Paisaje natural y cultural de Rapa Nui MARCOS RAUCH
Hace más de tres millones de años, una cadena de montañas submarinas localizadas sobre la extensa placa de Nazca, originó un evento que milenios después marcaría el desarrollo cultural en la región del Pacifico Suroriental. Asociada a esta cadena, y a partir de una abertura en esta placa, el magma liberado a tres kilómetros de profundidad, inició el levantamiento de un enorme volcán submarino, el cual a través de sucesivas erupciones dio a luz a dos pequeños islotes volcánicos (Península del Poike y Rano Kau). Posteriormente serían unidos por una tardía actividad volcánica de centros eruptivos (maunga), asociados al volcán Maunga Terevaka, la mayor altura de la isla con tan sólo 511 metros sobre el nivel mari. Se estima que sólo hace unos diez mil años atrás la isla habría experimentado los últimos episodios de este vulcanismo oceánico, quedando configurada su peculiar forma triangular, gracias a estos tres centros eruptivos principales y alrededor de setenta conos volcánicos secundarios. Finalmente, el incesante oleaje marino se ha encargado de modelar sus tres vértices, generando grandes acantilados, y un aspecto desmembrado de sus costas con escasos lugares para desembarcar en forma segura. Como consecuencia, la pequeña Rapa Nui, de sólo 163,6 kilómetros cuadrados de superficie, quedó bajo condiciones de aislamiento extremo, lo que repercutió significativamente en el establecimiento de la vida sobre este territorio insular y su entorno marino. Igualmente, su relativa juventud geológica y escabrosa superficie volcánica original, también restringieron las posibilidades de un desarrollo en términos de diversidad biológica. Efectivamente, si planteamos el inicio de la vida sobre la isla en 2,5 millones de años, ésta quedó circunscrita a la colonización y arribo de especies terrestres con una alta capacidad de sobrevivencia, transportadas por vía marítima, por el viento y por las aves marinas. Estas tempranas semillas y esporas se adaptaron y evolucionaron aprovechando condiciones más propicias ofrecidas en un medio adverso, aún dominado por periodos de calma y agitación volcánica. Si se compara con sus vecinas, las islas hermanas de Polinesia, e incluso con el Archipiélago de Juan Fernández, mucho más cercano a las costas chilenas, Isla de Pascua no alcanzó a desarrollar una naturaleza abundante de plantas, y menos aún de animales terrestres. Del total de 355 especies identificadas, sólo 47 se consideran nativas (lo que equivale a un 36% de endemismo). De esta cantidad, sólo 17 especies serían únicas de la isla, incluyendo cuatro tipos de helechos, y se habrían extinguido 16 especies, nueve de las cuales fueron exclusivas de la isla. Asimismo, de este total, veinte especies habrían sido introducidas hacia el siglo V d.C. por los tempranos colonizadores polinesios. Es muy probable que el número de plantas introducidas haya sido mayor, pero hoy se encontrarían desaparecidas en la islaii.
Con este arribo, según la leyenda encabezada por el ariki Hotu Matu’a, se inició una nueva etapa ambiental en la isla, que repercutió drásticamente en el paisaje y el frágil ecosistema terrestre. Durante el asentamiento inicial, los primeros habitantes de la isla se dedicaron al reconocimiento de los recursos terrestres y marinos. La isla disponía de una interesante fuente de materias primas volcánicas, compuestas principalmente por duros basaltos y rocas más blandas conocidas como tobas y escorias. Asimismo, la isla todavía contaba con pequeños bosquetes aislados de especies leñosas, destacando la palmera Rapa Nui (Paschalococos disperta) hoy extinguidaiii. Al respecto, las reconstrucciones ambientales del antiguo paisaje isleño realizadas por diversos científicos concuerdan en señalar que en términos generales, a la llegada de los colonizadores polinesios, la isla ya presentaba características paisajísticas similares a las existentes en el presente, en el que predomina un estrato herbáceo compuesto principalmente por diversas gramíneasiv y ciperáceasv y con la presencia de tales bosquetes circunscritos a sectores y alturas muy especificas, como el Poike, Rano Kau y laderas asociadas al Maunga Terevaka. Tales características son probablemente testimonios únicos de una antigua paleo-vegetación mucho más densa y completamente extinguidavi. El reconocimiento y utilización de estos recursos naturales junto a la búsqueda de fuentes de agua dulce permitieron, como se ha descrito por otros autores en el presente catálogo, el florecimiento y desarrollo de la antigua cultura Rapa Nui. Sabiamente, Hotu Matu’a distribuyó el territorio entre sus descendientes, quienes originaron los llamados mata o tribus isleñas, y que gradualmente, por segmentación dieron origen a diversos linajes (ure), conformados por familias que descendían de un ancestro común. Estos grupos se emplazaron mediante un ordenado patrón de asentamiento, desde los sectores costeros y hacia el interior de la isla, y siempre encabezados por los ahu o plataformas ceremoniales levantadas a orillas del mar, con excepción de algunos localizados en el interior de la isla. Estos linajes controlaban un territorio específico (kainga), siendo este patrón de asentamiento descrito con forma radial y concéntrica: las zonas costeras ocupando una mayor superficie, las cuales gradualmente disminuían en tamaño hacia el interior y las zonas más elevadas de la islavii. Esta división territorial fue demarcada por hitos de piedra llamados pipi horeko, que con el correr del tiempo se volvieron cada vez más trascendentes en la vida de los isleños. Curiosamente, las zonas interiores de la isla por sobre los doscientos cincuenta metros de altura, quedaron al parecer reservadas para un propósito comunitario, vinculado a la obtención o manejo de algún recurso natural. Los estudios científicos parecen confirmar lo anterior, pues existen asentamientos aislados estacionales asociados a talleres líticos y explotación de algunas especies leñosas. Recientemente, asociadas a las quebradas del Maunga Terevaka, se han hecho singulares hallazgos relacionados con el manejo del agua en la isla, consistente en la construcción, con grandes bloques de piedra labrada, de sistemas de contención y canalización del agua en estas quebradas, indicando una importancia de tal recurso desconocida hasta la fechaviii.
