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Por Melisa Miranda Castro, Daniela Rossi y Denise Tempone Fotos: Eugenia Kais, Alejandro Kaminetzky y Archivo 7 DĂas.
Biografía de mi biblioteca Diez escritores argentinos muestran su pertenencia más preciada. Cuentan cuáles son sus ejemplares favoritos, los que los avergüenzan, sus manías con los libros y cómo fueron construyendo un capital, que es mucho más que tinta y papel.
Abelardo Castillo Por MMC
Abelardo Castillo tiene unos 7 mil ejemplares en su biblioteca, incluso alguno robado: “Es que un escritor tiene derecho a tener casi cualquier libro”.
“Un escritor tiene derecho a tener casi cualquier libro”, Librería favorita: No existen más sentencia sin pudor Abelardo Castillo. Sólo guarda en sus librerías. Los libros se venden estantes la obra de los autores que le gustan, por eso no se deshace de los libros. En sus muebles se puede como sándwichs de salchichas. encontrar desde “Las memorias de la princesa rusa” Libros más influyentes: “Lobo hasta “Mein Kampf” (“Mi lucha”) o las obras de Lenin y estepario”, de Herman Hesse; Marx, que las tuvo a la vista, incluso durante la dictadura. “Los cuadernos y las poesías de Su biblioteca se reparte por toda su casa: la principal está Andre Walter”, de André Gide; y en su estudio, con los autores que lo han acompañado “Los cuadernos de Malte Laurids toda la vida; en el living tiene un bargueño con más Brigge”, de Rainer Maria Rilke. ejemplares y otra más pequeña donde sólo guarda obras completas. Su esposa, Sylvia Iparraguirre, tiene Qué estoy leyendo: El capítulo su estudio con su propia biblioteca. Pero comparten los octavo del “Doktor Faustus”, libros, aunque Castillo dice que a disgusto: “Yo soy muy de Thomas Mann, y “Ana cuidadoso; Sylvia, como es académica, tiene un trato Karenina”. un poco despiadado con los libros. Los universitarios los marcan y son capaces de hacerlo con tinta y de distintos colores”, comenta indignado. En el dormitorio de ambos hay otra “Ella era muy formal y estructurada, muy jovencita y biblioteca, que es como una extensión fuimos a una librería del centro. Yo compré un libro de la mesa de luz. “Descubrí que muy chiquito de un peso y le pedí que fuera a pagarlo me hartaba levantarme de noche en mientras yo me puse bajo el brazo el ‘Cancionero calzoncillos o como estuviera para ir a de Baena’ que es un libro que tiene un lomo de 20 buscar un libro a la biblioteca, entonces centímetros. La esperé en la puerta y le dije: ’bueno, decidimos hacer una. Ahí tenemos vamos, empezá a correr que me acabo de robar cerca de 800 ejemplares”, comenta el cancionero’”, cuenta el hombre que es capaz de Abelardo. recorrer buena parte de su vida, sólo tocando los El escritor estima que cuenta con unos libros de su biblioteca. “Los diarios de Kafka” y “La siete mil libros. “Hay unos dos mil que carta al padre”, lo remiten a Olavarría, donde hizo el yo recuerdo haber tenido siempre, servicio militar; “El ser y la nada” también lo recibió porque a los 21 años ya tenía casi ahí, por una novia que se lo mandó de sorpresa. todos los libros que había leído. Sé Las obras completas de Poe, en una edición chica, dónde está cada uno y, además, sé, también guarda recuerdos afectivos para Abelardo en una enorme cantidad de libros, qué por haberla llevado consigo a todas partes. “No sólo ocurría cuando los compré o me los podría referirme al momento de comprar los libros, regalaron”, afirma el autor de “El que sino a quién era yo o qué me pesaba o qué amor me tiene sed”. Por ejemplo, al “Cancionero había acometido en el momento de comprar ese libro. de Baena” recuerda haberlo robado Para un escritor todos los libros tienen una historia cuando recién la conoció a Sylvia. relacionada con su vida personal”, dice.
