¡No me hables del cielo!
personal Hermaiony Villa Machado
El testigo toma refugio en la sombra, en el espacio vacío tras un muro de madera. Cubre su llanto con las manitos nerviosas y no se atreve a apartar la mirada del dolor. Él ha visto el ardor de la fogata en la noche, ha visto el puño rígido, el látigo y su festejo. El testigo ha intentado cerrar los ojos, pero él sabe que nadie mirará si primero no lo hace un niño. Así que traga el terror y observa.
Observa la piel de sombra y su sangre oscura. Observa el hombre de fuego y su movimiento gélido. Observa al fuego y su sombra.
Observa, tiembla y jura.
Rojo, como en el desierto… Óleo sobre lienzo 200 x 150 cm
Dante conocía el infierno. ¿Y cómo no hacerlo? Conocía los caminos rocosos, el dolor en la espalda y los horrores que lleva dentro el cuerpo. Pero allá, nueve círculos y nueve pisos y nueve esferas más allá, esperaba su destino. ¿Qué es el infierno? Es una parte del camino, es un horror momentáneo que no dejará cicatrices en mano de Dios. Pero Dante no podía saber que estaba equivocado.
Tú no sabes, Dante, que en la condena no se llora, que la sangre se mezcla con el sudor y forma la sustancia que compone el alma. Tú no sabes que en el infierno no hay dolor, voz o espalda, porque nada de eso es importante. No sabes que la cal ciega o que soñar que las heridas de hoy serán cicatrices mañana es la pena del débil. No sabes que el herido es hermano y el demonio es vigía. No sabes que la edad y el nombre no existen en una cantera.
Dante no estuvo en presidio
Óleo sobre lienzo 120 x 200
¿Qué puede saber una niña del amor, cuando este llega y se presenta galante a su puerta? ¿Quién escucharía las advertencias cuando una sonrisa y una palabra le enredan la existencia? Una Niña se hace presa de la ilusión, del sueño. Una Joven llora porque sabe que él, el Amor, no puede mirarla, que sólo existen probabilidades falsas en una fantasía que su negación dio a luz. La fantasía de un corazón que no acepta ser roto. Una Mujer acepta la mirada furtiva, el tacto inocente y el verso frágil. Acepta las horas de conversación y los segundos de saludo, porque sabe que es lo único que obtendrá de aquel que le juró su vida a otra alma.
Cuando llega el momento cuando el Amor aparece del brazo ajeno― él se niega a destrozarla. Entonces la Joven toma su corazón en las manos y lo lanza al agua. Entran al agua la fiebre, la añoranza, la resignación, las palabras. Entran la Niña, la Joven, la Muerte y el Amor.
Entra al agua y sale sin penas ni arrepentimientos.
Entra respirando y sale sin miedo a su destino. Entra amando y sale sin lágrimas.
De amor Óleo sobre lienzo 170 x 150 cm 2022
El Amor no es un extraño para las lágrimas. Ellas lo conocen, lo extrañan cuando se olvida de sus historias y razones, cuando encuentra formas de escapar de su abrazo. Las lágrimas van al rescate de la memoria siempre que el Amor intenta olvidar. Hoy las lágrimas buscan su camino a través del alma rota. Ellas saben lo que ocurrió, saben que la culpa corroe al Amor porque este no acepta que fue la Niña quien decidió arrojar su corazón al agua. Ellas sienten que el recuerdo se escapa, que la negación se impone y que él no sabe aceptar que por Amor se mueren las flores.
Él no se acuerda de ellas, así que las lágrimas recuperan los recuerdos de una conversación, un roce y una sonrisa. Ellas saben que el Amor no está solo hoy, pero la compañía se desvanece con el luto. Las lágrimas saben.
Se acercan, lo rodean y besan, agridulces, los ojos del Desmemoriado.
