socialismo_siglo_XXI

Page 1

socialismos de siglo xxi


Requiere más coraje la alegría que la pena. A la pena, al fin y al cabo, estamos acostumbrados. Alfredo Zitarrosa Somos alegría, somos mayoría. Consigna de marchas populares Latinoamericanas

El gobierno de las palabras: De la crisis de legitimidad a la trampa de la gobernanza

14. A modo de resumen: socialismos del siglo XXI (la interminable búsqueda de la verdad, la bondad y la belleza)190

Aquellos que primero inventaron y después nombraron las constelaciones eran narradores. Trazar una línea imaginaria entre racimos de estrellas les otorgó imagen e identidad. Las estrellas tejidas en esa línea fueron como los sucesos tejidos en una narración. Imaginar las constelaciones no cambió las estrellas, por supuesto, ni el vacío negro que las circunda. Lo que cambió fue la forma en que la gente leyó el cielo nocturno. John Berger

a construcción de una nueva democracia recupera la condición de sinónimo de socialismo y democracia como gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, en-

tendiendo que el ser humano, como animal racional, busca construir históricamente su sentido sobre la base de lo que se identifique con la verdad, la bondad y la belleza de cada momento. La verdad, la bondad y la belleza no son construcciones nuevas, sino que van condensando sucesivamente experiencias an-

Estas reflexiones vienen creciendo desde el artículo inicial Socialismo del siglo XXI: modelo para armar y desarmar, publicado en la revista venezolana Question, en agosto de 2005. Posteriormente volvió a ser repasado en algunas de sus partes para el artículo Verde izquierda desbordante: propuestas para un socialismo posmoderno, en Ángel Valencia, Izquierda verde, Barcelona, Icaria, 2006. 190

207


Escuela de Liderazgo Democrático. Corporación Viva la Ciudadanía

teriores, reformulándolas, desechando aspectos, inventando otros nuevos, manteniendo otros. Los seres humanos, pues, nunca partimos de ninguna hora cero. Muy al contrario, nos resistimos a perder los peldaños de emancipación alcanzados y recordados, aunque no es menos cierto que han existido momentos en donde no peldaños, sino tramos enteros de la escalera han sido retrocedidos. Los mayores retrocesos tienen que ver con la pérdida de la memoria que sucede a la pérdida de la batalla. Pero la noticia de los levantamientos de esclavos produjo levantamientos de esclavos; la noticia de las luchas campesinas generó luchas campesinas; las historias de resistencia a la ocupación de los conquistadores levantaron más resistencias contra los conquistadores. Los que son negados siempre están moviendo la Historia alentados por construir lo que piensan que podrían tener si otros no se lo usurparan.

208

El siglo XXI incorpora mucha información que pertenece ya al código genético de las reconstrucciones de la democracia. La sociedad de la información también opera dando cuenta de las luchas de ayer, de las derrotas y también de las victorias. Israel recuerda el Holocausto para que no se repita, y Palestina y Líbano recuerdan las agresiones de Israel, denominándolas, con especial suspicacia y memoria, nuevo genocidio. En Irán se recuerdan las sucesivas traiciones que Inglaterra y Estados Unidos cometieron y que desembocaron en la dictadura del Sha. América Latina recuerda las más de cien ingerencias norteamericanas en el continente, de la misma manera que recuerda el ejemplo de Zapata, de Sandino, de Gaitán, del Che Guevara, de Salvador Allende o la resistencia cubana al bloqueo. La Europa del Este tiene aún fresca la tutela, a menudo militar, de la Unión Soviética, en Berlín, en Hungría, en Praga, en Polonia, de la misma manera que Rusia, Ucrania, Bielorrusia y los demás territorios de lo que fue la URSS recuerdan los veinte

millones de muertos de la Segunda Guerra Mundial. Japón recuerda los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, y China recuerda la invasión japonesa de su territorio. También Alemania recuerda los bombardeos de castigo y la destrucción total de Dresde, al igual que en Indonesia se recuerda el asesinato de 500.000 izquierdistas por la dictadura proamericana de Suharto. Armenia no olvida el genocidio turco, de la misma manera que en Camboya no se olvida el genocidio de los jemeres rojos. Los vietnamitas, que necesitarían 60 Muros como el del Memorial Center de Washington para escribir a sus caídos en la guerra, no olvidan el genocidio norteamericano. México se acuerda de la pérdida de su territorio en manos norteamericanas, mientras Estados Unidos se empeña en recordar las 2.863 muertos del 11-S. África recuerda la esclavitud y el racismo y el colonialismo y el apartheid y las guerras inducidas por el Norte para seguir obteniendo las materias primas. Los laicos recuerdan el amable comportamiento de la Iglesia católica con el fascismo, y los salvadoreños recuerdan a los jesuitas asesinados por los escuadrones de la muerte. La democracia española recuerda los cuarenta años de dictadura franquista, al igual que Chile se acuerda de Pinochet, Argentina de Videla y Massera, Paraguay de Stroessner, Brasil de los militares gorilas. Y también hay olvidos que se suman al recuerdo con más recuerdo, como si no se hubiera aprendido nada: la guerra de Yugoslavia; las guerras tribales, religiosas o económicas en África o en Asia, la invasión de Irak…El siglo XX lega mucha memoria y esa memoria va a formar parte de la reconstrucción de la democracia en el siglo XXI. Bastaría con tener fresca la memoria para que la democracia se acercara a formas más profundas, más avanzadas, más tolerantes, igualitarias, pacíficas, ecológicas. Ahora bien, esa democracia, ese socialismo, tiene nuevos contornos. Como se ha venido


Por todo eso, hablaremos de socialismos y no de socialismo. Por todo esto, no habrá otra forma de crearlo que a través de un diálogo interminable. Si es cierto que es tiempo de diálogos quijotescos y no de monólogos hamletianos, he aquí propuestas para mantener vivo el diálogo desde una utopía concreta. En un breve cuento de Betinho, un pequeño colibrí regresa a coger una gota de agua del río para echarla en el fuego. Los demás animales, que habían huido despavoridos, le increpan incrédulos «¡eso no sirve para nada!», a lo que el pequeño colibrí contesta contundente: yo estoy haciendo mi parte. He aquí mi modesta aportación a este urgente debate. 1. El socialismo del siglo XXI debe, como pautas previas a toda discusión, encontrar una nueva definición de la naturaleza humana que no se base en falsos supuestos de bondad o maldad, e, igualmente, debe señalar e interpretar el momento histórico y geográfico desde y para el que habla.

191

La noción de límite es aún más evidente en el siglo XXI. El segundo principio de la termodinámica -la tendencia a la entropía en los sistemas cerrados- se sabe válido tanto para el mundo de la naturaleza (todo tiende al desorden y al enfriamiento térmico), como para el mundo social (siempre hay conflictos buscándose la plena inclusión social), y el individual (la psique humana, como dijera Freud, tiene pulsión de muerte, cuya razón de ser es lograr el descanso frente a la angustia del fin inevitable). Todos los cuerpos vivos pierden energía pero, a cambio, reciben la información necesaria para buscar soluciones a esa pérdida de energía (arroparse, beber, comer, dialogar). No convertir esta información en neguentropía, es decir, en constructora de orden, es condenarse al enfriamiento, a la muerte térmica (algo válido para un animal, un ser humano, una pareja, un régimen político o un partido). El ser humano es una animal que, para poder perseverar en su ser, se halla en una busca permanente de sentido. En cualquier otro ámbito es igualmente válido que todo lo que es lucha por desarrollar su ser. Si a los hombres y mujeres se les permite desplegar sus potencialidades, tienden a ser en toda su capacidad, otorgando a su vida sentido, pensándose, haciendo de su paso por la vida una reflexión marcada constantemente con el estigma de la finitud191. Esa voluntad de supervivencia es lo que nos permite hoy, vivos como especie, seguir pensándonos a nosotros mismos, y, de ahí, reconstruir permanentemente los lazos sociales. De lo contrario, con toda probabilidad habríamos desaparecido como ocurrió a otras ramas de homínidos (los neandertales, menos evolucionados que los cromagnones, se extinguieron pese a que ya enterraban a sus muertos, curaban a sus heridos, comerciaban, tenían ceremonias ritua-

El gobierno de las palabras: De la crisis de legitimidad a la trampa de la gobernanza

explicando, la fase de transición en que vivimos, más la ruptura de las lógicas lineales y simples, dificulta perfilar los contornos del futuro. Frente a la tradicional desmesura humana, es tiempo de prudencia. Por eso, el nuevo socialismo sabe muy bien de lo que huye, y, modesto, se conforma con caminar, paso a paso, en pos de la abolición de cualquier tipo de traba que frene la emancipación humana. Cada paso que huya del capitalismo y consiga reconstruir una nueva racionalidad económica, va en el buen camino. Al igual que cada devolución exitosa de poder desde el Estado al pueblo. De la misma forma que la superación de la lógica productivista, colonial, patriarcal y utilitarista de la Modernidad, transformada en un pensamiento emancipador que no acepte como obvia ni como inevitable la falta de libertad.

Incluso el suicidio, cuando es una opción libre, es una apuesta por ser frente a circunstancias que, se entiende, denigran la vida.

209


Escuela de Liderazgo Democrático. Corporación Viva la Ciudadanía

les y construían herramientas). Es en nuestra condición racional integral en donde reposa nuestra presencia en el mundo.

210

En el caso de los humanos, esa perseverancia en el ser significa que, como homo sapiens, utilizaremos nuestra inteligencia para: (1) sobrevivir accediendo a alimento, vivienda, vestido, agua, etc., y reproducirnos; (2) no matarnos entre nosotros; (3) lograr un buen vivir gracias al excedente social; (4) suministrar remedios simbólicos para burlar la muerte (religiosos o de cualesquiera otra condición siempre que sirvan para la construcción de sentido). Visto en contrario, nadie elegiría el mal vivir si pudiese escoger una alternativa. Sabemos que sin castigo no fue posible la esclavitud, de la misma forma que toda forma de opresión ha necesitado formas de represión. Allá donde prime la participación de todos los miembros de una comunidad no pueden existir permanentemente normas que impidan a todos y cada uno ese buen vivir. Puede haber alianzas o presiones para que algunos sacrifiquen su vida en servicio de otros. Pero, para que esa dominación no termine, a los sometidos no se les dejará opinar sobre su sujeción. Por eso, en situaciones de desigualdad, los «menos» –privilegiados siempre han negado la participación a los «más» –sometidos-. La grandeza legada por el mundo griego a la humanidad supuso precisamente una igualación en la plaza pública que desde entonces pertenece a lo más genuino de la palabra democracia. La principal certeza del ser humano es que su existencia es finita. Su principal cometido en esta vida, angustiado por este destino, es burlar la muerte. La tensión lleva a que este problema se solucione de manera colectiva. Primero, en términos de organización material de la vida (la división técnica del trabajo que permite un uso más eficiente de los recursos al crear la especialización). En este ámbito, la vida colectiva garantiza alimento,

cobijo, reproducción, y todo esto según los parámetros de lo que es esa comunidad se defina como «vida buena». En segundo lugar, en forma de organización política (el uso de la violencia pasa a pertenecer a la colectividad o a su representación y no puede usarse arbitrariamente por nadie). Por último, en forma de organización cultural (todos los seres humanos participan de alguna forma de trascendencia, de la creencia en algo que nos supera como seres humanos particulares). La única manera de no morirse que tiene el homo sapiens es disolverse, de alguna manera, en algo que permanezca. Una vez solventados los problemas materiales inmediatos, una vez garantizada la paz tanto en el grupo como frente a otros grupos, restan los «remedios simbólicos». Tradicionalmente ha sido la religión la que ha ofertado esa reducción de angustia, pero también sirven la nación, la familia, la memoria colectiva, la identidad cultural o la construcción de un sentido trascendente que se comparte. Esas formas de trascendencia configuran las formas de lo sagrado y se resumen principalmente en la verdad, la bondad y la belleza (frente a la falta de permanencia y finitud de sus opuestos, la mentira, la maldad y la fealdad). Estos tres elementos, encarnados en un dios o creencia, en la nación, en una ética o moral, en la revolución, en un clan, en el apellido y los hijos, en la solidaridad o en la memoria que las generaciones siguientes tengan de uno, pertenecen a lo más íntimo del ser humano. Por estos principios se muere y se mata. Por eso, quien cree que defiende cualquiera de estas formas de lo sagrado cree que forma parte de una razón superior que orienta la marcha de la humanidad. No deja de llamar la atención que, con frecuencia, aquellos que menos permitían a la mayoría vivir siempre mantenían el monopolio de la ortodoxia religiosa. Trascender, por tanto, es el principal objetivo de los seres humanos toda vez que pueden


Herencia de la Ilustración, que creó el concepto de Progreso (al tiempo que creaba la idea de cálculo infinitesimal), el socialismo ha cometido el error de pensar que el ser humano no solamente era «bueno» sino que, además, era «perfectible». Esto no quiere decir que lo contrario sea cierto, esto es, que, como planteó Hobbes o casi todo el pensamiento cristiano, el hombre sea «un lobo para el hombre». El ser humano tiene un fuerte instinto de supervivencia que se satisface tanto de forma individual como de forma grupal (sólo sobrevivimos en grupo). Todo ser humano está biológicamente condicionado a mirar por sí mismo –base del egoísmo- y a mirar por los demás –base de la solidaridad-. Es la tensión entre el deseo y la satisfacción del mismo. Sólo los bebés y los tiranos creen que todos sus deseos deben ser satisfechos de inmediato. Son las diferentes circunstancias sociales las que nos llevan a comportamientos egoístas o a comportamientos solidarios. No es lo mismo la existencia de excedente que la escasez de recursos. No es lo mismo ver peligrar la propia trascendencia (dioses, camposantos, lengua) que compartir remedios simbólicos desde la confianza. No es lo mismo tener un nosotros construido con lazos económicos, políticos, normativos y culturales, que participar simplemente con otros de la misma condición humana. De ahí que el desarraigo, la separación de nuestras raíces, al tiempo deshumaniza. La mejor forma de humanizar al ser humano es arraigarle. Arraigar es devolver el sentido.

