Revista del Real Monasterio de Guadalupe fundada en 1916. Nº 832, Año 2013
Los pequeños hospitales de Guadalupe /10 Impugnación de Fray Hernando de Talavera /17 Templos del Siglo xvi en Cuernavaca /19
«Y ciertamente que, considerando bien la grandeza de esta Casa, la virtud de los religiosos, la buena administración de los gastos, las muchas limosnas que hacen y la devoción de los que las dan, como la perfección con que cultivan el oficio divino y la presencia de los peregrinos, de los cuales sin faltar un solo día del año es visitada nuestra Señora por nacionales y extranjeros, parece cosa ordenada muy por particular providencia de Dios por medio de aquellos milagros que en un principio y después se han hecho.»
Fray Gaspar Barreiros do Barros, OFM (1490-1574)
Nigra Sum*
Enero - Febrero
Núm. 832. 2013 --
Director:
Antonio Arévalo Sánchez, OFM Subdirector:
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Candelaria la Morenita
andelaria es nombre de Virgen y de villa tinerfeña, perteneciente en la antigüedad al menceyato aborigen de Güímar. La hallaron dos pastores guanches, atardeciendo un día de estío en el que su ganado, desparramado por la playa de Chimisay [Peñas blancas], rehúye acercarse a la boca del barranco donde están las cuevas del redil. Uno de ellos, suponiendo que eran salteadores los que espantaban el rebaño, pasa adelante y ve la figura de una misteriosa mujer alzada sobre una peña. «Y porque entre ellos —aclara fray Alonso de Espinosa (1543- ¿?)— era costumbre que si topaban alguna mujer a solas y en un lugar solitario no la hablaban, porque incurrirían en pena de muerte, le hizo señas para que se apartase, porque su ganado que remolinaba tuviese lugar de pasar.» Cuando este dominico alcalaíno publicó su Historia de Nuestra Señora de Candelaria (Sevilla 1594) pensaba que el hallazgo pudo ser hacia 1400, aunque algunos lo adelantan dos décadas. Su principio arranca con el hallazgo en la playa de la talla negra de Nuestra Señora, cuando Castilla aún no había ganado la isla. El régulo de aquella tierra, el mencey de Güímar, ordenó guardar la imagen en la cueva de Achbinico, recibiendo culto del pueblo guanche, que la llamó Chaxiraxi. Tras la conquista de la isla de Tenerife, el año 1496, la cueva de Achbinico o cueva de san Blas fue el primer santuario cristiano de Canarias, y la puerta de la fe para los aborígenes, allí bautizados. El color, la cueva, las teas…, favorecieron el que Antón, un guanche de Güímar cristianizado en Fuerteventura o Lanzarote, la identificara con la imagen de María, invocándola con el título de Candelaria. Desde el año 1526, la imagen permaneció en un santuario que se construyó bajo dominio del segundo Adelantado, Pedro Fernández de Lugo. El año 1668 se levantó otro templo delante de la cueva, incendiado en 1789. La basílica nueva, obra del arquitecto Enrique Marrero Regalado, data de 1958. El santuario está encomendado a la Orden de Predicadores desde 1530, su actual convento se construyó en 1803. La Virgen de Candelaria fue declarada Patrona Principal del Archipiélago Canario por decreto de Pío IX del 12 de diciembre de 1867, aunque en 1599 ya fue otorgado su patronazgo por el papa Clemente VIII. La primitiva imagen, de traza gótica policromada, desapareció en 1826 a causa de un aluvión; la talla actual, realizada en 1827, es obra del tinerfeño Fernando Estévez (1788-1845). Coronada canónicamente el 13 de octubre de 1889, las fiestas en su honor se celebran en febrero y en agosto, con gran afluencia de fieles y ruidosos de actos. Destaca la Caminata a Candelaria con peregrinos que permanecen la noche del 14 al 15 de agosto en la basílica, abierta como la de Guadalupe. Tras la ofrenda —en la que participan fieles de las Islas y de cada municipio de Tenerife ataviados con trajes típicos—, ya atardecido, tiene lugar la representación del hallazgo o aparición de la Virgen a los guanches. Viene luego la procesión por las calles de la villa, donde se tiran fuegos artificiales. A la mañana siguiente, hay misa pontifical, a la que asiste un representante de la Casa Real y el presidente del Gobierno de Canarias, para después hacer desfilar la andas de la Virgen alrededor de la plaza. * «Nigra sum» [Soy morena…] es una expresión tomada del Cantar de los Cantares (1,5) que la Liturgia, desde la Edad Media, aplica a las Vírgenes Negras.
Índice
I. Nigra sum: Candelaria la Morenita .................................................. 1 II. Aires morenos [Noticias de la Virgen]............................................. 2 III. Aula capitular [Opinión] - Bitácora del Director................................................................. 5 - A las claras: María J. Flores, OSC................................................. 6 - De lo mundano a lo humano: Emmanuel Ramiro Fernández. 7 - Barrera del sol: Francisco de A. Oterino Villasante, OFM......... 8 - Pura y limpia: Sor María de la Cruz Alonso, OIC...................... 9 IV. Scriptorium guadalupense [Investigación y divulgación] - Los pequeños hospitales de Guadalupe Alfonso Domínguez de la Concha................................................... 10
- Guadalupe en la Católica Impugnación, Manuel Pecellín Lancharro ............................................................ 17 - Templos del siglo XVI en Cuernavaca Arturo Álvarez Álvarez .................................................................... 19 - En Ávila se ha puesto el sol José García Santos, OFM ............................................................... 27 V. Plaza Mayor [Noticias del Monasterio y la Puebla] - Crónicas de la puebla: Carlos Cordero Barroso...................... 37 - Normas para la presentación de originales.................................... 40 Portada: Claustro Mudéjar, Lavatorium (siglo. XIV) Archivo del Real Monasterio. Gabriel Sánchez Contraportada: Enrique Cordero Cordero, Guadalupe (Cáceres).
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Rocío, primer Año jubilar La ermita del Rocío (antes de las Rocinas), en las tierras del Condado de la provincia de Huelva, aparece por primera vez citada en el Libro de la montería, que mandó escribir nuestro rey fundador Alfonso XI (13111350). Pero no será hasta mediado el siglo XVII cuando se propague el título actual, se erijan hermandades y, por acuerdo del cabildo municipal, se declare el patronato de la Virgen sobre Almonte, en cuyo término se encuentra la ermita y su aldea. Con licencia del duque de Medina Sidonia y conde de Niebla, señor de aquella tierra, el año 1722 se instauró una feria ganadera en el real del Rocío, aunque no obtuvo el real privilegio hasta 1772. Pese a la exención de alcabalas, la feria fue decayendo hasta su total desaparición en el siglo XIX, mientras que la peregrinación de Pentecostés creía al socaire de Trento, el romanticismo viajero y el costumbrismo regional. El terremoto de Lisboa (1755), que tanto se dejó sentir en La Rábida y en el poniente español, obligó un año después a demoler la iglesia primitiva y a levantar otra, bendecida en 1760. Ese tiempo se suprimió la peregrinación, pues la sagrada imagen de la Virgen se alojaba en el pueblo, al que venía con relativa frecuencia desde 1607. Más tarde, cuando la francesada, fue tan clara la protección de Nuestra Señora contra los atropellos del ejército napoleónico, que Almonte le hizo un voto el 19 de agosto de 1813, dando origen al llamado Rocío Chico. Al cumplirse el bicentenario del voto, la Sede Apostólica ha concedido al santuario el primer Año Jubilar Mariano de su historia. Coincide, además, con el traslado de la sagrada imagen al pueblo, costumbre que desde 1949 se hace cada siete años, el periodo de los jubileos bíblicos. La venerada imagen de la Virgen del Rocío, tallada y policromada a principios del siglo XV, aparece vestida con ricas telas desde finales del siglo XVI; fue coronada canónicamente duran-
EL ROCÍO. Cartel del Año Jubilar
te la peregrinación de 1919 y visitada por el beato Juan Pablo II el 13 de junio de 1996. El blanco santuario actual es una construcción de 1969, obra de los arquitectos sevillanos Balboltín de Orta y Delgado Roig. «Almonte y El Rocío —según anunció en agosto la Oficina de Comunicación de la Hermandad Matriz del Rocío—van a vivir acontecimientos de extraordinaria importancia, como son el Año Jubilar, el Rocío Chico y el Traslado de la Virgen». El Rocío Chico y Traslado de la Virgen El Bicentenario del Rocío Chico (1813-2013) se abrió con un solemne triduo vespertino los días 16, 17 y 18 de agosto, con rezo del Rosario, Ejercicio y Misa, que oficiaron D. Ignacio Noguer Carmona, obispo emérito de Huelva; D. Manuel Ureña Pastor, arzobispo de Zaragoza y D. Juan del Río Martín, arzobispo General Castrense de España. La solemne Función del Voto, presidida por el obispo de Huelva, en que se renueva el que hizo la villa de Almonte el año 1813 al salvarse de la destrucción durante la invasión francesa, tuvo lugar el domingo 19 a las 10 de la mañana, segui-
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da de una procesión eucarística alrededor del santuario. Antes del triduo del sábado día 18, tuvo lugar el acto de juramento e imposición de medallas a los nuevos hermanos de la Hermandad Matriz, que a las 12 de la noche desfiló con el Simpecado por el real mientras se rezaba el santo Rosario. Además de los actos religiosos se organizó un concierto del cantante onubense Manuel Carrasco (viernes 17, en el recinto AICAB de El Rocío), la tradicional carrera de cintas a caballo (sábado 18, en El Real) y Una luz en el Camino, espectáculo de fuegos, música e imagen en la fachada marismeña del santuario (sábado 18, tras el Rosario). El Traslado o Venida de la Virgen a la villa de Almonte, distante 15km. del santuario, se inició al atardecer del domingo, día 19 de agosto, por el camino de los Llanos, entre pinos y arenales. La sagrada imagen, ataviada con ropas y sombrero de pastora, aunque tapada de pies a cabeza, es portada a hombros con la devoción y el orgullo único del lugar. Rayando el alba, a las puertas de la población, es descubierta la Virgen y paseada por las calles, ricamente floreadas, hasta llegar a la iglesia parroquial de la Asunción. La Blanca Paloma permanecerá allí hasta la víspera de la romería de Pentecostés de este año. El Jubileo y su proyección socio-económica Con tres sonoros golpes de báculo al filo de la medianoche del 14 de agosto pasado, don José Vilaplana Blasco, obispo de Huelva, abrió la puerta del santuario y, con ella, el primer Año
EL ROCÍO. Ermita de la Reina de las marismas (Foto: Juanmartin, 2006)
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Dice el Papa
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María en paz «Podemos preguntarnos: ¿Cuál es el fundamento, el origen, la raíz de esta paz? ¿Cómo podemos sentir la paz en nosotros, a pesar de los problemas, las oscuridades, las angustias? La respuesta la tenemos en las lecturas de la liturgia de hoy. Los textos bíblicos, sobre todo el evangelio de san Lucas que se ha proclamado hace poco, nos proponen contemplar la paz interior de María, la Madre de Jesús. A ella, durante los días en los que «dio a luz a su hijo primogénito» (Lucas 2, 7), le sucedieron muchos acontecimientos imprevistos: no sólo el nacimiento del Hijo, sino que antes un extenuante viaje desde Nazaret a Belén, el no encontrar sitio en la posada, la búsqueda de un refugio para la noche; y después el canto de los ángeles, la visita inesperada de los pastores. En todo esto, sin embargo, María no pierde la calma, no se inquieta, no se siente aturdida por los sucesos que la superan; simplemente considera en silencio cuanto sucede, lo custodia en su memoria y en su corazón, reflexionando sobre eso con calma y serenidad. Es esta la paz interior que nos gustaría tener en medio de los acontecimientos a veces turbulentos y confusos de la historia, acontecimientos cuyo sentido no captamos con frecuencia y nos desconciertan. El texto evangélico termina con una mención a la circuncisión de Jesús. Según la ley de Moisés, un niño tenía que ser circuncidado ocho días después de su nacimiento, y en ese momento se le imponía el nombre. Dios mismo, mediante su mensajero, había dicho a María —y también a José— que el nombre del Niño era «Jesús» (Cf. Mateo 1, 21; Lucas 1, 31); y así sucedió. El nombre que Dios había ya establecido aún antes de que el Niño fuera concebido se le impone oficialmente en el momento de la circuncisión. Y esto marca también definitivamente la identidad de María: ella es «la madre de Jesús», es decir la madre del Salvador, del Cristo, del Señor. Jesús no es un hombre como cualquier otro, sino el Verbo de Dios, una de las Personas divinas, el Hijo de Dios: por eso la Iglesia ha dado a María el título de Theotokos, es decir Madre de Dios.» [Homilía 1. 1. 2013].
EL ROCÍO. Función del Voto, 2012
Jubilar del Rocío, que se prolongará hasta el 8 de septiembre de 2013. Seguidamente, un repique de campanas dio paso a la misa pontifical de la Asunción de la Virgen, que cantaron las corales Virgen del Valle, de Hinojos y Santa María de la Rábida de Huelva. Este Jubileo trasciende los usos rocieros y almonteños, pues se prevé que ocho millones de fieles desfilen ante la Blanca Paloma en el curso del año. Sus 110 hermandades filiales (la de Badajoz, fundada en 1992, es la número 89) y la diócesis de Huelva han cerrado las fechas para lucrar la indulgencia plenaria otorgada. El Ayuntamiento y la Hermandad Matriz, cuya Junta de Gobierno preside Juan I. Reales Espina, trabajan al unísono a mayor gloria del Rocío. Las peregrinaciones se harán por los caminos tradicionales que pisan las hermandades participantes en la romería del Rocío pero, además, se han previstos vías alternativas en previsión de la gran afluencia de peregrinos. El Ayuntamiento de Almonte, gobernado por el popular José Antonio Domínguez Iglesias, acondicionó esos caminos; puso en marcha los dispositivos de seguridad con la Subdelegación del Gobierno; instaló cortafuegos, bolsas de aparcamiento y servicios públicos. Aunque el municipio tiene experiencia en romerías multitudinarias —en El Rocío se concentran por Pentecostés un millón de fieles— el Jubileo requiere un esfuerzo mayor para las Administraciones, que han visto en el Año Santo una oportunidad única para las empresas de la zona. El Gobierno incentivará la implicación del sector privado y aplicará reducciones fiscales de hasta el 95% a todas las empresas que colaboren con los actos conmemorativos del Jubileo, declarado Acontecimiento de Excepcional Interés Público. Almonte ha creado una página electrónica donde tiene colgados programas e incentivos económicos y retransmite en directo, vía streaming, cuantos actos de culto o culturales cree conveniente. ¿Exagera el alcalde de Almonte cuando asevera que los actos de apertura «No son sino un preludio de una agenda de actos que harán de Almonte la capital espiritual del cristianismo»? [Visite: www.rociojubilar.net; www.rocio.com; www.hermandadmatrizrocio.org]
Benedictus XVI
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Tres nuevos órganos en Nazaret
EL TORNO. Romería de la Virgen de Guadalupe
La Virgen de Guadalupe en El Torno El Torno, municipio de la provincia de Ciudad Real, a 45 Km. al oeste de la capital manchega, tiene unos 800 habitantes, que en verano pueden llegar a duplicarse gracias a su espléndido ecosistema. Está agregado al municipio de Porcuna, en la comarca de los Montes de Toledo. Allí veneran por Patrona a la Virgen de Guadalupe, a la que tienen rotulada una plaza y levantado un monumento a orillas del río Bullaque, afluente del Guadiana, que riega la comarca y transcurre por el parque de Cabañeros. La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe de El Torno es una imagen de escayola, que tiene una historia corta. Durante la Guerra Civil Española unos cien hombres de la localidad se fueron al frente y prometieron que, si volvían vivos, comprarían una imagen de la Virgen de Guadalupe. A de su regreso de la guerra, varias mujeres del pueblo empezaron a pedir por todo el pueblo y consiguieron el dinero suficiente para adquirir la imagen bendita. Así, en una carreta fueron a El Trincheto a buscar a la Virgen, para que ésta se deteriorara lo menos posible en el transporte. Como en el pueblo no había ninguna capilla para poder venerarla, se dejó en la alcaldía y allí permaneció durante muchos años, hasta que todo pueblo construyó una ermita en el centro del pueblo dedicada a la Santísima Virgen. La ermita, construida de nueva planta, es la actual Iglesia parroquial de la localidad.
