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Martín Pelenur, el artista matérico.

MARTÍN PELENUR el artista matérico.

por Pía Susaeta

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El pez de La Pecera

foto: Irma Fraile

Es una tarde de otoño ideal. Martín está en La Pecera y prepara un café. Mientras subo, no se me ocurre un nombre mejor para ese espacio - que es un prisma de vidrio - con la particularidad de que el agua está afuera y adentro hay arte. La Barra descansa aliviada de la bataola veraniega y Martín tiene una excelente disposición para la charla.

¿Martín, vos te definís como artista contemporáneo?

Como artista visual. Lo que pasa es que, me parece, se ha ensuciado muchísimo “arte contemporáneo”, ya me resulta empalagoso escucharlo y verlo y es como que hay un abuso de la palabra y el lenguaje y eso no es menor. Eso pre conceptúa y genera una cantidad de cosas. Obviamente que todo es contemporáneo, no podés evitar la contemporaneidad.

Hay maestros en diferentes técnicas o artistas que destacan en su carrera por una propuesta estética, si tuvieras que explicar cómo es “la obra” de Pelenur, ¿Cómo sería?

También es difícil... La pintura es un lenguaje, como el cine es un lenguaje. Ponerte a describir complejiza el tema, ayuda mucho más que estés acompañado de la obra misma (ni siquiera de una imagen de la obra). Yo la pienso como una obra muy matérica y con características propias de esa materialidad que tiene la pintura. Puede estar determinada, en mi caso, por la “horizontalidad”, yo pinto en horizontal y eso ya determina mucho la forma que va a tener el trabajo. También está determinada por el color, la traslucidez, el tiempo de secado, el soporte. Esos son los elementos con los cuales yo trabajo.

¿Tu obra también se distingue por los materiales que utilizás?

Sí, lo que pasa es que pongo los materiales como un genérico de pintura. Uso pintura industrial, pintura de ferretería, para uso de obra, barniz, esmalte y cómo se aplica esa pintura en un soporte, a mí me interesa muchísimo. Yo todo lo entiendo en términos pictóricos y después divido en dos partes: lo que es mojado y lo que es seco. Lo mojado son los elementos acuosos, entre ellos la pintura, y lo seco por ahora son las cintas que son un elemento que siempre acompañó a la pintura enmascarando, que esa es su función, y después pasó a ser un material en sí mismo.

Todo esto que estamos hablando se va metiendo en una profundidad más técnica. Está bueno rescatar, para el que no entiende demasiado de arte o no te viene siguiendo la carrera, cómo te parece que es tu obra, así a simple vista.

El que no entiende nada es problemático... Porque dice, “esto es solo un círculo”... Sí, y ahí caemos en eso lleno de lugares comunes que son aburridos. Ya la pregunta de si “eso es arte” o decir que eso “lo puede hacer mi hijo” es como... (cara de fastidio) y pensás ¿En serio vamos a entrar en esto?

¿Vos sentís que en Uruguay todavía hay gente que se maneja así?

Sí, nunca salimos de esa. Si vamos a generalizar, nunca salimos de esa. Es muy aburrido, muy aburrido.

¿Y cómo es acá? Acá en La Barra, en La Pecera.

