Él me llamó, Él me eligió, lleva en mi barca el timón…
PRESENTACIÓN Desde el Secretariado de Formación, nos ponemos en contacto con vosotras para ofreceros, como hicimos el año pasado, los objetivos correspondientes a la dimensión espiritual y carismática que, siguiendo el Plan general del quinquenio, vamos a trabajar en el año 2012. Antes de abordar el trabajo os sugerimos la conveniencia de evaluar lo que ha significado, en la vida personal y comunitaria, la reflexión de los temas y las reuniones en donde se han compartido deseos e inquietudes. Preguntémonos en esta revisión si el hecho de ahondar en la dimensión humano–psicológica nos ha ayudado a crecer como personas y como Filipenses en estos diferentes niveles:
Personal
Comunitario
Delegación
El Plan de Formación del Secretariado ¿ha sido impulsado convenientemente? _____________________________________________________ Los objetivos propuestos ¿nos han ayudado a crecer en el conocimiento de nosotras mismas, a descubrir nuestras posibilidades y limitaciones, a ser positivas y creativas, a mejorar nuestras relaciones interpersonales…? ______________________________________________________ ¿Qué interés hemos puesto en trabajar este Plan de Formación? ¿Tenemos que confesar con sinceridad que hemos “pasado” de todo esto?... _____________________________________________________ ¿Qué sugerencias nos hacéis para que sean más atrayentes, prácticos y especialmente transformantes los objetivos de formación que en lo sucesivo podamos ofreceros? _________________________________________________________
DISTRIBUCIÓN DE TEMAS PROPUESTO PARA CADA AÑO
Año 2011 : Dimensión humano- psicológica (D.C. Objetivo 2 a) Año 2012: Dimensión espiritual y carismática (D.C. Objetivo 2b ) Año 2013: Dimensión Comunitaria y aplicación del MEF (Obj.2a y 2c) Año 2014: Dimensión apostólica y misionera (D.C. Objetivo 2 b)
AÑO 2012: DIMENSIÓN ESPIRITUAL Y CARISMÁTICA MOTIVACIÓN La dimensión contemplativa es radicalmente una realidad de gracia, vivida por el creyente como un don de Dios. “Soñamos con ser personas contemplativas, comunidades evangélicas, acogedoras, formadoras en la Fe, refugio para los que están cansados y agobiados y profetas que no dejan que los hombres y mujeres de hoy olviden el amor que Dios les tiene. Hemos de llegar a ser en este mundo lo que Dios quiere que seamos. Es importante que en nuestro celo por salvar la institución no destruyamos la Vida. ¿Qué es lo esencial de la vida religiosa? Lo que la vida religiosa necesita ahora es cultivar la vida interior que permita a los religiosos responder a los nuevos problemas con energía y consciencia contemplativa. Cabe hacerse esta pregunta y otras: ¿Por qué hemos entrado en ella? ¿A qué o a quién hemos consagrado nuestros días, fuerzas, energías? “Hemos entrado en la vida religiosa únicamente para buscar a Dios” Esta respuesta sorprende por su simplicidad, su universalidad y por sus exigencias. Su tremenda verdad lo cambia todo. La religiosa es la persona que, en principio y ante todo, siempre busca a Dios y manifiesta a Dios sea cual sea su situación.
La religiosa camina en la identificación con Jesús, dejando crecer la semilla del bautismo que posee la gracia de transformar en otro Cristo. Esto lo hace hoy concretando los siguientes valores: 1. Una existencia que se empapa de la Escritura y la proyecta contra las endurecidas e insensibles actitudes de nuestro mundo. 2. La “voz de los sin voz”, de los que se levantan de la indigencia clamando ”basta ya”, y reclamando un orden justo. 3. Una contracorriente que muestra un camino donde no lo hay, para aquellos que se aventuran en la búsqueda de Dios. 4. Un estilo de vida tan auténtico e inspirador, que otros vean en él un camino posible de búsqueda, y una invitación a vivir esa vida evangélica. Las religiosas que no prestemos atención a nuestra vida espiritual careceremos de ella. Por buena que sea la motivación, por competente que resulte el ejercicio profesional, por loables que sean las obras en las que trabajemos, si no hay vida espiritual llevaremos dentro un cadáver. La vida religiosa es una vocación entre otras dentro de nuestra Iglesia, pero es una forma distinta de todas las demás en el estilo; consagrada y concentrada exclusivamente en vivir y proclamar la Buena Nueva de que Jesús vive y nos ama a todos. Las religiosas hemos de ser coherentemente personas que, a través de la vivencia de los votos, busquen el modo de pensar de Dios y lo proclaman cueste lo que cueste. Castidad. Una llamada al amor El voto de castidad no consiste en carecer de amor, sino en amar sin límites, en dejar a un lado la propia vida en una entrega amorosa mucho más amplia que la que se limita a quienes nos aman. Esta vivencia nos permite vivir movidos por la percepción infatigable de la voluntad de Dios, buscar soñar con lo que Dios sueña, amar lo que Dios ama. Pobreza. “La voz de los sin voz” La pobreza nos obliga a comprometernos con una justa distribución de los bienes de la tierra. Implicándonos nosotros mismos en la defensa de esa justa distribución y dedicando nuestras vidas a lograrla en beneficio de otros.
