesinato de nuestro hermano salesiano Fernando Hernández en Burkina se vive más tensión en Togo por el miedo a posibles atentados en el país, aunque no los ha habido hasta ahora. Desde el año pasado se aprecia la presencia de militares en las puertas de las Iglesias por si pudiera ocurrir un atentado. Las misioneras allí son héroes del Señor. Quedarse ahí supone amar mucho al pueblo, sentirlos familia, como de tu propia sangre, sentir
que no les puedes abandonar justo en los momentos más difíciles. Ver nuestros hermanos africanos en la tele es muy diferente a vivir y sufrir con ellos. Por ello, allí seguimos. Por último, hace tres años del nombramiento como responsable general de la congregación ¿Qué supuso en tu vida? Me supone ponerme cada día en las manos del Padre porque es una misión que me sobrepasa. Cada día aprendo algo nuevo, me siento como la vasija de barro que Dios está moldeando. Me ayuda mucho sentirme una creatura creada y amada por Él. Estos tres años me han dado una visión muy amplia de la Realidad porque estamos en 15 países. He estado en Corea, Japón, Argentina, países de Europa… le doy gracias a Dios porque me ha permitido ver su huella en cada cultura; tocar realidades muy de cerca de muchos lugares del mundo desde el corazón de cada pueblo; descubrir el corazón humano, fraterno, que todos tenemos dentro y ver a todo el mundo como hermano mío. Y ya no solo el verlo sino el “tocar” a las personas y “tocándolas” me ha permitido “tocarle” a Él. Le doy gracias por todo lo vivido, lo que he recibido y lo que he podido ofrecer porque esto último también viene de Él. Gracias.
DESDE EL SEMINARIO DE VALENCIA
Cristo en el amazonas La palabra Amazonas siempre evoca aventura y, si se le suma la palabra misión, se vuelve una oferta casi irresistible. Dios ha querido que mi primera experiencia misionera haya sido allí, en plena selva amazónica de Perú. Este verano he formado parte del grupo de ocho seminaristas que, junto con D. Arturo García, el delegado diocesano de Misiones, hemos viajado a América para vivir esta aventura. Lo hemos hecho en el Vicariato Apostólico de Requena, en el que apenas cuatro sacerdotes, bajo el cuidado pastoral del hermano Juan Oliver, su obispo, tienen la tarea de apacentar un rebaño de alrededor de 150.000 habitantes dispersos en pueblos y ciudades a orillas del río Ucayali. Al pueblo de Jenaro Herrera se accede por el embarcadero, una plataforma de metal por la que se llega a las escaleras excavadas en una ladera de barro de unos diez metros, que lleva al nivel de la calle. Nos recibió la hermana Stella, de Kenia, quien ha vivido en España ya desde que era novicia de las Terciarias Franciscanas del Rebaño de María y, desde hace trece años, tiene su hogar en este pueblo de la selva peruana. En la misión franciscana nos esperaba la otra hermana, Pilar, de Cá-
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diz, que lleva alrededor de treinta años en Jenaro Herrera. Junto con Stella, son las dos religiosas de la misión. Pared con pared está la casa del padre Antonio, sacerdote franciscano, de Valencia, que atiende la parroquia de San José y que, cuando llegamos, estaba pasando unos días de descanso en España. El templo tiene a la izquierda una escuelita para dar clase de repaso a los niños, que también se usa como comedor, y a la derecha, la casa del padre y la de las hermanas. En este pueblo de seis mil habitantes he pasado cuarenta días junto con Nacho Benavent y Bernat Alcayde, otros dos seminaristas, y D. Arturo. La experiencia misionera me ha impactado en muchos sentidos.
En primer lugar, me impresionó acercarme a la pobreza de una forma tan directa. Por ejemplo, las casas tienen el suelo de tierra y las paredes de tablones de madera, y el agua se saca de los pozos excavados en la zona trasera. Junto con la pobreza material, pude comprobar la humana. Con las visitas habituales a los enfermos para que se confesaran, recibieran la unción de los enfermos y la comunión, vi la precariedad de muchos ancianos, a veces solos y desnutridos. También los niños: descalzos, con los dientes picados por falta de calcio, jugando todo el día en las calles de tierra y barro, entre perros y gallinas. El comedor que llevan las hermanas da una comida al día a casi doscientos niños y reparte una bolsa al mes con alimentos básicos a un numeroso grupo de ancianos. Por las tardes pudimos jugar con los niños y adolescentes al fútbol, cantar con ellos con la guitarra y tener momentos de oración juntos. Ver la necesidad de atención y cariño que tenían me ha ayudado a salir de mí mismo, a no quejarme por las incomodidades materiales y a poner mi tiempo y mis energías a su servicio.