La Pecera como cualquier taller, me parece que ayuda y facilita mucho ya que si no estás tan metido en el arte y sobre todo contemporáneo, ves la cocina de la cosa. Haciendo una analogía media obvia, es como si vas a un restaurant y te preparan la mesa, estás con el chef mientras cocina y capaz que no tenés ni idea de lo que estás comiendo, pero te van diciendo, vas sintiendo los gustos y vas teniendo una experiencia. Con la experiencia avanzás muchísimo más que estar leyendo una publicación, tratando de entender. Creo que el taller genera experiencias y que ahí empezás a generar conocimiento. Estando en Punta del Este, acá en La Barra y en temporada, sí se amplía mucho más la gente que entra a La Pecera. Hay gente que entra y rebota (se va en seguida) y hay gente que de a poquito se empieza a meter y ese termina siendo el vínculo más interesante. Eso está bueno. Por otro lado La Pecera también es una galería. La Pecera la armé con Santi Aldabalde, que es mi socio en el crimen, y está dividida en dos partes: Tiene un espacio expositivo que generalmente se destina a muestras grupales en temporada y después tiene el espacio de taller que es donde trabajo durante todo el año. A veces vienen otros artistas y laburan acá. En términos más norteamericanos se llama Artist Run Gallery. Como yo empecé a ir a ferias de arte y para eso tenés que ser galerista, esa definición me ayudó a que me aceptaran. Vos tenés el mundo del arte y el mercado del arte. A mí me interesan los dos. El mundo interior mío va más por un proceso creativo como artista pero después hay un mundo exterior, superficial, súper dinámico que tiene que ver con el mercado del arte y que me interesa mucho. Sobre todo desarrollarlo acá en Uruguay que prácticamente no existe.

Cuando nos pusimos en contacto para coordinar esta entrevista estabas en Nueva York. ¿Qué hacías?

Yo amo Nueva York. Hace más de diez años que voy y trato de ir todo lo que puedo. Tiene un impulso de vida único y la verdad es que es súper estimulante. Siempre me han pasado cosas muy buenas, es una ciudad que te da mucho. Esta vez me invitaron a una muestra colectiva en una galería de unos holandeses en el Lower East Side. Las galerías de Chelsea se empezaron a mover al Lower East que es una parte mucho más interesante y dinámica de la ciudad. Hicimos una muestra con artistas que trabajan hacia artes aplicadas, esas que son más funcionales. Les interesó el trabajo de las cintas y me invitaron a participar. Esa fue una parte y después me asocié con Inés Etchebarne que es una private dealer argentina. Hicimos un evento privado como un pop-up en la casa de un coleccionista y estuvo buenísimo. Son como dos mundos distintos y me gustan, son formatos más independientes que a mí me convocan más que los compartimentos tradicionales.

emociones a través del material

foto: Irma Fraile

¿Cómo es, en tu caso, vivir de la pintura?

Siempre me han preguntado eso y veo dos lugares comunes: “vos que podés”, que me parece espantoso y después el planteo de si realmente se puede vivir del arte en Uruguay. Hay una gran fantasía, parecería que por un lado se democratizó mucho más, hay un enorme grupo de artistas, hay carreras y después hay mucha gente que sale y el número de personas que realmente vive del arte es seguro menos del 10%. La minoría de los artistas vive del arte y eso no está bueno. Yo siempre fui muy busca.

Pero quizás hubo un momento, como en muchas profesiones, en el que habrás tenido que tomar una desición en cuanto a la dedicación.

A ver, para desmitificar, eso aplica para todos y la verdad es que ese es el camino. Yo creo que si vos realmente te dedicás a lo que querés vas a triunfar. Lo vas a lograr. Punto. Lo otro es un callejón sin salida: Vas a ir viviendo como con el freno de mano puesto. Es una vida muy infeliz, pensar en toda la energía que estás poniendo para no hacer lo que querés hacer. Creo que aplica a todos, en cualquier ámbito.

¿Cuál fue la primer obra que vendiste?

Le empecé a vender a los amigos, a la fuerza (risas). Esas serían las primeras ventas. Ojo, mirá que ahora ellos tienen obra histórica, cosas que nunca más volví a pintar. ¿Qué te parece? (más risas). Bien por ellos. Después me parece que un hito fue la muestra que hice junto a Seba Saéz organizada por López Lage en la Colección Engelman-Ost y ahí vendí una obra.

Vamos a ver un poco de tu lado no profesional. Empecemos por el principio.

