GESTION E INDUSTRIAS CULTURALES Julieta Ramírez
¿Qué es una industria cultural? Son todos objetos con contenidos simbólicos, capaces de construir valores e identidades culturales como un libro, un disco, la televisión, la radio, los diarios, el cine, el teatro, las telenovelas, las artes plásticas, las danzas, los diseños en vestuario y adornos-tocados-, las artesanías, etc., que presentan una dimensión económica: inversión, creación, comercialización, distribución, facturación, empleo directo e indirecto, impuestos, etc...
Muchos artistas prefieren no hablar de plata. Los economistas, en cambio, no hablan de otra cosa. Mientras los primeros se dedican a reflexionar sobre el valor simbólico de la cultura, los segundos la consideran una actividad marginal, alejada del frío mundo de los negocios y las cifras. Ponerle el signo pesos a la cultura es vital y algunas cifras sorprenden y todas hacen evidente la necesidad de que los economistas, administradores y otros profesionales le presten más atención a la cultura. A pesar de la baja visibilidad como sector productivo propiamente dicho, las industrias culturales se equiparan en cuanto a volumen de producción, a las industrias de productos alimenticios y de bebidas y en algunos casos superan el producto de la industria automotriz 5 veces y al de la industria textil 7 veces El impacto económico de las industrias culturales en Colombia y en el mundo muestra que la cultura no solamente aporta creatividad e identidad social, sino también plata. Más, incluso, que la que mueven sectores como el de la construcción o los servicios de hotelería y restaurantes. Con el objeto de contar con herramientas estadísticas para la planificación y monitoreo de las políticas culturales, la recopilación y análisis de datos estadísticos son importantes para que los gobiernos nacionales y regionales diseñen políticas adecuadas de fomento, para saber si los beneficios tributarios y los subsidios de los que gozan algunos sectores se ven reflejados, por ejemplo, en un mayor número de creaciones o más diversidad cultural. Un equipo de investigadores del Convenio Andrés Bello y el Ministerio de Cultura se dedicó durante cinco años a medir. Según el estudio, el negocio de la cultura en Colombia mueve anualmente 1,5 billones de pesos y participa con dos puntos porcentuales del PIB, es decir, del total de bienes y servicios que produce el país en un año.* Para llegar a esta cifra, el estudio incluyó, además de las actividades culturales directas (como el cine, los libros o la música), todos los insumos y equipos que estas utilizan. Un sector como el editorial, por ejemplo, produce y vende libros pero también les paga a quienes los imprimen. *
En Argentina las industrias culturales tienen una participación del 16% del PBI, y empleó al 15% de la población.
Y estos a su vez son clientes de las empresas que fabrican papel. La televisión y la radio son las actividades que más dinero mueven dentro de las industrias culturales porque le llegan a un público masivo. Otras, como los libros, los discos y el cine, también contribuyen, aunque en menor medida, a la generación de riqueza. Para todas, la crisis económica de 1999 representó un fuerte golpe a su producción y a sus ventas. Muchos colombianos, al ver reducidos sus ingresos, dejaron de ir a cine o de comprar discos y libros durante la recesión. Y, al igual que otras industrias, la cultural ha sentido la reactivación en los últimos años. La telenovela, por ejemplo, se ha consolidado en América Latina como el tipo de programa no sólo más legitimado en las preferencias de sintonía, sino además como la forma de producción local que mayor éxito comercial ha alcanzado en nuestros países y en otros mercados que sorprendentemente han empezado a consumir telenovelas latinoamericanas de un modo cada vez más creciente. Hoy ya no resulta extraño observar en la televisión norteamericana, europea o asiática producciones de esta naturaleza creados en México, Argentina, Brasil, Venezuela, Colombia y Perú. ¿Desde qué matrices es posible medir este éxito? ¿Qué implica y hasta dónde llega la telenovela como espacio de expresión de la vida cotidiana? ¿Cómo se inserta la telenovela en la lógica de comportamiento y desarrollo de la televisión? Por otro lado, la industria discográfica también participa activamente en el desarrollo de las industrias culturales. Un computador, con grabadora, un disco compacto y una conexión con Internet es lo único que se necesita para llenar un CD de música. Esta tecnología, reservada hasta hace pocos años a las empresas discográficas, ha provocado una revolución en la informática doméstica y, al mismo tiempo, una pregunta casi unánime entre los consumidores de música: «Si es tan fácil y barato publicar un disco, ¿por qué valen tanto dinero?». Los responsables de las discográficas argumentan que en el precio de un disco no sólo se incluyen los gastos de producción, sino también los de distribución y promoción. Dicen también que sus productos soportan elevados impuestos estatales, y que cualquier ataque contra sus empresas podría poner en peligro miles de empleos y provocar un inmenso vacío cultural en la sociedad. Los autores, por su parte, suman sus voces a las de los productores para pedir medidas policiales contra la venta ilícita de sus obras en la calle y la imposición de un canon sobre los discos vírgenes que ayude a sufragar las enormes pérdidas que esta actividad fraudulenta supone para sus bolsillos. Por primera vez en la historia musical, se unen contra un horrible y tiránico colectivo que amenaza con herir de muerte a la «industria cultural»: los terribles piratas, las espantosas mafias de la música. Prueba de ello son los variados comerciales que escuchamos por la radio y la televisión y la aprobación de la Ley de Derechos de Autor para el sector cultural y científico colombiano.