Óleo sobre lienzo
El llanto del Desmemoriado
La realidad no es más que una noche. Es un momento, un roce, un beso. Es una caricia que se pierde entre las llamas de una vela. El fuego se desvanece con la luz, se convierte en un sueño que no tendrá más consecuencias que las justas. Entonces regresan los arrepentimientos, los deberes, las memorias. Él piensa. Cierra los ojos, se frota las líneas pesadas de su frente y resiste el aire. No se puede perder en una llama: no lo merece. No cuando allá afuera está la verdad, esperando para recordarle que la memoria y los deberes no se han ido. Él conoce su sentencia, la admira, la cuida, la cumple. Él es uno de dos, una parte de un todo. Él conoce los amores de los hombres, él sabe que la muerte está ahí para esperarle y, quizás, concederle un momento de ilusión.
Las grandes bodas del hombre Óleo sobre lienzo 120 x 170 cm
El Jazmín quiere encontrarse en las formas de su padre. Verse en el reflejo de los ojos oscuros, sentirse en las manos callosas y jugar con el cabello duro. El Jazmín es blanco y pequeño, vive rodeado de rosas suntuosas, blancas igual, pero con una presencia que ella no tiene o no necesita. A veces quisiera ser igual, a veces se siente insignificante entre tanta belleza. Luego su Padre le besa la frente y le dice que es más grande porque es más pequeña.
El Jazmín se busca en la forma de su nariz, en los labios ocultos tras el matorral y entre el ceño gentil. Se busca en el gesto, en la risa, en el pelo, en las uñas, en la terquedad, en el cariño.
Se busca, y a veces se encuentra.
Jazmín
Óleo sobre lienzo 170 x 120 cm 2021
Las palabras descansan sobre el escritorio, acostadas sobre una hoja de papel mientras se buscan entre mares de tinta. Las palabras no deben culpa, no entienden si una lágrima cae sobre su casa o si el Padre agacha la cabeza mientras las escribe. Por eso observan las líneas en el rostro de la Mujer y la resignación en su mirada sin querer remediarlo. Aquella había sido la última oportunidad que ella se permitiría, confirman las palabras, que saben que la Mujer está harta de llorar por el abandono. las palabras ven al Padre, esperando tras la puerta, y saben que en el llanto también se encuentran poemas.
La que más he amado Óleo sobre lienzo
Busca la muerte una excusa y no la encuentra. Ya no quedan poemas que escribir o heridos que curar. No hay más recaídas de enfermedad, no hay esperanza de volver a ver a los hijos, no hay vino en la alcoba ni almohadilla que sostenga sus noches. ¿Esto es todo? ¿No hay más que hacer para atrasar lo inevitable? La muerte sabe que él la conoce y que la acepta. Sabe que es su amigo. Sabe que se vistió de galas y salió solo con un ángel de testigo a conocerla frente a frente.
Muerte cierra los ojos. No ve la pólvora volando por el aire, la tierra aplastada o el sudor de los hombres que huelen a hierro. No ve el impacto. El rojo. No ve el remate, el pecho, la mano, el cielo. Entonces abre los ojos para ser testigo de la última sonrisa, del último destello en los ojos tiernos.
Muerte le tiende la mano a Pepe, y espera inmóvil hasta que él acepta.
Yo moriré sin dolor, será un rompimiento interior, una caída suave y una sonrisa.
Óleo sobre lienzo
Tráeme a aquel. Tráeme al que escribe con los callos de sus manos. A quien camina con la cicatriz en los tobillos. A quien ama porque su corazón se sana del desamor así: queriendo. Tráeme al poeta de veintidós años, al joven de cuarenta, al niño de nueve, al anciano de diecisiete. Tráeme a aquel que se ha atrevido a cambiar el mundo con una pluma y un poco de sangre. Tráeme a quien desafió a la eternidad con las penas que hizo suyas. Tráeme al que vivió sin pauta porque supo, antes que la muerte, que no estaría aquí por mucho tiempo.
Tráeme al Hombre, y deja que descanse en el lugar que merece.
Óleo sobre lienzo
Homagno
Hermaiony Villa Machado
17 años
Estudiante de Artes Visuales
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