VALENCIA
Número 134 Abril 2017
MISIONERA
Educación Universal La Fundación AdGentes trabaja por la igualdad en educación
Hambre y sed: Etiopía Recogemos el impactante testimonio del Padre Christoper
Diácono y misionero El valenciano Rafa Alventosa es ordenado diácono en Ecuador
Edita: Secretariado Diocesano de Misiones. misiones-valencia@omp.es C/ Avellanas 22-4 46003 Valencia 96 392 24 12 Coeditores: Arzobispado de Valencia Director: Arturo Javier García Colaboran en este número:
Portada: Ángel de la Victoria Misionero Javeriano en Chad
Delegación de Misiones Valencia @valenciamision misionesvalencia.blogspot.com.es
VALENCIA
Juan Sanchís Revista Misioneros Juan López Miguel Hernández AVAN César Buendía
MISIONERA
Secretariado Diocesano de Valencia
En esta misión encontrarás... Editorial: No pierdas tu regalo personal de Pascua
4 El Delegado de Misiones de Valencia nos da las pistas para vivir una verdadera Pascua gozosa
La urgencia de la justicia social
6 Recogemos el editorial de la Revista Misioneros del mes de
Marzo. El mundo: Un lugar más peligroso
Miguel Hernández: Enviado de nuevo a Chile El sacerdote misionero Miguel Hernández nos escribe desde su nueva misión en el país latinoamericano
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La Iglesia siempre apuesta por la educación universal
10 Repasamos el trabajo que realiza la congregación de Pureza
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de María en la República Democrática del Congo
Don José Gea: Misionero El pasado mes de Marzo nos dejaba Monseñor Gea. Repasa mos sus años de servicio con el misionero César Buendía Llamada desesperada desde Etiopía
16 El misionero Christopher Hurtley nos cuenta la situación
insostenible que se vive en el país africano
Valencia sigue apoyando a Ecuador tras el terremoto El misionero valenciano Rubén Cortell nos cuenta como ha ayu- dado nuestra diócesis a los damnificados
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Campamento Misionero La Delegación de Misiones celebra por XVIII edición el 21 campamento de Infancia Misionera Rafa Alventosa: Misionero y Diácono valenciano En Ecuador, ha sido ordenado diácono el valenciano Rafael Alven- tosa. De Valencia para el mundo
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No pierdas tu regalo personal de Pascua
Cuando una madre despide a su hijo que va a la guerra o a una misión en un país en conflicto, ni un día, ni un momento lo olvida, y si tiene fe rezará por él y seguro que incrementa su relación con Dios con ese motivo. Eso mismo espera un misionero cuando se enfrenta cada mañana a las dificultades de su misión, siempre difícil, en la frontera de lo imposible, y en las consolaciones, alegrías que son difíciles de vivir sin compartir, de su madre la Iglesia espera el apoyo, sin el que no se puede luchar. La cuaresma es también un tiempo de abrir los ojos y ver lo trascendente, rezar, ofrecer limosna y ayunar, sacrificarse todo desde el sentido de la acción de Dios en el mundo, del Espíritu Santo que sostiene, empuja, alimenta la Iglesia y nosotros le damos espacio en nuestra vida para que sea Dios quien haga crecer su Reino por nosotros y entre nosotros. La Pascua es el tiempo Bautismal, el tiempo de la Misión, del fin de la Misión que no es otro que lo que Jesús da como tarea a los apóstoles: “ id al mundo entero anunciad el evangelio y a los que crean bautizadlos…”
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Tengamos presentes a los misioneros al pedir al Señor un regalo para al Pascua, Cristo derrama sus gracias en el tiempo Pascual, ya está cerca y creo que sería bueno que le pidamos un regalo por Pascua, para nosotros, algo que necesitemos para nuestro crecimiento como Cristianos, la gracia que nos parezca mejor y pidamos también para los misioneros, para la Iglesia entera. Dios Padre es dispensador de gracias, que pongamos fe en El, en el tiempo extraordinario de Pascua y anhelemos con ilusión la llegada de la Semana Santa, para que revivir la Pasión, muerte y resurrección de Cristo, conduzca a revivir todas las gracias que cada día recibimos por esos mérito, y aplicarlo en especial a la Iglesia universal por estos hijos suyos que están en la vanguardia de la evangelización, los misioneros. ¡Qué sean muchos más los catecúmenos que esta Pascua reciban por el Bautismo la gracia de la Pascua y pasen a ser Hijos de Dios en Cristo por el Espíritu Santo! Arturo Javier García Delegado Diocesano de Misiones