Hoy sabemos que son las circunstancias nuevas las que hacen por la transformación y no el supuesto «hombre nuevo». Éste, como hemos visto durante el siglo XX, cae constantemente en vicios viejos en cuanto se relaja la sanción social. Por el contrario, la fuerza de las condiciones sociales es más firme. No sólo porque reparte recompensas y castigos de gran fuerza (en forma material o en forma simbólica), sino que el desarrollo de una comunidad puede, incluso, llevar a modificaciones genéticas. Como se dijo atrás, hay pueblos en arrozales que se han hecho más inmunes que otros pueblos al paludismo. Y otro tanto ocurre con lo que comemos (pueblos más tolerantes a unos productos u otros en virtud de la disposición de los mismos en la zona). La biología es una constante respuesta al entorno. La naturaleza del ser humano es eminentemente social. De la misma manera, el momento histórico y geográfico no es generalizable. Cada país tiene un grado diferente de consecución de derechos, de satisfacción de necesidades, de conciencia ecológica, de existencia de instituciones, de grados de politización, que obliga a diferentes diagnósticos y diferentes praxis. Hay elementos comunes a toda la humanidad, que pueden marcar tácticas y estrategias similares. Pero también hay especificidades que dificultan la comparación y, aún más, la propuesta homogénea de modelos. El socialismo del siglo XXI no es igual en Venezuela que en España, en Malasia que en Mali. Mientras que en América Latina o África se sufren los efectos devastadores del neoliberalismo, Europa o partes de Asia han sido beneficiarias de ese modelo en la división internacional. Mientras que la crítica al capitalismo es frontal en los países arrasados por la globalización neoliberal, en los países desarrollados se requiere una crítica sutil al haber más beneficiarios del proceso. La mayor inclusión en una sociedad necesita poner menos esperanzas en transformaciones políticas severas.

El gobierno de las palabras: De la crisis de legitimidad a la trampa de la gobernanza

dejar de pensar en sobrevivir (en otras palabras, cuando hay excedente social y no se dedica todo el tiempo y el esfuerzo a la mera reposición de energías). La política es tan importante porque, detrás de su nombre, trata de la organización social de la vida y de la muerte. La política es la articuladora de los asuntos colectivos. Y nada mejor para su credibilidad que sostener que siempre progresamos. Aunque no sea verdad. El ser humano es un animal que necesita esperanzas.

211


Escuela de Liderazgo Democrático. Corporación Viva la Ciudadanía

Por eso se equivocan los que, desde Occidente, quieren para los países empobrecidos líderes acordes con el modelo «sobrio» europeo. Igual que se equivocan los que quieren trasladar a países con un fuerte Estado social las fórmulas comunitarias que intentan abrirse paso con urgente necesidad desde el Sur. Si, como veremos, es verdad que al capitalismo es mejor desbordarlo que negarlo, las estrategias de desbordamiento serán necesarias hijas de cada lugar y momento192.

212

La apertura de la condición de la naturaleza humana y de su peculiar espacio y tiempo son categorías a incorporar al análisis del socialismo del siglo XXI. Es momento de sacar conclusiones correctas de lo que fue la puesta en marcha de la NEP, la Nueva Política Económica que puso en marcha Lenin en la Unión Soviética después de constatar que la construcción del socialismo tenía que atender a las especificidades de la Rusia de su época y no a ningún modelo teórico que, si bien puede servir a orientar, no debe nunca convertirse en una jaula conceptual que frene los desarrollos reales. Al igual que la NEP significó poner en marcha una estrategia de confrontación y diálogo con el modelo capitalista mundialmente hegemónico, desde la perspectiva de la construcción del socialismo en un solo país, cada esfuerzo de construcción del socialismo en el siglo XXI deberá atender a su circunstancia y especificidades. En conclusión, estos dos principios marcan nuevos rumbos a la izquierda. Al renunciarse a la polémica acerca de la bondad o maldad del ser humano, se insistirá más en construir articulaciones sociales –instituciones, valores-

que entiendan que sin responsabilidad social, se retrocede 4 millones de años a una condición «pre sapiens» . E igualmente hará entender que, pasado el relámpago de fuerte politización del momento revolucionario o de transición, la ciudadanía tenderá a dedicar mayor tiempo a los asuntos más particulares. Superar la discusión acerca de la bondad o maldad del ser humano evita decepciones que se quieren luego cobrar con creces, de la misma forma que ahorra el uso de medios autoritarios. Y, principalmente, ayuda a diseñar formas sociales de participación y defensa permanente de los valores bajo el presupuesto de que sólo la constante politización es garantía tanto de mantener los logros emancipatorios como de alcanzar nuevas metas. Porque todavía no somos «humanos» (o, como decía Nietzsche, somos «demasiado humanos»), se hace necesario reforzar los mecanismos sociales para que caminemos en esa senda evolutiva que nos permita alcanzar ese estadio superior que es el socialismo. Porque no hay un modelo universalizable, ese estadio superior carece de modelo cerrado, es relativo (pero nunca relativista respecto a los valores) y sólo puede entenderse comprendiendo el momento y el lugar en donde ese socialismo del siglo XXI va a ocurrir. 2. El socialismo del siglo XXI no se define desde las vanguardias ni desde los parlamentos, sino que se construye con un diálogo social abierto y real alentado y posibilitado por los poderes públicos. La suma de las reivindicaciones emancipatorias de los movimientos sociales (aque-

Esto no quita que, en términos generales sea válida la tesis de desbordar el capitalismo. Desbordarlo porque no hay modelo que permita superarlo de una vez. Desbordarlo porque sólo si se satisfacen las necesidades humanas de manera más eficiente y con mayor dignidad colectiva, el capitalismo quedará arrumbado en la esquina de los despropósitos humanos. Desbordarlo porque sus cuatro siglos de implantación reclama una estrategia de reconstrucción de hegemonía que no puede basarse sólo en discursos. Desbordarlo porque así se desmantelarán sus justificaciones y quedará al descubierto su inmoralidad. 192


El socialismo del siglo XXI se debe armar a través de un diálogo abierto con la sociedad, los movimientos sociales, los partidos políticos, las administraciones públicas, y también con los poderes reales que aún gobiernan cada una de las distintas sociedades. Por eso se estará también desarmando constantemente. El socialismo es un modelo para armar y desarmar. Esa pluralidad significa también que cada colectivo, pueblo, nación tiene sus propias características. El Estado no es igual en Europa que en África o América Latina; la iglesia no responde a las mismas inquietudes en España o Roma que en El Salvador o Colombia. No es igual el clero de los

barrios de Caracas, Chiapas o de Medellín que la que representa a la jerarquía venezolana, Mexicana o Colombiana. Los partidos políticos o las reglas electorales no operan de la misma manera en todos los países. Cada Estado tiene sus reglas de comportamiento propias, así como especificidades que reclaman comportamientos diferentes (la presencia de paramilitares y narcotraficantes, de mafias, de tramas consolidadas de corrupción, la existencia de guerrilla, la cercanía a los Estados Unidos, el tipo de países a los que se orientan las inversiones, la dependencia o independencia de las Cortes de justicia, la lealtad constitucional del gobierno o de la oposición, la base económica, los conflictos sociales, la mayor o menor inclusión social, etc.). Pero también es cierto que el capitalismo homogeneiza comportamientos y globaliza su actuación. El socialismo del siglo XXI es, al tiempo, global y local: se construye desde las propias especificidades y articula su alternativa en un mundo crecientemente interdependiente. Se orienta en el desempeño local, y se esfuerza por encontrarse con sus iguales en el resto del planeta.

El gobierno de las palabras: De la crisis de legitimidad a la trampa de la gobernanza

llas que no incorporen nuevos privilegios), constituye el fresco general de la tarea pendiente del socialismo a comienzos del siglo XXI. Ya han pasado los tiempos donde una vanguardia que se definía como tal a sí misma dictaba los contornos del futuro. La inteligencia real genuina es la colectiva (el lenguaje es colectivo y la experiencia consciente probada más duradera es la de las comunidades), que se construye no forzando a una homogeneidad obligatoria, sino a través del encuentro voluntario entre las distintas emancipaciones. Hacen falta pensadores, equipos de gente que proponga ideas, expertos y técnicos que posean certezas acerca de la viabilidad de las propuestas en el corto, el medio y el largo plazo; pero solamente los pueblos tienen la inteligencia colectiva necesaria para saber qué es lo que quieren, cómo lo quieren y cuándo lo quieren. No hay certeza alguna de que los pueblos acierten en su diagnóstico. Aún más entendiendo que la razón moderna, la forma hegemónica de pensamiento occidental, a menudo incapacita para ver qué se esconde detrás de los juegos de poder. En esa tarea de deconstrucción es importante que estén personas con capacidad de ayudar a salir de esos laberintos de confusión. Pero ayudar a salir no implica dirigir sino facilitar.

Una de las tareas de la administración pública es coordinar esa gran empresa de articulación de las diferentes emancipaciones, de definición pública del socialismo del siglo XXI. Para ello puede impulsar las redes ciudadanas, universitarias, políticas, sindicales, profesionales y sociales para construir el «mapa» que cartografíe ese nuevo socialismo. La conclusión es que el socialismo del siglo XXI es dialéctico, está en constante construcción, está sometidos a la contraloría constante del pueblo y al escrutinio de los técnicos y de los responsables políticos (que harán ver que no es lo mismo el sueño que la realidad y que confundirlo le corta las alas a la utopía). Esto supondrá, como obligación del Estado, una constante transparencia pública (que ya iniciara la socialdemocracia escandinava a comienzos del siglo XX como el sector

213


Escuela de Liderazgo Democrático. Corporación Viva la Ciudadanía

más avanzado de la socialdemocracia europea), pero en modo alguno reducirá la reforma democrática a formas de transparencia.