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Alan Pauls Por D.T
“Cuando me fui a vivir solo a los veinte me di cuenta que tenía libros Librería favorita: que había acumulado, que me eran propios. Ahí entendí que tenía Guadalquivir, Callao 1012 armada una biblioteca y que eso me daba derecho a llevármela. Quizás Libro más influyente: era lo único que tenía derecho a llevarme, después de todo, era lo único “Roland Barthes por Roland Barthes” en toda la casa que era realmente mío. Entonces tomé conciencia de mi pasado como lector y a partir de ese momento construí sobre eso”, Qué estoy leyendo: explica Alan Pauls. ¿Qué construyó? Una pared de alrededor de cinco mil “Entre mujeres solas”, de Cesare Pavese libros a los cuales define como “sumamente funcionales” y que asegura recurrir con cierta No existen en esta biblioteca construida a lo largo de 40 años asiduidad. “Todos me sirven para algo, pero -empezó a comprarlos cuando tenía 13-, libros que hayan llegado algunos los tengo más a mano. Son esos libros de manera azarosa o que se hayan infiltrado sin conocimiento del que releo al menos cada dos años. Entre ellos escritor. “Sé por qué los conservo y no temo deshacerme de los están ‘Roland Barthes por Roland Barthes’, los que no me gustan. Utilizo las mudanzas para eso, cada mudanza diarios de Kafka, y novelas como ‘Pálido fuego’ es una purga. Y a la hora de incorporar nuevos, confieso que y ‘Lolita’ de Vladimir Nabokov. También hay raramente me equivoco con un libro”. Pauls destaca en esta suerte tomos de Proust, Borges, Arlt y Puig”, enumera. de bendición literaria la fortuna o el poco sentido de aventura, Quien se tope con cualquiera de esos cinco mil simplemente explica que quienes le mandan libros ya lo conocen ejemplares notará pronto que tienen la marca lo suficiente como para entender qué cosas son de su agrado. de Pauls: subrayados y anotaciones que le “La gente de las editoriales me conoce, otros escritores también hizo en diversas etapas de su vida, diferentes y yo mismo me conozco lo suficiente como para seguir ciertas interpretaciones a lo largo del tiempo que hoy corazonadas e ignorar otras”, aclara. ¿Existe un género vergonzante los vuelven “imprestables”, aún cuando su entre sus joyas literarias? “En un momento me gustaron mucho los dueño no le tema a la práctica de compartir relatos pornográficos, de ésos que salían como correo de lectores letras. “Yo los presto, pero suelen rechazarlos. en revistas porno y hasta los guardaba. Ahora no estoy al tanto de No todos soportan enfrentarse a textos tan tener de eso”, concluye entre risas. intervenidos”, explica comprensivo.
Pauls estima que tiene unos 5 mil libros tan subrayados e intervenidos con anotaciones que se volvieron “imprestables”.
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Samanta Schweblin Por MMC
estante fue porque había cosas que a la biblioteca le sobraban”, comenta. La biblioteca de Samanta Schweblin comenzó a formarse Pero esos ejemplares tampoco los regala, porque dice que le gusta cuando tenía 13 o 14 años y empezó a ir desde Hurlingham, dar buena literatura. “Si entrego un libro se lo doy a alguien que no lee donde vivía, hasta Capital. En esos viajes conoció las demasiado, y siento que regalar libros que no te alucinan es como perder mesas de saldo de la calle Corrientes. “En ese entonces disparos”, asegura. Ella es fanática de Etgar Keret, un joven escritor israelí valía lo mismo comprarse ‘Rojo y negro’ de Stendhal, que que hace unos años publicó “El chofer que quería ser Dios” pero como no un alfajor Jorgito”, recuerda esta escritora de 33 años que era muy conocido pasó enseguida a la mesa está considerada por muchos de saldos. Samanta aprovechó la oportunidad: de sus colegas como la mejor calcula que debe haber comprado unos 20 cuentista argentina. Cuando ejemplares que le dio a todos sus amigos. Librería favorita: Ferias de libros usados e Internet. los libros fueron creciendo “Los libros que me sobran en la biblioteca los en cantidad, su padre le fue Libros más influyentes: “Crimen y castigo”, de vendo. No me interesa tener una biblioteca agregando estantes en su Dostoievski; “El proceso”, de Kafka; y “El corazón de las gigante, me gusta saber lo que tengo y pongo cuarto, muchos de los cuales tinieblas”, de Joseph Conrad. en los estantes sólo los que leí o los que están forman la biblioteca actual de Qué estoy leyendo: “Adiós, hasta mañana”, de Maxwell. empezados”, explica. su casa. Entre esas primeras Cuando empezó a viajar por literatura, comenzó obras, tenía algunas que había a descubrir libros que no llegaban a la Argentina tomado de la biblioteca familiar y así conoció, por ejemplo, a Flann O’Brien. y otros que le regaló su abuelo, que los padres tienen que leen con un entusiasmo También empezó a recibir ejemplares dedicados como los cuentos completos casi infantil. Agarraba un libro de Gabriela Mistral o de los otros escritores y eso cambió su de Cortázar, de Adolfo Bioy Alfonsina Storni y se le caían las lágrimas. Creo que biblioteca. “El ‘sólo queda lo que me interesa’, Casares y de Borges. “Él me mucho de mi fascinación con la lectura empezó ahí”, empezó a no ser tan así”, reconoce. Entre regalaba muy buena literatura, recuerda Schweblin. libros que atesora están los de Ray Bradbury, me los compraba para mí y Cuando los estantes se multiplicaron y ya eran como la primera edición de los “Diarios de Kafka” me leía también. Fue el que cinco o seis, implementó por primera vez “el estante (que compró usado a bajo precio) y una versión por primera vez me leyó como de la basura”, donde están esos libros que no quería antigua del “Martín Fierro”, que le dio su abuelo. adulta, no tenía esta cosa leer pero que no podía tirar. “Cuando elegí ese
Schweblin comenzó a comprar libros hace veinte años, “cuando valía lo mismo `Rojo y negro´ de Stendhal que un alfajor Jorgito”.