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Obras Misionales Pontificias edita cada mes la revista MISIONEROS. En esta ocasión, queremos hacernos eco de un artículo aparecido en la edición del mes de Marzo de 2017. Si te gusta este editorial, puedes suscribirte a la revista MISIONEROS en la web www.revistamisioneros.es
LA URGENCIA DE LA JUSTICIA SOCIAL El pasado 20 de febrero se ha celebrado el Día Mundial de la Justicia Social, bajo el lema “Prevenir el conflicto y sostener la paz a través de un trabajo digno”. Una jornada que se antoja más que oportuna, en un momento en que se está imponiendo en el mundo un modelo político, económico y social que idolatra el dinero y las leyes del mercado, y promulga el individualismo frente a la solidaridad; que niega la equidad en beneficio de una desigualdad galopante, la cual llega a ser abismal y vergonzosa; que no ve o que silencia el abuso, pisoteando cada vez más el espíritu de justicia. Lo ha expresado el papa Francisco con palabras duras y claras, sin paños calientes. Ha hablado de la crisis de un paradigma imperante “que causa enormes sufrimientos a la familia humana”, “que ataca al mismo tiempo la dignidad de las personas y nuestra Casa Común”; todo ello, con la intención de “sostener la tiranía invisible del dinero, que solo garantiza los privilegios de unos pocos”. El Pontífice ha llegado a calificar esta situación de “una estafa moral que, tarde o temprano, queda al descubierto”. Añade que, por mucho que los beneficiados de esta situación la quieran ocultar o negar –al igual que hacen con las consecuencias del calentamiento global–, “el desempleo es real, la violencia es real, la corrupción es real, la crisis de identidad es real, el vaciamiento de las democracias es real”. Y advierte de que la “gangrena de un sistema no se puede maquillar eternamente, porque tarde o temprano el hedor se siente”. Entre tanto, en el llamado mundo desarrollado, y en el no tan desarrollado, se registra un preocupante repunte –por no decir auge– de propuestas y líderes que se encastillan en justificar un ais-
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lamiento a ultranza, en denostar a ciertos colectivos por su nacionalidad o confesión religiosa, en defender identidades nacionalistas excluyentes, en usar sin pudor el discurso del odio y del beneficio propio e insolidario. En consecuencia, entre otros efectos, se ha registrado, como denuncia Amnistía Internacional, un gran retroceso en el terreno de los derechos humanos. Estamos convirtiendo el mundo en un lugar más peligroso. Hemos olvidado, como hace notar Francisco, que “sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión”. Lo decía con otras palabras un obispo indio: “Cuando son pocos los que comen la mayor parte de la tarta, mientras que al resto se le deja solo una pequeña porción, en ese momento se crean los márgenes para hacer que brote la violencia en las calles”. Para avanzar en el terreno de la justicia social, en el de la paz, hay que buscar cómo remover las barreras que separan a los pueblos y acabar con las divisiones de sexo, edad o raza; de pertenencia étnica, religiosa o cultural; de tipo económico o de discapacidad. No podemos caer en la indiferencia, en la pasividad o, lo que es peor, en la complicidad ante todo este mal. Es un deber practicar la justicia, y una vergüenza –llena de mentira– el encubrir tanto abuso y atropello achacando la violencia que esta injusticia genera a los pobres. La respuesta es urgente; la responsabilidad, grave: “Algunas realidades del mundo presente –señala el Papa–, si no son bien resueltas, pueden desencadenar procesos de deshumanización” que serán difíciles de revertir. Editorial Revista Misioneros Marzo 2017
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Miguel Hernández:
Enviado de nuevo a Chile Cuántas veces hemos escuchado eso de “ el misionero es misionero para toda la vida”...Pues el sacerdote valenciano Miguel Hernández es prueba de ello. Pasó un largo periodo en Chile, y tras 22 años en Valencia, ha decidido retornar a su querido Copiapó.
