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ORESTIADA MEXICANA La tragedia griega, la descripción de la sangre derramada en la Orestiada escrita por Esquilo es una caricatura, apenas una leve semejanza superada no por la más lúgubre imaginación sino por un voraz mercado criminal, un dinámico escenario pletórico de atrocidades e inmundicias.
¿Qué sucede con el poder, la justicia y la seguridad? Se otea un ambiente de naufragio en el poder de las oficinas palaciegas. Parece un simulacro la acción gubernamental, una escenografía de lujoso mobiliario donde se pasean los canallas que disimulan, mitigan su hedor con aromas de marca, la prepotencia del que posee súbita fortuna incalculable. Una gran red de caudales oculta su mala fama al apropiarse de la voluntad de sus cómplices. Los jerarcas del narco-estado son dueños de fortunas fulgurantes. Los nexos turbios se ocultan desde la prosperidad económica asombrosa. Sus caudales son el anhelo de la supervivencia dinástica. La herencia de la relativización banalizada del mal. Emergen así dinastías cuyas renovadas y retocadas imágenes aparecen en las revistas en las que les gusta figurar para solazar la vanidad y el autoelogio. Las élites retratadas por sí mismos, para sin pudor mostrar su riqueza. El contraste se observa cuando frente al espejo los marginados y las víctimas ven el reflejo de su desgracia. Por los más diversos rincones de la patria los resentidos rumian sus frustraciones. Son legión ya los rencorosos redomados que aparecerán o aparecen ya en las masivas, destructivas erupciones de indignación. La efervescencia emerge con premura como lo hace el coraje. Son las rupturas cuando se mezcla el enojo con la fe, la irritación con la esperanza. En los territorios el infortunio surge con necesidad. Ahí donde la gente se encuentra atascada en la vida de amargura. Mal disimulada la rutina de seres que viven peor que las mascotas de la otra esfera social. Los 5
lugares en los cuales para las personas su existencia está desvalijada. Ahí es desde donde en determinada coyunturas surgen relámpagos de dignidad recuperada, propia y ajena. Desde el poder fáctico del estado criminal se decretó el imperio de lo injusto, de lo inequitativo se han resquebrajado las normas, los acuerdos y las leyes. No se puede ocultar lo que no se ve, mucho menos la mugre. Es casi reglamentario el disfraz del funcionario hondamente preocupado. Parte relevante de la sociedad ha caído en profundas deflagraciones. El cinismo que se mueve semioculto entre la política y el delito. Múltiples asesinatos se fraguan y se ordenan desde la cúspide del poder en sus tres niveles como si se tratara de asuntos administrativos de la menor importancia. La satisfacción de la insana vitalidad escupe sentencias dictadas desde el misterio al parecer infinito, espantoso, horrible del cadalzo fáctico. Los historiales negros se refugian en la clandestinidad o en el disfraz de una honestidad improbable Los indicios son signos que se ignoran o desean ocultar a cualquier costo. Las mentiras como muecas justifican intempestivas fortunas. El empresario ataviado con su smoking de benefactores sociales descaradamente se reviste de suprema autoridad moral. Los alias permiten mimetizar a los extorsionadores en prósperos industriales, accionistas y comerciantes. Mientras tanto, en muchos rincones de la nación la persecución de la Armada o la Gendarmería contra los fugitivos vuelve en antihéroes a los elementos
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gubernamentales que poseen el monopolio legítimo de la violencia o de la fuerza, como el Tlatlaya, Estado de México. En una gran cantidad de Ayuntamientos el temor ralentiza a los gendarmes municipales quienes displicentes retorcidos procuran inseguridad e injusticia. En otros sitios, con frecuencia los contrincantes de la paz ciudadana se ubican escondidos en los servicios de seguridad privada, los lobos cuidando a las ovejas. Cuando la ciudadanía se inconforma el coraje tiende a pasmarse en el purgatorio de la criminalización de la protesta social. Los derechos humanos son una debilidad compartida el principal problema, el tema del que las fuerzas militares no quieren hablar Cala la vulnerabilidad que adormece el alma. En la antesala de la morgue se marchita el espíritu de los deudos. Es la última estación de las vidas de tránsfugas. Por todo ello la tristeza se apoltrona en la historia de inconfundibles injusticias.
¿En dónde está el derecho a la información? Pasa el tiempo y se acumulan Las malas noticias, los relatos pergreñados con la prisa marcada por la vorágine de acontecimientos insanos que corren como proyectiles.
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Las informaciones, las noticias son los recuentos de las confrontaciones, el aguijoneo de tanta ejecución, la nota roja como si se tratara del anuncio de la predicción del clima, los rostros insolentes, cínicos, risueños, desafiantes de los matones detenidos o presentados, el censo de miles y miles de muertos sin que se recuerde cuándo empezó la numeralia fúnebre y mucho menos se sepa cuándo concluirá; la irritación de pueblos que linchan a asaltantes, violadores o sospechosos de serlo; la catadura violenta como esparcimiento de maldiciones hecho y los barruntos de que la epidemia, la tormenta arreciará y puede destruirnos. En un sistema cada vez más perverso es más es más común informarse a través de la gramática del espanto, por ejemplo, el verbo campanear es un neologismo en la jerga del inframundo, en el código comunicacional de los granujas les ha hecho creer que la vida es el sigilo nómada entre escondite y escondite.
¿Está totalmente sano el tejido social? Una parte relevante del tejido de la sociedad se encuentra ulcerado. Los vahos de la descomposición del entramado social se filtra por una fisura desde la cual un aire caliente proveniente del inframundo desplaza a la leve brisa. Un cáncer social se padece, tiende a expandirse. ¿Qué compone a ese tumor? Los salvajes gatilleros con su vestimenta de piel tatuada impíos arremeten con descaro para imponer la supremacía de las balas; los temerarios adoradores de la Santa Muerte adictos al protocolo de los excesos, a la adrenalina propiciada por las grescas, el sigilo de la emboscada y la ira de cada enfrentamiento; los videos de los amagados, torturados
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sujetos a interrogatorio con respuestas inducidas; la proliferación de las fosas clandestinas, el cúmulo de la inhumaciones colectivas, sustituto del cementerio crece y con ello el anonimato de los difuntos; el destino acortado al tiempo express que decreta el estruendoso y repetido estallido de los proyectiles lanzados desde las modernas armas creadas por la tecnología para la destrucción; la sagacidad de los captores que desaparecen al cuerpo del delito, deleitándose con el sufrimiento de los entambados a los que se disuelve en ácido, deshacerse de cualquier rastro de los desaparecidos que por esa vía lo serán para siempre, dejando el vacío y el desasosiego íntimo de sus familiares. Se diluye así la frontera ente la vida y la muerte; el temor de la descomposición devora al tejido social, los vástagos del odio, la cotidiana zozobra por el riesgo del abuso, del secuestro, del ultraje, el paseo insólito de los hombres de negro con sus vehículos, la muestra del lujo, de las joyas, la demostración del jolgorio y del corrido épico de los vándalos que manejan enormes cantidades de numerario, del efectivo como suma de razones para disuadir todo tipo de resistencias; al temor enraizado en la médula de las comunidades en las cuales insólitamente avanza el lenguaje de las agencias del ministerio público, abruman las dudas, crece la desconfianza, numerosas son cada vez más las bandas de captores, la cadena interminable de venganzas por las infidencias, reales o supuestas, se vive alejándose cada vez más de los escrúpulos, disminuye el inventario de las personas en las cuales confiar; aunque se ocultan, se disfraza, minimiza o ignoran las ejecuciones, los detenidos, la foto petrificada de lo funebre, los operativos de cateos, persecuciones, la hilera de los detenidos, la escenografía de los traslados y la tendencia decreciente de la vigencia de los derechos humanos. Se ha debilitado la fuerza de la verdad, evadimos la terca realidad urdida con tinta sangre y el estruendo repetido del plomo. Por todo ello percibimos en los más diversos sitios la imagen retorcida de la sociedad: el asesinato.