El 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción, fue una jornada histórica para Nazaret, al inaugurarse tres nuevos órganos de tubo, colocados respectivamente en la basílica superior e inferior de la iglesia de la Anunciación y en la vecina iglesia de san José, según informa fray Riccardo Ceriani. Estos preciosos instrumentos, que enriquecerán la liturgia y las posibilidades musicales de Nazaret, han sido construidos por la empresa austriaca Rieger y donados por el pueblo austriaco mediante la Comisaría de Tierra Santa de Viena. La bendición de los nuevos órganos fue impartida por el P. Oliver Ruggenthaler, ministro provincial de los frailes Menores austriacos, durante la celebración eucarística presidida por el custodio de Tierra Santa, P. Pierbattista Pizzaballa, en presencia del embajador de Austria en Israel Franz Joseph Kuglitsch. En el momento de la incensación, los tres órganos hicieron sonar al unísono su voz, en manos del P. Armando Pierucci en la basílica superior, el P. Petrus Schüller en la basílica inferior y por el maestro Haig Vosgueritchián, organista titular y director del coro de la basílica. El gran artífice de esta operación ha sido el infatigable fray Stanislaus Bertagnolli quien, en 30 años al frente de la Comisaría de Tierra Santa en Austria, posibilitó la construcción de nuevos órganos para el Santo Sepulcro, la iglesia de san Salvador de Jerusalén y la iglesia de santa Catalina, junto a la basílica de la Natividad, en Belén. Al término de la misa, el P. Pizzaballa reconoció a fray Bertagnolli con la distinción Grato ánimo, la condecoración oficial de Tierra Santa. Por la tarde, los secretos y posibilidades de los nuevos órganos han sido desvelados por el organista italiano Paolo Oreni con un triple concierto itinerante. El P. Pierbattista Pizzaballa, dando las gracias a los benefactores austriacos por su generosidad, habló de la importancia del órgano en la liturgia y del esfuerzo de la Custodia en la formación de nuevos organistas por medio del Instituto Magníficat. El P. Pizzaballa anunció también la intención de la Custodia de Tierra Santa de organizar un festival de órgano que permita a estos prestigiosos instrumentos manifestar toda su potencialidad en beneficio de los peregrinos y de las comunidades locales. [Visite: www.es.custodia.org]
NAZARET. Concierto inaugural de tres nuevos órganos
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Bitácora del Director
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asea la vida y el tipo por la Malagueta, donde plantaron los alberos de la turística plaza de toros y la mar humedece el bies de la ciudad. El paisaje urbanístico de su infancia, ayer industrial y marinero, ha sido el de los ensanches ostentosos de la burguesía andaluza, al que el propio progenitor, arquitecto de postín y escritor, ha contribuido generosamente. Alumno del Liceo Francés, cuida el perfil de hijo de familia acomodada sin el rancio abolengo del bisabuelo (un militar franquista en la lista del metomentodo juez Garzón). Le preocupa el desencanto de la gente contra las instituciones; no es su caso, pero tampoco vota «porque nunca me he sentido identificado con ningún partido». Estaba cantado que lo suyo ni eran los libros ni el estudio de arquitecto (matriculado en Publicidad y Filosofía, desconozco si llegó a ir tres días seguidos a clase antes de dejarlo); tampoco es que sea un lince en gramática parda ni en Sociología («Creo que la clase media va a desaparecer en España. Y muy poca gente va a acceder a la cultura»); empero, como tenía bonita voz y buena estampa, colgó en You Tube unas baladas aflamencadas que había ido escribiendo y guardando desde los doce años. De la mano de un avispado productor y el madrinazgo de una artista, Pablo (que este es su nombre de pila y brega), dos años después de aquello, paladea las mieles del éxito y el vértigo de las multitudes con sólo 23 tacos: 10. 000 espectadores congregó en el concierto del 21 de diciembre de 2011 en el Palacio de Deportes de Madrid, al que han sobrevenido otros por España e Hispanoamérica. Mi interés por el caso no hubiese pasado del habitual repaso a la prensa dominical bajo la Jiguera, si el periodista que firma la entrevista al cantante, con muy mala uva y peor intención, no lo destacase en titulares: «Pablo Alborán: “No, no creo en Dios”». El título, como casi siempre, dice poco del figura y de lo que larga, pero ahí está hiriendo el subrayado. l igual que otros muchos de su generación y clase, Pablo, pese a todo, demuestra escasa conciencia social. Pero es un tipo influyente, y lo que dice crea opinión. Acaso refleje la idea de algunas generaciones de jóvenes, y no tan jóvenes, que se declaran agnósticos o niegan a Dios sin fundamento alguno, por el barullo que tienen en la cabeza o por un mal trago del destino. Se lo he leído a nuestro arzobispo Braulio, sin que disimule la culpa que corresponde a los creyentes: «Nosotros, los católicos, muchas veces tenemos culpa al no haber sabido transmitir bien la fe, el Evangelio, la persona de Jesucristo. Sin duda, pero, ¿no estará ocurriendo que, en muchas ocasiones, las respuestas negativas de los jóvenes en las encuestas, responden más a una idea falsa de quién es Dios o Jesucristo o la Iglesia?» A eso iba. Todos estos Pablos (y Virginias) reniegan de un Dios que no es el verdadero, sino la caricatura y su remedo, en el que tan reincidentes siguen algunos. Podría citar el ejemplo contrario de otros jóvenes cabales, incluso con apellidos más célebres que los de Pablo; pero de nada sirve el consuelo. Por razones variadas e intereses plurales se ha perdido mucho tiempo en hacer jeringonzas y entretener muchachos, convencidos de que poníamos una pica en Flandes. ¿A dónde se han ido después de pasar por las creativas sesiones de catequesis? ¿Dónde recalaron al terminar la educación integral de nuestros colegios? ¿Qué dejó la pantomima apostólica a la que tanto dinero, viajes y energía sacrificamos? Nada y humo. ara esta oficio echo en falta el ardor y la pasión de aquel otro Pablo, el de Tarso, que se hizo todo con todos para ganar a los más, y que, si de presumir se trataba: judío por los cuatro costados, fanático de las tradiciones de sus padres, perseguidor de la que creyó secta nazarena; mas cuando supo que daba coces contra el aguijón, todo lo estimó pérdida con tal de saber a Cristo. Se trata ahora de anunciarlo, como enseña Benedicto XVI, «principalmente a las personas que, habiendo recibido el bautismo, se han alejado de la Iglesia y viven sin referencia alguna a la vida cristiana [...], para favorecer en ellas un nuevo encuentro con el Señor, el único que llena de significado profundo y de paz nuestra existencia; para favorecer el redescubrimiento de la fe, fuente de gracia que lleva consigo alegría y esperanza para la vida personal, familiar y social». La sugestiva apuesta del obispo de Fréjus-Toulon (Francia), Dominique Rey, traído recientemente a Manresa y Toledo, pulsa esa cuerda y suena otra música. Pablo y Virginia no pueden seguir en la inopia, ni nosotros en el circo.
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La jiguera
La fe de Pablo
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Antonio Arévalo Sánchez
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A las claras
La gente VIP del Evangelio María de Jesús Flores, osc Monasterio de Santa Clara. Llerena
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os préstamos que nuestra lengua recibe del inglés, cada vez en mayor número, nos obligan a recurrir a algún diccionario o enciclopedia que normalmente, a golpe de un simple “clic”, nos saca de la ignorancia en el acto. Nunca sabremos agradecer lo bastante a Dios tener un aliado como el buscador más buscado y socorrido de todos, Google. Quieras que no, en cualquier medio, sea en la prensa, radio y/o televisión, y no te digo nada si visitas el mundo de la Red, te topas con una de esas palabrejas que no existían en la mente de casi nadie cuando una estudiaba rudimentos de inglés en la EGB. ¡Dónde quedaron ya esos tiempos, Dios mío! Dentro de la amplísima gama de palabras de la lengua de Shakespeare (también del príncipe Carlos y de su Camila) asumidas por el español, algunas como crack, footing, airbag, bestseller, boomerang, sándwich, taxi…, nos son sobradamente conocidas y solemos utilizar con cierta frecuencia en nuestras conversaciones cotidianas. Y lo hacemos, además, con tanta naturalidad que no nos paramos a pensar cómo tengo que poner la lengua: si entre los dientes, hacia atrás o más bien pegada al paladar. Algunas más recientes van apareciendo en el escenario social precisamente para referir y definir lo que son, lo que hace y lo que vive la gente de élite; ésa que se nos cuela en casa a través de la pantalla del televisor a cualquier hora, cualquier día, y que, por si fuera poco, nos impone un tiempo muerto ¡de horas!, también muertas. Hace pocos días, leyendo no recuerdo bien qué noticia, me vi obligada a indagar acerca de uno de esos anglicismos, un tanto cursi, formado por tres siglas que, por cierto, al pronunciarlas, suenan también algo repipis: VIP (Very Important Person), o sea, persona muy importante; o sea, gente que ha sido lanzada a los puestos más altos de la sociedad, aunque en muchos casos, viniendo desde los más bajos. Son la Jet set (otra palabreja), o «grupo social de personas ricas que participan en actividades sociales habitualmente inalcanzables al común de los individuos.» Pensando en estas cosas he caído en la cuenta de que también Jesús se rodeó de gente VIP y de que el Evangelio nos ha consignado su memoria; eso sí, nada que ver con esos hombres y mujeres-escaparate de hoy que tanto seduce a una buena parte de la plebe.
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Los VIP de los que Jesús se rodea nos son sobradamente conocidos. ¡Llevan ya tantos años catapultando nuestro deseo de Dios, atizando las brasas de una espiritualidad que por momentos parece apagada, cubierta por esa maldita ceniza llamada rutina y hastío! ¡Son tantos años en su compañía, echando mano de sus experiencias para explicar las nuestras; hablando de ellos para terminar hablando de lo que les pasó para contra lo que nos pasa!: la mujer de Samaría y sus conciudadanos, los leprosos, endemoniados, ciegos, sordos y mudos; la mujer con hemorragias, la pobre viuda de las dos moneditas y su homóloga afincada en Naín, el de la mano seca y el paralítico… Son, en una palabra, aquellas y aquellos a quienes Jesús adjetivó de dichos@s, bienaventurd@s, felices (Cf. Mateo 5, 1ss); quienes lloran porque no son, ni cuentan, ni hacen, ni influyen (Eduardo Galeano los llama «Los nadie»); quienes siguen teniendo hambre y sed de una justicia que da muestras de haberse retrasado ya mucho tiempo y que, además, parece enmudecer ante el atropello de los más elementales derechos; quienes se sienten perseguidos precisamente por llorar con los primeros, por ser voz de los segundos y hacer propia su causa; los misericordiosos, los pacíficos, los que tienen un corazón tan limpio y ensanchado que se hacen capaces de ver y acoger al Dios que avisa y convoca en la tragedia, el abandono y abatimiento de mucha gente. Hasta que el mundo sea mundo, ellas y ellos seguirán siendo gente VIP y las páginas del Evangelio, su zona, también VIP. AVISO: «Entrada gratuita con foto para el recuerdo ¡Están sin guardaespaldas!»
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De lo mundano a lo humano
Cuento de navidad Emmanuel Ramiro Fernández Periodista
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«El recuerdo, como una vela, brilla más en Navidad». Charles Dickens
ay historias inimaginables para la ficción. Incapaces de ser pergeñadas por la mente humana. Excesivas, en definitiva, para que cualquier guionista la escriba antes de que la vida, la pura realidad, la escupa ante sus ojos de observador atónito. Esos guiones diseñados por el destino son lecciones de vida. Y ese es el aroma que desprenden historias como la de José Crisanto, Clara Rojas o el hijo de ésta, reunidas bajo el sugerente título de Operación E, una película diferente. El preámbulo de esta historia, no obstante, arranca mucho antes. Concretamente un 23 de febrero de 2002 cuando Ingrid Betancourt, candidata a la presidencia de Colombia, se dirigía hacia la selva para entrar en conversaciones de paz con la guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). Ingrid iba acompañada ese día de su asesora, Clara Rojas, y aquel viaje terminó en odisea. Una odisea de seis años, lo que duró su secuestro en ese infierno de naturaleza salvaje que es la selva colombiana. En ese tiempo, Clara Rojas fue nombrada vicepresidenta del Partido Verde Oxígeno, el partido de Ingrid Betancourt, para las elecciones legislativas y presidenciales de 2002 que vivieron en cautiverio. Poco después y tras una relación con un guerrillero, Clara dio a luz a un niño que terminará siendo la pieza clave de la historia. Justo ahí arranca la película. Casi a la par, arrebatan ese bebé recién nacido y enfermo a Clara para entregárselo a Crisanto, un campesino que se marchó a la selva para hacer dinero y solo encontró hambre y miseria para él y los suyos. Es el reflejo de casi cuatro millones y medio de colombianos que malviven desplazados dentro de su propio país. «Un conflicto absurdo que dura más de cuatro décadas y que casi no se conoce», explica José Crisanto una vez liberado, sin cargos, de la cárcel en la que derivó aquella Operación E tras ser acusado de secuestro. Porque en Colombia los enemigos se pueden encontrar a uno y otro lado del río Orinoco, en lo más profundo de la selva o en cualquier urbe del país cafetero. Es la dura realidad social de un país donde se ponen las mismas velas a Dios que al diablo. No fue hasta la Navidad del 2007, con la esperanza extraviada en algún lugar de la tupida selva colombiana, cuando llegaron las buenas noticias. Desconozco si el espíritu navideño que nos invade a todos en esas fechas tuvo algo que ver, o simplemente se trataba de uno de los múltiples canjes entre políticos y guerrilleros en los que mercadean con los rehenes. En cualquier caso fue un inmejorable lavado de imagen de las FARC y de Hugo Chávez, tan íntimamente ligados. Entre ambos llegaron a un acuerdo para liberar a Clara Rojas, a su hijo y a Consuelo González, que era diputada de la Cámara de Representantes de Colombia. La liberación llegaría con retraso porque las FARC
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no pudieron cumplir su palabra antes del 31 de diciembre, como era su objetivo. La familia Rojas pasaría una nueva Navidad desperdigada. Los guerrilleros no tenían en su poder al hijo de Clara. Para entonces, Crisanto tampoco conocía el paradero de ese niño al que a él también le habían arrebatado. Mientras tanto, su nombre empezaba a sonar con fuerza en los noticieros de Colombia y del resto del mundo. De hecho, este campesino colombiano cuyo alter ego en la pantalla es el genial Luis Tosar, no ha vuelto a ver al hijo de Clara Rojas. A ella tampoco le ha gustado demasiado convertir la realidad en ficción y ha logrado que un juzgado prohíba la comercialización y exhibición de la película en Colombia. Según ella, la cinta distorsiona la verdad y con ese argumento se ha amparado en el honor y en la imagen de ella y de su hijo para llevar la cinta a los tribunales. Lo importante es que Clara y su hijo, Emmanuel, recuperan estos días el tiempo arrebatado por la sinrazón humana. Esa que a veces da historias de películas que nos llevan a reflexionar, a buscar en lo más hondo de nuestra alma el porqué de nuestros actos. Actitudes que intentamos reconducir en Navidad a base de buenos propósitos y acciones nobles. Luego, ese espíritu suele abandonarnos en cuanto retiramos la decoración propia de estas fechas, olvidando los valores que permitieron a Clara, y nos deben permitir a todos, seguir viviendo con Emmanuel, Dios con nosotros, en la distancia o la ausencia.
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Barrera del sol
SACERDOTE DE LOS SACERDOTES
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Francisco de Asís Oterino Villasante, OFM
ran años primicia de mi sacerdocio, que vivía en el Monasterio de La Rábida, con la frescura del primer amor consagrado al ministerio de la Palabra, especialmente Misiones y Ejercicios. El primer titular de la joven diócesis onubense había sido promovido al Arzobispado de Zaragoza. Para sucederle se había elegido al primero de los Auxiliares de Madrid, monseñor García Lahiguera. La Huelva de aquellas calendas, más provinciana aún y periférica, se apresuraba a recibir a su segundo Pastor con la solemnidad propia de un pueblo meridional. De acuerdo con el prelado electo, el ritual de recibimiento quedó perfilado con una entrada por la ría. Ni mula blanca, ni otros ritos ancestrales. Llegaría tres días antes al Monasterio de la Rábida, donde se prepararía espiritualmente en retiro, compartiendo vida y más que austera mesa, a la sazón, con la pequeña Fraternidad compuesta por cinco Hermanos. La intensidad de su retiro solo era rota después de la cena, reuniéndose con los frailes en animado coloquio en el Mirador, según práctica habitual en la casa, a falta aún, gracias a Dios, del televisor. Eran momentos, aquellos, de intensa vivencia fraterna, libres ya, por la hora, del acoso envenenado de los mosquitos, contemplando la estampa de los «barquitos salir al anochecer el día». Don José María se veía feliz haciendo corro con nosotros. A mí me impactó especialmente de sus relatos el de la Pastoral de resistencia en el Madrid sitiado de la Guerra civil. El patriarca Leopoldo Eijo y Garay (1878-1963) había logrado ponerse a salvo y la diócesis, en aquella hora de catacumbas, quedaba en manos de su Vicario General, que era él. Hoy, al recordar su narración, pienso en la vida de las Monseñor García Lahiguera, iglesias mártires de China, las de los pueraudo a los altares blos otrora sometidos a la bota soviética y otros. Falta mucho aún por escribir de aquella iglesia de catacumbas. Yo escuchaba embelesado el relato que, de una manera sencilla y espontánea, iba surgiendo de labios del que había sido su impulsor y coordinador. Al finalizar aquellos tres años martiriales, donde aparentemente la fe cristiana había sido borrada, una tupida tela de araña pastoral afloraba activa de entre los escombros. En Paracuellos e innumerables cunetas, había corrido abundante la sangre de los Testigos, pero la fe crecía silenciosa, como levadura, animada por un enjambre de creyentes comprometidos. Un verdadero ejército de señoritas Tarsicio, se había encargado de distribuir la Eucaristía en los lugares más inverosímiles y de informar dónde recibir el sacramento del perdón. Del grupo precisamente de estas heroínas, surgiría su obra más querida: Las Oblatas de Cristo Sacerdote.
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Un franciscano, Visitador en nuestra provincia Bética, relataba a unos seminaristas embelesados, entre los que me encontraba, cómo en aquel Madrid, y bajo el camuflaje de camarero de taberna, recibía la confesión mientras intercambiaba petaca o compartía cigarrillo. En la entrega de éste iba la Eucaristía. Al Finalizar el tercer año, aquella tupida red se movía activa entre los escombros de una ciudad arrasada. En el Mirador de la Rábida, embelesados, escuchábamos el relato de labios del que había sido promotor de una de las páginas más bellas de nuestro cristianismo en siglo veinte. La obsesión que marcó la vida de don José María fueron siempre los sacerdotes, a cuya formación, como padre espiritual, dedicó gran parte de su vida. La entrada solemne en la Sede de san Leandro comenzó embarcando en una falúa en muelle de la Reina, en La Rábida, hasta el puerto de la ciudad, seguido por multitud de otras embarcaciones. En el muelle esperaban las autoridades locales y multitud de fieles. Quiso que en el coche de respeto que seguía el suyo fuera la Fraternidad del Monasterio colombino. Recuerdo la escena de la llegada a la plaza de La Merced, a las puertas de la catedral: de entre las autoridades, fieles y clero, se adelantó un anciano sacerdote materialmente colgado a los hombros de dos jóvenes presbíteros y acercándose al prelado, los presentó orgulloso con esta frase que hizo las delicias del nuevo pastor: —«Señor obispo, a estos dos los he criado a mis pechitos». Era la manera chispeante de expresar una práctica entre los buenos sacerdotes de entonces: promover, al menos, algunas vacaciones al sacerdocio y costear con sus ahorros las becas de formación de los mismos. No podía empezar de manera mejor su andadura el nuevo prelado, que había hecho de la promoción y vida de los sacerdotes la razón de la
aulacapitular suya. Hasta tal punto que, durante su permanencia en la Sede onubense, el servicio de Rector del Seminario se lo reservó él. Esta primacía a la pastoral de sacerdotes y seminaristas la continuaría después en Valencia. Tal vez esto esté en la clave de aquello que por algún tiempo corrió por la piel de toro: «Para ser obispo en España, entre otras cualidades, hay que ser valenciano». El lema escogido para su escudo «Sacerdos et hostia» (Sacerdote y víctima), expresaba claramente la dimensión de una vida. En el mundillo clerical y religioso de Huelva circulaban relatos de la vida penitente y de oración intensa del obispo. De la devoción profunda a la Eucaristía recuerdo este hecho. En Compañía de otro hermano fui requerido por un anciano párroco a dar Misiones en unas aldeas y cortijadas del Andévalo. A la clausura había invitado al obispo. Pensando sin duda en una comunión masiva, el bueno del párroco había hecho consagrar una cantidad desproporcionada de formas. Al terminar la distribución, el cura pretendía consumir las sobrantes. El prelado dispuso llevarlas personalmente en su coche a la parroquia, portando en sus manos el vaso sagrado. Recuerdo la unción, casi éxtasis, de don José María en aquel recorrido. El amor a la Eucaristía era otra de sus constantes. Los medios anuncian estos días la marcha del Proceso de Canonización, adelantando la inminencia de la declaración de Virtudes Heroicas, paso previo a la beatificación. El anuncio aflora en mí vivencias que me han dejado huella. Como en los mejores tiempos de la cristiandad, antes que lo proclame el Sucesor de Pedro, el pueblo llano y los que le conocimos ya lo habíamos proclamado en nuestro corazón. La Iglesia de España cuenta en el cielo con uno de sus más rutilantes estrellas del siglo veinte.
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Pura y Limpia
MARÍA GUARDABA LAS COSAS EN EL CORAZÓN Sor María de la Cruz Alonso Paniagua, OIC
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aría es una mujer sencilla; simplemente cree, se fía de Dios y va recogiendo todo lo que sucede a su alrededor: lo que le cuenta José al final de la jornada, aquello que su Hijo dice y hace, lo que el Padre Dios le revela en la oración. Todo ello son señales en su vida, unas luminosas y otras incomprensibles. Las guarda en el corazón y le sirven de alimento para su fe y esperanza. María vive en el tiempo y reconoce la primacía de Dios sobre todo lo creado, reconoce que Dios está en todas las criaturas que existen, él es el Señor de la creación, el Señor de la historia; por eso su vida la vive en dependencia libre a su Creador, no se sale del marco, tiene conciencia de ser criatura, y ello le hace vivir libre, liberada, feliz, sabiendo de quién se fía. María guardaba las cosas en el corazón (Cf. Lucas 2, 51) y desde ahí reflexionaba, oraba y contemplaba su propia historia y la de su pueblo. Se sabía hija de un pueblo elegido, pero no sospechaba su elección para ser pre-redimida, para ser la Madre del Redentor. María es mujer silenciosa, vive siempre vigilante, siempre atenta a la voluntad de Dios, escucha la llamada a su puerta, está despierta, se da cuenta de que Dios pasa a su lado y le abre la puerta para que él entre en su vida, en su ser, haciéndose disponible, esclava. Acoge la palabra que le trae el Ángel y, como es su costumbre, abre de par en par su mente, su corazón, su cuerpo. No entiende nada, vive en la oscuridad de la fe, su vida cambia y ello le trae dificultades, pero ella se fía de Dios, es toda de Dios. En este Año de la fe María es nuestra mejor guía, ella es una de nuestra raza, que tuvo la valentía de decir “sí”, y aunque preguntó, poco podía entender ella de aquel extraño mensaje. Su vida fue un camino de fe en crecimiento, todo lo guardaba en su corazón y rumiaba lo acontecido o revelado para ser fiel a la voluntad de Dios. Sería bueno que el ejercicio del creyente durante este Año fuera decir “sí” a todo lo que la vida nos presente y buscar continuamente la voluntad de Dios en todo. Así honraremos a nuestra Madre, imitándola en la fe y en la disponibilidad a los planes de Dios, sobre cada uno de nosotros y sobre el mundo.
