Mundo de Escritores
Revista literaria internacional de lengua hispana AĂąo 1 / NÂş 1 Febrero 2020
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Editorial
Colaboradores: Diseño y maquetación: Mauricio Chaar Coordinación: Ana Monges B. J. Sal Equipo de lectura y selección: Sergio Chacón Erick Hernández
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ompañeros y compañeras escritores y estimados amigos lectores: bienvenidos a la primera edición de nuestra revista Mundo de Escritores. Digo bien, nuestra revista, porque este proyecto es algo conjunto, de todos nosotros, de los que escribís cada día en el grupo, de los que leéis y compartís vuestras opiniones, de los que nos habéis mandado textos para materializar esta idea, de los que habéis mostrado interés, de los que habéis ayudado con ilustración, edición, maquetación, selección, de los artistas que estáis dispuestos a ser entrevistados y enseñar un pedazo de vosotros a la comunidad… por todos vosotros y para todos nosotros, ¡felicidades! El objetivo de esta revista no es otro que el de crear un marco de exposición de talentos, un lugar donde podáis compartir vuestros escritos y por ello nuestra labor va a ser titánica para intentar daros toda la luz posible con un contenido que merezca la pena y que pueda llamar la atención de muchos lectores para que os conozcan, de muchas editoriales para que puedan plantearse ofertas, de ilustradores para que puedan decorar vuestros textos y libros… el punto de encuentro de toda la gente que forma nuestra comunidad.
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La revista tiene carácter mensual, comenzando este mes de febrero y saliendo los domingos más próximos al día 15 de cada mes para hacernos un poquito más llevadero las dos semanas que quedan hasta que empieza uno nuevo. Cualquier duda, cualquier sugerencia, cualquier deseo de ayudar más allá, no dudéis en consultarnos a mundodeescritores2019@gmail.com y desde allí evaluaremos vuestras propuestas. Acaba de arrancar este sueño conjunto y ahora solo nos queda que todos juntos sigamos dándole forma y alas para que vuele alto y tenga el mayor impacto en nuestra comunidad.
© 2020 Mundo de Escritores. Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial sin nombrar la Revista Literaria Mundo de Escritores y sus autores. Cada obra es propiedad de su autor.
Con todo el afecto del mundo, el equipo de Mundo de Escritores
Diseñado en
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Índice Editorial Mundo de Escritores
Una canaria de luz navegando la oscuridad Arima Rodríguez Vega
23 cartas de un escritor Daniela Admin Barragan Saldaña
Atesorando recuerdos José Alberto Marsilli
El Monstruo Nausa Juan Manuel Sosa Porras
El origen de la dualidad Luciana Gurciullo
El regreso Mar J. Frometa
Ella y su silencio Inés Insua
Mas allá de la medianoche Sidney Sheldon Andrea V. Sela
Justicia vs. Justicia Mateo Cañas Fuentes
Golpeando las puertas del cielo Ruth Angélica Avallay
Hezbollah en Argentina José Alberto Marsilli
José Shirley Caballero Sahonero
La biblioteca Lily. G. Rafferty
La cueva del acicate Helio Díaz
La despedida Isabel Hernández
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La vigencia de todas las sangres de José María Arguedas Manuel Alberto Sedamano Ballesteros
Los enanos Francisco Juan Barata Bausach
Otro cuento de Navidad Gustavo F. Espada V.
Perseguido Tomás Granado Hernández
Qué hacen Katiuska y Jimena en la esquina Jesús Castillo
Soliloquios de lo aparente Edward Mosiah Álvarez Yucra
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POESÍA 10 Haikus Eugenio Leonardo Poveda Valenzuela
Y la cobijó en sus brazos Helio Díaz
Si tan solo supieras… Manuel Alberto Sedamano Ballesteros
Descenso de tiranos José Jesús Mavo Salazar
Frida Ivanna Elizabeth Martinez
El borde de las palabras María Susana López
Oda al lunes David Coloma García
Eres mujer Manuel Serrano Funes
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Arima Rodríguez Vega
Una canaria de luz navegando la ENTREVISTA
oscuridad A
rima, un placer tenerte en esta sección que estrenas tú en esta primera edición de la revista Mundo de Escritores. Para empezar, me gustaría que nos contaras un poco sobre ti, tu lado más personal y cómo empezaste en esto de la escritura… El placer es mío, me hace mucha ilusión inaugurar esta revista, a la que le auguro un futuro maravilloso. Realmente llevo escribiendo desde que era pequeña. Recuerdo en el colegio escribir sobre todo poesías de humor, mis compañeros y hasta mis profesores se morían de risa. En casa, secretamente, escribía cada noche también en mi diario, inspirada por “El Diario de Ana Frank”, que lo leí con diez años y me marcó mucho. Más tarde comencé a escribir relatos y novelas como resultado de una necesidad de expresar mi perspectiva sobre las cosas y hoy en día, con 41 años, escribir se ha convertido para mí una tarea diaria e imprescindible. Tu primera obra “Los Crímenes de Ashton y Las Pesadillas de Uriel” la publicas en 2012. Me gustaría que le contases a los lectores de qué trata y qué van a encontrar dentro si se animan a leerla.
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La novela está situada en una ciudad ficticia en Europa durante la revolución industrial. El protagonista, Uriel, es un hombre adinerado que hace un juicio muy personal sobre la situación de miseria que le rodea y, descontento con todo, decide actuar al respecto a través de una práctica de moralidad dudosa. En sus páginas el lector encontrará un retrato de la sociedad que nos rodea, ya que es aplicable a la época actual, y de alguna manera, creo que podrá sentirse reflejado en Uriel, que en realidad
es un héroe inmoral, con toda la ambigüedad que esto conlleva. ¿Cómo fue aquella experiencia y aquella primera vez a nivel personal? ¿Qué cosas aprendiste? Primeramente me sorprendió en gran medida que una editorial decidiera apostar por mí, una completa desconocida. Después de enviar el manuscrito a unas Esta vez has optado por autopublicar. ¿Qué te ha motivado a pasar de una editorial a querer hacerte cargo tú de todo? Quiero conservar de por vida los derechos de todo lo que escribo y no estar agobiada por el número de ventas para que haya o no una próxima edición. Autopublicando decido y controlo yo sola todos los detalles, al fin y al cabo escribo por placer y no por negocio. Otra cosa es que se me presente en un futuro la posibilidad de vivir haciendo lo que más me gusta, aunque soy consciente de lo difícil que es. Y aunque lo acabas de publicar en Enero, ¿qué tal te está yendo esta nueva experiencia? Está siendo una experiencia maravillosa, a través de las redes se puede llegar a todo el mundo. Recibir feedback de personas que no conoces de nada y que te escriben opinando sobre el libro positivamente es toda una experiencia. Cuando veo que mucha gente le da a me gusta, retuitea o comparte y me ayudan así a difundirlo, concluyo que, a pesar de las muchas quejas que hay sobre las RRSS, en el fondo tienen un lado amable y maravilloso que nos representa como humanidad. ¿Tienes algún proyecto nuevo entre manos? Sí, en el 2004 comencé a escribir un libro de fantasía que luego quedó un poco olvidado en una carpeta llamada “Un sombrero azul de copa”.A raíz de la puesta en marcha de mi blog, comencé a extraer uno por uno los personajes de la novela y a escribir los relatos que cuentan cómo fueron sus vidas y cómo llegaron a Lacero, la ciudad donde transcurre la historia de “Un sombrero azul de copa”, creando así todo un universo que contiene ya ocho relatos y que probablemente contendrá alguno más en
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Arima Rodríguez Vega breve. Mi próximo proyecto es repasar ese libro, ponerlo al día y publicarlo, junto a todo el universo que ha crecido a su alrededor.
ENTREVISTA
Sobre el grupo Mundo de Escritores, nos gustaría saber cómo llegaste a él y qué opinión te merece. También te vamos a poner en un apuro para que nos digas al menos una cosa que te guste y otra que no te guste. Llegué a Mundo de Escritores buscando un grupo de personas que tuvieran la misma pasión que yo por la literatura.Aunque estoy en varios debo decir, con total sinceridad, que es de los que mejor funciona, Ana es muy dinámica y los componentes son participativos y respetuosos. Como en todos lados cincuenta editoriales y que todas me fueran diciendo que a pesar de que la historia valía la pena no estaban en disposición de publicarme, el hecho de que alguien me respondiera positivamente fue algo con lo que ya no contaba. Tuve la oportunidad de presentar mi novela en La feria del libro de Las Palmas en 2012, lo cual fue todo un sueño hecho realidad. Sin embargo, resultó también un trabajo duro porque la editorial era muy pequeñita y tuve que encargarme de gran parte de la promoción, costearme los viajes a otras islas para presentarlo, transportar yo misma el material, etc. Fue una época divertida porque me llamaban de radios locales para entrevistarme, vecinos y amigos me pedían que les firmara el libro y conocí gente muy interesante: escritores, poetas y otras personas relacionadas con el mundo de la literatura. Y ahora, ocho años después publicas tu segundo libro “Pequeños Relatos Tortuosos”, una colección de historias de terror…
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Estuve una larga época escribiendo solo de vez en cuando, sobre todo por falta de tiempo, y más como una herramienta de catarsis personal que con el fin de que nadie me leyera. Hace poco más de un año estuve enferma y comenzó a sobrarme mucho tiempo, así que decidí abrir el blog, elmundoenpalabras.net, y dedicarme a escribir a tiempo completo. Pienso que todos los relatos que componen el libro y muchos otros que tengo en el blog estaban agazapados en mi cabeza esperando la oportunidad para ver la luz.
“Pequeños relatos tortuosos” es un conjunto de narraciones unidas por el denominador común del terror psicológico. Creo que es sencillo empatizar con todas y cada una de sus historias porque pretendo que sean una especie de espejo donde cada cual pueda mirarse y decidir si hay algo oscuro en su interior que reflejar en ellas. Muchos de los finales son abiertos y queda en manos del lector decidir cómo deben concluirlos e interpretarlos a su manera, para hacerlos aún más suyos. Siempre habrá que se porte mejor y gente que se porte peor, que estén ahí solo para compartir lo que escriben o que participen también en lo que hacen los demás, creo que eso es inevitable en la medida de que es inherente al ser humano. Ha sido un placer tenerte con nosotros estrenando esta sección de entrevistas. Por último y como despedida, manda un mensaje a todos los escritores del grupo. Primero que nada, dar las gracias a todos por leerme y explicarles que he puesto el alma al completo en mis “Pequeños relatos tortuosos”. Me urge animarles a escribir, que no decaigan nunca, porque es una herramienta poderosa tanto para conocerse a sí mismo como para generar un elemento de cohesión social. Leer el interior de otras personas nos hace sentir comprendidos, acompañados y nos otorga la oportunidad de vivir otras vidas que de otra manera nunca hubiéramos podido conocer. ¡Gracias Arima! Como apunte decir que en el podcast “Historias para ser Leídas” podréis encontrar hasta cinco relatos suyos que han sido narrados y que son un éxito de descargas.
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23 cartas de un escritor Daniela Admin Barragan Saldaña
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quien corresponda: De pura miel no se escribieron las historias más famosas. Esas historias aventuradas con exitosos finales, si es que tuvieron suerte, suelen ser las más amargas. Yo por ejemplo, ni muy bello ni muy talentoso, soñador desde pequeño. Crecí escuchando que moriría hambriento, que la medicina es la profesión de moda decía mi madre. ¡Hay de ti si te dedicas al arte! Decía mi padre, <esa pasión tuya te llevara al fracaso> Pero parece ser que no entiendo pues aquí voy otra vez en contra de todos, queriendo hablarte de mis noches en vela, de cada día que he tocado puertas, de cuando la pobreza me alcanzo porque nadie creía en mí, mucho menos mi padre que casi me mata las frágiles esperanzas, ni un peso me apostaban y yo casi me doy por vencido. Menudas anécdotas, repetidas en cada uno de nosotros, pareciera que es obligatorio sufrir un rato para crear belleza. Sentencie mi camino desde que decidí dedicarme a este oficio, igual que todos mis colegas, igual que esos poetas locos, incomprendidos, igual que esos músicos alcoholicos componiendo desamor, igual que los famosos pintores que dibujan doncellas que les han dejado la vida a tonos grises, igual que los apasionados bailarines en los huesos con los bolsillos vacíos, igual que todos ellos soy yo, con la misma carga del bendito arte, arte traicionero que te destina al tormento para recupérate bello. Apostarle a mis ideales me ha salido caro, vivo en mundo poco creyente en el poder de los sueños, gente que ya no mira el cielo, gente que no busca, no persigue, gente con miedo en el terreno seguro que vive inconforme y me da malos consejos. Cuerpos sin alas con las piernas atadas al suelo. Ojala que un día un temblor no los mate. ¡En fin! No ha sido nada fácil ir en contra de estos humanos con tan poco amor, están muertos, los ha matado la falta de fe,
tienen miedo, viven con miedo, miedo de explotar una pasión, miedo de sacar a relucir sus verdaderos deseos, miedo hasta de sí mismos. Por fortuna aun no me canso de escribir, tengo pulso, tengo vida y hambre de dejar un mensaje. Si no es escrito, saldré a contarlo, si la tinta no me alcanza me gastare la voz, usaré las manos y los pies, voy a pintar esta terca pasión por todos lados hasta que el mundo entero la vea, mi aventura apenas comienza; no se cual sea tu opinion, pero yo no me pienso morir sin haber escrito la historia del siglo, sin haberle gritado al mundo que los anhelos más profundos pueden hacerse realidad, ¡NO MI QUERIDO LECTOR! Este aferrado escritor no se despide sin haber dejado un mensaje que cambie la historia, ya perdí la cabeza y lo he dejado todo, ahora todos me van a conocer antes de que yo parta. Antes de que me despida todos sabrán de mi paso por esta tierra. Habré muerto cuando todos me hayan leído, cuando todos puedan ver la vida como yo y sentir en su interior las mieles de mi corazón. Entonces yo descansare en paz. Hoy aun no puedo darme por vencido, por estoy aquí, gastándome las palabras en este carta que estoy a punto de terminar, necesitaba hablar con alguien y no tragarme estas palabras, no ha sido nada fácil lo que llevo recorrido y pensé en ti como una liberación. Pero descuida que se me acaban las palabras, pero no se me han de terminar las ilusiones.Te veré otra vez estoy seguro, o al menos volveré a escribirte cuando se me vuelva a encender la inspiración, cuando tenga más historias que contarte, cuando esté listo nuevamente. Gracias por tu tiempo por dejarme desahogarme y es que mi tarea no es fácil, es mi misión en la vida contarle a cada ser humano como se pelea por un sueño, como se llora por él, como se sufre por él y como se disfruta gracias a él. Me prometí a mi mismo, a ti y todos ustedes que no descansare hasta motivarles las ansias de correr por las calles con sonrisas esperanzadas, hacerlos despegar y llegar lejos. Ahora ve a dormir, me imagino que mi carta pudo llegarte un poco tarde, descansa que yo seguiré esperando mi momento.
