Definicio´n y medicio´n de las desigualdades en salud: una metodologı´a basada en la distribucio´n de la esperanza de salud E. E. Gakidou,1 C. J. L. Murray2 y J. Frenk3
Este artı´culo propone un marco general para definir y medir las desigualdades en salud, definidas como las diferencias de salud entre los individuos de la poblacio´n. Consideramos que la salud es un componente intrı´nseco del bienestar y que, por tanto, las desigualdades en salud tienen importancia en sı´ mismas, este´n o no correlacionadas con desigualdades en otras dimensiones del bienestar. En la medicio´n de las desigualdades en salud deben incorporarse todos los resultados relacionados con la salud, es decir, tanto la mortalidad como la morbilidad. Esa nocio´n se concreta en el concepto de (periodo de) vida sana. Como medida, la esperanza de salud individual es preferible al periodo de vida sana individual, ya que la esperanza de salud excluye las diferencias de vida sana simplemente debidas al azar. En otras palabras, la cantidad que interesa estudiar al abordar las desigualdades en salud es la distribucio´n de la esperanza de salud entre los individuos que componen el conjunto de la poblacio´n. La desigualdad de la distribucio´n de la esperanza de salud puede cuantificarse mediante las desviaciones individuales respecto de la media o mediante las desviaciones interindividuales. La forma exacta de la medida que resuma la desigualdad dependera´ de tres decisiones normativas. Las deliberaciones sobre esa medida normalizada de la OMS destinada a cuantificar la desigualdad en salud se verı´an beneficiadas por un mejor conocimiento de las opiniones de la gente respecto a esas tres decisiones normativas. Artı´culo publicado en ingle´s en el Bulletin of the World Health Organization, 78 (1): 42–54.
Introduccio´n Las desigualdades en salud son un tema destacado en la agenda de las polı´ticas (1–20). Los promedios de los logros sanitarios ya no se consideran indicadores suficientes del desempen˜o de un paı´s en materia de salud; y por otra parte la distribucio´n de la salud en la poblacio´n se considera tambie´n un asunto importante. La OMS esta´ interesada en medir las desigualdades en salud como dimensio´n especı´fica del desempen˜o de los sistemas sanitarios (21). Aquı´ se consideran desigualdades en salud las variaciones del estado de salud entre los individuos integrantes de la poblacio´n (14). Este enfoque, que es coherente con la medicio´n de las desigualdades en otros campos, por ejemplo en economı´a, nos permite hacer comparaciones transversales entre paı´ses y estudiar los determinantes de las desigualdades en salud (22). Este artı´culo aborda el problema de la cuantificacio´n de las desigualdades en salud distinguie´ndolo de la medicio´n de los niveles medios de salud. Los compromisos pra´cticos entre las polı´ticas que
mejoran esos niveles medios y las que fundamentalmente reducen las desigualdades en salud constituyen un terreno importante de debate. Sin embargo, este trabajo no aspira a determinar la manera de llegar a compromisos adecuados en ese terreno. En la primera seccio´ n del artı´culo nos preguntamos que´ cantidad nos gustarı´a ver distribuida equitativamente en una poblacio´n. En otras palabras, intentamos responder en el contexto sanitario a la cla´sica pregunta: ¿igualdad de que´? (23). En el debate sobre las desigualdades en salud es fundamental, primero, definir claramente la magnitud que nos interese, y luego, proceder a medirla, en funcio´n de los datos disponibles. En la segunda seccio´n examinamos varios me´todos para integrar en una sola medida la distribucio´n de la cantidad de intere´s y calcular ası´ un ´ındice de desigualdad en salud. Nos ocuparemos tambie´n de los tres aspectos normativos que plantea la resolucio´n de ese problema. La tercera seccio´n se refiere a la estrategia global de medicio´n de la OMS, y concluye poniendo de relieve la importancia decisiva que tendra´ este enfoque cuantitativo para la investigacio´n y para la formulacio´n de polı´ticas y estrategias.
1
Analista de Polı´ticas Sanitarias, Servicio de Asesoramiento en Economı´a, Organizacio´n Mundial de la Salud, 1211 Ginebra, Suiza. (Correspondencia.)
2
Director, Programa Mundial sobre Pruebas Cientı´ficas para las Polı´ticas de Salud, Organizacio´n Mundial de la Salud, Ginebra, Suiza.
3
Director Ejecutivo, Pruebas Cientı´ficas e Informacio´n para las Polı´ticas, Organizacio´n Mundial de la Salud, Ginebra, Suiza.
Boletı´n de la Organizacio´n Mundial de la Salud Recopilacio´n de artı´culos No 3, 2000
¿Igualdad de que´? Para responder a la pregunta ¿que´ cantidad nos gustarı´a ver equitativamente distribuida en la poblacio´n? se deben abordar varias cuestiones de ´ındole e´tica y te´cnica. ¿Considerarı´amos una situacio´n de #
Organizacio´n Mundial de la Salud 2000
29
Desigualdades en salud igualdad perfecta que todos los individuos vivieran exactamente hasta la misma edad? ¿Que todos disfrutaran de ide´ntico nivel de salud? ¿Que todos tuvieran exactamente el mismo nivel de salud a lo largo de su vida? En esta seccio´n tratamos algunos de los aspectos normativos relacionados con la eleccio´n de la cantidad que nos gustarı´a ver equitativamente distribuida en una poblacio´n.