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LOS PEQUEÑOS HOSPITALES DE GUADALUPE Alfonso Domínguez de la Concha
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Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad Complutense. Doctorando en Historia Medieval por la U.N.E.D.
esde el origen del santuario de Nuestra Señora de Guadalupe sus gestores se preocuparon por ofrecer asistencia médica y humanitaria a los numerosos peregrinos que acudían a él1. La misma leyenda de la aparición de la Virgen al pastor, según el texto redactado en época jerónima, hace mención explícita de la asistencia caritativa a los pobres y peregrinos: «E mandome más: que dixesse que a los que touiessen cargo de su casa que diessen a comer a todos los pobres que a ella viniessen vna vez al día»2. Hospitales del vecindario La práctica sanitaria y asistencial que se ejercían en Guadalupe ha merecido la atención de numerosos trabajos3. Tienen en común que centran su atención en aquellas instituciones o personas directamente dependientes del Monasterio —Hospital de San Juan Bautista, Hospital de las Mujeres, Hospital del Obispo, Enfermería monástica, médicos a su servicio, etc.— y en las disposiciones legales que regularon su actividad. Con ser importante para el conocimiento histórico del cenobio, este enfoque margina otros aspectos igualmente presentes en la Puebla de Guadalupe. Antes de que llegasen los Jerónimos, y durante las primeras décadas de su presencia, se fundaron otras instituciones que también tuvieron por objeto atender a los peregrinos que acudían al santuario. Eran pequeños hospitales o «casas para pobres» que estaban abiertas a todas aquellas personas que acudían demandando su atención, sin establecer ningún tipo de discriminación4. Se distinguía de los anteriores en que procedían de la iniciativa privada, especialmente de la élite lo-
cal. Aunque algunos de estos hospitales fuesen regentados por cofradías5, y en este caso la iniciativa se puede considerar colectiva, otros surgían impulsados por personas concretas, integradas en la oligarquía rural. Su origen debemos situarlo a medio camino de la práctica devota y el deseo de manifestar la posición social de sus promotores. No podemos negar el fin humanitario con que se crearon, pero sí hemos podido comprobar que las familias que componían la élite local con frecuencia aparecen asociadas a instituciones benéfico-asistenciales (cofradías, hospitales, beaterios, etc.). Dentro de la comunidad de la Puebla sólo éste grupo social contaba con la capacidad económica suficiente para crear estos establecimientos. Erigirlos permitía manifestar su poder, pero al mismo tiempo confería un prestigio y una capacidad para influir sobre sus convecinos necesarios para consolidar aquél. Ejemplos de caridad La actividad caritativa hacia los pobres por parte de esta élite estuvo presente desde los inicios de la Puebla. Se manifestó de muy diferentes maneras, siendo habitual que entre las mandas testamentarias figurasen donaciones a favor de los pobres. Las más frecuentes eran el reparto de dinero y ropa, o destinar una cantidad para dar de comer a cierto número de pobres el día del entierro y transcurridos varios meses o un año. A medio camino entre la caridad con los necesitados y la asistencia a peregrinos estaba la cesión de una vivienda para alojamiento de pobres. Téngase en cuenta que las condiciones en las que llegaban muchos de estos peregrinos, procedentes en su mayoría de los sectores más desfavorecidos, no se
1.- En un documento de 1326 se hace mención a los peregrinos que acudían a la iglesia y en otro de 1329 ya se cita la existencia de un hospital (AHN. Sellos 84/9 y AMG. Legajo 40, s/n, respectivamente). 2.- Declaración del vaquero a los clérigos de Cáceres (AHN. Códice 48, f. 8 r.) 3.- En el artículo de fray Sebastián García publicado en 2003 (S. García, ofm, «Medicina y Cirugía en los Reales Hospitales de Guadalupe», en REEx, LIX, I (2003), 11-77) se puede encontrar una exhaustiva relación de aquellos en los que, con mayor o menor profundidad, se hace mención de este tema. 4.- Por este motivo eludimos el uso del adjetivo «particular» para identificar estos hospitales. Nunca estuvieron restringidos a un grupo o sector social o profesional concreto. 5.- El padre Villacampa, por ejemplo, dedica un estudio a la Cofradía de la Pasión (Carlos G. Villacampa, ofm, Grandezas de Guadalupe. Madrid 1924, pp. 397-401). La cofradía regentaba un hospital a finales del XV, pues con fecha de 19 de enero de 1499 se presentó una solicitud de ayuda ante el Capítulo para realizar obras en aquél (Ibídem, p. 397; texto en el Libro de los actos capitulares… AMG. Códice 74).
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scriptoriumguadalupense / 11 diferenciaban de las de los vecinos pobres de la localidad, y en la sociedad de la época ambos grupos eran percibidos como el mismo. En otros casos lo que se hacía era entregar bienes raíces, para que con sus rentas se pudiese costear su mantenimiento. Podemos ofrecer dos ejemplos de esta actitud general. Uno sería el de Juana Martínez, vecina en Puerto, aldea de Trujillo, sobrina y heredera de Mari Figuera, vecina de Guadalupe. Su tía mandó en su testamento que unas casas que tenía en la calle Sevilla fuesen para poner una cama para acoger pobres. La sobrina no cumplió la manda y vendió la casa. Pasado el tiempo, por conciencia, se avino con el Monasterio y en 1418 «entregó» (donó) una casa corchada que tenía en la misma calle, para sostener una cama para pobres en su hospital6. Otro ejemplo puede ser el de María García (h. 1514): quien había dejado sus casas para que viviesen personas pobres7. En ninguno de los dos casos se llegó a fundar un hospital pero son un buen ejemplo de cómo las familias que contaban con recursos se preocupaban por ofrecer asistencia a quienes la necesitaban, especialmente a los peregrinos que tras un largo recorrido llegaban sin medios para procurarse subsistencia y alojamiento. Asunto de mujeres Otro aspecto a destacar es la presencia femenina mayoritaria. Excluidas de la actividad política, algunas mujeres se dirigieron a otros ámbitos de la actividad pública, como la atención a los pobres y enfermos. En este contexto hay que entender la frecuente presencia de mujeres vinculadas a hospitales o asociaciones de atención a los menesterosos, donde alcanzaron el reconocimiento de sus convecinos. Esto lo podemos observar con María Andrés: hacia 1531, casi un siglo
Escena de un hospital o albergue medieval
después de su fallecimiento (c. 1437), aún permanecía su recuerdo en la memoria colectiva y se habla de una «plazuela del hospital de Mari Andrés» [que debía abrirse delante del edificio]. De hecho, el lugar donde se emplazaba se conocía como «barrio de Mari Andrés» en la misma fecha8. Por tanto, no debe sorprendernos que las dos personas que testificaron en el informe que fray Lorenzo elaboró en relación con el Hospital de Pero Diente fuesen dos mujeres, María Juárez e Inés García, y que formasen parte de dos de las familias más poderosas de Guadalupe9. Acabaron en manos del Monasterio Con la fundación del Monasterio la gestión de estos pequeños hospitales quedó en manos de los frailes10. La razón es obvia: la popularidad del santuario y su capacidad para atraer peregrinos pasaba por la necesaria oferta de hospedaje y atención primaria a quie-
6.- AMG. Códice 126, f. 40 v. 7.- AMG. Legajo 118, nº 141 8.- AMG. Códice 126, f. 22 v. y f. 15 r. respectivamente. 9.- Además de su posición, hay que considerar que casaron respectivamente con Gonzalo Fernández de Villalobos y Juan Estevan “el Rico”. Ambos figuraron entre los «hombres buenos» de la Puebla y tuvieron una notable presencia en la sociedad guadalupense del primer tercio del siglo XV. 10.- Prueba de ello es que en 1445 Eugenio IV autoriza a que el prior o los frailes del monasterio puedan arrendar y hacer casas «o lo que les pareciere» en «el ospital de María Andrés y las demás casas que entonces estaban señaladas para ospitales o conpannías de beatas». Con tal que los beneficios se destinasen a los otros hospitales que tenía el monasterio, «no enbargante la voluntad de los testadores». (AHN. Clero. Códices. L-111, f. 24 r.)
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nes acudían a él; y esto exigía a su vez un firme control de la calidad de uno y otra. Como consecuencia, la comunidad monástica acabó ejerciendo el monopolio de la atención a los peregrinos. En el estudio particular que les dedicamos podemos observar que la mayoría están datados en el primer tercio del siglo XV, y casi desaparece toda mención a partir de 1450. Dado que las fuentes documentales fueron redactadas en su mayoría por los monjes, la actividad particular quedó oscurecida a favor de la monástica. Pero si rastreamos atentamente la documentación conservada, encontramos aquí y allá referencias a esta iniciativa privada. Fray Sebastián García ya les prestó atención y en su artículo de 2003 recoge algunos de estos hospitales, si bien asociándolos a instituciones de culto como las cofradías (Hospital de san Sebastián, de la Pasión, Beatas de Mayor, Nuestra Señora de la O, san Bartolomé). También señaló una característica fundamental: que sólo se pueden considerar hospitales en un sentido muy amplio, siendo en la práctica pequeños locales, dotados con tres o cuatro camas, donde los peregrinos podían descansar y comer11. Además, estos edificios contaban con dependencias auxiliares que denotan su función de albergue de peregrinos y de sus caballerías: por ejemplo, en 1460 se citan unos corrales pequeños que fueron establos del hospital de Mari Andrés12. Todos ellos se situaban en el entorno de las vías de acceso de los peregrinos hacia el santuario: Calle Real y Calle Sevilla. Relación de hospitales o albergues A continuación nos centraremos en aquellos hospitales que hemos podido identificar en la documentación guadalupense: 1. Hospital de Doña Teresa. A mediados del siglo XIV, esta vecina de la Puebla dispuso una manda testamentaria por la que hacía donación de su vivienda para casa de pobres. Cuando ya habían pasado quince años del testamento sin que se hubiese cumplido,
el prior Toribio Fernández mandó tomar la casa para incorporarla al hospital de la iglesia (c. Era de 1403 [1365])13. 2. Hospital de Pero García, escribano. En 1396 trocó con el Monasterio dos casas-hospital tejadas, que daban a la calle Real14. Este escribano debió ser el mismo que estuvo presente a la toma de posesión del santuario y de la Puebla por los Jerónimos, en 1389. 3. Hospital de Pero Diente15 o «de arriba». Se nombra por primera vez en 1400, como lindero de una propiedad que se vendía al Monasterio: «Se tiene [limita] con cortinal que fue de Pero García, alcalde del dicho lugar, y con casas hospital del mon[asteri] o, que fueron de Pero Diente, y con la calle que sube a las eras de arriba»16. Según esta descripción, se localizaría en la actual calle Corredera. La diferente ubicación (calle Real/calle Corredera) permitiría distinguir este edificio del anterior. Representa un buen ejemplo de cuanto hemos comentado sobre estos pequeños hospitales. Para el conocimiento de su historia contamos con la declaración que realizó en 1445 fray Lorenzo, obrero, como resultado de la investigación auspiciada por el prior fray Juan de Zamora17. Por ella sabemos que en origen fue una simple casa, que Pero Diente entregó a Sancha González, madre de Mari Andrés, para que viviese en ella. Sancha destinó la vivienda para acoger a pobres: «La qual dicha Sancha Gonçález acogía quando le plazía en la dicha casa por amor de Dios a algunos pobres que ende venían. E después eso mesmo fazía e fizo la dicha Mari Andrés su fija». La casa siguió siendo propiedad de aquél, quien al fallecer la entregó al Monasterio junto con todos sus bienes. Según declaró el fraile, esto ocurrió unos cincuenta años antes de la investigación; es decir, hacia 1395, fecha muy anterior a la que se ha ofrecido para su fundación18. Debió ser en aquéllas fechas cuando
11.- S. García, «Medicina y cirugía…», 31. El modelo que mejor se ajusta a lo que representaban estos hospitales son los albergues para peregrinos que jalonan el Camino de Santiago. Donde pueden pernoctar, prepararse comida e incluso obtener una mínima atención sanitaria. Sabemos que en los hospitales dependientes del Monasterio esta asistencia se extendía durante tres días (Diego de Montalvo, osh, Venida de la Soberana Virgen de Guadalupe a España, Lisboa 1631; G. Rubio, ofm, Historia de Nuestra Señora de Guadalupe, Barcelona 1926, p. 354). Nada sabemos de los hospitales particulares. El de las mujeres albergó una veintena de camas (AMG. Legajo 53, Hospital de las mujeres, nº 6). 12.- AMG. Legajo 118, nº 176. 13.- AMG. Códice 126, f. 31 v. No se especifica si la fecha corresponde al testamento o a la orden del prior. No ha sido posible localizarlo. Pudo servir para ampliar el hospital de san Juan Bautista. 14.- Ibídem, f. 70 r. La escueta información que recoge el códice se limita a señalar que la edificación lindaba con la bodega del dicho Pero García, con corral del monasterio, con la cantera y con la calle Real. 15.- No podemos asegurar que se trate de la misma persona que el escribano. Los dos aparecen citados en la documentación en las mismas fechas. Pero Diente formó parte del grupo de «hombres buenos» de las últimas décadas del siglo XIV. Bajo esta denominación está documentado entre 1382 y 1395. Teniendo en cuenta que era costumbre especificar el oficio después del nombre, su ausencia en el caso de Pero Diente nos lleva a plantear que no fuese la misma persona que el famoso escribano. 16.- AMG. Códice 126, f. 2. 17.- AMG. Legajo 53, Hospital de las Mujeres, nº 7. 18.- García sitúa en 1422 la fundación de este hospital (S. García, ofm, «La Medicina en Guadalupe», en Guadalupe. Siete siglos de fe y de cultura, Arganda del Rey, 1993, pp. 475-493 [477]. La fecha corresponde a la dotación entregada por Mari Andrés en su testamento.
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scriptoriumguadalupense / 13 Mari Andrés se hizo cargo de su gestión, por lo que hospitalera21. Primero durante la época en que el edifue conocida como «hospitalera del hospital de Pero ficio perteneció a Pero Diente, más tarde cuando ya Diente» o «del hospital de arriba»19�. pasó a ser propiedad del Monasterio. Los encargados El testimonio da a entender que la vivienda nun- del Monasterio debieron apreciar sus cualidades para ca funcionó como hospital con carácter permanente la gestión y confiaron en ella para este cometido: en («acogía cuando le plazía»). Y el edificio que pasó 1414, cuando ya se habría transferido la propiedad, al Monasterio tampoco llegó a cumplir funciones de María es citada como «ospitalera del ospital de arrihospital o albergue de peregrinos. Fray Juan cirujano, ba»22. Su vinculación con el hospital se mantuvo largo encargado de los hospitales, realizó una serie de re- tiempo. En su testamento (1422) dejó parte de sus formas y lo transformó en vivienda para «los siruien- bienes al hospital: primero debían pasar a su prima tes que veniesen a seruir a este dicho monesterio con María Fernández, y después de ella a dicho hospital; sus mugeres». Habría sido fray Juan quien le diese entre los bienes figuran una viña, un huerto y cuatro esta denominación y así se mantuvo por costumbre, casas con su cortinal —tres para el hospital y una pay el informe es muy claro al señalar que nunca fun- ra que viviese una persona pobre, que debía encarcionó como tal: «E el dicho fray Juan llamaua e llamó garse de su reparación—23. En aquel momento seguía sienpre a la dicha casa con lo que fizo ospital e así lo conociéndose como hospital de Pero Diente. María nonbraua él e los otros. E después acé sienpre así lo sobrevivió algunos años más y en 1428, siendo aún han llamado e nonbrado ospital fasta agora. Pero el hospitalera, donó al hospital un majuelo en el pago de dicho P[edr]o Diente non mandó la dicha casa que La Dehesa24. fuese ospital nin fue dello notiçia alguna». Algún problema debió surgir en torno al edificio, hasta el punto de hacer necesario realizar un informe ofreciendo esta explicación. Ante los ojos del pueblo encajaba mal que un edificio calificado como hospital estuviese destinado para aposento de personal al servicio del Monasterio, y no de pobres20. 4. Hospital de Mari Andrés. Se trataría del mismo establecimiento que el antes citado. Como señalamos atrás, María se hizo cargo de su gestión como GUADALUPE. Blanca fachada del antiguo hospital de hombres [Foto: A. Esteban Rodríguez] 19.- Los fundadores de estas instituciones se reservaban el derecho a nombrar a quien se encargase de su gestión. Juan Ximénez lo hizo con el Hospital de las Mujeres: al donarlo al Monasterio señaló a Sancha López, vecina de Córdoba, como administradora del hospital; que después lo fuese fray Juan de Zamora y finalmente quien decidiese el prior. 20.- El Monasterio siempre contó con dependencias destinadas a dar aposentos a las personas principales que acudían al santuario con sus séquitos, identificadas como “casas” o “palacios”. Se citan en la documentación y conocemos a varios de los encargados de su gestión: Alfonso Fernández «de las casas» (1398) o «de los palacios» (1428), Nuño Fernández «de las casas» (1469) y Francisco Fernández «de las casas» (1506). Estos «palacios» no deben entenderse como edificios suntuosos, como los conocemos hoy, sino como edificios cuya traza y materiales eran de mejor calidad que el resto de las viviendas de los vecinos. El resto de los peregrinos se alojaban en los hospitales o en los mesones que existían en la Puebla. 21.- En la documentación que manejamos el término «hospitalero/a» no tiene una traducción clara. En principio designaría a la persona encargada del cuidado o gestión de un hospital, lo que cuadra bien con el caso que comentamos. Pero en otro documento tres vecinos de la Puebla son identificados como «hospitaleros» del Hospital de los hombres (o de san Juan Bautista). Dadas las características de este centro sanitario parece poco probable que se encomendase su gestión a seglares y no a monjes del Monasterio; pudiera referirse a personal al servicio del establecimiento. 22.- AMG. Legajo 53, nº 9. 23.- AMG. Legajo 53, nº 10. Existe un resumen en AMG. Códice 126, f. 156 v., que por error lo data en 1423. 24.- AMG. Legajo 120, nº 14.
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GUADALUPE. Patio interior del hospital de mujeres
Durante este tiempo se produjo un fenómeno que rebela la mentalidad de la época. En párrafos anteriores señalamos que la posición y el reconocimiento social estaban estrechamente vinculados. Esto se traduce en la «transferencia onomástica»: los espacios se identifican por su asociación con determinadas personas que cuentan con el reconocimiento de sus convecinos, y adoptan su nombre; con el que serán conocidos incluso años después de que aquéllas hubiesen fallecido. En nuestro caso ocurrió por partida doble: a principios del XV se identificó por su primer propietario, Pero Diente, pero progresivamente se perderá su memoria y pasará a identificarse por la persona que lo regentó durante largo tiempo, y a mediados de siglo (1443 y 1445) ya se nombra como «hospital de Mari Andrés»25.