Estimados amigos de Valencia misionera: Aprovecho para comunicarme brevemente con todos vosotros desde mi llegada a Chile y dar las gracias por la generosidad de nuestra Diócesis de Valencia hacia la misión. El viaje fue tranquilo como siempre –son casi catorce horas de avión desde Madrid a Santiago de Chile más tres horas de espera en Madrid hasta el vuelo a Santiago. También hay que contabilizar el tiempo que se tarda desde Valencia a Madrid más la espera al otro vuelo para embarcar hacia Chile. Desde la llegada a Santiago de Chile, hasta la ciudad de la Serena, donde un compañero sacerdote chileno me espera, por encargo del Obispo y por la amistad que nos une, para llevarme a Vallenar en su camioneta,. Contabilizo más de treinta horas de viajes. Aprovecho para descansar unas horas en la Hermanas de la Compañía de María. El compañero que me recibe aprovecha para descansar unos días en La Serena y yo le acompaño . Ya en la diócesis de Copiapó el dia 20 viajaremos al Mineral el Salvador, en camioneta, para despedir a Pilar Palau , Obrera de la Cruz, nacida en Bétera y que regresa a otro lugar de misión después de muchos años trabajando como misionera en la Diócesis de Copiapó. Admirable el trabajo que las Obreras de la Cruz han hecho en aquel lugar tan apartado casi ya en la cordillera. Acompañaremos a Pilar todo el presbiterio para despedirle. Nos juntamos Juan Pedro, Antonio Vargas, Enrique Sarneguet y yo - todos los valenciano que en estos momentos estamos colaborando en la Diócesis. Serán cinco horas de ida y cinco de vuelta y así nos reunimos para compartir esos recorridos juntos. Allí el Obispo me entregará el nombramiento de la parroquia a la que voy a servir en la ciudad de Copiapó . Una extensa parroquia cercana a la parroquia de Juan Pedro y también a la de Antonio Vargas. Enrique Sarneguet queda en el Valle sur, en el Puerto de Huasco. De momento no puedo contar nada más. Me encuentro perfectamente descansado del viaje y en proceso de adaptación.
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Aquí empieza ahora el otoño. Aunque hay pocas hojas que caigan al suelo. Como sabéis estamos en pleno desierto de Atacama en el cual, salvo en la ciudad, la vegetación brilla por su ausencia. Florece el desierto cada vez que llueve en los meses de julio-agosto - que aquí es invierno - y lo suele hacer e cada cinco seis años aunque ahora como en todos los lugares va cambiando la climatología. De momento eso sería todo lo que os puedo compartir. Estoy contento de encontrarme con gente muy querida aunque estaré en otra ciudad distinta a la que estuve la primera vez ya hace más de veinte años atrás… tengo que empezar de nuevo a todos los niveles. El Chile que dejé, hace más de veinte años, tiene muy poco que ver con el Chile de hoy. Ojalá y pronto pueda ponerme al día en esta cultura distinta a la nuestra y tan cambiada por el paso del tiempo, también a nivel religioso. De todas formas vengo con la misma ilusión que la primera vez y con ganas de servir a la gente en el ministerio sacerdotal. Pedid para que el Señor haga surgir vocaciones misioneras. Un saludo a todos.
Miguel Hernández Rueda Misionero Valenciano en Copiapó (Chile)
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La Iglesia siempre apuesta por la educación universal Dentro de la vida de la Iglesia tiene una gran importancia el servicio que presta al progreso espiritual y material a través de la educación. No puede ser de otra manera, ya que la Iglesia es defensora del derecho universal a la educación, puesto que “todos los hombres, de cualquier raza, condición y edad, en cuanto participantes de la dignidad de la persona, tienen el derecho inalienable de una educación que responda al propio fin, al propio carácter”, entendiendo que “la verdadera educación se propone la formación de la persona humana en orden a su fin último y al bien de las varias sociedades de las que el hombre es miembro y de cuyas responsabilidades deberá tomar parte una vez llegado a la madurez” (cfr. Declaración Gravissimum educationis, 1). Una de las muchas presencias educativas de la Iglesia en misión es la escuela Mikuba que las religiosas de la Congregación Pureza de María dirigen en Kanzenze, en la República Democrática del Congo. Kanzenze está en la provincia de Katanga, la provincia con mayores tasas de analfabetismo que, en las zonas rurales, alcanza hasta al 90% de las niñas. Por otro lado, de cada 100 niñas que comienzan