Igualdad de vida sana Imaginemos una cohorte de individuos nacidos en el an˜o 2000. ¿Que´ deberı´amos observar para afirmar que existe una situacio´n de perfecta igualdad en materia de salud entre los individuos de esa cohorte? Un punto de partida podrı´a ser la consideracio´n de que todas las personas deberı´an tener el mismo periodo de vida sana. En otras palabras, desearı´amos que todos los individuos de la cohorte vivieran el mismo nu´mero de an˜os y con el mismo nivel promedio de salud durante sus vidas. El periodo de vida sana — o simplemente «vida sana» — es una medida integrada de la supervivencia y de los trastornos no mortales de salud ponderados por sus pesos preferenciales. Ya existe una extensa bibliografı´a sobre ´ındices sanitarios poblacionales que integran mortalidad y morbilidad (puede verse una revisio´n general en la ref. 24). En el campo de la economı´a sanitaria hay muchas publicaciones referentes a los «an˜os de vida ajustados por calidad» (AVAC), que son una medida de las mejoras de salud individual obtenidas mediante intervenciones que incorporan cambios de la supervivencia y de la calidad del estado de salud (ve´anse, por ejemplo, las refs. 25 y 26). La nocio´n de vida sana es fundamentalmente un concepto similar, pero aplicado a un individuo a lo largo de toda su vida. La figura 1 ilustra la vida sana a lo largo de la vida de un individuo i. Si dicho individuo hubiera vivido 100 an˜os con perfecta salud y luego hubiera muerto su´bitamente, el periodo de vida sana serı´a toda la superficie del gra´fico, 100 an˜os. Pero este individuo tuvo problemas de salud en distintos momentos, y por ello su vida sana se representa mediante la curva que muestra la figura 1. El individuo nacio´ sano, tuvo un accidente de tra´fico
30
a los 25 an˜os de edad, diabetes a los 50 y Alzheimer a los 65. El a´rea bajo la curva representa la vida sana del individuo o, en otras palabras, el nu´mero de an˜os vividos con perfecta salud que serı´an equivalentes a los 100 an˜os que realmente vivio´ a lo largo de sucesivos periodos en los que su salud no fue perfecta. El ca´lculo del periodo de vida sana del individuo i dependera´ de los pesos que se asignen a los periodos en que su salud no fue completa. Los me´todos y las pole´micas referentes a esta ponderacio´n se tratan en otras publicaciones (27–32). Hay que distinguir entre la vida sana de un individuo y el conjunto de riesgos de salud a los que el individuo esta´ expuesto a cada edad. Los riesgos de salud son las probabilidades de muerte y de incidencia y remisio´n de las enfermedades o los trastornos de salud no mortales que el individuo afronta a cada edad. No podemos medir los riesgos de salud a nivel individual, pero estamos desarrollando me´todos para estimarlos. Combinando los riesgos de salud de todos los individuos a todas las edades podemos calcular la esperanza de salud, es decir, el periodo previsible de vida con salud perfecta. Los riesgos de salud pueden considerarse subyacentes al periodo de vida sana, o e´ste puede considerarse como el resultado de un conjunto de riesgos de salud.a Para que todos los individuos de una cohorte tengan los mismos an˜os de vida sana son necesarias y suficientes dos condiciones: que todos los individuos tengan igual esperanza de salud y que todas las curvas individuales de riesgo de muerte y de incidencia y remisio´n de procesos no mortales sean rectangulares. A esperanzas de salud iguales corresponden a´reas ide´nticas bajo la curva de supervivencia de salud (figura 2).b Una curva de riesgo rectangular implica que los riesgos de muerte, incidencia de enfermedad o remisio´n son cero o uno a todas las edades.c Como a
La esperanza de salud esta´ bien establecida en la literatura cientı´fica como un ı´ndice de salud poblacional que integra informacio´n sobre mortalidad y morbilidad (33, 34 ). La aplicacio´n que aquı´ se hace de dicho concepto a un individuo pretende generar una medida ex ante de los riesgos de salud como funcio´n de la edad. b
La funcio´n de supervivencia de salud para un individuo es la siguiente: SS (x ) = S (x ) S j (Pjx .Wjx ) donde SS (x) es la supervivencia de salud a la edad x, S (x) la probabilidad de estar vivo a la edad x, Pjx la probabilidad de estar en el estado j a la edad x (que tiene en cuenta tanto la incidencia como la remisio´n de la enfermedad o el problema de salud j ) y Wjx el peso de gravedad correspondiente al estado j a la edad x, medido en una escala en la que cero equivale a haber fallecido, y uno corresponde a la plena salud. Si suponemos que SS (x) disminuye monoto´nicamente con la edad, podemos combinar el conjunto de riesgos de salud y los pesos correspondientes a la gravedad de los distintos estados en un ı´ndice de riesgo de salud, r (x), que puede concebirse como el riesgo u´nico al que el individuo habrı´a de estar expuesto para que su supervivencia de salud fuera SS (x). c En lo que hace a la mortalidad, una funcio´n de riesgo rectangular significa que todos los individuos tienen riesgo cero de muerte hasta cierta edad x a la que el riesgo se hace uno para toda la poblacio´n. En cuanto a los trastornos de salud no mortales, las funciones de riesgo rectangulares implican que a una edad dada el riesgo de incidencia de un trastorno o de remisio´n de ese trastorno es o bien cero, o bien uno para toda la poblacio´n. Las curvas que expresan las funciones individuales de riesgo pueden ser distintas, siempre que la esperanza de salud sea la misma. Boletı´n de la Organizacio´n Mundial de la Salud Recopilacio´n de artı´culos No 3, 2000
Definicio´n y medicio´n de las desigualdades en salud es imposible que todas las curvas de riesgo sean rectangulares porque, por ejemplo, nunca es posible reducir el riesgo de lesio´n trauma´tica a cero, el ideal de vidas sanas iguales nunca podra´ materializarse. Adema´s, las diferencias de vida sana estrictamente debidas al azar pueden carecer de intere´s para medir las desigualdades en salud. Individuos a los que se aplique exactamente la misma funcio´ n de supervivencia de salud pueden tener vidas sanas de magnitud muy distinta por simple azar. La figura 2a ilustra una funcio´n concreta de supervivencia de salud segu´n la edad que corresponde a una esperanza de salud de 56,5 an˜os. La figura 2b ilustra la distribucio´n de la vida sana observada en una poblacio´n en la que todos los individuos estaban expuestos a la distribucio´n de riesgos de salud que muestra la figura 2a. Al comienzo todos los integrantes de esta poblacio´n tenı´an una esperanza de vida sana de 56,5 an˜os, pero simplemente por azar las vidas sanas se dispersan de 1 an˜o a 110 an˜os. Es impresionante que toda la variacio´n de la vida sana que muestra la figura 2b sea resultado de una igualdad completa en los riesgos de salud. Por ejemplo, a los 20 an˜os de edad cada individuo de la poblacio´n tenı´a una probabilidad del 93% de estar completamente sano. Por puro azar, de cada 100 personas 93 estarı´an en perfecta salud a los 20 an˜os mientras que las 7 restantes no lo estarı´an. Aunque el riesgo era ide´ntico para todos los individuos, en el resultado final hay desigualdad. En nuestra opinio´n la desigualdad que es fruto del azar (o de «la suerte») no tiene intere´s, ya que al principio todos los individuos afrontan exactamente el mismo riesgo. Esta propuesta de excluir la suerte de las consideraciones sobre la igualdad esta´ bien establecida en las publicaciones relativas a la equidad. Por ejemplo, segu´n Sen (23), lo deseable es que los individuos tengan la misma capacidad, no que esa capacidad se realice en la misma medida, lo que e´l llama functioning (ejecucio´n, o funcionamiento). La igualdad de an˜os de vida sana so´lo podrı´a realizarse si los riesgos de incidencia y remisio´n de procesos no mortales y de muerte fueran de cero o de uno para toda la poblacio´n. Como eso no puede suceder, y como, por otra parte, es improbable que las diferencias de nivel de salud que se observan entre los paı´ses se deban a diferentes niveles de suerte o de azar, resulta ma´s interesante analizar la distribucio´n interindividual de los riesgos sanitarios en una poblacio´n y comparar esas distribuciones entre distintas poblaciones.