Daniela Admin Barragan Saldaña
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J os A M lb é ar er sil to li José Alberto Marsilli
Argentina
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Atesorando recuerdos
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ay gente a quienes les gusta coleccionar recuerdos. Esos recuerdos que tratan de relatos breves con el tiempo se van expandiendo hasta llegar a ser cuentos, difícil de digerir para el escucha, por su extensión símil novela. Cada vez que se relata algo, éste va tomando una dimensión distinta. Sucede que la perfección de las conexiones entre las células que manejan el cerebro al sufrir un cortocircuito desvanece y provoca un caos entre el sujeto y su memoria confundiendo roles, nombres, tiempos y horarios A otras personas les va coleccionar cosas materiales, tales como bolitas de mármol, uruguayas o de plomo. Figuritas de un álbum que jamás se completó. En casa, mi mujer acumula cajas, cajitas, cajones, embases plásticos y de vidrio. Ropas de antaño, nada se tira, todo se almacena. Yo mi parte tengo estantes, anaqueles repletos de juguetes de mi infancia. Ropas que vestía mi padre, un abrigo utilizado en un día de calor en Filadelfia, influenciado por sus amigos. De mi madre, tengo el jardín lleno de camelias, su flor preferida. De mis hijos guardo sus primeras eyecciones estomacales, embasadas al vacío y puesta a disposición de padrinos el día de sus cumpleaños. Tubos de ensayo con sus primeras orinas. Sus dientes de leche, propiedad del ratón Pérez, cuelgan en un collar que llevo en mi cuello, lo que me da una imagen de cavernícola.Algunos de ellos son dijes en la pulsera de mi mujer. Los primeros preservativos usados en mi adolescencia, los primeros usados en la adolescencia de mis hijos varones. La primera toalla íntima de mi hija en su primer período menstrual. La primera pelota de trapo hecha con medias rellenas de calzoncillos viejas. Dos tapones del primer botín Sacachispas de mi adolescencia. Un par de botines Nike de uno de mis hijos, una bota de básquet Adidas de mi otro hijo, un par de patines artísticos de mi hija. La mitad de la primera ostia con-
José Alberto Marsilli sagrada que oculté en mi primera comunión. Un celular histórico, de los primeros, llamados “ladrillo”. Una pequeña partícula de madera perteneciente a una de mis tías, extraídas el día de su funeral, mi primera visita a una casa de éste tipo. En un embase guardo un trago del primer whisky, un trozo del primer sushi, una costilla de mi primer asado, dos maíces del primer locro. De mi primera borrachera he conservado la primera bocanada de vómito. De mi debut sexual, guardo aún la sábana cubierta de manchas, no pude ocultar el colchón. Un fragmento del premolar inferior derecho, pérdida sufrida en un tacle, encuentro de rugby jugado no recuerdo adonde. Ésta fue mi primera pérdida de conocimiento. Dos meses me llevó volver en mí. Traté de embalsamar a mis primeras novias aunque las leyes vigentes me lo prohibían. Casi tengo que llevar de recuerdo una celda de la comisaría local. De mi primer gol en primera, me apropié del arco y un cuadrado del verde desde donde le pegué al balón. El balón luce en una vitrina. Más tarde fueron monedas y billetes con los que cubrí todas las paredes de mi casa debiendo recurrir a las paredes que daban al frente, muros y espacios autorizados por buenos vecinos.Apenas me queda un lugar donde comer y otro donde dormir. De baño, uso una escupidera marmolada, recuerdo de mi bisabuela por parte materna.
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J ua M S a n o Po sanu rr el as
El Monstruo Nausa
Juan Manuel Sosa Porras Sinopsis
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ladimir Nausa es un docente que lucha contra su propia inadaptación a estándares. Ingresa a un prestigioso colegio, donde conoce a Sofía, niña que vive un infierno en casa. Identificado con los anhelos de libertad de ella, Vladimir debe decidir si continuar apegado al sistema o rebelarse para ayudarla, aun–que termine convirtiéndose en un legendario criminal, culpado de la desaparición de la niña. Una década después, Sofía es descubierta por Nicolás, que debe investigar y esclarecer qué ocurrió realmente.“El Monstruo Nausa” retrata la cultura de Internet, la desinformación y una sociedad obediente, donde rigen los medios de comunicación, las tendencias y el miedo.
I –Gorgona
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Nada parecía lo suficientemente impresionante para alguien que había viajado por el mundo desde chico. Solo sería otro viaje más, del qué tomar miles de fotos y varias horas de video para alimentar las redes de Internet y consecuentemente, su insaciable ego. Nicolás ya había viajado en lancha en el mar, así que eso no era nuevo. También había pisado varias islas, incluyendo las islas Faroe, en medio del atlántico norte, Madagascar y Hawaii. Así que ir rumbo a la Gorgona, en su propio país, solo era para él como una salida de domingo. Había dormido durante el vuelo a Cali y después durante el vuelo a Guapi, pues volar era algo que le daba sueño. Luego, él y su esposa cruzaron algunas amables palabras con el conductor del mototaxi que los estaba esperando, pero no más de la cuenta. Otros pasajeros del servicio de transporte de Guapi se dejaban entretener por
Juan Manuel Sosa Porras sus operarios con sus historias y chistes y era frecuente ver a los viajeros muertos de risa mientras los mototaxistas hablaban a buen volumen y daban cabrilla. Pero Nicolás y su esposa se habían limitado a saludar, responder con cortesía el primer comentario del jovencito afrodescendiente y con sonrisa de oreja a oreja que les había tocado y después solo hablaron entre ellos. Era la primera, primerísima vez que estaban en Guapi, pero, por una condición lamentablemente típica de algunos seres humanos, evitaban impresionarse, pues creían de forma inconsciente que aquellas personas que se asombraran por cosas, eran las personas menos asombrosas.Así que el matrimonio, simplemente siguió hablando en privado a un volumen muy decente, mientras el mototaxi pasaba a través de las calles del municipio, delimitadas por casas con comercios, ya muy vencidas por el tiempo. También había soldados en servicio, con camuflado gris, chalecos antibalas y portando subametralladoras AR–15. De una simple fotografía mental del lugar, de Guapi o de cualquier lugar que se visite por primera vez, habría mucho qué decir, inferir, cuestionarse y opinar. Mucho qué admirar y de qué impresionarse. Pero Nicolás no era ese tipo de viajero. No aún. Había algo a pocos minutos de su viaje al Pacífico que, de forma inesperada, llamaría su atención sin que él pudiera pensar ya más en otra cosa.Al abordar la lancha la vio, pero estaba pendiente de su esposa y de sus cosas y como varios visitantes más, no pudo detenerse a saciar su curiosidad. Diez minutos después, saltando sobre las olas, Nicolás había empezado a quitarle de a pocos la atención a su esposa para ver hacia la proa de la lancha. El grupo era de unos quince visitantes y todos estaban sentados sobre los tablones de la lancha bajo la carpa blanca y llevaban puestos sus salvavidas de color naranja chillón, con logos blancos de la agencia de viajes. Por la montonera y el movimiento,
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El Monstruo Nausa
Juan Manuel Sosa Porras
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Nicolás apenas podía enfocar por cortos instantes a quien quería ver. Su esposa lo notó y empezó a impacientarse. Estiró el pescuezo como pudo y descubrió lo que era con un trago de amargura. Nicolás estaba viendo a otra mujer. –Nicolás ¡tómele una foto! ¡O mejor, ahorita tómese una foto con ella! –susurró con fuerza. Estaba ofendida en especial porque esta chica en la proa, era muy bonita. Hubiera querido que fuera una jovencilla, una adolescente quizá, para poder escupirle en la cara a su esposo diciéndole “rabo verde”, pero no… la mujer era sin lugar a dudas de su rango de edad. Así que la enorme molestia provenía exclusivamente de la enrome atención que robaba de él. –Ay, Luisa, no moleste. Es que podría jurar que la conozco –Sí, claro… La voz de él era graciosa, a veces ceceaba y aveces no. Su apariencia, también era graciosa: era un poco cachetón a pesar de ser flaco y tenía el pelo ensortijado y rebelde. Parecía estar huyendo permanentemente de interpretar un personaje cómico. –Ahorita en la isla tengo qué acercármele –declaró. –¡No sea descarado! –le reprochó su esposa, casi gruñendo. Le dio un golpe con la punta de la palma y se giró furiosa. –¡Ay Luisa, es en serio, muy en serio! Ahorita que se dé cuenta de quién es, se va a sentir ridícula…! La isla Gorgona acababa de aparecer en medio del Pacífico. Mientras los demás viajeros estaban hipnotizados por la experiencia, por haber desembocado junto al río Guapi y resultado en mar abierto, luego haber visto las Yubartas danzando majestuosamente y también una fantástica corona de aves volar en círculos sobre ellos; Nicolás y su esposa venían ensimismados en sus pensamientos.Ambos, a causa de aquella fémina. La costa de la isla, era una bella muralla de vegetación, mayormente palmeras que sonaban y bailaban al viento. Había varios hombres que recibían a los viajeros. Uno de ellos recibió a la misteriosa mujer y le dio un rápido abrazo. Ella respondió con un beso sobre su negra mejilla, medianamente poblada de barba.
Nicolás trastabilló al dejar la lancha y emprendió una carrerilla hacia la mujer. –¡Eso, destrómpese! –le reclamó Luisa. Nicolás corrió hacia la mujer, que ahora saludaba a otro caucano con el que intercambió amplias sonrisas. A medida que se acercaba, Nicolás se apresuraba más y su sospecha más se confirmaba. Estaba muy nervioso, como si estuviera por descubrir la piedra filosofal. Estaba tan ansioso que hasta un par de guías caucanos se contagiaron de intranquilidad y se pusieron alerta. Nicolás rodeó a la mujer para verla de frente y cuando vio su rostro, se atrevió a hablarle.Ya no tenía dudas. Tenía el corazón a mil y la respiración un poco agitada, pero aún así, con su cara y voz graciosas, entonó con firmeza, casi como una acusación: –¿Sofía? ¿SOFÍA GARAVITO? La mujer tensionó las órbitas de sus ojos de inmediato y dirigió su mirada al viajero. Se quedó congelada viéndolo. –¡Sofía, sí es usted! –Nicolás celebró su descubrimiento. Pero la mujer retiró sus ojos negros y brillantes de inmediato. Inclusive dio un par de pasos para alejarse. –ella no é Sofía, ella é Yuri Miché –aclaró amablemente uno de los guías. Al oírlo, ella se llenó de valor y habló –Yuri Michelle Luna y le serviré de guía en este viaje. –...pero no puede ser, si tiene otro nombre… –razonó Luisa. –Pues tiene otro nombre, pero es que no se parece... ES Sofía. –Eso no tiene sentido, Nico; Si fue secuestrada y desaparecida ¿cómo iba a resultar aquí? Psss ¿precisamente aquí? –no sé, pero es ella –Según lo que usted me cuenta, Nico; esa tal Sofía está muerta. Esta es una vieja que se parece un montón, o que a usted se le parece un montón, pero ya. No vaya a atormentarse ¿si? –le frotó la espalda. Llevaban susurrándose mutuamente varios minutos, formándose entre su grupo de visitantes, hasta que uno de los guías empezó a hablar en voz alta. Iban a adentrarse en la isla. Lo que había en la pantalla de su laptop, cuando estuvo de regreso en Bogotá, no eran sus fotos al lado de su esposa, ostentando los lugares cuyo aire había respirado, como siempre, en alguna pose de éxtasis o gratitud a la vida. No. Esta vez, su viaje había virado inesperadamente y lo que estaba viendo, eran páginas viejas de noticias, entradas de blog de diversos autores, algunos videos y el artículo en Wikipedia sobre el trágico episodio que había vivido de cerca hacía casi diez años.
Juan Manuel Sosa Porras
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El origen de la dualidad Luciana Gurciullo
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n las profundas oscuridades del tiempo moraba la nada. Carente de forma y color, sus insulsos días transcurrían en caminatas por el universo de los silencios, sus pasos lentos le indicaban que existía y sin sobresaltos deambulaba por los innumerables pasillos estelares. A veces bostezaba, aunque no sabía, ni se preguntaba el motivo, tampoco tenía palabras su permanencia. Idas y vueltas, descansos y abúlicos paseos conformaban su estadía. La nada resistía y anulaba sin querer cualquier cambio o situación novedosa. Polvos siderales testigos de otros tiempos, tenuemente iluminados, rodeaban aquel sector donde la nada orbitaba sin sentido; sombríamente levantaba su cuerpo y lo llevaba hacia los mismos circuitos cotidianamente, desgastando su invisible ánimo, desovillando su imperceptible ser. Sin conciencia volvía y parecía controlar los aires sin temperaturas y revisar los otros cuerpos inertes, tan desdichados como la nada misma.Además de vacíos y oquedad sólo la quietud, residía en aquellos páramos. La nada continuaba en sus inútiles viajes por lo que constituía sus terrenos circundantes. Un soplo de ausencias la debilitó y sin saberlo tomó un descanso, una breve siesta en la mitad de sus giros acostumbrados. Al dormir ocurrió al extraño, un sinnúmero de imágenes acudieron a su ser, luego de aparecer formaron otras imágenes y así hasta que su sueño de pobló de sueños. Sorpresivamente surgieron luces brillantes y también melodiosos sonidos.Al despertar la nada sintió algo por primera vez, no sabía que era pero le producía una especie de felicidad. Intentó nuevamente descansar, aunque no pudo, entonces volvió a sus recorridos. Tiempo después ya estaba preparada para dormir y así lo hizo, accediendo nuevamente a esas sublimes imágenes de algo superior y divino que se formaba. Superior porque excedía lo
Luciana Gurciullo que ella hubiera podido imaginar, y divino porque le causaba sensaciones desconocidas y nuevas, la nada sentía dentro de ella un poder que no le era propio, un regalo de los tiempos. Inexplicablemente en cada sueño la invadía el amor, sin embargo hacia el final de esos delirios se presentaba un profundo dolor. Entendió sin proponérselo que aquello era confuso y desafiante. Los días vacíos comenzaron a tener un objetivo, cada paso se cargó de velocidad, y apareció en sus estados cotidianos la duda, esa terrible perseguidora del sosiego, la calma que antes era su única y conocida estancia, duraba poco, casi desaparecía. Sintió por primera vez ansiedad, y sus ojos se llenaron de impaciencia, no podía explicar que sucedía, dentro o fuera de ella algo se anunciaba o tal vez había llegado su final. No se consolaba con sus explicaciones, se dio cuenta que su lenguaje se nutría de palabras, era necesario nombrar cada sensación, aunque no era claro el para qué. El amor en su interior aumentaba y el dolor disminuía, pero lejos de desaparecer se manifestaba intermitente, como quien avisa que algo ignoto va a ocurrir. La nada temía y lamentaba entender que pronto, en cualquier instante debería tomar una decisión, queriendo dilucidar qué era decidir.Y entonces se preguntó sobre ella, sobre su origen. Desconocía cualquier dato hasta las primeras imágenes que se le presentaron, estas sólo se referían a luces brillantes y colores extraños. En los siguientes sueños había escuchado lejanos sonidos, y haciendo memoria por primera vez recordó que algunos sabores llegaron en esos sueños. Posiblemente era la materialidad la que estaba transformando su mundo o por lo menos lo que ella había decidido que se llamara así. Los sueños que le mostraban imágenes claras se volvieron parte de su completa existencia, ya no soñaba, ahora creaba
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El origen de la dualidad
Luciana Gurciullo
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en su mente futuras existencias, posibles circunstancias donde no había soledad ni silencio, donde el espacio se llenaba de elementos, de movimientos de algo que aún no se animaba a nombrar. Sabía con seguridad que sería muy importante y posiblemente peligroso. Eso la atormentaba, lo que se anunciaba era sobrecogedor, inusitado, innombrable. Su cuerpo amorfo se tornó, primero difusamente y luego nítidamente, en un refugio, en un hogar, allí sin ánimos y sólo con terror entendió que ella crearía algo mayor, algo incontenible. El momento anunciado llegaba y se lo anunciaron las oscuridades alojándose para dar su lugar a las luces, la nada se vio engrandecida, rodeada de deseos, de esperanzas, de promesas, de voces, de brillos, de alegrías, de llantos, de miedos y de sacrificios. Era imposible interpretar tanto y tan variados mensajes, acudían a su ser infinidad de sensaciones, disfrutaba y sufría. Agradecida de tantas exigencias y tolerancias, de aquellas hermosas sensaciones que la rodeaban, se sintió importante, se volvió capaz, el poder estaba en ella y demostraría por primera vez su audacia y señorío. Absorbió aquello que se le otorgaba y se fundió con cada elemento cercano que acudía al origen. Había una fiesta la felicidad se presentía. Explosiones y calor inundaban los tiempos. En aquel inestable espacio de sobresaltos y angustia supuso acertadamente que alguien ocuparía su lugar, que ese anuncio indicaba que lo que ella había sido cambiaría totalmente dando paso al otro ser a quien entre tantos desvaríos, alucinaciones y expectativas se animó y nombró vida, dejando su ser, pudo observar que su hija no se le parecía, tal como lo esperaba y relajando su cuerpo sintió el mismo espasmo que acababa de sentir. Entregando su último respiro contempló extasiada que una segunda hija completaba su desaparición. Aturdida por el episodio no logró descifrar si su hija vida era una con dos formas opuestas o si en verdad había creado a otra hija más, y por las dudas la llamó muerte.