214

La puesta en marcha de una definición colectiva en donde participe el conjunto de cada país, donde la gente exprese cómo debe ser ese socialismo, construye una cultura política de la transparencia que ya supone un paso en la dirección que se busca. Participar es trabajar de más, pero también es el principal recurso para que la ciudadanía asuma las decisiones políticas como propias, algo cada vez más alejado en las formas de democracia representativa crecientemente aquejadas de «burocratismo» y con una fuerte tendencia a alejarse de los electorados. A comienzos del siglo XX los conflictos sociales se solventaron parcialmente con parlamentarizar la confrontación. Ese modelo está hoy agotándose crecientemente con la propia crisis de los partidos políticos. Ni los partidos ni los parlamentos ni los gobiernos agotan la representación de lo político. La legitimidad se consigue hoy a través de formas participadas que se afirman como poder constituyente, de nuevas formas de gobierno sostenidos por la articulación de las redes sociales organizadas en interrelación con las instituciones. Nunca fue más cierto que hoy que la democracia sólo puede ser el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Valga también recordar que la experiencia soviética, al igual que la experiencia jacobina durante la Revolución Francesa demostraron que una propuesta de mayor moralidad, de una democracia sustantiva, puede desembocar en una dictadura que crea más problemas de los que solventa. La tentación totalitaria que, históricamente, ha venido detrás de los aislados intérpretes del interés colectivo debiera prevenir de cualquier intento en esa dirección. La democracia no tolera depositarios de su esencia, y la única vacuna es una participación amplia en donde se permita siempre a la disidencia poder convertirse, en igualdad de condicio-

nes y recursos, en pensamiento hegemónico. La conclusión, es que, desde presupuestos democráticos, no cabe pensar en ningún tipo de organización sobre la base de un partido único, sea de hecho (por ejemplo, como ocurrió con el PRI en México) o de derecho (la experiencia de partido único marxista-leninista del socialismo realmente existente). Lo que pudo justificarse, aun con dificultades, en tiempos de la guerra fría, hoy está ampliamente superado. En tiempos de lógica reticular, pensar de nuevo en vértices y jerarquías es dar marcha atrás. Nuestras sociedades son redes que, en determinados momentos, concentran la presión en un nódulo, tensándose alrededor los demás. Pero cuando la tensión desaparece, la horizontalidad se recupera. Y no se sabe qué nódulo va a concentrar la tensión en la siguiente ocasión. Las revoluciones son también estados de ánimo, y nadie puede homogeneizar las formas de amor a los demás. Las reglas sociales compartidas, establecidas en el respeto a los textos constitucionales, marca el límite de la exigencia política y, con frecuencia, ni siquiera, pues la emancipación nunca se ha dejado históricamente enjaular en las cárceles jurídicas, en los reduccionismos filosóficos o en las directrices políticas. 3. El socialismo del siglo XXI ha aprendido de los errores del siglo pasado y ya no intercambia justicia por libertad Desde hace cinco siglos el capitalismo ha impuesto su lógica depredadora por todo el planeta, sometiendo a pueblos, naturaleza, clases, mujeres, indígenas, etc. a todo tipo de miserias y reduciendo los intercambios humanos a intercambios de mercancías. La oposición más elaborada al capitalismo fue el socialismo del siglo XX, pero cometió errores que alejaron a los pueblos del mismo. Sabemos que el capitalismo nunca hará autocrítica, pero el socialismo, por su pro-


Al final del capítulo II de El Manifiesto comunista escribían Marx y Engels: El lugar de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y sus contradicciones de clase, será ocupado por una asociación en la que el libre desarrollo de cada uno será la condición del libre desarrollo de todos... La libertad individual como base de la libertad colectiva, muy al contrario de la deriva totalitaria en que desembocó el socialismo en muchos países que enarbolaron su bandera. En otras palabras, en nombre de la libertad futura no puede abolirse la libertad presente. Eso es lo que dicen Marx y Engels, y no lo contrario, como interpretó la lectura colectivizante y el mecanicismo simplista. El socialismo del siglo XXI refuerza el desarrollo de las personas, y al tiempo garantiza los derechos de los pueblos y de los colectivos. El socialismo del siglo XXI es incompatible con los planteamientos represivos y disciplinarios que en el siglo XX asumió la izquierda, especialmente la comunista. En conclusión, ni el egoísmo debe impedir el desarrollo colectivo, ni el colectivismo debe ahogar la libertad individual. Por eso necesitamos valores muy fuertes que formen e informen. La mejor identificación de los pueblos debe ser con los proyectos que hay detrás de los valores. Los valores son los mapas con los que las sociedades se orientan. Si las sociedades tienen muy despiertos sus valores, ni el egoísmo individualista ni la pérdida de libertad individual se harán fuertes en nuestras sociedades. Una sociedad

193

«politizada» es una sociedad que defiende en su vida cotidiana los valores que la informan. Siendo una tarea de todos, se hacen menos importantes las vanguardias, los gendarmes de la doctrina, los sacerdotes de la ortodoxia. La democracia de todos es el mejor antídoto contra la dictadura de cualquier tipo, incluida la del proletariado o cualesquiera otras actualizadas. Y democracia es ciudadanía formada, consciente y responsable siempre ante la mirada despierta –pero no inquisidora- de todos los demás miembros de la comunidad que nos reclaman día a día nuestro compromiso como miembros de una colectividad. 4. El socialismo del siglo XXI es alegre, pues ha aprendido que un socialismo triste es un triste socialismo Como se ha dicho, participar es trabajar de más. Pero esa participación no debe nunca articularse como forzar a participar. Son los mismos valores sociales los que recuerdan, sancionando moralmente, la equivocación de los que renieguan de los intereses colectivos. Se trata de conseguir individuos libres que encuentran el sentido de la vida con los demás, pero no necesariamente en la disolución en los demás. Hegel fue astuto al explicar que ese «dejar de ser para ser más» que implicaba el amor no era un «disolverse en el otro», sino complementarse para crear más libertad. La unión amorosa no funde los cuerpos, sino que los perfecciona en una dimensión donde no desaparece la memoria de cada cual sino que se incrementa con una memoria del nosotros. La unidad de la identidad y la diferencia193.

El gobierno de las palabras: De la crisis de legitimidad a la trampa de la gobernanza

pia raíz crítica y su compromiso de sentido con la verdad, tiene que hacerla. El socialismo del siglo XXI ayudó a muchos pueblos y ese ejemplo sigue siendo válido. Pero mal se asumiría el esfuerzo de emancipación si, preservando la luz, no se hiciese un gran esfuerzo para desterrar las sombras.

Los griegos clásicos se referían a los desinteresados por lo público como idiotes, los que tenían una carencia (ilion), precisamente la del interés por lo público. De ahí proviene la palabra idiota, que se aplica concretamente a

Véase G.W.Hegel, Fundamentos de la filosofía del derecho, Madrid, Libertarias/Prodhufi, 1994.

215


Escuela de Liderazgo Democrático. Corporación Viva la Ciudadanía

216

quien tiene una privación194. En realidad, no hay nada más idiota, que pensar que somos Robinsones en una isla en la que sobrevivimos por nuestra inteligencia y no porque hemos sido socializados, porque podemos disfrutar de lo que ha creado la sociedad y acerca de lo cual nos ha instruido. El individualismo es una ideología impulsada por un sistema, el capitalismo, que necesitaba individuos dispuestos a vender su mano de obra de manera particular en el mercado de trabajo, para así poder acumular capital para poner en marcha la rueda imparable del beneficio constante. Por eso el capitalismo se impuso rompiendo todos los lazos sociales (comunidades, mutualidades, redes de solidaridad), de manera que las personas sólo tuvieran la salida de la proletarización para sobrevivir. Apenas salvaguardó el capitalismo la red familiar como institución funcional para la reproducción del trabajo y garantía de la transmisión de la propiedad, transformándola en una unidad de producción y consumo carente de democracia interna para los hijos y las mujeres. El capitalismo definió la escasez como si se tratara de un principio ontológico, esencial, de manera que la lógica adecuada era la competencia, mientras que el compartir se convertía en una depravación que negaba ese hecho existencial de la escasez. Por el arte, por la expresividad, por el sentimiento se han encontrado a menudo vías de escape desde espacios sociales que sólo estaban pensados para permitir el desarrollo del sistema capitalista.

ciente de las capturas en la caza). El socialismo del siglo XXI no puede repetir una promesa de bienestar futuro a cambio de todos los sacrificios hoy. Cada vez que se alcanza un logro, un niño que sana o aprende, una persona que accede a un trabajo digno y no alienante, una persona mayor que puede vivir en libertad porque tiene cubiertas las necesidades mínimas, una mujer que recupera su cuerpo, un ser humano que encuentra armonía con la naturaleza, ahí estamos construyendo felicidad y alegría y, por tanto, estamos accediendo al socialismo del siglo XXI. El militante de una organización no es quien se somete a una imposición oscura, teñida de dolor e inmolación. El trabajo colectivo es un esfuerzo pero también es una satisfacción de la tarea bien hecha. Interesarnos por los demás, tener compasión, dar amor no puede ser algo obligatorio, pero sí debe ser algo que todos sepamos que nos hace más humanos (de la misma manera que es menester entender que el individualismo nos deshumaniza). La alegría no puede reposar en la mera acumulación de bienes, por mucho que haya una construcción filosófica que pretenda ligar acaparamiento y felicidad (¿para qué servirían las riquezas materiales en una isla?), sino en acumular respeto, autoridad, amigos, satisfacción de la tarea bien hecha. El capitalismo acumula riquezas materiales; el socialismo del siglo XXI acumula pueblos contentos y alegres. No existe un socialismo científico opuesto a un socialismo utópico. La utopía es concreta, nace de hoy, sueña sueños con los pies en el suelo. Pero sueña.

Somos pasión y razón, individuos y sociedad, anhelantes de felicidad particular y predispuestos, si el contexto lo permite, a compartir nuestra vida con aquella comunidad que nos permite ser humanos (está demostrado por los paleontólogos que las primeras experiencias de solidaridad coinciden con el uso compartido de instrumentos que permitieron un uso más efi-

Por eso, este socialismo incorpora las artes a sus formas de protesta. Sabe que la música, el teatro, la literatura, la pintura, las expresiones populares (aquellas en las que caben y se pueden ver representados todos) son formas de construir la alternativa. La risa es revolucionaria, de la misma manera que el llanto formará parte de esa lucha. Pero el llanto

194

Giovanni Sartori, Elementos de teoría política, Madrid, Alianza Editorial, 1992.


5. El socialismo del siglo XXI apuesta por la educación como objetivo esencial a la búsqueda de una nueva subjetividad. El dolor es el impulsor de la transformación. Si no duele nada cambia. Si no se identifica el dolor ¿para qué hacer mudanza?195. Todo cambio social va por la senda: doler-saber-querer-poder-hacer. Una vez identificado el dolor y su causa, hay un mayor conocimiento, que llevará a querer cambiar la situación y, para ello, buscar las fuerzas necesarias para ese cambio. Finalmente se intentará la transformación, como decantado lógico de ese proceso. Pero al ser los seres humanos animales racionales, el dolor también es una construcción. Dependiendo de la consciencia que se desarrolle, el mismo dolor puede parecer normal o inaceptable en un colectivo. De ahí que los que se benefician de los demás en cualquier ámbito (sexual, laboral, social, personal) han intentado siempre anestesiar el dolor, principalmente acallando las voces de los dolientes.

El gobierno de las palabras: De la crisis de legitimidad a la trampa de la gobernanza

viene, no debe buscarse (pertenece a la entropía del mundo), mientras que la alegría y la risa son objetivos políticos. La condición gris del capitalismo, de la guerra, de la depredación de la naturaleza, del hambre, de la explotación del hombre por el hombre debe contrastar con la explosión de vida mejor que promete el socialismo. No hay sacrificio ahora para una supuesta felicidad luego. Pero no hay que confundir este contrato social de alegría con el necesario esfuerzo que todo logro reclama. Para ver de más lejos hay que hacer el esfuerzo de subirse al árbol. Pero debe entenderse que cada vez que el socialismo recurra a la fuerza es porque habrá fracasado a la hora de encontrar los métodos que le son propios: los de la vida, los del diálogo, los de la alegría. Un socialismo alegre, amable, respetuoso, será alegría, amabilidad y respeto. Todo lo que no puede ser un sistema, el capitalismo, basado en la lucha, más o menos elegante, más o menos oculta o justificada, de todos contra todos.

No se le escapará al lector conocedor de la filosofía alemana que detrás de esta idea está la «conciencia desdichada» que Hegel desarrolló en su Fenomenología (IV, B 3). Se trata de la consciencia del hombre o mujer que reconoce que no es libre. Esa conciencia se piensa a sí misma y capta su falta de dominio de su vida. Se hace así «autoconciencia» y conduce a una subjetividad crítica que no acepta esa falta de libertad. Sin embargo, y a diferencia de Hegel, esa libertad no tiene una dirección que pueda predeterminarse. Sí cabe afirmar que esa consciencia desdichada inaugura la posibilidad de la acción. El resultado final depende, sin embargo, de los contextos históricos y los desarrollos concretos. 195

217


Escuela de Liderazgo Democrático. Corporación Viva la Ciudadanía

La clase obrera no dio su principal salto a la ciudadanía hasta que no desarrolló la prensa obrera, las casas del pueblo, las universidades populares. Hasta que se pensó a sí misma con su propias categorías, y no con las categorías que le brindaba la racionalidad burguesa. Uno de los principales obstáculos actuales a la emancipación es la generalización a todos los grupos sociales (clases, razas, géneros, edades) de la lógica capitalista, de la confianza en el mercado, del sueño consumista y de la asunción de la moralidad de la estratificación social sobre la base laboral (la división social del trabajo que reparte el lugar social que cada uno ocupa). El incremento, principalmente en las sociedades occidentales, de las sociedades de clases medias, ha ayudado en esa dirección. Si ayer la obediencia estaba vinculada a la promesa del paraíso de los creyentes, hoy la sumisión se centra en la asunción de que es posible realmente entrar de botones en una empresa y salir de director general de la misma. Los concursos «populares» o los juegos de azar son el otro gran recurso. La televisión es la gran escuela de esa enseñanza.