Igualdad de riesgos de salud Cada individuo tiene un perfil de riesgos de pe´rdida de salud a una edad dada, que puede expresarse mediante una funcio´n de supervivencia de salud (similar a la que para una cohorte muestra la figura 2a). Este perfil de riesgos de salud presenta dos caracterı´sticas. En primer lugar, el a´rea bajo la curva de la figura 2a es la esperanza de salud del individuo: la vida sana promedio de un individuo Boletı´n de la Organizacio´n Mundial de la Salud Recopilacio´n de artı´culos No 3, 2000
sometido a esta funcio´n de supervivencia de salud.d En segundo lugar las formas de la curva de supervivencia de salud pueden ser distintas para una misma a´rea bajo la curva. Tanto las diferencias interindividuales en esperanza de salud como las diferencias en la forma de los riesgos de salud a distintas edades pueden contribuir a que las vidas sanas sean desiguales. Para que se comprenda mejor la contribucio´n de estos dos factores a la desigualdad de vida sana aprovecharemos la relacio´n lineal a menudo observada entre el logaritmo de la tasa de mortalidad especı´fica para una edad y la edad (35, 36).e d
Formalmente: L ES = $SS (x ) dx 0 donde ES es la esperanza de salud, SS (x) es la probabilidad de tener una salud perfecta a la edad x y L es el lı´mite de la vida humana. e La ley de la mortalidad de Gompertz (35) so´lo es aplicable a las tasas de mortalidad especı´ficas de edades superiores a los 20 an˜os. El riesgo de muerte desde el nacimiento hasta los 20 an˜os disminuye al aumentar la edad. Un ana´lisis detallado de las tasas de mortalidad a edades superiores a 75 u 80 an˜os ha mostrado recientemente que la tasa no aumenta tan ra´pidamente como serı´a de esperar segu´n la ley de la mortalidad de Gompertz (36). 31
Desigualdades en salud La figura 3a muestra el riesgo de mala salud o de muerte para dos poblaciones diferentes, en escala logarı´tmica. En cada poblacio´n todos los individuos tienen a cada edad un conjunto ide´ntico de riesgos de salud, como muestra la gra´fica, y la esperanza de salud en cada poblacio´n es de 56,5 an˜os. Como la pendiente de la curva de riesgo de salud de la poblacio´n A es menor que la de la poblacio´n B, la distribucio´n de vida sana (que muestra la figura 3b) en la poblacio´n A tiene una varianza mayor que en la poblacio´n B (la varianza es de 568 en la poblacio´n A y de 437 en la B), aunque las medias son ide´nticas. Silber (37) y LeGrand (38, 39) han intentado medir la desigualdad en edad de fallecimiento — no en an˜os de vida sana, aunque es la misma idea, pero aplicada solamente al riesgo de muerte — determinada por la variacio´n de la pendiente del logaritmo de la tasa de mortalidad. La figura 4 ilustra, empleando el caso particular de las mujeres del Reino Unido, un feno´meno de observacio´n general como es el aumento de la pendiente del logaritmo de la tasa de mortalidad a medida que la mortalidad disminuye. En otras palabras, hay una estrecha relacio´n entre el nivel de mortalidad y la desigualdad en edad de fallecimiento (o an˜os vividos) que refleja la pendiente de la
32
curva del logaritmo de la tasa de mortalidad. No sorprende pues que LeGrand y Silber concluyan que conforme disminuye la mortalidad, la desigualdad medida de esa manera tambie´n disminuye. Si todos los individuos de las poblaciones A y B tienen ide´ntica esperanza de salud pero el perfil por edades de los riesgos de salud difiere solamente en la pendiente y en la interseccio´n del logaritmo de los riesgos de salud en funcio´n de la edad, ¿es relevante este factor contribuyente a las desigualdades de vida sana para cuantificar las desigualdades en salud? Hay varias razones que llevan a pensar que la variacio´n en el patro´n promedio de riesgos de salud entre una y otra poblacio´n probablemente no tiene demasiado intere´s. En primer lugar, comparando distintas poblaciones se observa una intensa relacio´n entre la pendiente de la curva de riesgo de defuncio´n y la edad — y cabe presumir que tambie´n entre la funcio´n de riesgo de salud y la edad —, de manera que la desigualdad medida de esta forma decrece a medida que la mortalidad disminuye. En segundo lugar, manteniendo constante la esperanza de salud hay muy pocas polı´ticas o intervenciones para alterar la pendiente de esta curva relacional y reducir ası´ las desigualdades de vida sana. En tercer lugar, no es ni mucho menos evidente que todo el mundo tenga las mismas preferencias en cuanto al perfil de riesgo de salud segu´n la edad. Diversos estudios de diferencias segu´n grupos sociales y ana´lisis de a´reas pequen˜as muestran que en una misma cohorte hay gran variacio´n de unos individuos a otros en cuanto a esperanza de salud (1, 12, 15, 40–42). Ciertos individuos afrontan un mayor riesgo de problemas de salud o de muerte a todas las edades, mientras otros afrontan riesgos mucho menores. Esta variacio´n en la esperanza de salud interindividual a una edad dada no se refleja en la curva promedio de supervivencia de salud de la poblacio´n. La funcio´n de supervivencia de salud muestra la probabilidad promedio, pero no aporta ninguna informacio´n sobre la distribucio´n de esta probabilidad en el conjunto de la poblacio´n. La figura 5 ilustra la vida sana de una poblacio´n en la que las esperanzas de salud individuales varı´an entre 47 y 82 an˜os pero la pendiente de la curva del logaritmo de la funcio´n de riesgo de salud es ide´ntica para todos los individuos. Las funciones de supervivencia de salud de todos los individuos se hallan acotadas entre los lı´mites que muestra la figura 5a y son paralelas a los lı´mites. La lı´nea intermedia ma´s gruesa representa el riesgo promedio de mala salud para el conjunto de la poblacio´n a cada edad, que corresponde a una esperanza de salud de 56,5 an˜os. La figura 5b muestra que una poblacio´n en la que la curva de riesgos sanitarios se halle en cualquier lugar entre los dos lı´mites de la figura 5a presentara´ casi la misma desigualdad de vida sana que una poblacio´n en la que todos los individuos tengan la misma curva de riesgos de salud (curva B en la figura 5a). Ası´, en cuanto a periodos de vida sana las dos poblaciones presentan casi la misma cantidad de desigualdad en salud; sin embargo, si atendemos a la distribucio´n del Boletı´n de la Organizacio´n Mundial de la Salud Recopilacio´n de artı´culos No 3, 2000
Definicio´n y medicio´n de las desigualdades en salud periodo de vida sana esperada, o de esperanza de salud (figura 5a), la mayorı´a estarı´a de acuerdo en que la poblacio´n en la que la esperanza de salud de cada individuo se halle en cualquier lugar en el intervalo de 47–82 an˜os presentara´ una desigualdad en salud mucho mayor que la poblacio´n en la que la esperanza de salud sea de 56,5 an˜os para todos los individuos. Las variaciones interindividuales en esperanza de salud parecen mucho ma´s importantes que las diferencias entre las poblaciones en lo que se refiere a la pendiente de la curva promedio de riesgos sanitarios como funcio´n de la edad. La figura 5 tambie´n ilustra un feno´meno importante que se observa en cualquier cohorte. La esperanza de salud promedio es de 56,5 an˜os, pero el periodo promedio de vida realizado en la cohorte es de 58,7 an˜os. Los individuos de alto riesgo tienden a morir a edades tempranas, de tal forma que la mortalidad efectiva a edades mayores refleja los riesgos de aquellos con mayor esperanza de salud. Este efecto selectivo lleva a la situacio´n parado´jica de que las desigualdades en esperanza de salud aumentara´n el periodo de vida promedio efectivo de la cohorte. La figura 5a tambie´n indica que el componente aleatorio en la realizacio´n de los valores esperados es grande. La diferencia entre las distribuciones de esperanza de salud es muy grande, desde una variacio´n nula para la poblacio´n B a una gran variacio´n para la poblacio´n A, pero la diferencia en la distribucio´n del resultado (figura 5b), es decir, los an˜os de vida sana, no lo es. Un aumento importante de la desigualdad de esperanza de salud tiene ası´ un efecto relativamente pequen˜o en la distribucio´n de vida sana. Creemos que la distribucio´n de la esperanza de salud para una cohorte tiene ma´s intere´s para el estudio de las desigualdades en salud que la distribucio´n de los periodos de vida sana. Igualmente, creemos que la forma de la curva promedio de riesgos sanitarios o la variacio´n de la forma de la curva de riesgo morboso manteniendo la esperanza de salud constante puede ser de intere´s. Sin embargo, para el estudio de las desigualdades en salud consideramos que esa forma es menos relevante que la simple distribucio´n de la esperanza de salud.
