Kcho ARCHIPIÉLAGO
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Archipiélago, exposición que presenta en Maracaibo, es una síntesis de muchos trabajos anteriores, con dos piezas originales de la instalación, Isla de la Juventud y Propela con fabela, además de una serie de magníficos dibujos, unos sobre papel y otros sobre tela, cuatro remos, una cámara y una llanta irregularmente inflada sobre la que descansan varios ranchos de pescadores. Esta muestra define, en su dimensión más amplia, los conceptos del artista. Es el rescate de la memoria a partir de la exploración del objeto con argumentos ontológicos. Kcho, el de las miles ideas e insospechada capacidad creativa, tiene en su cabeza “... un universo lleno de pequeñas islas que son ideas”, además de la certeza de que “lo único permanente en Cuba es que es una isla”. Islas-ideas, mar-migraciones, archipiélagos-realidades. Sus fabelas son archipiélagos que conforman un mapa geográfico en migración. El mar es contingencia y protagonista esencial. Su obra no es la del paso desprevenido ni la del camino pasajero; es la que transita el corazón-mar, el lugar que existe pero que nunca es igual. Es una migración que viene y va en perpetuo movimiento, que forma olas, a veces grandes a veces pequeñas pero siempre poderosas. La referencia al mar es también el resultado de una reflexión; es la casa, es lo que trae lo bueno y lo malo, tiene carga emocional. En el conflicto de las mar-migraciones el artista se coloca como testigo y demiurgo de una situación intrínsecamente relativa a su propia obra, su vida y su pensamiento. En la muestra inédita de hoy, como en todo el trabajo de Kcho, las imágenes no tratan una postura crítica, son más bien testimoniales de situaciones que existen. Su obra establece una comunicación directa y sensible entre el yo del artista que las crea y el yo del público que la admira o desadmira. Se trata del compromiso con una realidad real y una realidad visual que las representa y expresa. Es la necesidad interna del creador de hacer considerar su investigación plástica y su propia esencialidad dentro de un medio que le es propicio.
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Archipiélago (LI) • 2003 • Mixta sobre lienzo • 60 x 80 cm.
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Archipiélago (Cámara) • 2003 • Mixta sobre lienzo • 160 x 214 cm.
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Desde el punto de vista de sus propiedades artísticas, se plantea un problema plástico y conceptual de espacio y densidad que va de la forma real a la anti-forma dibujada, la que atrapa su esencia en todas direcciones. Contrario al sistema convencional, el espacio que la contiene determina la forma, o sea que el macrocosmo define el microcosmo; mientras que la geometría de ese espacio, sea bi o tridimensional, está regida por un sistema de proporciones intangibles. El o los objetos parecen estar suspendidos en un espacio y un tiempo indefinidos. Creador solitario sumergido en un medio gregario personal y plástico, es emblemática su necesidad de llevar una existencia íntima dentro de un colectivo. Al interesarse en los otros, en la vida y en aquellos Maestros que considera emblemáticos en la historia del arte, su obra habla de una continuidad sin transiciones. Por eso no agota sus temas, los reitera para presentarlos en diferentes contextos. En consecuencia, Kcho se plantea el arte como un gesto original y suficientemente trascendente como para justificar su existencia y la de él como creador. El artista trabaja con ideas no con temas, y como él mismo dice “esa es una gran responsabilidad ...“. Como excelente dibujante de ásperas definiciones, Kcho se mueve en el ámbito de la instalación como podría hacerlo el escultor que, con conocimiento sensible, maneja un concepto de espacio sin dudas ni imprecisiones. Dos tradiciones se cruzan en su valija artística: la de la historia del arte universal y cubano, y la de un entorno radicalmente local que no puede evitar por su conciencia intrínsecamente ligada a la cubaneidad. Junto a una sensibilidad peculiar ha conformado un cuerpo visual y teórico, donde las jerarquías en cuanto a conceptos no tienen gradaciones. Lo mismo da una fabela que la utópica torre de Tatlin, que tanto ha dado que hablar desde que se instala en la historia. Por otro lado, su conformación mental y cultural no está separada de su producción artística, resultante, en definitiva, de la reflexión y discusión de un fenómeno que podría también implicarse, por ejemplo en Rufino Tamayo y Wilfredo Lam, quienes sin subterfugios partieron de lo intrínsecamente local para trascender a lo universal.
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El primero con sus sandías, perros macilentos y hombres-esqueletos, el segundo con sus cañaverales y diablillos, y Kcho con sus fabelas, leños o remos, son tan esencialmente ellos y sus circunstancias que por definición se han convertido en artistas planetarios. No se trata de una simple discusión iconográfica, sino más bien del comportamiento íntimo del Ser, del Hombre y del Artista ante el acto creador y la relación con los hechos y situaciones de la cotidianidad, añadiéndole el paisaje interno y externo que le marcan las fronteras de su existencia. Se trata, en consecuencia, de una situación fenomenológica conectada con materiales culturales específicos, simultáneamente simples y complejos, analizados en términos de valores, conceptos y situaciones especificados como cubaniedad, más antropológicamente que sociológicamente. Desde todo punto de vista el objeto, o su imagen, se revierte en una simbología cuya orientación es familiar. Una línea que traza una parte del alma del objeto se convierte en un dibujo, sobre papel o en el espacio real, para así establecer la conexión entre lo que el hombre considera lo bueno y lo malo. Es la poética de la relación del viejo y el mar de Ernest Hemingway, la del hombre con su entorno, la de Kcho con el jazz y el mar, la del hombre cubano con su isla. Su dibujo es casi una confesión grafológica. No es el realizado en estado de trance. Por el contrario, conscientemente se apropia de parte de la cultura de su país para revertirla como hecho plástico en un acto de creación donde el concepto se hace válido universalmente. De allí su complejidad dentro de la condición temática aparentemente elemental. Lo obvio de la fabela, del remo, del neumático, se convierte en símbolo hiriente. El artista se interioriza dentro de su lenguaje. Un lenguaje que es él mismo y todos a la vez, es el que le previene contra “lospeligrosdelolvido”. Bélgica Rodríguez Caracas, agosto 2003
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Archipiélago • 2003 • Mixta sobre lienzo • 198 x 209 cm.
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Remo I • 2003 • Remo de madera, casa de madera y metal • 183 x 14 x 34 cm.
Remo IV • 2003 • Remo de madera y metal, casa de madera con chimenea metálica • 196.5 x 18.5 x 34 cm.
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Remo III • 2003 • Remo de madera, casa y muelle de madera • 226 x 17 x 28 cm.
Remo II • 2003 • Remo de madera, casa de madera y metal • 223 x 15 x 22 cm. Kcho ARCHIPIÉLAGO 19
Archipiélago (CH) • 2003 • Mixta sobre lienzo • 213 x 146 cm. Kcho ARCHIPIÉLAGO 20
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Las islas en el golfo
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Serie ML (CEGSPAC. 2) • 2001 • Mixta sobre Papel • 112 x 302 cm.
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