218

Es muy relevante saber que los pueblos cultos tienen más probabilidades de ser pueblos libres. Subdesarrollo e incultura vienen de la mano. La educación de los niños y, dando un paso más, la educación permanente de los adultos, es una herramienta para los pueblos que debe ser cuidada pues constituye su principal caudal de inteligencia y libertad. En esta dirección, un nuevo socialismo tiene que plantearse una tarea principal que ya fue abordada, en su vertiente, por el socialismo del siglo XX: la alfabetización y, como correlato, la formación crítica (no el adoctrinamiento, que deja a los pueblos a merced de la siguiente dictadura). Ahora bien, si en el siglo XX la alfabetización

lxxii.

tenía que ver con leer y escribir, hoy debe incorporar también aprender a ver a los medios de comunicación y a entender el mundo de la informática. Alfabetizar en los medios forma parte de las tareas esenciales para crear ciudadanía «armada» frente al «terrorismo informativo». La existencia de pueblos aún analfabetos no debe ser obstáculo para incorporarse a esta posibilidad de comprensión audiovisual. El fuego tardó en socializarse 300.000 años. El bronce, apenas 20.000. Compartir los avances humanos en tecnología, medicina, ciencia, conocimiento es una señal de hominizaciónlxxii. Conforme se acorten los plazos, más humanización. (¿Deben restringirse las nuevas medicinas, las nuevas técnicas quirúrgicas, los nuevos elementos de seguridad vial, las más avanzadas medidas de previsión, etc. a los más ricos de cada sociedad?¿Bajo qué argumento?). Los nuevos avances corresponden a la humanidad, pues son inventos sociales por definicion. Restringirlos a quienes pueden pagar un precio alto los convierten en privilegio y los aísla de la sociedad en donde nacieron. Rompe la idea de inclusión y siembra la fragmentación social. El argumento capitalista es el contrario: sólo el privilegio alimenta la investigación que genera esos nuevos desarrollos. Si no se cobra extra, no se hará investigación extra. Es ahí donde entran los poderes colectivos, ahora mismo encarnados en un Estado que vele por los intereses comunes presionado por la ciudadanía crítica. Cualquier inventor siempre necesitó a alguien que esa noche le permitiera comer su cena. ¿Por qué dejar a esa persona fuera de los avances tecnológicos?. En la misma dirección, hay que reconstruir una cultura alejada del enterteinment, de la «cultura» del espectáculo o del dinero fácil

Hominización: Proceso de evolución que conduce al ser humano actual, esto es, al Homo Sapiens.


Por otro lado, la apuesta tecnológica, obligatoria en un socialismo avanzado, debiera incorporar acceso a la informática. Esto hace obligatorio fórmulas de software libre que hagan accesible a todo el mundo los avances tecnológicos, así como la libre disposición de la cultura existente en la red por parte de todos aquellos que quieran disfrutar de ella. En esa dirección, las patentes suponen constantes frenos a un saber que, por definición, es popular, es de construcción social, sólo puede existir cuando existen comunidades. Patentar los logros colectivos es reducir a la sociedad a un apéndice de las empresas. El mayor beneficio de quienes aporten algo a la sociedad es el reconocimiento de los suyos. La mercantilización del reconocimiento es transformar al ser humano en mercancía. Hay «retornos sociales» que no pueden simplificarse como «retornos económicos». Y otro tanto ocurre con la democratización del saber médico. Los remedios tradicionales, al igual que las medicinas genéricas son un bien de la humanidad que no pueden restringirse por los intereses lucrativos de las grandes farmacéuticas.

6. El socialismo del siglo XXI es tan profundamente respetuoso con la naturaleza que se torna en ecosocialismo o no podrá ser. El delito de lessa humanidad es aquel que niega la humanidad a las personas. Cegados por el ansia consumista, vamos construyendo paulatinamente, y no siempre siendo conscientes de ello, un inmenso campo de concentración caracterizado por la degradación de los ecosistemas y la contaminación de la biosfera. Rotas las posibilidades de una relación equilibrada con nuestro entorno, quedamos condenados a esa malversación absoluta de nuestra humanidad: el desarraigo, es decir, la ruptura de los lazos sociales y la quiebra de los lazos con el medio ambiente. En este contexto, no es extraño que la oferta que se hace a la humanidad, una vez debilitada la fuerza del más allá, sea «viajar a Marte», promesa lejana de un bienestar que con más certeza, seguridad y bienestar podríamos construir aquí196. Los intentos de devolver la sensatez al planeta a través de la idea de un desarrollo sostenible, lanzada en la Conferencia de Río de 1992, se ha saldado con un incremento constante del deterioro medioambiental. Desarrollo sostenible es una antinomia, un oximoron, y, como el bufón, desactivan la transformación. El respeto a la naturaleza es incompatible con el productivismo que ha creado la conjunción explosiva de Estado, capitalismo y Modernidad.

El gobierno de las palabras: De la crisis de legitimidad a la trampa de la gobernanza

cuyo único fin es la mercantilización y el debilitamiento de valores solidarios fuertes. La cultura del ocio ha devenido en mera distracción e intoxicación mercantilista al servicio de la multiplicación de la índole consumidora de los seres humanos, al tiempo que se les debilita su capacidad crítica. Y si distraerse forma parte de la sal de la vida, transformarlo todo en distracción es una trampa para crear pueblos distraídos. Los medios, puestos al servicio de la mercantilización del ocio y de los intereses privilegiados, son «armas de distracción masiva» contrarias al socialismo del siglo XXI.

El capitalismo separó a los científicos de la naturaleza. Como ya se ha dicho, hasta el siglo XX, después del uso de armas nucleares con fines bélicos, los científicos no fueron conscientes de que había una responsabilidad en lo que investigaban, no entendieron que

Es la propuesta de futuro que lanzó Georg W. Bush en enero de 2004 a los americanos. Véase Jorge Riechmann, Gente que no quiere viajar a Marte, Madrid, Catarata, 2005. 196

219


Escuela de Liderazgo Democrático. Corporación Viva la Ciudadanía

no era cierto que ellos dejaban su responsabilidad cuando abandonaban el laboratorio, no terminó de asumirse que el ser humano también es naturaleza. La ciencia, que fue el corazón del movimiento ilustrado a partir del siglo XVII, prometió una emancipación que luego fue hurtada cuando se desligó del respeto a la naturaleza. El capitalismo hizo de la ciencia una mercancía más al servicio del capital (a la larga, la más importante) y destrozó la naturaleza. El medio ambiente no era algo para convivir, sino algo para dominar y someter. El capitalismo, en la búsqueda de la maximización del beneficio, procura también ahorrar en las resistencias, de manera que el primer objetivo para extraer riqueza siempre es el más desvalido, la parte que menos deja oír su malestar y transformar ese dolor consciente en transformación. Naturaleza, niños, mujeres, pueblos más débiles, inmigrantes, esclavos son los que han garantizado que los poderosos vivieran cómodamente sin esfuerzo. Pero hoy, en la renovada consciencia que ha despertado el siglo XX, tambien la naturaleza ha dejado salir su grito.

220

El primer mundo ha agotado las reservas naturales, la biodiversidad, y ha puesto sus ojos en los países del tercer mundo que aún mantienen esa reserva de naturaleza. Pero sólo hay un planeta tierra sobre el que todos tenemos una responsabilidad de supervivencia. El principio de precaución es obligatorio: si no se sabe el efecto de alguna novedad, usarlo por el mero ánimo de lucro implica una imprudencia inmoral. Es evidente que en este campo, los transgénicos son verdaderas armas de destrucción masiva. Multinacionales como Monsanto encarcelan a los campesinos a las semillas que la multinacional vende en cada cosecha (sólo sirven para una vez y funcionan exclusivamente con abonos que suministra la misma firma), contaminan a las semillas naturales, necesita pesticidas y fertilizantes enemigos de lo natural y de altísimo coste. La naturaleza ha empezado a quejarse y no

escuchar su grito hace cierta la reflexión de Einstein sobre unos medios tan desarrollados como desacompasados de la certeza moral. El mero productivismo en el que pensó el socialismo en los siglos XIX y XX ya no es válido. En profunda relación con el cuidado de la naturaleza está la reforma agraria que desde hace decenios se reclama desde las masas campesinas de América Latina (y que, parcialmente realizada, fue la base del impulso enorme que recibieron los llamados dragones asiáticos). Una reforma agraria que garantice la alimentación de los pueblos y que revierta la transformación mercantil de ese derecho humano que es la posibilidad de alimentarse. Las grandes empresas de alimentación esquilman la tierra, agotan los caladeros, desertizan, hacen a los campesinos dependientes y, por encima de todo, condenan al hambre. Nunca como hoy fue tan posible alimentar al mundo entero, y nunca esa posibilidad se ha visto tan férreamente negada por los intereses de las transnacionales enquistados en la política institucional. La reforma agraria, que termine con la agroindustria de las multinacionales, es uno de los principales retos del socialismo en el siglo XXI, pues es la garantía de que la supervivencia de los individuos y de la especie sea una realidad, hoy puesta en peligro por la mercantilización de los alimentos, el uso de transgénicos y pesticidas, así como la utilización del hambre como un arma de guerra por los países ricos o por grupos poderosos. En profunda relación con la reforma del agro, está el problema creciente del agua. Frente a los intentos –y logros- de su privatización, el agua debe ser declarada un bien público universal, al margen de su mercantilización, derroche o uso ineficiente. La prevención de la escasez del agua con que amenaza el siglo XXI formará parte de la mayor inteligencia humana del socialismo que viene. Por último, frente al principio neoliberal de


7. El socialismo del siglo XXI es profundamente femenino, consciente del mal uso o del uso insuficiente del caudal de las mujeres cometido durante toda la historia. La madre tierra, la que renueva el ciclo de la naturaleza, la que trae la vida constantemente, ha tenido en las mujeres su más hermosa metáfora y su más castigado grupo. Las mujeres, desde tiempo inmemorial, han visto su trabajo denigrado, su tarea minusvalorada, su esfuerzo rechazado, su cuerpo ultrajado. Trabajan el doble, en casa y fuera, siguen sufriendo la brutalidad de los hombres, la mayor carga de la familia, el abuso de su integridad física, menores sueldos, sometimiento sexual por parte de los hombres, ausencia de libertad para estudiar, para investigar, para crecer, para ser dueñas de su cuerpo. Son «la mitad del cielo», más de la mitad de la humanidad, pero su trabajo es desperdi-

ciado porque los hombres (y también las propias mujeres), educados en un patriarcado egoísta se empeñan en mantener el privilegio que tienen sobre ellas. Ninguna sociedad libre puede sostenerse sobre el desprecio a la mitad de su ciudadanía; ninguna sociedad libre puede permitirse el lujo de infrautilizar a la mitad de su gente, a la mitad de su inteligencia y su coraje. Y por que los anteriores siglos han sido siglos de los hombres, es de justicia, como compensación que abra vías inéditas. En otras palabras, que el siglo XXI sea el siglo de las mujeres. De ahí que sea una obligación que todas las listas electorales a cargos públicos (tanto internos como externos) incorporen la alternancia hombre-mujer, de manera que se vayan disminuyendo las distancias y se puedan suprimir las dificultades. El fin último de ese tipo de cuotas es desaparecer, algo que se logrará cuando la igualdad hombre-mujer sea una realidad que limite el acceso a un cargo a la mera capacidad. Pero en tanto en cuanto las estructuras sociales sigan primando a los hombres, las cuotas son un elemento de justicia cuya inexistencia niega la condición igualitaria que incorpora el socialismo.

El gobierno de las palabras: De la crisis de legitimidad a la trampa de la gobernanza

la liberalización de fronteras, que parte del supuesto de que los países deben especializarse en la exportación, un principio de prudencia ecológica nos invita a consumir productos de la zona en donde uno vive. Una inteligencia «endógena» para un socialismo productivo pero no productivista (es lo que expresó Gandhi con el swadeshi, es decir, la decisión inicial de consumir lo que se produce en cada zona). Resulta profundamente absurdo, como está ocurriendo en Europa, que se consuman productos supuestamente ecológicos que se desplazan miles de kilómetros del lugar de producción para ser consumidos en otros países bajo el supuesto del respeto a la naturaleza. E, igualmente, es absurdo el uso abusivo en los países cálidos de aparatos de aire acondicionado que compiten con las calefacciones en deterioro medioambiental (repitiéndose ahí el disparate contrario: en Europa, renuncia en las casas a cualquier vestido en invierno, en América Latina, uso de prendas de abrigo para soportar los climatizadores).