M Fr ar om et a Mar J. Frometa
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El regreso
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e llamo Pablo como mi padre, como mi abuelo y mi bisabuelo, creo que incluso como mi tarara abuelo. Soy un hombre de campo, como la mayoría de mi familia crecí en un pueblito pequeño en las afueras de Managua llamado “El crucero”. Hasta el nombre del lugar le hacia honores al mismo, con una irónica similitud macabra del destino. Las familias en este lugar se agrupan por miembros de hasta 10 o más personas. Según los viejos la comida basada en frijoles y tortillas de maíz, sumado a la temperatura baja del lugar eran las principales causales de la sobrepoblación. Estas familias numerosas se mezclan entre ellas mismas, al final el pueblo esta habitado por parientes, cercanos o lejanos. En este poblado alejado de la civilización todo se sabe. En un lugar donde la escases de trabajo y la pobreza predominan, la mas mínima noticia se vuelve la sensación de último momento. El caso de Gisela Rodríguez, fue uno de los más aterradores de la ciudad. La familia se mudó al pueblo cuando yo tenia apenas 3 años. En ese entonces la muchacha tenía pocos meses de vida. La llegada de los Rodríguez hizo levantar expectativas a muchos en el pueblo. Las hermanas eran mujeres hermosas, de ojos celestes y de piel blanca, que para la gente de por aquí era algo difícil de no admirar, tomando en cuenta que casi todos somos mestizos y menos agraciados. La mayor de ellas era la madre de Gisela, la cuál estaba casada con un señor de esos que manejan camiones en las carreteras; el hombre casi nunca estaba en casa, con ausencias prolongadas que luego terminaron por convertirse en años. Ella fue la única de las tres hermanas que permaneció en el pueblo, con el tiempo quedó sola en compañía de sus tres hijos: Gisela y sus hermanos gemelos. Mi amiga Gisela era una chica callada, con un carácter re-
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El regreso
Mar J. Frometa
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traído, pero con una belleza que pasaba de lo físico a lo de más adentro. En aquellos años el hijo de doña María Elena, la dueña del mini super central, también la enamoraba. Se rumoreaba por esos años que ella se aprovechaba de la condición económica del joven y conseguía muchas cosas para alimentar a su madre, que abandonada por su padre apenas tenía como sobrevivir. La muchacha crecía en el pueblo, siendo envidiada por las demás chicas en la escuela. Ella era dueña de la mirada y atención de los chicos mas guapos del pueblo, y los de mejor condición económica. Esto segundo, era vital para sobrevivir en esta zona árida, donde quienes tenían mayor fortuna y trabajaban debían transportarse a la ciudad que queda a mas de 12 km de distancia. Sin embargo, a Gisela no parecía interesarle nadie en este pueblo. Ella tenía un aire de princesa de los cuentos de hadas y sabía muy bien lo que quería. En una ocasión, recuerdo haberla escuchado decir que en unos años se marcharía e iría a casa de su tía menor, a estudiar en una universidad en la capital, decía que quería ser doctora para curar enfermos y salvar vidas. Lo que afirmó ese día no estaba lejos de la realidad, cuando termino las clases en la secundaria se marchó del pueblo una mañana. La madre viajaba a la capital para verla, y afirmaba que su hija se negaba a poner un pie de vuelta en el pueblo. Por aquellas cosas del destino que nunca logramos comprender Gisela decidió regresar al pueblo después de 15 años de ausencia; ahora era una doctora y trabajaba en el hospital central de la capital. Aquel día tomó el auto que le regaló su esposo, el doctor González, y manejo por la carretera de regreso al pueblo. Dicen que ella quería sorprender a su mamá para su cumpleaños y había preparado un regalo especial para ella. Hoy mientras la veo, después de tantos años sin verla, me
Mar J. Frometa parece dormida en un sueño sereno.Aunque tiene la misma expresión de hace años atrás, con unas leves marcas por el pasar de los años, estas eran casi imperceptibles, estaba hermosa. Su cabeza descansaba en su ataúd como quien duerme un plácido sueño, y sus brazos inmóviles reposaban tranquilos. Aquella figura inerte, parecía sacada de uno de esos cuentos de Disney. Le habían puesto un vestido para cubrir su cuello y colocado un pañuelo en su cabeza para cubrirla toda. Quien diría que hace unos años esa pequeña boca, sonreía amablemente mostrando aquella dentadura, blanca y casi perfecta. El auto se estrelló del lado derecho contra un camión que subía la colina que está a la entrada del pueblo, a escaso medio kilometro de la entrada. Al parecer ella Perdió los frenos y la falta de pericia del chofer y una mala maniobra provocaron el impacto. Su cuerpo quedo con quebraduras en todas partes, sin embargo, su rostro no sufrió daño alguno. Era como si un ángel hubiera protegido su cara de diosa pero, el golpe craneal fue fulminante. Aquel día, el padre vio a su hija, tras casi 20 años de ausencia, contempló aterrado su cuerpo envuelto en el amasijo de lata, carne y sangre. Habían planeado aquel encuentro después de mucho tiempo. Aquella noche antes de salir había bebido, para tratar de calmar el ansia del reencuentro y el cargo de conciencia que tenia por haberla abandonado. El alcohol aún corría por sus venas y perdió el control del camión en plena carretera. El silencio en el entierro fue lacerante, la madre de negó a escuchar lágrimas. Los llantos se escuchaban hacia adentro. El espacio en el lugar de redujo, muchos fueron a despedirla. Gisela, la chica más hermosa que ha vivido en el pueblo estaba muerta. Había perdido su vida en manos de su propio padre.
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I Inné su s a Inés Insua
Ella y su silencio
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omo un rayo de fuego el dolor le atravesó la cabeza, pretendió abrir los ojos y el esfuerzo acrecentó su sufrimiento, sin entender qué le pasaba intentó recordar por qué estaba en la cama y qué le había ocurrido, lentamente fue recordando y entendiendo, un sollozo le subió impetuoso desde el fondo de su pecho, con esfuerzo acalló el desborde y pensó: –Creo que me desmayé… Con su pensamiento aún aturdido comenzó a recordar, la discusión con Enrique, su desmedida violencia y ese estúpido deseo de ella de apaciguar o entender porque tanto exceso y ese límite que sabía no debía trasgredir y que algunas veces inconscientemente lo hacía al gritarle que se calmara, al instante vio la furia en su mirada y quiso salir, escapar, segura que había roto la débil compuerta que lo llevaba a ese estado de locura al que tanto temía. La experiencia le gritó que se alejara de él, tenía una fuerza y una furia incontenible cuando quebrantaba la frágil medida de su frialdad o su indiferencia. Sin saber cómo se desprendió de su mano y corrió hacía el jardín que daba a la calle, la distancia no era pequeña, pensó que lograría abrir la puerta antes que la alcanzara sabiendo que estaba siempre con llave, pero al menos allí no se atrevería a seguir gritando y amenazando por la proximidad con los vecinos. El piso de la entrada a la casa estaba mojado y ella descalza resbaló, cayó hacia adelante, se apresuró a incorporarse, no lo logró. Enrique ya estaba sobre su espalda, sintió los golpes en su cabeza, golpes fuertes, intentó cubrirse con ambas manos y entonces la tomó del pelo y encarnizado subía y bajaba su cabeza golpeándola contra el piso, cruzó sus manos sobre la baldosas protegiendo su cara y asustada comenzó a gritarle que la dejara, que la soltara, que no la golpeara, los insultos le nacieron súbitos sabiendo de antemano las consecuencias, pocas veces se arries-
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gaba a provocar aún más su furia, sintió que no le importaba, y ésta vez los esgrimía desde su lugar de impotencia y vulnerabilidad como una suerte de devolución a tanta humillación, parecía que su demanda lo exaltaba más aún y siguió gritando, alguien pasó por la vereda de enfrente, eran varias personas, no las podía ver pero las escuchaba. – ¿Qué pasa, qué pasa?_ Dijeron. Él se incorporó de inmediato y alzando la voz dijo: – Mira el escándalo que estás haciendo…– Y rápidamente entró a la casa. Escuchó el silencio, los de enfrente se marcharon y ella quedó allí tirada boca abajo, golpeada, avergonzada, herida. Se incorporó como pudo y entró, se refugió en el cuarto y se derrumbó en la cama, la cabeza, su cabeza con ese dolor insoportable. –Tengo que mojarme con agua fría para calmarme, me tengo que levantar, no puedo, me duele demasiado, tengo que pedirle que me ayude…. Hasta allí los recuerdos, la oscuridad, la inconsciencia.Ahora otra vez el dolor agudo, inaguantable, la realidad, su horrible realidad. Los golpes en la puerta de calle la sacaron de sus pensamientos, reconoció las voces, Guillermo con su familia, con tantos niños, una visita de domingo, para charlar y tomar unos mates y ella allí, en ese estado, escuchó que preguntaron por ella, se incorporó y fue al baño, se mojó cien veces la cara con el agua fría, el dolor no se iba y sus ojos estaban hinchados, tomó dos analgésicos juntos, se recompuso con pudo y salió. Ante el asombro por el aspecto de su rostro dijo: –Tengo una horrible rinitis desde temprano y al acostarme y al quedarme dormida se hincharon los ojos y la cara.– Nadie le creyó, lo leyó en sus miradas compasivas, disimulando lo mejor que pudieron, callaron por un instante y luego todo siguió como de costumbre, la ronda del mate, el televisor con el futbol, los chicos jugando, entrando y saliendo, igual que siempre. Solo ella con su dolor, con su vergüenza, con su humillación. Ella y su silencio.
Inés Insua
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A Se nd la re a Andrea V. Sela
ENSAYO
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Mas allá de la medianoche SIDNEY SHELDON
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ómo no mencionar a este excelente escritor recordando una de sus novelas: Venganza de Ángeles, donde su protagonista era una joven abogada con toda la capacidad y ahínco para triunfar en un mundo patriarcal, enfrentando no a pocos problemas y con un final que deja a más de uno con un sabor amargo y teniendo la sensación que mucho de lo que hizo fue en vano. Pero en este caso hablamos de otra novela, de menor calidad narrativa, aunque pudo ser pie para la mencionada en el párrafo anterior. Sheldon gusta de tener protagonistas mujeres, y Más allá de la medianoche no trae a dos de ellas. Lindas, inteligentes, empoderadas. Pero, ambas locas por la aprobación de los hombres, y una literalmente loca de venganza por un muchacho que hace tiempo la olvidó. Es que este hombre disfrutaba de estar con muchas señoritas, o eso nos hace entender en varias partes de su libro. Como que su belleza viril no puede ser más que aprovechada de esa forma. Quizás sea algo de la época cuando se escribió, por la década del 70. Volviendo a las protagonistas, nos encontramos con Cateherine, norteamericana, sumamente inteligente, universitaria, encuentra su primer trabajo como asistente de Bill Fraser, un empresario de la publicidad, con excelentes contactos. Por otro lado vemos a Noelle, francesa, cuya beldad le permite ser modelo y cuya inteligencia le permite lograr lo que se propone. La historia, bellamente relatada, nos sumerge en la vida de ambas protagonistas, con un marco cronológico hacia adelante, y en cada título, de forma alternada, vamos conociendo sus pensamientos e ideas, ya que ambos muchas veces se relatan en primera persona.
Andrea V. Sela El punto de encuentro de ambas es el capitán Lawrence Douglas, Larry, quien en un principio promete a Noelle volver a verla para casarse con ella, situación que nunca llega a cumplirse. Este hecho parece marcar un antes y un después en ella, y la lleva a contratar un investigador privado para saber que sucede con Larry. Catherine, en un acto arrebatado de amor, apenas conoce al capitán decide casarse con él, dejando de lado al bueno de la historia, Bill, porque las protagonistas tienen que elegir al chico malo si no, no habría un conflicto en el libro. Entre idas y vueltas vemos como Noelle persigue a su antiguo amante para darle un poco del dolor que ella sintió al esperarlo, desaprovechando las oportunidades que se están dando en su vida. Vemos también a Cat, quien se da cuenta que sus instintos la previeron del esposo que ahora tiene. El final, claramente tiene que darse, Larry dominado por Noelle debe asesinar a su esposa quien no quiere otorgarle el divorcio. La “muerte” de Cat, y como desencadenante, el juicio por asesinato de estos dos primeros. En conclusión, el libro cuenta con una lectura fácil, con tramas y diálogos muy bien pensados, especialmente en la parte del proceso judicial, y con personajes bien definidos, algunos rozando el cliché. También vemos una interesante relación de historias, que de una u otra forma confluyeron con un final que no hace más que dejarnos con varios interrogantes, o al menos a mí. Pero estos ya van en cuanto al escritor y que situaciones tenía para terminar la novela o si la pensó de esa forma apenas empezó a escribirla. No considero que la misma sea lectura recomendada. Existen libros mucho más interesantes por leer.
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M C a a Fu ñ te enas o te s Mateo Cañas Fuentes
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Justicia vs. Justicia
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n la época actual, el misterio cobra fuerza, cobra vidas; hombres y mujeres encargados de practicar la justicia se alejan de su trabajo e inician un recorrido por la senda de la corrupción, de la maldad, que los corroe de tal manera, que sólo sus cuerpos son externamente humanos. La sombra de un humano yace muerta dentro de un caparazón que sólo es marioneta de maldad. Pasa el tiempo, y entre tanta maldad, ocurren cosas misteriosas nuevamente, porque ha llegado a afectar hasta su máximo ser amado, su madre, su vínculo familiar, al punto que la tranquilidad que ofrece la casa materna, que es sinónimo de paz y añoranzas de niñez, se ha perturbado. Sus padres sufren al ver el fruto de sus entrañas, de su trabajo y su dedicación, convertirse en algo que destruye la esperanza de la humanidad, esa que juró defender con ética y profesionalismo. Con un dolor muy profundo en sus corazones, sólo desean que está trágica realidad termine, ya imaginan cómo será su final; sólo desean que termine. Es allí cuando resurge de nuevo la verdadera razón humana de existir, de ser humano, de volver a vivir; ya es un poco tarde, el daño ya está consumado y la verdadera justicia amerita sea castigada por sus actos cometidos consciente o inconscientemente. La justicia a sido aplicada, pero no como debe ser, porque lo ocurrido a pasado a otro extremo, que sólo se puede comparar con la más cruenta práctica de justicia hecha por la mano del hombre a su medida para provocar terror y dolor en la humanidad. Se aplica una justicia que se solidariza con la justicia que aplicaba la ahora ajusticiada; causaba dolor, terror, horror, y aho-
Mateo Cañas Fuentes ra la historia ha dado un giro y ha vuelto con fuerza para hacer sentir en carne propia eso que un día, consciente o inconsciente, libre u obligada, hizo con precisión y sin el más mínimo temor. El tiempo no dio, ni dará tregua, no tiene, ni tendrá prisa, no hubo, ni habrá nada que lo detenga en su misión. Ha sufrido las penas y el rigor del sufrimiento, pero no tiene fin. Sus errores quizá no fueron suficientes para tanto dolor y maldad puestos en práctica en su cuerpo y en su alma, pero ya nada lo puede revertir. Morirá con esa tragedia en la cabeza, tan joven como el primer día que vivió lo que le hicieron.Ya no habrá tiempo para más odio y menos para cobrar con dolor lo ocurrido, sólo queda el perdón y la paz espiritual. El tiempo y ella, son testigos de lo cruel que es la bestia cuando es alimenta con odio.