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Shua se lamenta de haber perdido en la infancia, jugando a las figuritas, uno de los libros fundacionales de su biblioteca “Artemito y la princesa”.
Casas reconoce que uno de los ejemplares que más lo avergüenza de su biblioteca es “Otoño, poemas de desintoxicación y tristeza”, una obra de su autoría.
Ana María Shua
Fabián Casas
“Los primeros libros que me regalaron fueron ‘Azabache’ y ‘Artemito y la princesa’. Los compartía con una amiga de la primaria y las dos nos peleábamos por ‘Artemito’ porque tenía un dragoncito Librería favorita: en la tapa. Jugamos a las figuritas y Librería Santa Fe yo perdí, me tocó ‘Azabache’ y ése (Santa Fe 2376), fue mi encuentro con la literatura. Me Eterna Cadencia cambió la vida”, reconoce Ana María (Honduras 5574) y Shua al hablar del libro fundacional de su biblioteca. Hoy en día tiene Prometeo (Honduras sus ejemplares muy ordenados por 4912). idioma y orden alfabético. Entre Libro más influyente: muchos paneles y estantes se pueden “Azabache”, de Anna encontrar algunas rarezas, como el Sewell ejemplar de “El monitor argentino”, un Qué estoy leyendo: texto impreso manuscrito con distintos “Un hombre llamado tipos de letras, que servía para enseñar a los chicos a escribir. Se hizo a fines lobo”, de Oliverio del siglo XIX. “Mi papá me lo legó Coelho, y “Ursúa”, creyendo que iba a ser valiosísimo, William Ospina. pero no es el caso. Se imprimieron cientos de miles de copias”, comenta. En ese vasto universo, todos sus ejemplares tienen un valor afectivo o alguna anécdota detrás. “Si reviso mi edición del ‘Vizconde de Bragelonne’, tiene manchas de manteca, porque lo leía cuando tenía 15 años y comía galletitas Express untadas que se me caían sobre el libro”.
Revisar la biblioteca de un escritor puede ser la oportunidad para detectar esos otros libros que lejos de exhibirse con orgullo se esconden con cierto pudor. Las elecciones “estéticamente incorrectas” tienen un lugar en la biblioteca de Fabián Casas que no teme en señalar el título de un libro le avergüenza guardar. “Otoño, poemas de desintoxicación de tristeza”, de Gaspar Houses, dispara sin temor a desnudar un pedazo oculto de su ser. Aunque lo dice con un truco sólo para entendidos y atribuye a Gaspar Houses (Casas, en inglés), una obra de su propia autoría, que ha quitado de su bibliografía. “A los 18 años me di cuenta de que mi biblioteca tenía entidad, como el océano protoplasmático que habita en el planeta Solaris”, compara Casas. Entre los libros más antiguos que guarda está una edición original del primer Ferdydurke de Librería favorita: El Gombrowicz y entre las obras que Parque Rivadavia. más vuelve a leer se encuentra “Viaje Qué estoy leyendo: al fin de la noche” de Céline, “es un “Solaris”, de Stanislaw libro que releo siempre que estoy Lem. bien de ánimo, para no perder el Libro más influyente: equilibrio y saber que el mundo es un infierno”, confía. Al autor de “Ocio” no “El mundo le tiembla el pulso cuando tiene que como voluntad y deshacerse de alguna obra y cuando representación” de ya no le importa para nada o no le Schopenhauer. dice nada, la descarta. Eso sí, no es egoísta con sus posesiones y suele prestar libros. “Si uno no presta libros, los libros no te enseñaron nada”, sentencia.