Sólo cuando las sociedades incorporen los valores femeninos del cuidado, el respeto, la consideración a las generaciones futuras, la cooperación y el diálogo estaremos en condiciones de avanzar en un socialismo que merezca tal nombre. 8. El socialismo del siglo XXI no tiene una alternativa total práctica al capitalismo de los siglos anteriores, si bien ha desarrollado un conocimiento claro sobre qué es lo que no le gusta. El socialismo apuesta para que todos sus miembros puedan desarrollarse en libertad hacia cotas más altas de humanidad. Este Socialismo es una forma de organización so-

221


Escuela de Liderazgo Democrático. Corporación Viva la Ciudadanía

cial donde la libertad de cada cual es la condición para la libertad de todos, de manera que esa emancipación individual construya la emancipación colectiva. El socialismo, pese a anclarse en reivindicaciones tan antiguas como la historia, encuentra su faz moderna en la respuesta a la promesa incumplida de libertad, igualdad y fraternidad de la Ilustración, originariamente postulada para todo el pueblo y posteriormente restringida a un nuevo grupo de privilegiados.

222

El socialismo, desde su perspectiva histórica, siempre ha apostado por la emancipación de los menos favorecidos, contando en esta lucha a menudo con el compromiso de aquellas y aquellos que, aún no perteneciendo a los sectores más desfavorecidos, no quieren formar parte de una sociedad que los convierte, aún involuntariamente, en verdugos de los que financian pagan con su trabajo y sometimiento el bienestar. El comunitarismo de Platón en La república, el sermón de la montaña de Jesucristo, el levantamiento de los esclavos dirigido por Espartaco contra Roma; la oposición a las Cruzadas, los movimientos campesinos del siglo XVI, la resistencia indígena contra la conquista española y portuguesa, la Revolución Francesa, la independencia de América, el levantamiento de los negros en Curaçao, las revoluciones en Europa en 1830 y 1848, la Comuna de París, la revolución rusa, la lucha contra el nazismo, la revolución cubana y sandinista, el movimiento de las sufragistas, los diferentes mayos del 68, el levantamiento zapatista, el movimiento por otra globalización, la defensa popular de la V República en Venezuela, las revueltas indígenas en defensa de sus derechos y sus bienes naturales en Bolivia, Ecuador o Perú, la resistencia iraquí, libanesa y palestina…son todos hitos que comparten un mismo principio: la resistencia a la dominación de las mayorías por parte de unos pocos. Hoy se sabe que no es tan sencillo saber de

manera absoluta cómo es el socialismo del siglo XXI. Como en Machado el camino se está creando al andar, según se está pensando y se está practicando. No tiene contornos fijos, es flexible, mezcla modelos, no se puede entender con una lógica lineal. Pero tampoco significa que sea ecléctico. Recordemos que el socialismo entiende que aun siendo cierto que las respuestas modernas no valen, por el contrario sigue siendo válida su pregunta, el reto de la emancipación. El socialismo, por tanto, responde con urgencia a los problemas económicos, pero no es solamente una respuesta económica, sino que se ocupa también de encontrar alternativas integrales en lo político, en lo normativo, en lo cultural. Tiene como profunda referencia la memoria del siglo XX. No es modelo cerrado, catecismo, canon a seguir fielmente. Sabe, gracias al siglo pasado, que cualquier filosofía puede servir para justificar cualquier delito de lessa humanidad (como demuestran Marx con el estalinismo, Carl Schmitt y Heideger con el nazismo, el Vaticano con las dictaduras militares, Leo Strauss con los neoconservadores norteamericanos). No tiene más faro que una buena memoria y la obligación de diagnósticos certeros. No tiene el manual de instrucciones, pero ha incorporado, como gran ayuda, la absoluta certeza de cómo no debe ser. El capitalismo es culpable, desde el siglo XV, de las mayores atrocidades que ha cometido el ser humano. Su propia fuerza, alabada con entusiasmo por Marx y Engels en El manifiesto comunista, era capaz de derribar cualquier muralla china, cualquier frontera, cualquier orden. Con el problema menos atractivo de que arrasa igualmente con la gente que no le es funcional. El capitalismo es el culpable de las invasiones, de las cruzadas, de la conquista de América, de la esclavitud de África, del colonialismo, de las guerras mundiales, de la condena al hambre de más de la mitad de la humanidad, de la transformación del medio ambiente en una mercancía. Un sistema que


No hay certeza de cómo será el socialismo futuro, pero puede saberse cómo no debe ser. Esta afirmación en negativo proporciona una eficaz herramienta para caminar en pos de la emancipación: todo lo que supere al capitalismo, logrando transformarse en una hegemonía social alternativa, va en la dirección correcta. No hace falta un gran diseño. Basta con que se satisfaga en libertad y con consentimiento de los implicados cualquier exigencia de inclusión económica, política, normativa y cultural de una comunidad para que ahí esté pasando el socialismo. Por eso, su estrategia consiste en «desbordar» al capitalismo, acentuar su condición contradictoria, acelerar sus callejones sin salida, usar sus recursos para demostrar su inhumanidad, su ineficiencia, su carácter depredador o, en el mejor de los casos, su despotismo ilustrado. Pero no hay que confundir este desbordamiento con el «cuanto peor mejor» que puso

en marcha determinada izquierda en el siglo XX. No se trata de agravar las condiciones de pobreza, miseria, enfermedad o analfabetismo pretendiendo que así llegará antes el socialismo. Las avenidas del nuevo socialismo son grandes alamedas, y ya hemos sabido que cuando se usan las mismas armas que aquél a quien se combate, se termina pareciendo uno demasiado a ellos. Se trata, por tanto, de acentuar las limitaciones del capitalismo en aras de que la población entienda que ese sistema es incapaz de construir un mundo igualitario, libre, solidario y sustentable. La propia construcción jurídica de las democracias liberales, usada de manera rigurosa, puede abrir esas brechas (de ahí que los Estados Unidos se opongan a la reforma de Naciones Unidas, al Tribunal Penal Internacional, al Protocolo de Kyoto y a tantos otros acuerdos internacionales). De igual manera, obrar con reciprocidad también rompe con su lógica (como ocurrió en Cancún en 2005, cuando el G77 exigió a los países ricos lo que los países ricos exigían a los pobres, rompiéndose la posibilidad de una Cumbre de la OMC favorable a los intereses del Norte). Es tiempo de experimentación. Por eso, el socialismo del siglo XXI tiene que ser ingenioso y, prudente, pues no hay modelo y los errores siempre se pagan.

El gobierno de las palabras: De la crisis de legitimidad a la trampa de la gobernanza

condena al hambre, a la miseria, a la enfermedad y a la guerra a más de la mitad de la humanidad desde hace siglos. Las fórmulas socialistas no siempre han funcionado, aunque también se sabe que el capitalismo nunca las ha dejado funcionar. Cualquier levantamiento contra el orden establecido desde hace cinco siglos, cualquier queja, cualquier alternativa, sean los esclavos, los campesinos, los indios, los negros del Caribe con el influjo de la revolución Francesa, la Comuna de París, la revolución rusa, la resistencia contra los nazis o los miles de levantamientos populares anónimos, han sido aplastados y masacrados. Por eso, como primer paso para la construcción de la alternativa, hay que recuperar esa historia de resistencia, esa historia que siempre se ha pretendido ocultar pues sembraba ejemplo para el presente y el futuro. El socialismo del siglo XXI tiene a mano el ejemplo de resistencia, de protesta y de propuesta de los siglos anteriores. El socialismo del siglo XXI necesita tener muy fresca la memoria.

En muchos países, parece más eficaz usar la ley, sus vacíos, sus propias armas para lograr la reversión del sistema antes que utilizar recursos de violencia que, cuando carecen de cualquier apoyo y comprensión social, se convierten en mero terrorismo incompatible con la condición humanista del socialismo del siglo XXI. Habrán, como se dijo, espacios donde se podrán probar alternativas radicalmente ajenas al capitalismo (y se evaluarán sus resultados), pero habrán otros muchos espacios donde deberán convivir la vieja lógica con la nueva (por ejemplo, en muchos países se está demostrando cómo esas fórmulas mixtas de cooperativismo, merca-

223


Escuela de Liderazgo Democrático. Corporación Viva la Ciudadanía

do y Estado han dado resultados mejores que fórmulas estrictas de intervención estatal en la construcción de vivienda popular). La condición «experimental» de las nuevas fórmulas es una obligación cuando se carece de modelo alternativo (la solución, como se ha insistido, no puede ser «más de lo mismo»). Pero se debe ser muy cuidadoso para que el avance no se haga sobre el sistema de «ensayo y error» que siempre tendrá damnificados. Las autoridades chinas, sobre la base de esa mezcla de capitalismo y comunismo chinas, y apoyadas en sus peculiaridades políticas, realiza esa experimentación con ciudades enteras, obteniendo una rica experiencia pero con enormes sacrificios, especialmente de aquellos que, habiendo servido de conejillos de indias, han probado metodologías alternativas que no funcionan. Siendo cualquier vida humana insustituible, estas tareas de ingeniería con personas son ajenas a una moral socialista.

224

En tanto en cuanto se vayan visualizando las nuevas vías, el socialismo del siglo XXI debe garantizar los elementos mínimos para que las actuales generaciones no vean sacrificada su posibilidad de una vida digna. Para ello, los poderes públicos deben hacer un gran esfuerzo para garantizar, en primer lugar, un puesto de trabajo digno para todos (el desempleo es contrario a la idea de socialismo e, incluso, de humanidad) o bien, en su defecto, fórmulas de renta básica garantizadas para todos los ciudadanos (incluidas las mujeres que realizan un enorme trabajo no remunerado como es el doméstico), camino de la creación de un trabajo no alienante que, por definición, no puede mantener la diferencia entre trabajo manual y trabajo intelectual ni tener como telón de fondo la explotación del ser humano por otros seres humanos. La producción debe, por tanto, orientarse a la creación de valores de uso, y no de valores de cambio. Y para no caerse en los cuellos de botella ya conocidos, hay que elaborar incentivos que sirvan para ocupar el equivalente funcional

del mercado y de las diferencias salariales. Por último, si el trabajo debe ser digno y con una jornada que permita el desarrollo humano, el ocio debe entenderse como ocio creativo, al servicio del desarrollo humano que, en última instancia, no contrapone al individuo, a la sociedad y, en última instancia, el género humano. El socialismo del siglo XXI empieza a pensarse desde unos mínimos que son el piso para empezar a pensar el nuevo sistema. En tanto los mínimos de educación, sanidad, vivienda, vestido, agua potable, luz, cultura no estén cubiertos, no se puede hablar de una sociedad que siquiera pueda entenderse como tal (sino un conjunto de personas con débiles lazos entre ellos). Y para garantizar estos aspectos, es indispensable una institucionalidad que ejecute y fiscalice en relación con el movimiento social. Una nueva dialéctica es urgente. Tan falsa como la «mano invisible» del mercado es una «mano invisible» de los movimientos sociales. En el frontispicio del socialismo del siglo XXI está la satisfacción de estos bienes que serán considerados bienes públicos y cuya satisfacción es un compromiso del que debe responder toda la comunidad. Repensar el Estado es parte del contenido teórico del socialismo de nuevo cuño. Reinventar el Estado es parte de la práctica del socialismo del siglo XXI. Requisitos indispensables serán, para poder impulsar el nuevo socialismo, la recuperación de una capacidad financiera pública de ahorro y préstamo, de la misma manera que debe ponerse freno al movimiento especulativo de capitales en forma de un gravamen al capital no rentable que se impondrá necesariamente de manera global (como medida para impedir las fugas de capitales productivos). Dentro de este esquema, las formas de planificación deben ser repensadas, de manera que el flujo de información sea más continuo y eficiente. El intercambio social va más allá del


9. El socialismo del siglo XXI es «violentamente pacífico» El poeta inglés John Donne enseñó que no había que preguntar por quién doblan las campanas, pues siempre doblan por uno mismo. Cada muerte violenta siempre será una marca en la tablilla de la humanidad. En esa dirección, el socialismo es pacífico porque la violencia va contra el sentido de la vida (tanto en las relaciones internacionales como en el orden interno). La violencia, un elemento pensado y usado tradicionalmente desde la izquierda en oposición a la violencia concreta o estructural del Estado, debe ser replanteado tanto en su condición ética como en su utilidad o inutilidad histórica. Es más propio vencer convenciendo, construyendo hegemonía (Gramscilxxiii), utilizando herramientas más humanas que desbordan a la violencia de los poderosos (Gandhi). Es más propia del socialismo en el siglo XXI la desobediencia civil que la lucha armada. Un análisis riguroso de los conflictos bélicos durante los últimos dos siglos demuestra que, salvo excepciones en donde la población legitima esa resistencia de manera amplia, el recurso a las armas genera una espiral que no construye sino odio y más violencia. Las piedras de las intifadas terminan siendo más fuertes que los tanques israelíes. Los rifles de madera zapatistas demostraron más fuerza que las carabinas reales. Las comunidades de paz lxxiii.