También tuvimos una convivencia sobre la confesión con cuarenta jóvenes y estuvimos con ellos tres tardes adorando al Santísimo. Han sido momentos en los que ha crecido mi vocación de ser instrumento para acercar a los demás a Jesús. La alegría de sus caras tras confesarse o descansar el corazón ante la Eucaristía compensaba con creces cualquier dificultad. Nunca había estado de misión, y esta experiencia me ha descubierto una faceta para mí nueva de vivir la fe. A veces pensaba: ¿Tiene sentido venir a estas aldeas perdidas en medio de la selva? Y me daba cuenta de que solo quien ha experimentado la sed que Jesucristo tiene de cada uno de nosotros, y la necesidad que tenemos de Él, puede dar su vida en cualquier lugar para que unos pocos lo conozcan y experimenten su amor. Solo desde el amor se comprende la misión. Pido al Señor que estos días en Perú hagan crecer en mí la vocación a llevar su amor a todos, a ponerme al servicio de la evangelización allí donde la Iglesia lo necesite.
David Sanchis Cano
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MISIONEWS
Seminaristas misioneros
Los seminaristas de nuestra Diócesis que este verano viajaron al Vicariato Apostólico de Requena, en Perú, conocieron la labor de las Franciscanas del Rebaño de María en con un comedor infantil en Jenaro Herrera, en plena selva amazónica, donde atienden cada día a cerca de 200 niños desnutridos. Ahora piden ayuda ante la falta de recursos y medios para seguir adelante. En Jenaro Herrera también tienen escuelas para la formación de los niños y talleres de carpintería y costura. El proyecto ha sido presentado a la Fundación Ad Gentes del Arzobispado de Valencia para recabar ayudas.
Nuevo curso de evangelización misionera La Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia, por medio de su Cátedra de Misionología, en colaboración con la Delegación Diocesana de Misiones y Cooperación con las Iglesias y las Obras Misionales Pontificias, ofrece un Curso de Evangelización Misionera que se inscribe dentro del servicio que la Facultad de Teología presta a la causa misionera, el mayor desafío que tiene la Iglesia. Asimismo, en el marco del Sínodo celebrado recientemente en nuestra diócesis, este curso pretende establecer y ofrecer medios para desarrollar y acompañar una misión diocesana. El objetivo del curso es, por tanto, suscitar la vocación misionera y promover la formación en la evangelización misionera reconociendo que la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia (EG 15). Este curso está destinado a agentes de pastoral que, de un modo u otro, están interesados en la acción evangelizadora (ya sea caritativa, catequética o litúrgica, tomando como paradigma la salida misionera), así como para quienes participan en grupos de animación misionera o aquellos que tienen intención de realizar alguna experiencia de misión cristiana. Pero también está destinado a todo bautizado que se toma en serio su vocación de discípulo misionero (cf. EG 120) y a toda persona de buena voluntad que quiera conocer la acción misionera y evangelizadora de la Iglesia. El curso, impartido los miércoles con tres clases por día (de 18:00 a 20:25), constará de dos partes. Una primera que irá desde el próximo día 12 de enero de 2022 hasta el mes de mayo, y una segunda parte que comprende desde el mes de octubre al mes de diciembre de ese mismo año. Ya se puede solicitar información e inscribirse en 963 155 800 o facultad.teologia@teologiavalencia.es
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Encuentro Interdiocesano de Misiones