Distribucio´n de la esperanza de salud atribuible a factores inevitables o a decisiones personales Se podrı´a argu¨ir que carecen de intere´s dos de los componentes de la distribucio´n de esperanza de salud de una cohorte, a saber, el componente no susceptible de modificacio´n, y el componente constituido por las decisiones individuales, tomadas con informacio´n suficiente, de adoptar conductas de riesgo que disminuyen la esperanza de salud. Si hubiera diferencias en esperanza de salud que nunca pudieran remediarse con la tecnologı´a actual o futura, quiza´ podrı´a argumentarse persuasivamente que estos aspectos no tienen intere´s, al igual que hemos argumentado que carece de intere´s la dispersio´n de periodos de vida sana estrictamente Boletı´n de la Organizacio´n Mundial de la Salud Recopilacio´n de artı´culos No 3, 2000
debida al azar. Pero ¿que´ componente de la distribucio´n de esperanza de salud no es tratable mediante alguna intervencio´n? ¿El componente gene´tico? ¿Los factores aleatorios que concurren durante el parto? En ambos casos el argumento de que no podemos intervenir para cambiar los efectos 33
Desigualdades en salud de la distribucio´n de la esperanza de salud es muy probablemente engan˜oso. Los avances tecnolo´gicos actuales y los progresos futuros convertira´n muy posiblemente en tratables esos componentes de la distribucio´n de la esperanza de salud, y por tanto no deben ser excluidos de una medida de las desigualdades en salud. Igualmente importante es quiza´ el argumento de que son muy escasos los indicios de que exista una variacio´n transversal interpoblacional significativa en lo que respecta a la contribucio´n de los genes y otros factores. El componente de la distribucio´n de la esperanza de salud atribuible a factores inevitables es probablemente pequen˜o y de imposible evaluacio´n. En adelante supondremos que lo mejor es no preocuparse por estos aspectos. ¿Y la voluntad? ¿En que´ medida contribuyen a la distribucio´n de la esperanza de salud de una poblacio´n las conductas de riesgo que son fruto de decisiones personales tomadas con conocimiento de causa? Esta pregunta parece iniciar una pendiente por la que es fa´cil resbalar. ¿Que´ decisiones con influencia en la salud se toman con pleno conocimiento de causa? ¿Hemos de excluir los efectos del tabaco en la esperanza de salud — que probablemente son enormes — porque fumar es una opcio´n personal? Aun sosteniendo que la eleccio´n se haga con pleno conocimiento de causa, ¿habrı´amos de excluirlos? Creemos que no. En primer lugar, porque la exposicio´n a factores que pueden mermar la salud no responde casi nunca a una inclinacio´n por las conductas de riesgo, sino a razones relacionadas ma´s bien con la falta de informacio´n.f En segundo lugar, el verdadero componente volitivo de la distribucio´n de la esperanza de salud es probablemente muy reducido y se puede obviar sin mayor problema. Este argumento es similar a los empleados en los estudios de la desigualdad de ingresos, en los que la variacio´n de la distribucio´n de ingresos debida a diferentes grados de compromiso individual entre el deseo de ocio y el deseo de ingresos se ignora sistema´ticamente al medir las desigualdades.
Medidas de la esperanza de salud: de medidas de cohorte a medidas de periodo Si se pudieran medir directamente los riesgos de incidencia, remisio´n y muerte a cada edad y para cada individuo, serı´amos capaces de construir una distribucio´n de esperanza de salud para cada cohorte. Pero si se necesitan esos datos para formular polı´ticas, esperar ma´s de cien an˜os para medir la desigualdad en salud en cada cohorte de edad no parece una idea muy
f
El costo de estar plenamente informado de las consecuencias de distintas decisiones en la salud suele ser prohibitivamente elevado. Cuando el momento en el que se decide asumir un riesgo y el posible resultado esta´n separados en el tiempo, la tasa a la que los individuos descuentan el futuro puede influir profundamente en las decisiones en materia de salud. A nuestro juicio, al medir las desigualdades en salud habrı´a que considerar las que se derivan de la existencia de individuos que aplican unas tasas de descuento elevadas. Para algunos filo´sofos (43) y economistas (44) el descuento, que es una forma de miopı´a, constituye un defecto de la capacidad humana de juzgar y puede ser contraproducente. 34
pra´ctica. Como la desigualdad en salud es un componente crı´tico del desempen˜o del sistema sanitario, necesitamos medirla con informacio´n reunida durante un periodo temporal dado. En otras palabras, debemos definir el concepto de periodo de medida de la distribucio´n de esperanza de salud. En la estimacio´n de una medida correspondiente a un periodo so´lo tenemos informacio´n sobre el individuo i a una edad e. Para estimar la distribucio´n de la esperanza de salud necesitamos relacionar esa medida con la distribucio´n de los riesgos a otra edad para un conjunto distinto de individuos. Necesitamos un principio formal para vincular los riesgos observados en diferentes individuos, con el objeto de estimar la esperanza de salud de una cohorte hipote´tica de edad, expuesta a los riesgos actualmente observados. Para estimar la distribucio´n de periodo de la esperanza de salud podemos elegir entre dos estrategias. Una consiste en utilizar una variable, por ejemplo, un indicador del nivel socioecono´mico, como nexo entre individuos a distintas edades. Este enfoque subestimarı´a la amplitud de la distribucio´n de la esperanza de salud, porque parte del supuesto de que toda la variacio´n del riesgo de salud esta´ determinada por la variable socioecono´mica seleccionada. Otra opcio´n consiste en suponer que existe una correlacio´n arbitraria de riesgo entre los grupos de edad, igual o menor que la unidad. Por consiguiente, estimar la distribucio´n del riesgo es un problema fundamental, ya que el riesgo es por definicio´n inobservable. En resumen, consideramos que la cantidad ma´s pertinente para estudiar las desigualdades en salud es la distribucio´n de la esperanza de salud entre los individuos, determinada para un periodo mediante un me´todo claramente definido que vincule las distribuciones de riesgos de salud a distintas edades.