colombianas, con su rechazo a las armas, frenan la locura de guerrillas, de paramilitares y narcotraficantes y del ejército. De partida, el socialismo del siglo XXI apuesta por la paz y entrega la responsabilidad de la solución de conflictos a los organismo de unas Naciones Unidas reestructuradas. Pero al tiempo, su condición pacífica debe ser eficaz para salvaguardar su modelo de vida y para defenderse de las agresiones. La violencia es un recurso último, pero, en ocasiones, también es un recurso. La experiencia del siglo XX ha demostrado que la fuerza siempre es la última razón del capitalismo en crisis. Frente a esta terrible experiencia, conviene sacar conclusiones. La lucha contra la opresión española en el siglo XIX, contra las invasiones norteamericanas durante el siglo XX, la resistencia al nazismo, la guerra contra el franquismo en España… en definitiva, la contención de la violencia de los poderosos es legítima. «Prefiero la violencia a la indiferencia» dijo Gandhi. Al socialismo le repugna el uso de la fuerza, pero le repugna aún más que una minoría con acceso a la fuerza impida la felicidad a los demás. La democracia debe defenderse y, aún más, debe dejar claro, como fórmula preventiva, que tiene la posibilidad de defenderse. Por eso es «violentamente pacífica». Nadie puede tener la posibilidad de abusar de los pueblos pacíficos. Por eso se arman también las democracias. Y en este sentido, la mejor defensa de la democracia está en el pueblo armado (que no es lo mismo que el pueblo con armas) y no en los ejércitos. La existencia de ejércitos implica la existencia de fábricas de armamento y, por ello, existen guerras. Incluso, en el mejor de los casos (donde existe un compromiso social del ejército), el monopolio de las armas es un potencial que nunca debe dejarse en manos de ningún colectivo, pues termina atrayendo comportamientos poco acordes

El gobierno de las palabras: De la crisis de legitimidad a la trampa de la gobernanza

intercambio de productos y aún más lejos del intercambio de mercancías (productos creados para el mercado capitalista). El mercado puede encargarse de suministrar bienes que no sean de interés general (estos últimos deberán suministrarse de manera pública, aunque no necesariamente de manera estatal), encargándose diferentes formas de contraloría (tanto popular como administrativa) de garantizar el correcto suministro de los bienes.

Gramsci: Teoría de Antonio Gramsci, político italiano de la primera mitad del siglo XX.

225


con el interés general. El pueblo armado es el pueblo consciente de que su libertad también se defiendo con las últimas ratios. Todo conflicto, toda guerra, toda agresión, sea ofensiva o defensiva, es un fracaso del socialismo del siglo XXI. Al igual que la buena medicina debe ser preventiva, la mejor violencia es la que nunca se usa. Por eso, es importante todo el esfuerzo que se haga para prevenir conflictos, así como para reconstruir la Organización de Unidas como una organización capaz de luchar y de usar la violencia en nombre de la paz y de la democracia. Para eso, es necesaria la reforma integral de la ONU, el replanteamiento de la carrera armamentista (verdadera responsable del auge de las guerras), del negocio de la guerra y de la existencia de supuestos gendarmes mundiales que actúan como bomberos pirómanos.

Escuela de Liderazgo Democrático. Corporación Viva la Ciudadanía

Como criterio general, la mejor arma es la que no existe; la mejor de las que existen, es la que no se usa; y la mejor de las que se usan, aquella que limita el daño a conseguir el único fin que legitima las armas: defenderse de los que quieren asentar su privilegio sobre los hombros de los demás.

226

10. El socialismo del siglo XXI debe reconstruir y reinventar las fronteras territoriales, políticas y culturales, propugnando a su vez un nuevo orden internacional. La globalización neoliberal es la utopía del capitalismo. Un mundo sin fronteras, una jungla sin reglas para beneficio del más fuerte. La gran mentira del capitalismo es decir que todo puede expresarse en forma de mercancías y que el mercado es capaz, al autorregulárse, de organizar la sociedad mundial. El capitalismo neoliberal –como cualquier variante del capitalismo- necesita abolir las fronteras, las leyes laborales, la propiedad comunal, cualquier cosa que ponga freno a su deseo de individualizar, de trans-

formar el mundo y todo lo que lo habita en meras mercancías que puedan venderse y comprarse en el mercado. Pero la ineficiencia y la desigualdad que construye el mercado autorregulado es proverbial. El resultado son profundas desigualdades. Como dijo Rousseau, ninguna democracia existe cuando un ser humano es lo suficientemente pobre como para venderse o suficientemente rico como para comprar a otro hombre. El capitalismo sin fronteras es el territorio ideal de los asaltadores de caminos, de bancos, de personas y naturaleza. Roban aquí y allá y huyen sin moverse de su espacio controlado. Las fronteras del Estado nacional han sido superadas por el desarrollo tecnológico, la complejidad social y la globalización. El Estado nacional ha sido sobrepasado en no pocos aspectos por abajo y por arriba. De ese Estado nacional hay que mantener algunos aspectos, liquidar otros e ir más allá en muchos. Proclamar el fin del Estado es una novedosa mentira del capitalismo cuando el Estado, convertido en Estado social y democrático de derecho, suponía un freno para la expansión del capital y el aumento del beneficio. El Estado ha sido sobrepasado por abajo porque los ámbitos locales pueden desarrollar mejor determinadas tareas al estar más cerca de la gente. En la globalización, cuando las decisiones se alejan de la ciudadanía, hay que recuperar en todo su rigor el principio de subsidiariedad: lo que pueda hacer el nivel inferior que no lo haga el superior, garantizándose siempre que, cuando el nivel inferior no pueda cubrir algún aspecto, siempre estará atento el nivel superior para cubrir su satisfacción. En aspectos de gran relevancia, a menudo abandonados por la izquierda, el ámbito local es esencial, por ejemplo en la lucha contra el narcotráfico o la corrupción. Es en ese nivel de cercanía donde resulta más eficiente combatir las redes de corrupción que afectan a los propios cuerpos del Estado (funcionarios, policías, políticos), ya que el grado


Por arriba, la superación del Estado tiene que ver con determinados asuntos que ya no pueden solventarse en el breve espacio de un Estado. Pero ahí coincide el desarrollo político con los deseos de los capitales internacionales. La teoría de las ventajas comparativas neoclásica dejaba de lado muchas cosas, principalmente las necesidades internas de los pueblos. Producir sólo para exportar no desemboca necesariamente en un mayor bienestar nacional. Crea elites exportadoras que condenan a los pueblos al hambre y al atraso. Por eso, hay que reconstruir las fronteras del siglo XXI, que necesariamente van a ser regionales. Esas nuevas fronteras deben ir por encima de las tradicionales fronteras políticas. Europa vio facilitada esa tarea debido a una terrible guerra que asoló el continente. En otros sitios hace falta un ejercicio de humildad para entender la necesidad de rebajar el nacionalismo al tiempo que se ensalza y respeta la nación. Se está más cerca de los que trabajan por la emancipación en otro país que los que los nacionales que luchan contra ella. Por eso hacen falta conexiones supranacionales y liderazgos supranacionales compartidos. Para ello, hay que reconstruir nuevas identidades que integren más acá y más allá de lo que englobaban los estados nacionales. La construcción de los Estados homogeneizó sensibilidades, sometió a pueblos, razas, lenguas y los obligó a una única identidad. Y los

Estados nacionales sobrevivieron alimentando las diferencias con los Estados más cercanos. El socialismo del siglo XXI debe superar esas diferencias basadas en intereses de particulares y encontrar los elementos comunes de zonas geográficas. Debe prestar especial atención a lo que puede sumar cuando sumar emancipe, y debe prestar atención a las diferencias cuando igualar descaracterice. La construcción de esas nuevas identidades debe hacerse de manera participada y para ello es de gran relevancia la posibilidad de armar una «opinión pública regional», algo más sencillo cuando se comparte el mismo idioma (aunque, en cualquier caso, siempre serán necesarios ejercicios profundos de traducción). En esta dirección, deben ir pensándose la creación de redes regionales que compartan objetivos, de la misma manera que América Latina debiera ir construyendo formas de encuentro entre partidos que puedan representar esa nueva opinión pública regional (partidos políticos que pertenezcan a una misma línea ideológica pero que operan en diferentes estados). La posibilidad de crear una opinión pública regional pasa, evidentemente, por crear medios de comunicación regionales (algo en lo que está avanzando más América Latina con Telesur que la Unión Europea, que apenas comparte el canal Arte y no de manera integrada).

El gobierno de las palabras: De la crisis de legitimidad a la trampa de la gobernanza

de información es mucho más alto. E igual ocurre con la planificación de la educación, de la sanidad e, incluso, del empleo. No deja también de ser cierto que le resulta más fácil a algún contrapoder (mafias, narcos, grupos armados, caciques) controlar un ámbito local que uno central. Una vez más, la escala adecuada dependerá de las circunstancias. En este caso, la subsidiariedad deja claro que el ámbito local no podría satisfacer las necesidades y, por tanto, le correspondería al ámbito superior garantizarlas.

Las nuevas fronteras deben protegerse de los ataques de los que, en nombre del libre comercio, amenazan a la industria, el campo o los servicios nacionales. No se trata de construir ninguna forma de autarquía, sino de entender, frente a la gran mentira de la apertura de fronteras (algo que nunca han hecho los países ricos), que determinadas formas de protección interna son una garantía de bienestar. Dentro de esa reconstrucción de las fronteras políticas, la democracia local es uno de los elementos sociales, donde debe reinventarse una nueva alianza entre formas

227


Escuela de Liderazgo Democrático. Corporación Viva la Ciudadanía

representativas y formas de democracia participativa (los presupuestos participativos son un fórmula avanzada en esa dirección). En sociedades complejas -sociedades donde cada persona es un mundo que merece ser reconocido como tal- las respuestas de la administración no pueden ser «simplificadoras». El socialismo del siglo XXI da respuestas complejizadoras a problemas complejos, lejos del «síndrome del príncipe de la cenicienta» (aquél príncipe caprichoso que quiere calzar a todas las ciudadanas del reino la zapatilla de cristal que a él le gusta). Simplificar significa en este caso ignorar que cada persona tiene una horma particular. Complejizar –lo que también «complica», dificulta, la tarea política- es entender que no puede meterse a toda la población en un mismo recipiente, por mucho que eso facilite la tarea a los responsables políticos.

228

De la misma manera, es obligatorio terminar con esos lugares «sin fronteras» que condenan a tantos países a la pobreza: los paraísos fiscales y las empresas transnacionales. Al tiempo que se postula desde el neoliberalismo un mundo sin fronteras, se crean reinos feudales protegidos por nuevos castillos y enormes fosos –los entramados jurídicos-financieros- cuya entrada está vedada a los pueblos. Al igual que los derechos humanos dejaron de ser considerados como «asuntos particulares» de los Estados, los asuntos financieros, que condenan a la pobreza a continentes enteros, deben dejar de ser asuntos propios de las empresas, organismos internacionales o Estados que reclaman su dominio para mantener su privilegio. 11. El socialismo del siglo XXI tiene que poner en marcha la reconceptualización de la creación de la riqueza y la pobreza, creando para ello un Tribunal Internacional que siente las bases teóricas, políticas y morales para enfrentar el problema. El orden internacional actual, bajo hegemo-

nía norteamericana y con un desarrollo planetario del capitalismo, el estatismo y la Modernidad, condena a la miseria a tres cuartas partes del planeta, al tiempo que ahonda la deuda ecológica al trasladar a los países del Sur tanto residuos generados en el Norte como cultivos que arrasan la tierra (por ejemplo, de la soja que se exporta para forraje del ganado que se cría en los países ricos y exportadores de carne). Tradicionalmente se ha explicado el desarrollo del Norte como un proceso autoreferenciado y virtuoso que encontraba las razones de su progreso en claves internas. Pero, como bien demuestran los llamados estudios culturales a partir de los años setenta del siglo pasado, no es posible concebir el desarrollo del Norte sin ponerlo en estricta conexión, desde el siglo XV, con el Sur que le brindó sus posibilidades de acumulación al precio de empobrecerse a sí mismos. No es solamente que para que exista un Centro tiene que haber una Periferia, sino que es la condición particular de centro la que condena a otros muchos países a ser periferia. Hacen falta tribunales internacionales que expliquen cómo la existencia de países pobres está íntimamente ligada a la existencia de países empobrecedores, a la manera del Tribunal Russell que investigó los crímenes de la guerra de Vietnam. Estos tribunales deben evaluar, con todas las partes, el costo del colonialismo, de las invasiones, del robo de materias primas, de la esclavitud, del comercio desigual, de la exportación de desechos tóxicos, del fomento de guerras y dictaduras, de las imposiciones de pautas exportadoras. Con urgencia debe enfrentarse el tema de la deuda externa y de la deuda ecológica. Sin un replanteamiento de esa desigualdad histórica, que aún hoy sigue lastrando en forma de deuda social el posible avance de los países empobrecidos, es imposible pensar formas de democracia -y aún menos de socialismopara el siglo XXI. Como se ha señalado, el pago de la varias veces desembolsada, «in-