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la primaria, sólo unas 16 terminan el ciclo completo, de las que muy pocas pasan a secundaria. Los motivos de este abandono escolar tan elevado son muy variados, incluyendo el tener que encargarse de las tareas del hogar, del cuidado de los hermanos, el casarse (los matrimonios precoces y convenidos son bastante usuales), el quedarse embarazadas o el ser violadas (la República Democrática del Congo es el país con el índice de violaciones más alto del mundo). Además, conviene tener en cuenta que la falta de estudios es una de las causas directas de la violencia de género, con índices altísimos en el poblado y alrededores. Sin una apuesta firme por la educación de las niñas, la mujer no puede ocupar su puesto en la sociedad. En la escuela Mikuba estudian hoy 545 niñas de primaria y cuenta también con una Escuela Maternal mixta, lo que constituye una gran contribución para la formación de la mujer en el poblado de Kazenze y alrededores. La escuela fue creada en 1936 por las Hermanas de María de Pittem, de origen belga, con el nombre de “Santa María”. El nombre se cambió en 1971 con motivo de la zairización, pasando a llamarse “Mikuba”, que en la lengua local sanga significa “cobre”, puesto que el cobre es un recurso abundante en la zona, pasando a estar dirigida por laicos. La Congregación Pureza de María asumió la dirección de la escuela en 2013, respondiendo a una solicitud de la Diócesis de Kolwezi. Al llegar a la escuela, se encontraron con una situación de gran deterioro en lo tocante a las instalaciones, material y programa pedagógico. Las religiosas prepararon un proyecto de reforma y adecuación de la escuela por un valor total de casi 300.000 dólares. Buscando ayudas, consiguieron a través de Manos Unidas financiar el 70% de los gastos, aportando de forma local un 16% a través de la Asociación de Madres y Padres de Alumnas de la Escuela, de donativos particulares y de fondos de solidaridad. La contribución que en su momento destinó el Patronato de la Fundación Ad Gentes, según nos solicitaron desde la propia escuela, se utilizó para habilitar un local que hiciera las veces de sala de profesores. Juan López Fundación Ad Gentes
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DON JOSÉ GEA: MISIONERO El pasado 6 de Febrero nos dejaba Don José Gea. Natural de Gandía (Valencia), fue obispo emérito de Mondoñedo- Ferrol. Pero además, fue misionero en la diócesis de Carabayllo, Perú.
Don José fue siempre misionero. Misionero es el que, al modo de Abrahán, siente de Dios que debe salir de su tierra natal, a la que ama, para buscar su verdadera patria, es decir, el lugar al que Dios le envía, la misión a la que Dios le llama. Sin el Señor y la relación con Él no es posible comprender al misionero. El camino incierto, la lengua extraña, el futuro desconocido, el peligro posible o las dificultades que le esperan, no sólo no le acobardan, sino que son expresión y parte de su propia entrega, de la verdad de la llamada y de la autenticidad de la respuesta. El misionero cumple a cabalidad el seguimiento de Cristo, pues ha ido a buscar a la oveja perdida, y así, a sí mismo se ha dado por perdido. “Todo lo doy por perdido excepto el conocimiento de Cristo Jesús. Por Él lo perdí todo” (Flp 3,8).
Don José, en el centro de la imagen, en la selva peruana.
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En realidad, desde que venimos al mundo, la vida consiste en seguir a Cristo por ese camino en el que nadie es extraño, y, sin embargo, todos los somos de algún modo. Venimos porque Él nos llamó a la vida. Y, como Él es nuestro pastor, nada tememos, por oscuras que sean las cañadas de la vida, y peligros haya en el camino. Podemos poseer muchas cosas, regalo del amor del pastor. Pero ninguna de ellas nos debe poseer. Porque lo único que conservaremos será ese amor. Y, de lo demás, se trata de tener como si no tuviéramos, porque las apariencias de este mundo se terminan (1Cor 7,31; 1Jn 2,17). Pero misionero no es sólo el que sabe que nada en este mundo le puede retener definitivamente. Misionero es también el que tiene un tesoro que llevar, una noticia, quizá en vasos de barro, pero una noticia por la que vale la pena dar la vida, que transmitir. Si no se tiene, no vale la pena correr medio mundo para hacer un discípulo y volverlo a otro doblemente digno de castigo (Mt 23,15). En realidad sólo el que lleva la alegría del Evangelio puede ser misionero. El que ha sentido el perdón y puede transmitir el perdón y la noticia del perdón. El que ha sentido la plenitud y transmite que esa plenitud existe. Ése puede ser misionero. Pues bien, Don José Gea fue así. Llevaba desde niño ese encuentro con Jesús que llenaba su alma. Vivió con Don Jesús Pla la urgencia, la alegría, la transparencia, el amor, los ojos del Evangelio en aquella Moncada de mi niñez, pues parecía que era Cristo quien miraba a los niños, a los jóvenes, a los adultos. Manifestó esa esperanza que no la tiene quien no ha tenido el encuentro con el Señor. Predicaba con
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la sencillez y la profundidad de quien no cuenta lo que le han dicho, sino lo que ha visto, y oído al mismo Señor que le habló en su alma. Y no tuvo reparo, por ser obispo, de venir a suplicar a dos pobres curas, que habían sido sus discípulos (Vicente Folgado su secretario, yo su seminarista) que le dejaran un lugar en la casa que ocupaban en ese barrio de Lima, en que desarrollaban su ministerio, para ejercer el amor al Señor, ilusionado como cuando joven, amando a las ovejas que, sintiendo al pastor, se le acercaban constantemente.