Una medida de las desigualdades en salud que resume la distribucio´n de la esperanza de salud La figura 6 ilustra la distribucio´n de esperanza de salud para tres poblaciones A, B y C. ¿En cua´l de ellas es ma´s desigual la distribucio´n de esperanza de salud? Si en el eje horizontal del gra´fico se representaran los ingresos, en vez de la esperanza de salud, la mayorı´a estarı´a de acuerdo en que la distribucio´n B es menos desigual que las distribuciones C y A. Esta sencilla conclusio´n se basa en la idea de la utilidad marginal decreciente de los ingresos, que se resume en que cada do´lar adicional genera menos utilidad conforme aumenta el nivel de ingresos. La distribucio´n B tiene la misma varianza que la distribucio´n A, pero su media es mayor. Usando una medida de desigualdad muy habitual, el coeficiente de Gini, las distribuciones A y C tienen el mismo nivel de desigualdad, mientras que la distribucio´n B tiene menos desigualdad que A y que C. Cabrı´a decir que la desigualdad de las distribuciones A y C es similar si se tratara de ingresos, pero esa afirmacio´n parece ma´s discutible si Boletı´n de la Organizacio´n Mundial de la Salud Recopilacio´n de artı´culos No 3, 2000
Definicio´n y medicio´n de las desigualdades en salud hablamos de salud: la nocio´n de utilidad marginal decreciente no es aquı´ tan convincente. Habra´ quienes consideren que C es claramente peor que A y que B, y que entre A y B no se puede distinguir. La extensa literatura sobre cuantificacio´n de la desigualdad de ingresos (23, 45–48) es muy u´til para disen˜ar una medida de la desigualdad en salud, pero este sencillo ejemplo muestra que entre salud e ingresos hay algunas diferencias fundamentales que requieren especial consideracio´n. Hasta la fecha, en la literatura sobre medicio´n de las desigualdades en salud ha habido pocos ana´lisis sustantivos de posibles ´ındices sino´pticos de la distribucio´n de salud.
Dos familias de medidas de la desigualdad en salud Partiendo de la amplia gama de ´ındices usados como medidas de dispersio´n del ingreso (48) y considerando que cuando se trata de la esperanza de salud las diferencias absolutas pueden importar tanto como las relativas, puede decirse que hay dos familias de medidas: las desviaciones respecto de la media y las desviaciones interindividuales. Desviaciones individuales respecto de la media. Las desviaciones individuales respecto de la media comparan la salud de cada individuo con la media de la poblacio´n. La forma general es la siguiente: n
DIM(a, b) =
S| yi – m|a
i=1
ec. (1)
nmb
donde yi es la salud del individuo i; m es la media de la salud de la poblacio´n; y n es el nu´mero de individuos en la poblacio´n. El para´metro a da a las diferencias de salud observadas en los extremos de la distribucio´n distinto peso que a las observadas cerca de la media de la distribucio´n. Del para´metro b depende que la medida sea o absoluta o puramente relativa con referencia a la media. Un ejemplo de este tipo de medidas es la varianza, cuando a = 2 y b = 0. Sin embargo, pueden idearse otras muchas medidas de las desviaciones individuales respecto de la media. Cuando b = 1 la medida es estrictamente relativa, y cuando b = 0 lo que mide son desviaciones absolutas respecto de la media; pero tambie´n se podrı´a escoger un valor de b entre 0 y 1 para intentar reflejar el intere´s en cierta combinacio´n de desviaciones individuales, absolutas y relativas, respecto de la media. Desviaciones interindividuales. La otra familia de medidas se basa en la comparacio´n de la salud de cada individuo con cada uno de los dema´s individuos, en vez de comparar cada individuo con la media de la poblacio´n. La forma general de estas medidas es la siguiente: n
DII(a, b) =
ejemplo conocido de este tipo de familia de medidas es el coeficiente de Gini (49), usado a menudo para medir la distribucio´n de ingresos, en el que a = 1 y b = 1. El coeficiente de Gini a menudo se representa como derivado gra´ficamente de la curva de Lorenz (50) de una poblacio´n, pero en realidad es algebraicamente equivalente a la ecuacio´n (2). Hay que precisar que cuando a = 2 las desviaciones individuales respecto de la media y las desviaciones interindividuales son ide´nticas sea cual sea la distribucio´n poblacional. Para cualquier otro valor de a son diferentes.
n
S S| yi – yj|a
i=1 j=1
ec. (2)
2n2mb
siendo yi e yj , respectivamente, la salud de los individuos i y j; m es la salud media de la poblacio´n y n el taman˜o poblacional. Los para´metros a y b son los mismos que se explicaron al hablar de las desviaciones individuales respecto de la media. Un Boletı´n de la Organizacio´n Mundial de la Salud Recopilacio´n de artı´culos No 3, 2000
Elegir un solo ı´ndice de desigualdad en salud Para poder hacer comparaciones normalizadas necesitamos escoger un solo ´ındice de desigualdad en salud que resuma la distribucio´n de la esperanza de salud en toda la poblacio´n. Para ello hay que resolver tres dilemas normativos: que´ familia de medidas debemos usar, que´ valor debemos asignar a a, y que´ valor debemos asignar a b. Las preferencias individuales ante esos dilemas normativos pueden revelarse mediante una serie de preguntas que aı´slan el efecto de cada una de esas opciones en el ´ındice de desigualdad. A continuacio´n se dan varios ejemplos para ilustrar lo que implican esas opciones. Para simplificar usaremos una poblacio´n formada por siete individuos. En cada ejemplo transferiremos an˜os de esperanza de salud de un individuo que este´ mejor (es decir, que tenga mayor esperanza de salud) a uno que este´ peor. Estas transferencias se describen en el texto y se presentan adema´s visualmente en las figuras 7–9. Hay que hacer tres elecciones. En cada caso se presentan dos poblaciones y la pregunta es: ¿que´ transferencia conlleva una mayor disminucio´n de la desigualdad en salud, la de la poblacio´n A o la de la poblacio´n B? Desigualdad absoluta frente a desigualdad relativa. Una decisio´n clave es la preferencia por las diferencias absolutas, por las diferencias relativas, o por una combinacio´n de ambas. Con esta pregunta lo que intentamos es determinar hasta que´ punto los individuos se interesan por las desigualdades 35
Desigualdades en salud relativas, por las desigualdades absolutas o por un hı´brido de ambas. La situacio´n que presenta la figura 7 es la siguiente: las poblaciones A y B presentan una distribucio´n similar de la esperanza de salud entre los siete individuos, pero a distintos niveles. En la poblacio´n A la media es de 20 an˜os, mientras que en B es de 60. En la poblacio´n A se transfieren 5 an˜os de esperanza de salud de un individuo en que e´sta es de 35 an˜os a otro cuya esperanza de salud es de 5 an˜os. En la poblacio´n B se transfieren 5 an˜os de esperanza de salud de un individuo en que e´sta es de 75 an˜os (la ma´xima en la poblacio´n) a un individuo cuya esperanza de salud es de 45 an˜os (la mı´nima en la poblacio´n). ¿Cua´l de las dos transferencias conlleva una mayor reduccio´n de la desigualdad en salud? Con preguntas como e´sta podemos revelar las preferencias de la gente por un determinado valor de b, entre cero y uno. Intensidad de la pe´rdida o ganancia en salud. La segunda decisio´n normativa atan˜e a si las ganancias o pe´rdidas de salud que se producen en los extremos de la distribucio´n deben tener un tratamiento distinto de las que ocurren cerca de la media. Conside´rense las dos reducciones de la desigualdad que muestra la figura 8. Las dos poblaciones tienen el mismo nivel de esperanza de salud, con una media de 20 an˜os. En la