El pasado 27 y 28 de septiembre, las tres Diócesis levantinas (según la división pastoral que articula en España la labor de las OMP), vieron en Cullera las XXI Jornada de Animación y Reflexión Misionera. El encuentro misionero contó con la participación de más de sesenta personas a lo largo del fin de semana. Además, nos acompañó el Obispo Auxiliar de Valencia, Mons. Javier Salinas y el director nacional de OMP, D. José María Calderón. Y, entre los ponentes, contamos con las intervenciones de Mª Amparo Checa, Responsable General de los Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios, los delegados de misiones de Alicante y Valencia, así como los testimonio de los seminaristas de nuestra Diócesis y de varias jóvenes que vivieron este mismo verano experiencias de verano misionero. Con momento de oración, talleres, celebraciones eucarísticas... disfrutamos de unas jornadas por y para la Misión, cuyos frutos esperemos sean abundan-
Una gran misión popular En la realidad de nuestra diócesis, a comienzo de este curso, en sólo unas semanas, el Arzobispo promulgará las conclusiones del Sínodo Diocesano, para impulsar una Iglesia evangelizada y evangelizadora. Después de años trabajando en los Itinerarios diocesanos de Renovación, de Formación y de Evangelización, que culminaron en la asamblea general del Sínodo Diocesano el pasado mes de mayo, todo ello se va a concretar ahora, entre otras cosas, en la convocatoria de “una gran misión popular en todas las parroquias y en todas comunidades de vida cristiana y a todos los niveles”. Objetivo esencial: “volver a Dios, anunciar a Dios y llamar a la conversión”, algo para lo que el cardenal Cañizares pide “colaboración a todos”. Y esto “va a ser para mí, junto con el Congreso de Laicos, la gran acción inicial del Sínodo Diocesano. Una gran misión al estilo clásico, una misión popular, que espero que todos acojáis con mucho ánimo y mucha esperanza. Yo también la tengo más que en ninguna otra acción. Además también es lo que Dios me pide y nos pide a todos”, aseguró el Arzobispo. En este mismo mensaje, el cardenal advertía “es verdad que no podemos olvidar la pandemia del Covid y sus consecuencias, pero tampoco las tragedias de Haití, en Afganistán y en Cuba y en tantísimos países latinoamericanos con esa invasión del comunismo que debiera hacernos pensar”.
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PARA PENSAR Y REZAR
“Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga” Mc 8, 34b
JÓVENES & MISIÓN
“CON LA FE EN LA PROVIDENCIA”
En mi primera experiencia misionera allá por el año 2013 aprendí la canción “Un amor a recorrer” de Brotes de Olivo. La primera vez que la escuché fue en el encuentro de preparación para la misión que tuvimos en la Pascua de ese año en Orgaz, con las misioneras claretianas. Desde entonces esa estrofa ha resonado en mi cabeza infinidad de veces. No sabía por qué. Pero este verano lo descubrí. Descubrí qué es eso de la fe en la providencia y descubrí que a través de esa canción hacía ya mucho tiempo que el Señor había puesto en mi corazón el deseo de vivir así. Hasta hace poco la providencia para mí era un término que me hacía cierta gracia. No me lo acababa de creer del todo o mejor dicho, no lo acababa de entender. Para mí, controladora nata, era un concepto un tanto incomprensible. Buscando un material a final de curso para mis clases llegó a mis manos un vídeo de Olatz de Blessings que hablaba de lo que era vivir entregándose a la providencia. Me fascinó su manera de explicarlo y de vivirlo. Me cautivó tanto que empecé a rezar para pedirle al Señor que yo también quería vivir así. Entregarse a la providencia es la única manera de ser libre. Y yo quería ser libre. Con ese deseo hice las maletas para vivir mi octava experiencia de Verano Misión. Iba a ser mi cuarta vez en Mozambique. Estaba feliz. Después de dos años volvía a salir a la misión y volvía a mi Mozambique del alma. Pero esa ilusión se desmoronó pronto.