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R u A Av ngth al él la ica y Ruth Angélica Avallay
Golpeando las puertas del cielo
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o despertaron unos extraños ruidos provenientes del espacio exterior:Al principio creyó que eran las turbinas de un avión, acercándose. Se asomó a la ventana esperando verlo pasar por sobre el edificio de departamentos donde se encontraba, pero no, nunca apareció. Continuó un minuto inmutable, hasta que no resistió más y se vistió rápidamente para salir a la terraza, a pesar de que eran las tres de la madrugada. El cielo estaba estrellado y el frio del sereno se hacía sentir como un manto de escarcha envolviéndole el cuerpo, aún tibio, al salirse de la cama. Permaneció otro rato expectante, rodeado de silencio, cuando de pronto volvió a escuchar el mismo sonido, pero esta vez con mayor intensidad.Venía de todas las direcciones, el ruido llegaba como en ondas envolventes y comenzó a inquietarse más y más, hasta que una luz blanca y brillante en forma de cono se posó sobre su cabeza y luego una fuerza descomunal lo encumbró hacia las alturas, en cuestión de segundos. Despertó acostado en un campo sembrado de amapolas rojas, mientras el disco dorado del sol le acariciaba el rostro y unos sonidos de trompetas celestiales anunciaban un nuevo día. Trató de incorporarse, pero el cuerpo se le negaba a desprenderse de ese lecho tibio y reconfortante, como jamás había sentido. Recordó a alguien decir por ahí, que la sensación de bienestar que se siente viajando en coche, (de ahí que mucha gente se quede dormida), es lo más parecido al placer experimentado por el ser humano, antes de nacer, refugiado en el vientre materno. Más tarde se durmió con placidez entre la suavidad y perfume de las flores. En sueños pudo ver a un inmenso león recostado a su lado y más allá en una verde pradera, a un rebaño de ovejas pastoreando apacibles. Una indescriptible sensación
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de paz lo envolvía todo a su alrededor, pero sin saber por qué razón no podía despertarse y ponerse de pie para disfrutarlo todo mejor. De pronto el león giró su cabeza en dirección a él y comenzó a hablarle: –Esto es lo que tendrás.Tus ojos llegarán a más distancia y podrás tomar cualquier cosa. Tienes que animarte. Hace demasiado tiempo que deberías haber tomado otra decisión. Es mejor que cambies de plano para ver qué sucede contigo. Diciendo esto el rey de la selva se incorporó y sacudió su melena al mismo tiempo que un poderoso rugido salió de su garganta, como un estruendo. Luego despertó en medio del mar, flotando en una cama de espuma blanca, más suave aún que el campo de flores aún más confortable. Miró en dirección al cielo y vio a un ángel tocando una trompeta que no dejaba oír ningún sonido, o al menos, él no lo escuchaba. Entonces el ángel lo miró y comenzó a hablarle, pero tampoco resultó, era como si estuviera dentro de una burbuja hermética en un mundo donde reinaba un absoluto silencio. Mientras entre las esponjosas nubes, otros bellísimos seres angelicales danzaban al son de una música que se apreciaba mágica y celestial. Se volvió a dormir sin entender lo que sucedía y despertó en la cima de una montaña tratando de ponerse de pie, con dificultad, pero con la firme intención de lanzarse al vacío, preso de una intensa crisis existencial: Desprovisto de amor, apego a la vida y a la belleza de todo aquello que la constituía; unos instantes previos al final, se despojó de su ropa, de los cigarrillos, las anfetaminas, el alcohol y otras sustancias toxicas y se arrojó al abismo. Las luces de las ambulancias y los sonidos ensordecedores de las sirenas lo despertaron camino al hospital, a su lado su padre, sujetándole las manos, gritaba: – ¡No te mueras hijo mío! Un médico le practicaba resucitación y un enfermero le hacía compresión en la herida de un costado que empapaba de sangre las sabanas de la camilla, después de que se tirara de la terraza a cinco pisos de la acera y por milagro cayera sobre un coche, el cual, amortiguó la caída, evitándole una muerte segura. A medida que iba recuperando poco a poco la conciencia, reconoció unos bellos ojos claros que lo miraban con infinito amor y con voz firme y potente le animaba diciéndole: –_Debes luchar hijo, vamos no aflojes, mantente despierto, debes volver a la vida. Mientras tanto, de alguna radio cercana, se escuchaba su canción favorita: ´”Tocando las puertas del cielo”.
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J os A M lb é ar er sil to li
Hezbollah en Argentina
José Alberto Marsilli
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n el vuelo 452 de Air Emiratos, provenientes de Beirut, toman el vuelo Alí Al Alí, 32 años, barba de varios días, tez bronceada, aro de oro en oreja izquierda, traje oscuro Dior y zapatos negros, y Al Kalin, 34 años, rasgos similares, jean azul gastado, botas texanas, camisa a cuadros rojos sobre azul, cabellos largos terminados en cola, tatuajes en el cuello y en ambos brazos. Gesticulan entre ellos a la vez que hablan inglés. Ambos con pasaportes falsos. Han integrado el grupo de tareas que realizó operativos terroristas en Londres, en Madrid y el último operativo en Berlín. Pertenecen al Hezbollah, organización terrorista palestina. Luego de hacer escala en Holanda donde, después de partir son informados de la presencia de los mismos. Tanto el FBI, la Mazad y la Policía Federal Argentina dan cuenta del arribo de ambos sujetos al Aeropuerto internacional de Ezeiza el Domingo 4 de Noviembre a las 21:45. La idea es atentar contra La Casa Rosada, Balcarce 50, Buenos Aires. -¿Por qué rosada? –Pregunta Alí. -¡Aquí, la homosexualidad está permitida!- Aduce Al. -Sus vecinos uruguayos permitieron la marihuana y los argentinos agrandados no quisieron se menos.-Concluye Alí. La misión de Hezbollah comenzó a tener problemas desde que desembarcaron, ya que su equipaje fue enviado por error a República Dominicana en un vuelo turístico de Copa Airline. Después de peregrinar por diferentes oficinas y no pudiendo comunicarse bien por su defectuoso castellano sin los modismos porteños como el emplear palabras al revés, el lunfardo y otros, salieron del aeropuerto aconsejados por funcionarios de la línea aérea para volver al día siguiente.
Los dos terroristas tomaron un taxi a la salida del aeropuerto, y el conductor al notar que eran extranjeros los paseó tres horas por la ciudad, para finalmente abandonarlos en proximidades de Fuerte Apache, luego que al parar en un semáforo tres cómplices del taxista los asaltaran, robándoles sus efectos personales, pasaportes, (eran copias de los originales) costosos celulares y computadoras. -¡Esto no es joda, hermano! ¡Resultó más fácil el atentado al Puente de Londres!- Arguye Alí. -¡Más difícil que jorobar a un camello!-Alega Al. Los musulmanes luego del salah, su rezo diario pudieron quedar con algunos euros que traían escondidos dentro de las medias y salieron de ese lugar gracias a un camionero entrerriano que los levantó cuando estaban haciendo auto stop. El lunes a Las 7:30 de la mañana y gracias a su entrenamiento de guerrilla en Líbano logran tomar un tren y llegar a un hotel de Plaza Once. Toman un baño caliente, casi hierven en el intento. El conserje del hotel los auxilia con Pancutan, para las quemaduras, que ignorando que hacer con el producto, lo toman con cucharas. Luego alquilan un auto, ambos con dolores terribles de panza y se dirigen nuevamente al aeropuerto, determinados a secuestrar un avión -como estaba planeado- y estrellarlo contra la Casa de Gobierno. Camino al aeropuerto encuentran cortada la ruta debido a manifestaciones de Los piqueteros, Polo Obrero, empleados estatales, jubilados, docentes , congresistas y jueces en huelga, demorando más de 3 horas y sufriendo roturas de vidrios y abolladuras en el automóvil. A Las 12:30 deciden volver al centro de Bs. Aires, allí buscan una Casa de cambio para convertir los pocos euros que les quedaban luego de los robos. Recibieron por consejo de un empleado del banco, comprar Lebac, letras del Banco Central con vencimiento a 30 días. -¡Nos garcaron!-Asienten, mirándose. Por fin los terroristas llegan a las 15:10 al Aeroparque de Bs. Aires para secuestrar un avión y cumplir finalmente su misión. Pero Aerolíneas Argentinas está de huelga por más salario y menos trabajo. Los controladores de vuelo también están de paro (quieren equiparar su salario con el de los pilotos y senadores). Los demás vuelos se acoplan al paro. Ni los pájaros vuelan en solidaridad con los huelguistas. El único avión que está en la pista es un Piper Aircraft M600 turbohélice perteneciente a un conocido político correntino... pero el turbo no ha sido conectado aún. Su conexión depende de un depósito a la cuenta de la empresa fabricante y una autorización para que la misma pueda construir puentes con sobreprecios en la facturación.
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Hezbollah en Argentina
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Los empleados de las aerolíneas y los pasajeros están en el hall del Aeroparque, protestan y gritan cánticos contra el gobierno neoliberal. Otros cantan a favor de Cristina. Un Coro se acopla y canta a capela “Lunita Tucumana” y luego empalman con el chamamé “El toro” El aeropuerto se transforma en pista de baile. Llega la Policía aeroportuaria y reprime a todos, incluso a los musulmanes que son detenidos y llevados a la delegación de la Policía del Aeroparque, acusados de tumulto, destrozos y resistencia a la autoridad. A Las 18:10, en un descuido policial (cambio de Guardia), los terroristas escapan utilizando técnicas de disuasión aprendidas de sus colegas talibanes. Saben que el objetivo va a ser difícil. A Las 22:20, sucios, golpeados y con hambre, deciden comer algo en un restaurante cercano al Aeroparque. Piden milanesas con papas fritas y gaseosas. Escapan sin pagar, técnica adoptada en los duros entrenamientos en la tundra siberiana. Recién dos días después se pueden recuperar de la intoxicación producida por la carne en mal estado y gracias a que los hospitales son gratuitos. La ambulancia que los encuentra desahuciados pertenecía al gremio de la carne y fueron tratados mejor que a los animales, era la primera vez desde que llegaran al país. El domingo a las 15:30 los hombres de Hezbollah salen del Hospital de Clínica y llegan cerca del estadio de Racing Club, en Avellaneda. Los barrabravas los confunden con hinchas de Independiente y les dan una soberana paliza, no pudiendo defenderse pese a estar entrenados en diferentes artes marciales, como Kun fu, Aikido, Karate, Yudo y Trompa don. El jefe de los barrabravas (un sujeto apodado “el manga larga”, que no le hace asco a nada y menos a varones) viola reiteradamente a los musulmanes. A las 19:45 finalmente quedan liberados, con dolores terribles en todo el cuerpo, especialmente en la zona proctológica, más Alí, que sufría de hemorroides En la vereda del frente ven un bar y deciden pedir para tomar un buen vino argentino. El mozo aparece con dos iracundos vasos largos con un vino espumante. Lo toman a fondo blanco. Les tratan de cobrar como si hubieran tomado un alto vino Malbec Enrique Foster cosecha 2010. Escapan sin pagar, técnica adoptada en los severos entre-
namientos de los marines yanqui en las Rocallosas. Vuelven al hospital nuevamente ya que lo que les sirvieron era vino Tetrabrik adulterado. El día siguiente a las 22:30 siendo presa del pánico, Alí y Al huyen espantados en dirección a Paraná, Entre Ríos, en un camión de electrodomésticos de la conocida red Megatone, que es asaltado cruzando Rosario por piratas del asfalto. Doloridos, golpeados, hambrientos, sin un Euro y con el culo estropeado, sin poder ya caminar ni sentarse. Son levantados por un vehículo de una ONG que defiende los derechos humanos que los traslada hasta Chajarí. Deambulan por la calle Urquiza y se van a reposar a la plaza San Martín, donde unos pibes los convidan con Paco. Desquiciados y sin poder pensar se acuestan en la puerta de la Iglesia María Auxiliadora, donde una catequista se apiada de ellos y les trae agua y un par de choripanes. El móvil de la Policía Federal detiene su marcha, los despierta y al no tener documentación alguna, los encierran en una celda común.Al día siguiente comienzan los trámites de deportación. Nunca se los vio tan felices. Hablando y gesticulando entre ellos deciden que a su regreso al cuartel de Hezbollah, propondrían a sus jefes establecer un acuerdo con el gobierno argentino, para ser asesorados en un entrenamiento especializado en Anarquía Social.Alí le sugiera a Al evitar de cualquier forma el regreso. Serán juzgados y empalados por no cumplir la misión. Al llegar la hora del salah, se arrodillan y agradecen a Alá. El municipio local los contrata como salvavidas en el Complejo Termal. Más tarde, ya dominando el idioma, incluso el regionalismo de arrastrar las “rr”, hacen amigos en el boliche de moda, “Gigante” Un viernes por la noche son atacados por doce borrachos mal. Usando las numerosas tácticas de combates aprendidas, la banda recibe una tremenda golpiza. Desde ese día trabajan los viernes como custodios del boliche. Las minas se les regalan. Una semana más tarde abren un gimnasio de Crossfit. Los turnos se agotan en un par de horas. En éste momento están tratando de comprar un departamento en pleno centro.Ya compraron dos Jeep con los que se han unido a la famosa vuelta del perro los sábados por la tarde, los domingos y feriados.
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o, tenía que empezar con esta palabra obsoleta mi historia, mi breve historia que es casi una anécdota. No tuve tiempo para nutrir de pasiones y dolores mi biografía truncada.Tenía 17 años, qué se puede esperar de un chico de 17 en circunstancias que le sobrepasaban por completo. Imagino que muchos se preguntarán si era virgen todavía, y bueno, no, no lo era. Pero tampoco tenía una novia como se supone debería tenerla. La castidad, pesada como una piedra atada a las alas de un gorrión, me la quité en el campo mismo de batalla. Por 4 semanas estuve enamorado de la prostituta sueca que fue cariñosa conmigo y me ahorró el esfuerzo de explorar con torpeza su sexo sabio. Se me notaría en la cara quizás, pero ella sabía que yo no sabía, así que se hizo cargo. Por su edad indeterminada sentí que era mi madre, mi hermana, la novia que nunca tuve, hasta mi abuela. Fue todo lo que tenía que ser para mí, así que fue lo mejor que una mujer podría ser. Pensé por varios días que al volver a mi tierra, por la cual estaba cada segundo en peligro de muerte, sería feliz visitando burdeles, encontrando a todas las mujeres que mi imaginación quisiera en una sola, y le sería fiel, ¿por qué no? Llegué a verme en un colorido futuro como a un rufián enamoradizo de corazón delicado, inescrupuloso y de mirada melancólica, esa clase de Romeo por el que todas las meretrices enloquecerían y por nada más le otorgarían gratuitamente sus lechos.Y no solo sería gratis: se disputarían el honor de tenerme. No estaría solo ni una sola noche cuando volviera, me sentiría amado, y siempre, a la única que yo amaría siempre sería a la primera, a la que se llevó mi infancia entre las paredes de lona de una tienda de campaña. Se llamaba Josefine. O tal vez saldría directo a buscarla como un loco, con la seguridad de que ella estaría esperándome en cualquier sitio lejos de las trincheras y los tanques y las órdenes de los sargentos, cada vez más nerviosos.