Una auténtica espiritualidad de la pobreza descansa en: 1. La conversión personal. 2. La defensa y compromiso con los empobrecidos. Obediencia. A la búsqueda de la voluntad de Dios. La religiosa hace voto de obediencia, no de infancia perpetua ni de dependencia ni de irreflexión. La obediencia verdadera brilla en Jesús que replica a Pilatos, discute con los fariseos y cura a paralíticos en sábado, en nombre de unas leyes superiores. Debemos escuchar la tenue y serena voz del Espíritu. Debemos escuchar la vida misma. La obediencia consiste en una vida entusiasmada por la consciencia de la propia responsabilidad sobre nuestra propia vida y sobre lo creado, todo ello obra de Dios. La Vida Religiosa y su capacidad de Renovación Porque confiamos en un Dios que es fiel y mantiene su alianza, poco a poco resurgiremos de las cenizas que aún calientan, y veremos surgir una Vida Nueva allí donde sólo había desesperanza y desánimo. De nosotras depende ese nuevo horizonte de renovación en la vida religiosa, lleno de retos e incertidumbre pero al que podríamos aplicar esta frase: “Lo consiguieron porque no sabían que era imposible”. Lo que es imposible para el hombre no lo es para Dios. ¿Por qué perder la esperanza? “ (“Con el corazón en llamas” Daniel Pajuelo Vázquez)
Nosotras podríamos añadir a la reflexión anterior, que mientras quede una sola Filipense en la tierra, en cuyo corazón ardan las brasas del Evangelio, el espíritu de Nuestro P. S. Felipe y las intuiciones de nuestros PP. Fundadores seguirá habiendo esperanza. Entremos pues en nuestro interior, busquemos el fundamento de nuestra vocación y gastemos la vida en el servicio y la entrega a los que realmente nos necesiten. Es tiempo de Confiar, es tiempo de Amar.
OBJETIVO GENERAL Vigorizar la experiencia de Dios en orden a arraigar nuestra vida de consagradas haciéndola fecunda, integrando interioridad y misión.
OBJETIVOS ESPECÍFICOS 1. Impulsar la oración personal centrada en la escucha y meditación de la Palabra, que nos ayude: a crecer en la vida contemplativa, a compartir en Comunidad la fe y a discernir desde su luz los acontecimientos de la vida. 2. Respetar los espacios y tiempos de silencio efectivo y ejercitar una disciplina personal que facilite la unión con Dios y la vida interior. 3. Valorar las formas ya institucionalizadas en nuestras Constituciones para el fomento de la vida espiritual, principalmente la Eucaristía, el sacramento de la reconciliación, la Liturgia de las Horas, la lectura espiritual, la oración mental… 4. Cultivar las virtudes propias de nuestro Carisma: “… la austeridad, la humildad y la caridad misionera, que definen nuestro Carisma y espíritu, como actitudes fundamentales con las que se van entretejiendo las demás virtudes. Siervas del Señor y servidoras de la Iglesia en los más necesitados, vivan en una permanente disponibilidad haciéndose todas para todos”. (Const. 28) 5. “Vivir como inspiración de la obra de Nuestros Fundadores la espiritualidad de San Felipe Neri, procurando que sus características de oración, caridad, sencillez, alegría y humildad, profunda devoción al Espíritu Santo y amor filial a la Santísima Virgen, penetren en nuestra espiritualidad y en nuestras obras” (Const. 5 y 37). 6. Mantener vivo el Carisma de Nuestros Padres Fundadores como una experiencia del Espíritu y hacerlo fructificar en la misión, abiertas siempre a las nuevas formas de evangelización que requiera nuestro Carisma misionero.
7. Vivir con gozo nuestra consagración “… atestiguando más explícitamente los valores, los bienes y las exigencias últimas del Reino, que nosotras queremos vivir según el programa de las Bienaventuranzas” (Const. 8) 8. Sentir la responsabilidad de dinamizar la propia vida espiritual y la de las Hermanas, facilitando tiempos y espacios de reflexión y oración, animando asimismo las celebraciones y encuentros comunitarios e intercomunitarios. 9. Cuidar la Liturgia de las Horas como fuente de vida interior personal y comunitaria, ahondando en el espíritu de los Salmos, poniendo en ello la energía y vida necesarias para que sean realmente expresión de comunicación con Dios a través de la alabanza y la acción de gracias. 10. Practicar el discernimiento evangélico, personal y comunitario, sobre nuestro “ser y hacer”, tratando de buscar la interpretación, cada vez más profunda, del significado sacramental de la realidad cotidiana.