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¿Y qué decir del ánimo social? El estado de ánimo en la sociedad oscila entre el témpano del miedo y el caldeo de la indignación. Los fríos cuerpos yertos propician el calor del coraje. Los personajes insacundos en sus disputas abandonan la conducta del sentido común. Crece el número de adictos con la inyección en los ojos, enloquecidos en duermevela, en la ferocidad con la prepotencia inclemente, moviéndose con la rapidez en las tinieblas y el sigilo que refulge al otro día. Una parte de la sociedad se ha extraviado, camina ignorando el sentido de su vida, anulada la sonrisa, quisiera regresar al vientre primigenio, transita en vehículos camino a la nada, entra a los juicios como testigo involuntario con el juicio, la razón casi perdida. Se produce así la huida paulatina de toda bonanza. Es el augurio de comunidades, pueblos o unidades habitacionales sumidas en el abandono con las huellas de horadaciones descarapelando fachadas. Muchos han quedado atrapados entre la incertidumbre en la vida que aparentemente va disminuyendo en su interés.
¿En grandes conglomerados sociales existe ya el imperio de los sentidos adulterados? La venta de estupefacientes en una estructura de complicidades que incluye al poder político. En la mente dormida impera el silencio y el estrépito de la pesadilla se anuncia cuando truena la conciencia y se dialoga con un retrato hablado.
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Resollan los supersticiosos malolientes envidias y gozos derivados de la exaltación del crack, la cocaína y las tachas. Alborotados por el ice rumian las personalidades trastocadas en lúgubres escondrijos. La nebulosa madeja de pasiones clandestinas se refocila en la vida de los empobrecidos. Se continúa exhibiendo incesantemente a los individuos permanecidos en la alienación subyugada por la droga. El pasado del sujeto social consciente la antelación de la vivencia serena se transmutó en broncos alardes y la demacración de la resaca. A veces las miradas esperanzadas se extravían en el vacío infinito sin horizonte, la visión espesa que la droga entume, enrojece y delata a los cautivos de las crecientes y cada vez más degradadas conductas. Con el juicio desorbitado la feroz malignidad se incendia en la sobredosis. Las caras acuciantes con ojos enrojecidos espetan paranoia. Así al consumir los estimulantes una parte cada vez mayor de la sociedad se va autoconsumiendo.
¿Cuántos niños y jóvenes en lugar de ser becarios son sicarios? Los sambenitos prenda utilizada por los penitentes católicos en señal de arrepentimiento símbolos de la infancia se convierten en monumentos
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con los cuales se rinde homenaje al crimen que triunfa. Por doquier los jefes de plaza, emperadores majaderos, arbitrarios, ludópatas. Algunos de ellos cínicos acuden a los funerales de sus víctimas las cuales desde su ataúd parecieran tener permanentemente abiertos los ojos cómo si observaran la eternidad. Los patanes son hijos del maltrato y el abandono. Desde siempre acostumbrados al odio no tienen dificultad en adaptarse plácidamente a los lugares inhóspitos. Su histeria de corajes no admite remordimientos. La infancia cruel hace ver lo difícil que es crecer. Aquellas ilusiones en la vida se fueron lastimando. Una buena parte de la juventud vive, sobrevive atosigada por la avidez lúdica, el requerimiento de la aceptación social, el encono del sistema excluyente, algunos disueltos en ácido fosfórico, en el fosfato de un tambo. La disputa por los territorios ha vuelto a grandes regiones en tierra de nadie, ahí a muchos jóvenes ya no les estusiasma el futuro. Los mefistofélicos personajes podrían o pueden describirse como la rabia de los chamacos que generan la impresión de haber nacido para matar. Los reyes del salvaje ámbito que se enzarzan en su torneo vengativo del toma y daca. Los adolescentes bravucones dispersan su empoderamiento precoz a través de gestos de identidad tribal y se nutren de las sobras de los grandes capos que los utilizan y los sacrifican cada vez que se tornan prescindibles. La disciplina para esos integrantes grupales son penas no escritas sin mediaciones ni posibilidades de reinserción. En las ciudades las fábulas han sido sustituidas por el anecdotario de la nota roja, por los callejones caminan los delatores de todos los calibres, los iletrados hijos de la desigualdad han aprendido conjugar un nuevo verbo: tablear; y astrosos han acuñado un neologismo: matachines. Los batos elementales son la infantería numerosa, torcida endemoniadamente poseída a la cual se le volvió gozo la matazón. Por ahí, extraviada deambulan impotencia, desquiciada rodeada por Zopilotes. 12
La legión de jóvenes básicos para los cuales la realidad de la mayoría no existe. Ellos matan por costumbre apasionada, su vicio en levantón, la plata o dar piso; su macabra consignar vivir o morir por y para el vicio. Toda una generación esta espantada ante la barbarie de los animales citadinos, su lenguaje corporal acusa los rasgos del desencanto, el medio para el control es la trama del miedo.
¿Es verdad que hay menos secuestros? Las casas de seguridad donde se retiene a los plagiados son crujías en las que se coleccionan recuerdos corporales y un ventarrón de bandidos se insertó en el lucrativo negocio del secuestro. La industria de los atracos ha dado lugar al surgimiento de padrinos de todos los pelajes. Los corridos evitan que se domen los recuerdos que se resbalen los temores. Entonces las historias de la mala suerte golpean las nucas aturden.
¿Cómo es que se siguen desarrollando las zonas criminógenas? El estruendo mortecino de los que habitan los antros se caracteriza por ser el código comunicacional de los lugartenientes de los comandantes policíacos impuestos por el deseo de plata y la fuerza del plomo. Desde ahí se incrementa el ritmo de la crispación. Se cruza la frontera entre el barrio donde se cultiva la vocación, a la invocación del barrio bajo donde se extingue la buena estrella.
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Las zonas criminógenas se localizan alrededor de los giros negros, son retenes de la bestialidad. Ahí todo pasa inadvertido, los vivos ojos nada ven. Se escucha de todo pero no se aprecia la evidencia, debe pasar inadvertido el terror. Todos los valores tienen precio. En esos sitios, lunares sociales está prohibido la vacilación no es permisible la compasión se descaran ahí los rostros cínicos anteriormente agazapados. El alcoholismo irrumpe en los más diversos círculos sociales entre las desgracias y el descrédito. La retorcida mente de los orgullosos habitantes del averno urbano o rural en el cual las fechorías son la cotidiana ruindad. La región aturdida en la cual la metamorfosis implica aprender a ver de soslayo, El cuello encadenado con eslabones de oro engorda, conversar con susurros anuncia la inviabilidad de reconstruirse a sí mismos. Sin compasión es la consigna. El arrojo indispensable para exigir la cuota es la extorsión o “piso”. Se encuentran ahí los entristecidos famosos que temen ser casados por el control de la plaza. Los adictos a la nocturnidad ejercen en las tinieblas su crítica feroz a la legalidad. Su oficio es la Lumbre que incinera cadáveres. La temporada que estamos padeciendo es mortecina, caso apenas iluminada por una luz moribunda. El lugar propicio para una reunión nocturna presidida por Satanás. El aquelarre donde cada quien hace lo que se le antoja hacer con los demás, donde se cede a los impulsos más egoístas, donde el gusto por el dinero fácil es la ruta difícil de la sobrevivencia, donde el carácter explosivo se estimula, donde el soplón puede ser cualquiera, donde el peligro se codicia por la carga de adrenalina que provee. Ahí en medio de la ciudadanía ajada, seria, muy callada como si atesorara su silencio. Como testigo mudo apanicado. Hemos aprendido una nueva manera de tener miedo. Ya no es al diablo pintado de rojo, hasta festivo, de la era de la infancia se trata ahora de un demonio que 14
consume entrañas, vive en la hazaña de la falsedad, trafica con calaveras y cenizas, transita por los recovecos de la fregada, porta traje nuevo se deshizo de su toga negra gastada por el uso, es ahora incluso santificado, abandonó cualquier intento por redimirse, es un buen amigo de la miseria, hace alarde de los excesos y del pundunor ratero y disfruta del casi permanente estado de confrontación. Ahora las noches parecen no tener fin.
¿Se fugó de la cárcel la readaptación social? Hasta que se cae en ellos poco se comprende lo que son las celdas, el destino en una crujía producto de los yerros, la cárcel con la que se condenan los desatinos, descubrir a la nada en los sitios en los cuales se habla muy poco y se llora mucho. Cada vez hay más heridos arrastrando su historial de consecuencias, temerosos cansados de llorar. Son los propietarios de las miradas secas. Los que cayeron en el planeta de los ojos perdidos los que aún no han podido comprar el boleto para el viaje de regreso. A las leyendas negras con el tiempo se las come la ausencia. El reclusorio, el lugar condenado, el del castigo es un despacho donde se contabilizan los sufrimientos. La mancha del sujeto, del apellido del nombre es acostumbrarse a malvivir acompañado por el oprobio y el escarnio. En la prisión se mal muere cautivo en la perpetua sentencia, la cadena del tiempo falso. Ahí no hay refugio, es una tumba el gris mausoleo circundado por almenas y concertinas. Ahí se olvidan los dulces nombres de la infancia, los malandros inventan otra identidad con los sobrenombres de lo indigno: el zancudo, el monstruo o el querubín apodo este último que sintetiza la más suprema ironía.