Luego dejé en suspenso mi romance imaginario para dar lugar a la guerra y las ganas de matar que a uno le nacen desde los genes más antiguos, de esos días en que los homo sapiens debíamos salir a cazar para comer, y también, por un trozo más de carne o un mejor lecho bajo las rocas, aprendimos de igual manera a eliminar a los rivales. En las trincheras se tiene la ocasión de mirarse sin las máscaras y vestiduras con que la civilización oculta nuestra visceral sed de sangre, nuestra vieja amistad con la muerte propia y la ajena también. Se puede ser asesino y suicida a la vez allí donde más vale un deceso rápido que una vida agónica, y para ganarse ese trofeo hay que ser osado, veloz y despiadado al momento de prodigar la muerte a los otros para atraer las balas de varios fusiles, así no fallan y se ahorra uno el espanto de quedar herido y terminar pisoteado por la tropa que avanza enloquecida o huye atemorizada. O peor aún, acabar abandonado junto a los cadáveres pestilentes sin fuerzas para darse un tiro de gracia, o en muchos casos, sin manos para poder tomar por última vez un arma. En fin, la guerra atrae más guerra y se nota en el concierto de los gritos de dolor siempre in crescendo de los moribundos. Yo, nuevamente me nombro porque soy un recuerdo para mí mismo, y me echo de menos. Añoro el sabor de las naranjas, de la sopa de setas que hacía mi madre en invierno y los sueños húmedos que me inquietaban antes de aprender a empuñar un arma. Fantaseaba con llenarme la boca con los senos de una mujer mayor que no fuera mi madre, y que sería la más hermosa de la tierra aunque yo no fuera particularmente agraciado. ¿Cómo sería, por otro lado, tener mi miembro en la boca de ella que a punta de misteriosos movimientos me llevaría de paseo al reino del placer? Yo, que al menos pude hacer el amor con Josefine una sola vez, no hice todo lo que deseaba, en 10 minutos no se logra más que empezar a creer en la realidad de la excitación y la erección que aparece y desaparece rítmicamente entre unas piernas calientes. Pero le agradezco, y más que gratitud, tiene que haber sido amor, porque me dio el derecho de abrazarme
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a su recuerdo en el peor de los momentos que se puede vivir, y si un recuerdo perdura por sobre el miedo y la muerte, sólo puede tratarse de amor. Incluso, cuando las balas silbaban sobre mi cabeza, alcancé a olvidarlas por unos instantes para recordar su piel mientras acariciaba mi fusil. Su tacto húmedo y pegajoso, su espalda suave con las costillas algo marcadas, y los senos aproximándose a mi boca para luego alejarse en ese vaivén similar al trote ligero de un potro que luego, al ritmo del corazón desbocado, empieza a acelerar con los ojos cerrados y termina por lanzarse en estampida solitaria al abismo lleno de vapores del orgasmo. Jose, así la llamé al sobar sus caderas sobre las mías, al apretar la carne de sus glúteos transpirados. El sudor que se deslizaba de mi vello púbico hasta la colchoneta no era solo mío, también provenía de ella junto a los jugos de su pubis oscurecido por gruesos vellos apelmazados. ¿Sería mi semen ese líquido lechoso que los envolvía? Sí, en ese momento sabía que sí, y me sentí orgulloso como si hubiera ganado todas las medallas. Jose, antes de retirarse y dar por finalizado lo que sería para mí el mejor momento de mi existencia,se inclinó lo suficiente para que mi lengua rozara uno de sus pezones, me miró a los ojos sonriendo y con un beso en la frente me aseguró que era todo un hombre, que le gustaría volver a verme.Yo le solté un “te amo” sincero, y sin tener nada más que mi nombre y el de mi regimiento anotados en un papel que llevaba encima desde mi enlistamiento, se lo puse en la mano izquierda haciéndola cerrar los dedos sobre él.“Nos volveremos a ver”, le susurré. Cuando se arregló la ropa y salió apresurada acompañada de los vítores de mis camaradas, dos lagrimones se escurrieron hasta secarse entre mis cabellos. Lo que no sé es en qué momento llegó esa granada que nos partió en varios segmentos a 3 o 4 que nos acurrucábamos en aquella zanja, pero al parecer fue mientras pensaba en ella y su sexo. Debo añadir, ahora que tengo tanto tiempo para recordar, que de mis cortas incursiones guerreras no puedo aseverar que maté a alguien, aunque sí disparé muchas veces. Quería y no quería hacer blanco, y si mis intenciones se hubieran traducido en las
balas de mi fusil, entonces a lo sumo habré causado alguna herida de poca importancia. Los veteranos de 20 años sí que apuntaban bien y daban en la cabeza o el pecho de alguna humanidad, ya no tenían miedo ni piedad ni remordimientos.Yo sí. Imaginaba que existían entre los franceses chicos que aún no conocían mujer, y esa situación los transformaba en niños. Matar niños es indigno, y no es algo que quisiera hacer, sean del bando que fuesen. Volviendo a mis últimos momentos en la zanja, el caso es que dejé mi cuerpo entreverado con partes de otros cuerpos, fue rápido. Lo que me llevó tiempo entender es lo que siguió a continuación, que se resume en el lugar donde estoy ahora. Habrá pasado meses, no sé. Sucede que desperté aquí, en esta habitación en Suecia, donde veo a Justin o Josefine engordar el vientre día a día, sentarse frente a la ventana del espacio donde come y duerme y quedarse pensativa por horas. Por las mañanas cuida a 2 o 3 niños de las vecinas, le preguntan cómo está y le dan ánimos para sobrellevar su supuesta viudez. Es evidente que no sospechan de su anterior oficio en tierras alemanas. En una ocasión se encontró con un soldado que estaba de paso, quien la reconoció y, riendo, procuró hacerle daño comentando que pronto nacería un hijo de puta más, mientras le miraba el vientre. Esa noche lloró mucho y yo le decía que el tipo era un imbécil y que ella se veía hermosa, ambas aseveraciones eran ciertas, por supuesto. Pero ella no me escuchaba, vamos, ni siquiera percibía mi larga presencia a su lado. De pronto sacó el papel que tiempo atrás le había dado, leyó mi nombre, el que tuve, y se acarició el vientre sonriendo con tanta tristeza que me dolió. “Jose, ¿por qué estoy aquí? ¿Tú sabes?”, la interrogué a tiempo de entender quién era el padre de su hijo y de estar de acuerdo en que allí era el lugar donde debía yo estar, allí estaba mi hogar. Es serio el asunto, en serio amo a esta mujer, Jose. Pero los finales felices no son posibles cuando uno se encuentra muerto y vivo a la vez, de modo que, como el hombre de la casa que soy ahora, he decidido que apenas vea la luz el muchacho, nos iremos los tres.Al final, es para eso que vine.
Shirley Caballero Sahonero
Bolivia
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La biblioteca
Lily. G. Rafferty
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o sé por qué razón, cada vez que discutimos con Mariana vengo aquí, de suerte que estas últimas semanas la biblioteca se ha transformado en el lugar que más he visitado. Supongo que, si lo pienso profundamente, debería entender que algo no anda bien. En un comienzo, solo entré aquí por pura curiosidad: el exterior del edificio me llamó la atención y mis ojos de arquitecto se vieron atraídos como por un imán al pasar por la puerta y ver esta bella construcción, de estilo gótico, que se levantaba en medio de un barrio monótono lleno de casas de fachadas racionalistas. Ojo, no digo que no me guste ese estilo; es más, nuestra casa es una de ellas, con líneas rectas, cortes puros, limpia y minimalista. Pero este lugar tenía algo que me atrajo apenas lo vi, de modo que no pude contener las ganas de conocerlo. Apenas crucé las dos grandes puertas de madera, miré directamente hacia el techo y pude ver el arco apuntado y la bóveda de crucería compuesta por arcos que se cruzan diagonalmente, llamados nervios, con una clave central; también los muros, adornados con grandes ventanales con vidrieras que permitían que la luz del sol entrase y bañase todo el espacio con suaves tonos multicolores que caían sobre las mesas y las iluminaban. Me quedé hipnotizado mirando hacia allí; solo me trajo de vuelta el ruido del carrito de la bibliotecaria que pasaba a mi lado mientras llevaba muchos libros apilados rumbo a las estanterías. —Permiso, señor. —Sí, disculpe, pase usted. La miré por unos instantes, ya que su fisonomía me hizo recordar a mi maestra de primer grado, la señorita Celia: una dama delgada de pelo canoso con su pelo lacio recogido con un rodete y que llevaba sus lentes con una cadena dorada de la que
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Lily. G. Rafferty colgaban cuando no los usaba. Sin darme cuenta, sonreí por el recuerdo. Cuando volví de él, pude notar que uno de los libros se había caído del carrito. Fui hasta él y lo tomé. —Señora, se le cayó… No pude terminar la frase. Noté que era una novela romántica: Los viejos puentes de madera. Eso me hizo pensar en Mariana: era su libro favorito. Lo abrí y, sin darme cuenta, me puse a leerlo hasta que una nota escrita en lapicera me llamó la atención: «Hola. Siempre te veo aquí, en la biblioteca, leyendo este libro. Se lo pides a la señorita Elga todos los días desde hace semanas. He querido acercarme a ti, pero no quiero molestarte. Espero que no te enojes por que haya escrito el libro: no tenía un lápiz, y antes de perder el valor usé lo que tenía a mano. Mi nombre es Juan». Rápidamente volteé la página y pude notar que allí había una respuesta escrita en el margen superior: «Hola, Juan, soy Marta. Sí, este libro me gusta mucho. Cada día lo leo con la esperanza de que ella tome coraje y abra la puerta del auto. ¿Cuál es tu libro favorito?». Ahí pude notar que debajo de esa frase figuraba escrito solo un título: El peregrino. Miré todas las demás páginas, con la esperanza de poder seguir el hilo de la conversación, pero allí no había nada más. Lo cerré, me dirigí a la zona de novelas y busqué en los estantes el libro mencionado. Encontré dos ejemplares. Los tomé y comencé a hojear el primero de ellos. «Nada, acá no hay nada», me dije mientras lo volvía a colocar en su lugar. Luego hice lo mismo con el otro y, apenas pasé un par de páginas, pude leer lo siguiente: «Hola, Juan. Gracias por tu recomendación, el libro es muy bonito.Vine ayer y me di cuenta de que te busqué entre quienes estaban leyendo. No sé si estabas y si me viste. Espero leerte pronto. Marta». La mirada me llevó a recorrer la página para encontrar la respuesta a su nota: «Hola, Marta. Sí, ayer te vi y me dio una
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Lily. G. Rafferty gran alegría ver que te dirigías a buscar el libro. Esperé a que te fueras y corrí a él para leer tu mensaje. Me gustaría presentarme e invitarte a tomar un café uno de estos días, ¿qué te parece?». Volteé la hoja y noté que allí habían escrito El principito.Volví a colocar el libro en el estante y, sin siquiera pensarlo, fui a buscar el título mencionado. Sin querer, me estaba sumergiendo en la historia y quería conocer más de ella. —Mamá, si me vieras ahora: ¡tanto que te critiqué con tus novelas! Aquí estaba yo, queriendo conocer más sobre Marta y Juan. Para mi desesperación, el siguiente se trataba de un libro muy popular, un clásico, razón por la cual en el estante eran cinco y, por lo que noté, faltaba uno más. Sin perder tiempo, tomé todos los que había y los puse sobre la mesa. Los fui examinando con detenimiento uno tras otro sin encontrar nada, hasta que solo me quedó un último ejemplar sin revisar. Esperaba que en ese estuviera lo que buscaba. Lo abrí, pero, al igual que con los otros, no encontré nada escrito. —Será el que aún no devolvieron. Empecé a mirar a la gente, tratando de reconocerlos. Buscaba algo que me llamara la atención, pero nadie allí estaba leyendo El principito además de mí. —Creo que tendré que esperar un poco para conocer el próximo capítulo. Fui hasta el estante y comencé a poner los libros en orden cuando, detrás de mí, sonó el sonido del carrito acercándose. Volteé para ver y la bibliotecaria tenía en su mano el ejemplar que faltaba. —¿Me permite? —le dije sin esperar a que lo dejara allí. —Sí, por favor, tenga.
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Lily. G. Rafferty Elga me dio el libro y continuó su recorrido por entre los estantes. Me senté y lo abrí. Apenas pasar la primera hoja, pude ver escrito: «Hola, Juan. Me encantaría tomar ese café y poder al fin conocerte. Espero noticias tuyas, cappuccino mediante». Sonreí al ver que debajo decía lo siguiente: «Marta, te espero mañana a las 17 hs en el bar que está frente a la plaza. Me reconocerás por que estaré leyendo Juan Salvador Gaviota. Te espero. Juan». — ¡Sí! —grité sin darme cuenta, lo que hizo que varias personas se voltearan hacia mí—. Perdón —me disculpé de inmediato. Tomé entonces el libro y lo dejé en el estante nuevamente. Cuando estaba por salir, miré el reloj y vi que eran las 17.30 hs. Intercepté a Elga, que venía caminado por el pasillo, y la hice detenerse. —Perdone, ¿sabría usted decirme cuándo devolvieron el ejemplar de El principito que me dio recién? —Sí, claro, fue justamente ayer Le agradecí y salí de allí rápidamente. Crucé la calle para llegar al bar que está frente a la plaza. Empecé a observar a todos los que estaban allí sentados. De pronto, en el fondo del salón, junto a una ventana, pude ver a una pareja de ancianos charlar sonrientes mientras disfrutaban de un cappuccino: él vestía un elegante traje gris, con una rosa roja en su solapa; ella, un vestido rosa, con su pelo blanco peinado con ondas sujetas con un par de peinetas a ambos lados. Su cartera estaba sobre la mesa junto al sombrero de fieltro gris de él, que descansaba sobre la tapa del libro Juan Salvador Gaviota.
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H Dí el az io
La cueva del acicate
Helio Díaz Sinopsis
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a historia se desarrolla en torno a las vivencias surgidas entre dos hermanos, que han quedado huérfanos a causa de la accidental muerte de sus padres. Una tía suya se hace cargo de ellos, los cría y educa hasta que deciden, en su mayoría de edad, abandonar su tutela, marchando cada uno hacia distintos lugares. Durante los años que conviven juntos, se suceden situaciones muy comprometidas referidas al sexo. Como consecuencia de ello, su cariño aumenta a medida que transcurre el tiempo, pero, más tarde, el destino se encarga de enfrentarlos a la realidad, y les inflige, en sus propias carnes, dolorosas experiencias. El sexo, intriga, violencia y amor que se generan en la novela, envolverán al lector en un mundo entretenido e interesante hasta llegar al final de su desenlace. Todo personaje que aparece durante el transcurso de la obra, lleva adosada su propia historia, aunque la vida de cada uno se irá complementando, de un modo casual, con las del resto, para llegar a confluir todas en un conglomerado imprevisto.
Capítulo 1 Esta enmarañada historia tiene su comienzo en Toledo, concretamente en la céntrica y concurrida calle Comercio. En medio de ese bullicio, una muchacha se empeñaba, durante su día de descanso, en relajarse mediante un pequeño paseo por la ciudad, aunque el continuo alboroto y el trabajo de esquivar a tanta gente no le favorecían demasiado. Buscaba un lugar tranquilo para pensar con claridad y poner en orden sus ideas. Decidió salir del intenso tumulto y dirigirse hacia la calle Trinidad,
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una zona más tranquila, donde residía actualmente. Su carácter, en general, era alegre, pero ese día no estaba para tirar cohetes, en el sentido literal de la palabra. Caminaba cabizbaja, pensando en todo, y en nada. El ruido de los coches no le perturbaba tanto como las personas. Cualquier chico, en tal situación, se dedicaría a patear todo cuerpo inanimado que hallara a su paso, ya fueran botes o piedras, pero claro, eso no estaría bien visto en una chica.A pesar de ello pudo más el ímpetu del desahogo, y comenzó a golpear todo cuanto se ponía a su alcance. Pero la desgracia se cebó con ella, pues una de las piedrecitas que salían despedidas, fue a dar, con tan mala fortuna, en el parabrisas de uno de los coches que estaban aparcados. El dueño, casualmente, se encontraba en su interior trasteando sobre una carpeta repleta de documentos.A consecuencia del sobresalto recibido, el hombre soltó lo que tenía entre manos, quedando, el interior del coche, abarrotado de papeles. El tipo era bastante obeso, tenía escaso pelo sobre las sienes y llevaba unas gafas con cristales de grueso calibre que indicaban una creciente miopía. Quizá su gordura fue lo que le causó la complicada salida del vehículo y, de esa manera, le dio una ligera ventaja a la chica para alejarse del lugar de los hechos. Desvió la vista hacia donde creyó que provenía el dichoso objeto, pero no divisó a nadie para culparle de ello. Giró su cabeza hacia el lado contrario y pudo observar a una joven que caminaba con paso impreciso y aparente distracción. Supuso que era la culpable al advertir el pataleo que realizaba con todo lo que hallaba a su paso. —¡ Eh, oiga, señorita! —Gritaba el hombre. Pero esta no se percató de las voces y continuó adelante. Aquel volvió a insistir una y otra vez hasta que, un transeúnte que venía en sentido contrario, le advirtió de la llamada. Ella se volvió y contempló a alguien que gesticulaba y señalaba con la mano hacia el coche. La chica le miró, se encogió de hombros y continuó con su cansino caminar. —¡Maldita sea mi suerte! —Renegó el hombre, mientras se adentraba en el coche pasando nuevos apuros—. ¡Ya es el segundo cristal que cambio en un mes!