María formó parte de una de las familias de la élite local del momento —posiblemente fue hija de Juan Andrés de Benavente—. Y entroncó por partida doble con otra de ellas, los Carrascalejo, al casar ella con Garci Fernández de la Pizarra y su hija María García con Antón Martín Carrascalejo el Rico. 5. Hospital de García Alfonso, alguacil. En 1423 se cita como lindero de una propiedad que se vendió al Monasterio26. Varias de las propiedades colindantes eran viñas, por lo que el hospital debía localizarse en las afueras de la población, junto a una de las vías de acceso de los peregrinos27. Años más tarde, en 1439, el hospital permanecía activo, pues el matrimonio formado por Jusdada Blasco y su marido Juan Sánchez se citan como sus hospitaleros28. No está muy claro de quién partió la iniciativa de su fundación, pues en la última fecha señalada también se cita como «hospital que fue de la suegra del alguacil García Alfonso»29. García pudo hacerse cargo de su gestión a la muerte de aquélla. Como los demás pequeños hospitales de origen particular, pasaría a ser gestionado por el Monasterio; quien nombraría a alguien para su cuidado regular: el matrimonio antes nombrado. Teniendo en cuenta que la hermana de la hospitalera se llamaba Catalina Alonso, es muy posible que fuesen parientes del alguacil. En todo caso, sería un ejemplo más de la intervención de estas familias oligárquicas en instituciones religiosas que beneficiaban a la comunidad; y por lo mismo gozaban de gran popularidad y conferían prestigio a sus benefactores. 6. Hospital de Mari Sánchez, la trujillana. La documentación del primer cuarto del siglo XV nos habla de otro hospital en la zona sur de la Puebla30. Habría sido fundado antes de 1424 por Martín Sánchez y su mujer María Sánchez «la trujillana». Estaría situado «al barrio de ayuso, fondón de la plazuela», es decir, junto a la plazuela de los Tres Chorros. Al parecer María Sánchez dejó dinero además del edificio para hospital. Habría encargado a su sobrina María Alfonso que comprase unas casas con aquél, para luego entregarlas al hospital (suponemos que para ayudar a su sostenimiento con los alquileres de aquéllas). No sabemos qué fue de este hospital. El do-
25.- AMG. Legajo 46, nº 56 y AHN. Clero. Códices. L, 111, f. 24 r. 26.- AMG. Legajo 117, nº 70. 27.- No hemos podido determinar su ubicación exacta. Por el documento de 1439 sabemos que se encontraba en el «barrio de ayuso», posiblemente en las inmediaciones del Arco de las Eras; punto de entrada de los peregrinos por esta zona de la Puebla. 28.- En el «hospital que fue de» (AMG. Códice 126, f. 33 r.). El alguacil García Alfonso ostentó el cargo varios años entre 1398 y 1412; ejerciendo una destacada actividad al servicio del Monasterio. Debió fallecer antes de 1423. 29.- AMG. Legajo 53, nº 1. No sabemos quién fue su suegra. Es muy posible que García estuviese emparentado con varios escribanos y oficiales concejiles de la primera mitad del siglo XV. 30.- AMG. Legajo 120, nº 13 31.- AMG. Legajo 45, nº 94.
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scriptoriumguadalupense / 15 cumento tan sólo señala que fue incorporado al «hospital mayor del Monasterio». 7. Hospital de Teresa Sánchez, mujer de Pero García, escribano. En su testamento de 1427 establece que de la ropa de su hospital den dos camas de ropa al hospital de Santa María, a discreción de sus testamentarios; los mismos habrían de encargarse de repartir la ropa que sobrase de dicho hospital31. Dado que el de su marido ya se había trocado en 1396, éste debe ser un edificio diferente. No lo hemos podido localizar. 8. Hospital de María García del Arroyo. En 1437 se citan unas «casas y hospital que fueron de Mari Garçía del Arroyo»32. Parece tratarse de un conjunto de ediGUADALUPE. Localización aproximada de algunos hospitales-albergues de peregrinos ficaciones propiedad de María, quien cedería una de ellas para hospital. tián, La Pasión, de las Mujeres), por ser el punto de Se situaría por debajo del horno del Monasterio, en entrada de los peregrinos que acudían por el Camino el «Barrio de Arriba», cerca de las casas de los hijos de Castilla. de Pero García, sobrino de la dicha Mari García. Este 9. Hospital de Juana García, mujer de Fernando dato nos lleva a plantear si no se trataría del mismo Álvarez. En la partición de los bienes de Isabel García, que el citado en 1396 como casa-hospital de Pero García, escribano. El documento, muy poco preciso mujer de Juan Muñoz de Herrera, realizada en 1470, a la hora de ofrecer datos, dice que estaba «cerca» se dice que el Monasterio habría adquirido de Juana pero no «junto a». Por lo que pudiera tratarse de García, hija de los anteriores, una huerta: «la qual diuna zona donde se concentraban varios de estos es- cha media huerta tiene por linderos dela una parte un tablecimientos, auspiciados por esta familia; cuyos pedaço que tiene en el ospital que se ovo conprado miembros fueron ricos propietarios de inmuebles en dela dicha Juana Garçía»33. No está muy claro si lo este barrio. No olvidemos que en el entorno de la ca- que habían comprado fue otro pedazo de la huerta o lle Real se localizaron varios hospitales (San Sebas- el hospital, pero existió uno y, dado que no podemos 32.- AMG. Códice 126, f. 19 v. 33.- AMG. Legajo 119, nº 117 34.- El principal beneficiario fue su hijo Alfonso, quien debía ser deficiente mental [En otro documento el padre describe a su hijo como «corto de entendimiento»] En enero de 1436, Alfonso haría donación de todos sus bienes, muebles y raíces, en Córdoba y su término, al Monasterio y al Hospital Nuevo: las razones alegadas fueron la devoción y por «rrazón quel dicho monesterio me ha de proueer e mantener de las cosas a mí neçessarias en todos los días de mi vida» (AMG. Legajo 53, nº 60). En marzo del mismo año, el Monasterio otorgó poderes a un escribano de Córdoba para que enajenase todos los bienes recibidos (AMG. Legajo 53, Hospital de las Mujeres, nº 3).
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identificarlo con ningún otro, debemos plantear que estamos ante otro diferenciado. En todo caso, estamos ante otro ejemplo de familia de elevada posición (Juan Muñoz fue alcalde entre 1444 y 1453) vinculada a estas instituciones benéficoasistenciales. 10. Hospital de Mujeres u Hospital Nuevo. Con ciertos matices, también se puede incluir este hospital entre los de fundación particular. Fue iniciativa de Juan Ximénez de Córdoba, herrero. Según los historiadores del Monasterio, fue un personaje muy rico antes de profesar. Ciertamente poseyó importantes propiedades en Córdoba34, aunque no conocemos las de Guadalupe. Él y su mujer, Leonor Ximénez, habrían adquirido unas casas con la intención de fundar un hospital. Tras fallecer Leonor, Juan entró en religión y donó el edificio al Monasterio para tal cometido35: «Ordeno, establesco e instituyo por ospital las mis casas con su corral e vergel… E quiero que sean ospytal para syenpre jamás, prinçipal e por sy, para que sean rresçebidos e aposentados los pobres e menesterosos omes e mugeres que a él vinieren…». La principal diferencia con los anteriores hospitales es que desde el primer momento pasó a depender del Monasterio. Por lo demás coincide en estar dirigido hacia personas pobres y, aunque no lo hayamos podido comprobar para todos ellos, en no establecer distinciones de ningún tipo. Su orientación hacia la población femenina debió ser decisión de los frailes. Como ocurriera con el Hospital de Pero Diente, debieron plantearse dudas. Creemos que en relación con la propiedad, pues entre la variada documentación relativa a este hospital figuran varios documentos en los que, de una u otra manera, se trata de justificar aquélla. Uno de ellos es una declaración de fray Lorenzo, obrero, de 23 de abril de 1435, exponiendo las sucesivas operaciones de compraventa
que afectaron a unas casas que luego se convirtieron en el Hospital de Mujeres36. Según ésta, la propiedad original del primitivo edificio fue del escribano Sancho Sánchez de Trujillo y su mujer Ana Rodríguez. Por razones que desconocemos éste necesitó dinero en efectivo y en 1433 “vendió” la casa a fray Lorenzo, en nombre del cenobio, por 11.000 maravedís. Según describe éste, lo hizo con la condición de que si en un plazo determinado devolvía el dinero recibido, recuperaría la casa37. La operación llegó a ponerse por escrito, aunque en ella no consta tal condición38. Le sigue una notificación del prior, apenas veinte días después (12 de mayo de 1435), comunicando a la comunidad las vicisitudes de su incorporación al Monasterio, para obtener de los frailes su aprobación39. Las circunstancias de su paso a propiedad de fray Juan de Córdoba son algo confusas. De la declaración de fray Lorenzo se desprende que, antes de cumplirse el plazo para devolver el dinero, el escribano habría dado su consentimiento para que se traspasase a Juan Ximénez y su mujer. Pero cuando éste, convertido ya en fray Juan de Córdoba, hace donación del edificio dice que lo había adquirido directamente del escribano y su mujer, sin mencionar al Monasterio o a fray Lorenzo. Por último, no consta tal operación intermedia en ningún documento. Lo que sí consta es una anotación, añadida más tarde en el mismo documento de venta de Sancho a fray Lorenzo, en la que se indica que el Monasterio lo traspasó a Juan Ximénez de Córdoba40. Todavía dos años más tarde (25 de enero de 1437) el prior vuelve a comunicar a la comunidad la adquisición del edificio. Si bien aquí se introduce la novedad de que Juan Ximénez y su mujer habrían practicado una serie de reformas en él, para convertirlo en hospital41. La descripción de las propiedades limítrofes coincide en todos los documentos, por lo que no hay duda de que se trata del mismo edificio y no hubo dos hospitales.
35.- AMG. Legajo 53, Hospital de las Mujeres, nº 2 (7 de abril de 1435). 36.- Ibídem, nº 5. La donación de fray Juan de Córdoba se efectuó tan sólo dos semanas antes, el 7 de abril. 37.- «E al tienpo quelas yo conpré fue egualado e puesta condiçión, entre el dicho Sancho Sánchez e mí, que pagando me e tornando me el dicho presçio fasta la Pascua de s[anc]ti sp[íritu]s deste anno del Sennor de mill e quatroçientos e treynta e çinco annos, quelas dichas casas tornasen a él e fuesen suyas conmo de primero lo eran». (Ibídem). 38.- Ibídem, nº 10; documento de 1 de octubre de 1433. Sí se especifica que se entregaron a Juan Ximénez «por el tanto» (por el mismo importe). La operación tiene todos los visos de ser un préstamo, ofreciendo la casa como aval. Al no poder devolver Sancho el dinero el Monasterio se quedó con el edificio. 39.- «Lo qual el dicho padre prior notificó a los dichos frayles e conuento por quelo supiesen e les plugiese dello por ser seruiçio de Dios e prouecho deste dicho monesterio. E dixo que si otra cosa les paresçia quelo dixesen. E luego algunos delos dichos frayles dixeron queles plazía dello e que estaua bien fecho e los otros veyendo e entendiendo ser seruiçio de Dios lo sobre dicho, callaron e así fueron auidos por consentientes». (Ibídem, nº 4). 40.- «Carta de venta de las casas que el mon[asteri]o conpró de Sancho Sánchez al barrio de arriba por XIM[énez], que aora es el ospital de las mugeres, y aquí dentro está como se dieron a J[ua]n Ximénez por el tanto» (Ibídem, n.º 10). 41.- «E después el dicho fray Johan las fizo labrar e hedificar de ssus propios bienes e de la dicha su muger e de otras ayudas e limosnas que para ello fueron fechas» (AMG. Legajo 53, Ibídem, nº 6). En los documentos anteriores tan sólo se señala que el matrimonio tenía la intención de convertirlo en hospital.
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GUADALUPE EN LA CATÓLICA IMPUGNACIÓN DE FRAY HERNANDO DE TALAVERA Manuel Pecellín Lancharro
Secretario de la Real Academia de Extremadura
E
l año 1487 aparecía en Salamanca uno de nuestros libros «incunables» de mayor interés. Según costumbre de la época, llevaba largo título: Católica impugnación del herético libelo maldito y descomulgado, que en el año pasado del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo de mil y cuatrocientos y ochenta años fue divulgado en la ciudad de Sevilla… Obra plena de interés, fue relativamente pronto incluida por la Inquisición en el Índice de libros prohibidos (Valdés, 1559). La reconocida eficacia del santo Tribunal hará que la obra quede prácticamente borrada de la faz de la tierra. El célebre bibliógrafo Nicolás Antonio (16171684) la cita someramente, aunque da la impresión de que nunca ha visto ejemplar de la misma. Sólo se conserva uno de ellos, en la Biblioteca Vallicellana de Roma (Incun. 79). Los padres jesuitas Leturia y Batllori, profesors de la Universidad Gregoriana, lo tienen como un «incunable rarísimo y único. En España no existe otro ejemplar». Eugenio Asensio lo utilizó por vez primea en un estudio ya clásico, «El erasmismos y las corrientes españolas afines» (Revista de Filología española, 1952). Pero fue el insigne investigador Francisco Márquez Villanueva, de la Universidad de Harvard, quien habría de preparar una edición de dicha obra (Barcelona, Juan Flors, 1961), que por su corto número se agotaría prontamente. Acaba de reaparecer en Almuzara (Cór-
SEVILLA. Fragmento del lienzo de Hernando de Talavera, pintado por Juan de Valdés Leal (1622-1690)
doba, 2012), con los dos estudios que dicho profesor le dedicase y una excelente presentación de Stefania Pastore. Será por la que nosotros citaremos. Nos interesa aquí en razón de la hermosa cita que en el capítulo 55 se hace del Monasterio de Guadalupe. El autor del libro fue Hernando de Talavera (1428-1507), un fraile jerónimo (como los que por entonces regentaban el cenobio extremeño) que debe ocupar con toda justicia lugar preeminente en la historia española. Miembro de una familia judeoconversa, ligada a los condes de Oropesa, se formó en la Universidad de Salamanca. Prior del monasterio de Prado (Valladolid) y obispo Ávila, puso el mayor empeño en reformar las costumbres de sus colegas y súbditos, aproximándolas a la pureza de la Iglesia primitiva. La reina Isabel lo tuvo como confesor, distinguiéndose por saber y virtud entre el numeroso grupo de judeoconversos implicados en la corte de la católica Reina. A él se deben las «Declaraciones de Toledo», por las que se revocaban los enormes privilegios y descomunales rentas que Enrique IV había concedido a numerosos señores y
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Portada de la Católica Impugnación, editada por «Almuzara»
prelados, quienes nunca le perdonarían al buen fraile tamañas pérdidas. Estrechamente vinculado a la reina Isabel, fue el primero que elevó la cruz sobre la Alhambra recién conquistada. Nombrado arzobispo de la ciudad, se esforzó al máximo porque se respetasen las Capitulaciones concedías por los Reyes, impidiendo que nadie fuese obligado a un bautismo forzoso. Al contrario, hizo todo lo posible para que se respetase la libertad de conciencia de todos sus ciudadanos, musulmanes y hebreos incluidos, haciendo que fuesen convenientemente educados en la fe católica. Toda su pastoral resultó frustrada por las duras disposiciones de Cisneros y los bautizos masivos, más aún tras la muerte de la Reina. Opuesto a la Inquisición, por entender que existían otros métodos más acordes con la teología paulina de la caridad para tratar a los posibles herejes, él mismo (y todos sus familiares), fray Hernando caería en las garras del temido Tribunal, que lo detuvo y procesó. Sólo los buenos oficios del Papa Julio II lograron que se le declarase inocente… cuando acaba de expirar el buen fraile. Bien demostrada tenía su ortodoxia en los escritos que había ido dando a luz, entre los que sobre-
sale (algunos se han perdido) la citada Católica impugnación. Se trata de un tratado apologético, que compuso para refutar las tesis defendidas por el autor, judío sin duda, de un opúsculo publicado en Sevilla (la primera ciudad con sede de la Inquisición) seguramente para defender a los hijos de Israel frente a las pesquisas inquisitoriales. Resumiéndolas tal vez en exceso, venían a reducirse a éstas: 1): La ley de Moisés sigue estando vigente, pues el cristianismo no supone sino una modalidad, no necesariamente superior, de la misma. 2): La ritualidad judía es más pura que la cristiana, infecta de prácticas supersticiosas múltiples. Fray Hernando opone contra las mismas muy sólidas razones escriturísticas y teológicas, no sin admitir que en la práctica popular de la religión católica han ido deslizándose numerosos defectos, cuya reforma se impone. Vale decir que el de Talavera se mostraba como un decidido defensor de medidas cuya puesta en efecto, a escala europea, tal vez habrían evitado la rebelión luterana. Pero él se esforzó siempre por distinguir la paja del trigo. Así, aunque reconoce que en el culto desmedido a las imágenes «puede aver y de hecho hay muchas burlas y mucho sacadinero» (cap. LIV), no duda en profesar que Dios, cediendo a la flaqueza y «grosedad» de los hombres, pues no todos son capaces de adorarle en espíritu (pág. 135), gusta de que lo sirvan más claramente en determinados lugares que Dios «elige y aprueba para ello, mostrando algunas maravillas y señales y así es y quiere ser servido y loado en la santa y muy magnífica casa de Nuestra Señora de Guadalupe y en la devota casa de la Peña de Francia y en las otras, que allí por este necio (el autor del libelo sevillano) son nombradas». Esta ha sido la voluntad inescrutable del Señor, escribe fray Hernando, quien seguramente habría acompañado más de una vez a la Reina Isabel hasta el santuario de las Villuercas. Quede aquí constancia del reconocimiento que al lugar mostrase en su famosa apología. Pues, según se lee en el encabezamiento de este capítulo 55, «no es idolatría ni otro yerro alguno tener y honrar diversos santos y santas en diversos lugares e ir con devoción a visitar a santa María de Guadalupe…». Valladolid. Bronce del Monasterio de Ntra. Sra. de Prado
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Huellas franciscanas en la Nueva España
TEMPLOS DEL SIGLO XVI EN CUERNAVACA Arturo Álvarez Álvarez
L
a Ciudad de la eterna primavera. Así bautizada por el ilustre geógrafo, naturalista y explorador alemán A. Von Humboldt (1769-1859), debido a su clima suave todo el año gracias al tupido arbolado de sus doscientas barrancas y numerosos ríos, Cuernavaca fue el nombre que los españoles pusieron a la Cuahunahuac azteca (Junto a los árboles, en lengua náhuatl). Distante 75 Kms. de la capital mexicana, a 1. 500 m. sobre el nivel del mar, asentada en un hondo y desnivelado valle, está a orillas de la autopista que enlaza México con Acapulco. La primera iglesia de la América continental Animado por los informes de su capitán Gonzalo de Sandoval, en la primavera de 1519 se dirigió Hernán Cortés (1485-1547) a la ciudad de Cuernavaca, logrando entrar en ella después de que un valeroso soldado tlaxcalteca cruzara una de sus numerosas barrancas, saltando por un corpulento amate y reponiendo algunos de los puentes destruidos por los indios. Y aunque su estancia en la hermosa ciudad fue muy corta, bastó para que Cortés quedara enamorado de ella al probar su delicioso clima, su arbolado exuberante y ver la abundancia de huertas feraces y flores variadas. Atractivos más que suficientes para que, dos años después de con-
de la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras
TALTENANGO. Primera iglesia de la América continental, mandada construir por Hernán Cortés (1524), hoy capilla del Sagrario. Adosada a ella se levanta la actual parroquia de la Virgen de los Milagros (1730).
quistar la gran Tenochtitlán, en 1523 se estableciera en el vecino pueblo de Tlaltenango, junto a las ruinas de un centro ceremonial tlahuica del siglo XII, instalando allí un ingenio azucarero que años más tarde trasladaría, con su hacienda, al barrio de Amatitlán, para ubicarse definitivamente, hacia el año 1527, al sur de Atlacomulco, más cerca de extensas y cálidas tierras, ideales para el cultivo de caña dulce, trigo, moreras para el cultivo de la codiciada seda y cría de grandes rebaños de ganado lanar y caballar. Casa que heredó su hijo Martín y aún es conocida como Hacienda de Cortés. Llevado de su religiosidad (tantas veces puesta a prueba en las heroicas jornadas de la conquista del imperio azteca), nada más avecindarse en Tlaltenango levantó Cortés una modesta capilla, dedicada al Señor de las Misericordias, junto a las ruinas del que había sido un centro ceremonial pagano. Iglesita para el servicio religioso suyo y de los hacendados; pero que muy pronto sería sustituida por un amplio templo capaz de acoger a los numerosos trabajadores en el trapiche y sus familias, el cual puso bajo la advocación de san José, colocando en ella una valiosa escultura de este santo, llevada de España y que aún podemos admirar en su altar, así como una santo Cristo yacente de igual época.