Don José con un grupo de jóvenes en Perú.
En ese tiempo atendía el confesonario, daba catequesis a las seis de la mañana los domingos con el templo lleno (la primera misa, a las 7 am., reúne habitualmente a quinientas personas o más, media hora antes ya están todos). Publicó sus libros, especialmente un catecismo para catequistas que incluye el tema de la oración, y “Jesús catequista”, una introducción donde Jesús, a través de cuentos, enseña a los niños el secreto de la fe católica, así como dos catecismos para la confirmación, que pudimos seguir en la parroquia.
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Fomentó las vocaciones, que surgían constantemente cerca
de él, dirigía constantemente a muchísimos seminaristas, religiosas y fieles, que se reunían en torno suyo y de tantas personas que formaban alrededor de él como una especie de movimiento espontáneo. Especialmente ayudó a un instituto secular femenino que floreció con muchísimas personas simpatizantes que tenían mensualmente un retiro espiritual con él; atendía también retiros para seminaristas, sacerdotes, los retiros del clero del Perú, etc. y ayudó en los casos que le consultaba el Episcopado peruano, el Obispo de la Diócesis, e incluso personas de toda condición, que querían un consejo de alguien que estaba constantemente en oración. Porque Don José se levantaba a las cinco de la mañana o antes, y, cuando los demás se despertaban, había estado ante el Santísimos, había escrito sus homilías, había respondido a consultas por internet y había escrito en los portales religiosos de la red. Y eso no le impedía seguir alegre en los distintos campos de evangelización que abría el Señor en esta parroquia: jóvenes, adultos, retiros, enfermos, niños, catequesis…. Y todo eso, sin embargo, no lo hacía solo. Daba juego a los demás. A nadie nos faltó trabajo. Tuvo que volver a Valencia, llevado también por el Señor, que, como un viento, mueve con su Espíritu a sus elegidos. Fue probado por la enfermedad y por la historia maravillosa que le esperaba en su tierra natal. Siguió dando testimonio entre sus paisanos.
Y un día, sin que pudiéramos creerlo en Lima, el Señor le llamó.
Ahora estará con Él, el siervo bueno y fiel. Estará con Él el que no tenía reparo en confesarse con sus discípulos. Estará con Él tan feliz como vivió. Con todos los santos que le acompañaron en la vida. Bendito sea, y bendita su familia, y benditas las personas que pudimos gozar de su compañía en esta tierra. César Buendía Romero Misionero Valenciano en Lima (Perú)
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Llamada desesperada desde Etiopía El sacerdote español Christopher Hartley, misionero diocesano de Toledo, lleva desde 2008 en Gode con la Fundación Misión para la Misericordia, una zona inhospita entre Etiopía y Somalia estableciendo por primera vez el catolicismo en esta zona. En los últimos veranos, varios jóvenes valencianos le han acompañado en su misión. Hoy nos hacemos eco de su última carta:
Queridos amigos de la misión.
En Gode y en la región somalí de Etiopía, hace ya un año y medio que no ha caído ni una gota de lluvia. Aquí todo se está muriendo. Es dramático ver a las gentes llegar al hospitalucho de Gode, por cualquier medio de transporte, incluido carretas tiradas por burros, con pacientes escuálidos y moribundos. En estos momentos Gode está siendo arrasado por una espantosa epidemia de cólera. Las gentes llegan en el último aliento y a veces mueren a los poco minutos en manos de médicos impotentes ante la magnitud de la tragedia. Es tan triste y desolador ver los sembrados devastados por la sequía. Aquí ya no crece nada, ni el maíz, ni la soja, ningún tipo de cereales, todo se lo lleva el viento en nubes gigantes de polvareda que todo lo ensucia y viste de gris. Cada mañana cuando salgo de casa, antes del amanecer, para celebrar la santa Eucaristía, veo como aumenta el ganado muerto a la orilla del camino, vacas, cabras, ovejas… El hedor es espantoso y el espectáculo tristísimo. Ahora mismo en Gode solo se respira muerte y desolación.