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Marcelo Birmajer Por D.R.
En la sala por la que se accede al departamento del Abasto hay cajas, un armario con revistas y más arriba, libros. En la habitación principal, donde Marcelo Birmajer prepara el libro que editará en 2012, “El suplente”, también abundan los estantes. A la izquierda están sus libros publicados, ordenados por título, con sus respectivas traducciones al inglés, alemán y hebreo, entre otros. A la derecha, los de su colección de ciencias sociales (política, historia nacional e internacional) y, en el otro costado, los de ficción. “Hace varios años que ésta se convirtió en mi biblioteca principal”, cuenta Birmajer. En su casa guarda algunos ejemplares más antiguos, o que no consulta tan a menudo para su trabajo. Aquí trae los que compra. “Son pocos los libros que heredé de mi padre”, hace memoria. “Hay uno que recuperé hace poco de la casa de mi madre: ‘Diecisiete historias perdidas’, de Somerset Maugham. Ése era de él y ahora lo tengo acá”, explica. Ese autor inglés fue el primero que recuerda haber leído “en serio”, a los 19 años. El libro más antiguo data de los años ‘30, y son pocos los que prestó y no volvieron. Es que en realidad prefiere otro método para que los libros no se pierdan: “Si quiero que alguien tenga un libro, prefiero comprarlo y regalárselo, así el mío queda aquí”. “Tampoco tengo ningún ejemplar que me avergüence. Si me pasa eso, lo tiro y con ganas”, dice. La biblioteca del autor de “Tres mosqueteros” y la serie de “Historias de hombres casados”, entre otros, está ordenada, pero no tanto como él quisiera: “Una vez contraté a un chico que los ordenó todos; sería bueno tener otro orden general ahora”. Sin embargo, todos tienen sus lomos hacia fuera, están parados y siguen un patrón: orden temático los sociales, y orden alfabético por autor, los de ficción. Los suyos están por título. Uno de los únicos ejemplares que está fuera de lugar es de Henry Kissinger y tiene su motivo: el escritor lo Librería favorita: El Debate, consultó para el epígrafe de una novela. Pueyrredón 731. Los que relee con más frecuencia por Libro más influyente: gusto, según confiesa, son los autores de los que también tiene más libros: “Enemigos: una historia de Maugham e Isaac Bashevis Singer. amor”, de Isaac Bashevis “Ésos los leo todo el tiempo”, revela. Singer. Libros especiales no hay muchos en Qué estoy leyendo: “Enigma los estantes de su biblioteca, asegura. para locos”, de Patrick Quentin Sí cuenta que tiene una figurita difícil de conseguir, “Seis crisis”, de Richard Nixon. Y enseguida hace una salvedad en referencia a los libros: “Tengo en la biblioteca un disco de Andrés Calamaro que me dedicó él cuando cumplí los 40, dice: ‘Un nuevo amanecer’”.
En su afán por ordenar su biblioteca de forma sistematizada, Birmajer llegó a contratar a un chico para esa tarea.