36
poblacio´n A se transfieren 5 an˜os de esperanza de salud del individuo con valor ma´ximo (35 an˜os) al individuo con nivel mı´nimo (5 an˜os). En la poblacio´n B se transfieren 5 an˜os de esperanza de salud del individuo con una esperanza de salud de 30 an˜os al individuo con una esperanza de salud de 10 an˜os. ¿Cua´l de las dos transferencias conlleva una mayor reduccio´n de la desigualdad en salud? Si se responde que la poblacio´n A, la medida utilizada debera´ dar ma´s peso a las transferencias de salud en los extremos de la distribucio´n. Si no existe ninguna preferencia por cualquiera de esas dos opciones, todas las transferencias debera´n tener un peso similar, independientemente de su situacio´n dentro de la distribucio´n. Si se opta por la poblacio´n A, a debera´ ser mayor que 1; si el juicio de valor es de indiferencia entre las dos posibilidades, a = 1. Para determinar el valor exacto de a se pueden formular otras preguntas que obliguen a elegir entre transferencias de esperanza de salud de distinta magnitud. Desviaciones interindividuales frente a desviaciones respecto de la media. La tercera decisio´n se refiere a la familia de medidas ma´s ido´nea. En la figura 9 las dos reducciones de desigualdad en salud ilustran el dilema en cuestio´n. Las dos poblaciones tienen la misma media de esperanza de salud, y se transfiere exactamente la misma cantidad de salud en una y otra poblacio´n. La distribucio´n inicial de salud es diferente en las dos poblaciones. En ambas se transfieren 15 an˜os de esperanza de salud desde el individuo en el extremo superior de la distribucio´n (35 an˜os) al individuo en el extremo inferior (5 an˜os). Una vez ma´s, hay que elegir la opcio´n que se considere que reduce en mayor medida la desigualdad en salud. Quienes prefieran A o B estara´n considerando que no hay que fijarse so´lo en la situacio´n de los individuos implicados antes y despue´s de la transferencia, sino tambie´n en la situacio´n del resto de la poblacio´n. Quienes se muestren indiferentes entre A y B pensara´n que lo realmente importante es el cambio absoluto conseguido, no la situacio´n del resto de la poblacio´n en la distribucio´n. En el primer caso habrı´a que usar una medida de comparacio´n interindividual, mientras que en el segundo las desviaciones respecto de la media serı´an ma´s apropiadas. Los juicios de valor referentes a la magnitud de la transferencia y a la familia de medidas no son del todo disociables. Las medidas de comparacio´n interindividuales, incluso cuando a = 1, son ma´s sensibles a transferencias de riesgo ma´s alejadas de la media. La tabla 1 muestra la desigualdad correspondiente a las tres distribuciones de la figura 6, calculada para varios valores de los para´metros. Mediante un cuestionario podrı´amos determinar los valores aplicados por los individuos y elaborar con ellos un ´ındice sino´ptico de la distribucio´n de esperanza de salud. A partir de encuestas poblacionales o de muestras de conveniencia podrı´a obtenerse informacio´n de una amplia gama de individuos. No estamos proponiendo una e´tica empı´rica como instrumento ciego para resolver dilemas normativos, pero creemos que los resultados de la medicio´n de Boletı´n de la Organizacio´n Mundial de la Salud Recopilacio´n de artı´culos No 3, 2000
Definicio´n y medicio´n de las desigualdades en salud esos valores en una amplia gama de individuos sera´ una valiosa aportacio´n a las deliberaciones encaminadas a seleccionar un ´ındice de desigualdad en salud. A la vista de los resultados de un pequen˜o estudio piloto, sospechamos que la mayorı´a de la gente prefiere una medida hı´brida de desigualdad absoluta y relativa, que de´ ma´s peso a las diferencias alejadas de la media y que tenga en cuenta a los individuos intervinientes. De todas formas, para resolver estas cuestiones habra´ que profundizar en el conocimiento empı´rico de los valores utilizados por distintas personas.
Tabla 1. Ca´lculo de posibles medidas de la desigualdad en salud para tres distribuciones de la esperanza de saluda Distribucio´n A a=1 a=2 Desviaciones respecto de la media Desviaciones interindividuales a
Distribucio´n B a=1 a=2
Distribucio´n C a=1 a=2
b=0
2,40
9,26
2,40
9,26
4,68
34,47
b=1
0,06
0,23
0,03
0,11
0,06
0,43
b=0
1,71
9,26
1,71
9,26
3,31
34,47
b=1
0,04
0,23
0,02
0,11
0,04
0,43
Ve´ase la figura 6 para ma´s detalles.
Operacionalizacio´n de la medida de la desigualdad en esperanza de salud Hemos defendido aquı´ que la cantidad que nos interesa para medir la desigualdad en salud es la distribucio´n de la esperanza de salud en un periodo determinado. Pero, ¿co´mo podemos medirla? El riesgo no es observable, lo u´nico observable son los eventos y los resultados finales. En nuestra opinio´n la distribucio´n de los riesgos para la salud se puede intentar determinar mediante diversas te´cnicas. La combinacio´n de esas te´cnicas proporciona una estrategia razonable para estimar la distribucio´n de la esperanza de salud. Esa estrategia tiene cuatro frentes, consistentes en la medicio´n de las distribuciones de las cuatro variables siguientes: riesgo de defuncio´n en la infancia; riesgo de defuncio´n del adulto; esperanza de vida y esperanza de salud, mediante ana´lisis de a´reas pequen˜as; y trastornos de salud no mortales.
Riesgo de defuncio´n en la infancia Podemos observar la variacio´n de la proporcio´n de hijos de una madre que han muerto. Esto proporciona informacio´n a un nivel muy fino de agregacio´n (los hogares) de la distribucio´n del riesgo de muerte en la infancia. Mediante simulacio´n puede evaluarse la diferencia en la distribucio´n de resultados en comparacio´n con la que podrı´amos esperar a partir de una distribucio´n uniforme del riesgo. Los Estudios de Medicio´n del Nivel de Vida (Living Standards Measurement Studies, LSMS) (51), las Encuestas Demogra´ficas y Sanitarias (Demographic and Health Surveys, DHS) (52) y otros muchos datos censales y encuestas proporcionan datos referentes a los nacidos y los hijos supervivientes de madres de distintas edades. Este procedimiento ya se ha implementado como me´todo de medicio´n de la mortalidad infantil (22). Riesgo de defuncio´n de los adultos No disponemos de buenos datos para medir la distribucio´n de mortalidad entre los adultos. En principio podrı´a usarse informacio´n sobre la supervivencia de hermanos, pero ello reflejarı´a una experiencia promedio de mortalidad a lo largo de de´cadas, y los problemas te´cnicos que esto plantea todavı´a esta´n por resolver. Hay que desarrollar otras estrategias. Boletı´n de la Organizacio´n Mundial de la Salud Recopilacio´n de artı´culos No 3, 2000
Distribucio´n de la esperanza de vida o de la esperanza de salud para grupos Podemos dividir la poblacio´n en grupos de esperanza de salud en principio similar, y medir directamente la esperanza de salud de esos grupos, pero el procedimiento tendera´ inevitablemente a subestimar la amplitud de la distribucio´n de la esperanza de salud. Cuanto ma´s refinado sea el agrupamiento, ma´s nos aproximaremos a la verdadera distribucio´n subyacente. El ana´lisis de a´reas pequen˜as sigue siendo prometedor como uno de los me´todos ma´s refinados 37
Desigualdades en salud de la distribucio´n de la esperanza de salud. Reconocemos que urge disponer de nuevos me´todos para integrar todas estas medidas diferentes en una u´nica estimacio´n de la distribucio´n de la esperanza de salud en la poblacio´n.