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Sumergidos en el calabozo en calidad de tensos indiciados o deprimidos sentenciados han perdido su capacidad para autocuestionarse y por ende no existen las respuestas que pudieran encontrarse en el interior de cada recluso. Caer en la cárcel implican implorarle a San Judas Tadeo el milagroso de las causas difíciles o a la Santa Muerte la reina de la sombra a la que se le ofrendan grapas de coca. En los juzgados ante el rosario de cargos entre sí los acusados arrojan la fría despedida conocedores del encierro con su cauda de sollozos. Y el colmo de la historia del orgullo justiciero es la de la imprudencia de las víctimas que cayeron al presidio por creer, ingenuamente en un mundo en el que hubiera justicia.
¿Cuáles son los personajes de averno que nos circundan? La historia del orgullo justiciero es de la imprudencia de las víctimas que cayeron al presidio por creer, ingenuamente en un mundo en el que hubiera justicia. La descripción de personajes: tensos suicidas, captores insertados en la vida doméstica, la calaña de encolerizados, los humillados por el dolor y el pánico, los desertores de la moral pública, la sentencia de muerte de las denuncias de hechos decretada por la traición a la procuración de justicia, los despojados de la dignidad; los moribundos atrapados en la fase terminal de su oficio, de sus adicciones; los que solapan la saña con que ultiman a los occisos y se tornan ellos mismos en hacérselos occisos, los coludidos en el árbol delincuencial nutrido de funcionarios y exfuncionarios, Los inenarrables sucesos de los quemados en vida; Los insólitos sitios donde la
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maldad incinera, los crematorios clandestinos y los cementerios para vivos; seres humanos que expelen sus lamentos desde la más profunda entraña, la saña sanguinolenta de apocalipsis, la memoria traumática que se remolca a conciencia, El poder cruel de los colectivos criminales y el esputo rojo que arrojan los capos a furibundos. La crueldad de barriada de la nueva gente integrante de la masiva mafia está bajo el predominio del rencor humano. En medio del tedio, como mimados, los léperos y sus secuaces astutos como el diablo hacen sus falsas reverencias. Vendido su amor propio, los majaderos con sus entrenados ojos vigilantes son halcones contra matones de banda contraria. Desde hamacas virtuales de la Frontera Norte con sus acuciosas navajas, aguzados los sentidos los hampones acosan a los migrantes, inflamados en su podredumbre reclutan, abusan, exterminan. Y en la frontera sur los kaibiles invento castrense de origen guatemalteco estrenan entre la laboriosa tortura psicológica y el cachiporrazo. Los escalofríos son signos fatídicos ante el peligro cotidiano que representan los fanáticos de lengua trapajosa. La vida está poblada por un séquito de timadores que arrancan patrimonios. Abundan los necios que desafían con sus improperios. El acérrimo salvaje es leyenda identificado con su apodo en el pasaporte para el memorial de las torturas que iimponen la disciplina, se distancian de toda gracia; la cara de los malhechores va coleccionando rictus desapegados del horror, la metralla estruendosa anuncia una más de las encarnizadas batallas, no descansa el escarnio del brazo armado; una cauda de seres escarnecidos, vulnerados, despreciados son o es el trofeo del torneo del espanto; no se disipa el aire hediondo que dejan tras de si los jeques mafiosos, el suplicio se mide en el tumefacto rostro molido que al final se enrolla con cinta canela, hay 17
un extraño embeleso en los nuevos códigos delincuenciales que destrozan familias enteras, un torrente de oprobio rompió los diques del pacto que antes respetaba vialidades y que son ahora la escenografía para el escarmiento, se trata de marcar y remarcar el cuadrante del dominio egocéntrico de los jefes de plaza; se reducen los refugios, los sitios para el expiación del pecado; Existe mayor dificultad para cuidar al frágil destino; indubitable la trayectoria de los púberes que sólo regresan al hogar siendo cadáveres; Las guaridas se construyen en apartados lugares o en populosas zonas urbanas a la vista de todos, con delectación las mafias rompen los eslabones de la amistad incluso de la lealtad impuesta por el hondo temor; no hay fastidio en los relevos de la jerarquía delincuencial están asociados a la fraternal relación de parentesco, la familia dejó de ser un sustantivo de absoluta carga positiva para en algún caso de transformarse en identidad criminal en la cual se adquiere status gerencial Como en cualquier empresa; mordaz disfraz de sociedad anónima que pierde su anonimato cuando la fama de la ausencia de piedad recorre de voz en voz las tropelías de los personajes recuperados por los juglares de lo recóndito, los autores e intérpretes de los narco corridos, las crónicas de la ironía malintencionada, la música estridente identifica y delata. Los imaginativos apodos concentran y condensan las muy bien fundadas características de los personajes del encono homicida. Los hermanos de los residuos se auto inmolan en masacres atizadas por el odio y la venganza El mercenario consciente del riesgo de sus patologías en su oficio de fregar vidas, derramar cálida sangre con las descargas expelidas. La naturaleza endemoniada del pistolero inquebrantable imponiendo su dominio a través de las amenazas cumplidas y el escarmiento. Los precaristas degradados seducidos por el placer de asesinar con pasmosa tranquilidad. Torpe, molesto, patoso el sicario pervive entre escaramuzas con la moralidad dislocada ha perdido la capacidad de sentir los escalofríos del estrépito inicial. 18
La descripción del sujeto social incluye el atuendo estrafalario, la bronca increpación, los pretextos para autofregarse en el pisto, las conversaciones acerca de los difuntos idolatrados por su postrer valentía y nunca faltan las arrugas en el ceño como muescas orgullo del inacundo. En diversas y extendidos círculos se honra a los malandrines. Se les asciende al grado de santos por haber trozado destinos y propiciar espasmos fúnebres. Cada vez se nos impone una realidad macabra que sustituye en variados ámbitos a la rutina del goce, del disfrute de la paz social. Los depredadores sociales tienen el corazón petrificado.