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La cueva del acicate
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Más tarde se dispuso a recoger los papeles, no sin antes echar una última mirada furtiva por el retrovisor hacia aquella endemoniada chiquilla que doblaba la esquina de la calle Santa Úrsula, perdiéndola de vista poco después. Nuestra joven se dirigía hacia el estrecho callejón de Santa Úrsula. Con los brazos cruzados y con la mirada clavada en el suelo, no pudo prever que un joven se hallaba atareado en la limpieza de los cristales de un escaparate. Cuando se halló a su altura, tropezó con él, y este, a su vez, con el cubo que mantenía lleno de agua jabonosa. Ambos fueron a parar al suelo armando un tremendo alboroto. El eco de los ruidos llegó a oídos del dueño de la tienda, el cual salió raudo a interesarse por lo sucedido. Para entonces, la muchacha ya había logrado incorporarse, pero el chico todavía andaba por los suelos intentando ponerse en pie, pues el líquido derramado sobre la acera le provocaba sucesivos resbalones. La mala suerte quiso que, tras el último patinazo, quedara con la cabeza colgando sobre el bordillo. Un sexto sentido le obligó a retirarse de su incómoda posición al ver que un coche se acercaba a toda velocidad.Aun así, no pudo impedir que este, al pasar sobre el pequeño charco que se había producido, salpicara su rostro. —¡Pero…! —Exclamó el dueño—. ¿Se puede saber qué demonios ha ocurrido aquí? —Lo siento. —Se disculpaba la joven—. Iba distraída y tropecé. Cuando la chica se dispuso a ofrecerle su mano para ayudarle a incorporarse, observó, disgustada, cómo aquel contemplaba sus piernas aprovechando la corta falda que llevaba, en lugar de prestar atención al apoyo que le proporcionaba ella. En primer lugar, se puso colorada como un tomate y, posteriormente, retiró la mano que le ofrecía al joven, al tiempo que se dirigió hacia él para increparle su acción. —¿Qué estás mirando? —Le reprendió. —¡Tienes un precioso final de piernas! —Le dijo mientras sonreía. —¡Vete a la mierda, gilipollas!
Y a continuación se alejó corriendo de allí como si le persiguiera el mismísimo diablo. —Vaya genio que se gasta esa chiquilla, ¿eh? —Argumentó el dueño, al tiempo que le tendía una mano al chico. —Ya lo creo, pero no esperaba que se enfadara de esa manera. No lo dije con mala intención. —Olvídalo, hijo, recoge un poco esto y vamos a comer, que se hace tarde. Antes de internarse en la tienda, padre e hijo decidieron fijar su vista, unos segundos más, sobre la chica que corría calle abajo. Esta no se percató de que, en su alocada carrera, iba mostrando las bragas, llamando poderosamente la atención de todos los transeúntes. Estos se apartaban para cederle el paso, y se giraban después con el fin de observarla con más detalle. El cansancio le obligó a detenerse durante unos minutos para hacer acopio de fuerzas. Una vez recuperada, prosiguió hasta la Plaza del Consistorio y continuó por el Arco del Palacio hasta desembocar en la calle Trinidad, donde actualmente residía. No solo tenía molidos los pies, sino todo el cuerpo, pero aún más le dolía su interior, pues la rabia e impotencia le embargaban por el ridículo sufrido. Unos antiguos recuerdos se erigieron como preferentes en su atormentada cabeza. Habían transcurrido ya cinco años sin tener noticias de su hermano. Le echaba de menos. Teo, como le llamaba ella, decidió marchar a trabajar al extranjero, según le contó él. Su rostro se borró casi por completo de su mente, pero a pesar de ello, no cejaba en su empeño de reconstruir de nuevo esa cara que tantas veces besó y tomó con sus manos para decirle entre caricias: “¡te quiero!”. Un recuerdo especial, cuando se hallaba a solas, era una llamativa cicatriz que tenía su hermano en la ingle. Cuántas veces, siendo niños, le mostró aquella herida a su hermana para que le curara ella misma, hasta llegarse a cerrar por completo. Tampoco había que romperse las vestiduras por tal hecho. Ellos lo veían como cosa normal, siendo hermanos.Tampoco se avergonzaban por tal nimiedad.
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La despedida
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abían salido a pasear tras la función de teatro que acababan de ver, estaban inquietos y no deseaban ir a casa aun, a pesar de que era un poco tarde y, se notaba la humedad de la noche. Violeta se arropó con su abrigo negro y su chal violeta que se enroscó en el cuello como para darse un poco de calor, y Mario con su chaquetón gris y su corbata violeta resultaba muy elegante; ambos pensativos, quizá por la obra que habían contemplado que pareciera que representara a su vida, porque se comportaban como los actores en escena, distantes y callados con paso firme por una calle céntrica y transitada de Madrid, y, sin mirarse a la cara; no sabían cómo dirigirse la palabra y decirse lo que tanto tiempo llevaban ocultándose. Atrás quedó aquel amor incondicional lleno de algarabía y de sueños con proyectos de vida futura que les inundó en otra época. El tiempo tal vez había llevado a ambos al hastío y, ahora cargaban una vida tediosa que más bien era una representación de cara al lugar de clase media alta, donde habitaban en una lujosa casa que se les había quedado enorme. Ninguno de los dos quería dar el paso que hace muchos otoños debieron dar. Creían que el motivo era su hija María, que estudiaba en Londres ajena a la situación que acaecía a sus padres. Ellos trataron siempre de ocultar el ambiente por evitarle sufrimiento, y porque creían que tendría solución, pero tal como en la obra cuando la hija se marchó el escenario empeoró y, ambos comenzaron a hacer vidas separadas en la casa y solo hacían vida conjunta en las salidas sociales, a la ópera, o teatro, de forma que al acabar la función ya no tenían nada que decirse. Él era un abogado de prestigio y se casó con Violeta muy enamorado, pero pronto le fue infiel con una compañera del gabinete donde trabajaba y lo ocultó bastante tiempo, era muy tradicional y guardaba las formas con mucha discreción como se hacía en la época. Comenzaba la democra-
cia en España, pero la palabra democracia quedaba muy ancha para las personas vulnerables; aún el hombre tenía muchos poderes sobre la mujer. Ella profesora de inglés en la Facultad de la Universidad Autónoma de Madrid era una privilegiada, según su marido; desempeñaba su rol de mujer trabajadora y ama de casa; doble papel que las mujeres aceptaban para sentirse más liberadas, pero en realidad trabajaban el doble por la mitad de precio, porque su trabajo de ama de casa no se le reconocía, incluso por las propias mujeres, y más si tenía ayuda de servicio en casa. Lo cierto es que salvo alguna excepción las mujeres siempre llevaban las de perder en todos los sentidos. Las madres eran las que educaban en la mayoría de los casos trabajaran o no fuera de casa; los hombres cuando se casaban pretendían que su mujer hiciera también de madre era “la pescadilla que se muerde la cola”. Violeta aspiraba a la igualdad algo insólito en la vida social a la que pertenecía, pensaba que iba a cambiar el mundo con su trabajo en la Facultad, hasta sus compañeros de trabajo la miraban con extrañeza cuando oían sus tesis y muchos se reían a carcajadas en su cara, pensando si estaba delirando, — ¿cómo pretendía imponer igualdad entre hombre y mujer? Eso era una broma, —decían riendo, ¿si hasta sus madres hacían distinción entre ellos y sus hermanas?, todo estaba programado para que el hombre de la casa fuera distinguido y la mujer lo asumía sin rechistar. La abuela de Violeta le contaba, — que se había prosperado bastante, que en sus tiempos la mujer que rechistaba podían ingresarla en el psiquiátrico por loca, y que gracias a Dios eso ya no pasaba, pero porque la mujer había aprendido a callar y dar por buena toda disciplina impuesta por su padre o por su marido y eso hacía la convivencia más fácil; —ya no se oían tantos casos de mujeres ingresadas en los centros de tratamiento mental, solo alguno aislado, — le seguía comentando su abuela. Violeta no podía soportarlo y comenzó a echar en cara a Mario, todo su trabajo en casa; La señora de servicio venía solo por la mañana, y todas sabemos que la casa ocupa casi las veinticuatro horas. Mario no solo no hacía nada en la casa, sino que hasta tiraba la ropa al suelo por su lado de la cama creyendo que se recogía sola. Violeta le explicaba —que debía recogerla ella para que no la viera la señora de servicio, porque “nadie le
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tiene que recoger su ropa del suelo”, — es él el que se debe de responsabilizar de su ropa, y echarla en el cesto de la ropa sucia, ¿tan difícil es de entender?, —le decía Violeta una y otra vez. La convivencia se había deteriorado y estaban llegando al punto en que no se sostenía, pero María era el amor de los dos y por ella se estaban sacrificando. No se podía pensar en el divorcio porque no existía y la separación solo podía ser si el hombre dejaba a la mujer; la mujer no podía dejar al hombre salvo alguna excepción y, no estaba bien visto, enseguida le ponían mote a ella si osaba irse de su casa, tanto si era con otro hombre como si lo hacía sola. Le caía sobre su persona las más voraces críticas no solo de hombres sino también de mujeres y, muchas aguantaban porque eran incapaces de soportar ese peso que arrastrarían de por vida. Sin contar aquéllas que los maridos ingresaban en salud mental, los llamados “manicomios” de la época. Violeta tenía alguna amiga ingresada en esos centros y alguna vez acudió a visitarla no siéndole permitida la visita. Cuanto más rango social más facilidad para el marido llevarla al médico de salud mental, incluso obligada. Ni que decir tiene que todo se tapaba y cuando salía a la luz, la mujer ya se había vuelto loca de verdad, porque si no lo estaba al entrar allí dentro se volvía loca cualquiera. Otro problema de Violeta era que su propia madre, le aconsejaba que aguantara y que no contara esas cosas de Mario, que él era buena persona y el padre de su hija, y no debía ponerlo en boca de que nadie supiera lo que decía ella, que no la creerían y la que quedaba en mal lugar era ella.A su suegra ni mentarla, por lo que no le quedaba más remedio que tolerar y seguir sometida al mal trato psicológico continuo. Solo tenía la esperanza de que la situación política cambiara y pudiera tener algún lugar donde poder refugiarse.Admiraba a sus compañeras de facultad, una inglesa y otra francesa, esa libertad y soltura con la que se desenvolvían, era a lo que aspiraba. Ella con su sueldo podía dejar la casa y alquilar un pisito pequeño para vivir sola y con su hija, no necesitaba más, gracias a su trabajo lo podía conseguir; tenía claro que Mario no iba a abandonar su casa y sus comodidades, él era de la alta sociedad madrileña, —decía que con ella había perdido estatus. La clase social de Adelaida era inferior y, se lo echaba en cara cada vez que le parecía.Adelaida se sentía insultada y minusvalorada; con ello estaba ninguneando a sus padres y resto de familia, y de paso también a su hija, pero él no se daba cuenta de eso o le daba igual, solo deseaba hacerla sentir inferior, y ella se lo tenía que tragar y, se desahogaba llorando en la soledad de su cuarto donde se refugiaba la mayor parte del tiempo que estaba en casa. María solo venía de vacaciones y a veces ni eso porque viajaba a otros lugares, con lo que Adelaida no podía contar con ella para nada, además, no quería que María supiera de su vida, de lo desgraciada que era, y
cuando llegaba trataba de disimular y salía con ella de compras y de paseo; hablaban de estudios y de otras cosas banales que no le afectaran a la niña. Pensaba que para unos pocos días no se los iba a amargar con sus problemas de pareja que además era su querido padre, porque ella lo adoraba y él se derretía con sus carantoñas y le daba todo lo que le pedía. Para María su padre era sagrado, y ni a su madre le permitía hablar de él si no era para alagarlo. Por ello Adelaida solo deseaba que su hija fuera feliz y que no tuviera un mal concepto de su padre, deseaba lo mejor para ella. Adelaida sabía que no tenía a nadie con quien contar. Se desahogaba alguna vez a escondidas con su amiga de colegio, Ana, pero no podía venir a su casa ni ella iba a la suya.Ana vivía en las afueras de Madrid, un barrio obrero; su clase social era inferior y a Mario no le gustaba que la vieran con ella, —decía que la desmerecía, y eso le afectaba a él que era su marido y lo desprestigiaba. Adelaida sufrió mucho por ello porque quería a su amiga, pero Ana no deseaba saber nada de Mario, con lo que no había apenas relación. Solo se veían a escondidas en alguna ocasión cuando Mario viajaba por alguna circunstancia. Entonces aprovechaban y quedaban a comer por las afueras para no encontrarse con alguien conocido que las pudiera reconocer y luego contárselo a Mario. Ana le decía a Adelaida, —que lo denunciara a la policía, o que consultara con una abogada. Pero de sobra sabía Adelaida que los abogados se protegían entre ellos y su marido era muy conocido; por otra parte, lo de la policía era de risa pensarlo, sabía de casos donde se reían de la mujer y llamaban al marido para que la fuera a buscar a la comisaría. Su caso era como el de tantas otras sin solución, solo cabía esperar a que la situación cambiara. Ana era su amiga verdadera y podía contar con ella, incluso irse a vivir a su casa hasta que pudiera encontrar algo mejor.Adelaida lo sabía y se lo agradecía en el alma, pero por ahora debía seguir esperando. —“prefiero estar sola, ser pobre y libre”, — le decía Ana a su amiga. —“Ojalá pudiera”, —le contestaba Adelaida con lágrimas en los ojos. Se despidieron abrazadas, las dos llorando amargamente, como si fuera la última vez que se vieran. Adelaida caminaba tan absorta en sus pensamientos mirando hacia su interior, a su ahondado y desconsolado sufrimiento, que no advirtió el coche que se le echaba encima cuando cruzó la calle de camino a su casa sin mirar. Sintió una paz confina que la colmaba de felicidad, cuando se vio por fin liberada y flotando en un mundo excelso, sublime e idílico, desde donde observaba en miniatura muchas personas corriendo, sirenas y neones de colores que ya no iban con ella. Había conseguido la plenitud que la transportaba al mundo perfecto, radiante, hermoso, el mundo ideal, el de sus deseos infinitos.
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M A a n l S b Baed er ue lleamto l st an er o os
La vigencia de todas las sangres de José María Arguedas
Manuel Alberto Sedamano Ballesteros
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l 2 de diciembre último se conmemoró la trágica desaparición de uno de los más grandes escritores de la literatura indigenista hispanoamericana, nos estamos refiriendo al tayta andahuaylino José María Arguedas Altamirano, autor de la célebre novela Todas las sangres. Esta obra publicada en 1964 se constituyó en una de las mayores propuestas de su vasta producción literaria pues mostró en ella una gran variedad de personajes de la sociedad peruana de la época en el marco de los conflictos, preferentemente, sociales que afectan a las comunidades andinas por medio del denominado progreso imperialista o contemporáneo como se prefiera llamarlo. El título de la novela responde a un afán de revelar a través de espacios geográficos y sociales de nuestra serranía la constitución de la sociedad peruana andina; esto es, la pluriculturalidad de nuestro país. La agudeza narrativa de Arguedas induce a la reflexión de los peligros que conlleva la intromisión de grandes grupos transnacionales cuando recurren a diversas formas de corrupción y de explotación que, en muchos casos, atentan contra la defensa de los recursos naturales y contra la misma identidad indígena bajo el esbozo ideológico de la modernización. Es indudable que al tratar estos temas despertaría, en muchos sectores de la sociedad criolla de ese periodo, innumera-
bles ataques como lo ocurrido en la mesa redonda organizado por el Instituto de Estudios Peruanos en junio de 1965 y la posterior publicación de Utopía arcaica de nuestro nobel Mario Vargas Llosa. Sin embargo, considero que varios de esos argumentos carecieron de objetividad y de precisión pues expusieron razones políticas, históricas, sociológicas e incluso hasta económicas cuando la propuesta de Arguedas es evidentemente literaria: Todas las sangres propugna el respeto a la cultura, a la naturaleza y a las formas de la tradición andina. Esta novela rescata muchos elementos esenciales del mundo indigenista desde el animismo hasta los ritos populares como los entierros y las procesiones. Asimismo, resalta el valor expresivo del quechua y el trabajo de la tierra de los antepasados en armonía con el ambiente natural. Es innegable que es el lector quien valora e interpreta la obra literaria según su experiencia, es decir, desde su comprensión y expresión del mundo. Todas las sangres representa un estado de conciencia social (artística, moral, ideológica, entre otros) que la vincula con la sociedad según las condiciones históricas y materiales del quehacer literario (complejidad social). Esta novela es, sin lugar a dudas, una obra clásica de la literatura peruana e hispanoamericana, puesto que, aún mantiene su capacidad artística de enfrentarse a nuevas lecturas e interpretaciones, esto es, su vigencia enriquecedora infiere a diversos análisis en el ámbito literario y sociocultural.
