Limpia muerto

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sociedad • Por Melisa Miranda Castro • FOTOS gustavo pascaner

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limpia

muertos Ricardo de Seta y su mujer desinfectan e higienizan escenarios donde ocurrieron crímenes, suicidios, muertes naturales y accidentes. Dicen que los llaman cuando el lugar es un desastre. Una nota para leer con el estómago vacío.

E

l olor a amoníaco es penetrante. Ricardo de Seta pide perdón porque momentos antes tuvo un accidente y el químico se regó por todo el piso de su laboratorio. Todavía el olor perdura y es difícil de ignorar. Desde afuera, el lugar es un estudio jurídico situado en una esquina tranquila de Lomas del Mirador, donde sólo se escucha el murmullo que generan los chicos desde la escuela de enfrente. Una vez adentro, al pasar el sector de los abogados, está la oficina de Limpieza del Crimen, la empresa que se encarga de hacer el trabajo sucio, ése al que pocos se animan. Entre el sector del laboratorio y la oficina hay un pasillo donde están todos los instrumentos de trabajo perfectamente ordenados, como si fuera un showroom de venta. De Seta ya sabe lo que atrae de su trabajo tan poco convencional, así que tras decir “Bienvenidos a Disneylandia” muestra su instrumental y el sector donde confecciona los químicos que le sirven para limpiar manchas de sangre, hongos, fluidos y todo tipo de

suciedades. Los tubos de ensayo son naranja fluor, fucsia, turquesa y toda clase de colores llamativos; sin embargo, una gota de alguno de esos productos podría traspasar la piel y todos los tejidos que encuentre hasta llegar bien profundo. De Seta es ordenado y cuidadoso, su trabajo lo obliga. Su pelo corto, engominado hacia un costado y su bigote chevrón no dejan adivinar su adolescencia hippie con el pelo por debajo de los hombros, que tenía hasta que entró en la escuela de Policía. POCO CONVENCIONAL. Cientos de referencias cinematográficas y de series de televisión bombardean la cabeza de cualquiera que esté en la sede de Limpieza del Crimen. “Dexter”, “C.S.I”, “Bones”, “The Cleaner”, son sólo algunas de las ficciones que disparan esas asociaciones. Con un frasco de sangre en la mano –de los que consigue de laboratorios para probar sus productos de limpieza– De Seta vierte, con toda naturalidad, un chorro sobre una superficie para mostrar cómo se limpia. Los fluidos corporales son parte de su cotidianidad y la sangre es de los menos re-

pulsivos. Escenas similares se vieron varias veces en la pantalla, pero pocas cosas son como las que Ricardo y su mujer Liliana Andrade tuvieron que ver en su horario laboral. “Cada vez que hago un trabajo yo también muero un poco emocional y espiritualmente”, declara el “Cleaner” argentino. Después de muchos años en la Policía, de haber perdido un riñón en su trabajo y de haberse salvado muchas veces, Ricardo ahora hace lo que nadie se anima: limpia la muerte. “Tuve mis cosas en la vida como policía y zafé, pero ahora le toco la oreja a la muerte. Yo le temo, pero me enfrento y trato de que esto me enseñe y deje una lección a los parientes que no le han dado bola en vida al muerto. Te mantiene en un buen training ir a un lugar de esos y te ayuda a poner los pies en la tierra”, asegura. Por mil pesos la hora, él y su mujer dejan desinfectados e impecables los escenarios más morbosos y sangrientos. Muchos de los casos de las páginas de policiales terminan en su empresa, por ejemplo los dos cuerpos que explotaron por monóxido de carbono, ella estaba en la bañadera y él en la cama.

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“Si tuvimos un muerto que estuvo mucho tiempo, durante varios días no querés pasar cerca de una pizzería. Hay olores a mugre que detonan porque te queda grabado.” También la enana apuñalada y quemada por el taxiboy. Además, limpiaron escenas de suicidios; gente que era acumuladora y la encontraron muerta varios días después en una casa donde no se podía caminar por la mugre. A pesar de todas las cosas que tuvo que ver, confiesa que el peor de los casos fue un obeso mórbido que los bomberos tuvieron que trabajar bastante para sacarlo. Encima de que se había muerto hacía unos días, una de las grandes tormentas del verano pasado había inundado la casa. “Esa habitación la habíamos dejado para lo último. Nos llevó cuatro días y en pleno verano. De la casa al fondo a la vereda había 100 metros. Trabajamos un montón”, cuenta. Frases como: “Fragmentos de cuero cabelludo sobre el bidet”, “actividad larvaria debajo del colchón”, “montaña de gusanos”,“fluidos cadavéricos”, “las cañerías se tapan por la sangre y los restos de piel”, surgen a lo largo del relato de los casos que tuvo que limpiar. SIN APETITO. En promedio, dos veces por semana él y su mujer hacen uno de estos trabajos. Llegan cuando el cadáver ya no está. No hablan durante la jornada, cada uno sabe lo que tiene que hacer. Ella empieza por los baños, donde la mayoría de las veces están tapadas las cañerías. Él soluciona la falta de luz y limpia los colchones y cuando son insalvables los corta en cuadraditos para tirarlos a la basura junto con el resto de los

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en promedio, de seta y su mujer tienen uno o dos trabajos por semana. su laboratorio está en lomas del mirador.

