MISC. es un proyecto editorial coordinado por monoDestudio y bajo la siguiente licencia,
todo lo demรกs nos da igual... Ah! las imรกgenes las hemos manipulado nosotros, quemadlas!
Vienen nubarrones de tormenta y, entre ellos, la ciudad ya solo es polvo, recuerdos y chapas de 1 euro... Gracias Soviet, con cariño monoDestudio
Soviet Magazine es una revista digital que nace de las ganas de hacer lo que sea de Raúl y Carmen, sus creadores, editores, redactores y bueno, todo en general, sin más pretensiones que las de divertirse, difundir las cosas que les gustan y meter un poco de caña, porque ya está bien de toda esta patraña. Soviet ya ha cumplido su primer año de vida y ninguno de los dos tiene intención de echar el freno, sino más bien todo lo contrario. No digan que no les hemos avisado. ¡Salud!
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La canción Cruzo los Dedos de la banda Doble Pletina se ha convertido desde hace bastante tiempo hacia acá en un elemento obligado de nuestras listas de reproducción. La pieza habla precisamente de la ciudad y de las relaciones personales que cualquiera que la habite mantiene con ella y con sus cohabitantes. Y es que la urbe hace décadas que dejó de ser esa tierra prometida para tantos que abandonaban las provicias con un hatillo de esperanza en un tiempo en que la palabra futuro todavía era promesa de progeso; entonces la ciudad era otra, y no la fuente de calamidades y la jaula dorada que ha devenido con el pasar de los años, los poderes, gobiernos y burbujas inmobiliarias. Cruzo los Dedos se circunscribe a una de las ciudades más pretenciosamente europeas, mediaterráneas y cosmopolitas, un islote de ocio y modernismo creado durante las dos últimas décadas (vaya por delante la justificación de unos Juegos Olímpicos) hasta transformarse en un extraño artefacto al cual rendir pleitesía si lo que te va son los decorados de cine y la ordinariez del cartón piedra: hablamos de Barcelona; aunque, todo sea dicho, la letra de la canción podría extrapolarse a tantísimas ciudades que configuran la cartografía de la guía Michelin española. La soledad y la despersonalización han sido siempre un recurso casi metafísico para el ciudadano a la hora de hacer poesía de la ciudad: fría, impersonal, agresiva... un sitio de miradas furtivas y gente demasiado ocupada. ¿Esta idea moderna de la ciudad-monstruo siempre fue así o está heredada de una suerte de patrones, pongamos, anglosajones? ¿Qué lugar
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ocupa el ser humano dentro del entramado de la urbe? Una ciudad lo es en tanto que está construida por el hombre, y es éste quien alimenta y mantiene con vida su metabolismo. Vida, la ciudad no es más que vida, y crece y se desarrolla (o al menos lo hacía) en función de las necesidades de los ciudadanos, ¿qué otra opción cabe? El hambre voraz de los poderes, los gobernantes de turno y su connivencia con otras cúpulas de influencia (a saber, el mercado inmobiliario y el sector de los servicios como punta de lanza) han hecho de la agresión al ciudadano y al medio ambiente un arma de batalla que desenfundan sin pudor y con tesón, en aras de arrancar la ciudad y el espacio público de las manos de quien por derecho lo detenta (el ciudadano) y ponerlo al servicio del capital y el turismo. La ciudad, pues, no es ya de quien la pisa,
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sino de quien la compra y de quien la vende al mejor postor. Puta ciudad, o ciudad puta, está a día de hoy en manos del turismo desaforado, el capital y las perversas las leyes urbanísticas que podrás romper siempre y cuando guardes un grueso talonario bajo la mesa. El ánimo recaudatorio fríe al pequeño comercio, las calles son ya un decorado y sus gentes actores y actrices secundarios que actúan tácitamente para que todo quede bien para la foto, se anulan los signos de diferencia, se acallan los discursos en la vía pública, se machaca al ocio que no sucede allí donde según los hombres de puro y copa mantienen sus intereses y dicen que debe suceder. En la ciudad, siempre desordenada y viva, chillona y altiva, divertida y sorprendente, una ciudad para todos y todos para una ciudad, en la ciudad, decíamos, se ha establecido el orden y la uniformidad y ni siquiera en los sótanos estamos a salvo. Sin cultura, sin vida, todo eso que precisamente conforma su cadena de ADN. Todo esto son generalidades, pero en nuestro caso, la ciudad que compartimos, sufrimos y conocemos mejor no es otra que Barcelona. Además, llámenlo casualidad, es un ejemplo perfecto de ciudad aberrante que desprecia a su ciudadano, aquel que no entra más que dentro de unas categorías estanco que suelen ser las siguientes: contribuyente, delincuente, figurante, votante. Para todo lo demás, Bitter Kas. En la Condal existen una serie de casos apocalípticos que demuestran cómo la ciudad se ha convertido en el tablero de juego de políticos, banqueros y demás seres malignos. Los ciudadanos son los niños marginados del recreo que no tienen con quien jugar y se comen los mocos en una esquina. Sirvan como ejemplo: - El Fórum: monumento a la desfachatez, instrumentaliza la cultura para intereses inmobiliarios de manera opaca y lo hace sin atisbo de vergüenza. Lo último es la ampliación que instalará una macrodiscoteca de techno (muy necesaria) en la zona, proyecto a cargo de Jean Nouvel, que no se pierde una. Jordi Pujol, ese adalid de la cultura, no quiso perderse la visita guiada que el arquitecto hizo por la zona para explicar su próxima creación, aunque en teoría “él sólo pasaba por allí” (risas enlatadas).
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- El Raval: caso claro de gentrificación obligada e impulsada por el Ayuntamiento y demás empresarios, que se hacen los ciegos frente a quien vive en el barrio, total para qué. La torre que alberga el Hotel Barceló Raval está muy bien para que los turistas ricos miren cómo los indigentes pasan frío en la Rambla mientras los hipsters hacen cola para entrar en la nueva sede de la Filmoteca y las putas enseñan lomo en la esquina del nuevo edificio de la UGT. Juntos pero no revueltos, adivine usted quién no estará dentro de un par de años. - El Gótico: que bien podría ser una nueva área temática de Port Aventura o un parque en sí mismo. Poco queda ya de real en ese barrio completamente preparado para que el turista consuma casi sin querer y se deje guiar por una señora con banderita a través de sus principales atractivos. No se puede vivir en su seno, sólo se puede figurar. - El Hotel W (el vela, para los amigos): una de las demostraciones más claras de que el dinero te permite hacer lo que te dé la gana en la vida como, por ejemplo, limpiarte el culo con la ley de costas. Un monstruo de hormigón y cristales que se adentra en el mar y somete al perfil de Barcelona a una especie de rinoplastia que la asemeja a Dubai, qué guay. No contentos con semejante ostentación, los dueños del hotel quisieron que la playa de San Sebastián, pegada al hotel, dejase de ser nudista, porque si hay algo que les pone palotes a los poderosos no es el cuerpo humano sino la prohibición. Afortunadamente y gracias a las acciones llevadas a cabo por grupúsculos de ciudadanos en pelota picada no lo consiguieron. Ahora una de las diversiones de la playa es ver cómo los rusos ricos se escandalizan ante la visión del culo de los barceloneses. Barcelona, puta vieja y vendida, a ti te lo decimos y sólo a ti, ¿a quién te debes? ¿De quién eres? ¿Qué sería de ti sin nosotros? Todos los que te gritamos cada día que te dejes de hostias y que vuelvas a ser nuestra nos estamos quedando afónicos y ateridos. ¿Hasta dónde vas a llegar?
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