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Desde hace un par de meses tenemos un médico joven inglés colaborando con nosotros, que pasa mañana y tarde en el hospital público. Gracias a él estamos recibiendo información de primerísima mano de la magnitud del drama que están viviendo estas gentes. Así, el jueves pasado, 2 de marzo, nos alertó que estaba llegando un número inusual de pacientes agonizando (de hecho, los seis primeros en llegar murieron en el hospital de Gode esa misma tarde), traídos de la zona del Afder, cuya capital es Hargele Pronto supimos que el problema radicaba en que, por la desesperación de llevar agua en camiones a los poblados más lejanos, algunas ONGs había cogido agua de una presa cercana a la ciudad de Hargele, que estaba completamente contaminada y podrida. La ONG en concreto era la Islamic Relief Service. Esa misma noche cargué el vehículo todoterreno de la misión con todas las medicinas que teníamos en ese momento a nuestra disposición y a las 5 am el viernes pasado me fui a Hargele. Son 230 kilómetros de terrible carretera. Antes de las 10 de la mañana ya estaba en el hospital de la ciudad. Me reuní con el director médico e hice entrega de las medicinas. Fue tristísimo oír este hombre, Abdisalem Mohamed, contar la tragedia de todos esos cientos de personas que llegaban a diario infectados de tifus en grado terminal. Nos acompañó a visitar a algunos de los pacientes. Sobre todo, ver a los niños fue conmovedor. La angustia de los padres que ya habían visto morir a otros de sus hijos por la maldita agua contaminada de la ONG. El director nos rogó, casi de rodillas que tratáramos de mandar más medicinas y alimentos para los pacientes. En estos días en que toda la Iglesia, como esposa fiel de Jesucristo, acompaña su vía crucis por las incontables vías dolorosas de este mundo, no es difícil reconocer el rostro de la pasión de Cristo en los pequeños cuerpos macerados de estos chiquillos. A media mañana decidí que era imperativo buscar los poblados de donde llegaba la gente enferma para de verdad entender el problema. Lo que nadie me había aclarado es que no había en realidad camino para llegar a esos asentamientos; así que con el 4X4 puesto y apretando los dientes, recorrimos esos 40 interminables e inolvidables kilómetros. Llegamos todos cubiertos de polvo de pies a cabeza y abrasados de calor. La gente en seguida se arremolinó a nuestro alrededor, para contarnos su tragedia. Fuimos al pozo contaminado y vimos el agua pútrida, causante de tanta muerte y desolación.
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Por el camino vimos muchos animales que habían muerto de sed e inanición. La gente nos decía: “Abba (padre) cuando aquí hasta los camellos se mueren de sed es que a nosotros no nos queda mucho de vida”. Pedí que me llevaran a ver a los enfermos que estaban demasiado graves para ser trasladados al hospital de Hargele. Me enseñaron una cabaña en la que yacían en el suelo varios enfermos. . Había dos muchachos muy jóvenes con una bata blanca raída de enfermeros. Les pregunté por los síntomas: “¿tienen fiebre?” inquirí; uno agachó la cabeza, avergonzado y me respondió: “no sabemos porque no tenemos termómetro”. Esta mujer estaba demasiado débil para ser trasladada al hospital. Saliendo de la cabaña que hacía las funciones de “centro médico”. Les regalé las pocas medicinas que aún nos quedaban y algo de agua potable. Teníamos que regresar a Gode y nos quedaban más de cinco horas de carretera. Uno se siente tan impotente, tan turbado por dentro cuando ves estas escenas… Te preguntas simplemente “¿Por qué?” ¿Por qué estas gentes, por qué millones de gentes viven así? ¿Por qué mientras esta mujer no tiene ni un termómetro, otras mujeres se gastan una fortuna en una absurda cirugía estética? Vivimos en un mundo de locos. Definitivamente. Al desandar el sendero de los poblados hacia Hargele, de la nada, de detrás de los arbustos, venían corriendo trás de nuestro vehículo, niños que nos gritaban con la desesperación escrita en el rostro: “biyo, biyo, biyo (agua en somalí).” Todavía nos quedaban cinco horas de carretera de vuelta a Gode. Pensaba en tanta agua como había visto en mi vida: ríos, piscinas (la de mi casa, por ejemplo…), estanques, fuentes preciosas de tantas ciudades, lagos… Tanta agua como había visto… agua que jamás se beberá nadie, agua para la diversión, ¡hasta parques acuáticos! Agua para el adorno estético de una plaza… Y ver niños y niñas desesperados, correr tras de mi coche mendigando un litro de agua… Me parecía todo tan grotesco y absurdo… ¡¡En qué mundo vivimos!! Y por doquier, animales muertos, en estado de putrefacción, bajo un inmisericorde sol de más de 45 ºC. Campo abonado para la difusión del ántrax y tantas otras enfermedades contagiosas, peligrosísimas para la sobrevivencia de estas pobres gentes.