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Iglesia ésta de gran solidez, que aún perdura en su estructura, puerta original y campanario, la cual fue entregada por Hernán Cortés a los primeros misioneros franciscanos llegados a Cuernavaca y que sirvió como parroquia hasta el año 1730, en que se terminó la construcción de un nuevo y colorista templo (su torre se levantaría en los años 1884/86) adjunto a la del siglo XVI y conocida como de la Virgen de los Milagros por la tradición popular de que en 1720 llegaron a Tlaltenango, procedentes de Acapulco y camino de México, dos extraños viajeros portadores de una caja de madera que dejaron depositada en la pensión de una señora llamada Agustina Andrade, la cual, al ver que no regresaban a recogerla, avisó al párroco, fray Pedro de Arana, guardián del convento franciscano de Cuernavaca, y al abrirla vio, con gran sorpresa, que contenía una bella imagen de la Virgen: yacente, sin Niño, con las manos juntas, vestida de azul y con manto de igual color y ornada con perfumadas flores. Ante lo que se consideró un milagro, el año 1730 fue esta imagen trasladada al nuevo templo, donde (y pese a ser una copia de la talla original, guardada a causa de su deterioro) recibe ferviente culto y es celebrada con solemne novenario cada 8 de septiembre y festejada con una lucida feria en que podemos admirar bellas artesanías. Los primeros franciscanos en Cuernavaca Es bien sabido que en las jornadas hasta conquistar México acompañaron a los soldados de Cortés dos frailes mercedarios, el diácono Juan Díaz, Juan de las Varillas y los franciscanos fray Pedro Melgarejo, sevillano, y el extremeño, pariente de Cortés, fray Diego Altamirano; pero su cometido no era el cristianizar a los indígenas
CUERNAVACA. Mártires de Japón, fresco de la iglesia catedral
(aunque a veces hicieran algo de catequesis, como la hizo el propio Cortés muchas veces) sino servir de capellanes castrenses. Y aunque en 1523 Carlos I envió a México a los sacerdotes franciscanos flamencos Juan de Tecto, Juan de Ayora y el hermano fray Pedro de Gante, solo éste hizo una inmensa labor catequética en el colegio de san José, ya que, de sus dos paisanos, fray Tecto murió de hambre en la expedición de Cortés a las Hibueras y Ayora falleció a los pocos días de su regreso a México. Por ello, podemos afirmar que los primeros frailes llegados a la Nueva España con la expresa misión de evangelizar a los indios fueron los franciscanos conocidos como los Doce Apóstoles de México, solicitados al Emperador por el propio Hernán Cortés, que fue a recibirlos personalmente a su llegada a la ciudad de México, el 17 de junio de 1524. Tras ellos, en 1526 llegarían los frailes dominicos y el año 1533 los agustinos. Unos meses después llegó a México otro grupo de misioneros franciscanos —8 o 9 según el historiador fray J. de Mendieta (Historia Eclesiástica Indiana, Vol. II)—, en su mayoría hijos de la fecunda provincia descalza de san Gabriel —madre de la que en México se llamaría del Santo Evangelio— de los cuales sólo nos da el nombre de Antonio Maldonado, Antonio Ortiz, Alonso de Herrera y Diego de Almonte, que se sumaron a los Doce y cuya llegada a la capital azteca debió ser a finales del año 1524, si damos por bueno que el día 2 de enero de 1525 llegaba a Cuernavaca un grupo de diez religiosos elegidos para comenzar su apostolado entre los indios y preparar la fundación de otro convento, el quinto que la orden franciscana tuvo en Nueva España: los sacerdotes Martín de Lúa, Francisco Martínez, Luis Ortiz, Juan de Cervo, Francisco de Soto, Andrés de Córdova, Martín de Jesús, Juan Juárez, Juan de Motolinía y el hermano lego Juan García de Cervo; cuatro de los cuales elegidos de entre los Doce: fray Francisco de Soto, Martín de Jesús, Juan Juárez y el hermano lego Andrés de Córdoba, cuyos nombres y apellidos hallamos en el primer grupo llegado a la Nueva España. Por ello no parece aceptable la opinión de los historia-
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scriptoriumguadalupense / 21 dores que dan el 2 de enero del año 1529 como fecha de llegada de los primeros hijos de san Francisco a Cuernavaca, teniendo en cuenta que el año 1526 ya habían empezado las obras del convento y en 1529 estuvo habitable. A falta de casa propia donde albergarse, parece que estos primeros evangelizadores de Cuernavaca moraron en humildísimas viviendas prestadas en tanto que, con la ayuda de los indios de pueblos cercanos, construían la capilla / vivienda de san Francisquito, que, por suerte, aún se conserva con sus tres arcos de medio punto, en la actual calle Galiana. Para celebrar la santa misa con un poco de más comodidad, a continuación construyeron las capillas de san Antonio y de san Luis, obispo de Tolosa. Iglesitas que, lamentablemente, desaparecieron en su original, aunque quedan restos de la primera, sita en el barrio típico de los alfareros, a la vera del río Tecolote, donde sus aguas se despeñan en vistosa cascada de cuarenta metros de altura y el 13 de junio se celebra la fiesta de este popular santo. Desaparecida la iglesita de san Luis, ocupa su espacio una moderna y devota capilla del Santísimo, adjunta a la esbelta iglesia parroquial franciscana del barrio de Amatitlán. Iglesias de san Jerónimo, Tetela y Ocotepec Al resultar insuficiente la iglesia de Tlaltenango para albergar a los trabajadores y familias del ingenio azucarero, hacia el año 1550 se construyó un nuevo templo bajo la advocación de san Jerónimo, como auxiliar de la parroquia de san José, a poca distancia de ella y atendida por misioneros franciscanos. Templo que se conserva original, con el encanto de una sólida y austera arquitectura, con tres arcos y el que soporta el coro
y columnas singulares construidos con un original y bonito entreverado de piedra negra de tezontle volcánico y la puerta de acceso, de medio punto, ornamentada con una graciosa lacería; esbelto campanario y, a la entrada, dos centenarios y colosales árboles. Curiosamente, esta iglesia con advocación del santo eremita de Belén ha dado su nombre a una importante calle a espaldas de la amplia avenida de Emiliano Zapata. Por iguales fechas construyeron los franciscanos otra iglesia en Tetela del Monte, a poca distancia de Tlaltenango, probablemente para evangelizar a los indígenas predicándoles en su lengua náhuatl; templo tenido como obra de un fraile de apellido Motolinía, sin que sepamos si se trata del famoso fray Toribio de Benavente (Motolinía, como lo llamaban los indios), que fue de los primeros misioneros en aprender esa lengua, o el fray Juan Motolinía que aparece como uno de los diez primeros misioneros llegados a Cuernavaca en 1525. Esta iglesia, rodeada de frondoso arbolado y actual parroquia secular, fue construida en el lugar que ocupaba una pirámide dedicada 1530 años antes de Cristo a la diosa pagana Cuatlicue. En su origen tuvo como advocación el rey mago Gaspar; pero la piedad del pueblo le fue añadiendo poco a poco la bonita leyenda de que, los magos (de la Biblia) llegados de Oriente eran reyes y se llamaban Gaspar, Melchor y Baltasar, como ahora es conocida esta iglesia, tal vez inspirados en una pintura del siglo XVI, existente en la ciudad española de Sevilla, con su cofradía de los esclavos negros; representación recogida en un gran lienzo en el altar mayor de Tetela del Monte y cuyo título da nombre a la calzada de los Reyes, que nace en la plazuela de Tlaltenango y llega hasta cerca del conocido como Rancho de Cortés. Templo a cuyo a valor histórico de cuatro siglos se añade una barda monumental que sustituye a la valla primitiva; obra genial (para algunos una maravilla y para otros un esperpento) del afamado escultor, arquitecto y pintor inglés John Spencer, que realizó el año 2005 y en cuyo atrio quiso él ser sepultado. Iglesia donde, desde el siglo XVI, se celebran los misterios de la Pasión de Jesús simulando a Jerusalén y representando, al vivo, cada escena de la Semana Santa. A estas iglesias hemos de sumar la adosada al convento franciscano construido el año 1582 en el barrio de Ocotepec y del que se conservan
CUERNAVACA. La gran familia franciscana, mural del claustro bajo del exconvento de la Asunción
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tramos importantes de sus muros, rematados por almenas cónicotetragonales, dos sólidos contrafuertes del primitivo templo y un buen tramo de su antigua barda, todo ello construido con sólida piedra negra volcánica de tezontle. Al lado de estas joyas arquitectónicas del siglo XVI se ha levantado el hermoso templo parroquial dedicado al Divino Salvador, con portada barroca muy vistosa y un esbelto campanario. Además de estas iglesias de Cuernavaca, la mayor parte construidas por los hijos de san Francisco y atendidas por ellos durante siglos, levantaron en el siglo XVI otros varios templos en pueblos próximos a esta ciudad, destacando el de Huitzilac (antigua ruta
tlahuica y azteca entre la capital Tenochtitlán y Cuahunahuac) encaramado a casi 3. 000 m. de altura y donde aún existen algunos mesones donde se alojaron Cortés y sus soldados cuando, conquistada Cuernavaca, regresaban a su cuartel de Texcoco, en 1519. Allí construyeron los primeros franciscanos llegados a esta ciudad las capillas de san Bartolomé, santa Rita de Casia, Corazón de Jesús, san Miguel Arcángel y Virgen extremeña de Guadalupe. Más tarde, en 1690, se terminó el grandioso templo parroquial llegado hasta nosotros. En Jiutepec fundaron, c. 1529, otro convento dedicado al apóstol Santiago (muy celebrado hoy en su fiesta); el segundo que hubo en Morelos y del que sobrevive su armonioso claustro de doble planta y la iglesia, en cuya fachada se observan las señales de sus varias etapas de construcción. El convento-iglesia franciscano Quinta fundación franciscana en la Nueva España (las anteriores fueron México, Texcoco, Cholula y Huejocingo), estamos ante un conjunto de tal valor histórico-artístico que ha merecido figurar entre los siete ex monasterios del siglo XVI levantados en las faldas del mítico Popocatpetl y declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad. Por lo que se refiere al convento, parece demostrado que antes de levantar el que ha llegado hasta nosotros hubo otro más sencillo, cuyas obras debieron comenzar en torno al año 1526, pues consta que en 1574 falleció fray Hernando Leyva (morador muchos años en Cuernavaca y uno de los que trabajaron en la obras del segundo convento) y «fue sepultado junto a la portería de la casa vieja»; casa a la que probablemente se refería fray Pedro de Gante al citar, en carta datada el 27 de junio de 1529, los nueve conventos con que ya contaban los franciscanos en la Nueva España, y que el provincial, padre Toral, en carta a Felipe II, fechada el año 1558, afirmaba tener este convento más de treinta años, lo que nos lleva a 1528. Convento cuya dirección llevó el guardián leonés fray Martín de Valencia de don Juan con la ayuda de fray Antonio Maldonado, fray Antonio Ortiz, fray Alonso de Herrera y fray Diego de Almonte; los cuatro llegados a México en la segunda tanda de misioneros venidos de España. Este conventito se hallaba habitable en 1529 y fue terminado en 1532, pues en la visita girada el año 1533 por el visitador Juan de Ovando ya es citado como convento «levantado sobre cuatro lomas, como del marqués del Valle». Obra que contó con la valiosa ayuda de los indígenas; tal vez los mismos que ayudaran a los diez primeros franciscanos llegados a Cuernavaca a construir varias capillas para celebrar misa y tener sus rezos en tanto que se edificaba este modesto convento. Volviendo al gran segundo edificio conventual (obra del siglo XVI, atribuida al mismo arquitecto Becerra que construyera el palacio TETELA DEL MONTE. Iglesia del exconvento franciscano
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scriptoriumguadalupense / 23 franciscana, con episodios de la vida del santo Fundador, sacados de los biógrafos contemporáneos Celano y san Buenaventura, compuestos, en miniatura, por unas 289 figuras (salvadas de unas 500 que tuvo en origen el mural) colocadas en nueve largas filas que, comenzando desde arriba, tienen esta distribución: filas 1 y 2, los santos de la Orden (san Antonio y san Buenaventura, entre ellos), filas 3 y 4, los beatos; fila 5, los personajes de la Orden Tercera, entre ellos el cardenal Quiñones; fila 6, frailes franciscanos; filas 7 a 9, monjas santas y beatas de la II Orden. Aunque más deterioradas, también el claustro alto (levantado en la primera mitad del siglo XVII) está ornado con pinturas de la misma época. De este convento decía el comisario franciscano P. Ponce, el año 1585, que «nuestro convento está acabado, con su iglesia, claustro, dormitorios y huerta, en la cual hay naranjas, limas, limones y cidras; granadas, plátanos, guayabas, dátiles, jengibre, melones y otras frutas y raíces de la tierra caliente, milpas y algunos cañafístolas que llevan cañafístola maravillosa; y hay en ella copia de agua para regarlos todos». Espigando en el extenso elenco de franciscanos que moraron, más o menos tiempo, en la Cuernavaca del siglo XVI, además de los nueve primeros misioneros ya citados, son destacables el burgalés fray Andrés de Olmos, eminente jurista llevado por el obispo fray Juan de Zumárraga a Nueva España, donde aprendió muy pronto CUERNAVACA. Iglesia de san Jerónimo las lenguas mexica, totonaca, huaxteca y tapade Hernán Cortés), su estilo fue neca, en las que publicaría varios libros, entre ellos Los siete pecados la sobriedad y solidez, común en capitales (México 1552). Y dícenos el historiador franciscano Jerónimo todas las casas de la descalcez de Mendieta que «morando en 1539 el santo varón fray Andrés de Olmos de la provincia extremeña de san en el convento de Cuernavaca se averiguó haber el demonio aparecido a Gabriel, cuyas normas se impusie- un indio en figura de señor o cacique, vestido y compuesto con joyas de ron, también, en su hija la provin- oro»1. Fray Francisco de Soto —uno de los Doce primeros misioneros cia mexicana del Santo Evangelio: llegados a México en 1524—, que siendo cuarto ministro provincial del en la planta baja un amplio claus- Santo Evangelio, el año 1546 viajó a España para informar al emperador tro con grandes arcos de medio Carlos sobre la evangelización de la Nueva España y, coincidiendo con el punto con bien labradas columnas fallecimiento del arzobispo Zumárraga, rehusó la mitra de México ofrede piedra, donde se ubicaron las cida por el César, que tampoco aceptaría fray Pedro de Gante, el pariente celdas, refectorio, portería y de- de Carlos I, siendo recibida, al fin, tan importante sede por fray Alonso de más oficinas. En sus paredes aún Montúfar, fraile dominico de Loja y confesor del marqués de Mondéjar. se conservan, restauradas, muy El año 1535 era guardián del convento de Cuernavaca fray Martín de la bellas pinturas murales en color Coruña, otro de los Doce, después de acompañar a Hernán Cortés en la ocre, que festonean varios nichos expedición a las costas de la Baja California. Fray Juan de Ribas —tamcavados en las paredes. La joya bién del grupo de los Doce y autor del primer Catecismo de la Doctrina es el mural que, en negro y gris, cristiana escrito en la lengua náhuatl— fue guardián de los conventos representa a la Gran Familia de Tlaxcala y Cuernavaca, fallecido repentinamente en el de Texcoco el 1.- Mendieta, Historia Eclesiástica Indiana, II, cap. 103.
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año 1562. También fue superior del convento de Cuernavaca fray Francisco Juárez, componente del grupo de los Doce. Pero tal vez el morador más celebre del convento cuernavacense fue el polémico toledano fray Francisco de Bustamante, a quien hallamos aquí el año 1556, después de haber sido dos veces ministro provincial y otras tantas comisario general de Indias. Su traslado a Cuernavaca, en el decir del autorizado historiador P. Mendieta, fue para que estudiara la lengua náhuatl y, tal vez, también para que serenara el espíritu después del famoso sermón predicado, ante el virrey y las más altas autoridades, el 8 de septiembre de dicho año en la iglesia franciscana de la ciudad de México, en el que criticó con dureza al arzobispo Montúfar por enseñar que la Virgen, y no Dios, obraba
CUERNAVACA. La catedral
CUERNAVACA. La catedral
milagros, y que la imagen de Guadalupe venerada en el cerro Tepeyac era nueva, pintada por el indio Marcos Cípac. Sermón que dio pie a un ruidoso juicio promovido por el arzobispo contra el ilustre fraile. El pleito se cerró tras el fallecimiento de este polémico prelado dominico el año 1572. En compañía de los provinciales fray Pedro de la Peña, dominico, y el agustino fray Agustín de la Coruña, el año 1562 viajó el P. Bustamante a España para entrevistarse con el rey Felipe II; pero mientras que el Rey Prudente presentaba a los citados compañeros para los obispados de Quito y Popayán, Bustamante fallecía y era sepultado en el convento madrileño de san Francisco, dejando abierta una polémica entre los historiadores: los que creen las apariciones de la Virgen a un indio y el consiguiente origen milagroso de la Guadalupana y los que —con bastante atino— aseguran que es un trasplante del Guadalupe español y que la pintura del Tepeyac está inspirada en la escultura de una Inmaculada existente en el monasterio extremeño de Guadalupe, probable obra del escultor Egas Cueman ubicada en el coro el año 1499. Por lo que se refiere a la iglesia, dedicada a la Asunción de la Virgen María y adosada al convento, sabemos que comenzaron sus obras (en los extensos
2.- Hijo de españoles, nació en la ciudad de México el año 1572. Tras abandonar el seminario franciscano, fue enviado por su padre a Filipinas, donde, tras una vida disipada, regresó a los franciscanos de Manila, volviendo a México para ser aquí consagrado sacerdote. Unido a un grupo de frailes de san Francisco (tras hacer escala en Cuernavaca; costumbre que seguirían otras muchas tandas misioneras al Oriente), se embarcó en Acapulco, rumbo a Manila; pero una fuerte tormenta desvió el barco, que embarrancó en las costas japonesas de Urando, donde el jefe Nobunga se apropió de toda la carga, pese a las protestas del capitán español Matías Ladecho, dedicándose en la ciudad de Kioto, con sus hermanos de hábito, a predicar el Evangelio de Jesucristo, quebrantando la prohibición del tirano Hideyoshi, que en 1596 los condenó a muerte de cruz, ejecutada en Nagasaki después de burlarse de ellos por las ciudades de Osaka y Sakay y cortar una oreja a cada uno. Y viendo los soldados que Felipe de Jesús tenía una cadena en el cuello y temerosos de que intentara bajar de la cruz, lo atravesaron con lanzas el costado hasta que una de ellas le atravesó el corazón y lo llevó al cielo con todos sus compañeros mártires. Primer santo mexicano, es venerado como patrono de la capital mexicana desde su beatificación, el año 1629.