La huelga de los aeropuertos portugueses nos hizo perder nuestro vuelo a Maputo y nos dejó tres días atrapadas en Lisboa. Me frustré, me enfadé, me desquicié y me desilusioné. Fueron tres días de largas colas, de mil gestiones, de poquísima información y de mucha incertidumbre. Me acompañaban María y Sonsoles, dos jóvenes que iban a vivir su primera experiencia misionera y su primera vez en África. Al contrario que yo, ellas no perdieron la esperanza. Repetían una y otra vez que teníamos que confiar y que todo iba a salir bien. Yo me compadecía de ellas y pensaba: son demasiado jóvenes, no tienen ni idea. Pero tenían mucha idea. Al día siguiente de haber perdido el vuelo, cuando me desperté lo entendí todo. Dios me había dado lo que yo le había estado pidiendo desde hacía tiempo. Me había dado la oportunidad de entregarme a la providencia. Me había dado lo que yo le había pedido y lo que yo había
hecho había sido enfadarme. Pensé en cuántas veces Dios me habría dado cosas que había pedido y no me había enterado. Así que esta vez no estaba dispuesta a dejar pasar esta oportunidad y decidí no oponer resistencia. “Que sea lo que Dios quiera, nunca mejor dicho” pensé. En esos tres días además de conocer un poco la ciudad de Lisboa, la mayor parte del tiempo la pasamos en el aeropuerto. En las largas colas que tuvimos que hacer y en las horas muertas que pasamos en la cafetería hablamos muchísimo. Nos contamos anécdotas, batallitas, historias familiares y casi casi nuestra vida entera. Después de tres días se había creado un vínculo familiar entre nosotras muy especial. Y eso es lo que hizo que nuestra experiencia misionera fuera tan especial. Estoy segura de que sin esos tres días que vivimos en Lisboa nada habría sido igual. Con la lección aprendida, una mini familia construida y la confianza en la providencia llegamos por fin a Mozambique. Allí me encontré una vez más con los tópicos africanos que tanto me fascinan y me enamoran. La hospitalidad, la alegría, la sencillez, las danzas, los bailes, la naturaleza… Pero no os voy a hablar de todo eso que seguro que conocéis muy bien. En Mozambique este verano además me reencontré con esa Iglesia que es Evangelio. Las Hijas de la Caridad, con las que nos alojamos y trabajamos y que son familia para mí, hacen vivo el Evangelio a todas horas. Pero no sólo con su trabajo y su entrega, sino también con su acogida. Con esa capacidad de transformar su casa en nuestra casa. Con esa capacidad de hacernos sentir parte de la comunidad, de ser unos más. Pero no sólo ellas. Ocurre lo mismo con cualquier comunidad religiosa que visites allí.
Este año visitamos a las Hermanas Pilarinas en Nacala y a las Hermanas Concepcionistas en Nacuxa. Y siempre se repite el mismo patrón. El de invitarte a sentarte a su mesa. Siempre hay una invitación a sentarse a compartir, a compartir palabras y alimentos. Esas acogidas me recordaban a los pasajes del Evangelio en los que Jesús se sentaba continuamente a la mesa allá donde iba. Aquellas religiosas nos recibían como si fuéramos el mismo Jesús. Aquello me removió el alma. Los últimos días de nuestra experiencia misionera los pasamos en la capital del país, en Maputo, para hacer algunos trámites burocráticos para poder regresar a España. Allí nos alojamos en la casa general de la Hijas de la Caridad. La zona de la casa en la que nos alojamos se llama Betania. ¡Qué providencial! Aquellas hermanas nos cuidaron y nos acogieron como Marta, María y Lázaro acogían a Jesús en sus visitas. Mozambique este verano me regaló la experiencia de encontrarme con el Evangelio en vivo. Y además, me regaló esperanza. Compartir la misión con María y Sonsoles fue toda una lección. A pesar de su juventud y de la complicada situación que vive Mozambique, ellas no perdieron nunca la sonrisa. Se adaptaron a todo, se enfrentaron a sus miedos y actuaron con el corazón siempre. Yo que trabajo con jóvenes sé que en muchos de ellos hay esperanza. Pero verlas a ellas fuera de su zona de confort y viviendo la misión de una forma tan auténtica me hizo reafirmarme en mi vocación docente. Gracias Señor por ponerlas en mi camino; por contagiarme su alegría y su asombro. Gracias por redescubrirme mi vocación. Gracias por hacerme en la misión una vez más… ESCANDALOSAMENTE FELIZ y por hacerme por fin…LIBRE.