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Ante un espectáculo como este, uno no sabe, ni qué pensar, ni que
decir, ni que hacer… La cabeza me daba vueltas, mientras pensaba en soluciones, en la ayuda que se les podría llevar. Si tuviéramos los recursos, se los podríamos suministrar al hospital de Hargele desde Gode, ya que la mayoría de estos medicamentos son accesibles aquí. Necesitaríamos fondos para pagar el combustible de los vehículos nuestros que van y vienen a las zonas de emergencia y, por último, fondos para comprar alimentos de primera necesidad. Volví a casa muerto de cansancio y roto de la pena por lo que mis ojos habían visto. Desde el instante mismo en que llegué de nuevo a la misión, no he parado de darle vueltas a lo que se puede y debe hacer como Iglesia de Jesucristo que somos; testigos del amor misericordioso de Dios, que es Padre y ama a cada una de estas personas. Quizá sean personas inexistentes, irrelevantes para el mundo; quizá su tragedia sea a lo sumo una mera estadística. Para Dios no, para la Iglesia tampoco. Son personas cuyo rostro sale del anonimato en el encuentro con una Iglesia misionera, siempre dispuesta a ir más allá, donde no ha llegado nadie. La Iglesia es la única que sabe ver en toda esta tragedia, que cada vida, cada rostro, es icono y transparencia del crucificado. A todos os deseamos una Cuaresma en que se nos rasgue el corazón, para que demos frutos de conversión, compartiendo con los pobres tanto como a todos nos sobra.
Os bendigo a todos. Padre Christopher Hurtley Misionero
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Valencia sigue apoyando a Ecuador tras el terremoto El sacerdote valenciano Ruben Cortell, misionero en Ecuador desde hace 4 años, ha agradecido la solidaridad de los feligreses valencianos con el país tras el terremoto que sufrió el año pasado. Precisamente, las colectas de la diócesis en la pasada solemnidad del Corpus Christi fueron destinadas íntegramente a los damnificados del terremoto. Con estos donativos recogidos el misionero los ha destinado, casi íntegramente para reconstruir las viviendas de los habitantes de Ecuador que habían quedado muy deterioradas. “Con los donativos se entregaron los materiales a los vecinos de la zona periférica de la ciudad de Portoviejo, para que ellos mismos reconstruyeran sus casas”, según ha indicado el propio misionero, natural de la localidad valenciana de Salem, donde nació en 1963. Además, con los donativos recogidos también se construirá un salón comunitario para la parroquia Santa Narcisa de Jesús que, con sus cinco comunidades, atiende a 35.000 feligreses. La mayoría de ellos inmigrantes que llegaron de las zonas rurales y que actualmente cuentan con servicios muy precarios de agua corriente y luz eléctrica.
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Celebrada la XVIII edición del Campamento Misionero
El pasado fin de semana, 4 y 5 de Marzo, los niños de Infancia Misionera disfrutaron de una nueva edición del Campamento Misionero que organiza la de Delegación de Misiones. En esta ocasión, los 90 niños que participaron pudieron descubrir la vida de los misioneros y las características que tiene un misionero a través del popular juego Pokemon Go. Los monitores adaptaron esta ambientación para transmitir a los niños de una forma más actual los valores de un misionero. A través de juegos, dinámicas, oraciones, velada nocturna y otras actividades, pudieron “atrapar en sus pokedex” muchos testimonios misioneros. Todo un éxito para los niños que llegaron hasta Requena desde el Colegio San José de la Montaña de Cheste, las parroquias San Antonio de Padua de Catarroja, Natividad de Ntra Sra de Turís y el Hogar Infantil San Juan Bautista de Valencia. Además, los monitores eran jóvenes que habían tenido experiencias misioneras en verano o que vivirán muy pronto una experiencia misionera. Hicieron todos un gran trabajo, haciendo que el campamento fuera un éxito.