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scriptoriumguadalupense / 25 terrenos donados por la marquesa esposa de Hernán Cortés, Juana Zúñiga) el año 1529, fecha en que este matrimonio se hallaba en España, y estaban terminadas en 1552. Al igual que el convento, parece que el arquitecto que construyó esta grandiosa iglesia fue el citado extremeño Becerra, dirigiendo las obras fray Fernando de Leyva. Lo primero que se levantó fue la capilla abierta de san José; se cree que por deseo personal de Cortés, a fin de que sirviera para catequizar, bautizar a los indígenas y celebrar la santa misa. Obra en que trabajaron indios de dieciocho pueblos contiguos, entre ellos Tlaltenango y Tetela. Capilla en que, por vez primera en América, se utilizó el abovedado. El eminente arquitecto A. Toussaint dice que es «una arcaica e imponente construcción masiva, casi románica, considerada como una de las obras de arte sacro más grandiosas en todo el continente americano». Y aunque en el siglo XVII se le añadieron dos capillas para darle forma de crucero y el año 1713 se levantó la bóveda vaída en forma de cúpula con linternilla y el campanario (que recordaba la Giralda de Sevilla hasta que el año 1882 fue destruida su parte alta por un terremoto), en líneas generales este grandioso templo conserva toda la estructura del siglo XVI. Pese a los avatares políticos tras la exclaustración de los Franciscanos a mediados del siglo XVIII, el maltrato en la revolución zapatista (1912-1922) y las reformas sufridas en la modernización vial de la actual Cuernavaca, aún conserva la monumental pila
OCOTEPEC. Restos de la arquería que rodeaba el convento y templo franciscano
del bautismo, con símbolos indígenas tallados en piedra negra, y la capilla abierta, franqueada al exterior con bóveda de medio cañón y tres arcos enormes que permitían asistir a la santa misa desde fuera; la de la Porciúncula (1557) y otras que en el siglo XVII sustituyeron a las capillas “posas” (levantadas en los cuatro ángulos del atrio para “posar” la custodia en la procesión del Corpus Christi), así como la hermosa iglesia de la Orden Tercera, en forma de cruz latina, importante ejemplo del barroco novohispano (siglo XVIII). Además de su arquitectura —protegida por enormes contrafuertes y rematada por almenas cónicas—, en la alta muralla rematada con almenas tetragonales de este otrora templo franciscano son dignas de atención las pinturas al fresco del Calvario en que, a falta de medio cuerpo del Crucificado, aún podemos admirar, frente a la capilla del Sagrario, las bellas imágenes de la Dolorosa y de san Juan, del siglo XVI. Pero lo más llamativo es el enorme mural, con pinturas al fresco, del siglo XVII, decorado con figuras y escenas franciscanas descubiertas los años 1957-1959 bajo trece (¡!) capas de cal, por el arquitecto benedictino fray Gabriel Chávez de la Mora, por encargo del obispo Méndez Arceo, con especial valor histórico-devocional, las veintiséis cruces de otros tantos mártires que el 5 de febrero de 1597 fueron crucificados en Nagasaki (Japón) los franciscanos Pedro Bautista, de Ávila; Martín de la Ascensión, de Guipúzcoa; Francisco Blanco, de Orense; Francisco de san Miguel, de Valladolid, y Felipe de Jesús, de México2, con tres jesuitas y dieciocho japoneses de la Orden Tercera franciscana ya convertidos al cristianismo. Todos ellos fueron beatificados por el papa Urbano VIII en 1627 y elevados a los altares, por Pío IX, en 1862. Mural que ocupa buena parte del alto muro izquierdo de la catedral, narrando al detalle todas las escenas del calvario de estos mártires. Pinturas al fresco rescatadas, aún a costa de perder varias figuras. Historia de gran emoción que parece fue pintada a raíz de la beatificación de los veintiséis mártires, sobre todo del mexicano y primer santo de su tierra san Felipe de Jesús. Las pinturas guardan
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gran parecido con las del exconvento de Huejotzingo, en que se presentan los doce primeros misioneros que llegaron a México, pero no así, como alguno ha querido ver, con la pintura nipona de la misma época, que sí pudo inspirarse en un mural que los jesuitas mandaron pintar en 1598, dos años después del martirio, y del que hicieron llegar a México una copia. Y, aunque solo recoge el martirio de veintitrés mártires (sin los tres jesuitas) y no tiene parecido con el mural de Cuernavaca, sí vale la pena traer al caso el lienzo pintado por Lázaro Prado, en 1630, para la Recoleta franciscana de Cuzco (Perú).
Breve cronología de Cuernavaca Dentro de su larga historia, podemos destacar algunas efemérides, desde su conquista por los aztecas hasta la presencia de los españoles. Siglo XII.- A principios, Xolotl había conquistado ya casi todo el valle de México, llegando los Tlahuicas a la zona de los lagos de Zempoala, donde éste les dio tierras al sur del enhiesto volcán Ajusco, desde donde, muchos años después, una tribu chichimeca atravesaría la sierra y se estableció en la región que un día se llamaría Cuahunahuac y el año 1379 sería invadida por el soberano Acamapistli. 1396.- Un hijo del soberano azteca de esta importante ciudad contrajo matrimonio con la princesa tlahuica Huixiliuitl, naciéndoles, dos años más tarde, el que sería emperador Moctezuma II.
Fuentes consultadas La pintura mural de los conventos del Estado de Morelos, México, UAEM, 2006. Las pinturas del antiguo convento de la Asunción, de Cuernavaca: el mural de la “Gran familia franciscana”, Mérida (México) 2008. GÓMEZ DE OROZCO, Federico, El Convento franciscano de Cuernavaca, México 1943. ISLAS GARCÍA, Luis, Los murales de la catedral de Cuernavaca, México 1967. KUBLER, George, Arquitectura mexicana del siglo XVI, México 1942. MENDIETA, fray Jerónimo de, Historia Eclesiástica Indiana, Vol. I. OTA MISHINA, María Elena, Un mural franciscano en la catedral de Cuernavaca: Los veintiséis mártires de Nagasaki, México 1981.
1519.- A la llegada de Hernán Cortés gobernaba Itzcoatzín en Cuahunahuac: urbe rica, densamente poblada, con grandes huertas y profundas barrancas salvadas por puentes colgantes de madera y lianas que, a su llegada, encontró Cortés destruidos por los aztecas antes de huir de los invasores extranjeros. Su cacique local era Yoatzin, cuya huerta y casa de recreo estaba en el cercano lugar de Acapatzingo, donde los misioneros franciscanos levantarían una capilla dedicada a san Diego de Alcalá. 1523.- El conquistador extremeño se estableció en el barrio de Tlaltenango, contiguo a Cuernavaca, y allí levantó la primera iglesia de la América continental, llevó el agua por un acueducto e instaló su primer ingenio azucarero.
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1526.- Comenzada la construcción del hermoso palacio de Cortés, parece que por el afamado arquitecto trujillano (España) Francisco Becerra, autor del castillo de Colón levantado en el año 1505 en la isla antillana de Santo Domingo. En él vivió Cortés con su segunda esposa, Juana de Arellano Zúñiga, a su regreso de España (1530), y en él nacieron sus hijos Martín, Catalina, Leonor y María, morando allí ambos consortes hasta el regreso definitivo de Cortés a España (1540), acompañado por su pequeño hijo Martín, residiendo la marquesa en él hasta su muerte, bastantes años después de morir su esposo. 1529.- Por real cédula, fechada el 6 de junio, concedió el emperador Carlos I a Cortés el marquesado del Valle de Oaxaca —que comprendía veintidós pueblos y 23. 000 vasallos— otorgando a Cuernavaca el título de Villa y Alcaldía mayor del marquesado; único señorío en la Nueva España del siglo XVI. 1646.- En la erección de México como Audiencia, Cuernavaca fue creada alcaldía adscrita a México. 1786.- Después de la división de Nueva España en doce provincias, Cuernavaca siguió perteneciendo a la Real Audiencia de México. 1810.- Esta fecha señala la independencia de México, aunque su proclamación oficial tuvo lugar el año 1821. 1891.- Creación de la diócesis de Cuernavaca por el papa León XIII, concediendo a la iglesia ex franciscana el título de catedral.
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San Pedro de Alcántara y Santa Teresa de Jesús
I. EN ÁVILA SE HA PUESTO EL SOL Fray José García Santos, ofm Convento de El Palancar
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ño1560. Un fraile extremeño «hecho de raíces de árboles» anda suelto por Ávila; su nombre es fray Pedro de Alcántara, de quien dice la gente que una paloma lo precede a doquiera que vaya. ¿Qué hace ahí el alcantarino? Según él mismo decía, Ávila encerraba dentro de sus muros tres santas a la vez. Una era Teresa de Jesús; María Díaz del Vivar (Maridíaz) era la segunda; la tercera, Catalina Dávila, de noble linaje. Con la que más trato tuvo fue con la primera, Teresa de Jesús; ella se lo agradecerá en parte dedicándole varios capítulos de su Vida. Ahora que acabamos de celebrar el 450 aniversario de la muerte del alcantarino y de la fundación del monasterio carmelitano de san José en Ávila, llevado a término por Teresa de Jesús pero con una colaboración más que discreta de fray Pedro, quiero evocar las figuras de estas dos luminarias del santoral hispano y descubrir el rico hontanar de vida tan profusamente encerrado en estos dos colosos de la espiritualidad cristiana. La relación de Teresa con el de Alcántara venía de atrás. ¿Desde cuándo? La primera noticia que tengo es una carta de Teresa a su hermano Lorenzo fechada el 23 de diciembre de 1561, que reza así: «No sé cómo lo servir sino con que al nuestro niño se encomiende mucho a Dios, y así se hace, que el santo fray Pedro de Alcántara lo tiene mucho a su cargo, que es un fraile descalzo de quien he escrito». Esa confidencia: «El santo fray Pedro de Alcántara lo tiene mucho a su cargo» parece suponer un trato personal entre los dos; y más que mero trato, pues lo hace conocedor de un asunto familiar. Puede referirse a la estancia de fray Pedro en Ávila en 1560. Más importante es el último párrafo: «de quien he escrito». La frase parece que se refiere a un escrito público, que seguramente es su Vida. Si, como afirman los entendidos, la primera redacción es de 1562 y la segunda, de 1565, ¿a qué escrito puede referirse la santa? Más allá de estas disquisiciones históricas, lo que aquí afirma la abulense es que su trato con el de Alcántara no es posterior a 1561; además de que su relación fue más allá de lo estrictamente personal, pues la hace
extensiva a su familia. Se trata de una amistad; esta es la clave para entender la mutua relación. Con afán de precisar más los datos, me pregunto: ¿cuándo surgió esa amistad? Tal vez con motivo del nombramiento de fray Pedro de comisario general de los Conventuales reformados, no antes de 1558. Precisamente, entre las personas que el Breve pontificio designa para su ejecución está el canónigo abulense Alfonso Dávila; los otros dos eran el prior de Magacela (Badajoz) y el archidiácono de Valdeminor en Tuy. Parece lógico suponer que el santo extremeño quisiera entrevistarse en Ávila con uno de los ejecutores del Breve papal. ¿Se entrevistó también con la monja carmelita? Casi me atrevería a decir que sí, apoyándome en la siguiente frase escrita por ella misma al relatar el encuentro de 1560. No dice que fuera esta la primera visita sino la primera «que estuvo allí mucho tiempo». La duración fue del 17 al 23 de agosto. La presencia de fray Pedro en Ávila en 1560 está fuera de toda duda, y hemos de agradecer a la carmelita la transmisión de la noticia. ¿A qué fue fray Pedro a Ávila? No tengo datos; me muevo por intuición; pero o mucho me equivoco o su presencia obedeció a una maniobra de doña Guiomar o Jerónima de Ulloa, residente ya en Ávila y confidente de Teresa en momentos tan difíciles para ella. Conocedora que la santa estaba pasando las de Caín, al no encontrar quien le aclarara lo que estaba ocurriendo en su espíritu, Guiomar se
ALCÁNTARA. Iglesia de Almocóvar, y estatua de san Pedro
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vincial para que ocho días estuacordó del alcantarino, al que viese en su casa, y en ella y en conocía muy bien, y ni corta ni algunas iglesias le hablé muchas perezosa escribió al Palancar, veces esta primera vez que estuvo dándole a conocer el lamentable aquí mucho». estado en que se encontraba la pobre carmelita. En esta hipóte¿No parece percibirse en todo sis correría con más lógica lo que esto la mano de doña Guiomar? la santa nos cuenta de su encuenConocedora de la situación de su tro con fray Pedro. amiga y aprovechando las normas de entonces, que permitían ¿Quién era Guiomar de Ulloa? morar fuera de clausura con perUna noble dama casada con don miso de los superiores, escoge Francisco Dávila, señor de Salosu casa para que por espacio de brejo. Durante algún tiempo el ocho días pueda sincerarse con matrimonio vivió en Plasencia, el alcantarino. No sin cierto redonde conocieron e intimidaron gusto escribe Teresa que le habló con el de Alcántara; tanto, que a «muchas veces». Las iglesias alula muerte del marido en 1552, didas eran —según anotación fray Pedro pasó a dar las conSan Pedro confiesa a santa Teresa del P. Silverio— la catedral y la dolencias a la viuda y «arreglar capilla de Mosén Rubí en la paasuntos familiares», dice fray Arcángel Barrado en su San Pedro de Alcántara. Los rroquia de Santo Tomé. Estamos asistiendo al alumbramiento de fray Pedro cuatro hijos que dejó el difunto eran pequeños, por lo que cabe deducir que los asuntos familiares estaban de Alcántara como director espiritual de Teresa de Jerelacionados con la educación de la prole. De hecho, sús, tarea que le ocupará —y de qué manera— los doña Guiomar —regresada a Ávila— puso de edu- dos últimos años de su vida. candas en el monasterio de la Encarnación a las tres niñas; el varón —pienso yo— lo entregaría a los jesuitas, recién llegados a esa plaza. Aparte de esta señora, fray Pedro contaba en Ávila con Gaspar Daza (el Maestro Daza), Gonzalo de Aranda (los dos, sacerdotes), Francisco Salcedo, de quien el alcantarino decía que «era la mejor gorra de Ávila», y otros más, que juntos formaban un círculo donde se reflexionaba sobre la vida cristiana y se tomaban las medidas conducentes a su mejora. Fray Pedro formaba parte de la cuadrilla y, a lo que parece, como persona relevante, que así se dejó sentir en todo lo concerniente a la fundación del monasterio de san José. Teresa estaba totalmente ajena a las maniobras de la Guiomar, tal como ella lo cuenta: «Pues como la viuda sierva de Dios [Guiomar] que he dicho y amiga mía supo que estaba aquí tan gran varón [fray Pedro] y sabía mi necesidad (porque era testigo de mis aflicciones y me consolaba harto, porque era tanta su fe que no podía sino creer que era espíritu de Dios el que todos los demás decían que era demonio); y como es persona de harto buen entendimiento y de mucho secreto y a quien el Señor hacía harta merced en la oración, quiso Su Majestad Museo de la Fundación Lázaro Galdiano. San Pedro confiesa a santa Teresa, dibujo de darla luz en lo que los letrados ignoraban […]. Pues, Paolo de Matteis (1662-1728) como lo supo, para que mejor le pudiera hablar (sin decirme nada) recaudó [recabó] licencia de mi Pro-
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Don Braulio, 25 años de obispo A las 12 del mediodía del pasado 20 de diciembre, festividad de santo Domingo de Silos, nuestro arzobispo, don Braulio Rodríguez Plaza, presidió en la catedral Primada la Santa Misa de acción de gracias por el XXV aniversario de su Ordenación Episcopal, en Burgo de Osma, el mismo día del año 1987. Don Braulio nació en Aldea del Fresno (Madrid) el 27 de enero de 1944, siendo el séptimo en una familia de nueve hermanos. Desde 1960 estuvo en los seminarios de Madrid, donde realizó estudios humanísticos, filosóficos y teológicos y fue ordenado presbítero por el cardenal Vicente Enrique y Tarancón el 3 de abril de 1972. En 1973 obtuvo la Licenciatura en Teología Bíblica por la Universidad Pontificia de Comillas. Tras dos años de estudio (19791981) en L’École Biblique de Jerusalén, se diplomó en Sagrada Escritura, y ya en 1990 alcanzó el grado de Doctor en Teología Bíblica por la Facultad de Teología del Norte, sede en Burgos, con la tesis doctoral «El proceso de Jesús ante el Sanedrín y la catequesis cristiana primitiva». Llamado al episcopado por Juan Pablo II, don Braulio posee amplios conocimientos en los campos bíblico, litúrgico y de pastoral familiar. Benedicto XVI lo nombró arzobispo electo de Toledo, en sustitución del cardenal don Antonio Cañizares Llovera, el 16 de abril de 2009 tomando posesión de la Sede el día 21 de junio de 2009. Es el arzobispo CXX en la sucesión apostólica de los pastores que han regido la archidiócesis Primada. En la Conferencia Episcopal Española ha sido miembro de las comisiones episcopales de Liturgia (1987-96 y 2005-2011), Doctrina de la Fe
Rodeado de hermanos en el episcopado, el presbiterio y el pueblo fiel, don Braulio presidió, en la catedral Primada, la Misa de sus bodas de plata episcopales
(1987-1990) y Apostolado Seglar (1990-1999), presidiendo la Subcomisión de Familia y Vida (19961999), la Comisión de Apostolado Seglar (1999-2005) y, actualmente la Comisión de Misiones (2011-… ). Por designación de la Conferencia Episcopal es también Vice-Gran Canciller de la Universidad Pontificia de Salamanca desde 1995. Misa de las Bodas de Plata Concelebraron con don Braulio estas bodas de plata episcopales una veintena de prelados y más de 300 presbíteros, diocesanos y religiosos. Entre ellos se hallaba el cardenal Francisco Álvarez Martínez, arzobispo emérito de Toledo, y el Nuncio Apostólico en España, monseñor Renzo Frattini. Asistieron, además, los arzobispos de Mérida-Badajoz, Valladolid y Granada, y, entre otros, los obispos de Albacete, Córdoba, Segovia y Prelatura de Moyobamba. De la comunidad franciscana de Guadalupe participaron el guardián del Real Monasterio, P. Sebastián J. Ruiz Muñoz, y el párroco, P. Antonio Arévalo Sánchez.