Como ha insistido la teología de la liberación, Aquí pues yo, Guaicaipuro Cuatemoc he venido a encontrar a los que celebran el encuentro. Aquí pues yo, descendiente de los que poblaron la América hace cuarenta mil años, he venido a encontrar a los que la encontraron hace solo quinientos años. Aquí pues, nos encontramos todos. Sabemos lo que somos, y es bastante. Nunca tendremos otra cosa. El hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa para poder descubrir a los que me descubrieron. El hermano usurero europeo me pide pago de una deuda contraída por Judas, a quien nunca autoricé a venderme. El hermano leguleyo europeo me explica que toda deuda se paga con intereses aunque sea vendiendo seres humanos y países enteros sin pedirles consentimiento. Yo los voy descubriendo. También yo puedo reclamar pagos y también puedo reclamar intereses. Consta en el Archivo de Indias, papel sobre papel, recibo sobre recibo y firma sobre firma, que sola-

no hay perdón sin restitución. Pese al discurso complaciente de buena parte de las teorías del conflicto, no es posible un lugar ·»ganador-ganador» sin la reintegración de lo robado, roto, evitado o impedido. Esta petición tiene una contundente expresión en las supuestas palabras del Cacique Guaicaipuro Cuatemoc a los Jefes de Estado de la Comunidad Europea el 8 de febrero de 2002198: mente entre el año 1503 y 1660 llegaron a San Lucas de Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata provenientes de América. ¿Saqueo? ¡No lo creyera yo! Porque sería pensar que los hermanos cristianos faltaron a su Séptimo Mandamiento. ¿Expoliación? ¡Guárdeme Tanatzin de figurarme que los europeos, como Caín, matan y niegan la sangre de su hermano! ¿Genocidio? Eso sería dar crédito a los calumniadores, como Bartolomé de las Casas, que califican al encuentro como de destrucción de las Indias, o a ultrosos como Arturo Uslar Pietri, que afirma que el arranque del capitalismo y la actual civilización europea se deben a la inundación de metales preciosos!

El gobierno de las palabras: De la crisis de legitimidad a la trampa de la gobernanza

moral y odiosa» deuda externa evita sembrar las bases, el sustento mínimo de suministro de bienes básicos sobre los que sustentar la puesta en marcha del nuevo socialismo. La pobreza y la miseria que han creado y crean las diferentes deudas la hacen rea de un delito continuado de genocidio.

¡No! Esos 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata deben ser considerados como el primero de muchos otros préstamos amigables de América, destinados al desarrollo de Europa. Lo contrario sería presumir la existencia de crímenes de guerra, lo que daría derecho no sólo a exigir la

Es más que probable que nunca haya existido ni tal cacique ni tal exposición (no hay fuentes que lo confirmen y algunos errores con los que circula el texto por la red así parecen indicarlo). Sin embargo, valga decir que «se non é vero, e ben trovato». Que el autor fuera un indígena, es decir, una víctima, le da fuerza moral al relato, de la misma manera que la posibilidad de obligar a los líderes más poderosos del mundo a escuchar una queja tiene un fondo romántico. Pero lo realmente relevante es que texto es totalmente plausible y su verdadera fuerza radica en la contradicción que pone encima de la mesa, más allá de contextos y autorías. 198

229


devolución inmediata, sino la indemnización por daños y perjuicios. Yo, Guaicaipuro Cuatemoc, prefiero pensar en la menos ofensiva de estas hipótesis. Tan fabulosa exportación de capitales no fue más que el inicio de un plan «»MARSHALLTESUMA»», para garantizar la reconstrucción de la bárbara Europa, arruinada por sus deplorables guerras contra los cultos musulmanes, creadores del álgebra, la poligamia, el baño cotidiano y otros logros superiores de la civilización. Por eso, al celebrar el Quinto Centenario del Empréstito, podremos preguntarnos: ¿Han hecho los hermanos europeos un uso racional, responsable o por lo menos productivo de los fondos tan generosamente adelantados por el Fondo Indoamericano Internacional? Deploramos decir que no.

Escuela de Liderazgo Democrático. Corporación Viva la Ciudadanía

En lo estratégico, lo dilapidaron en las batallas de Lepanto, en armadas invencibles, en terceros reichs y otras formas de exterminio mutuo, sin otro destino que terminar ocupados por las tropas gringas de la OTAN, como en Panamá, pero sin canal.

230

En lo financiero, han sido incapaces, después de una moratoria de 500 años, tanto de cancelar el capital y sus intereses, cuanto de independizarse de las rentas líquidas, las materias primas y la energía barata que les exporta y provee todo el Tercer Mundo. Este deplorable cuadro corrobora la afirmación de Milton Friedman según la cual una economía subsidiada jamás puede funcionar y nos obliga a reclamarles, para su propio bien, el pago del capital y los intereses que tan generosamente hemos demorado todos estos siglos en cobrar. Al decir esto, aclaramos que no nos rebajaremos a

cobrarle a nuestros hermanos europeos las viles y sanguinarias tasas del 20 y hasta el 30 por ciento de interés, que los hermanos europeos le cobran a los pueblos del Tercer Mundo. Nos limitaremos a exigir la devolución de los metales preciosos adelantados, más el módico interés fijo del 10 por ciento, acumulado solo durante los últimos 300 años, con 200 años de gracia. Sobre esta base, y aplicando la fórmula europea del interés compuesto, informamos a los descubridores que nos deben, como primer pago de su deuda, una masa de 185 mil kilos de oro y 16 millones de plata, ambas cifras elevadas a la potencia de 300. Es decir, un número para cuya expresión total, serían necesarias más de 300 cifras, y que supera ampliamente el peso total del planeta Tierra. Muy pesadas son esas moles de oro y plata. ¿Cuánto pesarían, calculadas en sangre? Aducir que Europa, en medio milenio, no ha podido generar riquezas suficientes para cancelar ese módico interés, sería tanto como admitir su absoluto fracaso financiero y/o la demencial irracionalidad de los supuestos del capitalismo. Tales cuestiones metafísicas, desde luego, no nos inquietan a los indoamericanos. Pero sí exigimos la firma de una Carta de Intención que discipline a los pueblos deudores del Viejo Continente, y que los obligue a cumplir su compromiso mediante una pronta privatización o reconversión de Europa, que les permita entregárnosla entera, como primer pago de la deuda histórica...» Dicen los pesimistas del Viejo Mundo que su civilización está en una bancarrota tal que les impide cumplir con sus compromisos financieros o morales. En tal caso, nos contentaríamos con que nos pagaran entregándonos la bala con la que mataron al Poeta. Pero no podrán. Porque esa bala es el corazón de Europa.


Occidente ha sido siempre una fuerza colonial imposibilitada, por la llamada razón moderna que construyó, para comprenderse, humildemente, como sólo una parte de la verdad. La forma de pensar de Occidente (la Modernidad) le ha llevado a que, incluso cuando ha propuesto valores de carácter universal, haya impuesto directa o indirectamente sus valores propios (a partir del siglo XVIII, contaminados, además, de capitalismo voraz y estatismo homogeneizador). Los derechos humanos no son los derechos individuales del liberalismo que terminan, en nombre de una buena causa, siendo otro instrumento de opresión de unos países sobre otros o de unas ideologías sobre otras. Los derechos humanos deben reconstruirse como un diálogo entre los diferentes pueblos y culturas, entre las diferentes opciones políticas y las diferentes religiones. Frente a propuestas de choque de civilizaciones, basadas en la supuesta incompatibilidad de valores y derechos humanos, el socialismo del siglo XXI debe hacer un esfuerzo en la línea del diálogo de civilizaciones, que reconozca la interculturalidad y la más eficaz construcción de la emancipación desde diferentes perspectivas que comparten, pese a los distintos presupuestos, un compromiso con una globalización alternativa. Frente a la mercantilización del mundo de vida puesto en marcha por la globalización neoliberal, existe una rica variedad de respuestas (provenientes de culturas indígenas, religiones, sensibilidades sexuales) que deben sumarse para recuperar ese espacio humano hurtado por la mercantilización neoliberal. Esos nuevos derechos humanos deben tener como orientación compartida la recuperación de un aspecto dejado de lado por la concepción liberal occidental de los derechos huma-

nos: el derecho a la propia alimentación, junto a un correlato directo: el derecho a poder disponerse de los medios de producción básicos para el desarrollo personal. El derecho a la vida se conculca de manera aberrante cuando tres cuartas partes de la humanidad no pueden alimentarse. De poco sirve el reconocimiento formal de la libertad cuando esa libertad no puede ejercerse porque faltan el alimento y la instrucción necesarios para construir una vida digna. De igual manera, el libre acceso a los medicamentos necesarios debe formar parte de una concepción de los derechos humanos que debiera ser defendida por la ONU, completada con el acceso a la cultura que permita disponer de las herramientas conceptuales necesarias para poder pensar y construir alternativas. 13. El socialismo del siglo XXI necesita articular sus propios medios de comunicación, orientados por los valores que deben sostenerlo

El gobierno de las palabras: De la crisis de legitimidad a la trampa de la gobernanza

12. El socialismo del siglo XXI tiene que reconstruir la idea de los derechos humanos sobre la base del respeto a todas las culturas

No hay salida posible del túnel si no se sabe que afuera hay luz. Podría pensarse que basta un golpe de azar para salir de las sombras, pero eso sólo sería posible si no existieran beneficiarios de las tinieblas. Esto ha dificultado una superación sobria de ese conflicto. La batalla de las ideas es la que hace encarnizadas el resto de las batallas. Las alternativas durante el último tercio del siglo XX han sido, básicamente, o la indiferencia absoluta o la militancia total. La derrota de, prácticamente, todos los intentos de transformación radical del capitalismo y la democracia representativa, así como el férreo control de la creación de hegemonía, ha polarizado a las sociedades entre amplias masas conformistas y pequeños núcleos concienciados a los que les corresponde la carga total del discurso y la práctica transformadoras. Esto, a menudo, lleva a que esas minorías que sostienen todo el peso de

231


Escuela de Liderazgo Democrático. Corporación Viva la Ciudadanía

la propuesta emancipadora terminen sin fuerzas, ingresando finalmente en las filas del desánimo o construyendo pequeñas islas donde escaparse de la hegemonía neoliberal. La emancipación, o se sostiene por amplios sectores de la población o se convierte en una tarea «ciclópea» sólo asumible por gigantes que pueden terminar perdiendo su condición humana y, por tanto, sencilla.