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Mauricio Kartun Por MMC
La biblioteca de Mauricio Kartun no se limita al espacio asignado a sus Librería favorita: estantes, es una biblioteca sin fronteras. Los libros del dramaturgo Librería Hernández, Corrientes 1311, y El Atril, en Tandil. invaden toda la sala de su casa y descansan también sobre los muebles, Libro más influyente: la mesa ratona y cualquier rincón que encuentren para apoyarse. A pesar “Cuentos de la selva”, de Horacio Quiroga. de esto, está ordenada por género, por país y por autor. El dramaturgo tiene muy fresco el recuerdo de cómo empezó a armarla. “Fue en los Qué estoy leyendo: años cincuenta, el día en que mi madre me regaló un mueblecito de “La religión del capital”, de Paul Lafargue. estilo futurista porque los lomos amarillos de la colección Robin Hood rebalsaban los rincones”, cuenta. Pero recién unos años más tarde, a los 19, cuando hizo su a veces en canjearlos por otros que necesite pero nunca me da el tiempo y las primera mudanza, se dio cuenta del volumen cajas se apilan…”, reconoce. Para poder obtener la residencia permanente en que había adquirido su biblioteca. “Tuve que la estantería de Kartun y no ser exiliadas a las cajas, las obras tienen que pasar comprar estantes de madera y unos rieles la prueba de fuego de la lectura completa, o al menos generarle expectativas con ménsulas y rebuscármelas para hacerle ciertas de una lectura futura. la albañilería. Y otra vez, a los 24, cuando me El diccionario etimológico de Joan Corominas nunca llegará a las cajas porque fui a vivir solo y el señor del taxiflet no podía es de los que más uso tiene. “No hay semana desde hace muchos años en entender para qué tantos”, recuerda. que no deba abrirlo al menos un par de veces”, dice. Es uno de los que atesora En ese universo bibliográfico, Kartun tiene especialmente. “Descubrir el origen de una palabra suele ser la mejor manera variados ejemplares, pero entre los más de renovarla en su sentido, de sacarla de la rutina y hacer la ruta hacia otro lado, antiguos tiene unos que datan del siglo XIX. de hallarle en esa distancia condición poética. Al fin y al cabo el mecanismo más También conserva “amorosamente” algunos requerido por mi profesión”, asegura el autor de “Chau Misterix”. de su infancia. A pesar de que su biblioteca es Los libros son tesoros preciados para el dramaturgo y está muy consciente de lo muy numerosa, tiene criterio para descartar que tiene entre sus posesiones. Cuando presta uno hace fichas en una libretita y algunos. “Regalo los repetidos. Los que me reconoce que suele recuperarlos. “Y si no, no dudo en reclamar. Así y todo perdí interesan menos van a parar a cajas. Pienso cosas muy interesantes”, confiesa.
Para entrar en el universo bibliográfico de Kartun un libro debe pasar la prueba de la lectura completa, o al menos generarle expectativas de una lectura futura.
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Guillermo Martínez Por MMC
“Mis primeros libros fueron los que compré con mi primer sueldo de ayudante en la facultad, a los 22 años. Cuando me mudé a Buenos Aires, una parte del Librería favorita: Cúspide de Belgrano (Av. dinero que recibía como becario circulaba por las librerías de usados”, recuerda Cabildo 1965), Eterna Cadencia (Honduras 5574) Guillermo Martínez. Su biblioteca tiene distintos cuerpos, el principal está en el y algunas de libros usados. living y hay otro a un costado que sólo tiene ejemplares dedicados por amigos Libros más influyentes: “El gran Meaulnes”, de o por otros escritores. En un rincón guarda los libros clásicos en inglés que Henri Alain-Fournier, los de Henry James y “Los compró en su viaje a Gran Bretaña, y en otro, publicaciones sobre gnosticismo caminos de la libertad”, de Sartre. y la historia de la magia (que tienen que ver con una próxima novela que hará). Ahí atesora una rareza: “El martillo de la brujería”, que usaba la Inquisición para Lo que estoy leyendo: La obra completa de Borges detectar las prácticas de los brujos. Otra joya es la edición completa de la obra y “La humillación”, de Philip Roth. de “Cassanova” en francés, que le enviaron sus editores de Francia cuando estaba escribiendo “Yo también tuve una novia bisexual”. En el universo bibliográfico de Martínez se pueden encontrar sorpresas, o por lo menos así autores favoritos. Junto a ellos se encuentran otros de su gusto personal, lo consideran sus amigos escritores. “Se ríen como Thomas Mann. El resto de los paneles se organizan por clásicos, porque tengo un libro que sacó Guillermo Vilas, literatura contemporánea europea y estadounidense, los libros en inglés y que era como una autobiografía de él. A mí no me los latinoamericanos y argentinos. Los “condenados” pasan al “limbo” de avergüenza aunque a ellos les cause gracia. En un la planta alta donde tiene una biblioteca poco consultada, y después pueden momento, cuando jugaba al tenis, Vilas me parecía pasar al “infierno” que es un cuarto que tiene afuera de la casa, donde entra lo máximo”, confiesa el autor de “La muerte lenta de viento, y polvo. Luciana B”, pero inmediatamente aclara que el de los “A mí me cuesta deshacerme de los libros. Porque uno viaja y se encuentra poemas no se lo compró. con una variedad de gente que te da el suyo y uno ya no sabe qué hacer con Lo que sí no es sorprendente ver son libros sobre ellos, muchos son muy malos, pero a la vez están dedicados y tienen algo matemática, lógica, sociología, política y filosofía, personal. Es difícil encontrarles un lugar”, asegura. En cuanto a prestarlos, lo algunos heredados de sus padres y otros adquiridos hace con suertes diversas. Entre escritores, la práctica es prestar uno y pedir por él. En los paneles centrales está la mayoría otro como rehén. ¿Los escritores no devuelven? “Se enorgullecen de no de las obras de Henry James, que es uno de sus hacerlo, lo toman como una cuestión de principios”, afirma.