desechos patogénicos. Nadie come durante esas horas. La vuelta a casa en la camioneta es sin charla y con Creedence a todo volumen. Para terminar de desenchufarse, una cerveza o un whisky, pero antes, para reponer energías, Ricardo se devora entre 10 y 12 Rhodesia. En su casa se armó una pista de baile, así que después de una limpieza prende las luces, los lásers, la máquina de humo y vuelve a acudir a Creedence, o se vuelca por el reggae para exorcizar lo visto y olido. Recién al día siguiente se animan a comentar lo que hicieron. El trabajo tiene sus consecuencias y hay ciertos olores que quedan impregnados en la memoria. “Si tuvimos un muerto que estuvo mucho tiempo, durante varios días no querés pasar cerca de una pizzería. Hay olores a mugre que detonan porque te queda grabado. A

mí la pizza me encanta, pero si venimos de limpiar, enseguida asociás con lo que estuviste haciendo. El olor es la combustión o la respiración de productos químicos, ya sea comestibles o no, y en un lugar de mugre o de muerto, tenés metanol y metano que se transforma en sulfuro. Hay elementos que generan sulfuro, como, por ejemplo, la cebolla, cuando la cortás”, explica De Seta, que conoce paso a paso el proceso de descomposición de un cuerpo, en parte porque en su época de policía no había médico forense y eran ellos los que hacían la autopsia. “Te llaman cuando fue un desastre lo que pasó, cuando mataron a uno de más de diez disparos o mataron a tres, o se suicidó con un tiro en la cabeza”, afirma. Con la experiencia, el ex subcomisario aprendió a revisar el lugar antes de pasar un presupuesto. “Muchas ve-


como dexter, el popular forense de la serie norteamericana. de seta es un apasionado por su trabajo poco habitual.

“Te llaman cuando pasó un desastre, cuando mataron a uno de más de 10 disparos o mataron a tres, o se suicidó con un tiro en la cabeza.” ces preguntás cómo está el lugar antes de tomar el trabajo y el familiar te dice que no hay mucho, sino un poco de humedad, pero no es humedad es que explotó el cadáver y esa lluviecita queda pegada en las puertas de los placares, de la mesita de luz. Y esa cosita que vos ves, que parece el estornudo de un bebé, hace que tengas que tirar todo. Lo que podés salvar lo limpias y lo reubicás, pero si no se puede hay que tirarlo, sea la Biblia, la foto de la familia o lo que fuere”, cuenta y explica que eso puede enfermar a alguien si se lo entrega a los familiares. Ricardo es muy cuidadoso y dice que es porque con el tiempo aprendió que un hongo puede ser más perjudicial que el muerto, porque el HIV se muere al estar en contacto con el oxígeno, la hepatitis resiste un poco más, pero los mayores riesgos pueden ser el hantavirus y los hongos, porque los sitios a los que van están llenos de ratas, gusanos, cucarachas, pulgas y piojos. “Al principio fui muy descuidado, yo fumaba para vencer

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el estrés y el olor, y agarraba con el guante el cigarro y cuando me lo llevaba a la boca me quedaba la sangre en los labios. Mi señora me retaba y algunos médicos me decían que estaba demente. Entonces traté de no fumar y con el tiempo uno va tomando conciencia”, recuerda. Hoy, si le cae algún fluido en la piel, se tira Lisoform, cera o kerosene para evitar infectarse, a pesar de que es alérgico al primero de ellos, y a varios de los químicos con los que trabaja diariamente. En los diez años que tiene la empresa haciendo higiene ambiental y en los últimos tres dedicándose específicamente a la limpieza del crimen, De Seta formó a algunos valientes para que aprendan el oficio: bomberos, policías, enfermeros y hasta médicos, pero confiesa que no toleran mucho tiempo haciendo esta labor. Le gustaría poder dejar de llevar a su esposa a los trabajos y, eventualmente, él también dejar de hacerlo, pero por el momento, nadie parece tener el estómago tan resistente como ellos dos.

En el cine

Muchas ficciones encontraron su eje en el trabajo que envuelve crímenes y muertes, pero la mayoría prefirió centrarse en la función forense o de investigación, pocos se interesaron por ver qué pasa cuando la policía, la justicia y los medios se van del lugar. Alguien tiene que limpiar. En 2007, Samuel Jackson se puso el traje blanco, los guantes, la máscara y se ensució las manos trabajando como limpiador en la película “The Cleaner”. Su personaje era un padre soltero, ex policía, que había encontrado en este oficio la manera de ganarse la vida dignamente. Hasta que lo llaman para limpiar una residencia ubicada en una zona exclusiva, donde había habido un tiroteo. Después de hacer su trabajo se entera de que pudo haber borrado evidencia crucial para la investigación que todavía no había pasado por el lugar del crimen. A partir de ahí, se ve envuelto en una trama de misterio y suspenso. El filme no tuvo mucha trascendencia pero es uno de los pocos que se centran en este trabajo. En algunas otras ficciones hubo referencias como un capítulo de la serie “House MD”, en el que uno de los pacientes de House limpiaba escenas del crimen, o en la película “Pulp Fiction”, que aparece alguien que se encarga de dejar todo como si nada hubiera pasado.


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