Conclusiones
para revelar la distribucio´n subyacente de la esperanza de salud en una poblacio´n. Por ejemplo, un ana´lisis detallado de grupos de edad–sexo–raza en los condados de EE.UU. ha revelado un intervalo de variacio´n de la esperanza de vida de hasta 41,3 an˜os entre unos condados y otros (15).
Distribucio´n de los trastornos de salud no mortales La medicio´n de los trastornos de salud no mortales en escalas continuas o en escalas catego´ricas polito´micas proporciona ma´s informacio´n para estimar la distribucio´n de riesgos en los individuos. Se han hecho muchas encuestas que aportan informacio´n sobre el estado de salud autonotificado, empleando para ello diversos instrumentos. El problema principal, hasta la fecha, es la comparabilidad de las respuestas entre unas culturas y otras y entre distintos niveles educativos o de ingresos. Por ejemplo, los ricos a menudo notifican ma´s trastornos de salud no mortales que los pobres (53, 54). El problema de la comparabilidad debe resolverse antes de pasar a emplear esas bases de datos para estimar la esperanza de salud en la poblacio´n. A fin de seguir avanzando, la OMS ha de procurar conseguir paralelamente nuevos me´todos y nuevos datos para medir esas distintas dimensiones 38
En este artı´culo proponemos un marco metodolo´gico para medir las desigualdades en salud. En primer lugar, partimos del principio de que la salud es un componente intrı´nseco del bienestar y de que, por tanto, la desigualdad en salud es importante en sı´, este´ o no correlacionada con la desigualdad en otras dimensiones del bienestar. En segundo lugar, consideramos que cualquier medida de la desigualdad en salud debe reflejar toda la gama de resultados de salud mortales y no mortales, con el objeto de capturar la rica complejidad de la salud. Esta idea se materializa en el concepto de vida sana. En tercer lugar, proponemos usar la esperanza de salud como medida preferible al periodo de vida sana, ya que excluye las diferencias de vida sana debidas simplemente al azar. En otras palabras, la cantidad que interesa al estudiar la desigualdad en salud es la distribucio´n de la esperanza de salud entre los individuos que componen una poblacio´n. En cuarto lugar, la desigualdad de la distribucio´n de la esperanza de salud puede cuantificarse midiendo las desviaciones individuales respecto de la media o midiendo las desviaciones interindividuales. La forma exacta del ´ındice de desigualdad dependera´ de tres decisiones normativas. Un ma´s profundo conocimiento de las opiniones de la gente respecto a esas decisiones normativas sentara´ las bases para establecer una medida normalizada de la OMS de las desigualdades en salud. Nuestro enfoque se diferencia de los propuestos por LeGrand (38, 39) y Silber (37), basados sobre todo en la forma de la tasa promedio de mortalidad poblacional en funcio´n de la edad. Ese enfoque indica que las desigualdades en salud esta´n disminuyendo en todo el mundo, pero sus conclusiones derivan por entero del hecho de que la forma de la curva promedio de riesgos de mortalidad por edades cambia predeciblemente al aumentar la esperanza de vida. A nuestro juicio, hay que centrarse en la distribucio´n de la esperanza de salud entre los individuos. No hay razo´n para suponer que esa distribucio´n se estrecha a medida que aumenta la esperanza de salud promedio. Los resultados preliminares de estudios de la distribucio´n del riesgo de defuncio´n en la infancia indican que no hay ninguna relacio´n entre el nivel de mortalidad en la infancia y la distribucio´n del riesgo entre los individuos (22). Atendiendo a la desigualdad de riesgos sanitarios especı´ficos por edades se puede reavivar el intere´s en ciertos problemas sanitarios. Por ejemplo, muchas exposiciones ocupacionales especı´ficas no contribuyen de forma importante a los niveles promedio de esperanza de salud, pero pueden Boletı´n de la Organizacio´n Mundial de la Salud Recopilacio´n de artı´culos No 3, 2000
Definicio´n y medicio´n de las desigualdades en salud contribuir a aumentar marcadamente los riesgos en una pequen˜a minorı´a. Al cuantificar mejor la distribucio´n de la esperanza de salud, la influencia de la exposicio´n a factores ocupacionales o geogra´ficos puede hacerse evidente. El intere´s por la desigualdad en los riesgos para la salud en los paı´ses desarrollados tambie´n puede orientar la atencio´n a las impresionantes desigualdades observadas en lo tocante al riesgo de mortalidad de los varones adultos. En los Estados Unidos hay considerablemente ma´s desigualdad en el riesgo de muerte de los varones adultos que en el riesgo de muerte en la infancia o entre las mujeres adultas (15). Para cuantificar la distribucio´n de la esperanza de salud se tendra´n que emplear datos de encuestas transversales sobre la prevalencia de trastornos de salud no mortales. Medir las desigualdades en salud significa fundamentalmente comparar la distribucio´n del estado de salud entre los individuos de una poblacio´n y comparar las distribuciones de distintas poblaciones. Si para estimar la esperanza de salud se desea utilizar las respuestas autonotificadas obtenidas con distintas encuestas sobre el estado de salud (como la SF-36, la EUROQOL o la de actividades cotidianas), habra´ que prestar especial atencio´n a la
comparabilidad de esas respuestas entre distintos grupos culturales. Hay datos que indican que los cuestionarios utilizados actualmente en las encuestas para medir el estado de salud quiza´ no son comparables (54–56). Es de esperar que los trabajos sobre las desigualdades mejoren la comparabilidad de las respuestas a las encuestas sobre el estado de salud entre los distintos grupos culturales. Crece el consenso en torno a la idea de que la mejora del nivel promedio de salud no es un indicador suficiente del desempen˜o de los sistemas de salud. La distribucio´n de esa mejora es una dimensio´n igualmente importante del desempen˜o. Si las desigualdades en salud han de figurar en el centro del debate sobre las polı´ticas sanitarias, es preciso desarrollar mejores me´todos para medir dichas desigualdades. So´lo ası´ podremos determinar la verdadera magnitud del problema y vigilar los progresos hacia su solucio´n. n
Nota de agradecimiento Queremos dar las gracias a Gary King, Rafael Lozano, Joshua Salomon, Daniel Wikler, Sarah Marchand y Philip Musgrove, por sus valiosas aportaciones y observaciones.