¿La violencia llegó para prevalecer? El viento ligero sencillo, que acariciaba tornóse en denso aire en turbulencias con olor agrio. La historia de la colección de estrangulados considera a la hinchada saña como una virtud. Las narcomantas son odas amenazantes que prohíben el retiro, la tentación de dar rienda suelta a cambiar la vida del narcotráfico no es posible. La muerte imprevisible, a destiempo es sorpresiva por impuntual y el ejecutado únicamente puede ver hacia adentro como última introspección, casi póstuma voluntad. En el subsuelo de las fosas amontonan pilas de fiambre calcinado, pilosos cuerpos que ofrecen el testimonio del oficio cruel que propicia lo que pretende ser la manera más inútil de perecer. Quemar vivo a un rival, un traidor o un insubordinado es lo mismo que arrancarle la piel entera de la cara, desprenderle los ojos de sus cuencas a una
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persona viva para enviar el mensaje del escarmiento y del final de la existencia padeciendo infinito dolor. El horror de la desolladura es el extremo de la creatividad macabra. El cadáver desollado queda ahí como un esperpento al que se le ha despojado de su rostro. Es la atmósfera descarada malévola amenazante. Inconcebible sangre fría, tremenda y reptante conducta de los amigos del odio. El epitafio que nunca quisiera tener: la sentencia breve el adagio dictado por la basura moral de queridos lúgubres que picudean desdeñosos con sus fulminantes ataques. El sonido de las balas los recuerdan las familias marchitas, crece el lenguaje de la violencia y reemplazan a los discursos, las torturas llagan dejan cicatrices que incitan al deseo de venganza, arrecia el sadismo la competencia impía; al paso del tiempo a los matarifes los vuelven en bultos de corazón paralizado, atrapados en la violencia verbal los párrafos de insultos arrastran abusos y odio en las miradas. Crece la estadística del número de prófugos muy alejados de la inocencia. UN sudor frío se escurre como pariente cercano de los tremores que anuncian el pánico paralizante. La paciencia oscila entre el rostro del desengaño y el instinto animal de supervivencia. Desaparece la franqueza sustituida por el cálculo egoísta de la sangre fría. El rostro desencajado por el estruendo de la carcajada, delirante del humor negrísimo; el relajo en un mundo necio en el cual la aventura es entretenerse con vísceras. Ahora para muchos la esperanza ha sido asignada a la ofensa. Ante las dificultades derivadas de las dudas existenciales se acude a las certezas mortales. En sus círculos sociales a la mayoría no les importa otra cosa que la jerarquía de la mansalva. Se admira al guerrero atrabancado. Los silenciadores azuzan a las balas con fluidez irreversible. Los sofisticados 20
arsenales disminuyen a la vida civil. Los aparatos de comunicación avizoran a todo tipo de operativos. El dispendio irrefrenable es la teatralidad de una nueva generación de uniformados. El crimen siempre huele a sable repartiendo degüeyos. Estamos en medio de un viaje destinado a la decadencia. En los más insólitos sitios en los cuales aparecen los seres yertos apilados, colgados, incinerados o despedazados, recibimos el eco siniestro de ejecuciones en oleadas, la pobredumbre de letrinas sociales en las cuales las moscas se arremolinan en enjambre, los refugios paradójicamente disfrazados en la sencillez de la medianía, se nos apergollan las paradojas bestiales que nos restregan charcos de sangre. Nos quieren mantener atrapados en diálogos pausados, en calabozos virtuales, en hoyos negros, en antesalas de anfiteatros, en filas para ingresar a la morgue, en silencios largos Y entre recuerdos de nombres de malvados de quienes no debemos acordarnos. Para tener victorias en su vida los aprendices del mal construyen su trayectoria coleccionando agraviados, su temple se construye a lo largo de una historia de infamias. Nos acosa y nos acusa la convulsión de la violencia. Vive entre nosotros cada vez con menos secrecía una pasión negra, oscura, siniestra que se satisface entre la sombra y la tenebra ¿Qué sueñan los que bañan con sangre? ¿Como escapan de su ruindad bajo sus sábanas?. Amortiguan su razón con el enajenante peso continuado de los efectos de la droga bajo la cobertura de la cofradía jerarquizada de cómplices. En las metrópolis se olisquea la bilis, cuajada en una gran batea de tesis extensión de la indolencia ante la cual los desvalidos ciudadanos quisieran encogerse, esconderse, ocultarse bajo su piel para pasar desapercibidos y evitar con ello que su sino sea el vendaval maligno.
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¿Estamos ya en el reino de la muerte? La redención religiosa se ha invertido, la fe mística ha vuelto su devoción hacia la Santa Muerte. Antes los rezos devotos ahora la blasfemia rumiante. En los ritos se consagran las reiteraciones de muecas animalescas. La parte obscura de cada personalidad atrapa a la energía de las malas intenciones que tumban, derrumban toda bondad y sana alegría. La muerte nos ha ido consternando, ha infiltrado su imperio de azufre por la tierra otrora fértil. Expansiva, la muerte sin fin adquiere connotaciones insólitas, diversas e irracionales. Las modalidades son malvadamente innovadoras: vertiginosas, atrevidamente empotrada en el cruento declive, alimentada para una guerra disfrazada de justicia, meteórica decapitando, divisa de un final apresurado, imponiendo su mundo azufroso, el canje de la guadaña por la sierra eléctrica, acérrima combatiente de la sobrevivencia. Esta muerte tiene sus grotescos engendros: el rey del ácido, el pozolero, los coleccionistas del fiambre, la atmósfera de la fiereza, la brutalidad de pasarela, el homicidio censado fríamente en el forense, el anfiteatro en donde concluyen su precoz existencia jóvenes sicarios, las ráfagas del ajuste de cuentas, multitudes parsimoniosas de reality show, la paz social rota- teñida de sangre, la realidad un espejismo. Las consecuencias de esta mortandad entre otras son las siguientes: el anonimato final, la perene existencia sin acta de defunción, dejan de existir como si no se hubiera nacido, sin constancia del destino; la multiplicidad de tragedias que se transmiten – en su mayoría- oralmente, sin testimonio escrito; un concentrado de vulnerabilidades que multiplican los sitios de la infelicidad; la narración de historias que van marchitando al espíritu; el rayo de la adrenalina que incrementa las regiones donde ya no se puede ser feliz, los páramos de la embriagante lluvia de plomo.
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El final precoz ha propiciado que poco se celebre el destino, los logros son de una fugaz meticulosidad compulsiva. En los diarios aparecen los pálidos rostros ajados de las víctimas, obscuro humor gótico, criaturas de las tumbas nos circunda, es descomunal, el fuego de las armas que dragonea en los parajes o en las avenidas. La muerte es ahora una colección de cifras, un baño de datos rojos, un enojo cotidiano que nos abofetea, un frío que nos nace desde dentro.
¿Qué hacer, ir en busca del tiempo perdido? ¿Hay que pedirle al tiempo que vuelva? ¿Ir en busca del tiempo perdido? ¿Empezar nuevamente? El destino nos ha alcanzado. Aterradores dolores aquejan a la sociedad. Fantasmas corpóreos, encrespados se niegan a sosegarse. Desde el régimen pretendan justificarse los errores con la reiteración supuestamente magnánima. Escuchamos y vemos a través de las pantallas las necedades del funcionario con ínfulas de estadista, al que evidentemente le desagrada que lo contradigan. Los responsables de procurar seguridad no cumplen lo que prometen, hacen lo que les reditúa. El mundo del artegio es nostalgia. Ahora la usanza en las calles está determinada por los auténticos burdos a quienes sus rígidas quijadas no les impide chorrear con las balandronadas de sus maledicencias. La época en que no había esos problemas, cuando había cortesía, respeto, iniciativas nobles se ha ido, ahora predomina la desconfianza. La ambición inadmisible, sin razón de por medio más fuerte que la generosidad o el respeto. Calibramos la instauración de los días cada vez más atroces.
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¿El camino absurdo del regreso al pasado? ¿El sueño peliculesco de pedirle al tiempo que volviera? ¿O la premonición, el augurio de un futuro consternante?.
¿Otro mundo es posible? A las victimas no se les puede únicamente aconsejar resignación por que por sí sola es también profundo dolor. El consuela es insuficiente para vivir feliz con él. Hay que concebir a la vida en busca de sentido. Siempre es bueno hacer las paces con la felicidad, recuperar la conciencia cierta de que la muerte es cosa seria, que al barrio no se trata de ingresar de contrabando sino haciendo y transmitiendo tranquilidad, que se puede conseguir lo que se desea utilizando la verdad y que se puedan anular a las lastimeras voces de la hipocresía de los que siempre han mentido.
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Descrito el páramo ignominioso surgió el efecto de lo impredecible: El Cisne Negro A las ideas hay que perseguirlas. Únicamente así es posible que se plasmen en el pensamiento y fructifiquen. Cuando se confrontan opiniones opuestas es cuando más se aprende. Por eso es bueno razonar, exponer lo que se cree y también de lo que se duda. Tratar de comprender las ideas contrarias para evaluar o no su pertinencia. Un buen ejercicio para reflexionar es emitir o consiste en emitir un discurso simulando ser el sustentador de la otra idea, así como si se buscara convencer, entonces se puede valorar la parte de razón que cada quien tiene. Propicia eso la meditación y el enriquecimiento mental. Ese fenómeno cognitivo implica estudiar y escribir. Entender la fragilidad de los conceptos o de las certezas. La percepción de la realidad nos conduce a la elaboración de convicciones, casi creencias articuladas que inventan predicciones. El impacto de lo raro es lo excepcional. En consecuencia tendemos a absolutizar y a pasar por alto los matices o las dudas razonables. Poco espacio le dejamos a la incertidumbre. Valoramos poco la importancia de lo incierto. La costumbre nos conduce a confiar en lo que cotidianamente ocurre implica que lo que no ocurre sea imposible que suceda. En la ciencia política se analizan los acontecimientos que tienen impacto extremo. Revueltas, revoluciones, fenómenos sísmicos con efectos sociales y se hacen esfuerzos analíticos o metodológicos para explicar su predecibilidad. Incluso ensayos retrospectivos tanto de lo que aconteció como de lo que efectivamente ocurrió. En la historia juega un papel relevante lo azaroso que con frecuencia es determinante. Acontecimientos acumulados impactantes reconocen y marcan nuestra existencia sin que mediara programa divino de por medio.