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F r J a u B n a Ba ar n cis usata co ac h Francisco Juan Barata Bausach
España
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Los enanos
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e crecen los enanos, con una facilidad tan insultante que más parece una burla. Pero no se crean de qué se trata de una frase hecha. No, es una afirmación literal. Les cuento. Soy el propietario de un pequeño circo, de esos que solo se atreven a efectuar giras por los pueblos pequeños y alguna que otra capital de “provincias”. Lo mantengo entre muchos agobios y penalidades porque lo heredé de mis padres y estos de mis abuelos, por eso me daría mucha pena tener que cerrarlo después de tanta historia acumulada. De todas maneras, y ya que me estoy sincerando o eso creo, lo aguanto porque no sé hacer nada más. En realidad todo mi mundo se circunscribe a una pequeña caravana, que también es heredada de mis padres. La de mis abuelos era, en su época, un bonito carromato tirado por dos mulos que ya se murieron. Mi padre un día me contó que en un frio invierno, en un pueblo de la provincia de Soria, se los comieron, pero no sé si es verdad, porque mi padre era un payaso, pero de los del circo. La caravana de mis padres estaba muy bien climatizada. Hace mucho frio en invierno y mucho calor en verano. Con un pijama de felpa y un ventilador regalado por un chino, que actuaba de malabarista, por cierto era muy malo y por eso el regalo, para que no lo despidiera. Vuelvo al tema de los “enanos”, porque si les continuo desgranando mis cuitas actuales, seguro que me beatifican, y tanto no merezco, aunque a lo mejor sí. Me atrevo a insinuar, para el caso de que algún día quisieran aproximarme a los altares, que me gustaría ser conocido como el “Beato del Circo”,“Beato Benito, el Circense”. Benito, para que lo sepan, es mi nombre de pila. El principal número de mi circo lo constituyen los “enanos”. En estos tiempos en que los políticos no nos permiten tener más animales que los “artistas”, algunos de los cuales merecería más atención de los esforzados “animalistas”. Esforzados porque pretenden acabar con cualquier tradición que se les ponga a tiro, en realidad esos “artistas” también son una especie en vías de extin-
ción. De eso también hablaremos otro día, u otra noche, depende, porque a estas alturas de la vida muy pocos quieren trabajar en un “Circo” de “provincias”, tan pequeño y los que lo hacen , algo “animales” y muy “raritos” sí que son. Pero la insultante falta de curro que padece la sociedad actual, ¡qué coño, que también la padezco yo!, porque si hubiera trabajos para personas tan inútiles como lo soy yo, aguantaría el circo,“su puta madre”. Pues eso, que los “enanos” mantienen con sus payasadas los circos pequeños y como hay tanta demanda de ellos, los “enanos” de ahora son muy poco profesionales…,y crecen. Uno de los que tengo ahora ya mide casi un metro ochenta, está claro que no hay nadie que se crea que es un “enano”. Hay familias por las duras tierras del interior de nuestro país en que todos sus miembros son muy bajitos y disfrazan a sus hijos, también bajitos, de “enanos”. El paro es muy duro y sin trabajo se come lo justo. Por lo tanto, después de contratarlos, cuando comen tres veces al día, en pocos meses esos “niños-enanos” crecen. Es un desastre. No tengo más remedio que despedirlos cuando el público, que es un poco bruto por lo general, cuando salen a la pista y los ven, empiezan a abuchear sus actuaciones, los niños hacen lo que ven a sus padres, mientras todos berrean, ¡tongo, tongo! Y ya no se qué hacer. Sin animales, ni un simple caballito de mar se permite y de los otros, ni pensarlo. Con artistas “muy asilvestrados”, faltos de profesionalidad y que lo hacen muy mal…, poco futuro hay. Por poner un ejemplo, el lanzador de cuchillos tiene a su mujer, es la que se pone en la diana, hecha “unos zorros”, no ganamos para “mercromina”. Los trapecistas pasan más tiempo con los huesos rotos que en el trapecio. Encima los enanos me crecen. Estoy desesperado, no puedo hacer de “enano” porque mido casi dos metros, ni puedo lanzar cuchillos porque soy miope y para colmo tampoco puedo subir al trapecio. Esto último lo hice en la función de una tarde, los trapecistas estaban en el hospital. Pero una vez arriba del trapecio me dio tanto pánico que no podía bajar.Allá arriba estaba yo, en gayumbos, con el trapecio moviéndose, cada vez más mareado, sin red, no por ser mis trapecistas muy valientes, si no porque ni para comprar la red me sobra dinero. Mis empleados tardaron todo un día en bajarme y los espectadores, ni les cuento, aun se están descojonando de mí. No sé qué hacer, porque yo sí que tengo un “Circo” y me crecen los enanos. Aunque si lo pienso, por la reacción de los espectadores el día del trapecio, podría intentar actuar de payaso, aunque también es cierto que de esos, en estos tiempos tan desaforados hay demasiados
Francisco Juan Barata Bausach
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Otro cuento de Navidad Gustavo F. Espada V.
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os días finales del año nos muestran cuánto odiamos lo viejo y deseamos lo nuevo, embebidos en la espera de que de una vez se termine el problema de seguir en un año, el cual no hemos realizado gran propósito, sencillamente diríamos que nosotros somos el problema de todos los años. Antes de un conteo regresivo, sea este del inicio del fin o del fin del inicio, hay una festividad inclusive más pasiva: Navidad. Las luces adornan los lares desde las chabolas hasta los condominios, son coloridas e intermitentes; sin embargo, no son de utilidad si no hay quien las admire, es decir, si la familia no pasa Nochebuena en el hogar. Pues esa es la angustia de las mujeres ancianas, sobre todo de la señora Natividad, que ha engendrado únicamente a Salvador, obviamente con ayuda del emérito contador, Francisco Talavera. Este reposa en el canapé, al mismo tiempo que disfruta de su retiro y del tiempo infinito haciéndolas de otro mueble en la casa. –Pancho, ¿sabías que nuestro Salvador ha prometido comprarme una cocina? –dijo entusiasmada. –A ver si se aparece por aquí. En lo que a mí respecta, no necesitamos una cocina tan cara. – ¡Claro que la necesitamos! –Sucedió un silencio–. Así podré hacer platos internacionales, tanto será el tiempo que me sobrará, hasta me alcanzará para hacer postres. El anciano paró oído al escuchar la palabra «postre». –Sí es así, cómprate dos. Si algo no debe faltar en el almuerzo es el postre. –Ves como tengo razón. Esa cocina cambiará nuestras vidas, te lo aseguro. –Como quieras, con tal de que no dejes de cocinar está bien.
Gustavo F. Espada V. Llamaron a la puerta, prestamente fue Natividad a abrir; ella no quería malgastar un mínimo segundo. Llegaron, el hijo con la altivez que su presencia era una bendición para la casa, que su nombre no fue una casualidad, sino una confirmación al verbo «salvar» –estaba en lo cierto, claro, desde el punto de vista de su madre –, los niños con la alegría de visitar a los abuelos y la curiosidad de recorrer la casa en busca de una aventura; y la nuera con el desagrado en la boca por haberle tocado justo ese año para compartir las fiestas en casa de la suegra. –Denme unos minutos, acabaré de arreglarme –dijo Natividad azorada. –No te preocupes, mamá. Mientras, voy a saludar al viejo. Ingresaron con la calma que existe en una casa vacía. –Papá… – ¡Ah!, ¿estás aquí? Ya ni recuerdo tu cara, creo que fue desde que te dieron ese «fabuloso» empleo –dijo mascullando. –Debe ser el Alzheimer –replicó riendo. –El corazón no olvida, peor el de tu madre. – ¡No seas exagerado! Es cierto que los he descuidado, mas hoy he de comprarle una cocina a mamá. –Tú no entiendes… en fin, no vayas a decepcionarla. – ¿Cuándo lo he hecho? –dijo subiendo de tono. –Dime ahora, ¿a quién le afecta el Alzheimer? No negarás la Navidad pasada cuando tu madre… Se oyó la voz de la susodicha. – ¡Hijo, ya estoy lista! –Ella bajaba las escaleras vestida igual que el anterior año, él no lo notó porque no acudió a la festividad del año pasado –. ¿Vámonos? –Claro, ¡vamos familia! Nos vemos luego, papá. –Regresen cuando quieran, y si no, al menos hagan el intento –dijo sentencioso.
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Otro cuento de Navidad
Gustavo F. Espada V.
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Las tiendas bullían de compradores, en algunos casos, la capacidad de los establecimientos estaba copadísima, tanto así que cada cliente debía pedir una ficha. Sin importar cuánta gente hubiese, Salvador compraría la famosa súper cocina, a manera de expiar culpas con su madre. La familia llegó al sitio indicado; directamente a la súper cocina, la cual nadie compraba por el altísimo precio adherido a las festividades. Natividad rezumaba a través de sus gestos gozo puro, la quintaesencia del espíritu navideño; aunque no entendiese los términos ampulosos que usaba el vendedor, igualmente asentía con la cabeza, satisfecha de estar con la familia y la cocina multiuso. Sus manos arrugadas, resultados del azote del tiempo, palpaban la superficie de metal. El aparato era ingente, constaba de: doce hornallas, un horno casi industrial, una extractora silenciosa y muchos botones que se parangonaban con las lucecillas de su árbol navideño solariego. La cocina sería entregada un día antes de Navidad, fue lo que más interesó a la anciana. Hecho el trato, la familia retornó al lujoso vehículo; Natividad dio un vistazo a la cocina que pronto cumpliría su finalidad: «la mejor de las cenas navideñas jamás realizadas en la historia de la humanidad». Se despidió de ella con un ademán. En vísperas de Navidad le entregaron la cocina, ella temía que nunca llegase, pero a eso de las tres de la tarde ya estaba instalada, ocupando un lugar especial en la casa donde su soberbia figura exigía respeto. La enjuta señora arrostró la magnanimidad de una cocina modernísima, sin embargo, no hubo lucha, dominó el gigante metálico en un santiamén. Puso a hervir los vegetales, preparó la masa de las tartas, dio sazón a la salsa, frio las papas, horneó las galletas, coció el pollo, sirvió el budín, e hizo demás proezas culinarias para el festín navideño.
Gustavo F. Espada V. A las diez en punto la cena estaba lista, a las diez y cuarto acabó de vestirse, a las diez treinta su marido se quejó de lo que leía en el periódico. A las once hizo la primera llamada, a las once cuarenta y cinco había llamado quince veces. A las doce fue Navidad y no pudo evitar que sus ojos se anegaran de ese líquido sentimental que todos conocemos; el marido se enfureció por el retraso, a las doce y media recogieron los platos sin siquiera haberlos servido.A la una menos cuarto recibió una llamada. «Mamá, no llegaré a la cena. Nos excedimos en la casa de mi jefe, y me queda muy lejos para conducir. Pero no importa, la cocina ya está comprada». «Ahora dime, ¿qué demonios voy a hacer con una cocina tan grande?», dijo Natividad limpiándose las lágrimas con las mangas del suéter, el mismo que usó hace un año y humedeció aguardando tras la puerta a que su hijo llegase para Navidad.