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Evocando la aclamación u Oblatio luminis que realiza el diácono en el lucernario del rito hispano-mozárabe, el arzobispo empezó su homilía orando a Cristo, lumen cum pace: «¡Quiera él inflamarme en el deseo de su amor inconmensurable y encenderme con el fuego de su caridad divina! ¡Ojalá mis méritos fueran tan abundantes que mi lámpara ardiera sin cesar en el templo de mi Señor e iluminara a cuantos penetran en la casa de mi Dios!», para seguir el homenaje a Cristo, pastor y esposo de la Iglesia, asegurando estar «convencido de que es verdad: que lo más importante para mí es mostraros a Cristo, y que no me importa sino vuestras personas, como me importaban los fieles de Osma-Soria, los salmantinos y los vallisoletanos». «También llevo muy dentro —añadió— que la Iglesia es un misterio que nos desborda, pero que es una realidad visible y muy concreta que formamos todos en Jesucristo: Él no tiene sucesor; sin el Resucitado no hay Iglesia». A la celebración, cantada por los Seises y el coro del Seminario, acudieron numerosos fieles, miembros de la
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vida consagrada y seminarios de Toledo. No faltaron las autoridades civiles y militares de Toledo y de Castilla-La Mancha; entre ellas, el alcalde de la ciudad, el presidente de la Diputación Provincial, el presidente de la Audiencia Provincial, el director de la Academia de Infantería, el jefe superior de Policía de Toledo, y el comandante de la Guardia Civil. A finalizar la Santa Misa, el Arzobispo invitó a los arzobispos y obispos, a los sacerdotes, a los diáconos y a su familia al almuerzo en el Seminario Mayor de san Ildefonso. En recuerdo de tan señalado día, don Braulio recibió como obsequio de la archidiócesis Primada una edición facsímil de los escritos de san Ildefonso de Toledo, así como un cuadro de damasquino. Por su parte, antes de la celebración, el Cabildo Primado le obsequió una casulla y una mitra que estrenó en la Santa Misa. El resto de las ofrendas recibidas en la ocasión serán destinadas, como previamente anunció el prelado, a los comedores infantiles de la archidiócesis. [Visite: www.architoledo.org]
Carta del Papa Benedicto XVI a don Braulio Rodríguez Plaza en el XXV Aniversario de su Ordenación Episcopal Al Venerable Hermano BRAULIO RODRÍGUEZ PLAZA Arzobispo Metropolitano de Toledo Primado de España Con ánimo gozoso Nos hemos conocido que tú, Venerable Hermano, acercándose la solemnidad de la Navidad del Señor, vas a cumplir veinticinco años desde que recibiste la Ordenación Episcopal. Así pues, nos complace, como Sucesor de san Pedro, traer a la memoria, como si estuviera ahora presente, tu celebración con la muy querida comunidad de la Iglesia de Toledo, mientras queremos unirnos a tu acción de gracias a Dios por los dones con los que él te ha colmado muy benignamente y desearte de todo corazón toda clase de bienes. Y porque hemos sabido que tú te consagras con la debida diligencia en el ejercicio del sagrado ministerio, al presentarse esta ocasión, deseamos también felicitarte por los trabajos realizados y recordar los momentos principales de tu ejercicio apostólico. Siendo joven, completaste los estudios teológicos, a los que siguió la licenciatura en Teología; después durante dos años, que pasaste en la santa ciudad de Jerusalén, conseguiste el diploma en Sagrada Escritura en la Escuela Bíblica de la citada ciudad; y, siendo ya obispo, obtuviste el grado de doctor en Teología Bíblica por la Facultad de Teología de Burgos. Ordenado sacerdote, asumiste en la insigne Sede de Madrid numerosos ministerios con gran esmero y diligencia: fuiste vicario parroquial, párroco, y te entregaste también generosamente a la importantísima tarea de la formación de los alumnos del Seminario Mayor. En el año 1987, el beato Juan Pablo II, Nuestro Antecesor de feliz memoria, reconociendo tus méritos, te nombró, distinguiéndote con la plenitud del Orden, obispo de Osma-Soria; después fuiste trasladado a la diócesis de Salamanca, luego gobernaste la archidiócesis de Valladolid y finalmente Nos te pusimos al frente de la Iglesia metropolitana de Toledo, antigua y muy insigne Sede primada de España. En el cumplimiento del muy importante oficio de Pastor y Padre, unido estrechamente con tu presbiterio, con el Magisterio de la Iglesia y el Romano Pontífice, has trabajado cada día con solicitud para que los fieles confiados a ti, conscientes de su vocación, crecieran en fe, esperanza y caridad y siguieran a Cristo, divino Maestro, y fueran testigos de su Evangelio, principalmente con las obras, mientras en la Conferencia Episcopal Española presides la Comisión de Misiones. Además, conocemos tu peculiar cuidado de los jóvenes, del fomento de las vocaciones, de la transmisión de la catequesis y de la administración de los sacramentos, así como el impulso que estás propiciando con diversas acciones para que se celebre dignamente la Liturgia HispanoMozárabe y los seminaristas florezcan felizmente en su vida religiosa y en su deseo de apostolado: por todas estas tareas pastorales te honramos con merecida alabanza. Así pues, recordando tu fructuoso episcopado, Venerable Hermano, desborda de gozo en Dios, cantando con santa María Virgen: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, y se alegra mi espíritu en Dios mi salvador» (Lucas 1, 46-47). Por la intercesión de la Virgen María, nuestro divino Maestro y Redentor te guarde benignamente, digno ministro de la gracia, en su amor y misericordia, te colme de consuelo y te conceda abundancia de bienes celestiales. Que sea expresión cercana, muestra y signo de Nuestra comunión y benevolencia, la Bendición Apostólica que te impartimos, Venerable Hermano, y por ti a toda la comunidad eclesial de Toledo desde esta materna ciudad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo que recordamos en el Señor. Que la paz, la luz y el amor de Cristo permanezca siempre en Vuestros corazones, muy queridos para Nos Hijos de España. En los Palacios Vaticanos, el día 8 de noviembre del año de la Fe 2012, octavo de nuestro Pontificado.
Benedictus XVI
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El Monasterio de Guadalupe digitaliza su Archivo Musical [Oficina de Información del Real Monasterio. Foto: Equipo de Investigación]
El pasado jueves, 6 de diciembre, el profesor Rodilla León, en presencia de parte de su equipo de trabajo, entregaba al director de nuestro Archivo, P. Antonio Arévalo Sánchez, OFM, una copia digitalizada de buena parte del Archivo Musical del Real Monasterio de Guadalupe. Momento que recoge la fotografía que ilustra la noticia. Este trabajo es uno de los resultados del Proyecto de investigación que, coordinado por el profesor de Música de la Universidad de Extremadura, Francisco Rodilla León, trata de conservar y recuperar la música que se guarda en los centros religiosos más importantes de Extremadura. De este modo, el Monasterio de Guadalupe será uno de los primeros centros religiosos del país en poner a disposición de investigadores para su consulta más de mil partituras de los siglos XVII al XIX, las correspondientes al período jerónimo del santuario. El trabajo de digitalización, llevado a cabo durante los años 2011 y 2012 y en el que se han realizado más 30.000 fotografías en formato digital, permitirá la conservación de las obras en el futuro y evitará la manipulación directa de las mismas, algunas de las cuales ya se encuentran muy deterioradas. En este Proyecto de investigación (que lleva por título «La recuperación de la música histórica en
El profesor Rodilla y parte de su equipo en el proyecto de digitalización
Centros religiosos de Extremadura», financiado por la Consejería de Empleo, Empresa e Innovación del Gobierno de Extremadura dentro de su plan de ayudas para proyectos de Investigación, Desarrollo e Innovación en Extremadura), se han realizado otras tareas destinadas a preservar nuestro patrimonio musical histórico: se han elaborado los inventarios completos de las partituras que se guardan en las catedrales de Badajoz, Coria y Plasencia, además de las del Monasterio de Guadalupe, llegando a censar un total de cinco mil obras; se ha procedido al vaciado de noticias relacionadas con la música a partir de la documentación manuscrita conservada, tanto dentro de la región como en otros centros, como es el caso del Archivo Histórico Nacional; se han preparado en notación moderna, destinadas
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a intérpretes, casi un centenar de partituras de los siglos XVI al XVIII, etc. Frutos también del Proyecto han sido diversas publicaciones en revistas especializadas, dando cuenta de los resultados obtenidos y otros trabajos de investigación realizados por los miembros del equipo investigador. El objetivo último del Proyecto es recuperar y dar a conocer una parte importante del patrimonio musical de Extremadura mediante grabaciones en diversos formatos, como ya hizo el Coro de la Universidad de Extremadura editando un disco compacto en 2005 con obras de los siglos XVII y XVIII del Monasterio de Guadalupe, o mediante conciertos en directo, como viene realizando dicho coro en colaboración con otros de Extremadura a través del Instituto Extremeño de Dirección y Canto Coral.
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En la muerte del P. Serafín Chamorro, OFM Con lastimado sentimiento, la Comunidad francisca- sión —Caligaverunt oculi mei y na y la puebla de Guadalupe han recibido la noticia de la Popule meus, de L. Tomás de Victomuerte del P. Serafín Chamorro Rodríguez, quien por es- ria— o su afición contagiosa a Lupacio de nueve años trabajó infatigablemente por el en- cien Deiss). Sólo pudo estar un triegrandecimiento material y cultural de esta Casa. El dece- nio en el cargo, pues el Capítulo de so, causado por una leucemia, ocurrió el 20 de enero 1974 lo eligió ministro provincial pasado, en el Hospital universitario Virgen del Rocío (Se- (1974-1980). A él, que era hombre enérgico y tenaz, le cupo en suervilla), a los 78 años de edad. Nacido en Laguna de Negrillos (León) el 20 de no- te los años de la Transición política, viembre de 1934, el P. Serafín fue bautizado con el de la efervescencia teológica en los nombre de Melchor, en memoria de su tío el beato Melchor Rodríguez Villas- frailes mozos (que fuimos) y de las trigo (1899-1936), superior y maestro del convento trinitario de Belmonte nuevas formas conventuales. Tras(Cuenca), martirizado en la capital de la provincia. Melchor, el sobrino, lle- ladó la Curia al convento san Antogó con doce años cumplidos a nuestro Colegio Seráfico de Fuente del Maes- nio (Sevilla) —el de san Buenaventre (Badajoz), donde cursaría los estudios humanísticos; novicio ya en Lore- tura (y sus afectos) sufría la invasión to (Espartinas, Sevilla), el 4 de octubre de 1952 emitió los votos de la pro- de los Estudiantes— y embarcó a la fesión simple o temporal en la Orden franciscana. Terminados los estudios Provincia Bética en el primer intento eclesiásticos en Guadalupe (Cáceres), hizo la profesión solemne el 3 de mar- de reestructuración: las denominazo de 1957. Pero desde antes de su ordenación de presbítero, ocurrida el 2 das «Prioridades Pastorales». Acade abril de 1960, estuvo ligado al claustro del Colegio san Antonio de Padua, bado este mandato, el P. Serafín sodonde llegó a tener el cargo de prefecto de estudios y, seguidamente, el de rec- licitó ir a Madrid para hacer el bietor (1968-1971). Memorables eran entonces las fiestas rectorales y las de san nio de licenciatura en Vida Religiosa. Antonio —donde el propio Serafín dirigió obras de teatro—, así como las del Licenciado y vuelto al territorio de cincuentenario de la fundación del Colegio (1920/21-1970/71), que incluyó la Provincia, residió en san Buenaun festival taurino en el coso de la Era de los Mártires. Allí empezaría nuestro ventura (1982-1989), siendo elegihermano a formar parte del Definitorio provincial, al que perteneció varios do Asistente espiritual de las federaciones de monasterios de Clarisas y trienios (1968-1974. 1986-1995). Concepcionistas de la Bética (1982El año 1971 fue nombrado guardián del Real Monasterio de Guadalupe. 1996), periodo en el que trabajó inDurante un trienio impartió clases de bachillerato radiofónico a los jóvenes de la puebla y promovió la consolidación de la Hospedería en el edificio gótico, con fray Juan L. Barrera al frente; de la mano de Carlos Cordero Barroso catapultó a los Caballeros de Guadalupe como paladines de la Hispanidad con profusión de actos culturales y certámenes, y tomó la batuta de la Coral santa María de Guadalupe, llevándola a cotas nunca vistas. (Imposible El P. Serafín celebrando, delante de los Grecos, la declaración de Patrimonio de la Humanidad, junto a la infanta Cristina, el cardenal González Martín, la ministra Carmen Alborch y el presidente Ibarra. olvidar su repertorio de Pa-
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plazamayor / 33 tensamente a favor de la autonomía de las monjas y su formación permanente. Durante el sexenio 19891995 volvió a ser nombrado guardián del Real Monasterio. Merced al Ministerio de Cultura y a la Junta de Extremadura, promovió la reforma artística del cenobio (restauración de la fachada principal y templete, pinturas murales de la sacristía y dos lienzos de Zurbarán, órgano mayor, mejoras de las cubiertas, pavimentación del presbiterio, naves de la basílica y santa Ana...) y la construcción del nuevo comedor de la Hospedería, obra de Rafael Moneo. Fomentó, además, la edición de libros, discos y un vídeo, e impulsó de nuevo la coral y la cultura. Durante este fecundo periodo, uno de los más sólidos del último tercio del siglo XX, el Monasterio de Guadalupe recibió la Medalla de Extremadura (1992) y fue declarado Patrimonio de la Humanidad (1993). El P. Serafín pasó en Sevilla la penúltima etapa de la vida. Primero en la fraternidad de Palmete (1996-2001), donde fue vicario parroquial, extendiendo su labor pastoral a la cercana barriada de Rochelambert, en cuya parroquia dirigió un coro; y, más tarde, en el convento san Antonio (2004-2010) y en el de san Buenaventura (2010-2013), al que llegó muy limitado de la vista. La Misa de córpore in sepulto, presidida por el ministro provincial, P. Joaquín Domínguez Serna, se celebró en la iglesia conventual y fue cantada por el coro de Rochelambert. A las condolencias recibidas en la Curia provincial y en esta fraternidad se ha sumado el telegrama de pésame enviado por la Casa Real. Fray Antonio Arévalo Sánchez, ofm Cronista de la Provincia Bética
Frailinos: «Como decíamos ayer» Sin duda alguna este titular peca de falta de originalidad pero, por el contrario, es perfectamente aplicable al grupo de antiguos colegiales seráficos [«frailinos», en el decir fontanés] que, acompañados de sus esposas y algunos hijos y nietos, se reunieron en Fuente del Maestre (Badajoz) el pasado día 13 de octubre para visitar su antiguo Colegio Seráfico. Hacía más de 50 años que aqueAntiguos colegiales seráficos, de convivencia en La Fuente llos niños se aplicaban en sus aulas, jugaban en sus patios, reza- hoy en los conventos de Cáceres y El ban en su capilla o cantaban entre los sa- Palancar, respectivamente, concegrados muros de la iglesia del centenario lebraron una solemne Eucaristía en Convento de nuestra Señora de la Espe- honor de María Santísima y ofrecida ranza. Un viaje en el tiempo que, al en- por las almas de los que nos dejatrar en el que fuera salón de estudios, los ron. Los reunidos en la celebración, llevó, irremediablemente, a Fray Luis de más de setenta personas, rescataron, León y su conocida frase. Para el erudi- lo que se podía, de aquellas dulces to humanista fueron cinco años alejado voces de coro para los distintos mode su cátedra. Para estos frailinos, tras mentos de la Santa Misa. medio siglo ausentes de su aula, bien se Tras recorrer los pasos de su inles puede permitir usar la conocida ex- fancia por las calles de La Fuente, en presión del fraile agustino.Y sobre todo, cuya Iglesia Parroquial entonaron el porque en ese transcurrir, nunca dejaron himno de la Virgen de Guadalupe, fide tener presentes a aquellos educado- nalizaron en una comida en el que res franciscanos que los iniciaron en el fuera su antiguo refectorio y que, por caminar por la vida, llevando en la alforja cierto, se conserva en perfecto estael humanismo cristiano, la paz y el bien do… “como si fuera ayer”. del Poverello de Asís. Sean bienvenidas estas iniciatiFueron los anfitriones en Fuente del vas que nos hacen reencontrarnos Maestre, el párroco D. Francisco Javier con valores educativos, que a la visMoreno, y D. Teodoro Agustín López y ta de las vidas y resultados de estos López, canónigo director de los Archivos chavales, fueron muy bien aproveEclesiásticos del Arzobispado de Mérida- chados. Badajoz. Junto a ellos, dos de aquellos compañeros frailinos, el P. Julián GonTeodoro A. López y López zález Ruiz y el P. Macario Martínez Zotes, Cronista Oficial de la ciudad de Fuente del Maestre
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Campanario de Guadalupe
Arreglos en el campanario [Oficina de Información del Real Monasterio. Foto: AAS]
Las campanas del santuario de Guadalupe —como las de cualquier ermita o parroquia de aldea—, marcan el ritmo de la vida cotidiana del vecindario: de los trabajos, rezos y comidas del día; de las fiestas, estaciones y labores del año y también del paso de la muerte. Incluso ha llegado el caso de que se las identifique por nombres propios, porque cualquier campana posee personalidad, un sonido diferente y un timbre peculiar. Desde su construcción en tiempos del gran prior secular don Toribio Fernández de Mena, el campanario de Guadalupe ha sido la voz de Dios, que decían los antiguos, para monjes, vecinos y foráneos. Allá por el mes de febrero del año pasado, la Comunidad franciscana del Real Monasterio, acordaba fundir una de las campanas que se había resquebrajado por el uso diario. Era una de las tres que el año 1982, coincidiendo con la Visita del Papa Juan Pablo II a Guadalupe y el VIII Centenario del Nacimiento de san Francisco, se compraron para cubrir los muchos huecos que tenía nuestra torre. Detrás de la fundición, se vio la conveniencia de traer otras dos campanas de nuestro convento de Loreto (Espartinas, Sevilla), que habían pertenecido al de san Buenaventura (Sevilla). Cuando ya estaban las tres subidas, se dijo que había que cambiarles las melenas o yugos, quitarles los martillos y devolverles el mediovol-
teado. Concluida la obra en diciembre, nuestro campanario tiene diez campanas de diferentes tamaños: nueve de ellas en el cuerpo principal y una en lo alto de la espadaña, aportación de los Caballeros de la Virgen el año 1978; más la que regalara el rey Pedro I, hijo de Alfonso XI, que es la del reloj. De la obra se encargó Campanas Rivera, maestros fundidores afincados en Montehermoso (Cáceres), que remontan su actividad artesanal al siglo XIX, como atestigua el manuscrito fundacional de la empresa por don Gabriel Rivera en el año 1850.
