Traducción de una página de L'ILLUSTRATION 18 de julio 1936

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18 de Julio 1936 Las caras de España II. La cara roja

Una feliz coincidencia me llevó a las Cortes en la noche para una gran sesión. El líder de la oposición, don Gil Robles, llamó al gobierno para tratar las medidas que piensa adopta con el fin de asegurar el orden público en España. El Palacio de las Cortes, carrera de San Jerónimo, por el orden clásico de su fachada también resulta agradablemente ordinario como la cámara de diputados. Cuenta con habitaciones estrechas y corredores estrangulados donde se embarrilaban a los visitantes y representantes del pueblo. Una nota pintoresca: los guardias civiles con su extraño tricornio de cuero cocido que les hace parecer los Carabineros de Offenbach. Son las 20 horas aproximadamente y la reunión acaba de suspenderse. Un extraordinario bullicio colma los pasajes, las antesalas y las salas. Los diputados están obligados, aquí, a la votación personal y esto explica en parte la congestión. Entre dos puertas, un amigo nos habla de la reunión. Don Gil Robles acaba de leer, desde su sitio – pues desde allí la tribuna permanece siempre más o menos desocupada – el balance revolucionario del 16 de Febrero al 15 de junio. Esta exposición, que ha levantado los rumores y algunos sarcasmos en la extrema derecha, pero que no se ha discutido, se establece de la siguiente forma: Iglesias totalmente destruidas……………………………………………………………………….………….160 Tentativas contra las iglesias e incendios apagados enseguida…………………………………251 Muertos…………………………………………………………………………………………………………………...269 Heridos de diversa gravedad ……………………………………………………………………………………1.287 Agresiones sin consecuencias o de las que se ignoran las efectos………………………….. 215 Agresiones llevadas a cabo…………………………………………………………………………………….…138 Tentativas de agresión………………………………………………………………………………………….…23 Círculos particulares y políticos destruidos……………………………………………………………..69 Círculos atacados sin éxito ……………………………………………………………………………………..312 Periódicos destruidos totalmente ………………………………………………………………………….10 Tentativas contra los periódicos……………………………………………………………………………..33 Bombas explotadas ……………………………………………………………………………………………….146 Bombas lanzadas sin explotar ………………………………………………………………………………..78


La continuación del discurso de don Gil Robles fue entrecortado por interrupciones dando lugar a discusiones, de otro modo, bastantes confusas, pero parece que las estadísticas incluso no fueron cuestionadas por el gobierno. Los hechos que se denuncian son graves y todo lo que ha sido escrito en Francia y en el extranjero sobre estos “periodos” de España, parecen encontrar una justificación. ¿Qué se concluye? La verdad es que uno debe considerar aquí que vamos a ver un poco más lejos, no la letra, sino el espíritu. Es conveniente interpretarlo objetivamente, intentaremos hacerlo. Mientras esperamos, fijemos nuestra mirada en primer lugar hacia el sur, hacia Andalucía, donde se agita un proletariado agrícola muy a menudo miserable; después hacia el norte, hacia Asturias donde está en auge, en las sombras negras de las minas y de altos hornos, un ejército de rebeldes del cual podría valerse Espartaco.

Entrevista al cabaret

Primero seguimos el camino hacia Córdoba, amplio y hermoso y no lo abandonaremos hasta Bailen para después continuar hacia Jaén y Granada. Si escuchásemos las suplicas del paisaje y de la historia, nunca llegaríamos. En vano, después de cruzar el Jarama y el Tajo, los resplandecientes jardines de Aranjuez intentan retenernos, y, a pesar de la victoria de Mortier y de Víctor sobre los españoles en 1809, saltamos inevitablemente Ocaña.