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Tememos a lo que esperamos pase y pasa lo que no esperábamos. Lo mismo que es más relevante lo que ignoramos que lo que sabemos o creemos saber. Los acontecimientos posteriores a la tragedia del 26 y 27 de septiembre en Iguala se produjeron – entre otras cuestiones- porque no se esperaba que sucedieran. Ahora puede argumentarse acerca de los indicios que apuntaban hacia el hito, pero eso es más justificación o retórica. En las lides políticas, sociales o electorales si el adversario llega a conocer lo que sabemos entonces nuestra iniciativa puede fracasar. Nos prevenimos para que no nos afecte lo conocido y generalmente nos hace daño lo incierto. Eso mide el tamaño de la incapacidad en el ejercicio gubernamental. Aunque derivemos causalidades entre políticas públicas y consecuencias, el efecto de las casualidades supera lo típico y entonces lo atípico adquiere mayor jerarquía. La descomposición del tejido social y el crecimiento de la unimilidad oscila entre la complicidad y la negligencia pero la crisis que de ahí se derivó surgió precisamente porque no se midió el alcance de lo que se incubaba. Desde el régimen se despreció lo específico y se supuso que todo iba a recorrer las reglas establecidas. La historia está maltratando a aquellos que pudiendo evitar el desastre no lo evitaron e incluso lo propiciaron. Lo que está pasando desde las mentes dogmáticas neoliberales se supone que no podía acontecer. La cultura de la prevención política no entiende la relevancia de los hechos excepcionales que son más influyentes que los habituales. Los que firmaron y avalaron el Pacto por México no meditaron, asumieron que sabían más de lo que en realidad comprendían; tacharon de estériles opositores a los críticos, no calcularon la brecha que existía entre sus optimistas discursos y la testaruda realidad que termino estallándoles en la cara. Podría decirse que tenían ya escrita una historia pero otra se está escribiendo. Desde la izquierda moderada se percibió el futuro predeterminadamente sin considerar que los sucesos aleatorios actuales derivaron en variaciones extremas inesperadas. 26
Los que traficaron con la aprobación de las reformas estructurales y particularmente la energética se autoerigieron una jerarquía y cayeron en la trampa del autoengaño. Desaprovecharon la oportunidad del impulso de políticos diferentes. Apostaron a la continuidad creyendo en una falsa calma y un inexistente equilibrio, no se aprovechó la sabiduría que otorga la experiencia de procesos similares latinoamericanos. Una parte de la izquierda, la dócil, dizque moderna no sostuvo su capacidad de actuar conforme a los principios que dice sustentar. Actuó ligera, complaciente, en complicidad con la restauración autoritaria del PRI y como dijera Nassim Nicholas Taleb “un Cisne Negro, salido de la nada, trasformo el cielo en un infierno”. A los pactistas se les esfumo su paraíso, la estabilidad dorada presumida tornóse en vacío. Se les opaco su horizonte. Su ilusionismo prestigitador fue develado, la distorsión discursiva demostró la valoración exagerada que hacían del mundo o del país en el que supuestamente la paz y la prosperidad nos acompañarían. Prisioneros de sus explicaciones se les descompuso la máquina de su credibilidad, la televisión. A los momentos del creciente miedo le sucedieron los de la naciente indignación masiva. Los tecnócratas de la derecha y sus satélites paraestatales de la izquierda pretendieron convencernos que el país iba hacia adelante cuando en realidad lo dirigen hacia atrás. Confiaron en la desmemoria y han escalado una crisis. A la información le siguió el análisis y la opinión dimensiono lo absurdo y perverso de los acontecimientos y entonces la complejidad de los asuntos diversos propicio un tejido insurgente. La arrogancia de los jeques mediáticos quiso mantener intoxicada a la población con sus omisiones o manipulaciones acostumbradas pero un suceso infravalorado fue el detonante del surgimiento de una nueva realidad emergente. Mezclas de la tristeza, enojo, indignación, hastió, coraje acompañadas de la sensación de vulnerabilidad derivaron en la acción colectiva que perdió el miedo de tener la razón. 27
Una ceguera psicológica nublo al Presidente Peña quien declaro durante diez días que se trataba de un asunto local, del fuero común, en una superficial conducta que no le permitió vislumbrar la profundidad de la tragedia. Quizá se pensó en la secuencia de historias que a pesar del salvajismo que implicaba se habían vuelto ya costumbre. Como si todo ocurriese de la misma manera aunque en diferente lugar. Por eso el sistema quiso imponer una versión inverosímil. La desigualdad que arrastraban las victimas escalo, contagio a la sociedad, término con la soledad del reclamo aislado y propicio la creatividad de múltiples iniciativas que influyeron inesperadamente en la cuestión social y la esfera política. Los datos recibidos apuntaban a una situación extrema pero la rutina del análisis predeterminado de los gobernantes los llevo al escenario indeseado por ellos de lo imprevisto, la sorpresa y la irresponsabilidad; la falta de imaginación y la negligencia los condujo a la confusión y a una cadena de decisiones erráticas. Guiados por lo que desean creer y por si maraña de intereses confiaron más en sus valores negativos y entonces entre la gente se produjo un gran cambio y una sentencia indubitable: Fue el Estado. La sección tardía y las medidas anunciadas comprueban que se está actuando en base a reiteraciones, las mismas respuestas para un fenómeno que ha tenido consecuencias diferentes. Se está produciendo una fractura histórica. Modifica las expectativas y lentamente se va configurando una dinámica incremental de metamorfosis ante la cual es preciso, es menester mantener la mente abierta. Un suceso improbable ha tenido un alto impacto. El tiempo trascurrido aparente de unas cuantas semanas encubre un largo lapso durante el cual germino un problema mayor. En medio de las diatribas empieza a entenderse la problemática, pero los espíritus facciosos e institucionales impiden atenderlo debidamente. Los intereses son los padres de la incompetencia.
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No ha existido una actitud honesta ante la verdad. Las causas posibles y sus efectos se han querido encajonar en un esquema preestablecido. No se ha podido valorar la magnitud del desastre por que no se ha querido asumir el riesgo de la responsabilidad. Se narran falacias, se distorsionan las pruebas, hay una negación a aprender del pasado, se generaliza y se afirma una postura negando a las otras. La confirmación errática incurre en la trivialidad y la imprudencia: “ya me canse” es la síntesis de la soberbia y la trivialidad rodeada por un ambiente de arrogancia. La ausencia de pruebas de la versión de lo ocurrido únicamente comprueba la ausencia de los estudiantes desaparecidos. Muchas de las observaciones han sido tendenciosas y de ahí su falta de credibilidad. Unos cuantos días han bastado para demostrar las equivocaciones de las políticas públicas en materia de seguridad seguidas por años. Desde la Presidencia de la Republica sin embargo se insiste en verdades definitivas, aunque se sabe dónde está el error: en la política económica neoliberal; pero se acude al cambio. Se actúa en base a conjeturas y especulaciones porque en su mente habita una determinada visión del mundo que les impide concluir que no están en lo cierto. Montañas de información les ha llegado para comprobarles que están equivocados pero testarudos nos recetan un decálogo inviable con más de lo mismo. Siguen tratando a la gente como ingenua estos insensatos. Creen en lo que dicen porque la costumbre los ha hecho así. Su maquinaria mental está dominada por inferencias simplistas. El gobierno acudió a la falacia narrativa, en realidad un fraude que distorsiona y a un fenómeno complejo lo asocia a una causa y lo compacta para impresionar, evadir responsabilidades reduciendo la multidemensionalidad del hecho y procesan una historia orientándola políticamente hacia los intereses que pretende lastimar y los que busca proteger. Pretendió el régimen encajar lo sucedido en un patrón de comportamiento y fijan en la mente de la población una idea que implícitamente significaba una autoexoneración. 29
Fallo esta planeación por que no pudo controlar la información y manipularla. La barbarie inundo las redes sociales y el patrón compacto televisivo fue desbordado por la prensa escrita, la comunicación horizontal y el creciente escepticismo hacia las versiones oficiales. Empezó a comprenderse la complejidad de lo sucedido y el Estado empezó a resentir los efectos dela pérdida de control. La trama que buscaba reducir la dimensión de los sucedido con el flujo del tiempo la memoria dinámica de hechos similares asocio lo acontecido y propicio el ¡Ya Basta! Los migrantes de San Fernando Tamaulipas, los jóvenes de Villas de Salvécar en Cd. Juárez, los arrojados en las vialidades del Puerto de Veracruz, los muchos colgados, decapitados y sobretodo desaparecidos reverberaron en la conciencia nacional y nació así la consigna. Todos somos Ayotzinapa que Peña Nieto pretendió adulterar. La ironía ciudadana exhibió los delirios episódicos de la Procuraduría, los sin sentidos y torpezas de las detenciones arbitrarias. El desagradable suceso atenazo al remordimiento y al culpa oficial por omisión. El dolor punzante de los poderes fue asimilado y comprendido por multitudes a quienes no satisfacieron las disculpas por los errores cometidos y proclamaron la presentación con vida de los normalistas y el persistente reclamo de seguridad y justicia. No pudieron así evitar el costo multiforme de voces de personalidades heterogéneas que agobiadas y disgustadas se pronunciaron con unanimidad asombrosa. El oficialismo de derecha y de izquierda sécalo en la versión fabula. Como acostumbra su narración fue verborrea en el vertedero del engaño. La ficción minimizo lo acontecido en Tlataya e incremento el significado sensacional de Ayotzinapa para confundir en la proyección de sus posibilidades. Sin una causa determinada o motivos creíbles quisieron como en otros casos criminalizan a las víctimas y encapsulan lo perpetrado en el nebuloso libreto del ajuste de cuentas. Pero equivocaron el discurso porque por los que podían hablar, por ausentes, hablaron cientos de miles.