232

Desde los años treinta del siglo XX, los medios de publicidad de masas (inicialmente la radio y después la televisión) se convirtieron en elementos esenciales tanto de propuestas reaccionarios (el nazismo fue experto en su uso) como de propuestas con rasgos emancipadores (los inicios del New Deal de Roosevelt tuvieron como principal vocero las «charlas al calor de la lumbre» que dictaba semanalmente el Presidente). En los años 60 y 70, los medios se pusieron de manera general al servicio del sostenimiento de la sociedad capitalista y su necesidad constante de incrementar la demanda camino de las sociedades de consumo. La publicidad, como artífice de la incorporación de los trabajadores a pautas consumistas, así como el resto de producciones audiovisuales (sin olvidar los noticieros), han ayudado sobremanera a construir un mundo individualista, centrado en la distracción, pivotando en torno al consumo, conformista y desarmado intelectualmente para enfrentar el esfuerzo de la transformación. Un mundo basado en valores de cambio, determinados por la propaganda publi-

citaria, y no en valores de uso, respecto del cuál se dificultan las mentiras. El silencio por parte de los medios de los estragos causados por el capitalismo, así como el ocultamiento de las protestas frente al mismo debilitan el nacimiento de otras resistencias. Nunca ha sido más cierto el aserto del líder nazi Goebbels de que una mentira repetida cien veces termina siendo vista como una verdad. Los adolescentes del primer mundo creen que si no tienen el último modelo de telefonía celular son pobres e infelices. Y los anuncios no explican que la soledad y la incomunicación no son menores con esos nuevos artilugios. Sólo con espejos del nuevo socialismo se podrán reflejar los nuevos valores, que deberán ser sostenidos por el conjunto de la sociedad y no por una minoría consciente (aunque, mientras tanto, le corresponda a esa minoría trabajar de más para extender esos valores). Y esos valores igualitarios deben ir acompañados de opciones igualitarias, de manera que sean unos recursos similares (de tiempo, dinero, herramientas intelectuales) los que permitan una participación similar. Y esa nueva realidad debe reflejarse para construir subjetividades afines a esa nueva realidad. Sólo con medios de comunicación ajenos a los grandes entramados empresariales-financieros-políticos puede explicarse, proponerse, defenderse el nuevo socialismo. Sólo con medios que compartan los nuevos valores puede educarse a la ciudadanía en la defensa colectiva de formas de convivencia


Sólo con medios de comunicación ajenos a los intereses particulares podrá, como se apuntó, construirse opiniones públicas regionales (latinoamericanas, africanas, europeas, mediterráneas) que construyan la globalización alternativa y extraigan de las posibilidades de acercar el tiempo y el espacio elementos para ahondar en la emancipación. 14. El socialismo del siglo XXI sabe que a mayor participación popular, menor poder particular. La democracia representativa ha construido entramados alejados de la ciudadanía. La ausencia de formas de democracia directa ha enfriado la democracia hasta convertirla en un procedimiento que termina ignorando su condición de gobierno «por el pueblo» y «para el pueblo». El reforzamiento de la democracia local devuelve a un nivel práctico

la gestión de la política, hurtada por el Estado central que es el que hace y deshace en los organismos financieros internacionales y en las instituciones supranacionales. Conforme se aleja el centro de toma de decisiones, más se debilita la democracia. La mayor información concreta siempre está abajo, aunque la visión de conjunto siempre tiene que hacerse con una visión que integre todas las partes. La labor de coordinación del Estado, necesaria, tiene que articularse, como se ha dicho, desde el principio de la subsidiariedad, de manera que las instituciones centrales sirvan como garantes -y tengan recursos- para poder cubrir aquellos aspectos que se brinden insuficientemente en el ámbito local, por ejemplo, los bienes de carácter universal. Si bien es cierto que hay aspectos que tienen que enfrentarse regionalmente (el Estado nacional se ha quedado pequeño para tratar pandemias, crisis ecológica, movimientos financieros, conocimiento científico, etc.), hay otros para los que la administración central queda demasiado lejos (asuntos locales, vida cotidiana, participación, conocimiento integral de las comunidades). La organización de la vida comunitaria es un elemento central de la reinvención del socialismo.

El gobierno de las palabras: De la crisis de legitimidad a la trampa de la gobernanza

basadas en otros principios éticos. La información no puede consistir en el consumo pasivo de mensajes e imágenes provenientes de un único proveedor. Es un diálogo de ida y vuelta donde deben incrementarse los emisores, de la misma manera que son plurales los receptores. Los medios alternativos, locales, descentralizados y el libre acceso son requisitos para que el nuevo socialismo no caiga en el adoctrinamiento dirigido por una elite económica o política. También serán necesarias referencias colectivas que construyan el grupo amplio que, a día de hoy, se identifican en los Estados nacionales. Sólo una relación dialéctica entre lo local, lo nacional y lo global puede construir ciudadanía que no caiga en la fragmentación y que evite también el error común de la homogeneización y la negación de las identidades. La propia experiencia que se vaya articulando marcará las estrategias adecuadas para lograr unidad y diversidad, para garantizar la deseada emancipación y la necesaria regulación de la vida social.

Para evitar la fragmentación, es igualmente importante reconstruir el cemento social, lo sagrado (la verdad, la bondad y la belleza compartidas) que se asume como propio por parte de un colectivo, la identificación que construye una ligazón con los que se sienten como parte de una aventura histórica común. Puede afirmarse que el principal error del socialismo del siglo XX fue no confiar en la participación popular, asumiendo el Estado toda la responsabilidad al respecto. Tan fue así, que el Estado se creyó con la legitimidad como para declarar enemigo del pueblo al que fuera enemigo de ese Estado que copió muchos errores del Estado burgués del que procedía.

233


Compensar ese defecto de participación es el camino más seguro para evitar los errores que la lucha por la emancipación cometió en el pasado. Si la derecha orientó toda su política a acabar con lo que denominaron «exceso de participación» (Samuel Huntington), la izquierda debe armar su propuesta guiándose por superar el «déficit de participación» en parlamentos, empresas, hospitales, administraciones, escuelas, universidades, organismos financieros, medios de comunicación y cualesquiera lugares donde la ley, el conocimiento, la fuerza o la tradición crean situaciones de poder y dominación.

Escuela de Liderazgo Democrático. Corporación Viva la Ciudadanía

15. El socialismo del siglo XXI debe conjugar reforma, revolución y rebeldía para construir un mundo más justo

234

«De nada en demasía», viejo axioma délfico, también es válido para la política real. La desmesura, esa tendencia humana a la hybris, al exceso, conviene aplicarla a esa parte social fáustica -capaz del mayor bien y del mayor mal- que es la política. Las utopías deben ser concretas, llenas de voluntad pero alertas ante el voluntarismo. Y asumiendo, como dijo Hegel, que la negación siempre formará parte de la síntesis. El viejo paradigma del capitalismo neoliberal está en crisis, pero el nuevo paradigma del socialismo aún no ha llegado. Habrá zonas en donde nos situemos con fuerza en la lógica del nuevo paradigma, pero también habrá situaciones en donde nos ubicaremos en la zona de transición. Sólo en la derrota deberá aceptar el socialismo del siglo XXI situarse amablemente en el viejo paradigma. Las formas de la llamada «tercera vía» han formado parte de esa deserción que tuvo como única consecuencia que la izquierda hiciera, desde su legitimidad, el trabajo de ajuste al sistema que nunca hubiera podido hacer la derecha debido a la enorme oposición social que hubiera generado. Frente a las enormes distancias entre los di-

ferentes grupos de la izquierda, más atentos a lo que les separa y, por tanto, en constante debilidad frente a los sectores privilegiados, el socialismo del siglo XXI debe esforzarse por encontrar aquello que une a los que luchan por la emancipación. Cada grupo debe exponer ante los demás grupos en qué consiste su emancipación concreta, debe hacer comprensible a los demás el porqué su estrategia ayuda a mejorar el mundo. En vez de la crítica y el enfrentamiento entre supuestos intérpretes canónicos de la verdad, hacen falta gentes más humildes dispuestas no a hacerse fuerte en sus diferencias sino cooperativos en lo que se comparte. En vez de monólogos, diálogos. En vez de negaciones del otro, complementariedades con el otro. Incluso cuando el otro niega el propio desarrollo, la mejor estrategia es la que desborda al que no quiere hablar porque lo fuerza al diálogo. De esta manera, hay grandes posibilidades de que se den saltos y esos grupos que hacen esa tarea de traducción construyan síntesis que superen tanto el problema como las diferencias que tienen entre ellos. La traducción se transforma en transducción, en un salto hacia formas superiores de emancipación. La existencia del Foro Social Mundial, a diferencia de la proliferación de Internacionales Socialistas con sus diferentes credos e identidades, es un ejemplo de reconstrucción del socialismo del siglo XXI. Frente a los que, como decía el poeta alemán Erich Fried, quieren dar con su Marx en la cabeza de los que les han golpeado con otro Marx en la suya, el Foro Social Mundial asume que el lema es «Un mundo en el que quepan muchos mundos». Pero ni se puede cambiar todo ni es necesario reinventarlo todo. Las sociedades llevan peleando, con mayor o menor fortuna, siglos y siempre existen aspectos que forman parte de sus victorias. Renunciar a ellos es entregar fortalezas que nunca fueron rendidas. Por eso hacen falta dosis de reformismo, de ges-


Pero gestionar en una suerte de equilibrio total conduce a la cristalización. Como enseña la segunda ley de la termodinámica, todos los cuerpos vivos pierden constantemente energía, pero obtienen a cambio información. El cuerpo que no recibe información –de que hace frío, calor, sensación de hambre, sed, peligro- termina muriendo pues no recibe estímulos para renovar la energía que siempre pierde. La clave de los cuerpos vivos es mantenerse siempre en un equilibrio inestable, en constante interacción con su entorno. Los fuertes valores sociales deben encargarse de que esa gestión de los logros no se revierta, pero hay espacios que no pueden estar en constante lucha. Son logros sociales que deben compartirse y cuidarse, pues pretender cambiarlos constantemente conduce a un gasto de energía muy alto. En sociedades complejas, las respuestas correctas son las que complejizan.

Frente a reforma y revolución, rebeldía es el impulso espontáneo, sin jerarquías, atento a las identidades, irreverente, propio de movimientos sociales que nacen y desaparecen con la misma rapidez una vez cumplida su función. Rebeldía es la pelea perdida por Bakunin frente a Marx, por Rosa Luxemburgo frente a Lenin, por Trotsky o Gramsci frente a Stalin, por Roque Dalton frente al ERP, por la poesía frente al catecismo. Es la aportación rescatada por el zapatismo, el mandar obedeciendo, la desconfianza respecto de las estructuras, la apuesta por la asamblea, la participación de todos, el absoluto poder popular, el control social que frene la corrupción, una de las principales lacras de la democracia en el siglo XXI. Rebeldía no es quitar una silla para sentar a otro, sino poner más sillas en la mesa. No es sustituir el poder ni repartir el poder, sino negar el poder. Es el recordatorio de la tendencia inexorable de las estructuras a la esclerosis, de la transformación repetida de los revolucionarios en burócratas, de los emancipadores en guardadores suspicaces de esencias, de los radicales en nuevos ricos de los tesoros revolucionarios.

Pero el reformismo sin revolución no vale. Revolución es el programa de máximos, el cambio profundo y urgente de aquello que frena la emancipación, el faro que orienta el trabajo diario aun sabiendo que ese cambio no va a llegar de inmediato. Revolución es la utopía máxima, es la construcción urgente y a veces desesperada de lo que podría estar y falta. Pero necesita anclarse en lo real para que pueda hacerse concreta. Ambos, reforma y revolución, separados durante todo el siglo XX, ahora deben unirse aprovechando la experiencia de los errores de su divorcio durante el siglo que acaba de marcharse. Pero ambas deben igualmente entender que hay un tercer alma de la izquierda que también deben incorporar. Se trata de rebeldía, el alma libertaria que siempre genera preguntas incómodas y cuestiona cualquier conformismo.

Pero rebeldía también tiene que aprender de reforma y de revolución, de la necesidad, pese a todo, de estructuras, de partidos y sindicatos, de la necesidad de la gestión de sociedades complejas, de un orden internacional que no puede ahormarse en zapatilla de cristal alguna, de las dificultades de lograr una total politización de toda la ciudadanía todo el tiempo, de la necesidad de técnicos que orienten la realidad, de conjugar intereses globales, de la necesidad de articular el bosque una vez que ya existe quien cuide de cada árbol, de la obligación de contar simultáneamente con formas de democracia representativa y con elecciones, de rescatar aquellos elementos de la democracia liberal que no pueden dejarse como patrimonio de los poderosos porque fueron también los pueblos los que los lograron (los derechos civiles, po-

El gobierno de las palabras: De la crisis de legitimidad a la trampa de la gobernanza

tión cotidiana de lo ya logrado. El ser humano no puede reinventarse todo todos los días. Un voluntarismo excesivo conduce a la melancolía. Hay cambios sociales que sólo serán posibles en dos o tres generaciones.

235


líticos y sociales, la división de poderes, las libertades individuales y la justicia social).

Escuela de Liderazgo Democrático. Corporación Viva la Ciudadanía

En definitiva, lejos de vanguardias y doctrinarismos, el socialismo del siglo XXI tendrá que defender las reformas, tendrá que orientarse por la revolución, tendrá que entenderse rebelde. Tendrá que saber que existe el eje «conversión-perversión» y tendrá que inventar, al apostar por la emancipación, el eje «subversión-reversión». Una izquierda verde desbordante que se impulsa a un nuevo estadio con los pies haciendo fuerza en el mundo. Por eso, insistimos, se armará y desarmará, como un puzzle cambiante, de ma-

236

nera permanente. Sólo así crecerá más allá de los errores y los fracasos del siglo XX, sólo así podrá cierta la promesa de emancipación que sembró el pensamiento ilustrado y que aún no ha sido cumplida, sólo así podrá devolver el sentido al mundo, haciendo de la verdad, de la bondad y de la belleza el programa humano que nos explique quiénes somos y quiénes queremos ser, sin necesidad de mercaderes de trascendencia, de buhoneros del bienestar, guardianes de la felicidad ni comerciantes codiciosos que quieren olvidar que, al fin y al cabo, sigue siendo cierto tanto que para filosofar hay que tener el estómago lleno como que no sólo de pan vive el hombre.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.