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T om G Hera á rnnads án o de z
Perseguido
Tomás Granado Hernández
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enía miedo, era inútil negarlo, desde el día en que vio la sombra por primera vez. Sintió que el desasosiego, y la sensación de hallarse perdido ante una fuerza que era incapaz de enfrentar, mucho menos combatir se apoderó de su ser, estos pensamientos pasaban raudos por su mente mientras conducía a toda velocidad por la solitaria calleja, una pertinaz lluvia fina y fría, caía con suficiente vigor como para hacer que su cuerpo se estremeciera del frio cada cuanto mientras conducía de forma temeraria por las calles y avenidas. Hasta hace dos semanas vivía sin temores, sintiéndose casi invencible…de hecho lo era, soldado profesional altamente entrenado no conocía temor, tampoco consideración ni ataques de conciencia por las cosas que hacía y el dolor, miedo y desesperación que infringía. Estaba convencido de que hacia lo que debía hacer y luego seguía adelante —“esa mujer me lanzó una maldición”— esos ojos bellos no se borraban de su mente; su cálida sonrisa y el cariño con el que le habló calaron hondamente en el— “tanta tristeza y soledad en una sola alma”... “pobre de ti mi querido soldado ”—al escuchar esas palabras un dolor extraño y una sensación de angustia invadieron su ánimo, con toda la gentileza de la que fue capaz retiró la pequeña y tibia mano de la joven de su cara y le dio la espalda sin mediar palabras, esa noche durmió muy mal y desde entonces sintió una amenazante presencia a su alrededor, inicialmente no fue más que eso, una sensación angustiosa de estar siendo vigilado cada día en donde quiera que estaba incluso en su propia casa donde vivía solo desde hace mucho tiempo…su casa donde siempre se había sentido seguro comenzó a serle insoportable, la luz de sus propias lámparas le molestaban pero la oscuridad de sus rincones le parecían ominosas e interminables, podía casi palpar la presencia de alguien que definitivamente quería hacerle
Tomás Granado Hernández daño, después de días sin dormir o de dormir muy poco decidió mudarse a los cuarteles, ahí bajo la aguda mirada de los guardias tenía la seguridad de que su perseguidor no podría entrar, o por lo menos eso pensó, llegó a creer que estaba enloqueciendo pero no escuchaba voces ni se sentía afiebrado…solo tenía miedo, por unos días se sintió casi tranquilo pero luego comenzó a ver por el rabillo del ojo que alguien permanecía cerca de el en clara actitud hostil, pero sin atreverse a confrontarlo. en varias oportunidades giró sorpresivamente sobre sí mismo para sorprender a su agresor, pero no había nadie salvo sus compañeros quienes invariablemente lo veían y comentaban “está enloqueciendo”— dejó de comer, solamente se sentaba en el comedor en una mesa donde pudiera ver a su atacante cuando entrara… pero no pudo, dejó de hablar y comenzó a balbucear para sí mismo “cuento uno dos y tres y…volteo ”—en ese instante giraba violentamente el cuerpo para sorprender a su perseguidor imaginario… sin éxito, entonces se convenció de que no existía tal atacante y que su mente había sido influenciada por la joven “debo admitir que es hermosa ”—volvió a comer, se integró al grupo de trabajo con más ahínco, salió a dos misiones exitosas y regresó a su casa. “Noche de cerveza”—dijo alguien, y el aceptó, la pasaron bien, eran un grupo muy integrado—“somos familia”—decía el comandante, brindaron por su suerte, por su fuerza, y así les sorprendió la madrugada. Uno a uno se fueron despidiendo hasta que solo quedaron, la cerveza tibia y el, cuándo terminó su cerveza salió por la puerta de atrás del bar, puesto que ahí estaba su motocicleta, sentía apego por pocas cosas en esta vida, no tenía hermanos, ni madre, ni padre, solo sus armas, su moto y el “qué triste”—dijo la bella—“y… ¿ella que sabe?”—se subió a su moto para encen-
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derla y marcharse. Fue en ese instante cuando volvió a verlo y todos sus miedos se materializaron en una presencia ominosa, fría y oscura, después de todo lo pasado podía reconocer esa silueta donde la viera, esta vez inundó su miedo con ira; bajó de la moto y sacando su arma de la cintura se acercó al extraño que se encontraba de pies bajo la moribunda luz de un bombillo, sin cautela alguna y sin mediar palabras se acercó al extraño y le puso el arma en la cara, el disparo a quema ropa estremeció el silencioso estacionamiento como una explosión de gas, pero el proyectil solo horadó el espacio vacío porque el extraño apartó la cara con un movimiento y le arrebato el arma con el otro, ni un susurro salió de los labios del extraño ”—“me es familiar ”— lo atacó con toda la fuerza de la que fue capaz que era mucha… pero no lo tocó, nuevamente el extraño se apartó con un simple movimiento y el hombre cayó sobre su espalda, su entrenamiento de años dio sus frutos. Se levantó de inmediato y volvió al ataque…para caer de nuevo, sin embargo no eran los infructuosos ataques los que lo frustraban era el silencio y la pasividad de su oponente, al fin logro lanzarse sobre él y lo abrazó para dominarlo solo entonces pudo detallarlo, usaba un uniforme negro, botas tácticas e incluso un kevlar, pero no iba armado, no pudo verle la cara pues la llevaba cubierta con un pasa montañas o eso le pareció, el extraño dio un paso atrás y abrió los brazos en un movimiento de circulo que lo hizo caer “es uno de los míos ”—pensó con angustia. De pronto sintió nuevamente como el miedo lo paralizó y tras caer nuevamente optó por alejarse del extraño quien de forma lenta pero implacable comenzó a acercarse a él mientras sacaba de su cinturón algo brillante que el hombre no pudo distinguir— “tiene un arma “—ante la enorme sensación de derrota que le inspiraba el extraño optó por alejarse de el en la motocicleta, entonces comenzó la lluvia…
Tomás Granado Hernández El parpadeo de las luces de la moto lo sacó de sus recuerdos y lo trajo a la lluviosa e intranquila realidad; la moto se apagó justo frente a una casa que permanecía a oscuras “es la casa de mi madre…mi casa” –hacía mucho tiempo que no venía, desde la muerte de su madre. Se sintió tranquilo apenas cruzó las puertas…pero el extraño llegó también, pareciera que conocía sus direcciones tanto como él, una serenidad desesperada le invadió, lentamente caminó hasta el extraño quien lo espero sin moverse y sin pronunciar palabra alguna. Parecía un némesis salido de las sombras para castigarlo, lentamente se acercó al extraño visitante y cuando estuvo a buena distancia saco de su cintura un filoso cuchillo y apuñaló al extraño sin piedad en el esternón, la sombra cayó de rodillas y él se arrodilló frente a él, ya con la seguridad de la victoria el perseguido le arrancó el pasa montañas… su propio grito le sorprendió, sus manos temblaron tanto que no pudo seguir empuñando el cuchillo, el color huyo de su rostro y la desesperación nubló su mente pues el rostro que veía era su propio rostro entonces lo entendió todo –“tanta tristeza en una sola alma ”—nunca fue valor, era tristeza, el desprecio por las otras vidas era desprecio por la suya propia, la sombra era él… una triste sombra de su ser, el extraño moribundo le puso el brillante objeto que no pudo distinguir en el estacionamiento del bar…era una cadenita la misma que le regaló su madre cuando nació “que triste “—dijo la bella… Y así lo encontraron al pasar los días, mirando perdidamente hacia un punto muerto mientras acunaba el aire y se mecía como arrullando a un ser inexistente murmurando “era yo… siempre fui yo” Venezuela
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J Caesú st s ill o
Qué hacen Katiuska y Jimena en la esquina
Jesús Castillo Prefacio
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s un barrio humilde de la América del sur, pobre con las necesidades comunes que a diario circulan, las familias por lo general extensas, con más de tres integrantes, sin añadirles los abuelos, suegros y otros. Los padres por la situación económica y la crisis agobiante, trabajan horas extras para poder llevar el sustento a sus frutos ¡Muchos! Salen sin llevar un avío. Menos, sin dejar un desayuno. Muchos se van, sin saber si los que quedan, comen, beben o consiguen sobrevivir a la salida del sol, el día a día. Gran parte de ellos, no logran llegar a sus hogares para dar un poco de afecto y cariño al niño, al hijo. Pero; si, muchos de ellos (niños y adolescentes) circulan en las calles, en las esquinas a altas horas de la noche, buscando el afecto, el amor, la comprensión, la cena y la curiosidad que no consiguen en sus aposentos. En la palabra, en el abrazo y lecho de sus padres. Esta es; la historia de una de esas familias extensas trabajadoras y humildes, que por la incongruente suerte que la vida le ha reparado, no supo donde crecieron sus hijos. El hogar, la escuela, los conocimientos, los valores y hasta algunos alimentos, los adquirieren en una esquina. Donde la mayorías de los adolescentes terminan de perfeccionar su desarrollo; sus curiosidades, sus conductas, sus inquietudes, sus errores a expensa de la droga, el alcoholismo, el tabaco, la prostitución y la delincuencia. Una de estas adolescentes es; Katiuska Alejandra Ramírez Gil, hermana de Jimena Alexias Ramírez Gil. Hijas de Graciela Margarita Gil; una mujer trabajadora joven, de cuerpo delgado y bello, hermosa. Le gustan las fiestas, las rumbas. Sale a tempranas horas del día, casi de madrugada y regresa ¡Sí! Es (Que lo hace)
Jesús Castillo a eso ¡Casi! De la media noche. Sus labores; no le permite un abrazos a sus hijos, un beso, ni un te quiero pasajero. Su padre; Edward Santiago Ramírez Méndez; joven alto y delgado moreno. Ex presidiario por hurto y robo ¡Nunca! Vivió al lado de ellos. Su destino, su futuro, sus metas y sus sueños no pasan más allá de una jaula de acero. En el andar de sus cortas vidas Katiuska entra en el mundo de la diversión, el libertinaje, con apenas 14 años vive experiencias inimaginables al lado de sus ¡Compinches! Amigas, primas y estudiantes. A espalda de muchos, lleva una vida congestionada de sexo, secretos, aventuras, vicios, que más tarde le pasaría factura. Ella; Convierte sitios, achantes, en su hogar ¡Cómo! El de “La esquina Caliente” ¡Allí! Entra su hermana menor y muchas adolescentes más. Katiuska; su hermana, sus primas, sus amigas se ven envuelta en el mundo del escándalo, las aventuras amorosas, engaño, sexo, lujuria, droga y dinero. Alexander Javier Castellano; profesor de ciencias sociales ¡Había! Estudiado Matemáticas e ingeniería civil las cuales no pudo culminar. Zalamero y popular con 42 años de edad se ve envuelto en el camino hostil e inhóspito de Katiuska, su familia, sus amigas, sus achantes y su esquina caliente.
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E dw M Á o Yu lvasiaard cr re h a z Edward Mosiah Álvarez Yucra
RESEÑA LITERARIA
Soliloquios de 1 lo aparente
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as primeras obras de todo escritor suelen figurar como un ejercicio para alcanzar una más grande, o en otros casos, como el debut resonante entre la comunidad literaria. De cualquier modo, las expectativas frente a un novicio no siempre son prometedoras, pero lo crucial está en no encontrar decepción ni excesiva disconformidad en el texto. Antonio Romero se abre paso en la narrativa contemporánea con su libro de relatos: Por las sendas de la soledad (2016). Conformado por seis cuentos de diversa extensión, el libro nos invita a recorrer el desencanto de la inocencia, la parodia del amor y las pasiones frustradas de todo individuo a través de una prosa fluida, sobria, con un aire coloquial y casi juvenil. La infancia ingenua se ve perpetrada por tragedias, tanto íntimas como ajenas a los personajes, en relatos como “El mundo da vueltas” y “¿………?”, en tanto la parodia del amor no confeso, aquel de pureza indudable, devela un sentimiento obsesivo, burdo, desplegado con sarcasmo y humor en “El mejor amigo”. Por otro lado, también toman lugar los desamores, el impulso pasional por buscar la felicidad en el presente o en el futuro terminan trucados, en “Desencuentro” y “El paraíso”. Por último, luego de tanta angustia, nos topamos con una pisca de esperanza en el relato que cierra el conjunto:“Todo empezó con un libro”, cuyo protagonista, tras decidirse por seguir una tímida pulsión de afecto, se propone encontrar a la mujer soñada.
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Romero, Antonio: Por las sendas de la soledad. Lima, Editorial Textos. 2016, 46 pp.
Edward Mosiah Álvarez Yucra Romero nos obsequia historias contadas desde un ámbito trivial, las cuales no llegan a un cabal desmedro. Así, no es errado considerar por lo menos dos relatos (“El mejor amigo” y “El paraíso”) como cuentos memorables en la reciente narrativa peruana. Los parajes de una realidad corriente están llenos de desengaños, se trate de la fe ciega en el amor o la resignación, el soliloquio detrás de lo aparente se materializa para desahogar malestares.A manera de ejercicio o no, el autor reaviva con poca disconformidad los clásicos versos de Matsúo Basho:“Este camino/ ya nadie lo recorre/ salvo el crepúsculo”.
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E u L g e P Va ov on eni le ed ardo nz a o ue la
10 Haikus
Eugenio Leonardo Poveda Valenzuela
POESÍA
Chile
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I. Riega mis ojos llanto ya no me queda piedra mi pena.
VI. Ladrona eres, primaveras te llevas me dejas nieve.
II. Mueren las flores y se seca la noria ¡ay!, no es sueño.
VII. Tierra impura a hijos del mañana les dejamos hoy.
III. Los burros pastan tragan y no mastican pero rebuznan.
VIII. Ella se me fue el viento y el agua su equipaje.
IV. Mi voz no oyes y mis recuerdos en flor flotan en agua.
IX. ¡Tren de la noche, carraspeo de rieles olvido cargas!
V. Muchas lágrimas para tan poco amor no más ríos ya.
X. Mi Mundo azul el viento de invierno me lo quebró hoy.
Y la cobijó en sus brazos Helio Díaz
POESÍA
La melancolía atenazó su cuerpo a la par que caminaba por la playa, se miraba en el amor cada mañana, se sumía por la tarde en sus recuerdos, mas la noche, oscura y necia como el miedo, le llenaba de aflicción y se amargaba. La suave arena de la playa besaba sus pies, que lloraban sangre delatora, mientras alma y cuerpo, juntos, son ahora una hiedra que se ciñe y los solapa, una sombra que le presta luz aciaga y una frialdad en el pecho que le ahoga. El amor le traicionó siendo muy joven y lo busca, año tras año, en esa playa, era un guapo marinero que la amaba, al menos eso dijo el ignoto hombre, pero todo se quedó en el horizonte y su bello amante se perdió en la nada.
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Un gélido día lloraba la playa, la mujer se hallaba tendida en el suelo, la arena abrazaba con fuerza su cuerpo, y el agua, mimosa, su rostro lavaba. En aquel momento, en que el agua se aparta, un ángel la toma y se la lleva al cielo
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M A a n l S b Baed er ue lleamto l st an er o os .
Si tan solo supieras…
Manuel Alberto Sedamano Ballesteros.
POESÍA
Si tan solo supieras que mis sueños confiesan en secreto silencio tus mágicos y dulces secretos de primavera, que en vano trato de contener en el tiempo el fuego apasionado de tu tierna mirada, que aún despierto embelesado con tu aroma indómito de selva tropical, que aún tus besos recorren impetuoso cada verso de mi cuerpo como la suave caricia de la lluvia costera, si tan solo supieras que te amo. Si tan solo supieras que me entrego todas las noches al carnaval de tus deseos como la danza de las llamas a la fiera fogata de las praderas, que deslizo impetuoso el sudor de mi amante piel en cada rincón de tu candoroso ser, que me dejo arrastrar por el huracán de tus suspiros como los pétalos de los girasoles al despertar del otoño, que eres la constelación de mi cielo y el melodioso canto de afectos que se refugia en la playa, si tan solo supieras que te amo.
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Edward Mosiah Álvarez Yucra Si tan solo supieras que al sentirte ausente el calendario de mi vida pierde sus días como el manso murmullo de las olas que se aleja de las apacibles orillas, que al evocarte transito más allá de los límites de la fantasía donde nuestras promesas de amor encendieron románticas poesías, que al anhelar el desenfrenado vals de tus manos sobre mi pecho entrego al destino el principio y el fin de mis motivos apasionados, que al despertar el arrullo de tus latidos mis labios se encadenan a tu perfume de mujer, si tan solo supieras que te amo.
POESÍA
Si tan solo supieras que eres mi confidente flor salvaje de inhóspitos bosques de invierno, que eres la fértil garúa de mi eterno atardecer, que eres el porqué de las razones de mis cantos épicos, que eres la Dulcinea de mis amorosos ideales quijotescos, que eres la dueña de mis ardientes desvelos, que eres la melodía perfecta de mis bucólicas baladas, que eres el bello descanso de mis exaltados océanos, si tan solo supieras que te amo aunque el calor de tu aliento ya no sea parte de mi respiración. Perú
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J o J es sé M Sa av ús la o za r
Descenso de tiranos
José Jesús Mavo Salazar
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De la muerte temieron los que dormían, no hubo palabra para los prisioneros, el alma infeliz sonrió al ver, las estrellas encendidas en llamas del firmamento caer, pues no se halló otra manera de menos pesado hacer, el tener ojos abiertos en el valle de las lamentaciones. El temprano amanecer de luto llenó la casa, fue el escándalo de muertos sin remedio, era el pan de los ciegos que vagaban con el espíritu en la mano. Con la prisa de esperar la oscuridad mirando al vacío, el sol moría, la luna con rostro pálido escaleras bajaba, al abismo, atormentada, del cielo huía.
I va E M liz nn ar ab a tin e ezth
Frida
Ivanna Elizabeth Martinez
POESÍA
En tu cama las horas galopaban tiempos de océanos, olas de espada calaron profunda herida. Frágil y guerrera Frida: no te rendiste ante la esperanza vejada, ni la eternidad de la pena. Se te murieron los hijos en tu útero de vidrio pero pariste de tu entraña retratos, espejos de un sufrir compartido. Todas tuvimos un Diego atravesado, un amor oscuro y contrariado; nos desangró como a ti la indiferencia, y el espanto del olvido. Tantas veces se nos partió en dos la vida así anduvimos rotas embebidas de tequila. Se te llenaron de sangre los colores y resurgiste arcoíris. Te levantaste mil y dos veces, Sherezade de la muerte, cielaste la vida.
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M S a u Ló s ría pean z a
El borde de las palabras
María Susana López
POESÍA
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Ellos, actores en el teatro de la vida, Con la necesidad de contar, Lo que sobra, lo que falta. Con la idea de que la mentira, Se convierta en realidad; Aunque sea un momento, Un boleto de ida. Un camino, Entre lo perdido y lo encontrado; Entre aquella grieta, Donde se escurre la luz. Donde el borde de las palabras, Ondulan, hacen surcos, rozan el alma; Encienden el deseo, Los descongela por dentro, Para no morir dentro de un decorado. Quizás, el relato cambie el final.
D a C Gaolovid rc m ía a
Oda al lunes
David Coloma García
POESÍA
Muchos te rechazan no les gusta verte y sus cabezas planean como deshacerte. Otros borrarte quisieran, más tú no comprendes porque el mal te desean, ni los médicos tú caso entienden. ¡Hay!, ¿Qué puedo decirte? si no encuentro las palabras. Solo te siento triste y el correr de tus lágrimas. ¿Qué te pasa amigo?, ven a mis brazos no caigas en el olvido por tus trabajos. Primero de siete hermanos, eres el más pequeño pero no el menos estimado. Tu nombre de luna vino dado. Sonríe a pesar del trato que la esperanza sea tu guía, todo se muda en un rato y admiren todos tu gran día.
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M S a e Fu rr nu ne an el s o
Eres mujer
Manuel Serrano Funes
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Eras niña, rosa hermosa, princesa altiva, reina en ciernes, diosa eterna, ama de tu vida. Eres mujer, eres timidez, eres candor, eres algodón de azúcar y dulce de leche, eres sangre de vida, Eres mujer. no necesitas amo, no necesitas señor, no necesitas dioses. Eres mujer, Eres dueña de tu cuerpo eres dueña de tu mente, eres dueña de tu vida eres ama y señora de tu mundo Eres mujer.