Yo nací en Buenos Aires y me vine a los cuatro años a vivir a Uruguay, soy hijo de uruguayos y argentinos, sin parar desde mis bisabuelos. Cada generación ha cruzado a un lado y al otro del Río de la Plata y han tenido hijos y vivido en las dos orillas. Yo continué esa travesía rioplatense porque me casé con una porteña y mis hijos son uruguayos: Luc (5) nació en Montevideo y enseguida nos vinimos a vivir acá, Bahía (2) es fernandina “born and raised”.

¿Te imaginás tu vida y tu familia en otro lugar?

Este es el lugar en el que yo me concibo estando. Hace años que lo veníamos hablando con mi mujer. Yo quería vivir cerca de la playa, por la relación que tengo con el océano y como que ya la tenía vista, ya estaba vista esta vida. Entonces fue como tocar acá y volver realidad algo que ya estaba operando en mi cabeza, calzó perfecto y no me imagino viviendo en otro lado. Somos bastante gitanos, si nos tenemos que mover nos movemos, pero, con lo que amo Montevideo, no hay manera de que vuelva. Esta es una tierra muy hermosa.

¿Y esa relación con el océano?

Es increíble. (Los dos miramos hacia afuera, miramos el océano y se instaló un silencio).

¿Surfás desde cuándo?

Mis abuelos tenían casa en la parada 16 de la Mansa y yo pasé todos los veranos de mi vida acá, siempre. Mi viejo me llevó al agua de muy chico, en la Olla, y empecé a surfar. Personalmente necesito el combustible de la adrenalina, ese subidón que me da el surfing. Yo ya sé que voy al agua a buscar eso. Esa sensación es muy convocante y muy motivante, sentís el corazón que está latiendo rapidísimo porque estás queriendo ir a correr esa ola - que es remarla y tomarla y correrla - y es una cosa muy de niño, querer ir a eso y volver a eso. Esa es la parte más emocional, pero después, para mí, estar en el agua también tiene que ver mucho con la pintura: estar en la horizontal, la traslucidez, la transparencia, el color, estás en un medio móvil increíble. Realmente es muy fuerte, sos como una cosa muy chica en un movimiento de energía: La ola se mueve, el océano se mueve, vos te movés... es demasiado. En mi cabeza, que es muy racional, está buenísimo cuando estoy surfando. Estoy entregado a esa energía y me da mucho.

¿Sos muy solitario, Martín? Porque el pintor es un artista mayormente solitario y el surf también es un deporte individual.

Soy sí. Me encanta estar solo, lo necesito, me llevo muy bien con mi interior. El surfing tiene una cosa que es solitaria pero yo tengo un grupo de amigos, compañeros del surfing, y me encanta estar con ellos en el agua. No me gusta estar en el océano solo y si estoy solo y no están esas caritas amigas también siento que me falta algo.

Para finalizar: Contame signos propios, señas personales de Pelenur o características de tu dinámica diaria.

Lucho contra la dispersión, entonces necesito disciplinarme y concentrarme. Trato de ser muy riguroso con eso porque sino marché en la deriva mental. Se me va el día entero y no sé qué pasó. Yo a las 9 estoy en La Pecera, intento quedarme el mayor tiempo posible acá metido. Me obligo a meter 6 u 8 horas de taller de lunes a viernes, porque trato de equilibrar para después poder liberar la cabeza y estar en mi casa, con mis hijos y mi mujer, y poder conectar con eso. Sino puedo estar todo el día pensando en lo que me convoca, entonces quedo como aislado del resto. Ahora en los 40 estoy tratando de incorporar eso. Hay una vida que construí y que quiero y por eso la cuido. Me encanta cocinar, estar con mi familia, estar en mi casa y tener un jardín, un fuego, esas cosas simples que a mí me enriquecen mucho. Tenemos un modo de vida que hace que pasemos mucho tiempo juntos con mi mujer y mis hijos.

sobre Martín...

foto: Irma Fraile

(+598) 99 818 676

lapecera.com.uy

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