La industria editorial, por su parte, es una de las industrias culturales más reconocidas en el mundo entero. La UNESCO reconoce que, cuando se entra en el universo del libro se comprende que, en su calidad de medio de comunicación y difusión más antiguo, no sólo tiene una dimensión espiritual, educativa y cultural sino que también representa legítimos intereses industriales y económicos inherentes al sector de la edición. La asociación de estos dos factores -dimensión cultural e interés económico- crea un sistema complejo de parámetros que pueden parecer incompatibles. Desarrollar el mundo de la edición y la lectura supone comprender las relaciones internas que existen entre los diferentes elementos que componen la "Cadena del libro": creación literaria, función del editor, impresión, distribución y lectura. Los investigadores del convenio Andrés Bello afirman que la industria editorial en el país comenzó a forjarse en la década de los 60, cuando se consolidaron las grandes empresas (Norma, Voluntad y Legis, entre otras). Este período coincidió con la fundación de la Cámara Colombiana del Libro, lo que permitió que por 20 años el sector se mantuviera estable y con un ligero crecimiento. En la segunda mitad de los 80 se crearon nuevas editoriales, y algunas extranjeras -españolas sobre todo- llegaron al mercado nacional. Pero el gran boom de la industria editorial se dio durante los primeros años de los 90, cuando el sector vivió un crecimiento espectacular, al punto que se convirtió en uno de los más grandes de América Latina. El estudio concluye que si bien es difícil que la demanda interna de libros se reactive, el panorama para la industria editorial es positivo porque ha logrado entrar exitosamente en los mercados externos. La competitividad de las editoriales e imprentas nacionales, en calidad y precio, les permite ser un fuerte competidor en la región. El 82 por ciento de las exportaciones son a países de habla hispana, entre los que México es el principal comprador, seguido de Venezuela, Ecuador, Brasil y Estados Unidos.
Por último y no menos importante, hay que reflexionar y tomar conciencia que las industrias culturales, la producción y circulación de bienes culturales en nuestro país y en cada una de nuestras regiones, ocupan no solamente un lugar central en términos de la formación de los valores de los pueblos sino también en el fortalecimiento de las identidades que tenemos como Nación y como Región.
Sin duda, las políticas culturales, la participación e intervención de todo el pueblo de manera democrática y universal en el goce, disfrute, participación y creación de los bienes culturales es lo que nos hace ciudadanos plenos. Es igualmente decisiva su capacidad, -junto con otras herramientas de las políticas públicas, como son las políticas educativas- de formar ciudadanos y la de producir y fortalecer la pertenencia ciudadana, en suma: la creación de ciudadanía. Además, desde hace no mucho, también comenzó a tomarse conciencia de la importancia de la producción de bienes culturales por su vinculación con el desarrollo, tanto social como económico, de nuestras
comunidades y de su identidad urbana. Las amplias y eficaces implicaciones que tienen las políticas culturales en el desarrollo de una política social equitativa, en su capacidad generadora de empleo, en su potencial para generar bienes de exportación de altísimo valor agregado y en su capacidad de ser articuladas con políticas turísticas. A manera de conclusión, por la capacidad de producir ciudadanía generando las condiciones de un desarrollo social más equitativo y su enorme potencialidad económica, las Industrias Culturales se han puesto en el centro de un debate mundial. Se trata de un bien que debe ser pensado en términos de su circulación mundial, con las mismas características que poseen las producciones de otros países, que avanzan con mucho cuidado en acuerdos y en liberalizaciones de barreras arancelarias, Para que, así como nosotros sabemos gozar de los bienes culturales de otros pueblos y de otras sensibilidades, el mundo no se pierda la capacidad que ofrece nuestra Colombia tan rica, creativa y activa culturalmente hablando y que sus bienes culturales puedan ser percibidos, admirados, gustados y disfrutados más allá de nuestras fronteras.
Pero es bien sabido por todos que la cultura se ha convertido en uno de los ámbitos más dinámicos de la sociedad actual. La multiplicidad y diversidad de programas, servicios y proyectos culturales requiere profesionales con una alta capacitación en la planificación estratégica y la gestión cultural.
Un análisis del momento actual y de las tendencias del futuro permite constatar que el progresivo crecimiento e influencia que ejerce la cultura y las industrias culturales en la sociedad y en la economía conducen a la creación y al auge de pequeñas y medianas empresas, promovidas por jóvenes emprendedores que ofrecen un servicio especializado y que se posicionan en el mercado a partir de un buen conocimiento del entorno.
Aparecen entonces, los gestores culturales como los profesionales versátiles, capaces de detectar las nuevas tendencias de una sociedad en continuo proceso de cambio; conocedores de la estructura y el funcionamiento de los mercados culturales y las necesidades y tendencias del público en general. Cuando de gestionar cultura se habla, los profesionales de la cultura evidencian las competencias para identificar a los agentes culturales de cada región; comprender y contextualizar las políticas culturales nacionales o regionales; su capacidad para conceptualizar, diseñar, planificar y producir proyectos culturales. Su trabajo comprende también el conocimiento de los principales sectores culturales y la aplicación de las técnicas y los métodos de gestión que les son propios para promover la difusión de la cultura y la cooperación en el desarrollo cultural de la sociedad.
Entendemos que la única manera de sacar adelante a una organización cultural, es siendo capaces de dotarla de los instrumentos de administración, gestión y organización necesarias para que pueda enfrentar su desarrollo El reto que se impone hoy a los gestores culturales es conjugar la creatividad, la originalidad y la innovación de proyectos y propuestas con el rigor y la excelencia en su trabajo y con un profundo conocimiento de los principios económicos, jurídicos, de marketing y de relaciones laborales que rigen los distintos sectores. Abril de 2007