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Los sobrenombres de don Quijote En el universo de la obra cumbre de Miguel de Cervantes Saavedra, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, existe el estereotipo, y lo dice él mismo, que lo escribió para derribar los libros de caballerías; pero están ahí en el primer capítulo de 1605, los tres sobrenombres que le da Cervantes a su Don Quijote, y nadie los ha relacionado de una forma coherente, que son a saber: Quijada, Quesada y Quejana. En este artículo nos centraremos solo en estos tres sobrenombres, y veremos que el 20 de noviembre de 1243 intervino en la conquista a los moros de Pegalajar (Jaén) Ruy Gómez de Quesada. También Ruy González Quexada está documentado el 7 de Marzo de 1362 en Guadalupe, que vende una rueda de molino en el río Ruecas por 2000 mrs., y en ese mismo año dona a la iglesia de Guadalupe la aldea y heredad de Valdepalacios, a cambio de tres capellanías y ser enterrado, con su mujer e hijo, debajo del coro de la iglesia, donde se conservan los azulejos del lugar exacto donde están los mismos. Bien, pues en este personaje está constatado que su apellido en vida fue Quexada, y después pasó a ser Quijada. Para no aburrir al lector con datos, concretaré lo que quiero decir. Cervantes leyó sin lugar a dudas la obra de Fernán Pérez de Guzmán, de 1450, Generaciones y Semblanzas, que luego fue corregida y publicada por Lorenzo Galíndez de Carvajal, nacido en Plasencia (Cáceres). Este último escribió la crónica del rey de Castilla Enrique IV, enterrado, al igual que su madre María de Aragón, en Guadalupe. Este rey fue el primero y único Príncipe de Jaén. Fernán Pérez de Guzmán escribió también la crónica de Juan II, y fue sobrino del canciller y cronista Pedro López de Ayala. De esta obra, Generaciones y Semblanzas, Cervantes extrajo lo siguiente: «Con todo esto, según opinión de algunos, aún el Rey de Granada por temor de la guerra; salvo que él teniendo puestos sus fronteros porque el Rey de Granada por temor de la guerra viniese a lo que él quería, acaeció por ordenanza de Nuestro Señor (que muchas veces hace sus obras contra la disposición de los hombres) que los Moros entraron poderosamente por la parte de Quexada contra Baeza»; «en el mes de mayo cercó la villa de Antequera, é teniéndola cercada, vinieron allí con todo el poder de Granada dos infantes hermanos del Rey Moro, que decían Cid Alí, é Cid Hamete», y por último, refiriéndose a Pedro López de Ayala: «Está sepultado en el Monasterio de Quexana, donde están los otros de su linage». Y digo bien, extrajo para poner en su Don Quijote en el capítulo I, Quesada (Quexada) y Quexana; y en el capítulo IX «dijo que decía: Historia de don Quijote de la Man-
cha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo», es decir Cid Hamete. Quexada es la localidad de Quesada (Jaén); Quexana es Quejana (Álava), y Cid Hamete es, sin lugar a dudas, el Cide Hamete del Quijote, pues Cid o Cide es lo mismo y significa señor, como dice Cervantes. Por último, a la conclusión que llego, es que Cervantes hace un juego de palabras con dos de los tres sobrenombres de Don Quijote, porque vemos que Quesada es también Quexada, y Quexada es a su vez Quijada, como hemos dicho anteriormente. Por tanto Quesada y Quijada es un solo sobrenombre de Don Quijote, porque en Generaciones y Semblanzas la bella ciudad de Quesada (Jaén) viene como Quexada. Las dos citas de Quesada en el Quijote, capítulo I de la primera parte, de 1605, son: «Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque por conjeturas verisímiles se deja entender que se llamaba Quejana», y «de donde, como que dicho, tomaron ocasión los autores desta tan verdadera historia que, sin duda, se debía de llamar Quijada, y no Quesada, como otros quisieron decir». Existe un dato en la Puebla de Guadalupe, de 1563, en el trabajo del profesor Antonio Navareño Mateos, en la publicación Norba-Arte (2001) 39, titulado “Influencia del Monasterio de Guadalupe en la configuración urbanística de la Puebla en el siglo XVI”, que dice: «En el inicio, en la propia Plazuela de los Tres Caños, había un horno, en el lado oriental, y un mesón, llamado de Quixada», en la casa nº 5 de ese mismo lado». Cervantes estuvo en Guadalupe en 1580, después de su cautiverio en Argel, y Guadalupe aparece en varias de sus obras, por lo que tuvo que conocer este mesón y el lugar de enterramiento en la iglesia de este Real Monasterio de la familia de Rui González Quexada o Quijada. Jesús Esteban Rodríguez
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Breviario
rios de Don Benito y Plasencia. Actualmente lleva a cabo su año de tarea pastoral en la parroquia de Santa Amalia (Badajoz). [Información: www.archimeridabadajoz.org ; www.diocesisplasencia.org ]
Los diáconos pacenses Jesús Orellana y Domingo Sánchez
u En compañía de numerosos familiares y amigos, el sábado, 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción de María, fueron ordenados diáconos de la archidiócesis de Mérida-Badajoz estos dos seminaristas pacenses Eloy Jesús Orellana Martínez, natural de Hornachos, y Domingo Sánchez, de Santa Marta de los Barros, ambos de 24 años de edad. Orientados por sus respectivos párrocos, con quienes habían crecido en la fe cristiana, ingresaron en el Seminario metropolitano tras aprobar la selectividad y completaron sus estudios eclesiásticos en él. Durante la celebración de la Eucaristía de Ordenación en la catedral metropolitana de Badajoz, el arzobispo, don Santiago García Aracil, acompañado por más de cuarenta presbíteros concelebrantes, les invitó a imitar a María y así «Vuestra vida se caracterice por la limpieza de corazón, por la generosa entrega al servicio de la Iglesia, y por un exquisito cuidado en el servicio litúrgico, sobre todo, en la Eucaristía». El mismo día y a la misma hora, don Amadeo Rodríguez Magro, obispo de Plasencia, ordenó diácono a Francisco Torres Ruiz, en la santa iglesia catedral. Francisco es natural de Miajadas (Cáceres), realiza Estudios Eclesiásticos en el Seminario de Plasencia, tiene un master en Comunicación por la Universidad Pontificia de Salamanca y ha realizado estudios de música en los conservato-
Ordenación de cuatro presbíteros en Coria
u Dos días después que el nuncio apostólico en España, Mons. Renzo Frattini, presidiese la clausura del Año Jubilar de la catedral de Coria junto a los obispos, clero y fieles de la provincia eclesiástica, a las 17h., del día de la Purísima, el obispo de la diócesis, don Francisco Cerro Chaves, rodeado de su presbiterio, ordenó presbíteros a cuatro jóvenes, que en breve se pondrán a disposición de la diócesis cauriense. Desde hace algunas décadas no se ordenaban tantos aspirantes al sacerdocio en la diócesis; es, pues, una noticia esperanzadora en tiempos difíciles para las vocaciones sacerdotales en la iglesias de Extremadura. Los nuevos presbíteros son: Jesús Maycol Corrales Pulido, de Aceituna; David Flores Flores, de San Martín de Trevejo; Francisco Javier Chamorro Juárez y Anacleto Gómez Torres, natural de Lobón (Badajoz); estos dos últimos, religiosos de los Esclavos de María y de los Pobres en la fundación de Alcuéscar (Cáceres).
a los 71 años de edad. El tercero de cinco hermanos, pasó su infancia en Cáceres —estudió en el colegio de las Carmelitas, de la calle Olmos, y en nuestro colegio San Antonio—; trabajó en la mina de Estañífera Extremeña, del término municipal de Pedroso de Acim (Cáceres) y luego marchó a Barcelona. Afincado en la Villa y Corte desde hacía más de cuatro décadas, García-Plata tenía una agencia publicitaria especializada en el sector farmacéutico, llegando a presidir la Sección de Empresas de Publicidad Médico Farmacéuticas. Especialmente activo durante la Transición Española, su presencia era un referente en el Hogar Extremeño por su inteligencia, generosidad y espíritu emprendedor. Entre sus aventuras y proyectos figuran la revista Región Extremeña, el periódico Diario Extremeño y campañas televisivas para el proyecto En-clave 92, de la Junta de Extremadura. Padre de cinco hijos y nieto de Rafael García-Plata de Osma (1870-1918), escritor y folclorista sevillano fallecido en Cáceres, llegó a reunir pacientemente una gran biblioteca (más de 9.000 volúmenes) de autores y temas extremeños, en su casa de Cañaveral (Cáceres), de donde procede la familia de su esposa, Ana Fernández Sánchez. Tras la misa exequial oficiada en la parroquia de san Juan, sus restos mortales han sido inhumados en Cáceres. Al dar noticia de tan luctuoso suceso, expresamos nuestras condolencias a su viuda, hijos y demás familiares y amigos.
[Información: www.diocesiscoriacaceres.org]
u Rafael García-Plata Quirós (1941-2012), bibliófilo cacereño, falleció en Madrid el 17 de noviembre de 2012,
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Rafael García-Plata Quirós [Foto: diario HOY]
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Crónica de la Puebla Carlos Cordero Barroso
Correspondiente de la Real Academia de Extremadura
Don José Cordero Collado, 150 años de su nacimiento El día 24 de marzo de 1862, en el número 6 de la calle Sevilla de nuestro pueblo, nació el que en el transcurso de su existencia se le conoció como don José Cordero Collado. Fue hijo de Ignacio Cordero Moreno y de María Collado Rubio, siendo bautizado el día 30 de dicho mes, por el presbítero, coadjutor de la parroquia, sacristán primero y organista, don Gabriel Cano Cordero, pieza fundamental en la actividad musical de Guadalupe. (Y, digo yo, si, al echarle el agua bendita a aquel niño, no le insuflaría el amor desinteresado por el divino arte que en vida ejercería en su pueblo y que debió ser premiado, haciéndole un homenaje, nombrándole hijo predilecto, amén de otras consideraciones que, ni vivo ni muerto, se le ha hecho). Don José Cordero estudia Magisterio, pero no ejerció la carrera. Dedicó su vida a divulgar la música entre sus paisanos, siendo, al mismo tiempo, director de la Banda y de la Orquesta. Asimismo, fue un excelente arreglista y copiador excelso de obras musicales. En su vida personal tenemos anotado que casó tres veces: la primera, el 1 de junio de 1888 con doña Nicolasa Aguado Martín, viuda del farmacéutico don Nicolás GarJosé Cordero Collado [Foto: V. Mendia] cía Martín, viviendo en el número 28 de la calle Real, hoy casa de Juan Loro Fuentes. Al fallecer su esposa, casó de Almaraz. El matrimonio vivió en segundas nupcias con doña Carmen Cordero Viñuelas, con quien en esta localidad cacereña al ser tuvo un hijo, al que le pusieron de nombre José, quien llegó a ser abo- don José administrador de la Rogado en Valencia. La segunda esposa fallecería el 26 de noviembre de mana, teniendo también casa en 1913, en la llamada Casa del Atrio. Finalmente, en terceras nupcias, el Guadalupe, donde hoy es el co24 de julio de 1916 casó con doña Francisca Pizarro del Río, natural mercio de Bienvenida Rivas. Don
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José Cordero falleció en Madrid, a los sesenta y cinco años de edad, y está enterrado en la capital de España. Su obra musical Gracias a los artículos de fray Flores [el cura don Francisco Casto Sojo] publicados en la revista Guadalupe, que se hacía en Cáceres desde 1906, sabemos de la labor musical de don José Cordero en su pueblo, desde 1887 hasta que en la primera decena del siglo XX se marchó a trabajar como administrador del marqués de la Romana. Dice Casto Sojo que a la muerte de don Gabriel Cano Cordero, su sobrino José Cordero se hace cargo de la música. Era el año de 1887 y José tenía 25 años. Con los músicos que le dejó Sandalio Aguado y lo que él formó hizo una bien nutrida orquesta y una no despreciable banda. La orquesta la componían treinta instrumentistas y algunos más la banda. Aquélla, tocaba en la iglesia y ésta en la calle, por amor al arte. Ya no había Jerónimos que les pagasen, y el ayuntamiento y la parroquia tampoco podían sufragar como se merecían esas actuaciones, que eran muy dignas, pues se ejecutaban en gran número con todas sus partes de orquesta, estando sólo la deficiencia en el elemento vocal con el que escasamente podían formar un cuarteto coral de los dos que constan la mayoría de las composiciones antiguas, escritas ordinariamente a ocho voces a dos coros; si bien, muchas veces, el segundo es sólo acompañante y se puede fácilmente hacer del mismo una reducción. Todavía se oían las grandes misas a toda orquesta los días festivos, así como las vísperas solemnes, los Misereres, los oficios de difuntos, villancicos, motetes, etc., todo lo que era necesario para sostener el suntuoso culto que los monjes habían establecido en su mejor santuario, y mantener así la cultura que en los siglos anteriores tuvo el pueblo por medio de la Orden jerónima. Muy celosos de este culto a la Morenita eran los buenos guadalupenses; pero, en especial, los músicos, que tan directamente contribuían a ello sin apenas dispendio por la parroquia, pues no había dinero. Don José llegó a conseguir que el estudio de la música se pusiera de moda entre la juventud guadalupense, especialmente los varones, de tal manera que apenas había niño que no aprendiese solfeo, ni joven que no tocase algún instrumento. Muchos fueron los que disfrutaron de la enseñanza gratuita de la música dada por don José Cordero desde que se hizo cargo de la del santuario. Hasta su casa de la calle Real subían los alumnos para aprender el arte musical. La figura de este hombre tardará mucho en borrarse de la memoria de los hijos de Guadalupe, pues gracias a él y sus colaboradores se conservó, hasta la llegada de los Franciscanos (1908), el ambiente musical en la iglesia y en la puebla, dándose conciertos y poniendo en escenas zarzuelas y recitales. Terminamos diciendo que don José destacó, también, como copista restaurador de obras del repertorio musical antiguo, haciendo esta labor con destreza pues trascribió obras en claves más cómodas para facilitar su lectura; amoldaba a los instrumentos actuales las partituras compuestas para otros más antiguos y, lo que era más delicado aún y de resultado más práctico, copiaba con pulcritud (por lo limpias, curiosas y bien escritas) las partituras o papeles sueltos de las obras que más se usaban, facilitando el trabajo de su examen y di-
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rección, y evitando su extravío al mismo tiempo. Hasta aquí lo que recordó en sus inestimables artículos don Francisco Casto Sojo (bajo el seudónimo fray Flores) de la importantísima labor altruista de aquel inolvidable defensor y divulgador de la música que fue don José Cordero. Su legado Como quiera que hemos tenido que consultar el Archivo musical del Real Monasterio para escribir con toda garantía de la obra de nuestro paisano, he de confesar la tremenda alegría que sentí al comprobar el estado en que se encuentra la pieza, por el orden, limpieza y estudio de los cientos de partituras que guarda para consulta y servicio de la cultura musical, otro ejemplo más de la fecunda labor de los Padres Franciscanos desde 1908 en las dependencias monacales. En su día, don José Cordero legó al Real Monasterio 192 partituras; todas, como digo, perfectamente catalogadas, muchas de carácter religioso y otras profanas, entre las que hay algunas arregladas por él y otras de su archivo particular. Gracias a su generosidad no llegaron a perderse, porque comprendió que estando en la biblioteca del Monasterio de su pueblo serían del conocimiento de todos. Esta es la biografía apresurada de quien tanto hizo por la música en Guadalupe, al cumplirse el CL Aniversario de su nacimiento (1862-2012), del que se llegó a decir y así lo repetimos: «Consiguió que el estudio de la música se pusiera de moda entre la juventud guadalupense, no habiendo niño que no aprendiese solfeo ni joven que no tocase algún instrumento».
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Estampa
Canciones de Navidad, Vol.II Enrique Cordero (Guadalupe 1968), músico e hijo de quien firma habitualmente esta Estampa, ha colocado en el mercado navideño su segundo volumen de Cantos de Navidad, grabado en los estudios Ánimas music de Huertas de Ánimas (pedanía de Trujillo) y en Barlovento músicas, de Urueña (Valladolid). «Contiene una serie de piezas —nos aclara el autor— que se han cantado durante los meses de invierno, con una temática ajena a la Navidad y a su mensaje. Son los temas que solían oírse en las matanzas del cerdo y una vez que la gente salía de la Misa del gallo». Títulos como Chaparros y Tarutas, Las tres comadres borrachas, Las morcillas se cuelgan, Soy torerito, primera espada o Aquí, que hay parras, darán una idea de lo que decimos: se cantan por Navidad pero no son villancicos. Las voces, percusión y recopilación son del cantautor guadalupense, el cuál ha procurado mantener la pureza de las obras, sin acompañamiento de cuerda. En portada trae una instantánea de los prenseros del antiguo molino de aceite de los Jerónimos, regentado entonces por la bisabuela Carmen Pastor Rodríguez; preciosa fotografía inédita, que pudo hacerse a finales de los años 20 del siglo pasado. También lo es el retrato de una anciana y un muchacho en una de las puertas de la basílica que adorna el disco. Fue presentado en auditorio de la Casa de la cultura Puebla y Villa de Guadalupe, el pasado 3 de enero. Enrique Cordero, acompañado por el grupo Amigos de la Música y la Asociación de Mayores de Guadalupe. El primer volumen de esta serie apareció el año 2006. Anteriormente, Quique Cordero grabó junto a Felipe Sánchez Barba una cinta titulada «Contigo deseo». El disco compacto al que hacemos referencia pueden adquirirlo en casa del propio autor.
Mirando atrás A la puerta umbría de la casa, he aquí a D. Filomeno Sánchez Rubio (18751961), tocado con sombrero y laureado en la guerra de Cuba (1895-1898); aquella de nuestros bisabuelos, donde España perdió la isla y las últimas nostalgias de su imperio. Pusieron a nuestro Filomeno de sobrenombre El Caballero cubierto, por el derecho que tenía de permanecer con la cabeza cubierta ante la autoridad. Así recuerdan que fue saludado cordialmente por el rey Alfonso XIII durante los actos de la Coronación de la Virgen (1928), a quien terminó regalando el entorchado. Los guías antiguos mostraban la medalla laureada en el relicario. [Foto: Dapri ]
Nochebuena del año 1925 «Llena de animación, de fiesta y de bullicio ha transcurrido en este risueño Guadalupe, la clásica, la tradicional y legendaria noche en que se conmemora el Nacimiento del Hijo-Dios. Ya desde las últimas horas de la tarde podía notarse la alegría, la animación entre el hervidero de gente joven que, en grupos, recorrían estas estrechas, tortuosas y originales calles entonando sentidos villancicos, saturados de ingenua belleza, al compás de las clásicas zambombas, almireces y panderos o de bien templadas orquestas, que en gran número abundaban por las calles de este pueblo músico. La fiesta religiosa, suntuosísima, como todas las que en este magnífico santuario se verifican; después de los maitines, la clásica Misa del Gallo, en la que ofició el R. P. Puig, superior de esta comunidad, dando comunión a un número considerable de fieles, una vez terminada la misa, en la que la orquesta ejecutó, con su acostumbrada maestría, la Pastoral de Calvó y Puig y gran número de bellísimos villancicos. Una vez terminada la adoración [del Niño] fueron saliendo del magnífico templo los fieles para continuar por estas calles y plazuelas la ininterrumpida algazara, que se prologó hasta las primeras horas de la mañana del día 25». [Semanario de vida local Altamira 26 (1925) 4].
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Librería del Real Monasterio I. Historia y arte “El camarín de Guadalupe: Historia y esplendor” Autores: Sebastián García Rodríguez, ofm y Francisco Tejada Vizuete Ed. Guadalupe, Arganda del Rey (Madrid) 1996. 30x24, 224 pp. Encuadernación: tela y estampaciones en oro, ilustraciones a color. PVP: 18 euros
“Los miniados de Guadalupe. Catálogo y museo”
“El coro de Guadalupe. Historia y arte” Autor: Sebastián García Rodríguez, ofm Ed. Guadalupe, Sevilla 2002. 32x22.5, 195 pp. Encuadernación: cartoné, tapas e ilustraciones a color. PVP: 25 euros
“Los bordados de Guadalupe. Estudio histórico-artístico”
Autor: Sebastián García Rodríguez, ofm Ed. Guadalupe, Sevilla 1998. 30x34, 368 pp. Encuadernación: cartoné; tapas e ilustraciones a color. PVP: 30 euros
Autor: Sebastián García Rodríguez, ofm Ed. Guadalupe, Sevilla 2006, 30x24, 239pp. Encuadernación: cartoné; tapas e ilustraciones a color. PVP: 27 euros
“Guadalupe en los clásicos y en viajeros antiguos” Autor: Arturo Álvarez Álvarez Alcobendas (Madrid) 2002. 24x17, 216pp. Encuadernación: rústica, ilustraciones en blanco y negro. PVP: 15 euros
“La sacristía de Guadalupe, digna sala de los cielos” Autor: Jesús Palomero Páramo Ed. Guadalupe, Arganda del Rey (Madrid) 1998. 30x24, 204 pp. Encuadernación: tela y estampaciones en oro, ilustraciones a color. PVP: 21 euros
“Guadalupe, siglo XX. [El primer siglo franciscano]” Autor: Antonio Arévalo Sánchez, ofm Prólogo de D. Antonio Montero Moreno, arzobispo emérito de Mérida-Badajoz Ed. Guadalupe, Sevilla 2004. 25x17, 511pp. Encuadernación: guaflex con estampaciones en oro, e ilustraciones a color. PVP: 20 euros
“Plata, bronce y otras muestras de artes aplicadas” Autor: Francisco Tejada Vizuete Ed. Guadalupe, Mérida 2007. 30x24, 142pp. Encuadernación: cartoné; tapas e ilustraciones a color. PVP: 26 euros
Pedidos: Librería, imágenes y recuerdos, Real Monasterio. 10140 Guadalupe (Cáceres)
Enrique Cordero Cordero. Guadalupe,1968
Mujeres y ni単os