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Se sobreestimo a los voceros de costumbre y se infravaloro a la visión ciudadana. Las personas reaccionaron rompiendo la estabilidad y estimulando la crisis. Abandonada por una parte significativa de la sociedad la autocomplacencia y el adormecimiento, la conciencia crítica convirtióse en un obstáculo para la dominación ideológica acostumbrada. La población juzgo, se informó e intuitivamente midió el tamaño de su fuerza en todo el ámbito nacional. Cambio la noción de muerte. Ya no fue una estadística, ahora adquirió la noción de tragedia nacional con insospechadas repercusiones internacionales. El entorno de la masacre se acercó virtualmente. No hablan de lo infausto perdió vigencia y una cascada de frases, lemas, canciones, símbolos en una incontinencia gramatical y grafica atosigaron a la macabra simulación sistemática. El gobierno de Peña Nieto se inventó durante dos años una historia de paraíso recuperado. Agobiado ahora por su superficialidad pretende la coartada subliminalmentereligiosadesusdiezmandamientos.Undecálogoautoritario, sesgado, y con resonancias calderonistas. Una versión remasterizada de un modelo equivocado que pretende sustentarse emocionalmente sin una introspección profunda de la descomposición gubernamental en sus tres niveles y como es ya sabido con alta probabilidad de fracaso. Al artero abuso delincuencial se le pretende añadir el artero abuso gubernamental. La mentalidad centralista ubica en el municipio la responsabilidad para que una Inquisición desaparezca sus facultades y como sucede con los cuenta cuentos vestir de héroes a los policías o cuerpos policiacos estatales o federales que adolecen de las mismas o más vulnerabilidades. El empirismo del oficialismo de derecha y de izquierda predice inverosímiles resultados no podrá convencer sino para imponer una concepción incorrecta y falaz: el mando único como varita mágica que disipa las tinieblas. Así entonces se revive el Plan Puebla- Panamá de Fox bajo el argumento hasta discriminatorio de que la descomposición moral y ética se haya en el 31
Sur donde se anido la pobreza y que el desarrollo esta eximido de inseguridad. Tal argumentación falaz que sostiene el oficialismo ambidiestro, es decir de izquierda y de derecha cae al primer recuento histórico: ¿No ha sido en Nuevo León, Baja California, Sinaloa, Sonora, Chihuahua, Durango, Tamaulipas y Coahuila las entidades federativas donde la sangre, la violencia, el odio salvaje y más primitivo se ha enseñoreado al amparo de Gobernadores, jueces y empresarios prósperos cómplices? Durante la actual forma de vida en el país los riesgos físicos se acrecentaron por eso el gesto incomodo del Procurador provocaron conversaciones irónicas, hilarantes indignadas. El aparato de procuración de justicia del Estado no estuvo preparado para la magnitud del suceso, la conclusión es esencialmente infructuosa. La resistencia personal e intelectual de los funcionarios fue insuficiente. No hubo preparación psicológica para el estallido que se presentó como una hemorragia por donde se escapaba la credibilidad. La mímica oficial disfrazada de destreza confirmo el sesgo de la auto exculpación. Mientras tanto el conjunto de la clase política padece una atrofia. Ante la opinión pública aparece fatigada, cansada por las constantes equivocaciones la continua pérdida de aceptación y legitimidad. La treta del olvido social no ha funcionado, se acumulan en la memoria la hilera de agravios, se han absorbido ahí los daños de años de ofensas repetidas, el cumulo de sentimientos negativos adquirió tal magnitud que deterioro a las organizaciones políticas y las instituciones gubernamentales. Los asesores de la imagen presidencial tanto en el caso de la Casa Blanca como en la preparación fallida del Pacto II, del Acuerdo de Estado, y en la débil solemnidad del palaciego evento metódico de la presentación del Decálogo centralista y autoritario se equivocaron. Creyeron que el lenguaje corporal de actriz o el mensaje pronunciado con supuesta seguridad en sí mismo era suficiente para revestir la situación de crisis y propiciar lo que la mercadotecnia política llama control de daños. Al pretender controlar la insatisfacción ciudadana se testereó su sensibilidad. 32
Fallo el ensayo escenográfico según el cual lo que importa no es lo que se le diga al pueblo sino como se le dice. Más que por la esencia se orientaron por la apariencia. La altiva consigna de Somos Ayotzinapa plagiada fue sustituida en la calle, aplicada a Peña y su cofradía de Son Atlacomulco. El contraste entre lo que dicen y hacen desde el estado sus administraciones con lo que se dice y hace la gente que se expresa ha sido evidente es la elegancia fatua versus la sencilla dignidad. Hay muchas pruebas silenciosas que incriminan con esta historia a quienes simulan, evaden o mienten. La sucesión de acontecimientos fue el factor determinante para que se derrumbaran las falsas percepciones. Visto desde el presente la conducta de los involucrados durante los dos últimos años, principalmente, acumulo evidencias de que distaba mucho de coincidir la ilusión creada de lo que se veía con lo que realmente existía. Algunos líderes políticos del sistema, del oficialismo ambidiestro son fabricantes en serie del engaño, pero su error sistemático ha consistido en creer que se puede engañar a muchos durante mucho tiempo. Ahora como entes se ha confirmado que los ruiseñores que impusieron a su candidato en Iguala son ahora los señores que se desdicen y pretenden culpar a los demás de la barbarie que propiciaron. Estos señores de la sedicente Nueva Izquierda tienen una opinión idealizada de sí mismos, de su pasado y de lo que representan. Iguala desnudo su esencia y anuncia sus fracasos. Pero no quieren correr el riesgo reivindicador de la autocrítica y han preferido transitar la vereda que los conducirá al cementerio de la complicidad y de la autocomplacencia. Paraellosysuspatrocinadoreslosucedidoconlosasesinadosydesaparecidos en Iguala y Cocula es la crónica de un desastre. El cartucho de dinamita que le estallo el 4 de octubre pasado a Navarrete quedaría asentado en su biografía y en el historial de su grupo como la consecuencia casuística de una conducta y no como suceso derivado de la mala fortuna.