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CARTAS DESDE LA MISIÓN
La despedida de mi hermano José Luis Permítanme que con esta nota responda a cada una de las personas que con su cariño y oración me ha acompañado en la despedida de mi hermano José Luis. El 12 de julio, en una breve reunión (vía Skype) que tuvimos los tres hermanos sobre un tema familiar, vi a José Luis muy demacrado y, al final, nos contó que se sentía muy mal. Pensé que esa podría ser la última reunión que tendríamos los tres hermanos. Me quedé llorando y haciendo oración. Pocos días después lo trajeron a Santiago, al Hospital de la Universidad Católica. Me avisaron que no fuese a verlo porque, según las normas de la pandemia, no me dejarían pasar. En esta situación le escribí una nota. Era en la fiesta de la Virgen del Carmen: Querido José Luis: Desde nuestra breve conversación por Skype del pasado lunes 12 hasta hoy viernes 16, día de la Virgen del Carmen, no sé si te he estado acompañando o eras tú el que me acompañaba. Lo que sí sé es que nunca te he sentido tan presente, tan dentro de mí y, al mismo tiempo, con tan profundo agradecimiento mutuo lleno de paz y pensando lo mismo, ya que aunque no sabemos cuáles son los planes del Señor, lo que sí sabemos es que si Él te llama, tú de inmediato le dirás “Aquí estoy, Señor” y feliz te irás con Él y te encontrarás con nuestros queridos padres, hermanos, abuelos, tías y tíos tan queridos y, en ese abrazo, junto con todos, rogarás para que los que quedamos aquí consigamos esa misma unidad en las entrañas de Dios. Por mi parte,
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si me voy antes que tú, así lo haré; y si en los planes de Dios está que los dos nos quedemos por más tiempo en este lado, Él mismo nos ayudará para seguir construyendo la comunidad del Reino que solamente se construye con Amor, saliendo de las esclavitudes que dificultan la conquista de la gran libertad de los hijos de Dios. AMEN --- Juan Luis Después de unos días con atento estudio de cardiólogos y nefrólogos, José Luis regresó a Chillán, a su Hogar Sacerdotal, con tratamientos paliativos. Pude comprobar la admirable atención y afecto con que fue continuamente cuidado por parte de los sacerdotes del Hogar, la familia Zarzar y las demás personas. El día 11 de agosto, dos Hermanas de la Comunidad Religiosa donde resido me llevaron a Chillán. Tanto José Luis como yo estábamos muy conscientes de que, según lo humanamente predecible, no nos volveríamos a ver hasta que nos encontremos en el cielo. Y, a pesar de la dolorosa situación física, fue un momento muy agradable, recordando personas y tiempos pasados de forma muy entretenida. La verdad es que, mirando la vida al final del recorri-
do, todo se ve con una dimensión nueva que, además, nos hacía sentir con fuerza nuestra comunión fraterna. Al terminar me pidió la bendición, en nuestro último abrazo, y, al dársela, me brotó de forma espontánea, la primera estrofa del salmo 133 (132): “¡Qué precioso y qué bello es vivir los hermanos unidos!” Así me despedí, dando gracias a Dios, desde lo más profundo de mi corazón. Poquitos días después, a los cuarenta minutos de haber comenzado el Día de la Asunción de la Virgen María se fue con ella al Cielo. De inmediato, el Obispo de Chillán llamó para que me dieran la noticia. ¡Cuánto le agradezco su cordial premura! Al día siguiente, al final de la Misa, aunque estaba llorando dije unas palabras, recordando que con la muerte no termina la vida, sino que se transforma y, desde ese nuevo estado, José Luis nos está viendo con los ojos de Dios. Así está más cerca de cada uno ahora, que cuando vivía entre nosotros. Y lo importante es que cada uno llevemos adelante el mensaje en el que él insistía por todas partes, sobre la necesidad de esforzarnos para alcanzar la libertad de los hijos de Dios. Es la libertad de quienes saben compartir le vida creando la convivencia fraterna y solidaria. Se trata de compartir con los demás, no de acumular en beneficio propio. Si cumplimos la tarea
a la que nos llama José Luis, repitiendo el mensaje apostólico, estaremos haciendo un aporte para dar sentido a la vida de modo que sea cada día más humana. A medida que vamos superando nuestros egoísmos que nos esclavizan, nos vamos haciendo libres para amar. No hemos de contentarnos con hacer recuerdos de José Luis solamente, es necesario cumplir la tarea. Cada uno puede examinar su corazón para ver hasta dónde cultivó la semilla recibida y desde ahí seguir la tarea. A medida en que nos vamos liberando de las esclavitudes que nos oprimen nos vamos haciendo liberadores. Nos necesitamos todos mutuamente en esta labor. ¡Ayúdanos, José Luis! Ahora que estás en las entrañas de Dios, que es AMOR. Necesitamos llegar a ser libres para amar. Me daba pena no poder compartir con quienes se acercaban a saludarme. Puedo decirles que me emocionaban las frases o palabras con las que me recordaban antiguas vivencias. Ya hace casi 50 años que salí de Chillán y no me imaginaba que se acordaban de mí. Muchas, muchas gracias. En verdad, somos todos hermanos. ¡¡SOMOS HIJOS DE DIOS!!
+ Juan Luis Ysern
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