Se estima que hacia el año 1200 d.C. ocurrió el apogeo cultural de la antigua sociedad Rapa Nui, y cuya impronta fundamental es el megalitismo en torno al tallado de los moai, las singulares y famosas estatuas de toba volcánica; el desarrollo de una arquitectura monumental testimoniada por más de trescientos altares ceremoniales; y un rico arte rupestre, con cientos de diseños labrados sobre rocas y diseminados por toda la isla. Este desarrollo demandó una alta organización social, mano de obra especializada y el uso cada vez mayor de materias primas y recursos naturales, especialmente de origen vegetal. De este modo, hacia el siglo XVI la isla presentaba un territorio casi completamente modificado, caracterizado por un asentamiento extensivo aglutinado en torno a los altares ceremoniales, aldeas, recintos y áreas agrícolas, además de asentamientos estacionales. Todas estas obras se sustentaron en el uso de las rocas locales, y se integraron en forma armónica con el paisaje, dándole un aspecto único de continuidad natural a la arquitectura con fines rituales, domésticos y agrícolas. Ello todavía es posible observarlo es algunos sectores dentro de la isla, particularmente en el lado norte de la isla, planicies de la costa sur y Rano Kau. No obstante, el progreso cultural alcanzado por los antiguos isleños demandó un alto consumo de recursos, tanto alimenticios como vegetales, los que paulatinamente comenzaron a escasear. Se estima entre once y quince mil los habitantes en este período de máximo apogeo. En términos energéticos, se sobrepasó el umbral de sustentabilidad de la isla, iniciándose una escalada de conflictos intertribales, y el declive de la antigua sociedad Rapa Nui. Lamentablemente, en su afán de creación monumental, los isleños talaron y utilizaron como leña los últimos bosquetes de especies leñosas y arbustos, perdiendo así la capacidad de construir grandes canoas para emigrar. Éste fue uno de los mecanismos más comunes utilizados por otros pueblos de Polinesia que se vieron enfrentados a sobrepoblación y demanda de alimentos y territorios. El otro mecanismo fue la guerra fratricida, que por cierto también se dio entre las sociedades polinesias, y de la cual no pudo sustraerse la antigua cultura Rapa Nui. De este modo, el aislamiento extremo de la isla, sumado a una degradación cultural y ambiental ocasionada entre los siglos XV al XVIII, se acentúa a partir de fines del siglo XIX como resultado del establecimiento de la ganadería extensiva de ovejas, que convierte a la isla en una gran estancia de pastoreo. Esto generó un drástico impacto sobre la ya disminuida vegetación, originando el agotamiento de praderas y procesos erosivos de distinta magnitud circunscritos a las laderas volcánicas. Desde la óptica patrimonial, se inició el reciclaje de material arqueológico, pasando a constituir un componente más en la construcción de la infraestructura de apoyo a las faenas ganaderas, especialmente en la habilitación de grandes corrales delimitados con cientos de metros lineales de pircas, los que son posibles de ver aún hoy en la isla, y se han integrado al paisaje isleño confundiéndose a veces con los restos arqueológicos.