Tembleque, con una bonita y arcaica plaza cuyas casas franquean la calle como antiguamente, nos retiene durante algunos segundos. Aquí nos encontramos los molinos de Don Quijote: son tres, sobre unas ondulaciones del terreno, a la vez bonachonas y dignas como patriarcas. La Mancha, tierra natal del héroe, está cerca y la gran sombra del último caballero errante parece continuar en la meseta monótona de Rocinante. Mulas y asnos, por otra parte, habitan en las partes bajas de la carretera, y constantemente, trascendemos a sus caravanas obsoletas y lentas. Coches de turismo, por el contrario, son extremadamente raros, pero nos encontramos suficientes camiones con frecuencia enormes y voluminosos. Almorzamos en Carolina, en una posada fresca y oscura, donde la tortilla se especia con el aroma de paja mohosa. Después Bailen, donde giramos, y pronto Jaén y la Andalucía. Las aldeas se van transformando gradualmente, ahora son más crudas, más primitivas, propias de la ocupación árabe. A lo lejos, entre Granada y Sevilla, nos encontramos con un terrible camino, lo peor de España sin duda. Las aglomeraciones --- Santafé, Loja, Antequera, Estepa, Osuna, etc. – que agrupan de 8.000 a 20.000 almas, son solamente por su aspecto, grandes ciudades que concentran las poblaciones rurales cuya calle principal corre interminablemente monótona. Las casas bajas y blancas, están perforadas por raras ventanas enrejadas, dejando ver a veces al final de un pasillo un luminoso patio rústico o un jardín fresco. Los naturales tratan al extranjero con recelo, y, en los caminos, hay pilluelos que, más probablemente por chiquilladas que por convicción, alzan el puño gritando.


Ya, entre Jaén y Granada, la gente no es muy habladora, se muestran reticentes, desde que intentamos abordar el capítulo de violencia y desorden que sucedió aquí. Encontramos incluso un fenómeno inquietante, más cercano a la confusión de las lenguas: el Director de un gran hotel que por el momento, parecía admirablemente comunicativo, el francés se le nubla , vacila, se queda parado y repentinamente ya no escucha una palabra de nuestra traidora lengua. Afortunadamente, un espontáneo guía, que se acopla a nuestra fortuna y que de pié sobre el estribo nos saca de un apuro, obteniéndonos en el cabaret, una entrevista crucial con el hombre de la calle, Don Tout le Monde que, en este caso, porque estamos bien abajo, tiene más sentido común y el espíritu que muchos augurios oficiales. Nuestro interlocutor vivió un largo tiempo en París, el cual conoce y el cual mantiene amistades. Obrero aquí, pero obrero especialista y prevenido, aquí se convirtió en un artesano, dispone de tienda en la calle y gana fácilmente su vida. Habla con calma y demuestra todo tipo de violencia. En esta sala del primer piso a penas se consume cerveza y café. Sin embargo, charloteamos y discutimos hasta que nos perdimos de vista. Vanamente, en otra pequeña ciudad, veremos un letrero prohibir en un lugar parecido “toda discusión política y religiosa “ ¡no se castiga! ¿Disturbios? Fueron graves, pero anárquicos, sin un principio aparente, desordenado: la violencia de sucesivas explosiones, tampoco una agitación lógica y querida. Muchos de los asesinatos y muertes privados desde luego –comunistas contra socialistas, miembros de la “falange española” (parte de la dictadura) contra el comunismo o recíprocamente. De hecho, venganzas, que se engendran, se perpetuán, vuelven a cobrar actualidad. ¿Los daños? En Jaén, nada; en Granada, por el contrario, casas incendiadas y una iglesia destruida; en Sevilla, igualmente dos o tres iglesias; en Málaga, nada, porque no queda ni un convento, ni una iglesia para destruir, la “primera revolución” la de 1931, había limpiado todo. ¿Y Moscú? Nuestro informador sonríe. No se cree mucho la influencia de los soviéticos en España. Los números partidistas hacen gala de la hoz y el martillo o los dibujos en los muros; pero una mugre ignorancia en lo que se refiere a Rusia acompaña a estas manifestaciones exteriores. ¿Y la violencia? Pero la violencia que explica el estado miserable de estas poblaciones y el hambre, fueron una mala consejera. Es, en algunos pueblos de Andalucía, donde algunas personas no sabían desde la mañana si encontrarían algo para comer durante todo el día. De hecho, yo pude ver grupos de niños miserables, andrajosos, pies desnudos, hambrientos, asediando nuestro coche, mendigando bajo los ojos de los padres que se callan. Encontramos en esta parte de España, un doble proletariado, un proletariado industrial………………..

Paul-Emile Cadilhac.

L’ILLUSTRATION Nº 4872


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