Martínez atesora un libro de la Inquisición pero también una biografía de Guillermo Vilas que desconcierta a sus amigos escritores.
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Saccomanno cree que hay dos tipos de tontos: “Los que prestan libros y aquellos que los devuelven”.
Guillermo Saccomanno
Por D.R
Una biblioteca debe ser desordenada, porque cuanto más caótica, más sorprende. Eso piensa Guillermo Saccomanno, y así es la suya. Los estantes de su casa en Villa Gesell guardan novelas, clásicos, algunos ejemplares antiguos que heredó de su padre. Fue con él con quien entró al mundo de la literatura, del que jamás salió. “Cuando nací, los libros ya estaban en mi casa. Mi padre era militante gremial, y en su colección había literatura anarquista y socialista, más los clásicos, mucho Balzac, Emilio Sola, y contemporáneos de aquel momento”, recuerda. Saccomanno comenzó Librería favorita: leyendo aquellos ejemplares, al mismo Alfonsina, Villa tiempo que disfrutaba de la colección propia que comenzaba a armar. “Me regalaba la Gesell. colección Robin Hood y libros de Sopena”, Libros más cuenta. Patoruzito y las historietas de influyentes: “Juguete Oesterheld eran su otra debilidad. Aunque rabioso”, de Arlt, no sabe cuántos libros tiene (“la literatura “Crimen y Castigo”, no es cuantificable, una biblioteca puede ser de Dostoievski y “El mínima pero tener lo esencial”), muchos van sonido y la furia”, de y vienen como préstamos, donaciones que hace, regalos que recibe: “Vivir en Gesell es Faulkner. una ventaja, ¡no me piden tantos prestados! Qué estoy leyendo: Pero tampoco puedo pedir yo”, bromea. De “La Odisea” . esos libros valiosos, inhallables, Saccomanno tiene algunas primeras ediciones de Roberto Arlt. El autor de “Juguete rabioso” es también uno de los autores locales –junto con Borges- a los que más vuelve a leer, consulta, repasa. Los otros que retoma son los rusos Dostoievski y Tolstoi. “Los clásicos, como decía Calvino, nunca te dicen dos veces lo mismo”, justifica.
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Laiseca lleva un catálogo para poder ubicar sus libros, a los que etiqueta y forra en papel marrón.
Alberto Laiseca Por D.R
La biblioteca de Alberto Laiseca sufrió varios naufragios. Dice que desconoce las causas, pero los libros que tuvo de chico desaparecieron. Perdió veintidós libros de Constancio Vigil e historias de Mickey, Donald y Pluto. Los pudo comprar tiempo después y devolverlos a sus estantes. “Se perdieron, son los misterios de los naufragios”, dice algo resignado. Las mudanzas, explica, fueron el otro gran motivo de sus pérdidas: “En la última, que la hizo gente Librería favorita: No de confianza, también desaparecieron. Quién sabe…”. Esas desapariciones compro libros. son la causa de que el escritor rosarino Libro más reniegue de prestar libros, y tampoco influyente:”El pide prestados. Laiseca recuerda la manantial”, de Ayn situación en la que llegó el primer libro Rand. suyo: su padre, médico y gran lector, Qué estoy leyendo: le regaló “Mozart, un niño prodigio”, Los cuentos que le doy ejemplar que aún conserva. “Era invierno, yo tenía cuatro años, apenas empezaba a a mis alumnos de los deletrear”, recuerda. Ese ejemplar sobre talleres de narrativa. el compositor austríaco lo conserva: “Tiene dibujitos en los márgenes”, revela. En la biblioteca de su casa hay dos mil libros (“deberían ser cuatro mil, si no los hubiera perdido”), todos forrados con papel marrón y con su respectiva etiqueta. Para encontrar un libro, hay que buscar en el catálogo que los ordena. “Soy muy estudioso”, se define. “Tengo libros de ciencias militares, de física teórica, de ciencias, que estudié para escribir mis novelas”, cuenta sobre la bibliografía que consulta para trabajar el autor de “Los Sorias”, la novela más larga escrita, encuadrada bajo el realismo delirante.