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Nuestra naturaleza humana nos tiende trampas. El determinismo lineal retrospectivo quiere aparentar un exorcismo autopurificador demagógico: el protocolo para personas políticamente expuestas es una cortina que oculta lo que ha sucedido y muy probablemente continúe pasando mientras no haya un cambio integral del conjunto del sistema político mexicano. Es por eso y muchas razones más que es sólida la vigencia de la convocatoria a la celebración de un nuevo Constituyente que hicimos desde la fundación del PRD hace más de 25 años, que retomamos como IDN el cinco de mayo pasado en Querétaro y al que volvió a convocar CCS el sábado antepasado. Razones que podemos exponer: la clase política dominante es más despiadada; la desigualdad es mayor; existe una gran disparidad entre lo que se promete y lo que se comete; la debilidad institucional en México se ha tornado endémica, dócil ante los poderes facticos; el proceso políticosocial tiende a desestabilizarse; recompensa más el delito que la probidad; la dictadura perfecta televisiva impera; la elite política buscan congraciarse con los dueños de los medios y no los empresarios mediáticos procuran quedar bien con los gobernantes en turno, se han invertido los papeles; el sistema emocional de millones de mexican@s está sumido en un estado de depresión derivado del padecimiento agresivo de un cáncer social; la falsa filantropía engatusa y por eso Navarrete llamo a apoyar al Teleton; el gobierno comunica con sensacionalismo lo que hace pero no lo que omite; todo el país es una enorme fosa clandestina, el oculto cementerio del efecto depredador del neoliberalismo. Lograr un nuevo congreso constituyente implica canalizar las consecuencias positivas de las acciones contestatarias para evitar que beneficien a la nata burocrática de los políticos desmemoriados y a los falsos humanitarios. Hay que reflexionar acerca de la ruta seguida por la insurgencia cívica acrecentada durante el otoño del 2014 a partir del 26 de septiembre hasta el 1° de diciembre cuando se cumplieron dos años del gobierno de Peña Nieto. Preservemos la ilusión de la esperanza. No nos perdamos a nosotros mismos. Sabemos donde no hay que buscar soluciones, ahí nada descubriremos ni intentemos dialogar con el testarudo silencio de los que prohíjan resultados negativos. 34
Es posible encontrar resultados positivos. No en la derecha bicéfala ni en el oficialismo ambidiestro. Ellos nos han sumergido en su dieta de crueldad y no quieren aceptar las consecuencias sociales de su fracaso continuo. Tengamos el coraje para denunciar el infierno que han propiciado. A lo largo de muchos años los resultados que han entregado son un estrepitoso fracaso. Preguntémonos: ¿tenemos derecho a la felicidad? Busquemos entonces resultados positivos no ajustados a la linealidad acostumbrada, retroalimentemos nuestro optimismo en la voluntad a partir de vincular nuestras identidades, el mundo es complejo y dinámico eso supone la autosatisfacción de cambiar para cambiarlo que no funciona, vayamos en pos de objetivos pequeños y grandes, desde lo nimio hasta lo colosal; la esperanza es vida, afecto, sentimientos positivos, recompensas frecuentes, satisfacciones, esfuerzos, compromisos y la superación de las penas. Los padres y madres de los normalistas desaparecidos han sufrido el dolor de una pena prolongada, sin duelo de consuelo. Su felicidad se les ha confiscado por quienes coleccionan infamias. Ellos somos nosotros y seamos nosotros solidarios con ellos para la recuperacióndelavidaylaalegría.Quevivenconesperanza,conexpectativas, con sentido de supervivencia superada. Apelan a las razones de la dignidad y el respeto a la validación de los iguales separados del ostracismo de la marginalidad social, seamos un grupo grande donde este proscrita la soledad y podamos sanar de nuestra tristeza. Si Podemos. Tengamos, seamos la energía del cambio por amor humanitario. Como peces en el agua tengamos las agallas de ser libertarios ante las ofertas electorales de vendedores de productos milagro. Neguémonos a ser considerados una estadística o una anécdota. Un fiambre más en esta desgracia. Busquemos una nueva oportunidad. Ante los reveses hay que sobrevivir.
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Nuestra vida se mide por nuestra capacidad de recuperación. En medio de descalabros presenciamos una eclosión: la manifestación súbita de un movimiento social, histórico, político y cultural. Asumamos el riesgo de ser audaces. Lo que es bueno para la gente será bueno para nosotros. Aprovechemos la torpeza y la ceguera de nuestros adversarios. Disfrutemos con nuestras realizaciones colectivas. Como dijera Salvador Dalí: para hacer realidad nuestros sueños lo primero que debe de suceder es despertar. Que el paso de los años y el recuento de los daños no nos vuelva conservadores. Gramsci dijo: “preservemos el optimismo de la voluntad y el pesimismo de la inteligencia.” Nosotros no estamos cansados. Sí podemos. Seamos capaces de elegir nuestro futuro, de construir la trasformación, guiados por el instinto y la razón evolucionemos a una etapa superior de organización consiente. Reflexionemos en nuestras metas y definamos la estrategia a seguir.
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La obsolecencia de la izquierda dócil, dizque moderna. Desde la perspectiva de la Nueva Izquierda el PRD sólo está pasando por un bache, un hoyo pequeño en el camino plano. Viven en la ilusión de la meseta, se creen ubicados en una planicie en el ascenso por eso en ellos domina el conformismo. No se han percatado en el atolladero en que nos han conducido. No existe tal estancia en un pozo del que se desea salir. Es por ello que nos están conduciendo a la derrota, a la caída en la barranca de la frustración. Su conducción ha conducido a la humillación de la militancia a la cual tiene con la autoestima arrodillada. Desde que el tribunal Electoral Federal convalidó el fraude interno de la elección de 2008 y los colocó en el pináculo del poder se ubicaron en aquel cima gélido donde el fragor por mantenerse en ella propicia las más acaloradas pasiones acudiendo a todo tipo de truculencias para mantenerse en él y conservar su interlocución privilegiada con los representantes de la derecha bicéfala. Ahí fraguaron la firma del Pacto traidor contra México. La sedicente izquierda moderna no ha calibrado bien el desasosiego, la ausencia de calma y la ansiedad, es decir el estado de inquietud, de búsqueda de satisfacciones y emociones positivas que anhela conseguir la población. Están sobrestimando el rencor, la mala entraña acumulada en negro tiempo y su hija la venganza esa acción nacida del enojo, la sulfuración de temperatura social que en grado extremo es cólera, la explosión incontrolada de ira arrasadora del entorno y de quien la propicia.
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No perciben al asentamiento arrasador, ese espíritu que depreda, tumba, destroza, troza, siega y deja su huella destructiva. Los dirigentes políticos de la izquierda no pueden transformarse en algo carente de alma, en inerte materia, cuerpo físico sin fuerza espiritual; indefinible objeto inanimado, vida escapada, rey sin su corona de anhelos. Cuando un ser humano es desalmado, es que la compasión, la piedad, el amor, la clemencia y la bondad se le han evaporado de su ser y queda en él sólo negrura maligna, frialdad malsana y perversidad infame. En amplios ámbitos de la patria priva la tristeza, ese estado de ánimo durante el cual la languidez puede conducir a la extinción misma. Hay desdicha, infelicidad, dicha deshecha, risa vuelta llanto… En otros círculos sociales se ha producido el hastío, el extremo hartazgo, se ha sobrepasado el límite que posibilita una conducta, lo que ya no puede soportarse ni permitirse. Y sin embargo, los dirigentes moderados están en el cautiverio del narcisismo, viven un embeleso permanente frente a su espejo. Apoltronados en su vanidad, privilegian el imperio dominante del ego y del amor propio. Se han mostrado impedidos de practicar el sano ejercicio de negar su ego, de hacer la autocritica, para alimentar el fuego en el que se consume la hoguera de las vanidades. Viven en el autoengaño y la simulación, en una suerte de mímica reiterada la emulación es la presencia de un espejo frente a otro que se refractan en la infinita repetición de su misma imagen de plata. Una buena parte de su voz pública es petulante, presumidos andantes, tan de mal talante, que con su actitud desafiante, parecen infantes. Los dirigentes de la izquierda mexicana no pueden ser seres de costumbres, adoradores del Dios de la rutina, del hábito que porta el monje del confort. 38
Mucho menos adictos a la complacencia, a la actitud conformista de cómplice pasividad, aprobación táctica ante una determinada situación. Complicidad omisa, asunción permisiva que a través del consenso se torna en inercia conformista. Si se comportan así se vuelven opacos, personas que se funden en el gris mundo que lo circundan. Si eso sucede el proyecto se entume, como el organismo padece adormecimiento físico muscular propiciado por la inmovilidad, el frío, la atrofia o la pasividad extrema. Los paradigmas políticos prevalecen cuando su programa es vigente pero perecen en la coyuntura en la cual postulan ideas muertas. Un pensamiento que ya nadie asume como valido, que tuvo vida mientras creían en él pero murió cuando la mayoría lo abandonaron. Entonces los discursos contienen palabras difuntas, Son letras que nada significan. La gente por no creerles las ignora. Ese grado de obsolecencia podría calificarse como obtuso. El punto de vista desde el ángulo que se equipara con lo anacrónico, algo que ha dejado de ser icónico y tiende al desuso. Lo más grave de esta circunstancia es que los protagonistas tienen una conciencia vaga de su circunstancia. Es una somnolencia viva, un estado en el que se aletarga la percepción y se sublima la fantasía. Surgen así los fetiches ideológico-electorales. Poderes sobrenaturales a los que se atribuyen capacidades para influenciar en los seres o en las cosas. Muchas veces se refleja en la falacia de minusvaluar las opiniones negativas a los bajos niveles de aprobación de un gobernante. Y a los fetichistas les gustan aferrarse a una idea falsa, a la conjetura que se derrumba ante la evidencia de la verdad relativa. 39
Padecen una obsesión fanática a la decidida determinación tenaz que está predeterminada en la conducta reiterada de quien la padece, con frecuencia de manera voluntaria. Por todas estas razones la actuación de la Nueva Izquierda en la nueva dirección partidista quedó en el pasmo. En una estática perplejidad que tendió a perder vivencia, contacto con la realidad, carente de iniciativa y de reacción. Subyace además la complicidad con el secreto delincuencial con la tragedia en Iguala. El negro acontecimiento que se mantiene en la comunicación sigilosa, en el archivo muerto, que amenaza con resucitar. La conducta asociada a los nexos inconfesables se ubican en el espacio de lo osado. Del líder político temerario que se atreve a rozar el filo de la guillotina con su cuello para calibra su filo. Así, en consecuencia el proyecto de la Revolución Democrática esta confiscado. Padece una especie de secuestro. Sometimiento de la voluntad personal por el dominio organizado y represivo de una perversión moral e inhumana. La de los pacto-traficantes de las reformas estructurales. Por todo lo anterior es muy difícil recuperar credibilidad y concitar entusiasmo por que la convocatoria cae en un terreno trillado. Un suelo tan trabajado, tan recorrido que los surcos se vuelven predecibles, que hasta las piedras se hacen a un lado solas.