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RAFA ALVENTOSA: MISIONERO VALENCIANO Y DIÁCONO El sábado 25 de marzo tuvo lugar en la catedral de Portoviejo la ordenación diaconal de dos seminaristas, Felipe joven Ecuatoriano y Rafael Alventosa (valenciano nacido en Canals y vinculado a la querida parròquia de Sant Jaume apóstol d’Aiacor). La celebración fue sencilla y se vislumbraba una gran alegría en los numerosos asistentes, especialmente entre los fieles de las parroquias de San Patricio en la ciudad de Manta (donde ha realizado la pastoral el diácono misionero Rafael) y la parroquia de San Ignacio de Loyola del nuevo diácono Felipe. Monseñor Lorenzo Voltolini, arzobispo de Portoviejo en la provincia de Manabí- Ecuador, presidió la celebración y exhortó a los nuevos diáconos a ser hombres de Dios al servicio del evangelio, unidos a una iglesia que debe ser siempre misionera, en salida, hacia los más necesitados siendo testimonios veraces del amor de Jesús.
Rafa, a la izquierda de la imagen con los misioneros valencianos Ramón y Enrique
La catedral del Buen Pastor de Portoviejo fue seriamente dañada en el terremoto que asoló la costa ecuatoriana el 16 de abril de 2016, de hecho solo se utiliza una parte del templo debido a las obras que se están realizando con la ayuda de muchos católicos. Rafael llegó a Ecuador procedente del seminario de València en el año 2013, sus inquietudes misioneras le motivaron “a salir ad gen-
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tes” como invitaba el Papa Francisco, su valiente decisión tuvo el respaldo de sus formadores del seminario de Valencia y sobre todo de su director espiritual. Acogido en la misión San Patricio de Manta compartió tres años de trabajo pastoral intensos que a la vez combinaba con sus estudios de teología en el seminario San Pedro de Portoviejo. Ahora ya diácono Rafael vivirá esta última etapa de formación teológica en preparación a la ordenación sacerdotal en el seminario junto a 40 jóvenes ecuatorianos pertenecientes a esta extensa diócesis de Portoviejo que cuenta con millón y medio de fieles. Cuatro de los seminaristas pertenecen a la misión San Patricio. Dios mediante la ordenación del diácono misionero Rafael tendrá lugar en la catedral del Buen Pastor el 27 de enero del 2018. Gracias Rafael por tu valentía, tu fe sencilla y tu entrega generosa por los más necesitados de la luz y del amor de Dios. Desde Valencia Misionera, agradecemos a Mons. Lorenzo Voltolini, arzobispo de Portoviejo por su sencillez y testimonio de vida, por su acogida y evangélica apertura. Igualmente al Cardenal Antonio Cañizares, por su apoyo constante y su oración fervorosa por la misiones. Destaquemos que Rafael fue recibido por el Cardenal Cañizares en el pasado mes de febrero y el arzobispo le dijo que se considerara enviado por la Iglesia valenciana y que ésta siempre será su casa. Igualmente un agradecimiento inmenso a D. Arturo, a la fundación Ad Gentes de la diócesis de Valencia, a Cáritas Valencia por su ayuda en favor de los damnificados por el terremoto, muchas familias recibieron auxilio material y espiritual, y ya disponemos de 100.000 dólares de donativos de la Iglesia de Valencia para la capilla de San Juan Bosco que pronto iniciaremos su reconstrucción. Gracias Iglesia de Valencia por tu solidaridad fruto de tu amor a Dios y a los hermanos necesitados. Que la Mare de Dèu dels Desamparats ens enfortixca la fe i ens ajude a ser alegres i entregats en la causa de l’evangeli del bon Jesús.
Ramón Peris i Pla Misionero Valenciano
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2.000
Los seis años de formación de un seminarista
1.000
Tres años de preparación de un futuro sacerdote
350
Un curso académico de un seminarista o novicio/a
Secretariado Diocesano de Valencia
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