Referencias 1. Acheson D. Independent inquiry into inequalities in health. London, The Stationery Office, 1998. 2. Antonovsky A. Social class, life expectancy and overall mortality. Milbank Memorial Fund Quarterly, 1967, 45 (2): 31–73. 3. Barker J. Inequalities — whose health for all? Health Visit, 1990, 63 (7): 232–233. 4. Beaglehole R, Bonita R. Public health at the crossroads: which way forward? Lancet, 1998, 351: 590–592. 5. Kaplan G, Lynch J. Whither studies on the socioeconomic foundations of population health? American Journal of Public Health, 1997, 87: 1409–1411. 6. Judge K et al. Income inequality and population health. Social Science and Medicine, 1998, 46: 567–579. 7. Kawachi I, Kennedy BP. Income inequality and health: pathways and mechanisms. Health Services and Research, 1999, 34: 215–227. 8. Krieger N, Fee E. Measuring social inequalities in health in the United States: a historical review, 1900–1950. International Journal of Health Services, 1996, 26 (3): 391–418. 9. Kunst AE et al. International variation in socioeconomic inequalities in self reported health. Journal of Epidemiology and Community Health, 1995, 49 (2):117–123. 10. Mackenbach JP. Socioeconomic inequalities in health in The Netherlands: impact of a five year research programme. British Medical Journal, 1994, 309: 1487–1491. 11. Mackenbach JP, Gunning-Schepers LJ. How should interventions to reduce inequalities in health be evaluated? Journal of Epidemiology and Community Health, 1997, 51: 359–364. 12. Marmot MG et al. Health inequalities among British civil servants: the Whitehall II study. Lancet, 1991, 337: 1387–1393. 13. Marmot M et al. Social inequalities in health: next questions and converging evidence. Social Science and Medicine, 1997, 44 (6): 901–910. 14. Murray CJL, Gakidou EE y Frenk J. Desigualdades en salud y diferencias entre grupos sociales: ¿que´ debemos medir? Boletı´n de la Organizacio´n Mundial de la Salud, Recopilacio´n de artı´culos, 2000, 2: 10–15. Boletı´n de la Organizacio´n Mundial de la Salud Recopilacio´n de artı´culos No 3, 2000
15. Murray CJL et al. U.S. patterns of mortality by county and race: 1965–1994. Cambridge, MA, Harvard School of Public Health and National Center for Disease Prevention and Health Promotion, 1998. 16. Power C, Matthews S. Origins of health inequalities in a national population sample. Lancet, 1997, 350: 1584–1589. 17. Townsend P. Widening inequalities of health in Britain: a rejoinder to Rudolph Klein. International Journal of Health Services, 1990, 20: 363–372. 18. Wagstaff A et al. On the measurement of inequalities in health. Social Science and Medicine, 1991, 33: 545–557. 19. van Doorslaer E et al. Income-related inequalities in health: some international comparisons. Journal of Health Economics, 1997, 16: 93–112. 20. Whitehead M et al. Setting targets to address inequalities in health. Lancet, 1998, 351: 1279–1282. 21. Murray CJL, Frenk J. WHO’s framework for assessing health system performance. Ginebra, Organizacio´n Mundial de la Salud, 1999 (documento ine´dito, GPE Working Paper Series No. 7). 22. Murray CJL et al. Measuring health inequality: challenges and new directions. In: Leon D, Walt, G. eds. Poverty, inequality and health. London, Oxford University Press, 1999 (en prensa). 23. Sen A. Inequality reexamined. Cambridge, MA Harvard University Press, 1992. 24. Murray CJL et al. A critical examination of summary measures of population health. Ginebra, Organizacio´n Mundial de la Salud, 1999 (documento ine´dito, GPE Working Paper Series No. 2). 25. Fanshel S, Bush JW. A health-status index and its application to health services outcomes. Operations Research, 1970, 18: 1021–1066. 26. Weinstein MC, Stason WB. Foundations of cost-effectiveness analysis for health and medical practices. New England Journal of Medicine, 1977, 296: 716–721. 27. Richardson J. Cost utility analysis: what should we measure? Social Science and Medicine, 1994, 39: 7–21. 28. Torrance GW. Measurement of health-state utilities for economics appraisal: a review. Journal of Health Economics, 1976, 5: 1–30. 39
Desigualdades en salud 29. Nord E. Methods for quality adjustment of life years. Social Science and Medicine, 1992, 34: 559–569. 30. Nord E et al. Social evaluation of health care versus personal evaluation of health states. Evidence on the validity of four healthstate scaling instruments using Norwegian and Australian Surveys. International Journal of Technology Assessment in Health Care, 1993, 9: 463–478. 31. Murray CJL. Rethinking DALYs. In: Murray CJL, Lopez, AD, eds. The global burden of disease: a comprehensive assessment of mortality and disability from diseases, injuries, and risk factors in 1990 and projected to 2020. Cambridge, MA, Harvard School of Public Health on behalf of the World Health Organization and the World Bank, 1996. 32. Ware JE. Standards for validating health measures: definition and content. Journal of Chronic Diseases, 1987, 40: 473–480. 33. Sanders BS. Measuring community health levels. American Journal of Public Health, 1964, 54: 1063–1070. 34. Sullivan DF. A single index of mortality and morbidity. HSMHA Health Reports, 1971, 86: 347–354. 35. Gompertz B. On the nature of the function expressive of the law of human mortality and on a new mode of determining life contingencies. Philosophical Transactions of the Royal Society of London, 1825, 115: 513–585. 36. Olshansky SJ, Carnes BA. Ever since Gompertz. Demography, 1997, 34: 1–15. 37. Silber J. Health and inequality. Some applications of uncertainty theory. Social Science and Medicine, 1982, 16: 1663–1666. 38. LeGrand J. An international comparison of measures of distributions of ages-at-death. In: Fox J, ed. Health inequalities in European countries. Aldershot, Gower, 1988. 39. LeGrand J. Inequalities in health and health care: a research agenda. In: Wilkinson RG, ed. Class and health: research and longitudinal data. London Tavistock Publications, 1986. 40. Corchia C et al. Social and geographical inequalities in prenatal care in Italy. Prenatal Diagnosis, 1995, 15: 535–540. 41. Hart CL et al. Inequalities in mortality by social class measured at 3 stages of the lifecourse. American Journal of Public Health, 1998, 88: 471–474.
40
42. Hollingsworth JR. Inequality in levels of health in England and Wales, 1891–1971. Journal of Health and Social Behavior, 1981, 22: 268–283. 43. Parfit D. Reasons and persons. Oxford, Oxford University Press, 1984. 44. Pigou AC. The economics of welfare. London, Macmillan, 1932. 45. Kakwani NC. On the estimation of income inequality measures from grouped observations. The Review of Econometrics Studies, 1976, 43: 483–492. 46. Nygard F, Sandstrom A. Income inequality measures based on sample surveys. Journal of Econometrics, 1989, 42: 81–95. 47. Dagum C, Zenga M, eds. Income and wealth distribution, inequality and poverty. In: Proceedings of the Second International Conference on Income Distribution by Size: Generation, Distribution, Measurement and Applications, University of Pavia, Italy, 23–30 September, 1989. New York, Springer, 1990. 48. Sen A. On economic inequality. Oxford, Oxford University Press, 1997. 49. Gini C. Variabilita` e mutabilita`. Bologna (Italia), Tipogr. di P. Cuppini, 1912. 50. Lorenz MO. Methods for measuring the concentration of wealth. Journal of the American Statistical Association, 1905, vol. 9. 51. Grosh M, Glewwe P. A guide to living standards surveys and their data sets. Washington, DC, Banco Mundial, 1995, (actualizado el 1 de marzo de 1996). 52. Demographic and Health Survey, http://www.macroint.com/ dhs/indicatr/datasearch.asp 53. Australian Institute of Health and Welfare. Australia’s health: the fifth biennial report of the Australian Institute of Health and Welfare. Canberra, Australian Government Publishing System, 1996. 54. Murray CJL, Chen LC. Understanding morbidity change. Population and Development Review, 1992, 18: 481–503. 55. Johansson SR. Measuring the cultural inflation of morbidity during the decline of mortality. Health Transition Review, 1992, 2: 78–89. 56. Johansson SR. The health transition: the cultural inflation of morbidity during the decline of mortality. Health Transition Review, 1991, 2: 39–68.
Boletı´n de la Organizacio´n Mundial de la Salud Recopilacio´n de artı´culos No 3, 2000