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¿Qué procede? Para comunicarse mejor es necesario escribir, porque es como hablar en silencio… tratar de reflexionar con hondura, la dura profundidad que perdura en una coyuntura. Tratar de ubicar el enigma, la duda, misterio, reto a resolver, encrucijada dominada por el signo de interrogación. Hay que recordar que la política es un entorno competitivo, salvaje, en el cual con frecuencia la mejor compañía es la soledad del análisis y que con frecuencia son más poderosas las ideas que las estructuras. La conciencia humana está constituida por un conjunto de concepciones que las personas articulan y les propicia una conducta determinada, para entenderla hay que emprender el dialogo con la realidad. Increparla, tratar de entenderla buscar los motivos que la impulsan, pretender atrevidamente sorprenderla calibrar los latidos que la pulsan. Buscar su profundo significado pedirle que nos muestre sus secretos que nos enseñe la cara de cada lado sin la mínima pretensión de ser discretos. Conversar acerca de sus razones, de la raíz de su funcionamiento, escuchar cómo se oye a los corazones tanto es sus alegrías como sufrimientos. Tratar de calcular su edad, la manera que cambia en la historia, comprender lo propio y la otredad como si se tratara de la gloria. Distinguir entre la ilusión virtual y la concreta visión de lo real sabiendo que la frontera entre cada cual no es más que la línea tenue de lo irreal. Así se constituye una buena dirección a sabiendas de que un buen líder es un negociador de expectativas y posibilidades a lo largo del tiempo. Saber encontrar el relámpago, ese fugaz alumbramiento, imprevisto, gigante iluminación del cielo que anuncia un trueno. Saber desenmarañar, seguir la pista de la hebra, sus cauces y enredos hasta que el hilo quede linealmente dispuesto a ser continuo. Así se encuentra el sendero, la ruta preandada, el trazo prefijado, el camino andado, la vereda seguida o por seguir la trayectoria en movimiento. No es el tiempo de zarpar, de zanjar el agua, dejando la estela espumosa del olvido y la turbulencia del no retorno. Estamos en presencia del dilema de los presuntos ahogados… nos hundimos o nadamos.. Hay que fortalecer los puntos de vista alternativos, las visiones a través de otras caras del prisma. Abrigar una amplia gama de ideas. Todos nosotros ser como un cerebro con múltiples memorias, chips que son archivos vivos 41
interactuando permanentemente. Asimilar la ley fundamental de la dinámica creativa. Pensar positivamente, innovando prácticas soluciones a los retos que la vida lanza. Saber improvisar, propiciar la reacción creativa ante un requerimiento súbito e inesperado. Cultivar el afán, la dedicación a un fin con tal pasión que el alma y el cuerpo se funden en pos de su consecución. Seguir la práctica obsesión que busca recompensa. Guiarse por la disciplina entendida como el tenaz comportamiento, el empecinamiento actuando ser veraz. Aquel que tiene a la verdad por norma y que la falsedad o la mentira la sepulta con las evidencias de la razón, es la era del apremio. De la pasión para apresurar una acción o determinación que es a la vez amenaza o promesa de recompensa. Una nueva realidad descuella, rebasa el límite del promedio, trasciende, se supera eleva sus potencialidades se sublima. Siempre ser austeros, fieles seguidores de la sobriedad, la sencillez y la serena autosatisfacción que relativiza la relevancia de lo material, prioritariamente posibilitan el ingenio. Esa capacidad del ser vivo, animal o vegetal para encontrar soluciones a dificultades o problemas que se le presentan, encontrar los resortes causales de un fenómeno. A la estructura en espiral para soportar, lanzar y desplazarse aprovechando las inercias de las leyes sociales. Tener a la curiosidad por norma, ese anhelo de saber, de satisfacer el encendido de la lámpara del entendimiento. Cultivar la paciencia como virtud, tener la resistencia calculada en el tiempo ante la necedad y el desatino. Actuar con la humildad. Es decir, andar por la vida despojado del traje de la soberbia. Propiciemos la fidelidad. El comportamiento agradecido a una causa o persona que se cimienta en la identidad. No es debilidad aunque lo parezca, es fuerza, la de la lealtad. Guiemos a nuestro temperamento. Al termostato interno que determina la temperatura del ánimo y de la fortaleza del espíritu, preservemos nuestra rebeldía. La forma de poner en aposición a otro poder. Nuestra rebelión sea la insumisa decisión destinada a modificar una determinada situación de las cosas prevalecientes. Reafirmemos el proceso de tensa miento. La concentración de fuerza dispuesta a utilizarse en cualquier momento, seamos misiles apuntando en la dirección correcta. La tensión que procuramos es el efecto que tiene un elemento de fuerzas que presionan en sentido contrario y estremecen 42
lo establecido hasta el punto de reventarlo. Vendrá entonces el júbilo. La alegría desbordada como aguda precipitándose a carcajadas. El centro nuclear de nuestra apuesta será la imagen. La idea virtual que se tiene de los objetos, los seres y que está limitada por la capacidad de percepción con todas sus distorsiones. Seamos capaces de sumergirnos en el hondo pozo de emociones de la soledad entera. El sitio donde se localiza una mezcla de mieles y hieles, odios y amores, valentía y cobardía tristeza y alegría; es un fondo viscoso agridulce. Es el espacio de las emociones donde encontraremos respuesta positiva a nuestras propuestas. En las nociones sentimentales, expresiones emotivas pasiones. Ahí está la clave para el encanto procurando. La característica peculiar que atrae y maravilla. Es en la fibra de la emoción donde debemos propiciar la reacción anímica de la personalidad ante un estímulo externo que alcanza a tocar las fibras sensibles internas. Ahí está el carisma, ese halo que tienen algunas personas que otras perciben sin identificar precisamente… sin ofender a nadie de poco nos sirven las candidaturas mata pasiones. Aquilatemos el prestigio, idea o percepción que tienen las personas de uno, en un determinado tiempo o espacio según su escala de valores. Todos los elementos anteriores y otros más propician la aclamación. El seguimiento de esa voz colectica unánime de aprobación, que es un consenso positivo sonoro, un reconocimiento entusiasta socialmente opacador de la resistencia de los envidiosos… La temporada que vivimos es de turbulencia. De la agitación del entorno que remueve y conmueve. Actuemos con audacia. Con la determinación osada, mas allá de algún limite… Vaya pues el corolario, esa corona de palabras, semántica que concluye y sintetiza una elaboración de significados, final de la argumentación. Sintetizado en una palabra drástico. Ese tajo rígido la contundente determinación, exigente y fulminante. Tenemos el antídoto para la sanación de la enfermedad del neoliberalismo. Se derrota a ese veneno con una pequeña porción del virus mismo. De ahí viene la vacuna. México ya estuvo padeciendo al neoliberalismo depredador del Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Treinta y dos años de barbarie. Llego la hora, no de la época del cambio sino del cambio de época. Agrandes males, grandes remedios. 43