Esto provocó una nueva transformación del paisaje isleño, pero sobre la base de una progresiva alteración del patrimonio arqueológico y una intensa actividad ganadera prolongada hasta mediados de la década de 1960. De esta manera, la disminución de la cobertura vegetal ocurrida en el último siglo, con la extinción de numerosas especies, ha originado el actual paisaje isleño, semejante a una sabana seca, dominado por un estrato herbáceo abundante, y con presencia de arbustos aislados y asociaciones boscosas exóticas, que otorgan un paisaje más bien monótono a las planicies, lomas y conos volcánicos cubiertos con vegetación. Desde un punto de vista ecosistémico, el territorio ha derivado a una mínima complejidad ecológica, con una alta pobreza en su diversidad florística, quedando relegada las escasas especies nativas a lugares aislados como acantilados, cavernas y quebradas, incluido el magnífico jardín botánico natural existente en la apagada caldera volcánica del Rano Kau. Con estas características, Rapa Nui ingresó al siglo XXI, sin embargo, el desarrollo impulsado por el turismo, el proceso de re-asentamiento rural y desarrollo agrícola alcanzado en las últimas décadas, hacen presumir nuevos cambios en el paisaje cultural y natural insular. La existencia de un espacio de protección del patrimonio cultural y natural de la isla, a través del Parque Nacional Rapa Nui y la declaratoria de toda la isla como Monumento Histórico, no garantizan del todo la preservación del rico patrimonio isleñoix. En la actualidad, la ganadería sin control de caballos y vacas ha reemplazado a la de ovejas, continuando con el proceso de degradación de suelos y praderas, pero esta vez con nuevos efectos. Desde la perspectiva ambiental, es preocupante la desaparición de especies vegetales endémicas y la pérdida del suelo por efecto de la práctica de quemas de pastizales para renovar áreas de pastoreo, las que finalmente terminan siendo colonizadas por especies invasoras exóticas. Desde la perspectiva patrimonial, inquieta el pastoreo sobre asentamientos y sitios arqueológicos emblemáticos, y desde luego los efectos calóricos sobre las rocas originados por las quemas mencionadas. Del mismo modo, hay que preguntarse si Rapa Nui está preparada hoy para absorber un turismo que aumenta anualmente a un ritmo sin control aparente, y que demanda cada vez más el uso de los escasos recursos naturales y energéticos disponibles para construcción y entrega de servicios básicos. Igualmente, vale la pena cuestionarse si los instrumentos de ordenamiento y regulación territorial resolverán la legítima aspiración de los isleños de acceso a la tierra para su desarrollo, contemplando planes de conservación de zonas arqueológicas que aún se preservan en la isla y los subsidios necesarios para ello. En una reciente publicación expresé que las respuestas a estas reflexiones están en los propios Rapa Nui, quienes deben compatibilizar, por un lado, sus legítimas aspiraciones de prosperidad comunitaria, y por otro, la preservación de su singular patrimonio cultural y del “museo al aire libre” más espectacular del mundo y con los retos ambientales globales de los cuales no están ajenosx. A su vez, el Estado de Chile debería renovar sus 121 años de vínculo con la isla, sopesando a veces su contradictorio papel histórico, caracterizado por la escasa comprensión de la realidad sociocultural y patrimonial de la isla, y con
una mirada más bien centrada en el aura de exotismo polinesio que posee la isla. A propósito de una publicación sobre los significados asociados a los árboles, un colega cita un interesante graffiti escrito por un joven ecuatoriano, el cual hemos adaptado para reflejar el actual curso histórico de Rapa Nuixi: “Rapa Nui tiene un hermoso futuro, pero... ¿sobrevivirá al presente?” Sólo recordando la propia historia cultural y natural de Rapa Nui, quienes tienen en sus manos los destinos de Isla de Pascua, incluyendo sus actuales herederos, podrán construir el presente y legarlo a los futuros isleños y a toda la Humanidad. i
Clark et al. 1977; González-Ferrán 1987. Fuentes 1913; Skottsberg 1928; Flenley 1984; Dransfield et al. 1984; Zizka 1991; Orliac 1996; Rauch et al. 1996; Lefeuvre et al. 2005. iii Mieth, et al. 2003. iv Gramíneas: Nombre científico con el cual se agrupan los pastos. v Ciperáceas: Nombre común de una familia de plantas con flores parecidas a la de los pastos, pero que se diferencian de estos por sus tallos de forma triangular. vi Al respecto Catherine Orliac nos entrega en su artículo una visión más acabada de la evolución natural de la isla. vii Ayres 1976; Cristino et al. 1986; Budd 1991. viii Comunicación personal de la arqueóloga isleña Sonia Haoa. ix Isla de Pascua fue declarada Monumento Nacional en 1935, año en que también fue declarada Parque Nacional. Ambas declaratorias fueron impulsadas en su época por destacados científicos nacionales e internacionales preocupados por el saqueo sin control de las piezas arqueológicas y el deterioro ambiental producto de la actividad ganadera. El Parque Nacional Rapa Nui, declarado como Sitio del Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1995, actualmente sólo protege poco más del 41% de la superficie de la isla. x Rauch y Marambio 2007. xi Peña 2009. El graffiti original decía: “Este país tiene un hermoso futuro, pero.... ¿sobrevivirá al presente? ii